Nยบ 61 - Septiembre 2016
Año VI.- Núm. 61 - Septiembre 2016 PROMOTOR José Luis Cuendia, “Guendy” DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González “Completu”, Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano. DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad www.moldeandolaluz.com Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico
Contenido 5. Susana Gudiño Francisco Trinidad 9. Ionut Caras 12. El Retrato (y 3) José Luis Cuendia, “Guendy” 28. El bodegón del cántaro F.T. 34. La mirada del alma Monchu Calvo 38. El correcaminos Gloria Soriano 40. Sevilla la nuit José A. Gómez Sierra 46. Lanzarote José M. Gonzalo 52. Dos iguales para hoy Ricardo González “Completu” 58. Fotos de pie forzado José Luis García 68. El navío Santísima Trinidad Juan Depunto 80. Los “Exconxuraos” Juanjo Pascual 85 Nude Master Class Photo 88.. Primer La construcción de un sueño Claudio Serrano
94. V. ISTVÁN KEREKES Ilona Gogh 102. MR TOLEDANO
info@moldeandolaluz.com
Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society
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En nuestra portada, Marianna Merkulova, modelo en nuestro Primer Nude Master Class Photo, en foto de los fotógrafos de David Merenyi& Gabor Klinzsky.
Presentación Seis años, seis Hace seis años —y parece que fue ayer...— tal día como hoy teníamos ya colgada en Moldeando el número 0 de nuestra revista Luz y Tinta. El post se animaba, caían algunos elogios que elevaban la moral y algunos comentarios que nos marcaban el camino a seguir. Pero sobre todo caían, una a una y mil a mil, visitas y visitas que sobrepasaban con mucho lo esperado. Aparte los miembros de nuestra red social, nos visitaban otras personas que incrementaban visitas y descargas de manera considerable. Ya no estábamos en el límite esperable de los 1.000 visitantes, es decir, los miembros de Moldeando, sino que el número se multiplicaba y desbordaba todas nuestras expectativas. Visitantes silenciosos, que no tenían ni tienen acceso al post de la revista, pero que no han faltado ni un mes a la cita. Ellos y muchos otros, fieles mes a mes, que nos obligaron y nos obligan a seguir en la brecha. A pesar de los inconvenientes. Los inconvenientes no han sido pocos, pero todo ellos, con un poquitín de voluntad y una gran determinación, hemos ido venciendo para estar aquí todos los meses. Con mayor o menor puntualidad, nunca debida a nuestra capacidad de trabajo y muchas veces entorpecida por inconvenientes técnicos, hemos salido todos los meses —con un par de meses de vacaciones compensados con otros tantos especiales, alguno de más de 250 páginas— y todos los meses hemos podido solventar esos impedimentos y algunas incomprensiones. Hemos variado el diseño en varias ocasiones, procurando adaptarnos a gustos y tendencias de los moldeadores; hemos incorporado colaboradores; otros nos han abandonado con nuestra comprensión: no es fácil mantener una colaboración periódica sin remuneración alguna a cambio; pero, sobre todo, hemos podido vencer apatías y desganas para seguir tirando del carro. Y todo ello, gratis et amore, algo que me gusta recalcar, porque cuando uno cobra por su trabajo entiende todas las exigencias; y cuando no es así, solo un egoismo mal entendido o un ego desaforado justifica posturas que, cuando no rozan el ridículo, se quedan en brindis al sol que luego se celebran en las tertulias como una salida de tono o un resbalón sobre el plátano de las propias ínfulas. En fin, el post de la revista, mes a mes, ha sido testigo de estas ascensiones al olimpo de los melindres, mientras que los responsables de Luz y Tinta, cual el olímpico Sísifo, hemos subido una y otra vez nuestra piedra de responsabilidad para, una vez arriba, perseguirla de nuevo hasta el llano y volver a iniciar el dificultoso ascenso. Ley de vida cuando uno es responsable con sus compromisos. Pero Luz y Tinta no es solo —aunque no debiera olvidarse— trabajo y responsabilidad para promotores y editores. Luz y Tinta se ha revelado como algo más: un lugar de encuentro para colaboradores y lectores; y sobre todo, una dimensión más de Moldeando la luz y una cita en nuestro calendario mensual, capaz de articular, además de sus habituales contenidos, encuentros de moldeadores y eventos como el anunciado Primer Nude Master Class Photo, que se celebrará este mes en tierras asturianas del Parque de Redes y cuyo contenido se apunta en este mismo número y se explicita en el correspondiente post de Moldeando. De su previsible éxito se informará en su momento y habrá que añadirlo, como una muesca en el revólver del bueno, a los logros que durante estos seis años, y los que nos queden, vienen a delinear la trayectoria de nuestra revista, tan agradecida a sus constantes seguidores.
Francisco Trinidad 3
Fotรณgrafa del mes de Julio
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Susana Gudiño
No sé por qué razón ni por qué asociación de ideas, cuando terminé de ver el carrusel de fotos de Susana Gudiño en Moldeando la luz de cara a la redacción de esta semblanza, me vino la idea del dadaísmo, aquel movimiento artístico que iniciara Tristan Tzara hace 100 años y que, por activa o por pasiva, ha contaminado todo el arte posterior, especialmente los fotomontajes, que vienen a ser el resumen artístico más evidente de ese salto en el vacío —llámese fractura, llámese herida— que siempre se establece entre arte y vida. Días más tarde de esta intuición, cuando recibí las líneas que la propia Susana nos envía sobre sí misma, comprendí que no iba muy descaminado en mi primera conjetura: “Pretendo que mis fotos sean disparadores...”. Con otras palabras, Tristan Tzara vino a decir lo mismo cuando en 1920 proyectaba una antología de propuestas dadaístas que por diversas razones nunca vio la luz: “Cada página deber ser una explosión”. Una explosión, sí —o un ‘disparo’, como diría Susy Gudiño—; una explosión en cada foto que suponga una liberación de la fantasía, como en los fotomontajes titulados “Pétalos de sueños” o “El duende del vino”, con su carga onírica, mitad ilusión, mitad fantasía, que convierten estos collages en expansiones del ensueño que, combinando tono y delicadeza, nos transportan a mundos nuevos como si se tratara de desvanes de la imaginación en los que el subconsciente ha ido almacenando retazos de realidad trasuntada de los sueños reprimidos. Por no hablar de otros fotomontajes, como “La luz de tus ojos” o “Alma pura” que parecen pensados para la portada de un libro, con todo lo que las páginas no escritas pueden decir a un alma despierta. Son sus fotomontajes creaciones abiertas, como estos cuatro expresamente señalados y como otros que pudieran mencionarse, aunque no se agota en ellos la propuesta fotográfica de Susana Gudiño: “busco despertar sensaciones, evocar aromas, recuerdos, etc.”; y para ello nos sumerge en un mundo muy personal en el
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...una explosión controlada que tiene como detonante una subjetividad muy acusada y una visión del mundo muy específica en la que, supongo, la fotografía es solo una forma de arte y acaso una manera de convivencia con las propias reflexiones e intuiciones.
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que están presentes los retratos, que destacan y fuerzan gestos y posturas que van más allá de una simple mirada y se sumergen sin rubor en el alma ajena; algunos desnudos de una especial elegancia en los que la luz juega sus bazas con el claroscuro para mantener abierta la sensibilidad; algunas recreaciones, que iluminan ángulos dormidos de la realidad, como “El café”, que tanto nos recuerda a Chema Madoz y toda su capacidad de sugerencia; paisajes que transmiten una sensación de soledad que se acentúa por el tratamiento del color, buscando siempre perfiles cromáticos que se han empastado con tonos de expresa intimidad; o, por terminar, fotografías callejeras, tomadas al paso, sí, pero recuperadas luego con su toque personal del que priman un encuadre muy personal y un posterior tratamiento informático que individualiza una visión ya de por sí subjetiva. Y para conseguir la especial subjetividad que se deriva de todas sus fotografías, Susana Gudiño recurre a tomas en color, con una paleta muy tamizada, que se condensa en tonos pastel que les confieren determinado lirismo, pero también a fotos en escala de grises que a veces derivan en determinados virados, como aprisionando la realidad en una ‘explosión’ —volvemos al principio— de color matizada. Y es que cualquier fotografía de Susana, aborde el tema que aborde y sea presentada de una u otra forma, es en sí misma una explosión, sí; pero una explosión controlada que tiene como detonante una subjetividad muy acusada y una visión del mundo muy específica en la que, supongo, la fotografía es solo una forma de arte y acaso una manera de convivencia con las propias reflexiones e intuiciones.
Francisco Trinidad
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Fotรณgrafo del mes de Agosto
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Ionut Caras
El propio Ionut Caras ha remitido a Moldeando la luz un texto que resume a la perfección su propio quehacer fotográfico, eximiéndonos de mayor concreción y de elaborar el texto mensual que suele acompañar su nombramiento como Fotógrafo del mes. “Te paso algunos datos de opiniones sobre el artista para que lo tengas en cuenta a la hora de hacer su semblanza”, le dijo Ionut Caras a Francisco Trinidad. Pero esos datos y opiniones son tan completos que por sí solos constituyen su propia semblanza. Dice así: El fotógrafo residente en Rumania se describe a sí mismo como un "foto mecánico" y ha creado una serie de alucinantes imágenes utilizando el programa informático.
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Comenzando con una imagen normal como punto de partida, Ionut, mezcla lo ordinario con lo extraordinario, convirtiendo una simple escena de una muchacha pescando en un lago en una imagen sorprendente de la muchacha cabalgando un enorme pez o las astas de un ciervo que se transforman en un par de árboles con aves volando entre las ramas. Ionut Caras trabajó más de 12 años en el mar, antes de llegar a ser un "mecánico de fotos" que comparte sus creaciones en la red con gran éxito, y que también ofrece cursos en línea donde enseña la forma en que crea algunas de sus manipulaciones de fotos. Compila digitalmente paisajes surrealistas y retratos, usando sus propias fotografías que de manera apropiada compagina, componiendo y ajustando el color. Tiene un stock de más de 200.000 fotografías, para encontrar los fondos y componentes adecuados para la escena que imagina. En sus obras oníricas surgen físicamente escenas imposibles, como una niña que está balanceándose en un columpio a cientos de metros sobre el suelo, un elefante que anda en bicicleta, una niña cabalgando sobre el lomo de un pez enorme,… A menudo son niños pequeños (la niña que aparece en muchas de sus obras es su propia hija), otras veces son personas fuera de la norma de la sociedad, como vagabundos, mendigos, comediantes. Su imagen se ve reforzada por el paisaje con árboles centenarios, cielos oscuros, niebla, paisaje de montaña o un clima húmedo. A menudo, en su trabajo se repiten elementos como paraguas, barcos, agua, rocas o aves. Ionut se inspira para su trabajo en la noche de sus sueños y en los colores del otoño y el invierno. Trabaja como fotógrafo profesional y retocador, ofrece cursos y programas de formación para los que quieren aprender a manipular digitalmente las fotografías. Muchas de sus imágenes se han utilizado en portadas de libros, CDs, publicidad, sitios web, publicaciones locales,… También ha obtenido diversos premios, entre ellos varias medallas de oro en los Super Circuit de 2012 y 2013.
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Aida
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El Retrato (y 3) José Luis Cuendia, “Guendy” Entre miles de fotografías, fruto de muchos años de afición, de los que vengo dando muestras en estas páginas de Luz y Tinta, el retrato ha ocupado una de mis dedicaciones como ha quedado de manifiesto en los dos números anteriores de esta revista en las que he dejado dos muestras de algunos de los retratos callejeros que he ido realizando durante años a lo largo y ancho de mis viajes. Acompañando a dichos retratos, he dejado asimismo algunas reflexiones sobre esta difícil especialidad fotográfica. Aquellas reflexiones teóricas, acompañadas de los retratos que se publicaban, vienen hoy a complementarse con los retratos que se insertan a continuación, todos ellos posados, en una dimensión muy distinta a la del retrato callejero, en muchas ocasiones robado. En estos retratos que hoy se publican, y que en cualquier otro número de nuestra revista tendrán su correlato teórico, se insiste sobre todo en el rostro, en la mirada de las modelos, en algunas ocasiones que se indican expresamente maquilladas y peinadas para que su textura alcance la máxima expresión al pasar por la cámara. Luz, rostro y mirada como protagonistas.
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A la izquierda, Aida. Abajo, Aroa
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Arriba, Marta A la derecha, Dani
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A la izquierda, Dulce, maquillada por Paula Gonzรกlez Arriba, Katerine Vladi
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Arriba y derecha, dos tomas de Lionella
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Izquierda, Marta Abajo, Mayi
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Arriba, Thalia, maquillada por Andrea Fernández Guerra y peinada por Matías Arambulo A la izquierda, Nunilo Fernández, con vestuario de Patricia Musshop
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A la izquierda, Vida del Valle, maquillada por Andrea Fernรกndez Guerra Abajo, Viki
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Creación de Susana Gudiño para ilustrar este retrato
El bodegón del cántaro F.T. Ya se sabe, en cuanto cambia un equipo municipal el nuevo alcalde llega con aires de mudanza; y más si, como en el caso del actual, Belisario Bermúdez, el alcalde y casi todo su grupo son nuevos, de modo que, en cuanto llevaba quince días en el cargo, hizo una remodelación casi total en su despacho: mandó que le cambiaran la pantalla del ordenador, que sustituyeran un antiguo armario de castaño por una moderna estantería de melamina que atiborró de libros en dos días y que le instalaran un par de lámparas. Apenas habían concluido estos retoques cuando el alcalde comenzó el gran zafarrancho de la pintura. Se pintó la entrada y la escalera de acceso a la primera planta; luego su despacho y posteriormente el salón de plenos. Tres meses enteros de traslado de muebles, encintado de puertas, ventanas y mecanismos eléctricos y, sobre todo, entradas y salidas de aquellos chavaletes del módulo de pintura de una Escuela Taller a la que, para ahorrar mano de obra, se les había encomendado aquella tarea. Eran ocho jóvenes en edad de gritar y un monitor que a veces desesperaba por su parsimonia y su lentitud en tomar decisiones. En aquellos tres meses resultaba imposible transitar por ningún sitio sin tropezar con una escalera, un cubo de pintura o una brocha en el lugar más inverosímil. Pero una buena mañana, por fin, comenzaron a recoger sus bártulos, despejaron el salón de plenos y volvió la tranquilidad a la sede municipal. El alcalde estaba satisfecho, porque a pesar del desbarajuste de aquellos meses la pintura había quedado francamente bien. No cabe duda de que el monitor sabía sacarle rendimiento a sus conocimientos y su forma de inculcarles el oficio a los aprendices. La sorpresa saltó siete meses después, cuando el diario local publicó la noticia de que había desaparecido uno de los cuadros del salón de plenos sin que nadie supiera de su paradero. Parece que el periodista había hecho un buen trabajo de campo y había entrevistado a casi todo el mundo, de modo que podía dar testimonio de que nadie conocía el paradero de aquel cuadro, que además no era un lienzo cualquiera. Se trataba ni más ni menos que de “El bodegón del cántaro”, un óleo de tamaño medio que como quince años antes había regalado al Ayuntamiento la
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viuda del pintor, Eduardo Barrenechea, de siempre ligado a este pueblo, aunque hubiera nacido una pequeña aldea del País Vasco. A su muerte, el pleno municipal lo nombró Hijo Adoptivo a título póstumo y en correspondencia su viuda regaló aquel cuadro que se colgó con todos los honores y discursos una mañana en que el pueblo todo se engalanó para aquel homenaje. El periódico daba cuenta y razón de aquella cesión y publicaba varias fotos del acto y de otros similares en los que podía verse el famoso bodegón en que un cántaro rojizo sobre una mesa convivía y parecía vigilar desde el centro del cuadro a varias muestras de fruta, entre las que destacaba un racimo de uvas. Para darle más intensidad al simbolismo del bodegón el pintor lo había enmarcado en una suerte de copa de vino que le daba cierta dimensión onírica. La viuda de Barrenechea había explicado que era lo último que había pintado y que de alguna forma resumía todas sus obsesiones pictóricas, en especial el tratamiento de la luz y el cuidado del color. Lógicamente, la foto principal de aquel reportaje mostraba la pared frontal del salón de plenos donde hubiera estado “El bodegón del cántaro” cuyo lugar ocupaba ahora una insulsa marina de un pintor de segundo nivel. Yo leí la noticia nada más llegar a mi despacho por la mañana y esperé una hora hasta que llegó el alcalde, al que no me hizo falta darle la noticia. “Pasa, pasa”, me dijo en cuanto me vio. Comenzó a lanzar improperios a la prensa y a los funcionarios por igual y, cuando se hubo desahogado, me miró de frente y me lo soltó: —Encárgate de investigarlo todo y procura encontrar el cuadro antes que ese hijoputa de La Opinión. Habla con los funcionarios, con el secretario, con María Santísima, pero tráeme algo antes de que los intelectuales del arroyo comiencen a soltar bilis. —Eso es cosa de la Guardia Civil… —comencé a replicar. —Nada de Guardia Civil, de momento. Te encargas tú, como Jefe de la Policía Local, y cuando esté todo claro ya iremos a la Benemérita. De momento no quiero a nadie de fuera del Ayuntamiento husmeando por aquí. Y al periodista ese tan listillo habrá que cortarle los cojones. —Pero… —No hay peros ni hostias en vinagre. Te encargas tú. Y punto. Por cierto, a las 12 convocaré una rueda de prensa sobre el tema y quiero que estés presente, porque voy a dar la noticia de que la Policía Local se hará cargo del tema. Ahora vete y comienza a trabajar. Ya nos vemos a las doce en el salón de plenos. *** Llevo veinte años como Policía Local, y doce como Jefe, y nunca me había visto en aprieto semejante. Quitando los habituales problemas con el tráfico, que se acrecientan en días festivos, especialmente en las Ferias de Agosto, y alguna gresca en los bares de copas donde acampa la juventud los fines de semana, este es un pueblo tranquilo que no requiere mayor cuidado. Mi arma reglamentaria nunca ha salido de su funda, salvo para limpiarla y mucho me temo que ni funcione. Así que el encargo me pillaba desorientado, y el alcalde lo sabía; por tanto, me senté en mi despacho, saqué un block y me puse a tomar notas de los pasos que tenía que ir dando. Anoté en primer lugar acudir al Archivo de patrimonio del Ayuntamiento y conseguir una foto de “El bodegón del cántaro” con sus características, especialmente las medidas. Y luego interrogar o, mejor, sonsacar, y por este orden, al personal laboral que había intervenido en el traslado de muebles y cuadros para que los alumnos de la Escuela Taller pintaran; al personal del almacén donde habían estado los cuadros y los muebles; a los propios pintores y a su monitor; y por último, si antes no había conseguido nada, y por si acaso, al periodista que había dado la noticia.
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Después de la rueda de prensa, en la que Belisario Bermúdez se mostró contundente e implacable y me dejó a los pies de los caballos, comencé a hablar con unos y con otros, por el orden que me había marcado. Por supuesto, ninguno de los funcionarios sabía nada y nadie era capaz, ni siquiera el ordenanza que colgó la marina en lugar del bodegón, de aclarar quién había dado la orden de sustituir un cuadro por otro o al menos quién había dirigido la recolocación de muebles y cuadros del salón de plenos. Todos decían lo mismo, que había pasado mucho tiempo, que sería cosa del Secretario y que vete tú a saber, ya sabes cómo se hacen aquí las cosas, siempre hay alguien que manda, pero nunca hay un responsable. Tuve la sospecha de que si alguno sabía algo tampoco lo iba a decir para no perjudicar a un compañero. Mis propios compañeros de la Policía Local no recordaban haber entrado nunca en el salón de plenos ni en el almacén donde se había guardado todo mientras se pintaba. Por supuesto, los concejales tampoco sabían nada y menos que ellos el Secretario que me preguntó lo que yo me preguntaba desde por la mañana: —¿Vale mucho ese cuadro? —Ni idea. Pero tiene que costar mucho por la mala hostia que tiene el alcalde y por todo el revuelo que van a montar los periódicos. En la rueda de prensa han preguntado de todo, especialmente ese tiquismiquis de la radio local. Al día siguiente, por la tarde, tuve una larga entrevista con el monitor de la Escuela Taller. Había que sacarle las palabras con cuentagotas y en muchos momentos tuve la sensación de que callaba por costumbre, como si su estado de ánimo habitual fuera el silencio. Lo único interesante que me contó fue que cada vez que realizaban una obra hacía fotos de cómo estaba todo antes de pintar y de cómo quedaba todo después de su actuación. Era, según me dijo, una norma o una costumbre de las Escuelas Taller para luego incluirlo en sus memorias de fin de curso. Así que me enseñó unas cuantas docenas de fotos ordenadas en un álbum de cómo estaba el salón de plenos y de cómo había quedado. Estas últimas carecían de interés para mí, pues estaban hechas con las paredes desnudas, antes de que se repusieran cuadros y muebles. Las fotos del estado inicial del salón tampoco me decían nada pues ya las había visto similares en el periódico. Aun así tuve la intuición o la sospecha de que aquel monitor, que no sabía si calificar de cazurro o de reservado, conocía más de lo que decía y seguramente algún detalle de lo que ocultaba podría darme alguna pista, algún indicio, algo, porque lo cierto es que estaba totalmente desorientado. Nadie me había dicho nada que me diera la más ligera idea del paradero de “El bodegón del cántaro”. Así que, por seguir el orden que me había marcado y por aburrimiento sobre todo, fui a ver al redactor que había levantado la liebre. Millán Bueres era un cuarentón decepcionado de todo y de todos que tampoco me aportó nada. Su jefe le había encargado un reportaje sobre el pintor y el bodegón, ya que estaban a punto de cumplirse los quince años de su fallecimiento, y como primera provisión había ido al Ayuntamiento a hacer una foto del cuadro y se había encontrado con aquella sorpresa. Pero nada más sabía. Yo había confiado en que se lo hubiera filtrado alguien del Ayuntamiento, pero nada, todo se ponía en mi contra. Al día siguiente, a primera hora, le conté al alcalde el fracaso de mis pesquisas y volví a pedirle que se lo pasáramos a la Guardia Civil. —Ya te he dicho que nada de Guardia Civil. Esto es cosa nuestra y tenemos que resolverlo nosotros, desde dentro. Así que ponte las pilas y espabila, no se te vaya a adelantar algún periodista y te deje con el culo al aire. Menudo policía estás hecho… Humillado y confuso, salí de aquel despacho con la sensación de estar en un callejón sin salida y con la impotencia de no saber a qué clavo ardiendo agarrarme.
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Los funcionarios me miraban, creo ahora que con pena, aunque entonces tenía la certeza de que lo hacían con ironía, sabedores de mi desconcierto. *** En los quince días siguientes, compaginé mi trabajo de rutina con las pesquisas en pos del paradero de “El bodegón del cántaro”. Nadie supo decirme ni media palabra sobre el cuadro. Por mucho que yo insistía, ninguno de los funcionarios sabía nada, ni había visto nada, ni tenía la más remota idea de dónde podría estar aquel maldito cuadro. Los alumnos del módulo de pintura de la Escuela Taller tampoco podían aportar gran cosa. Aunque uno de ellos me dijo algo que cambió el rumbo de mi investigación. —Creo que vi este cuadro en la casa de la playa que pintamos. Pero luego ya no pude sarcarle nada más. Ni de la casa, ni de la pintura, ni del cuadro. Pero había dicho lo suficiente. Así que me fui a ver al monitor del módulo de pintura. Le llamé por teléfono y me dijo que estaría en la Escuela Taller todo la mañana, así que allí me fui, aunque cuando estaba llegando me llegó al móvil la llamada del alcalde. —Ven inmediatamente al Ayuntamiento. Ni repliqué, para qué. Me esperaba en su despacho, acompañado del Secretario, para comunicarme que desde ese mismo momento cesaba como sargento de la Policía Local y debería seguir como policía de a pie. Firmé el documento que me presentó el Secretario y, sin decir nada, ni a favor ni en contra, tampoco estaba yo para muchas disquisiciones, fui hasta mi propio despacho para recoger mis objetos personales. Hubo un par de compañeros que se acercaron a consolarme —allí parecía estar al tanto de mi cese todo el mundo—, pero preferí no hablar con nadie y no dejar transmitir mis aires de derrota. Así que estuve dos días sin aparecer por la sede de la Policía Local, exponiéndome, tal como estaban las cosas y los ánimos del alcalde, a un despido que, de persistir en mi actitud, hasta sería justo. Pero el segundo de los días, por la tarde, recordé lo que me había dicho aquel alumno de la Escuela Taller sobre la casa de la playa que habían pintado y en la que había visto el cuadro; y recordé también lo que me había dicho el monitor de las fotos que hacía de cada trabajo que realizaban. Así que me fui a verle a su casa. Era tarde, sobre las 10 de la noche, y entendí perfectamente que me recibiera a disgusto y que le costara más que nunca pronunciar palabra. Tuve que emplearme a fondo, sugerir que sabía más de lo que realmente sabía y amenazar con todas las iras del infierno que se me iban ocurriendo hasta que al final confesara lo que ya sospechaba. —Pintamos la casa del alcalde en la playa durante dos fines de semana. Fui yo con dos de los alumnos más espabilados. —¿Os pagó? —Bueno… —¿O pagó el Ayuntamiento? —La pintura salió de lo que sobró del Ayuntamiento y algo más de la Escuela Taller; y a nosotros nos compensó con quince días de descanso. —Enséñame las fotos que tomaste de la casa antes y después de la pintura. —No hice ninguna foto. —Déjate de hostias. Ya me dijeron los chavales que las tenías —mentí convencido. A los pocos minutos tenía delante de mí la colección de fotos de antes y después de haber pintado la casa de la playa del alcalde. En un par de ellas, entre dos
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estanterías de melamina, idénticas a la que había mandado colocar en su despacho, podía verse “El bodegón del cántaro”. Aquella noche dormí más inquieto que nunca. *** A la mañana siguiente, a las 9:17 llegó el alcalde a su despacho. Yo le esperaba desde una hora antes. —No tengo tiempo para ti. Lo siento. Pero no le hice caso. Entré tras él, a pesar de sus protestas, y sin pedir permiso, me senté a su mesa y coloqué sobre ella, y perfectamente ordenadas, *** todas las fotos de la pintura de su casa. En el centro de la mesa, puse una de las fotos en la que se veía perfectamente “El bodegón del cántaro”. Luego me levanté y le miré desafiante. —Solucionado el misterio del cuadro —dije, me levanté de su mesa y me dispuse a salir del despacho. —Espera, todo puede solucionarse —me dijo mientras yo alcanzaba la puerta—. ¿A dónde vas con tanta prisa? —Al cuartel de la Guardia Civil.
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La mirada del alma Monchu Calvo
En uno de los concursos más importantes de Asturias han seleccionado una de mis fotografías entre las 25 escogidas . Cuando estas líneas vean la luz, se sabrá si ha recibido uno de los premios mayores. Para mí ya es un honor haber llegado hasta esa última selección donde están las mejores. En ella reflejo la imagen de un pastor de los que tantas veces se ven en mis fotos, y en mis crónicas. Tengo la gran suerte de disponer de docenas de modelos a los que a veces agobio con posados. Me conocen y me soportan, algunos a veces lo hacen alegres y con ganas, otras fruncen un poco el ceño. A algunos/as no les gusta en exceso que los retraten, pero acceden siempre porque soy su amigo, y a los amigos nunca se les dice que no. Son gente auténtica, y se muestran tal cual. Con sus ropas mil veces remendadas, a veces con boinas que han visto posarse sobre ellas cientos de soles y tormentas. El color se difumina en decenas de grises, lo que antes fue negro intenso, y sacan orgullosos un antiguo zurrón como el que enseña una de sus mas preciadas joyas. Son personajes que ya no volveremos a disfrutar cuando ellos se vayan. Algunos ya lo hicieron, y como una sangría imparable van cogiendo su último tren y dejándonos vacios de su sabiduría, mamada a través de siglos de enseñanza y aprendizaje de la propia existencia, y de la naturaleza que acompañó sus vidas. A Joseín, de Buspriz, todavía tenemos la suerte de tenerlo, y en una de mis salidas con unos amigos fotógrafos, les llevé al remoto y escondido pueblo, donde
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les presenté a este pastor. A los que nos gusta la fotografía sabemos como se disfruta con estos “modelos”, y si encima el parece estar a gusto con nosotros, pues la salida campestre se convierte en un gozo del que volvemos satisfechos. La foto es ya conocida, porque fue destacada recientemente en nuestra revista. Alguien después de verla, y calificarla de magnífica, me preguntó si era posible retratar el alma. Es posible, ciertamente, pero solo pocos lo logran. Son esas fotos de los grandes maestros donde las miradas desde el lienzo parecen hablarnos como si de un ser vivo se tratase. Esa es precisamente la magia de la fotografía, a la que los humildes aficionados tratamos a veces de acercarnos, aunque pocas veces lo logremos. Creo que en esta ocasión me aproximé bastante, precisamente por esa complicidad y fotogenia con el modelo. Si no, hubiese sido imposible. Muchas veces me siento con ellos a disfrutar de sus charlas. Ellos se sorprenden de que a alguien pueda interesarle lo que consideran rutina en sus vidas, pero es precisamente a través de sus relatos cuando uno se da cuenta de lo diferentes que somos los que venimos de entornos más urbanos y de socialización distinta. Estos días bajé a la ciudad de Gijón a uno de ellos para arreglar unos papeles, pues aunque tiene coche y conduce, me decía que a él le resultaría imposible desenvolverse en el entorno urbano. Imprecaciones y voces tuve que escuchar cuando las caravanas nos retenían en un semáforo. Cara roja de rabia cuando aparcar nos resultaba difícil, y asombro e incredulidad cuando tuvimos que pagar por estacionar en zona azul. Acabado el trámite suplicó que nos volviésemos rápido para el pueblo. No le interesó la playa, ni las lozanas mozas que mostraban sus encantos en el soleado día. Su mundo no era este. Y yo creo entenderle, porque después de una vida entera viviendo en la ciudad, y compartiendo últimamente muchas semanas en el pueblo, cada vez me da más pereza retornar al bullicio ciudadano. Algunos quizás entendan lo que trato de decir, porque lo han experimentado de manera directa, y a los que no, debo animarles a comprobarlo en unas próximas vacaciones en que se cambien las playas y hoteles (todo incluido) por una estancia en esos oasis de tranquilidad, de paseos al salir el sol y de caminar por los hayedos en el crepúsculo, las vías lácteas y noches de luna llena. A la charla sosegada en el bar del pueblo, con un vino por delante y una tapa de jamón. Y a acostarse tapados siempre por la colcha, pues en la noche refresca.
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Foto: Enrique Picchio
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El correcaminos Gloria Soriano Me casé con esa mujer porque era mi jefa, la que me arrastraba de ciudad en ciudad como parte del equipaje: maleta, ordenador, jaula con pájaro… Fue durante el matrimonio cuando alcancé mis mayores habilidades como correcaminos. Con mis patitas de alambre cumplía veloz sus mandatos. La cola timonera, mi mejor atributo. Invisible, giraba con rapidez para seguir el capricho de sus vientos, hasta caer exhausto a los pies de su carcajada. El día de la fiesta de empresa donde trabajábamos, me dijo: no me apetece ir, vete tú; a ti te divierten más esas payasadas. Obediente, peiné las plumas de mi cresta y cambié de rumbo con mi larga cola. Llegué de los primeros. Después llegó la becaria. Nos fuimos juntos. Cada mañana nos despedimos con un beso. Ella va a clase, yo a mi nuevo trabajo. Ya no tengo plumas. Se las dejé a mi exmujer. ¡Qué se haga un abanico! Ahora me muevo mucho más lento, con pasos firmes, con zancadas de hombre. Algunas noches en sueños agito inquieto las piernas, como si fueran patas. Mi joven esposa dice que debería consultar al doctor. Le quito importancia. Ella nada sospecha, pero yo sé que un día me despertaré flamenco.
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Sevilla la nuit José A. Gómez Sierra I El tren ganaba carreras camino de Madrid. El AVE había salido de Sevilla, como todos los viernes, a las tres de la tarde. Me acomodé en un departamento sin viajeros con la única y poco entusiasta compañía de la prensa. Acepto como bueno el comentario de un político que alegaba, citando a un tal MacLuhan, que “el medio es el mensaje y no los hechos y las noticias”. Los intereses del consejo de administración como objetivo y el derecho a la información como excusa. Antes ofrecían credibilidad, ahora sólo publicidad. Así que dedico a los titulares un vistazo ligero antes de acomodarme para dormitar. A mi espalda, se colocaron otros ejecutivos que, como yo, volvían a pasar el fin de semana con sus familias en Madrid. Mediana edad, salario medio alto y desplazados por algún proyecto empresarial, manifestaban una amistad ya consolidada. En el duermevela del tren oía entreverada su conversación. Y el relato de uno de ellos, en cierto momento, suscitó mi interés. Sin los prolegómenos que no había escuchado, la cosa comenzó de esta manera. “La otra noche salimos a cenar varios ejecutivos de la empresa. Fui invitado, con la excusa de unos trabajos acabados en condiciones muy ventajosas. No citaré nombres por lo que más adelante va a suceder. El restaurante elegido, que no conocía, era exclusivamente para socios y sus invitados. Presentaba una decoración clásica pero acogedora. El sitio, como el resto de comensales, exhibía sin tapujos una economía respetable. Parejas con la edad adecuada para que sus deudos ya anhelaran abrir testamento. Algún comensal acompañado, no sin envidia del resto, por cariñosas y dudosas sobrinas. Matrimonios de mediana y confortable edad que se saludaban discretamente. Incluso, esquinada, una pareja de mujeres muy enamoradas que no paraban de reír. El conjunto componía una representación de la más exclusiva sociedad de Sevilla. La carta del menú, firmado por un televisivo
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chef, combinaba platos de la cocina clásica andaluza y algunos toques de modernidad. Se presentaban bajos en colesterol y altos de precio. El vino venía acompañado también de un elegante sumiller de guantes blancos y ceremonia completa. Pagaban ellos. Me presentaron a sus esposas, voluntariosamente encantadoras. (Alguna risa suspicaz de los contertulios interrumpió durante unos segundos la narración). Pues sí, todas con esa edad indefinida en la que las mujeres se consagran en todo su esplendor. Pero, justo debo añadir, a medida que la cena iba transcurriendo, se manifestaron algo pacatas. Una se mostraba especialmente indiferente. A pesar de la atención solícita de su marido, se limitaba a asentir displicente cualquier comentario de la mesa. Único defecto, porque la había estimado como la sureña que cualquiera no dudaría en llevar… (a la cama, interrumpieron los amigos) o al altar, compañeros. Morena. Ojos de los que, cuando te miran, sospechas que te están viendo desnudo. De natural y exuberante generosidad. Sonrisa amplia y espontánea. Y dejo el resto para que lo compongáis con vuestra imaginación. Pero no le restéis ningún mérito. Unos cócteles previos y la cena transcurrieron con las conversaciones al uso. El acierto especial del cocinero en algún plato, las cuestiones laborales, la próxima Semana Santa, etc. ayudaron a paliar la extraña situación. Acabada, tomamos café en una salita especial para fumadores. Ante el aburrimiento mostrado por las mujeres, se imponía cambiar de ambiente o dar por finalizada la velada. Pero me parecía de rigor, tomando la iniciativa, invitar a una última copa en otro local con distinto compás. Elegí, sorteando el ambiente flamenco demasiado socorrido para ellos viviendo en Sevilla, y atendiendo a la última moda, la terraza de un conocido hotel excellence. Entrada exclusiva en ascensor. Ambiente de matrimonios jóvenes pero solventes, irredentos singles de ambos sexos, divorciados varios y esa fauna nocturna que ignora la luz solar. Dispuestos todos ellos a dejarse las pestañas en copas a veinte euros. Epatar lo suficiente para no acostarse solos por una noche. O estar, sólo para ser vistos. En un altillo, ejercía una DJ de maestra de ceremonias. Concitaba las miradas mediante transparencias que no ocultaban nada y desconocidas mezclas en dubstep. Elegimos un reservado para ver y no ser vistos, con garantía de asiento y servicio de camareros hiperactivos. Y ahí estaba yo, al filo de la media noche, de carabina obligada, en una fiesta que se diluía poco a poco. Y que las mujeres insinuaban, con algún bostezo, despedida y cierre. Pretexté una visita al baño con el ánimo ya desbordado de continuar la juerga por mi cuenta. En unos servicios de una decoración tan minimalista que no discernía por sexos, realicé una discreta llamada a la Casita de Eva. (Varios comentarios no reproducibles ahogaron el relato) Si, ese club de chicas que todos conocéis. Esperamos la vuelta de la más desmayada mujer del grupo, mientras se retocaba en el lavabo, y otro jefecillo. La despedida se efectuó cortésmente con los comentarios de rigor. Como que la noche que habíamos compartido había sido tan agradable que se repetiría, siempre que los asuntos empresariales siguieran tan halagüeños. Menos entusiastas parecían las damas. Desconozco las causas, aunque excuso cualquier responsabilidad. Conocéis mi empatía en este tipo de situaciones. Se fueron con sus coches y sus chóferes. Pedí otra copa para asegurarle tiempo suficiente a la otra cita. Y por fin, a punto y estimulado, me dirigí al hotel. Todo lo anterior desdibujaba aún más la calidad y el servicio de éste, pero aquí pagaba yo. Conocía al portero de noche y una pequeña propina evitaba, como en otras ocasiones, cualquier problema de intendencia. Me entregó la llave señalándome con un guiño la dirección del bar. Y se impone un alto, compañeros oyentes. Antes de continuar sugiero un trago en la cafetería. Os prometo que lo mejor aún no ha sucedido. Así que espero una merecida invitación. (Comentarios varios de aprobación).”
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Por mi parte, confiaba en que no retomaría la historia hasta volver al departamento y poder escuchar tan intrigante final. Inconscientemente, entretuve la espera ojeando anuncios de prensa para contactos sexuales, siempre tan sugerentes. Efectivamente, volvieron y continuó en el mismo punto. II “La prostituta que había solicitado estaba de espaldas en la barra de la cafetería. Morena y vestida con ropa muy kitsch, mostraba la profesión con descarada ostentación. Lucía un conjunto entre sexy y hortera; tal vez más sexy por hortera. Oyó mis pasos y se volvió. Me quedé más estupefacto que cuando de niño me pillaban con las manos en las galletas. Sensual, se dirigió hacia mí. Caminaba peligrosamente sobre unos tacones tan altos que estilizaban sus piernas hasta el límite de un tanga rojo. Debajo del suéter calado, de color negro, se movían ampliamente los pechos que había imaginado cenando. Envuelta en otra de sus espontáneas sonrisas me besó en la boca. Sin prisa, jugó ávida con nuestras lenguas agitando la placidez de mi entrepierna. Sin añadir nada más ninguno de los dos, me cogió de la mano y nos dirigimos al ascensor. En recepción, se quedó el olor a su perfume barato y un rictus de lujuria en la cara del portero. Entre el piso cuarto y quinto me confesó que, con una generosa propina, había despedido a mi fulana. Ocuparía su lugar y superaría con mucho sus prestaciones. Si al finalizar, ella podía decir lo mismo de mí, me pagaría la minuta que yo había negociado. Claro que sí, amigos míos, era la más indolente y apática esposa de mi jefe. (Exclamaciones de soterrada sorpresa y alguna risa le impidieron seguir durante unos minutos). Dispuesto a convertirme gustoso por esa noche en su venal prostituto, entramos en la habitación. Se sirvió una copa de ginebra y a mí dos dedos de güisqui. Sacó del bolso una cámara de fotos. Mientras se desvestía en el cuarto de baño, le comenté mi sorpresa habiendo aparentado la mujer más aburrida y fuera de sitio durante la cena. Se rió con cierta sutileza que no entendí, confesando que eso merecía una explicación. Me invitó a una ducha conjunta y con la boca demasiado ocupada, detuvo sus comentarios. Aunque no la utilización de la cámara. Más satisfecho y relajado, nos acostamos. Me aclaró que el orgasmo no me saldría gratuito. Solucionada mi urgencia, esperaba una lenta y larga compensación. Sin prisa, inicié tan seductora tarea. Entre gritos y susurros observé con satisfacción que se le iban sucediendo los orgasmos con pocos segundos y una ligera estimulación… Me instó a continuar sin pausa, hasta que percibí su agotamiento y me exigió un final fastuoso para los dos. Serví una segunda copa que aprovechó para retomar las aclaraciones. Los matrimonios de esta noche comparten el mismo club de swinger. Y ellas, especialmente, desprecian la sustitución, a partir de cierta edad, del sexo por la comida. Aún más, a los torpes que lo subliman con la bebida. Para superar el tedio en estas cenas, demasiado asiduas para su gusto, practican el juego del huevo que acciona discretamente otra amiga. El comensal que lo descubra se obliga a dedicarle toda su atención durante la comida. A cambio, obtiene como premio su discreta compañía al cuarto de baño. ¿Puedes adivinar quien disfrutaba esta noche del juego? Me preguntó. No, no era precisamente aburrida como se sentía, remató entre risas. Ahora, ella decidió tomar la iniciativa. Extendió una mano acariciando mi espalda hasta la nuca y con la otra exploraba suavemente entre los muslos. Alternaba en mi boca sus pechos turgentes. Y cuando el dolor en la entrepierna se hizo irresistible me sumergió en sus profundidades. Levantó las rodillas y despacio continuamos nuestra mutua seducción. Jadeantes los dos, sus muslos abrazaron con fuerza mis caderas y se quebró otra vez la cordura. Acostados, con la mano en el sexo del otro, continuó resolviendo mis dudas. No hace mucho, añadió, compartía con Zsa Zsa Gabor no saber nada del sexo porque siempre había estado
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casada. Superado el problema, había llegado con su marido a la convicción de que el amor es una tontería que se cura con el sexo. Y con la mano en el miembro, sancionó, el amor dura, lo que dura dura. Dormitamos ligeramente, pero con todo el interés por evitarlo. Y con la premisa de gozar una noche de inabarcable codicia, gateamos ansiosos una y otra vez el placer que fotografiaba sin cesar. Su presencia conmigo, me comentó luego, obedecía a que su marido tenía otro compromiso y sola, naturalmente, no podría acudir al club. Había oído mi llamada telefónica y decidido resolver mutuamente nuestro problema. Mañana, ellos, no se harían ninguna pregunta y disfrutarían con las historias fotográficas de la noche. ¿Pero…? Quise indagar. Sí, éstas, las fotografías más sensuales que consigamos. Aclaró. Es otra forma de compartir pareja ¿No te parece? Tampoco te alarmes; como alguien dijo, el sexo es sucio sólo si no se hace bien. Estará haciendo lo mismo, y cada noche nos exigimos superarlas en contenido… artístico. Algo inquieto, le puse como condición que no se me reconociera y me las remitiera luego al WhatsApp. (¿Y a ella no le importaba que las tuvieras? Preguntó alguien.) En absoluto. Únicamente se guardó una escena escabrosa con mi cara, en garantía de mi absoluta discreción. (Escuché un rumrum expectante.) Si, claro que las tengo encriptadas en mi móvil, añadió después de un momento de suspense. Pero ni puedo descubrir el secreto, ni arriesgarme con ello a perder el trabajo y la libertad amigos. Experta en veredas, y algún atajo también, recorrimos muchas hasta el amanecer. Así que os puedo garantizar que las fotos son muy explícitas y muy, muy artísticas. Pedimos un café para despedirnos, que rogó blue mountain al servicio de habitaciones. Atendidos por una joven mulata, le dedicó tales insinuaciones que pareciera dispuesta a iniciar un trío, si la camarera hubiera accedido. Tal vez otro día, suspiró con media sonrisa. Me aseguró que, como norma de la pareja, no lo repetiríamos sin mi mujer. Me dio un beso en cada mejilla y se fue, dejándome por todo el cuerpo su olor a sexo y colonia barata. Naturalmente no le pedí el dinero que ella no hizo ademán de pagar. Tal vez… no me lo había ganado. Yo a ella sí se le habría pagado con gusto.”
epílogo
Os enseñaré únicamente esta foto, tomando ese café antes de despedirnos. Bueno ¿Qué os parece? ¿Y ese silencio…? Contestaron todos a trompicones: Amigo, la conocemos también. No es la mujer de tu jefe, todos los ejecutivos han cenado esa noche con sus amigas, como en otras ocasiones con nosotros, y ésta te ha tomado el pelo, no sin beneficio mutuo. Jajá... El AVE se acercaba lentamente a la estación Puerta de Atocha. Pequeño homenaje a la película de Pedro Olea, “Más allá del Jardín” (Excepto la coda del Senegal)
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Lanzarote José M. Gonzalo “El 1 de Septiembre de 1730, entre las nueve y diez de la noche, la tierra se abrió de pronto cerca de Chimanfaya, a dos leguas de Yaiza. En la primera noche, una enorme montaña se elevó del seno de la tierra y del ápice se escapaban llamas que continuaron ardiendo durante diecinueve días. Pocos días después, un nuevo abismo se formó y un arrollador torrente de lava se precipitó sobre Chimanfaya, sobre Rodeo y sobre una parte de Mancha Blanca. La lava corrió sobre los pueblos hacia el Norte, al principio con tanta rapidez como el agua, pero bien pronto su velocidad se aminoró y no corría más que como la miel. Pero el 17 de septiembre, una gran roca surgida de las profundidades de la tierra se levantó con un ruido atronador y por su presión forzó la lava, que desde el principio se dirigía hacia el Norte para después cambiar de camino y dirigirse hacia el Noroeste. La masa de lava llegó y destruyó en un instante los lugares de Maretas y de Santa Catalina, situados en el Valle.” El viajero contempla, absorto, el pavoroso paisaje que le rodea, apenas alterado por verdes líquenes adheridos a la roca y escasos arbustos. Cuesta imaginar que todo eso ocurrió hace menos de 300 años y que alguien pudiera estar allí para contarlo. Por ello, el testimonio del cura de Yaiza, D. Andrés Lorenzo Curbelo, testigo presencial de los acontecimientos, le ha impresionado profundamente. Mientras avanza por el camino áspero y pedregoso, atravesando un mar de lava en el que resaltan los tonos oxidados sobre un profundo negro azabache, las palabras de D. Andrés vuelven de nuevo a su memoria… “El 11 de Septiembre la erupción se renovó con más fuerza, y la lava comenzó a correr. De Santa Catalina se precipitó sobre Mazo, incendió y cubrió toda esta aldea y se precipitó luego como una catarata de fuego en el mar con un ruido espantoso durante seis días seguidos. Los peces flotaban muertos en cantidades ingentes sobre la superficie de las aguas. Luego todo se calmó, y la erupción pareció haber cesado completamente. Pero el 18 de Octubre, tres nuevas aberturas se formaron inmediatamente encima de Santa Catalina, que arden todavía y de sus orificios se escapan masas de humo espeso que se extienden por toda la isla, acompañado
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El fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se había visto en verano, ver de día lo que se vio de noche, con el sol lo que antes se vio bajo la lluvia, ver la siembra verdeante, el fruto maduro, la piedra que ha cambiado de lugar, la sombra que aquí no estaba. José Saramago
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de una gran cantidad de escorias, arenas y cenizas que se reparten todo alrededor, cayendo por todas partes gruesas gotas de agua como si lloviera…” Los truenos y las explosiones que acompañaron a estos fenómenos, la oscuridad producida por la masa de cenizas y el humo que recubría la isla forzaron más de una vez a los habitantes de Yaiza a tomar la huida, volviendo al poco tiempo porque estas detonaciones no aparecieron acompañadas de otros fenómenos de devastación. El 28 de octubre, después de haberse mantenido la actividad volcánica durante diez días, cayó muerto el ganado en toda la comarca, asfixiado por las emanaciones pestilentes que caían en forma de gotas. El 7 de enero de 1731, nuevas erupciones asolaron las precedentes. De dos aberturas surgieron coladas incandescentes seguidas de un humo espeso. Este humo era atravesado por una gran cantidad de brillantes relámpagos rojos y azules, acompañados de truenos como en las tormentas. Los habitantes de la isla, aterrorizados, perdieron toda esperanza y huyeron con su párroco hacia Gran Canaria, donde vivieron hasta 1736. Durante esos seis años hubo vulcanismo en Lanzarote, pero habría que esperar hasta 1824 para que las erupciones llegaran a su fin, cambiando dramáticamente el paisaje hasta conformar el escenario que el viajero recorre, asombrado, con la sensación de pisar un suelo recién creado, pero, al mismo tiempo, primigenio, que le remonta al origen mismo del mundo. La Caldera de los Cuervos le espera, impaciente, al final del camino. Es uno de los más de cien volcanes existentes en la isla, pero sus pronunciadas pendientes tapizadas de un manto negro de piroclastos, junto a su ubicación, aislado y solitario en mitad de un paraje desierto, le convierten, probablemente, en el más sugestivo de todos ellos. Durante su erupción albergó en su interior una importante cantidad de lava hasta que la ruptura de una de sus paredes la precipitó al exterior junto al enorme bloque de piedras que cerraba el cráter. El viajero llega hasta la base del volcán y penetra
en su interior a través de un gigantesco portillo, erizado de ásperas y resquebrajadas escorias. La fascinante belleza que lo rodea es indescriptible. Grandes y escarpadas paredes cortadas a pico conforman un profundo abismo en cuyo interior uno se siente pequeño, insignificante, a merced de las fuerzas telúricas que podrían engullirlo antes de que le diera tiempo a dar un solo paso. Pero en Lanzarote no solo hay volcanes. La isla está llena de parajes únicos, unas veces creados por la propia naturaleza y otras por la acción humana, como el Valle de la Geria, en el que los agricultores plantan sus parras en hoyos excavados en la lava, a modo de invertidos conos volcánicos al abrigo del fuerte viento y del que obtienen, gracias a la gran fertilidad del suelo, uno de los mejores caldos del mundo: el vino de malvasía. El viajero se dirige hacia otro de los escenarios que entran en la categoría de espectáculos de la naturaleza: Los Hervideros y El Golfo. El primero debe su nombre al efecto que se produce cuando las olas entran en el laberinto de cuevas submarinas nacidas de la lava solidificada y aparecen, rugiendo, sobre los acantilados de formas imposibles, proyectando su espuma hacia el cielo con una potencia tal que pareciera que el mar estuviese hirviendo. La visión que ofrece el conjunto de acantilados con la Montaña Bermeja al fondo merecería por sí sola un viaje a la isla. Pero aún queda El Golfo, uno de los paisajes más sorprendentes que se puedan ver: al pie de un cono volcánico de tonalidades rojizas medio sumergido en el océano, aparece un lago en forma de media luna con unos impresionantes tonos verdes, separado de las azules aguas atlánticas por una playa negra salpicada de olivinas y, al mismo tiempo, comunicado con él mediante pasajes submarinos ¿Se puede pedir más? En dirección al norte se atraviesa el Malpaís, una tierra dura e improductiva cubierta de lava en su mayor parte y que quizá sea paisaje más característico de la isla. Tras unos kilómetros de recorrido aparece el Valle de las Mil Palmeras, en cuyo
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centro se encuentra Haría, un pueblo blanco que ofrece la imagen perfecta de un oasis rodeado de cactos y palmerales, pero con la peculiaridad, cómo no, de estar al pie de un volcán. Muy cerca de allí, en dirección a la costa, se encuentra la Cueva de los Verdes, un túnel volcánico subterráneo de más de seis kilómetros de longitud, producto de la erupción del Volcán de la Corona, que se adentra en el mar durante un tramo de un kilómetro y medio al que se denomina “Túnel de la Atlántida”. Durante su recorrido se pueden apreciar los Jameos, desprendimientos parciales del techo que permiten el acceso a diferentes grutas. La experiencia de observar los intensos colores que tiñen las paredes debido a su composición mineral y los reflejos de la luz sobre las eflorescencias salinas producidas por las filtraciones de agua desde la superficie, es, sencillamente, inolvidable. El viajero termina su periplo en el Mirador del Río, una obra de arte del artista más famoso del archipiélago, Cesar Manrique, ubicada sobre la cima de un imponente acantilado desde el que se aprecia la mejor vista de la Isla de la Graciosa y donde la grandiosidad del Atlántico le evoca las palabras de José Saramago, el insigne escritor que escogió esta isla como lugar de retiro: “El viaje no acaba nunca. Solo los viajeros acaban. E incluso estos pueden prolongarse en memoria, en recuerdos, en relatos. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: “No hay nada más que ver”, sabía que no era así. El fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se había visto en verano, ver de día lo que se vio de noche, con el sol lo que antes se vio bajo la lluvia, ver la siembra verdeante, el fruto maduro, la piedra que ha cambiado de lugar, la sombra que aquí no estaba. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino.”
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Foto confeccionada con latas de bebida
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Dos iguales para hoy Ricardo González “Completu” La mayor parte de quienes disfrutamos haciendo fotos también somos grandes devoradores de imágenes fotográficas de otros fotógrafos. Vamos a las imágenes de nuestro buscador de Internet y de las que muestra la pantalla, siempre hay algunas que nos llaman más la atención que el resto, y por consiguiente la desplegamos y analizamos mentalmente desde una entrada, que ya premeditadamente nos ha arreglado su autor mediante los encuadres y formas, para que destaque entre las demás competidoras. Estas fotografías a las que me refiero suelen ser de lo más variable sin determinar una forma concreta de punto llamativo, pudiendo ser rayas, ángulos, círculos, personas, animales, cosas, e incluso una forma borrosa; pero todas ellas nos muestran una particularidad de la mencionada entrada de vista y que nos obliga a una salida después de haber revisado toda la toma. Esto es un tipo de fotografía de expertos, aficionados y profesionales. Luego están las fotografías turísticas o de muestras de lugares, que se desea que quien las vea tenga conocimientos del lugar o de los detalles del momento. Cuando se ha hecho una fotografía de un lugar conocido, de una obra de arte, o de un detalle que quisiéramos contar sin tener que ponernos a decir verbalmente lo qué es, dónde está y el porqué. Buscamos los detalles para que en nuestra foto entre el significado y algo que defina el donde se encuentra y un entorno contrastando con algún detalle de tamaños. Vemos un tipo de estas fotos y nos pasamos unos momentos a modo de lectura de libro imaginario y componiendo detalles de cómo la hizo y los medios que pudo usar. Pero siempre consiguen que nos hablemos a nosotros mismos. El fotógrafo turista hace las fotos de frente, porque él ya sabe la historia, vista en directo. Para mostrar detalles, coloca a su pareja o a otros delante de la cámara y después el entorno de lo que quiere que sea prioritario de mostrar. Suelen llevar los mandos de la cámara en automáticos porque unas veces estarán en el interior, otras a la sombra y otras sobre las grupas de un camello. Pier-
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Las dos novias se besan
den un gran número de tomas, pero no tiene importancia porque o no las enseñan o tienen otras tres mil de lo mismo. Para no poner comparaciones odiosas ni nombres, solo diré que, para mi, hay tres clases de fotógrafos: los turistas, los profesionales (encuadrando dentro de este tipo a esos amateur que no venden sus buenas fotos) y los profesionales que van de turismo . A veces se juntan en un mismo lugar y para hacer la misma fotografía un profesional y un turista, y cuando se muestran las dos fotos de lo mismo, vemos que la hecha por el profesional tiene otra luz, otra forma de mostrar lo mismo pero con el detalle de que no hace falta hablar para decir; mientras que la del turista, nos empieza a hablar, a comentar el dónde, el cuándo y el porqué. Claro que, aún llevando los dos la misma marca y el mismo tipo de cámara y objetivo, el turista seguirá en sus convicciones y dirá algo que lo definirá como que él no tiene lo mismo que su contrincante; como por ejemplo que el venía con chaqueta y corbata y que por eso no encuadró la foto. Vale, todo perfecto porque ya sabemos que los hay con más experiencia y vista que otros que solo muestran lo que tienen delante, pero y si los dos tipos de fotógrafos hacen la misma foto, desde el mismo trípode y con los mismos datos exif y exactamente con la misma dirección y cámara, ¿qué ocurriría dentro de unos días si mostraran las dos ampliaciones a la vista de sus amigos en común? Bueno, pues ahí entramos los componentes de esta revista que llamamos Luz y Tinta, y en esta sección intentaremos encontrar como hacernos diferentes. Foto confeccionada con latas de bebidas: se trata de la misma foto en los dos casos y está hecha con un objetivo de 8mm. Para adaptar las aberraciones del ojo de pez, a lo más real posible ya lo comenté en Luz y Tinta 57. El conseguir esas formas de aspecto óleo, podemos volver a visitar nuestra Revista número 48 Y ahora para destacar esos predominantes de vistas, lo conseguiremos duplicando capa.
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Modelo del scooter
Los valores para cada foto, es muy inapropiado comentar “Cuanto ponemos”, ya que según el tamaño de la foto, nos variará con número de valores. Así que cada cual tendrá que valorar la cantidad. Sobre la capa, Filtro/ Plastificado, seguimos con Filtro/ Desenfoque Gaussiano. Con la Goma De Borrar, daremos un aspecto de prioridad de vista, con detalle al 100% los mas cercanos y al 25% al segundo plano y sin tocar los fondos y terceros planos. En mi caso el balón y parte de la primera figura con borrado al 100% El brazo que toca el balón, segunda figura y parte de los componentes del suelo al 25%. Como el brazo del segundo muñeco quiero que aporte más a la vista, lo retoco otra vez al 25%, lo que hará que quede al 50% (porque se pasó por dos veces, con el mismo valor). Para la modelo del scooter: Las dos fotografías llaman la atención a su manera, y creo que, bajo mi punto de vista, cualquiera de las dos estaría bien. Una sufre de fuertes colores y la otra sus colores son más suaves, así que como se suele decir para gustos, colores. La foto variada está confeccionada simplemente con Duplicar capa/ Imagen/Ajustes/Desaturar y con Goma De Borrar con una dureza del 8%, ir borrando. (Recordemos que pasar otra vez por donde ya hayamos dado con la goma, significa que estará al 16/24/ 32/ 40,…. % )
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Grupo de solteros
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La novia
Las dos novias se besan: aquí se pueden imaginar la foto real, ya que no tiene más que objetar que el turista hubiera usado flash y yo no lo usé, para dar prioridades y comentar en vista sin decir palabra. Solamente me hizo falta borrar dos zonas de la misma foto para detallar sus contenidos. Grupo de solteros: Cuando la foto es divertida, el profesional la debe de hacer más aún si se puede, para que surja el efecto deseado. Los tipos de caricatura, aunque ya se comentó en Luz y Tinta 48, debo recordar que para esta ocasión se utilizó PhotoShop CC con camera Raw y en el modo Sombras, se aplicó dos veces, para mostrar mas detalle de comic, y a continuación se aplicó Filtro/Galeria De Filtros/Bordes Añadidos, quitando mucho Grosor de borde y la intensidad, pero dejando al 6 (tope) en Posterización). La novia: Esta foto pasó directamente desde la tarjeta de memoria en formato JPG a la Revista, con todos los pros y los contras. Yo no entregaría esta foto según la muestro, ya que primero clonaría la raya del techo a la izquierda. Digitalmente quitaría esa chaqueta del cabezal del acompañante. Desenfocaría más las mujeres que cruzan y se ven por la ventanilla trasera del coche y arreglaría el quemado de color que se aprecia en la ventanilla del conductor. Pero como siempre digo: Esto es lo que yo haría, no lo que debe hacerse, ya que yo no soy nadie para decirte nada del acabado de las fotos ajenas.
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Fotos de pie forzado José Luis García Como decía Gila: El verano pasado hice un tour por Europa. Recorrimos en once días diecinueve países, ¡deprisa! ¿eh?: “Vamos, vamos, vamos”. “Que me hago pipí”. “En Holanda, señora”. Se bajó las bragas en Bélgica y llegó justito, que íbamos todos en el autocar diciendo: “Que nos mea, que nos mea”. Nada. El guía lleva calculada la elasticidad de la goma, la longitud de las piernas, todo. Muchos conocemos Europa en estas circunstancias salvando las distancias con la gracia y hazmerreír del ingenio que Gila describe en este tipo de viajes, pero es lo que hay. Todo tiene sus ventajas y sus desventajas. Es cierto que hoy a quienes les guste organizar su propio viaje, todo les resulta mucho más sencillo gracias a Internet. Yo no era la primera vez que visitaba las ciudades más importantes de Holanda y Bélgica. Además en este tipo de viajes organizados, al contrario de si es uno mismo quien organiza el viaje, en este caso no tienes nada que pensar, ni casi dedicar tiempo a la preparación del viaje, ni planificar la ruta, ni preocuparse por los hoteles donde dormir, por restaurantes… en mi caso mí única preocupación es tener el material fotográfico a punto para las visitas. Y es ahí, donde el tema deja de ser óptimo para el fotógrafo, las visitas. En un viaje organizado por una Agencia de viajes, las visitas ya están definidas previamente, salvo en el caso de alguna visita opcional, y en otras ocasiones se saltan visitas que a nosotros nos pueden parecer más interesantes, pero tanto en unas como en otras, los horarios y tiempos están muy regulados en todo el viaje, lo cual, como fotógrafo no es la mejor de las situaciones.
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En esas circunstancias las fotos tienen que ser tomadas a pie forzado, a la carrera, no se toman en las mejores condiciones, al menos como uno desearía, pensando la foto, buscando localizaciones, instalando el trípode, etc, eso es impensable en un viaje de este tipo; uno ya tiene bastante con sortear a la gente y no perder el grupo, ya que se puede uno quedar colgado en cualquier ciudad. Si hago estas aclaraciones es porque las fotos han sido tomadas en esas circunstancias, rapidez, improvisación, grandes aglomeraciones de turistas, etc. Pero aun así, uno vuelve a disfrutar de los encantos arquitectónicos de ciudades históricas, como Brujas, una de las ciudades medievales mejor conservadas del mundo, fundada en el siglo XI. Bélgica, miembro fundador de la Unión Europea, cuyas instituciones principales están ubicadas en este país, así como otras organizaciones internacionales, como la OTAN. Gante, con su magnífica Universidad, su red de canales y su precioso centro medieval. Amsterdan, que no solo son canales y bicicletas, está a la vanguardia en Europa en cuanto a espectáculos, arte y museos, se dice que es una de las ciudades con más ambiente de Europa. La Haya, la ciudad donde se encuentra el parlamento holandés, este edificio es uno de los más impresionantes de la Haya. Marken, un pueblo tan idílico que por momentos parece un escenario. Roterdam, la ciudad de las mil caras, ciudad portuaria con uno de los mayores puertos del mundo, ciudad de moda, ciudad comercial y artística, sobre todo la ciudad de la arquitectura holandesa, un mundo que descubrir entre sus rascacielos. Voledam, pueblo de pescadores, es un verdadero placer pasear por sus calles y su paseo marítimo. ZaaseSchans, con sus molinos y sus casas tradicionales, que suerte que admirar estos paisajes aún nos salga gratis. Y, tal como dirigió en 1981 Carlos Saura su película Deprisa, Deprisa, en este caso con las pausas justas para seguir escribiendo con la luz e inmortalizando momentos que nunca volverán, pero que quedarán atrapados en los megapíxeles para la posteridad, bueno si en la posteridad hubiera megapíxeles, de momento en prevención suelo hacer siempre una selección de las que para mí son las mejores y
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pasarlas a papel. Es evidente que este tipo de fotos también tienen un importante valor sentimental, pues en ellas se captan momentos de familiares, de amigos y de compañeros de viaje, porque en este tipo de viajes nunca falta eso de: José Luis, “sácanos una aquí”, esas evidentemente me las he saltado, pues solo tienen interés para las personas que en ellas salen. Y así entre disparo y disparo va volando el tiempo, entre paisajes verdes, pueblos de pescadores, modernas construcciones que conviven con las medievales, pintorescos canales, puentes, molinos, bicicletas, viajar por estos países es todo eso, y mucho más, es también una envidiable mezcla de tolerancia y respeto multicultural.
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El navío Santísima Trinidad, en pintura de la época
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El navío Santísima Trinidad Juan Depunto
Yo nací en Cádiz, y en el famoso barrio de la Viña, que no es hoy, ni menos era entonces, academia de buenas costumbres. La memoria no me da luz alguna sobre mi persona y mis acciones en la niñez, sino desde la edad de seis años; y si recuerdo esta fecha, es porque la asocio a un suceso naval de que oí hablar entonces: el combate del cabo de San Vicente, acaecido en 1797. B. Pérez Galdós Comienzo de “Trafalgar”, vol. I de los Episodios nacionales
Soy yo de nuevo, el Almirante Collingwood. Os relaté la Historia de Menorca y el Lazareto de Mahón en el nº 48 de Luz y Tinta, allá por el 2015. Cuando en Trafalgar cayó mi amigo Nelson, tomé el mando de la Escuadra Británica y tuve el honor de enfrentarme al mayor navío de línea* del mundo, el “Santísima Trinidad”. Hasta este barco, en el siglo XVIII los mayores navíos del mundo tenían 3 cubiertas de cañones y sólo los teníamos las grandes potencias navales, fundamentalmente nosotros y los españoles. Luego los franceses hicieron al respecto grandes avances y dispusieron también de navíos de tres puentes. * El navío fue la evolución bélica del galeón. Se llamaban “navíos de línea” por ser la “línea” la formación de combate tradicional de la época. Se disponían estos buques de guerra en una hilera, uno detrás de otro, haciendo frente a la hilera enemiga.
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En la página anterior, el navío Trinidad, con su impresionante mascarón de proa. A la derecha, su popa.
En el siglo anterior, el XVII, el rey de Suecia decidió construir el mayor navío de su época, el “Vasa”, en honor a su dinastía. Originalmente tenía solo un puente de cañones pero sobre la marcha, el rey ordenó que se le añadiera un segundo puente con más cañones. El resultado fue que nada más botarlo se hundió… Trescientos años después se recuperó casi intacto del fondo del puerto y hoy se expone en un museo construido al efecto en Estocolmo (por cierto, el más visitado de Suecia), siendo el único barco de ese siglo que se conserva. El Trinidad se construyó en el único arsenal que tenía capacidad para ello, el de La Habana, empleándose en su estructura maderas de caoba, caguarán y júcaro. Tuvo un costo de 40.000 ducados y se tardaron dos años en terminarlo. Se botó en 1769, siendo impresionante su aspecto debido a los 63 metros de eslora (largo), 17 de manga (ancho) y 8,3 de puntal (altura). Pesaba casi 5000 toneladas y disponía de 140 cañones al final de sus reformas, en las que se añadió el cuarto puente. Lo tripulaban más de 1100 hombres. No sin razón fue apodado “El Escorial de los Mares”. Debido a las dificultades de navegación que presentaba, dadas sus enormes dimensiones, tuvo que pasar diversas e importantes remodelaciones en varios astilleros, siendo la definitiva la del arsenal de La Carraca en Cádiz. Fue Buque Insignia de la flota española bajo el mando de varios almirantes**, desde José de Córdoba a Hidalgo Cisneros con el que acabó sus días. Participó en la Guerra de la Independencia de Estados Unidos (1779), a la que España y Francia dieron su apoyo, declarándole la Guerra a Gran Bretaña. También participó en las operaciones del Canal de la Mancha, capturando convoyes ingleses (uno de ellos de 55 barcos). Más adelante pasó al Mediterráneo y participó en la reconquista de Menorca (1781). Luego volvió al Atlántico y encabezó el asedio a Gibraltar, luchando en la batalla del Cabo Espartel (1782), frente a Gibraltar, en Marruecos. Más adelante estuvo en la batalla del cabo San Vicente (1797), donde sufrió importantísimos daños en su estructura y tripulación, y finalmente sucumbió en la de Trafalgar, el 24 de octubre de 1805. Tras el ataque simultáneo de cuatro de nuestros navíos contra los que se defendió bravamente, finalmente lo capturamos y subimos a bordo tras su rendición, no al abordaje, pues sus muros eran infranqueables desde nuestros navíos. Se nos hundió frente a la punta Camarinal (entre Zahara de los Atunes y Bolonia, Cádiz), a 25 millas de la costa, cuando lo remolcábamos hacia Gibraltar, a pesar de los esfuerzos que hicimos los británicos y los españoles para mantenerlo a flote, naturalmente por razones distintas, nosotros para lucirlo como trofeo de guerra y los segundos para no acabar en el fondo del mar. Sin embargo y a pesar de estar en bandos enfrentados, nuestra caballerosidad rescató a la mayor parte de la tripulación cuando ya nada más se pudo hacer, siendo esto acreditado por cronistas y oficiales españoles en sus informes (como Galdós y otros). Vuestro grandísimo escritor, Don Benito, es quien mejor ha descrito este poderosísimo barco en el primero de sus Episodios Nacionales, el de “Trafalgar”, con estas palabras puestas en boca del protagonista, un jovenzuelo llamado Gabrielillo: “… me vi cerca del Santísima Trinidad, el mayor barco del mundo, aquel alcázar de madera, que visto de lejos se representaba en mi imaginación como una fábrica portentosa, sobrenatural, único monstruo digno de la majestad de los mares”. Y continúa así más adelante: “Por fin llegamos al Trinidad. A medida que nos acercábamos, las formas de aquel coloso iban aumentando, y cuando la lancha se puso al costado, confundida en el espacio de mar donde se proyectaba, cual en negro y horrible cristal, la sombra del navío; cuando vi cómo se sumergía el inmóvil casco en el agua sombría que azotaba suavemente los costados; ** Almirante en la Marina es equivalente a General en los Ejércitos de Tierra y Aire. Hay
a su vez varios grados: Contraalmirante, Vicealmirante, Almirante, Almirante General y Capitán General de la Armada.
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cuando alcé la vista y vi las tres filas de cañones asomando sus bocas amenazadoras por las portas, mi entusiasmo se trocó en miedo, púseme pálido, y quedé sin movimiento asido al brazo de mi amo. Pero en cuanto subimos y me hallé sobre cubierta, se me ensanchó el corazón. La airosa y altísima arboladura, la animación del alcázar, la vista del cielo y la bahía, el admirable orden de cuantos objetos ocupaban la cubierta, desde los coys*** puestos en fila sobre la obra muerta, hasta los cabrestantes, bombas, mangas, escotillas; la variedad de uniformes; todo, en fin, me suspendió de tal modo, que por un buen rato estuve absorto en la contemplación de tan hermosa máquina, sin acordarme de nada más”. Como habrán observado, parece como si cuando lo ve por primera vez aún no se le habían añadido a la cuarta cubierta los cañones de dotación y ya era un navío impresionante. Más adelante ya lo explica mejor: “El Santísima Trinidad era un navío de cuatro puentes. Los mayores del mundo eran de tres. Aquel coloso, construido en La Habana, con las más ricas maderas de Cuba en 1769, contaba treinta y seis años de honrosos servicios. Tenía 220 pies de eslora, es decir, de popa a proa; 58 pies de manga (ancho), y 28 de puntal (altura desde la quilla a la cubierta), dimensiones extraordinarias que entonces no tenía ningún buque del mundo. Sus poderosas cuadernas, que eran un verdadero bosque, sustentaban cuatro pisos. En sus costados, que eran fortísimas murallas de madera, se habían abierto al construirlo 116 troneras: cuando se le reformó, agradándolo en 1796, se le abrieron 130, y artillado de nuevo en 1805, tenía sobre sus costados, cuando yo le vi, 140 bocas de fuego, entre cañones y carronadas. El interior era maravilloso por la distribución de los diversos compartimientos, ya fuesen puentes para la artillería, sollados para la tripulación, pañoles para depósitos de víveres, cámaras para los jefes, cocinas, enfermería y demás servicios. Me quedé absorto recorriendo las galerías y demás escondrijos de aquel Escorial de los mares. Las cámaras situadas a popa eran un pequeño palacio por dentro, y por fuera una especie de fantástico alcázar; los balconajes, los pabellones de las esquinas de popa, semejantes a las linternas de un castillo ojival, eran como grandes jaulas abiertas al mar, y desde donde la vista podía recorrer las tres cuartas partes del horizonte. *** Coys: Lona que, colgada de sus cuatro puntas, sirve de cama en un barco.
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A la izquierda, castillo de popa. A la derecha, campana del navío.
Nada más grandioso que la arboladura, aquellos mástiles gigantescos, lanzados hacia el cielo, como un reto a la tempestad. Parecía que el viento no había de tener fuerza para impulsar sus enormes gavias. La vista se mareaba y se perdía contemplando la inmensa madeja que formaban en la arboladura los obenques, estáis, brazas, burdas, amantillos y drizas que servían para sostener y mover el velamen”. Luego continúa describiendo los preparativos del combate y se detiene un momento para describir el navío de mi Jefe y amigo Horacio Nelson, así como el mío: “…Uno se dirigía hacia nosotros, y traía en su cabeza, o en el vértice de la cuña, un gran navío con insignia de almirante. Después supe que era el Victory**** y que lo mandaba Nelson. El otro traía a su frente el Royal Sovereign, mandado por Collingwood”. Los cañones de a 36 del navío insignia español tenían un alcance efectivo de hasta una milla y media con sus bolas macizas de hierro, capaces de perforar un muro de roble de medio metro de grosor cuando se disparaban a 300 metros, pesaban tonelada y media y necesitaban una dotación de hasta 15 hombres por cañón. Para disimular la impresión de la tripulación por la visión de la sangre derramada por los proyectiles, se pintaban de rojo el interior de las naves y se vertían sacos de arena o serrín en el suelo, que además evitaban el resbalamiento con fluido tan viscoso. El mascarón de proa era un león rampante, que representaba a Castilla y León. En las batallas navales había que ir al encuentro de la flota enemiga. Para ello, la labor de vuestros actuales GPS se las encomendábamos a embarcaciones ligeras que surcaban los mares en busca de esta flota enemiga o se conseguía esta información fiándose de las coordenadas que facilitaban barcos pesqueros o mercantes que se cruzaban por azar en la derrota de las armadas. Pero buena parte de las batallas navales se entablaron por coincidencia azarosa de las escuadras. El rígido protocolo de lucha, que obligaba a batallar en línea, originaba situaciones absurdas en las que un buque podía ser atacado por 3 ó 4 navíos enemigos a la vez, mientras que los navíos amigos mantenían la línea de combate sin auxiliarlo, salvo por orden del correspondiente almirante, si es que era vista en ese juego de señales con banderas, difíciles de ver entre el humo de los cañonazos y los incendios de a bordo. Estas inflexibles estructuras se las saltaba Nelson a su agudo criterio, siendo ello una de las causas de sus victorias. Por ejemplo, en esta su última batalla Nelson dispuso nuestros navíos en varias líneas; de esa manera por cada lado de un barco español o francés pasaban un inglés, es decir dos a uno. **** Es el único navío de línea del mundo que se conserva en la actualidad. Está restaurado,
convertido en museo naval y anclado en el puerto de Portsmouth, al sur de Inglaterra, frente al Canal de la Mancha.
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La mentalidad española, poco dada a la sistemática y mucho a la improvisación, no terminaba de aceptar que la victoria no dependía tanto de tener un mayor número de barcos de guerra y más artillados, como de tener un material moderno y de primera calidad, sin esos fallos de navegación que se daban en el Trinidad por un mal diseño que necesitó continuas reformas. Y sobre todo, de tener unos marinos profesionalizados, bien entrenados y pagados y no improvisados a través de levas que recogían en la población al desecho de la sociedad: vagabundos, reclusos del penal del Puerto de Santa María y demás gentes sin preparación alguna y peores sueldos que los hacía trabajar a la fuerza y sin más motivación que intentar salvar el pellejo, lo cual no es poco pero tampoco suficiente. La inexperiencia de los artilleros españoles, pastores y granjeros en su mayor parte, hacía que la cadencia de fuego fuera tres veces más lenta que la que teníamos nosotros. Y es que el oficio de marinero no tenía atractivo alguno en la España del diecinueve: La dureza de la vida en los barcos y los escasos sueldos, que siempre llegaban con retraso, ahuyentaban a los voluntarios para alistarse en vuestra real marina. Sin embargo, vuestra falta de planificación era en ocasiones sustituida por una brillante improvisación, como cuando en el asedio a Gibraltar dispusisteis de morteros a bordo de pequeñísimos botes que inicialmente suscitaron las risas de nuestros defensores del Peñón. Pero cuando llegó la noche y empezaron a vomitar fuego por sus bocas, mis compatriotas no podían apuntar sus baterías contra estos blancos tan pequeños y móviles que les sorprendieron durante tres noches consecutivas. El informe que nos llegó al Almirantazgo del capitán Sayer, que mandaba las piezas inglesas en la Roca, decía “... porque atacaban de noche, eligiendo las más oscuras y era imposible apuntar a esos pequeños bultos”. Luego estuvieron los fallos estratégicos del Alto Estado Mayor de la Marina aliada franco-española, mandado por el almirante francés Villeneuve que, presionado por Napoleón que se hallaba muy lejos del mar de batalla, se empeñó en sacar la escuadra de la bahía de Cádiz, bien resguardada, y salir a mar abierto, en contra de lo aconsejado por los almirantes españoles, empezando por Gravina
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Batería de cañones de la 4ª cubierta.
Palos y plataformas del velamen
(Capitán General de la Armada española, que murió en marzo de 1806, en su casa frente a la catedral de Cádiz, como consecuencia de las heridas recibidas en el combate de Trafalgar), Cisneros, Alcalá Galiano y Churruca (que murió en el combate y ante cuyo cadáver los ingleses, que mucho lo apreciábamos, mostramos honda pena) y hubo que luchar no sólo contra nuestra Royal Navy si no contra el huracán que se desencadenó con un buque insignia con malísima maniobrabilidad y entrándole agua al primer puente de cañones, lo que los hacía inservibles. Por último, la rigidez de sus antiguas tácticas navales frente a nuestra maniobrabilidad rompiendo sus líneas e intercalándonos entre sus navíos, con lo que al poder disparar simultáneamente con los cañones de ambos costados de los navíos, nos hizo multiplicarnos por dos. Mi jefe y amigo Nelson, frente al cabo de Trafalgar, se puso como primer objetivo capturar al navío insignia español, y a última hora de la mañana del 21 de octubre de 1805, con su afamado Victory de tres puentes y 100 cañones, que ya había luchado con el Trinidad 25 años antes en cabo Espartel, con viento de popa, bogó directamente hacia el costado de babor del buque español, en una derrota audaz que le costaría muy caro, pues para ver mejor la maniobra se subió al puente más alto y allí sus brillantes y numerosas insignias fueron un blanco perfecto para que un simple mosquetero del barco francés “Redoutable” lo alcanzase, por lo que lo tuve que relevar en el mando de nuestra Royal Navy cuando perdió el sentido, no sin antes saber que íbamos ganando la batalla que duró hasta que el Trinidad se rindiese tres días después, el 24 de octubre. El “Victory”, bastante maltrecho con el enfrentamiento, fue remolcado a Gibraltar, con el cuerpo de Nelson dentro de un barril de coñac para conservarlo. Su cadáver lo enviamos a Londres y se enterró en la catedral de San Pablo, poniéndose el nombre de Trafalgar Square a la famosa plaza donde está su estatua. Su navío lo conservamos en puerto al sur de Gran Bretaña, convenientemente restaurado, para la posteridad. Antes de comenzar la batalla, Nelson envió uno de sus últimos mensajes codificados a nuestra flota. Fue el famoso “England expects that every man will do his duty” (Inglaterra espera que todo hombre cumplirá con su deber). Por la trascen-
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Doble ruedad del timón
dencia de la batalla y la muerte en la misma de Nelson, la frase quedó inmortalizada en el acervo popular británico, siendo citada repetidas veces hasta hoy mismo1. Doy fe de que una vez hechos prisioneros los mandos, fueron a entrevistarse conmigo. Como comenta Pedro Amado “… Cisneros escribiría que el trato dispensado a él y todos los oficiales durante el cautiverio fue exquisito y que los ingleses en ningún momento se mostraron soberbios con los vencidos, sino que colaboraron esforzadamente en salvar vidas y en conciliar odios. En el Trinidad, el teniente de presa Walsh, ahora a cargo del buque, dio prioridad a evacuar a los heridos y a mantenerlo a flote, una labor muy penosa a tenor del temporal, que arreciaba por momentos, y de que de las cuatro bombas de desagüe únicamente funcionaba la mitad. Todos los hombres que podían mantenerse en pie aunaron sus empeños en esos cometidos, mientras las fragatas inglesas Naiad y Phoebe y el navío Prince trataban de remolcar el vapuleado casco en dirección a La Roca en medio de un temporal in-crescendo. En los dos días siguientes se trasladaron más de 90 contusos desde el Trinidad al Neptune y Prince… el día 24 de octubre el grupo de embarcaciones empeñadas en salvar al navío español se vio arrastrado al océano abierto y ahora se encontraba a casi 50 kilómetros al suroeste del cabo Trafalgar. Las bodegas del Trinidad estaban completamente encharcadas y el agua desalojada apenas reducía la inundación… Finalmente, la tripulación que lo marinaba se apeó apresuradamente de los despojos del otrora solemne barco a las 5 de la tarde de ese día 24 de octubre de 1805, abandonando a su suerte a casi un centenar de magullados que todavía permanecían en su interior. El pecio se hundía y los remolcadores cortaron los cables ante el peligro de ser arrastrados con él a las profundidades. Ante la atenta mirada de los extenuados hombres que habían intentado salvarlo, el Santísima Trinidad, orgullo de la armada española durante casi cuatro décadas, era engullido por unas aguas hirvientes, imprimiendo una imagen histórica y espeluznante en las retinas de aquellos que vivieron sus últimos segundos sobre la faz de la tierra”. La descripción del intento de remolcamiento y hundimiento hecha por Galdós, coincide fielmente con lo dicho. Años más tarde, algunos de los cañones del navío fueron rescatados y se conservan en en la entrada del Panteón de Marinos Ilustres***** situado en la Escuela de Suboficiales de la Armada, en San Fernando (Cádiz). ***** Foto original de “Peejayem” publicada en Wikipedia.
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Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, Cádiz.
Como les decía, mi amigo Juan Depunto en el número 58 de Luz y Tinta, hablándoles de las copias (artículo sobre Egipto), para las fotografías que él ha hecho se ha valido de la única copia existente de este buque (aunque no es una copia fidedigna en el sentido científico-histórico de lo que es una réplica): el barco-restaurante “Santísima Trinidad”, anclado en el puerto de Alicante como barco-museo-restaurante-discoteca, dado que no pudo fotografiar el barco original por encontrarse hundido a 25 millas de Trafalgar, ser muy fuertes y peligrosas las corrientes que por allí se dan y no encontrarse él en su mejor momento para hacer submarinismo. Referencias bibliográficas: a. Benito Pérez Galdós. Episodios Nacionales, Primera serie, Libro I: Trafalgar. Ed. Bib. Virtual Miguel de Cervantes, 2001 (digitalizado a partir de la ed. de 1882), Madrid. b. Historia del navío de línea Santísima Trinidad. Publicado en: http://www.todoababor.es/listado/naviosantisimatrinidad2.htm b. http://www.eltrinidad.es c. Pedro Amado. Navío Santísima Trinidad, orgullo de la Armada española. Publicado en: http://www.todoababor.es/articulos/santisimatrinidad.htm d. https://www.youtube.com/watch?v=ijCVTxyqCdw
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Los “Exconxuraos”
Fiesta de Posada de Llanera, Asturias Juanjo Pascual Al Norte de España se encuentra mi querida Asturias y dentro de ella múltiples concejos, formados por grandes, medios y pequeños núcleos urbanos. Uno de estos concejos es Llanera, en cuya capital; Posada de Llanera, se celebra la fiesta de los “Exconxuraos” el primer fin de semana de julio en el recinto ferial de Llanera. Una de las notas que la hace peculiar es su ambientación Medieval, dura todo el fin de semana; comienza el viernes a las cinco de la tarde, con la apertura del mercado y campamento medieval, termina el domingo hacia la diez de la noche con la clausura de ambos. Con el auge que tiene año tras año se ha convertido en un referente regional. La idea es sumergir al visitante en un viaje en el tiempo, trasladándose a aquella época donde transcurren los orígenes de la festividad. La entrada en la feria la haremos por unos pórticos de madera. Nos encontraremos tiendas artesanales que venden jabones y esencias naturales, postres y dulces tradicionales, bebidas entre las cuales no puede faltar el hidromiel (néctar que daba fuerzas y vigor a los griegos, romanos, celtas, normandos, sajones y vikingos en sus batallas y celebraciones). La feria es un bullicio de artesanos ataviados con trajes de época; cintas, banderines, escudos, fardos de paja, guerreros, bufones, arlequines, caballeros, damas, músicos y muchos más artistas. Como villa importante, no puede faltar en la misma el herrero, quien, con su fuelle, brasero, yunque y demás herramientas, va dando formas a sus metales convirtiendo esta materia prima en hojas para la batalla u ornamentos decorativos. Una de las actividades que más llama la atención y éxito tiene es la cena medieval (el interior del recinto ferial se decora como si un patio de armas se tratase), esta reúne en todas las ediciones a más de mil comensales alrededor de mesas y manteles. Los asistentes acuden a ella ataviados con vestuario medieval, sintiéndose por unos instantes como personajes de aquella época. A lo largo de la cena diversas actuaciones tendrán lugar, magos, bufones, hombres de fuego, etc.; haciendo la delicia de los comensales. También disfrutan del torneo Medieval al
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Los comenderos eran individuos a quienes se les daba en encomienda alguna villa o lugar, o tenía en ellas algún derecho concedido por los reyes, abades u obispos, con obligación de prestar juramento de homenaje.
final de la cena, donde cuatro caballeros lucharán por conseguir el honor de la dama que presidirá el torneo. Una batalla exhaustiva en la cual solo uno quedará en pie. Esta cena tiene una gran demanda, por lo que las plazas para la misma se agotan rápidamente; se realiza el sábado, el domingo por la tarde se celebra otra justa para el disfrute de todos los asistentes a la feria. En la parte del mercado nos encontraremos con más de cincuenta puestos de artesanos. En la época medieval los vecinos del lugar y pueblos cercanos vendían artesanía, ganado y excedentes de su producción. La esencia de este mercado ha sido reproducida ataviando a los artesanos con trajes acordes a su gremio y algunos de ellos ejecutan labores de su profesión al estilo tradicional, a la par que explican los procesos, las herramientas y materias primas usados en aquellas fechas. Durante toda la feria podremos contemplar representaciones teatrales, músicos deambulando e interpretando por el recinto las más variadas canciones con letras socarronas y festivas, bufones, juglares y un sinfín de artistas que no revelaré para que aquel que la visite se vea sorprendido. Encontraremos dos zonas diferenciadas, una cristiana con bufones, juglares y mercaderes y un zoco árabe con elementos ornamentales y comerciantes que con sus productos nos harán llegar sus tradiciones y costumbres, como la ingesta del té moruno acompañado de esos dulces tan especiales de su cultura. Contaremos con una exhibición de cetrería protagonizada por diversas aves rapaces, haciendo
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participes al público; sobre todo al más joven (lo cual hará que vivan una experiencia inolvidable). La fiesta nació como símbolo de unión de los vecinos del Concejo, motivo por el cual las asociaciones están muy presentes y participan activamente en el evento. Los bares y tabernas (cada uno con ambientación medieval diferente) dentro del recinto ferial son regentados por diversas comisiones de festejos y asociaciones vecinales; el visitante agradece tener un sitio donde refrescarse y degustar productos típicos de la época y del lugar. A lo largo del fin de semana, por parte de estas asociaciones vecinales, tiene lugar representaciones teatrales que rememoran cronológicamente los hechos históricos que dan origen a la fiesta. Hacia 1408 sin poder fijar fecha exacta, los vecinos de Llanera se declararon en rebeldía contra la autoridad del obispo Don Guillen de Monteverde (obispo francés perteneciente a la sede episcopal de Oviedo, elegido el 22 de diciembre de 1389), cansados de soportar los “agravios e sinrazones” que recibían de algunos comenderos del mismo. Esta acción provocó que se les impusiesen las graves penas canónicas típicas de estos casos, pronunciando sentencia de excomunión y entredicho sobre los moradores del concejo rebelde y todo su territorio. Los habitantes de Llanera mantuvieron con firmeza la rebeldía por espacio de cuatro años. Dejaron de sonar las campanas de las iglesias del Concejo, sus puertas permanecieron cerradas durante cuatro años y los clérigos abandonaron la celebración en ellas de los oficios dominicales, así como toda actividad eclesiástica (la cura de almas sobre los parroquianos, bendiciones, bautizos, extremaunción y sepultura eclesiástica). Viene siendo tradición que el domingo por la mañana se rememore la parte histórica en la cual, en el 1412, una representación de los vecinos, hidalgos y corporación caminaron en procesión hasta Oviedo en busca del perdón para eximirles de la Excomunión. Esta procesión se realiza en el interior del recinto ferial, con representantes de asociaciones, vecinos y corporación para finalizar con el pregón dado por algún personaje relevante del concejo. Terminado el pregón se celebra la eucaristía.
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El tiempo suele aliarse con los Exconxuraos, llegando a crearse caravanas en su acceso, para disfrutar de la feria es recomendable ir temprano y aprovechar las ofertas gastronómicas a la hora de la comida.
Las bandas de gaitas y grupos folclóricos acompañan el Desfile de Exconxuraos durante la mañana del domingo. En esta edición me llamaron mucho la atención las actividades protagonizadas por la Asociación Cultural Kérberos, dieron explicaciones de como combatían en aquella época y normalmente, en las refriegas que mantenían entre nobles; la misión de las tropas era capturar al noble para hacerle prisionero y pedir un sustancioso rescate por él. Aun siendo prisionero le trataban como un invitado por un doble motivo, por si capturaban a su noble que le tratasen igual y por otro lado que viesen que había sido mimado y bien alimentado durante su cautiverio. En resumen, una celebración en la que disfrutaremos, comeremos, beberemos con moderación y nuestras cámaras se divertirán de lo lindo. Enlaces de interés: •Historia de la fiesta y galería multimedia http://www.asturiasturismo.es/ •Página web oficial http://www.exconxuraos.es/ •Los Exconxuraos en la Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Los_Exconxuraos
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Primer Nude Master Class Photo 85
Para este Primer Nude Master Class se cuenta con la presencia de la actriz de cine ruso, la ucraniana Marianna Merkulova —sobre estas líneas—, una belleza sutil y delicada pero con una sensualidad arrolladora. Este Nude Master Class se desarrollará entre el sábado 24 y el domingo 25 de este mes de septiembre en las instalaciones del Hotel La Lastra, de Campo de Caso, y otros escenarios del Parque de Redes. Las actividades comenzarán a primera hora del sábado 24 y se extenderán durante todo el día, prosiguiendo al día siguiente con un apretado horario. Serán sesiones en las que solo participarán diez fotógrafos inscritos a través de Moldeando la luz y, además de la actriz Marianna Merkulova, contará con la participación del maestro de fotografía Jorge Alonso Molina, del que los lectores de LUZ Y TINTA tienen contada información en los dos números anteriores, y con otros reconocidos fotógrafos..
Toda la información en el post de Moldeando la luz: http://moldeandolaluz.com/profiles/blogs/primer-nude-master-class-photo-organizado-por-moldeando-la-luz-y-
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Instalaciones del Hotel La Lastra donde se desarrollarรก este Primer Nude Master Class Photo
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La construcción de un sueño Claudio Serrano Con qué pocos elementos se puede cimentar un sueño. A Nadima, en esta ocasión, le ha bastado con una figura de mujer en un paisaje difuminado. La mujer, ataviada con un imaginativo vestuario, sostiene en sus manos un serón de esparto lleno de ramas silvestres y se engalana con unos abalorios que hacen resaltar la profundidad de sus ojos. Estos abalorios que enjoyan su frente, así como las pulseras y brazaletes, aunque sencillas, y por supuesto su cuidado vestuario nos hablan a las claras del origen ciudadano de la modelo y nos hacen recordar aquellos versos de Rubén Darío: “Amo los pálidos rostros/ y las brunas cabelleras,/ los ojos lánguidos y húmedos/ propicios a la tristeza.” Y acaso sea tristeza lo que destila la modelo. O quizás ensueño. En todo caso, contraste. Por eso Nadima ubica a su modelo sobre un fondo difuminando, como subsumido en su propia niebla, de modo que la modelo parece flotar en su particular ensueño, aquel que, verso a verso, construye el poema de Octavio Paz a base de tonos verdes esenciales: “La tinta verde crea jardines, selvas, prados,/ follajes donde cantan las letras,/ palabras que son árboles,/ frases que son verdes constelaciones.” Esa tinta verde construida con palabras, ese verdor salvaje que enmarca a una modelo de acusada tristeza y fecunda ensoñación, es la mínima concesión de estas fotos de Nadima al paisaje circundante. El resto es imaginación, poesía, como una especie de puente sobre el vacío del ensueño, y el silabeo del propio pensamiento, lento como la tarde, que se precipita como en una cascada, buscando el arrullo del agua, el sonido lejano del viento, el abrazo insomne de la soledad.
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Fotógrafos Húngaros Contemporáneos
V. ISTVÁN KEREKES Ilona Gogh "Las cosas más valiosas en la vida son recuerdos de un hombre. Y ellos no tienen precio." Andre Kertész Nosotros, amantes de la fotografía, visualizamos diariamente miles de fotografías, entre ellas obras de fotógrafos de renombre, populares, incluso con reconocimiento internacional, y aprendemos de ellos, Grandes Fotógrafos; sin embargo, lo mismo podemos encontrarnos con grandes fotógrafos en el anonimato o semi-anonimato cuyas obras no son tan conocidas, que impactan y despiertan sentimientos que arrastran para seguirlos... Es lo que me pasó a mi cuando me encontré con la página web de István Kerekes, http://www.kerekesistvan.hu/#/textpage/ , me quedé ahí pegada hasta terminar de repasar todo su carrusel, y sólo al final de su menú me topé con su pá-
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gina de Presentación, un texto que reflejó perfectamente mis sentimientos desde la primera fotografía visionada. Acá dejo la traducción de la misma; "Dicen que los ojos son el reflejo del alma. Habrá algo en ello, en mis fotos son los ojos los que cobran el papel principal. Sobran las palabras. A través de las miradas puedo trasmitir los sentimientos hacia el mundo, sean aquellos de animales o humanos, chicas o chicos, mujeres u hombres, niños o adultos, sin excepción. En sus ojos se refleja su vida. ¡Pasen a verlos ! El fotógrafo István Kiss Tanne dijo durante la apertura de mi primera exposición; "Sus fotografías me causaron una profunda alteración emocional, me han hecho arrancar un sinfín de pensamientos. Espero que vosotros tampoco os libréis con menos.!"
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En cuanto me puse a indagar sobre él para establecer un primer contacto ya supe que no era el único que llevaba ese nombre y apellido, muy común en Hungría; hay también otro fotógrafo István Kerekes, de renombre internacional, con un sinfin de premios y de reconocido prestigio mundial que ya no requiere ser presentado. Mas mi interés se dirigía hacia el sujeto objeto de esta presente entrevista... En cuanto recibí su respuesta a mi solicitud, sus primeras palabras se referían a disipar mi probable confusión, hasta que logré convencerlo de que fuera de toda duda es Él a quien me gustaría presentar y seguido a ello desarrollamos una serie de conversaciones en serie muy amenas en las cuales me dio muestras de una humildad correspondiente a lo reflejado en sus fotografias. Si bien es cierto que toca varios áreas, su tema principal es el hombre, el documentalismo social... —Para mi lo fundamental es la fiabilidad. Nunca me dio por fotografiar mi sujeto haciéndolo sentarse, mirar a la cámara y click. Para eso podría abrir un estudio fotográfico pero ese no es mi mundo. Yo quiero enseñar al HOMBRE, de tal manera que si dentro de diez/veinte años yo mismo vuelvo a ver esas imágenes, pueda recordarlos tal cual eran. Lo que quiero volver a ver es el tío Pepe, la tía Rebeca, que se dieron a sí mismos, con toda confianza y su ser, y no a señoras, señores tensos. Su estilo me hace recordar mucho a unos amigos de Moldeando con una colección de fotografía documental de mucho valor. István pertenece a ese grupo de fotógrafos, con imágenes evocadoras que condensan la atmósfera de un momento y/o una época, con interés por la cultura popular. —Sí, son registros, documentos de la época, que, al menos para mi, representan valores de un mundo pasado. Como ya sabes, mi tema preferido es el hombre, pero también fotografío plantas, animales y paisajes para mi propio disfrute... Me gusta la naturaleza y me enfada lo que veo a mi alrededor, de lo poco que cuidan de ella y la perjudican. De la selección de fotos que compartiré gustosamente algunas son inéditas aún, sin publicarlas ni siquiera en mi própia página, sólo para Ustedes... —Todas en blanco y negro.., estupendas! -exclamé. Y eso que tienes bellisimas fotos en colores también! —Es posible, pero esta es mi línea. Ese soy yo... Espero que no solamente las vean, sino que también muevan a reflexiones. Y contra lo acostumbrado, dejo para el final las primeras preguntas , respuestas básicas, que aunque en parte ya fueron respondidas durante las conversaciones, no dejan sin embargo de ser interesantes. —¿Cuáles fueron tus comienzos con la fotografía? —Ya desde niño me impresionaron las fotos. Mis abuelos tenían una cajita de madera repleta de fotos que yo sistemáticamente repasaba y observaba. Ya incluso en esa época mis preferidas fueron las de blanco y negro. Más tarde, en mi adoles-
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cencia, me encontré en el armario de mi amiga (ahora ya mi esposa) una cámara Smena descuidada, la tomé... y ese fue el comienzo... —¿Cuáles son tus temas preferidos? —Creo que la mayoría comienza con las fotos de la naturaleza, que siempre está a mano, llena de bellezas. Al inicio ni siquiera me gustaba que aparecieran personas en mis fotos, siendo mis primeras temas el paisaje, flores y animales. Más tarde me aburrí de las fotos atractivas, se me despertó el interés por el hombre, siendo hoy mi tema principal. —¿Cómo realizas tus fotografías? Cuéntame de tus fotos... —Para esa pregunta tengo una respuesta sencilla: las hago con el corazón...En general no llevo ideas preconcebidas, vivo los momentos. Si presiento el momento adecuado, entonces disparo. Dejo pasar el tiempo sin tocarlas, dejo asentar los sentimientos, al paso de los meses las vuelvo a ver y las que vuelvan a parecerme buenas, entonces las edito. —¿Qué y quiénes te inspiran en el arte fotográfico? —Buena pregunta. No sé si puedo dar una respuesta. Más bien respondo a una especie de motor interno, a veces me sale un "arriba a fotografiar". Mi equipo lo llevo encima por lo general, cuando siento el momento, saco la cámara. No tengo ejemplos a seguir. Hay un montón de fotografías estupendas por el mundo, una gran parte de ellos según mi opinión ni siquiera son realizadas por fotógrafos conocidos. Tengo una pésima opinión sobre el arte contemporáneo. No quiero decir que no haya excelentes artistas, solo según mi punto de vista el mundo no se fija en los que realmente se lo merecieran... —¿Con qué equipo técnico trabajas? —¿Es importante? Porque según mi opinión no tanto. Naturalmente no viene mal si uno cuenta con cierto equipamiento, ya que no se realizan siempre buenas fotos con cualquier cámara, pero la parte más importante de la fotogafía es el mismo fotógrafo. He visto en mi alrededor muchos hombrecitos pudientes que ni con las cámaras más avanzadas lograban hacer nada, y he visto los que hacen super fotos con cámaras de categoría básica. http://www.kerekesistvan.hu/#/textpage/ https://www.facebook.com/IstvanKerekesPhotography/?fref=hovercard https://www.facebook.com/IstvanKerekesPhotography/ https://www.facebook.com/388095834538798/photos/412507855430929/ Las fotos aquí editadas poseen derechos de autor, prohibido su uso sin el consentimiento previo del autor.
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MR TOLEDANO Toda la ropa que aparece en la serie Hope&Fear (Esperanza y miedo) es real, no está generada por ordenador. Los modelos realmente llevan puestos trajes hechos con armas o muñecas desnudas o pechos falsos. Todo es parte del trabajo socio-político de Phillip Toledano, un artista inglés que trabaja en Nueva York. «”Hope&Fear” es la manifestación externa de los deseos internos y la paranoia sin rumbo de la sociedad americana contemporánea», explica Mr Toledano (que no utiliza el “Phillip” en el trabajo). «¿Dé qué tenemos miedo? ¿Qué amamos? ¿Cómo funciona nuestra sociedad y qué es lo que adora?». Phillip se ha convertido en fotógrafo y creador de instalaciones hace poco y, antes de eso, fue director artístico de varias agencias de publicidad. Su trabajo desafía constantemente nuestra percepción de la sociedad contemporánea. En otra serie de imágenes, «A new Kind of Beauty» (Un nuevo tipo de belleza), nos plantea preguntas acerca del uso de la cirugía plástica para mejorar la apariencia; en «Stretch» (Estiramiento), dirige la atención a la representación del cuerpo humano utilizando maniquíes envueltos como crisálidas en telas elásticas. Siempre nos deja más espacio para la reflexión, diciendo: «Las fotografías deberían ser como frases inacabadas. Siempre debería haber espacio para más preguntas»
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