SECTOR PESQUERO NACIONAL PESCADORES VENEZOLANOS SIN EMBARCACIONES NI CAÑAS SOBREVIVEN EN LA NATURALEZA Javier González y sus amigos saben que los pelícanos que planean en el cielo significan una cosa: una buena oportunidad de pescar. De repente, los adolescentes se echan a correr por la playa siguiendo la trayectoria de las aves. Pero tienen que acercarse mucho más al lugar donde los pelícanos pescan para poder llevar algo de comer a la boca.
La crisis económica en Venezuela ha llevado a muchos a regresar a los pueblos costeros en búsqueda de comida. Los pescadores, sin botes ni artilugios, dependen de la naturaleza para sobrevivir
La crisis económica en Venezuela ha empujado a muchos a las villas junto al mar en busca de alimentos. Estos pescadores pobres usan herramientas primitivas y dependen “del tacto” que han desarrollado y su conocimiento sobre el mar y sus alrededores.
“No tenemos embarcaciones ni cañas, pero tenemos a los pelícanos”, dice Alexander Ramírez, de 17 años, uno de los jóvenes en la localidad de Osma, en el norteño estado de Vargas. Mientras otean las aguas, pueden ver a los pelícanos siguiendo la pista a un banco de sardinas. Colocados sobre las rocas en la orilla, lanzan sus nylons, a veces de cientos de metros de largo, con anzuelos en el extremo, y controlados por carretes de plástico que llevan en la mano. A manera de carnada usan camarones de río capturados temprano en la mañana en un río cercano. Las sardinas atraen a peces grandes como el jurel, que puede llegar a pesar 25 libras. Los adolescentes venden el kilogramo de pescado (2.2 libras) en unos 20.000 bolívares, que al cambio actual es poco más de un dólar. De manera que un jurel significa una pequeña fortuna. Sin embargo, la mayoría del tiempo los pescadores capturan peces más pequeños, como el roncador, que pesa menos de una libra y se usa para un plato típico de pescado en los restaurantes de Vargas. Las villas cerca del mar ofrecen a sus habitantes la oportunidad de sobrevivir por sí mismos. En un buen día, los pescadores ganan algún dinero, o cambian pescado por cosas como harina de maíz, huevos o café. Expertos dicen que estas economías locales de subsistencia son el último recurso para sobrevivir, que han surgido en muchas partes de Venezuela donde el efectivo y las tarjetas de crédito son casi inexistentes. “En la economía venezolana hay esta dualidad: la gente que tiene acceso a dólares y los que viven en el mundo del bolívar, que no tiene ningún valor. Estas personas sufren”, dice el economista Roberto Casanova, de Caracas.
Javier González, de 18 años, por lo general entrega a su tía, un Alexander Ramírez (izq), de 17 años, y Javier González, de 18, hermano pequeño y un primo lo que pesca, los productos que preparan sus nylons para pescar. intercambia o el dinero que logra ganar. Todos viven en la villa de Osma. González solo tenía un sexto grado cuando su madre lo envió a Osma desde la capital del estado Vargas, La Guaira. Para ayudar a mantener a su familia, la madre de González necesita que su hijo siga pescando con ahínco.