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Recursos universales
Hasta ahora hemos visto técnicas y recursos específicos dependiendo del variado y variable comportamiento de las reses de lidia, con ofensiva bravura o defensiva mansedumbre. Pero, más allá de las distintas particularidades de cada astado, existen ciertas pautas aplicables a la generalidad de toros como recursos universales que a continuación se abordan.
•Los toros que se muestran bravucones en los corrales, aquellos que se arrancan o amagan con un embestir nervioso y amenazante, suelen mostrar muy rápidamente su falsa bravura cuando salen al ruedo y se ven solos. Es por eso por lo que los apoderados de los toreros prefieren los astados que se muestran más confiados y tranquilos durante su apartado y enchiqueramiento, ya que es más probable que sean los que desarrollen la verdadera bravura y faciliten el lucimiento del matador. Siempre será menos complejo, aunque no menos exigente, lidiar un toro bravo que otro al que le falte casta, que “pensará” más si su objetivo debe ser el engaño o si hay algo más a lo que debe embestir, aumentando así el riesgo de percance.
•De entre la amplia variedad de morfologías que presentan los toros, los toreros gustan más de aquellos con manos cortas y cuello largo y descolgado, es decir, con el arranque del testuz bajo el lomo. Los animales con este fenotipo normalmente presentan una conducta muy apta para el lucimiento porque su estructura facilita que se muevan con pasos cortos y una embestida humillada.
•Cuando sale al ruedo, el toro se comporta como cualquier otro bovino, es decir, se siente presa, por lo que en principio evitará pasar entre el engaño -un depredador- y la barrera para evitar caer en una trampa o sentirse acorralado. En consecuencia, por puro instinto animal, en los primeros capotazos busca abrirse
hacia al centro de la plaza -todavía intenta escapar- por lo que resulta fundamental que el torero los instrumente dando la espalda a las tablas y pasando al toro hacia el centro del ruedo. De lo contrario, podría ser arrollado. Es a medida que avanza la lidia cuando el astado va enterándose de que no tiene salida y de que ha de usar su bravura genética para aplicar su mejor defensa que es el ataque (video 52)*.
•Al principio de la lidia con el capote o de la faena de muleta es conveniente que el torero, ocultándose tras el engaño, corra hacia atrás y a favor del viaje del toro para que éste crea que el enemigo huye ante su ataque y tome una mayor confianza durante la pelea. Generalmente, esta práctica se traducirá luego en un mayor recorrido de las embestidas, pues el animal intuirá que el depredador al que persigue corre -huye- en línea recta y que persistirá en ese comportamiento.
Por el contrario, cuando inicialmente se le lidia con pases de corto recorrido y desplazando con ligereza la muleta o el capote tras la pierna de salida del torero -lo que se conoce como “recortar las embestidas”- el toro aprecia que el depredador gira inmediatamente en su huida, lo que derivará en el consiguiente acortamiento del recorrido de sus ataques, desluciendo o haciendo más peligrosa la lidia.
En ese sentido, hay toreros que consideran que no importa qué tan bonita se inicia la faena sino cómo termina, por lo que prefieren ir “construyendo” las embestidas con un sentido práctico, aun sacrificando el lucimiento inicial (video 55)*.
•Al citar al toro para el primer pase de cada tanda la muleta no debe estar muy despegada del piso, para que el animal no vea los pies del torero. Es preferible que solamente vea tela para evitar darle otras opciones a su embestida. Sin embargo, hay ciertas excepciones. Por ejemplo, si se le cita de lejos se puede, y a veces se debe, poner la muleta levantada, pero a medida que el toro vaya llegando a donde está el torero, éste deberá moverla gradualmente
hacia abajo y en dirección al pitón contrario, para que el burel se abra, y hacia atrás, para consumar el pase (video 47)*.
•El toro siempre embiste hacia el objetivo más cercano,
de manera que si el torero le adelanta la suerte -si inicia el pase antes de tiempo- le estará retirando el engaño de la cara y dejará su cuerpo más próximo al campo de visión del astado, con lo que se convertirá en un objetivo más accesible.
En el caso opuesto, si la suerte se atrasa -si se tarda en deslizar la tela- el toro tropezará con el engaño y, al sentir que ya alcanzó al depredador, comenzará a soltar derrotes, descompondrá su embestida y se detendrá a la mitad del pase. De ahí que sea tan importante mantener el capote o la muleta a la distancia precisa para que el toro sienta que siempre está a punto de llegar a su objetivo. Solo así reducirá su velocidad para soltar la cornada, aunque, al deslizarse el engaño, nunca llegue a hacerlo.
Es gracias a este control, este pulso del torero para mantener la distancia precisa entre los pitones y la tela, como creo que se logra el temple. A mi juicio, el temple es un asunto de alturas y distancias que determinan la velocidad del toro y, por lo tanto, del pase. El temple y la suavidad mejoran al toro bueno y pueden corregir al malo (video 56)*.
•Como dije, una de las reglas fundamentales a la hora de citar al toro al inicio de una tanda de muletazos es dar al menos un paso hacia el pitón contrario, para que el animal crea que el engaño -depredador- se desplaza para ese lado y así se abra a los vuelos del capote o a la parte exterior de la muleta. En los siguientes pases, por lo general, no será necesario repetir este gesto porque el astado ya irá más concentrado en el objetivo. Sin embargo, es conveniente que la tela se mueva hacia el pitón contrario al iniciar cada pase o lance.
También es recomendable que, antes de citar, el toro vea que el engaño avanza hacia el lado por donde el torero pretende dar el pase. Un ejemplo clásico es cuando se desea hacer una arruci
na después de concluir un derechazo. El torero deberá esperar a que el toro voltee y vea la muleta para, a partir de ese momento, pasársela a la espalda y sacar el pico del engaño por el lado por el que se resuelve el pase, con el objeto de que el astado vea que el depredador se oculta detrás de algo y que avanza hacia el lado izquierdo del torero y trate de cazarlo por ahí. Si el lidiador ejecuta este procedimiento sin que el toro haya volteado la cara, entonces se meterá en problemas.
Igualmente es aconsejable que el torero se coloque, cuando menos, al hilo del pitón más próximo, porque de hacerlo más atrás se quedará “atravesado”, como se dice en el lenguaje taurino, y el toro, al iniciar la arrancada con la pata delantera más cercana al hombre, se ceñirá a su cuerpo aumentando el peligro.
•Se debe lidiar siempre mirando a los ojos del toro, no a sus pitones, para constatar si mantiene la vista en la muleta o en el capote y así iniciar el pase con cierta confianza. Cuando el toro mira al torero hay que mover y hacer oscilar el engaño, preferentemente por atrás del cuerpo, hasta hacer que el astado cambie de objetivo.
Lo más común es que, en el transcurso de la lidia, los toros se fijen cada vez más en el torero, pues, al no conseguir su propósito de atrapar al depredador, van desengañándose paulatinamente. Cuando esta situación se vuelve más evidente, el torero debe exagerar todos sus recursos, por ejemplo, no sólo dar un paso adelante en el cite sino también un fuerte pisotón al tiempo, para que el animal se abra más al intuir nuevamente que el objetivo que está persiguiendo va a desplazarse de manera brusca hacia el pitón que está más alejado del torero.
•Es necesario mencionar nuevamente que por la manera en la que se ejecutan la mayoría de los pases y lances, el toro se arranca a los cites adelantando primero la pata delantera contraria al lidiador, pero, y esto es muy importante, en la parte final normalmente cambia su apoyo a la otra, ya que el engaño también varía de dirección hacia el lado del torero para la preparación del siguiente embroque.
Así es como, pase a pase, el toro va aprendiendo que el depredador que persigue siempre lleva a cabo ese viraje, por lo que, como consecuencia, cada vez se ciñe más en sus embestidas hasta acabar forzando al torero a expulsarle hacia afuera en el pase de remate. Con los toros que más acusan este resabio conviene ir alternando el toreo por uno y otro pitón para volver a engañarles.
Este “entendimiento” que adquieren durante la faena es por lo que los toros solo se pueden lidiar una vez. Si un torero se enfrenta a un astado previamente toreado, las técnicas habituales dejan de ser válidas, pues el animal ya sabe que abriendo sus embestidas no logrará el objetivo de dañar a su enemigo y optará por cargar contra el torero. Es por esta razón por lo que, al contrario de lo que la gente piensa, a los toros no se les entrena para ser toreados. Solo se torean una vez en su vida.
Por este mismo motivo es imprescindible que la muerte del toro sea pública, porque solo así se garantiza que el animal se lidie una única vez, con la afición como testigo. De lo contrario, si el toro vuelve a ser toreado, el nuevo torero que se le enfrente estará condenado a sufrir una lesión, o incluso la muerte, pues el burel ya habrá aprendido que su objetivo debe ser el torero y no el engaño.
Hago un pequeño paréntesis para comentar que sobre el tema del “aprendizaje” de los animales de lidia tengo la idea, no comprobada, de que cuando se les torea por primera vez, al término de la faena buscan embestir al torero, pero aún se pueden torear. Sin embargo, si ese mismo animal se manda a los corrales y se torea días después, sale embistiendo directamente al torero. Si esto fuera así, significaría que existe algún tipo de “razonamiento lento” o de memoria de reconocimiento en estos animales.
•Hay que hacer que el toro vea al engaño y a quien lo maneja como una sola figura, un solo objetivo. Esto lo logra el torero ocultando levemente su cuerpo con la tela, por ejemplo, tapando sus piernas con la parte posterior de la muleta, tal como si fuera una prolongación de sí mismo y sin despegarla hasta el momento mismo del embroque (video 49)*.
Al citar con la muleta muy separada del cuerpo, un error de principiantes, el toro, por su limitado ángulo de visión hacia arriba, puede apreciar dos objetivos -depredadores- diferentes, con lo que se le ofrece la peligrosa opción de elegir entre torero y engaño, lo que implica un cincuenta por ciento de probabilidades de que se produzca un percance (video 50)*.
•Es conveniente usar la voz en el cite y en el acompañamiento de los pases, en tanto que, como se explicó, eso ayuda al matador a burlar al toro haciéndole creer que el depredador con el que está peleando emite sonidos, situación que, repito, le resulta natural (video 48)*.
•Un cite o un toque violento provoca una embestida vio
lenta, especialmente si el toro tiene genio o temperamento. Cuando se cita tocando fuerte, y en muchos casos usando la voz, el toro siente que su depredador emite un sonido y se estremece para atacarlo, por lo que él también reacciona con violencia. Un ejemplo del comportamiento agresivo y brusco de los depredadores es cuando en las ganaderías un perro enojado estremece su cuerpo al ladrar y transmite una sensación de amenaza inminente al toro, provocándole una reacción violenta.
•El viento es, aparte del toro, el principal enemigo de los to
reros. Cuando sopla con intensidad impide al lidiador tener un control preciso de las telas, pues tiende a agitarlas o a ponerlas horizontales, descubriendo así su cuerpo ante la vista del animal y mostrándoselo como un objetivo más cercano que el propio engaño.
Para intentar solucionar tan inquietante problema, aunque no siempre se consiga, los lidiadores mojan con agua la parte inferior de la muleta para hacerla más pesada y resistente a los embates del viento, y también acostumbran a meter la parte trasera del engaño entre las rodillas o a bajarla más acusadamente hacia la arena si el toro lo permite.
Con todo, cuando hay viento en el ruedo, es conveniente buscar los terrenos más protegidos o intentar jugar con la dirección
en la que sopla para que el engaño se levante lo menos posible (videos 57 y 58)*.
•Al terminar una tanda de muletazos lo recomendable, y lo ortodoxo, es hacerlo con uno de los llamados pases de remate, que consisten en que el torero retire el engaño de la cara del toro con la suficiente agilidad para que éste lo pierda de vista y se detenga, al no encontrarse de nuevo con el depredador.
Estos pases de remate o expulsión ayudan al lidiador a salir airosamente del terreno del toro, al tiempo que sirven para dar descanso al animal y al propio torero, sobre todo cuando el enemigo embiste con celo.
Tal situación es una prueba más de que el toro embiste a lo que intuye que es un depredador que le ataca: el hecho comprobado de que, al rematar, el torero se aleje y el astado se quede parado indica que éste percibe que el depredador huye o que ya no pretende atacarle. Si, como algunos afirman, el toro embistiera al movimiento en sí, en este caso seguiría haciéndolo, independientemente de la dirección que elija el torero (video 54)*.
•Si el toro no es bravo ni fuerte o siente que va perdiendo la pelea intenta siempre irse hacia las tablas para defenderse, en tanto que allí tiene al menos uno de sus flancos cubierto. El ejemplo más típico de esta actitud es el que se verifica tras la estocada, cuando, de no caer por un espadazo fulminante, el toro se siente herido y camina hacia la barrera para echarse en un terreno más protegido.
Pero si es muy desrazado buscará ese espacio prácticamente desde el principio de la faena. Al sentir que no podrá alcanzar o ganarle la pelea al depredador, comenzará a salirse suelto de las suertes camino de esa especie de refugio para evitar el enfrentamiento, lo que en el argot se conoce como “rajarse”. El torero puede evitar esta situación dándole cierta “confianza” en los pases, aliviando su esfuerzo y haciéndole sentir en algún momento que puede ganar la pelea (video 53)*.
•En la parte final de la faena, y solo gracias a una buena lidia, el toro debe estar convencido de que la muleta -depredador- es su único objetivo a alcanzar y que el cuerpo del torero es un elemento secundario que no supone ninguna amenaza ni riesgo, como el tronco de un árbol a rodear en la persecución del enemigo o tras el que éste se protege.
Cuando esto se logra, vemos que el torero, mientras mantiene la muleta detrás de sus piernas, acerca el cuerpo a escasos centímetros de los pitones e incluso los toca con los muslos sin que el toro embista (video 51)*.
•Sea cual sea su condición negativa, a los toros hay que saber esperarles pacientemente durante toda la lidia para ver si cambian de actitud… mientras no se pierda toda esperanza.