Nº 66 - Febrero 2017
Fotógrafo del mes: Juan José Pascual Presa Fábrica de municiones de Eugi ...y un Especial Eladio Begega
Año VII.- Núm. 66 - Febrero 2017 PROMOTOR José Luis Cuendia, “Guendy” DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González “Completu”, Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano.
Especial Eladio Begega......................................... Mi hermano secreto............................................ F.T. Pespunte................................................................ Gloria Soriano Caballo de plata................................................... Nadima/ Claudio Serrano Fábrica de municiones de Eugi........................ Juan Depunto Parque de la Naturaleza de Cabárceno.......... Juanjo Pascual
DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia
Todo es mentira................................................... Ricardo González “Completu”
DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González
László Balassa...................................................... Ilona Gogh
DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad
Liu Bolin................................................................
www.moldeandolaluz.com Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com
Nuestra portada:
Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society
2
4 9 37 41 45 51 59 65 69 77
Fotógrafo del mes: Juan José Pascual Presa........ Francisco Trinidad
Lorna Aguirre
Presentación In memoriam Moldeando la luz lleva los suficientes años en la parrilla virtual como para haber perdido a varios de sus miembros, todos ellos muy queridos, desde Javier Madroñero a Jan Puerta, pasando por Manuel Cascales Guindos y Carlos Rúas Trujillano. Al principio de este año 2017, cuando acabábamos de dar a luz nuestra revista número 65 se nos fue Eladio Begega. Todas las pérdidas de amigos son dolorosas, pero algunas tienen un sentimiento especial. A nadie se le escapa que para quienes estamos detrás de la elaboración de esta revista Eladio Begega es algo más que una pérdida. Eladio Begega era nuestro amigo, nuestro maestro, un referente que nunca hemos ocultado y que ahora, cuando ya ha atravesado la Laguna Estigia y nos espera más allá del tiempo, se convierte en un símbolo. Porque hablar de Eladio Begega es hablar de fotografía con mayúsculas. Y tanto en Moldeando la luz como en Luz y Tinta la fotografía es nuestro motor y nuestro punto de apoyo para nuevos proyectos, para seguir viviendo con su recuerdo y para materializar las ilusiones que nuestros amigos no pudieron llevar a cabo porque el tiempo les cerró las puertas. Por eso en este número dedicamos unas páginas especiales a nuestro amigo Eladio y con ellas queremos recordar a quienes nos dejaron en un recodo del camino y nos esperan allá donde las ilusiones no tienen hoorizonte.
Francisco Trinidad
3
Fotógrafo del mes de Enero, Juan José Pascual Presa
Juan José Pascual Presa Como él mismo cuenta, Juanjo Pascual conoció Moldeando la luz de forma accidental, en el doble sentido: tras un accidente haciendo fotos en la nieve tuvo que hacer la rehabilitación con un experimentado fisioterapeuta que es a la vez un experimentado y consecuente moldeador, José Luis Maylín. Las hábiles manos del fisioterapeuta ayudaron a Juanjo a recuperarse de su lesión y las entusiastas informaciones del moldeador le llevaron a integrarse en nuestra red social, en la que desde entonces es uno de los más animosos participantes. Para Juanjo Pascual, la fotografía tiene mucho de aventura y mucho de representación teatral. Dice en su presentación de Moldeando que sus fotos son un tránsito entre la fotografía intuitiva y la cognitiva, lo que, me apresuro a resumir, podríamos denominar, con sus propias palabras, fotografía intuitiva, según su último artículo en Luz y Tinta; una intuición la suya que le lleva del mundo del motor aeronáutico al microcosmos representativo del cosplay, pasando por la fotografía callejera o los retratos de glamour. Es proverbial su pasión por el Festival Aéreo de Gijón, del que nos dejó cumplida muestra en un amplio artículo de Luz y Tinta resumiendo los diez años de
4
5
este festival. Ese mundo de aeroplanos y helicópteros, de cazas y paracaidistas, rugiendo y evolucionando en sus difíciles acrobacias sobre el cielo de la playa de Gijón, le ha llevado a captar miles de imágenes, tocadas de una especie de hálito vivencial —el propio Juanjo quizás diría ‘intuitivo’— en el que conviven la adrenalina que se desprende del momento y esa capacidad de reflexión que busca el mejor encuadre y la más original instantánea. Son fotos relámpago, buscando ese instante en el que la cabriola del avión o el salto del paracaidista componen una escena artística, irrepetible, que Juanjo busca en todas sus posibilidades. Mundo totalmente diferente es el del Cosplay. Como el propio Juanjo nos ha explicado y mostrado en sucesivas entregas de Luz y Tinta lo que es y supone, no me detendré en aspectos que nuestros lectores ya conocen, pero no puedo dejar de señalar lo que apuntaba al principio, el componente teatral de este espacio de representación de mundos y disfraces fantásticos provenientes de la fantasía televisiva o cinematográfica. Pero aquí la fotografía no es ya lo mismo que en las evoluciones acrobáticas del Festival Aéreo de Gijón; la fotografía que recoge el Cosplay se remansa, se compone lentamente, muchas veces en abierta connivencia con los modelos, y se muestra como una combinación teatral en la que toman parte el escenario, el gesto de los actores, sus tocados y vestuarios y… sobre todo, la luz. Aquella luz de candilejas del tinglado de la antigua farsa se ha trocado hoy en modernos focos de led que el fotógrafo debe conocer muy bien para que no quemen sus composiciones. Juanjo Pascual es muy consciente de ello y en algunas de las fotos de Cosplay explica cómo estaba la luz y cómo se alió con ella —o se rebeló contra ella, forzando con el flash— para conseguir sus tomas.
6
Pero no se agota en estos dos temas la fotografía de Juanjo Pascual, “Jota”. Hay en sus entregas de Moldeando algunas escenas callejeras, detalles del mobiliario o la decoración urbana que rescata al paso y últimamente, retratos de glamour en los que recoge rostros de bellas modelos, algunas sacadas del mundo cosplayer y otras llegadas a su objetivo directamente de los book de José Luis Maylín. Son fotos en las que ensaya todas las posibilidades del retrato en primer plano y en las que, a diferencia de las fotos de cosplayers, en las que prima el atuendo y su identificación con determinado personaje, rescata toda la luz del rostro y busca la expresión que se pierde en los confines del gesto. No debo terminar sin referirme al Juanjo Pascual que vive más allá de sus fotos, al amigo con el que de vez en cuando comparto una comida entre amigos y mucha charla, porque lo bueno que tiene la fotografía y Moldeando es su capacidad para generar entornos de amistad y de armonía; entornos en los que Juanjo encaja perfectamente a la vez que aporta sus grandes dosis de humanidad, pues todo lo que tiene de grandullón —y es mucho, y no solo en altura— lo tiene de excelente persona. Un extraordinario moldeador, un buen amigo.
Francisco Trinidad
7
8
Eladio Begega, la vida detrás de un objetivo José Luis Cuendia, “Guendy” No es la primera vez que tengamos que leer que los fotógrafos “de antes” no solo fotografiaban sino que también dejaban constancia de nuestra historia. Quizás hoy estamos haciendo lo que mañana también será historia, aunque tengo mis dudas sobre que en futuro pervivan nuestros archivos digitales. La fotografía química sigue estando entre nosotros desde su mismo nacimiento, los pixeles son virtuales, tan circunstanciales, casuales, ocasionales, que si no las pasamos al papel me temo que con el tiempo se evaporarán completamente. Es algo intransitivo que no sabemos dónde nos llevará. Mi amigo Eladio era uno de esos fotógrafos que pasó su vida detrás de un objetivo, un fotógrafo hecho a sí mismo por la necesidad de supervivir, un trabajador de la fotografía, pero también un fotógrafo por vocación y afición. Recuerdo que me decía que se lo pasaba muy bien haciendo fotos, y su asignatura pendiente era hacer las fotos que él decidirá hacer, y lo supo compaginar con las fotos de encargo a la perfección. Creo que Eladio también estaba influenciado por las películas que veía todas las semanas en el desaparecido Cine Maxi de Pola de Laviana, al que se desplazaba todos los martes que había sesión doble, algunos jueves y casi todos los domingos del año a la sesión de las diez y media de la noche. Allí fue donde yo le conocí, y donde nos hicimos amigos, primero de cine y luego de fotografía. En los descansos de la película le atiborraba de preguntas sobre mi flamante Canon. De Eladio aprendí aquello de no menospreciar ninguna marca, él un nikonista de toda la vida, él se decía Nikómano, nunca me dijo ni una palabra sobre mi primera Canon y las que vinieron después, con mi paso a Nikon, y a diferencia de otros conversos nunca he menospreciado al resto de marcas, quienes me conocen saben de lo que hablo y de lo que pienso de esas estúpidas discusiones, creo que a Eladio le debo el no ser cretino en ese aspecto. Pero esa es otra historia.
9
Foto: José Luis García
Con José Luis Cuendia, recibiendo el Diploma de Honor de Moldeando durante el Encuentro de Sietes
10
Foto: José Luis García Como decía, creo que a través de su influencia en el cine Eladio comenzó a crear diferentes series fotográficas dignas de los mejores archivos de los neorrealistas italianos. Sus rostros nos recuerdan a los personajes de Pasolini, Visconti, Fellini…, era una época en que muchos fotógrafos del país no se aventuraban a recorrerlo con sus cámaras en mano, salvo contadas excepciones como el de Cristina Rodero y pocos más. Al igual que muchos de los grandes fotógrafos de su época sus caminos les conducían a los universos de sus entornos más cercanos. Así fue como Eladio capturó la vida de sus paisanos, en el Alto del Nalón, especialmente en la parroquia de “El Condao” (El Condado) perteneciente al concejo asturiano de Laviana. En buena medida también fue el mejor propagador gráfico del icono de su pueblo, el denominado Torreón bajo medieval. Sus fotografías de las épocas de los 50, 60 y 70 en blanco y negro son inigualables. Hoy con la perspectiva que el tiempo nos da para analizar el pasado se puede decir sin temor a equivocarse que sus fotos son sinónimo de testimonios históricos impagables. Eladio vivió con cierta vehemencia y apasionamiento la llegada del video doméstico, y lo compagino con sus trabajos de encargo, como bodas, comuniones y todo tipo de ceremonias y eventos deportivos y culturales, pues había que seguir viviendo, así que la fotografía de encargo la compaginaba con su taller de zapatería. Para esta nueva aventura de la imagen en movimiento contó con la inestimable colaboración de su vecino y amigo José Luis García, amistad que me honra haber compartido con los tres. Como olvidar aquellos días, aquellas tardes en las que en mi casa los tres poníamos música a sus primeras películas. Hoy mi
11
En soto d
Foto: José Luis García
amigo José Luis más apartado de la cámara de filmar se volcó en la imagen fija, y mantiene la misma afición que el más joven de los nuevos fotógrafos. Eladio también asistió a la llegada de Internet, y con más de 70 años comenzó a digitalizar sus fotos, a hacer sus pinitos con Photoshop; decía que muchas de esas técnicas ya las hacía él con la fotografía química. Desgraciadamente no pudo contemplar terminada su obra fotográfica totalmente digitalizada. El peor enemigo de un fotógrafo es que le traicione la vista, y Eladio que ya había pasado por los hospitales para solucionar otros problemas de salud, pues aunque siempre se hipercuidó hasta rayar la monomanía, y no era para menos, pues una lesión le dejó cojo a muy temprana edad, y en esta ocasión le fallaron sus ojos. Después de ser operado de los dos ojos, decidió no volver a coger la cámara y nunca más volvió a encender su ordenador. La última vez que vi a Eladio, estaba sentado en un banco de su querido pueblo El Condao. Le vi muy débil y sentí una extraña sensación, vi en su rostro algo que irremediablemente estaba por suceder, como así fue meses más tarde. Hablaba con una voz muy débil, me comentó que ya no vivía en su casa, que tenía mucha suerte, pues vivía con una sobrina, y que todas sus sobrinas se desvivían por él. La verdad es que nunca estuvo mejor cuidado que en esta recta final de su vida. Moldeando la luz siempre presumió de tenerle entre sus miembros fundadores. Cuando le hablé de ello la primera vez, me dio varios DVDs con algunas de sus mejores fotos, y me dijo que, si él no se aclaraba con la página, fuera yo subiéndolas a la red. Hoy para mi estos DVD son un verdadero tesoro, que hará que una parte de mi maestro nunca muera, al menos hasta que me toque a mi emprender el largo viaje que todos tarde o temprano emprenderemos. Hoy los fotógrafos que le conocimos, los que apreciábamos su amistad, nos hemos quedado un poco huérfanos. Se nos ha ido un Maestro de oficio, que nunca fue de estrella ni se consideraba un artista. Por sus objetivos han desfilado miles de rostros, es cierto que no retrató a grandes personajes de la vida pública, artistas,
12
de Agues, 2006
Con José Luis García en su rincón de trabajo
13
Foto: José Luis García
Con “Guendy” revisando fotos digitalizadas
14
José Luis Cuendia, Francisco Trinidad y José Luis García, retratados por Eladio Begega ante el acueducto de Segovia
escritores, actores de moda, sus retratos son de la gente corriente como nosotros, sus vecinos, las personas del Alto Nalón, sus imágenes hoy en su mayoría cedidas al Museo del Pueblo de Asturias, 50.000 fotos y medio millón de negativos, nos dejan para la posteridad numerosos testimonios de ambientes, acontecimientos, personajes, fundamentalmente rostros. Gracias a estos documentos fotográficos podemos conocer mucho mejor la historia de la mitad del siglo pasado en los pueblos del Alto Nalón. Conocer tal como éramos, pues esa historia está en sus imágenes. Muchas veces solemos detenernos en las fotografías más antiguas, pero siempre si llevan la firma de los más afanados, sin darnos cuenta que grandes profesionales como Eladio con sus modestas pretensiones, nos ha dejado un reguero de imágenes imprescindibles para conocer nuestras vidas cotidianas que, en definitiva, es lo que más debería importarnos. A Eladio, “Ladio el fotógrafo del Condao”, todos los amantes de la fotografía de nuestro entorno fotográfico le reconocíamos como el maestro, por su carisma y predisposición a ofrecer a los demás sus amplios conocimientos. Sin duda era una persona extraordinaria llena de inquietudes. De su forma de ser, nació el slogan de nuestra red social “Lo que yo sé, tú lo sabrás”. He tenido la suerte de trabajar con él codo a codo, en algunas salidas, en aquella época en que no había ordenadores. Recuerdo una salida con Eladio, Francisco Trinidad y José Luis García, nuestra intención era fotografiar a las Cigüeñas en la provincia de León. Eladio nunca había salido de Asturias, le llevamos engañado y cuando se quiso enterar estaba ante el mismísimo Acueducto de Segovia. Fue un día verdaderamente inolvidable. De regreso cogimos la carretera de Madrid para incorporarnos a la autopista, y de repente Eladio vio un letrero en los Angeles de San Rafael y exclamó: —Mi madre, Madrid a 31 kilómetros. ¿Pero a donde me habéis traído? Paco, como era sábado comentó que podíamos ir a dormir a Madrid, a lo que Eladio contestó inmediatamente: —A mi dejarme en una parada de taxis para que me lleve a El Condao. Cuando salía a fotografiar por placer siempre tenía muy clara la historia que quería contar. Fotos, instantes que ya nunca volverán, pero que podrán contemplar nuestros contemporáneos y las generaciones venideras. Posar para él era un placer, trabajar junto a él, un honor. Hasta siempre, Ladio.
15
Foto: José Luis García
16
El hombre que persiguió el arco iris Francisco Trinidad Si alguna vez tuviera que definir lo que es un fotógrafo, habré de buscar en mi definición palabras e ideas que me recuerden a Eladio Begega que es y fue para mi un ejemplo acabado de lo que cualquiera consideraría que debe ser un artista de la fotografía, disciplina que vivió como posibilidad de subsistencia —las consabidas BBC, bodas, bautizos y comuniones—, pero también como aspiración artística. Lo he escrito tantas veces y desde tantos ángulos que en estas líneas voy a limitarme a contar tres anécdotas ocurridas en un solo día, con lo cual resultará fácil entender que hay cientos de anécdotas de su pasión fotográfica que podrían traerse a colación y nos ayudarían a entender al personaje en su entera dimensión. El día al que me refiero salimos por la mañana José Luis García, Eladio Begega y yo mismo a hacer fotos para uno de mis libros. Creo recordar que Eladio hacía fotos en color y José Luis en blanco y negro: eran los tiempos de la técnica analógica (1983 o por ahí) y precisábamos ambos formatos. Llegados a Avilés, hicimos fotos acá y allá, en los escenarios que se precisaban, hasta que llegamos a la calle de la Ferrería, que alguna vez he calificado como la calle más bonita del mundo, casi toda porticada y con su firme de piedra, unas piedras de distintos colores y desgastadas por el tiempo. Cuando Eladio vio aquella calle comentó que sería una buena foto hacerla tras haber llovido, con las piedras brillantes por la lluvia. En esas, mira al cielo nublado y nos dice que sigamos nosotros que él va a esperar a que llueva para hacer la foto. Y así lo hizo. Se sentó en un poyo de piedra y esperó pacientemente a que lloviera. Tuvo la suerte de que al poco cayera un fino orbayu que propició dos o tres magníficas fotografías de aquella magnífica calle iluminada por el agua.
17
Foto: José Luis García
Con Francisco Trinidad y Joaco López, director del Museo del Pueblo de Asturias, durante un homenaje en Laviana
18
Foto: José Luis García Ese mismo día, horas más tarde, llegando a Candás desde Luanco, vimos un enorme arco iris que coronaba el pueblo. Eladio le dijo a José Luis, que conducía, que lo siguiera para buscar el mejor ángulo para fotografiarlo. Después de callejear un rato, con las indicaciones de Eladio que estaba atento a la dirección de las calles y a la ubicación del arco iris, llegamos a tenerlo delante, coronando la bahía de Candás, pero ya estaba medio desvanecido y no se consiguió la foto. El rostro de Eladio en esos momentos fue de una profunda decepción, la que produce el perseguir la luz de un arco iris y no encontrarla. Tras esta fallida persecución de la luz natural hecha fenómeno meteorológico, bajamos a la bahía con la intención de retratar algunos motivos marineros. Mientras José Luis seguía mis indicaciones para fotografiar barcas, redes y otros aparejos de pesca, Eladio se quedó haciendo fotos a una niña que trazaba grandes círculos en la arena con un palo. Sin darse cuenta de la presencia del fotógrafo, que no perdía detalle desde lo alto del muro del muelle, la niña siguió sus juegos y Eladio Begega consiguió tres o cuatro tomas de antología, de esas que surgen espontáneamente y que justifican un viaje que nos había llevado con otras intenciones. Estas tres anécdotas resumen adecuadamente, creo yo, la pasión fotográfica de Eladio Begega, que era capaz de aislarse del mundo circundante para conseguir ese instante de luz que excusa el paso del tiempo y convierte en arte una mirada que para otros es solo visión. Como a nadie se le ocultará tuve ocasión de vivir junto a Eladio Begega momentos similares, que no será preciso detallar. Era un hombre que, con sus limitaciones físicas, supo crearse un mundo propio, sin apenas salir de los límites de El Condao, en el que la fotografía —esa búsqueda insaciable del arco iris— era quizás el ingrediente personal.
19
Foto: José Luis García
Con Monchu Calvo
20
Mi homenaje a Eladio Monchu Calvo Hay días en que sientes que te arrancan a mordiscos un trozo del corazón. El miércoles me encontraba en el Pueblo de Asturias revisando el legado fotográfico de Eladio Begega en el museo del Pueblo de Asturias. Por mis manos iban pasando retazos de una vida desvanecida de personajes y quehaceres de una Asturias que ya no existe. Aquel hombre sencillo supo captar como nadie los quehaceres cotidianos de una comunidad rural, hombres y mujeres, que junto con animales y herramientas agrarias, desempeñaban los usos cotidianos en los que sustentaban sus vidas. Posaban tranquilos para aquel paisano y vecino que se empeñaba en retratarlos mientras sembraban patatas, o en la tranquilidad de sus escaños, mientras una vieja mujer apuraba las últimas caladas de aquel arrugado cigarrillo prendido con el rudimentario mechero de yesca. Algunos, los mas jóvenes, les parecerán extrañas aquellas escenas. A otros sin embargo, las conocimos de forma cotidiana, sobre todo si vivimos en los pueblos del Alto Nalón, por donde nuestro personaje paseaba con su máquina fotográfica. Era un maestro recogiendo expresiones y poses de una vida que era muy dura, tanto que a través de nuestras miradas podemos adivinar los pocos momentos de felicidad que pudieron disfrutar. La vida cotidiana exigía mucho esfuerzo, y la pobreza era vecina asidua. Había pobreza y había pobres. Y niños que con un saco a la espalda visitaban las casas implorando pan. Y gitanillas de cabello desgreñado de intenso negro y ojos de carbón, que iban con sus familias trabajando en lo que podían, igual se ponían a fabricar cestos que ayudaban a la recogida de la cosecha, a cambio de algunas patatas o algo de maíz. Todo valía. Nuestro hombre fue testigo de aquella época, y yo tenía en mis manos la prueba de su existencia. Tomas perfectas en un impoluto blanco y negro, que revelaba en aquel cuarto oscuro que improvisó debajo de un hórreo. Fotos de carnet, bodas y entierros, aparte de escenas y paisajes de los pueblos que baña el Nalón, desde Laviana hasta Tarna, a través de muchos años de actividad, son los que reposan en un montón de cajas, que después de clasificadas y catalogadas permanecen en esas inmensas estanterías que guardan la memoria
21
de una Asturias que prácticamente no existe. Otras gentes como Eladio dejaron sus archivos gráficos, para que permanezca la memoria de aquellos pioneros de la fotografía, que con medios muy precarios patearon pueblos, montes y caminos, para que hoy podamos disfrutar de aquel legado que sin ellos sería una historia incompleta de nuestra región. Hoy, que la tecnología nos proporciona herramientas de fácil manejo, y podemos viajar sin problemas a los sitios mas lejanos, nos sorprende la capacidad de personas como Eladio, que fueron capaces de recoger escenas de la vida cotidiana que nos asombran por la calidad que atesoran. Al día siguiente de pasar mis manos por aquellas ampliaciones, y quedar con el responsable del museo en volver para ayudarles en su clasificación, recibo una llamada de su vecino y amigo José Luis, me avisa de que Eladio acaba de fallecer, y una pena inmensa atenaza mi alma, por la pérdida de un maestro y de un amigo al que había emplazado a una larga charla para tratar de quedarme siquiera con retazos de su vida, a sabiendas de que el final no podía estar muy lejos. Me culpo de no haber aprovechado mi tiempo, a pesar de que uno no siempre es dueño del mismo, pero ahora ya es tarde. Volveré a pasar sus copias por mis manos. Volveré a tenerlo presente, y tendré cuidado de que una lágrima fugaz no pueda dañar la ampliación por la que pasea mi mirada. Descansa en paz, Eladio, y allá donde estés, miraras siempre el cielo con ojos de fotógrafo. Las fotos que acompañan esta crónica son del maestro. Mi firma salió involuntaria al editarlas.
22
Foto: José Luis García
23
GalerĂa fotogrĂĄfica de Eladio Begega
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
Para un mĂĄs completo conocimiento de la obra de Eladio Begega, puede consultarse su libro Mis vecinos de El Condau, con un estudio introductorio de Francisco Trinidad en el que se dan muchas de las claves de su vida y fotografĂa. Puede descargarse temporalmente del siguiente enlace: https://1drv.ms/b/s!AvJPKRPjSfMGxlCoe9QSL0fV4qgT
35
Fotos: Adobe Stock
36
Mi hermano secreto F.T. Mi padre murió en su casa de Sevilla, rodeado de sus seres queridos. O al menos eso decían los periódicos al día siguiente de su muerte y tal fue lo que creyó todo el mundo. Efectivamente, cuando ocurrió la muerte de mi padre, el tenor largamente reconocido y laureado Feliciano del Viso, estábamos al lado de su cama mi madre, mis dos hermanos mayores y yo misma, amén de amigos y periodistas que entraban y salían de la casa con lágrimas de cocodrilo, así como un tropel de médicos y enfermeras enviados del hospital más para certificar su muerte que para aliviar sus últimos momentos, difíciles y convulsos, agitados por un cáncer de pulmón implacable. Durante los dos días de duelo en el tanatorio se reunieron en torno a cincuenta coronas de distintas corporaciones y asociaciones y más de doscientos ramos de flores llegados de toda España, así como miles de telegramas y correos electrónicos. Con paciencia digna quizás de mejor causa fui tomando nota de los remitentes de las coronas, los ramos, los telegramas y e-mails; y en los días posteriores, encerrada en el despacho de mi padre, repasé aquella lista y revisé una por una las casi tres mil tarjetas que habían sido depositadas en el tanatorio y muchas que en días posteriores habían llegado por correo al domicilio familiar. Aquel despacho había sido testigo un par de semanas antes de su muerte de una intensa conversación en la que mi padre me confesó que tenía un hijo secreto, al que no conocía, y me confió la responsabilidad de buscarle y comunicarle que nunca le había olvidado a pesar de su abandono. Con lágrimas, quizás innecesarias a aquellas alturas, me reveló que había mantenido unas apasionadas relaciones con una soprano, tan joven como él, cuando ambos iniciaban su carrera musical. De aquella pasión surgió un embarazo que amenazó con truncar la carrera de ambos. Para que el desastre fuera menor, ella desapareció de su vida, sin dejar rastro, y jamás volvió a saber de ella. Nunca supo mi padre si había nacido aquel niño, aun-
37
que un sexto sentido se lo hacía suponer. Nunca supo más del destino de la soprano, Isabel Gallardo, que seguramente había abandonado su carrera a raíz de aquel embarazo. Mi padre me entregó un programa en el que figuraban ambos, cincuenta años atrás, en el reparto de la zarzuela “Los de Aragón”. Al dorso de aquel programa había escrito el nombre de su pueblo, Quintanilla del Valle, que localicé en la provincia de León, en el área de influencia de Benavides de Órbigo. Bien poco era para iniciar mi búsqueda. Tan poco que ni siquiera conocía el segundo apellido de aquel primer amor de mi padre. Nada le dije a mis hermanos ni a mi madre, pero los días siguientes los pasé sumida en un marasmo de dudas y de pensamientos contradictorios. Por una parte, me veía en la obligación de cumplir la voluntad expresada por mi padre poco antes de morir de buscar aquel hermano secreto; pero por otra, intuía que al encontrarle, si por fin lo conseguía, iba a traer una situación bastante desazonante a mi familia, que no sabía cómo reaccionaría ante aquella noticia. Así viví durante unos cuantos días, indecisa, hasta que una tarde se me ocurrió enviarle un e-mail al cura párroco de Quintanilla del Valle y contarle toda la historia, solicitándole la información que pudiera recabar sobre Isabel Gallardo y su hijo. Su respuesta no tardó ni siquiera dos días en llegar. Escueta e intranquilizadora como todo en aquel caso: “Isabel Gallardo falleció en este mismo pueblo hace veinte años, pero tengo localizado a su hijo, que tendrá mucho gusto en recibirla y en conocer detalles de la muerte de su padre.” Se ofrecía luego a servirme de “intermediario” —esa fue su palabra— si me decidía a viajar hasta Quintanilla. No lo había considerado hasta entonces, pero pensando y pensando sobre el caso acabé diciéndome que por qué no. Y así lo hice. El GPS me dirigió durante ocho horas, desde Sevilla a Quintanilla del Valle, con tres breves paradas para tomar agua o café y estirar las piernas, más un corto descanso poco antes de Salamanca para apurar un bocadillo en una gasolinera. Llegué a Quintanilla pasadas las seis de la tarde. Lógicamente, no me costó encontrar la casa rectoral, paredaña de la propia iglesia parroquial. El cura era un mocetón de anchas espaldas y sonrisa abierta, con unos ojos que no sé por qué me recordaron los de mi padre, quizás porque en aquellos días su recuerdo era permanente. Aunque lo que más me sorprendió de él era que vistiera sotana. Me fijé, claro, en que estaba impoluta, como de no haberla usado nunca y supuse que se la había puesto aquella tarde para recibirme, dejando claro desde el principio su condición sacerdotal. Me recibió sin embargo muy cordialmente y me acompañó hasta su despacho, una austera estancia con una pequeña estantería con libros, todos iguales y con idéntica encuadernación, que supuse de registro. —Mi nombre es Feliciano Gallardo —me dijo y a continuación me hizo unas cuantas preguntas sobre mí y sobre mi padre, especialmente sobre sus últimos días y sobre el resto de mi familia, que él parecía conocer bien. Las contesté con interés, mientras estudiaba sus gestos, en los que pretendía encontrar solución a la primera pregunta que le formulé. —Feliciano… Gallardo… ¿Eres el hijo de Isabel…?
38
—Sí, hijo de Isabel Gallardo y de Feliciano del Viso. Soy tu hermano…; bueno, tu medio hermano. En ese momento se levantó y nos abrazamos, llorosos ambos, emocionados, quizás porque cerrábamos un capítulo de nuestras vidas que yo había abierto muy poco tiempo atrás, pero que para él estaba abierto desde mucho antes. Quise hablar y no pude, o no supe qué decir. Y a él le ocurrió lo mismo, hasta que me cogió del brazo y me condujo a otro despacho en el que cambió totalmente la decoración: estaba completamente cubierto de recias estanterías de madera que contenían álbumes y álbumes de recortes de prensa y fotografías, con archivadores que contenían entradas y afiches y programas. Allí estaba la historia de mi padre, seguida puntualmente en todas sus actuaciones, en el New York City Opera, el Metropolitan Opera de Nueva York , en la Ópera Estatal de Viena, en la Ópera Lírica de Chicago, en La Scala de Milán, en el Teatro Municipal de Santiago, en la Ópera de San Francisco, en el Covent Garden o en el Teatro Colón de Buenos Aires… y así, uno a uno, hasta recorrer prácticamente todos los teatros importantes de ópera del mundo, así como sus principales festivales. Era un auténtico museo de Feliciano del Viso. Tenía otros álbumes con recortes de prensa de sus películas, de sus múltiples distinciones y honores y de sus doctorados honoris causa por distintas universidades del mundo, desde el Royal Northern College of Music a la Universidad de Oklahoma City, pasando por la Universidad Complutense de Madrid, la de Nueva York, Anáhuac en México y las Universidades de Murcia, de Sevilla, de Salamanca y Oviedo, con muchas otras de universidades europeas y academias de música como la Fryderyk Chopin de Varsovia. Mientras me mostraba todo aquello, en silencio, las lágrimas de uno y otro nos acompañaron durante todo el tiempo, hasta que abrió un álbum y me enseñó una foto en que aparecía él saludando a mi padre caracterizado de Othello. —Fue tras una actuación en el Teatro Real de Madrid. Logré acceder a la zona de camerinos tras dar una generosa propina a un ujier. Y fue muy emocionante, la única vez que he estado junto a él. Aunque aquellos álbumes de entradas y programas hablaban bien a las claras de que lo había seguido por medio mundo, desde veinte años atrás. —Esta colección la inició mi madre, quien me reveló poco antes de morir quién era mi padre. Yo la proseguí hasta ahora, incrementándola muy significativamente. Ahora tengo que cerrar el último álbum, con los recortes de su muerte. Tengo todo el material para su biografía musical y solo me faltan los datos de su biografía familiar —dijo apartando las lágrimas con la mano y dejándose vencer por la melancolía. —¿Y nunca te apeteció presentarte a él como hijo, darle un abrazo y saber si te recordaba? —Muchas veces, especialmente aquella vez en Madrid, pero siempre renuncié, recordando aquello del Libro de Job: “Dominus dedit; Dominus abstulit. Sicut Domino placuit, ita factum est.” —Traduce, anda. —Dios me lo dio, Dios me lo quitó; hízose todo según su voluntad. Sit nomen Domini benedictum.
39
40
Pespunte Gloria Soriano Asunta se puso las gafas y miró de cerca una rayita blanca de la tarima que, como otras veces, corrió a ocultarse bajo el rodapié. Si no hubiera sido por eso habría pensado que era una un hilo caído de cualquier pespunte. La rayita blanca era más lista que varios metros de bobina juntos. Inteligente, brillante, de antenas largas y pies cortos. Este último descubrimiento tardó un tiempo en llegar, pues casi siempre, cuando se encontraban, ella no tenía las lentes a mano. Se cruzaban en el dormitorio, en el pasillo, en el cuarto de baño. Hasta se atrevió a subir a la vitrocerámica. Aquí no, le dijo, te vas a quemar. El bichito plateado despertaba su curiosidad. Además le agradaba encontrar algo vivo moviéndose por las habitaciones. Por primera vez en sus sesenta y cinco años aceptó en casa una mascota, por suerte, más independiente y con menos pelo que un gato. Tendría que ponerle un nombre. Hizo una lista de los habituales que utilizaban amigos y conocidos. También consultó en internet la página de Nombres Bonitos para Mascotas: Anusa, Amedio, Akeita…; Boris, Bamba, Bibi…; Coco, Chispa, Coral… La lista tenía más de dos mil. Ninguno le convenció. Después pensó en los orígenes (no en las teorías de Darwin, ni en Adán y Eva). Lo llamó Pespunte. En el apartamento había sitio de sobra para dos, tanto que a veces pasaban días sin verse. A la vuelta de unas vacaciones, Asunta encontró en casa el asentamiento de una colonia. Parecía que en su ausencia se hubieran descosido todas las costuras de la ropa y deshilachado todos los carretes de hilo. Si antes compartía piso con agrado, ahora se sentía invadida. Resultaba imposible reconocer a Pespunte entre aquella multitud. Temió lo peor: que los intrusos hubieran terminado con su vida. Unos lunares blancos en el suelo llamaron su atención. Hacía siglos que no pin-
41
taba. Tuvo que rascar para despegarlos mucho más que si hubiera sido pintura. Mientras limpiaba imaginó legiones de pececillos de plata saliendo de aquellos huevos, desfilando por el pasillo y decolorando la madera de caoba. Esta vez decidió tomarse lo de la ocupación en serio. El romanticismo con el que se había acercado a Pespunte dio paso a un entusiasmo científico con un objetivo claro: la exterminación. Ella prefería decirlo de otra manera. Asunta siempre había sido pacifista. Si tenía que matar a una mosca, agitaba la mano amenazante, para darle tiempo a volar. Si la mosca estaba entretenida copulando, descargaba un golpe, justo al lado, y los tortolitos huían sin interrumpir la jodienda. (Hasta de eso era incapaz). Su nuevo ideal, Justicia en Memoria de Pespunte, tenía los efectos de una barrita energética. Tras unas cuantas investigaciones supo que se enfrentaba a un enemigo invencible desde hacía más de cuatrocientos millones de años. Había sobrevivido a glaciaciones, meteoritos, volcanes y supernovas. Durante miríadas fue especie casi única en un planeta desierto habitado por los hongos. Las hembras ponían alrededor de cien huevos. Esta noticia la condujo a la mesita donde guardaba la lupa. Buscó manchas blancas en las juntas de la tarima, entre los azulejos, en grietas invisibles. Recogió del suelo pelusas que eran mudas camufladas. Lepisma (el nombre que sustituyó a Pespunte, y con el que se refería a toda la colectividad) cambiaba de piel una vez al año, o más, si crecía muy deprisa. Su vida, larga como la de los conejos, abarcaba dos legislaturas. ¿Poco o mucho? La respuesta variaba según quien estuviera en el gobierno. Asunta compró el armamento en la droguería. Roció la casa con el espray a riesgo de deteriorar el parqué. Lo asumió. Era un daño colateral por una gran causa. Con mano inocente y justiciera se ensañó durante días hasta terminar el aerosol. No habría hecho falta tanto. Tras la primera pulverización de aquel gas nervioso, no volvieron a aparecer. En algún lugar, bajo el rodapié, debía estar su cementerio. ¿Logró Asunta la extinción de cuatrocientos millones de vida? ¿Después del Ordovícico, el Devónico, el Triásico, el Jurásico y Terciaro, los pececillos de plata agonizan en un Peridéxtico de cataclismos a su medida, o se han hecho los muertos? [Los lepismas, como muchos insectos, son capaces de interrumpir su actividad vital durante varios meses sin sufrir daño apreciable]
42
43
44
Caballo de plata Claudio Serrano Caballo de plata, caballo de sueños. En estas fotos de Nadima, resueltas como siempre con una depurada técnica y mucha imaginación creadora, vemos dos criaturas, una viva, una joven que por su atavío bien pudiera ser, como de costumbre en sus creaciones, una princesa; y otra inanimada, un caballo que en un oportuno rótulo se nos dice que es de plata, “Silver Horse”. La unión de estas dos criaturas, joven y caballo de juguete, con el recuerdo permanente de la plata que se traslada al rostro soñador de la joven, nos lleva al mundo de los sueños. Por una de esas asimilaciones que solo el psicoanálisis sabría resolver y explicar, estas imágenes me han recordado un hermoso soneto de Francisco Villaespesa, “Nocturno de plata”, que se inicia con un cuarteto de puro ensueño: “Cruzas por mis recuerdos como
45
46
47
48
un rayo de luna/ que lo ilumina todo de una blanca poesía.../ El ruiseñor cantaba su amor. Colgaba una/ fina escala de seda desde tu celosía.” Caballo, pues, de plata y caballo de sueños. Esa escala de seda que colgaba desde una celosía podría llevarnos hacia otros mundos, al mundo de la libertad, al mundo del amor, al mundo de los caballos salvajes iluminados por rayos de luna que no aprisionan y al mundo, quizás, de jóvenes enamoradas de algo más que de su soledad y de su ambición por recuperar espacios de libertad, para terminar, quizás, como el propio soneto de Villaespesa: “¡Y al pie de la marmórea y altiva escalinata nos esperaba el paje de nuestra Juventud!”. Y es que el espectador de estas fotografías ha tiempo que dio el salto en el vacío que lleva del mundo inerte de los caballos de plata al mundo juvenil de los sueños que combinan ansias de libertad, celosías cómplices y escalas de seda.
49
50
Fábrica de municiones de Eugi Juan Depunto “Siempre la mala paz es mejor que la mejor guerra.” Cicerón
Dentro de la política de desarrollo de Carlos III estaba el impulso a diversas fábricas, entre las que se encontraban las de armamento en sus distintas facetas (de cañones a municiones para los mismos), así como otras fundiciones para diversos objetos utilitarios o decorativos; algunas de estas fábricas han sido descritas en esta revista (“Los bronces del Mundo” en el número 40, “Los bronces de Sevilla” en el nº 50). Las características comunes a todas ellas eran la faceta de desarrollo regional (atraían un importante número de mano de obra), la necesidad de estar junto a ríos por lo imprescindible del agua para sus labores e igualmente estar cerca de bosques para disponer de su madera como combustible. Además era conveniente que cerca se dispusiera de minas de hierro, como así ocurría en este caso, con lo que se evitaba el transporte a grandes distancias de tan pesada carga. En esta ocasión nos desplazamos al Pirineo navarro para mostrarles la belleza de Eugi y su entorno (que nada tiene que envidiar a la Selva de Irati, salvo su extensión, el hayedo más grande de Europa después de los de la Selva Negra alemana), las ruinas de su fábrica y su historia. Eugi se encuentra en un privilegiado entorno de hayas y robles junto, a la orilla del embalse al que da nombre y que es alimentado por el río Arga, en el que hasta hace poco sus almadieros transportaban los troncos de madera talados de sus bosques, atados entre sí a modo de balsa, subidos en ellos y gobernándolos con maestría hasta la mismísima Pamplona a la que circunda. Hoy esta actividad se
51
Plano de la Fรกbrica
52
mantiene solo en las fiestas de algunas localidades de la comarca, como conservación de una cultura y tradición, por parte de peñas y cofradías. En tiempos antiguos Eugi llegó a tener tres herrerías, la primera construida en 1410 con el nombre de “Orrerarri”, y en sus alrededores los bosques humeaban fabricando el carbón que alimentó a sus fraguas. En ellas se fabricaron armaduras, entre las que se cuentan las del rey Carlos III de Navarra (cincelada con galones de oro) o las armaduras infantiles de Felipe III y Felipe IV, consideradas entre las mejores del mundo. Eugi es un pequeño pueblecito de poco más de 360 habitantes cuyo Concejo (mini ayuntamiento) pertenece al municipio de Esteríbar, situado en la merindad (división administrativa antigua) de Sangüesa, en la comarca de Auñamendi. Saliendo del pueblo en dirección norte, por la carretera NA-138 o por el camino que bordea el pantano, a poco más de 8 kilómetros entraremos en el llamado bosque Quinto Real, precioso y frondoso espacio natural de hayas, con sotobosque de arándanos y brezos en las zonas más altas, en donde encontraremos las ruinas de la Real Fábrica de Municiones, a ambas orillas del río Arga, cuyo nacimiento está cercano. Éste es el más navarro de sus grandes ríos, por desarrollarse todo su recorrido, 145 km, en territorio de la Comunidad Foral, desembocando en el río Aragón. La fábrica, situada en una zona llamada Olaberri, se empezó a construir en 1766 sobre herrerías y talleres más antiguos, pasando la propiedad privada de los mismos a manos del rey y luego del Estado. Fue proyectada por un coronel de artillería francés, el conde de Rostaing, estando la dirección de las obras y luego de la fábrica a cargo del capitán de artillería español Francisco Javier de Clairac. Llegó a tener una extensión de más de 10.000 metros cuadrados, contando con talleres para las diversas actividades (refinería, moldeado de piezas, de calibrado, de limpieza de municiones y de diversas actividades) y por supuesto hornos, car-
53
boneras y oficinas; todo el conjunto se organizaba en tres líneas paralelas al río, de construcciones a distinto nivel dada la orografía del terreno, además de canalizaciones y puentes. También disponía de viviendas para los operarios (de solteros y de casados), para los mandos (palacio) y para alojamiento de las tropas que la protegían de amenazas exteriores (cerca está la frontera) y evitaban altercados internos, siendo el conjunto el de una pequeña ciudad urbanizada con canalizaciones, calles y puentes que salvaban el río en diferentes tramos. Esta mini ciudad llegó a tener hasta 500 habitantes (aunque lo habitual eran unos 200) que disponían de escuela, médico e iglesia, independientes de las del cercano pueblo de Eugi. La fábrica tenía dos puertas en sus extremos, la norte “El portal de Francia” y la sur “El portal de Pamplona”. Entrando por el sur, se cruzaba un sobrio puente de sillería con un solo arco de medio punto en el que había una placa conmemorativa aludiendo al monarca fundador. A continuación venían las edificaciones de la portería y guardia, así como de los operarios. En el centro de la fábrica-ciudad se encontraba el edificio del Palacio, lugar de residencia de la oficialidad y directiva de la fábrica; este tipo de edificación se observa en todas las Reales Fábricas. Delante del edificio había un espacio guardado por verja donde se almacenaban provisionalmente las municiones y a continuación estaba la plaza principal. Tenía tres plantas y su fachada se conservó hasta 1933, siendo su portada de piedra de sillería, rematada con un frontón triangular adornado con las armas de artillería y la inscripción de su año de construcción, 1769. En el interior las dependencias se situaban alrededor de un patio con arcos. Seguidamente venían las instalaciones propiamente fabriles (oficinas, talleres, carpintería, cerrajería, altos hornos, etc.). Los talleres tenían amplios ventanales para disponer de luz y canales de agua para mover la maquinaria y para su limpieza. Los altos hornos eran dos: el Santa Bárbara, de planta piramidal, y el de Santiago, de planta circular; ambos eran alimentados por bocas superiores, haciéndoles
54
cargas alternativas de mineral de hierro, carbón vegetal, fundentes y arcilla; en la parte inferior disponían de cuatro bocas abocinadas, dos para los fuelles o “máquinas de viento” movidos por ruedas hidráulicas, y los otros dos para sacar las escorias y el material ferroso fundido para ser vertido inmediatamente en moldes de arcilla y arena. La carbonera mayor, llamada de “San Lorenzo”, tenía capacidad para 27.000 cargas, era una gran edificación de carga superior, distribuyéndose en su interior el carbón mediante repisas de madera a diferentes alturas; estaba situada sobre el río encima de ocho arcos que se conservan. Para la defensa de la fábrica se disponían en los altos de los alrededores de edificaciones cuarteleras en el monte Kuartalux y un fuerte abaluartado con baterías de cañones. La instalación formaba parte de una red de fábricas de municiones repartidas por todo el territorio peninsular: Gerona (S. Sebastian de la Muga), Cantabria (Liérganes-La Cavada), Asturias (Trubia), Cádiz (Jimena de la Frontera) y Navarra (Orbaizeta). Inicialmente los operarios eran franceses, incorporándose más tarde los lugareños. Fueron famosas las jaranas que se montaban, como válvula de escape a los bajos sueldos y las duras condiciones de zona tan aislada en la época, sobre todo en invierno. El problema del aislamiento llegó a plantear hacer al Arga navegable, lo que se desechó por su alto costo, construyéndose en su lugar un camino que viniendo desde la fábrica de armas de Orbaizeta (de la que hablaremos en el siguiente número) enlazaba hasta Irurita en donde la producción de ambas fábricas se embarcaba en gabarras por el Bidasoa y llegaba así al Cantábrico para su distribución. En la fábrica se construían balas redondas (“pelotas”), de cañón y otras armas menores, de muy diversos calibres, así como bombas (balas huecas en las que se introducía la pólvora que las hacía explotar). Hoy muchos de sus vecinos conservan balas de estas, usándolas, previa exposición al fuego, para calentar la leche y
55
56
provocar la “cuajada”. También en ocasiones se realizaron encargos de trabajos civiles, como las compuertas del Canal Imperial de Aragón. Esta fábrica mantuvo su funcionamiento hasta finales del siglo XVIII en que quedó interrumpida por la Guerra de la Convención con las tropas francesas revolucionarias. Tras una de las más duras batallas, con más de 200 muertos y más de 700 prisioneros, fue desmantelada. Años después su estado ruinoso hizo que se abandonase. El 2012 se inició la recuperación de las ruinas a través de un proyecto de cooperación España-Andorra-Francia, cofinanciado por la Unión Europea. En el pueblo de Eugi, en el edificio de lo que fueron las antiguas escuelas, se ha instalado un museo llamado Centro de referencia histórica de Eugi “Olondo”; éste es el nombre de una de las tres antiguas ferrerías del lugar, hoy engullida por las aguas de su embalse. A través de paneles explicativos, fotografías, recortes de armaduras, balas de cañón, herramientas antiguas, minerales, etc., se intentan recoger las antiguas actividades hoy desaparecidas, como las de los carboneros, herreros, contrabandistas, almadieros y mineros. También se ha popularizado una actividad deportiva singular: la vuelta o cros al pantano de Eugi, modalidad de atletismo campo a través que se celebra en verano, contando cada año con más participantes. Referencias documentales: 1. Paneles informativos del Gobierno de Navarra dispuestos en la fábrica. 2. https://www.facebook.com/TurismoReynodeNavarra 3. http://www.turismo.navarra.es/esp/organice-viaje/recurso.aspx?o=5239& 4. http://eugi.es/es/patrimoniocultural/realfabricademunicionesdeeugi
57
58
Parque de la Naturaleza de Cabárceno Juanjo Pascual El Parque de la Naturaleza de Cabárceno está ubicado en el valle del Pisueña (perteneciente al municipio de Penagos, Cantabria), a 15 km de Santander. Situado en los terrenos que ocupaba una antigua mina de extracción de hierro a cielo abierto. Este parque dista mucho de ser el típico zoológico ni el típico parque natural. La antigua mina fue transformada y adaptada para recrear de la forma más verídica posible el hábitat natural de las especies que moran en él, todo ello en sus 750 hectáreas de superficie. Exceptuando la alimentación de los animales, que es facilitada por el personal de parque, el resto de las actividades que realizan los animales están marcadas por el instinto de los mismos dentro de la libertad reducida que les rodea. Por lo cual se pueden observar las conductas típicas de lucha y cortejo en las épocas de celo, así como el liderazgo de las manadas, salvo el instinto de supervivencia ya que las especies depredadoras están aisladas de sus víctimas. Los fines con los que ha sido creado cubren las vertientes científicas, educativas, culturales y recreativas. Con el paso del tiempo se ha convertido en un gran atractivo turístico y dada a su proximidad de Asturias, se convierte en un bonito destino para ir con la familia o para complementar nuestras actividades fotográficas. Disponemos de más de 20 kilómetros de carreteras que forman la telaraña de asfalto que recorre toda su extensión, podemos circular en coche por ella, respetando los límites de velocidad y señales de tráfico, aparcando solamente en los
59
60
sitios que estén señalizados para ello. También es posible recorrerlo a pie, tan solo con un calzado cómodo ya que es de fácil tránsito con alguna que otra cuesta en zonas determinadas. Las sendas por las que transitaremos nos harán disfrutar de un paisaje maravilloso, de gran belleza, con grandes posibilidades para realizar nuestras composiciones. Las zonas de recreo, miradores, rutas botánicas, merenderos, cafeterías, restaurantes y un parque infantil entre otras facilidades, harán las delicias de toda la familia. A diversas horas del día tienen lugar demostraciones de leones marinos y de técnicas de vuelo de aves rapaces, estas últimas muy llamativas por la proximidad a la que pasan. Dentro de las ofertas de restauración, disfrutaremos de variedad de bocadillos de buenas dimensiones a un precio muy atractivo y diversas bebidas. Sus restaurantes nos brindarán la posibilidad de degustar platos típicos de la zona así como postres caseros que nos dejarán un grato recuerdo en el paladar. Opté por la opción del bocadillo para maximizar el tiempo de disfrute del paisaje y la vida de las especies que allí moran. Más de un centenar de especies de todos los continentes habitan en sus recintos, en algunos de los cuales conviven más de una especie. Si se quieren sacar primeros planos, el uso de un teleobjetivo es obligatorio, teniendo la precaución de no acercarse a los animales ya que su instinto territorial podría dar algún que otro susto o sorpresa. Los avestruces son un ejemplo de esto, ya que, al acercarse mucho mucho, podrían propinar algún picotazo. De estas pre-
61
Posicionamiento de las entradas al parque: - GPS entrada este Latitud: 43.358648 | 43º 21’ 31’’ N Longitud: -3.822242 | 3º 49’ 20’’ W - GPS entrada norte (Obregón) Latitud: 43.349587 | 43º 20’ 59’’ N Longitud: -3.855702 | 3º 51’ 21’’ W
62
cauciones nos advierten al comprar la entrada físicamente, en la web y al recoger el plano del recinto. Con un poco de fortuna, al estar las crías con sus padres, quizás regalen alguna escena tierna y espontánea que puede inmortalizarse fotográficamente si se está atento y con buenos reflejos para anticiparse a ella. En la faceta de investigación, el Parque colabora con universidades tanto nacionales como internacionales en gran número de proyectos. Utilizan métodos no invasivos (a partir de muestras de heces y orina). También colabora en proyectos de conservación de especies y estudio de los árboles genealógicos de las especies que habitan allí. La presencia del rinoceronte me impresionó bastante, ya que empezó a moverse de la posición en la que estaba para encarar a la zona de público, cada pisada suya transmitía la vibración por el suelo, acompañadas de sus profundos bufidos. Esta especie tiene mala visión por lo que son propensos a atacar y muy agresivos por naturaleza. El Parque tiene un sistema de doble valla, pero no es necesario molestarles para observarles, al igual que al resto de animales. Para sacar el máximo rendimiento a la visita, es recomendable ir temprano, para contar con todas las posibilidades que brindará la luz. A quien madruga, la luz le ayuda y hay mucho que ver. La gran variedad de especies hará un poco difícil la elección de por dónde empezar, por lo que no es descartable hacer la visita en más de un día o para tener distintos puntos de vista según la estación que sea.
63
64
Todo es mentira Ricardo González “Completu” Yo no creo en la fotografía virgen, o lo que algunos llaman de otra manera para demostrar que no hay retoque en sus fotos. Ya han pasado 65 ediciones de nuestra Revista y a ese número es la edad a la que uno se debe de retirar de algo y creo que lo mejor es dejar paso a otras nuevas sangres que nos vayan explicando la nuevas tecnologías del montaje fotográfico. Con lo que hasta ahora se va comentando, nunca se pretendió dar clases de nada, solo decir lo que yo haría. Con los aportes que hay de antes de esta edición, solo hay que reunir datos e imaginarse lo que uno/a quiere ver de su foto. Sería raro ver una fotografía desde la cámara al PC y que nos llenara tanto que no quisiéramos cambiar nada, ni tan siquiera el nivel o poner más cielo de nubes, por ejemplo. Comprar un objetivo que no deje aberraciones o combas en nuestras fotos, son muy caros y al alcance de pocas personas. Objetivos mas baratos, reducen el precio en los modos AF, estabilizadores y ópticas, así que si se quiere mejorar el resultado, no pagando con nuestro riñón por vender, tenemos que manipular nuestras muestras para convencernos a nosotros de que podemos hacer lo mismo sin tanto dinero. Por poner un ejemplo diría que un objetivo de ángulo (11-24 mm en f/4 y USM) Ojo de Pez de alto standing nos cuesta de la forma mas barata unos 2.300 € y un 10-18 mm de bajo costo 231 € en la misma empresa vendedora. En el primer caso, llegamos y triunfamos y en segundo tenemos que tirar de regla, escuadra y cartabón. Pero en los dos casos tendremos el mismo cielo, nubes y esquinas. Lo verdaderamente importante es que no se note lo que vamos a añadir para mejorar la vista de la foto que queremos terminar y enseñar o vender. En mi caso la foto está hecha con un Samyang 8 mm y la perspectiva focal es hacia arriba, lo que me deja una visión del momento con una joroba grande. Si recordamos unas ediciones antes, sabremos que en Deformar y tirando de las esquinas algo igualamos y si tiramos de unos palitos con una bolita, que
65
Original
Final
66
salen a los lados podemos bajar y subir a nuestro antojo, hasta nivelar del todo el horizonte. Lo demás, pues nada; ¿que queremos colocar un sol? Vamos a nuestra carpeta de unas fotos de verano y ponemos encima el sol y en el sitio apropiado. Por lo demás ir bajando opacidad y borrar suave lo que no nos interese hasta que esté integrado. ¿Nubes?, ¿donde está el problema de poner nubes? Lo mismo, a nuestra base de fotos y elegimos nubes, lo demás como antes. ¿Que como hacemos esas rocas mas llamativas y que parezcan más porosas? Pues lo dicho, con filtro/ plastificado (modo apropiado para cada foto) e ir borrando los perfiles que puedan quedar “plastificados blancos”. Podríamos seguir buscando más fotos que fueran de este mismo orden, pero sería repetitivo y “cansino” el volver a decir lo dicho. Aunque nos parezca inapropiado hoy día el uso de filtros con degradados y colores, dan mucho juego a quienes como yo, somos revoltosos o “culos inquietos”. En mi caso un filtro degradado en azul arriba y otro suplementado en naranja abajo, me aportan una fijación que con PhotoShop me darían mucho trabajo y no se si acabaría en lo mismo. Y el valor actual de este tipo de filtros baratos andan por unos 4 € cada uno. En todas las fotos donde tiramos de frente al Sol, normalmente por no decir siempre, nos salen con el núcleo del Sol quemado, pero eso tiene fácil solución pintando encima con el mismo tono de color que lo rodea o simplemente clonando de fuera hacia el centro indistintas opacidades. Seguir poniendo fotos y más fotos de ejemplos, sería crear un Álbum en una sección de la revista, que posiblemente no aporte ninguna idea renovada. Lo dicho que mis aportes a nuestra Revista creo que deberían de ser en otras opciones e ir renovándome.
67
68
Foto: Ilona Gogh
Fotógrafos húngaros contemporáneos, IX.
László Balassa Ilona Gogh
Es muy usual para los amantes de la fotografía en nuestros días navegar por la web en busca de páginas, revistas, redes sociales, e incluso videos para visionar fotografías, conocer estilos y fotógrafos que hasta hace poco solo podíamos encontrar en publicaciones especiales oficiales, puestos para el conocimiento público una vez cumplidos ciertos requisitos (muchos de ellos ocultos), de merecer tal privilegio. Con la ampliación de posibilidades que nos brinda internet más de una vez nos podemos topar con verdaderos hallazgos y sorpresas, como me ha pasado a mí en relación al fotógrafo que presento en esta ocasión, László Balassa, quien nació en Budapest, el 22 de abril de 1977. Miembro de la Asociación de Fotógrafos Húngaros. En mis búsquedas me encontré unos videos suyos realizados hace tres años sobre su presentación en una sala repleta de fotógrafos húngaros en Budapest, en el marco de un Workshop de unos tres días, donde la participación fue totalmente gratuita. En ellos habló tanto sobre su vida como de todas las circunstancias que le llevaron a ser lo que es hoy, y, ¡sorpresa!, resultó ser casi un vecino mío. Es húngaro, fotógrafo, y vive en Lloret de Mar junto a su esposa y dos hijos. Y que yo no sabía de él hasta hace poco. Inmediatamente decidí localizarlo y contactar con él. No fue nada fácil, pues tres o cuatro veces al año viaja a Hungría para seguir con su Workshop, al mismo tiempo que recibe cada año en primavera y otoño, por
69
70
espacio de una semana, reducidos grupos de fotógrafos húngaros para llevar a práctica sus enseñanzas. Nuestro encuentro personal se realizó un día de febrero de este año en Lloret. Cuando vi perfilar su figura desde la lejanía encaminando hacia donde me encontraba, mi primer pensamiento me hizo confirmar lo que ya antes de conocerlo en persona guardaba dentro de mi: Ahora ya en todos los sentidos de la palabra, ¡qué grande es! Me gustaría contarles todo lo que él relataba sobre su vida, pero resultaría demasiado largo el presente artículo, mas da una perfecta comprensión del porqué y cómo se convirtió en un fotógrafo social. Haré un pequeño resumen de sus propias palabras. —Soy László Balassa, fotógrafo. Me crean o no, no lo fui siempre; si me diera por enumerar todo lo que fui, temo que no llegaría al final. He sido muchas cosas, menos feliz o satisfecho hasta que no tiré por la borda todo mi envoltura e hice un cambio en mi vida. Esto no significa naturalmente que no trabaje. Me daría verqüenza si no quisiera trabajar. Naturalmente que trabajo. Trabajo de fotógrafo para National Geographic en Hungría, para Keystone en Suiza, fotografiando lo que yo quiera. Fuera de eso realizo trabajos exclusivamente caritativos, que son las que más me llenan. El BWS [nombre que lleva su escuela] se inició hace 3 años y se lleva a cabo en Budapest y en la ciudad de Szeged. Sencillamente deseaba ayudar a los fotógrafos que se iniciaban o ya conocían en cierta medida la fotografía, observé que apenas existe institución que les de conocimientos verdaderos. Sin embargo, todo lo que yo sé, lo que aplico, lo debo a mis profesores... Estando solo, uno se estanca
71
72
fácilmente, como me pasó a mí con frecuencia. Reuní así a mis amigos artistas, profesores que me enseñaron a mí, y organizamos un workshop de unos días, totalmente gratuito. Quería que nadie se quedara fuera por no tener dinero. De eso nació para hoy nuestro sistema de becas, y del workshop universidad libre con 11 profesores del mundo del arte contemporáneo. El objetivo es crear una enseñanza que dé valores verdaderos, conocimientos verdaderos. A nuestros estudiantes no les extraña que siendo fotógrafos aprendan de poetas, de escultores, de directores, de pintores, para ellos lo raro sería si para lograr crear algo sobresaliente siendo fotógrafos tuvieran que aprender de otro fotógrafo. Naturalmente entre nuestros profesores también hay fotógrafos, pero le prestamos atención también a que nuestros alumnos a través de la historia de arte puedan conocer hasta las técnicas más modernas de la impresión, a través del funcionamiento del mundo de las galerías, museos hasta la creación de precios y el comercio de obras de arte, con los cuales como fotógrafos con buena oportunidad se enfrentarán en su camino. Cubrimos prácticamente todas las áreas de la fotografía digital, y analógica, la aplicada, el arte fotográfico, las técnicas de archivo, el comercio fotográfico, el arte contemporáneo, incluso los que no figuran en la enseñanza artística. Tal vez sea ésta la razón por lo que contamos con 200 alumnos activos, mientras nuestro público más amplio llega a 650 personas. Seguirnos significa seguir el mundo artístico contemporáneo, la fotografía contemporánea, puesto que la fotografía contemporánea somos nosotros mismos. László tuvo una infancia y juventud, que podríamos calificar de dramática... Su padre los abandonó temprano, su madre era alcohólica, lo criaron sus abuelos en un barrio en aquel entonces bastante abandonado, siendo los mismos cuidadores de un edificio y ocupando un pequeño local designado para esos menesteres, sin baño, ni siquiera para primeras necesidades, para lo cual existía en las afueras en un pasillo unas cabinas para compartirlas entre varias familias . Al morir sus abuelos, se encontró en la calle sin nada. Vivía como podía en pleno abandono, entre la gente de la calle, participando en peleas, etc. Estos antecedentes, aunque él logró salir de ello, no los olvida, lo tiene grabado en su memoria, y aún hoy día cada vez que viaja a su país, visita su barrio, comparte con artistas y mendigos que conocía y de los cuales cada vez encuentra vivos menos, visita a su amigo sobre
73
74
el cual posee toda una serie de fotos en el transcurso de su vida, y a quien le dio su palabra de que lo retrataría hasta su muerte... Después de casarse, emprendió viaje junto con su esposa para hacer “El Camino” a Santiago, donde reunió muchas experiencias. En aquella su primera etapa hacía fotografías de paisajes en b/n, dice que aquellas caracterizaban su periodo cómodo, el silencio antes de la tempestad, fotografías hermosas, realistas, solo que no tenían dentro de sí contenido alguno. “Necesité mi enfermedad para ocuparme de cuestiones más serias” —dice. Le sorprendió una enfermedad cardiopática. Pasó cuatro días entre la vida y la muerte, después de su recuperación decidió impartir fotografía, y enseñar fotografía sobre cosas esenciales. “Me di cuenta de que el tiempo como tal no existe, es solo ilusión No es seguro que siempre tenga la oportunidad para un nuevo comienzo, por ello no quiero dejar pasar nada, no deseo vivir con la impresión de que dejé pasar algo, de que eché a perder algo en mi vida . Hago mis deberes...” —con esa última frase terminó su entrevista a National Geographic.
No hace tanto visitó un hospital oncológico infantil, donde reunió una serie de fotos más que dramáticas, duras de ver, mas necesarias para los estudios de los profesionales del centro, de forma totalmente colaborativa. Les invito a recorrer su página, donde se ven más fotografías suyas también, entre otras las que hizo en Ucrania y en una comunidad gitana en su país.. http://www.laszlobalassa.com/ https://www.facebook.com/BalassaPhoto
75
76
Liu Bolin ¿Se distingue a Liu Bolín entre el paisaje o los alrededores se lo han tragado completamente? Este fotógrafo plantea algunas preguntas interesantes acerca de la identidad y el control, pintándose a sí mismo dentro del ámbito urbano y rural de su China natal. La serie “Hiding in the City” (Escondido en la ciudad) ha sido muy aclamada en los últimos años. Bolín consigue algo increíble al camuflarse entre el paisaje de tal forma que aún se pueda reconocer su presencia. Articula una pregunta esotérica: ¿cómo conseguimos que se note nuestra presencia en un entorno que consume al individuo? La obra está inspirada en la propia experiencia de impotencia del artista, en particular por la destrucción de su estudio a mano de las autoridades chinas en 2005. Fue arrasado todo junto con lo demás que había en Soujiacun, un pueblo de artistas en los límites de Pekín, en unas tierras que no tenían los permisos de construcción adecuados. Las fotografías de Bolín han sido realizadas con la ayuda de varios ayudantes y las sesiones pueden llegar a durar diez horas. Después de haberse hecho famoso en China, el artista ha expendido la serie para incluir lugares como Nueva York Venecia, los Ángeles, Bogotá y varias ciudades de Italia.
77
78
79
80
81
82
83
84
85
86
87
88
Manda tus preguntas a: moldeandolaluz@gmail.com
P.
Cada día más y más fotógrafos a mi alrededor se están pasando a Lightroom. Todavía me mantengo en Aperture, ¿Estoy perdiendo el tren de algo bueno?
R.
Yo era usuario de Adobe Bridge cuando Aperture y Lightroom pegaron fuerte. Probé con Aperture 1.0 y fue una masiva consumición de recursos de mi sistema. No me gustó todo el tema de importación y catalogación de Lightroom. Y me mantuve con Bridge. Después me fui a un evento PDN On the Road y vi a un tipo hacer una presentación de dos horas usando Lightroom. Creo que era el Lightroom 3 y había una oferta para conseguirlo por 70 euros. El presentador me lo vendió y poco a poco empecé a cambiar a Lightrom como mi programa principal de edición, el cual sigo usando hoy a través de Creative Cloud, las ultima versiones son una verdadera pasada. También uso Capture One un poco más sobre todo cuando se trata de archivos muy pesados, evidentemente es el programa ideal para el formato medio. A mi me tomó seis meses cambiar de Bridge a Lightroom. No preveo cambiar definitivamente a Capture One. Con el que he seguido coqueteando es con Aperture. Lo he visto en acción, está muy bien, pero no había nada que me dejara con la boca abierta y me llevara a la App Store para comprarlo. Creo que las últimas versiones de Aperture eran superiores a Lightrom, la evolución del año 2005 al 2014 fueron espectaculares. Aperture fue rebajando su precio desde los 425 euros a los 69 euros, pero fue insuficiente, Adobe Lightroom le había ganado la batalla. El precio que resultaba prácticamente un regalo pero tampoco le sirvió para ganar cuota, Lightroom ya estaba asentado. Aperture se queda con su versión 3.0 y ya no volverá a sacar más, es más ya ha desaparecido de la App Store. Lo que supone que voy a perder miles de horas de edición de mis archivos RAW en imágenes anteriores. Para mantenerlos tendré que comprar acciones en discos duros para almacenar las “versiones” convertidas en archivos .tiff. He hecho
89
90
cientos de colores selectivos sobre imágenes personalizadas en blanco y negro en Aperture. Ningún programa de reemplazo reconocerá esas imágenes. La transición lógica sería ir a Lightroom. También trabajé la edición sin fisuras en Photoshop y Photomatix Pro 5 dentro de Aperture sin dejar la aplicación. Voy a mantener la edición de photoshop en Lightroom, pero ahora voy a tener que ir fuera de Lightroom para usar Photomatix Pro 5. Ya que es mucho más robusto que Photoshop HDR. Al final, yo habría pensado que Apple habría aprendido su lección con el Final Cut Pro kerfuffle. Es muy claro que Tim Cook no tiene la visión de lo que Apple debe ser que Steve Jobs hizo. Steve Jobs vio a Apple como una herramienta para los profesionales y un juguete para los consumidores. Una gran combinación. Tim Cook sólo ve a Apple como un juguete de consumo, sin duda el mejor hardware del mercado preparado para la imagen pero que los mejores software nos los tenemos que agenciar con terceros. En este sentido Adobe nos da cierta garantía de estabilidad y continuidad ya que sus negocios están en los software. Así que pocas opciones de calidad nos quedan o Lightroom o Capture One Pro Highlights.
91
92 FOTO: Irina
93
FOTO: Kezzin
www.moldeandolaluz.com 94