XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
Eje: Intervención profesional: contextos, escenarios y estrategias metodológicas
UN VÍNCULO POSIBLE ENTRE INVESTIGACIÓN E INTERVENCIÓN. DIÁLOGOS CON LAS EPISTEMOLOGÍAS CRÍTICAS Daniela Pessolano1 y Ma. Florencia Linardelli2
Resumen Esta ponencia se propone abordar el vínculo investigación-intervención en el trabajo social, a partir de una reflexión socio-histórica y con la colaboración de herramientas analíticas de la epistemología crítica. Partimos de dos supuestos; por un lado, la existencia un vínculo problemático al interior del trabajo social entre investigación e intervención. Por el otro, que las perspectivas epistemológicas críticas posibilitarían abordajes más integrales de este vínculo. Si bien el autorreconocimiento de los y las agentes profesionales ha estado ligado a la intervención directa en problemáticas sociales, sostenemos a manera de tesis, que el campo de trabajo profesional es un espacio privilegiado para aportar a la producción de conocimiento acerca de la vida social.
Introducción Esta ponencia se propone abordar el vínculo investigación-intervención en el trabajo social, a partir de una reflexión socio-histórica y con la colaboración de herramientas analíticas de la epistemología crítica. Se toma como base la experiencia y los recorridos propios de intervención e investigación de las autoras. Partimos de dos supuestos iniciales, por un lado, que existe un vínculo problemático al interior del trabajo social entre investigación e intervención (Grassi, 1995, 2011 Parola, 2009), relacionado al predominio de una racionalidad instrumental y de una visión dicotómica que tiende a separar de manera tajante investigación de intervención. Por otro lado, entendemos que las perspectivas epistemológicas críticas brindarían oportunidades de resolución, no sin contradicciones, de este vínculo problemático; en 1
Licenciada en Trabajo Social, doctoranda del Doctorado en Ciencias Sociales de la UNCuyo, becaria
doctoral de IADIZA CCT Mendoza CONICET, dpessolano@mendoza-conicet.gob.ar, tel: 261-5244109. 2
Licenciada en Trabajo Social, doctoranda del Doctorado en Ciencias Sociales de la UNCuyo, becaria doctoral de IADIZA CCT Mendoza CONICET, mlinardelli@mendoza-conicet.gob.ar, tel: 261-5244102
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
tanto constituyen visiones que apuntan a la integralidad de los procesos, desmitifican el quehacer científico, consideran los elementos subjetivos del proceso de investigación y ponen en valor la diversidad de saberes existentes. Cabe aclarar que en la bibliografía sobre el tema se establece una diferenciación entre la constitución del trabajo social como disciplina y como profesión. Sin lugar a dudas el autorreconocimiento de los y las agentes profesionales ha estado ligado a la constitución profesional, es decir, a la intervención directa en la resolución de problemáticas
sociales,
en
el
marco
de
políticas
e
instituciones
sociales
(mayoritariamente) públicas. Por ese motivo, la actitud investigativa en los y las trabajadores y trabajadoras sociales se ha visto directamente interpelada a prestar una utilidad práctica para el propio ejercicio profesional. Tal situación debe explicarse en términos sociohistóricos, tanto por la constitución profesional/disciplinar, como por la conformación de la ciencia moderna y el lugar asignado al trabajo social en ella. Por lo tanto, la presente ponencia estará organizada en tres secciones. En un primer momento trabajaremos la relación intervención-investigación en trabajo social, en función de su constitución histórica como disciplina, como profesión y como campo feminizado. Luego incluiremos algunas reflexiones sobre las características de la ciencia moderna y aportes de las epistemologías críticas para (re) pensar la investigación en trabajo social. Finalizaremos aproximándonos a una perspectiva más integrada respecto de investigación e intervención, poniendo en valor las posibilidades de construcción de conocimientos a partir de las prácticas de intervención.
Intervención-investigación: un vínculo problemático en trabajo social
1) La constitución disciplinar/ profesional del trabajo social y la producción de conocimiento Diversos/as autores/as (Netto, 1992; Montaño, 2000; Grassi, 1995, 2011; Parola, 2009; Karsz, 2007) aun representando distintos enfoques, muestran coincidencias al señalar la escasa integración del trabajo social al campo de la investigación social, como también el predominio de una racionalidad instrumental que enfatiza “la práctica” como lugar privilegiado. Parola indica que en trabajo social subsiste una “(…) tendencia a rechazar la producción teórica si ésta no parte de la reflexión de una práctica concreta, derivando en una dicotomía: por un lado, el teórico puro, la
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
abstracción, el conocimiento y por otro, el ejercicio profesional, lo concreto, la acción. Ambos polos en contraposición” (2009: 163). Esta situación puede explicarse -en primera instancia- por la historia de constitución disciplinar/profesional, sentido en el cual destacamos tres aspectos que han condicionado
la
relación
intervención-investigación
en
el
trabajo
social
latinoamericano.
1.1) La constitución disciplinar y la tardía vinculación con las ciencias sociales La relación entre trabajo social y ciencias sociales –que en la actualidad nos resulta más o menos evidente- no ha sido tal a lo largo de la historia de nuestra disciplina. La constitución del campo de la asistencia social profesionalizada en América Latina en las primeras décadas del siglo XX, siguió la tradición médico-higienista europea, que impregnó la formación de las nacientes escuelas de servicio social de la región (Parola, 2009). De manera que, desde sus comienzos, la formación de los y las trabajadores y trabajadoras sociales se vio influenciada por una fuerte articulación con la medicina, la psiquiatría y el derecho, en detrimento de la relación con las ciencias sociales. Se construyó una funcionalidad profesional alrededor de la puesta en práctica de los principios y normas de las primeras, ocupando el lugar auxiliar del saber y la práctica médica y jurídica. Esto marcó una división del trabajo donde el trabajo social se vio ubicado en el lugar del hacer, quedando el saber ligado a las disciplinas hegemónicas. En nuestro país ello fue así al menos hasta la década de 1940, donde comienza a manifestarse una mayor influencia del trabajo social norteamericano y de sus articulaciones con la sociología funcionalista y el psicoanálisis. De la mano del desarrollismo, la profesión comienza a integrarse -no sin dificultades- a las ciencias sociales. Sin embrago, no logra revertirse la división del trabajo que la ubicaba en la aplicación de conocimientos producidos por otros, ahora los técnicos del desarrollo (Grassi, 1995: Parola, 2009). Durante el período de reconceptualización, un sector de este movimiento apuntó a leer su propio quehacer desde los aportes de las ciencias sociales, no obstante estos esfuerzos no lograron romper con las concepciones dicotómicas de la realidad y con la división del trabajo que separaba a la disciplina de la producción de conocimiento (Grassi, 1995). En el período histórico que recorre los inicios de la disciplina, hasta fines del siglo XX -salvo por un breve período durante la reconceptualización- el positivismo constituyó la perspectiva epistemológica dominante y de mayor influencia en la formación profesional (Matus, 1999), lo que
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
consecuentemente implicó un mayor énfasis en el cumplimiento de procedimientos que en la interpretación de la realidad (Parola, 2009). “En los discursos de la profesión parecería (…) que la validez de cualquier proposición vendría dada exclusivamente por su contrastación empírica y su eficiencia práctica” (Parola, 2009: 159). En ese contexto, la actividad más cercana a la investigación que logró difundirse fue la sistematización (Parola, 2009). En nuestros días, contando desde el inicio del nuevo siglo, los espacios de investigación han comenzado a ocupar otro lugar en trabajo social3. Sea por la apertura de espacios de formación de posgrado tales como maestrías y doctorados, como por la incorporación de colegas a carreras de investigación en espacios de ciencia y técnica (CONICET particularmente) comienza a visualizarse un mayor desarrollo de la producción de conocimiento desde nuestra disciplina (Parola, 2009; Cazzaniga, 2005; Grassi, 2007). En ese marco, los aportes de trabajadores/as sociales al campo de la investigación se despliegan en, al menos, dos sentidos: por un lado, encontramos producciones que problematizan los espacios de intervención, sus condiciones, los nuevos desafíos y problemáticas a los que nos enfrentamos, revisiones metodológicas, reflexiones éticas y políticas sobre la posición de la profesión y los “efectos” de los procesos de intervención. Por otro lado, aunque en proporción menor, se ubican investigaciones que aportan al campo más amplio de conocimientos sobre lo social, compartiendo objetos, marcos teórico-metodológicos y espacios de divulgación científica con otras disciplinas de las ciencias sociales o de las humanidades, que en su conjunto construyen conocimiento sobre la realidad social. Tal como indica Parola, a partir de mediados de los ‘90 “(…) los trabajadores sociales (…) ya no sólo generan teoría para la profesión sino que también empiezan a producir conocimiento acerca de lo social para poner en común en el campo de la teoría social” (2009: 132). Sin ignorar estos avances, en la actualidad a nivel de la formación de grado, persisten condiciones que obstaculizan el desarrollo de prácticas de investigación. Un ejemplo
3
De hecho aumentan los estudios sobre la investigación en trabajo social. Si bien se registran antecedentes bibliográficos en Latinoamérica que datan del año 1966 (Vigetti, 1966) acerca de la investigación en trabajo social, esta temática ha suscitado intereses académicos considerables recién en el presente siglo (Bueno, 2013). Argentina es el país de habla hispana de Latinoamérica que mayor cantidad de publicaciones presenta, vinculado en cierta forma a la presencia de editoriales que promueven la divulgación de conocimiento en trabajo social, a la apertura de carreras de posgrado y a la consolidación de equipos de investigación. Las preocupaciones de los y las autoras relevadas se desenvuelven en gran medida en el marco de la formación de posgrado (maestrías y doctorados) y tienen que ver con “(…) la importancia del fortalecimiento disciplinar o el deseo de retomar la producción de conocimiento para pensar las intervenciones” (Bueno, 2013: 130).
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
de ello es que, a pesar de las luchas llevadas adelante por distintas instituciones académicas y organizaciones profesionales para unificar y cualificar la enseñanza hacia el nivel universitario, en distintas regiones del país persisten los institutos terciarios (algunos con fuerte impronta religiosa) que se encuentran alejados de los ámbitos de producción de conocimiento (Grassi, 1995; Cazzaniga, 2005). Consideramos que la temprana desvinculación del campo de las ciencias sociales, y su posterior integración con resultados acotados, ha marcado nuestra disciplina de diversas maneras. Según nuestra experiencia como estudiantes de grado, aun en la actualidad se incorpora de manera poco sistemática y profunda la producción científica de las ciencias sociales. Al mismo tiempo, la formación de grado promueve de manera muy limitada el desarrollo de prácticas de investigación. Otra consecuencia ha sido una cierta “subordinación” de las prácticas de investigación, quedando estas subsumidas como una instancia más de la metodología de intervención (Bueno, 2013).
1.2) Legitimidad del trabajo social dada por la intervención social Así como la tardía conexión con las ciencias sociales explica en parte las tensiones persistentes entre investigación e intervención en el campo del trabajo social, es factible hallar vinculaciones con su lugar asignado como profesión. En este aspecto creemos que autores y autoras brasileras (Netto, Faleiros, Manrique, Martinelli, Montaño) han hecho una contribución significativa al quebrar explicaciones endogenistas4 sobre el surgimiento de la profesión y (re)situarla en el entramado histórico, específicamente en el seno de la lucha de clases. La agudización de la conflictividad social llega a configurarse en las primeras décadas del s. XX en una tenaz amenaza para la perpetuación del estatus quo, lo que lleva a los sectores dominantes a establecer una estrategia vertebrada en la ampliación de las funciones estatales. El Estado ahora incorporaría las demandas de los sectores trabajadores, con la condición de que los mismos reconocieran su legitimidad. Solo de esta manera, y en una especie de pacto social interclasista, otorgaría beneficios a la población carenciada mediante políticas sociales que asegurarían derechos. Las políticas sociales van a desempeñar una función social (prestación de servicios sociales y asistenciales), otra política (de legitimación del Estado, tregua e institucionalización de las manifestaciones conflictivas) y por último, una función económica (brindarían a los sectores trabajadores recursos extra salariales para la 4
Ver Montaño, Carlos (2000). La naturaleza del Servicio Social. San Pablo, editorial Cortez.
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
satisfacción de necesidades básicas, desresponsabilizando al capital respecto de la reproducción de la fuerza de trabajo) (Montaño, 2000). A su vez, dichas políticas requirieron por un lado, un profesional que las planifique y diseñe (cientistas y burócratas-políticos) y por otro, un profesional que las implemente. Este último vacío en la división sociotécnica del trabajo, será ocupado por los agentes profesionales de la asistencia social. Este es el punto al que queríamos arribar: la legitimación del trabajo social se obtuvo entonces, por el rol desempeñado en la fase final de ejecución de políticas sociales (Iamamoto, 1992; Montaño, 2000) y, con ello, desarrolló una marcada racionalidad instrumental, es decir, una inclinación por el “hacer” y el “cómo hacer” en detrimento de la reflexión teórica y la construcción de conocimientos. En palabras de Montaño: “Aquí recae, pues, la base de sustentación funcional-laboral del Servicio Social: un profesional que surge dentro de un proyecto político, en el marco de las luchas de clases desarrolladas en el contexto del capitalismo monopolista clásico, cuyo medio fundamental de empleo se encuentra en la órbita del Estado, este último contratándolo para desempeñar la función de participar en la fase final de la operacionalización de las políticas sociales. Allí radica su funcionalidad y, por lo tanto, su legitimidad” (Montaño, 1999: 4). Si bien esto puede pensarse como un aspecto problemático, desde otro enfoque es posible evaluar que ha permitido definir con cierta legitimidad, un campo de trabajo exclusivo del trabajo social, delimitado por el Estado, las políticas sociales y la atención directa de necesidades de poblaciones subalternas. El llamado campo problemático (Margarita Rosas, 2001). Además, los y las agentes profesionales no solo actuaron por constreñimiento, es decir, de manera pasiva ante la presión de factores estructurales. Muy por el contrario creemos que aquí hubo, y hay en la actualidad, una lucha corporativa e individual, de disputa de poder con otras profesiones, por legitimar este campo laboral como propio. En concreto, existieron y existen intereses individuales y colectivos en juego. Como contrapartida, esto supuso que la investigación fuese quedando excluida del campo de “lo propio” en el imaginario profesional y abocada a prestar una utilidad práctica para el propio ejercicio profesional.
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
1.3) El predominio casi exclusivo de mujeres en el trabajo social El trabajo social emerge como profesión asistencial5 compuesta predominantemente por mujeres. Esto no es un dato menor, muy por el contrario constituye un elemento significativo en la definición de sus pretensiones de cientificidad. En el campo público-profesional se constituyó de manera dependiente y auxiliar de profesiones masculinizadas –abogacía y medicina– y asimismo fue considerada socialmente de escasa calificación, atribuido esto al supuesto paralelismo existente entre las funciones profesionales y las funciones de la mujer-madre (Pessolano, 2010). La aparente predisposición innata de las mujeres al cuidado y a la protección del otro sirvió de fundamento dejando en segundo plano el sustrato teórico. Así, por ejemplo, en las primeras instituciones de formación se hizo hincapié en el fortalecimiento de características de personalidad asociadas a la vocación de servicio desinteresada y el altruismo (Alayón, 1992). Genolet et. al. (2005) en esta línea, afirman que en las trabajadoras sociales prima una tendencia al hacer práctico, una búsqueda de respuestas inmediatas frente al sufrimiento de los sujetos, donde se jerarquizan aspectos que tienen que ver con lo vincular, con el compromiso, la solidaridad, la entrega al otro (Genolet et. al., 2005). Ciertamente, existe una importante marca de género en la asociación del quehacer profesional a las experiencias femeninas, particularmente a aquellas circunscriptas al mundo doméstico familiar. Ante tal estado de situación, moverse en el campo científico –que como construcción cultural se asocia desde la modernidad con lo masculino- no ha resultado una tarea sencilla. De la misma manera que la ciencia moderna dicotomiza hacer y pensar, separa hombre y mujer estableciendo una relación de subordinación, en refuerzo de la cultura patriarcal. No es casual que el trabajo social, considerado tecnología social desde las perspectivas positivistas, haya sido reservado a las mujeres. En el marco de la actividad científica se produce una exaltación de la supremacía de la razón sobre la sabiduría y afectividad femenina, a las que por ende se le atribuyen características pseudorracionales. Las conductas, los rasgos de personalidad y las formas de relacionamiento asignados culturalmente a mujeres y varones permiten pensar que la actividad científica se presenta como más adecuada a los modos de ser y pensar masculinos (Genolet et. al., 2005).
5
Se entiende por profesión asistencial a aquella labor abocada estrechamente a la asistencia a terceros, intentando dar respuesta a sus necesidades materiales y emocionales, lo que implica un vínculo directo y empático con aquellos a quienes se asiste.
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
Esta constitución de género en la profesión ha sido producto de un proceso de feminización6, por el cual las mujeres fueron llamadas a desempeñar un rol moralizador de los sectores trabajadores, en el contexto de las estrategias impulsadas por el Estado frente al carácter amenazante de la cuestión social (Pessolano, 2010). Si bien, el trabajo social ha avanzado significativamente en su construcción disciplinar, estos rasgos resuenan en la actualidad en la tensión investigación - intervención.
2) La ciencia moderna y sus características Tal como indicamos hasta aquí, la trayectoria histórica de constitución disciplinar y profesional puede explicarnos las profundas raíces que tiene la dicotomía pensar/hacer, investigar/intervenir en trabajo social. Sin embargo, debemos señalar que la tendencia a generar dicotomías no es exclusividad del trabajo social –aun cuando en éste se actualizan de un modo muy particular (Grassi, 1995) - sino que se encuentra en la sustancia del pensamiento moderno y, particularmente, de las ciencias sociales de las cuales forma parte el trabajo social. Por un lado, la concepción dominante de “la ciencia” se sostiene en un pensamiento binarista (Santos, 2009), que tiende a separar la realidad en pares opuestos y jerarquizados: cultura y naturaleza, hombre y mujer, sujeto y objeto, hacer y pensar. Esta mirada, establece marcadas divisiones allí donde existen profundas relaciones y continuidades, lo que ha sido replicado por el trabajo social. Por otro lado, estas separaciones también operan en la clasificación de la ciencia entre ciencias puras, ciencias aplicadas y tecnologías, estableciendo una relación jerárquica desde la primera hacia las subsiguientes. En ese marco, se ha equiparado el quehacer del trabajo social a una tecnología social y el/la profesional a un sujeto bien entrenado para instrumentar las decisiones de otros en política social. Asimismo, la ciencia moderna opera clasificando estatus de saberes con base en un modelo global de racionalidad. Distingue el conocimiento científico por un lado y el resto de las formas de conocimiento/saber (el sentido común y las humanidades) por el otro, a las cuales les niega su carácter racional por no seguir sus principios epistemológicos y metodológicos (Santos, 2009).
6
Con proceso de feminización “(…) nos referimos a acciones o prácticas ejecutadas por parte de sectores que ocupan lugares de poder, direccionadas a constituir la profesión del trabajo social como femenina” (Pessolano, 2010).
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
Las epistemologías críticas. El punto de vista feminista y la epistemología del sur Proponemos recuperar las epistemologías críticas, en tanto permiten una ampliación del horizonte de comprensión del mundo, al tiempo que señalan al conocimiento científico como un producto de una peculiar relación de palabras y criterios de verdad con las cosas, relación que no es la única posible (Gabriele, 2012). En líneas generales, parten de la idea de que la construcción de conocimiento científico lejos está de ser independiente del resto de la cultura (Díaz, 2007). El devenir de la ciencia no sólo depende de su “historia interna”, sino como argumenta Esther Díaz también de la externa, es decir, de las prácticas sociales con toda su carga de poder, deseo, política, ética y prestigio (Díaz, 2007). A la realidad se accede de manera mediada, por valoraciones que constituyen componentes básicos de cualquier interrogante de conocimiento, y éste es una construcción siempre provisoria. No existe una única verdad aquí y en todos lados, ahora y siempre, sino que ésta es relativa e histórica (Díaz, 2012). La relación entre sujeto-objeto- se piensa de manera compleja. El sujeto forma parte de la realidad global que estudia, así como sucede con el objeto, que en ciencias sociales es otro sujeto y se inscribe en una red de condicionantes al igual que quien investiga. A continuación, retomamos dos perspectivas epistemológicas críticas que han funcionado como guía para los trabajos de investigación de las autoras. Estas propuestas, si bien enfatizan en aspectos diferentes, comparten el cuestionamiento a la racionalidad científica moderna7. Por un lado, la epistemología del punto de vista feminista (Harding, 1998) observa, como uno de sus principales supuestos, que la ciencia tradicional representa las experiencias e intereses de los hombres -blancos y burgueses- en tanto que han sido estos los que han definido cuáles problemas e hipótesis debían ser objeto de explicación científica. Esta situación, que ha conducido a visiones parciales y hasta perversas de la vida social (Harding, 1998), habilita a pensar la construcción de conocimiento sustentada en experiencias femeninas. Harding se refiere a experiencias femeninas diversas, reflejos de múltiples combinaciones individuales posibles de la clase social, la raza y la cultura. Con esto renuncia a la creencia en una mujer universal de experiencia unívoca. Esta autora agrega, además, que en épocas de identidades fragmentarias, las contradicciones integran la experiencia individual,
7
Retomamos dos autores que nos parecen representativos de estas perspectivas, aun cuando diversos pensadores y pensadoras aportan a las epistemologías feministas y descoloniales.
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
generando en una mujer por ejemplo, conflictividad entre su rol académico y su rol como madre. Ciertamente, la subjetividad ocupa un lugar central en esta propuesta, ya no como un elemento que negar, como es el caso de la ciencia moderna dominante, sino como algo que debe explicitarse para alcanzar ciertos niveles de objetividad. A fin de que quién investiga no se presente como una voz invisible y anónima, Harding propone que explicite su género, raza, clase y rasgos culturales y la manera en que este/esta sospecha que todo eso ha influido en su proyecto de investigación. Desde este enfoque, hay una renuncia absoluta a cualquier pretensión de neutralidad, siendo el o la investigador/investigadora no solo sujeto, sino su propio objeto de estudio. En palabras de Harding: “Debemos evitar la posición ’objetivista’ que pretende ocultar las creencias y prácticas culturales del investigador, mientras manipula las creencias y prácticas del objeto de investigación para poder exponerlo. Sólo de esta manera podremos contribuir con estudios y explicaciones libres (o, cuando menos, más libres) de distorsiones originadas en las creencias y comportamientos no analizados de los propios científicos sociales” (1998:7-8). Por último, el punto de vista feminista propone captar el movimiento de la sociedad “de abajo hacia arriba”, partiendo de la vida cotidiana, y no de “arriba hacia abajo”, en contra de las formas dominantes de hacer ciencia, y así examinar las fuentes de poder social. Por otro lado, Boaventura de Sousa Santos (2009) propone una Epistemología del Sur en el seno de las epistemologías descoloniales. Se trata de una búsqueda de conocimientos y criterios de validez que den visibilidad a los saberes y prácticas cognitivas de las clases y grupos sociales que han sido históricamente oprimidos. Un presupuesto fundamental en este autor es que “la comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo” (Santos, 2006: 16). Para Santos (2009) el pensamiento occidental moderno es un “pensamiento abismal” que divide la realidad en dos universos según una línea radical, por la cual lo que queda del otro lado de esa línea es un “no existente” y consecuentemente excluido. Lo más característico de esta forma de pensamiento es la imposibilidad de la copresencia de los dos lados de la línea. En el campo del conocimiento, ese pensamiento abismal otorga a la ciencia moderna el monopolio de la distinción entre lo verdadero y lo falso, en detrimento de formas alternativas de conocimientos (populares, campesinos, indígenas) que desaparecen como conocimientos relevantes porque se encuentran más allá de lo verdadero y lo falso. Frente a ello, plantea un pensamiento “post-abismal”, compuesto por una
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
ecología de saberes, que se caracteriza por afirmar la pluralidad de conocimientos existentes (entre los cuales se encuentra la ciencia moderna) y las conexiones continuas y dinámicas entre distintas formas de saber. No niega el saber científico, sino que propone un uso contrahegemónico del mismo: explorando la pluralidad interna de la ciencia y promoviendo la interacción entre conocimientos científicos y no científicos. Para el autor, ningún conocimiento puede dar explicación sobre todas las intervenciones posibles en el mundo, por lo cual todas las formas de conocimiento son incompletas de distintas maneras. Una ecología de saberes parte de una idea pragmática, los conocimientos no pueden ser pensados en abstracción, sino como prácticas de saberes que permiten o impiden ciertas intervenciones en el mundo real. Desde estas intervenciones concretas deben establecerse las relaciones y jerarquías entre conocimientos diversos. Santos afirma que la idea de inconmensurabilidad no debe impedir el diálogo y la comunicación entre diferentes formas de conocimiento, la cual es posible mediante una adecuada tarea de traducción, que nos puede permitir visualizar preocupaciones comunes, enfoques complementarios, como también contradicciones intratables.
Aproximaciones
a
una
perspectiva
integradora
respecto
de
intervención
e
investigación El enfoque histórico nos permitió mostrar que la tensión intervención-investigación está fuertemente anudada a la trayectoria del trabajo social. No obstante, por su carácter histórico es una construcción que puede ser puesta en discusión y reconstruida. Para esta labor, una alternativa posible es revisar los esquemas de pensamiento sustentados en la ciencia moderna. En ese camino, la epistemología del punto de vista feminista y la epistemología del sur suponen una mirada más integradora de las relaciones entre intervención e investigación. Las contribuciones teóricas de la primera problematizan el lugar de la experiencia en la producción de conocimientos desde una perspectiva de género; la segunda cuestiona las dicotomías y jerarquías entre formas de saber. Los aportes feministas llaman a reflexionar sobre desigualdades de género, hecho que resulta particularmente pertinente en una profesión como el trabajo social, compuesta en su gran mayoría por mujeres. Brindan recursos para evaluar cuánto de los estereotipos de género reproducimos en el ejercicio profesional de manera acrítica y para identificar las dificultades eventuales de la construcción disciplinar. Pero también evidencian, que tanto el campo de la intervención como de la investigación
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
producen y reproducen desigualdades de género, por lo tanto esto no sería exclusivo del trabajo social. En oposición al pensamiento científico dominante, dejan de concebir los aspectos subjetivos y la propia experiencia como una amenaza para la construcción de conocimientos, no ignoran su influencia y proponen trabajar con/en ellos. Tanto en la intervención como en la investigación social el sujeto es su propia herramienta de trabajo. Una investigadora social, por ejemplo, debe ser clara en las preguntas que desarrolla en una entrevista, por momentos empática y paciente. Además, si se propone ser objetiva, debe trabajar sobre aquello que remueve en ella las situaciones que investiga y los prejuicios que la atraviesan. Con la intervención social sucede lo mismo. Otro elemento que acerca la investigación a la intervención social, desde esta perspectiva, es que proponen un abordaje de abajo hacia arriba, es decir, desde lo cotidiano, para ver desde allí cómo se estructuran relaciones de poder. De esta manera, su preocupación radica en cuestiones concretas lo que acerca la producción de conocimiento al quehacer profesional. Por su parte, la epistemología del sur, al cuestionar el pensamiento moderno, permite afirmar continuidades y relaciones profundas entre estas dos instancias. En primer lugar, ambas son prácticas y generan efectos sobre la realidad. Esto en la intervención es evidente, porque la misma esta orientada a transformar aspectos de la realidad. En la investigación, aun cuando sus efectos suelen aparecer como más indirectos, se producen sentidos que construyen realidades en intermediación con otras prácticas (comunicativas, políticas, económicas) e instituciones sociales (medios masivos de comunicación, políticas públicas, legislación)8. Tal como señala Santos (2009) el conocimiento es intervención en la realidad, mantiene prácticas y construye sujetos. En segundo lugar, ambas instancias plantean metodologías tanto para la construcción de conocimientos como para la intervención en ciertas problemáticas, las cuales están sujetas a condiciones que escapan al control de los agentes profesionales o científicos, con posibilidades de maniobra y autonomía similares. Aun cuando resulta menos evidente, las prácticas de investigación también se encuentran fuertemente constreñidas por factores estructurales políticos y económicos (posibilidades de financiamiento) y por contingencias de la práctica cotidiana (como la imposibilidad de acceder a ciertos informantes), lo que limita sus posibilidades de rigurosidad.
8
Esto es llamativamente visible en las categorías utilizadas por el saber psiquiátrico que, por ejemplo, identifican como un trastorno afectivo el “trastorno disfórico premenstrual”, lo que habilita prácticas de medicalización del cuerpo de las mujeres.
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
Con lo dicho hasta aquí no pretendemos confundir investigación e intervención sino afirmar que, aun cuando responden a objetivos diferentes, muchas de sus lógicas, procesos y avatares son comunes. Esto habilita a pensar en nexos más fluidos, diálogos más habituales, prácticas menos divorciadas, entre ambas instancias. La epistemología del sur también realiza algunas contribuciones ligadas a la ecología de saberes. En esta línea, consideramos que tanto en los contextos de intervención como de investigación se producen saberes (diferentes y propios a cada espacio), que pueden y debe dialogar. Este supuesto, por consiguiente, relativiza la consideración de la ciencia como único saber legítimo, ya que entiende que no siempre es la que proporciona las respuestas más adecuadas9. En el contexto de intervención del trabajo social, se produce un saber práctico integrado por distintos elementos: un conocimiento del modo en que se tornan singulares
las
problemáticas
sociales
estructurales,
los
funcionamientos
institucionales, la manera en que las categorías se encarnan en sujetos, entre otras cosas. Estos saberes prácticos pueden resultar en preguntas de investigación relevantes, en la medida en que su acercamiento a la realidad social es más cotidiano que en otras formas de aproximación. Ahora bien, valorar este saber práctico difiere mucho de una postura pragmatista, por lo cual se sostiene que las prácticas de intervención a su vez debieran dejarse interpelar más asiduamente por las producciones científicas. Con ello, pretendemos destacar que promover el diálogo de distintas formas de saber permite ampliar el horizonte de comprensión del mundo y diversificar las intervenciones posibles en éste.
Aspectos conclusivos Las perspectivas epistemológicas que trabajamos aquí proponen partir de la vida cotidiana, consideran aspectos subjetivos y culturales en la producción de conocimiento, destacan los intercambios dinámicos entre distintas formas de saber y diversos sujetos. Por ello, y entre otras cosas, constituyen un marco de referencia para visualizar la intervención como una instancia de producción de saberes que, aunque no científicos, pueden dialogar con las ciencias sociales. En acuerdo con Estela Grassi (2011) el campo de intervención es un espacio privilegiado para aportar a la producción de conocimiento acerca de la realidad social. La autora nos indica que nuestra profesión cuenta con una posición privilegiada para interactuar y apropiarse de los recursos teórico–metodológicos que ofrecen las ciencias sociales y, desde ellos, 9
Por ejemplo, la actual crisis climática indica la deficiencia de la ciencia y la tecnología para el cuidado y conservación del medio ambiente, así como muestra que saberes indígenas y campesinos se posicionan hoy como los más indicados para conservar la biodiversidad.
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
leer un objeto que se nos presenta en toda su complejidad y multideterminación, de hechos, lugares, acontecimientos, sucesos o rutinas que se ofrecen a la interrogación. “(…) esa casuística, ese inmenso y privilegiado trabajo de campo, puede (debería) volver como nuevos conocimientos acerca de las diversas problemáticas y de las instituciones” (2011: 137). No obstante esto, tanto los espacios de intervención, como los marcos teóricos e interpretativos que circulan en la formación académica imprimen límites y posibilidades a las problemáticas teóricas que se construyan. Es probable que los objetos de conocimiento se circunscriban más habitualmente a la escala microsocial, a ciertos sectores sociales y problemáticas. Aun cuando la legitimación de la carrera está dada por la intervención en el contexto de las políticas sociales, las prácticas de investigación en sus distintas formas debieran tener un lugar de mayor preponderancia en la profesión, a fin de contribuir a la producción de conocimiento socialmente útil.
Referencias bibliográficas Alayón, N. (1992) Historia del Trabajo Social en Argentina, Buenos Aires, Espacio. Bueno, A. M. (2013) Producción de conocimiento sobre investigación en Trabajo Social. Revista Trabajo Social 15: 125-141. Bogotá: Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia. Cazzaniga, S. (2005). Visiones y tendencias en Trabajo Social. El lugar de la formación profesional como productora de sentidos. En Hilos y nudos. La formación, la intervención y lo político en el Trabajo Social, Espacio, pp. 65-79. De Sousa Santos, B. (2006) Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social. CLACSO, 2006. –-------------------------------- (2009) Una epistemología del Sur. México, CLACSO. Díaz, E. (2007) Entre la tecnociencia y el deseo. La construcción de una epistemología ampliada. Buenos Aires, Biblos. ------------ (2012). Prólogo. La trinidad conceptual contemporánea. En Esther Díaz (editora) El poder y la vida: modulaciones epistemológicas, Buenos Aires, Biblos, pp.11-15. Gabriele, A. (2007) Notas sobre los fundamentos epistemológicos y metodológicos de posibles prácticas dialógicas y plurales en la enseñanza de la filosofía y las ciencias
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
sociales. En: Jalif, Clara A. Actas del III Congreso Interoceánico de Estudios Latinoamericanos. Políticas de la diversidad y políticas de la integración. IFAA, UNCuyo. Genolet Alicia, Lera Carmen, María Cristina Gelsi, Silvana Musso, Zunilda Schoenfeld. (2005) La profesión de Trabajo Social ¿Cosa de mujeres? Estudio sobre el campo profesional desde la perspectiva de los trabajadores sociales. Buenos Aires, Espacio. Grassi, E. (1995). La implicancia de la investigación social en la práctica del Trabajo Social. Revista Margen, (9). --------------- (2007). Problemas de realismo y teoricismo en la investigación social y en el Trabajo Social. Revista Katálysis, 10, 26-36. --------------- (2011) La producción en investigación social y la actitud Investigativa en el trabajo social. Revista Debate Público, Reflexión de Trabajo Social, 1(1), 127-139. Harding, S. (1995) Del problema de la mujer en la ciencia al problema de la ciencia en el feminismo. En Harding (1995) Feminismo y ciencia. Barcelona: Morata. ------------------ (1998) ¿Existe un método feminista? En Bartra, Eli (comp.) Debates en torno a una metodología feminista. México DF: UAM-X, CSH; 1a. Edición. Karsz, S. (2007) Problematizar el trabajo social. Definición, figuras, clínica. Gedisa. Barcelona. Iamamoto, M. V. (1992) Servicio Social y División del Trabajo. Un análisis crítico de sus fundamentos. Ed. Cortez, San Pablo, Brasil. Matus Sepúlveda, T. (1999) Propuestas contemporáneas en trabajo social hacia una intervención polifónica, Espacio – Bs. As.1999. Montaño, C. (1999) El servicio social frente al eoliberalismo cambios en su base de sustentación funcional-laboral. Boletín Electrónico Surá n° 41. Escuela de Trabajo Social, Universidad de Costa Rica. ----------------- (2000) La naturaleza del Servicio Social. Un ensayo sobre su génesis, su especificidad y su reproducción. Editorial Cortez. San Pablo. Parola, R. N. (2009). Producción de conocimiento en el trabajo social: una discusión acerca de un saber crítico sobre la realidad social. Espacio Editorial. Pessolano, D. (2010) Mujeres Y Trabajo Social. Las marcas de género en la profesión. Anuario “Millcayac” 2010, ISSN 1668-060X. Pp. 367-403. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNCuyo.
XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
Rozas Pagaza, M. (2001) La intervenci贸n profesional en relaci贸n con la cuesti贸n social, el caso del trabajo social. Espacio, Bs. As.