Hugo Ramos
Un amigo con mala fama… Tiene mala fama. El miedo es una palabra, pero es también una emoción que muchos quieren evitar. Nos decían de chicos que no había que ser “miedoso…”, que había que vivir sin miedo, que el miedo te paraliza, que tenemos que quitarlo de nuestra vida y otros dichos populares que nos llevaron a querer sacar del medio este enemigo molesto y a simple vista dañino.
Una emoción necesaria Sin embargo, desde el Coaching moderno hay planteos diferentes.
OTRAS MIRADAS
Para empezar, como acto lingüístico, el miedo es un juicio, yo digo que tengo miedo, por lo tanto, es una opinión que doy sobre mí. Además, ya veremos en esta nota, no solo es un juicio sino también una emoción necesaria y útil en muchos momentos de nuestra vida. La emoción miedo en el cerebro está pensada para ayudar a tomar recaudos y el cuerpo la utiliza como un señalador, como un semáforo que nos marca que puede haber algún peligro o situación que requiere que prestemos mayor atención. A través de esa emoción (miedo), el cuerpo pone en marcha un mecanismo defensivo y práctico, nos enfocamos, ponemos mayor atención, las pupilas se dilatan, los sentidos se agudizan y hay una alerta que nos permite actuar con rapidez y celeridad (al manejar rápido, o hacer deporte de riesgo, en un incendio, una catástrofe, etc.). ¿Llevarlo conmigo? ¿Tener miedo es entonces una sensación normal? Claro. No solo es normal, es necesaria.
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