XXVII Congreso Nacional de Trabajo Social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
TERCER PANEL: Formación Profesional COLEGIO DE LA PAMPA (Gloria Luoni): Ustedes saben, la Federación Argentina de Asociaciones Profesionales, lo que nosotros conocemos como FAAPSS, está conformada por la Junta de Gobierno, estructuralmente digamos, está conformada por la Junta de Gobierno en donde tienen participación las veinticuatro provincias del país a través de sus Consejos o Colegios Profesionales; una Comisión Directiva que operativiza las decisiones de la Junta de Gobierno; y dos Vocalías. Estas Vocalías van modificando su nombre, su denominación conforme las plataformas políticas de las Comisiones que van sucediendo a través de la historia de la FAAPSS. En nuestro caso hay dos Comisiones, la Comisión de Capacitación y la Comisión de Pronunciamiento. Dentro de la Comisión de Pronunciamiento es que se ha considerado la necesidad de expedirse como Federación frente a determinadas problemáticas que consideramos son representativas del conjunto del país y yo lo que les pido es leer un pronunciamiento de, en el marco de la reunión de ayer de Junta de Gobierno, está referido a un tema que nos convoca a todos. Bien: “En la ciudad de Paraná, Entre Ríos, en el marco del XXVII Congreso Nacional de Trabajo Social y de la reunión de Junta de Gobierno de la Federación de Asociaciones Profesionales de Servicio Social, FAAPSS, los Consejos y Colegios Profesionales manifestamos nuestra preocupación y estado de alerta en relación a la implementación de políticas públicas de niñez y adolescencia en el conjunto de las provincias argentinas. Los y las trabajadoras sociales somos uno de los actores fundamentales en condiciones de dar cuenta de las falencias y obstáculos que presenta la aplicación de las normativas vinculadas al paradigma de la protección integral de derechos. Manifestamos por último que en nuestra próxima reunión de FAAPSS en la provincia de San Luis continuaremos profundizando y problematizando críticamente este estado de situación, renovando nuestro compromiso de avanzar hacia la construcción colectiva de una propuesta superadora. FAAPSS, 13 de septiembre de 2014”. Muchas gracias (aplausos). CARMEN LERA: Agradezco al Colegio Profesional de Entre Ríos por la invitación; pero la otra cuestión, porque acá juego de local, y si bien yo no tuve una participación activa en todo lo que fue la cocina de este congreso, sí quiero hacer un reconocimiento al equipo más local, que me parece que… (aplausos)… ha trabajado… (aplausos). Soy local, pero no tuve participación, yo sólo he
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observado cómo desde el silencio y en forma sostenida un conjunto de compañeras, de colegas, compañeras y compañeros han trabajado en forma invisible, pero denodada, para hacer que esto pueda transcurrir como está transcurriendo; así que me parece que va ese reconocimiento. Yo no quiero dar nombres, porque seguro que queda gente afuera, pero fue un equipo intergeneracional, porque había gente de distintas edades trabajando, y bueno, los dos Comités, el Comité Organizativo y el Comité Académico laburaron y mucho, y me parece que hoy Susana cuando planteaba alguno de los criterios y decía cómo pensar esta cuestión federal; la verdad que ser federal y democrática da trabajo porque implica una apertura y un retorno permanente de toda la información; así que va todo el reconocimiento para ellos. Y también destacar la generosidad de este equipo local. Me están moviendo la orquídea, justamente iba a hacer referencia a eso, porque la Presidenta del Colegio de acá de Entre Ríos hizo los arreglos florales con las orquídeas que cultiva, y los que cultivan orquídeas son muy celosos. Así que me parecía que traerlo y compartirlo acá era para… (aplausos)…, sé las habilidades que tiene y que a ella también le gusta, cultiva. Bueno, pero no las traía yo. El título que había pensado para esta exposición es: invitación para agregar cadena de valor a lo asistencial en el campo de Trabajo Social. Y bueno, un poco son un conjunto de proposiciones, no cerradas sino abiertas, que básicamente tienen que ver con el tema de la maestría en Trabajo Social, pero que siguen abriendo nuevos interrogantes, porque uno siempre retorna a Trabajo Social y con sus relaciones, con los amigos, con los compañeros de Trabajo Social está presente y alguno dentro del campo de Trabajo Social tiene como algunos ejes que cruzan con más fuerza y lo de lo asistencial es una de esas cuestiones. Entonces, es una invitación para agregar cadena de valor. Y quería ver qué palabra podía llegar a reflejar lo que quería decir. Cadena de valor es una palabra del lenguaje económico, lo escuchamos bastante seguido en los discursos públicos con esta apelación, agregar cadena de valor a la actividad económica, que tenemos una historia de una actividad económica fuertemente primaria y extractiva, y esta posibilidad de generar cadena de valor generaría procesos de mayor autonomía y soberanía. Usaba esa analogía para poder pensar y reflexionar los sentidos de la asistencia, de qué manera nosotros agregamos valor, un valor de tipo simbólico, y pensaba que ese valor es directamente proporcional a la capacidad argumentativa y de fundamentación de lo asistencial en nuestro campo de Trabajo Social y en nuestras intervenciones. A eso obedece el título y vamos a ver si refleja lo que quiero transmitir.
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En un primer momento, es breve y prefiero en todo caso después que podamos conversar y seguramente habrá puntos de articulación con lo que los otros compañeros traen porque estamos hablando de intervención profesional. Haré referencia a alguna de las motivaciones que me conducen por este tema, algunas consideraciones generales para dejar planteado de qué se trata lo asistencial en términos de por qué lo traigo también aquí y, para finalizar, algunas traducciones que yo veo en el campo de Trabajo Social. Entre las motivaciones indudablemente está lo que Norma decía, que hizo referencia hace ya tiempo, son como veinte años de trabajo en el campo de la Salud Pública, porque empecé muy jovencita, donde la presencia de lo asistencial era ineludible. Empecé en un hospital, en sus inicios fue un hospital de enfermos de lepra, pero luego hizo todo el proceso de apertura y hoy es un hospital general y yo participé de todo ese proceso y en realidad la presencia de lo asistencial fue parte de mi práctica cotidiana, entonces, en alguna medida, las reflexiones que traigo tienen que ver con interrogaciones de mi propia biografía laboral. La otra cuestión es la de la inquietud o la pregunta de notar ciertos reparos en algunos Trabajadores Sociales cuando refieren a lo asistencial, como si la mención a ese término ya estuviera presuponiendo un tipo de intervención de la que queremos alejarnos. Y en esto no me pongo por fuera, porque en realidad cuando, en el trabajo de la tesis donde uno ordena, indaga, profundiza, me permitió en alguna medida revisar esta cuestión donde lo asistencial pareciera la hermana pobre de las intervenciones profesionales, es como que si uno dice trabajo en fortalecimiento institucional, trabajo en proyectos socioeducativos, tiene una determinada connotación que pareciera que no está cuando uno refiere a lo asistencial. Eso también me daba cierta inclinación a tomarlo como tema. La otra cuestión es la presunción de que la vieja clasificación entre pobres ociosos y pobres virtuosos o merecedores y no merecedores, tiene aún vigencia en el imaginario profesional; y de ser cierta esta conjetura, resulta impostergable su problematización a la luz de las modificaciones que experimenta el mundo del trabajo. Y por último, la convicción de reflexionar, resignificar la idea de asistencia lanzándola con la noción de derecho y ciudadanía. Considero que en este entramado de inquietudes que, seguramente quedaron agrupadas en cuatro pero puede haber más, están contenidas las tensiones entre el derecho a la asistencia y el derecho al trabajo, o en palabras de Castel, entre la problemática del socorro y la problemática del trabajo. Pero también quiero traer, porque me parece sumamente interesante, a Germinal Rodríguez quien en la década del 40´, en un prefacio que le hace al texto de José
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Martone, que es “Principios de la Asistencia Social” plantea, y ahora va el encomillado, “desde el momento en que el trabajo humano deja de ser una actividad fisiológica ligada al procuro de alimentos para pasar a ser un elemento mercantil, es desde ese preciso instante en que el problema del trabajo pasa a ser el problema social por excelencia; y la asistencia social sigue al problema del trabajo con la misma constancia de la sombra al cuerpo”. Y me parecía que era gráfico de lo que uno quería plantear como esta tensión que, como todos nos acercamos mucho a partir de Castel y, sin embargo, ya en la década del 40´ Germinal Rodríguez lo estaba planteando en estos términos. Entonces, en ese movimiento producido por ambas problemáticas, se fue modelando el sistema de protección social que se asienta sobre dos pilares, uno asegurador, relacionado con el mundo del trabajo formal, en el que los que tienen derecho acceden a la seguridad social; y otro asistencial, que fue elaborándose fuera del trabajo, dirigido a los llamados náufragos de la sociedad salarial. Hoy este esquema coloca una pregunta cuya problemática es identitaria de esta contemporaneidad y es: ¿en qué medida el pilar asegurador se ve modificado frente a los cambios que vive el mundo del trabajo y en cómo y de qué manera el pilar asistencial refracta estas modificaciones? Por sus implicancias, creemos que no hay prórrogas para tomar este tema, analizar, revisar posiciones, pensar estrategias en las que indudablemente Trabajo Social no puede mirar para otro lado. Señalamos más arriba que las políticas de asistencia tuvieron como principales destinatarios aquellas poblaciones con dificultades para insertarse en el mercado de trabajo formal. Estas poblaciones durante buena parte del siglo XX no mostraban cifras significativas, en tanto nos hallábamos en condiciones de cuasi pleno empleo. Es así como lo asistencial, si bien residual o con escasa institucionalidad como derecho ciudadano, constituía una vía que modelaba cierta integración social. Ahora bien, en este contexto, las principales razones de requerimiento de lo asistencial estaban vinculadas a estados de vejez, enfermedad, discapacidad, orfandad. Estas causas prácticamente no daban lugar a objeciones; el problema se suscita cuando se trata de poblaciones aptas para el trabajo. Y aquí radica un núcleo medular de las distintas posturas y controversias de funcionarios, de políticos, de religiosos, de profesionales y, por supuesto para nosotros, Trabajadores Sociales, este tema no ha sido menor en tanto en las intervenciones se encarnan las posiciones que portamos sobre ello. Estas situaciones obraron en una suerte de partición de aguas que en alguna medida selló la vieja clasificación entre los merecedores y no merecedores de asistencia. Sobre esta cuestión
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hay que trabajar aún más porque ha sido tratada la más de las veces desconectada de los procesos y relaciones en las cuales se inscribe, por ello merece un profundo análisis histórico en tanto la mirada condenatoria siempre estuvo en el polo del trabajo y poco o nada en el del capital. Ahora bien, en la actualidad es evidente que el trabajo o más específicamente el empleo, sufrió modificaciones sustantivas y ello tiene implicancias en el conjunto de la sociedad. El panel de la víspera sobre condiciones laborales reflejó esto que estoy planteando, ¿no? En palabras de Hanna Arendt, lo planteo en estos términos, lo que tenemos ante nosotros es la perspectiva de una sociedad de trabajadores sin trabajo, es decir, privados de la única actividad que les queda; imposible imaginar nada peor. Y frente a ello, decimos que no es un problema de los otros, de los que hoy están sin trabajo, es de todos. Consecuentemente, la situación que viven los sin trabajo, los sin bienes, amalgama un tipo de conflicto que marca nuestra sociedad democrática contemporánea. Hay un número importante de familias que desde hace ya tres generaciones no conoce el trabajo, tal como ha sido su representación más hegemónica, nos referimos al empleo con sus protecciones, y son esas familias las que encuentran mayores dificultades para acceder a un trabajo formal. Estas transformaciones ocurren a nivel mundial y nos indican que no se trata de una crisis coyuntural; se trata de una profunda transformación resultante de las variaciones en las maneras de producir. Marilda Iamamoto expresa que, actualmente, cada vez más amplios sectores de la población se tornan sobrantes, desnecesarios, y constituyen un stock de fuerza de trabajo desechable para el mercado de trabajo, colocando en riesgo sus posibilidades de defensa y reproducción de la propia vida. La fisonomía de la estructura social y básicamente la referida a la realidad laboral que caracterizó a la mitad del siglo pasado se ve totalmente alterada con cuadros de desocupación, precarización, flexibilización, pluriempleo, por citar algunas de las formas que asume esta realidad. Estas modificaciones en la esfera del trabajo constituyen la base contextual para comprender los significados de las políticas asistenciales y su necesidad de resignificación. En línea con ello, igual revisión requiere la idea de derechos sociales, dado que en su versión tradicional y dominante está afincada al estatuto del trabajador formal. La fractura originada por estas modificaciones es de tal intensidad que socava las bases mismas de la sociabilidad. Estamos hablando de la integración social, convirtiéndola en un problema que presenta dimensiones políticas, económicas, culturales, sociales, identitarias.
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Distintos países de la región y entre ellos Argentina, vienen implementando un conjunto de medidas que pueden ser inscriptas en los llamados programas de transferencia condicionada de ingreso que, si bien constituyen una propuesta que intenta saldar las dificultades básicas ligadas a la reproducción social, resultan insuficientes para una problemática de magnitudes incalculables ligada a las transformaciones en los modos de producción y a las embestidas salvajes del capital industrial y fundamentalmente financiero. Y esto lo sabemos nosotros que nos levantamos y nos acostamos con los fondos buitres al lado. Ayer en el diario Página 12 salió una exposición de Zaffaroni, a partir de un evento organizado desde la Fundación del Juez Garzón, donde Zaffaroni planteaba la necesidad de la instancia de control mundial sobre el capital financiero, que me parece que es una de las cuestiones sobre las cuales nosotros también tenemos que ponernos a mirar con mayor detenimiento. (Aplausos). Bueno, ahora bien, la gravedad de estos cambios que vienen forjándose por décadas, es que han logrado penetrar en nuestras subjetividades minando aquellos ideales que hacían posible pensar en proyectos colectivos y donde el principio de igualación constituía un ordenador social en tanto valor deseado. En las políticas sociales, como tendencia general, el postulado de la igualdad paulatinamente fue reemplazado por el de la equidad de tratamiento. Así, en este clima de época, aparece en el centro de los debates la noción de inserción como un dispositivo propuesto como la contracara de la exclusión; pero esta iniciativa, siguiendo algunos autores, se da no en el plano de una nueva redistribución, sino desde un tratamiento social individualizado. Algunos autores, entre ellos Castel, advierten sobre el posible riesgo de que estas intervenciones conformen un campo, un sistema social de inserción permanente, que renunciaría a la dinámica de promoción del apoyo salarial y llevaría a reactivar la dicotomía entre protecciones fuertes para las posiciones sociales más estables y protecciones discriminantes, es decir, políticas asistenciales, para aquellas categorías de población que provisionalmente o en forma definitiva están fuera de los circuitos de intercambios productivos. Este panorama nos señala que indudablemente lo que está en juego es que hay que pensar una nueva redistribución. En relación con las traducciones en el campo de Trabajo Social, estas consideraciones generales cómo las vemos o qué se puede traducir en el campo de Trabajo Social. Al inicio nos preguntábamos si el pilar asistencial refracta las modificaciones producidas en el mundo del trabajo y sus consecuencias en el declive del pilar asegurador. En este sentido, es importante que nosotros nos preguntemos sobre ello en tanto somos profesionales que tenemos
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experiencias y acumulaciones en el campo de la asistencia, tantas como la misma edad de la profesión. Hacemos referencia a la dimensión asistencial como una arista contenida en las intervenciones profesionales que básicamente tiende a apoyar personas – grupos que atraviesan determinadas situaciones y que requieren refuerzos para activar recorridos de respuesta. Esta dimensión puede dominar todo el proceso o bien ser más colateral, pero no menos importante. En este proceso, las políticas de asistencia constituyen el soporte institucional, jurídico, de recursos humanos, económicos, simbólicos que aportan a la situación que se aborda. En esta perspectiva, lo asistencial no queda circunscrito al recurso material, restricción que empobrece las potencialidades que la propia asistencia habilita. En las múltiples problemáticas que aborda Trabajo Social se movilizan un conjunto de cuestiones que no pueden administrarse como puramente económicas, sino que incluyen ese doble registro de lo material y lo simbólico. Así podemos ver cómo la dimensión asistencial se juega en el encuentro con el otro, dando oportunidad para recrear espacios para la comunicación, vehiculizando experiencias colectivas y construyendo escenarios públicos donde los sujetos puedan ocupar esos espacios ampliando la ciudadanía. Al principio hice mención a la sospecha de que lo asistencial estaba desvalorizado por los propios Trabajadores Sociales. Esta visión devaluada es la que puede explicarnos por qué muchas veces cuando nos referimos a lo asistencial inmediatamente aclaramos que todo depende del sentido que uno le ponga a la intervención. Estas puntualizaciones nos estarían indicando que hay ciertos reparos sobre lo asistencial en sí mismo y que es la dirección que le imprime el profesional la que rompe con ese significado del que es portador la asistencia per se. Pareciera que si no lo aclaramos estamos frente a clientelismo, paternalismo, asistencialismo. En síntesis, personalmente para mí lo que subyace es que el sentido último de la asistencia lo da el profesional en la propia intervención, en ese proceso se juega con sus condicionantes el margen de maniobra y la orientación que de por sí pareciera que la asistencia no tiene. Ahora bien, ¿acaso el sentido, la orientación, la direccionalidad, no está presente en todas las intervenciones profesionales? ¿Por qué la necesidad de aclararlo cuando se trata de lo asistencial? Sobre este aspecto resultan lúcidos los aportes de Esposati, colega brasilera, que ha profundizado sobre el campo de la asistencia. Ella ofrece algunas razones que explican por qué lo asistencial o la asistencia social carga socialmente con una connotación devaluada, situación que no se registra cuando se trata de asistencia jurídica, psicológica, médica. Esposati señala la existencia de una creencia bastante expandida que sostiene que la
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asistencia social no requiere saberes especializados, y se lo liga a la caridad y beneficencia, de allí que con buenas intenciones sería suficiente. Sobre la carga negativa que carga la asistencia social y no así la asistencia psicológica, jurídica, porque uno se pregunta, hay personas que dicen yo hace diez años que estoy yendo al psicoanalista, ¿alguno pregunta el nivel de dependencia que tiene esa persona? No, al contrario, parece que decir que hace diez años que voy del analista como que tiene buena prensa; pero eso mismo no pasa con la asistencia social. Entonces, frente a esa carga peyorativa que tiene la asistencia y no la tienen la asistencia jurídica, psicológica, nos preguntamos si esta depositación peyorativa no se relaciona más con el destinatario de esas acciones que con el dispositivo en sí, del que se dice genera dependencia, pasividad, etcétera. Basta la prueba, para ver esto, cuando la editorial del diario La Nación del pasado martes 19 de agosto –que los invito a que lo busquen y lo lean, porque aparte el nivel de hipocresía de parte del diario La Nación que tiene una cautelar metida para no pagar lo que debe de los aportes de sus trabajadores– la editorial se titula “La malsana dependencia de los planes sociales” y ahí está toda la sanata esta que da cuenta de esta dependencia y del esfuerzo y de que no se encauza a las personas a hacerse responsables por su propia vida. Entonces, sería provechoso profundizar estas posiciones y explorar –cuestión que excede esta exposición– los modos en que los sectores con mayor concentración económica acceden a determinadas prebendas, generan lobbies, usufructúan de un flujo significativo de recursos estatales. Pero la mencionada concentración económica de la que poco se conoce, no es analizada con la vara del esfuerzo, que sí aparece para con los sectores más pobres. Tampoco se menciona la dependencia como consecuencia de tales ventajas. Me parece que ahí lo que está presente es ese doble estándar para analizar, que es un poco la invitación a que lo repensemos. Hoy resulta imprescindible repensar la asistencia, reinventarla, para potenciarla a la luz del estatuto de derecho. Bueno, Roberto Sampani, y ya estoy finalizando, Roberto Sampani plantea que si logramos constituir el acto asistencial en desafío y no en barrera, estaremos encontrando nuevos rumbos para nuestra profesión, como así también podremos contribuir a mejorar cualitativamente los servicios que se prestan a las personas que viven y sobreviven en estos ámbitos. Creemos que Trabajo Social puede hacer contribuciones activas para habilitar una visión ampliada de la asistencia, tanto de las políticas asistenciales propiamente dichas como de su dimensión en los procesos de intervención. El pensarla renovadamente en su expresión material y simbólica recoloca a la asistencia en otra perspectiva, lo que no implica desconocer la importancia de lo
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material en los procesos de reproducción biológica y social, pero no la subsume sólo a esa arista, sino que se parte de una noción integral de sujeto destinatario de la asistencia. En estos bordes se juega uno de los significados de la profesión, en tanto actor que puede hacer pequeños aportes para el acceso a algunos derechos. Mirado así, Trabajo Social se vuelve potente y frágil a la vez. Potente en las intervenciones singulares y frágil, quizás, en las inscripciones de complejos procesos estructurales. La resignificación de la asistencia colocada como un proceso inscripto en la noción de derecho ciudadano la desplaza del lugar tradicional, dirigido a aquello que están al margen del trabajo, sobre el que se ha construido una imagen estigmatizada. Coincidimos con André Gorz, quien señala que el centro del problema y el centro del conflicto radica en desconectar del trabajo el derecho a tener derechos. Reiteramos, el problema no es sólo hoy de los que están sin trabajo sino de la sociedad toda, porque lo que está en juego es el reconocimiento y el respeto hacia el otro. Al inicio decía que lo asistencial debe ser puesto en valor y que su valoración es directamente proporcional a las argumentaciones que construyamos sobre ello. Es necesario que podamos ver como un espacio de proyección en el que se dirimen demandas de redistribución a la luz de la idea de derechos y ciudadanía.
GRISELDA CARMEN FERRERO: Hola a todas y a todos. Algo no dicho hasta el momento, el agradecimiento por la posibilidad de participar en un evento con los alcances que éste nos ha brindado, básicamente por la organización, la convocatoria a colegas de muchísima más trayectoria y renombre que la que puedo tener yo, y fundamentalmente para quienes hemos transitado las aulas de las facultades en otras épocas la conmoción que me ha provocado compartir y ver el caudal de estudiantes haciendo un acto viviente de lo que es la participación, realmente eso me ha conmocionado (Aplausos). Durante todos estos días hemos estado intercambiando y compartiendo ideas centrales muy cercanas e inherentes a lo que es nuestra profesión, lo que no quiere decir que cuando volvamos mañana al plano de los trabajos vayamos con tranquilidad y sosiego, creo que vamos a ir un poco más inquietos de lo que llegamos a Paraná. En este recorrido un tanto maratónico, hemos atravesado cuestiones como derechos humanos, condiciones laborales e intervención profesional; lo que no es poca cosa para quienes estamos en un campo absolutamente particular y querido como es el campo del Trabajo Social. Y para poder conversar sobre esto, porque lo mío va a ser una conversación, me quiero presentar
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desde dónde lo voy a hacer. Soy una Trabajadora Social que ha tenido el privilegio de mancomunar y aunar dos espacios de intervención profesional absolutamente diferentes, con todos los cuestionamientos que el primero de ellos implica porque si se es docente no se interviene y cómo si es es docente académico no sos trabajador de campo. Bueno, tengo las dos aristas y me voy a parar para hablar... mediatizada la segunda de ellas a través de lo institucional educativo, lo institucional judicial y desde espacios centralizados de gobierno como son ministerios provinciales. Todos estos espacios, por supuesto, han sido elegidos y siempre desde lo estatal público. Por lo tanto mi lugar hoy es una representante que quizás quiero, mi anhelo es serlo, de una disciplina que para poder desempeñarse como tal articula permanentemente en todas las instancias mediadoras que le corresponde actuar, las tres dimensiones que ya creo que no tenemos dudas al respecto que deben estar presentes ante una intervención profesional, como lo son la dimensión teórica conceptual, la metodológica técnica, la ético política, y me animo siguiendo las ideas y los pasos de esa bisagra que nos marcó hace unos años Susana Cazzaniga, decir que está todo absolutamente transversalizado por la investigación. Los alcances de esta última dependerán de las instancias de la intervención en sí misma. Y desde estas tres dimensiones lo que hago, desde las intervenciones profesionales, es poder ubicar el punto de encuentro en esas grietas dentro de lo que es el mundo social y la complejidad del entramado social, el punto articulador que posibilita el proceso que se va a poner en marcha para una intervención profesional. Como una de las dos partes, porque tenemos del otro lado a los otros, los otros objetivados en instituciones, en diferentes tipos de actores sociales, sean estos individuales o grupales, con diferentes dependencias y con diferentes posicionamientos. Estas dos partes están acompañadas por dos elementos que son indispensables, considero, para cuando nos llega el momento de pensar una intervención profesional, de diseñar una intervención profesional, que son el tiempo y el espacio, el tiempo y el lugar, nada está dado porque sí, nada queda arbitrariamente librado al gusto y placer de quienes podemos intervenir, ni de quienes tienen sus propias percepciones y expectativas esperando la intervención. Es decir que al posicionarme para, en y para una intervención profesional lo hago desde la delimitación de un campo donde resulta entonces crucial identificar el punto de ubicación de esa probable intervención profesional y cómo desde allí se articularán las dimensiones constitutivas al campo profesional y las dimensiones que hacen a lo contextual, a la organización de vida cotidiana y a las percepciones y representaciones que aparecen desde el otro lado, que son las dos partes que conforman este proceso.
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Así las cosas, podemos pensar en viabilizar el conocimiento y la comprensión del todo, las mediaciones dadas a partir de las particularidades y los modos posibles de articular las aproximaciones entre estas dos partes teniendo en cuenta la valorización que de la misma se realice; es decir, el tipo de mirada, el tipo de perspectiva con la cual voy a trabajar, el tipo de participación a desarrollar junto en el involucramiento de las partes, pensando en esta concepción de participación que nos brinda Testa, que nos brinda Pichardo Muñiz, cuando lo hacen desde la consideración de un otro para la acción, pero previamente la participación y la consideración del otro desde la toma de decisiones para poder poner la acción en funcionamiento. Muy grandilocuentemente considero entonces que esto es una objetivación de la intervención profesional, donde a modo de dos caras de una misma moneda se conjugan los componentes de las matrices de relaciones que en la complejidad social se producen y permiten la producción y reproducción de la vida social de todos los actores miembros de una determinada sociedad. Vamos pensando hacia la posibilidad de la concreción en la construcción de un ciudadano libre y con derechos. Tomo aquí la concepción que nos brinda Fernández Soto relacionada con intervención profesional, cuando la denomina categoría compleja, porque la comprensión de esa categoría de intervención profesional implica desentrañar la matriz de relaciones sociales históricas en las que se inserta y sobre la que se actúa; es decir, que el accionar profesional está realizado por hombres y mujeres reales y concretos, reales y concretos, integrantes e integrados en una determinada sociedad, donde se despliegan las tramas complejas de relaciones sociales que producen y reproducen la vida social. Poca cosa, porque entonces vista así la intervención social es la posibilidad de interacción con un otro y que su constitución de ese otro, la constitución de ese otro contiene en sí mismo las construcciones estructurales objetivas y subjetivas. En las prácticas sociales complejas somos un todo cada uno y todos en conjunto. Por lo tanto, así entendida, la intervención profesional se aleja entonces desde la concepción de realidad inmediata, esto que nos dice: “se porta mal en el grado”, “la mamá no lo atiende”, “vive solo todo el día”, “está abandonado”, esto de la demanda inmediata, ¿no? Cuando lo pensamos desde el otro lugar las situaciones vemos que no siempre aparecen porque sí ni están dadas espontáneamente. Por lo tanto, no podemos pensar en la inmediatez sino que se trata de entenderlas como una construcción de partes donde la interacción entre las mismas se constituyen en el eje articulador que es la intervención en sí misma, marcando, como dice Rozas Pagaza, la particularidad de la intervención. Y en esa particularidad de la intervención se logra captar en claves teóricas y analíticas la ubicación justa de la intervención profesional al
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interior de los procesos sociales relacionalmente producidos con los actores y entre los actores que la protagonizan. En sintonía con estas ideas de intervención, cuando estamos en las intervenciones concretas, aparecen los tres interrogantes claves que hacen al ordenamiento que después nos llevarán al conjunto de lo que es el andamiaje teórico... metodológico instrumental, perdón. Entonces, allí tendremos que pensar sobre qué voy a trabajar, el cómo, el para qué. Y en el sobre qué vamos a retomar la primera dimensión de las mencionadas, donde el entramado, el entretejido dado por las relaciones y las relaciones de poder en un contexto mayor, establecidas entre los diferentes actores sociales, vuelvo a insistir, entendiéndolos a todos, entendiendo los objetivos y las necesidades de esos actores sociales al interior de una situación social determinada y puntual, nos va a permitir pensar que ese punto articulador identificado para el proceso de intervención
posibilitará la puesta en acto de la situación
concreta donde se harán visibles las tensiones generadas en los pares polares de inclusión – exclusión, igualdad – desigualdades, inherentes a la vida cotidiana de todos y de cada uno de los actores sociales, generados en las manifestaciones de la cuestión social. Lo que provoca determinado estado de conflictibilidad dado que ello implica revelar el recorrido y las trayectorias que conllevan situaciones no sólo de pobreza, desocupación, marginalidad; sino también conllevan dentro de estos pares polares de desigualdad, consideraciones reales y concretas acerca de las aceptaciones a los rechazos y los rechazos hacia las diferencias y por ende a la consideración de ciudadanía que se construya. No está librado al azar. La intervención profesional entonces no estaría enfocada, nunca lo he pensado así, sobre y hacia lo coyuntural; el foco de la intervención profesional tiene que estar puesto en desentrañar los alcances y los impactos que las manifestaciones de las tensiones explicitadas marcan y que esas marcas inscriptas en los diferentes actores sociales hacen a la aparición entonces, en forma de demandas, la acción de un otro, o bien vincularnos desde el marco profesional o desde el marco institucional. Me pareció interesante acá incluir la noción de plano, equivalente por allí a ámbitos, pero yo los ubico más como planos, porque pensando en ese punto de intersección para la intervención profesional
puedo
estar
ubicado,
posicionado
profesionalmente,
desde
diferentes
dependencias, instituciones, organizaciones, con diferentes posibilidades y estilos de organización y de estructuración, con rangos nacionales, provinciales, municipales, centralizadas, descentralizadas; por lo tanto los actores involucrados tendrían que poder dar cuenta de las mediaciones existentes entre las dos partes como para poder avanzar en la construcción de un diseño en común.
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Esta consideración en la intervención profesional de los Trabajadores Sociales no nos remite sólo a modos de hacer, sino a modos de ver la realidad en la magnitud y los alcances que lo relacional plantea de acuerdo a lo expresado por Teresita Matus, las dimensiones teóricas, metodológicas e instrumentales están estrechamente relacionadas con una concepción de sujeto, con una concepción de relaciones sociales y de sociedad que se diferencian de lo lineal y de lo obsecuente. Por lo tanto no estaríamos condenados a tomar posicionamiento entre un modo de intervenir desde una mirada de reproducción de lo instituido, sino tendríamos y tenemos la posibilidad de pensar una intervención profesional que resulte crítico hacia lo instituido. Aquí aparece el cómo lo vamos hacer por el conjunto de saberes, sean certificados, fundados, argumentados, que aparecen expresados en las acciones organizadas y legitimadas que se vinculan con modos o formas para el hacer. Aparece la dimensión constitutiva del campo disciplinal, eso forma parte del ser profesional; esto lo sostiene Susana (Cazzaniga) muy bien en su libro “Hilos y Nudos”. En la consideración de ambas dimensiones es donde se podrán establecer los andamiajes instrumentales a considerar para las estrategias futuras de la intervención profesional. De acuerdo al punto articulador en donde se ubique la intervención se moldeará este andamiaje donde va a otorgar y establecer la particularidad y la pertinencia al campo disciplinar, dado que del otro lado, o de la otra cara de la moneda se encuentran los otros, ellos que forman parte de esto, y que tendrían que tener, y que de hecho en ese camino estamos trabajando, voz y voto para estas intervenciones. En este sentido, entonces, aparece en este punto del andamiaje metodológico la perspectiva ideológica y la capacidad crítica, aquí es donde tiene que estar plasmada y tiene que poder considerar y construir. Donde los saberes de los otros además de visibilizarse tomen cuerpo, se hagan presentes, porque es aquí donde se retoman para su consideración, la dimensión teórica conceptual, la dimensión ético política junto con el contexto particular. Dimensiones estas que se incorporan al cuerpo específico del cómo entrelazándose con el para qué, y en el para qué con el cómo encontramos la conjugación de los objetivos profesionales y los objetivos de los demás actores sociales involucrados en el proceso total de intervención. Punto de encuentro, entonces, entre intervención profesional y los proyectos que como sociedad nos permitamos tener. La intervención profesional queda entonces emplazada, anclada, entramada en la red
de
relaciones sociales, donde se juegan y se disputan posiciones de poder, para lo cual es
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necesario mantener la rigurosidad en la mirada y en la perspectiva adoptada al momento de diseñar el andamiaje metodológico técnico para la concreción de la intervención profesional. Intervención profesional del trabajador social que deberá sustentarse, desde mi humilde perspectiva, en los cuatro elementos básicos que hacen a todo proceso de organización racionalmente delineada: estrategia, logística, táctica y técnica. Así entendida entonces, podemos aseverar con la rigurosidad que el tema amerita, que nos encontramos ante, o nos encontraríamos, o nos tendríamos que encontrar ante una intervención profesional del trabajo social, que además de marcar la particularidad de la disciplina, la estará reafirmando en su legitimidad. Nada más.
JOSÉ MARÍA ALBERDI: Bueno, gracias a los compañeros y compañeras organizadoras por esta invitación. Como son quince minutos vamos a tratar de hacer una lectura comentada. Pido como otras veces acompañamiento terapéutico, ya que delegamos cuestiones del trabajo social, las tercerizamos también, tercericemos el acompañamiento. El título es “trucos del oficio, arte, cultura y política en la intervención profesional”; bebida e agua; comida e pasto –cita frase en portugués Cada oficio tiene sus
trucos, el oficio del trabajo social no menos que la plomería o la
carpintería, oficios que por otro lado dedican gran parte de su tiempo a la reparación, pero ese es otro tema que le dedicaremos tiempo más tarde. En estos veinte minutos de un cierre de un congreso de Trabajo Social, Nac and Pop y latinoamericano, querría dedica el tiempo que nos tocó en suerte a valorizar, jerarquizar, poner en agenda, como se subraya en la política pública, de forma políticamente correcta. Uno de los trucos del oficio de la caja de herramientas del trabajo social, que de alguna manera está anticipado en el título de ponencia, y más provocativamente en el tema musical del grupo de rock brasilero Titãs, arte y cultura en la intervención profesional. Mi experiencia anfibia de trabajo en la universidad y en las políticas de Salud, me ha llevado a preferir en este tipo de situaciones los ejemplos a las definiciones generales, comparto entonces con ustedes una serie de relatos que espero sean poco salvajes, pero que espero contribuyan a renovar las energías utópicas y la defensa del oficio, que también pasa por una primer constatación, que la utilidad social de nuestro trabajo, reconocida en la idea del servicio público, necesariamente está a la defensiva.
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Primera intervención, Relato Salvaje; como todo concepto, el concepto de intervención tiene su grado de ambigüedad, su polivalencia estratégica. Hay intervenciones que se dicen humanitarias, hay intervenciones militares, hay intervenciones médicas, hay intervenciones sociales. Pero para hilar el primer relato vamos a revisar de forma muy breve el concepto de intervención en el campo del arte, que tiene una larga historia asociada a las vanguardias artísticas y que se puede resumir en intervenir de forma irruptiva, sacar el arte de los museos, tomar las calles y con justicia poética, el cielo por asalto. Y aquí el primer ejercicio de relato, del arte político, del viejo León Ferrari, y de otros; Tucumán Arde, que quiere argumentar a favor de otras interdisciplinas e indisciplinas en la caja de herramientas del trabajo social. Pero primero una breve introducción. En mis derivas, cuando realizaba lecturas sobre la reconceptualización en la Argentina, una pregunta, saben que trabajo en el campo de la salud mental, unas voces, una pregunta se me aparecía de forma insistente, era ¿Qué pasaba en los otros oficios, en las otras profesiones en tiempos de la reconceptualización? Y así, gradualmente, saliendo de cierto familiarismo profesional nos encontrábamos en el campo de la psicología con plataforma y documento; en el campo de la medicina con los colectivos de trabajadores de la Salud pública; los abogados del derecho alternativo; los curas del tercer mundo; los educadores populares de pedagogía de lo exprimido, pero un lugar menos transitado fue el campo del arte político. Y en este sentido, para tender puentes comparto con ustedes esta experiencia de intervención social y política desde el campo del arte, a partir de cómo la transmite el sociólogo y artista plástico Roberto Yakovi, más conocido por las letras de Virus. Escuchemos el relato de la experiencia de Tucumán Arde: hace mucho, mucho tiempo, mucho más del que me gustaría, en uno de esos años donde el mundo quiso salir de sus goznes, en mi 1968, en un país muy lejano, en el fin del mundo, un país que para los otros países casi no existe, un país que los demás países casi preferirían que no existieran, que paguen y se vayan sería la fórmula deseada, es decir, en la Argentina había un grupo de artistas que amaban sentirse la vanguardia de todo. Imaginar más allá de lo más imaginable. Se pusieron a hacer sus obras con palabras de transeúntes, recogidas en las calles o los loqueros, con noticias inventadas o publicadas en los diarios, con números de teléfono pegados en los baños públicos, incluso con relatos y proyectos de relatos. En ese país, gobernaban unos tiranos muy malos, aunque no tan malos como los que vinieron después, que habían empobrecido a los pobladores. Entonces, esos artistas decidieron que no
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podían seguir haciendo lo mismo, no podían seguir haciendo lo mismo que antes sino que debían dedicarse a diseñar nuevas formas de vida, por fuera de los museos, por fuera de las galerías y del mercado. Un día esos artistas fueron presos por protestar contra la censura de ciertos textos y allí los socorrió una federación de sindicatos, cuyos abogados los rescataron enseguida, y los artistas entonces sintieron que había llegado el momento de poner en práctica sus ideas y se pusieron al servicio, como se decía en ese entonces, de la clase obrera. En esta época había una clase llamada clase obrera, y no pobres, excluidos, necesitados, indigentes, etcétera, como sucede ahora. Así fue como pensaron colaborar con el programa de esa Confederación General del Trabajo, que en uno de sus puntos se proponía luchar en defensa de una pequeña y dictante provincia llamada Tucumán, donde se habían cerrado parcialmente los ingenios azucareros, los talleres ferroviarios, se maltrataba a los maestros y muchos niños padecían hambre. Así fue como armaron un plan de acción y propaganda destinada a la mayor cantidad de personas, destinada a que la mayor cantidad de personas se enterara de lo que estaba sucediendo en Tucumán, y que incluía el propio aprendizaje de los artistas que viajarían allí para investigar, testimoniar, registrar por medio del cine, la cultura, fotografía, grabaciones, material con el que luego harían unas grandes exhibiciones en los sindicatos y tratarían de influir sobre la opinión general. Sería una acción colectiva, sin autores individuales, que se extendería con el paso del tiempo, y cuya existencia sería principalmente mediática. Desde pintadas a mano y afiches, hasta las muestras y noticias de prensa. En ese momento, incluso para los artistas que participaron, dice Yakovi, semejante mezcla de investigación salvaje, campaña publicitaria y activismo cultural, era considerada una tarea por entero extra artística, para muchos era además una locura, o una estupidez. Todo ese proceso se llamaría “Tucumán Arde” y actualmente es considerada por la crítica y la historia del arte nacional como una pieza canónica del arte político. Obviamente, dice Yakovi, este micro relato que hago ahora también pertenece a la mitografía de la arte moderno con sus cenicientas convertidas en encantadoras princesas a través del mero transcurrir de la historia. Hipótesis contra fáctica, pensando en Yakovi, sus acciones, sus conceptos, sus escritos. Si fuera material de los talleres de trabajo social, no lo sacaría tal vez del aburrimiento políticamente correcto y del sentido común ilustrado. Segunda intervención Relato Salvaje; trucos del oficio, decía al principio, y en eso hay que hacer justicia al trabajo social. Frente a la hipótesis sobre el fin del modelo de asistencia y
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promoción, nos permitiríamos el buen uso de las controversias; primero porque participa del ADN del oficio, distintas fueron y son las fórmulas para salir de la ignorancia especializada, de la ejecución terminal de las políticas sociales, esa fórmula taylorista del servicio social crítico brasilero y permitirnos salir de esa ignorancia especializada y permitirnos derivas culturales y artísticas. Si bien la más de las veces los proyectos culturales, artísticos y artesanales a las que se suman las y los trabajadores sociales, son parte del trabajo extra institucional, entre la urgencia y el proyecto, diríamos, en distintos momentos de la historia de la profesión están presentes los cruces entre cultura, arte y política. Hagamos un recorrido esquemático y arbitrario. Desde distintos momentos de la historia del oficio, en distintas geografías. Por ejemplo James Addams, con Hull House, o las casas del trabajador inmigrante en que nacieron proyectos sociales, culturales y teatrales, en el que se participó de los debates sobre la inmigración y los problemas de las condiciones de vida y las condiciones urbanas, y el que se llevó también una lucha feminista y pacifista. Más ubicados en el tiempo, y más cerca de aquí, las experiencias entre teatrales y psicosociológicas del análisis institucional, de la psicología social, de la educación popular, entre Pichón Riviere y Paulo Freire, en las experiencias de las pedagogías y los teatros de lo oprimido, en las participaciones en las comunidades eclesiales de base, en las participaciones menores, pero participaciones en los movimientos de derechos humanos, en los movimientos de desocupados, en los movimientos sin tierra en Brasil, o también las más recientes, tal vez menos registradas en la biografía profesional y presentes en numeroso territorios. Bajo las fórmulas de las radios comunitarias, el arte urbano, las fiestas plebeyas, las misas ricoteras, la -no se entiende lo que dice – popular. Préstamos cruzados en que retornan los viejos conceptos y técnicas de la animación sociocultural, y las técnicas participativas de la participación popular, entre fórmulas más bancarias y fórmulas que sí tienen por objeto la producción sensible de la comunidad, dar carnadura a la idea de comunidad frente a la condena de solo ver junto con Berni y otros territorios. Distintas geografías, decíamos, una de las últimas formas que encontró el colectivo de trabajadoras sociales españolas para resistir el ajuste fue la Marea Naranja; escuchemos a los y las colegas españoles. La Marea Naranja es una campaña de protesta, ética y estética; corporativa y universal, por los recortes que se están llevando a cabo en las administraciones públicas y en los servicios sociales en España. Es marea porque cada vez somos más trabajadores quienes denunciamos que las políticas de recorte son cada vez más amplias; es naranja porque es el color elegido en
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las ropas y las banderas. Naranja, en las banderas de los pueblos originarios expresa la práctica cultural de la juventud, banderas naranjas, remeras naranjas para participar de las marchas, las concentraciones, los desahucios, con la consigna de orden, servicio social para todas y para todos. Recortes no, no te calles. El futuro de Europa es América latina. –Aplausos. Tercera intervención salvaje. Relato Salvaje. Hay plagio, hay plagio (risas) Arte y cultura en la caja de herramientas de la intervención profesional, en tercer lugar también como recurso para generar espacios públicos protegidos con el auxilio del arte, del teatro, la pintura, la cultura, las radios comunitarias para interpelar ciertas prácticas culturales hacia la pobreza y hacia nuestros colectivos desviantes largamente naturalizadas. ¿En cuántas experiencias en la cultura de las instituciones de la política social, presenciamos distintas formas de preconceptos, pequeñas tiranías y discriminación en el acceso y la utilización de los servicios públicos, que por otro lado, lo sabemos, perpetúan hábitos tradicionales, como decían las compañeras, de desvalorización de la población más pobre y distintas formas de racismo institucional. Sí, racismo institucional. En un congreso que hablamos de nuestro compromiso con los derechos humanos, cuántas veces podríamos confirmar en nuestros lugares de trabajo, la cultura de contra derechos que está instalada, y a veces no sólo a la retaguardia en donde no pocas veces los grupos más vulnerables, las mujeres jóvenes, la población negra, los ancianos, el lumpen proletariado, los desviantes, son víctimas de estigmas y preconceptos. La detención en las instituciones es, lo sabemos desde hace tiempo, por sobre todo, una relación social, que se da en una estructura de clase que impone sus efectos. Es la economía, es la política, no, es la cultura, efectivamente, no caeremos en la trampa de la justicia interruptus que tanto criticó la socióloga de izquierda norteamericana Nancy Fraser, y en este sentido, cuántas batallas culturales debemos emprender cotidianamente para que no se instale de forma cíclica, ante cada nueva política social de redistribución, o mejor dicho, para ser justo con los argumentos de la compañera, de reparación social, cada nueva política social, la Asignación Universal, el Progresar, la Moratoria Previsional, que no se instale en los argumentos cotidianos, la sospecha hacia los pobres, con dosis variadas, y lo digo sin mayores censuras, de sexismo, moralismo y racismo; o cuánto aparece según los ciclos económicos, representaciones sociales y no sólo en las clases medias, la tendencia a desconfiar, a no reconocer, a desconfiar, a esa categoría que se encuentra en la parte baja de la jerarquía social, y en la que se considera que, según lo escuchamos diariamente, perezosa y aprovechadora, tendencia que puede terminar en los casos extremos, argumentando a favor, a la manera del pago inductivista, culpando directamente a los desocupados y a los desafiliados.
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–AplausosEn este sentido, combatir estas representaciones sociales y culturales no es un tema menor, dicho mal y pronto, como el último Castel refiere que decía las cosas mal y pronto “un país estará menos dispuesto a desarrollar políticas sociales justas si son muchos los habitantes que consideran la pobreza como un problema que depende de la responsabilidad del individuo, y por el contrario, un país se verá animado a la hora de destinar medios para luchar contra la pobreza si sus habitantes ven en ese problema, el efecto de un sistema de injusticia que condena a los más despojados a un destino común.” Participando de estos últimos argumentos, reconstruir una vox pública con el auxilio de los movimientos culturales y sociales no es un tema menor para la profesión, no es trabajo extra-institucional, no es reproducir la fórmula binaria asistencia o promoción, sino generar una contribución a los sectores con los que trabajamos, en el sentido de la lucha por una política de inversión del estigma, por el reconocimiento y la redistribución, por formulas colectivas frente a la persistente individualización de lo social. Aparecen las voces. Cuarta intervención. Relato salvaje. ¿Pero de qué círculo virtuoso me estás hablando Alberdi, entre asistencia y promoción? Allá hay una compañera que reclamaría en algún lugar una panelista que ayer habló sobre condiciones de trabajo. Sí, es verdad, en mi defensa diría que este es un aporte más en el sentido de superación del modelo existente de asistencia y promoción, con fuerza la compañera me reclamaría el retorno de lo reprimido, la otra historia de la promoción social y cultural del trabajo social, las diversas formas de colonización cultural presentes en los trabajos de promoción de la salud, comunitaria, juvenil, a lo largo de nuestra historia, cuánto estuvo presente, y me auxilio en la compañera, en el trabajo sobre los otros, una idea de sujeto definido de acuerdo a los distintos momentos como atrasado, incompleto, a desarrollarse, a concientizarse, a capitalizarse. Pero esta idea de sujeto a ser intervenido, modificado, es la que sustentará la idea de tratamiento diferencial respecto de las categorías poblacionales, los no pobres. En parte tiene razón la compañera, pero sólo en parte. Vamos a partir para dos ficciones, un poco de humor, para bajar, en términos más tragicómicos, voy a contar una historia mínima, es una ficción pero hay piso de realidad, es verosímil, hay una grabación, dicen que unas trabajadoras sociales en el momento de la asignación universal, le propusieron a Cristina, no a Alicia, recuerden que Alicia estaba en otra cosa, en tiempos de la asignación universal, que estaban viendo las condicionalidades, y este grupo de trabajadoras sociales planteó que las condicionalidades que debería cumplir la población para acceder al beneficio, no era ir a la escuela, no era ir al centro de salud; ciudadanía era que deberían hacer un taller. Esa era la proposición. Estoy de acuerdo compañera. Ciertas promociones, entre
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comillas pueden constituirse en una trampa, hasta políticamente correcta, propuesta para los jóvenes en Rosario, que consideran que con un poco de serigrafía, un poco de economía solidaria y arte urbano, los jóvenes van a salir de la pobreza, o por lo menos de narcotráfico. Esta es la parte de humor negro. O también, la política de espectáculo, la asistencia de espectáculo, de la nueva filantropía de un cheto para mi país no, un techo para mi país. Y sus carnavales de viviendas berretas para los sectores populares. Quinta intervención. Penúltimo relato salvaje. Como últimamente mis colegas y mi familia, me pidieron que me corriera un poco del oficio, en parte para cuidar la salud mental de todos y todas, como saben por el primer relato, estoy siguiendo el tema del arte y la política en las vanguardias artísticas, y en ese sentido, como mi fuerte no es el arte, siempre lamentablemente para las compañeras, vuelvo al oficio. Quiero proponer una intervención, una performance en el sentido fuerte de la palabra, con una de las herramientas más tradicionales del colectivo profesional, el informe social. Pido que nuestro experto en la materia,.. Walter Ciruela, si está aquí, lo tenga en cuenta para la próxima publicación. ¿Cuál es mi propuesta? Es la siguiente, así con consignas, en dados territorios, en dadas comunidades, los y las trabajadores de salud, vivienda, educación, programas sociales, etcétera. Asesorados por artistas si son de vanguardia mejor, y abogados porque siempre es bueno consultar abogados para non terminar… los abogados del colegio son... Sí, sí, asistencia jurídica. En vez de sólo repetir informes sociales individuales y/o familiares, encerrados en los contextos y mandatos institucionales, cada cierto tiempo a definir por ese colectivo de profesionales, trabajadores, etcétera, harán un informe social colectivo, con matrículas incluidas de todos y todas, usarán las técnicas que contemporáneamente utilizaría hoy el colectivo de artistas del Tucumán Arde, para informar, denunciar y generar propuestas, para la mejora de las condiciones de vida del barrio, del colectivo, de usuarios y usuarias con las que trabajamos. Probablemente para parte de nuestros contemporáneos sería una locura, una estupidez, un delirio pequeño burgués, pero también nos permitiría poner en análisis institucional el sentido de nuestras prácticas y tal vez, sumara para que los territorios en los que trabajamos tengan derecho a la ciudad, derecho a dar visibilidad al conflicto por los derechos como diría Ranciere, a la exigencia de los incontables, por ser contados en la distribución, tanto de los bienes materiales como los simbólicos. Sexta intervención, último relato salvaje. Parte de mis tareas, soy muy mal crítico de cine pero voy a hacer mi recomendación, casi obvia, vean Relatos Salvajes, y para finalizar todos y todas estamos con Cicerón, más si la mesa la coordina Mirtha Legrand. Que no es el caso por suerte de esta mesa, carajo.
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ANDREA OLIVA: Hola. Gracias por la presentación, y me parece que faltó una publicación que quizás es como la más significativa que se llama “Trabajo Social y Lucha de Clases”. Los felicito a todos por estar acá, y nos felicitamos a nosotros mismos de haber llegado ya hacia el final de este encuentro y que se haya mantenido tanta gente, ¿no? Siendo ya una y veinte de la tarde. Tratando de resumir, que no es fácil para un trabajo en 15, 20 minutos, he pensado algunos puntos sobre todo para que cuando ustedes lleguen a sus lugares de trabajo les cuenten al resto qué escucharon en un congreso, las distintas ponencias, todo lo que uno se lleva, se lleven también interrogantes y cuestiones para pensar y compartir con los otros equipos de trabajo, con las agrupaciones estudiantiles, en ese sentido pensé en hablar de tres componentes teórico políticos, para analizar los procesos de intervención. Primero, hacía tiempo venimos planteando de hablar de procesos de intervención y no de intervención a secas, esta lógica de pensar la intervención justamente lleva mucho tiempo de producción teórica y varias décadas ya desde la reconceptualización, que se viene tratando de pensar de otra manera la intervención profesional, se trata de pensar que hay distintos actores, que esos actores, si uno piensa en los planteos que hacía el CELA, allá en la década de los ochenta, que empieza a plantear esta cuestión de usuario, institución, trabajador social, donde quizás hay muchas cosas que se pasaron de largo, de ese texto y no se retoman. Es muy interesante porque una de las cuestiones que salen a la luz cuando se habla de las condiciones de trabajo, de cuáles son las actividades cotidianas, tiene que ver con toda la gestión que se hace hacia la misma institución que es el lugar de trabajo, todo el tiempo que lleva justamente esa otra intervención, entre comillas, profesional, esta cuestión de estar involucrándonos en el problema objeto de intervención se decía en aquella época, en los años ochenta. Es decir, pensar el trabajador social como un equipo, no como un individuo, no tanto pensar en la profesión liberal, porque de hecho, si uno ve las cifras y ve toda la trayectoria histórica del trabajo social, somos una profesión eminentemente asalariada. El espacio de la profesión liberal es muy reducido, aunque sí tenemos esta tensión permanente entre una profesión con capacidad del ejercicio liberal pero como bien se explicó ayer, varias profesiones son las que cumplen cada vez más el trabajo asalariado. El trabajo social, históricamente, fue principalmente asalariado. En ese proceso de intervención entonces en el que decimos, no estamos solos con el usuario, y traía a colación esto de que ya hace casi cuatro décadas que se viene planteando esto, sin embargo, con qué teorías se va a sustentando este pensar la intervención y los procesos de intervención. Indudablemente hemos avanzado muchísimo en los últimos años producto de los distintos estudios sistemáticos, de maestrías, de doctorados, de distintos posgrados porque realmente
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requiere un trabajo sistemático, entender la intervención. La tenemos en la práctica cotidiana, pero eso es una forma de entenderla, se requiere entenderla estudiándola, poniéndola como objeto, y ahí vemos una cuestión problemática que les pido que lleven a los lugares de trabajo, y que tiene que ver con la técnica, con cómo se plantea y se sigue planteando esta cuestión de que hay técnicas, que hay cajas de herramientas. Entonces, ¿por qué no tratamos de pensar de alguna manera, qué es lo que subyace en realidad? ¿Qué lógica, qué forma de pensar subyace si estoy creyendo que existe algo que puedo aplicar, que puedo sacar de una caja de herramientas para ser usado? Una herramienta es algo que no se modifica, y ahí la cuestión es a qué se le llama herramientas o técnicas, porque no es que no usamos herramientas, las usamos, el problema es a qué se le llama herramientas, y ahí se dice indistintamente, técnicas o instrumentos o herramientas es la entrevista, el informe, entonces lo que trato de pensar es cómo hago eso. Otra cuestión es cómo se empieza a hablar de dimensiones, entonces hay una dimensión que tiene que ver con la técnica, inclusive la dimensión técnico operativa y la dimensión política que está en otro lado. Creo que tales dimensiones en realidad ocultan ciertas cuestiones que tienen que ver con el funcionamiento de la sociedad. Entonces, si pienso que hay algo que se aplica, estoy prácticamente pensando en que hay técnicas, que hay cuestiones que niegan las finalidades, y puede haber algo que yo hago y que aplico sin considerar las finalidades, y ahí es donde hay negación a la cuestión política que está inmersa en los procesos de intervención, y que no puede ser separada la finalidad de lo que hace un trabajador social. Piensen en lo que se hace en una entrevista, en una visita domiciliaria, nunca puede estar separada esa actividad, esa acción, de la finalidad con la que se está haciendo. Solo puede ser separada de esa finalidad en la medida en que se piensa que esa micro intervención está separada de las cuestiones estructurales; la cuestión estructural es una, pero nosotros intervenimos en lo micro, como si eso no tuviera nada que ver con la cuestión estructural. Y acá vienen entonces distintos posicionamientos políticos, hoy el trabajo social crítico parte de otro piso. Estamos en un congreso de la Federación, donde no creo que nadie considere que no está acuerdo con que el trabajo es un trabajo social crítico, si uno pregunta, eso no ocurría hace dos décadas atrás, cuando se trataba el contrario de plantear que había que tener un trabajo social crítico.
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Acá vienen las diferencias, estamos saliendo de un piso diferente, porque la dinámica de la sociedad es diferente, porque las luchas son las que van haciendo esta dinámica de la sociedad. Y entonces hoy estamos con un acuerdo, con un consenso de que la palabra crítica no está mal, pero en ese piso diferente vamos a tener diferencias políticas tanto para entender la intervención como para entender la sociedad. Podemos disentir en esto y es sano, creo que sea la sociedad que sea siempre va haber diferencias políticas, porque eso es lo que le da dinámica. Y cuando digo diferencias políticas, estoy hablando de cuando hablamos de la política de las convicciones, no cuando hablamos de la política del interés individual o del acomodo, o de los políticos como una profesión. De la política en términos de la convicción, de lo que nos mueve por cambiar esta sociedad, si es que estamos pensando todos en que el trabajo social crítico es la base, bueno, estamos pensando de alguna manera en cambiar la sociedad. Ahí vamos a disentir y el problema va a estar dado en, en una cuestión de base que tiene que ver en dónde nos posicionamos dentro de esa disputa de la sociedad si estamos pensando que en esta sociedad es posible una articulación entre las clases sociales, o si vamos a estar pensando que esa articulación de clases sociales es lo que va a estar generando que este sistema se reproduzca tal cual está, y que siga generando las injusticias que tenemos. Ese tema da para largo pero, bueno, ahí sacaron algunas banderas, ya quedó la roja nomás, sacaron las otras. Otro problema es con qué nos identificamos como trabajo social, como trabajadores sociales, ayer veíamos que en alguna de las ponencias se hablaba del deber ser, como si fuese posible retirar toda esta discusión política, no hay un solo deber ser, porque va a tener que ver con esos posicionamientos. Y eso enriquece, eso da la dinámica, creo que la profesión está muy viva en este sentido, está muy dinámica. Y en esa identidad, tiene que ver también con cómo entendemos el proceso histórico del trabajo social, por eso también hay una disputa ideológica actual en la reconstrucción de la historia del trabajo social, y en cuáles son los puntos de partida que tomamos, qué buscamos en la historia, que es lo que buscamos en la historia. En lo que a mí respecta he llegado a la historia yendo desde el presente, yendo desde, cómo se interviene, dónde se interviene hoy, cuáles son los espacios laborales, cómo se trabaja, cuáles son las prestaciones. Para ir hacia atrás en la historia; no ha sido un interés desde un primer momento recuperar la historia, pero cuando uno trata de entender el presente indudablemente recuperar la historia es fundamental para esto.
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Y ahí entonces encontramos distintos posicionamientos en esa búsqueda. En esa reconstrucción había llegado de alguna manera a encontrar los elementos que en Argentina hicieron la construcción de un espacio socio ocupacional que está cumpliendo noventa años, de la década de 1920, porque la formación empieza en la década de 1920 en Argentina. Cuando uno ve por qué aparece la profesión, por qué empieza ese espacio ocupacional, lo que encuentra como respuestas si uno mira la dinámica de la sociedad, las luchas que se fueron dando, cómo se trató de resolver las necesidades sociales va encontrando entonces que nuestro espacio ocupacional son respuestas que se fueron dando a esas luchas. Se menciona mucho la cuestión social, pero quisiera darle un sentido porque cuestión social tiene que ver con las luchas sociales, tiene que ver con cómo la clase trabajadora se organizó, empezó a reclamar y pone sobre la sociedad justamente la responsabilidad de lo que es la cobertura de las necesidades, por eso es cuestión social y no individual. En ese sentido me parece importantísimo recuperar esta cuestión de las demandas colectivas que generan que el Estado tenga que dar una respuesta para frenarlas. Y ahí aparece cómo esas respuestas son fragmentadas, cómo en realidad la clase trabajadora cuando se empieza a constituir como clase y que sigue existiendo por cierto, y que seguimos siempre con nuevas organizaciones y con nuevas formas de enfrentar para mejorar las condiciones de vida. Esas demanda colectiva pasa a ser las prestaciones de las instituciones como financiamiento público, las cuales son el principal motivo que a través de todo este tiempo uno sigue viendo que tiene una permanencia, tiene una permanencia esta tensión, entre las demandas colectivas y lo que es la fragmentación que se produce en las instituciones para dar respuestas siempre individualizadas, lo más Individualizadas posible, y ahí se presenta una tensión para el trabajo social, en la intervención, todo ese esfuerzo que hacen todos los profesionales todos los días por articular los recursos, por articular entre servicios, por ver cómo se puede articular entre programas, esta articulación, no siempre tan trabajosa que se hace, que lleva tanto tiempo, tiene que ver con esta cuestión estructural de cómo de base aparecen estas prestaciones. Y yo hablo de prestaciones y no estoy diciendo política social porque política social, que entre paréntesis es política económica, la política social incluye todo, la política social tiene que ver con nuestras condiciones de trabajo también; tiene que ver con las condiciones de trabajo de los otros profesionales;
tiene que ver
con todo lo que está
disponible para la atención de la salud, de la educación, en fin, de la vivienda. Nos encontramos con estas prestaciones fragmentadas, esto no lo ha cambiado ningún Gobierno, por eso es un problema estructural, porque es la forma de respuesta que tiene el Estado en sus distintos modos y regímenes políticos, sigue manteniendo esta lógica de la
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fragmentación de las prestaciones. Y eso sí genera indudablemente una tensión que les pediría que traten de identificar todo el tiempo que les lleva ese trabajo, ese enfrentamiento a esta cuestión. La otra cuestión que tiene que ver directamente con ésta, es cuál es el horizonte de nuestra intervención. Si decimos la vida cotidiana sobre la que el trabajo social, originariamente y en toda su trayectoria interviene sobre los problemas de la vida cotidiana, si decimos ese horizonte de intervención es una vida cotidiana que la tenemos que ubicar en una sociedad determinada. Cómo entendemos la vida cotidiana, cómo entendemos nuestra vida cotidiana, cómo entendemos la vida cotidiana de los sujetos con los cuales trabajamos, sean nuestros compañeros de trabajo, sean los usuarios de las instituciones. (¿a nadie le pasaron papelito, no?, gracias. Yo me estoy midiendo el tiempo, ¿estoy tardando mucho?) La vida cotidiana, con todo el elemento heterogéneo que tiene y cada uno de nosotros sabe en su propia historia, en el compartir en el día a día, sea en la reproducción en su propia casa, o en el compartir en el lugar de trabajo. Cómo hay distintas formas de pensar cada cosa de lo que hacemos, desde cómo nos vestimos, lo que comemos, todo, todo nos lleva a esta cuestión de gran diversidad que es la humanidad, y que es lo que nos hace sujetos dentro de esta sociedad, aunque todos nos vestimos con la ropa que compramos, que produce la sociedad y cada uno va buscando dentro de esa heterogeneidad su forma de comer, de vestirse, de lo que sea. Fíjense cómo está atravesada la cuestión de clases social sobre la vida cotidiana, porque mientras las prestaciones de las instituciones se piensan en una forma bien homogénea, o sea, cuanto más se encuadra, ya sea la cuestión de la alimentación hasta la vivienda, lo que quieran, todo tiende a ser predefinido, la política tiende a predefinir, acá se tiene que encuadrar tal rango de edades para otorgar tales cuestiones. En el otro extremo de las clases sociales, de las más altas, qué es lo que se ofrece para la vida cotidiana, la exclusividad, todos los modelos exclusivos, las joyerías exclusivas, ahí nombraron a Mirta Legrand que siempre pone el acento en la exclusividad, de de las propagandas que hace, diseños exclusivos, y esa exclusividad justamente es la que nos marca la necesidad de los seres humanos de tener ciertas cuestiones que sea exclusivas. Fíjense la tensión que hay en eso, en la intervención profesional, porque el ser humano quiere esa exclusividad, ahora, en esta sociedad dividida en clases, esa exclusividad está solo para una pequeña elite, no es que se niega a la exclusividad, la exclusividad está negada para el
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pobre. Y en esa tensión es donde se presenta, ayer hablaban de estos problemas de salud mental, cómo no va haber problemas de salud mental en ese trabajo cotidiano, por supuesto que sí, porque nos estamos enfrentando todos los días a los problemas estructurales, entonces cuando uno plantea intervenimos en lo micro, ese intervenir en lo micro tiene que ver con cómo está esta sociedad organizada, no está separada lo micro de lo macro. La otra cuestión del horizonte que nos plantea distintos posicionamientos políticos, en todos los sectores y en todas las agrupaciones si quieren, vamos a tener diferencias en esta cuestión de cómo planteamos el horizonte. Y quiero plantear una preocupación de algo que vengo escuchando y que se plantea, bueno, el trabajo social crítico, todos somos trabajo social crítico, pero algún día va a llegar ese cambio, mientras tanto nosotros tenemos que trabajar en lo que tenemos. Entonces, reformulémosnos también qué es ser hoy conservador; cuál es el conservadurismo en la actualidad. Esto nos diferencia en este sentido, y que es para lo que pensamos que el horizonte no viene hacia nosotros, nosotros tenemos que caminar hacia el horizonte porque si no, no va a llegar nunca. Si creemos que ese horizonte no va a venir hacia nosotros, sino nosotros tenemos que buscarlo, hay distintas formas en esa búsqueda, en ese caminar y esto tiene que ver con las diferencias políticas de las que hablábamos al principio, y diferencias teórico – políticas, por eso estoy planteando los componentes teórico-políticos, y no dimensiones separadas entre lo técnico, lo político, lo teórico, todo como cuestiones separadas. Me parece que es cuestión a guardar y a pensar. Dentro de la sociedad capitalista, y cuando se dice capitalista a alguna gente le pesa, pero por qué otra vez hablan del capitalismo, porque el capitalismo es lo que tenemos todos los días, entonces acá me parece importante pensar en que hay quienes estamos pensando que hay que superar esta sociedad capitalista. Solo los cambios reales en la vida cotidiana van a poder realizarse en la medida en que nosotros caminemos hacia un horizonte, que es la emancipación humana. Gracias.
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