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Figuras para contemplar acostados en verano
Figuras para contemplar acostados en verano
Por física elemental, cuando hay calor la superficie más fresca es el suelo, desde el mediodía y hasta las cuatro de la tarde es costumbre encontrar a todos los reclusos derribados con los ojos fijos en el cielo raso. El calor no hace distinciones, presos comunes y políticos asumen esa quietud suprema que les permite a los animales del desierto sobrevivir las horas de más alta temperatura. El techo crea figuras que se deshacen unas sobre otras y a veces son rostros, paisajes, muslos y manos tibias de mujer, cada cual contempla su propia película que se funde invariablemente en el sueño.
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Según los expertos del sueño, la duración ideal para una siesta oscila entre los quince y treinta minutos, más allá se corre el riesgo de caer en ensueños profundos y por consiguiente de despertar muy atontados para reaccionar ante imprevistos. Los reflejos lentos no son cosa de la cárcel, de ahí que algunos prefieran adoptar posiciones incómodas para no dormirse del todo y otros adopten esa manía infantil de acostarse agarrados fuertemente a sus pertenencias, como en un naufragio. Por otra parte es sabido que el sueño nocturno, que conviene sea largo, muy profundo, alivia los recuerdos traumáticos, pero si es interrumpido a diario puede afectar la memoria. En lenta progresión las noches en vela forzada van suprimiendo silenciosa e inconscientemente fragmentos del pasado, lo que tiende a acortar esas películas íntimas que cada quién descubre en el techo por las tardes.
Cada amanecer el tío Seve se parece más a una criatura recién caída que no sabe dónde termina su piel y dónde comienza el aire.