ECONOMIA SOCIAL Y SOLIDARIA UN DESAFÍO DEL TRABAJO SOCIAL

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XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014

EJE: Nuevos campos de intervención: demandas a la formación

ECONOMIA SOCIAL Y SOLIDARIA UN DESAFÍO DEL TRABAJO SOCIAL María Dolores Isabel Pedemonte1

Quienes propiciamos la Economía Social y Solidaria hemos ido incorporando paulatinamente una visión política del proceso económico. No son simplemente formas productivas organizadas de manera asociativa para romper con la dependencia del capitalismo monopólico, sino además expresiones que dan cuenta de un modo diferente e innovativo de gestionar la sociedad mostrando que otra economía es posible, que otro modo de gestionar la economía es posible, que otro modo de producir cultura es posible, que otra forma de trabajar en niveles de expresión artística es posible. Estas experiencias están consolidando de a poco una visión alternativa de gestión en la sociedad argentina, no son simplemente expresiones aisladas que demuestran que se puede gestionar diferente a la empresa productiva capitalista, sino un espacio de ideas, un espacio de proyecto político. Político en el sentido que postula una forma de organizar la sociedad desde otra perspectiva a fin de abandonar la visión egoísta, la visión cortoplacista, la visión expoliadora del capital monopólico. Los actores de la Economía Social y Solidaria van descubriendo que vale la pena respaldar un proyecto que tiene objetivos que van más allá de la economía conocida, esto va más allá de la economía nacional, tiene otra cara, otro objetivo, con otros protagonistas. Colocar la mirada en la Economía Social y Solidaria es encontrar nuevos sentidos para la economía como ciencia social. En términos generales cuando se habla de economía como ciencia estamos haciendo referencia a una ciencia social. Aldo Ferrer asegura que la economía es la rama de las ciencias sociales que se ocupa de la producción, el comercio y el dinero y de las políticas que determinan la distribución del ingreso y la riqueza entre países y sectores sociales. El enfoque clásico y neoclásico de la economía, cuyo representante contemporáneo Lionel Robbins2 parte de una visión mecanicista que sostiene que la economía es una ciencia de la elección racional entre necesidades ilimitadas y medios escasos. Una 1

Licenciada en Trabajo Social, Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires, Perito Oficial marpedemonte@yahoo.com.ar * Economista británico, (1898-1984)


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perspectiva que tiene la pretensión de objetividad y neutralidad política de los mercados autorregulados donde la mirada y control del Estado sólo puede existir cuando presentan crisis en su funcionamiento. En cambio, la posición social de la economía parte de una definición de tipo sustantiva que reconoce el marco social e institucional de la economía: Ciencia que estudia un tipo de actividad incluida en un actuar humano más amplio, destinada a garantizar la subsistencia, se caracteriza por una interacción institucionalizada que recurre a medios materiales en un marco natural y relacional. Si comparamos ambas definiciones podemos observar que la formal conduce a una concepción mecanicista porque naturaliza al mercado como único principio racional de la organización de las economías mediante el libre juego de la oferta y la demanda mediante el mecanismo de los precios. En cambio el enfoque social reconoce que, si bien a partir del desarrollo del capitalismo el mercado se fue transformando en el principio dominante que organiza las economías centrales, existe multiplicidad de principios en las organizaciones económicas. Karl Polanyi pone en evidencia una concepción plural de los principios que rigen la producción y distribución económica. Señala cuatro como los más importantes, a saber: a) el mercado, visto como entidad que se autorregula sin intervenciones del Estado; b) la redistribución que es cuando una autoridad central se responsabiliza por la distribución de la producción común. Esos productos pueden ser, la recaudación fiscal, los productos agrícolas y ganaderos, lo recaudado en una cacería tribal o lo recolectado, c) la reciprocidad este principio asegura que lo que se aporta hoy, será recompensado por lo que se recibirá mañana; d) la administración doméstica , que no es otra cosa que producir para el uso propio, ya se trate de una familia, una aldea, una nación. Es producir y almacenar para satisfacer las necesidades de los miembros del grupo, cualquiera sea la magnitud de estas agrupaciones. Concluyo este tema acerca de la tipificación social de la economía señalando que Lionel Robbins ensaya una segunda definición para el término economía: es la ciencia de la elección, la ciencia que estudia como los recursos son empleados por el hombre para satisfacer sus necesidades, puesto que viven en sociedad. La economía solidaria surge como un modo de producción y distribución alternativo al capitalismo por eso debe nacer otro sentido transformado para la sociedad humana y ese sentido podría llegar a ser la reproducción ampliada de la vida humana. Se puede analizar este sentido al nivel de una unidad doméstica y para que se pueda dar el salto cualitativo de esa unidad, tiene que ser una reproducción ampliada en un período prolongado, donde esa calidad de vida biológica y social considerada


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moralmente como un mínimo social por debajo del cual no debería estar ninguna unidad social perteneciente a una comunidad; que cada unidad alcance satisfactores y bienes considerados más adecuados o mejores para satisfacer las necesidades, incluyendo el reconocimiento de un nivel básico de satisfacción al que todo ciudadano debería acceder. Este desafío nos coloca a las puertas de una economía con perspectiva humana poniendo en la discusión la cuestión ética, las sociólogas Mercedes Caracciolo Basco y María del Pilar Foti Laxalde comentan que de la misma manera en la que Max Weber en su obra Ética Protestante y Espíritu del Capitalismo demuestra que el utilitarismo e individualismo son propios de la ética del capitalismo moderno, es imprescindible sostener una nueva ética que refunde a la Economía Social y Solidaria. Las autoras se cuestionan los por qué, los para qué y para quién del crecimiento y el desarrollo económicos y hacen referencia al homo económicus, un hombre que se mueve impulsado por el individualismo que tiende a la obtención del máximo beneficio individual. Del mismo modo presentan argumentos antropológicos y sociológicos que dan cuenta de la predisposición histórica de los hombres al comportamiento solidario. En tal sentido retoman los conceptos de capital social, que acuñara Pierre Bourdieu, y lo hacen refiriéndose a la dimensión de las relaciones asociativas y conectivas de los grupos y organizaciones que producen, distribuyen e intercambian bienes y servicios en una trama social diversa y dinámica. Al interior del capital social económico, distinguen dos tipos de organizaciones primarias 1) las unidades económicas de la Economía Social y Solidaria y 2) las unidades económicas de la economía empresarial capitalista. Ambas se diferencian por los objetivos, las mencionadas en segundo lugar tienen por objetivo obtener una rentabilidad sobre el capital invertido, mientras que las solidarias tienen por objetivo asegurar la vida o la reproducción de la mano de obra, lo cual conduce a mejorar la calidad de vida de los miembros de sus grupos de pertenencia. Los actores de la economía social tienen confianza en sus fuerzas y el valor económico de sus acciones radica en su propio trabajo, en el grupo heterogéneo que componen están los que recuperan una fábrica, crean una cooperativa y comienzan a producir casi sin máquinas y materias primas, los que venden productos en una esquina o artesanías en una peatonal, los discapacitados que producen en los Talleres Protegidos, las mujeres que encaran emprendimientos productivos, los que comparten el tractor en forma asociativa, los que venden las hortalizas de sus chacras familiares en ferias francas, los pequeños productores que comercializan en conjunto o forman consorcios para poder exportar.


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Son actores que se organizan para alcanzar sus objetivos y que dependen de su esfuerzo y trabajo para salir adelante. También señalan la existencia de empresas sociales capitalizadas que se basan en relaciones solidarias de trabajo y las unidades económicas familiares y comunitarias de autoproducción y/o distribución de alimentos. Mercedes Caracciolo y María del Pilar Foti contribuyen con sus investigaciones y experiencias y elaboran una propuesta conceptual y metodológica de investigaciónacción participativa. Señalan que la noción de capital social se originó en el campo de la sociología pero ha sido utilizada para explicar fenómenos de la cultura, la economía y la ciencia política y lo que contribuyó a esta utilización fue que el término capital fue tomado de la economía política clásica lo cual conduce a distintas interpretaciones por parte de autores de acuerdo al marco teórico adoptado. Pierre Bourdieu es el primero en acuñarlo y lo desprende de su idea que las conductas económicas, consideradas “racionales” surgen de condiciones económicas y sociales determinadas por diversos factores. Los agentes sociales tienen intereses que de ningún modo pueden ser interpretados de una sola forma ya que existen beneficios materiales y no materiales que influyen de disímiles maneras en las conductas de los seres humanos. Justamente el origen social de los comportamientos económicos determina que no existe una única racionalidad económica que sea dada de antemano. Pierre Bourdieu definía a la estructura social como un espacio pluridimensional a partir del concepto de los distintos tipos de capital: económico, social y simbólico. Estos diferentes capitales se interrelacionan en las prácticas sociales que son las estrategias implementadas por los agentes sociales en defensa de sus intereses ligados a la posición que ocupan en un campo o espacio social. El campo social lo constituye la posición social que ocupan los diferentes agentes, este concepto se relaciona dialécticamente con el de habitus, el sistema de disposiciones a pensar y actuar que van incorporando los agentes a lo largo de su vida en las experiencias que les toca vivir, es el producto de toda una historia individual desde las experiencias formadoras de la primera infancia donde va incorporando la tradición de la familia y la clase social de la cual forma parte. Estas interacciones van configurando una determinada posición social que depende de la posesión o no del capital, de la mayor o menor posesión de ese capital y de la legitimidad de esa posesión. Estos tres criterios lo que especifican son relaciones de poder o de dominación-dependencia y las luchas no son entre individuos, sino entre posiciones. De allí que la posición ocupada por cada ser humano y el despliegue de poder en su propio campo social estructura sus prácticas sociales.


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Las autoras de Economía Solidaria y Capital Social van más allá de esos conceptos de Pierre Bourdieu y analizan la noción de red, toman la concepción de red planteada por H. Poggiese quien sostiene que pertenecer a una red representa trabajar con otros, donde se forma parte de un proceso en el que se intercambia información, se crean nuevos conocimientos, donde se potencian las experiencias, se intercambian recursos, se hacen prácticas integradas y se intercambian modelos que se pueden aplicar a otras experiencias y proyectos. Dentro de las redes se cuestionan las jerarquías y se incorporan las heterarquías, se incorpora la diversidad se cuestionan las categorías que van desde lo fácil a lo difícil, anexan la simultaneidad e instalan la complejidad, al tiempo que cuestionan la simplicidad. De la sociología norteamericana rescatan la posición de R.D. Putman que pone el acento en rasgos de la organización social como confianza que, según su análisis mejoraría la eficiencia de la sociedad facilitando acciones coordinadas. Tanto Putman como Coleman le confieren mucha importancia a la cultura para explicar los fenómenos económicos. Bernardo Klinksberg le agrega al capital social el aspecto cultural para alcanzar el desarrollo y la ciudadanía. En general la línea de pensamiento de la sociología americana valora los efectos de la trama social para los campos económicos y políticos que se aplicaron en la América Latina. Caracciolo y Foti analizaron exhaustivamente las distintas posiciones y elaboraron un marco conceptual que las sitúa en la visualización de la sociedad integrada por diversas formas de capital donde un conjunto de relaciones sociales se expresan en las prácticas que transforman los recursos y producen beneficios para determinados sectores sociales. Observamos la presencia de cuatro tipos de capital: 1) las relaciones sociales, 2) las prácticas; 3) los recursos (que pueden ser de carácter económico, cultural o político y 4) los beneficios obtenidos. El capital social es un recurso que es capaz de movilizar otros recursos del capital económico, político y cultural con el objetivo de generar o ampliar beneficios económicos, culturales, políticos y sociales. Existe un concepto más amplio que relaciona organizaciones que están en la base de las organizaciones primarias que las constituyen integrando un capital social que es más que cada organización en sí misma, una organización de organizaciones que se juntan para obtener beneficios u objetivos que son superiores a los que pueden obtener separadas. Se puede encontrar 1) capital social económico que conforman confederaciones de cooperativas, redes comerciales como ferias francas, corredores productivos entre municipios, marcas colectivas; 2) capital social cultural: redes o consejos de universidades, redes de ONG de promoción del


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desarrollo, redes de apoyo técnico a las economías solidarias regionales y 3) capital social político que agruparía frentes o alianzas políticas, movimiento de DDHH, lucha por

los

derechos

ciudadanos,

consejos

profesionales,

confederaciones

de

trabajadores, movimientos de desocupados, etc. El nivel de análisis del capital social puede tener diferentes dimensiones que van desde el nivel local hasta el internacional. Lo cual habla de elementos con una dinámica amplia y abarcativa. Caracciolo y Foti señalan claramente la opción que hacen en un análisis que focaliza las relaciones y prácticas sociales de los actores, dejando de lado el análisis en la subjetividad de los sujetos en términos de atributos y habilidades individuales para priorizar las que tienen para establecer relaciones con otros y en las actitudes para adherir a valores como confianza y solidaridad. He investigado otras posturas respecto de las cualidades de los hombres, opuestas al mito del homo económicus, William H. Mc Neill sostiene que los hombres poseen una predisposición innata hacia la comunicación, a relacionarse con los otros y a actuar intersubjetivamente. Y sostiene que la reciprocidad sería una conducta espontánea en el ser humano. Signe Howell y Roy Willis opinan que no se puede suponer un impulso agresivo entre los hombres a priori. Que por el contrario existe una socialidad innata, los humanos somos seres sociables en forma innata y que la cooperatividad es lo que nos ha permitido sobrevivir, no así, nuestros impulsos agresivos Estos autores han trabajado en la línea de la antropología de la no violencia y de la paz; en ese perfil los hombres sólo se explican en relación con otros individuos y su cooperación es uno de los factores primordiales que les ha permitido sobrevivir. Los autores intentan mostrar que el comportamiento cooperativo y solidario puede ser visto como espontáneo y natural en el ser humano, proporcionando la base ética para el desarrollo de la Economía Social y Solidaria. El economista y docente brasilero, Marcos Arruda, autor de la economía como arte de crear condiciones para vivir en armonía, no cree en la naturaleza competitiva del hombre, asegura que pensar eso es ser funcional a un adoctrinamiento capitalista que necesita dividir para reproducirse. Autor de O que é economía do amor, asegura que el ser humano se caracteriza por su necesidad de crear lazos, de comunicar, de reír, de buscar la concordia y ser feliz. Para cambiar al ser humano, hay que cambiar la economía. Igualmente sostiene que la noción de solidaridad surgió en la historia económica como una reacción a la cultura del egoísmo, del individualismo. Habla de solidaridad ontológica pero sostiene que esto no es suficiente, que hace falta un


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trabajo cultural para que emerja la solidaridad consciente y ésta supone, además una actitud abierta y receptiva a la diversidad, yendo más allá del cumplimiento de los deberes para con el otro. Karl Polanyi, a quien considero uno de los más brillantes científicos sociales del siglo pasado, analiza las convulsiones políticas y sociales que se produjeron durante la Revolución Industrial en Inglaterra, en los tiempos de la implantación y desarrollo de la economía de mercado y de la gran transformación que se produjo en el mundo occidental. Su mirada constituye una visión que renueva las esperanzas de salidas humanas y posibles a las crisis que el capitalismo encierra en sus vísceras. Al referirse a la solidaridad expresaba que debemos desprendernos de los prejuicios del siglo XIX que remarcan la predilección del hombre por las actividades lucrativas, afirma que eso se debe a que el análisis histórico económico dejó de lado el análisis de las economías primitivas para centrarse en las etapas en las que predominaron el trueque y el intercambio a una escala considerable. En términos generales las investigaciones históricas, antropológicas, sociológicas y políticas demuestran que los hombres no actúan económicamente para satisfacer su interés individual de poseer bienes materiales, sino que lo que buscan es garantizar su posición social, sus derechos y las conquistas sociales alcanzadas. Considero importante reseñar que cuando se habla de Economía Social y Solidaria se hace referencia a los principios de solidaridad, cooperación, ayuda mutua, reciprocidad, cuidado del medio ambiente, la integración de las personas para el desarrollo y en las construcciones democráticas colectivas y que estos elementos están presentes en las condiciones innatas de los seres humanos. Partiendo de estas premisas se abre un panorama prometedor

y factible que

permite pensar que la Economía Social y Solidaria es una realidad social que refiere a un conjunto de movimientos, iniciativas, organizaciones y experiencias que convergen en un intento por construir y consolidar otra forma de hacer economía, distinta de la empresarial capitalista. Es una nueva forma de pensar las relaciones entre lo económico, lo social y lo político. Y que puede ser posible porque es un hecho indiscutible en nuestro panorama social, además de ser un fenómeno observado históricamente. Las relaciones cooperativas surgen para intentar resolver problemas comunes, el asociativismo constituye una de las más antiguas prácticas colectivas y desde su inicio lo que predomina es la reciprocidad. Hay vestigios que 3.000 años antes de Cristo en las márgenes del río Nilo los egipcios habían establecido sistemas de protección mutua para organizarse y defenderse en casos de inundaciones o catástrofes climáticas.


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Hay autores que sostienen que la economía solidaria no es creación intelectual de nadie, ni siquiera de los socialistas utópicos del siglo XIX, aunque no pueden negar sus importantes aportes. Paul Singer sostiene que la economía social y solidaria es una creación en proceso continuo de trabajadores en lucha contra el capitalismo. Así, ella no podría preceder al capitalismo industrial, sino que lo acompaña como una sombra, en toda su evolución. En Argentina se incrementan los análisis sobre la economía social y solidaria, Mercedes Caracciolo Basco y María del Pilar Foti Laxalde se establecen como investigadoras participantes en las experiencias que analizan y aseguran que en los últimos veinticinco años, el Estado argentino fue mudando drásticamente sus políticas y ofertas a la sociedad. De una economía pensada para el desarrollo industrial y el bienestar común, a una economía pensada para el sector financiero y para una minoría privilegiada. La destrucción de la sociedad civil, producto de la desaparición de miles de ciudadanos por parte de la dictadura militar, la falta de apoyo económico a las iniciativas de las micro, pequeñas y medianas empresas, resultado de la apuesta a la transnacionalización y concentración de la economía, la corrupción principalmente en sus estamentos dirigenciales y una cultura del consumo asentada en la ficción del “uno a

uno”

cerraron

un

círculo perverso

de

endeudamiento,

descapitalización,

precarización laboral, desempleo y pobreza que conforman una matriz de distribución del ingreso absolutamente injusta. En esos años me encontraba asesorando el área de Acción Social de un partido político en un pueblo de la provincia de Corrientes. Allí la crisis económica fue mucho más dura. La idea era generar trabajo porque los paliativos que venían del Estado no alcanzaban. Entre las actividades que aparecieron con mayor fuerza y, realmente servía para la subsistencia de los prosumidores, el Club del Trueque, transformado luego en el Programa de Autosuficiencia Regional. Fue el más operativo y como me trasladaba los días de semana a la provincia de Buenos Aires, retornando a Corrientes los fines de semana, fui la encargada de llevar esa alternativa al pueblo. El éxito de tal gestión corrió la voz que como reguero de pólvora se extendió a toda la provincia mesopotámica. Allí fue impresionante el despliegue de acciones que llegaron a reproducir. Por tratarse de un lugar con el recurso importante de la tierra, la combinación del trabajo en equipo hizo la diferencia.

Porque podían sembrar,

recolectar frutos a los que antes no les daban importancia (paltas, mamones, mangos), fabricar artesanías con materiales recolectados del bosque o de las fábricas y aserraderos del lugar, hasta llegaron a intercambiar las piedras de cuarzo, que encontraban en las calles luego de las intensas lluvias subtropicales. Recuerdo que el


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intendente del lugar, opositor político, se sorprendía diciendo esta mujer es la única que logra que luego de la lluvia salgan las mujeres a la calle a juntar piedras con un cuchillito. Pude observar que cuanto más producían más créditos (moneda propia del Club del Trueque, el arbolito lo llamaban también) adquirían. El respaldo del papel fiduciario que significaba la moneda del club era la productividad de la que hacía gala cada prosumidor. En una organización digna de ser imitada llegaron a armar catorce nodos cubriendo las necesidades de todo el pueblo y de las ciudades vecinas. Trasladé cursos de formación de microemprendedores, que tomaba a mi vez en la Secretaría PyME de la nación, el nombre del curso era Aprendiendo a Emprender, las acciones desplegadas crearon alternativas impensadas, como el interés por concluir estudios primarios y comenzar secundarios. Hacían estudios de mercado en la modalidad del trueque y si tenían resultado se atrevían a vender también en las ferias francas o domiciliariamente, de hecho hay empresas que surgieron en ese tiempo que hasta el día de hoy continúan mejorando la calidad de vida de sus productores. Armamos

cooperativas,

cluster

y

otras

formas

asociativas

que

surgían

espontáneamente, por ejemplo los jóvenes que no estudiaban y tampoco conseguían trabajo, montaron distintas actividades que les permitía sobrevivir y ayudar a sus familiares; como teníamos un programa de radio con una cortina musical que lo caracterizaba allí anunciaban su actividades productivas, juntaban frutos y hacían abono orgánico mezclando bosta de los camiones que trasladaban ganado vacuno y aserrín de los aserraderos, tenían el cuidado de orear la mezcla durante veinte días para evitar la acidez del producto. El Estado había intentado políticas sociales que no alcanzaban a resolver los problemas serios de pobreza y marginación. Recuerdo el Programa Argentina Trabaja que ofrecía empleados a las empresas sin costo para las compañías: Llamativamente se resistían a contratar a los beneficiarios del programa, inclusive firmas con un importante despliegue mercantil (yerbateras): Entrevistando a sus empleados jerárquicos descubrí que no los contrataban debido a que nadie se hacía cargo del seguro, la jubilación y la obra social. En la Bernalesa se estaba organizando Trueque PyMES. Entonces uní el Programa con Trueque PyMES juntos creamos una cooperativa a nivel nacional, lo primero que se hacía era formar a los beneficiarios en la actividad que desearan, muchos fueron albañiles, a los que en la escuela técnica se les enseñaba a leer planos, a los que querían dedicarse al laboreo de las forestaciones, enseñándoles a utilizar las herramientas propias de esa actividad (motosierras, motoguadañas, etc.). A las mujeres les aportamos conocimientos de


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cocina, quehaceres domésticos, fundamentalmente las preparamos para la economía de cuidado. Las empresas pedían a la cooperativa regional empleados para las distintas actividades, le enviábamos a los beneficiarios del programa social con un valor agregado que era la capacitación específica. Las empresas pagaban con mercadería o con productos pactados; estos productos a su vez se dividían a la mitad, una parte iba a los nodos del Trueque para ser intercambiados allí; la otra era vendida por dinero formal y lo recaudado pagaba seguro, obra social y jubilación a otra cooperativa de seguro que cubría a todos los socios de la cooperativa del país. Los beneficiarios del programa cobraban una suma en Lecops y otra suma mayor en créditos del trueque. Los créditos complementaban el escaso dinero formal que recibían permitiendo que tuvieran trabajo y mejoraran el poder adquisitivo del grupo familiar. En los años que duró esa experiencia solidaria tuve oportunidad de realizar una novedosa función profesional que acompañó la revolución productiva que transformó, bastante tiempo después que se vinera abajo el Programa de Autosuficiencia Regional en gran parte del país. El nivel que alcanzaron estos prosumidores elevó mi interés en adquirir conocimientos sobre economía; una oportunidad fue concurrir durante nueve meses a la Universidad del Litoral a un curso que ofrecía el área social (IERAL) de la Fundación Mediterránea que presidía el que era ministro de economía de la nación, Domingo Cavallo, la profesora fue la economista Claudia Peirano. Concluí el recorrido académico con un trabajo que desafió al cuestionado ministro: demostrar que el trueque tenía los mismos principios que la economía clásica con conductas solidarias, apostando a la redistribución de la riqueza, podría ser un ejercicio económico con mayor humanidad. Recuerdo que hasta elaboré una política monetaria explicando que era más confiable que la moneda de curso legal porque el respaldo era el trabajo productivo del hombre. Escribí dos obras literarias explicando esta maravillosa experiencia donde la más beneficiada fui yo.

Conclusiones Curso la Maestría en Economía Social y Solidaria porque estoy convencida como Trabajadora Social que podemos acompañar procesos de desarrollo endógeno en provincias que, por falta de ofertas laborales, ven como los nacidos en su suelo se ven obligados a emigrar a ciudades que les ofrece oportunidades en ese sentido. Conocer las alternativas posibles que permitan el impulso de formas solidarias en el


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intercambio, en las cadenas de valores, en las posibilidades que brinda el MERCOSUR respecto del cooperativismo y formas solidarias y asociativas extendidas en América Latina porque Brasil, Ecuador, Venezuela, Paraguay, Bolivia y en varios países de la zona del Caribe se están intensificando los valores propios de la Economía Social y Solidaria donde la Economía Comunitaria desde el desarrollo histórico de las comunidades precolombinas han dejado en las prácticas de los calpulli de la cultura azteca, del ayní de la comunidad aborigen aymará de Bolivia, del motiro de los pueblos guaraníes, por mencionar algunas de las prácticas comunitarias, donde el sujeto trascendental y principal es la comunidad, integrada a partir del trabajo colectivo y de la propiedad comunitaria, articulados en equilibrio y respeto por la naturaleza con un sujeto participante del todo, que se manifiesta en la cosmovisión de la vida. No existen desigualdades ni al interior de la comunidad, ni entre comunidades porque el excedente producido se distribuye igualitariamente. La energía del hombre transforma la naturaleza y su relación con ella; los principios que organizan el sistema son la reciprocidad, redistribución y complementariedad. Henry Chiroque Solano y Valeria Mutuberría Lazarini develan estas prácticas y cosmovisiones de la economía comunitaria que tienen la particularidad de no surgir como respuesta a la exclusión y a la pobreza, sino que son prácticas que promueven el acceso cultural de los integrantes de un territorio. Apoyando este pensamiento creo imprescindible mayores conocimientos en las distintas vertientes con que la economía clásica continúa ejerciendo tan desmesurado poder en los procesos de exclusión, pobreza y muerte en diversas zonas del planeta donde se encuentran, no casualmente, las fuentes de recursos más importantes e indispensables asegurando un futuro sustentable. El paralelo entre los modelos que actualmente se disputan la hegemonía por el control de los recursos del mundo es imprescindible analizarlos en las profundas diferencias, tanto en las prácticas como en los resultados de esas prácticas.

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