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Caracol

Un curioso síntoma desde que llegué a La Sal: he dejado de soñar, dormir aquí es el cese absoluto de las imágenes. Es probable que se deba a que dormir cerca de Gu-gú implica una serie de ruidos y aspavientos extraños que vienen, por así decir, a sustituir los sueños. Paso, sin más, a enumerar algunos que me parecen significativos, aunque debo haberme perdido muchos otros episodios durante mis breves intervalos de sueño:

En mi primera noche por ejemplo, intentó subirse al televisor encendido y no fue hasta que apagué el aparato que volvió, manso y sonámbulo, a la cama. Se me antoja creer que en sueños vio una luz blanca en medio de la oscuridad y no pudo evitar seguirla, preferí no preguntarle. Después, y en esta ocasión logró asustarme, me despertó zarandeándome por el cuello al tiempo que preguntaba obcecado: «quién eres, quién eres, quién eres, quién eres…», sin darme espacio para responder. Soy yo, logré articular finalmente, soy yo, y fue suficiente para aquietarlo. ¿Por qué no dije simplemente mi nombre? ¿Quién soy yo para este subnormal que comparte mi sangre?

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Otra noche escucho de nuevo su voz a mi espalda, un siseo semejante a un insecto muy grande que flota exclusivamente a mi oído. Al voltearme lo encuentro ovillado y temblando, pienso que habla con el estómago y no con los labios, que se ha tragado la lengua. Y me acerco sin tocarlo, es mi sombra la que lo cubre pero no le haré daño. Un rato de atención y logro desenredar su monólogo, cuatro palabras que se repiten mordiéndose la última con la

primera letra: «losprimosseexprimenlosprimosseexprimenlosprimosseexprimen» y que bien dichas o bien escuchadas quedan reducidas a una frase vulgar: Los/primos/se/exprimen.

Quizá durante estos episodios yo no estaba despierto, porque definitivamente hay algo adormecido en ellos. De acuerdo, no son sueño, pero lo que ahora digo no es ficción, ¿está injustificado o peor definido? Veamos:

Parece que nada se ha movido aunque avanzo como si corriera con el agua a la cintura y las distancias tardaran más en salvarse. Repito, no es un sueño lo que encuentro:

La prima Yunieska con el caracol ensangrentado en una mano y Gu-gú que intenta abrazarla; justo detrás, como un busto caído, la cabeza de Kid cuelga rojaoscura del espaldar del sillón. Todo muy sucio, todo muy mal.

Un detalle: tanto a la Prima como a Gu-gú, que están semidesnudos, se les ha salpicado la piel de costras amarillas, pequeñas ampollas reventadas semejantes al impétigo.

Ella intenta zafarse del abrazo de oso al que es sometida como quién se asfixia y debe buscar el aire aunque hunda y ahogue a quien intenta salvarla. La insensatez con que Gu-gú la oprime en el aire es de no querer que vuelva a pisar el suelo. ¿Intervengo? Al verla llorar, olvido: hay sacrificios que limpian y acrecientan lo que permanece intacto. Aquello que se haya movido lo hizo en mi interior y nada más.

Adiós a lo que fue parte de mí, regreso adonde Irina me arrulla en los días felices, que siempre los habrá, adonde le sobo los pies en los días tristes, que también los habrá.

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