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— Montse Casaoliva
Since June 2019, the CSL Women’s group established regular meetings for women to claim space in the association and in society. Heterosexual women, lesbian women, trans-women are all women, and are all invited to join the group. This is an account of the first meeting attended by one of its members.
Irememberthe first meeting in which I intervened. It was like being in a protest movie, with a bastion of the resistance gathered in a magical place without taboos. There I saw the friendly faces of women who share a common vision of their sexuality without stereotypes. Their faces held hope for a more respectful and less homophobic future. They looked at me and smiled. I admired them and wept.
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These were tears of sorority, of relaxation; and crying shed the weight of the restrictive roles we play in a society that, for the most part only understands the binary formed by an equanimous model of man and woman. The COLORS were breathed, flowing between our bodies, penetrating our minds and provoking smiles, camaraderie and friendship.
In many cases, love. Love for being who you want to be, in an environment in which integrity, honesty and the cult of fidelity to oneself flows. The women of COLORS welcomed me, without misgivings, with the attention that is given to a human being who wants to complete her commitment to herself, and venerates the spaces in which it is possible to harmonize our inner life with the outer, making it one, richer and more sincere, more she and more me.
Desde junio de 2019, el grupo de Mujeres de CSL estableció reuniones periódicas para que las mujeres reclamaran espacio en la asociación y en la sociedad. Las mujeres heterosexuales, las mujeres lesbianas, las mujeres trans son todas mujeres y todas están invitadas a unirse al grupo. Aquí tenéis un relato de la primera reunión a la que asistió una de sus miembros.
Recuerdo el primer encuentro en el que intervine. Era como en una película reivindicativa, con un bastión de la resistencia congregado en un lugar mágico y sin tabúes. Allí se mostraban las caras amables de las mujeres que comparten una visión de su sexualidad sin estereotipos y con esperanza para un futuro más respetuoso y menos homófobo. Ellas me miraban y sonreían. Yo las admiraba y lloraba.
Eran lágrimas de sororidad, de relax, llanto por deshacerme del peso de las posturas equivocadas en una sociedad que, en su mayoría, solo entiende lo binario formado por un modelo ecuánime de hombre y mujer. Se respiraban los COLORS, que fluían entre nuestros cuerpos, penetrando en las mentes y provocando sonrisas, complicidades y amistad.
En muchos de los casos, amor. Amor por ser quien quieras ser, en un entorno en el que fluye la integridad, la honestidad y el culto por la fidelidad a una misma. Las mujeres de COLORS me acogieron, sin recelo, con la atención que se le presta a un ser humano que quiere completar su propia devoción y venera los espacios en los que es posible congeniar nuestra vida interior con la exterior, haciéndola una, más rica y sincera, más ELLA y más YO.