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IV. Los protagonistas de la corrida

Pasaron varios días. Una tarde el cielo se veía encapotado, la pañí, se hacía presente y ambientaba el diálogo que solían tener Jerónimo y el abuelo Manuel en la biblioteca. Era una lluvia muy fuerte acompañada de relámpagos, entonces Jerónimo se dirigió de manera muy franca y segura a su abuelo.

–¡Abuelo, abuelo! ¿Ya escuchaste la tormenta? ¡Qué bravura, verdad!

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–Ay Jero, creo que cada día estás más chalado, es decir, te estás volviendo como yo, un loco enamorado de los toros. Así pasa, luego se aplica el lenguaje de la tauromaquia que vas conociendo a la vida, a todas las cosas que suceden. Eso es algo que distingue a los aficionados, nos une, nos identifica.

Jerónimo sonreía y sus ojos brillaban.

–Pues sí, me gusta mucho, abuelito, oye, ¿podemos platicar hoy de las personas que participan en la corrida? Las he visto, pero no sé bien como se le dice a cada una.

–Sí, vamos a ver, tú sabes que los principales actores son el toro y el torero, pero además están todas las personas que trabajan en la organización de este festejo, son muchas: alguaciles, toreros, subalternos, picadores, monosabios, puntilleros.

Jerónimo y el abuelo se estaban sensibilizando al ambiente mientras platicaban pues percibían los fuertes relámpagos que se escuchaban sobre la ciudad, era

como el cante flamenco que a la mamá del niño le gustaba escuchar, y las gotitas de agua resbalaban por los cristales de las ventanas de la biblioteca, hojeaban los libros, buscando a los hombres que llevaban los trajes de luces bordados con oro y plata entre otros atuendos sofisticados, como los que usan los rejoneadores, quienes torean a caballo.

–¡Mira hijo, aquí, en este libro, están los alguaciles! –Desde el siglo XVIII son los señores que antiguamente se dedicaban a hacer el despejo de la plaza, es decir, retiraban a los que no iban a participar en la corrida y paseaban en las calles, porque, como te decía, antes se toreaba en las plazas públicas. Hoy en día, parten plaza a caballo, al inicio del festejo, llevan ropas a la usanza de Felipe IV, que fue un rey de España, y también gobernó Nápoles y Sicilia. Él vestía de negro en terciopelo y llevaba al cuello un adorno blanco de holanes llamado golilla, una especie de alzacuellos, y camisa blanca; usan también sombrero negro y decorado con una pluma larga, capa y botas negras.

–¿Parecido al vestuario del gato con botas? ¡Qué divertido, yo quiero ser alguacil de plaza!

–¡Ay Jerónimo, qué semejanza, ja, ja, ja, te volaste la barda! Como tú ya sabes, los toreros son los principales protagonistas de la fiesta. Cuando inician su preparación son novilleros, después torean toros más grandes, llevan a cabo su carrera y pasan a un grado mayor, a eso se le dice, tomar la alternativa, para hacerse matadores de toros.

–¡Entonces es una larga carrera!

–Sí, ser profesional requiere mucha entrega y disciplina. Mira, también están los subalternos, ellos son los señores que se encargan de ayudar a los toreros a la lidia del toro, lo colocan en el sitio correcto del redondel, ponen banderillas y visten un traje de seda con bordados en plata o puede ser negro, se le llama pasamanería.

Los picadores llevan a cabo la llamada suerte de varas, sirve para preparar el toro a la hora de torearlo con la muleta.

–Se me figuran a Sancho Panza, ese compañero del señor de largos paseos y aventuras, que representamos en la obra de teatro del colegio.

–Pues mira Jerónimo, como él, también son caballeros de fuertes andanzas, hombres que conocen muy bien al toro y su bravura. También están los monosabios. A estas personas se les llama así desde que una vez, en Madrid, España, una cuadrilla de monos amaestrados los “monos sabios” participaban en un espectáculo de circo, y al ver que estaban vestidos como los antes llamados “chulos” que eran mozos del ruedo, la gente les comenzó a decir así a estos últimos, remplazando ese nombre por el de monosabios. Visten de camisa roja o azul y pantalón blanco, ayudan en la arena a los picadores y mantienen el ruedo en buenas condiciones.

–¿Te acuerdas de que uno de ellos me regaló una banderilla?

–Sí, claro, lo recuerdo.

–Los puntilleros son los que ponen punto final a la vida del toro después de la suerte suprema, es decir, de la estocada que realiza el matador cuando el animal cumplió con su ciclo de vida, lo que casi siempre ocurre en la plaza.

–Veo que todos estos hombres hacen un trabajo entregado y definido, mira este hombre abuelito, ¡qué garbo tiene! así se dice cuando una persona es distinguida y con personalidad ¿verdad?

–¡Olé sí, es cierto! Pero es importante decirte que también existe el llamado indulto, que es cuando le perdonan la muerte al toro y regresa a la ganadería para seguir siendo como un rey por su excelencia.

–¿De verdad?

–Sí, Jerónimo. Es un momento muy emocionante también para el ganadero, ya que es un gran homenaje a su dedicación como criador de toros de lidia. Esta larga lista de personajes, como lo has visto, logra hacer de la corrida un espectáculo multicolor.

–¿Pero por qué se visten todos tan elegantes abuelo?

–Creo que tu padre también podría explicarte esta parte, ya que él se vistió de luces antes de que tú nacieras; además, cada parte del toreo es un tema muy amplio del que hablar, aunque muchas cosas ya las has visto, merecen una explicación más detallada.

–Entonces ¿le pregunto a mi papá?

–Yo pienso que sí, él sintió la magia de vestirse de luces.

–Está bien, hoy por la noche le preguntaré más.

–Anda sí, hablen, chanelen de toros, como dicen los toreros.

–¿Cómo dices?

–¡Ah! chanelar es saber o conocer un tema, es decir estar enterado de algo.

–¡Cuantas palabras nuevas!

El abuelo Manuel sabía lo importante que era heredar el lenguaje que se usa en el mundo de los toros, ya que esas palabras de jerga o caló, han traspasado los tiempos y le dan un carácter propio al ambiente taurino, lo identifica; incluso

hay quien las usa en la vida diaria y no sabe su procedencia. Además, con tanta afición como la que tenía Jerónimo, era posible que el día de mañana pudiese suceder que trabajara en algún tema relacionado con el toreo, para lo cual, todo lo que aprendía era valioso.

La lluvia siguió cantando suavemente, y cada gota se columpiaba en las hojas de los árboles que lucían más el esplendor de sus colores.

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