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NI A PALOS SUPLEMENTO JOVEN DE TIEMPO ARGENTINO Domingo 21 de septiembre de 2014 Buenos Aires, Argentina Año 4 Nº284

Además: lo nuevo de Fito Páez | La desaparición de los wines | Virus, por Marcelo Moura | Elefante blanco | Estereotipos | Whiskypedia | Agenda de la semana


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FUTBOL PARA EXTRATERRESTRES

7 y 11 Por Zambayonny Ilustración: Daniel Caporaletti Los wines comenzaron a desaparecer delante de los ojos de todo el mundo sin que casi nadie hiciera nada. Poco a poco y sin culpa iban cayendo como moscas, uno tras otro, partido tras partido, campeonato tras campeonato, sin previo aviso y en silencio. Los relatores los buscaban donde debían estar y solo hallaban vacío ese sector del campo de juego, los cambios de frente acababan mansos contra el alambrado, los hinchas gritaban incrédulos sus apellidos sin respuesta, los defensores laterales que debían marcarlos miraban desorientados al banco de suplentes esperando nuevas órdenes, el centro atrás dejó de ser una realidad para convertirse en nostalgia y especialmente la mitad del campo de juego se fue superpoblando a la fuerza como un país desigual. Los nuevos esquemas conservadores que se pusieron en práctica ya no necesitaban a los heroicos wines que estorbaban al sistema con sus gambetas libres, su velocidad endiablada y la poética imprevisible con la que fueron concebidos. Había que sacarlos del campo de juego y no importaba la manera. Algunos fueron obligados a convertirse en corredores que durante todo el partido debían bajar hasta el área propia a marcar y luego picar hasta la línea de fondo contraria para tirar el centro. De esta forma quedaban extenuados a los 15 minutos del segundo tiempo sin haber realizado bien ninguna de las dos funciones. Otros fueron relegados sin explicaciones al banco de suplentes y los hacían entrar faltando pocos minutos casi siempre con el resultado adverso y sin posibilidades de mostrar todo su potencial. Muchos se adaptaron a los nuevos tiempos disfrazándose de lo que no eran solamente para poder sobrevivir. Era todo una locura, hasta los réferis se ensañaban con los que se resistían a los nuevos modelos y entonces los expulsaban al menor roce para que los tribunales de faltas los sancionaran con extremada rigurosidad dejándolos sin jugar durante meses hasta que entraran en razón. Los dirigentes les bajaban el sueldo sin motivo o no les renovaban el contrato mientras siniestros barras bravas pagos los insultaban y amenazaban dentro y fuera de la cancha. Finalmente los llevaron a retirarse o a exiliarse en ligas más abiertas donde todavía se podía jugar con libertad. Sin embargo, con la gran mayoría de los wines nunca se supo

que pasó. Los diarios de aquella época hicieron de cuenta que no sucedía nada y en lugar de hablar de esas ausencias, comenzaron a escribir sobre las bondades del desembarco de flamantes carrileros maratonistas, mecánicos y previsibles que llegaban como los abanderados de la nueva era. Los partidos comenzaron a enrarecerse, nadie sabía bien de

Comukirchnerismo

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El comukirchnerismo es la doctrina económica aplicada durante la etapa del kirchnerismo que va desde la sanción de la reforma de la ley de abastecimiento en adelante. Dicha ley, que implicaba más derechos para los consumidores y más herramientas para el Estado a los fines de evitar situaciones de desabastecimiento, significó para ciertos sectores el ingreso a una etapa comunista de la República Argentina en la cual los medios de producción pasarían a manos del Estado potencialmente, estableciéndose una suerte de “comunismo en potencial” o “comukirchnerismo” como fuera popularmente conocido.

Orígenes 1. Definición 2. Orígenes 3. Etapa revolucionaria 4. Críticas

Los orígenes del comukirchnerismo difieren del resto de las experiencias comunistas en que la llegada a esta etapa se produce luego de un reconocido “giro a la derecha” del gobierno, razón por la cual ha sido objeto de diferentes estudios e hipótesis. Es que experiencias anteriores como la Unión Soviética se instauraban luego de un golpe revolucio-

qué jugaba el otro y las sospechas de que los números en la espalda no coincidían con la posición que se ocupaba dentro del campo de juego provocó una desconfianza generalizada. Los habilidosos y pensantes números 10 dominaban la pelota con pericia y levantaban la cabeza buscando como siempre el pase largo hacia alguno de los costados, era entonces que no encontraban a sus habituales receptores y se quedaban consternados con el balón en los pies sin saber qué hacer hasta que finalmente se lo quitaban. Posiblemente aquellos números 10 ya sospechaban en ese momento y con razón que ellos mismos serían los próximos en la lista. En aquellos años muy pocos se dieron cuenta de la gravedad de lo que estaba sucediendo y fueron menos aún los que se animaron a hacer la denuncia en afiebrados ensayos escritos a las apuradas que los editores a veces censuraban y otras veces publicaban a desgano en un costado angosto de las páginas deportivas como si fuera una de esas tantas publicidades insípidas a las que los ojos están acostumbrados a esquivar para centrarse en el grueso de la prosa. Esa cobarde prosa lineal de superficie que apenas desgranaba las circunstancias del partido y enmarcaba el resultado como lo único importante confirmando que lo que había dicho la radio era ahora una verdad para siempre. Cuando el mundo entero notó la ausencia ya era demasiado tarde y muchos lectores, analistas futboleros y público en general que se habían hecho los distraídos mientras esto ocurría, tuvieron que ir a quemar esas páginas donde las advertencias los dejaban demasiado en evidencia. Como la llama de una vela que se fue apagando hasta dejar la habitación totalmente a oscuras, los wines dejaron de existir. Sus fotos en blanco y negro con bigote y pelo largo permanecen como prueba irrefutable de su gloriosa existencia para que las nuevas generaciones nunca duden de que hubo jugadores diferentes alguna vez sobre los campos de juego gambeteando muñecos en loca carrera hasta el fondo de la cancha para tirar el centro atrás. Por eso cada vez que veo a un pibe con la camiseta 7 o con la 11 me emociono, los saludo con los dedos en V y me dan ganas de decirles que no bajen demasiado, que nunca dejen de volar libres pegados a la raya o tirando la diagonal y que honren la memoria de aquellos wines que ya no están, porque esos números son la primera bandera de resistencia que alzamos cada vez que tenemos que dejar bien en claro qué tipo de juego preferimos. X

nario que se daba sobre el gobierno vigente, mientras que en el caso del comukirchnerismo la instauración del comunismo a través de una ley se dio luego de reiteradas denuncias sobre “giros a la derecha” del gobierno.

Etapa revolucionaria La etapa pre revolucionaria, entonces, se caracterizó principalmente por un giro a la derecha que sirvió para que oponentes y enemigos se comieran el amague, al mismo tiempo que el propio gobierno tomaba envión antes de instaurar la polémica renovación de la ley de abastecimiento que decretaba, palabras más, palabras menos, la socialización de los medios de producción privada. Fue otra de las características de esta experiencia comunista: en vez de un golpe revolucionario sobre el sistema vigente, se envió un proyecto de ley cualquiera al Congreso, donde se debatió ampliamente entre todas las fuerzas políticas y finalmente se aprobó. Fue el primer caso de comunismo instalado por ley, derribando todas las teorías previas sobre la necesidad de un putsch al régimen imperante, incluso porque fue el propio ré-

gimen imperante el que agarró y se pasó al comunismo. A partir de la sanción de dicha ley que preveía características muy propias del comunismo, como un fuero del consumidor para que las telefónicas no estafen a los clientes, se comenzó a hablar de la etapa plenamente revolucionaria.

Críticas Aunque la reforma de la ley de abastecimiento y las nuevas leyes de protección de los derechos de los consumidores no terminaron de instaurar tanto el comunismo como se esperaba, al no abolir de una manera muy cruenta la propiedad privada, no tardaron en llegar las críticas por izquierda, que acusaron a la ley que originalmente iba a ser intervencionista y exageradamente invasiva de la propiedad privada, de ser insuficiente en el control de la economía y sus efectos sobre la propiedad privada. Razón por la cual dicha ley no fue votada ni por izquierda ni por derecha, toda vez que se trató de una ley, al mismo tiempo, que avasalló las libertades económicas de los actores y que fue insuficiente en el avasallamiento. X


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ESTEREOTIPOS

Mirada speed

HOY: El fanático de Esperando la carroza » »Estudió en la Fader.

Por Facundo Arroyo

norte, también.

» »También pudo haber estudiado Historia en la UBA.

» »Tiene como mínimo dos fotos en su Facebook con nariz de payaso.

» »Las venas abiertas de América Latina, Las enseñanzas de Don Juan y El principito, entre sus libros de cabecera.

» »Ve sólo cine nacional.

» »Se sabe diálogos de memoria y los repite buscando complicidad.

» »Se hizo socio del Club del disco.

» »No la encuentra. » »Cuando murió China Zorrilla escribió en su Facebook, compungido: “ya no hará más puchero”. » »No mira televisión. » »Puede ser el “argentino que se cree uruguayo”. » »Trata de meter frases de la película en todas las conversaciones. » »“-¿Cuántas te pido?” “-Tres empanadas!”, responde imitando -como el culo- la voz de Brandoni.

» »Votó a Brandoni en 2005. » »Entiende los chistes de Liniers.

» »Usa pantalón bali y sandalias. Incluso si es hombre. » »Así vestido va a ver a Kevin Johansen. » »Se niega a usar smartphone. » »Usa camisetas de clubes alternativos. » »Solo lee diarios extranjeros tipo el New Yorker. » »Muy fanático de “Filmoteca”. » »Armó un grupo en Facebook para evitar el cierre el videoclub Master de Caballito.

» »Sus amigos ya no se lo bancan más.

» »Ahora armó otro para homenajear a Liberarte.

» »Armó plan para ir a ver la versión remasterizada al cine.

» »Lee Radar.

» »Estudió por lo menos dos de las siguientes “disciplinas”: clown, macramé, percusión, teatro, fotografía y malabares. » »En rigor de verdad dice que “hace clavas”, no malabares. » »Ahora hace tela en un galpón de Almagro. » »Tiene mucho curso en el Rojas encima. » »Mucho verano en el

» »Bancó las primeras novelas costumbristas de Pol-ka, hasta Campeones. » »Hace fuerza para ver cine mudo en blanco y negro. » »Vio por la mitad El artista pero dice que la vio entera y la banca. » »Puede decir que es hincha de un club del extranjero.

«El argentino que se entusiasma con los movimientos independentistas en Escocia, Cataluña y demás» Si se te ocurre cómo describirlo, mandá tus ideas a contacto@niapalos.org o vía Twitter a @niapalos así lo publicamos. web

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“Un sueño llamado Virus, palabra que paradójicamente nos hizo conocer el cielo y el infierno”, aclara Marcelo Moura sobre la banda que fundó junto a sus hermanos Federico y Julio al finalizar la década del 70. El hermano menor de esta familia, ahora también, se acaba de convertir en autor de una historia que no pretende ser biografía. Con la ausencia de varios protagonistas y despojado de herramientas periodísticas, Marcelo presenta su punto de vista sobre una de las bandas pop más importantes de los ochenta. Virus representó, junto a Los Twist y algo más tarde a Soda Stereo, la liberación y el desenfreno de la primavera democrática. Fue una banda de vanguardia tanto en lo musical como en lo estético. Esa siempre es la historia que sobresale de la narración informativa y este nuevo trabajo no es la excepción. Sin embargo, Virus tuvo un líder que también representó una bisagra a nivel social y cultural. Para hablar de Federico Moura hay que tener en cuenta al monstruo de aquella época: el HIV que terminó con su vida. Y también la discusión de género: era homosexual y, a pesar

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de las exigencias comerciales, no se molestaba en ocultarlo. Todo lo producido hasta el momento en referencia a la banda, incluido este libro, no profundiza estos temas. Tronco vital, también, para entender a un ícono musical del rock argentino. A pesar de eso, Marcelo Moura (que primero fue tecladista y luego pasó a ser la voz líder) dedica un capítulo entero a su hermano Jorge, víctima de la última dictadura cívico-militar. Y por más que el hecho haya estado presente en la obra de Virus (“Banquete”, incluida en Recrudece -1982- es un claro aprendizaje de ese legado) y en algunos reportajes, aquí su historia se cuenta entera. Marcelo describe, entre otros detalles, el momento en que se llevan a Jorge ante los ojos de toda la familia, después de recibir un culatazo. También incluye la escena en que la madre lo ve en un bosque y Jorge le aclara que no va a decir nada y que por eso deben despedirse. Ese capítulo 4 tiene la importancia en esta obra como lo tiene la entrevista que le hacen al amigo del corazón de Federico en Imágenes paganas, documental dirigido por Sergio “Cucho” Constantino. A pesar de las ausencias, allí radican

dos victorias en nuevos materiales dedicados a Virus. Hay dos ideas fuertes por parte de Moura que llaman, en buena hora, a la discusión. Por un lado, sostiene que “En todo caso, nuestro único líder se llama Virus” cuando habla de su rol como cantante y el de Federico. Claro: no desestima el talento y la vanguardia de su hermano, pero intenta, todo el tiempo, equilibrar los logros de cada uno de los integrantes a la hora de vanagloriar a Virus. Y por otro lado, ya hacia el final, propone una mirada lúcida (“nunca vamos a poder superar la obra de la banda”) y se rescata en cuanto al aporte del escrito: “Ojalá a este libro le siga otro más profundo, en el que toque temas existenciales que preferimos evitar para no tener problemas”.×

falsa escuadra

Sobre la tela de una araña

» »Es de almorzar los domingos en Pan y Arte en Boedo.

Estereotipo que viene

twitter

ruido de fondo | Virus - Marcelo Moura (Planeta)

Por Romina Sánchez Elefante Blanco, ese barrio dentro de la mole de lo que alguna vez hubiera sido el hospital de enfermedades infecciosas más grande de Latinoamérica, erigido -es un decir- al interior de Ciudad Oculta, en Villa Lugano, supo ser locación de una película de Darín con el sello de Trapero, película de nombre homónimo, pero, por sobre todas las cosas, es locación de miseria y desidia. Hace un par de semanas, justamente, la justicia oyó el reclamo de los vecinos del lugar. Un reclamo de dignidad en medio de tanta indignidad. Se trata de la presentación que, a fines de 2013, hicieron los habitantes del edificio, quienes denunciaron estar viviendo hace años en condiciones infrahumanas. En sentido sanitario, por ejemplo. Muchos de los chicos que viven en el lugar, por caso, padecen de trastornos gástricos y respiratorios, provocados por la acumulación de agua y basura en los subsuelos de la construcción. Dos de los delegados, Gustavo Serra y Andrea Penayo, explicaron la situación: “El amparo lo presentamos a

fines de 2013 y después la jueza Liberatori dictó la cautelar. Ella le exigió al Gobierno porteño que comience las tareas para mejorar nuestras condiciones de vida. Tienen que desratizar, fumigar y limpiar el basural. Además, hay huecos que son muy peligrosos, en especial para los chicos”. Es así como a principios de mes, los delegados del barrio junto a vecinos y funcionarios de GCBA se presentaron a una audiencia en el juzgado N° 4 del Fuero Contencioso Administrativo y Tributario, a cargo de Elena Liberatori, para saber qué medidas tomará el Gobierno de Mauricio Macri para volver habitable el lugar. ¿La respuesta? Nada por aquí, nada por allá. Entonces, la justicia local instó al Gobierno de la Ciudad a que en un plazo de 60 días limpie y sanee los tres pisos inundados y repletos de basura del Elefante Blanco, y le solicitó, además, que acredite cada una de las obras que se comprometió a realizar luego de que, precisamente, Elena Liberatori, dictara a fines de 2013 una cautelar que obligaba al Ejecutivo porteño a mejorar las condiciones en las que viven los 312 ocupantes que quedan en el edificio, ya que muchos

optaron por migrar al Gran Buenos Aires y otros volvieron a sus lugares de origen en el interior del país, como Tucumán o Santiago del Estero. Con la cabeza gacha, siempre. Con el tiempo, la situación solo pudo empeorar. Y no solo en términos de salubridad, sino en todos los aspectos posibles: desde los chicos que murieron jugando, al caer por los huecos de ascensores que no existieron ni existirán, hasta las balas limpias, que se oyen, se ven, se sienten a toda hora del día. El 60 por ciento de los habitantes del Elefante Blanco sufre de hacinamiento crítico y el 41,4 no percibe ningún tipo de cobertura social, según los resultados de un relevamiento hecho a mitad de año por el Ministerio Público de la Defensa de la Ciudad. “Los del Gobierno se burlan de nosotros y nos ignoran. Aquí todos trabajamos, no hay gente que roba. Algunos, como yo, vivieron siempre aquí, pero lo mismo seguimos ocultos. Por eso, no queremos que nos traten como negros, que es lo que ellos dicen que somos”, comentó, pleno de indignación, Gustavo Serra, delegado del barrio. Creer que ni a eso, el enojo constante, se pueden acostumbrar allí.×


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Nota

Primavera cero

El 21 de septiembre de 1989, el Senado argentino aprobó la ley 23.737, mejor conocida como la Ley de Estupefacientes. Redactada al calor de la guerra contra las drogas que encabezaba por entonces el presidente norteamericano Ronald Reagan, esta ley se reveló pronto como un engendro legal que criminalizó a los usuarios de drogas, al tiempo que dejó abiertas grietas por donde se colaron todo tipo de negocios y arbitrariedades. 25 años después, la ley sigue vigente a pesar de algunos esfuerzos por conducir la discusión hacia instancias más amigables con la democracia y el sentido común. Una historia de las drogas en la Argentina: de la era de la droga libre a los años subversivos y de la promesa democrática al gran negocio político y judicial.

Por Martín Armada y Emiliano Flores 1989 fue un año bisagra. No sólo porque el apetito desbocado de Guns N’ Roses comienza a desplazar de los charts musicales al tecno melódico de canciones y buenas letras que proponían bandas como Erasure, Pet Shop Boys o New Order, sino porque, entre otras cosas, cae el Muro de Berlín poniendo fin a un mundo que nos colocaba como observadores y participantes de una partida de ajedrez entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Empieza una etapa sin disensos para Washington y quien tuviera dudas se las podía comentar a los marines que desembarcaban en Panamá o el Golfo Pérsico. Nuestro país, lógicamente, no permaneció ajeno a esos vaivenes. Ese mismo año, con la asunción de Carlos Menem se da inicio a un

nuevo ciclo político y económico. Jurídicamente, el primer paso se da con la Ley de Reforma del Estado, la iniciativa mentada por Álvaro Alsogaray que permitió la privatización de ENTEL, Aerolíneas Argentinas, Gas del Estado, YPF y Ferrocarriles Argentinos, entre otras compañías estatales. El segundo paso, como para clausurar la temporada de conquistas que insinuaba la Ley de Divorcio, fue la Ley de Estupefacientes. Teniendo en cuenta el sentido que adquirió la presidencia del riojano, no es llamativo que la segunda ley importante sancionada desde su mandato sea una en la que confluye la complacencia frente a las directrices de una potencia hegemónica y el sedimento propio heredado de la doctrina de López Rega. Lo que no deja de ser curioso es que, para sancionar la ley que pisotea los vestigios de la primavera democrática hayan elegido el día de la primavera, hace exactamente veinticinco

años.

Tango que me hiciste mal La demonización de las drogas y de los consumidores tiene una corta historia y para graficarlo basta con decir que en las primeras décadas del siglo XX la cocaína se conseguía legalmente en farmacias. Por ese entonces, las sanciones nacían más de una búsqueda de regulación administrativa de la actividad farmacéutica que para reprimir al usuario. Hasta mediados de los años 20 se penaba el contrabando de “narcóticos” y “alcaloides” si la venta era sin receta o su expendio se realizaba por fuera de los límites fijados por los profesionales autorizados la venta. Las letras de los tangos son una muestra de que las drogas formaban parte de cierta cotidianeidad suburbana y que el “toxicómano” no era más que un ser caído en desgracia. Pero, como señalan los investigadores de la UBA, Alejandro Corda,

Araceli Galante y Diana Rossi, en la publicación Personas que usan estupefacientes en Argentina, las leyes resultaban demasiado laxas para las fuerzas del orden. A partir de esta línea, en 1926, el diputado y médico, Leopoldo Bard, incluyó una reforma vital en el Código Penal: la sanción a la posesión o tenencia ilegítima de esas sustancias sin discriminar traficantes de consumidores. En este punto se abre una brecha en donde los principios de pensamientos como el de la defensa social y el higienismo se dieron la mano con los intereses represivos de la corporación judicial y policial. La orga

médica, judicial y policial comenzaba a hincar el diente sobre la carne más tierna y pronto le encontraría el gustito. Pero lo que pasaba en Argentina no era más que el reflejo de lo que pasaba en el mundo. Estados Unidos, luego de fracasar con su experimento con el alcohol, insistió en las políticas prohibicionistas aplicándolas a la marihuana, la cocaína y la heroína. Los motivos pueden ser varios: una mera decisión moral, una herramienta de control sobre las minorías cada vez más numerosas de afros y latinos, pasando por un lobby armado entre las farmacéuticas

“En nuestro país, en 1974, José López Rega afirma que “las guerrillas son los principales consumidores de drogas en la Argentina, por lo tanto la campaña antidrogas será una campaña auténticamente antiguerrillas”


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“Una de las formas más didácticas para analizar los noventa consiste en dejar de lado todo tipo de prejuicio y mirar quiénes hicieron negocios” e industria del plástico, enemigos de la industria cañamera. Lo cierto es que el paradigma templado al fuego de los acuerdos entre sectores conservadores, xenófobos y ciertos capitanes de la industria norteamericana, terminó adquiriendo proporciones planetarias. En 1961, fruto de la firma de la Convención Única de Estupefacientes de la ONU, las drogas de origen vegetal se transformaron en objetos prohibidos y las restricciones comenzaron a tener un peso geopolítico. Al mismo tiempo se consideró ilegal el cultivo de plantas como la coca, la amapola y la cannabis. La penalización de la tenencia para consumo personal quedó librada al criterio de cada Nación miembro. La mayoría intentó seguir el ritmo represivo hasta en el último compás.

Saigón y después El 17 de julio de 1971, el presidente estadounidense Richard Nixon elevó las drogas a la categoría de “enemigo público número uno”. Por esos años se consumía mucha droga. Bastante, pero muchísima menos que ahora. Pero lo más importante, no existían grandes organizaciones criminales detrás de su venta –cabe recordar que los grandes cárteles dedicados al narcotráfico son un fenómeno de los ochenta. No obstante eso, dos años más tarde, Nixon decide crear la DEA (Drug Enforcement Administration), la agencia del Departamento de Justicia que lucha contra el contrabando y el consumo de drogas en los Estados Unidos y la única agencia responsable de coordinar y perseguir las investigaciones antidroga en el extranjero. Si especuláramos que el verdadero problema de Nixon eran los jóvenes que usaban las drogas como respuesta al convite de alistarse en el ejército, el resultado de la intervención norteamericana en Vietnam cerraría la parábola: la

guerra contra las drogas permitió no sólo reprimir ineficazmente el consumo de drogas dentro de sus fronteras -se trata del país que más consume en el mundo-, sino también encontrar a partir de la DEA un instrumento de control territorial alternativo a la intervención militar, algo devaluada después del enfrentamiento con los liderados por el camarada Ho. Los resultados de la guerra contra las drogas fueron nefastos desde el vamos, pero aún así, de la mano de las doctrinas de seguridad nacional, se esparció por el planeta con la velocidad de una plaga bíblica. En nuestro país, en 1974, José López Rega afirma que “las guerrillas son los principales consumidores de drogas en la Argentina, por lo tanto la campaña antidrogas será una campaña auténticamente antiguerrillas”. Bajo su gestión en la cartera de Bienestar Social, se sancionó la 20.771, la ley que extremaría la política represiva contra los usuarios de drogas. “Todo drogadicto es potencialmente un traficante de estupefacientes”, justificaba el texto que acompañaba el proyecto. El Estado, lejos de acompañar a quien puede –o no- tener un problema de salud, comienza a perseguirlo y, para no dejar de lado ese estilo tan triple A que abunda en los textos de esos años, se sugiere que “el tráfico ilegal de estupefacientes debe ser perseguido y reprimido hasta la aniquilación”. La tenencia de drogas, “aunque estuviera destinada a

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uso personal”, era correspondida con penas de prisión de 1 a 6 años.

Las décadas perdidas En el interesante trabajo Encarcelamientos por delitos con estupefacientes en Argentina, nuevamente Alejandro Corda, analiza los diferentes fallos de la Corte Suprema sobre la ley de drogas. En 1978, se produce el primer pronunciamiento de la Corte sobre la cuestión. Conocido como el fallo “Colavini”, a quien se le imputaba la posesión de dos cigarrillos de marihuana, se afirma la constitucionalidad del castigo de la tenencia de estupefacientes para consumo personal, asociando a la ‘toxicomanía’ con la “delincuencia común y subversiva”. Con el retorno de la democracia, ya en 1986, nuestro país intentó enmendar los efectos nocivos del prohibicionismo y hubo un fallo de la Corte Suprema (con una nueva composición) que significó un alivio. El fallo Bazterrica, como se conoce al dictamen de los supremos, declara inconstitucional el artículo sexto de la ley 20.771 al considerar que la incriminación de la tenencia de estupefacientes para consumo personal avanza sobre las conductas privadas de los hombres, protegidas por la Constitución Nacional. Pese a ello, a ninguna de las fuerzas políticas del congreso se le ocurrió reformar la ley, con ese impasse se llegó a los noventa, que empezaron, en materia de políticas de drogas, en la primavera del ‘89.

Diamante en bruto Una de las formas más didácticas para analizar los noventa consiste en dejar de lado todo tipo de prejuicio y mirar quiénes hicieron negocios. En el caso de la ley que hoy cumple un cuarto de siglo se puede ver que

“La ley 23.737 permitió que casi todos los actores involucrados en la represión del “flagelo de las drogas” puedan hacer negocios con la notable excepción de los consumidores, quienes además de estar expuestos a la ilegalidad y sus consecuencias, se exponen a la legalidad con consecuencias aún más nefastas”

permitió que todos los actores del sistema represivo se enriqueciera: desde el lado de la salud, las granjas sostuvieron sus quintitas a partir de los usuarios que, tras un proceso judicial en el que logran probar que la droga que tenían en su poder era para consumo personal, eran obligados a un tratamiento sin excepción; por el lado de la Policía y la Justicia, la ley les permitió justificar su sueldo cazando perejiles y haciendo la vista gorda con los narcotraficantes; a éstos últimos, por su parte, les posibilitó expandir una red de negocios de alcance nacional en tanto pagaran su tributo a las fuerzas policiales a las que la política delegó el control territorial. Luego, con el sector financiero como aliado, el narcotráfico comenzará a ingresar activos al mercado ya que la actual ley no contempla la cuestión del lavado de dinero. En 1996, un caso desnudó la trama criminal detrás de la ley de drogas. El juez de Dolores, Hernán Bernasconi, llegó a las primeras planas con una causa jugosa entre manos con Guillermo Coppola como principal protagonista. Tres años después, millones de fojas mediante, se comprobó que el magistrado encabezaba una asociación ilícita junto a los policías bonaerenses Daniel Diamante y Tony Gerace quienes implantaban droga a ricos o famosos a quienes luego extorsionaban. Una nada despreciable fortuna amasada gracias a las grietas de la ley vigente donde todos son culpables hasta demostrar lo contrario. Al final del viaje, los agentes fueron procesados por encubrimiento de hurto agravado, prevaricato y privación ilegítima de la libertad. Bernasconi fue detenido en el año 2000 en Río de Janeiro luego de pasar un tiempo prófugo. Sin embargo, las fuerzas políticas dejaron pasar la oportunidad de hacerse cargo de un problema y el caso del Jarrón de Coppola sólo logró acaparar la atención de la prensa bizarra: cabe recordar que la detención de Guillote y el Conejo Tarantini fue lo que posibilitó la emergencia de los primeros personajes mediáticos que alumbró nuestro país: Samantha Farjat y Natalia de Negri.

In dubio pro reo La ley 23.737 permitió que casi todos los actores involucrados en la represión del “flagelo de las drogas” puedan hacer negocios con la notable excepción de los consumidores, quienes además de estar expuestos a la ilegalidad y sus consecuencias, se exponen a la legalidad con consecuencias aún más nefastas. Se calcula que desde 1989, alrededor de medio millón de personas fueron detenidas y atravesaron su proceso judicial por tenencia para consumo personal. Todo un récord para una ley que no hizo más permitir que se multiplicara el consumo. Pero la actual ley de drogas tiene una particularidad: en la mayor parte de los delitos, nuestra doctrina jurídica establece el principio in dubio pro reo. Esto quiere decir que la duda favorece al acusado. Es la fiscalía la que tiene que probar la culpabilidad del imputado y, en un caso, por ejem-

plo, de insuficiencia probatoria, éste se ve favorecido. Este principio rige para casi todos los delitos con las excepciones: terroristas, quienes porten armas de fuego sin autorización y quienes tengan, por así decirlo, uno o dos porros. La ley de drogas se rige por el principio de callate y seguí chupando y cuando un consumidor es detenido por un agente policial, es éste quien debe probar que lo portado era para consumo. Ningún actor de la cadena represiva se ve obligado a investigar si ese finito era o no para la venta. Naturalmente, la cosa no termina ahí y si el usuario prueba que no es un traficante, debe someterse a un tratamiento en una de las tantas granjas de rehabilitación que florecieron bajo el amparo de la ley. Así está escrito hasta hoy.

Haciendo balance Luego de que la realidad acorralara a los poderes públicos, fueron los Jueces Supremos los que volvieron a hacerse escuchar desde sus atriles. Afortunadamente, en 2009 la Corte Suprema se puso del lado de los que pierden. El fallo conocido como Arriola volvió sobre la huella doctrinaria de la primavera alfonsinista y declaró la inconstitucionalidad del artículo que reprime la tenencia para consumo personal, lo que podría extenderse incluso al autocultivo de marihuana según ciertas interpretaciones. Los magistrados en sus votos dieron cuenta de haber entendido lo básico: criminalizar a los usuarios de drogas no va sólo contra los principios básicos del Derecho argentino, sino que se ha mostrado ineficaz en todos los frentes, mientras no pocos audaces sinvergüenzas cierran balances cada vez más positivos. Sin embargo, ningún fallo, por justo que sea, es de cumplimiento efectivo. Y no sólo siguen existiendo jueces y fiscales que promueven la penalización de los usuarios de drogas, sino que el propio fallo no libra a nadie de ser detenido, encarcelado, sospechado y procesado hasta demostrar su inocencia. En ese contexto, las buenas intenciones políticas buscan una solución a las consecuencias de estas desastrosas bodas de plata aún sin poner en crisis real el viejo paradigma: ahí está el plan Recuperar Inclusión que busca la creación de espacios y dispositivos para que los usuarios poblemáticos de drogas encuentren donde tratarse de manera gratuita, ahí luce flamante el Plan Integral para el Abordaje de los Consumos Problemáticos aprobado a principios de este año, ambos impulsados por el oficialismo sin resistencia y con poco apoyo. Pero de poco pueden servir si no se acompaña con la decisión de cortar la dinámica que nos trajo hasta este punto. La continuidad y el desarrollo de nuevas políticas sanitarias, sociales, económicas y criminales requiere de la voluntad de descender al origen de la herida para sanarla. La principal obligación de la política es garantizar un porvenir menos sombrío: sin una ley de drogas pensada de manera soberana, humanitaria y realista la misión seguirá resultando imposible.X


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Ricardo Romero

«Es una novela ambiciosa» Un niño recibe como herencia los zapatos su tío muerto, aun sin estrenar. En la novela Historia de Roque Rey (Eterna Cadencia), el escritor y editor Ricardo Romero (Paraná, 1976) narra a lo largo de quinientas páginas ese ritual de iniciación. Roque autoconstruye su subjetividad caminando con esos zapatos con algodón. Curiosidad y venganza: dos impulsos que con el paso de los años le permiten formar parte de escenarios disimiles, con personajes atravesados por una sordidez existencial. Dialogamos con Ricardo para saber de qué se trata ese baile, del recorrido revulsivo de ese Bartleby moderno llamado Roque Rey, de la actualidad del genero policial en la Argentina y de la importancia de Alberto Laiseca. Por Mariano Vespa En Historia de Roque Rey a nivel macro confluyen dos lecturas: por un lado está la historia de un niño que crece en el andar, en los escenarios urbanos. Por otro, Roque paulatinamente abandona sus entornos, como si estar solo también lo fortalece. Es un poco como nos pasa a todos: para escapar del encierro salimos a recorrer el mundo y para escapar del mundo nos encerramos y en el precario equilibrio entre esas dos cosas se arma la vida. Tiene que ver con esa necesidad de amparo y desamparo. A veces es necesario el desamparo en una circunstancia límite como es la de Roque. En Roque el desamparo se potencia: no tiene una construcción cultural que le permita anclarse y decir “me quedo acá”. El está muy expuesto,

ni siquiera tiene documento, está realmente a la intemperie. Todos nosotros tenemos una construcción familiar o amistosa que más o menos nos ampara. Cuando Roque está listo para usar los zapatos del tío, cuando esos zapatos le quedan bien, necesita irse. ¿Cómo fue la construcción del personaje sobre todo en relación a las influencias? El personaje lo tenía en la cabeza hace mucho. Era alguien que usaba los zapatos de los muertos. Después aparece la escena de la muerte del tío, de los zapatos del tío y del pedido de la tía y yo tenía que unir todo eso. Me gustaba la idea de acompañar al personaje en sus transformaciones, de que haya varias novelas en una, que las cosas que pasen en la página 400 estén cargadas de sentido gracias a las anteriores, a todo lo que fue pasando. Pasa algo en la página 50, en la 120 y vos no

sabes hacia dónde va pero cobra sentido a lo que suceda después. Un tipo de lector impaciente no lo podría soportar. Es una novela ambiciosa. Salvando las distancias, dickensiana. Son personajes a la deriva. En cuanto a las influencias, hay autores que siempre trabajaron con personajes muy cercanos a la deriva que me marcaron mucho: leer a Onetti fue un antes y un después; Haroldo Conti y Daniel Moyano cuyos personajes tienen sed de deriva. Incluso algunos amigos escritores que me estimulan como Oliverio Coelho, Hernán Ronsino, Federico Levin, y Jorge Consiglio. Algunos personajes de la novela tienen una relación difusa con las instituciones. El caso más emblemático es Roque que no va a la escuela. No me interesaba crear un personaje marginal pero sí que de alguna manera estuviera al margen de las

instituciones. O que esas instituciones lo atravesaran sin que las instituciones y él se dieran cuenta. Se cruzan pero no se prestan atención. Roque no le presta atención a la Historia con mayúsculas ni la Historia le presta atención a Roque. Me interesa jugar con la idea de que cualquier institución es una construcción ficcional que de alguna manera afirmamos. En el fondo está el desastre, la intemperie. Roque es consciente de esto, que las familias con las que vive son ficciones. Son ficciones y está muy claro que lo son pero no son más ficciones que las familias convencionales. También pasa con el padre Umberto que se quiere convertir pero no puede dejar de ser el parricida que fue. En esas etiquetas ficcionales me gusta que aparezca como una grieta esa idea del desastre. En el libro hay algunas referencias políticas importantes como

el Cordobazo, la dictadura, Malvinas, que funcionan como contexto pero de las que Roque no se ve afectado directamente. ¿Cómo pensarías la relación de Roque y la tuya con lo político? Lo político es un paisaje en el que Roque se mueve. Pero él está enfocado en los misterios que tiene a mano, en los objetos y espacios que habita. Lo que ocurre más allá de eso, no sé si lo torna indiferente porque después alguna actitud tiene. Es curioso cómo se puede llegar a juzgar a un personaje por no participar de la Historia. Sin embargo la mayoría de nosotros no participamos directamente de la Historia, lo hacemos solamente de palabra, cuando discutimos el pasado. No soy bueno para escribir desde las ideas, me interesa escribir sobre los personajes. Mi relación con lo político es de perplejidad, me abruma. Me cuesta relacionarme con la forma que toma la palabra en la política, violenta mi forma de pensar cómo se construyen las ideas en la política. No me interesa que los procesos políticos estén en el centro de mi ficción. Hay gente que lo hace muy bien. Sí es cierto que es inevitable que lo político esté. Las actitudes de Roque son políticas, aunque él no interviene en lo macro. En un momento cuando Marcos lo pincha, Roque dice “no tengo nada para decir pero tengo mucho para contar”. Para mí una de las actitudes más revulsivas en el sentido político de la literatura moderna es la de Bartleby y su “preferiría no hacerlo”, que es uno de los personajes políticamente más iconoclastas y subversivos que hay. Modestamente para mi Roque va en ese cauce. Una frase de Gombrowicz dice que el baile crea a la música. Tranquilamente puede aplicarse a tu novela. ¿Cómo ves esa relación entre la música y el andar de Roque? Primero están los zapatos. Los zapatos son la historia. En su primer baile él lo plantea: “¿la música está antes o está después de todo o yo estoy inventando la música?” La música está no sólo en la materialidad de la prosa, en la construcción de la frase, sino también en la realidad de la historia. Hay una música en los sucesos, una lógica narrativa que es también una danza que hace que esas cosas se ordenen. El baile es una experiencia física, una experiencia de los sentidos muy saludable y reveladora de las personas. Hay un andar muy particu-

«Me interesa jugar con la idea de que cualquier institución es una construcción ficcional que de alguna manera afirmamos. En el fondo está el desastre, la intemperie.»


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«Es curioso cómo se puede llegar a juzgar a un personaje por no participar de la Historia. Sin embargo la mayoría de nosotros no participamos directamente de la Historia, lo hacemos solamente de palabra, cuando discutimos el pasado.» lar. Es algo que de alguna manera nos desnuda. “Caminar sin rumbo es la forma más perfecta de bailar y viceversa: bailar es la forma más perfecta de caminar sin rumbo” dice Roque. La escritura también es una forma de desnudarse. ¿Cómo fue el proceso de escritura de esta novela? Claro, la escritura es una danza. Escribís, volvés, retocás. Estás sosteniendo danzas y contradanzas. Me gusta esa forma en que la escritura me hizo un lugar feliz más allá de las angustias que pueda tener escribiendo. El impulso está en cuando no sé adónde voy a ir. Por eso me manejo mejor con la novela que con el cuento. Abelardo Castillo decía que hay una diferencia importante entre ambigüedad y confusión. No sé exactamente adónde voy pero una idea tengo. Fue una experiencia vital escribirla durante un poco más de un año y medio. Un amigo me contó que empezó leyendo Roque como una lectura de cama y que después el libro en otros momentos del día. Ese es el mejor piropo que me pueden hacer: que el libro vaya ganando espacios y que no solo uno recuerde la novela, sino también la experien-

cia de lectura. En tus anteriores novelas (Los bailarines del fin del mundo, El síndrome del Rasputin, y El Spleen de los muertos) los protagonistas padecen Tourette, un trastorno que se manifiesta a partir de tics inesperados. El hecho de que Roque necesite ponerse los zapatos de los muertos, ¿puede interpretarse como un tic que, como el Tourette, resuene en la percepción? En la trilogía el Tourette lo que me permitía es combatir ese discurso lineal que se tiene para asimilar la realidad. El Tourette es disruptivo, vos estás en un estado y de repente te hace saltar, gritar, es inesperado. Siempre me interesa lo disruptivo hacia ese discurso. En Roque lo disruptivo está en esa relación que mantiene con determinados objetos como los zapatos o el traje turquesa. Se aferra a esas cosas, construye su realidad desde ahí. Roque está asentado en ese micromundo que ha generado en donde resuenan las palabras esa visión del desastre. Sin ser negativos, detrás de todo está goteando el desastre. Eso es lo que Roque no deja de ver en ningún momento. Es un exceso de lucidez que lo vuelve obtuso a otras cosas.

Cada vez hay más festivales de literatura policial a nivel nacional. Como editor de la colección Negro Absoluto y escritor de novelas policiales, ¿cómo ves el género actualmente? Hay muy buenas obras que van reformulando el género, reinterpretándolo, llevándolo a lugares inesperados, Hay mucha variedad de estilos: el desafío es cómo llega al lector. El best seller de acá es el policial extranjero. Con los premios y todos los reconocimientos que tiene el escritor argentino en el exterior falta que el lector se encuentre con estos libros. Un editor

italiano me dice que las cosas que circulan en la literatura tienen que ver con el malentendido, no como un engaño sino de que algo se salga de su cauce y entre por otro lado. El mercado es chico. Falta un poco de azar. Ahora se están empezando a trabajar en las escuelas libros de Leo Oyola, por ejemplo. Los autores son muy activos, participativos, le ponen la cara al libro, acompañan no solo en festivales sino en otro tipo de situaciones que vos no esperas. Ponerle cuerpo a la escritura favorece. En su momento editaste Los sorias

«Lo que importa es cómo me relaciono con esto que me gusta tanto que es la escritura con mis limitaciones, mis obsesiones y mis yeites y con todo eso como armo algo honesto.»

y ahora acaba de salir por Gárgola El jardín de las máquinas parlantes, ¿qué reflexión te merece Alberto Laiseca? Lo que rescato de Laiseca es una postura ética frente a la escritura: escribir de espaldas. Durante muchos años escribió largas novelas acompañado solo por algunos amigos que lo leían. Ahora tiene otro reconocimiento que tiene que ver con su aparición en la tv, y con todos los escritores que hoy están en el candelero y que fueron a su taller. Esa es la relación con la escritura que me parece más saludable, no sé si más sana. Más allá con lo que salga, si es bueno o no. Lo que importa es cómo me relaciono con esto que me gusta tanto que es la escritura con mis limitaciones, mis obsesiones y mis yeites y con todo eso como armo algo honesto. ¿A qué le decís Ni a Palos? A las milanesas de soja.X

Cerca de la revolution Por Imanol Subiela Salvo ¿Quiénes esperan un disco nuevo de Fito Páez? Pocos, casi nadie. Cuando se menciona su nombre casi automáticamente se genera una reacción de repudio: nadie quiere escuchar a un ser de movimientos espásticos, quizás algo pedante y amante de los dichos polémicos. Páez se encuentra en una encrucijada: se consagra como el último gran músico de la generación de oro del rock nacional, y es admirado cual Charly García por las nuevas generaciones, o se sienta en el ostracismo de la cultura popular a tocar el piano a cuatro manos con Litto Nebbia. Mientras se espera que la moneda termine de caer para determinar su destino, decide lanzar un nuevo disco: Rock & Roll Revolution. El álbum tiene como muso inspirador al magnífico Charly García. El espíritu say no more recorre todo el disco, se lo aprecia en acordes, sonidos, estilos y en la versión de un clásico: "Loco ¿no te sobra una moneda?". * * *

La crítica de rock se "rializó". Cuando Páez presentó el primer tema del disco, “Rock & Roll Revolution”, lo único que importó decir fue: "¡Está puteando a su ex Julia Mengolini!". Extraordinario caos mediático se generó en torno de una canción que está más cerca de ser una canción de protesta que de despecho amoroso, ese que tanto gusta en el living de Intrusos. En esa canción rompe lanzas con una manera de hacer política, con un nuevo tipo de militancia: es un despecho ideológico y no del que espera escuchar la nueva ola rializada de espectadores/críticos de rock. El disco encuentra su fuerte en las letras. Páez es un gran letrista. En sus textos no busca una poética encriptada, como podría ser la de cualquier letra del Indio Solari, sino que va al grano. En el álbum, el rosarino presenta continuamente declaraciones de principios: no negocia nada, en Rock & Roll Revolution las cosas son como él dice. Por ejemplo, en “Tendré que volver a amar” (podría ser la continuación de “Al lado del

camino”, pero con recitado estilo Lou Read), afirma: “Hay que tener cuidado de los Judas, del traidor, porque te hacen sentir que el hijo de puta siempre sos vos. Si algo sé de mi vida es que nunca le solté la mano a quien amaba, sin embargo estoy tirado por haberme abierto tanto a quien confiaba”. En “Muchacha” cuenta: “Yo te amé, no jugué con vos, me ahogué en el mar de tu corazón”. En “Arde” indica: “Ese es mi corazón: ¡fumátelo!”. That’s Fito Páez’s life. En todas sus producciones hay guiños a la literatura. En sus canciones aparecen homenajes a historias clásicas: “Polaroid de locura ordinaria”

está basada en el cuento “La chica más guapa de la ciudad”, de Charles Bukowski, y “Acerca del niño proletario” inspirada en El niño proletario, de Osvaldo Lamborghini. Este álbum no es la excepción porque incluye un pequeño guiño a Oscar Wilde, en “La canción de Sybil Vane”, personaje de El retrato de Dorian Grey. El tema tiene momentos de calma y silencio pero alcanza su redención en unos potentes y distorsionados acordes de guitarras. El espíritu García se denota en lo musical. Muchas canciones remiten a sonidos típicos de los 80: cajas rítmicas que fingen palmas y teclados sobre teclados, por mencionar algunos. Esta es una característica que puede generar alegría en quienes añoran “lo viejo”, en quienes no entendieron “Cantata de puentes amarillos”: “¡Mañana es mejor!”. Pero esos sonidos no son el único homenaje hacia García: Páez grabó una versión de “Loco ¿No te sobra una moneda?” en la que incluye a Pete Townshend, Luis Alberto Spinetta y Pappo, pasando por “De-

moliendo Hoteles” y “Yo no quiero volverme tan loco”. Solo él puede hacer una versión de García en la que quepan casi todos los aspectos de su vida: sus influencias, sus colegas y su obra. *** ¿Quienes esperan un disco viejo de Fito Páez? Muchos, casi todos. El público (¿Los carceleros de la humanidad?) espera que, año tras año, lance El amor después del amor. Eso nunca sucederá. Aquellos que reclaman su retorno al éxito de los noventa (del que supo distanciarse) no comprenden al rosarino: él cuenta su hoy, su caos y sus explosiones internas actuales. No volverá El amor después del amor, porque no volverá el chico desdentado de 29 años, novio de la más rubia chica Almodóvar. La genialidad de Fito Páez radica en su hoy, en el trip que hoy lleve en el bocho. Su delirio interno, junto con sus exasperadas ganas por crear, son las claves del rock de Páez, las verdaderas y necesarias claves para estar cerca de la revolution.

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Las joyas del abuelo Por Martín Rodríguez El tema de los derechos humanos nació con la democracia, desbordó y tocó la fibra de los partidos populares (PJ, UCR, PI) de aquel difícil entonces. Cada gobierno popular (los de Alfonsín, Menem, Kirchner) hizo su gran escena simbólica: Alfonsín con la CONADEP y el juicio a las juntas (más allá de los posteriores retrocesos), Menem indultando a los presos de la Junta que quedaban, y Kirchner bajando el cuadro y recuperando ESMA como corolario de la reapertura judicial de las causas. Todos quisieron resolver el tema “definitivamente” pero también, con él, alumbraron su perfil ideológico. Qué hacer con los derechos humanos no se autonomizaba de otras decisiones políticas. Hoy muchos imaginan que Menem hubiera podido privatizar YPF sin indultos. ¿Era posible eso? Todos son hegelianos, totalizadores. Un gobierno democrático es un mesianismo controlado, medicado. Los gobiernos son relatos, aunque tengan más o menos relatores, escribas o bloggeros. En términos de costo/beneficio, el que más riesgos tuvo en su política de Derechos Humanos fue el gobierno de Alfonsín. En términos prácticos, el naciente orden civil intentaba que el ejército vencedor de la que llamaron su “guerra sucia” se juzgue a sí mismo. Ese nuevo orden democrático era tan hijo de la derrota política de la dictadura como de la victoria de su terrorismo de Estado. De algún modo, era heredero de los dos resultados. Por eso la valentía inicial de Alfonsín terminará borrando con justicia histórica sus inflexiones posteriores. Menem supuso un manto de olvido, invocó su propia cárcel sufrida en esos años para dotar de condición moral su decisión. Una decisión “mandeliana”, según su trazo. Kirchner podía contabilizar que los costos (tras la crisis social, política y económica devastadora) de reabrir las causas judiciales iban a ser menores, pero su virtud fue convertir esa decisión en un beneficio político inédito. Reabrir las causas, abrazar los derechos humanos, fue el pacto de sangre con la religión laica del progresismo. ¿Y qué pasará en el futuro? Es decir: ¿qué hará con los derechos humanos, con el resto de causas aún en trámite, el gobierno peronista, neoperonista, liberal, el que sea, pero un futuro gobierno no kirchnerista? Hoy, tomando el

escenario provisorio de los candidatos potenciales de corte más liberal y populares (Scioli, Massa, Macri) hay dos versiones circulantes sobre qué harán con la política de derechos humanos. Una, es el temor a que se propague como un virus una sensibilidad humanitaria por los veteranos detenidos. Algo sobre lo que la Corte Suprema de Justicia se expidió recientemente, en un fallo favorable al “arresto domiciliario” del ex militar Roque Ítalo Pappalardo, condenado a prisión perpetua por un tribunal oral federal de Mar del Plata por el secuestro, tortura y desaparición del abogado Carlos Alberto Moreno. Esa versión se refuerza con algo aún peor: que el papa Francisco avalaría ese espíritu “reconciliador”. La otra versión es que los post kirchneristas asuman que no hay costos ni beneficios, sino una decisión de bajar la intensidad simbólica torno a los derechos humanos, y sostener una posición de continuidad con el desarrollo de la justicia. Lo que sí es también seguro, es que con otro gobierno, sea cual sea su posición, crecerá un poco más el reclamo de extender la manta judicial a los crímenes de la guerrilla. En cualquier caso, lo que resulta es que la judicialización del terrorismo de Estado es la fibra más sensible de algo que también excede los estrados: es la disputa por la interpretación del pasado. La justicia atomiza, concretiza los hechos, mientras que la Historia y sus debates son un cotillón de símbolos, fantasmas, pasiones. El Estado ejerce su poder en cada gobierno como si grabara en la roca. Así piensan los gobiernos. Pero las políticas históricas (la civilizatoria de Alfonsín, la pacificadora de Menem y la reparadora de Kirchner) tienen mucho de arena, en tanto la contingencia natural de los hechos. Sin embargo, unidas entre sí, no por ser apologéticos ciegos de la democracia, permiten encadenar una secuencia de hechos progresivos. Lo que inició Alfonsín hace 30 años, recordemos la gran escena de la materia Sociedad & Estado de aquel 20 de septiembre de 1984, cuando el informe de la CONADEP fue puesto en manos del presidente de la república (el bestseller de la democracia). Fue la marca del camino civil. Menem desarmó las fuerzas, aún reivindicándolas. Kirchner aprovechó las condiciones concretas de esas fuerzas para retomar la hoja de ruta judicial. El tiempo y la justicia apagan las cosas. x

¡AGEN

La salidera

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DOMINGO

MARTES

Comicópolis

Semana del Reencuentro con el Cine Ruso

Tecnópolis – Gral. Paz y Constituyentes Último día de esta gran feria de historietas en Tecnópolis. Hoy, a modo de despedida, habrá charlas con Quique Alcatena, el enorme y mítico Robin Wood, Liniers, Daniel Paz, Caro Chinaski, Joe Sacco, Pablo De Santis y Peter Milligan. Además habrá espacio de firmas -con Risso, Altuna y el propio Wood-, talleres de dibujo, guión y manga, y espacio infantil. Gratis.

Cinemark Palermo y Artemultiplex Belgrano – 20 hs. Hasta el miércoles 24, distintas salas porteñas serán sede de la Semana del Reencuentro con el Cine Ruso, un ciclo homenaje a los Estudios Mosfilm, pilar de la industria cinematográfica de los años de la Unión Soviética, que por estos días cumple 90 años. Pabellón Nro. 6 y Algunos días de la vida de I. Oblomov, son los films de hoy. Para más info: www.semanacineruso.com.ar

Los jueves tienen ese no se qué, combinación de sentir cerca el fin de semana y la necesidad de empezar a ver disponibilidad de posibles huesitos. El Konex nunca falla, esta vez te proponemos una obra que mezcla el teatro con la música, para transmitir sensaciones bien urbanas como la ansiedad, la violencia y la velocidad de la vida cotidiana. Entrada: $80.

VIERNES Fiesta Cafundó + Orkesta San Bomba

LUNES Festival de Cultura Autogestionada Guapachoza Teatro Bar - Jean Jaures 715 - 18 hs El FECA busca generar un nuevo paradigma en la producción cultural. Para ello es fundamental que los actores que participan de las diferentes partes del proceso se conozcan e interactúen entre sí. Del 21 al 28 de Septiembre, en distintos espacios culturales de la CABA se llevará adelante este festival. El lunes tendremos el seminario dónde y cómo nos formamos los gestores del circuito autogestionado.

MIÉRCOLES Aura junto a León Gieco Boris Club de Jazz - Gorriti 5568 - 21 hs Popi Spatocco en piano, Ricardo Cánepa en contrabajo y Facundo Guevara en percusión. Esos tres mounstruos de la música popular argentina integran el trío Aura, y este miércoles se presentan en la intimidad de Boris junto a León Gieco, como artista invitado. Entrada: desde $80.

Groove - Av Santa Fé 4389 - 23.45 hs Para los fans de la percu y el baile enfiestado, vuelve la fiesta Cafundó. En esta tercera edición, el ya consolidado grupo percutivo, contara con una banda invitada que también la rompe: "La Orquesta Popular San Bomba". Cafundó se presentará en vivo en el formato "Cafundó +10 orquesta", con el que viene tocando hace un tiempo con un éxito tremendo. Anticipadas: $40, en puerta: $60.

SÁBADO Fiesta Kermesse Vol II

JUEVES Buenos Aires Invisible Ciudad Cultural Konex - Sarmiento 3131 - 21.30 hs

Staff Director Federico Scigliano Editor Diego Sanchez

Redactores Pablo Móbili Martín Rodríguez Emiliano Flores Franco Dorio Julián Eyzaguirre Romina Sánchez Diseño original Nizo Mauas

Arte Diego Paladino Fotografía Patrick Haar

Redacción: Amenabar 23 (C1426AYB) Ciudad Autónoma de Buenos Aires Contacto: contacto@niapalos.org Departamento comercial: Tel.: 4776-1779

Uniclub - Guardia Vieja 3360 - 23.59 hs Para seguir el tono de un finde bien fiestero y primaveral, el sábado te proponemos darte una vuelta por la segunda edición de la "Fiesta Kermesse", en donde el groove de La Funky Gomez se combinará con los grupos Código Bondiola y Estacatto. Una fiesta que promete para cumplir. Entradas anticipadas: $40. No te quedes arafue.

Internos: 156 y 159 Venta de ejemplares atrasados: Azopardo 455. Tel.: 4342-8476 Impresión: Editorial AMFIN S.A. Paseo Colón 1196. Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Distribución en Capital Federal y Gran Buenos Aires:New Site. Baigorri 103, CABA Distribución en el interior: Inter Rev S.R.L. Av. San Martín 3442. Caseros Pcia. de Buenos Aires


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