Revista Criterio Nº 2419 - Octubre 2015

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Criterio

DIRECTOR José María Poirier

FUNDADA EN 1928 - AÑO LXXXVII - Nº 2419 OCTUBRE 2015

VICEDIRECTORES Gustavo Irrazábal y Diego Botana SECRETARIA DE REDACCIÓN Romina Ryan CONSEJO DE REDACCIÓN Enrique Aguilar, Pedro Antonini, María Bestani, Carlos Chevallier Boutell,Vicente Espeche Gil, Jorge E. Fernández, Alejandro Frere, Elena Kiyamu, Eduardo López Rivarola, Luis D. Mendiola, Ricardo Murtagh, Juan G. Navarro Floria, Ernesto A. O’Connor, Pedro von Eyken, Norberto Padilla, Arturo Prins, Ángela Sannuti y Claudia Touris. CONSULTORES Maria Clara Bingemer (Río de Janeiro), Antonio M. Battro, Natalio Botana, Rafael Braun, Pablo Capanna, Bruno Forte (Chieti-Vasto), Carlos M. Galli, Olegario G. de Cardedal (Salamanca), Víctor M. Fernández, Austen Ivereigh (Londres), Roberto Di Stefano, Santiago Kovadloff, Juan J. Llach, Marcelo Montserrat, Laura Moreno (Madrid) y Rafael Velasco. DISEÑO, DIAGRAMACIÓN Y PRODUCCIÓN GRÁFICA: Juan Cordero Impresión: Latin Gráfica S.R.L. Suscripciones para la Argentina: Precio de tapa $ 85 Anual $ 940 Semestral $ 470 Débito mensual por tarjeta: $ 80 Suscripciones anuales para exterior: Países limítrofes U$S 180 Resto de América y del mundo U$S 260 Cheques y Giros extendidos a la orden de Fundación Criterio. Está prohibida la reproducción total o parcial de la presente edición de CRITERIO amparada por la ley 11.723. Registro de Propiedad Intelectual Nº 672.062. ISSN 0011-1473. Impreso en la Argentina. Es una publicación de Fundación Criterio. Tucumán 1438 - PB (C1050AAD) Buenos Aires Telefax: 4371-6889 / Tel.: 4371-6759 comunicacion@revistacriterio.com.ar www.revistacriterio.com.ar Horario de oficina: lunes a viernes de 10 a 16 hs. OCTUBRE 2015

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EDITORIAL. Sobre la realidad y el diálogo. COMENTARIO. Verdad, diálogo y reconciliación sobre nuestra historia reciente. DEBATES. Una reflexión sobre los años ‘70. Andrea Elba Poretti DEBATES. La Iglesia de la dictadura en el Estado de derecho Ariel Lede y Lucas Bilbao

POLÍTICA. Cuando las buenas costumbres no alcanzan. Elisa Goyenechea

INTERNACIONAL. ¿Quo Vadis? La tragedia de los migrantes. Luis Mendiola

SOCIEDAD. La fuerza de un niño muerto. Maria Clara Lucchetti Bingemer (Río de Janeiro)

IGLESIA. El tiempo de la misericordia. Gustavo Irrazábal IGLESIA. Una ecología integral: civilizar la economía y cuidar la creación. Stefano Zamagni (Bolonia) POLÍTICA. Gestiones de conciliación. Pedro von Eyken POLÍTICA. La fatal cultura verticalista. Enrique Aguilar ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO. Asia ya no es el continente

más pobre. Arturo Prins

LECTURAS. Los países son ricos sí exportan conocimientos. Elvio Baldinelli

TEOLOGÍA. Teólogos hacia las fronteras. Ignacio Pérez del Viso DIÁLOGO. Desafíos del Sínodo sobre la familia. Aníbal Sicardi FAMILIA. Padres “3D”. Santiago Tomás Bellomo CINE. Un retrato emotivo. José María Poirier CULTURA. La Abadía: nuevo centro cultural. Mariana Ortisi CINE. Reflexiones sobre la propia historia. Pablo De Vita LIBROS 3

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EDITORIAL

Sobre la realidad y el diálogo De un diálogo social o político se espera habitualmente que lleve a la paz o la consolide, que dé lugar a la justicia o la fortalezca, que cree la reconciliación o genere al menos las condiciones para que se produzca. Sin embargo, debe darse una sólida conexión de los interlocutores con la realidad. Porque no puede haber diálogo sin ciertos consensos básicos sobre las cuestiones a tratar. Así como para dar con la terapia apropiada para un paciente los médicos tienen que acordar primero un diagnóstico, si se quiere un diálogo conducente se necesita antes coincidir en las definiciones fundamentales del contexto, con la mayor objetividad posible. El Evangelio habla de los signos de los tiempos, que puede interpretarse como una manera de referirse a la realidad. Dice que sabemos leer las señales de la meteorología pero no sucede lo mismo respecto de los signos de los tiempos. En otras palabras, recrimina que con frecuencia no estamos abiertos a la realidad. Reprocha la ignorancia, que puede ser culposa. En efecto, la lectura de lo que sucede suele estar viciada por la falsa seguridad que ofrecen los prejuicios, las ideologías, la comodidad que brinda la pereza intelectual OCTUBRE 2015

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o sencillamente los intereses propios, cuando no el engaño. ¿Cómo pueden leerse los signos de los tiempos si lo que se quiere es ver solamente los signos de la conveniencia circunstancial, o los que dicta la ideología a la que se adhiere consciente o inconscientemente? Al finalizar el siglo XX algunos estaban convencidos de que se había llegado al fin de las ideologías. Pero se trataba de una visión sesgada a partir de determinadas corrientes de pensamiento sobrevivientes de la puja durante la Guerra Fría. Hoy en día es fácil percibir que, más allá de tal o cual ideología, lo que subsiste es una actitud ideológica, una condición prejuiciada, cerrada, que parte de una pretendida verdad preconcebida e inmutable, incapaz de amoldarse a la evolución histórica y cultural. Leer la realidad desde la ideología ha llevado históricamente a una política efectista, al paredón o las desapariciones, a la destrucción del patrimonio histórico, a los piquetes violentos y los escraches, a las innumerables maneras de violar los derechos de las personas, al ninguneo de las instituciones, a la ocupación de cargos públicos sin la debida y probada idoneidad. En cambio, la actitud de quien busca interpretar los signos de

los tiempos es diferente: no sólo está abierta a la verdad en forma pasiva o receptiva sino que además se esfuerza por buscarla activa y dinámicamente, haciendo uso de todos los recursos y el rigor de que se dispone. El cristiano no debería temerle a la verdad sino estar dispuesto a dejarse modelar por ella. Es quizás el primer requisito para dar lugar al diálogo entre las personas, sea que éstas lo concreten a título individual o como representantes de instituciones o países. Dialogar no es sólo decirse cosas o superponer discursos aumentando el volumen hasta silenciar al otro, como suele verse en algunos pretendidos debates. El diálogo supone el silencio para la recíproca escucha atenta, paciente y respetuosa. Debe partir de una actitud de humildad, de una apertura generosa del ánimo, de la agudeza de la inteligencia y la sumisión de la voluntad al servicio de la verdad. El papa Francisco invita insistentemente a salir del propio centro de referencia hacia la periferia, al centro del otro, el interlocutor, desde donde poder tener una visión que complemente la que originalmente uno tenía y que puede llegar incluso a superarla. Abiertos a las propuestas a partir de la visión en la que cree5

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EDITORIAL

mos o en la de los interlocutores, si ellas surgen del diálogo. A la hora de leer los signos de los tiempos, en la constante evolución de la convivencia humana en sus dimensiones social, política, económica, cultural e internacional, no existe un monopolio del conocimiento. Por otra parte, el diálogo es particularmente necesario para quienes por distintos motivos están llamados a ejercer funciones de liderazgo. Y sobre todo en épocas de graves decisiones. El diálogo puede ser ríspido, difícil, agitado, puede generar enojo y hasta ira. Pero nada de eso se confunde con el desinterés o el odio, que paralizan la posibilidad de coincidir en proyecciones, programas, acciones y políticas. Hay que asumir los conflictos, no es posible ignorarlos, pero debe hacerse con una actitud de misericordia, dice Francisco. En la Argentina estamos en tiempo electoral. Una vez más se comprueba que nos falta mucho camino

por recorrer en pos de una cultura de diálogo constructivo. Hay, sobre todo, demasiada pasión y monólogos yuxtapuestos. Queda demostrado en la imposibilidad de concretar debates neutrales de candidatos, la ausencia de reuniones de gabinete y de conferencias de prensa, el escaso trabajo deliberativo en las comisiones legislativas del Congreso nacional, la falta de estadísticas serias y confiables respecto a temas tan graves como la pobreza, la desocupación, la deserción escolar y el crecimiento exponencial de la droga. Los obispos recomiendan que se evalúe a los candidatos, entre otras cosas, por la voluntad y capacidad de diálogo: “Dialogar y escuchar al otro no es signo de debilidad, sino de grandeza. Es importante reconocer que los otros también tienen algo que decir y aportar, y estar dispuestos a trabajar juntos por el bien común” (comunicado de la CEA del 18 de marzo de 2015). Para alcanzar el nivel de diálogo

que se necesita de manera urgente y llegar a la reconciliación y la paz, así como para avanzar en las asignaturas pendientes, un recurso importante es la pregunta, que nace de un vacío que invita a ser llenado por el otro, por el interlocutor. La pregunta supone que el otro también puede ser de ayuda en la búsqueda de soluciones. La experiencia indica que entre los argentinos hay quienes tienen muchas respuestas para preguntas que no se han hecho nunca. Respuestas prefabricadas. Pensadas para promover los propios intereses y lejos de las verdaderas necesidades de la gente. Escudriñemos los signos de nuestro tiempo, preguntémonos por la realidad y escuchémonos los unos a los otros; identifiquemos nuestras necesidades y heridas. Podremos encontrarnos con la sorpresa de que el otro tiene una herida más grande que la nuestra y que, dialogando, es posible hallar alguna manera de restañarla juntos.

Luisa Valmaggia Atando cabos Lunes a Viernes de 16 a 17.30 Radio Cooperativa AM 770

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COMENTARIO

Verdad, diálogo y reconciliación sobre nuestra historia reciente La nota editorial que abre este número de Criterio es una invitación al diálogo. Esa actitud fundamental que tanto promueve el papa Francisco, y que es vital en el matrimonio, en la familia, en la sociedad, en la política. Lo que allí se dice puede aplicarse a ámbitos diversos, aunque es claro que una preocupación apremiante en este momento es la falta de diálogo verdadero en la política argentina. Un capítulo, no el único, donde el diálogo es necesario, tiene que ver con la revisión de una época difícil de nuestra historia reciente, que podríamos centrar en la década de 1970, aunque los hechos de entonces tienen raíces más antiguas y proyecciones ulteriores. Se trata de un análisis difícil, porque mientras algunos protagonistas todavía viven y están incluso amenazados por un eventual castigo a sus acciones, a esta altura la mayoría de los argenOCTUBRE 2015

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tinos ya no tiene un recuerdo personal de lo ocurrido, y en cambio (especialmente los jóvenes) han sufrido un bombardeo de información muchas veces sesgada e ideológicamente tendenciosa. Hablamos de un tiempo signado por la violencia, la muerte y la violación sistemática de derechos humanos que hoy son incuestionables pero de los que, entonces, nadie hablaba (ni en uno ni en otro bando). Con la perspectiva que da el tiempo, hay una tentación de hacer juicios anacrónicos que, por eso mismo, no son acertados. Esa época de la Argentina dejó heridas profundas y todavía abiertas. Los argentinos necesitamos cicatrizarlas para poder proyectarnos hermanados hacia el futuro. De eso se trata: de poder superar el pasado, para vivir intensa y creativamente el futuro. A ese proceso podemos llamarlo reconciliación. Quienes hacemos Criterio creemos en la

reconciliación, porque creemos en el perdón, y creemos en el amor y la misericordia, que son instancias superadoras de la venganza y aún de la justicia estricta. La reconciliación, ciertamente, no es ni debe ser olvido, ni impunidad. Decir eso sería una simplificación inadmisible. El “Año Santo de la Misericordia” convocado por el papa Francisco, que providencialmente coincide con el bicentenario de nuestra independencia, y también con el inicio de un nuevo período presidencial, es una oportunidad inmejorable para afrontar ese desafío. Queremos comprometernos con él, como ya lo vienen haciendo muchas personas e instituciones. Una nota que publicamos en este número, de Andrea Poretti, da cuenta de un intento en ese sentido. Tanto el diálogo como la reconciliación tienen como presupuesto ineludible el reconocimiento de la 7

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COMENTARIO

verdad. La verdad es a veces dolorosa, triste o vergonzosa. Pero si somos capaces de alcanzarla tanto como sea posible (y reconociendo que los hechos objetivos son muchas veces susceptibles de diversas miradas, interpretaciones, juicios y encadenamientos), será posible avanzar. También es necesario dejar de lado los “clichés” ideológicos que son tóxicos. El debate sobre la década del ‘70 en la Argentina está inficionado por la llamada “teoría de los dos demonios”, con sus detractores (que implícitamente defienden la “teoría del único demonio”) y supuestos defensores. Lo cierto es que los demonios no son uno ni dos, sino que son Legión. Hubo en ese tiempo, y acaso habrá siempre, demasiados demonios sueltos. Todos –también la Iglesia, con sus obispos a la cabeza– tenemos necesidad de exorcizar algunos. Hace algún tiempo se conoció la existencia de unos escritos de quien fuera Pro Vicario Castrense, monseñor Victorio Bonamín, y se anunció la publicación de un libro sobre ellos. Criterio pidió a los autores de ese libro una nota sobre el tema, que también ofrecemos a los lectores en este número. Quienes hacemos Criterio estamos lejos de compartir todos los juicios que allí se hacen, e incluso disentimos fuertemente con algunos de ellos. Sin embargo, creemos que el diálogo que propiciamos incluye la necesidad de escuchar voces diversas, esperando que esa actitud sea recíprocamente correspondida. También la Iglesia (no menos que los partidos políticos, los sindicatos, 8

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las fuerzas armadas, los medios de comunicación, y tantos otros protagonistas institucionales de la vida social) se debe un diálogo interno que ayude a curar las propias heridas. En la época en cuestión la Iglesia tuvo víctimas y victimarios, tuvo mártires y tuvo quienes propiciaron, alentaron o justificaron la violencia y obnubilaron las conciencias, de uno y de otro lado. También entre sus hijos hay familias que siguen buscando un nieto apropiado o un hijo desaparecido, familias que lloran un muerto, o que acompañan el sufriTambién la Iglesia (no miento actual menos que los partidos de algún anpolíticos, los sindicatos, ciano sometilas fuerzas armadas, los do a condiciones vejatorias medios de comunicación, y de prisión que tantos otros protagonistas más parecen institucionales de la vida venganza que social) se debe un diálogo justicia. A tointerno que ayude a curar dos ellos, y a las propias heridas. todos los que puedan aliviar esos sufrimientos, la Iglesia les pide y ofrece en nombre de Jesucristo un corazón misericordioso. Criterio abre sus páginas y su espacio para este diálogo, como un servicio al país y a la Iglesia. Extendemos una cordial invitación a quienes de buena fe y con la altura necesaria quieran sumarse a él. Es necesario para que nunca más se repitan los mismos errores. Nos anima el amor a la Patria, a la Iglesia y a la verdad; y el deseo de que especialmente los más jóvenes puedan mirar el futuro con esperanza. REVISTA CRITERIO N° 2419

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DEBATES

Arquitecta, referente de la Comunidad de Sant’Egidio

Andrea Elba Poretti

Una reflexión sobre los años ‘70 Consideraciones a partir de la mesa redonda en la UCA en agosto pasado bajo el título: “De la lógica del enfrentamiento a la cultura del encuentro”.

En el camino recorrido a lo largo de los más de treinta años de nuestra vida en democracia, y más allá de una necesaria y sensata lectura de diversos hitos y acontecimientos sucedidos, es importante detenernos unos minutos y tratar de comprender, entre los muchos aspectos, algunas asignaturas que han quedado pendientes. Ocupa uno de los primeros lugares la necesidad de una verdadera reconciliación sobre los complejos años ‘70, dejando por sentado la importancia de todo lo que se ha avanzado en el tema de los derechos humanos. No obstante, abordar estos acontecimientos no es sencillo y requiere de una actitud de diálogo franco y respetuoso. Por ello, y como premisa fundamental, es necesario comprender en profundidad la trama de lo sucedido, y concluir que para llegar a una verdadera reconciliación habrá que afrontar el sinuoso camino del conflicto que conduce a la cultura del encuentro. En este sentido son muy iluminadoras las palabras del papa Francisco pronunciadas en su reciente viaje a Paraguay, que son un eco de muchas de las prédicas a lo largo de su ministerio episcopal, y anteriores también. Son las reOCTUBRE 2015

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flexiones que nos llevan a concluir, valiéndonos de sus mismas expresiones, que en el diálogo, que debe ser sincero, verdadero y profundo, se da el conflicto, lógico y esperable. Junto a esta constatación (“si yo pienso de un modo y vos de otro –dice el Papa– y vamos andando, se va a crear un conflicto) se encuentra la exhortación a no tener miedo del conflicto, y mucho menos ignorarlo. El conflicto existe, corresponde asumirlo, pero hay que procurar resolverlo hasta donde se pueda, con miras a lograr una unidad que no es uniformidad, sino unidad en la diversidad. Es decir, hay que asumir el conflicto y de allí en más abrir a la cultura del encuentro. La resolución del conflicto demanda entrar en la realidad del otro, inmiscuirse en sus razones, sin que ello signifique perder la esencia de uno mismo: dialogar para resolver el conflicto no implica ceder la propia identidad. La intención de resolver un conflicto tendrá en definitiva la tensión propia de quien conoce sus razones y se mantiene firme en ellas, pero es capaz de abrirse a escuchar las del otro con la debida o no comprensión. Luego dependerá de cada uno la decisión de reconocer las fal-

tas y a partir de allí comenzar el trabajo del perdón y la reconciliación. Sin intención de simplificar los problemas, con Juan XXIII, el Papa bueno, podríamos decir “buscar lo que une y dejar a un lado lo que divide”. En este espíritu se ubica, como un aporte más a la causa, el coloquio propuesto en la Universidad Católica Argentina cuya orientación fue “Una reflexión sobre los años ’70: de la lógica del enfrentamiento a una cultura del encuentro”, en el que participaron el obispo emérito de San Isidro, monseñor Jorge Casaretto; la senadora Norma Morandini y Arturo Larrabure, hijo del coronel Argentino del Valle Larrabure; moderados por el licenciado Marco Gallo (director de la Cátedra Pontificia Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco). Ante un auditorio comprometido e interesado por la temática, tanto Norma Morandini como Arturo Larrabure, desde distintas veredas, hicieron un pertinente relato de las vicisitudes que involucraron en la espiral de violencia a sus familiares directos. Norma sufrió la desaparición de dos hermanos, Néstor y Cristina, y acompañó a una madre que no se resignó ante la pérdida y golpeó cientos de puertas, con su pañuelo 9

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DEBATES

blanco, en la búsqueda del paradero de sus hijos. Pero ellos son desaparecidos. Y Norma subrayó con entereza que en esos años no hubo dos demonios, sino uno solo: el demonio de la violencia. Por su parte, Larrabure narró lo acontecido a su padre en un cautiverio forzado por el solo hecho de vestir el uniforme militar. Y destacó la herencia de ese hombre que en las cartas a su familia pedía que no guardaran rencor ni alimentaran sentimientos de venganza. A monseñor Casaretto le cupo el deber de relatar los esfuerzos de la Iglesia católica para asumir sus responsabilidades, con distintos pedidos de perdón, en diferentes circunstancias, por las intervenciones u omisiones de sus miembros, especialmente como obispos pastores del pueblo. Pero también supo iluminar el debate con una reflexión más amplia, que ayudara a salir del círculo vicioso de víctimas y victimarios en el que cada uno se ubica, valiéndose de ejemplos de la historia universal, como lo practicado en Sudáfrica por Nelson Mandela, y lógicamente sin pretender transpolar experiencias. En este sentido es importante escuchar las voces de quienes, desde perspectivas conciliadoras, sin perseguir intereses personales ni de parte, pueden echar luz y reorientar el debate. Son 10

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Lo problemático no es el disenso, las posiciones encontradas, que por el contrario pueden ser el germen de una reconciliación profunda. Lo que no puede faltar es el respeto por el otro.

voces que, al estar por encima de las partes y de los acontecimientos, no pueden ser consideradas juicios de valor ni defensa de una determinada postura, ni mucho menos la acusación a la otra. En definitiva esta sería la óptica desde la cual recibir reflexiones despojadas de cualquier intencionalidad. Así, toda contribución que genere espacios de encuentro debe ser bienvenida. No se puede dialogar sólo entre quienes comparten un mismo sentir y pensamiento. También hay que asumir que el diálogo es un proceso lento, a menudo lleno de obstáculos. Lo problemático no es el disenso, las posiciones encontradas, que por el contrario pueden ser el germen de una reconciliación profunda. Lo que no puede faltar es el respeto por el otro. Puede pensarse que el tiempo mismo será el que cicatrice las heridas, pero así todo quedaría a la deriva y se perdería la oportunidad de lograr una verdadera reconciliación, basada en el acercamiento. Pero sostener a ultranza las propias razones, sin escuchar los motivos del otro, no ayuda. Quienes han sufrido la pérdida bru-

tal de un ser querido, como todos aquellos que han visto a los suyos arrancados desde sus raíces y en muchos casos sin una tumba donde yacer en paz y poder llorarlos, pueden sin embargo ser maestros de humanidad que tanta falta hace. A la justicia sin venganza toca el deber de penalizar los graves delitos cometidos. Pero a la sociedad civil le corresponde levantar la voz para que no se sigan profundizando divisiones. La reconciliación que se persigue desde distintos ámbitos es un trabajo artesanal, donde no hay nada escrito y todo por hacer. Artesanal significa hecho con paciencia y búsqueda sin descanso de canales de encuentro. Y artesanos expertos en humanidad son quienes, sin intereses mezquinos, promueven la reconciliación. Desde el frágil retorno a la democracia en 1983 a nuestros días, mucho se ha caminado. Lo que queda es poder sentarse serenamente a dialogar y ofrecer el perdón. Perdón que no es olvido porque, parafraseando al profesor Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, “la memoria ayuda a no repetir los errores del pasado”. REVISTA CRITERIO N° 2419

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DEBATES

Investigadores sociales. Autores del libro sobre los diarios del obispo Victorio Bonamín, de próxima aparición.

Ariel Lede y Lucas Bilbao

La Iglesia de la dictadura en el Estado de derecho A partir del hallazgo de los diarios de un vicario castrense, los autores señalan el aval de numerosos sacerdotes en la represión durante el gobierno de Isabel Perón y los años de la dictadura militar.

Durante este último tiempo, noticias vinculadas a la actuación de la Iglesia católica en los años del terrorismo de Estado han vuelto a poner sobre la mesa el problema. En una entrevista realizada al arzobispo rosarino Eduardo Martín, éste reivindicó la teoría de los “dos demonios”, en el marco de la imputación de un sacerdote –ex capellán policial– de su arquidiócesis.1 Desde los estrados judiciales, testigos de la mega causa “La Perla y Campo La Ribera” (Córdoba) testimoniaron nuevamente sobre la complicidad del extinto cardenal Raúl Primatesta y sobre el circuito represivo local que incluía la cárcel OCTUBRE 2015

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de mujeres del Buen Pastor, a cargo de la congregación de las monjas homónimas.2 Al mismo tiempo, en el mes de agosto, la Universidad Católica junto al obispo Jorge Casaretto y familiares de víctimas de la represión estatal y de la violencia revolucionaria realizaron un encuentro denominado “De la lógica del enfrentamiento a la cultura del diálogo”, en el que el prelado lanzó críticas a los procesos judiciales que tienen como acusados a militares y civiles partícipes del terrorismo de Estado.3 El último episodio, particularmente, recibió un variopinto cúmulo de críticas, a tal punto que obligó al ti-

tular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti; al Ministro de Justicia, Julio Alak; y a la Procuradora General de la Nación, Alejandra Gils Carbó, entre otros, a reunirse y emitir un comunicado ratificando que los procesos judiciales vinculados a delitos de lesa humanidad forman parte del Estado de derecho y no de un gobierno de turno. Paralelamente, un grupo de organismos defensores de los derechos humanos (Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, CELS y Familiares de Desaparecidos) envió una carta al presidente del episcopado argentino, José María Arancedo, 11

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DEBATES

solicitándole una aclaración oficial y pública respecto de los dichos de Casaretto. El arzobispo respondió de manera privada, desautorizando esas expresiones.4 La invariable actitud de la Iglesia en estos 32 años de democracia ha sido poner en cuestión los procesos de memoria, verdad y justicia, al mismo tiempo que reeditar el caduco paradigma de la reconciliación, como argumento para cerrar las investigaciones judiciales. A diferencia de lo que habitualmente ha realizado y realiza con su recurrente injerencia en la formulación de leyes o políticas públicas, no ha tenido la misma disposición para colaborar con los juicios por crímenes de lesa humanidad. Esto se comprende por el temor que existe a que se avance en el terreno de la colaboración que muchos civiles prestaron al régimen militar. Que este rumbo continúe implicaría que varios clérigos deban presentarse ante los tribunales como testigos o procesados.

Los capellanes invisibles Si hay una institución eclesiástica que ha salido ilesa de todo este proceso es el Vicariato Castrense, hoy con categoría de obispado. Creado en 1957 a partir de un acuerdo entre la dictadura del general Aramburu y el Vaticano, nacía para brindar “atención espiritual” a los militares argentinos. La creación de esta particular estructura religiosa se enmarcó en la alianza estratégica que la Iglesia católica y las Fuerzas Armadas mantenían desde la década del ‘30, para enfrentar los “males” que afectaban la “esencia católica” de la nación: el liberalismo y el comunismo. En este marco –y a lo 12

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largo de veinte años– los capellanes que conformaban el vicariato castrense fueron erigiéndose en los pedagogos de quienes estaban llamados a resguardar los valores nacionales y cristianos: los militares. El curso legal al “combate” contra la guerrilla rural en Tucumán –que el gobierno peronista y las instituciones castrenses pusieron en marcha a partir de febrero de 1975– fue el episodio providencial que permitió a los capellanes poner a disposición de los militares dos poderosas armas para la contienda. Por un lado, el convencimiento de que la lucha contra la subversión era justa. Por otro, la inauguración de la asistencia espiritual in situ. La novedad del acompañamiento eclesiástico en esta coyuntura radicó en la presencia de los sacerdotes dentro de los lugares de combate y detención, con el doble objetivo de sacralizar las acciones represivas (que incluía borrar las objeciones de conciencia) y persuadir a los detenidos para que dieran información a los torturadores.5 Las cifras no dejan margen de duda: desde el inicio del “Operativo Independencia” hasta el retorno democrático ocho años después, 400 capellanes fueron desplegados en las diferentes zonas militares, formando y acompañando a comandantes, jefes, soldados y conscriptos. Al menos cien de ellos integraron la red clandestina de centros de detención.

El Vicariato en un diario Desde hace algunos años se ha dado parcial difusión a los diarios personales del obispo salesiano Victorio Bonamín, correspondientes a los años 1975 y 1976. Nacido en Rosa-

rio en 1909, fue ordenado sacerdote en Turín a los veintisiete años. En marzo de 1960 el papa Juan XXIII lo nombró obispo de Bita y enseguida fue designado provicario castrense, cargo que ocupó hasta 1982. Por más de veinte años fue uno de los “jefes” de los más de 400 capellanes militares que integraron el Vicariato en la década de los ‘70. A lo largo de sus 750 páginas, el obispo volcó día tras día las tareas que tenía que hacer, aquello que ya había realizado y anotaciones sobre lo que decía o pensaba. Registró reuniones y conversaciones con oficiales, soldados de las Fuerzas Armadas y agentes de la SIDE. Obispos a los que considera conflictivos como Jaime De Nevares, Enrique Angelelli o Carlos Ponce de León; sacerdotes ligados a la inteligencia militar; o capellanes de distintas zonas aparecen en sus anotaciones. La preparación del golpe de Estado y juicios peyorativos hacia algunos militares, obispos o dirigentes políticos forman parte de la cotidianeidad de estos escritos. Las tensiones producidas por la renuncia del cardenal Antonio Caggiano al mando del Vicariato y la sucesión en el cargo de Adolfo Tortolo (arzobispo de Paraná y presidente de la CEA), entre otras cosas, presentan a los diarios como una fuente de considerable valor para conocer mejor la dinámica política en el interior de las instituciones eclesiásticas y militares, con especial énfasis en la organización del clero castrense. No se trata ya de artículos periodísticos de la época o relatos de sobrevivientes de la dictadura, sino que es la palabra –en primera persona y sin mediaciones– de uno de los obispos más vinculados con el terrorismo de Estado. También ofrecen información que REVISTA CRITERIO N° 2419

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Desde el inicio del “Operativo Independencia” hasta el retorno democrático, 400 capellanes fueron desplegados en las diferentes zonas militares.

no figura en otras fuentes o archivos, como las numerosas conferencias que dictó a los diferentes escalafones castrenses. Éstas funcionaron como instancias de formación ideológica y de legitimación religiosa de las acciones contra las organizaciones revolucionarias. Los nombres con los que Bonamín las tituló lo ponen de manifiesto: “El momento actual de las Fuerzas Armadas”; “Religión y combate”; “Matar en combate”; “Visión teológica del militar”; “La Iglesia y la subversión”; “Administradores de la fuerza”; “Dar criterios sobrenaturales al accionar de los militares”, entre otras. Como era esperable, contienen información sensible vinculada a la metodología del Estado terrorista: secuestros, desapariciones forzadas, asesinatos, centros clandestinos y torturas. Bonamín registró los nombres de 20 víctimas y conversaciones referidas a la aplicación de torturas a los detenidos y a lo que esto generaba en los militares. Luego de una charla con un teniente primero del Colegio Militar de la Nación, escribió en su diario: “Visita trascendente. Problema de conciencia propio de esta ‘guerra sucia’” (24/02/1976). Pero no se trata sólo del conocimiento que tuvo sobre esto, sino del acompañamiento activo que ofreció: se ocupó de justificar la tortura desde un punto de vista teológico. Con ese sentido, describió un diálogo mantenido con el entonces vicario Tortolo: “problemas de Tucumán, respecto a torturas y prisioneros (otro argumento: si, según Sto. Tomás, es lícita la pena de muerte…, la tortura es menos que la muerte…). Nuestros Capellanes necesitan OCTUBRE 2015

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aunar criterios” (09/01/1976). Las torturas aplicadas contra guerrilleros y obreros azucareros en “La Escuelita” de la capital tucumana aparecían como un mal menor partiendo del argumento de Tomás de Aquino: “cuando la muerte de los malos no entraña un peligro para los buenos, sino más bien seguridad y protección, se puede lícitamente quitar la vida a aquéllos”.6 En 1980 –cuando ya habían descendido los niveles más feroces de la represión clandestina– Bonamín sintetizaba el trabajo del vicariato en los años previos de esta manera: “En 1975, cuando se inicia la guerra contra la subversión, el Vicariato, a través de sus capellanes, acompañará a los soldados al frente. Tratará de suavizar aquellas cosas que una guerra provoca siempre respecto a detenidos, torturas, etcétera, de que la lucha contra el terrorismo se hiciera sin odio; de infundir criterios y apoyo moral”.7

Un aporte a los juicios La información que estos diarios contienen se convirtió en un aporte novedoso para conocer en profundidad los resortes religiosos del terrorismo de Estado. El material –que será próximamente publicado– se ha convertido en una valiosa prueba para la Justicia, siendo utilizado en varios procesos judiciales por violaciones a los derechos humanos. Citamos por caso algunos de ellos: la mega causa “Saint Amant II”, en la que se investiga el presunto homicidio del obispo de San Nicolás, Carlos Ponce de León, y la privación ilegíti-

ma de la libertad de alumnos del Colegio Don Bosco, ocurridos en 1977. Querellas y fiscales que trabajan en la “Causa Feced III” (Rosario) solicitaron el material para profundizar las investigaciones sobre la responsabilidad penal del ex capellán policial Eugenio Zitelli (actualmente procesado) y sobre el asesinato de Luis Anselmo Bonamín –militante de la Juventud Peronista y sobrino nieto del obispo– a manos de la Policía santafecina en 1976. Finalmente, a partir de un informe de la Comisión Provincial por la Memoria nutrido con extractos de los diarios, el ex secretario del vicariato castrense Emilio Grasselli podría ser imputado en una causa que tramita el Juzgado Federal Nº 10 de Comodoro Py. En julio de 2014 por primera vez fueron valorados en una sentencia, al finalizar en La Rioja el juicio por el asesinato del obispo Enrique Angelelli, ocurrido el 4 de agosto de 1976. El tribunal a cargo del juicio condenó al ex general Luciano Benjamín Menéndez y al ex comodoro Luis Fernando Estrella a prisión perpetua por considerarlos autores mediatos del delito, incorporando como prueba judicial extractos de los diarios en más de veinte páginas. Los jueces consideraron en los fundamentos del fallo que “los militares no podrían haber matado a un Obispo sin complicidad civil y clerical” (pp. 459-460), complicidad en la que se destacan poderosas familias terratenientes, la campaña difamatoria del diario El Sol, el silencio del episcopado y la exaltación de la violencia militar contra Angelelli por parte del vicariato castrense. Además resaltaron dos aspectos principales que los diarios reflejan respecto del contexto del asesinato: el manejo de información sensible por parte de Bonamín 13

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DEBATES

(pp. 459 y 547-548) y los problemas de competencia jurisdiccional que se generaban en territorio militar entre los obispos renovadores y los del vicariato (pp. 389-394), haciendo del “conflicto territorial” un vehículo apropiado para saldar el “conflicto ideológico”.8 Por fuera de estos casos por ahora aislados, el Poder Judicial prolonga una deuda con la verdad y la memoria: hasta hoy los sacerdotes católicos representan menos del uno por ciento de las personas imputadas y condenadas por delitos de lesa humanidad. Un capellán condenado, otro absuelto, otro prófugo y dos imputados. El resto falleció impune o no está lejos de hacerlo. Mientras tanto, las investigaciones, testimonios y fuentes permiten confirmar que la dictadura cívico-militar tuvo un componente católico imposible de soslayar.9

La información que estos diarios contienen se convirtió en un aporte novedoso para conocer en profundidad los resortes religiosos del terrorismo de Estado.

1 “La reconciliación”, Rosario/12, 15/07/2015. 2 “La

participación de la Iglesia” y “Las piezas de un atroz rompecabezas”, Página/12, 27 y 31/08/2015. 3 “En la UCA, un pedido por la memoria y la reconciliación”, La Nación, 06/08/2015. De ese diario, ver también el editorial “Memoria y reconciliación”, 16/08/2015. 4 “Verdad con Justicia”, Página/12, 06/09/2015. 5 Para profundizar sobre la temática puede ser útil: “Los capellanes castrenses que participaron del Operativo Independencia”, Infojus Noticias, versión on-line, 14/02/2015. 6 Suma de teología, Madrid, BAC, 1990, pág. 539. 7 Entrevista publicada en la Revista Reconquista (Madrid, España), Nº 367, octubre de 1980 y reproducida en el Boletín del Vicariato Castrense Nº 65, abril de 1981, pp. 15-20. 8Ver “Conflicto ideológico y territorial”, Página/12, 05/11/2013.

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POLÍTICA

Elisa Goyenechea

Filósofa.

Cuando las buenas costumbres no alcanzan Cuando las instituciones flaquean, las costumbres ceden y sobreviene la ruina política: el personalismo y la arbitrariedad.

En los fragmentos iniciales de La Democracia en América, Alexis de Tocqueville, al que Hannah Arendt adeuda sus reflexiones sobre el valor de la asociación y la tiranía mayoritaria, advierte sobre la necesidad de una nueva ciencia política. Tocqueville destaca un punto de inflexión, un hecho extraordinario y sin precedentes que pone de manifiesto el funcionamiento de la sociedad norteamericana: la igualdad de condiciones o la democracia como estado social, no como forma de gobierno. Las bendiciones y amenazas de tal suceso que, además, el pensador francés juzga como la destinación inexorable de los pueblos en el futuro, lo impulsan a teorizar sobre el mismo, con categorías originales que pretenden dar cuenta de lo nuevo: el punto de partida democrático, el estado social, la tiranía mayoritaria, el peligro del aislamiento y la atomización, las virtudes de la asociación. En el “Prefacio” a Between Past and Future, Arendt interpreta las circunstancias que rodearon la OCTUBRE 2015

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gran obra de Tocqueville a la luz del aforismo de René Char, que defiende la existencia de un pasado sin testamento, al que sólo se podría acceder en la circunstancia ruinosa del derrumbe del marco de referencias: “Cuando Tocqueville retornó del Nuevo Mundo, al que supo describir y analizar con tal maestría que su obra sigue siendo un clásico y ha sobrevivido a más de un siglo de cambio radical, era consciente del hecho de que, lo que Char llamó «cumplimiento» de un acto y evento, aún lo había esquivado. El aforismo de Char, «Nuestra herencia nos fue dejada sin testamento», suena como una variación de la sentencia de Tocqueville: «Desde que el pasado ha dejado de arrojar su luz hacia el futuro, el espíritu [mind] del hombre vaga en la oscuridad»” (Arendt, Between Past and Future) Hannah Arendt advierte que los acontecimientos novedosos del siglo XX, los regímenes totalitarios de Hitler y de Stalin, pulverizaron las mores evaluativas de comprensión; nuestros criterios habituales de juicio no son ya operativos y necesitamos conceptos novedosos que desactiven el automatismo clasificatorio de la mente. Así, que el pasado ya no

arroje su luz en el presente y el espíritu del hombre vague en la oscuridad, da cuenta del declive de la orientación y tutela de la tradición. Para Arendt la interrogación fue: ¿cómo dar cuenta de un suceso que evidencia que convicciones morales tan básicas e incuestionables como “no matarás” o “no levantarás falso testimonio”, vinculantes e inapela15

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POLÍTICA

bles hasta el siglo XX, puedan revertirse en principios legítimos de acción? O también, ¿cómo dar cuenta de los regímenes –ahora nominados como totalitarios– sin incluirlos en las habituales tipificaciones de la teoría política: dictaduras, fascismos, despotismos, tiranías, etcétera? Para la pensadora, no es el genocidio ni el exterminio masivo lo novedoso, sino la increíble ausencia de una estrategia instrumental que racionalizara las matanzas; en otras palabras, éstas no respondían a propósitos bélicos. Pese a esta similitud de circunstancias que enmarca el pensamiento de los autores, entendemos que los distancia su posición frente al valor de las costumbres. Sólo si el lector de Arendt se posiciona frente a la circunstancia del fenómeno totalitario, cuya criminalidad Arendt estima inconmensurable respecto de otras formas abusivas de gobierno, y cuya raíz proclama encontrar en la ausencia de pensamiento y la incapacidad de juzgar, puede entonces comprenderse la distancia fundamental entre Arendt y Tocqueville. Mientras que éste posiciona las mores –los “hábitos del corazón”, las opiniones e ideas– como tutela y último garante de rectitud de las leyes, Arendt advierte sobre el peligro inherente a los cuerpos políticos, cuyas instituciones debilitadas han perdido la energía legitimante (el poder del pueblo organizado), y se sostienen por la sola fuerza de las costumbres. Cuando las instituciones o las leyes pierden credibilidad y su poder de vinculación se debilita, como en los casos de relativa a-nomia; cuando el respeto por las leyes no es transmitido como un valor en las escuelas, ni ejercido en la práctica por los funcionarios públicos, o cuando los intelectuales proclaman alegremente que el proyecto político está por encima de la ley, entonces las fronteras que configuran lo público se desdibujan, y la interacción de los ciudadanos se ci16

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menta más en la simple persistencia tan en conformidad con los patrones de los hábitos, y en los sucedáneos morales, mas no como ciudadanos, de la praxis política, como las ONG sino en calidad de personas privao las asociaciones civiles que, para das. Es decir, interactúan y tratan a no caer en la trampa del clientelis- sus conciudadanos como miembros mo, se yerguen independientes. Las de su familia; observan las normas costumbres y los buenos hábitos de básicas de la vida en comunidad o conducta civilizada, aunque pueden pagan sus impuestos porque así se sostener y regular la convivencia, no los indica su conciencia, que les dice, se ubican –en rigor– en el plano po- por ejemplo, que es inmoral evadir lítico, sino en el social. Cuando im- impuestos. Pero cuando las instituperan las costumbres, los hombres ciones flaquean, los funcionarios pú–hablando rigurosamente– no se blicos son los primeros en arrogarse comportan como ciudadanos, sino privilegios y la praxis política es a como individuos privados. Si bien tal punto discrecional, que se vuelorientan la interacción, al no tener ve un asunto privado, precisamente el respaldo de la ley, los hábitos de porque si está abierto a la mirada de conducta civilizada pueden ceder al todos (si es público), rápidamente – peso de la bancarrota institucional, y creemos– merecería la reprobación en casos de anomia y caos, las cos- general y la reacción de la justicia. tumbres permanecen mudas o, en el Es en esta circunstancia cuando los peor de los casos, pueden cambiar hábitos morales no son confiables a per petuidad. de la noche a la mañana como La ruina política acontece Cuando declinan las instituciones los modales en la cuando se mina la y esta situación mesa, como lo veestructura de legalidad, se prolonga en el rificó Arendt en ya sea porque las acciones tiempo, la consus propios condiscrecionales del gobierno fianza en la pertemporáneos. no respetan sus límites o, sistencia de las La ruina política acontece cuando también, cuando se vuelve mores es relativa, se mina la estruc- cuestionable la fuente de la precisamente porque la anomia y la tura de legalidad, legitimidad de esas leyes. arbitrariedad se ya sea porque vuelven un asunto las acciones dispúblico y la cocreciona les del gobierno no respetan sus límites o, rrupción, una práctica cotidiana. Es también, cuando se vuelve cuestio- decir, todas aquellas prácticas discrenable la fuente de la legitimidad de cionales o abusivas que suscitarían esas leyes. Ambos casos vulneran su escándalo, indignación y la intervenautoridad; cuando las leyes pierden ción de la justicia cuando gobiernan credibilidad –afirma Arendt– dis- las leyes, mudan en praxis cotidiana; minuye la capacidad para la acción dejan de revelar criminalidad y copolítica responsable y las personas rrupción, y empiezan a ser estimadas “dejan de ser ciudadanos en el sen- normales. Cuando imperan las institido fuerte del término”. Aunque las tuciones, a nadie le interesa actuar costumbres y las tradiciones per- al margen de la legalidad y volverse manezcan intactas y, a falta de una un individuo privado. Creemos que estructura confiable de instituciones pretender ser la excepción a la norautorizadas, actúen como el marco ma es –por definición– un asunto de estabilidad que sustenta la vida en privado, salvo que la excepción se comunidad, las personas se compor- vuelva la norma y los principios de REVISTA CRITERIO N° 2419

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Unemployed, de George Grosz.

conducta tradicionalmente conside- afuera del marco de la legalidad. rados inmorales, se vuelvan públicos Creemos que lo que Arendt observó y honorables. En tal situación, los en su patria es la declinación de la hábitos –convicciones, maneras, es- buenas costumbres, que no pudieron tereotipos, comportamientos– que ser lo suficientemente sólidas ante la regulan la convivencia y la praxis ruina de las instituciones; cuando las de una nación débil en instituciones prácticas arbitrarias y la ilegalidad y –por ende– fuerte en personalis- se impusieron, fueron muy pocos mos, suelen sonar descabellados e los que no cedieron a la elevación incomprensibles para ciudadanos pública de lo que –en situaciones cuyos hábitos están cimentados en normales–, deberían ser prácticas el orden, en la independencia de la no sólo ilegales, sino también injusticia y en el resmorales. En otras peto por las leyes. palabras, cuando Habituados a tener Cuando no hay las acciones insiempre a mano un set privilegios discremorales y polítide reglas habituales, nos cionales y cuando camente reprensila transparencia acostumbramos a no juzgar bles (la delación, de los asuntos púla corrupción, la por nosotros mismos, y blicos está a la visdiscrecionalidad, ya no importa tanto el ta de todos (aunla expropiación, el contenido de esas reglas, que sea un ideal, asesinato), aquesino el hecho de que haya puede reg u lar llas que en situareglas, cualesquiera. como índice de la ciones normales actividad siempermanecen oculpre perfectible de tas y se ejecutan la praxis política), es poco probable en privado, pasan a ser los principios que se elija permanecer en la oscu- conforme a los cuales los ciudadanos ridad de lo privado y erigirse en la se comportan públicamente, en tal excepción, es decir, vivir y actuar circunstancia, las mores ceden. Y el OCTUBRE 2015

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individuo que se mantiene fiel a los preceptos del foro de su conciencia (aquel al que consideraríamos decente y respetable), pasa a ser un purista que se erige en excepción y que, políticamente hablando, suele ser irrelevante. Arendt es una pensadora de lo extra-ordinario y es preciso intentar situarse en su posición para comprender su fatal desconfianza hacia las costumbres, que –como subestima la autora– no son más que eso: segundas naturalezas, mores, hábitos estandarizados heredados o enseñados, de cuya honorable procedencia –empero– no duda. El problema es que solemos recurrir a ellos sin escrúpulo, aun cuando las circunstancias ameriten poder dar cuenta de esas mismas categorías de juicio y de conducta. Arrastrados sin examen –sentencia la pensadora–, se vuelven estándares osificados y sucedáneos inertes de la habilidad de juicio, que los sustenta. Habituados a tener siempre a mano un set de reglas habituales, nos acostumbramos a no juzgar por nosotros mismos, y ya no importa tanto el contenido de 17

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POLÍTICA

esas reglas, sino el hecho de que haya reglas, cualesquiera. Creemos que ni siquiera los modales en la mesa (como tampoco cualquier hábito, moralmente bueno o malo) pueden mudarse con tanta celeridad, pero Arendt se atiene a lo que observó en la sociedad respetable de su tiempo. El fenómeno de la Gleichschaltung (la uniformización totalitaria de actitudes, prácticas y convicciones), el culto a la personalidad del Führer y el desprecio por las instituciones evidenció la resolución con que sus compatriotas abrazaron un nuevo código de conducta que incluía la delación, el asesinato o la mentira. Estas prácticas despreciables no constituían per se ninguna novedad ya que la historia podía y puede dar cuenta de ellas, lo nuevo

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era que habían sido elevadas a principios respetables (y públicos), y se esperaba razonablemente que todo miembro o simpatizante del partido (es decir, todo ciudadano respetable) las adoptara. Esta circunstancia la condujo a defender el imperio de la ley y de las instituciones por sobre la confianza en las normas morales y las buenas costumbres. Cuando las instituciones flaquean las costumbres ceden y sobreviene la ruina política: el personalismo y la arbitrariedad. La procedencia de nuestros hábitos de comportamiento y categorías de pensamiento es variable. La fuente de nuestras valoraciones éticas y los criterios de apreciación política puede no ser la misma para todos; las raíces religiosas y culturales de un país cimentado por inmigran-

tes no son uniformes. Arendt, que alertó precisamente sobre el peligro de la homologación de opiniones y convicciones, juzgó inexcusable el poder de juicio independiente. Creyó que todo hombre, sin importar su procedencia, su cociente intelectual o su nivel académico, puede ejercer la capacidad de juzgar libre de prejuicios o preceptos operativos aceptados masivamente. Así, la posibilidad de distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, se mantiene activa aun en épocas de derrumbe moral y de ruina política generalizados. Esta capacidad eminentemente política –el juicio ciudadano– destaca en escena pública de manera sobresaliente, no con los políticos profesionales, sino cuando el ciudadano común habla y actúa.

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INTERNACIONAL

Luis Mendiola

¿Quo Vadis? La tragedia de los migrantes La situación de los migrantes sirios y las imágenes de desesperación conmueven y ponen presión sobre los líderes del mundo. Se trata de una situación que no es nueva en la historia y la Argentina tiene un papel que cumplir.

¿Qué es lo que en verdad importa? ¿La cotidiana muerte en masa de los ahogados en el Mediterráneo o los muertos de tantos otros modos? ¿O nuestra conmoción ante algunas de esas imágenes? ¿La búsqueda real de alguna solución al drama, o el solo acallar, de algún modo, el reclamo de las conciencias perturbadas? ¿Las culpas de los otros o las nuestras? En fin: ¿ellos o nosotros? La profusa información, con patéticas imágenes incluidas, abruma a los europeos, y no sólo a ellos. Varias guerras, extendidas durante años; masacres e intentos genocidas; ejecuciones públicas crueles, expuestas con brutal sensacionalismo; miserables barcazas, repletas de desesperados que terminan, muchos de ellos, ahogados en el Mediterráneo; verdaderos campos de concentraOCTUBRE 2015

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ción que esperan a los sobrevivientes de esas ordalías; opiniones políticas contrapuestas, entre el rechazo, a veces infame, y la misericordia, no siempre efectiva, para los que tienen la “suerte” de llegar a las costas europeas. Todo esto y un listado mucho más extenso –no hace falta abundar, es bien sabido– desbordan los apacibles límites de nuestras tristes conciencias. “Nuestras” quiere decir aquí, no sólo las de los europeos, directos recipiendarios de la tragedia, sino también la de los más o menos alejados de los varios teatros de tantas multiplicadas desgracias. Las tantísimas –son muchas– migraciones de desesperados desde incontables lugares –no sólo del norte y del centro del continente africano, también del Medio Oriente y de otros países de Asia central, para no

referirnos a las Américas– mueven, al fin (era ya hora) las conciencias; las ponen a prueba, las interrogan y las acosan. La lista de los países o lugares desde donde salen (escapan, huyen, emigran; cualquier palabra resulta válida) es extensa. Las cifras, en la mayoría de los casos, millonarias. Los destinos, no menos numerosos. La crueldad y el cinismo de quienes negocian y trafican, horrendos. Todo esto es ya bien conocido y se encuentra fácilmente en la inmensa información disponible por todos los medios. Entonces, ¿qué? En principio, se trata de casos en los que nadie puede arrojar la primera piedra, es decir, pretenderse a sí mismo inocente, como para tener derecho de acusar a los demás. Hay muchas, demasiadas culpas, nuevas y acumuladas, de 19

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INTERNACIONAL

todas las dimensiones y naturaleza: históricas, políticas, ideológicas, culturales, religiosas, sociales, económicas, etc. La cuestión es otra: ¿qué hacer? Allí comienza la verdadera, la real cuestión. Luego de las primeras y obvias reacciones elementales, que suelen ser emotivas; incluso luego de las primeras medidas, más o menos urgentes, como la recepción –y aceptación, que no es necesariamente descontada– de los desesperados, los que llegan, al fin, a las costas o a los límites de la salvación, y luego del reclamo humanitario de misericordia reiterado –Francisco ha hecho ya varios, todos esenciales e imperiosos– llega inevitable y urgentemente el nudo al ojo de la aguja. ¿Es cuestión de recibirlos a todos, sin límite, a medida que llegan, intentando rescatarlos de las fauces, no sólo del mar (él, el mar, seguro que no es culpable), sino de sus propios congéneres? ¿Se debe actuar sobre quienes provocan tales catástrofes humanitarias, moviéndolos, o incluso obligándolos a desistir de tales acciones? ¿Habrá que convocar a todos, sin excepción alguna, a asumir responsabilidades y obligaciones compartidas respecto de tantas víctimas? Estos y otros interrogantes están hoy abiertos. Y, por cierto, no parecen de sencilla solución. Las reacciones –políticas, ideológicas, culturales y varias más– en algunos países receptores son notoriamente contradictorias. Van desde posiciones humanitarias, abiertas, generosas, hasta las crecientemente reaccionarias, racistas, prejuiciadas, de rechazo cerrado, de sospechas y de miedo extendido hacia el futuro. De todos modos, ningún gobierno, en particular los europeos –recipiendarios de los mayores contingentes– puede darse el lujo de desatender la evolución de la propia opinión pú20

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blica. Los humores y actitudes pue- las migraciones más numerosas, ni den hasta cambiar gobiernos. Cons- medio oriental. Es, hay que admitirtituyen una clara limitación. lo, más allá de las imágenes recientes, Las lecciones de la historia, al me- universal. Merece la misma atención, nos, podrían ser tenidas en cuenta. por lo menos, que la que ya reciben La mayor es que una crisis semejante el medio ambiente, el clima, el agua, no es novedosa. Por el contrario, se la energía, los derechos humanos y ha reiterado varias los temas consiveces. Y no es nederados centrales, Centenares de miles de cesario remitirse absolutos, globapersonas del exterior se a épocas remotas, incorporan a la población les. Universales. puede ser recor¿Valdrá la pena argentina anualmente. dado por quienes prop oner u n a Nuestro país continúa aún viven. Lueconferencia interabsorbiendo inmigrantes, go de la Segunda nacional dedicada Guerra Mundial, a las migraciones? con o sin crisis. en e l p er ío do Mientras tancomprendido desto, nosotros, por de 1944 hasta los primeros años de la casa, ¿cómo andamos? ¿Qué dedécada de 1950, decenas de millones beríamos hacer? La Argentina es de migrantes desde el este hacia el un caso –como siempre– extraño. A oeste de Europa, forzados o volunta- comienzos del siglo XXI, ¿es aún un rios, fueron un enorme drama, una país de inmigración? Los números, real tragedia, de proporciones muy aunque no del todo actualizados, insuperiores a la actual. Y Europa, dicarían que sí lo es. Centenares de aunque deshecha, destrozada física y miles de personas del exterior se inmoralmente por aquella hecatombe, corporan a la población argentina absorbió, incorporó, incluyó a aque- anualmente. Nuestro país continúa llos no menos desesperados. Sobre- absorbiendo inmigrantes, con o sin vivieron y prosperaron, en Europa, y crisis. Varían los números año a año, algunos en otras latitudes. Más cer- pero se mantiene la tendencia. Se canos en el tiempo, las varias guerras sabe, la inmensa mayoría proviene civiles o de otra naturaleza en el ám- del propio continente. Desde otras bito mediterráneo –Argelia, El Líba- latitudes, los números son mucho no, Palestina, Grecia, la ruptura y di- menores, poco significativos. solución de la ex Yugoslavia; la lista La Argentina tiene una historia que es extensa y harto conocida– provo- no debería deshonrar. Fue receptocaron también masivas migraciones, ra, en un no tan remoto pasado, de no menos dramáticas. migraciones sustanciales de varias Es imposible negar que existe ya procedencias extra continentales. experiencia, memoria, capacidad, Nos creemos y nos juzgamos, nosoconocimiento suficiente como para tros mismos, “generosos”. ¿Lo somos resolver este drama. No es ni total- aún? No es una pregunta menor ni mente nuevo, ni mayor que los prece- intrascendente. Es grave. dentes. Está claramente al alcance de El país, en esta circunstancia, debela inteligencia y, es de esperar, del co- ría volver a demostrar, inequívocaraje moral y cívico de los receptores mente, la generosidad que proclael encontrarle soluciones aceptables. ma haber tenido en el pasado. Las Claro está, el problema no es sólo eu- actuales políticas migratorias, por ropeo, en cuanto recipiendarios de sí mismas, son insuficientes. Si bien REVISTA CRITERIO N° 2419

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su ejecución es una tarea compleja, técnica, especializada, la decisión política fundamental la trasciende. No puede limitarse, como en este caso para los sirios, a permitir la inmigración de sólo aquellos que ya tengan parientes o conocidos que los quieran “llamar”. Con semejante política, apenas algunas decenas de personas tendrían acceso. Teniendo una numerosa comunidad de origen sirio, la pretendida “generosidad” que alguna vez tuvimos debiera ser hoy mayor. Quizá sea esta la hora de superar prejuicios que aún subsisten. No son pocos ni fáciles de erradicar. Pero el ejemplo lo debe dar el Estado, sin quedarse a esperar la a veces tardía reacción de la sociedad argentina en su totalidad.

Las tantísimas migraciones de desesperados desde incontables lugares mueven las conciencias, las ponen a prueba, las interrogan y las acosan.

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SOCIEDAD

Teóloga brasileña, profesora de Teología en la Universidad Católica de Río de Janeiro y autora del libro Simone Weil- Una mística en los límites.

Maria Clara Lucchetti Bingemer (Río de Janeiro)

La fuerza de un niño muerto Interrumpo una serie de artículos sobre los cinco sentidos que estaba escribiendo. Me siento obligada a hacerlo después de ver la foto del pequeño niño sirio sobre la arena de la playa turca de Bodrum. Lo absurdo de la tragedia del niño vestido y calzado, con la cara en la arena y los bracitos en la espalda como dos alas, me paralizó y me volvió incapaz de pensar o hacer cualquier otra cosa. No es la primera vez que veo fotos de migrantes muertos. Abundan en la prensa las imágenes impactantes que muestran una inmensa cantidad de seres humanos llamando desesperadamente a las puertas de Europa, trayendo con ellos varios cadáveres. Sin embargo, la foto del pequeño Aylan tuvo algo diferente. Tal vez por el hecho de que estuviera vestido con ropa tan parecida a la de nuestros niños, calzado con zapatos que cualquiera de mis nietos podría estar utilizando. Quizás fue la edad, el físico, la forma de su cabeza, el color de sus cabellos, idéntico a mi nieto Lucas, que vive 22

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en Francia. Acaso fue todo eso y mucho más. El hecho es que no pude dejar de pensar y sentir el dolor que aquel niño muerto en las costas de Europa trajo a mi corazón. Tal vez precisamente por ser algo tan carente de cualquier tipo de violencia, cualquier arrogancia, cualquier agresión. Todo allí es inocencia, mansedumbre, dulzura, vulnerabilidad que invitan al silencio, a la reverencia, al arrepentimiento y al profundo pedido de perdón. Y también y no menos importante es el deseo de un cambio radical por el hecho de mostrar con tanta evidencia hasta dónde puede llegar la injusticia, el desorden estructural del mundo, las falencias de una humanidad que se empeña en dar la espalda a los sufrimientos de pueblos enteros. La niñez asesinada de Aylan no grita, no señala con el dedo acusador, no eleva la voz, porque la voz ya no está. Yace junto al mar como si estuviera dormido. Y su pequeño cuerpo intacto, boca abajo, da la impresión de dormir el sueño bien-

aventurado y angelical de los chicos al final de un día de mucha diversión y emoción. Por es mismo mueve los corazones y las conciencias. El pequeño sirio que se ahogó en la costa de Turquía, huyendo junto a su familia del infiero de la guerra y las privaciones, ya no puede caminar, correr, hablar, gritar pidiendo ayuda, denunciar, llorar. Está muerto. Sin embargo, su imagen, capturada por la lente de la fotógrafa turca Nilüfer Demi, ha sido más elocuente que discursos, teorías, quejas y manifestaciones. Comenzando por la propia fotógrafa, quien dijo haberse quedado “petrificada” al ver el cuerpo del niño. Y decidió fotografiarlo para que “su clamor fuese escuchado”. Lo que estadistas, religiosos, intelectuales y demás personas, con mayor o menos grado de buena voluntad, intentaron hacer sin éxito, este niño muerto parece empezar a conseguirlo. La foto multiplicada hasta el infinito en las redes sociales ha conmocionado al mundo. Comenzaron a surgir iniciativas, tanto de REVISTA CRITERIO N° 2419

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gobiernos europeos, como Alema- muerte del niño de Siria, me atrevo nia e Inglaterra, como de grupos de a decir que es un acontecimiento de la sociedad civil, que se congregan y Cristo. Cristo es la imagen del niño se ofrecen para organizar la recep- inocente asesinado por las fuerzas ción de los migrantes que viven a de la injusticia y la codicia de las la deriva, sin ningún lugar a donde grandes potencias. Cristo es la vícir, abandonados a su propia suerte. tima indefensa, tumbado inerte a Francisco hizo un llamado urgente causa de la violencia y el odio que a todas las casas religiosas para que prevalecen en el mundo deshumaabran sus puertas y den la bienveni- nizado en que vivimos. Cristo es el da a los que deambulan por el mun- poder movilizador de la imagen del do sin hogar y sin tierra, buscando pequeño Aylan, que logra transforsolamente su derecho más funda- mar corazones de piedra en corazomental: vivir. nes de carne. A su vez, la foto del pequeño Aylan El niño muerto en la arena de Bodeveló muchas hipocresías. Ante la drum es Aylan Curdi, un niño inevidencia desnuda e indefensa de quieto de tres años, que hasta hace un niño sin vida, impedida de ir pocos días corría y jugaba con su al encuentro de su futuro, ya no es hermano Galip y sus amiguitos. posible ocultar la intolerancia y la Pero es también más que Aylan falta de sensibilidad de, por ejem- Curdi. Es una víctima inocente de plo, algunos países europeos, que los pecados colectivos de los cuales se niegan a revisar su política de in- somos todos culpables. Es un pemigración y abrir sus fronteras para queño Cristo, que desde su inocenacoger a inmigrantes que llegan cia y su injusta muerte genera frutos cada vez en mayor número. de redención para la propia humaAgitar corazones y mentes y revelar nidad que lo mató. la verdad que permanecía cautiva Ante la evidencia desnuda por la injusticia, e indefensa de un niño sólo es posible sin vida, impedida de ir cuando Dios enal encuentro de su futuro, tra en la realidad ya no es posible ocultar humana con su la intolerancia y la falta gracia y su luz. Por eso, haciendo de sensibilidad de, por una lectura teolóejemplo, algunos países gica del acontecieuropeos. miento doloroso e injusto de la

RAQUEL BARROS

ÁNGELA SANNUTI

Narrativa Producción, orientación y corrección de textos

Lic. en Psicología

Tel.: 4791-3360 Email: rlbarros@yahoo.com.ar

French 2774 4º B (1425) Buenos Aires Tel.: 4822-1719

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IGLESIA

Gustavo Irrazábal

El tiempo de la misericordia El 13 de marzo pasado, a dos años del comienzo de su pontificado, en la homilía de una liturgia penitencial en la Plaza San Pedro, el papa Francisco anunció el “Año Santo de la Misericordia”, un jubileo extraordinario que se iniciará con la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de este año, y concluirá el 20 de noviembre de 2016, con la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. La ocasión será la celebración del 50º aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II. La idea de dedicar un año santo al tema de la misericordia no puede sorprender. Desde su primer Angelus hasta el último mensaje de Cuaresma, Francisco ha dejado en claro con sugestiva insistencia que la misericordia ocupa el lugar central en su visión de Dios, de la Iglesia y de la evangelización. Incluso, a su juicio, ella expresa el sentido providencial 24

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del actual momento histórico, como expresó a los periodistas en su vuelo de regreso de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, al definir nuestro tiempo como un “kairós de misericordia”. Este énfasis no constituye una novedad absoluta. En la segunda mitad del s. XX, la centralidad de la misericordia, tan clara en la Sagrada Escritura, ha hallado eco, de diferentes modos, en la enseñanza de los pontífices. Juan XXIII puso esto de manifiesto en la adopción un nuevo estilo pastoral para el magisterio que, como explicara en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II, está hoy menos inclinado a condenar que a recurrir a la medicina de la misericordia. Años más tarde, esta tendencia se explicitaría y profundizaría en una serie de documentos pontificios: Juan Pablo II dedica a este tema su segunda encíclica, Dives REVISTA CRITERIO N° 2419

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in misericordia, y Benedicto XVI, lo desarrolla ulteriormente en dos de sus encíclicas, Deus caritas est y Caritas in veritate. El papa Francisco se ubica, entonces, en la continuidad de este proceso. Pero, ¿cómo explicar la sensación de novedad que vivimos actualmente? Quizás la respuesta resida en el hecho de que, con Juan Pablo II y Benedicto XVI, la reflexión sobre la misericordia estuvo acompañada de un esfuerzo sistemático por confirmar la doctrina y la disciplina vigentes, a fin de no dejar margen para dudas o cuestionamientos. La insistencia en la verdad (el “esplendor de la verdad”, la caridad “en la verdad”) operaba como una salvaguarda frente a la posibilidad de que el discurso sobre la misericordia alentara tendencias disruptivas. En los mensajes de Francisco, el foco

de la atención se desplaza decidi- uno de sus principales logros fue, damente hacia el lado de la miseri- precisamente, el de aceptar la idea de cordia, mientras que la referencia a que la “doctrina” también debe desala verdad se da por supuesta, sin un rrollarse y evolucionar. El progreso énfasis particular. Un nuevo estilo, doctrinal es posible y necesario. menos inclinado a controlar las po- El próximo 8 de diciembre se abrisibles consecuencias de este movi- rá la Puerta Santa de San Pedro. Ella miento, está generando en la Iglesia representa visiblemente a la Iglesia y en el mundo la expectativa de no- en su gesto de abrirse al mundo para vedades, al menos en el campo de las acoger a todos, un gesto cuyas consecuencias no se “soluciones pastopueden prever ni rales” a diversos El recuerdo del Concilio limitar de anteproblem a s a cVaticano II mano. Cuando se tuales. Pero, ¿poes muy sugestivo: uno de clausure el Año drían tener lugar dichos ca mbios sus principales logros fue S a nto, a que l l a Puerta, la matesin producir, a su aceptar la idea de que rial, se cerrará. vez, repercusiola “doctrina” también Pero la otra, la de nes doctrinales? debe desarrollarse y la misericordia de El recuerdo del evolucionar. Dios, una vez que Concilio Vaticano se abre ya no se II, en este sentido, es muy sugestivo: puede cerrar.

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Profesor de Economía Política en la Universidad de Bolonia y miembro de la Academia Internacional de Economía.

Stefano Zamagni (Bolonia)

Una ecología integral: civilizar la economía y cuidar la creación Reflexiones en torno a la encíclica Laudato si’ del papa Francisco, con énfasis en los aspectos económicos y sus alcances.

En su encíclica Laudato si’ el papa Francisco no lanza una alarma, sino que invita, con cierta aflicción, a reconsiderar los fundamentos del modelo de economía de mercado hoy en auge. Es por lo tanto una invitación a salir de la “noche del pensamiento” en la que el actual cambio de época nos fuerza a permanecer. Los mercados no son todos iguales, porque son fruto de distintos proyectos culturales y políticos. Hay un mercado que reduce las desigualdades y otro que, en cambio, las aumenta. El primero se llama “civil”, porque dilata los espacios de la civitas apuntando a incluir virtualmente a todos; el segundo es el mercado “incivil”, porque tiende a excluir y regenerar las “periferias existenciales”. En la fase actual del modelo de capitalismo financiero se ha tornado hegemónico el segundo tipo de mercado, y los resultados están frente a nuestros ojos: aumentan las desigualdades sociales mucho más que en los siglos anteriores; la democracia se encuentra subyugada por las exigencias de mercado, la degradación ambiental avanza a ritmos ya 26

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insostenibles. Llama la atención sobre esta situación y no sobre realidades hipotéticas; se dirige a todos, creyentes y no creyentes. Contrariamente a lo que una lectura apresurada del documento podría transmitir, el Papa no está de ninguna manera contra la tecno-ciencia, ni contra el empresariado. Tampoco es su intención demonizar la economía de mercado. Pero ¿cómo podría hacerlo si se considera que la economía de mercado, como institución socioeconómica, se forma en los siglos XIV y XV dentro del álveo del pensamiento católico? Lo cierto es que el discurso del Papa tiene un fundamento teorético mucho más sólido de lo que un cierto simplismo mediático quiere hacer creer. Su sello es el realismo histórico. Unir el conocimiento a la experiencia logra que el pensamiento se vuelva práctica de vida. Por lo tanto, para el papa Francisco el cristianismo no puede ser reducido ni sólo a ortodoxia –éste sería el riesgo del intelectualismo racionalista– ni sólo a ortopraxis, a una suerte de pathos espiritual para “almas be-

llas” en busca de consuelo. Concretamente, ello implica que además del factum, lo que el hombre hace, está el faciendum, lo que el hombre está en condiciones de hacer en perspectiva de un proyecto histórico nuevo. La encíclica no cae en la trampa del biologismo, del naturalismo, ni en la del antropocentrismo. El Papa no se reconoce en una teoría delgada (thin) de la ética, como lo es, por ejemplo, la de la justicia de John Rawls. Por ello, la tarea de la política se limita a asegurar la libertad de elección a todo individuo. Pero libertad de elegir no es lo mismo que libertad de poder elegir: el que ignora, de hecho, sus propias capacidades, no puede ni siquiera desear ponerlas en actividad. He aquí por qué el papa Francisco lucha en favor de una de una teoría espesa (thick) de la ética, es decir, de una ética del bien orientada a realizar todas las capacidades del ser humano para permitir su pleno florecimiento. Muchas son las singularidades de esta importante contribución de la Doctrina social de la Iglesia. Indico algunas de ellas. En primer lugar, el estilo REVISTA CRITERIO N° 2419

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expositivo: un estilo accesible a todos, incluso a los no iniciados. Es la primera vez que en una encíclica papal la temática ambiental es tratada como ecología integral, es decir, no como un problema en sí mismo, aun de gran relevancia, sino como un problema que hay que leer sobre el fondo de un nuevo paradigma ecológico. Una segunda novedad es el importante fundamento científico de la argumentación. Sobre todo el capítulo I, que contiene un explícito aprecio del trabajo de los científicos sociales y de la naturaleza. El documento papal se apoya sobre datos ciertos de las ciencias tanto de la tierra como de la vida. Por último, las “líneas de orientación y de acción” contenidas en el capítulo V y también en el capítulo VI revelan el coraje de este Papa y de su prudente insistencia en la urgencia del faciendum. El hombre está llamado –se lee en el Génesis– “a cultivar y cuidar la creación” (Gen 2,15). Cultivar significa que es el hombre el que debe tomar la iniciativa; no puede quedarse en una actitud pasiva respecto de los ritmos naturales. Por otro lado, implica que al planeta hay que cuidarlo, no hay que explotarlo. En efecto, cuidar es siempre un acoger. El gran tema de la encíclica está bien manifestado en su subtítulo: Acerca del cuidado de la casa común. La ecología integral es la piedra angular del texto. Precisamente porque el mundo es un ecosistema, no se puede actuar sobre una parte sin que las demás se resientan. Es éste el sentido de la afirmación según la cual: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental” (n. 139). Ecología y economía tienen la misma raíz oikos que designa la casa común habitada por el hombre y por la naturaleza. Desde el inicio del Antropoceno –término acuñado por el premio Nobel de geología Paul Crutzen–, a partir de la primera revolución industrial en la segunda mitad del siglo XVIII, sucedió que, con intensidad siempre creciente, la OCTUBRE 2015

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sociedad de los humanos ha lanzado a la naturaleza “fuera de la casa”. Sus recursos han sido salvajemente depauperados sin prestar atención a su reproducibilidad ni a los aspectos externos negativos que la actividad productiva iba generando. Grave, en este proceso de explotación, es la responsabilidad de la ciencia económica “oficial”, que nunca consideró, sino en tiempos muy recientes, tener en cuenta el vínculo ecológico en los modelos de crecimiento. Pero no sólo eso: el mainstream económico hizo creer a batallones de estudiosos y de ingenuos managers que el fin de la maximización del beneficio a corto plazo era condición necesaria para asegurar el progreso continuo. Está allí la legitimación –no ciertamente la justificación– del vicio del “cortoplacismo” (short-termism), que ha sido también uno de los factores que han desencadenado la crisis financiera del 2007-2008. Y bien, para intentar enderezar este “árbol torcido” de la modernidad el papa Francisco lanza palabras fuertes de denuncia respecto del modelo de crecimiento imperante. Tres son las principales tesis que se argumentan y se defienden en la Laudato si’. La primera es que la lucha contra la pobreza y el desarrollo sustentable constituyen dos caras de la misma moneda. “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos” (número 48). De esta manera sostiene que están destinadas al fracaso todas aquellas intervenciones fundadas sobre el presupuesto de la separación entre pobreza y conservación ambiental. En verdad, si los países pobres temen acuerdos que colisionan entre ambientalistas y neoproteccionistas de los países avanzados dirigidos a limitar su acceso al mercado –ésta es la preocupación eco-imperialista– los ambientalistas del Norte temen, por el contrario, que las medidas de salvaguardia ambiental pueden ser barridas de la Organización Mundial del Comercio favoreciendo una carrera

a la baja en la fijación de los estándares ambientales. Ello se desprende de la falta de una visión integral que no permite comprender que la degradación del ambiente y la de la sociedad son como las dos caras de la misma moneda. Escribía hace algunos años atrás S. Pastel: “El sistema económico mundial parece incapaz de afrontar juntos el problema de la pobreza y el de la protección ambiental. Curar los males ecológicos de la tierra independientemente de los problemas relacionados con situaciones de deuda, desequilibrios comerciales, desigualdad en los niveles de rédito y en los patterns de consumo es como tratar de curar una enfermedad cardíaca sin combatir la obesidad del paciente y su dieta rica de colesterol”. La segunda tesis es que el ecosistema es un bien común global (números 23 y 174). Por lo tanto, ni un bien privado, ni un bien público. Deriva de ello que ni los tradicionales instrumentos de mercado –desde la privatización a la aplicación de los “permisos de emisión” (número 171) asociados al nombre de R. Coase– ni las intervenciones de promoción por obra de los gobiernos nacionales sirven a los negocios. Como se sabe (o debería saberse), los commons están sujetos a las consecuencias devastantes típicas de las situaciones conocidas como “dilema del prisionero”: cada uno espera ver los movimientos del otro para sacar ventaja, con el resultado de que nadie toma la iniciativa para moverse. El hecho es que mientras no existe aún una governance global de la economía, nos encontramos considerando un único sistema climático, con un único estrato de ozono, y así sucesivamente. Se trata, precisamente, de bienes comunes globales: el uso de éstos por parte de un país no disminuye el monto a disposición de otros países; por otro lado, ningún país puede quedar excluido de hacer uso de él (claramente, las emisiones de sustancias contaminantes representan “males” comunes globales). 27

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Ahora bien, como la teoría económica sabe desde hace tiempo, los bienes comunes dan origen a una fastidiosa consecuencia, la típica de todas las situaciones conocidas como “tragedia de los commons”. Y si el bien común es global, también las consecuencias nefastas serán globales. En 1990, el Intergovernmental panel on climate change había demostrado que las emisiones de gas invernadero habían generado un aumento de la temperatura media, con todas las consecuencias que se conocen. Y, sin embargo, poquísimos países actuaron, unilateralmente, para reducir sus emisiones. Análogamente, la Unión Europea propuso introducir el carbon tax en Europa, pero después de haber constatado que el ejemplo no era imitado por otros países (en especial por los Estados Unidos) dispuso cambiar los programas. Son justamente las características del bien común las que hicieron falaz el unilateralismo como estrategia de política ambiental. Pero no sólo eso, sino que toda vez que se lograse alcanzar, por vía de negociación, una forma de acuerdo o tratado internacional, el problema que habría que resolver de todos modos es cómo ejecutoriar. Consideremos el caso del Protocolo de Montreal para reglamentar el uso de productos químicos (los Cfc), destructores del ozono, y el del Protocolo de Kyoto sobre el cambio climático. ¿Por qué el primero ha funcionado y está produciendo los efectos deseados, mientras que el segundo ha fallado sustancialmente? La respuesta es evidente. El Protocolo de Montreal contiene un mecanismo de incentivos que favorece la participación y la adhesión por parte de todos los países signatarios, es decir, un mecanismo por el cual es de interés de cada país cumplir las reglas pactadas. No sucede lo mismo, en cambio, con el Protocolo de Kyoto, cuyos autores no fueron capaces de encontrar algún mecanismo capaz de asegurar el self-enforcement. 28

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La tercera tesis, finalmente, se refiere a la pesarosa defensa del papa Francisco de la biodiversidad económica. Un mercado que quiera ser y permanecer civil no puede prescindir de la pluralidad de las formas de empresa, no puede quitar espacio a esos sujetos que producen valor –y por lo tanto riqueza– anclando su propio comportamiento a principios como el de ayuda mutua y solidaridad intergeneracional. Negarlo o impedirlo significaría renunciar, irresponsablemente, al desarrollo humano integral que, no hay que olvidarlo nunca, comprende tres dimensiones (material, o sea el crecimiento; socio-relacional; espiritual) en relación multiplicativa y no ya aditiva, como predica en cambio el mainstream. Como sugiere A. Sen, hay una grave confusión de pensamiento entre “omisiones del mercado” (lo que el mercado no hace, pero que podría hacer) y “malos funcionamientos del mercado” (lo que el mercado hace, pero hace mal). De esa confusión tiene origen una praxis política que más que favorecer intervenciones market including (los que apuntan a incluir tendencialmente a todos en el proceso productivo), realiza intervenciones market-excluding, que no permiten la inclusión de los surplus people, de las personas expulsadas, que se tienen en cuenta sólo con providencias de tipo asistencial. Es indagando con atención el actual escenario que el papa Francisco sugiere adoptar una mirada ecológica capaz de colocarse en relación con todas las dimensiones de valor y, por lo tanto, capaz de advertir el riesgo de terminar aplastados por ese circuito mortal que combina el aumento de la eficiencia (la potencia) como resultado de la tecnociencia, con la expansión ilimitada de la subjetividad (la voluntad de potencia). He aquí por qué es necesario recuperar la idea de límite y por qué la razón técnica no es ya una guía segura para un modelo de desarrollo humano integral. Hay que tener presente, en

efecto, que es la unión de potencia y voluntad de potencia la que genera la hybris que conduce al colapso. Como anticipaba, el capítulo V de la Laudato si’ apunta a sugerir “algunas líneas de orientación y de acción”. La estrategia adoptada por el Papa es la de la transformación de las estructuras de poder hoy existentes. Por lo tanto, por motivos diversos, ni el camino de la “revolución” ni el del mero reformismo le parecen estrategias a la altura de los desafíos que se presentan. El espacio a disposición me permite sólo dos sugerencias sobre la línea que Francisco privilegia. La primera se refiere a la urgencia de crear una Organización Mundial del Ambiente (OMA) siguiendo el modelo de lo que ya sucedió, años atrás, con la constitución de la Organización Mundial del Comercio (OMC). En realidad, el déficit de instituciones a nivel global torna irresolubles los problemas de nuestra época, en primer lugar el ambiental. Mientras los mercados se van globalizando, el aspecto institucional transnacional es, aún hoy, el de la segunda posguerra; pero los negociadores de Bretton Woods en 1944 no podían siquiera imaginar la cuestión ecológica. Podría argumentarse: ¿no son acaso suficientes los tratados internacionales, así como son suficientes los contratos dentro de un país para regular las relaciones entre los sujetos? La analogía es peligrosamente engañosa, porque los contratos estipulados dentro de un país pueden volverse ejecutivos por la acción del Estado; pero no hay ninguna autoridad transnacional en condiciones de hacer que los tratados entre los Estados sean ejecutivos. Por ello es necesaria una OMA: no puede continuarse por largo tiempo en una situación en la que mientras el mercado, en sus múltiples articulaciones, es global, la governance ha quedado dispuesta básicamente a nivel nacional, a lo sumo internacional. Hoy existen cerca de doscientos Multilateral Environmental Agreements (MEA) en el mundo. Ejemplos notaREVISTA CRITERIO N° 2419

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bles son el ya mencionado protocolo de Montreal, la Convención sobre la diversidad biológica, la Convención sobre el comercio internacional de las especies en vías de extinción, la Convención de Basilea sobre los movimientos internacionales de los desechos tóxicos, el Protocolo de Kyoto y otros. En ausencia de una OMA, estos acuerdos no conseguirán nunca tornarse ejecutivos: basta que un país no ratifique el acuerdo para vaciarlo de su función regulatoria. Pero no sólo eso, lo peor es que en las condiciones actuales los diferentes Estados individualmente tienen interés en crear “paraísos de contaminación” (pollution heavens) para adquirir posiciones ventajosamente competitivas en el comercio internacional. Tres son las tareas prioritarias que una organización de este tipo debería cumplir. Primero, interactuando con la OMC, la agencia debe tratar, por un lado, tornar compatibles las reglas del libre intercambio con las que se refieren a la protección ambiental y, por otro, hacerlas respetar por las partes interesadas. Segundo: una OMA debe intervenir con función supletoria en todos los casos en los cuales –hoy cada vez más frecuentes– los precios no logren anticipar las pérdidas ambientales irreversibles. Como se sabe, existen umbrales de tolerancia de la degradación ambiental que permiten que la actividad económica no frene las

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funciones regenerativas del ambiente; pero superados esos umbrales se podrán determinar cambios irreversibles debido a que el nivel de actividad económica supera la capacidad asimilativa del ecosistema. En estas situaciones, los mecanismos de mercado se atascan: de aquí la necesidad de una agencia ad hoc. Finalmente, una OMA no puede afrontar con éxito la cuestión del calentamiento global en cuanto factor generador de nuevos flujos migratorios. Según la UNHCR, en 2050 el mundo podría encontrarse gestionando una migración forzada de 200 ó 250 millones de personas que dejan tierras aridecidas, completamente anegadas o devastadas por la deforestación y el sobrecalentamiento. Entre 1997 y 2020, sólo en el África subsahariana las estimaciones hablan de alrededor de 60 millones de migrantes forzados, es decir, personas que por más que lo deseen, no están en condiciones de quedarse en donde están. Ésta es una trágica consecuencia del land grabbing (acaparamiento de las tierras). Y, sin embargo, ni la Convención sobre el cambio climático ni el Protocolo de Kyoto contemplan medidas para la asistencia y/o protección de aquellos que cada vez en un número mayor serán afectados por los daños. Aún hoy, los migrantes por razones ambientales no encajan en ninguna de las categorías contempladas por el cuadro jurídico

internacional. Si no se quiere continuar con la actual política miope de la militarización de las fronteras –en los Estados Unidos el budget para el control de las fronteras pasó de 200 millones de dólares al año en 1993 a los actuales 1800 millones; y sin embargo, los clandestinos aumentaron al doble, pasando de 5/6 a 12 millones– es indispensable dar vida a una OMA con poderes y recursos adecuados. La segunda sugerencia, ya mencionada, está dirigida a la transformación de las finanzas. Las finanzas son un instrumento con potencialidades formidables para el correcto funcionamiento de los sistemas económicos. Las buenas finanzas permiten reunir ahorros para utilizarlos de manera eficiente y destinarlos a los empleos más rentables; transfieren en el espacio y en el tiempo el valor de las actividades; habilitan mecanismos de seguridad que reducen la exposición a los riesgos; permiten el encuentro entre quien tiene disponibilidades económicas pero no ideas productivas y quien, por el contrario, tiene ideas productivas pero no disponibilidades económicas. Sin este encuentro la creación de valor económico de una comunidad quedaría en estado potencial. Lamentablemente el mundo financiero con el que hoy tenemos que lidiar ha escapado ampliamente de nuestro control. Los intermediarios financieros a menudo financian so-

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lamente a quien ya tiene dinero (disponiendo de garantías reales iguales o superiores a la suma de préstamo requerida). La mayor parte de los instrumentos son comprados y vendidos en brevísimo tiempo por intereses especulativos, con el resultado paradójico de poner en riesgo la supervivencia de las instituciones que los tienen en su cartera. Los sistemas de incentivo asimétricos de managers y traders (participación en el beneficio con bonus y stock options y no sancionando en caso de pérdidas) están construidos de tal manera que impulsan a asumir riesgos excesivos que tornan estructuralmente frágiles, con riesgo de quiebra, a las organizaciones en donde trabajan. Un ulterior elemento de peligrosa inestabilidad está dado por la orientación de estas organizaciones a la maximización del beneficio (lo cual es algo distinto de perseguir un lícito y razonable beneficio) porque privilegia el bienestar de los accionistas respecto de todos los demás portadores de interés. Bancos maximizadores de beneficio en presencia de incentivos distorsionados encontrarán cada vez más rentable canalizar los recursos hacia actividades de trading especulativo o hacia las que tengan márgenes de rendimiento mayores que la crediticia. Nunca como en el caso de la evolución de las finanzas en las últimas décadas

ha sido tan claro que los mercados, sobre todo allí donde los rendimientos de escala son crecientes, no tienden en absoluto espontáneamente a la competencia sino al oligopolio. Verdaderamente, la gradual reducción de reglas y formas de control (como la de la separación entre banco de negocios y banco comercial) han conducido progresivamente a la creación de un oligopolio de intermediarios bancarios demasiados grandes para quebrar y demasiados complejos para ser regulados. El sueño de los reguladores ha producido entonces un serio problema de equilibrio de poderes para la propia democracia. La Corporate Europe1 evidencia el desequilibrio de las relaciones de fuerzas entre los lobbies financieros y los de la sociedad civil y de las ONG: las finanzas gastan en actividades de lobby treinta veces más que cualquier otro grupo de presión industrial (según estimaciones prudenciales, 123 millones de euros al año con alrededor de 1700 lobbistas en la Unión Europea). Las relaciones entre representación de los lobbies financieros y representación de las ONG o de los sindicatos en grupos de asesoramiento son 95 a 0 en el stakeholder group de la Bce y 62 a 0 en el De Larosière Group on financial supervision in the European Union. Esta posición dominante de las finanzas en términos no sólo de poder de presión sino también de facilidad de acceso a las informaciones, a los

conocimientos y a las tecnologías, ha permitido a los managers de los grandes oligopolios financieros apropiarse de enormes rentas en detrimento de todos los demás portadores de intereses. Como prueba de la distorsión en la utilización de los recursos está el reciente abandono de proyectos de infraestructuras que permitirían una mejor movilidad de medios y personas, así como la reciente construcción de un túnel entre Nueva York y Chicago que costó cientos de millones de dólares para reducir en tres milisegundos los tiempos de trading de algunos operadores que, a través de la colocación del cable, obtienen una ventaja informativa en detrimento de los demás. Los desastres producidos por este sector están a la vista de todos. Los efectos desestabilizantes del capitalismo financiero –que a partir de los años ’80 del siglo pasado ha sustituido al capitalismo industrial– son fácilmente deducibles de los datos. En 1980 los activos financieros de todos los bancos del mundo eran iguales al PIB mundial: 27 trillones de dólares más o menos. En 2007 – en la vigilia de la gran crisis financiera– los activos financieros habían llegado a ser a cuatro veces el PBI mundial (240 trillones contra 60 trillones). Hoy, esta relación ha aumentado cinco veces. En el mismo arco de tiempo, en los

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51 países tomados en consideración, los ingresos del trabajo en el PBI bajaron 9 puntos de promedio en Europa y los Estados Unidos; 10 puntos en Asia y 13 puntos en América latina. Los puntos perdidos por el trabajo fueron a las rentas financieras (M. Vitale, 2014). A la luz de éstos y otros datos no es difícil entender dónde ubicar el origen del degradante fenómeno de los “surplus people”, de ésas que el papa Francisco llama “personas de descarte”. Una pregunta, antes de la conclusión: “¿Cómo es posible que todo esto suceda? ¿Cuál es su raíz profunda? La respuesta exige una aclaración que casi nunca se da. En octubre de 1829 el célebre catedrático de economía en la Universidad de Oxford, Richard Whately, introduce, antes que todo el resto de los economistas, el principio del Noma (Non overlapping magisteria, los magisterios que no se superponen): si la economía quiere devenir una ciencia rigurosa debe separarse tanto de la ética como de la política. Es una división de tareas: la política es el reino de los fines que la sociedad pretende alcanzar; la ética es el reino de los valores que deben guiar el comportamiento humano; la economía es el reino de los medios más eficaces

para alcanzar esos fines en el respeto de esos valores. En cuanto tal, la economía no tiene necesidad de entablar relaciones con las otras dos esferas. Todo el pensamiento económico posterior, con alguna rara si bien notable excepción, ha acogido el principio del Noma y pour cause. Sin embargo, a partir del advenimiento de la globalización (finales de los años ’70 del siglo pasado) se produce, gradualmente, una inversión radical de roles: la economía deviene el reino de los fines y la política el reino de los medios. He aquí por qué, como todos los observadores notan, hoy la democracia está al servicio del mercado. Ya lo había entendido, anticipándose a los tiempos, el influyente presidente del Bundesbank, Hans Tietmayer, cuando en 1996 escribió: “A veces tengo la impresión de que la mayor parte de los políticos aún no ha comprendido en qué medida ya están bajo el control de los mercados financieros e incluso están dominados por esos mercados”. ¿Hay acaso necesidad de agregar algo más? (Hoy, incluso Alan Greenpan, presidente de la Fed durante largos años, expresa el mismo concepto en su libro de 2013, The map and the territory). Y bien, el papa Francisco no acepta esta “división de roles”. La política

debe volver a ser el reino de los fines y entre las tres esferas mencionadas debe instaurarse una relación cooperativa y de mutuo respeto. Debe haber autonomía, por supuesto, pero no separación, teniendo siempre presente que la ética católica está fundada sobre el principio (aristotélico-tomista) de la primacía del bien sobre la justicia. La justicia tiene sentido si está orientada al bien; si no corre el riesgo de volverse justicialismo. Como sabemos, el pensamiento dominante no acepta esta visión. Por ello la norma tiene origen sólo en el consenso de las partes interesadas, las cuales no tienen ninguna necesidad de referirse a la noción de vida buena. El actuar económico se funda así sobre el principio según el cual consensus facit iustum, justamente como exige la implantación del individualismo libertario, hoy hegemónico. “Toda la idea del mar está en una gota de agua”, decía B. Spinoza: toda la idea del actual “malestar de la civilización” está expresada en todos los puntos que abarca la encíclica. He aquí por qué es necesario –nos lo recomienda Laudato si’– cambiar con urgencia nuestra capacidad de mirar la realidad. Traducción de Alejandro Poirier

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POLITICA

Pedro von Eyken

Gestiones de conciliación El autor recuerda los pormenores de la mediación argentina entre Cuba y los Estados Unidos en 1960.

El 17 de diciembre de 2014 los presidentes de Cuba y de los Estados Unidos agradecieron los buenos oficios del papa Francisco en el histórico acercamiento entre ambos gobiernos luego de 54 años, desde que el 3 de enero de 1961 el presidente norteamericano Dwight Eisenhower rompiera las relaciones diplomáticas con la nación caribeña. Después de esa mediación celebrada por la comunidad internacional y en momentos de escribirse este artículo, el Santo Padre se prepara para visitar Cuba, a fines de septiembre, antes de ir a los Estados Unidos, confirmando así su firme compromiso con la paz y el diálogo. El motivo de estas líneas es recordar una mediación anterior, entre ambos países, también protagonizada por un argentino pero en La Habana, a principios de 1960. Me refiero a Julio Amoedo, embajador de nuestro país en Cuba de 1958 a 1962. Este político conservador había sido designado por el presidente Arturo Frondizi para representar a la Argentina en la Cuba de Fulgencio Batista. Amoedo fue yerno de la empresaria Amalia Lacroze de For32

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tabat, ya que se casó años después con la única hija de ésta, María Inés Lafuente. Al poco tiempo de triunfar la Revolución cubana en enero de 1959 comenzaron a producirse los primeros roces entre los gobiernos cubano y norteamericano por la reforma agraria y las expropiaciones emprendidas por la Revolución. A comienzos de 1960 la situación había llegado a un punto álgido por los cuantiosos intereses norteamericanos en la isla, en especial los vinculados a la explotación de la caña de azúcar, entonces el principal commodity cubano. La preocupación de los Estados Unidos se relacionaba con el momento y la forma de las indemnizaciones que esperaba obtener de Cuba. Como relata el prestigioso historiador británico Hugh Thomas en su magna obra sobre la historia de la isla, “para los que deseaban un rapprochement entre los Estados Unidos y Cuba, aún quedaba una ligera esperanza. El 26 de enero Eisenhower hizo un discurso bastante conciliatorio sobre Cuba. A finales del año anterior, dijo, en realidad el gobierno había estado ‘considerando la posibilidad de

introducir un cambio en la ley que [requería que] los Estados Unidos comprasen cada año la mitad de la cosecha azucarera de Cuba a precios muy favorables’”1. Mientras tanto, otros aconsejaban a Eisenhower que encarase planes muy distintos, como colocar a la isla en cuarentena o impulsar un levantamiento contra Castro. Antes de considerar esas aventuras, el presidente Eisenhower hizo un esfuerzo más para arribar a una solución pacífica. Según Thomas, “el mismo día del discurso conciliatorio de Eisenhower, el representante norteamericano en La Habana [Philip Bonsal, que a la sazón no estaba en Cuba] se puso en contacto con el embajador de la Argentina, Julio Amoedo, y le pidió que intentase negociar entre los Estados Unidos y Castro. Las bases que le sugirió para un posible entendimiento fueron: que terminase la campaña de insultos en la televisión y en la prensa; que Castro recibiera a Bonsal cuando volviera y sinceramente tratase de encontrar un camino para resolver las diferencias; a cambio, los Estados Unidos financiarían la reforma agraria de Castro y otros probleREVISTA CRITERIO N° 2419

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mas económicos y sociales. Amoedo vio a Castro a medianoche en casa de Celia Sánchez [su confidente y principal colaboradora femenina desde la Sierra Maestra]. Al principio, Castro mantuvo una actitud negativa y habló de un editorial que iba a aparecer en [el diario] Revolución al día siguiente, que rechazaba ‘categórica y brutalmente’ el mensaje conciliatorio de Eisenhower del 26 de enero”2. Algunos autores sostienen que Fidel Castro no aceptó la mediación de Amoedo. Como Rafael Rojas, ensayista cubano exiliado, quien señala que “el gobierno cubano no sólo se negaba a aceptar la mediación de Amoedo, sino que también avanzaba en la alianza con los principales rivales de los Estados Unidos en la Guerra Fría. Todavía el 15 de marzo de ese año, el ministro de Hacienda, Rufo López Fresquet, según él mismo relata, intentó retomar las negociaciones entre ambos países y, ante la negativa de Castro, renunció a su cargo”3. Para Thomas, “en todo caso, Castro se aplacó: permitió hablar a Amoedo y suprimió aquel editorial tan duro, ordenando a [el diario] Revolución que suspendiera los ataques a los Estados Unidos … Al día siguiente, el presidente Dorticós declaró que las diferencias entre Cuba y los Estados Unidos podían resolverse por medio de la diplomacia, que la tradicional amistad de Cuba y los Estados Unidos era indestructible y que el pueblo cuba-

no deseaba estrechar sus relaciones dente antiamericanismo del Primer diplomáticas y económicas con los Ministro [Castro] ante el gobierno y Estados Unidos”4. la opinión pública de las otras repúLo que sucedió después de la inter- blicas americanas” (la traducción es vención de Amoedo, que culminó mía)5. Para Bonsal, Amoedo fue exicon la ruptura de relaciones diplo- toso en la medida en que la tempemáticas entre los Estados Unidos y ratura de las declaraciones cubanas Cuba en enero de 1961, no resta mé- disminuyó sensiblemente durante ritos a su gestión, que fue, tal vez, la un par de semanas. última ocasión en que se intentó un Julio Amoedo cumplió luego funcioarreglo pacífico. El gesto fue recono- nes diplomáticas en Guatemala, Vecido por Eisenhower en febrero de nezuela y Costa Rica. Fue asesor del 1960, cuando visitó Buenos Aires y vicepresidente Vicente Solano Lima se reunió con el presidente Frondizi, en 1973 y senador por Catamarca al dejar constancia en un comunica- entre 1983 y 1992. Con independendo de su agradecimiento a las gestio- cia de su trayectoria política postenes de mediación ante el gobierno rior, en Cuba cumplió una función cubano realizadas por el embajador emblemática de la diplomacia, como argentino. Por su parte, el último lo es la mediación, en un momento embajador norteamericano en La sumamente delicado de las relacioHabana, Philip Bonsal, recordó de nes políticas y económicas entre ese manera muy positiva a Amoedo en país y los Estados Unidos. Probó, su libro Cuba, Castro and the United asimismo, siendo un político conStates. Habla de él como un “distin- servador, que la semejanza ideológiguido colega” y lo describe como “un ca no es indispensable entre un emhombre capaz, alegre y atractivo que bajador y el Estado receptor, ya que había logrado una suelen pesar más excelente relación la muñeca política Lo que sucedió después personal con Casy la forma de culde la intervención de tro y algunos de tivar las relaciones interpersonales. los que lo rodeaAmoedo, que culminó ban. Se acercó a con la ruptura de Castro en la norelaciones diplomáticas che de la declaraentre los Estados Unidos y ción del PresidenCuba, no resta méritos a te, el 26 de enero, su gestión. y le transmitió el efecto sumamente adverso del estri-

1. Thomas, Hugh (1973), Cuba, lucha por la libertad, Barcelona, Grijalbo, Vol. III, p. 1217 2. Ibidem, p. 1218 3. Rojas, Rafael (2012), La máquina del olvido. Mito, historia y poder en Cuba, Taurus, México. 4. Thomas, op. cit. P. 1218 5. 1971, University of Pittsburgh Press, p. 126

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POLÍTICA

Enrique Aguilar

La fatal cultura * verticalista El desprecio por el trabajo legislativo, la confusión entre Estado y gobierno y el recurso de servidores incondicionales son algunas de las expresiones de los conductores verticalistas.

“Las seguridades que se basan en la voluntad discrecional de otros son engañosas” Francesco Guicciardini

En un retrato memorable de la figura de Luis Napoleón Bonaparte, Tocqueville describió de qué modo la confianza que el futuro Napoleón III depositaba en su propia persona lo impulsaba a considerarse como un “instrumento del destino” y “el hombre necesario”. Sus suspicacias hacia el talento ajeno eran consecuencia de ese orgullo ilimitado que, al mismo tiempo, si lo inclinaba gustosamente ante la nación, lo sublevaba contra la sola idea de “sufrir la influencia de un parlamento”. “El mérito le molestaba, a poco independiente que fuese. Necesitaba creyentes en su estrella y vulgares adoradores de su fortuna.” La descripción resulta reveladora de una forma de concebir y ejercer el poder que caracteriza a los 34

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cesarismos de toda laya, vale decir, a aquellos gobiernos que, bajo el ropaje de la legalidad constitucional y en nombre de la democracia, disfrazan la conducción unitaria y libre de trabas de quien se presenta como portavoz exclusivo o aun sustituto de la voluntad soberana del pueblo, entendido como un todo homogéneo. Se trata, para citar de nuevo a Tocqueville, del poder visto como “único, simple, providencial y creador”. De ahí el desprecio por la labor y los tiempos legislativos, salvo que sirvan para refrendar las decisiones del Ejecutivo. De ahí también la confusión entre Estado y gobierno, resabio del viejo patriomonialismo, cuyo costo para las libertades y los bolsillos de los ciudadanos son de sobra conocidos.

Por su componente acentuadamente verticalista, esta concepción de la autoridad (que desde luego no es privativa del mundo político) lleva a equiparar el respeto a la sumisión y la independencia de criterio a la intriga, lo cual explica el recurso a servidores “incondicionales” y a los aduladores que nunca faltan. Tal es la clase de lealtad que reclaman para sí quienes, seguros de su propia suficiencia, no imaginan siquiera que se les contradiga, como los reyes del derecho divino. Es que una personalidad hace juego con lo dicho: la de un alma ambiciosa de poder y de una grandeza sin proporciones. Por eso se ha puesto de moda hablar de “desmesura”, término que el neurólogo y ex ministro inglés David Owen contribuyó a difundir en REVISTA CRITERIO N° 2419

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su raíz griega (hybris) y en alusión, babilidad de encontrar obediencia” precisamente, a ese desorden de la ya sea por convicción, sentido del personalidad que se manifiesta en deber, temor, hábito o mera utiliel egocentrismo, la prepotencia, el dad, la existencia de un mínimo de afán reconocimiento y una irre- “voluntad de obediencia” resulta frenable tendencia a tergiversar la esencial en toda relación de autorealidad como rasgos distintivos ridad. Por consiguiente, es posible de algunos líderes políticos que, pensar que en la continuidad de eventualmente, pueden exacerbar- un estilo verticalista y discreciose cuando el nivel de aceptación nal de gobierno se vería de algún decrece o la fortuna les vuelve la modo expresada una sociedad que, espalda. Un desa l a d m it i rlo, orden, por cierto, El verticalismo reniega, por también lo sanque no tiene por ciona volviéndefinición, de la decisión qué resultar contadolo cotidiano. colegiada y cierra las gioso y del cual las Podría hablarse puertas al disenso a su democracias (me entonces de una alrededor o a todo tipo refiero a aquellas relación circude instancia intermedia donde las constitular creada entre ciones no son utiliel gobernante, que interponga un zadas como instrup or u n l a do, saludable control a sus mentos para fines que se arroga determinaciones. propios) conocen la pretensión de recetas para defenconocer mejor derse, empezando que los ciudapor la que prescribe que es desper- danos cuáles son sus verdaderos sonalizando el poder como se evita intereses, y, por otro lado, estos misque éste se vuelva opresivo. mos ciudadanos “líder-dependienSin embargo, la teoría y la expe- tes” que resignan con gusto (o por riencia histórica se dan cita para necesidad) su independencia para demostrar que el modus operandi vivir conforme a valores y directivas de los gobernantes suele tener su que les son impuestos desde arriba correlato en la vida de los ciudada- por quien dice representarlos. nos, en la medida en que alienta o El verticalismo reniega, por defidesalienta la propagación de deter- nición, de la decisión colegiada y minadas conductas. En otras pala- cierra las puertas al disenso a su bras, el proceder de un régimen alrededor o a todo tipo de insimpacta en la cultura política de tancia intermedia que interponga un país de la cual a su vez se rea- un saludable control a sus deterlimenta. Además, si la dominación minaciones. Atropella, prefiere la es, como enseñaba Weber, “la pro- disciplina y el alineamiento, y es

impermeable a la crítica. Rechaza la conversación que, como recordó Alejandro Katz (La Nación, 26/06/2015), es esencial a la convivencia civilizada y, en particular, a la convivencia política. Argumenta pero no conversa porque, en el fondo, no reconoce interlocutores. Monopoliza la palabra e instala a la postre una manera de decir y de obrar que amenaza con extenderse modelando un atributo colectivo, un pernicioso signo de identidad. ¿Podrá el próximo gobierno generar un cambio a este respecto? ¿Lo demandará nuestra sociedad? ¿Podremos dar empuje entre todos a una mayor institucionalidad (tantas veces proclamada en vano) que nos permita ir abandonando ese enquistado verticalismo que nos condena a una política anacrónica y mezquina? Me resisto a pensar que sea tarde para intentarlo.

*Versión levemente ampliada y revisada de una nota de opinión publicada en La Nación el 27 de julio de 2015.

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ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO

Arturo Prins

Asia ya no es el continente más pobre Asia fue históricamente el continente más pobre, con elevado analfabetismo y poblaciones sufridas por guerras y divisiones, con territorios de escasos recursos naturales y pocos suelos fértiles, sin industrias innovadoras ni tradición cultural y universitaria para valerse del conocimiento. Japón, sin embargo, desafió esas condiciones y en los años 50 fue el primer país asiático en adoptar la economía del conocimiento, por la que llegó a ser segunda potencia industrial del mundo. En los años 60, Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong lo imitan y obtienen crecimientos tan impresionantes que los apodaron los “tigres” o “dragones” asiáticos. Malasia, Tailandia, Indonesia, Filipinas y Vietnam deciden, en los años 90, abandonar sus economías primitivas y también imitar a sus vecinos por lo que los llaman “nuevos tigres” o “tigres menores”; un punto débil: suelen pagar bajos salarios, con largas jornadas laborales y pocos beneficios sociales. Israel, otro protagonista, es el segundo país del mundo en disponibilidad de capitales de riesgo (venture capital) para empresas innovadoras de base tecnológica. China, en la tradición confuciana el “gran dragón”, en 2006 supera a Japón como segunda economía tras años de inversión en conocimiento. Asia es así el mayor inversor en I+D (Investigación y Desarrollo): 38

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en 2012 aportaba el 36,1% del total mundial, superando a los Estados Unidos-Canadá y la Unión Europea, que invertían el 31,1% y 26,6%, respectivamente. Muy atrás, América Latina-Caribe (3,5%), África (1,6%) y Oceanía (1%). Algunos puntos que explican lo ocurrido:

1)

Cuando Corea del Sur impulsó su Primer Plan Económico (1962) era muy pobre e invertía en I+D el 0,2% del PBI. En 2013 encabeza el ranking mundial con el 4,36% y su economía es de las primeras del mundo y la segunda de Asia en atracción de capitales, después de Singapur.

“milagro de Singapur” lo explica Lee Kuan Yew, presidente de esta pequeña ciudad-estado, en su libro La historia de Singapur: dice que dedicó sus esfuerzos a crear una generación con “alta preparación científica”, proponiéndose atraer investigadores de todo el mundo.

4)

Malasia, uno de los “nuevos tigres” tuvo el crecimiento más veloz. A pesar de poseer petróleo, gas y recursos forestales, dos tercios de sus exportaciones son de alto valor agregado.

5)

Tailandia, tradicional exportador agrícola, desarrolló tecnologías y su economía es de las más diversiLa isla de Taiwán se separó de ficadas de la región. China comunista en 1949. Su vicepresidente en 1995 decía: “La única riqueza que teníamos eran nuestros Los asiáticos promovieron la ahorros y las reliquias del Museo educación. En las PISA 2013 obtuNacional de China que trajimos de vieron los mejores puntajes; los estuPekín. Decidimos invertir en edu- diantes de Sanghai fueron primeros cación y ciencia; enviamos jóvenes en matemáticas, seguidos por los de a estudiar al extranjero, sobre todo a Singapur, Hong Kong, Taipei, Corea los Estados Unidos, con la condición del Sur y Japón. Europeos y americade volver y trabajar por Taiwán. Ello nos estuvieron por debajo. nos permitió desarrollarnos.” Juan Enríquez, director de Life Sciences Project at Harvard Business School, decía: “No es necesario tener Singapur era puerto de piratas riquezas naturales para ser rico; no y contrabandistas hasta que sentó se puede serlo sin exportar conocilas bases de su prosperidad en 1965, miento; hay que resignarse a ser potras independizarse de Malasia. El bres o educar a la población”.

2)

6)

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LECTURAS

Elvio Baldinelli

Ex secretario de Comercio Exterior y embajador ante la Comunidad Económica Europea

Los países son ricos si exportan conocimientos

Para competir internacionalmente es necesario que las empresas patenten sus innovaciones.

En el libro As the future catches you1, del mexicano Juan Enriquez, ahora director en los Estados Unidos de Life Sciences Project at Harvard Business School, se lee que si un país no exporta conocimientos no puede ser rico. Esta opinión coincide en gran medida con la sostenida por el autor de este artículo, en el Boletín Consorcios de la Fundación ICBC, del 10 de junio de 2014, titulado “Exportar manufacturas permite un nivel de vida más elevado que hacerlo con productos del agro”. En el mencionado libro se afirma que no es necesario que un país tenga muchas riquezas naturales para ser rico. Agrega que existen naciones OCTUBRE 2015

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que sólo tienen mucha población, algunas con poco territorio, agua, petróleo o minerales, quedándoles sólo dos opciones: resignarse a ser pobres o educar a la población. Para competir internacionalmente es necesario que las empresas patenten sus innovaciones en todos los países o, al menos, en aquellos que tienen mercados más amplios. En el libro se reproducen algunos datos de la oficina de patentes de los Estados Unidos, de donde surge que en 1985 se otorgaron a argentinos 12 patentes, a venezolanos 15, a brasileños 30, a mexicanos 35 y a coreanos del sur 50. Pero en 1998 dicha oficina otorgó patentes a 46 argentinos, a 29 venezolanos, a 88 brasileños, a 77 mexicanos y, asombrosamente, a 3.362 coreanos del sur. La diferencia en el número de patentes logradas por los coreanos y los demás países, entre los años mencionados, indica claramente por qué uno es rico y los otros no. En los Estados Unidos un trabajador fabril producía en 1847 el equivalente a 0,15 dólares por hora, en 1975 aumentó a 6,36 dólares y en 1999 a 19,20 dólares. Estos incrementos no fueron consecuencia de que trabajaran más pues en 1990 dedicaban, en promedio, 52 horas frente a 37,9 de hoy. La explicación está en el hecho de que un trabajador educado produce mucho más. En 2014 México exportó por 397.057 millones de dólares, mayormente manufacturas, frente a sólo 68.365

millones de la Argentina, mayormente materias primas. Cuando se examina lo que México importa se ve que la mayor parte son insumos, partes y piezas de elementos que, una vez montados, se exportan a los Estados Unidos. Esta estructura del comercio exterior de México toma el nombre de “maquila”, actividad que resulta de la instalación de muchas empresas en la frontera norte del país, las que con insumos importados montan productos que luego ingresan en los Estados Unidos. En el mencionado libro se informa que, en estas operaciones, el valor agregado del monto exportado por México es pequeño, menos del 3%, modesta incidencia consecuencia del prevaleciente bajo nivel de conocimiento que hay en el país. Así se explica que México aun sea un país pobre, pese a que son elevadas las exportaciones de manufacturas. Es similar a lo que ocurre con las empresas que, en Tierra del Fuego, montan computadoras y otros elementos electrónicos, con la diferencia de que lo armado en México ingresa sin pagar gravámenes al enorme mercado de los Estados Unidos, mientras que lo armado en Tierra del Fuego queda limitado al territorio argentino. 1

As the future catches you, Juan Enriquez, Crown Business Nueva York, Printed in the U.S.A., año 2001.

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TEOLOGÍA

Profesor en la Facultad de Teología de San Miguel

Ignacio Pérez del Viso

Teólogos hacia las fronteras En septiembre se realizó en Buenos Aires un Congreso Internacional de Teología para conmemorar los cien años de la creación de la Facultad de Teología. Nos preguntamos hoy si durante este siglo ha habido un progreso o un estancamiento de esa disciplina en la Argentina.

La teología es un quehacer creativo, una hermenéutica del mundo comprendido desde la fe, dice José Carlos Caamaño, presidente de nuestra Sociedad Argentina de Teología. Es buscar a Dios para descubrir su presencia invisible en la sociedad. Constituye un servicio a toda la comunidad, ya que la mayoría de los creyentes y no creyentes no disponen de los medios ni del tiempo necesario para realizar esa búsqueda. Como dice el papa Francisco en una carta enviada para esta ocasión, “los buenos teólogos, como los buenos pastores, huelen a pueblo y a calle”, conviven con la gente 40

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buscando curar sus heridas, como el Buen Samaritano. Pero los teólogos y teólogas de hoy no comienzan desde cero. Se apoyan en una comunidad teologal que los precedió desde hace más de un siglo, incluso desde la época colonial, cuando ya se reflexionaba sobre el más allá. Ahora bien, “volver la mirada hacia atrás no significa retroceder, sino dilatar el horizonte, para volver sobre las preocupaciones del presente y proyectar perspectivas de futuro”, aclaró Santiago Madrigal, otro de los expositores llegado de España. El simple mantener la continuidad

del pasado nos transformaría en “teólogos de museo” o en “balconeros de la historia”, nos advierte Francisco. Los “balconeros” contemplan los sucesos desde arriba sin comprometerse en ellos, algo así como los comentadores de la política argentina residentes en el exterior. Repetir lo proclamado por el Concilio Vaticano II nos haría perder el “espíritu profético”, señaló el cardenal Walter Kasper en su exposición. Sería conformarnos con una “teología de despacho”, dijo el Papa. Creo que la teología en la Argentina, durante este último siglo, no se ha quedado en un “despacho”, atendienREVISTA CRITERIO N° 2419

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do consultas de los que se acercan. Ha ido a las fronteras, como en el caso de la Teología de la Liberación en su versión argentina, es decir, en la Teología del Pueblo. La primera, la más difundida en América latina, tenía como trasfondo aspectos económicos, considerando a los pobres en función de los ricos, a los explotados en relación con los explotadores. Después evolucionó. La Teología del Pueblo, sin negar la realidad de los explotadores, se apoya en el tema de la cultura, para partir de la identidad de cada pueblo pobre. Son matices que nos muestran el avance teológico en nuestro país. Otro aspecto que conviene destacar es el desarrollo de la relación Fe y Cultura, a través de cantidad de iniciativas, como la de nuestra revista Criterio.

Conciencia y diálogo Un binomio muy extendido para interpretar el Concilio, el de Iglesia ad intra, Iglesia ad extra, podría prestarse a confusión. Temas como la liturgia o la catequesis parecieran corresponder a la Iglesia ad intra, hacia adentro. Sin embargo, cuando en la liturgia del Viernes Santo orábamos por la “conversión” de los judíos, estábamos aterrizando plenamente en la Iglesia “hacia afuera”. Y con la catequesis sobre la autoridad absoluta del Papa estábamos empujando cada vez más lejos a los de la Iglesia Ortodoxa. Por eso, señala Madrigal, ha sido un acierto de Pablo VI retraducir el binomio “hacia adentro, hacia afuera” como “conciencia de la Iglesia” y “diálogo”, categorías más existenciales que espaciales y que se implican mutuamente, ya que el diálogo ecuménico e interreligioso es una prolongación del diálogo interno a la Iglesia. No puede ser sincero nuestro diálogo con “los de afuera” si no sabemos dialogar entre nosotros, “los de adentro”. La Iglesia no nació primero y se organizó luego, para salir después hacia afuera a misionar. OCTUBRE 2015

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Ya nació como comunidad misionera, en Pentecostés, con el don de lenguas para comunicarse con todos. Las pastorales de los obispos argentinos, cada vez más, miran a los que no van a misa, tocando temas como la droga, el juego, el alcoholismo y tantos otros, ayudándonos a revivir la Iglesia de Pentecostés. San Juan XXIII deseaba un Concilio más pastoral que dogmático, dimensiones ambas que están presentes en todos los concilios. Si hubiera sido más bien doctrinal, se hubiera concentrado en precisar el significado de las verdades de fe. En cambio, un concilio pastoral se propone brindar “un estilo de vida” a los cristianos. Hace medio siglo nuestro estilo de vida católica era un tanto multitudinario, como los congresos eucarísticos. Hoy, nuestro estilo de vida cristiana se manifiesta en los grupos misioneros, donde los jóvenes realizan una experiencia que los marca, en nuevas formas de voluntariado, como la construcción de un techo para mi hermano, o en los grupos que acompañan a los que viven en la calle. Y un congreso eucarístico, como el que tendremos en Tucumán para el bicentenario, será con otro estilo, es decir, con mayor participación de los fieles. El Vaticano II, como todo concilio, es un punto de llegada y un punto de partida. En algunos documentos se percibe más el punto de llegada, como en Lumen gentium y en Gaudium et spes, que ofrecen una visión completa de los temas. En otros documentos, se advierte más el punto de partida, como en Nostra aetate, sobre las religiones no cristianas. Es una cuestión abierta a la investigación de los teólogos. Porque el Concilio pondera la fe y diversas virtudes de los creyentes de otras religiones, pero no abre juicio sobre esas religiones en sí mismas, y menos sobre sus fundadores. Los musulmanes continúan preguntándonos qué piensa la Iglesia católica sobre la figura de Mahoma. No diremos que

era un impostor o un promotor de la guerra santa, aunque algunos lo vean así, pero ¿era un falso profeta o un auténtico profeta? Y Buda, en Oriente, ¿fue un hombre enviado por la Providencia para conducir a millones de personas por un camino de liberación interior o fue un hombre que renunció a todo, incluso al deseo de ser feliz, para remontarse a una Nada espiritual? ¿Guarda esta actitud semejanza con alguna virtud cristiana, para poder ponderarla?

El rol de la mujer Las cuestiones sobre la misión religiosa de Mahoma o de Buda pueden resultar un tanto “teóricas” y más propias de otros continentes. Aquí se plantean otras preguntas más bien “prácticas”, por ejemplo sobre la obligación de la misa dominical. Para cantidad de fieles ha dejado de ser una falta grave. No ven inconveniente en comulgar después de muchos domingos sin pisar la iglesia. A los que vienen a misa les decimos que estamos aquí por el gusto de orar, cantar y meditar juntos, no porque nos sintamos obligados o amenazados. Pero a los que no vienen, no sabemos con precisión qué discurso hacerles. Entre las cuestiones que el Concilio dejó abiertas a la investigación de los teólogos, y que no son propias de un continente o de un sector de la sociedad, figura la del rol de la mujer en la Iglesia. El piso ha subido pero con el sentimiento de que hay un techo infranqueable, el de la ordenación de mujeres. El piso se ha elevado en el área del magisterio. Antes del Concilio había 30 “Doctores” de la Iglesia, todos varones. Hoy son 36, entre ellos cuatro mujeres: santa Teresa de Ávila (España), santa Catalina de Siena (Italia), santa Teresita del Niño Jesús (Francia) y la más reciente santa Hildegarda de Bingen (Alemania). Ha sido un avance significativo. Para 41

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TEOLOGÍA

todos los fieles, comenzando por los obispos, esas Doctoras constituyen faros orientadores. En nuestro país, hace medio siglo se contaba sí con mujeres catequistas, pero no con teólogas o profesoras de Teología. La situación ha cambiado notablemente. En este Congreso hubo muchas teólogas participando, cada día una entre los panelistas: Sandra Arenas (Chile), Virginia Azcuy (Argentina), Margit Eckholt (Alemania), Cecilia Avenatti (SAT) y Marcela Mazzini (próxima auditora en el Sínodo sobre la Familia). El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, en la misa de cierre, se refirió a “estudiantes, teólogos y teologandas”, como señal inclusiva de nuestro continente. Trabajemos para que el piso continúe subiendo y eso hará que también el techo algo se eleve. En los primeros siglos algunas mujeres fueron ordenadas diaconisas. Quizás vuelva a restablecerse ese

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rito, con una función adecuada a las cional. En esta materia, la opinión necesidades actuales. de la mujer y la del hombre poseen valores equivalentes. Aquí el piso de las teólogas ha pegado un salto. El Sínodo Karl Rahner, al comenzar el Conde la Familia cilio, recordaba la expresión de san Pablo: “No apaguéis al Espíritu”, Hubo cuestiones que el Concilio cita retomada ahora por Madrigal. dejó abiertas o entreabiertas, como Y creo que en el Sínodo sobre la las referentes a la familia. No se pro- Familia, el papa Francisco nos adnunció sobre el tema del control de vierte lo mismo. Antes de discutir natalidad, que estaba a estudio del y votar, escuchemos al Espíritu, Papa. Pablo VI publicó la encíclica que se manifestará mediante todos Humanae vitae (1968), que podría los participantes, obispos y teóloser reinterpretada hoy en el contexto gos, hombres y mujeres. “El Papa de las declaraciones de diversos epis- argentino ha perdido poco tiempo copados. Al tema del uso de medios en especulaciones sesudas sobre “artificiales” para el control de la na- la recepción y la hermenéutica del talidad se fueron sumando muchos Vaticano II”, opina Madrigal. Ya otros, como el alquiler de vientres antes de ser obispo, como profesor en base al desarrollo tecnológico. El de Teología en San Miguel, percipapa Francisco ha convocado un Sí- bíamos su inclinación a la pastoral nodo, que tiene lugar estos días, para más que a la especulación, su dislograr algunos criterios orientado- cernimiento de los carismas más res, sin modificar la doctrina tradi- que proyectos de gobierno.

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DIÁLOGO

Pastor de la Iglesia Metodista Central de Bahía Blanca y director de la Agencia de Noticias Prensa Ecuménica/Ecupres.

Aníbal Sicardi

Desafíos del Sínodo sobre la familia Reflexiones desde la perspectiva de las iglesias protestantes en torno a algunos de los temas en debate en el próximo Sínodo sobre la familia.

Desde el 4 al 25 de octubre la XIV Asamblea General Ordinaria tratará “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”, a un año de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos realizada en octubre de 2014. Al documento Relatio Synodi, madurado en el Sínodo extraordinario de obispos, se agregaron otros elementos que conforman Instrumentum Laboris, que guiará la próxima Asamblea. Al privilegiar el aspecto pastoral sobre el legal, como propuso Francisco, se posibilitó la discusión de temas tabú como divorcio, homosexualidad, aborto, anticoncepción y otros. Las iglesias de “visión protestante” tienen posición tomada en ese temario. Respecto de la homosexualidad, la ICR apunta al “reconocimiento” de OCTUBRE 2015

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un hecho, mientras que para el protestantismo es la “aceptación” de la persona homosexual con todas las derivaciones que ello implica. Reconocimiento donde la comunidad cristiana sea un lugar de calor y afecto. Aceptarlo como es, con sus derechos al casamiento de parejas, adopción de niñas y niños, visión de vida, es sustancial. Además, es obligación establecer un diálogo abierto y sano con sus formas de leer las Escrituras donde, utilizando las herramientas habituales de la exégesis, textos interpretados clásicamente aparecen con otros contenidos. Algo similar sucede con el delicado tema del aborto. Toda mujer que aborta sufre. Las iglesias de “línea protestante” reconocen el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo. Hacer uso de su libertad. Esa posición es correspondida con legisla-

ciones de los Estados sobre la aceptación del aborto. En ese complejo decisitorio el protestantismo acompaña y pastorea a la mujer en lo complicado de la decisión, pero no aparece la necesidad del perdón. No existe la categoría institucional que lo impone. Surge en la ICR como apto para su feligresía, pero no es global. Si se afina la interpretación cabría la objeción de que el pedido de arrepentimiento y su correlato del perdón va dirigido sólo a la mujer. El varón, como en la antigüedad, queda fuera del circuito y en la práctica aparece sin culpa. Sobre el divorcio, Instrumentum Laboris detalla acciones pastorales para el acompañamiento de la pareja pero el punto de partida es el matrimonio como sacramento. Desde allí la pareja divorciada se encuentra en infracción. 43

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DIÁLOGO

En las iglesias de línea protestante el matrimonio no es un sacramento. Es asumido como la decisión libre de la pareja, por lo que ese uso de la libertad también es lícito en la separación de la misma. Como en otros asuntos, la libertad del ser humano es fundamental. Al igual que con el aborto, cada vez más los Estados legislan el divorcio como legítimo ante la ley civil respetando la libertad de sus componentes. La posición del protestantismo –aceptación de la libertad humana– es anterior a las legislaciones estatales. Es propio de su ser iglesia. A ojos del catolicismo romano, esa posición resulta equivocada y hasta puede recibir el rótulo de herejía. Sensación similar se produce en el protestantismo al leer las disquisiciones del catolicismo romano sobre el justificativo del matrimonio como sacramento y sus consecuencias. Ese mecanismo aparece como si se legislara para que sea imposible obtener la aprobación eclesial. Si apartamos lo sacramental, surge que se quiere dejar sin reformar la concepción de una época donde el matrimonio era un asunto de acuerdos de los padres de la pareja por beneficios económicos o de interés de imagen social. La mujer estaba obligada a aceptar lo que sus progenitores o el consenso social determinaba. Hoy la decisión de la mujer pesa como la del varón. No hay casamiento por acuerdos parentales sino de las partes. La libertad de elección y de decisión es la que prevalece. Así que puede interpretarse como que la Iglesia católica romana mantiene una concepción cultural de otros tiempos. No acepta la evolución humana. La cuestión de fondo no cambia con las nuevas disposiciones de aceleramiento de los trámites, aunque debe reconocerse el esfuerzo pastoral para que el divorciado y divorciada no se sientan excomulgados. La desvalorización de la época actual se evidencia en todo el documento Instrumentum Laboris. Dos conceptos 44

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se repiten: el individualismo, en ocasiones con el adjetivo de “exagerado”, y el consumismo. El primero es una adquisición del desarrollo humano en el cual la persona afirma su autonomía. Ese avance produjo crisis en instituciones que hasta otra época eran respetadísimas. Allí están las iglesias. Pierden fieles. El documento al que se hace referencia se lo adjudica al error individualista y a la pérdida de la fe sin dar ningún espacio a que ese hecho pueda ser por el mantenimiento de una institución que responde a otra época pero no al presente. La culpa es de quienes no aceptan las demandas de la Iglesia católica romana pero no de la institución eclesial. Las iglesias de visión protestante practicaron la autocrítica. Reflexionaron sobre sus instituciones. No las consideraron infalibles. Tampoco son negadoras de la evolución y responsabilidad humana. El concepto de consumismo no puede igualarse al del individualismo en la descripción de la sociedad actual.

El consumismo es consecuencia de un sistema económico-social que impulsa la compra como valor en sí mismo. El individualismo –autonomía– es usado como una de las palancas para la compra pero no es el motor del consumismo. A ese sistema se lo conoce como capitalismo –en ocasiones como capitalismo salvaje–, que a la vez se transforma en una religión que determina el estilo y hábitos de la ciudadanía. Es llamativo que en Instrumentum Laboris se critique ciertos aspectos del proceso económico-social pero nunca se lo menciona por su nombre. El interrogante de utilizar repetidamente individualismo y consumismo sin mencionar el capitalismo ofrece la oportunidad de arriesgar alguna faceta que está en la discusión iglesia-cultura. Ambos conceptos son parte de la ciudad. La ciudad es un fenómeno nuevo en la historia humana. En otras épocas lo que se conoce como ciudad

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estaba íntimamente asociado a lo rural. Hoy la ciudad es autónoma. La ciudad es una creación humana. Tanto en su construcción como en la organización social y estilo de vida. No es una continuación de lo que se denomina creación natural sino un producto diferente que se encuentra dentro de los planes Divinos. Dios está en la génesis y vida de la ciudad por medio de la acción humana. Hay que ser cautos en la sentencia de que el humano pierde la fe. En esa construcción de la ciudad cambian los parámetros del creer que venían junto con otros esquemas de vivencias. El encuentro habitual con Dios, que era el templo o la religión institución, ya no le satisface al humano. Ese encuentro se realiza en otras esferas ciudadanas. Algunas reconocibles, como el prójimo, el sufrido. Otras deben explorarse. Los templos, las órdenes religiosas y la institución eclesial de hoy no estaban en la vibrante iglesia de los primeros siglos que conquistó la sociedad de su tiempo.

Las iglesias de visión protestante acompañaron y estuvieron presentes en ese cambio, por lo que tienen reflexiones distintas a la Iglesia católica romana. Entre ellas, el concepto de familia. Visualizan que no hay un solo modelo sino varios. La familia parental permanece pero no es la única ni tiene la incidencia que ocupaba en otras épocas. El Instrumentum Laboris (párrafos 6 y siguientes) acepta la existencia de un “cambio antropológico-cultural”. Reconoce rasgos positivos pero alerta sobre “el creciente peligro” del “individualismo exasperado” que “desvirtúa los vínculos familiares”, haciendo que “cada componente de la familia (sea) como una isla” y “prevalezca” la idea de “un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto” (las negritas están en el original). Veamos la lógica del razonamiento. Hay un reconocimiento de los cambios pero la adquisición de derechos se desvaloriza con la mención de

aspectos negativos. Se enfatiza “el creciente peligro del individualismo exagerado” que determina negativamente la familia. Posibilitemos el ejercicio de dar crédito de que eso ocurre. Surge la pregunta: ¿es una novedad o esos peligros estaban también en épocas anteriores? La familia parental y clasista del pasado, ¿no llevaba en sí misma la construcción de un sujeto a sus propios deseos, repetitivos, robotizados? Al focalizar el problema sobre características de la actualidad sin relacionarlo con otras épocas se concluye que el pasado era mejor y se induce a repetir ese esquema de antaño. Remata con la presunción de que la crisis de fe es la que produce los problemas de la familia. La culpa se deposita en el humano sin ninguna observación sobre la responsabilidad de la institución eclesial. Es legítimo sospechar que se trata de una posición ideológica de lo que debe ser la sociedad, con elementos teológicos predeterminados para justificarla. Esa relación de iglesia-cultura difiere del protestantismo, habilitando a pensar que los temas referidos –incluido el de la familia– deberían ubicarse dentro de la concepción positiva de la acción de Dios en la historia que dio lugar a la época actual. Agradezcamos al Espíritu que ofrece este tiempo de reflexión creativa y fraternal.

Al focalizar el problema sobre características de la actualidad sin relacionarlo con otras épocas se concluye que el pasado era mejor y se induce a repetir ese esquema de antaño.

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FAMILIA

Doctor en Filosofía y especialista en gestión educativa

Santiago Tomás Bellomo

Padres “3D”

Distintas maneras de entender y ejercer la difícil tarea de ser padres en los tiempos actuales. 46

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Si hay un ámbito en que la posmodernidad sigue manteniendo su vigencia, éste es el de la paternidad. No es casual. La generación de padres de entre 35 y 55 años mamó los ideales posmodernos en su momento de mayor auge y pureza. La herencia posmoderna aflora de muchas maneras en esta generación. Pero hay una que resulta especialmente curiosa y paradójica. Vivimos en la cultura de las pantallas 3D y ya nos iniciamos en el universo del 4D. Sin embargo, nos rodea una generación de padres 2D, de padres “bidimensionales”. Se trata de hombres y mujeres que se proyectan con naturalidad en las dos variables centrales de nuestra vida cotidiana: el tiempo y el espacio. Pero encuentran dificultades a la hora de realizar esta proyección simultáneamente en planos diversos. Estos padres dimensionan los acontecimientos echando mano de un modelo unívoco, de pocas variables, y en el que las relaciones causales son lineales y atienden fundamentalmente al corto plazo. Padecen, en consecuencia, de cierta miopía no advertida que simplifica de algún modo su ejercicio paternal. Los padres 2D carecen del hábito del “doble click”: no logran acceder al hipertexto que nos vincula con los niveles más profundos de las circunstancias de nuestra rutina habitual. La incapacidad de “doble click” se revela en sus efectos principales. A un padre sin “doble click” le preocupa básicamente que sus hijos estén bien y estar bien con ellos. Sabe que determinadas conductas generan consecuencias nocivas y busca evitarlas. Pero su capacidad de lectura del largo plazo se encuentra acotada por el “presentismo” imperante. Puede imaginar consecuencias lejanas, pero se orienta al ritmo de una intuición más parecida a la adivinación que a la mirada atenta y reOCTUBRE 2015

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Los padres 3D tienen la capacidad de trascender la esfera de la inmediatez y la causalidad lineal.

flexiva. Siguiendo los mandatos del “emotivismo”, procura acompañar a sus hijos desde la afectividad cercana antes que desde el frío mandato clarividente. Los principios y normativas están al servicio del equilibrio afectivo y del bienestar general, y no a la inversa. La generación 2D no se orienta por teorías y construcciones reflexivas complejas, prefiere las indicaciones y consejos simples, transmitidos de boca en boca como recetarios de cocina. Se asusta con facilidad ante circunstancias alarmantes, y suele ir modelando sus criterios al ritmo de estos miedos ocasionales, por naturaleza erráticos. Estos rasgos pueden plasmarse en múltiples ejemplos. Tomemos el caso de una madre 2D interesada en acompañar a su hijo en la rutina escolar. La veremos involucrarse activamente y con frecuencia en la resolución de las tareas encomendadas, incluso en aquellas que perfectamente podría resolver su hijo sin ayuda. Acaso su compromiso llegue a tal punto que la veamos padecer solidariamente las eventuales frustraciones escolares de su hijo. Observemos al padre 2D que, temeroso de los golpes que amenazan a su crío deambulador, lo acompaña paso a paso en cada uno de sus arrebatos exploratorios, evitando toda magulladura que pudiera generarle dolor. Analicemos también el caso del grupo de padres 2D que organiza para sus hijos una fiesta de egresados “controlada” en la que circulan bebidas alcohólicas en medidas predeterminadas según cánones autorizados; o de aquellos otros padres o madres 2D que no dudan en regalar un celular de última generación a niños y niñas de nueve años para garantizar la posibilidad de comunicación a toda hora, invirtiendo tal

vez recursos que exceden sus capacidades financieras inmediatas. En todos estos ejemplos, a los que podríamos sumar muchos más, se advierte un ejercicio comprometido de la paternidad. No hay negligencia ni inadvertencia. Por el contrario, hay un esfuerzo anticipatorio que busca acompañar cercanamente y evitar en los hijos las consecuencias que presumiblemente afectarán su desarrollo sano y pleno. El problema de este estilo de paternidad no reside en la ausencia. La nuestra no es una generación de padres ausentes. El problema reside, por el contrario, en la dificultad para tomar una distancia que no implique ausencia. En otras palabras, para lograr aquel modo de presencia propio de quien es padre, y no amigo, fiscal o proveedor incondicional. El desarrollo de una distancia empática permite al mismo tiempo comprender la problemática de nuestros hijos, sintonizar con ellos sin con-fundirnos y, mantener la mirada adulta que necesitan para redimensionar lo que les ocurre. Todo esto viene implicado en el ejercicio la paternidad 3D, aquella que ha adquirido dominio del arte del “doble click”. Los padres 3D tienen la capacidad de trascender la esfera de la inmediatez y la causalidad lineal. Prevén consecuencias simultáneas en distintos planos, y comprenden que, a veces, la mejor solución en un nivel se vuelve desaconsejable cuando es analizada desde una perspectiva más amplia. Sienten temor, y prestan atención a sus temores, pero no obran por temor. Cuidan, pero entienden que el exceso de cuidado también puede generar descuidos. Saben, por ejemplo, que la abnegación que inspira la mayor parte de las ayudas paternas o maternas puede convertirse en un 47

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subsidio a la maduración si no está bien dirigida. Sufren cuando ven que un hijo o una hija quedan excluidos, pero también confían en su capacidad para desarrollar y defender puntos de vista personales, incluso a costa de “ir contra la corriente”. Disfrutan cuando sus hijos se divierten, pero no se dejan deslumbrar por los estereotipos comerciales auto-impuestos (en ocasiones, incentivados por sus mismos padres). Promueven la creatividad y el sentido crítico, echando mano del “no” tanto como del “sí” sin sucumbir ante la culpa. Ejercitan con poca censura su derecho a la sana obstinación. Quieren que sus hijos utilicen las novedades tecnológicas, pero intentan formar en la consciencia el valor del dinero y del esfuerzo que supone su adquisición. Esta capacidad de ver más allá haciendo “doble click” sobre las situaciones habituales nos permite navegar los distintos planos de la paternidad. Si la paternidad 2D nos interroga habitualmente para saber si nuestros hijos están bien, la 3D intenta considerar también otra pregunta radical: ¿En qué tipo de persona quiero que se convierta mi hijo/a? Si accedemos a este plano, ya no basta con lanzar la pregunta retórica “¿qué mal puede hacerle?” para justificar y autorizar una determinada práctica. Para quien lleva puestos los anteojos 3D de la paternidad, hasta

una simple invitación a un pijama paternidad bidimensional, más perparty puede ser ocasión de replan- judicial incluso que el que surge de la teos. A veces, un pijama party es más mirada atenta al corto plazo. que eso: es el primer peldaño de una En este sentido, la paternidad 3D escalera de ritos predeterminados y no ha de ser contestataria por naaparentemente incuestionables que turaleza. Si bien nos previene de merecen ser analizados con ojos y obedecer ciegamente los mandatos pensamiento adultos. imperantes, tampoco reniega de Es una verdad universalmente acep- ellos, ya que les reconoce su relatitada que no nacemos sabiendo ser vo sentido y legitimidad. Superar la padres. A ser padre se aprende y no paternidad bidimensional implica es tarea sencilla. Implica un desafío el mayor de los desafíos: la búsqueno exento de peligros. La reducción a da de un equilibrio que se aprende la bidimensionalidad es uno de ellos. sin recetas ni manuales, pero con Tal vez sea hoy el más frecuente, pero una disposición a ejercitar habitualno es el único. También el ejercicio mente el “doble click” sobre lo apade la paternidad 3D está expuesto a rentemente simple, para descubrir tentaciones. La primera de ellas, y la en ello la hondura y riqueza que da más evidente, reside en la soberbia sentido a nuestra paternidad. que surge de sentirse un iluminado, poseedor de una visión privilegiada y más aguda que la del resto de los padres. Esta tentación expone a la paternidad a una Si la paternidad 2D nos p er ver sión m á s profunda, incluso interroga habitualmente autodest r uct iva: para saber si nuestros hijos pues si un padre o están bien, la 3D intenta una madre pierden considerar también otra de vista las demanpregunta radical: ¿En qué das y necesidades de la dimensión 2D tipo de persona quiero que y centran su atense convierta mi hijo/a? ción, satisfechos y complacidos, en las necesidades formativas del largo plazo, verán florecer un nuevo tipo de

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CINE

Un retrato emotivo

José María Poirier

No es fácil acertar con una película sobre un Papa, especialmente cuando el biografiado está vivo. Ya experimentó esa dificultad el polaco Krzysztof Zanussi al filmar De un país lejano, en 1981, sobre su connacional Juan Pablo II. El único caso logrado que recuerdo haber visto fue una película de Ermanno Olmi sobre Juan XXIII, interpretada por Rod Steiger, de 1965. Y el tan querido “Papa bueno” había muerto dos años antes. Sin embargo, tengo entendido que el film no alcanzó gran popularidad en Italia; acaso fuera más apreciado en Gran Bretaña y en otros países europeos. Ahora, a partir del libro Francisco. Vida y revolución, de la periodista Elisabetta Piqué, corresponsal del diario La Nación en Italia, el director Beda Docampo Feijoó ensaya una suerte de biografía (¿correspondería hablar de hagiografía?) sobre Jorge Mario Bergoglio. Nacido y criado en el barrio porteño de Flores, el protagonista confiesa su amor por la ciudad que extraña. Lector de Jorge Luis Borges y de Leopoldo Marechal, versado en tangos y en OCTUBRE 2015

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teologías, inquieto siempre por los problemas sociales y por el preocupante estado de la educación, particularmente atento a los avatares de la política del país, fue sin embargo un personaje poco conocido y comprendido por muchos habitantes de la capital argentina. Esquivo frente a los medios de comunicación, prefería caminar solo las calles de la ciudad, viajar de manera anónima en subte o colectivo, vivir austeramente e ir con frecuencia a los barrios humildes, a las villas y a los santuarios populares. Conoció la injusta descalificación de un gobierno que lo consideraba enemigo y líder de la oposición. Para algunos, peligrosamente populista. Llegó inesperadamente, en el último cónclave, a ser elegido para ocupar la sede de Pedro por un colegio cardenalacio que no le era cercano. Se define como obispo de Roma, no toma vacaciones y sorprende a diario con sus gestos y palabras. Se comunica directamente con las personas más inesperadas, denuncia la injusticia europea frente a los inmigrantes, propone una visión ecoló-

gica y social, critica una economía más interesada en el dinero que en las personas, alienta el camino ecuménico e interreligioso y sabe ganar presencia en el más alto nivel de la política internacional. Al mismo tiempo, como ilustra el reciente film argentino, se ocupa de cada persona que se le cruza por el camino, con particular ternura ante los más humildes, enfermos y marginados. Interpreta su figura Darío Grandinetti, y la película encuentra en la actriz española Silvia Abascal el contrapunto apropiado para que emerjan aspectos poco conocidos del fuerte temperamento del Papa argentino. Entre otros, el tema del aborto y las acusaciones del cuestionado periodista Horacio Verbitsky. Las vistas de Buenos Aires y de Roma son sugestivas. Las escenas del cónclave, acaso las más logradas. La película ayuda a conocer a una personalidad emblemática y que seguramente seguirá deparando sorpresas. Amado por multitudes, también admirado fuera y no sólo dentro de la Iglesia, no teme enfrentar todos los riesgos y no acostumbra pactar con los poderosos de turno. “El nombre de Francisco resume la vida del padre Jorge, que ha colocado el corazón del mensaje evangélico en su trabajo pastoral: la ayuda a los más necesitados”, resume la presentación del film. Una obra que la crítica especializada tiende a considerar con poco afecto pero que puede ganar la emoción de numeroso público. Como siempre pasó con Bergoglio. 49

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CULTURA

Mariana Ortisi

La Abadía: nuevo centro cultural A partir de este mes comienzan las actividades artísticas y culturales en la remodelada Abadía de San Benito. Están dedicadas al arte latinoamericano, con conciertos, muestras y clases; también funciona una residencia, un auditorio y una biblioteca.

La Abadía de San Benito se encuentra en una barranca rodeada de casas bajas y edificios modernos. En la época colonial era zona de quintas, que llenaban el intersticio rural entre la ciudad y el posteriormente creado pueblo de Belgrano. Aunque oficialmente su ubicación corresponde al sector norte del barrio de Palermo, sus vecinos dicen sentirse más identificados con Belgrano. Los benedictinos llegan a Buenos Aires entre 1914 y 1915 y luego de pasar por varios barrios se instalan definitivamente en el terreno donde se construye la abadía, en 1916. El edificio del monasterio es de 1929 y fue concebido como un lugar de retiro. Allí vivieron los monjes benedictinos 50

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hasta 1971, año en que se mudaron a Luján, quedando el edificio vacío. Fue en 2009 cuando la congregación de la Familia Sodálite tomó contacto con los benedictinos (aún propietarios del predio) y comenzaron a proyectar la posibilidad de convertir el lugar en un centro cultural. “La Familia Sodálite es una congregación cristiana que participa de la espiritualidad del Sodalitium Christianae Vitae. Nacemos de la Iglesia y estamos para servirla. Para nosotros el aliento de los pastores, y en particular del papa Francisco, es fundamental. Él fue quien nos invitó a venir a la Argentina hace 10 años, cuando era Arzobispo de Buenos Aires”, comenta Sebastián

Blanco, director de La Abadía e integrante de la Familia Sodálite. “Los benedictinos querían darle un uso espiritual e histórico a todo este espacio del monasterio. Nos pidieron como familia espiritual y cristiana si podíamos darle continuidad a la estrecha relación que tuvo el monasterio con la comunidad y con los vecinos”, agrega.

Nuevo espacio de arte La puesta en valor de la edificación de 5000 m2 llevó varios meses y se respetó el valioso patrimonio arquitectónico, sin perder su clima monástico. El edificio de tres plantas REVISTA CRITERIO N° 2419

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albergará a la comunidad religiosa de la Familia Soládite en el tercer piso. Las once celdas del primer piso fueron unidas por dentro para conformar cinco salas, donde se instalará el centro de exposiciones. En cambio las celdas de la planta baja fueron transformadas en salones de enseñanza de música. A esto se suma el auditorio y la biblioteca: “Los libros pertenecen a la biblioteca personal de monseñor Eugenio Guasta. Para nosotros es un honor tenerla. La idea es que aquí se pueda generar un espacio de investigación y diálogo. Estará abierta al público y la intensión es que sea el lugar ideal para generar contenidos culturales”, agrega Blanco. Para comenzar su actividad como Centro de Arte y Estudios Latinoamericanos, ofrecerá los siguientes programas: formación de una orquesta infantil, desarrollo del centro de estudios de cultura latinoamericana, donde desde su inicio el público en general podrá participar de seminarios cursos y talleres; el programa de exposiciones artísticas, que se inaugurará con la exposición Tierra de encuentros, cielos y colores. Arte de Sudamérica hoy y ayer; curada por Teresa Pereda, con piezas de platería mapuche, del Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti y máscaras del Perú. “Con esta muestra se busca dar un primer paso en lo que se espera sea una puesta en escena de la rica y basta tradición latinoamericana, de la que todos, unidos por un mismo suelo, podemos sentirnos parte”, comenta Guillermo Alonso, ex director del Museo Nacional de Bellas Artes y actual director de Relaciones Públicas e Institucionales de La Abadía. En lo que respecta a las exposiciones, se ofrece un espacio para muestras artísticas de distintos rubros. Según los directivos, proyectan establecer una comisión permanente de arte, con una dinámica rotativa de distintas exposiciones que tengan que ver con el arte de nuestro continente. OCTUBRE 2015

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Cultura con función social El hermoso jardín de la abadía, que es el corazón del nuevo centro cultural, sirve como marco para que Sebastián Blanco comente los objetivos del lugar: “Queremos que las expresiones culturales sean accesibles a todos. Por eso el proyecto tiene en su origen un fuerte compromiso social. Darle espacio a aquellos que por su condición social no tienen un acceso fácil al mundo cultural, para que puedan tenerlo y desarrollarlo en este lugar, y que también ellos aporten sus riquezas y dones para que podamos juntos construir una cultura”. “Nos interesa también cumplir con el compromiso de abrirnos a la comunidad. Para nosotros Buenos Aires siempre ha sido un referente cultural. Por lo tanto, desde el inicio teníamos presente que el desafío iba a ser grande. La intención es tener una apertura al barrio, a la ciudad de Buenos Aires, a sus distintas manifestaciones y expresiones culturales –explica Blanco–. Que este espacio pueda tener una respuesta a todas las iniciativas culturales y artísticas; que forme parte de la agenda cultural de Buenos Aires y que tenga proyección en Latinoamérica”.

La Abadía, Centro de Arte y Estudios Latinoamericanos Gorostiaga 1908, CABA Exposición artística: Tierra de encuentros cielos y colores. Arte de Latinoamérica hoy y ayer. Orquesta Infantil: Formación musical de excelencia. El proyecto está inspirado en el mundialmente conocido Sistema Nacional de Coros y Orquestas Juveniles e infantiles de Venezuela propuesto y desarrollado por el célebre director José Antonio Abreu. Centro de Estudios Latinoamericanos: Se busca hacer accesible la historia y cultura propias de los pueblos latinoamericanos. Para ello abre sus puertas al público en general con un ciclo de seminarios, cursos y talleres. También se desarrollará una escuela de líderes. El Centro cuenta con una nutrida biblioteca en homenaje a monseñor Eugenio Guasta, a quien pertenecieron los libros, para apoyar el estudio, la investigación y el diálogo.

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CINE

Miembro de número de la Sociedad Española de Estudios de la Comunicación Iberoamericana y de la Asociación española de la Prensa Cinematográfica (sección Madrid de la Fédération Internationale de la Presse Cinématographique).

Pablo De Vita

Reflexiones sobre la propia historia La representante al Oscar exhibida en el Festival de Cine Alemán y una exposición sobre el Instituto Luce de Italia vuelven a poner en el centro del debate el verosímil cinematográfico y los pliegues y repliegues del cine como resguardo de la historia.

A pocos meses de los 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial aún se añaden miradas a los contornos de la última gran tragedia de la humanidad del siglo XX. El cine –con diversos fines y objetivos– abarcó como ninguna otra expresión artística los alcances del drama colectivo y nutrió de manera desmesurada al género bélico con films referidos a la contienda. Con todo, en el horizonte quedaba la zona poco explorada de la posguerra en Alemania y las consecuencias que tuvo en su población civil el terrorífico plan del nazismo: “Sin el triunfo de Hitler en Alemania no se habría desarrollado la idea del fascismo como movimiento universal, como una suerte de equivalente en la derecha del comunismo internacional, con Berlín como su Moscú”, consideró Eric Hobsbawm… y, mal que nos pese, quienes utilizaron de manera indubitable al cine como 52

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herramienta de propaganda fueron los totalitarismos. El fascismo italiano y el nazismo alemán (también el comunismo, pero con otras variables) comprendieron rápidamente la necesidad de recurrir al cine como elemento de difusión de su doctrina y también como modo de insertar un imaginario con respecto a sus ideologías, tan consustanciadas con la representación. De tal forma, los “documentales” sirvieron de manera decisiva para ampliar las fronteras de la escenificación de sus postulados y, progresivamente, el cine de ficción también abrevó en sus fuentes. La propaganda institucional reforzaba así los ademanes y los discursos, las aclamaciones y los escenarios; en definitiva, una sumatoria de rituales que la pantalla de cine agigantaba. En la muestra Luce-El imaginario italiano, que se exhibe hasta mediados de noviembre en la Usina REVISTA CRITERIO N° 2419

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del Arte, se celebran los 90 años del Istituto Nazionale Luce, bautizado así por Mussolini. Luego de tantas décadas reflejando la historia moderna italiana, algo sucede con la muestra: las rocambolescas poses de Il Duce resultan perversamente magnéticas. Como si su elemental patrón discursivo reforzara la idea que se explica desde el extraordinario catálogo, en tanto el fascismo se nutrió “de la representatividad a la representación”, la sentencia de Gustave Le Bon: “Conocer el arte de impresionar la imaginación de las masas significa conocer el arte de gobernar”, resulta actualizadamente inquietante en tiempos de mass-media afines al poder y decadencias educativa y cultural. La muestra abarca diversos perfiles de Italia reflejados en una serie de oposiciones como campo/ciudad, vencedores/vencidos, modernidad/atraso y contornos especiales al cine italiano y al viaje de Eva Perón a Italia. La multiplicidad de miradas refuerza la Italia republicana que domina el tiempo histórico de Luce y el archivo testimonia el paso de la propaganda de adoctrinamiento a la publicidad consumista junto a las diversas aristas de una sociedad democrática construida, no sin esfuerzo, sobre las ruinas del totalitarismo. En el cine alemán, en oposición a lo que se supuso siempre, fue muy tardía la reflexión sobre la gran tragedia y la responsabilidad de la guerra: “Después de la guerra la cinematografía alemana trató de hacer pelíOCTUBRE 2015

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culas ingenuas con la aspiración de mirar hacia el futuro y no hacia atrás. El juicio de Auschwitz era un tema olvidado en Alemania pero es un hecho histórico importante porque en Nüremberg el juicio lo hicieron los norteamericanos, no los alemanes”, nos confió Giulio Ricciarelli, director de Laberinto de mentiras (que representa a Alemania en los Oscar 2016), al momento de arribar a Buenos Aires para presentar la película como apertura de la 15° edición del Festival de Cine Alemán de Buenos Aires. Laberinto de mentiras relata los prolegómenos de ese juicio centrando su narrativa en la figura de un joven fiscal (que en la historia real nunca existió y resulta la sumatoria de los tres que intervinieron en el caso), y el fiscal general Fritz Bauer, figura de jerarquía en su país que promovió y respaldó esa investigación, que juzgó a los responsables intermedios de Auschwitz y que incluyó la pista de Eichmann y Mengele hasta la Argentina donde, como es sabido, arribaron gracias a la protección brindada por el peronismo. Por necesidades narratológicas, el film omite referencias a la ascendencia judía de Bauer, su filiación socialdemócrata y su exilio en los países nórdicos en tiempos del nazismo, que quizás hubiesen permitido conocer más los perfiles de un hombre cuya muerte aún es un cúmulo de sospechas y, empero, refuerza el vínculo con el pasado del joven protagonista. Una manera de metaforizar la construcción de la

identidad de la nueva Alemania con el riesgo latente de cualquier biografía: terminar reemplazando la historia real por aquella ficcionalizada en la pantalla. Laberinto de mentiras se integra a otros recientes (Anónima, una mujer en Berlín, de Max Färberböck; El lector, de Stephen Daldry; o Ave Fénix, de Christian Petzold), y a clásicos como El puente, de Bernhard Wicki; Yo tenía 19 años, de Konrad Wolf; o Los asesinos están entre nosotros, de Wolfgang Staudte, que refieren a los últimos días o a la posguerra alemana. En todos los casos, suma a la barbarie de la guerra lo difícil que resulta liberarse de las ataduras del pasado. Un cine que permite pensar sobre los alcances de su propia industria en tiempos del discurso único. Probablemente el mayor triunfo de los totalitarismos con relación al mundo de la imagen es que no la han dejado libre, la han tornado una necesidad social fundamental, y los gobiernos deben mantener la equidistancia para no convertirse en “democracias electrónicas”, pero responder a su demanda en tiempos de crisis de la representación social. Por fortuna, las sociedades han mutado en una multiplicidad de perfiles que dificultan la instauración de un discurso único. Estas indagatorias al pasado nos permiten reflexionar sobre los vínculos entre la construcción del discurso y el modelo democrático occidental con vistas a la sociedad del mañana. 53

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LIBROS

Born de María O’Donnell Buenos Aires, 2015, Sudamericana

EL SECUESTRO MÁS CARO DE LA HISTORIA Confiesa al comienzo del libro su autora: “La historia del secuestro de los hermanos Jorge y Juan Born, herederos del imperio económico Bunge y Born, me desvió del libro que había pensado escribir”. María O’Donnell estudiaba la relación entre política y dinero cuando se detuvo en el indulto de Carlos Menem a Mario Firmenich: “El dinero que los Montoneros habían aportado a la campaña menemista provenía del rescate que habían cobrado por el secuestro”. En efecto, durante el gobierno de Isabel Perón tuvo lugar el más grande secuestro extorsivo de la historia, y el dinero llevó durante años a varias pistas. Allí parecen darse cita las codicias de Mario Firmenich y Rodolfo Galimberti, la intervención del gobierno de Fidel Castro, las intrigas de Carlos Saúl Menem, los intereses de David Graiver y del mismo Jorge Born, uno de los secuestrados. La pormenorizada investigación de la periodista y politóloga María O’Donnell permite recordar o conocer (según la edad del lector) un acontecimiento dramático y cruel de la historia de nuestro país. El libro está redactado con un ritmo que atrapa y obliga a no abandonar los entretelones de esa frágil exaltación ideológica y la conocida miseria humana. Las acciones parecen empecinadas en que el destino argentino

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vaya hacia los lugares más oscuros: se conjugan la inflexible formación estoica de la familia secuestrada, la política de esos años y siempre (ayer como hoy) el dinero. Además, los enfrentamientos entre los Montoneros y los mercenarios de López Rega, las infaustas cárceles del pueblo, los enlaces internacionales, la dictadura militar, la inescrupulosa habilidad de Menem. Hechos públicos y privados, algunos muy conocidos y otros ocultados, conforman un entramado perverso que incide todavía hoy en las caras más oscuras de nuestra política, de no pocos dirigentes y de nuestra subsistencia social en general. De particular interés son las palabras de Jorge Born durante las largas entrevistas con la autora: pasa de calificar como “chiquilines ilusos” y soñadores ignorantes a los guerrilleros a querer recuperar parte del rescate a cualquier precio. Galimberti y Firmenich aparecen como lo que son, o como lo que fueron. No faltan en el libro las menciones a Carlos Dante Gullo, Roberto Perdía, Rodolfo Walsh, Fernando Vaca Narvaja, Enrique Gorriarán Merlo, Fernando Abal Medina, y también a José Alfredo Martínez de Hoz y Álvaro Alsogaray. Así como a Héctor Cámpora, José Ignacio Rucci, Pedro Eugenio Aramburu y Carlos Mugica. El Colegio Nacional de Buenos Aires ocupa un lugar clave en la formación de muchos de los protagonistas jóvenes de esta historia. Abundan en la época conceptos como “justicia po-

pular” o “exponentes del imperialismo y la oligarquía”. Es reveladora la frase: “Después de pasar a la clandestinidad, algunos militantes con trabajos que podían servir de cobertura recibieron la orden de continuar con sus rutinas. El resto conformó una suerte de ejército revolucionario rentado”. También la que dice: “Los Montoneros no tenían experiencia alguna en operaciones de lavado de dinero como para ingresarla en el circuito bancario de Suiza. Nunca habían manejado tanto dinero”. Y cuando afirma que “los Montoneros tenían relaciones intensas con el gobierno cubano desde su primera formación. Muchos de sus integrantes habían recibido instrucción militar en la isla”. En ese entonces, “el periodista Horacio Verbitsky, miembro de los Montoneros desde 1972, discípulo de Rodolfo Walsh y parte del Servicio de Información, se encontraba en Lima”. José María Poirier

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Los hobbits de Tolkien y Gandalf según Tolkien de Ives Coassolo Buenos Aires, 2015, Ciudad Nueva

LA IDIOSINCRASIA DE LOS HOBBITS Hace cuatro décadas, cuando comencé a interesarme por la obra de Tolkien, la Tierra Media ya estaba habitada por varias decenas de miles de lectores, que hablaban los más variados idiomas. Esta cifra seguramente se habrá triplicado después que Peter Jackson llevara al cine la trilogía de El Señor de los anillos y El Hobbit, lo cual hizo que se multiplicaran las reediciones. Con todo, y a pesar de que es muy poco lo que se le puede objetar a la versión cinematográfica, una vez más ésta parece eximir al lector de la noble tarea de imaginar a los personajes y sus peripecias. Contando con los actores y con la ilusión de los efectos especiales, que condicionan hasta una eventual relectura, la imaginación del espectador se inhibe. Es bueno recordarle al lector ingenuo que la saga de Tolkien es mucho más que una historia de aventuras. Para eso, nada mejor que el aporte

de este joven autor italiano, un entusiasta de quien podría decirse que, así como se llama nativos-digitales a quienes han crecido con las computadoras, éste parecería ser como un nativo de la Comarca, educado por los elfos. Ives Coassolo, como destaca en el prólogo el erudito argentino Jorge Ferro, ha sabido reconstruir la idiosincrasia de los hobbits y la venerable figura del “mago” Gandalf contando tanto con los textos canónicos de la Trilogía y el Silmarillion, como con las acotaciones que el propio Tolkien ha hecho en su correspondencia, y también con la exégesis teológica de algunos críticos italianos. No está de más recordar esta dimensión religiosa en una época en que el paradigma reinante obliga a buscar el ateísmo en cualquier obra perdurable o, en caso contrario, a silenciarla. A diferencia de su amigo Lewis, que era explícitamente apologético, Tolkien no sermonea, pero el lector

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comienza a descubrir la visión cristiana en cuanto profundiza un poco la lectura. Eso sitúa la saga tolkeniana muy lejos de Star Wars, con la cual el autor se tienta a compararla, en virtud de la popularidad de ambas. Pero si Tolkien construye una peculiar épica en la cual el héroe es quien se sacrifica, la saga de Lucas, inspirada por el mitólogo Campbell, tiene un carácter marcadamente dualista. También podría decirse que la gente que visita el Louvre y la que va a Disneylandia procuran “entretenerse”, pero hasta ahí llega la semejanza. No cabe duda de que obras como ésta pueden ayudar al lector a abrirse al sentido profundo de algo que fue pensado como una suerte de Divina Comedia del siglo XX. El misterio está en el éxito que ha tenido Tolkien en una época en la cual todo contribuye a eclipsar el sentido religioso. Pablo Capanna

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El fascismo y la marcha sobre Roma por Emilio Gentile Buenos Aires, 2014, Edhasa

EL NACIMIENTO DE UN RÉGIMEN Mucho se ha escrito sobre el nacimiento del régimen fascista, a la luz de la marcha sobre Roma, frecuentemente mitologizada por aliados y adversarios. Lo cierto es que Emilio Gentile, discípulo del impar Renzo de Felice y autor de un libro tan sugestivo como El culto del Littorio, ha emprendido la minuciosa descripción del nacimiento de un régimen, munido de una base documental impecable. Su intento se asocia, a veces, con aquella gran película de Marco Bellochio, Vincere (2009), aunque sin el dramatismo cuasioperístico del film. Del ex socialista, admirador de las Reflexiones sobre la violencia de Sorel, nace el recio impugnador de la era de la Giolitti, capaz de enlazar a la monarquía con la brutalidad de los fasci di combatimento y de eludir la presencia inquietante de D’ Annunzio, el romántico y efímero seductor de la toma de Fiume.

Uno de los méritos de la obra consiste en mostrar la polémica gestación de la “marcha”, ante las vacilaciones de un Grandi, por ejemplo. Las conocidas diatribas contra el Estado liberal son magistralmente impugnadas por el ingenio de Luigi Salvatorelli en 1922 y que iluminan, sin quererlo, aspectos de nuestra propia situación política: un “bolchevismo reaccionario…peligro infinitamente más real, hoy en día, que el bolchevismo comunista”. En palabras del mismísimo duce: “Dividimos a los italianos en tres categorías: los italianos ‘indiferentes’, que permanecerán en sus casas mientras aguardan; los ‘simpatizantes’, que podrán circular; y por último los italianos ‘enemigos’, y estos no circularán”. El recurso a la violencia recorría buena parte de la Europa posbélica, de la mano de teóricos como Ernst Jünger y su concepción de la guerra como una vivencia central e identi-

taria, y el decisionismo antiliberal de Carl Schmitt. Mussolini esperaba, sinuoso y voraz, el instante decisivo ante las vacilaciones de Facta, del mismo rey, las indecisiones de Salandra y Giolitti y la aquiescencia del poder militar. Finalmente, el 30 de abril, Mussolini es convocado por el rey como nuevo jefe de gobierno a los 39 años. La suerte de Italia y la de Europa estaban jugadas a una nueva barbarie, entre el modernismo reaccionario de los futuristas y el aceite de ricino. Marcelo Montserrat

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Siete casas vacías de Samanta Schweblin Buenos Aires, 2015, Páginas de espuma

LOS DESPOJOS Y SUS DETALLES Convencida de que todo relato “se complementa en la cabeza del lector”, esta joven y premiada escritora argentina, residente en Berlín, acaba de presentar su último libro de cuentos, Siete casas vacías. Narradora precisa y exigente, reconoce que en su prosa hay influencia del cine, que siempre le interesó: “Estudié cine, que me sirvió –declaró Samanta en una entrevista al diario La Nación– porque trabaja con el costado material y experimental de la narración. La carrera de Letras es mucho más teórica. Mi amor literario es material y narrativo”. Nombra como su maestra a Liliana Heker y afirma que “el taller me enseñó a leer lo que escribo de verdad, no lo que yo creo que dice mi texto”. En efecto, es una escritora que toma distancia y que trata de no entremeterse con las historias, y que quiere mantenerse en zona neutral, de ser posible. Ganadora del premio de narrativa Ribera del Duero, admiradora de Adolfo Bioy Casares y de Abelardo Castillo, muy rigurosa con su trabajo, confiesa que “cuando un nuevo libro se cierra y hay que empezar otra vez a escribir desde cero... vuelvo a sentirme una escritora torpe e inexperta”. Los siete cuentos del libro, tal como anuncia su título, rondan en torno a otras tantas casas, como si fueran ellas protagonistas de las narraciones. Hay soledad y tristeza en sus textos, hay exacti-

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tud y fina percepción de la conducta de los personajes; las familias son despojos que sobreviven; la minuciosa descripción se parece más al diagnóstico de un médico o de un psicólogo que a la compasión frente a un prójimo. El primer cuento comienza con una frase que parece introducir al clima de toda la obra: “Nos perdimos, dice mi madre”. En el segundo vuelve la desorientación: “¿Dónde está la ropa de tus padres?”, para cruzar los inhibidos juegos de abuelos y nietos ante la consternación de los progenitores. En el siguiente se acentúa la angustia: un vecino sufre la ausencia del hijo y repite con resignación los gestos cotidianos. Más adelante se presenta un personaje irreemplazable: “Lola sospechaba que su vida había sido demasiado larga, tan simple y liviana que ahora carecía del peso suficiente para desaparecer”. Y concluye observando que “las palabras y las cosas se alejaban ahora a toda velocidad, con la luz, muy lejos ya de su cuerpo”. “Cuarenta centímetro cuadrados” relaciona dos tiempos (uno en el recuerdo), yendo a buscar unas aspirinas en una noche de lluvia. En “Un hombre sin suerte”, con la aparición de un extraño que invita a la niña a tomar un helado, la narradora abandona al lector a sus propios temores y prejuicios. Y concluye la pequeña protagonista diciendo para sí misma: “Repetí en silencio su nombre, varias veces, para no olvidármelo nunca”. Finalmente, hacia el final

del último cuento: “La puerta no tiene llave. Abro despacio y todo, todo en el living y en la cocina está aterradoramente intacto”. La zozobra es independiente de los acontecimientos. La crueldad que se desprende de las narraciones parece no ser predeterminada ni intencional, sino el fruto de la fría y obsesiva observación de los detalles. El estilo y el ritmo narrativo de Schweblin son impecables. José María Poirier

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La baldomera, una novela incorrecta de Juana Ocampo Buenos Aires, Maipue, 2015

CONFIDENCIAS COTIDIANAS La síntesis argumental de la primera novela de Juana Ocampo indica que: “Baldomera convence a su patrona de que debe escribir sobre la azarosa vida de ella, su mucama, para curarse de su mal”. En efecto, así se inicia un recorrido por los perfiles bien distintos –y marcadamente señalados desde el uso del lenguaje como elemento diferenciador de pertenencia social– en esta obra sin grandes hallazgos pero tampoco tropiezos. En algún sentido, subyace al recorrer las páginas de La baldomera cierto espíritu de monólogo teatral que Ocampo oculta merced a lo poco descriptivo de los ambientes en donde desarrolla el relato. Más extendidos están los recuerdos de la criada que, grabados en cassette, son escuchados prolijamente y conversados por su patrona. Entre ellas las confidencias son cotidianas, remarcando aún más las diferencias clásicas entre el campo y la ciudad y en-

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tre la educación burguesa y el dispar aprendizaje en el campo. Algo puede criticarse al momento de culminar la lectura: su repetición de ciertos clichés al momento de evocar las memorias grabadas de la protagonista que, con el correr de la profusa cantidad de páginas, se tornan un tanto monótonas y repetitivas. Unas viñetas presentes en el libro, a modo de dibujos del propio protagónico, contribuye a ordenar el copioso universo de personajes y anécdotas que desgrana Juana Ocampo con calidez. Tal como define en el prólogo, “la hermosura de las incorrecciones lingüísticas”, al referirse a Baldomera permiten que el libro entretenga y asome a ciertas cuestiones olvidadas de la memoria oral de la Argentina. Juana Ocampo, nacida en Buenos Aires y con estudios en Letras en la Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco” de Trelew, consigue una primera novela con estilo y simpatía. Lástima que se enamoró tanto de su propio retoño

que no podó las ramas del árbol como correspondía y a tiempo. De alguna manera se evidencia desde los dibujos del libro, con unos árboles cada vez más frondosos en permanente desafío de la memoria y agotamiento del lector. Con todo, La baldomera trasunta sencillez en su evocación de los ámbitos rurales que la autora, radicada en Pergamino, conoce al dedillo y transmite emocionalmente con candoroso detallismo. Pablo De Vita

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