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A P REN D ER A HAB L A R EN FAM ILI A

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Dermatitis

Dermatitis

Aveces parece que no hay tiempo para sentarse y discutir con calma, sobre los temas que interesan a todos.

Resulta necesario el arte del diálogo. Es necesario separar un tiempo especial y actitud de escucha; hace falta abrir un buen espacio en el propio tiempo para simplemente, ponerse en actitud de escucha: alguien me abre su corazón, su vida, sus angustias y sus esperanzas. Me interesa lo que dice porque me interesa lo que es, lo que sueña, lo que ama.

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La segunda condición resulta igualmente básica, pero un poco más difícil. Conversar significa que escucho a alguien que me dice algo, o que hablo ante alguien que me escucha. Muchos silencios en familia nacen de la triste realidad del no sé qué decir a los míos. Esto puede tener dos causas: o los míos no se interesan para nada de mí o yo pienso que soy tan pobre humanamente que no puedo decir nada nuevo.

¡Los temas pueden ser tan variados! Los papás cuentan a los hijos una película que acaban de ver, o un viaje interesante que hicieron de jóvenes, o la historia del abuelo o de la abuela, esos ancianos que también tienen mucho que decir en el mundo familiar. Mientras los hijos podrán también enriquecer a los demás con las aventuras de la escuela, o un accidente en el juego, o el encuentro por la calle con un misterioso señor de barbas largas que anda todos los días con un carrito ruidoso entre las palomas de la plaza mayor...

Cada persona es un libro de experiencias y consejos que pueden servir a todos. También los jóvenes exponen interesantes reflexiones que dan mucho que pensar por el radicalismo y el anhelo de justicia, que es propio de quien empieza a asomarse al mundo de los adultos, pero también puede manifestar la necesidad de una palabra de aliento a la hora de escoger una carrera, de optar por un trabajo, de iniciar a salir con un chico o una chica que quizá mañana podrá ser el esposo o la esposa para siempre...

Al dialogar en familia se ganará mucho en la cuenta del amor familiar.

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