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Alfonso Sánchez Ávila
La vida es un contrato
Alfonso Sánchez Ávila
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alfonsoavila29@hotmail.com
COMO LO MENCIONA JEAN-JACQUES ROUSSEAU EN EL CONTRATO SOCIAL, LA VIDA DEL SER HUMANO TRANSCURRE POR UN SENDERO DE CONTRATOS, ENTRE DERECHOS Y OBLIGACIONES; SIN QUERER, DESDE QUE NACE, YA FORMA PARTE DE UN CONTRATO UNILATERAL CON EL ESTADO: EL ACUERDO QUE SE MANIFIESTA EN LAS CONSTITUCIONES DE LOS PAÍSES A LAS QUE SE SOMETE EL CIUDADANO AL NACER SIN SU CONSENTIMIENTO NI VOLUNTAD, PERO QUE LE PROTEGE, Y TAMBIÉN LE OBLIGA, SUS DERECHOS INDIVIDUALES, Y AL GOBERNANTE LE OBLIGA A TRAVÉS DEL PACTO SOCIAL.
Regularmente, las personas nacen también de un contrato celebrado entre sus padres, no siempre escrito, a veces verbal, comienza con una promesa de amor, cuya temporalidad puede ser fugaz, que no siempre se consuma en el matrimonio, pero que también es un contrato. Desde su nacimiento el ser humano se ve inmerso en derechos y obligaciones contractuales voluntarios o involuntarios pero no menos obligatorios.
Desde la infancia se comienzan a asumir compromisos muchas veces sin darse cuenta o sin saber que se tienen derechos y obligaciones tuteladas por el Derecho, la simple compraventa de lo más elemental, la escolaridad con las obligaciones que se asumen, en edad temprana poco a poco se va comprendiendo la importancia de prometer y cumplir promesas que se van transformando en obligaciones y también en derechos.
Al llegar a la adolescencia, dependiendo de muchos factores en cada individuo, su estatus social o económico, las primeras responsabilidades, tareas o trabajos, ya significan obligaciones que pueden traducirse en contratos no escritos, consuetudinarios hasta contratos ya escritos formales.
Como se ha dicho el mismo matrimonio es un contrato, teóricamente vitalicio, con la salvedad del divorcio. Las responsabilidades con los hijos y las surgidas durante su vida, desde el compromiso con los padres que se puede traducir en uno o varios contratos,
que surgen de tratos entre individuos o personas físicas o jurídicas, en que no siempre reparan los individuos pero ahí están y subsisten detrás de cada actividad que realizan.
Cualquier actividad realizada en la vida adulta se traduce en contratos. En principio, los contratos entre particulares se encuentran regulados por el derecho civil, pero en todas las ramas del Derecho también se encuentran presentes, así las personas evolucionan perfeccionando sus obligaciones y derechos en diversas materias: civiles, laborales, mercantiles y entre todas las ramas del Derecho, donde algunos llegan a materializarse en contratos de diversas clases, dependiendo del tema que definirá la materia.
El marco jurídico y los acuerdos de una sociedad en un país, y sobre todo su cumplimiento, exigen honrar la palabra empeñada, condición indispensable en una sociedad y, por parte del gobierno, con el fin garantizar el Estado de derecho y preservar las condiciones de convivencia y paz que necesitan los miembros de una sociedad para su desarrollo armónico.
Un contrato es un acuerdo de voluntades que implica derechos y obligaciones, los cuales, de no cumplirse, son exigibles, reclamables a través del Derecho.
En ello se percibe y flota la capacidad de las personas para comprometerse y cumplir con sus obligaciones y hacer valer sus derechos. Pero todo ello debe basar su observancia en la virtud honorable de cada uno de los miembros de la sociedad, sobre este tema la sociedad mexicana tiene aún mucho por hacer y evolucionar.
El tema resulta aún más complicado, cuando en una sociedad cada día es menos reconocida la importancia de la palabra, donde los valores y virtudes van a la baja. El principal tema es el conflicto entre las oportunidades de evadir la norma conformándose con su cumplimiento, no obstante se atropellen los principios que la originan, ignorando el origen esencial.
El ejemplo más reciente, es la Comisión de los Derechos Humanos, donde la principal fortaleza de la institución es la autoridad moral de su titular, que hoy no necesariamente sea así, aunque teóricamente se “cumplan” con los requisitos de ley, cuando ese mismo requisito le hace cuestionable.
La ironía de la vida sería, que el día que se logre ese nivel de evolución ética y social los abogados perderían su razón su existir.