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4 .5 Aspectos contextuales de la leyenda y el mito
Por otra parte, la leyenda no es universal, pero al igual que el mito su lingüística se relaciona con el origen del hablante; por ejemplo:
Como ya dijimos, la leyenda no se considera universal, pero cada país la adopta a su imagen y semejanza, por ejemplo: 1. En países de habla hispana el hada sufrió una transformación o algo extravagante y se convirtió en el ratón de los dientes o el ratoncito Pérez. 2. En Italia existe un duende dental conocido como Topino. 3. En Francia es el petite souris o el pequeño ratón. 4. En Escocia tienen una ratita blanca que les compra los dientes a los niños. La situación comunicativa, ya sea oral o escrita, es similar. En realidad, hasta nuestros días aún no se ha comprobado porqué una misma historia surge en varios países.
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Leyenda de “El ratón de los dientes” o “El ratoncito Pérez” Cuenta la leyenda que cuando un niño pierde un diente y lo coloca debajo de la almohada o cerca de la cama, al día siguiente encuentra una moneda o billete en su lugar. Lo que destaca en esta leyenda es que el ratón ayuda a disminuir el trauma de este hecho, que obviamente es natural, pero puede asustar a los niños. Y la compensación como intercambio del diente hace emocionante la espera.
Figura 4.26 Ratón Pérez.
Aplica lo que sabes
1. ¿Qué otras leyendas o historias se asemejan a alguna que conozcas?
2. Escribe alguna de ellas.
En este libro seguramente habrás leído la palabra contexto, y recordarás que es el conjunto de circunstancias que rodean o condicionan un hecho.
Ahora bien, estudiaremos el lugar donde surgió la leyenda y el mito.
Lugar, época y cultura en que aparece
Son el origen de una narración puesta por escrito para ser leída en voz alta y en público, ya sea en los monasterios, durante las comidas en el refectorio o dentro de las iglesias, para edificación de los fieles cuando se celebra la festividad de un santo. En la leyenda la precisión histórica pasa a un segundo plano en beneficio de la intención moral o espiritual (en las hagiografías, leyendas hagiográficas o piadosas cuyo más conocido testimonio es La leyenda dorada de Jacopo della Vorágine.
La leyenda dorada o Legenda Áurea, en latín, se conoce a una compilación de relatos hagiográficos reunida por el dominico Santiago (o Jacobo) de la Vorágine, arzobispo de Génova, escritos a mediados del siglo xiii. Titulada inicialmente Legenda Sanctorum (“Lecturas sobre los Santos”), fue uno de los libros más copiados durante la Baja Edad Media y aún hoy existen más de un millar de ejemplares incunables. Dos siglos más tarde, con la invención de la imprenta su reputación se había consolidado y a finales del siglo xv aparecieron numerosas ediciones impresas.
Leyendas hagiográficas. En ellas el protagonista sobrepasa el rango del personaje histórico y adquiere un nuevo valor: el ser un modelo de vida, un exemplum que imitar o admirar. Sin duda el santo pertenece a la historia, dada su condición humana como a la metahistoria debido a su participación divina. Generalmente, se trata de fuentes donde la individualidad desaparece en función de lograr la personificación de una abstracción: la santidad.
Posteriormente, la palabra se desacraliza, pasando a designar una historia con valor poético que, a pesar de hacer referencia a personajes o lugares reales, no se atiene a los hechos históricos. Durante el Romanticismo, la leyenda se vuelve sinónimo de lo conocido en el siglo xix como tradición popular.
Desacralizar. Quitar el carácter sacro a lo que lo tenía. Sacro. Sagrado.
Se desarrolla habitualmente en un lugar y un tiempo precisos y reales; comparte con el mito la tarea de dar fundamento y explicación a una determinada cultura, y presenta a menudo criaturas cuya existencia no ha podido ser probada (la leyenda de las sirenas, por ejemplo). Durante el Romanticismo varios autores escribieron leyendas tanto en prosa como en verso; los más celebrados fueron Ángel de Saavedra, José Zorrilla, Gustavo Adolfo Bécquer y José Joaquín de Mora. Los mitos forman parte del sistema religioso de una cultura que los considera historias verdaderas. Su función es otorgar un respaldo narrativo a las creencias fundamentales de la comunidad. Diversos mitos de una cultura pueden integrarse en una mitología que sustenta la cosmovisión de un pueblo o narra un acontecimiento sucedido durante un tiempo primigenio. Los acontecimientos de la naturaleza que se repiten periódicamente se explican como consecuencia de los sucesos narrados en el mito. Por ejemplo, en la mitología griega el ciclo de las estaciones se explica a partir del rapto de Perséfone.
Perséfone (Prosperina), hija de Zeus y Deméter, es secuestrada por Hades para ser la reina del mundo subterráneo. Deméter, diosa de la tierra, destrozada por el dolor, se niega a cumplir sus labores hasta recuperar a su hija. Pero Perséfone se ha comido un grano de granada, lo cual la vinculará eternamente a los infiernos. Zeus decretó una fórmula de compromiso: Perséfone pasaría cuatro (seis, según otras fuentes) meses en la tierra con su madre y el resto del año permanecería en el mundo subterráneo. Este relato explica la muerte y el renacimiento anual inherente al ciclo de la naturaleza: cuando Perséfone está ausente, Deméter está demasiado triste para realizar sus obligaciones, pero a su regreso, Deméter trabaja con renovado vigor. Los mitos de Perséfone son de una gran complejidad porque sus significados más profundos se adentran en el núcleo de la antigua religión griega. En una de las versiones del mito, Zeus se enamora de ella y la seduce adoptando la forma de una serpiente, enroscándose en su cuerpo. De esa unión nacerá Dionisio (Baco). En la versión más difundida es raptada por Hades, pero un Hades con rasgos de Dionisio, en su papel aracaico de señor del mundo subterráneo. Desde que en la antigüedad grecolatina las explicaciones filosóficas y científicas entraron en competencia con las míticas, la palabra mito se cargó en ciertos contextos de un valor peyorativo, llegando a utilizarse de forma laxa como sinónimo de patraña, creencia extendida pero falsa. Por ejemplo, el libro sagrado de los mayas el Popol Vuh o Libro del indígena Quiché.
Peyorativo. Palabra o modo de expresión que indica una expresión desfavorable o despectiva. Laxo, xa. Flojo, falta de fuerza.
Narra la historia de la creación de los pueblos quiché del siguiente modo:
a) Primera creación. Los dioses crearon la Tierra y la poblaron de animales, dándoles a cada uno un lenguaje, pero como no fueron capaces de pronunciar los nombres divinos los destruyeron. b) Segunda creación. Los dioses crearon figuras humanas de barro que hablaban, pero carecían de pensamiento.
“ De tierra hicieron la carne. Vieron que aquello no estaba bien, pues se caía”. Los dioses decidieron destruir estas figuras. c) Tercera creación. Corresponde a la fabricación de muñecos de madera con forma humana. Estos muñecos hablaban y tenían descendencia, pero como carecían de sangre se secaban. Fueron sólo un ensayo de la existencia de la humanidad en la superficie de la Tierra. Los utensilios de cocina y los animales se rebelaron contra estos maniquíes y una especie de lluvia bajó del cielo y los destruyó, los que sobrevivieron huyeron a los montes convertidos en monos.
Figura 4.27 Popol Vuh.
d) Cuarta creación. Después de celebrar nuevo consejo se produce la creación definitiva del hombre, fortalecido con la sustancia blanca del maíz, con lo cual serán los primeros padres de la humanidad. Después de recorrer los espacios de la Tierra y como tenían inteligencia capaz de comprender los secretos del universo, agradecieron su creación a los dioses. Este libro aporta además de su carácter simbólico, la historia sintetizada de las distintas etapas del pueblo quiché. El texto representa un material valioso para la interpretación de la mentalidad primitiva y para el conocimiento del desarrollo de las ideas, las artes, las ciencias y la cultura general de los pueblos autóctonos de América.
Características ideológicas religiosas, sociales, políticas, etcétera.
Al inicio de la historia humana, hace aproximadamente 50000 años, mirar el mundo desde lo alto constituyó un gran misterio, un incomprensible prodigio de la creación que el hombre de entonces y de milenios más cercanos a este siglo xx de la era moderna sólo podía imaginar como la morada de los dioses. Para los primeros hombres, sus dioses primigenios fueron el Sol, la Luna, el cielo, la lluvia, la muerte, etc.; todos eran elementos o fuerzas considerados superiores, por ello los veneraban para que les fueran propicios. Después, deidificaron a sus muertos, los grandes antepasados que habían sido benévolos, justos, sabios y de gran valor sacerdotal, guías espirituales, reyes y guerreros; ejemplos de ellos son: Rama en la India, Buda en China, Zaratustra en Persia, Quetzalcóatl en México, etc. Posteriormente, cuando el hombre dejó de ser nómada, deidificó a los seres que le representaban el alimento y, por tanto, las cosechas con sus ciclos de nacimiento, crecimiento, fructificación y muerte, para volver una y otra vez a la resurrección con la primavera; dioses representativos de esta ya cercana etapa son Osiris en Egipto y Dionisos en Grecia. Los mitos y las leyendas son la acumulación del quehacer inicial del hombre basado en la imaginación colectiva, y son un testimonio de la infraestructura psicosocial de la comunidad que los produce. El mito es propiedad exclusiva de determinada comunidad, pues en su versión de los acontecimientos humanos y universales tienen sus divinidades propias y la creencia de que en sus localidades es el origen de la vida, del universo y hombre, sobre todo, en las culturas primigenias como la china, hindú, persa, egipcia, griega y mexicana. Pero es digno de hacer notar las semejanzas que tienen en la contraposición de valores —bueno-malo; dios-demonio; luz-oscuridad: ying-yang— y en cataclismos como el del Diluvio universal que —no habiendo a la fecha pruebas de ello— es una teoría nuestra cuyo relato proviene de los más antiguos pobladores que vieron muchas partes de la Tierra sumergidas en los mares, como es el caso de Europa que hace 40 000-50 000 años no era un continente, sino una gran extensión de agua. En resumen, tanto los mitos como las leyendas constituyen la suma de acciones y pensamientos de una colectividad sobre ciertos puntos de su historia y de su cosmovisión que, en el transcurrir de milenios, han generado y nutrido a su cultura.
Leyenda azteca del águila y el nopal Cuaucóhuatl y Axolohua fueron pasando y miraron mil maravillas entre las cañas y las juncias. Ese había sido el mandato que les dio Huitzilopochtli a ellos que eran sus guardianes, eran sus padres los dichos. Lo que les dijo fue así: — “En donde se tienda la tierra entre cañas y entre juncias, allí se pondrá en pie y reinará Huitzilopochtli”. Así por su propia boca les habló y esta orden les dio. Y ellos al momento vieron: sauces blancos, allí enhiestos; cañas blancas, juncias blancas, y aun ranas blancas, peces blancos, culebras blancas: es lo que anda por las aguas. Y vieron después donde se parten las rocas sobrepuestas, una cueva: cuatro rocas la cerraban. Una al oriente se ve, nada de agua tiene, es sin agua que se agita. La segunda roca de la cueva ve al norte: se ve que está sobrepuesta, y de ella sale el agua que se llama agua azul, agua verdosa. Cuando esto vieron los viejos se pusieron a llorar. Y decían: — ¡Con que aquí ha de ser! Es que estaban viendo lo que les había dicho, lo que les había ordenado Huitzilopochtli. Es que él les había dicho: — “Habéis de ver maravillas, muchas entre cañas y entre juncias.” ¡Ahora las estamos mirando — decían ellos —, y quedamos admirados! ¡Cuán verdadero fue el dicho, bien se realizó su orden! Van a buscar a los mexicanos y les dicen: — “Mexicanos, vamos, vamos a admirar lo que hemos contemplado. Digamos al Sacerdote: él dirá qué debemos hacer.”