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UNA CASA MUY MISSONI
Una vida muy Missoni
TEXTO Y PRODUCCIÓN ALICE IDA FOTOS VALENTINA SOMMARIVA
Sobre la mesa, un juego de platos de cerámica de Grotta- glie y vasos de cristal de murano.
Llegamos a casa de Angela Missoni antes del atardecer. Nos recibe la calidez del verano mediterráneo, cuando el cielo rosado se refleja en las aguas cristalinas de la costa de Cerdeña. A esta hora el horizonte es un lienzo borroso de colores vivos al que únicamente interrumpen las colinas más allá del golfo que dibujan perfiles color cobalto.
Estamos en la costa noreste de Cerdeña, en un punto de la isla que da al sur, al golfo de San Teodoro. El romance entre esta isla y la familia de la realeza de la moda, que viste al mundo con sus icónicos patrones de zig-zag, comenzó a principios de los ochenta, cuando Rosita y Ottavio Missoni llegaron como invitados de la actriz Lea Massari (icono del cine de arte europeo de los sesenta). En aquel entonces ya se empezaban a notar los efectos de la industria del turismo y del jet set internacional en las tradiciones artesanales y agrícolas milenarias de la isla (que terminaron desplazando el eje económico del interior a la costa para siempre), a tal grado que al llegar, Ottavio sentenció que el pueblo era falso, pues no vio merodeando a ningún gato. Pero en poco tiempo, la belleza y el carácter de este lugar lo cautivaron, pues a pesar de todo, la isla sigue conservando un patrimonio natural y cultural extraordinarios.
La casa a la que llegamos es de principios de los noventa. La familia Missoni contrató al arquitecto Gianni Gamondi para que construyera un complejo residencial privado de tres villas en Puntaldia. La entrada lleva directo a la sala que, como cualquier casa de vacaciones con un paisaje imponente, da al patio. Después de pasar entre bancas indonesias y sillas de ratán se llega a un jardín en una pendiente por la que se baja a la alberca. Arriba se desarrollan áreas privadas a un lado de la casa y a las que se entra por un pasillo que conecta las habitaciones de la propiedad. Cada cuarto –decorado con hermosos textiles de todo el mundo– tiene una terraza reservada para la relajación e inmersa en un frondoso jardín.
Angela nos recibe con su característica hospitalidad y habla sobre su estilo y estética, que expresa en objetos, colores y recuerdos, entretejidos como un lienzo para las anécdotas, los lugares y las experiencias de las tres generaciones que continúan habitando estos espacios: Rosita, en la casa de al lado, sus hijos Margherita, Francesco y Teresa, y sus nietos. Conversa mientras revela el cariño que le tiene a los objetos especiales de la casa que exhiben incontables formas y materiales. Repisas, libreros y rinconcitos se vuelven “pequeños altares” que rinden tributo al color, la silueta o la idea que los unifica. Cada pieza –coleccionada, recuperada, regalada o traída de algún destino lejano– tiene su propia historia, que Angela recuerda hasta el más mínimo detalle, siguiendo un hilo emocional que entrelaza sus recuerdos de la infancia y aventuras por todo el mundo.
“La compré en un mercado en Aspen, Colorado, a los trece años y este lo recuperé del sótano de mi mamá”, cuenta y señala una banquita cerca del sillón de la sala mientras saca un cenicero de cerámica de
Junto a la alberca está la silla Shadowy del diseñador Tord Boontje para Moroso. La vista da hacia la bahía de San Teodoro, en la costa noreste de Cerdeña.
la repisa. “Me encantan los mercados de antigüedades”. El recorrido continúa entre las sillas de ratán que le recuerdan a las del jardín de la casa donde creció. También habla de la cerámica de Vietri que le fascina desde unas vacaciones con sus abuelos en la costa amalfitana.“- Me encanta darle nueva vida a objetos olvidados o sin valor, reclamar su significado e importancia mediante una nueva interpretación. En mi casa he reciclado todo con creatividad, lo disfruto mucho. Una vez en París compré varias pinturas de un artista desconocido, en Porte de Vanves. Las tengo colgadas en las paredes. Me encanta reciclar las cosas para revalorizarlas”.
Angela cuenta que algunas de sus colecciones nacieron por casualidad. “En el transcurso de los años, me he dado cuenta de que hay series de objetos que pertenecen a la misma familia y terminan compartiendo el mismo espacio”. Otros, como la inmensa colección de peces dorados de cerámica de Vallauris, que ocupa un librero completo junto a la chimenea de la sala, parecen todo menos casuales.
En este contexto informal y relajado, las piezas de diseñador también encuentran su lugar, creando un equilibrio en una atmósfera ecléctica llena de referencias e inspiración. El sillón de la sala es de Cappellini y está tapizado con tela de Pierre Frey de unos peces gigantes, un descubrimiento especial de París. La mesa del comedor es diseño de Paola Navone, dice que le recuerda a la obra de mosaico que descubrió en un viaje a Accra, India. Fuera, en el jardín hay un juego de sillas pintorescas de Tord Boontje para Moroso, que compró en una subasta de beneficencia.
En conjunto, la casa es una ventana hacia el carácter creativo de Angela, quien ha estado al frente de Missoni desde hace más de veinte años. Además de apasionada del diseño contemporáneo y vintage, tiene ojo para el arte. En las paredes Palme, de Mario Schifano, conduce a la sala, en cuya entrada cuelga una colección de cestos tradicionales de Cerdeña. Mientras que en el comedor, en la obra de Maggie Cardelús figuran estatuillas multicolor de un arista de Quiberon, Francia, que están hechas con plástico que recolectó en la playa.
En casa de Angela abundan las referencias a los colores, las siluetas y los materiales: es todo lo que se esperaría de una casa Missoni. Están presentes la atención al detalle, la curaduría de la composición y las combinaciones cromáticas, que establecen un diálogo con la paleta natural del Mediterráneo, la verdadera estrella de estos espacios. El rojo radiante de la bugambilia, el verde esmeralda del jardín, los colores tenues desteñidos de los cactus y los olivos y el rosa pastel del mármol cerdeño que recubre los exteriores de la villa.
Angela cuenta cuáles son sus lugares favoritos de la zona, le tiene mucho cariño a uno: la playa de Porto Taverna. Aquí, al atardecer, la luz refleja un poco más lejos la isla de Tavolara, creando un espectáculo imponente, y desde donde Angela nos acompaña para despedirnos de esta tierra tan maravillosa.
En el comedor exte- rior hay un telar anti- guo de Indonesia con sus sillas originales. Alrededor, la banca de madera y las sillas vintage de mimbre es- tán decoradas con co- jines de Missoni Home.
El sillón de la sala es de Cappellini y está tapizado con tela de Pierre Frey, el tapete Foresta G, es un diseño de la artista Laura Setton. Ambos conviven con objetos de diseño contemporáneo y piezas de arte que Ángela ha encontrado en los mercados de pulgas.
Artesanías tejidas y piezas de cerámica son parte de la decoración en toda la casa.
En el comedor hay una mesa de Paola Navone para la colección Mondo de Cappellini y sillas Wishbone. Página opuesta: los canastos de paja tradicionales de Cerdeña que decoran la pared, son producto del instinto coleccionista de Angela.