Revista Occidente Nº 500 | Octubre 2019

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CRÍTICA DE CINE TRILOGÍA

DE APU (1955-59)

Dirigida por Satyajit Ray

POR ANÍBAL RICCI ANDUAGA Ingeniero Comercial. Escritor

C

ine tributario del neorrealismo italiano, sigue algunos de sus preceptos como filmar en blanco y negro para dar cuenta de la vida de las clases menos acomodadas, así como la utilización de actores no profesionales con el objeto de otorgar a la obra un valor testimonial. Los tres filmes siguen los pasos de un joven bengalí desde su primera etapa infantil hasta asumir su rol de padre. Ray nos introduce en la vida cotidiana de la India durante las primeras décadas del siglo XX, partiendo en un caserío de Bengala, pasando por Benarés y finalizando en Calcuta, ciudad que reúne una mayor población que las anteriores. Las tres películas construyen ciclos de vida, una suerte de evolución en el crecimiento personal del pequeño Apu que en la última cinta ya se ha transformado en el adulto Apurba Roy. Esta evolución, expresada como objetivo de vida, significaría transmitir lo aprendido por generaciones precedentes. Pero Satyajit Ray va un paso más allá e introduce el libre albedrío como un factor crucial para trascender las enseñanzas de los padres. Por un lado, muestra lo despiadado de la

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naturaleza (ciclo vital de nacimiento, desarrollo y muerte) como algo ineludible, ante lo cual el ser humano sólo cuenta con sus decisiones para torcer el destino. Pather panchali (1955), traducida como La canción del camino, comienza con un ritmo parsimonioso emparentado con lo costumbrista. Describe un mundo de escasez material cuyos recursos apenas alcanzan para mantener una casa, muy rústica, enclavada en los márgenes de la modernidad. Semeja un documental sin guión, pero más adelante vislumbraremos las múltiples conexiones entre las tres películas, cuya estructura responde a una obra mayor. Esa mirada inicial sin sobresaltos irá cambiando a medida que Ray introduce el tema de la muerte. La primera en morir es la abuela que convive al margen de los ojos de su nuera, pero que se encarga de contar historias a sus nietos. No tiene mayores responsabilidades y su labor de oradora representa la vena artística que recorre la familia. La relación es particularmente estrecha con Durga que roba frutos de huertos vecinos para dárselos a su abuela. Cuando la anciana se retira al bosque, Durga la remece y su cuerpo semeja el de un animalito inerte. Apu, el hermano


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