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3 LA PINTURA MURAL:
Los Cuatro Estilos Pompeyanos
El catálogo de la pintura mural romana se divide en cuatro estilos, llamados «pompeyanos» por haberse localizado su secuencia completa en esta ciudad residencial del sur de Italia, sepultada bajo las cenizas volcánicas del Vesubio, el 24 de agosto del año 79, y felizmente recuperada para la historia del arte clásico por los arqueólogos españoles al servicio de Carlos III, cuando el futuro «mejor alcalde de Madrid» era rey de Nápoles.
En las excavaciones de Roma, Herculano y Boscoreale se han encontrado también villas con pintura mural, pero ninguna tan completa como la Casa de los cuatro estilos de Pompeya, sita en el número 7 de la calle de la Abundancia, cuyos propietarios tuvieron el capricho de reunir en sus paredes todas las tendencias desarrolladas entre el siglo II a. C. y el año 79 de la nueva era. La técnica empleada en la factura de estas obras consistía en enlucir el muro con varias capas preparatorias de cal y jabón para, posteriormente, pintar en seco sobre ellas. De la primera operación se ocupaba el pictor parietarius y de la segunda, el pictor imaginarius, que cobraba el doble. Los pintores trabajaban en cuadrillas especializadas, que recorrían el territorio atendiendo a la clientela.
El primer estilo ha recibido el nombre de incrustaciones. Consiste en pintar la habitación con placas de mármol, dando la impresión de que la pared está revestida de lujosos jaspes. Fue una moda importada de Grecia y su intención era aparentar el suntuoso aspecto de los palacios helenísticos y de los edif icios of iciales romanos, que estaban tapizados de mármoles reales. Su bajo precio hizo que se prolongase durante tres cuartos de siglo: desde el 150 a. C. hasta la dictadura de Sila, que tuvo lugar en el año 82. La Casa de los grifos, en Roma, y la Casa de Salustio, en Pompeya, ofrecen bellos ejemplos de este tipo ornamental [59]
Al segundo estilo se le llama de perspectiva arquitectónica. Trata de ampliar f icticiamente las dimensiones reales de la sala, pintando fachadas de edificios, que reproducen los telones escenográf icos colgados en los teatros cuando se representaban tragedias y comedias. La presencia de columnas, entablamentos volados y cornisas, proyectados en perspectiva, engañan a la vista, simulando que la pared se abre al exterior. Es un estilo ornamental típicamente romano y, como tal, un invento práctico que pretendía resolver de manera artif iciosa dos carencias de la arquitectura doméstica. En primer lugar, la estrechez de las habitaciones urbanas, creando un efecto de amplitud del que solo podían disfrutar los terratenientes en sus villas campestres; en segundo lugar, solucionaba el déf icit de ventanas, ya que la tradicional fuente de aire y de luz que tenía la casa procedía del atrium, de ahí que pintasen también falsos vanos abiertos en el muro con paisajes luminosos en el fondo, donde actúan los personajes creados por Homero, convirtiéndose así estas vistas en cuadros históricos de la Ilíada y la Odisea. Su cronología abarca desde los tiempos de Sila hasta el principado de Augusto (27 a. C.). La Villa de los misterios, en Pompeya, y la de Publio Fannio Sinistor, en Boscoreale, constituyen una antología de este sistema decorativo [60]. 60
Decoración mural del segundo estilo pompeyano, llamado «de perspectiva arquitectónica» (50 a. C.). Pintura en seco sobre cal saponificada. Procedente de la villa de Publio Fannio Sinistor, en Boscoreale. Metropolitan Museum, Nueva York.
«Después –dice Vitruvio– intentaron representar la vista de sus edificios, mediante la imitación de las columnas y de sus elevados remates, dibujando perspectivas como las fachadas de los teatros para tragedias, comedias y obras satíricas.»
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Decoración mural del tercer estilo pompeyano, llamado «de los candelabros» (50). Pintura en seco sobre cal saponificada. 357 x 314 cm. Tablino de la Casa de Lucrecio Frontón, Pompeya.
El tercer estilo, llamado «de los candelabros», elimina la perspectiva arquitectónica y sustituye la columna lisa por candelabros decorados con seres monstruosos y fantásticos. La pared se reduce a un fondo neutro, de color blanco, negro o rojo, sobre el que emerge un emparrillado de candelabros verticales y guirnaldas horizontales de f lores, máscaras y motivos egipcios. En el espacio libre que dejan estas mamparas se f inge colgar tábulas o cuadros de caballete con asuntos mitológicos, cotidianos, topográf icos y hasta eróticos. La tábula central suele ser de gran formato y las laterales, de tamaño reducido. Vitruvio, contemporáneo de Augusto y tratadista de la arquitectura romana, deploraba el recetario ornamental que utilizaban los pintores de su tiempo para compartimentar el muro: «Ahora –dice– solo se pintan monstruos extravagantes. Se han reemplazado las columnas […] por candelabros que llevan pequeños templetes, de los que, como si fueran raíces, se elevan cantidades de ramas delicadas, en las que están sentadas las f iguras; en otros sitios, estas ramas terminan en f lores de las que surgen medias f iguras, unas con rostro de hombre y las otras con cabeza de animal, cosas todas estas que no existen, que no pueden ser y que no han existido nunca. Pues bien, a pesar de la evidente falsedad de estas composiciones, todo el mundo se complace en ellas, sin preocuparse de si son o no posibles, porque su sensibilidad está poco capacitada para conocer lo que merece aprobación en las obras». Paradójicamente, este estilo será el que descubran los pintores italianos del quattrocento y, bajo el nombre de «grutesco», se convertirá en santo y seña del Renacimiento y del Manierismo en Europa e Hispanoamérica. Surgió en el año 20 a. C. y se mantuvo en vigor hasta la llegada de Nerón. La villa romana situada debajo de la actual Farnesina y la casa pompeyana de Lucrecio Frontón son testigos de esta novedad ornamental [61]
El cuarto estilo, denominado ilusionista, es una síntesis del segundo y del tercero. Recupera las perspectivas arquitectónicas, que disuelven los fondos de pared neutros, pero continúa empleando el candelabro y la decoración monstruosa y fantástica. Está documentado por vez primera en las grandes residencias privadas que mandó construir Nerón (54-68) en Roma: la Domus Transitoria y la Domus Aurea, desde donde irradió a Pompeya para decorar las villas de los grandes banqueros, como los Vettii [62]. Su inventor debió de ser el pintor Fámulo, el célebre muralista de la Domus Aurea, de quien dice Plinio que tenía un estilo «brillante y f luido», añadiendo que «pintaba pocas horas al día, que trabajaba con suma gravedad, y que siempre estaba revestido de toga, incluso cuando se subía al andamio».
El uso de esta gramática estilística no impidió que en los muros de los jardines, en las galerías del atrium y en algunas estancias de la casa se pintara también un fresco corrido ocupando toda la pared, como el que adorna la Villa suburbana de los misterios, situada en el extrarradio de Pompeya, que evoca el mito de Dionisos, de su madre Semele y de los ritos de iniciación que debían seguir sus sacerdotisas.
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Decoración mural del cuarto estilo pompeyano, llamado «ilusionista» (70). Pintura en seco sobre cal saponificada. 640 x 357 cm. Triclinio de la Casa de los Vettii, Pompeya.