EXIT 92 | Opera prima

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Editorial

No hay nada casual en una Artworks obra de arte owe nothing to chance Se dice que lo más difícil es empezar. En un texto es ya mítico hablar de ese enfrentamiento con la página (o la pantalla del ordenador) en blanco, vacía. El comienzo, el principio, puede ser brillante, generalmente con una cita ajena, y luego bajar el nivel hasta la nada, el abandono, el aburrimiento, la repetición. También las obras de arte llevan una cita en sus inicios, una cita de otro artista, un gesto, una señal, algo que ha impresionado en su memoria y sensibilidad al nuevo artista. Las influencias, lo aprendido, lo mirado, se nota. Dónde empezar es una duda eterna que nos acompaña a todos los que hacemos algo desde el vacío de una página en blanco, de una pantalla iluminada y vacía, desde un taller, un estudio limpio y ordenado. En el principio no fue el verbo, en el principio fue la duda. Dónde se origina la primera obra de un artista suele tener mucho que ver con esa misma decisión de querer ser artista, con una obsesión por hacer, decir, crear algo, esbozar una idea, una sensación, un deseo. No siempre esa obsesión o esa idea se puede formalizar en palabras, en un guión, un boceto. Pero siempre subyace en ese deseo de ser y de hacer, un ego desbocado: la necesidad de ser diferente, único, de ser alguien… y de demostrarlo. En la definición de ópera prima se juntan el genio y la inocencia, la curiosidad y la ambición, casi siempre el fallo y el fracaso, y la incomprensión. Y, no, las primeras obras no son las mejores ni las más originales. Salvo gloriosas excepciones, esas primeras obras se desechan rápidamente, se destruyen o se esconden y se intenta olvidarlas. Pero nunca hay nada casual en una obra de arte.

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EDITORIAL

Getting started is always the hardest part, or so they say. Take literature and the blank page (or the blank computer screen), the now-legendary obstacle every writer faces. Beginnings can be brilliant, particularly if they start with a quote, but then the level can drop and things can tail away into nothingness, abandonment, boredom, repetition. Works of art also begin with a quote, the citing of another artist, a gesture, a sign, something that impressed itself on the memory and sensitivity of the new artist. Influences, learnings and observations are noted. Where to begin is an eternal doubt, felt by any one of us who embarks on an artistic undertaking from the void of a blank page, a lit yet empty screen, or from a clean and tidy workshop or studio. In the beginning was not the Word. In the beginning was the doubt. The starting point for an artist’s first work usually has much to do with that same decision of wanting to be an artist, with an obsession for doing, saying, creating something, sketching out an idea, a sensation, a desire. That obsession or idea cannot always be put into words, a script or a sketch. Yet behind that desire to be and to do is always a big ego: the need to be different, unique, to be someone, and to show it. By definition, a first work – opera prima – involves genius and innocence, curiosity and ambition, and almost always failure and incomprehension. And, no, first works are not the best or the most original. Apart from the odd glorious exception, these debut pieces are quickly tossed away, destroyed, hidden or consciously forgotten about. As is true of all artworks, however, they never owe anything to chance.


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