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Jerónimo Cejudo Galán, decano Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Andalucía
Somos de pueblo
En España hasta hace poco se podía afirmar que “todos” somos de pueblo. Expresión muy genérica; que viene refrendada porque la antigüedad de nuestra cultura -porque nuestros dichos y refranes- encuentran en el agro el fundamento de su sabiduría. Amén de que muchos de nosotros vivamos, hayamos nacido o tengamos parte de la familia en algún pueblo. Una parte importante de estos pueblos están ligados al olivar.
En España hay una línea diagonal, que va desde Extremadura a Cataluña, por debajo de la cual los olivares forman parte del paisaje, como consecuencia, su cocina tradicional se basa en el aceite de oliva, cosa que no ocurre por encima de esa línea, en cuyos pueblos la tradición gastronómica tiene como fundamento lipídico la grasa animal. En algunas comarcas el olivar llega a ser fundamental, tanto por la superficie que ocupa como porque las raíces colectivas, la memoria y la tradición tienen mucho que ver con los olivos, con su manejo y con su ciclo anual. Dicen que el olivar andaluz es el bosque, plantado por el hombre, más grande del mundo. Y en la antigüedad se consideraba el aceite de oliva como un tesoro, con múltiples propiedades, nutritivas, medicinales y divinas. Es decir, para muchos, el olivar es más que un cultivo. No obstante, es un cultivo; desde el olivar tradicional en secano, hasta el olivar superintensivo de riego, mecanizado y muy tecnificado. Y hay que conseguir rentabilidad cumpliendo la normativa, cada vez más exigente, que le afecta. Para ello se requiere, además de esfuerzo, conocimiento, innovación, financiación y comercialización adecuadas. Pero además de esto, no sólo es necesaria la comprensión, si no la complicidad, de la sociedad y de las autoridades públicas. Estamos en una coyuntura con encarecimiento de los insumos, especialmente de la energía, con sequía y con la competencia desigual que supone la entrada de los productos de terceros países. La nueva PAC supone, en general, una vuelta de tuerca a los agricultores, por sus exigencias y complejidad, llegando a afirmar que el Plan Estratégico Español va más allá de la PAC. También hay fondos europeos para recuperación de la pandemia Covid, en el sector agroalimentario, pero su aplicación se presenta complicada. Recientemente en una jornada sobre Next Generation se comentó que desde Bruselas se ve todo muy fácil, pero desde aquí no es así. El papel lo aguanta todo, pero es difícil gestionar y aplicar los fondos. El Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Andalucía ha planteado en diversos foros la necesidad de la simplificación administrativa. Otro nuevo paradigma es el reto verde de la UE, con una población mundial creciente. Hay que producir más con menos. Para ello hay un factor clave en nuestra latitud, que es el agua. Hay que conseguir un óptimo aprovechamiento del agua, de cualquier origen, en la agricultura. Sería deseable un plan nacional para equilibrar el reparto del agua entre los territorios. También requiere atención, en favor de los consumidores, el etiquetado. Tanto los aceites de oliva, especialmente los vírgenes, como la aceituna de mesa, son productos tradicionales, saludables y elaborados cuidadosamente para preservar su calidad, por ello consideramos que los códigos NutriScore europeos no hacen justicia a tan contrastados alimentos. Finalmente, preservar la población y la cultura requiere la generación de empleo y de riqueza, mejorando el nivel de vida en el medio rural y eso se consigue, en muchos casos, cuidando el olivar y sus empresas locales de transformación. En eso trabajamos los ingenieros agrónomos. Pero todo esto necesita el apoyo de la opinión pública y de la Administración.