Suplemento Grado Cero diciembre

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gradocero Diciembre

S U P L E M E N T O

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L I T E R A T U R A

2018

Los procedimientos de Cynthia Rimsky

ESPECIAL EDICIÓN REGIONAL ¶ Libres creadores Roberto Bustamante, Rosa Alcayaga, Victor Quezada y Ana María del Río. ¶ Perdidos leyendo traducciones Mac Lean y la visita boliviana a la FiLVA. ¶ Trinchera Literaria Yo soy un pájaro ahora de Vladimir Rivera Órdenes.

Financia:

Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura Convocatoria 2018 Región de Valparaíso


editorial

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Cerrando para volver a abrir

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grado cero

R ES EÑ A Frente de izquierda de las artes LEF ¡A la producción!

ermina el ciclo 2018 de Grado Cero, 10 números que intentaron abarcar lo más destacado de las letras independientes nacionales. Cerramos este proceso con la fuerte convicción de que es necesario seguir construyendo espacios para la crítica, así como intentando destacar la amplia producción de libros independientes. El Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura y El Ciudadano nos permitirán seguir circulando el año 2019, reto que asumimos con responsabilidad y con la esperanza de seguir creciendo como medio. En este último número, nos propusimos hacer justicia con los libros vinculados a regiones sea en su producción, autoría o temática, para así mostrar la versatilidad y el amplio marco que se esconde traspasando la barrera que propone el centralismo santiaguino. Para esto revisamos en la trinchera literaria Yo soy un pájaro ahora de Vladimir Rivera Órdenes, libro que propone el paroxismo de la catástrofe, ambientado en las provincias más australes del país. En Libres creadores exponemos La primera gota de sangre de la poeta Rosa Alcayaga, originaria de Talcahuano, pero que ha desarrollado un interesante trabajo poético desde Valparaíso; Propiedad de Roberto Bustamante, quien desde el norte de Chile ha tomado el bastión de la edición independiente con la editorial Navaja; Insistencia del día de Víctor Quezada, editado en Valdivia por Komorebi y Siete días de Ana María del Río, publicada en Concón por Imbunche. Las últimas tres reseñas están dedicadas a Kintsugi de María José Navia, novela que rescata el arte de reparación japonés con polvo de oro y el abandono; Calendario del poeta copiapino Fernando Rivera, quien desde la editorial porteña Inubicalistas propone un péndulo entre arte y militancia; y Frente de izquierda de las artes LEF ¡A la producción!, traducción del poeta porteño Carlos Henrickson de una generación de poetas soviéticos comandados por Vladimir Maiakovski a principios del siglo pasado. En la entrevista, conversamos con la escritora Cynthia Rimsky, una de las voces más importantes y arriesgadas de la narrativa latinoamericana contemporánea. El reportaje se cruza con el Perdidos leyendo traducciones para cobijar la visita de poetas bolivianos el mes pasado a Valparaíso. En la Iniciativa destacamos la segunda temporada de la miniserie Cronistas. No queremos cerrar este proceso sin antes agradecer a nuestra casa El Ciudadano -con Pía Sommer a la cabeza de la sección de cultura- así como también a todos nuestros colaboradores que, con esfuerzo y oficio, mostraron las dimensiones del entramado de la edición independiente. También a las editoriales, escritores y productores que confiaron en nuestro medio. Nos volvemos a leer en marzo.

Varios autores/Catálogo/ 137 páginas

Por Priscilla Cajales

“Además, tanto la poesía como la prosa de los antiguos estaban alejadas del habla práctica, de la jerga callejera del lenguaje preciso de la ciencia. Nosotros barrimos el viejo polvo léxico, dejando para su empleo solamente los restos de hierro rescatados de entre los cachivaches”. De la basura de las fábricas de los soviets es que salen los insumos para el trabajo poético y no del encargo burgués, nos dicen Vladímir Maiakovski y Ósip Brik en uno de los textos publicados por la revista LeF, Frente de Izquierda de las Artes, nacida en 1923 en la Unión Soviética, luego del inicio de la Gran Revolución. Este era el último eslabón que debía unirse al levantamiento de la clase obrera y a la determinación del Estado. El artista recibió el llamado a hacer vanguardia cuando esa palabra no existía, a tomar su materia y disponerla en razón del trabajador. El LeF, a la cabeza Maiakovski, crea una revista en donde encuentra un espacio para la masificación de una nueva perspectiva de hacer. Ahora el gran mecenas es el pueblo. Carlos Henrickson reúne y traduce en Frente de Izquierda de las Artes LEF ¡A la producción! un grupo de textos publicados entre 1923 y 1928 que nos entregan una panorámica de lo que la avanzada de artistas, críticos y diseñadores, en discusión con las corrientes conservadoras, van a entender en relación al lugar del arte en la sociedad. El libro contiene dieciséis ensayos de muy difícil acceso antes de esta publicación, ya no solo por la distancia continental o temporal con esta vanguardia, sino por la barrera idiomática que al mundo “… hispanoparlante [dejó como] el más atrasado siempre en la apreciación histórica y desapasionada de la dura dialéctica entre la vida cultural y desarrollo sociopolítico que implicó la historia soviética”, en palabras del traductor. Imprescindible la lectura del texto de Brik sobre Ródchenko, ¡A la producción!, quien en su trabajo como pintor, fotógrafo y diseñador, se contrapone a los enemigos del LeF: los artistas que se apropian meramente de la jerga constructivista y dejan

de hablar de creación para hablar de construcción, pero que siguen en la senda de la estética. Quienes a pesar de sus intentos por apropiarse del material, no hacen más que volver a las artes aplicadas. O quienes en el terreno místico, que solo puede ser deleite de los que tienen tiempo para otra cosa que no sea la producción, no bajan del olimpo a ensuciarse las manos en las fábricas. Así, el tono sarcástico que acompaña a Brik, se aúna al imperativo que da título a su ensayo. Cuatro textos de Serguey Tretyakov y Alexandr Ródchenko están dedicados al tema de la fotografía en la Rusia soviética: Imagocreación y Fotonotas, del primero; Caminos de la fotografía actual y Contra el retrato sintético, a favor de la instantánea, de Ródchenko, quien en este último, toma la figura de Lenin como ejemplo de la imposibilidad de sintetizar el carácter completo del objeto/ sujeto , y llama al fotógrafo a fotografiar y a fotografiarse fuera cualquier pretensión sintética y más en relación a la verdad. Serguey Tretyakov trata también, junto a Boris Kushner, la nueva herramienta que el cine representa para la Revolución, ya no, dicen, ese espacio apolítico dispuesto para el goce, y como consecuencia, la domesticación de las masas, sino “como el cañón de un fusil […] para que lleguemos a disparar estas palabras y acciones en una dirección eficaz para la clase”. La gráfica soviética no se borra de nuestras retinas, sus líneas claras y la disposición tipográfica marcaron una época y un modo de hacer propaganda. Ródchenko y Brik entienden profundamente la importancia de la impronta del diseño, lo ven como la matriz del modo de trabajar el material y en El dibujo técnico y Del cuadro al estampado, crean un manifiesto para los diseñadores rusos que pondrán su trabajo a funcionar en la máquina revolucionaria. El último momento del libro está dedicado a la literatura, cómo no, Tretyakov, Maiakovski y Brik desmantelan el campo literario, las líneas que debe seguir el escritor revolucionario, así como los peligros de la búsqueda del camino del artista. Un escritor debe tener un oficio, sólo así tendrá algo qué decir. La suma de estos ensayos logra sin duda abarcar los aspectos más relevantes del pensamiento de sus autores, aunque el tiempo y el contexto pueden alejar al lector, las notas del traductor son líneas guías para seguir ahondando en el mundo soviético, desde esta parte de la rueda. El tono imperativo de todo el texto rebota en el título escogido, ¡A la producción! , porque la revolución ya había comenzado.

s u ple m e n to g r a d o c e ro Director: Juan Francisco Urzúa | Editor general: Cristóbal Gaete | Diseño e ilustraciones: Harol Bustos Colaboraron en este número: Matías Ávalos, Priscilla Cajales, Hugo Herrera Pardo y Sebastián Labra | Correcciones: Priscilla Cajales La tipografía del logotipo gc es Santiago, diseñada por Contrafonts.cl | CONTACTO: GRADOCEROLIBROS@GMAIL.COM


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Calendario Fernando Rivera Inubicalistas 50 páginas

Por Matías Ávalos

FOTO: Un monje se mueve muy lento sin mirar nada más que su camino en un mall atestado de consumidores. Hay poetas ocasionales y ocasiones para el poema, versos que prestan atención a la división poundiana de imagen, idea, sonido; y versos cuya concentración se dirige al mundo, a ver si en una de esas lo sorprenden y le sacan el secreto de porqué nos tiene así, atentos a que aparezca entre la contingencia algo que trascienda y en ese movimiento dote de sentido al tiempo, esa dimensión física que nos dirige hacia el no-lugar inevitable. Digamos, hay diferencias entre abordar el objeto poemático de manera superficial, hacerlo de forma instrumental o como forma de vivir. Es entre los polos de movimiento y vitalidad que oscilan como péndulos los poemas del interesante Calendario, de Fernando Rivera. MOVIMIENTO: Antes de la invención

del metrónomo, sobre el pentagrama se utilizaban anotaciones que marcaban, de manera subjetiva, el ritmo y carácter de la música, el tempo se basaba en las pulsaciones (unas 80 por minuto) de los ejecutantes. ¿De qué depende el tempo de un poema en verso libre? Una pista política: Rivera se enfrenta en la juventud al totalitarismo de un estado terrorista. Sin posibilidad de esconderse para producir un quiebre vía arte y militancia de la lógica de esa maquinaria asesina, clandestinidad y resistencia son un estado mental.

Privados de cantar a los héroes, ya que el bando que pierde no tiene héroes sino sangre derramada, mártires, a los poetas de su generación parece quedarle dos opciones: la escritura del dolor, como la de Zurita, o la de posguerra, más intimista, menos telúrica, aunque igual de política. Un yo lárico impone con sutileza un tipo de tempo (con minúscula y sin I) a través del cual se filtra el Tiempo (mayúsculo, masculino, centralista) en lugar de pensar en los latidos de la tierra (otra dimensión mayúscula) se enfoca en la sabia que late en las cosas de la naturaleza. Es decir, opta por la segunda opción y, contra el verticalismo de partidos políticos tradicionales de izquierda y derecha, pone en práctica un procedimiento horizontal de escritura. Observa con rigurosidad el comportamiento de animales, personas e insectos por igual, el lenguaje no le sirve al poeta para nominar cosas ni celebrarlas sino para, como dice Henri Meschonnic, ubicarse y ubicarnos entre ellas. Una vez ahí, en ese lugar ontológico que es a la vez perspectiva ética de trabajo, no hay pretensión de trascendencia, se confía en que eso, que de seguro espera suspendido como cernícalo sobre gallinero, está entre los versos; eso no se produce, eso aparece cuando se tiene la suficiente paciencia para esperar: “La silla que está en mi dormitorio/ acumula ropa usada que no he lavado. / Es un alto enorme que crece a diario /cuando ya es noche y apago la luz para dormir / la silueta que irrumpe de esa silla / Zeus devorando a sus hijos.” Porque perspectiva es el principio de delimitación del objeto de estudio y el objetivismo, claro está, no niega al sujeto, menos en este libro, pero lo retrasa, evita la neurosis de cierta poesía confesional contemporánea que produce un poco de alergia y nada de densidad, vuelta como está sobre quienes escriben. En ese sentido el lector puede entrar al poema y cada tanto, el movimiento del pájaro cuando toma agua, levantar la cabeza para masticar la imagen.

reseñas

PÉNDULO: El movimiento es el cambio

de posición de un cuerpo a lo largo del tiempo respecto a un sistema de referencia. Así, el poema nos permite medir la relación del yo lírico respecto al mundo y el mundo con respecto al yo lírico; entender, en ese sistema de relaciones, qué lugar ocupamos en nuestro propio sistema de referencias. El caos se vuelve, en ese acto de comunión que es leer y escribir, sino claro, al menos soportable.

VITALIDAD: Somos mucho más sencillos y nuestras vidas, en términos materiales, son más difíciles que las de artistas bellepoquianos; tenemos en contra cientos de años de modelos políticos de exterminio que (no en balde te han hecho cobarde), en lugar de diluirse, se intensificaron en las últimas décadas, entonces, de las pocas cosas en las que podemos refugiarnos es en la familia (complete aquí la forma que usted le da a ese concepto, rellénelo con el nombre de sus amigos y amantes, de sus colegas, etc.).

Después está el paisaje interior (inscape) concepto originalmente pensado para los fenómenos de la percepción, que Denis Levertov aplica al plano intelectual y emocional, para hablar de paisaje interior de experiencias o constelaciones de experiencias. Ubico en Rivera, en contraposición a las condiciones materiales óptimas, estados óptimos para el oficio poético. Igual que la clandestinidad y resistencia, el oficio también es un estado mental. Más allá de la parentalidad, lejanía del centro, más allá de desiertos monótonos, de fauna compitiendo por la comida, de fauna vuelta comida, o justamente por todo eso, es que la constelación de experiencias cotidianas dentro de Calendario, culminan en la necesidad del poema. Otra cita física, esta vez Kant: si se hace abstracción de lo que sucede en un lapso de tiempo, queda el tiempo. Lo uso para decir que es necesario mencionar la época, los poemas del libro atienden a un efecto final característico de la poesía de los 80' y 90'. Acá el efecto es de asombro y en los mejores casos, vacía la situación narrada en el poema dejándonos, como propone Kant, ante el tiempo. Así, el título no corresponde tanto a las fechas que titulan los poemas como a esa dimensión física. En otras palabras, el libro es una especie de diario llevado a cabo con la rigurosidad que requiere la mejor y más precisa herramienta del lenguaje, el poema. TAUTOLOGÍA CON LA FOTO INICIAL:

La quietud del monje, igual que la del hombre lustrándose los zapatos en la foto de Daguerre, es la que posibilita la fijación del movimiento, el tiempo preciso para que suceda la perplejidad necesaria para la comprensión de cualquier fenómeno, Calendario merodea por esa intuición primitiva de que hay una forma más allá de la forma.


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Kintsugi

María José Navia Kindberg 144 páginas Por Hugo Herrera Pardo

“Parece una ley: todo lo que se pudre forma una familia”, sentencia el verso final de un poema de Fabián Casas. En Kintsugi, segunda novela de María José Navia tras SANT (2010) y los libros de relatos Instrucciones para ser feliz (2015) y Lugar (2017), la podredumbre es reemplazada por la rotura. Todo lo que se rompe forma una familia, sería la reescritura de esa eventual ley, de ese concluyente verso. De entrada, entonces, ante la novela, se impone como figura de pensamiento la paradoja o la cohabitación; lo que forma el vínculo es la fractura, no el enlace; la exposición del quiebre, no su ocultamiento. ¿Cómo narrar esta forma cohabitada? María José Navia opta por la fragmentación episódica y no cronológica de la historia, contar trozos/trazos de vida de los personajes, esparcidos a lo largo de un tiempo extenso y a la vez difuso, que va desde la unión marital que forma fracturadamente a la familia hasta un hito trágico que se ubica en la tercera generación de la misma. De ahí el kintsugi, arte de reparación japonés con polvo de oro, como figura multivalente y aglutinadora de estos sentidos señalados. “Estaban rotos. Y habían decidido quedarse juntos”, señala en un determinado y significativo momento la voz que narra Pasillo, el relato situado más atrás en el tiempo de los once que integran el arco cronológico y argumental de la novela. Allí se cuenta la historia que enlaza a Caro y José, dos profesionales, ella médico; los padres de Tomás, Sofía y Eduardo, quienes integran la familia nuclear, expuesta a carencias afectivas y sicológicas, mas no materiales. Personajes que en el transcurso de la narración se mostrarán vinculados

otras y otros como Marcela, hermana de Caro, Luisa, colega de Tomás y por quien se siente atraído, o Luz, pareja de Eduardo y de cuya ¿unión? nacerá Ema. La disposición de lo narrado de manera dispersa y fractal crea efectos como la percepción de un tiempo casi difuminado en su referencia, a cierta distancia de lo inmanente, lo que agudiza los golpes de efecto sobre el transcurso de la desacompasada historia familiar, y en especial sobre algunos de los desenlaces que van ocurriendo: trayectos formativos que arrastran heridas o traumas, distanciamientos, envejecimientos, muertes, los que sobre todo son solventes cuando están narrados desde fuera de la diégesis en un muy desenvuelto estilo indirecto. Este trabajo en torno a la percepción del tiempo y sus posibles efectos mantiene como constante que en casi cada relato que integra la novela, desde aquel presente de la narración asome, aunque sea brevemente, una grieta desde la que emerge el pasado, el que aparece entonces como fantasmal y amenazante. Desde mediados de la década pasada, la crítica musical y cultural adoptó un concepto trabajado por Jacques Derrida en Espectros de Marx para pensar esta presencia acechante del pasado, el concepto de hauntología, un sonoro juego fónico y de sentido con ontología, mediante el cual Derrida inicialmente

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intentó reflexionar sobre una “lógica del asedio” que fuera “más amplia y más potente que una ontología o que un pensamiento del ser”, a partir de las herencias del pensamiento de Marx tras la caída del comunismo y la irrupción de las narrativas sobre el fin de la historia. Críticos como Simon Reynolds en Retromanía o Mark Fisher en Los fantasmas de mi vida, observaron en la cultura popular a partir de tendencias musicales como la electrónica, el brit pop, el post-punk o el hip hop tristemente hedónico de Kanye West o Drake, en series de televisión como Life of mars o en películas tan disímiles como El resplandor, Children of men o Wall-e, el asedio permanente de la ausencia que subyace a toda presencia, por medio de repeticiones, persistencias y prefiguraciones. Para Mark Fisher, efectivamente, la hauntología puede ser descrita como una forma cohabitada, ya que al asumirse como “un duelo fallido”, puede ser interpretada como un “negarse a dejar ir al fantasma” pero también como “la negación del fantasma a abandonarnos”, negarse y negación que pueden ser equiparadas a la marca visible del polvo de oro que recorre el kintsugi. Así, en el fascinante Los fantasmas de mi vida, Fisher piensa al espectro como aquello que no puede estar completamente presente, por lo que su ausencia/presencia puede ser entendida como la relación entre lo que ya no es más con lo que todavía no es. Es esta permanencia amenazante de espectros que dejan asomar virtualmente heridas o traumas lo que acecha la narración —y por tanto la lectura— de Kintsugi. La tensión en la novela gira en torno a este lo que ya no es más enfrentado a lo que todavía no es, siendo la herida matriz el abandono a su familia por parte de José y sus intentos de presencia esporádicos y fantasmales, ya sea telefónicos (una de las formas espectrales de la técnica, características de la

contemporaneidad) o al observar presencialmente, pero a distancia, hitos importantes en la familia, como graduaciones. Para Fisher, de hecho, en una sugerente relectura de Freud, el patriarcado es una hauntología, debido a que es inherentemente espectral. Tanto en el inglés como en el alemán, la relación establecida entre lo espectral y lo cercano, lo familiar, se encuentra consolidada en la lengua y en sus posibilidades de sentido. Como bien recupera Fisher, “La palabra haunt y todas sus derivaciones quizá sea una de las traducciones más cercanas al inglés de la palabra alemana unheimlich, cuyas connotaciones polisémicas y ecos etimológicos Freud aplicada y célebremente a claró en su ensayo Lo siniestro: del mismo modo que ‘el uso alemán permite que lo familiar (das Heimliche, es lo ‘nofamiliar’)’, haunt refiere tanto al lugar de vivienda y la escena doméstica como a lo que la invade y la perturba”. En nuestra lengua la relación etimológica entre familia y fantasma no es tan explícita como en las lenguas mencionadas anteriormente, de allí que los traductores al español de Espectros de Marx hayan optado por el sentido más preponderante de la relación, traduciendo hauntología como fantología, por su vínculo etimológico con fantasma o fantasía. Quizás lo más próximo que tenemos en nuestra lengua para expresar una relación multivalente así sea el vínculo entre fuego y hogar a partir de focus, en parte por la simbología del fuego en torno a reparación y también por la relación semántica con ceniza en tanto figura de la presencia/ ausencia. En este sentido, en Kintsugi podría pensarse a la escritura como forma simbólica de la ceniza (lo que guarda similitud con la resina mezclada con oro con la que que trabaja el arte japonés de la reparación), al ser una escritura que deja entrever la afectación por vivir existencias erosionadas, mientras permanece en tensión el vínculo entre lo que ya no es más frente a lo que todavía no es.


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Trinchera literaria

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Yo soy un pájaro ahora

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VLADIMIR RIVERA ÓRDENES / M O N TAC E R D O S / 1 0 8 PÁG I N A S

e podría hablar que hoy vivimos una etapa de la humanidad catastrófica, asediados por el calentamiento global y las plagas del inferno, pero no. Todas las generaciones antecesoras han tenido sus propios holocaustos a escala: matanzas, plagas, extinciones, cambios ambientales, y así y todos seguimos sobre la tierra negándonos a desaparecer, pretensión postmoderna amparada por la ciencia/tecnología que nos hace parecer blindados. Tendré que decir nuevamente que no. En Yo soy un pájaro ahora la consigna es apocalíptica, planteando un Holodomor sureño, símil al exterminio por hambruna que sufrieron los ucranianos a manos de Stalin el siglo pasado, pero con una peste -el Síndrome de Tierra del Fuego- que está matando a los habitantes de pequeños poblados ganaderos, que en la precariedad de la producción animal descontrolada, terminan siendo presa de la vendetta de la naturaleza. El libro asume registros bastante interesantes, como en el relato homónimo donde se encuentra el cariz más intimista de la obra, reflejo de los estragos que causa la muerte de un niño en una familia, sumado a la soledad en la que viven sus protagonistas y el desarraigo propio de los que lo han perdido todo: “Los libros, la música, el aire que respiro no tiene ningún sentido. Las abejas, lavarse los dientes, trabajar y comer no tienen ninguna importancia. El aire no se siente; los colores, la luna, las miradas no existen. Tampoco el miedo. No existe. No está. Se pierde en alguna nebulosa. La niebla se hace transparente. La sangre ya no asusta y te acostumbras a la parálisis del sueño. Entonces piensas que eres inmortal. Porque ya nada vive, un tú, ni él, ni nosotros.” La catástrofe había comenzado antes y era a escala humana, el capitalismo ha empobrecido a la población, así como también dañado los suelos, contaminado el alimento y desprovisto a los individuos de cualquier futuro, tanto

Por Juan Francisco Urzúa así que son perseguidos los enfermos, o puestas en cuarentena las sombras de las personas que se evaporan. Gran parte de los personajes trabajan en faenas agrícolas que traspasan virus desde las aves a los humanos, ya sea por los robos a la faenadora, o por contacto cutáneo con otro contagiado, generando una pandemia que intenta ser controlada por los poderes económicos que no quieren perder su producción. Dicha pandemia hace que los hombres ya no eyaculen, primer síntoma de estar inoculados, para posteriormente desangrarse hasta la muerte. El mayor horror del cuadro no lo tiene la descripción tanatológica de la afección, sino el comportamiento que asumen los contagiados, que en muchos casos asemejan a zombies apocalípticos, que van por los pueblos asolándolos, generando una sensación general de inseguridad cual Resident Evil. También los animales enfermos se juntan en jaurías que van en búsqueda de presas, en un territorio cada vez más decadente dadas las condiciones del ambiente. Ahora, cabe destacar que el autor no pretende acelerar las imágenes y menos exagerarlas, incluso es discreto en su descripción, y por lo general sus personajes tienen una relativa calma o resignación ante el calvario general. Rivera Órdenes, quien ha trabajado como guionista de destacadas series nacionales, se decide por articular 7 relatos con locación en el sur sur de Chile, con esto me refiero desde Osorno hasta Tierra del Fuego, y este detalle no

es menor cuando vemos que por lo general estos paisajes son ruralizados de manera facilista, siguiendo la tradición que ancla cualquier suceso en el campo con el costumbrismo. En este sentido, el libro se arriesga a romper el estereotipo, proponiendo una ficción aguda, política y bastante creativa. Incluso el gesto de que estén los relatos relacionados entre sí, tanto por la geografía como por el leivmotiv catastrófico, amplifican y ayudan a generar una idea de obra más gruesa, que con algunas ligeras ampliaciones podría ser perfectamente una novela. Da la sensación de estar presenciando escenas saltadas de la misma serie, esto también por la forma bastante fílmica que tiene Rivera Órdenes de ir desenvolviendo la historia, que va desarrollándose poco a poco al ritmo de los acontecimientos que afectan a sus personajes, donde incluso puede olvidarse el tiempo, aunque transcurre. Cabe destacar el relato Pinochet love song que tiene como personaje al dictador, quien responde una entrevista tipo cuestionario de miss 17, mientras dos jóvenes enamorados planifican cómo asesinarlo. Es definitivamente el texto más arriesgado del libro, ya que incluso incluye fórmulas matemáticas del amor, pero que con un excelente oficio logra desarrollar sin dar más pistas que las necesarias, proponiendo huellas y sombras que al debelarse sorprenden en su giro. “Pero yo también tengo motivos para matarlo. No puedo olvidarlo. No debo olvidar que debo ser el que jale el gatillo. Mi mamá llora todas las noches. Nadie sabe dónde está mi papá y mi hermano es un caballo que busca libertad. Eres el mejor de tu curso. Eres el único que se aprende los poemas de memoria. El único que ganaría un concurso de Sábados Gigantes. Eres la más lúcida de las mentes confusas. La verdad no es sobre Pinochet que quiero hablar, es sobre cómo Pinochet asesinó a mi padre y me

dejó huérfano. Todos somos huérfanos. A todos nos mató Pinochet.” Yo soy un pájaro ahora es un libro extremadamente disfrutable, pero de una rareza particular, quizás por eso se hace tan entrañable con personajes que son muy cotidianos, incluso que se podría decir rozan la intrascendencia, dado que soportan vidas pobres tanto espiritual como materialmente, sumado a la desesperanza que cargan como tedio, hastío de estar siempre en la banca de los perdedores. En este libro nadie gana, todos terminan siendo víctimas de un sistema que ni siquiera eligieron y que los mantuvo solo como materias consumibles, al igual que los animales que faenan. Ahora, creo que el libro tiene dos aciertos importantes, el primero es la simpleza del relato que suavemente se va mostrando y que se reserva detalles para generar atmósfera. No se siente la ansiedad por querer cerrarlo, ni se le carga un excesivo peso a los personajes, son transparentes como los espectros que atormentan después de morir por el virus. El segundo acierto reside en desacralizar el relato de ficción, que no cae en descripciones pretenciosas de tecnología -cuando pudo haberlo hecho-, sino que busca reforzarse en correlatividad con la realidad, para ganar verosimilitud. Si a esto le sumamos el riesgo que asume al descentralizar los escenarios, gana por paliza a una novela del mismo género ambientada en la urbe. Es como si el sur estuviese hecho para ambientar la catástrofe. Finalmente se hace coherente la explicación del mismo autor al llamar al subgénero como ficción folk, porque eso es lo que más tiene, la siempre pura geografía sureña y su naturaleza desarticulada hasta el exterminio, una postal zombie, gangrenosa y alarmante de un futuro que quizás estamos fraguando.


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Los procedimientos de Cynthia Rimsky “No es que cierta literatura chilena sea realista sino que hay una tendencia, tal vez, por cuestiones del sistema liberal a ultranza, a quedarse en lo literal para construir libros legibles” Por Juan Francisco Urzúa

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odos los libros de Rimsky proponen un tránsito, desde Poste restante (2001), donde la nieta chilena de una familia de inmigrantes de Europa del este encuentra en el persa un álbum fotográfico que le entrega huellas frágiles de la memoria, motivándola a desplazarse al viejo continente en búsqueda de sus raíces. En su último libro, En obra (2018), una narración dual se mueve entre un cambio de casa en el Conurbano de Buenos Aires y la construcción que no termina, traslapándose con la historia de un pueblo costero al oriente de la isla,

recorrida por un visitante que busca las huellas del tsunami. Es este desapego el que mueve a la escritora, la falta de anclas que perpetúen los gestos, el tiempo, las situaciones, el movimiento hiperactivo de lo que está vivo y que va a transmutar de una manera inesperada. Estas historias no son azarosas, cumplen con los complejos sistemas que urdió para ellas, que como orfebre funde, golpea y deforma el material, hasta tener una joya preciosa, incluso cuando su trabajo la hace apuntar hacia los márgenes de la literatura, más bien hacia

los marginados. Rimsky, aun en un lugar de privilegio que la ha premiado y la propone como una de las grandes voces narrativas latinoamericanas actuales, no quiere acomodarse, muy por el contrario, sigue la búsqueda de incomodar la mirada, retorcer el relato hasta hacer que el lector dude sobre su seguridad, cuestionar la flexibilidad del lenguaje rompiendo las estructuras que lo mantienen, para fundar otras nuevas. El riesgo en su obra es importante, y la mantienen como una de las escritoras más ágiles y agudas de su generación.


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LA MEMORIA Y EL RECUERDO Han ido cambiando a partir de Poste restante, donde el recuerdo estaba fragmentado, y eran muchos los espacios en blanco que me permitían construir un relato ficticio, construir lo real a través de la libertad de la ficción. A partir de ahí empecé un cuestionamiento respecto a la memoria y el recuerdo, en el sentido que tiene una fijeza, un fijar en, que me parecía que no me daba la libertad para crear. Por otra parte, empecé a cuestionar la noción de pasado, que uno siempre lo piensa como algo que pasó hace mucho tiempo, sin embargo, el pasado es el segundo que pasó, ¿no?, siempre es como presente. También empecé a leer y vino toda esa idea de la microhistoria, en el sentido que también la memoria era épica, de los vencedores, de los grandes temas, y la memoria pequeña eran netamente cosas muy fragmentarias y que había que construir a partir de sensaciones, como un trabajo de detective, de investigador privado. Ya en la última, La novela de otro [2004], no trabajé la memoria, sino que trabajé el olvido. MÉTODO Trabajo con materiales documentales diversos, y la idea es irlos borroneando. Es como ir pasando un trapo con agua e irlos borrando, borrando y que aparezcan nuevas formas. Es lo que Saer dice, y también Piglia, de hacer cantar el material, o sea escuchar lo que ese material tiene que decir, pero poniéndole ciertos procedimientos donde esa escucha se vuelva confusa, dubitativa, vacilante. SENSIBILIDAD Siempre trabajo un lado social, pero no a partir de la geopolítica sino a partir de las sensibilidades sociales. La idea básicamente es escuchar lo que está pasando, escuchar mucho, pero también tiene que ver con dónde tú posas la mirada. En general en mis libros poso la mirada en lugares que son muy descentralizados, le doy valor a lugares, personas, situaciones, a objetos que en general en la literatura no se los toma porque son poco importantes, o se supone que tienen poco que decir, o de eso no se puede llegar a temas más universales. PERSONAJES EN TRÁNSITO Tengo la sensación de que trabajo mucho un narrador en tránsito, o personas que no sienten relación con la patria, o con nociones de estabilidad o identidad para siempre. Personajes que están en duda, que no saben bien quienes son, ni quieren mucho saberlo, más que emigrantes están en tránsitos existenciales, que no creen en los arraigos. En conflictos con la pertenencia, con esas nociones horribles de patria o bandera, esas cosas más establecidas, personas que más bien intentan deshacerse de esos mandatos. RAMAL (2011) Todo parte de casualidad. Fue totalmente una casualidad que yo llegara a ese ramal, y fue un accidente que me obligó a escribir ese libro. No es que me proponga: este es un ramal abandonado, entonces voy a mostrar el abandono, te lo quiero dejar en claro porque es importante, son cosas que realmente van surgiendo, la idea es justamente no ponerme en la idea de ramal igual abandono.

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Lo que sí quería trabajar como una búsqueda es la pregunta por el tiempo, cómo pasa el tiempo en los lugares que no son centrales. Entonces el ramal más bien, más que el concreto/real, era el ramal del tiempo. Lo que me interesaba descubrir era cómo toda esa gente, y todo ese paisaje y situaciones transcurrían en el tiempo. El protagonista del libro, el protagonista subterráneo, es más bien el tiempo que el tren. Yo no voy a buscar ideas predeterminadas, justamente ahora estaba leyendo un libro maravilloso que se llama La forma inicial: Conversaciones en Princeton de Ricardo Piglia, y él enfatiza en la literatura como un misterio, como un secreto, eso que uno da vuelta alrededor de algo que no sabe lo que es, y que nunca termina sabiendo qué es. Uno parte desde la imposibilidad de hablar del abandono, de los seres desposeídos, de esa idea, la idea es hacer una escritura que no cierre, que no juzgue, sino hacer una escritura que abra. LA CALDINI En El futuro es un lugar extraño [2016] parto de situaciones que yo viví o que vivo en mí andar cotidiano, que las voy pensando literariamente, y al pensarlas así de inmediato se van separando de tu biografía. El personaje está construido a través de una duda, de una mirada. Generalmente trabajo los personajes a partir de una pregunta, se hacen una pregunta y el libro es el trayecto hasta que esa pregunta ya se acaba, y pasa a otra por lo general. La pregunta sería como coexisten la mujer de 22 años y la mujer de 40, en qué se relacionan, en qué momento se cruzan y se descruzan. LOS PROCEDIMIENTOS Yo creo que uno parte de una situación real, y ahí viene una cosa que a mí me encanta, y es lo que me motiva de la literatura, que son los procedimientos. Yo creo que cualquier cosa pasada por un procedimiento se desliga completamente de lo biográfico y abre su potencialidad de ficción. Voy usando muchas, el mapa o buscar las calles, y que los personajes se llamen como los personajes es un procedimiento, saca eso del realismo. Después toda la cosa del FONdArT, cuando encuentro los nombres de los proyectos que son reales y los empiezo a juntar. Por ejemplo, busqué muchas cosas sobre terremotos, sobre cimientos, muchas cosas técnicas e ingenieriles, y que está todo en el libro. De repente buscaba entrevistas de gente de izquierda, del mApu Lautaro o del mir que estaban presos o estuvieron presos, y sacaba de ahí palabras, con eso construía el discurso. Eso es lo que más me interesa, y por ahí pasa mi imaginación, por la creación de estos procedimientos. Cómo hacer que estos materiales que son reales, se alejen completamente del periodismo, de todo lo que es informativo y transformarlos en elementos más misteriosos, que sean más abiertos. FORMATOS De repente estoy escribiendo y tengo la sensación de que me estoy aburriendo, entonces digo no puede ser esto. Soy una persona muy curiosa, por lo que empiezo a buscar formas de escritura que representen un desafío, no puedo escribir si no tengo un desafío.

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PREMIOS Primero me sorprendió que El futuro es un lugar extraño fuera premiado, ya que de primera no tuvo mucha circulación. Siempre me dicen que es una novela más difícil de seguir. Entonces me pareció súper lindo que hubiera lectores que le dieran los dos premios, el Municipal de Santiago y el Mejores Obras Literarias 2017. O sea que hubo una lectura que realmente interesó, desde este otro lugar. Yo creo que, para los escritores que quieran hacer una carrera literaria, los premios son súper importantes porque son los que te van abriendo el interés de las editoriales, de los agentes. Los premios son una de las maneras de construir carreras literarias. Para mí no, son cosas azarosas, no participo mucho de concursos, la editorial fue la que lo mando, a mí no se me habría ni ocurrido. Me gustó mucho ganar el dinero (risas), que estoy invirtiendo en escribir la próxima novela. Yo creo que los premios sí son una construcción de carreras de escritores, porque como está construido el mundo, donde hay tantos escritoras y escritores y hay pocos que los reciben, eso va armando el mercado editorial.

“En general en mis libros poso la mirada en lugares que son muy descentralizados, le doy valor a lugares, personas, situaciones, a objetos que en general en la literatura no se los toma porque son poco importantes, o se supone que tienen poco que decir, o de eso no se puede llegar a temas más universales”

BILANZAMIENTO No fue una elección publicar En obra en Mundana, se me acercó Macarena García Moggia justamente cuando estaba recibiendo el premio, y me propuso si quería escribir un texto de 40 páginas, y fue eso lo que me llamo la atención. Podía escribir cualquier cosa pero en 40 páginas, y me pareció divertido porque además tenía 2 imágenes que quería escribirlas, pero no se había presentado la posibilidad, las tenía guardadas. Después, como a las 2 semanas que ella lo propuso, me llamó una amiga escritora y editora que se llama Daniela Alcivar Bellolio, que está editando en Turbina de Ecuador, y me dijo: oye, quiero publicarte, tienes un texto de 40 páginas, por lo que dije: ya bueno, entonces sale también en Ecuador. EN OBRA Está pensado como un libro con dos entradas, incluso había pensado la idea que quizás una pudiese entrar por adelante y la otra por el final, pero se hizo finalmente así. Están separadas por la foto, no tiene nombre justamente por eso. Me da curiosidad ver cómo el lector puede relacionarla, es como tirarle una pista para ver qué pasa con eso. Me encanta esa idea sebaldiana, y que también está en Luis Sagasti, de que tú tienes dos puntas de la madeja y debes acercarlas, y tienes que empezar a urdir para que se relacionen, entonces ahí utilicé la idea de los pájaros, y la idea de la dificultad para comprender. Yo me alejé del periodismo, y una vez un editor me dijo una cosa que me pareció genial, me había pedido un artículo, más literario por supuesto, se lo entregué y me respondió: mira lo que me pasó, mientras lo estaba leyendo lo encontraba excelente y no podía parar de leer, pero cuando terminé me pregunté de qué se trataba y no supe decir. Yo creo que esa es mi literatura. Lo que pasa es que yo no tengo esa capacidad que tienen otros escritores de saber de lo que están escribiendo, son como investigaciones literarias. Voy cambiando los títulos, y es una buena manera porque a medida que voy cambiándolos voy haciendo los focos. Pero me encantan esas zonas ambiguas, y no es nada nuevo, lo estoy leyendo en Piglia que está en Onetti, me acoplo a esa tradición, pero no es algo que inventé yo. LA LITERATURA CHILENA DESDE ARGENTINA Se ve bien yo creo, no leo tanto dijéramos, leo lo que puedo, a los amigos míos que están escribiendo. Me parece que lo más interesante es la diversidad. Lo que todavía siento es que en la literatura chilena hay una columna está muy pegada a lo real, falta un poco más desmarcarse del mercado. No es que cierta literatura chilena sea realista sino que hay una tendencia, tal vez, por cuestiones del sistema liberal a ultranza, a quedarse en lo literal para construir libros legibles. Un país con más lectores como Argentina, con más diversidad y con más espacio civil, se permite tener en su tradición literaria, un espacio mayor para lo ilegible, lo que no es fácilmente digerible. Por ejemplo, en Argentina mis libros Poste restante, El futuro es un lugar extraño, y ahora Los perplejos [2009], no son considerados difíciles. En Chile sí. Pero lo que me parece muy saludable es que haya diversidad, de repente veo los resultados


e n t r e v i sta

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FONdArT y no conozco a nadie. Lo que sí me parece que falta son más librerías, una mayor circulación, por ejemplo acá vas a las librerías grandes, comerciales, y están todos los libros de las editoriales alternativas y visibles, no escondidos en un estante, no los ponen en el pellejo, no se les ocurriría ponerlos en una carpa del pellejo. En Chile las editoriales independientes aún están en un segundo orden, aparte hay pocas revistas para comentar, eso mata la circulación. FORMAR ESCRITORES Estoy haciendo clases en la universidad, en la Universidad Nacional de las Artes, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, en una carrera que se llama Artes de la escritura. Personalmente no creo que un escritor necesite pasar por un taller, nunca fui a talleres. Lo que sí he visto, y que trabajo justamente, es la mirada. Las personas que van a talleres cambian su manera de leer, y en eso cambian su manera de escribir. Hay un aprendizaje de cómo leer, es imposible escribir sin aprender a leer, no te digo de una manera lineal, sino de una manera más interpretativa. Lo que pasa es que acá la gente va mucho a talleres, no principalmente escritores, hay muchas personas que no se van del trabajo a la casa, sino que buscan un espacio de crecimiento personal, y los talleres son eso, son instancias que permiten estar 2 horas hablando de cosas que no existen; es un lujo, un lujo que acá la gente toma, no van al shopping. No pasa solo por ser escritor, o por querer ser escritor.

“Yo me alejé del periodismo, y una vez un editor me dijo una cosa que me pareció genial, me había pedido un artículo, más literario por supuesto, se lo entregué y me respondió: mira lo que me pasó, mientras lo estaba leyendo lo encontraba excelente y no podía parar de leer, pero cuando terminé me pregunté de qué se trata y no supe decir. Yo creo que esa es mi literatura”

Fragmento de En Obra (Mundana, 2018) La primera vez que entramos a la tapera, del cielo cuelgan cables, planchas de telgopor, babas del diablo. Se llevaron todo lo que era susceptible de usar o venderse; los chicos de la escuela todavía deben venir a jugar a la casa abandonada. Un grupo de botellas, los restos de una fogata, la base de una letrina. El baño que hay adentro debieron construirlo después, y para eso achicaron el segundo dormitorio: apenas cabe un inodoro y un lavatorio, la ducha debió ir al centro, arriba. Cuatro ventanas pequeñas tienen por función recibir luz; una sola da hacia el jardín de atrás, donde descubrimos indicios de un corral, una huerta, los palos donde ataban a los caballos. El terreno originalmente fue solo uno con el del vecino. Se lo regaló el patrón a dos hermanos que trabajaron desde niños en su campo y que, debido a su edad, ya no le servían. El que construyó esta tapera murió en su cama. En el cuarto al que se ingresa desde la calle, donde lo velaron, debieron tener un par de sillas como en una sala de espera. Una falsa pared de durloc y una cortina la separan del interior de la casa adonde no entran las visitas. En lo oculto quedan la cocina, el baño y los dormitorios. Da la impresión de que vivían en un laberinto, como si hubiese tenido lugar un proceso de subdivisión forzada en el que cada uno cedió algo de sí. La vista principal es hacia el interior: se miraban las manos, el plato, la comida, las baldosas rosadas con flores. Debieron vivir años sin aislante y, cuando pusieron el telgopor bajo las planchas de zinc, el cielo falso les quedó pegado a la cabeza. En el muro de la cocina subsiste un trozo de tubería de la estufa a leña. Las visitas, en la antesala, disponían de la única vista hacia el horizonte. Los primeros golpes que los albañiles, comandados por el constructor gigante, les encajan a los muros, parecen tumbar una civilización —un rancho más que se deja, allí donde se muere una senda, allí donde los pastos se quejan y el viento se aleja silbando, caía la paja, piedras caían, otra cocina sin brasas, otro ranchito sin dueño, otra tapera tirada sin tropa, fogón ni aguada—. Golpean de arriba abajo sin guantes o ropa larga, y a la tarde se van llenos de arañazos. El ayudante recoge los escombros para tirarlos en el volquete, los albañiles van más rápido que él, que es joven y tiene novia a la que escribir wasaps. Nos asusta la velocidad con la que desaparece la historia de los hermanos a los que el patrón les regaló el terreno para que construyeran su transición a la muerte. No estamos preparadas para comenzar otra. Menos mal que los cuerpos tatuados de los albañiles que trae el niño gigante todas las mañanas en el viejo Falcon atado con alambre, no tienen las espaldas anchas, los brazos musculosos, las manos firmes con el mazo o ¡el puño en alto! Son flacos o inflados de cerveza, les faltan dientes, les sobran cicatrices y, aunque conocen el secreto para derrumbar muros, en la humedad del verano pampeano, rodeados por los escombros de la civilización que el ayudante retira morosamente en la carretilla, el desgano se va apoderando de la obra. Cada vez que abro la primera hoja de la tranquera y arrastro la segunda, los encuentro soñando sobre los pedazos de cielo falso a la sombra del paraíso. Me entero de que este no es su oficio, dependen de lo que encuentran en el mercado del trabajo al que tienen acceso en sus intercambios sociales; ahora están aquí reunidos por el niño gigante para hacer de albañiles. Él los trae y los lleva 40 kilómetros todos los días. Las herramientas son las que caben en el maletero del Falcon y en un carrito que pasa meses con la rueda pinchada. Si no, se pincha la carretilla. Me preocupa el niño gigante, tengo la impresión de que se aburre. Cada vez que le consultamos por la obra, nos cuenta una historia. Le digo a mi novia: al niño gigante le aburren las obras. Ella cree que también estoy haciendo literatura. Busco el significado exacto: una persona aburrida es la que desearía estar implicada y que la actividad le resultara satisfactoria, pero no lo consigue. Qué extraña ficción para medir el aburrimiento.

las edificaciones argentinas, ladrillos o fachadas imperfectas que podrían ser parte de un cuadro rural. El libro se divide en dos historias que bien podrían ser una, ya que hay un permanente diálogo entre sus temáticas, sus estrategias narrativas y también en el estilo. En este sentido se hace particular el cómo se articulan, ya que de ninguna forma es explícita su anacrusa; hay gestos, como la presencia constante de los pájaros, o la descripción de espacios descentralizados, que son los que sirven de carnada para que el lector conecte la idea de libro. El primer cuento lo protagonizan dos mujeres que deciden dejar la ciudad para llevar una vida más apacible y rural; para este fin adquieren un terreno donde existe una “tapera” (casa abandonada), la cual deben reconstruir para comenzar a vivir en pareja. Para ejecutar la obra contratan albañiles, los que están constantemente siendo escudriñados con perspicacia por una de las protagonistas, quien los analiza desde su apariencia física, hasta por las condiciones sociales que ha moldeado sus personalidades. Las historias son una reconstrucción de las anécdotas que detonan en el tránsito del cambio, y las cuenta el fletero, los tenderos de los negocios aledaños, o el aburrimiento de los obreros, quienes para pasar el rato cruzan historias de diversas dimensiones. Cabe destacar a uno de sus personajes, el Niño gigante, contratista, al

parecer limítrofe, que se demuestra constantemente aburrido y que suscita que la protagonista lo sobrepiense imaginando su estado. Los temas son principalmente de construcción, claro, están en una obra en proceso, pero la agilidad de Rimsky para paralelizar temáticas saca al libro de una tediosa descripción técnica, y lo acerca a riveras más humanas, donde cada ladrillo tiene una historia que va más allá de la materialidad del trabajo. Es particular el modo en que la autora agrega ritmo al relato acercándolo a lo poético, detalles líricos que logran entregar una prosa mucho más arriesgada y de una sonoridad excelsa. Estos gestos la hacen salir de la tradición de la narración que intenta destacarse en la verosimilitud, en la correlación con las cosas que existen concretamente, llevándolo por territorios mentales donde la inteligencia rearticula la realidad impresionistamente, al igual como suceden los pensamientos. En el segundo relato hay una frecuente presencia de pájaros, de ahí la cita a Martínez para abrir la atención del lector. En este cuento, la narradora o el narrador es indeterminado, poniendo el acento de otra forma en el tema del género: “Est_ visitante baja del auto norteamericano que abordó en la ciudad y camina hacia la costanera”; lleva a cabo así uno de los propósitos de la poética de la autora: “Mi tarea es destruir el ego”. Las acciones transcurren

LITERATURA Y FEMINISMO He visto que están publicando y haciendo circular más escritura de mujeres, no sé si hay más mujeres escribiendo. Lo otro es muy machista, decir que por el feminismo hay más mujeres escribiendo, hay una visibilización en general.

En obra

Cynthia Rimsky Mundana 73 páginas Por Juan Francisco Urzúa

Al entrar en la lectura de En obra, lo primero que podemos notar es que los títulos de los relatos han sido remplazados por fotografías que sirven de pie forzado o motivan la narración. En estas se logran ver imágenes que completan el cuadro de

grado cero

en una isla asimilable a Cuba, donde en un pueblo costero se realizará una fumigación controlada para evitar el peligro del dengue. Los habitantes de este pueblo tienen la costumbre de cazar y criar “negritos”, un pájaro que amaestran para cantar y que luego hacen competir en campeonatos de canto. Esos pájaros son la obra de los amaestradores; y otra obra es la estatua al héroe que el escultor fundirá a 850 grados y que el municipio instalará en la costanera. Esta historia es mucho más sencilla que la que le precede, pero cuenta con una fauna mucho más nutrida tanto en espacios como en personajes, demostrando que la autora cuenta con una capacidad increíble para amplificar los gestos y aumentar los mundos que narra. En obra es un libro sin vocación de best seller, todo lo contrario: intenta mostrar historias a escala, con inteligencia propone una narrativa alternativa que busca en su diferencia desmarcarse de la tediosa novela prefabricada. La autora no pretende cumplir con los cánones que han achatado los relatos, sino proponer nuevas formas, diferentes sistemas, trabajar el lenguaje desde otros prismas, los que plantean múltiples desafíos a sus lectores, que los invitan a disfrutar con la frescura de leer historias que constantemente se están reinventando, que se niegan a definirse o acabarse, que parecieran siempre estar en obra.


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i n i c i at i vas

Katty Kowaleczko interpreta a la editora en esta nueva temporada del docudrama.

s e g u n d a t e m p o r a d a d e C R O N I S TA S :

el delirio audiovisual de la mejor literatura chilena Alfonso Alcalde, Ennio Moltedo y Luis Rivano, entre otros destacados escritores chilenos, vuelven a la vida en una serie que mezcla lo biográfico con el delirio televisivo. Una combinación perfecta para indagar, entretener e informar sobre el lado B de la literatura chilena. Lanzada su segunda temporada en diciembre pasado, solo queda sintonizar ucv 3 y upla tv en marzo de 2019.

D

Por Sebastián Labra

on Santiago Severin sonríe maliciosamente. Colgado, el cuadro del fundador de la primera biblioteca regional pública del país parece sonreír ante la eterna demora de la noche en el día más largo del año. Un pequeño contratiempo en la proyección del primer capítulo de la segunda temporada de Cronistas, serie de docu-ficción sobre escritores alternativos de la literatura chilena. Si bien en la primera temporada, exhibida el 2016, lo protagonizaron grandes plumas como Carlos Pezoa Véliz, Domingo Faustino Sarmiento y Manuel Rojas, entre otros, en esta segunda patita no defraudan con una fina selección compuesta por Alfonso Alcalde, María Luisa Bombal, Ennio Moltedo, Tagore Biram, Luis Rivano, Alfredo Gómez Morel, Rosario Orrego y Luis Cornejo. A don Santiago Severin parece causarle gracia desde la altura observar al equipo pegar papel kraft en las ventanas para oscurecer el salón que lleva su nombre. Pese a los contratiempos, se exhibió en una muy buena imagen el tráiler, así como el primer capítulo de la serie sobre Luis Rivano y Alfredo Gómez Morel. A diferencia de la

primera temporada, centrada solamente en plumas que pasaron por Valparaíso, en esta pasada, el equipo de Sinóptico Audiovisual se pasea por el barrio Mapocho en Santiago, visita las frías ciudades de Tomé y Concepción, se asolea en Viña del Mar y revisita el barrio puerto de Valparaíso. La idea de Cronistas es sin duda una de las mejores conceptualizaciones de la literatura chilena. Original, sin caer en los grandes tótems levantados hasta el hastío por los medios tradicionales. No es más que la puesta en escena de un ejercicio que a cualquier buen lector le pasa, imaginarse a su escritor favorito pasearse por la ciudad que habita. Situarlo en el café de la esquina, pensarlo en el bar que también frecuenta, recordar los pasajes más llamativos de sus obras mientras ese buen lector se pierde entre las callejuelas. En esta segunda temporada cambia el protagonista, dejando a la tesista universitaria Eloísa descansar, para darle paso al reportero gráfico Manuel, interpretado por Daniel Álvarez, quien interactúa de manera delirante con los talentosos escritores chilenos, siendo incluso (spoiler) asaltado por uno de ellos. Con algunos cambios menores, la gran modificación es el traslado del escritor Cristóbal Gaete desde la investigación a los guiones, centrando el ojo en los redactores sin descuidar la historia principal. Bajo la dirección general de la cineasta Lucía Pérez, brilla una serie que solo ha crecido con el tiempo entregándonos una joya de entretención y literatura. “Que Cristóbal pasara a ser el guionista fue súper bueno. Le hemos dado vuelta en ideas a Cronistas. Y la gran ventaja es que Cristóbal está del lado de los escritores, de la literatura. Entonces a la hora de guionizar era fácil no perderse, algo que quizás pasaba antes concentrándose mucho sobre la protagonista, perdiendo conexión con los escritores. En ese sentido creció mucho más esta temporada, se mantiene esa

conexión, se hace parte de la vida del protagonista, de esta esquizofrenia literaria”. ¿Por qué elegir a escritores alejados del mainstream y desconocidos por el público general? No sé si es muy racional la decisión de la curatoría. Me gustan los escritores masivos, los disfruto igual, pero creo en esta decisión de trabajar con este equipo B, como tú lo llamas, es súper personal. Hay una intención del equipo de jugársela por los menos conocidos, pero no por eso de menor nivel. Sé que tiene contras este tipo de decisiones, hace más difícil la difusión, es más complejo que la gente enganche si se encuentra con Cronistas a la mitad en un canal, pero es parte de la apuesta. Una apuesta en una curatoría más independiente, más marginal, si llegamos a esos pocos sabemos vamos a llegar profundamente, creo que ahí hay una transacción. Transamos la masividad por la profundidad a la que podemos llegar.

Ficha Técnica de Cronistas Dirección Lucía Pérez Sonido y producción ejecutiva Jessica Bruna Guion e investigación Cristóbal Gaete Duración 30 minutos por capítulo 4 capítulos Segunda Temporada Transmisión por uCV3 y upLA TV en marzo de 2019 Producción general Daniel Rebolledo Dirección de arte Alonso Machuca Capítulos de la primera temporada en www.cronistatv.cl Información completa de la investigación de escritores en www.ciudadenletras.cl Financia Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura Convocatoria 2017

La tendencia a la masividad no es hace un poco de daño como sociedad, la idea de sumar números, de abarcar a un gran público, nos ha limitado. Para mi es importante la diversificación, y pienso que es una victoria personal (…) me encantan las películas masivas, pero cuando ves cine arte, te encuentras con otra forma de ver la vida, incluso te incomoda. Lo masivo siempre busca complacerte, ves una peli de Hollywood y no hay dudas, está todo respondido. Cuando ves algo de culto te deja preguntas, por eso nos jugamos por escritores marginales, porque se acercan a la vida real. De cierta forma, en lo visual, el recorrido de cronistas, aparte de escritores que están en la marginalidad escritural chilena, también acude a lugares que no son las clásicas postales de las ciudades, hay una conversación ahí, un diálogo interesante. ¿Cómo se llega a esta decisión audiovisual? La primera temporada resultó con cierta comodidad. Valparaíso es una ciudad que conozco desde la universidad, sabía qué lugares grabar, cuáles eran los puntos de vista que quería tomar y qué no. La idea era ver la otra cara de la ciudad, alejarnos de esa idea del Valparaíso turístico. Por su parte, Valparaíso es una ciudad que Cristóbal conoce muy bien desde su literatura. Incluso, la crisis en algún momento fue qué escritor dejar afuera, nos pusimos voraces cuando te resultan las cosas, la voracidad inevitable de poner todo lo que pensaste (…) El desafío mayor de estar en otras ciudades en esta segunda temporada fue meterse en lugares que no transitábamos a diario y lo que pudo ser un límite. Cristóbal se movió a Santiago, Concepción, durante el proceso de escritura del guión, conociendo gente que compartió con Alfonso Alcalde. Nos metimos e indagamos, cuáles eran los lugares que representaban a cada ciudad, asumiendo que somos afuerinos y podíamos cometer errores. Ese era el desafío, encontrar lugares, evidenciarlos en imágenes, sin caer en lo típico, en lo recurrente, y en octubre nos metimos en el rodaje, fue un rodaje, muy intenso de 18 jornadas, con un equipo, de 15 personas por lo menos. ¿Cuál es la importancia de mostrar este lado de la literatura chilena? Creo que la pregunta se responde con un sentir personal, me dejo llevar por la urgencia. Si tengo que ponerlo en una frase: cuando me planteo un proyecto o idea de qué hacer, dentro de otras ideas que flotan en el universo que todos tenemos, mi sentir es lo más urgente, que sería eso que no está dicho, que hay que reforzar. Me pasaba que la urgencia era ir por esos autores no tan conocidos y me pasa en general con todos los temas. Me parece que los escritores masivos ya tienen un lugar asegurado, sino lo hago yo lo van a hacer 20 personas más, eso es lo que asegura la masividad. El hecho de elegir a estos escritores marginales fue un desafío para el equipo de producción. Todo está dispuesto para que sea más difícil y por alguna razón, siento que son esas dificultades las que más atraen desde el punto de vista de creadora, hay algo ahí. Hay algo atractivo en que cueste contarlo y que terminen diciéndote, de qué cresta me estás hablando. Hay una atracción ahí desde el estómago, es muy intuitivo, no sé si podría explicarlo mejor.


libres creadores

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grado cero

PROPIEDAD–ROBERTO BUSTAMANTE –NAVAJA–SIN NUMERAR. la necesidad de la guerra

Ahí suelen quemar los autos abandonados tal vez por la necesidad de una guerra, para mezclar el suero para potenciar los ideales así el círculo que gira en función de los días brilla como bototo negro tokkōtai toda vez que siguen siendo lustrados por las costillas del barrio Industrial, bototos que compraremos después en la feria de ropa usada de los sábados para poder lucir como verdaderos punks Cuando me quedaba solo, porque en ocasiones me quedaba solo en casa, había un perro, un hermoso perro negro que se llamaba Greg, un chucho inteligentísimo al que le leía mis poesías esotéricas; aquel perro, estoy seguro, era la reencarnación de alguna divinidad del antiguo Egipto, rascaba el suelo con la pata y me dictaba el ritmo del verso, y con aquella métrica animal y divina yo medía la cadencia de mis poesías, transformándolas en música. Los tres últimos días de Fernando Pessoa (Antonio Tabucchi)

aullidos rumanos (por Ghretel Bamba)

en memoria de mi hermano Greg q.e.p.d.

El Gerente de la empresa de seguridad donde trabajó y falleció trágicamente, como sabrán, mi hermano Greg, el Sr. Rémora, nos invitó posterior al sepelio efectuado en el cementerio de mascotas a una reunión privada. El cementerio se hundía en la entrada trasera de un basurero municipal que por las tardes, gracias al viento, mantenía el equilibrio de la muerte del plástico y de los colibríes La reunión: el Gerente pidió mi mano en la tradición gitana: en el amanecer de los incendios entre alfombras manchadas de vino y quemaduras de colesterol. Evité hablar sobre mi himen roto y de la cocaína. Al retirarnos, me levanté y estiré mis formas juveniles: pareció que confirmase con ello los nuevos sueños y las sanas intenciones de mis padres.

casino de suboficiales

Entonces, la patria de ojos azules, pedía un bife a lo pobre Las balas chilenas estaban en el cinto y ellas eran las más aburridas esas tardes de familia mi madre sonreía a su precipicio lugar que no se vuelve a recordar como tus primeros poemas cada padre portaba un arma algunos quizás dos: cuestiones de personalidad o abastecimiento

los guardaespaldas

En la foto de la solapa un poeta fuma como cálculo de un vicio gremial Detrás, en la misma imagen, si agudizas, están algunos libros que leyó y otros que nunca leerá. Libros gordos, hermosos, altos y fuertes, atentos siempre al mínimo movimiento de un ataque extraño Lo importante de la fotografía de la solapa no es que la mirada del poeta se pierda como punto de fuga, transitando portavoz de los muertos, es, finalmente, la seguridad de aquella mirada, que le es brindada por los que jamás fueron ajados

el escondite perfecto es la lucha vuelta arena (por Jaime Castillo Petruzzi)

Los golpes vendrán se concentrarán en la desintegración. Piensas: mi mujer llegando de madrugada a la pensión media hueviá, dudas por su celular apagado, piensas en el olor a gas que saturó ese invierno en las celdas vecinas y su silencio de lo fatal que se han puesto tus pensamientos en ese grito torturado en un bosque lejano. Limpias las manchas de sangre con los primeros papeles que encuentras, los que parecen tener escrito…la niñez, al fin, se fue por el resumidero de todos los desiertos. diálogo con humberto giannini

La calle es un pura sangre una apuesta exacta es el regreso al domicilio la existencia rutinaria no planifica, y al igual que la venganza, es una construcción intermedia Escasea la avena y la alfalfa y nos comedimos de pie en la reflexión. La calle es un pura sangre, Humberto porque es costosa la mantención de una carrera sin apostadores, donde la ágora es obligación y yo un transeúnte inválido que se enreja saturado

sobre

el

autor

Escritor y sociólogo. Fue seleccionado dentro de las antologías Predicar en el Desierto. Poetas jóvenes del Norte Grande de Chile (Fundación Neruda, 2013) y Recopilación de escritos migrantes en T arapacá (Cinosargo, 2016). Actualmente lleva a cabo en paralelo el III Gimnasio de Relato y Crónica en Alto Hospicio, y el IV Gimnasio de Poesía en Iquique. Es editor de Navaja.


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libres creadores

LA PRIMERA GOTA DE SANGRE–ROSA ALCAYAGA–GINECOSOFÍA–58 PÁGINAS. soy la diosa de este tiempo

pirausta muda En perseguirme Mundo ¿qué interesas? Sor Juana Inés de la Cruz

Soy la diosa de este tiempo Enclenque subdesarrollada No tengo asiento en el olimpo ni siquiera en el gallinero Bruja aprendiza Relleno horas con piñones y castañas Sal y aceite untados sobre pan moreno Para fusilar el hambre Estrujo yuyos y a la mesa encumbro nalca y luche Corro tras la luna redonda por claros empinados Descalza… dibujo piruetas a la siga del viento Hacia la punta de Tumbes y reto a duelo al precipicio Hoy me presento ante un reclamo profundo que incrimina Llegó la hora indica lo que sabe

Atravieso mares disfrazada de heroína Elevo plegaria sulfúrica Vocifero ardiente En la cima de una ola Levantando muertos gloriosos Con tiza púrpura

Sonrisa de niña arrastrada al viento… la foto fracturada los días fallecen Una mariposa aletea en ciudad Juárez… o quizás en Alto Hospicio Y un rostro moreno aparece asesinado en una vitrina porno de Ámsterdam Por eso… maldigo

(poema- carta)

Querida hija Mientras tú me escribes de ponceos y etiquetas Besándote de mentira con el primer gandul cibernauta Atravesado en tu pantalla azul de niña efervescente Aquí tu padre manda a botar a la basura toda la mermelada de mora crucificada De clavos de olor porque a él que es un macho de pelo en pecho no le gusta Me cuentas de tus clases de Género Sí las entiendo Poro el día a día hija Yo Tu madre Me acuesto sin resolver aquello elemental como decir no quiero y grito Desde una puerta enrejada entre sábanas mortuorias Dispuestas a evadir ese hedor insoportable del semen diario y tu padre Descerraja su bazuca contra mi cara rellenando mi boca Al estilo redtube Espero que nada te pase yo acá revolviendo una y otra vez Mermelada de moras sin clavos Buscando una fórmula Por favor trata de mandarme los apuntes de la profe Cuando te enseñe A emanciparte Besos Tu madre pd: no te olvides hija a las legumbres no debes Echarles sal mientras se cuecen

la

autora

Poeta y periodista. Ha publicado dos plaquettes A Cristina y Valparaíso ardiendo (Quimantú, 2015), un libro objeto para niños Ojitos de primavera (Ilustraverde, 2017), el libro de relatos Mil veces mujer (autoedición, 2001) y los poemarios Escaparate (Linajes, 2003), Maldito Paraíso (La Trastienda, 2012) y Electroshock (Triángulo, 2017).

Hoy no encuentro la voz Enmudecida no me entiendo Cobijada entre fantasmas inexistentes Intento levantarme Sola… sin dueños

Y desde lo más austral del universo Casi al borde del horizonte Arrastrando siglos digo en voz alta A ti gran poeta antiguo de nombre Esquilo Cara a cara expongo mis razones No te perdono Atenea Por apoyar a Orestes Quien mata a su madre No debe vivir ha de vagar eternamente

mermelada de mora sin clavos

sobre

La distancia deshace el olvido Acerca las lágrimas Roza las vidas quietas Espeja solo remedos de mí misma No soy yo… reclamo suspendida Por eso me lloro presente Desde un andamio trizado

Al tacho de la basura las consignas Pretendo derribar amuletos Símbolos cartesianos Idolatrías emergentes Busco canciones precisas Y me conmisero Asustada de los escondrijos Que atacan desde cientos de naves Construidas en espacios ilusorios Vacía de años pretéritos Incongruente Sola en medio del desastre Que funda la muerte Acomodo mis lágrimas mis arrugas En decrépito equipaje torpe De pirausta muda sin alas Descolorida en este pueblo maldito

Ciudad de Juárez: donde nacer mujer es morir Roberto Bolaño

Ardo en estrellas de fuego Y embrutezco de ira Ante desdichado calvario que sangra Las mil Marías en Ciudad Juárez Palpitan las vísceras golpeando caras mudas Repican campanas en el silencio repetido de la muerte oscura El muertero vende suerte en medallitas… acecha Nadie responde nadie escucha Ni una solo caléndula nace ni un solo cactus Solo madres llorando escombros Los escombros alborotan el horizonte El horizonte viste de púrpura los pañales de la tarde María levanta los brazos y sus dedos caen por el precipicio María Magdalena araña la puerta del santuario que ignora Úteros vacíos En este pueblo maldito Cubierto de cruces abandonadas Brotan vírgenes muertas desde cada rincón A la espera de una mano Pero no hay quien dibuje senderos Solo un silencio crudo almidona sábanas rojas Un cuchillo brilla en lo alto Mi carne acusa A gritos Reparto bocas Para rezar abrazada por la tierra huérfana


libres creadores

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grado cero

INSISTENCIA DEL DÍA–VÍCTOR QUEZADA– KOMOREBI–74 PÁGINAS.

sobre

¿se puede hacer algo más que luchar por la vida

Ferreira / Gonzalo? allí donde “hacer algo” / “luchar” solo puede entenderse como “decir” o “escribir” –descoyuntado el cuerpo en cama– convencido de que hago la última cosa de la vida descoyuntado el cuerpo en cama desmembrado en el cuenco de la noche donde las cosas practican su promiscuidad primitiva

Se escriben libros para decir que uno está solo en el mundo que el día se hace más largo cuando uno está solo se escriben libros para constatar la presencia de las cosas para decir estoy por fin conmigo rodeado por las cosas José Ribamar Ferreira por ejemplo escribió la falta de afecto la búsqueda de amor en las cosas en la muda carne de las cosas

por decir:

los libros –como las ciudades– no comienzan ni terminan a lo sumo fingen comenzar y terminar o todo es diferente bajo el sol aunque cada cosa esté en otra a su manera (puede ser) y de manera distinta de cómo está en sí misma ya de largo la pregunta por el libro –llamémoslo así– ha dejado de ser qué quiero / qué deseo

“el poema”

escribir o ¿a quién escribo? ¿a quién contarle una maravillosa historia humana? reemplazada por otra –quizás– definitiva Ribamar se escriben libros (cartas de renuncia de amor amenazas de muerte epitafios la larga mamada del discurso epidíctico) para decir que uno está solo en el mundo esperando –bajo los cielos de la ciudad extranjera– a que llegue la tarde de pronto –en algún momento– algo cae y nos despierta a la indiferencia del día

autor

Compiló sus tres primeros libros de poesía -Veinte, Muerte en Niza y Yoko- en Marón Americano (La Calabaza del Diablo, 2016). Ha publicado también el relato Bulto (Perro Negro, 2016) y la compilación de ensayos Contra el origen (Marginalia, 2016). En victorquezada.cl lleva a cabo las anotaciones de Diario abierto. Es uno de los fundadores de la página La Calle Passy 061.

[se escriben libros para decir Que uno está solo en el mundo]

y sí tal vez haga falta estar solo José para llegar a decir lo que nos falta

el

las montañas son de una oscuridad indescriptible una sola gota de lluvia contiene la historia de las miradas hay mayor sabiduría en la cosa que cae desprendida del árbol a mediodía del mes más cruel que en todos los pássaros migratorios (son distintos saberes though herencias culturales heterogéneas el patrimonio inmaterial de una pluma no tiene comparación alguna con la fatalidad de las cosas –son incomparables quiero decir peras / manzanas recuerda o apodrecer de uma coisa de fato é a fabricaçao de uma noite: seja essa coisa uma pêra num prato seja um rio num bairro operário–) hasta que de pronto algo cae y se quiebra y nos despierta a la indiferencia del día a nosotros los que no nos incorporamos del todo pegada la cama a la espalda el brazo adormecido en el rostro las cicatrices del sueño

sedientos

(¿el sol?) (el amor a veces llega a ser un objeto / una idea –clara y distinta– bajo el sol).


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libres creadores

SIETE DÍAS–ANA MARÍA DEL RÍO –IMBUNCHE–150 PÁGINAS. Xiii

Al día siguiente, la señora K. amaneció dormida sobre la máquina de coser. Los ruidos de la mañana en otras casas sonaban llenos de urgencia. Las cortinas reposaban a su lado, listas. No había tenido tiempo de doblarlas, pero no se había dado cuenta de eso. No le pasaba desde su época de estudiante. Dormirse trabajando. Se puso contenta. Decidió que ese día iba a romper con la rutina. No comenzó barriendo la sala, corriendo hacia la pared los sillones ni movió la mesa de la sala donde se alineaban los objetos de plaqué, ni juntó la basura en la cocina. En realidad, no hizo nada y se paseó por la casa a pata pelada, navegando por el aire solo. En ese momento sonó el teléfono. Era una señora del club de los jueves. La señora K. hizo un gesto con el auricular en la mano y miró las cortinas dobladas y listas. Después las botó al suelo. La reunión se había aplazado para el próximo mes. Eso la llenó de felicidad. Faltaba mucho para el próximo mes. Sintió que alguien le había abierto una especie de puerta. ¿Por qué faltaría tanto para el próximo mes? Era como si todo fuera a ser distinto esta semana. Y todo iba a ser distinto, decidió. Dejó las cortinas arrolladas en el suelo tal como habían caído y fue a la cocina donde se preparó una bandeja de canapés con pedacitos de carne mechada y zanahoria, tal como nada más que a ella le gustaban. Mamucha, pensó, habría arrugado la nariz, pasando a enumerar lo que comían los distintos miembros de su familia, para terminar diciendo que jamás había visto eso de carne mechada y menos zanahoria al desayuno. Un té muy cargado, una pizca de leche, un poco de manjar blanco apelotonado en una cuchara. Su banquete. Subió lentamente a su dormitorio con la bandeja, mientras escuchaba todavía al empleado bancario con expectativas de ascenso gritonear a sus niños y ladrar pidiendo cosas antes de irse al trabajo. Cuando pasaba por el pasillo de arriba, encontró una camisa blanca tirada en el suelo. La levantó: podía ser o no de Mauro, más bien sí por la marca medio inglesa que él exigía en todas. Estaba alba y se agitaba aún con el viento que entraba por la ventana del fondo. La señora K. la recogió y le olió el cuello: sería divertido que fuera la del vecino con jaqueca, pensó. Y se imaginó yendo a devolverla, vestida de lamé dorado, fumando en una boquilla, sosteniéndola con la punta de los dedos de su mano enguantada. El ruido del viento cesó. La señora K. se fue a la cama y se desnudó después de dejar la bandeja en la cómoda. Mientras se desvestía, el sol volvía rojas sus cortinas en la mañana. Pero no se acostó, sino que se sentó en el suelo, sobre la alfombra de muro a muro, muy junto a la colcha sin desarmar, que caía en copos tejidos a crochet y se puso a mirarlos uno por uno mientras mordisqueaba el pan con carne. Estaba empeñada en perder el tiempo. Las blanquísimas borlas se balanceaban a un dedo del suelo en una levitación incitante. La señora K. se tendió en el suelo a seguir mirándolas. De pronto, una de las borlas tocó un pecho, la punta de un pecho. Y lo siguió rozando mientras se balanceaba. El pezón comenzó lentamente a levantarse. La señora K. se acercó más a la borla curiosa, y le dio impulso al borde entero: los bolillos blancos en serie toparon sus dos pechos y los pezones se le fueron hinchando lentamente. Dos aureolas oscuras contenían toda su fuerza creciente, como un cáliz. La señora K. se levantó y fue a asegurar el pestillo de la puerta. No había para qué, puesto que no había nadie. Abajo sintió quejarse a la puerta de la cocina, que había quedado mal cerrada. El viento seguía, algo más suave.

Pero igual, sentía necesidad de cerrar. Ni siquiera el aire de las otras piezas debería tener acceso a estos descubrimientos, a estos lentos y subterráneos florecimientos de su cuerpo demoroso y asombrado. La señora K. se subió a la cama. Se sentó en los inmensos almohadones del respaldo y mirándose los pechos, agachó la cabeza. Se quedó mirando la suave subida hacia la oscuridad de las aureolas que rodeaban los pezones, los granitos pequeñísimos que circundaban esa aureola. Los olió. Luego, lentamente, los dedos comenzaron a rodear la gran superficie redonda y levantada de su pecho, pasando por debajo de las axilas, debajo de ellos, por la zona de las costillas, donde hacían sombra y subiendo por el blanco centro, siempre rodeando los pechos redondos. Ni siquiera cuando había tenido hijos se los había mirado tan detenidamente. Pasó los dedos por su escote varias veces, en círculo, hasta que la punta de sus pezones se fue poniendo alerta. La señora K. recordó que nunca antes había usado escote. Hasta ayer, en la visita al funcionario de la Compañía de Gas. Que había reanudado el servicio. Y que se había quedado con su número de teléfono. Los dedos se fueron entibiando y las yemas aminoraban suavemente su avance, detenidas por el agrandamiento de los pechos. La señora K. sintió que sus pechos se enervaban en espera de la caricia; al paso de los dedos indiferentes, los pechos parecían dar vuelta y seguirlos. Miró cómo sus pezones se iban elevando y cambiando de un color carne pálida a un fuerte rosado, de piel también erizada; la hendidura de la punta tendía a abrirse y a brotar algo de ella. La señora K. se lamió largamente los dedos y llenos de su saliva los deslizó alrededor de los pequeños pezones sin tocarlos; se estrechaba más y más el círculo con las yemas que, a pesar de todo, se mantenían aún fuera de la zona del pezón. La señora K. respiraba agitada, llevando a sus dedos a que tocaran, pero todavía no, un poco más, la punta del pezón enhiesto que ansiaba cada vez más rosado la llegada de la caricia pero el dedo se hacía esperar, no llegaba. La señora K. respiraba con la boca abierta. El dedo llegó hasta casi el borde donde empezaban las pequeñas granulosidades de la aureola del pezón como presagios de la delicia de la cumbre. Las puntas de sus pechos se estiraban desesperadamente vueltos

sobre

la

autora

Comienza a publicar en los ochenta, y es parte de la narrativa de los noventa, destacando Óxido de Carmen (Premio María Luisa Bombal en 1986, traducida al alemán e inglés, también reeditada por Imbunche) y A tango abierto (1997, Premio Manuel Montt). En los últimos años ha dedicado libros a niños. A 25 años de la primera edición de Siete días de la señora K., este Siete días corresponde a la versión original sin la censura del contexto de la época.

hacia afuera, pequeños besos besando a quien fuera, suplicando la yema que los tocara; pero entonces los dedos comenzaron a alejarse imperceptiblemente, dando vueltas en sentido inverso. Luego hicieron otra vez el mismo recorrido. Sus pezones ya no podían más de expectativa húmeda. La señora K. se movía entera, con los pezones abiertos y girando a la manera de los girasoles a la siga de sus dedos. Estos llegaron esta vez un poco más cerca del pezón y comenzaron su retirada nuevamente. La señora K. respiraba desbocada y sus narices se dilataban de ansiedad y placer en el calor de la mañana, bajo las cortinas rojas todavía por el sol lento. Miró la bandeja. Sus dedos se mojaron apenas en el manjar blanco y comenzaron un lento avance en círculo que iba dejando su huella delgada. Dedos y pechos hervían y resbalaban bajo la superficie cremosa del manjar. Los dedos llegaron hasta la zona rosado oscura de los pezones y comenzaron, casi sin posarse sobre la piel, a rodearlos en círculos cada vez más estrechos, haciendo ya irresistible la ansiedad de los pezones; la señora K. rugía despacio, ahh, los pezones se endurecían hacia arriba, deteniendo el aire de la habitación. Sus dedos los rodearon otra vez y fueron apretándolos, en medio de una indecisión, desde la base. La señora K. mojaba sus labios con la lengua y mantenía la boca levemente abierta, reseca. Estaba muy hermosa: los ojos color de terciopelo, el rostro arrebatado, los labios rojos y húmedos. Sus cabellos se derramaban por todo su cuello. Pequeños y súbitos toques en las puntas los abrieron como una flor desatada; la señora K. suspiró con todo el placer pegado al paladar. Los pezones recibían la caricia seca de los pulgares; luego los otros dedos se fueron posando en la punta, apenas al tocar, se retiraban en seguida; el extremo de las yemas movía los pezones durísimos y abiertos, a la derecha, a la izquierda, arriba; y luego, más, cada vez más, hasta que bailaron la misma furiosa danza, parados en medio del sudor como un pistilo grueso, ávido, adosándose sin cesar a los dedos como un beso, mientras la señora K. creía que se moría de placer y le bajaban gotas por la espesa mata castaña de pelo. Casi sin sentir, los dedos fueron disminuyendo sus acercamientos al pezón hasta que éstos bajaron y la señora K. se tendió de boca en la cama. Se le enredaron, todavía palpitantes, entre los huecos del tejido; ella se movió suavemente para libertarlos y meterlos en otros agujeros y desenredarlos y meterlos. Las orejas le ardían. Su cuerpo entero hirvió, repleto de un paroxismo como una campana que llegó a su latido cúspide y sintió la contracción en un punto del interior de su cuerpo, abajo, cerca del pubis, el mismo punto que sentía fuerte cuando se hacía el examen ginecológico y las manos enguantadas del médico palpaban algo eléctrico que la hacía conmocionarse entera, erguida, palpitante. A lo lejos, lejísimos, oyó sonar un teléfono. Se había olvidado de desconectarlo. Pero esta vez no iba a contestar. Le importaba un huevo quien fuera. Se tendió en la cama con las piernas y brazos sudorosos y un dulce sopor la cubrió coma una manta. Oyó golpearse el ventanal de abajo y le pareció oír un ruido de pasos fugaz por el marco de la ventana del descanso, desapareciendo en seguida, como un portazo. Antes de dormirse, pensó que ninguno de sus dos pechos era de corcho. Ambos vivían. Estaban latiendo en ese momento. Henchidos, duros, con los pezones aún erectos. Casi dormida se sacó de ellos los últimos restos del manjar blanco y se los llevó a los labios. Estaba salado.


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PERDIDOS LEYENDO TRADUCCIONES

MAC LEAN Y LA EMBAJADA BOLIVIANA La reciente visita a la filva de los nortinos fue un refresco literario que impulsa esta escritura: apuntes para la urgencia de leernos entre latinoamericanos.

Por Cristóbal Gaete

U

na búsqueda incesante marca al lector, la de hallar nuevas palabras para conmoverse, para descentrarse de sus propias ideas. No se podría leer sin esa esperanza que se aleja más con cada libro, con la idea de profesionalización de la lectura, con cada año. Mi propia cacería me puso frente a una selección de escritores bolivianos que vino a la II Feria Internacional del Libro de Valparaíso, entre ellos uno que se desplazaba casi siempre aparte del grupo, Juan Cristóbal Mac Lean (1958), quien evadía en las calles del puerto incluso las situaciones a las que el mismo viaje obligaba: en la primera lectura, no llevó nada para leer. Entregado a su propia deriva, dejo estampas de sus movimientos: 1. Mac Lean huyendo de la primera tomatera, caminando hacia arriba o hacia abajo, volándose en la cuneta. 2. En el centenario y popular Bar Liberty de la Plaza Echaurren, escuchando los boleros más tristes de la historia. Al rato, el propio bolerista duro lo invitaba. 3. Sus contradictorias fotografías en redes sociales, deslumbrado por los palacios de los colonos cerca de su hostal y también por los baños rayados y rotos de los bares. 4. Una vez cerrados todos los bares por la delegación y algunos inseparables locales, Mac Lean es invitado a carretear por chicas que sacan una cantidad de latas infinitas de sus carteras, como si no tuvieran fondo. Es parte del código local, que al otro día fuera Navidad no le importaba demasiado a nadie a esa hora. Una de ellas también es capaz de cantar los boleros más tristes del mundo. Se quedan hasta el amanecer. Mac Lean sube a su hostal con la vaguada bañando la ciudad. Un poco antes de ese episodio por fin logré hablar con él en el bar Canario, de fondo sonaban los vinilos de La Máquina del Beat/ Quebrada Soundsystem1 . Allí me explicó el concepto Kita: Es una hierba que crece en medio de muro, sin saber de dónde se abastece/ es un niño que rompe todo antes de abandonar la casa narrado por Dylan Thomas. El último episodio es la partida de la compilación de textos en prosa La mano que 1

https://bit.ly/2F4Jzj4

mira (Libros del Cardo/ Marginalia), que bajo el género de artículos se pueden transformar en muchas otras cosas. Un cuento de bar, por ejemplo, una fábula interminable sobre la estirpe del artista que elige también Mac Lean para sí mismo. Un artículo está dispuesto para ser soportado de forma unívoca en un ejemplar de papel periódico, en conjunto se arriesga a no funcionar por sus mecanismos similares, vicios que no se ven en la lectura aislada. Evoco la sensación de lectura con el primer citado de esta saga de contratapas, Enrique Symns, el que alguna vez estuvo en el mismo bar Canario y compiló sus artículos en La vida es un bar (2000). Son cuentos, hay que dejar envolverse en ellos, y la libertad de los elementos para que funcionen son parte del estilo. Mac Lean se alimenta de la lectura universal. Gran parte de la compilación son sus propios recortes, las elecciones en otros idiomas porque nuevamente escribimos de alguien que puede traducir. Todos los fantasmas de la lectura, siempre contemporáneos, caben entonces acá:

“Pasa un poema dentro mío Hago parar el carruaje Un rato”

Esta estrofa pertenece a Pasando por Chang-te, a la poeta china Sun Yün-Feng (17641814). Mac Lean toma esta versión del mítico beat Kenneth Rexroth para apropiarla al español. La convocatoria de “La mano que mira” es altamente literaria y sensible. El escritor, Víctor Quezada, encargado de presentar el libro en la feria, vuelca esa sensibilidad a la relación con los animales, desarrollado en una sección del libro.

“Aunque podamos efectivamente decir, “los pájaros”, no todos los pájaros son el mismo pájaro: hay pájaros de la tierra y pájaros del cielo, de la ciudad extranjera y la ciudad natal, que anidan entre edificios o en las copas de los árboles. Dice Mac Lean: “Las clasificaciones del lenguaje son insuficientes o no siempre adecuadas para contar del mundo, visto desde el alma. Se pone a todos los animales en la misma jaula conceptual. Y es por una de sus rendijas que ahora mismo vemos huir un pájaro”. Recogida letra (Navaja) es una antología de la poesía de Mac Lean, que, en su primera parte, Detrás de los corderos, conecta con las ideas de Quezada. En la siguiente, Almas vistas a lo lejos, aparece Artaud; reproduce el gesto de recorte de su prosa integrando algunas líneas del francés anunciándolo con total honestidad y ternura en una nota al pie. En poesía podemos leerlos entonces en su espíritu natural, lo que estorba de su prosa ya no tiene obligación de romper el flujo del pensamiento. Distribuye con libertad la palabra en una página complementando su oficio de pintor, asumiendo tópicos clásicos como el de la mesa en la tercera sección, Intemperies. El espíritu de esta selección muestra que vibra en una onda distinta, como diría Juan Malebrán en la misma barra para explicármelo, mientras aseguraba que Mac Lean venía de una casta que había vendido el Huáscar, una Miss Chile y un familiar hippie que había dilapidado todo en Valparaíso. En un momento, el boliviano sacó los binoculares de su chaqueta, seguro, en sus manos, sería como la espada del augurio de los Thundercats: ve más allá de lo evidente.


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Ulupica

Para calles bolivianas y otras sensaciones, la mayor parte de los poetas de la visita leyeron en una ronda, todos presentes en Ulupica. Trece poetas bolivianos actuales (Libros del Cardo), que sería el tráiler de esta visita. Los dos años de ventaja entre la antología y su llegada al puerto, no bastó para que llegara gente y se perdiera así uno de los mejores recitales poéticos de la región en años. Comenzó Edgar Soliz Guzmán (1982; Eucaristicón, Libros del Cardo) con versos estridentes de línea Queer; seguidos por José Laura (1987), que causó un contraste importante con pequeñas piezas; continúo la sorprendente Anahí Maya Garvizu (1992; Las estaciones, Libros del Cardo). Los dos últimos comparten elementos identitarios, tendencia que se rompió con la lectura de Rocío Agreda (1981; Detritus, Makinaria). Enrique Winter, en su texto sobre Ulupica2, une las dos autoras en la búsqueda de la belleza. DE ULUPICA

PLAFÓN

Que importa saber que no podremos despedirnos

En este medio día en que las bolsas plásticas se deslizan bajo el buen tiempo y los vecinos atareados doblan las esquinas en busca de trufis. Me tomas de ambas orejas. Estiras como si así yo pudiese ganar más estatura; un centímetro sería suficiente Estiras con la convicción de que pasado mañana ya no seremos iguales

-José Laura-

LOS ECOS DE LA SUPERVIVENCIA No importa cuán estricta sea una reconstrucción, pasados los años recordar conlleva una pérdida. Mi madre me tomaba la mano y se sumergía entre la multitud buscando una porción de pescado a través de un mercado donde no hay edición de gestos ni de sagacidad de supervivencia. La vendedora escogía las caras de las monedas pegadas a un imán en su bolsillo y entregaba el cambio en sincronía con las manos extendidas. Al recorrer esas calles con suerte podías ver de cuando en cuando un ekeko que al pasar por las patas afiladas de los cerdos hacía una mueca y luego volvía a sonreír. Ahí las grietas eran más reales, distraerse con un gato llevando un ratón en la boca bastó para tropezar dejando caer los huevos que tres perros lamieron rápidamente. De noche la lluvia y el mismo ekeko escondido bajo el techo de la iglesia. Cada uno se limita a sobrevivir en el suelo que pisa en medida que avanza. Nuevamente los perros caminando sobre los restos de las escamas, lo demás de la existencia fue secada por el sol. -Anahí Maya GarvisuAnahí Maya Garvisu convoca las calles para transformarlas. Carlos Henrickson, en su texto3 sobre Las estaciones, apela a la nostalgia. La ciudad que describe Maya se parece al lugar desde el que redacto, pero la poeta prefirió salir del puerto apenas le fue posible, siguiendo la huella en Santiago de Jorge Teillier. Muchas veces debemos ser críticos con nuestro sistema editorial, pero su primer libro es editado en Valparaíso, demostrando que hay capacidad de hacer debutar un autor extranjero.

http://www.letras.mysite.com/ewin020217.html

Libros del cardo cobija la edición chilena de Preview de Milenka Torrico (1987), que este mismo año fue publicada en nuestro país con La piedra y la sal (Desbordes). La favorita de sus propios compatriotas, que declinó participar en la lectura de Ulupica, muestra en el primer título una estética feminista; para Winter “encauzó su rabia hacia los moldes de la apariencia”. En el segundo, genera un juego con sus lecturas en los numerosos epígrafes de matices muy diversos en estética y época (Roberto Arlt, Lezama Lima, Vicente Huidobro, Felipe Becerra, Gladys González, Juan Malebrán, entre otros), que dan pie a imágenes propias del delirio de las neovanguardias latinoamericanas, una intensidad que sublima en las calles nocturnas.

DE LA PIEDRA Y LA SAL Nos alejamos, y el alma nos queda entenebricida y sola, como después de una fiesta R. Arlt ¿Cómo serán las noches sin los cuerpos de mis amigos?, pregunté Y la noche se arrastró como un niño manco Se arrastró como la noche como un niño sin brazos incapaz de atrapar los más bellos insectos. ¿Cómo serán las noches sin los cuerpos de mis amigos?, pregunté. Yo hubiera querido, al menos, guardar sus ojos llevar sus pupilas a salvo del óxido, de la sal que muerde bajo cuatro mil metros. ¿Cómo serán las noches sin los cuerpos de mis amigos?, pregunté Y escribí por ellos palabras con letra amor, rojas quebradas como una constelación, en esa noche que fue, siempre y sólo, una idea loca. ¿Cómo serán las noches sin los cuerpos de mis amigos?, pregunté. Y la noche empezaba con el sol Y empezaba con el sol Y sólo empezaba.

DE ULUPICA

2

perdidos leyendo traducciones

3

https://bit.ly/2F1WWAk

-Milenka Torrico-

Rocío Agreda merece atención. Sebastián Melmoth, en la contratapa de su edición ariqueña, escribe: “Leo Detritus a la par que escucho Morphine. Aquel susurro que predomina en la voz de Sandman, el mismo susurro que incita seguir leyendo…”. Hay efectivamente una musicalidad que logra superar el sentido, que propone múltiples vínculos con nuestro propio panorama poético:

calle abajo no aguanto tomo el aire tal como viene me interesa lo que demora me invade un acceso de alegría transparente tropiezo en cada piedra de la ciudad me siento democrática gris desde que he vuelto notoriamente gris desde ayer pregunto a mis amigos acerca de la exacta simetría entre materia y anti materia mi miedo no necesita motivos a veces lo deconstruyo a partir de un hilo muy fácil de jalar camino por las plazas callejera con el rumor de los loros adheridos a mi sombra su ruido es mi pasaje al umbral de otras realidades concomitantes no me atrevo a dudar hace 555 días que no vuelvo a casa lo imposible me acosa me siento a gusto en medio del pánico miento tres veces al día mi escritura hace crac me concentro en no decir fluido regreso de algún sitio sin memoria el escenario cambia a cada hora ahora las obreras están segando el maíz me silencio me adhiero a una corriente de opiniones fluidas río abajo avionetas llegan cada trece minutos anotaba en su diario transportan el maná de los dioses nihilistas me adhiero a un río de opiniones fluidas y callo antes de que algo de esto tenga sentido


perdidos leyendo traducciones

Kita Malebrán Quien coordinó la visita fue Juan Malebrán, otro kita, que desgraciadamente no leyó. Podría haberlo hecho perfectamente, e instalar la idea de que la barrera geográfica chilena de la poesía estaba en Iquique. Vivir, crear más al norte, se vuelve insoportable hasta para los duros de verdad, como Daniel Rojas Pachas, quien por estos días vive la diáspora neoliberal en México. Si algo tienen en común los autores bolivianos es haber comenzado su llegada antes, en los Tea Party que organizaban Rojas y Malebrán en colaboración. Así también debutó con una edición tradicional el iquiqueño, en Entretenciones Mecánicas (2016, Cinosargo), tras varias publicaciones en tiradas limitadas en Yerba mala cartonera. ¿Cuántos kilómetros han recorrido cada uno en la literatura? ¿Cuántas estaciones de buses conocerán cargando, más que peso, una idea, o una obsesión? A mediados de este año, en la revista Saposcat, Juan Malebrán publicó la crónica La última ruta de Rodrigo Rodríguez4, donde señala que son siete mil los accidentes de carretera

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en Bolivia al año. Viajar así, es destinarse a morir, como lo hace esta delegación que viene en avión solo desde Iquique y se derrama en Bolivia por tierra; escribo esto encomendando que lleguen sanos mientras atraviesan los caminos. Entonces Iquique es la barrera, como en el tiempo de la Guerra del Pacífico. Y Malebrán un autor boliviano para entender el silencio sobre el implacable Bozal (Hebra), libro que refiere a su formación íntima, marcada por el consumo del alcohol de su padre, que lo marca como a muchos en este oficio, en la línea difícil entre la diversión y el destrozo. Especialmente si ya estás destrozado. Como familias durmiendo, que son despertadas en lo más hondo de la noche para ser exoneradas a Hospicio, para fundarlo. No había nada. Allá Malebrán se acerca a la cana e inventa una cartonera para versos afilados como los de Carlos Williams, tan desafiante como Genet, hoy convertido en la Shakira de la vereda. Las marcas de Malebrán salen de su brazo en estos poemas, donde la violencia cotidiana es pagada golpe a golpe y copete a copete.

MALEBRÁN Esta suerte la define un apellido que letra a letra se paga como una deuda pactada en la sed y el parentesco. Un mismo hígado y las ganas de lanzarlo boca afuera, como se lanza el asco cuando atora o el chorro caliente contra el poste o en los bordes de la mesa. Malebrán te llaman en las cantinas como a mí mismo siendo niño paseando con la leche de la burra. Porque de líquido en líquido nos gastamos el medio siglo que nos corresponde. Porque que nadie sale tan fácil de esta -te digoPorque letra a letra nuestra deuda se paga cada noche -peso a peso- en cada sorbo. Donde la erosión del sol erosiona también el espíritu, el sentido de la existencia, se confunde el emisor. ¿Es el padre? ¿Es el autor la voz lírica? Es ver al padre siempre una especie de autorretrato. Pero Malebrán se rescató, y desde Cochabamba trabaja en distintas instancias culturales, donde elige desaparecer del ego y mantener la brutal intensidad de su escritura, de la que de ninguna forma podrá huir.

Una etnografía con tintes neobarrocos Gonzalo Asalazar da sus claves de lectura sobre Gay discreto busca a heterorcurioso de Edgar Soliz Guzmán: 1. Es una cierta etnografía respecto a los espacios del deseo marica en el pasado y sobretodo en el presente de La Paz. 2. El deseo cola reinventa la oscuridad. 3. Los personajes discretos son parte de la domesticación del deseo, es un hombre hipermasculino, que cree serlo, que dice ser activo en la relación sexual. 4. La sensación de vacío que se genera después del coito marica, hay una conversación ritual que es antes de la despedida. 5. Me gustó la perspectiva de la cual están tomadas las fotos estos espacios que describe el libro. Uno se siente voyeur con ellas, en conjunto con la escritura del autor. Los 4

espacios son principalmente 4: ciertos cines porno de La Paz, que son ocupados por hombres gays; ciertos los baños públicos; cierto hotel, Oasis; y la aplicación de citas, Grinder. La conversación sólo podría darse en el hotel. 6. Como los maricas al momento de encontrarse se dan la mano, es muy masculino, imita la heterosexualidad. Eso da cuenta de una represión social muy intensa sobre estas maricas bolivianas, actual, Soliz está hablando del 2018. Cuando se van del hotel se ponen de acuerdo para que uno salga primero y bastante después el otro salga. Hay toda una paranoia de quien puede estar mirando la salida de ese hotel. El libro, en conjunto, da cuenta de una paradoja, como en un socialismo

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grado cero

La voz de todos los hombres Sebastián Melmoth no existe, pese a firmar el libro 24 cortos y un prólogo en braille para Gelineau Laibach (Andesground, otra editorial preocupada de la difusión de literatura latinoamericana) o ser compilado por Milton Steiner en Márgenes infrarrojos. Su clave está en otra edición, pequeñísima, Ir a la trinchera (Punto G), donde sale bajo el nombre de Iris Kiya (1992). El intento de esconder la identidad es traicionado cuando los libros ya no están bajo el control autoral de la poeta, al igual que en Ulupica, donde aparece otro potencial autor, Oliver Sacks. Kiya elige la confusión escondiendo su nombre, arrojando equívocos en pequeñas ediciones (a veces autoediciones, en Makinaria), pero Sebastian Melmoth es ella, porque no hay fotógrafos de guerra en nuestra lengua/territorio, porque ningún hombre extranjero podría escribir como ella versos a una ciudad en forma de cebolla donde Iris inventa soportes, prólogos para cimentar la desaparición del autor. Somos hombres incapaces de escribir y amar, solo ir a la guerra y sus mímicas, como

Melmoth escribiendo poemas a la lucha libre o al boxeo. Quizá esos heterónimos extranjeros solo comparten con Iris la cinematográfica forma de fumar. La de ella es una voz capaz de sobrepasar las distancias, que así sea. Porque como varios de los autores revisados en estas páginas, inserta referencias que la extrañan del entorno en la lectura; una biblioteca, quizá, es una nueva especie de no-lugar. En 24… son parte de la película grandes artistas de Occidente; vaya paradoja esconder en lo visual la poesía. Su nombre debería sonar en algunos lectores tras algunos años de residencia en Arica, que permitieron conocer sus poemas en distintas ciudades de Chile; hoy ha vuelto a La Paz. Con un tempo arrastrado en su lectura, convierte en experiencia la encarnación proyectiva que generan sus poemas, que rebotan como las fotos en los espejos de los baños de su instagram. ¿Es ella la mujer de la que hablan las voces masculinas que elige, para confundir con la firma inclusive?

“¿A dónde vas? tus cabellos se impregnan de avena, tu cabellera pendenciera tu cabellera se enciende en la noche cuando dejas Ítaca los pasajeros que juegan al póker contigo jamás entenderán porque necesitan cuatro ases para llegar a Ítaca siempre se vuelve a Ítaca” Esa cabellera pendenciera puede ser la suya, capaz de enfrentarse a Mac Lean en un bar y al otro día arrepentirse fumando en pijama, en el escalón que daba a la puerta de su hostal. Cada vez que nos encontramos, trae ladrillos narrativos para evitar los equívocos de mí lectura de la narrativa boliviana (“¿Vizcarra? Estaba borracho fuera de la facultad”), como acercarme la lectura de El Loco, de Arturo Borda, esa geografía delirada. No, en realidad, no hay necesidad de angustiarse en la búsqueda; bajo la novedad, brilla para siempre la literatura latinoamericana por descubrir.

latinoamericano, aún con una ley antidiscriminación y la promulgación de una ley de identidad de género, la homofobia social continúa. Edgar señaló que esta viene desde el presidente Evo Morales. 7. Grinder erosiona los pasados, los gestos, este lenguaje no verbal que hemos tenido los colas en toda América Latina, en Europa, este uso de lenguaje compartido, que ha permitido utilizar ciertos espacios públicos con fines sexuales. Grinder vuelve anacrónico este lenguaje. Edgar apunta que el éxito de la aplicación radica en el clóset, Grinder despolitiza la loca, la vuelve masculina, sin ambiente. 8. El grueso de los colas que visitan los baños llevan una doble vida, entre eso hay muchos hombres casados, que aparentan heterosexualidad el 97% por ciento de su día, sino más. A esta represión intensa, hay esta masculinidad flexible, para estar con hombres y mujeres a lo largo de

su vida, que conocen los códigos de las maricas y se presentan en ese mundo con insignias de heterosexualidad. 9. El corolario de esta etnografía es ser un híbrido entre una crónica y un ensayo, hay un relevo, un mostrar del deseo homoerótico, del deseo marica. Que, para el autor, en su discreción, conforman la verdadera fiesta marica, por lo que se aparece a mi El Deseo invisible (Cuarto Propio), porque da cuenta de agenciamientos de trabajo producidos desde una óptica similar, que hay también en Argentina, Brasil y México. Es un trabajo importante entre las memorias colas latinoamericanas. 10. Más que literaria, su mirada es la de un activista, y se planeta crítico contra la normalización del deseo gay, propone estos espacios de encuentro como una alternativa a la domesticación del deseo, y a la vez que son espacios de domesticación y de fuga.


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