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II. El toro en el paleolítico
from Mi capote de paseo
by FCTH
Al día siguiente Jerónimo llegó a casa ansioso de saber lo que vendría ahora junto a su abuelo Manuel. Le encantaba su compañía y sobre todo la manera que tenía de contarle cosas tan diferentes a las de todos los días. Incluso las compartía no sólo con sus amigos del colegio, quienes mostraban mucho interés en ellas, también entre sus vecinos cuando había oportunidad.
El abuelo lo recibió con gusto. Después de que comieron en familia retomaron su plática.
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–Veamos Jerónimo, ayer hablamos de la mitología, pero hoy vamos a ver el origen del toro de lidia.
–Eso ya lo sé, los toros vienen de la ganadería.
–Sí, los que tú conoces, ¿Pero desde cuándo?
–¡Ah, eso no lo tengo claro!
–Ya ves.
–¡Cuéntame entonces!
–El toro de lidia –Dijo el abuelo Manuel, entonando su voz de narrador de historias –proviene del llamado Bos Primigenium, una especie de “Uro” toro salvaje
que habitaba los campos en total libertad, digamos que de forma silvestre, era muy grande y de un temperamento imposible de domesticar. Desde entonces, el ser humano le fue rindiendo culto, como un homenaje por ser un animal tan especial, fuerte, bravo, de hermosa silueta de cuernos grandes y sorprendentes en su especie; por esto y más, dejó plasmada su figura en la profundidad de las cuevas de Lascaux en Francia, y en Altamira, Santander, en España. En el mapa que te mostré ayer podemos identificar estos países, para que veas el largo recorrido que ha hecho el toro con el paso del tiempo. –Al abrir el mapa el papel hacia un ruido que parecía ancestral– Bien, déjame decirte.
–Sí abuelo.
–La historia dice que, en 1885, gracias a una niña se logró un gran descubrimiento, su nombre era María Sanz de Sautola. Ese día la pequeña iba en compañía de su padre el investigador y paleontólogo Marcelino Sanz; gozaban de un día de campo y jugaban a la pelota cuando de pronto ésta se fue hasta una cueva. Al ir tras ella, María se fue introduciendo más y más. Cuando miró las paredes en el frío subterráneo donde había poca luz, se sorprendió. Había en ellas dibujos de caballos, ciervos, jabalíes y toros.
Abuelo y nieto caminaron hasta el librero de donde Manuel tomó un gran volumen, buscó la ilustración y se la mostró a Jerónimo.
En Altamira, los hombres de esa época usaron colores que en el momento del descubrimiento de la cueva se mantenían en muy buenas condiciones; eran naranjas, amarillos, negros y tonos en café. María, sorprendida de lo que sus ojos veían, salió corriendo a dar la noticia y causó un revuelo total. Su padre hizo muchos hallazgos, fue un gran investigador. Desde el año 1998 estas paredes y cornisas son patrimonio cultural de la humanidad. Eso significa que tienen un valor reconocido a nivel mundial. Como ves, desde siempre hay indicios del toro en convivencia con los seres humanos.
–Ahora entiendo cada vez más abuelo, me encanta platicar contigo. Voy a hacer un dibujo parecido a las imágenes de tu libro.
–Anda, pues adelante, usa la gama de colores en ocre, como el de las cuevas. ¿Te parece bien?
–Sí, muchas gracias. Abuelo, ¿cuándo platicamos de la ganadería?
–Ah, pues tú te sabes muchos nombres de las dehesas que se dedican a criar toros bravos.
–Sí, pero no como tú, quiero saber más.
–Bueno, está bien, mañana mismo antes de caer la noche seguimos platicando, pero primero termina tu tarea. ¿De acuerdo?
El abuelo abrazó al niño con mucho cariño.
–¡A ver, menciona tres ganaderías mexicanas!
–Pues, está “Corlomé”, “Rancho Seco”, y los toros que me enseñaste a diferenciar porque “tienen corbata” esa piel que cuelga de su pecho en forma de gota de agua, son de ¡“Piedras Negras”!
–Excelente niño, sí que estás aprendiendo de toros.
–¡Gracias abuelo!
Jerónimo se sonrojó al sentirse reconocido por su abuelo, que era todo un experto y gran aficionado y a quién admiraba mucho. Lo cautivaba el amor y la pasión con que vivía cada anécdota del universo que existe alrededor de toro de lidia.