3 minute read

El Público

Un buen aficionado no va sólo a divertirse a la plaza. Asiste, sobre todo, a emocionarse, a apreciar el arte y la capacidad del torero, así como las características del toro, encontrando en ello un verdadero disfrute cuando los dos se funden en una gran faena. En este sentido, la emoción que produce el arte del toreo suele ser indescriptible, una magia especial.

La corrida de toros no es una representación ensayada, por lo tanto, no ofrece garantías de brillantez o de éxito. Es un espectáculo en el que al menos uno de los actores principales, el toro, es siempre distinto e impredecible, no conoce el guión ni es consciente de lo que le rodea. Por eso resulta absolutamente imposible anticipar lo que va a suceder y la forma en que sucederá, pues el torero hace el libreto sobre la marcha en relación con las características del burel, su coprotagonista. Cabe agregar que este actor es bravo, que desea atacar o matar para defender su vida y sus intenciones son verdaderas, no actuadas. Es ante todas estas adversidades como el torero debe crear arte. Quien entre a una plaza de toros sin ser consciente de esto, se ha equivocado de espectáculo.

Tratándose de toros y toreros, en muchas ocasiones el público es un juez que dicta sentencia sin conocimiento de causa. Es como si el trabajo de un doctor fuera juzgado por alguien que ni siquiera estudió enfermería y que calificara el resultado sin considerar la gravedad del paciente. Peor aún, los protagonistas de la Fiesta Brava son juzgados por el público sin derecho de réplica.

Aunque las corridas continúan en el gusto de un número muy respetable de personas, lo cierto es que no son tan populares como otros espectáculos, por lo que sus reglas y fundamentos están lejos de resultar accesibles para la mayoría. Al menos, no en México. Esta situación permite a quienes se precian de su afición, y en ocasiones sobrevaloran sus conocimientos al respecto, la oportunidad de hablar de un tema que casi siempre desconocen

en profundidad, aunque en ello no haya mala intención. Muchos aficionados, incluso taurinos de cepa, verdaderamente creen que saben todo lo que hay que saber sobre toros, pero ignoran que lo que desconocen es mucho más. A fuerza de ver, durante mucho tiempo quizá, los toros desde la barrera, se consideran entendidos y juzgan duramente a toros y toreros, a cuadrillas enteras, sin argumentos reales o bien documentados

En gran medida, los abucheos dentro de una plaza de toros tienen su origen en el ánimo del público o en juicios instantáneos más que en la observación escrupulosa de una faena o de las condiciones de un burel. Estas descalificaciones resultan más dañinas para las corridas de toros que todas las acciones conjuntas de los grupos antitaurinos. En términos futbolísticos, podríamos decir que son un autogol.

Cuando la afición descalifica con ligereza no hace más que manifestar su ignorancia respecto a la labor, dedicación y hasta sacrificios económicos de los toreros y de los criadores de toros de lidia. Pocos saben lo que hay detrás de los cuatro o cinco años de edad de un toro cuando sale a la plaza, todo el trabajo y el empeño que ganaderos, caporales y vaqueros ponen para que sus animales den un buen juego en las plazas.

Me atrevo a decir que la mayoría de los ganaderos crían toros únicamente por su desmedida afición a la Fiesta, pues normalmente pierden grandes cantidades de dinero en el afán de que ésta continúe. Las satisfacciones que buscan no son económicas, en su gran mayoría, sino de índole personal, de esas que alimentan el espíritu.

Por razones económicas, muchos empresarios, ganaderos y toreros mexicanos piensan constantemente en dejar de trabajar por la tauromaquia para dedicar su tiempo y su dinero a algo más lucrativo, por lo que un abucheo injusto puede ser la gota que derrame el vaso. Si algún matador joven se retira o un criador manda su ganado al rastro se está coartando el sostenimiento y el crecimiento de nuestra tauromaquia.

Respecto a los toreros y sus cuadrillas, el pago que reciben en México no es cuantioso, sobre todo si se toma en cuenta el ries

go que corren. En la Fiesta Brava las cosas se hacen por el amor que todos le profesan. Sin embargo, estoy convencido de que el público y los comentaristas, siempre con conocimiento de causa, pueden y deben pronunciarse en contra de aspectos negativos evidentes, como puede ser la falta de edad o trapío de un toro, o el poco profesionalismo que pueda llegar a manifestar cualquier actor del espectáculo, pues de lo contrario éste corre riesgo de perder su calidad.

This article is from: