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CONSIDERACIONES FINALES
• SÉPTIMA PARTE • COnsiDERACiOnEs FinALEs
Los toreros aseguran que el noventa por ciento de su valor delante del toro lo aporta el conocimiento de las técnicas de la lidia, sin las cuales la creación de su arte sería imposible. En cambio, la mayoría de los aficionados acudimos a los tendidos de las plazas sin conocerlas ni apreciarlas, aunque sean la base del espectáculo del que disfrutamos.
Además de los expuestos anteriormente, existen muchos otros recursos lidiadores que no se mencionan en este libro -por falta de espacio o porque en lo personal los desconozco- y que han sido desarrollados y transmitidos por generaciones de matadores, banderilleros, picadores y otros protagonistas de la Fiesta Brava. Estoy seguro de que todas esas técnicas, consciente o intuitivamente, se sustentan en la teoría que propongo: que el toro se comporta en la plaza como si estuviera peleando en el campo, con depredadores o con sus propios hermanos, y que, por lo tanto, para resolver tan compleja situación y manejarla a su conveniencia, el torero debe hacerle creer que la muleta o el capote son animales que pretenden atacarle.
Teniendo todo esto en cuenta, el buen planteamiento estratégico de las faenas es un aspecto fundamental que ha de estudiar todo matador que aspire al triunfo. Además, tanto por su lucimiento como por su integridad física, ha de hacerlo en pocos segundos y ante la presión que suponen la amenaza del toro y su desempeño ante el público. Y no solo eso, sino que a lo largo de la lidia habrá de modificar su estrategia cuantas veces sea necesario. L
Sirva esta información para valorar los años de preparación, los conocimientos y la experiencia de los matadores de toros, así como para tener criterios más justos a la hora de analizar su actuación o las características de un determinado burel.
Cada torero va encontrando su propia manera de interpretar, aplicar y combinar esas técnicas con los datos que le da la práctica. Solo a partir de ese conocimiento adquirido con los años es como puede desarrollar su personal estilo y la capacidad de crear arte de su oficio, hasta llegar al punto en el que aplica la sabiduría que le aportan la experiencia y la práctica de manera intuitiva, dejando que sea casi su subconsciente el que toree.
Considero que las escuelas taurinas deberían enseñar a los prospectos en el siguiente orden cronológico:
• Explicarles que el comportamiento del toro será el mismo en el campo que en el ruedo y que responderá atacando a lo que intuye que es un depredador, por lo que el tipo de su embestida estará directamente relacionado con los movimientos de ese supuesto depredador.
• Hacerles practicar el toreo clásico de salón hasta que se dominen sus movimientos de forma inconsciente.
• Entrenar con una persona que embista imitando el comportamiento de toros de las diferentes condiciones explicadas en este libro -equivocadamente se suele hacer como si se tratara del toro perfecto- para que el aspirante asimile las complejas estrategias que habrá de utilizar cuando se enfrente a un animal de lidia y las pueda ejecutar sin tener apenas que pensarlas, tal y como lo hace un malabarista al ejecutar su acto.
• Iniciar el toreo real en el ruedo enfrentando al alumno con becerras pequeñas e ir aumentando el tamaño de los animales conforme se vayan dominando las diferentes técnicas de lidia.
Me parece muy difícil enseñar a torear pretendiendo que el aprendiz sepa de memoria cada una de las técnicas sin entender el porqué de ellas. Estoy seguro de que si al aspirante a torero se le explica que los engaños deben moverse simulando un depredador y que la reacción del toro dependerá de cómo éste lo acose, su aprendizaje será más rápido e indeleble. Podrá asimilar y aplicar la técnica haciendo un planteamiento lógico, pues la teoría del depredador aporta un contexto que aclara la situación de cada uno de los actores de la lidia y permite al torero entender mejor a su enemigo, así como probarlo y medirlo. Según Ebbinghaus, “resulta muy difícil guardar en la memoria los conceptos que no se pueden entender”.
En su libro Porqué Morante, Paco Aguado hace los siguientes comentarios, que me parecen muy pertinentes para complementar la parte técnica del presente trabajo:
El conocimiento del comportamiento de los toros, de sus terrenos y sus querencias, y de las soluciones aplicables en cada momento, sigue siendo el sustento del buen desarrollo de las faenas (…) En el fondo, el verdadero sentido del toreo es hacer poesía de la prosa del oficio, sin centrar el espectáculo en una ‘técnica’ que ha de quedar oculta, sin que los medios sean más importantes que el fin (…) Pero tanto se habla ahora de técnica que, aun siendo importante para dominar los muchos registros que impone el toro de hoy, los jóvenes toreros se dejan llevar más de la cuenta por esa preocupación, dejando a un lado el fondo de su expresividad.
Es así como el escritor español viene a reafirmar lo ya expuesto aquí: que se puede tener técnica sin arte, pero no se puede tener arte sin técnica. Y que la diferencia entre los toreros se expresa no a través de las estrategias de la lidia sino del estilo propio que cada uno de ellos imprime a sus faenas.
Espero que este trabajo amplíe el entendimiento del lector sobre el toro bravo y los recursos del torero, que normalmente son
imperceptibles para el aficionado común. Mi deseo es que después de su lectura el espectador, incluso aquel que tenga décadas asistiendo a corridas de toros, pueda analizarlas de manera más intensa y que esto le aporte un elemento más de gozo.
Y es que debido a la falta de conocimientos profundos sobre la técnica de la tauromaquia, los espectadores abucheamos y los periodistas critican muchas veces injustamente a toros, toreros, picadores, subalternos y ganaderos, que son la esencia de la Fiesta que decimos defender. Esas protestas, cuando son infundadas, son más dañinas para el espectáculo que las que vienen del exterior del mundo taurino.
Cuanto más aprendo y descubro del tema, más consciente soy de que detrás del valor y del arte que vemos en las plazas hay miles de normas de lidia, aprendidas y utilizadas por los toreros tras muchos años de dedicación, así como pérdidas económicas y esfuerzos de los ganaderos para criar toros de lidia y grandes riesgos financieros de los empresarios que organizan las corridas. Todos ellos, incluyendo a picadores, subalternos y periodistas taurinos merecen nuestro respeto y agradecimiento por conservar una de las tradiciones más bellas de nuestra cultura.
En cuanto a mi teoría del depredador, espero que sea analizada con seriedad y sin prejuicios por los expertos en el tema, y que su análisis, a su vez, provoque mayores y mejores investigaciones sobre el comportamiento en el ruedo de este estupendo animal.