XXVII Congreso Nacional de Trabajo Social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
Eje: Intervención profesional: contextos, escenarios y estrategias metodológicas
LA INTERVENCIÓN CON ADULTOS MAYORES EN SITUACIÓN DE CALLE Karina Hourcade1
Resumen La tendencia global hacia el envejecimiento poblacional trae aparejados muchos desafíos dentro de nuestra comunidad. Un fenómeno en ascenso reside en aquellos adultos mayores en situación de calle, que por disímiles motivos, se hallan todos inmersos en una fragilidad potenciada, esto es, una realidad bio-psico-social vulnerable en su máxima expresión. Comienzan a generarse programas que responden en la emergencia habitacional a adultos mayores de 60 años en situación de calle dentro del radio metropolitano, incluyendo no sólo casos de vulnerabilidad social, sino también dentro del marco de la emergencia, los profesionales intervienen en la contención emocional e instrumental de personas mayores dentro de catástrofes y/o accidentes de gran escala (derrumbes, incendios, inundaciones, etc). A través de unidades móviles y equipos interdisciplinarios de profesionales (Trabajadores Sociales, psicólogos, operadores sociales) se ofrece respuesta mediante la asistencia y contención, a través de la elaboración de un diagnóstico situacional integral y el delineamiento de una estrategia de intervención orientada a resolver la situación dentro de la emergencia, pero con miras de una solución sostenible en el tiempo. Las vejeces en situación de calle son la máxima expresión de un envejecimiento patológico, en combinación con una vulnerabilidad económico-socio-vincular extrema. El factor de riesgo psíquico por excelencia observado en la casuística, reside en la falta de replanteamiento de identidad unívoca (“yo soy así”), la posición negativa frente a la pérdida (de rol, de status, de vínculos, etc.) y un achatamiento del mundo psíquico. Esos tres factores determinan muchas veces el punto de llegada del AM a la situación de calle, y al mismo tiempo, se constituye como punto de partida en la intervención profesional. Se elaboran estrategias de seguimiento continuo con la finalidad de establecer un vínculo seguro. Asombrosamente, la gran mayoría de los AM en calle conserva un factor protector que posibilita el logro de grandes resultados: la cualidad de ser flexibles y permeables a los cambios más que otras personas de la misma edad. Esto probablemente esté ligado al tipo de 1
Lic. Karina Hourcade (Trabajadora Social) Programa Buenos Aires Presente 3° Edad (BAPTE); SSTED, GCBA. Trabajadora Social a cargo de equipo operativo en calle karina_hourcade@hotmail.com
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vida en calle, donde resulta necesaria una adaptabilidad y plasticidad continua para procurar la supervivencia. El Trabajo Social delinea los recursos apropiados para cada caso, empoderando al AM respecto de los derechos que lo asisten, e involucrándolo como partícipe activo de su consecución. Esto trae aparejado una revalorización de la autoestima y una apertura hacia una resiliencia integral. La posibilidad de la persona de rearmarse genera un nuevo sentido vital, sinérgico en muchos casos, que pone de manifiesto que a pesar del paso del tiempo, y aún en las peores condiciones de vulnerabilidad alcanzadas, existe la posibilidad de vivir hasta y no hacia la muerte. Los alcances y resultados profesionales son aún perfectibles. Quedan en el quehacer cotidiano desafíos titánicos, quizá el más grande de ellos esté ligado al tratamiento de la salud mental de AM psiquiátricos en situación de calle. Es necesario plantear espacios de debate y problematización respecto de lo que falta por cubrir, de realizar balances y propuestas adecuadas a una realidad tangible para quienes la viven y trabajan con ella.
¿El viejo de la calle o en situación de calle? Tal como es bien conocido, se viene trabajando desde el quehacer profesional contra la objetivización del adulto mayor al momento de intervenir para y con él. Inclusive, desde lo lingüístico se cuenta con la desventaja de la cosificación: un recién nacido no es un nuevo, un adulto no es un intermedio; sin embargo, el adulto mayor si recibe el mote cosificador de viejo. Esta consideración no hace otra cosa que profundizarse en el caso de las personas mayores en situación de calle. Ya que, como dijimos, la limitación gramática pareciera ser insuperable para el término viejo; resta reflexionar entonces si tiene el mismo impacto, (tanto para el común de la gente como de los profesionales de todas las áreas) considerar a alguien como de la calle, o bien, en situación de calle. A priori pareciera ser otro juego de palabras; sin embargo, el simple cambio de preposición ha determinado una nueva forma de considerar, de evaluar y de intervenir con estos sujetos sociales. Referir que una persona es de la calle, significa afirmar respecto de una pertenencia cronificada a ella, negando al mismo tiempo una posibilidad alternativa. Se tiende a considerar que una persona de la calle vive en ella por elección personal, porque pertenece allí y en ningún otro lado podría lograr una adaptación
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mejor. En contraposición a esto, considerar que una persona (y en este caso específicamente un adulto mayor) se encuentra en situación de calle, significa reconocer un aquí y un ahora que puede (y debe) ser superado; un dinamismo en la realidad del sujeto en contraposición de una mirada estática y rígida. El devenir y resultados de las intervenciones profesionales se encuentran directamente afectadas en función de una u otra concepción; el ejemplo más frecuente de la primer óptica se encuentra en el sector sanitario, donde aún se trabaja con médicos que evaden tratar enfermedades crónicas de los “casos sociales de calle” bajo la afirmación (o más bien prejuicio) de estar desperdiciando recursos. El desafío de los Trabajadores Sociales especializados en el área gerontológica crítica en calle consiste en derribar las barreras anteriormente descriptas, especialmente desde adentro hacia afuera; a partir de una real convicción de que todos los casos son reversibles y tratables; cada uno con su propia temporalidad y dinámica de tratamiento; para luego compartir los resultados al restante colectivo interdisciplinario interviniente.
Vulnerabilidad de un sujeto de derechos relegado socialmente. Una buena forma de evaluar lo que falta, es enumerar lo que se debería tener. Desde esta premisa, se intentará comenzar a delinear de qué se trata la vulnerabilidad extrema a la que se ve sujeto un adulto mayor en situación de calle. A continuación se considerarán algunos principios básicos que desde 1991 la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante la resolución 46/91, delimitó para que las naciones contemplen en beneficio de las personas de edad:
Gozar de una jubilación y/o pensión que satisfaga sus necesidades;
Acceso a la alimentación, vivienda y vestimenta;
Oportunidades para desempeñarse laboralmente;
Espacios de participación;
Vivir en entornos seguros, según preferencias y necesidades;
Residir en su domicilio todo el tiempo que sea posible;
Favorecer la integración social;
Disfrutar de los cuidados familiares y contención por parte de la comunidad;
Tener acceso a medios adecuados de protección institucional, propiciando tareas preventivas;
Aprovechar y rescatar sus potencialidades;
Acceder a una vivienda digna y segura;
Contar con una cobertura de salud.
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La carencia de la mayoría, y en algunos casos, de todos los puntos anteriores en la realidad inicial de un adulto mayor en situación de calle se configuran como el punto de llegada a ella, pero además el punto de partida para enfocar el rumbo de la intervención profesional.
Un programa especializado en “emergerontología social”. Desde mi rol profesional como Trabajadora Social del programa Buenos Aires Presente Tercera Edad (BAP 3º EDAD) intentaré sistematizar, a lo largo del presente trabajo, el contexto de esta problemática; y delinear al menos, los parámetros característicos de la intervención crítica; el ensamble interdisciplinario de abordaje y los nuevos paradigmas de atención que este tipo de trabajo plantea a futuro. La institución responsable por el programa Buenos Aires Presente Tercera Edad es la Dirección General de Promoción de Envejecimiento Activo. En Marzo de 2014 el programa ha cumplido tres años de funcionamiento; asistiendo en la emergencia habitacional y social a adultos mayores de 60 años en situación de calle de la Ciudad de Buenos Aires, incluyendo además no sólo casos de vulnerabilidad social, sino también dentro del marco de la emergencia. Los profesionales intervienen en la contención emocional e instrumental de personas mayores dentro de catástrofes y/o accidentes de gran escala (derrumbes, incendios, etc). El servicio se brinda las 24hs, los 365 días del año, a través de tres unidades móviles y equipos interdisciplinarios de profesionales (trabajadores sociales, psicólogos, operadores sociales) que ofrecen respuesta mediante la asistencia y contención, elaborando un diagnóstico situacional y una respuesta orientada a resolver la situación que motivó la intervención. Caracterización de esta población y su forma de abordaje. La descripción de este trabajo se circunscribirá al adulto mayor en situación de calle de tipo estructural, es decir, aquel que se encuentra en ella como consecuencia de una vulnerabilidad,
cuya
complejidad será descripta, y no meramente por un caso fortuito o accidental. Cada caso social en donde
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se interviene, es un mundo complejo atravesado multifactorialmente: a nivel social (redes sociales inexistentes, debilitadas, informales o incontinentes), a nivel sanitario (patologías crónicas, agudas, adicciones, trastornos mentales, etc.), económicos (sin ingresos estables por pensión o jubilación, ni edad o condiciones físicas para enmarcarse en el mercado laboral). Todo lo anteriormente mencionado (que engloba sólo una porción de la casuística cotidiana) es intervenido por los profesionales de manera integral. Se articula, según el nivel de prioridad evaluada, con instituciones hospitalarias y/o sanitarias, ONGs, asociaciones civiles, instituciones gubernamentales (Ministerios GCBA y Nación), fuerzas de seguridad y comunidad. Un destacable caso curioso de los abordajes en este ámbito y con esta población en particular, reside en el cambio de “posiciones” sobre la demanda. Por lo general, el TS se encuentra habituado a recibir una demanda específica por parte del asistido, sus allegados, o derivado desde otras instituciones/profesionales. Lo que existe en este posicionamiento es una voluntad, mejor dicho, una intencionalidad de cambio a través de la demanda. Pues bien, en calle esta intencionalidad rara vez existe; el TS es quien busca la construcción de un vínculo seguro, quien incentiva y orienta al AM hacia una conciencia de situación y eventual construcción de una demanda para la mejora de su calidad de vida. Desde el quehacer profesional, las estrategias están centradas en la revalorización de la autonomía del AM (en el caso de que aún sean autoválidos), apoyando la tramitación de subsidios habitacionales, tickets sociales, jubilaciones o pensiones no contributivas, según corresponda. El trabajo con los AM semidependientes o dependientes, se basa en la gestión de vacante en hogares de residencia permanente del GCBA, o bien, en la articulación con PAMI o PROFE, sobre aquellos casos donde se cuente con este tipo de cobertura. Durante el tiempo de tramitación de los recursos anteriormente mencionados, se le ofrece a los AM la posibilidad de ingreso al Refugio de la Tercera Edad, un dispositivo de alojamiento transitorio destinado a hombres y mujeres mayores de 60 años. En el caso de aquellos que se niegan (fundados en un imaginario negativo creado por otros, o de malas experiencias previas sufridas en paradores por ejemplo), los equipos efectúan seguimientos en calle, persiguiendo el doble objetivo de monitorear su estado general y a la vez construir una relación de confianza que permita, a posteriori, conseguir trabajar sobre una demanda específica. En los casos de ausencia familiar, se fomenta la incorporación a grupos o redes sustitutivas de apoyo y/o de identificación. Esto se logra a través de la inscripción a hogares de día, centros de jubilados o programas de contacto intergeneracional, fundados en las inquietudes y
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necesidades de cada sujeto. Las franjas de edades dentro del campo de acción pueden englobarse en dos cohortes: de 60 a 69 años, y mayores de 70. Dentro del primer grupo, como vimos, las intervenciones profesionales están orientadas a estimular la situación habitacional y económica autónoma, como así también se ocupan del tratamiento temprano a nivel sanitario. En esta cohorte se comienza a trabajar sobre la revinculación familiar, sin embargo, se obtienen mejores resultados con casos de AMs mayores a 70 años. Esto se encuentra fundamentalmente ligado a casos de extravíos por procesos de dementización; pero además en las situaciones donde el AM debe ser finalmente institucionalizado y el grupo familiar (que antes no lograba una adecuada continencia del mismo), se siente respaldado y estimulado para retomar el 500
agravadas
por
un
100
largo
período de exposición a la situación de calle; lo que deriva en muchos casos en la necesidad
Masculino
0
de
Sin datos
afecciones crónicas y agudas
200
De 76 en adelante
centran en el tratamiento de
300
De 71 a 75 años
a 70, las intervenciones se
400
De 64 a 70 años
En esta cohorte de mayores
De 60 a 64 años
contacto vincular.
Femenino
institucionalización. El trabajo de
los
equipos
en
este
sentido, se enfoca en contener las ansiedades y rechazo de muchos AMs a perder su autonomía, el control sobre su vida cotidiana (lo que ellos, como un común denominador, definen como “libertad”).
Factores de riesgo en el proceso de vulnerabilización. El factor social por excelencia que condiciona en todos los casos la situación de calle de un AM recae sobre la falta o deterioro de vínculos familiares y/o afectivos. Estos están determinados por fallecimientos de cónyuges e incluso padres; soltería y/o ausencia de descendientes, separaciones vinculadas al consumo problemático de alcohol, ludopatías, conductas pródigas, violencia y otras disfuncionalidades vinculares.
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El panorama de las mujeres se presenta mucho más complejo. Aunque el porcentaje de este grupo etáreo en calle es mucho menor (entre un 5 a 10%), las mujeres se resisten a la intervención de los equipos por largo tiempo (fundado esto muchas veces por patologías psiquiátricas crónicas). La gran mayoría de las AM en calle refiere no haber tenido hijos ni parejas estables, y haberse dedicado hasta su retiro o jubilación como empleadas domésticas en casas de familia, o la costura a destajo. Esto, tal como puede leerse, dificulta el trabajo revincular e incluso se logra la institucionalización de estos casos cuando existe un compromiso avanzado de salud. Los casos que son rápidamente abordados y resueltos, son los de aquellas mujeres que se encuentran en situación de emergencia habitacional por desalojo, que no llegan a un período extenso en calle; pero que sin embargo, la afecta idéntica característica de indefensión vincular. La problemática de la violencia y el maltrato de la tercera edad en situación de calle, resulta ineludible en todo caso abordado desde la práctica profesional. Pueden presentar distintos ángulos y alcances, pero siempre se encuentra presente en la vida de cada AM en situación de calle. Los AM pudieron haber sido sujetos abusados o abusadores en la situación de maltrato mientras se mantenía el vínculo familiar; a la vez que son víctimas de violencia estando en calle por parte de otros indigentes (robos y hurtos, lesiones y homicidios, violencia económica y emocional; e incluso se tiene registro de intentos de violación, aún dentro de un parador para hombres). Sin embargo, la marginalidad no tiene exclusividad en el ejercicio de la violencia; vecinos, grupos vandálicos y hasta fuerza pública ejercen violencia física directa e indirecta (prendiendo fuego o rociando con agua las pertenencias de los AM por ejemplo) con el fin de dispersar las locaciones de indigentes. Desde el ámbito profesional incluso, se puede ejercer el tipo de violencia institucional: prejuicios profesionales, burocratización inflexible de trámites, dilaciones en la asignación de vacantes, alteraciones en los pagos de subsidios habitacionales (que derivan en un retroceso a la situación de calle); generar espacios no adecuados a las necesidades de accesibilidad de una población con discapacidades y/o fragilidades físicas, etc. El factor económico es ineludible al momento de analizar una situación de calle; luego de los 60 años, los trabajos tanto formales como informales sostenidos por los AM comienzan a mermar, abriendo una gran brecha hasta la edad jubilatoria. Inclusive, una vez alcanzada la misma, los montos del pago previsional no despegan de la mínima; puesto que los aportes realizados partieron de actividades como operarios fabriles, talleres de herrería, carpintería o mecánica; o bien, desde oficios vinculados a la gastronomía, la construcción, o como choferes no
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propietarios de taxi. La escolaridad promedia el primario completo, tanto en hombres como en mujeres; existiendo casos de niveles terciarios y universitarios. Hasta el momento se ha tenido registro de un solo caso de analfabetismo. De los recursos económicos que cada AM dispone durante su situación de calle (sean estos derivados de una jubilación, una changa o la dádiva), disponen menos de un tercio para su alimentación. Esto quiere decir que su nutrición se encuentra supeditada a una o como máximo dos comidas diarias provenientes de viandas entregadas en comedores o por ocasionales transeúntes. El grueso de los recursos económicos se encuentran destinados al consumo de alcohol y tabaco. Aquellos AM que son tabaquistas, promedian un consumo diario de 2 a 3 paquetes diarios de cigarrillos. La bebida alcohólica más consumida por este grupo etáreo es el vino, detectándose también el consumo de whisky y, en los casos con mayor dependencia y menor recurso, alcohol fino mezclado con jugo. El sedentarismo, los problemas motores y la paulatina dependencia de terceros para conseguir el alimento van determinando cuadros severos de desnutrición y deshidratación que deben ser hospitalizados. Los profesionales se ocupan de este monitoreo para conseguir que, una vez compensado el cuadro agudo, el AM no vuelva a calle. En cuanto al factor sanitario, entre las patologías clínicas prevalentes, se acentúan aquellas derivadas de los malos hábitos, tales como el tabaquismo (enfisema pulmonar crónico o EPOC) y el alcoholismo (cirrosis, trombosis venosas profundas, polineuropatías periféricas dolorosas o miasis). Por supuesto, se disparan en número y gravedad de la población adulta mayor promedio, los casos de hipertensión arterial (HTA) no controlada, al igual que la diabetes (DBT) derivada en necrosis y amputaciones. Existen en menor número casos de accidentes cerebro vasculares (ACV), Parkinson y cáncer (destacándose los tipos de CA de próstata, útero y colon). Las intervenciones de atención sanitaria pueden dividirse en dos tipos de demanda: por descompensaciones clínicas de patologías agudas o crónicas presentadas por los AM estando en calle, o bien, aquellas consultas de tipo preventiva a las que son sometidas los mismos al momento de ingreso a un dispositivo de alojamiento transitorio o permanente. En este sentido, los AM deben cumplimentar una serie de exámenes físicos que descarten o detecten enfermedades infecto contagiosas que pongan en riesgo la convivencia con otros. Se revelan y
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tratan gracias a estos procedimientos neumonías, tuberculosis (TBC), escabiosis (sarna), insuficiencias renales y cardíacas, anemia, deshidratación y desnutrición, entre otros. La depresión es una patología existente en ambos sexos, acentuada por lo general dentro del cohorte de entre los 60 y 69 años (tal vez en edades superiores se trate de depresiones subsindrómicas). A partir de entonces, suele complejizarse el panorama hacia deterioros cognitivos avanzados, demencias y Alzheimer. Dentro de la práctica profesional se observa un alto grado de deterioro cognitivo en los AM en situación de calle; sin embargo, este puede deberse a distintas situaciones que deben ser esclarecidas a partir de un diagnóstico diferencial. El AM intervenido podría ser considerado, haciendo un corte transversal de la situación del aquí y el ahora, con un deterioro cognitivo severo o incluso una demencia por una serie de síntomas que también son compatibles con una deshidratación, un síndrome confusional, un mal descanso, un shock traumático e incluso un delirium por alcoholismo. La clave consiste en una observación de corte longitudinal, a través del transcurso del tiempo y los días si esto es posible, para determinar un diagnóstico más preciso. Resulta por supuesto necesario el apoyo de profesionales anexos, como neurólogos y psiquiatras, como apoyo de interconsulta.
El desafío del adulto mayor psiquiátrico en situación de calle. Un paradigma a partir de la nueva ley de salud mental. Algo más vulnerable que una persona en calle, es un adulto mayor en calle; pero existe aún un “status” de mayor desprotección, y esto es sin lugar a dudas, un adulto mayor psiquiátrico en situación de calle. Las normativas vigentes prevén disposiciones que aún no existen en la realidad cotidiana (por ejemplo, internaciones de salud mental en hospitales generales) al tiempo que limitan los alcances de lo ya existente hasta el momento. Se genera así un abismo, un agujero negro donde el AM psiquiátrico en calle no encuentra un espacio donde puedan ser contenidas sus necesidades de una manera consistente. En hospitales como el J.T Borda y el B. Moyano no se admiten ingresos de nuevos pacientes mayores de 60 años; por otro lado, los efectores y dispositivos de alojamiento están aún en un estado incipiente de preparación para la contención de estos casos; y en función del artículo 27 de la Ley Nacional de Salud Mental 26.657, queda prohibida la creación de nuevas instituciones monovalentes públicas o privadas que intenten responder a la demanda de atención psiquiátrica en gerontología. Con respecto a las patologías psiquiátricas
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observadas desde la casuística, es posible caracterizar prevalencias sobre hombres y mujeres de manera diferenciada: Las AM suelen presentar psicosis crónicas, basadas en antiguas estructuras de esquizofrenia (los discursos suelen ser incoherentes e inconsistentes, las acciones son inadaptadas al medio, a través de exhibicionismo, irritabilidad, apatía por la comunicación; existe desarticulación entre el intelecto y lo afectivo. Predomina el apego hacia mascotas y el acopio patológico de objetos, lo que suele obstaculizar aún más el desarraigo de la situación de calle). Los hombres adultos mayores psiquiátricos suelen presentar trastornos delirantes de tipo persecutorio. Se caracterizan por presentar personalidades suspicaces, desconfiadas, rígidas; en muchos casos con hipertrofia del yo, sin conciencia de situación (aún presentando estado grave de salud). La problemática de la inexistencia de vínculos familiares (por erosión, pero fundamentalmente por no haberse constituido un núcleo familiar o descendencia) y la falta de redes sociales continentes, constituye el desafío más grande para los equipos profesionales. A esto se suman las restricciones que existen en las admisiones de pacientes psiquiátricos adultos mayores en dispositivos de alojamiento transitorio, y la paradoja generada a partir de la modalidad de puertas abiertas, aún en los casos de patologías psiquiátricas donde se conserva una autovalidez en la capacidad funcional, ocasionándose en consecuencia, retornos a calle luego de un largo proceso de trabajo. Por otro lado, la existencia de la Ley de Salud Mental ha posibilitado la constitución del equipo interdisciplinario (art. 8), con el cual se tiene la posibilidad de articular estrategias de trabajo mancomunadas a favor de este tipo de casos. Existen intervenciones profesionales donde se ha logrado el ingreso a hogares de residencia permanente de pacientes psiquiátricos, pero el fracaso o la evolución favorable del caso están directamente ligados al tipo de contención especializada que recibe el adulto mayor psiquiátrico dentro del efector de salud o la residencia que lo recepciona.
La intervención interdisciplinaria e intersectorial, claves en el éxito Cabe destacar respecto de la importancia de un trabajo interdisciplinario e intersectorial, a fin de garantizar la efectiva resolución del caso. En este sentido, el compromiso que adopten los equipos profesionales en el seguimiento del AM, aún dentro de un hospital o dispositivo de alojamiento, como así también del intercambio de información con otros Trabajadores Sociales y médicos resulta de vital importancia. Los profesionales del hospital pueden brindar por ejemplo datos de historias clínicas del paciente de internaciones anteriores que posibilitan
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acceder al contacto con familiares; mientras que el AM al ingresar a una institución hospitalaria respaldado por un equipo profesional, obtendrá mejores resultados de atención que ingresando por sus propios medios. Las búsquedas de paraderos, tanto de AMs como de familiares para lograr revinculaciones, muchas veces son viables gracias a la colaboración de las fuerzas de seguridad. Los profesionales contienen y guían el proceso desde enfoques interdisciplinarios y complementados: el trabajo social delinea los recursos apropiados para cada caso, empoderando al AM respecto de los derechos que lo asisten, e involucrándolo como partícipe activo de su consecución. Esto trae aparejado una revaloración en la autoestima y una apertura hacia una resiliencia integral. Muchas veces, la aparente simple gestión de un DNI robado o extraviado tiempo atrás, devuelve a la persona mayor la dignidad de “volver a ser parte” de una comunidad, ampliando sus fronteras hacia cambios más radicales de vida. En simultáneo, los profesionales en psicología evalúan el dinamismo continuo de cada proceso; crean condiciones para sostener o retomar el trabajo psíquico, teniéndolo en cuenta como motor de un fortalecimiento físico y de enlace social. Nuevas propuestas de enfoque desde la contención afectiva y la resiliencia. Además de todas las características que distinguen a la población adulta mayor en calle ya descriptas a lo largo del presente trabajo, debe destacarse una última que termina por diferenciarla de los demás tipos de intervención; esto es, ni más ni menos, el origen desde donde parte la demanda. Tal como mencionara anteriormente, como profesionales estamos habituados a responder una solicitud directa del sujeto que será objeto de la intervención, o bien, de sus familiares o allegados; sin embargo, en este campo de acción la mayoría de las intervenciones inician a partir de una demanda externa al AM (vecinos, fuerzas de seguridad o sanitarias, inclusive en rastrillajes de zona por parte de los equipos). Esto trae aparejada una relación profesional-sujeto sui generis, donde es el profesional muchas veces quien debe generar un vínculo estrecho para construir paulatinamente una demanda por parte del AM. En este sentido, resulta clave la habilidad emocional para generar empatía y rapport interpersonal en una manera quizá más profunda que en otro tipo de intervenciones; fundando espacios seguros, donde el profesional muchas veces debe demostrar su compromiso con el caso del AM para lograr su confianza. Esta última es el puntapié inicial de una intervención exitosa, y deberá ser preservada como un bien invaluable, puesto que su desatención podría conllevar una iatrogenia.
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La contención emocional resulta el primer contacto profundo en el tratamiento de cada caso; y en muchos de ellos, las demostraciones afectivas y el trato familiarizado son herramientas, poco
ortodoxas
pero
inmejorables para lograr una conexión que allane el terreno de trabajo. Las instancias de supervisión e intercambio inter profesional se ocupan de evitar extralimitaciones en la distancia operativa que siempre se debe mantener durante el proceso de intervención. Un AM de 68 años, con un historial marcado por institucionalizaciones, carencias y fragilización de todo tipo, ha condensado en una frase, el fin último al que debe aspirar toda acción profesional en la realidad que se pretende modificar: “A lo largo de todos mis años me he ocupado de sobrevivir en mi juventud a muchas cosas; en mi vejez a sobremorir de otras tantas, pero es la primera vez que siento que ni sobrevivo ni sobremuero; simplemente vivo”. Suele definirse a la resiliencia como un proceso dinámico que tiene como resultado la adaptación positiva en contextos de gran adversidad. Tal como se ha mencionado, los AM en situación de calle tienen un factor protector que posibilita el cambio resiliente; la cualidad de ser flexibles y permeables a los cambios más que otras personas de la misma edad. La resiliencia se da gracias a la interacción del sujeto con su medio, a través de puentes y caminos que el primero abre, y el segundo ofrece. El vínculo, la verdadera conexión entre seres humanos, y la permanencia en el tiempo de esta posibilidad de relacionarse, le permite al sujeto estar resiliente y sentir que el medio sostiene esa continuidad. Porque él vale la pena; el “otro” se convierte en significativo por su presencia constante y en tutor de resiliencia. El profesional que asuma esa tutoría, deberá generar una orientación hacia la búsqueda de nuevas significaciones de la realidad, animando a expresarse, a elaborar el pasado para evaluar lo positivo y lo negativo que hubo que superar; contar la propia historia y resignificarla para que el AM vuelva a creer en sí mismo y eventualmente en los demás. Consideraciones finales
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Para que el enfoque profesional deje de ser meramente asistencialista y tome en cuenta al sujeto como protagonista del cambio, nunca debe alejar el eje de un diagnóstico y estrategia de acción dual; que tenga en cuenta las necesidades y carencias de cada sujeto, pero además sus potencialidades. De esta manera se logra una intervención realmente integral y efectiva. Reconocer a los adultos mayores en situación de calle como sujetos activos de derecho, trabajar con y para esta población sin dejar de tener en cuenta su percepción y demandas respecto de su realidad; articular concienzudamente con otros profesionales contagiando el espíritu de resolución de caso y alejando la actitud de desahucio social, son las estrategias proactivas a las que apelo en mi quehacer profesional diario. Cada AM ha tenido un pasado que determina su presente, pero el cambio de hoy determina su futuro. El adulto mayor no es de la calle, está en situación de calle; lo que advierte la particularidad de dinamismo y cambio aún cuando una persona ha pasado sus últimos 30 años viviendo en una vereda. Felizmente soy testigo activo de muchos ejemplos. Muchas gracias por generar un espacio para sistematizar la cotidianeidad del “trabajo de trinchera” y reflexionar junto a otros profesionales dedicados a este ámbito de mi entera vocación. Bibliografía AQUÍN, Nora (1996): La relación Sujeto-Objeto en Trabajo Social Una resignificación posible en: La especificidad del Trabajo Social y la formación profesional. Bs. As. Editorial Espacio. BLANK, Ernesto (2011): Panorámicas de salud mental; a un año de la Ley Nacional de Salud Mental 26.657. Bs. As. Ed. Eudeba. PAOLA Jorge y otros (2011): Trabajo Social en el campo gerontológico. Aportes a los ejes de un debate. Bs As. Editorial Espacio. PAZ, José Rafael (2004): Psicopatología General. Bs. As. Editorial Nueva Visión. Simpson, María Gabriela (2010): Resiliencia sociocultural. Bs As. Editorial Bonum ZAREBSKI, Graciela (2005): El curso de la vida, diseño para armar. Bs As. Editorial Univ. Maimónides.