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¿Cómo están ustedes?

Algunas claves para el bienestar emocional y psicológico en nuestras comunidades educativas

Irune López Aresti. Coordinadora de Orientación de la Inspectoría Salesiana Santiago el Mayor

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Antiguamente, ¿quién hablaba de bienestar? Se daba por supuesto, como el valor en el ejército, y quizá era así, pero en el siglo XXI, estrés y ansiedad nos inundan. En los colegios también. ¿Podemos hacer algo? En este tipo de reflexiones, me suele funcionar salir de esquemas “académicos”. Verlo desde el sentido común me ayuda a poner el marco. ¿Vamos?

¿Qué entendemos por bienestar?

Pensemos, “bienestar” viene de “bien-estar”; es decir, estar bien. Y ¿cuándo una persona “está bien”? Lógicamente, siempre existen diferencias; aun así, hay cosas en las que todos tendemos a coincidir. En general, estamos bien cuando nos sentimos: a gusto, escuchados, comprendidos, respetados, valorados, útiles...

Pero, ¡atención! Como decía nuestro Don Bosco, no basta con intentarlo, el otro ha de notarlo.

Esta puede ser, quizá, nuestra primera reflexión: ¿cómo andamos en nuestro colegio con respecto a estas cuestiones? Y, por tanto, la primera estrategia a adoptar.

Tener siempre en la mente la aspiración de que cada persona de nuestra comunidad educativa pueda sentirse así. Ahora bien, es fundamental entender que para lograrlo es necesario un “toma y daca”, es decir, “bien-tratarnos” y cuidarnos mutuamente. Por tanto, tendremos que practicarlo nosotros y fomentarlo en los demás, como una forma de ser y relacionarnos.

Clark, Clemes y Bean identifican en “Cómo desarrollar la autoestima en los adolescentes” (Editorial Debate), tres necesidades básicas en la adolescencia: vinculación, poder y singularidad; es decir, sentirme parte de algo; sentir que tengo margen de actuación; y sentir que se reconoce y valora mi personalidad. A mi modo de ver, estas necesidades nos acompañan toda la vida. Y en la escuela nos conviene tenerlas presentes y saber responderlas con nuestras palabras y miradas, y fomentando el sentido de pertenencia y familia, y la participación.

Y en esta reflexión no puede faltar Décimo Junio Juvenal y su famosa línea 356 de su “Sátira X”: Orandum est ut sit mens sana in corpore sano (Debemos orar por una mente sana en un cuerpo sano) que me lleva a pensar en “ladrones y generadores” de bienestar.

¿Qué nos roba esa sensación de estar bien? Pues, aparte de los problemas de salud, están el cansancio, el estrés, “el yo puedo con todo”, el “me lo trago todo” y no digamos el “yo me lo guiso yo me lo como”. Y así podríamos seguir…

Por otro lado, ¿qué nos llena de bienestar? Aquí hay gustos, pero determinados factores suelen favorecer un estado de ánimo más sereno y placentero, como por ejemplo… ¿Os atreveríais a hacer una lista? Nuestra segunda reflexión. No se nos olvide; de la mens y del corpore. Hoy sabemos que somos una unidad y no llegaremos a ningún sitio si el cuerpo y su sistema nervioso no nos acompañan.

¿Cómo ayudar a "bien-estar"?

Buena pregunta esta. ¿Cómo, si no conseguirlo del todo, al menos favorecerlo?

Un primer elemento clave: el clima. Es necesario no cansarnos nunca de promover un clima de acogida, cercanía y buentrato. Que las personas, pequeñas y mayores, no vacilen en acercarse unas a otras para expresar necesidades, alegrías o preocupaciones… O para preguntarlas.

Aunque esto nos lo jugamos sobre todo en las distancias cortas. El grado de comunicación, el tipo de interacciones, las maneras, la resolución de roces y conflictos… ¿Son naturales, positivas, serenas…?

Esta puede ser una buena tercera reflexión. A mí me suele gustar dibujar círculos concéntricos que van de lo “macro” (colegio) a lo “micro” (tú a tú), pasando por las etapas, grupos-clase o aulas y apuntar en cada uno “qué hacemos para generar un buen ambiente y que podríamos hacer”.

Pero no todo va a ser haceros pensar a vosotros y estresaros. Bastante lo hemos hecho este curso. Ahora me toca contribuir. Desde el Equipo de Orientación de la Inspectoría Salesiana Santiago el Mayor elaboramos “Ya estamos de vuelta. Algunas pistas para acoger y acompañar emocionalmente”, una Guía para el acompañamiento emocional y del duelo. Quisiera compartir con vosotros alguna de las estrategias allí propuestas. Aprovecho para mostrar nuestra gratitud al gran Vicenç Arnaiz que en sus vídeos durante la pandemia supo poner en palabras nuestras intuiciones. En su sabiduría nos inspiramos para muchas de estas sugerencias.

Nosotros dividimos las propuestas en dos bloques. Lo que llamamos el enfoque indirecto; acciones más globales, preventivas e indirectas que pueden promover el bienestar y ayudar a disipar sentimientos negativos. Sugerimos:

• Ambientes ordenados y rutinas: nos aportan seguridad y ahorran el estrés de tener que pensar en cada momento cómo hacer las cosas.

• Ricos en estímulos afectivos: miradas, palabras… que caldeen el corazón.

• Diálogo asiduo: charlar, interesarnos, hablar con franqueza… Para que todo pueda verbalizarse y canalizarse.

• Provocar y compartir alegría: lo lúdico, la música y, sobre todo, cantar… porque “quien canta…”.

• Experiencias de pertenecer y compartir: trabajos colaborativos, símbolos, gestos… para alimentar esa necesidad primaria de vinculación.

• Promover la expresión: en todos los lenguajes; sobre todo, pintar y dibujar… Que nada quede dentro y allí fermente.

• Actividades de movimiento consciente. Guiadas y libres: danza, malabares, trepar… el movimiento consciente nos recentra y reconcilia con nosotros mismos.

• Activismo: acciones concretas frente a los problemas… Llena de energía y sentido nuestra vida.

• Oportunidades de alteridad: ayudar, cuidar al otro dentro y fuera del colegio… Nada satisface más que ver a los demás satisfechos.

• Procesos de acompañamiento: sistemáticos… para prevenir o “atacar desde el inicio”.

Sin olvidar siempre la más básica: que aquellos con responsabilidades transmitamos serenidad, que la contagiemos.

Y el enfoque más directo, para abordar situaciones de malestar y sus raíces. En este caso, podemos hablar de:

• Verbalizar: tiempos de diálogo, escucha y contraste que permitan expresar dificultades, malestares y preocupaciones.

• Construir el relato: con fotos, diarios, relatos orales y escritos, dramatización, juego representativo... Para “elaborar”, digerir y, muy importante, cerrar capítulos dolorosos.

• Oportunidades de expresión y recuerdo: en procesos de duelo o dolor, sobre todo colectivos. Los gestos simbólicos favorecen la integración de sentimientos frente a la evitación y disociación.

• Experiencias de interioridad: visualizaciones, meditación… Relajan y combaten pensamientos negativos y ansiosos. Pero, ¡cuidado! En aquellas personas más “rumiadoras” podemos promover precisamente lo contrario.

Y ¿cómo promover “mi” estar bien?

¿Nos suena el concepto “higiene mental”? Pues eso. Algunas pistas:

Arnaiz nos invita a “cuidar nuestra alegría”. Intentar cortar los caminos que llevan al pesimismo. ¡Ojo con las críticas y quejas! No victimizarnos. Desterrar ideas negras ¿adónde nos conducen?... Esto, ¿quiere decir no permitirme sentirme mal o no aceptarlo? Claro que no, pero sin regodearse. Mejor, la técnica Escarlata O´Hara: “Ya lo pensaré mañana”.

Practiquemos formas de cuidado personal y prevención del estrés: ratitos de no hacer nada, mantener intereses y aficiones, volver a la naturaleza, buscar líneas de innovación profesional y, clave, “tener siempre un confidente”.

Otra vía es ayudar. La “alteridad”. No olvidemos, enfocarse en el otro es siempre una fuente de equilibrio personal.

La otra cara de la moneda; apoyarse en el equipo (¡Ojo, directivos! Os suele costar). El equipo es “nuestra red”. Unas veces toca sujetar y otras, dejarnos caer.

Arrimarnos a personas “luminosas”; esas que despiden luz y calor. Y ¡claro! intentar serlo para los demás. ¿Acaso no nos dijeron “sois sal y luz”?

Importante también recordar que estamos en un entorno laboral. Ojalá haya siempre camaradería; pero a veces… No obstante, habrá que trabajar juntos; aprendamos a relativizar y ser amables. Hagamos esta misma reflexión con alumnado y familias.

Y “hacer como sí”. Contestar “estoy bien” y sonreír. La sonrisa activa los circuitos cerebrales de la alegría. Nuestro cerebro es un poco tonto y suele acabar creyéndoselo.

En resumen, sentirse bien, funcionar bien y hacer el bien. Mirémonos a los ojos. "Bien-tratémonos". Entrenemos nuestra mente y corazón para el bienestar.

Como buena vasca, yo añadiría “siempre algo para picar”. Comer y cantar juntos alrededor de una mesa… ¿Puede haber algo mejor?

Y el “Orandum Ut” que nunca falte, ya lo decía Juvenal.

Consulta la Guía para el acompañamiento emocional y del duelo del Equipo de Orientación de la Inspectoría Salesiana Santiago el Mayor: https://view.genial.ly/5f16d1e01134690d06ce7976

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