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ARTE ROMANO 2

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Arquitectura Y Ciudad

Durante el siglo II a. C., Roma entra en Grecia, conquista los reinos orientales helenísticos y se adueña del mundo antiguo. La expansión territorial y la explotación comercial del pueblo latino, enérgico y emprendedor, austero y pragmático, no tiene límites y avanza, simultáneamente, por el norte de África y por el f inisterre mediterráneo. Tres vínculos poderosos unif ican su gran empresa cultural: una lengua común, el latín; una normativa jurídica para todos sus ciudadanos, el derecho romano; y una arquitectura universal al servicio del Estado. Con razón el poeta galo Rutilio Namaciano¬ se descubría ante un Imperio que consiguió hacer hijos suyos a todos los habitantes de sus vastas provincias romanizadas y exclama admirado: feciste patriam diversis gentibus unam.

Esta Situa C I N

D E A P R E N D I Z Aje

… que iniciamos nos conducirá a la creación de un podcast sobre el Panteón para una emisora de radio, ampliando nuestros conocimientos sobre el arte y la cultura en la Roma clásica. En las distintas secciones adquiriremos algunos de los conocimientos teóricos y prácticos que nos ayudarán a conseguirlo. Por ejemplo, en la sección El arte y sus funciones conoceremos la utilización del arte como instrumento ritual en la cultura romana a través de la suovetaurilia. También analizaremos una obra de arte de nuestro patrimonio andaluz.

Cayo Julio Lácer. Puente sobre el río Tajo (104-106). Granito. 194 m de longitud y 71 m de altura. Alcántara, Cáceres.

Es el mayor puente del mundo romano y sobre él pasa la calzada que comunica Cáceres con Coimbra. Se construyó en honor de Trajano, cuyo nombre figura en el arco triunfal del centro junto a la lista de las tribus indígenas que financiaron sus obras. El arquitecto dejó escrito a la entrada: «Puente hecho para siempre, mientras duren los siglos».

Allí donde iban las legiones del Senado y del pueblo romano fundaban colonias y planif icaban ciudades, controlando su colonización mediante una gigantesca red de calzadas empedradas: «Todos los caminos conducen a Roma», decían los contemporáneos. Veinte vías partían radialmente de la Aurea Columna Miliaria, punto kilométrico 0 situado en el foro de Roma, en dirección a las fronteras, zigzagueando montañas, perforando túneles, elevándose sobre ciénagas y vadeando ríos con puentes tan extraordinarios como el de Alcántara, en Cáceres [33]

Las ciudades de nueva planta se trazaron sobre un plano geométrico, inspirado en el urbanismo helenístico y experimentado con éxito en los campamentos militares [34] Vitruvio¬, autor de un monumental tratado sobre las construcciones romanas, aconseja elegir previamente un lugar sano, protegido de nieblas y de vientos. El siguiente paso era delimitar las dos calles mayores: el cardo, que se cruzaba en ángulo recto con el decumanus, formando en su intersección un espacio público: el foro. Estas vías principales se hacían coincidir con las cuatro puertas que se abrían en la muralla, orientadas hacia los puntos cardinales. Luego, se cortaban longitudinal y transversalmente los cuadrantes interiores por arterias secundarias, dando origen a manzanas regulares destinadas a viviendas. El diseño urbano se convertía así en un confortable damero, que se proyectaba en el subsuelo a través de un sistema de cloacas con el f in de canalizar las aguas residuales hasta verterlas en los campos o en los ríos cercanos. En las afueras se situaron las necrópolis con una rica tipología de tumbas, entre las que sobresale el columbario, con nichos para depositar las cenizas.

Vista aérea de la colonia fundada por Trajano en el año 100, en Numidia, cuya planta urbana repite el modelo del campamento romano.

Foro y mercado de Trajano

Foro de Augusto

Foro romano

Foro de César

Foro de Nerva

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Planta y distribución de los foros imperiales romanos.

Roma contó con 17 foros a lo largo de su historia urbana, pues cada emperador se esmeró en construir el suyo propio. Esta operación requería costosas expropiaciones de fincas particulares, que solo podían acometerse con el botín de una guerra victoriosa. El ensanche desahuciaba a numerosos ciudadanos, que tenían que buscar casa en los barrios periféricos, encareciendo el suelo habitable. El primero de los foros corresponde al período republicano y el segundo a Julio César (54 a. C.). Por su parte, Augusto (2 a. C.) inauguraba la brillante serie de foros imperiales, que Plinio el Viejo adula como «una de las obras más bellas que ha visto el orbe». El arquitecto Apolodoro de Damasco proyectó para Trajano (113) el más monumental, con ábsides en las esquinas.

Ingenieros, urbanistas y arquitectos vieron favorecida su labor con la utilización de nuevos materiales como el hormigón u opus caementicium, que permitía elevar muros gruesos y voltear atrevidos arcos, bóvedas y cúpulas. La ligereza, resistencia y bajo coste del ladrillo u opus latericium lo convirtió en el material idóneo para los paramentos, que en los edif icios emblemáticos se revestían con placas de mármol. La mayor parte de estos logros se alcanzaron ya en época de Augusto, de quien Suetonio¬ dice que «heredó una Roma de adobe y la devolvió de mármol». Otras particularidades del genio constructivo romano serían el descubrimiento del ábside¬ como eje de simetría horizontal y de la cúpula¬ como eje de simetría vertical; la concepción axial de los conjuntos monumentales; y la articulación def initiva de la fachada mediante superposición de órdenes en altura, empleando el dórico en la planta baja por su robustez, seguido en los pisos superiores por el jónico, corintio y un módulo específ icamente romano, que resulta de la combinación de los dos últimos: el compuesto.

El pulso de cualquier ciudad romana se tomaba en el foro: una espaciosa plaza rectangular abierta en el corazón del tejido urbano, donde se manif iesta el poder político, comercial y religioso. Los edif icios que representaban estas tendencias eran la curia, la basílica y el templo. A la entrada y en el centro de este privilegiado espacio social latía el protagonismo glorioso de sus habitantes, visible en arcos triunfales y columnas honoríf icas. La estatua del emperador presidía el lugar y en los soportales se establecían tiendas [35]

La curia es el lugar de reunión del Senado y en sus aledaños se alzaban las tribunas públicas o rostra, desde donde los oradores dirigían sus mítines al pueblo. La basílica servía de bolsa de comercio y tribunal de justicia. Su aspecto es el de un rectángulo, dividido en tres naves interiores por hileras de columnas; la cabecera se remata por un ábside y enfrente se abre la puerta de acceso. Un diseño funcional que se convirtió en el predilecto del culto cristiano tras la Paz de la Iglesia, decretada por Constantino. El templo romano, dedicado generalmente a la tríada capitolina formada por Júpiter¬, Juno¬ y Minerva¬ , derivó del griego, pero presenta características propias, como la elevación sobre un podio con escalinatas y la invasión del espacio sacro por la cella, hasta el punto de embutir en sus muros las columnas perimetrales.

La Maison Carrée, en la localidad francesa de Nimes, resume esta fórmula [36], que la devoción romana compaginará con la planta central en la más brillante de sus construcciones religiosas: el Panteón de Roma, consagrado a todos los dioses del Imperio [37]. La idea germinal de este monumento a la tolerancia confesional se debe a Agripa, que lo inauguró el 27 a. C. en el Campo de Marte, pero varios incendios obligaron a Adriano a reconstruirlo de nuevo un siglo después. Está precedido de un pórtico columnado, que deja paso a la gran rotonda cerrada por una cúpula acasetonada, cuya altura de 43,50 metros es idéntica al diámetro de la base. Tal alarde técnico se produjo por la sabia distribución de fuerzas, conseguida al embeber en los muros de hormigón arcadas superpuestas de ladrillo [38].

Maison Carrée (16 a. C.). 14 x 28 m. Nimes, Francia.

La «casa cuadrada» es un templo hexástilo, edificado en el Foro de Nimes y consagrado al culto imperial. Fue patrocinado por Agripa en honor de su suegro Augusto, su esposa Livia y sus hijos Cayo y Lucio.

Alzado, planta y probable organización del complejo religioso (según García Bellido).

Panteón. Interior del templo y vista de la cúpula acasetonada (118-125). Hormigón y ladrillo. 43,50 m de altura x 43,50 m de diámetro de base. Roma.

En época cristiana fue consagrado a Santa María de los Mártires y durante la Edad Moderna fue sede de la Academia Romana de los Virtuosos, sirviendo de sepulcro a los grandes artistas italianos del Renacimiento y del Barroco, como Rafael, Vignola y Aníbal Carracci. La luz penetra por un óculo a cielo abierto situado en la cúspide.

Italo Gismondi. Maqueta de la ciudad de Roma (1937). Museo de la Civilización Romana, Roma.

En primer término, el Circo Máximo, con las cuadras de salida situadas en el fondo izquierdo, el palco de autoridades junto a la línea de meta y la spina, de 217 metros, decorada con estatuas, fuentes y obeliscos procedentes de templos egipcios, y el marcador donde se contabilizaban las vueltas dadas por los carros. Bordeaban este recinto dos de los once acueductos que alimentaban de agua corriente la ciudad. Al fondo, el Anfiteatro Flavio.

El poeta satírico Juvenal¬ comenta: «Dos cosas solamente anhela el pueblo: pan y espectáculos». En consecuencia, ¿puede llamarse ciudad a un lugar que carece de edif icios de ocio, que no tiene circo, ni teatro, ni anfiteatro, ni traída de agua para abastecer las termas y donde sus habitantes viven en chozas? Cualquier ciudad importante ofrece a sus habitantes un amplio programa de espectáculos y cada diversión requiere un recinto adecuado. El aforo de estas construcciones permite aproximarnos a las af iciones del pueblo romano. La masa se siente atraída por las carreras de carros que compiten en el circo y por las apuestas que se cruzan. El imponente Circo Máximo de Roma, con capacidad para 250 000 espectadores, abría sus puertas 240 días al año, siendo imitada su estructura y actividad en todo el Imperio [39]. El diseño está copiado de los hipódromos griegos y consta de una pista rectangular con los extremos redondeados para facilitar el giro de las cuádrigas, que debían dar en cada concurso siete vueltas alrededor de una spina o mediana de separación. Cuatro empresas se disputaban los premios en metálico: las facciones blanca, azul, verde y roja, que tenían invertidos grandes capitales en sueldos de aurigas, talleres de reparación de carros, caballos, establos, mozos de cuadra, manutención, entrenamiento y traslado de hombres y bestias para cumplir los contratos f irmados en las provincias. La fama que alcanzaron algunos corredores y el pedigrí de los caballos campeones quedaron inmortalizados. El español Diocles, ídolo de los aurigas de todos los tiempos, se retiró el año 146, cuando contaba 42 años de edad, después de haber ganado 1462 veces y obtenido una fortuna de 35 863 120 sestercios. El día de la despedida, compañeros y seguidores descubrieron una lápida en el circo en homenaje a su inigualable palmarés. Y con respecto a los caballos, un mosaico con la inscripción: «Que tú venzas o no, te amamos, Polidoxus», acredita el cariño incondicional del propietario hacia un purasangre norteafricano que, en su juventud, había deslumbrado en las pistas por su velocidad.

Plinio el Joven¬ lamentaba que los intelectuales, «que se creen distinguidos y se def inen serios», abarrotaran el circo, dando la espalda a una evasión más ref inada: el teatro, que ya entonces se encontraba en crisis. El teatro romano se levantó a ras del suelo, diferenciándose del griego, que aprovechaba la pendiente de una colina para acomodar el graderío. El Teatro de Marcelo, en la capital, inaugurado el año 11 por Augusto, tenía un aforo de 20 000 personas y su tipología fue imitada en todas partes [40]. En España se conservan 21 teatros, destacando los de Pollentia (Alcudia, Mallorca), Acinippo (Ronda, Málaga), Itálica (Santiponce, Sevilla), Clunia (Coruña del Conde, Burgos), Segóbriga (Saelices, Cuenca) y Emerita Augusta (Mérida, Badajoz) [41]. Los conciertos musicales y recitales poéticos se celebraban en el odeón, cuya estructura es similar a la de un teatro, pero de proporciones reducidas para mejorar la acústica.

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Estructura ideal de un teatro romano. El escenario está elevado sobre un podio (scaena), donde se mueven los actores en el curso de la representación (1); detrás se alza un gigantesco telón permanente ( frons scaenae), articulado por columnas en pisos y decorado con estatuas (2). Debajo, la orquestra para los músicos (3) y a su alrededor las butacas de las autoridades (4). El público se sienta en el graderío semicircular (cavea), distribuido en ima (5), media (6) y summa cavea (7) a medida que ascienden las localidades en altura. El precio de las entradas determinaba la ubicación de los espectadores, que accedían y evacuaban el recinto a través de vomitorios (8).

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Teatro de Emerita Augusta. Patrocinado el año 15 a. C. por Agripa. Hormigón y revestimiento de granito. El frons scaenae se decoró con columnas azules y capiteles, cornisas y estatuas de mármol blanco; la orquestra estuvo pavimentada con losas de mármol rojo y azul. 96 m de diámetro. Aforo: 6000 espectadores. Mérida, Badajoz.

Anfiteatro Flavio (72-80). Hormigón, piedra, ladrillo y revestimiento de mármol. 188 x 156 m. Aforo: 50 000 espectadores. Roma.

El nombre popular de «Coliseo» o «Coloseo» se debe al emplazamiento en sus aledaños de una estatua colosal de Nerón.

La unión de dos teatros dio lugar a un espacio de ruedo elíptico, que se convierte en el marco ideal de las distracciones violentas. Es el anf iteatro, testigo cada jornada de una programación cruel, dividida en tres sesiones. Por la mañana, venationes: cacería de animales y enfrentamiento entre f ieras salvajes; al mediodía, ejecuciones capitales de los condenados ad bestias; y, en tiempo de persecuciones, martirio de cristianos. El escaso aliciente que suponía ver a un hombre indefenso, atado a un poste mientras le descuartizaban leones hambrientos, motivó su inclusión en horas de poca asistencia, como actuación telonera del plato fuerte de la tarde: los combates de gladiadores. En circunstancias excepcionales se organizaron naumaquias o batallas navales, tras impermeabilizar el suelo y convertirlo en un estanque. El calendario anual de juegos estatales tenía días f ijos, como el cumpleaños del emperador y las festividades de Apolo, en julio, y de Júpiter, en septiembre. La ambición política de algunos magnates propició también el montaje de festejos extraof iciales para expresar su vanidad y pedir el voto al pueblo en las elecciones municipales. El Anf iteatro Flavio es el monumento más grandioso de la Roma imperial [42]. Sus obras se espaciaron entre los años 72 y 80; las inició Vespasiano al comienzo de su reinado y las acabó Tito, que celebró su inauguración con cien días continuados de regocijos. En la fachada exterior se escalonan los cuatro órdenes clásicos de la arquitectura grecorromana, bajo las gradas corre un elaborado sistema de pasillos abovedados que posibilita al público acceder y desalojar fácilmente la localidad, y en la arena se hunde un foso subterráneo con jaulas de f ieras, enfermería y depósito de cadáveres, que se techa con tablazón de madera. Un destacamento de marinería, enrolado en la f lota, tenía la servidumbre de entoldar con velas la cavea para proteger del sol a los 50 000 asistentes congregados. En España permanecen en pie 12 anf iteatros, sobresaliendo el de Itálica por su capacidad y perfecta visibilidad desde todos los asientos [43]. Los provenzales de Nimes y Arlés se siguen utilizando como plaza de toros.

El pasatiempo cotidiano transcurre en las termas. Un gran complejo deportivo que el romano frecuentaba por razones de higiene corporal, como mantenimiento de la salud física y cultivo de las relaciones sociales. Dos refranes compendian el uso generalizado que se hizo de estos centros de esparcimiento en las ciudades: Mens sana in corpore sano, que constituye el lema de la civilización latina; y No sabe leer ni escribir, que se decía para def inir a un ignorante. Las termas son obras de ingeniería avanzada que responden a un diseño común, consistente en insertar las salas de baño en el interior de un amplio espacio dotado de jardines, gimnasios, pistas de atletismo y biblioteca. El núcleo del balneario lo constituye la piscina que, al llenarse con agua a temperatura ambiente, está fría y se denomina frigidarium. En los f lancos se distribuyen los vestuarios o apoditerium y las salas climatizadas por la calefacción: el tepidarium y el caldarium, con bañeras de agua templada y caliente, acondicionadas por una red hidráulica de tuberías subterráneas que pasaban por hornos de leña. El suministro llegaba a través de los acueductos; en Francia se conserva el de Gard y, en España, los de Tarragona, Segovia y Mérida [44] Depiladores, perfumistas y masajistas atendían a los clientes después de tomar el baño. En Roma hubo termas aristocráticas, como las de Trajano, y de «gente de barrio», aptas para el pueblo, como las promovidas por Caracalla.

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Anfiteatro de Itálica. Obsequiado, en el siglo II, por Adriano a su patria de origen. Hormigón revestido con sillares de piedra. 156 x 134 m. Aforo: 25 000 espectadores. Santiponce, Sevilla. Las fieras salían del sótano hundido en la arena, que durante el espectáculo permanecía cubierto con tablones de madera. Las dos puertas en eje del ruedo reciben, por oposición, el nombre de triumphalis y libitinaria. Por la primera entraban los gladiadores y por la segunda se evacuaba a las víctimas.

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Acueducto de los Milagros. Las obras las inició Augusto y fue reacondicionado por Trajano y Constantino. Hiladas de sillares y ladrillos. 827 m de longitud x 25 m de altura máxima. Mérida, Badajoz. El popular nombre de «los Milagros» se debe a que los emeritenses consideran un prodigio que sus pilares hayan permanecido en pie. Trasladaba el agua a la ciudad desde el embalse de Proserpina, sorteando el valle del río Albarregas. Los musulmanes copiarán en la mezquita de Córdoba la solución de entibar los pilares mediante arquerías.

Estructura y distribución interior de una domus romana. La puerta de entrada se abre en el centro de la fachada, dando paso a un vestíbulo alargado o fauces (1). A los lados se sitúan dos locales comerciales o tabernas (2), que suelen alquilarse a menestrales para el establecimiento de sus negocios artesanos; estas tiendas gozan de régimen autónomo al tener acceso directo desde la calle y constituyen un cuerpo extraño a la vivienda. El atrium (3) es la gran sala descubierta de recepción pública; en un rincón se encuentra el armario con las mascarillas funerarias de los antepasados y el larario con las imágenes religiosas que suscitan la devoción doméstica. Es también fuente de aire y de luz para las habitaciones vecinas (4), presididas por el tablinium, donde despacha el propietario (5). Las cuatro vertientes del tejado se inclinan hacia dentro (compluvium) con el fin de canalizar el agua de lluvia y conducirla al estanque central (impluvium), conectado a una cisterna subterránea. Al fondo se emplaza el peristilo (6), un segundo patio ajardinado y rodeado de pórticos hacia el que convergen la cocina (7), el comedor o triclinium con ventanas y divanes de mármol para almorzar y cenar recostados (8), y las letrinas y termas familiares. Plátanos, cipreses, hiedra, laurel y adelfas aportan verdura y frescor a estas dependencias íntimas de la casa.

Estas diferencias sociales son todavía más patentes en la vivienda doméstica. La plebe y la clase media viven en régimen de alquiler. Los inquilinos se hacinan en bloques comunitarios de pisos de cuatro o cinco plantas, llamados insulae. Vitruvio justif ica en Roma esta medida, dado «el considerable aumento de sus habitantes, lo que obligó a buscar remedio al mal, aumentando la altura del caserío». Las ordenanzas municipales establecieron el límite permitido en 21 metros; pero la normativa se incumple y los cronistas escriben que Roma está «como colgada del aire». La madera predomina como material de construcción, acarreando graves riesgos de incendio y frecuentes amenazas de ruina. El famoso orador latino Cicerón¬ , metido en negocios inmobiliarios y ajeno a las labores de mantenimiento de cualquier casero responsable, conf iesa por carta: «Se me han hundido dos inmuebles y los otros tienen las paredes agrietadas. No solo se marchan los arrendatarios, ¡huyen hasta las ratas!». En el antiguo puerto romano de Ostia se conservan varias casas de vecinos, con tiendas en el bajo y apartamentos en los niveles altos; las pequeñas habitaciones de estas «colmenas», gélidas en invierno y sofocantes en verano, se distribuyen a lo largo de un pasillo, carecen de agua, y la cocina y las letrinas son comunitarias. Por contra, las comodidades abundan en la domus, la lujosa y amplia mansión unifamiliar de los patricios, pavimentada de mosaicos y con decoración pictórica sobre las paredes [45]. Pompeya y el barrio residencial de Adriano, en Itálica, ofrecen testimonios brillantísimos que permiten reconstruir las actividades domésticas de sus habitantes. El desarrollo interno de la vivienda es el resultado de añadir a la casa tradicional, con atrium y tablinum, un segundo patio porticado al fondo; se trata del peristilo griego, que cautivó a la aristocracia romana cuando entró en contacto con el mundo helenístico.

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