Luz y tinta 67

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Nยบ 67 - Marzo 2017

Fotรณgrafa del mes: Irina Alrededores de Irati

Viaje a Cinque Terra


Año VII.- Núm. 66 - Febrero 2017

Fotógrafa del mes: Irina Dzhul.............................. Francisco Trinidad

DIRECTOR Francisco Trinidad

Cinque Terre............................................................... José Luis Cuendia, “Guendy”

COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González “Completu”, Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano. DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad

Cierra la puerta.................................................... Gloria Soriano Tal para cual......................................................... F.T. Cambio de ciclo.................................................... Monchu Calvo Alrededores de Irati............................................ Juan Depunto La reacción anticipada........................................ Ricardo González “Completu” Mascotas, modelos casuales.............................. Juan José Pascual Encajes y brocados............................................. Nadima/Claudio Serrano Fotografías que despertaron conciencias...... Ferrocarril transcontinental............................. Michel Hughes....................................................

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Nuestra portada:

Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society

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PROMOTOR José Luis Cuendia, “Guendy”

Ionut Caras


Presentación

Siempre es un placer ­—y una creciente responsabilidad— editar un nuevo número de Luz y Tinta, esta revista que tantas satisfacciones nos da en forma de retorno a través de las reacciones de nuestros lectores que cada mes aumentan el número de seguidores. Este número 67, aparte de venir cargado de sugerencias fotográficas y literarias, como todos los anteriores, nos sirve para poner en marcha una nueva sección, la que hemos titulado “Fotografías que despertaron conciencias”, en la que, como su propia denominación anuncia, publicaremos y comentaremos una serie de fotografías que recogen momentos trascendentales de nuestra historia, como la que en este número inaugura esta nueva sección. Son fotografías que nos harán despertar la conciencia ante sucesos y momentos que fueron significativos en nuestra historia. Con esta nueva sección daremos cuerpo a nuestra historia fotográfica, efectivamente, a la vez que reforzamos la presencia de nuestra revista, conscientes de que, mientras no falten iniciativas, no se agotará el caudal de luz y tinta que nos mantiene. Dentro de este caudal, nos complace anunciar otra iniciativa que en los próximos meses habrá de darnos cierto juego. Como nuestros lectores ya saben, pues fue objeto hace unos meses de un reportaje de “Guendy”, en Puertas de Cabrales, Asturias, un pueblo cercano a los Picos de Europa, se celebra un festival de cine en el mes de agosto, PuertasFilmFest. Pues bien, su director y programador, Miguel Lorenzo, se puso hace unas semanas en contacto con el promotor de esta revista y de Moldeando la luz, José Luis Cuendia, “Guendy”, proponiéndole que algunos fotógrafos de Moldeando la luz participaran en un proyecto fotográfico que cristalizará posteriormente en una exposición durante la celebración del festival PuertasFilmFest de 2017. Tras varios contactos telefónicos, hace un par de semanas tuvieron una primera reunión en Gijón responsables del festival y algunos de los fotógrafos que participarán en el evento; y esta misma semana se desplazarán a Puertas de Cabrales el propio “Guendy”, junto con José Luis Maylín, José Luis García, Monchu Calvo, Ricardo “Completu”, Juan José Pascual y el director de esta revista. Ese día se reconocerá el terreno, se iniciará el trabajo fotográfico y se sentarán las bases de lo que habrá de ser la exposición final, de cuyo contenido y desarrollo daremos cumplida cuenta en su momento en nuestras páginas. Tal y como se está planteando todo —y nuestros lectores comprenderán que no adelante nada del contenido— es de esperar que el proyecto sea un éxito y para quienes integramos Moldeando la luz será motivo de orgullo.

Francisco Trinidad

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Fotógrafa del mes de Febrero

Irina Dzhul Irina Dzhul —que en Moldeando a luz firma sus fotos simplemente como Irina— es una fotógrafa ucraniana que transmite, a través de sus fotos, todo un mundo de sensaciones que entroncan directamente con la literatura universal y con el cine de todos los tiempos. Detrás de cada una de sus fotos, asoma un relato, unas veces reconocible en la literatura, como digo, o en el cine, al que tanto deben sus composiciones, y otras que nos remiten a un mundo de historias lejanas. Su entronque con los cuentos infantiles es evidente y muchos de ellos son directamente reconocibles, algunos incluso desde el título de la propia foto: Gulliver, Aladino, Caperucita Roja… incluso he querido reconocer en una aguerrida guerrera a la Juan de Arco —mitad historia, mitad leyenda— que exportaron los franceses. En otras ocasiones no reconocemos el relato original que le presta a la foto sus atributos, pero es posible que sea así porque pertenece a tradiciones rusas que se nos escapan. En cualquier caso, en muchas de sus fotografías aparece el mundo de los bosques, un mundo umbrío, tocado de niebla y luz vacilante, como en los bosques encantados de todos los cuentos infantiles. Esto que, dicho así, añade un toque mágico a sus composiciones, encierra sin embargo una dificultad añadida, la de trabajar en escenarios naturales, sin la posibilidad de modelar la luz y las sombras con luz artificial. Aunque a nadie se le escapa que muchas de esas fotos bien pudieran estar compuestas en estudio, a base de decorados y tratamiento informático. Aunque no lo parece en la mayoría de los casos. La propia Irina podría darnos las pistas necesarias, aunque hay una que me parece convincente: Irina nos ha remitido varias fotos de uno de sus talleres, todas ellas en exteriores, con un bosque detrás. Si trabajara en estudio, estas fotos hubieran tenido otro escenario, creo. Irina nos entrega fotos sueltas, pero también series sobre el mismo, construyendo el relato foto a foto, fotograma a fotograma, como en una secuencia cinematográfica, como si nos mostrara el story board de la película que está ‘rodando’. Es muy simpática la serie “Stories of the bike”, en la que una pareja de jóvenes a

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bordo de una moto posa en diversos escenarios y posturas. En estas series suele detenerse en algún rostro, casi siempre de mujer, y ofrecernos retratos en los que la luz de los ojos es más protagonista que el resto del rostro. Todas sus fotos tienen ese toque “de época” que las hace reconocibles: unas sacadas del mundo de los cuentos, otras del mundo del cine. Para ello se le impone un vestuario acorde y unos escenarios adecuados; y como en tales fotos suele aparecer solamente un personaje o dos a lo sumo, se me antoja que no hay trabajo de equipo detrás y que todo obedece a un proyecto personal de la propia Irina Dzhul, ayudada quizás por una maquilladora o una estilista. Pero el mundo fotográfico de Irina no se agota en estas fotos que conocemos en Moldeando la luz. Como ya he señalado, imparte cursos para grupos numerosos y en lugares muy distintos: para lo que resta de año, entre marzo y agosto, tiene previsto impartirlos en Tallín (Estonia), Oslo, Bruselas, Amsterdam, Roma, Venecia, París y Praga, todo un periplo europeo en el que pondrá en juego sus conocimientos de las herramientas y técnicas de la fotografía, así como el poder de la creatividad de una mente como la suya alimentada por el mundo infantil y onírico de los cuentos de hadas.

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Cinque Terre José Luis Cuendia, “Guendy”

Se denomina Cinque Terre a una porción de costa formada por cinco pueblos en la provincia de La Spezia, bañada por el mar de Liguria en Liguria, en la costa italiana. Encadenándose sobre 18 kilómetros de acantilados dentados localizados entre Levanto y La Spezia, Cinque Terre es un conjunto de cinco localidades de gran belleza declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Estos reconocimientos a veces suenan un poco pomposos, pero en este caso creo que es muy merecido. Tengo que reconocer que la primera vez que vi una foto de los pueblos de Cinque Terra fue en nuestra red Moldeando la luz. Se trataba de una foto subida por David, en concreto, el pueblo de Manarola. Fue ver la foto y pensar en voz alta, “asignatura pendiente”. Tuvieron que pasar cuatro años para que pudiera coger el coche y recorrer los más de 1600 kilómetros que separan mi ciudad en Asturias (España) con la italiana de La Spezia, lugar ideal para embarcarse en la aventura, recorrer los hermosos pueblos encaramados a los riscos que se precipitan al mar, con esas casas multicolores pintadas de siena, ocre, teja o albero. La pregunta es obligatoria: cómo los arquitectos hicieron semejante obra que parece literalmente salida de un bello sueño. Los cinco bellos pueblos se pueden recorrer en barco al que se puede acceder en La Spezia o en Monterosso. El barco va parando en cada uno de los pueblos, es una buena manera de conocerlos desde el mar. Recuerdo que atracando en uno de estos pueblos me vieron emocionado disparando mi cámara unas chicas madrileñas que acababa de conocer durante la travesía, y una de ellas me dice al oído, es

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Monterroso. A la izquierda, Corniglia

muy bonito, pero a un asturiano supongo que no le debe de impresionar mucho, teniendo en su tierra pueblos pesqueros como Tazones, Lastres, Cudillero… Los pueblos de Cinque Terra también se pueden visitar en tren, de la estación de La Spezia sale unos cada 30 minutos, que va parando en los diferentes pueblos, existe un bono para dos días que permite subir y bajar del tren como si de un bus turístico se tratara. Cinque Terre es uno de los tesoros mejor guardados de Italia, una porción de terreno suspendido entre la tierra y el mar que no deja indiferentes a sus visitantes. La zona aún conserva su encanto de antaño y los agricultores continúan trabajando en los empinados terrenos como lo han hecho durante siglos. Las Cinque Terre se encuentran a unos 160 kilómetros de Florencia, por lo que resultan un destino ideal para una excursión de un par de días. Creo que uno sería demasiado apurado. En mi caso, Marta y yo aprovechamos para viajar durante diez días por la Toscana, pero ese es otro viaje que merece un capítulo especial, y que lo haré en uno de los próximos números.

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Rincones con encanto en la ruta. A la izquierda, Riomaggiore

Pueblecitos de las Cinque Terre Como su propio nombre indica, las “Cinco Tierras” están compuestas por cinco atractivos pueblecitos que constituyen uno de los mayores tesoros de Italia. Estos son los pueblos que las componen: Monterosso: Ubicado en un pequeño golfo natural en la parte más occidental de las Cinco Tierras, Monterosso es la localidad más poblada de las Cinque Terre y cuenta con las playas más extensas de la zona. Vernazza: Localizado al norte de las Cinque Terre, Vernazza es un hermoso pueblo marinero en el que las antiguas casas de colores se agrupan junto a sorprendentes acantilados. Cuenta con un atractivo puerto natural, un antiguo castillo y una encantadora iglesia localizada junto al mar. Corniglia: Asentado sobre un escarpado promontorio de 100 metros de altura, Corniglia es el pueblo más elevado de las Cinque Terre y se encuentra rodeado por un majestuoso paisaje de viñedos y olivares. Manarola: Con un carácter colorido y animado, Manarola es el más antiguo de la Cinque Terre y además de recibir una gran cantidad de turistas aún conserva como pilares básicos para su economía la pesca y la viticultura. Riomaggiore: Riomaggiore es un tranquilo pueblo de pescadores con carácter pintoresco en el que resulta un auténtico placer perderse por sus coloridas y empinadas callejuelas.

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Cierra la puerta Gloria Soriano La primera vez que fui a casa de mi abuela fue para quedarme. Era verano. En la maleta llevaba un pantalón corto y el de la comunión que nunca me volví a poner. Mi alcoba estaba arriba, en medio de dos dormitorios que se comunicaban a través del mío. Mi abuela dormía al fondo y siempre se acostaba la última. Atravesaba la habitación casi invisible, salvo cuando la luna desde el balcón ponía detalles en aquel bulto enmudecido. En la casa se hablaba poco y la madera crujía. Desde la cama contaba sus pasos. Nueve hasta mi cuarto. Trece en total. Ella nunca me daba las buenas noches y yo cerraba los ojos como si durmiera. Con esa costumbre que tenía de no hablar, hasta que no fui a la escuela no supe de la existencia de mi tía Isabel. Mis amigos la nombraban con risitas, como si el viento hubiera subido la falda de una chica hasta la cintura. Aquella mañana al salir de clase me fui directo a casa, pero no me atreví ni a mencionar su nombre. Llegué a comer un poco antes que de costumbre. Mi abuela estaba arriba, en el corredor donde guarda sacos de nueces, artesas y grandes ollas. —¿Quién anda ahí? —gritó. Si me hubiera visto entrar no habría dicho ni mu. Ella sólo hablaba desde lejos y a voces. De cerca las órdenes las daba sin palabras. El entrecejo fruncido, los labios apretados y un movimiento brusco de la cabeza hacia atrás significaba lárgate. Mi abuela siguió arriba haciendo lo que fuera, y yo salí al patio. Los gatos escarbaban entre las hortensias. Me quedé mirándolos a cierta distancia para no asustarles. Ella no les dejaba entrar. Estuve así hasta que otra vez tronó su voz. —¡Pon la mesa! —dijo. Los gatos saltaron la tapia y desaparecieron, yo entré en la cocina e hice lo que me mandaba, y mi abuela bajó. Antes oí como giraba la llave de la panera, un cuarto que siempre estaba cerrado.

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*** A mí el pueblo me gustaba. Después de clase jugábamos al futbol en una pradera junto a los lavaderos. Iba camino del campo practicando goles y regates con las piedras, cuando me encontré a unas mujeres que se habían parado a hablar. No me quitaban ojo desde hacía un rato y creí que estaban interesadas en mis chutes (dicen que tengo madera de futbolista). —Le han traído de consuelo —oí comentar a una de ellas. Entonces di una patada tan fuerte a un morrillo que me hice daño. Con mi abuela todo era distinto. Me encantaba que no fuera necesario ir a la tienda. Había comida por todas partes. Tampoco íbamos a la iglesia. De hecho, ella evitaba encontrarse con la gente, y para ir al molino, que está justo al otro lado del pueblo, daba un rodeo por huertas y callejones que solo los perros transitan. Supuse que todo esto era por lo de mi tía. A mí tampoco me gustaban las murmuraciones. No conseguía sacarme de la cabeza lo que había oído a aquella mujer. Yo alguna vez había pensado que si estaba en el pueblo era de milagro (mi madre se había negado de primeras a dejarme marchar). O de caridad. Pero nunca de consuelo. Mi abuela no es de esas mujeres blanditas y besuconas. Sabe gritar, eso ya es un desahogo, y tiene la suerte de vivir en el campo, con intimidad, sin vecinos que puedan oírle. No obstante, sus voces estaban siempre cargadas de silencios: la marca de la familia. —¡Cierra la puerta, que se escapa el gato! —¿Qué gato? —¡Pues qué gato va a ser! ¡Pareces tonto! Aquel día de invierno, en la imagen del Sagrado Corazón que decoraba la pared de la sala de estar, creí ver una mujer en llamas con un gato en el pecho haciendo fu. Un domingo de verano a la hora de la siesta, me colé en la panera que mi abuela dejó abierta por descuido. Entre sacos de trigo y maíz asomaba un baúl. Dentro descubrí una foto escolar parecida a otra que nos habían hecho en primavera a toda la clase. Una de las caras entre tantas niñas antiguas me pareció la mía, y me asusté. Cogí la foto y bajé tan deprisa que ni pisaba los escalones. Encontré a mi abuela junto al pozo, sacando agua. —¿Quién es? —le pregunté. —¡Maldito chaval!, ¡te he dicho que no entres ahí! —Me quitó la foto y la guardó en el bolsillo de la bata.

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— ¿Pero quién es? —insistí. —¡Nadie! —gritó, mientras desaparecía por las escaleras. Entonces tuve la sensación de que ese era mi nuevo nombre.

*** Otra vez llegó el invierno. Estábamos en la sala junto a la estufa, un cilindro de hierro conectado con la ventana por un tubo de ventilación. Mi abuela zurcía calcetines, y yo pasaba las hojas del diccionario. Tenía una larga lista de palabras desconocidas. Fuera de la lista busqué coño, cojón y fuchifuchi. De éstas yo ya sabía el significado, pero dudaba de que Aristos, el de la Lengua Ilustrada, las reconociese. También oía el diálogo de los suspiros con el crepitar del carbón. Un idioma que no entendía. Se fue la nieve de las montañas y llegaron los insectos. Una mosca recorría las manzanas de la cesta y la espanté, tal como lo hubiera hecho mi abuela. Ella estaba allí, pero parecía no estar. En esas ocasiones yo notaba mucho la presencia de su hija Isabel, y me sentía culpable de tanta amargura. Lo que murmuraban las mujeres —de consuelo— era para mí una responsabilidad. También anhelaba que mi abuela me viera. La mosca revoloteó de nuevo sobre la fruta e intenté ahuyentarla una vez más, pero siempre volvía. Ambos éramos incapaces de alejarnos, como si estuviéramos hambrientos, aunque mi hambre no podía ser de comida. En aquella casa nunca me faltaba que llevar a la boca. A pesar del silencio de la familia, escuché muchos rumores sobre la desaparición de Isabel. Las causas eran confusas: que si la romería, el saltimbanqui, la noche en el pajar… Los días pasaban sumando años. Yo seguía atrapado al lado de mi abuela. Volví a ver la foto de Nadie. Una mujer joven con edad suficiente para ser mi madre me la enseñó. La sacó de un sobre que guardaba en la caja de los hilos. Ella y mi tía eran dos de las niñas del retrato. —Hay que ver cómo te pareces a Isabel —dijo—. ¿Sabes?, éramos inseparables. —¿Y qué pasó? Ese día me enteré de la verdad y me hice mayor. Presiento que hay algo que aún no sé. La he buscado por todas partes pero no he llegado a descubrir su paradero. Me gustaría que regresara al pueblo antes de que la casa se derrumbe, y que mi alcoba vuelva a ser la suya, y me libere.

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Foto: http://www.mascoche.net/clasicos/historia-seat-850/

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Tal para cual F.T.

Noelia era un manojo de nervios, una especie de borbotón en una olla exprés. Ángeles en cambio era toda calma, como una caricia de terciopelo. Y a pesar de todo lo que parecía separarles, porque incluso físicamente no se parecían en nada, eran inseparables. Durante los cinco años de carrera casi siempre las vi juntas. Y juntas reían y sonreían con una complicidad que siempre nos hicieron sospechar que su relación iba más allá de la natural camaradería entre dos buenas compañeras de estudios que además compartían residencia; una residencia de monjas de estrictos horarios, como alguna vez pude comprobar. Una vez que terminamos la carrera, nos separamos definitivamente. A mí me llevaron unas oposiciones a Valencia, donde me retuvo primero el amor y luego el matrimonio. Ellas se quedaron en Santiago: Noelia como profesora y luego catedrática en la Universidad; y Ángeles como profesora de Instituto. Alguna vez, de pasada, vi artículos de Noelia en revistas de Historia, pero en temas de su especialidad —la epigrafía y la paleografía— que a mí me dejan más bien frío. De Ángeles nunca supe nada hasta que consiguió un premio literario menor con una novela en la que quise ver parte de nuestra historia de estudiantes. Misterios de la analogía quizás. Nunca más volví a verlas. Aunque he venido frecuentemente por Galicia, nunca nos brindó el azar la oportunidad de un reencuentro hasta hace unos meses en que me instalé de nuevo, y definitivamente, en Santiago. Tras la muerte de mi mujer y tras quedarme solo en casa —mis hijos hace tiempo que viven con sus parejas—, decidí arreglar la casa que heredé de mis padres y regresar a esta ciudad que llevo añorando desde el día en que el destino me llevó a orillas del Mediterráneo. Pero hace unos días nos reencontramos los tres en el entierro de una colega cuya esquela vi en el periódico local. Me acerqué al tanatorio, di el pésame a personas que no conocía, dejé mi tarjeta y salí, vacío, preso del sinsentido. Aunque

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no todo fue en vano: en el aparcamiento me reencontré con Ángeles y Noelia, que también habían acudido a presentar sus condolencias a la familia. Nos reconocimos inmediatamente, aunque el tiempo ha marcado su impronta y la realidad presente desdibuja la de los recuerdos pretéritos. Nos besamos divertidos y nos miramos con curiosidad. Esperé después junto a su coche a que cumplieran con la familia y nos citamos media hora más tarde para tomar un café en el centro. Durante aquella velada, recordamos anécdotas de nuestra vida de estudiantes, cuando pensábamos que teníamos todo el futuro por delante y que el mundo estaba a nuestros pies, pero sobre todo nos pusimos al tanto del tiempo transcurrido desde que no nos veíamos. Yo les hablé de mi matrimonio, de mis hijos y de mi carrera en la Universidad, que había concluido poco antes, como suele ser habitual, sumido en el hastío y la decepción. Tantos años para nada. Ellas me contaron de su vida en común desde que abandonaron la residencia de monjas y se establecieron en un piso alto y espacioso de la Rúa da Trinidade, donde seguían viviendo y cultivando su relación. Con una sonrisa cómplice, Noelia me dijo que estaban pensando en casarse. —Puro trámite, nada más —añadió Ángeles, resignada—. Ya ves, después de tantos años, y tantos a escondidas, y después de haber luchado contra todas las convenciones. Pero es lo que hay. Cuando estábamos a punto de despedirnos, intercambiamos los teléfonos y nos prometimos volver a reunirnos. Supuse, como suele ocurrir en estos casos, que todo quedaría en buenos propósitos por parte y parte y que volveríamos a reunirnos cuando nos reencontráramos de nuevo por azar. Pero me equivoqué. Esa misma semana recibí un WhatsApp de Ángeles proponiéndome comer ese mismo día. Acepté lógicamente de inmediato. Supuse, y volví a equivocarme, que comeríamos los tres. Cuando llegué al restaurante en que habíamos quedado estaba solo Ángeles, quien ante mi extrañeza me dijo que Noelia, que no pensaba en jubilarse hasta los setenta, andaba muy liada en la Universidad donde impartía un Máster y no sé cuántas cosas más que la absorbían. Así que comimos los dos y volvimos a recordar y volvimos a rellenar los espacios vacíos de los muchos años en que habíamos estado sin vernos. Noté un deje de nostalgia en sus palabras, porque siempre volvía a nuestros años universitarios, como si nuestras palabras cabalgaran en los caireles del viento de un tiempo definitivamente ido pero que nos envolvía en su estela final. Me preguntó por mis amoríos en aquel tiempo y salí por donde pude, a base de lugares comunes y de medias palabras. —Tú solo tenías ojos para Noelia. Y en parte era cierto. Lógicamente Ángeles, que no se separaba de ella, tenía que haberlo notado. Pero en sus palabras no había reproche sino desdén. Yo estaba nervioso, buscando la manera de abandonar aquel tema, pero ella insistía, consciente quizás de mi incomodidad. Hasta que, mirándome profundamente, me soltó lo que acaso había venido a decirme en aquella comida. —¿Sabes que te había elegido a ti para perder la virginidad? Y no me hiciste caso. —¿Pero tú no eras…? —Sí, era y soy lesbiana, enamorada de Noelia desde siempre. Pero la virginidad era un trámite que me había propuesto solventar con un hombre para olvidarlo definitivamente. Ya ves, siempre a vueltas con los trámites. Me dejó, como vulgarmente se dice, de piedra, pero entonces entendí la actitud de Noelia en su momento. Tras varios días tonteando, saliendo a bailar, bebiendo un poquitín más de lo habitual y besuqueándonos como bobos, una tarde nos metimos en un Seat 850 que me habían prestado para la ocasión y buscamos un rincón

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© Gina Sanders en un bosquecillo de castaños oculto de miradas indiscretas. El asiento de atrás, que no fue tálamo deleitoso sino potro de tortura, asistió a nuestro intercambio de besos apresurados y de caricias torpes y a una consumación inhóspita de lo que ahora entendía era nada más que un puro trámite para el que yo había sido elegido quizás por azar. Por eso, entendí treinta y tantos años después, Noelia no quiso volver a salir conmigo, que me quedé con la frustración de no haber estado a la altura que ella deseaba cuando en realidad la había ayudado a pasar un estúpido rubicón que la llevaba a otras batallas más acordes con su destino. Miré a Ángeles sin saber qué decir, sin conciencia de si ella conocía los detalles de aquella tarde que yo recordaba ahora en pleno sonrojo y a lomos de una turbación que iba en aumento, mientras me preguntaba si aquella confidencia buscaba echarme en cara el que hubiera preferido a Noelia o invitarme a descorrer la cortina del tiempo y retomar lo que habíamos dejado esquinado cuando aún no éramos conscientes de que la vida camina a su propio ritmo y a veces nos arrastra como el viento a las hojas en otoño; en este permanente otoño de nuestra memoria.

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Cambio de ciclo Monchu Calvo Cuando cada poco los periódicos nos publican noticias sobre la desaparición de las gentes de los pueblos, ya poco nos sorprende, acostumbrados como estamos a estos titulares. La sentencia de muerte ya lleva tiempo ejecutándose, y no solo en Asturias, si no en todas las áreas rurales de España. La gente marcha de los pueblos a las ciudades como un movimiento global. Van buscando unas migajas de futuro, aún a sabiendas de que este no existe o es muy precario, y se van precisamente los encargados de sostenerlo, aquellos capaces de dar vida a través de su descendencia o de sus proyectos. Y es muy preocupante la marcha de uno de los pilares imprescindibles en cualquier sociedad, sea urbana ó rural. Se van las mujeres. Las que pueden dar vida y mantenerla. La forma de vida tradicional implica dureza, sobre todo para ellas. El hombre, aunque acostumbrado al trabajo, al acabar éste se refugiaba en el bar con sus vecinos. Allí, con la colaboración del vino estiraba su tiempo sin otras preocupaciones. La mujer quedaba en casa cuidando hijos o con las labores propias de un hogar, que siempre eran muchas y variadas. La violencia doméstica con que a veces era tratada en el mundo rural tradicional era aceptada socialmente. Invito a leer la novela de Palacio Valdés, El idilio de un enfermo, donde nos muestra de manera magistral esa vida. Ellas abandonaron esos mundos de trabajo esclavizante y casi nulas muestras de cariño. Con su marcha quedan los pueblos con las escuelas vacías, y unas sombras de varones envejecidos detrás de las últimas vacas que apacientan. Las exiguas pensiones que mantienen una o dos personas contribuyen a que ahora las casas y las calles se vean en buen estado, alejadas de la miseria de antaño, pero en gran parte vacías, o con un solo habitante en las solitarias edificaciones. En muchos de nuestros pueblos ya no queda el recurso del bar para conversar con los vecinos. Eso firma la muerte de esas comunidades rurales, que antes paliaban su mantenimiento en la emigración a ultramar de los excedentes familiares, eliminando platos en las mesas, y en algunos casos aportando a la economía familiar un dinero que tapaba muchas necesidades. Las caserías no eran fundamentalmente vaqueras como ahora, porque los hombres no eran esencialmente ganaderos, eran labradores. Sembraban patatas, maíz,

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trigo, cortaban madera de los montes comunales, y a la vez tenían vacas, gallinas y cerdos para el mantenimiento de sus familias. Por supuesto no cobraban ninguna subvención, y no tenían ni con mucho el número de animales que ahora tienen algunas explotaciones. El funcionamiento de aquellas comunidades rurales se regía por estrictas normas consensuadas entre todos, y de cuya buena aplicación dependían. Ese mundo ya desapareció, aquel de nuestros padres y abuelos. Hoy en las redes sociales vemos que los descendientes de aquellos hombres y mujeres reclaman aquel mundo, sin darse cuenta que al estar utilizándolas nos indica que las cosas cambiaron, y lo que es más determinante, cambiaron para no volver. Ya no existe aquel mundo ni los hombres y mujeres que lo habitaron. Me gustaría adivinar su futuro, porque deberá de confluir en algún sitio. Seguirán los montes y los pueblos estando ahí. Seguro que muchos caminos y fuentes habrán desaparecido, y los techos de piedra de las cabañas se habrán venido abajo, y en su lugar, del viejo fresno de cuyas hojas se alimentaban en tiempo estival las vacas, luzca en lo alto de su tronco una antena de TV, para que el pastor 2.0 pueda estar conectado y sepa el resultado del partido de futbol. Tendremos que aprender de las cosas buenas del pasado, que sin duda de sus enseñanzas se sacarían las mejores normas de supervivencia. Abrirnos a los cambios, porque no quedara otra. Invitar a que vuelvan a nuestros montes, y que vuelvan a habitar las cerradas casas de los pueblos todos los que crean que la esencia mas auténtica de la vida está en la naturaleza. El futuro pasa por la diversificación, y de eso podemos aprender mucho de aquella gente, en comunión perpetua con los ciclos naturales. Recuerdo de forma entrañable a mi abuela, ahora que tanto se habla de la biomasa, que nos obligaba a traer siempre en nuestros paseos unas ramas de las que abundaban por los caminos, para prender el fuego de la cocina. Por eso abogaría por facilitar a la gente que vuelva a los pueblos, pero sobre todo que vuelvan las mujeres. El futuro será con ellas, son la única solución posible.

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Alrededores de Irati Juan Depunto “Sigue llenando este minuto de razones para respirar. Y no te rindas, que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo”. Mario Benedetti En el número de diciembre de 2013, el 28, era portada de Luz y Tinta una preciosa fotografía de Guendy tomada en la Selva de Irati. No es fácil hacer una foto así, entre otras cosas porque una simple ráfaga de viento puede acabar con el nítido reflejo de la casa y sus alrededores en el agua. La portada venía a anunciar un interesante reportaje en su interior, con fotos igualmente valiosas, de este bosque que está considerado como el segundo de hayas y abetos mayor de Europa, después de la Selva Negra alemana. Como la naturaleza no entiende de fronteras, la selva o bosque de Irati se extiende a ambos lados de los Pirineos, participando tanto Francia como España de su belleza. Por ello, al hablar de estos alrededores vamos a adentrarnos en tierras de nuestros vecinos someramente. Comprende principalmente el valle del río Irati que tiene una dirección de este a oeste. En el este está el monte Orhi y al oeste Roncesvalles y los montes de Orzanzurieta. Su norte son los Pirineos Atlánticos y el sur de Francia. Al sur tiene la Sierra de Abodi. Los accesos principales son por el oeste a través del valle de Aézcoa (Orbaizeta) y por el este a través del valle de Salazar (Ochagavía). A pesar de ser explotado forestalmente desde el siglo XVI, se conserva excepcionalmente bien, lo que viene a indicar el cuidado que ponen en ello sus habitantes y el disponer de espacios protegidos para aves y zonas de Reservas Naturales e Integrales, aunque sólo en 238 hectáreas de las 17.000 que tiene. Como prueba del cuidado con el entorno, los carboneros de la zona idearon un sistema de podar las hayas para evitar cortarlas para su suministro de madera; fue la invención del “haya trasmocha”, un sistema de poda a 2-3 metros del suelo que descabeza al árbol para que surjan múltiples ramas que son las que podan cada 10-15 años,

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Saint Jean Pied de Port

sin talarlas; esto a su vez facilitaba la labor de la carbonera, al ser el material más homogéneo y manejable. La buena conservación del bosque induce la interrelación de sus habitantes: los árboles muertos facilitan la proliferación de insectos xilófagos (como el ciervo volante) cuyas larvas escondidas en la madera sirven de alimento a una gran variedad de pájaros carpinteros; también hay abundantes mamíferos como el jabalí, el ciervo, la marta, el topillo rojo, los murciélagos, el desmán de los Pirineos (que busca larvas bajo las piedras del lecho de los ríos), el tritón, especies de ranas endémicas, etc. Nosotros hicimos una doble aproximación a Irati. La primera fue por el oeste. Saliendo del pueblo de Eugi (desde el que informamos en el número pasado sobre su fábrica de municiones) nos dirigimos hacia el norte por la carretera NA-138 en dirección a Francia, pasando de nuevo por el bosque de Quinto Real, ese maravilloso bosque como de cuento infantil. De forma imperceptible pasamos la frontera (la “muga” que le dicen por aquí) pues no dejamos de estar en el País Vasco, aunque pasemos a esta provincia del norte, una de las tres en territorio francés. Siguiendo en esa dirección subimos un puerto y lo volvimos a bajar para llegar a Saint Jean Pied de Port. Este pueblecito fue la capital de la llamada Baja Navarra, que quedó en territorio francés tras la conquista de la actual Navarra española en 1512 (y aviso al respecto de próximo reportaje específico), lucen en su escudo las históricas cadenas de Navarra, que se trajo Sancho el Fuerte tras arrebatárselas a los moros en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) y que parte de ellas se conservan en Roncesvalles, estando representadas desde entonces en el escudo de la Navarra española y por ello en el de España, en el que está integrado éste. Esta localidad tiene unos 1500 habitantes, habiéndose mantenida estable su población en los últimos dos siglos. En agosto del pasado año lo encontramos en fiestas, con los mismos trajes regionales blancos, fajines y pañuelicos rojos que veíamos en Navarra, con las mismas Ikurriñas y banderolas, con la misma música y con la misma lengua, el euskera; solo que cuando no hablan en su lengua lo hacen en francés, pero sus hábitos y sentimientos son los mismos. Saliendo de S. Jean Pied de Port, cambiamos de dirección y la tomamos hacia el sureste, hacia Mendive, luego continuamos un trecho por el valle del río Urbeltza, que en buena parte de su recorrido inicial hace frontera, y giramos en dirección suroeste. A continuación subimos por un puerto que termina en un prado extensísimo donde pastan a placer docenas de cabezas de ganado y donde se ubica un vistoso crómlech1. Es el collado de Organbide, ya en Navarra, a 910 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.), desde el que se ve el valle de Irati y el pico Mendilatz (1348 m.s.n.m.). Seguimos en dirección sur y, ya cerca de Orbaizeta, nos topamos con unas ruinas: son las de su antigua fábrica de armas, construida en 1784 por mandato de Carlos III, como complemento de la fábrica de Eugi, donde los recursos comenzaban a escasear. El complejo se sitúa en un desfiladero entre los montes Mendiláitz y Arlekia, sobre los restos de una antigua ferrería. El lugar es rico en agua, madera y minas de hierro, lo necesario para la producción. Allí se elaboraban bombas de hierro colado, granadas y munición de distinto calibre, aunque en sus últimos tiempos lo que se fabricaba eran lingotes de hierro que luego eran trasladados a 1

La palabra ‘crómlech’ proviene del inglés y a su vez del antiguo galés. Está formada por crwm, «curvado» (crom en femenino), y lech, «piedra plana», y significa «piedra plana en curva». Son mucho más escasos que los otros monumentos megalíticos (dólmenes, menhires, etc.). Los crómlech son círculos de piedras prehistóricos que se encuentran por todo el mundo. Se ha calculado que quedan unos 5.000, sobre todo en Gran Bretaña, en la Bretaña francesa, en la Península Ibérica y en los países nórdicos. Sus razones de ser son motivo de controversia científica.

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fábricas del interior más tranquilas por lejanía de la frontera, como las de Oviedo y Trubia en Asturias. La fábrica es uno de los mejores ejemplares de arquitectura industrial de la época, el siglo XVIII. Está estructurada en tres niveles, formando cuatro líneas paralelas de proyección longitudinal. En el superior (actualmente el de la carretera de acceso) se sitúa la iglesia, y algunos restos muy derruidos y en reconstrucción de lo que fueron en su día, el palacio, las viviendas de los obreros, una posada y el cuartel. En el segundo nivel, en dirección al río, se emplazaban los depósitos de mineral y almacenes. En el tercer nivel, a orillas del río Legartza para aprovechar su fuerza hidráulica, estaban las instalaciones propiamente industriales: altos hornos, talleres de moldura y cerrajería, carpintería, etc. Esta fábrica funcionó intermitentemente a lo largo de su historia: en 1794 fue incendiada por los franceses en la guerra de la Convención, en 1808 la arrasaron las tropas napoleónicas en su invasión (guerra de la Independencia); luego le afectó la primera guerra carlista y después sufrió dos incendios fortuitos. Finalmente fue clausurada en 1884. Se declaró Bien de Interés Cultural (BIC) en 2007. Esta fábrica ha sido el escenario ficticio de una reciente novela negra “La fábrica de las sombras”, de Ibon Martín Álvarez, en la que se exponen viejas tradiciones del lugar y secretos familiares desgarradores en unos parajes llenos de mitos y leyendas. Siguiendo en dirección sur por la NA-2030 se llega a Orbaizeta, a orillas del río Irati, que viene desde su nacimiento en el este de la Selva que lleva su nombre; este río nace de la unión del río Urbeltza, del aporte de la Regata del Cubo y del río Urtxuria y continúa su camino hacia el embalse de Irabia, casi en el centro de la Selva de Irati navarra. Orbaizeta es una pequeña población de poco más de 200 habitantes, aunque llegó a tener más del doble hasta los años 30 del siglo pasado, perdiéndolos progresivamente a partir de la última dictadura. Empinada, está a 765 metros de altitud media; su iglesia, S. Pedro, es de origen medieval y fue reformada en el s. XVI; en los alrededores se pueden observar algunos hórreos en buen estado. En su término municipal está el monte Urkulu, a 1400 m.s.n.m., con los restos, en su cima, de una torre romana circular del siglo I a.C., en una zona megalítica de dólmenes, crómlech y cuevas. En esta primera aproximación a la Selva de Irati no nos adentramos demasiado en sus boscosas profundidades pues estando ya anocheciendo y sospechando que hubiera lobos por el entorno volvimos a nuestro campamento base en Eugi, el Hotel Etxeberri, modesto pero con una esmerada atención de su propietario y empleados y unas vistas esplendidas por estar a la orilla del embalse del Arga.

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Crómlech de Organvide

Al día siguiente hicimos la ruta a Irati por el este, para lo que nos desplazamos a Ochagavía, un precioso pueblecito cuyo nombre deriva, según la etimología popular relativamente reciente, de la Guerra de la Convención en la que lo quemaron los franceses quedando solo ocho casas: “ocho había”; sin embargo es más verídica la versión de los filólogos que indican procede de la conjunción de antiguas palabras vascas, pues ya es citado tal cual en documento del siglo XIII. Se sitúa en la cabecera del valle de Salazar y tiene poco más de 500 habitantes; a su población le ocurrió lo mismo que a la de Orbaizeta: en los años treinta del siglo XX alcanzó su mayor número de ciudadanos, casi tres veces más que la actual, disminuyendo progresivamente tras la guerra civil. Sus casas, reconstruidas totalmente en el siglo XIX tras las guerras con Francia, son de piedra y tejados muy inclinados a 2 o 4 aguas, habiéndose cambiado las tradicionales techumbres de tablilla de roble por tejas, aunque se preservaron los de la torre de la iglesia y alguno más. También son característicos sus amplios portalones y las separaciones entre las distintas casas (frecuentes en Navarra) para evitar la propagación rápida de fuegos. Destaca un crucero a la entrada del pueblo, varios palacios blasonados y el puente de piedra medieval. Pero es el conjunto y su armonía lo que le proporciona a este lugar una belleza especial, habiendo sido calificado por muchos como el pueblo más bonito de Navarra (fue el séptimo pueblo el año pasado, 2016, en los premios “Siete maravillas rurales de España”). Entre sus costumbres son famosos sus danzantes. Fábrica de Armas de Orbaizeta

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Ochagavía Bosque de Irati

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En sus alrededores se encuentra la cercana Ermita románica de Muskilda, original, no afectada por las guerras, y el Pico de Orhi, que con sus 2.021 m. de altitud está entre las cumbres más altas del Pirineo navarro; también está próxima la Sierra de Abodi. Atendiendo la señal que hay a la entrada del pueblo, nos dirigimos a Irati en dirección norte por la NA-2012, hacia la cascada del Cubo que forma el río Irati, en pleno corazón del parque. Esta ruta es de ida y vuelta, pues la organización del parque evita atravesarlo de este a oeste y salir con coche por el otro lado; hay un control cerca de las llamadas “Casas de Irati” y de su ermita que cierra el paso cuando han llegado un número determinado de visitantes (el aparcamiento y aforo, escasos, están limitados). Se puede reservar pero alquilando vehículo 4x4 con chofer, no con vehículos particulares. Tuvimos suerte y pudimos entrar, después de pasar por unos parajes umbríos maravillosos y de subir a un puerto, el alto de Tapla, inmenso prado ya sin árboles por la altura, desde el que se observan unas vistas impresionantes de ambos lados de la frontera y desde el que se vislumbran lejanos los elevados picos pirenaicos aragoneses de más de tres mil metros, al fondo hacia el este.


El camino de vuelta resulta diferente y por ello distraído; la carretera (bien asfaltada aunque muy estrecha) es la misma pero, como todos los caminos de vuelta, su perspectiva inversa lo hace distinto, nuevo, y no incomoda repetir los casi 24 km que supone. Una vez en la zona de aparcamiento y merenderos, hay una oficina de Información desde la que nos facilitan planos y rutas diversas a pie, siendo la más fácil y concurrida la que lleva a la Cascada del Cubo que va a contribuir al nacimiento del río Irati. Otra opción es ir a la salida de Ochagavía en dirección este, hacia Izalzu, por la NA-140, continuando hacia Larrau, que, aunque no entra en el corazón del bosque, es un rodeo por su periferia que merece la pena hacer si se tiene tiempo. De Larrau (Francia) se continúa hacia el lugar llamado por los franceses “Foret de Irati”, casi en la frontera, y de aquí se sigue a Saint Jean Pie de Port y vuelta hacia el sur por Orbaizeta. Terminada nuestra excursión, volvimos a nuestro campamento base en Eugi, reconfortados con tanta belleza y cargados nuevamente de razones para respirar, como decía Benedetti. Referencias documentales: 9 1. https://www.google.es/maps/@42.9274084,-1.2556845,10.65z?hl=es 2. Paneles informativos del Gobierno de la Comunidad Foral de Navarra. 3. Irati: http://www.esenciadenavarra.es/58245671 4. https://es.wikipedia.org/wiki/Orbaiceta 5.http://www.orbaizeta.com/index.php?option=com_content&task=blogcategory&id=22&Itemid=53 6. https://es.wikipedia.org/wiki/Ochagav%C3%ADa

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La reacción anticipada Ricardo González “Completu” El mundo en que nos movemos en esta casa, es tan grande que cuando algo ponemos en Internet, puede dar la vuelta al mundo en pocos segundos y volver con la misma marca pero con otro concepto. La verdad que me alegró mucho el ver un cartel con una identificación de esta sección en la que estamos. Una presentación (que no voy a decir quien o quienes son, para no entorpecer, ya que estoy orgulloso de ello), donde las formas a modo casi de caricaturas, con fondos de otras fotos y después con la consiguiente capa, en modo de multiplicación por encima, borrando algunos detalles para remarcar lo más llamativo. Bueno, pues para mi es lo importante, aunque estoy seguro que no pertenecen directamente a Luz y Tinta, pero si es seguro que nos siguen y nos leen. Mientras estoy escribiendo estas letras, las entradas en la anterior Revista sobrepasan las 5.000 visitas y que sabemos que hay multitud de descargas en PDF y resto de formas, donde para leerlas, no hay necesidad de entrar y puntuar. Desde aquí, gracias a todos los que entráis en mi apartado de esta Revista. Como ya había comentado en la anterior edición, no voy a comentar el montaje fotográfico, ya que me parecen más interesantes algunas otras apreciaciones. Todo lo que a continuación comento va dirigido a la fotografía, aunque para ello ponga fotos de boxeo y otros, como ejemplo y, lo veréis a continuación, el porqué. Aunque las puntualizaciones parezcan dirigidas hacia una fotografía de rapidez, tienen todo el sentido también para otras modalidades y con el tiempo lo llegaremos a reconocer sin darnos cuenta. Voy a marcar las fotos para que pueda explicarme el porqué de cada caso. Foto 1.- Se trata de un combate amateur de K1, entre Pablo Ramido & Youssef Merzougui, y vemos como antes de recibir el ataque Youssef hace el amago de protección. ¿Cómo lo sabía antes de iniciarse la patada y por qué la mayoría de los

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fotógrafos no lo controlan, si sus máquinas funcionan a 1/4000 de segundo como mínimo? Todas las escuelas tienen unos pasos y unas tácticas distintas, pero todos tienen algo en común, que hay un pre-inicio de ataque y es más pronunciado cuando hablamos de no profesionales. -Algunos echan una mano hacia atrás, para luego dar más fuerza al golpe. -Otros echan la pierna hacia atrás, para luego dar más impulso a la pegada. -Los hay que echan la espalda hacia atrás un poco, para luego adelantarse en un ataque. -Y los novatos abren los brazos en la mayor parte de las veces, dejando huecos. En todos los casos nos avisan, o lo que es lo mismo, nos están diciendo: “Fotógrafo que voy al ataque, estate preparado”. En el reino animal ocurre lo mismo y para ello unos se agachan un poco para coger impulso con las patas traseras y otros agachan la cabeza, por ejemplo. Bueno, a las plantas, no las tengo muy controladas. Ahora con esto que vemos, ya nos podemos anticipar a unas milésimas de segundo. ¿Porqué comento esto? Pues porque he visto fotógrafos, con la cámara bajada y que se quedan mirando el combate, al surfista, etc. esperando que alguien ataque o se coloque debajo de la ola y, cuando ven que ya hay contacto, levantan la cámara y disparan. No pillan una, claro. En el ejemplo A y B, hay una primera foto (que no está puesta) donde Pablo Ramido hace el gesto de echar la pierna atrás, abrir los brazos y levantar el tórax. Esto me indica que habrá un movimiento de patada y me deja un margen de respuesta, que aprovecho. Foto 2 - Ahora, al contrario y porqué hay que estar siempre atento y lo digo porque a veces creo que tengo un puntito de autista por el ejemplo del caso del combate de Mirian Prieto & Yaiza Souto Iglesias, que a pesar de ser novatas, veremos un hecho con una única foto. No hay anteriores a esta acción y donde ya pasó, y el puño ya está de vuelta a su sitio. Esta púgil, no avisó, no abrió los brazos, no

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se impulsó hacia atrás y no hizo otro movimiento que me lo precisara, por mi parte ha sido intuición. Es una luchadora que promete y me gustaría descubrir su carrera deportiva. Voy a comentar una ocasión en la que fue relevante la luz. Antes de iniciarse los combates siempre ando las cuatro esquinas del cuadrilátero, en busca de la mejor para mí. Ya en otras ediciones hablaba de las luces que parecen iguales y son de distintas intensidades y colores pero, aparte las dimensiones de los tirantes de cuerdas, que dejan distancia, ya que estaremos más cerca o algo más lejos de las cuerdas que nos tapan a menudo el objetivo. Era un combate entre Kiko Martinez & Leonel Alvarez. (Kiko ha sido tres veces campeón del mundo). Como decía antes, que miraba las luces en las esquinas y en esta ocasión me encuentro que uno de los focos no marcaba buena luz sobre una esquina, o sea que al público y jueces no era perceptivo, pero si en lo digital. Me coloco en esa esquina, ya que estoy en sombra y el resto con buena luz. Eran diez asaltos y en todos ellos, Kiko se llevaba a su rival a esa esquina. Kiko, tenia la luz de espalda y Leonel de frente a los ojos. Hasta tal punto fue el momento que, cuando bajaba la escalera por su esquina el perdedor, tropezó y se cayó al suelo, porque no veía por debajo, de cegado de la luz. Y que muchos pudieron interpretar que era por los golpes al ojo. El púgil se dio cuenta de inmediato de lo que ocurría a la luz del puente y lo aprovechó. (Perdón, que lo aprovechamos los dos). Foto 3.- No es mi flash, lo comprobareis por la dirección de las sombras. Hay que mirar la mirada del juez de lona, porque no tiene desperdicio. Mirar el fogonazo. Bueno esto no es una queja, que si no lo hacen los interesados, a mí lo único que me dio, fue envidia de no haberlo usado yo, mientras se braceaban. Este fotógrafo, lo usó durante toda la velada pero no se si cambió o no el margen del ganador en cada caso. Foto 4.- Ya lo voy a decir primero, esta predispuesta y es una pose, no hay movimiento ni contacto y hay tranquilidad en el tiempo de la toma de la foto. (Gracias, Juan Ramón Prieto Fernandez).

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Tengo la enorme suerte de poder hacer fotos en algún gimnasio, cuando cambio de equipo o simplemente quiero probar algo nuevo en fotografía. Siempre están dispuestos a hacer y posar para mí. Me enorgullece, de verdad. A veces hasta se lo toman como una competición seria y alguno sale sangrando y todo. ¡Son la madre que los parió estos personajes! Por último debo deci,r y ya fuera de la fotografía, que hay que desmentir que estos deportistas sean agresivos fuera del cuadrilátero. Conozco gran cantidad de ellos en muchas modalidades y de verdad que no hay agresividad en sus interiores, y que son muy pocos los que van por la calle marcando “pato “. Sí, son aquellos que van con el culo sacado hacia fuera, con los brazos arqueados y la cara un poco torcida hacia un lado. Se les conoce bien. Estos van pidiendo a voces que les hinchen los papos. Son personajes que sí han estado en un gimnasio practicando boxeo y puede que sean hasta buenos (no sé de ninguno que sea realmente bueno), y que van por el bar diciendo “Yo, soy boxeador profesional”. Algunos profesionales del boxeo o sus variantes, son Policías o Guardias Civiles con combates y premios a nivel regional, nacional, europeo y con veladas en USA en grandes y distinguidos sitios a nivel mundial, y de una manera u otra me lo cuentan, aunque algunas veces ya lo sabía y, siempre, pero siempre todos ellos me dicen: “Ricardo, si no te importa, por favor no lo vayas diciendo por las veladas, porque luego en la calle, hay mucho payaso borracho y después durante las patrullas, puede crear más alteración que calma”. Estos chicos, no van de patos. El boxeador que va de “vacilón”, ya lo era cuando iba al colegio, solo que ahora tiene una preparación atlética que lo distingue de los otros. El buen profesional nunca alardea de sus conocimientos pugilísticos, por muchos cinturones de campeón que tenga. Son muy humildes pero, tampoco es para ponerse delante de uno e insultarlo a la cara, porque nadie lo aguantaría. Para mi la fotografía es un arte muy difícil de entender en cada caso y momento que nos ocupa y solo intercambiando conocimientos podremos avanzar un poco más. Pero hay que seguir dejando huella para quienes nos preceden, tengan avanzado algo y puedan seguir haciendo fotografía.

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Mascotas, modelos casuales Juan José Pascual Dentro de la fotografía, las mascotas ocupan un lugar muy especial. Son un miembro más de la familia, se suelen tener desde que son cachorritos y nos regalan con momentos entrañables, simpáticos y alguna que otra travesura a lo largo de su vida. Las razones para fotografiarlas pueden ser muy variadas, desde que simplemente nos encanta hacerles fotografías, por ser divertido, por la complejidad que tiene; ya que no se les puede guiar el posado como a las personas, salvo que estén adiestradas. Con este hándicap que se nos plantea, podemos obtener resultados asombrosos e imprevistos, también tendremos un modelo fiel para nuestras prácticas fotográficas. Con las nuevas tecnologías de la comunicación y redes sociales, incluso hay personas que crean cuentas de Facebook o twitter para su mascota, publican en ellas fotos y videos y algunas se hacen famosas por todo el mundo.

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Ejemplos de esto son: El perrito “Boo” (un Pomerania de 7 años), Denver (un labrador Dorado), Maru (gato de la raza Scottish Fold) y muchas más. Éstas llegan a tener miles de seguidores y sus videos millones de reproducciones. Por otro lado, también es típico que amigos o familiares nos pidan ver alguna foto de este miembro de la familia, sobre todo si es un recién llegado. Aunque tendremos mucha ilusión en hacer estas fotos, también podremos sentirnos desilusionados cuando veamos los resultados, pues una cosa es la idea que se tiene en mente y otra conseguir plasmarla. Por supuesto, al menos a mí me pasa

en todas mis fotografías. Seremos muy críticos con nosotros mismos y encontraremos siempre algún detalle que se podría mejorar. Lo ideal es planificar lo más posible la sesión. Buscar una situación y lugar en el que la mascota se encuentre cómoda: dejarle jugar con su juguetes es un buen recurso y procurar que no haya otros elementos que distraigan su atención. Si se siguen ciertas pautas, aplicables a la toma de retratos y fotografía en general, aumentaremos la probabilidad de tener más éxito en nuestra misión. Se ha de tener especial cuidado en la elección del fondo, evitar fondos formados por elementos variados (sobre todo evitar los que recuerden figuras geométricas básicas como círculos, triángulos, cuadrados, etc, ya que nuestro cerebro los reconocerá y fijará en ellos nuestra atención). El color del fondo ha de contrastar con

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el de nuestra mascota, ya que ella es la estrella de nuestra obra, evitaremos fondos que contengan colores que ella posea. Tenderemos a usar un entrono minimalista, nuestra mascota y a lo sumo algún objeto que se integre con ella. Si alguna persona nos ayuda, jugando con la mascota, salvo que intencionadamente queramos captar esa acción, procuraremos que no se vea nada de ella en la foto, una mano asomando por algún lado del encuadre, ver el juguete o la comida con la que intentamos captar la atención de la misma, arruinará el encuadre y será un elemento que distraerá la atención de nuestro motivo principal. La luz, esa gran aliada y temible enemiga dependiendo de su abundancia o carencia, será lo que nos marcará también el desarrollo de la sesión. Si no queremos usar el flash para no provocarle molestias a nuestra mascota, estudiaremos la posibilidad de reflejar la luz del entorno hacia la misma, bien con el reflector tradicional o usando remedios caseros como una sábana, cartulinas blancas o cualquier superficie que nos pueda servir como tal. Si se dispone de alguna galería de ventanales, ventanas o claraboyas, que proyectan a lo largo del día preciosos haces de luz; usar esa iluminación nos dará un toque muy especial a la fotografía. Sustituir los flashes por luz continua artificial también puede ser buena idea, hay antorchas led muy manejables y con buenas relaciones calidad/precio. Seguro que nuestra mascota tiene ciertos gestos propios, antes de lanzarnos a fotografiarla la observaremos con detalle, para identificar esos momentos, también nos fijaremos en partes de su cuerpo que llamen la atención, unos ojos boni-

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tos, su forma de miras, boca, hocico, patas, cuello, pecho. Ya que estamos orgulloso de ella, busquemos la forma de realzar su belleza y sus características más bonitas. Fotografiar una mascota jugando, realizando cabriolas o saltos, se asemeja a la fotografía deportiva, las mascotas tienen movimientos muy caóticos, impredecibles y rápidos. Debemos de armarnos de paciencia y estar dispuestos a realizar muchos disparos, pues podemos, por ejemplo, haberla fotografiado en el aire, dando un gran salto, pero hemos de fijarnos en pequeños detalles que harán que esa fotografía deje de parecer lo que era al principio. Una oreja colgando o vuelta sobre la cabeza, boca demasiado abierta o babas que pueden aparecer, nos forzaran a desechar la foto. Pongámonos en su lugar y preguntémonos ¿me gustaría verme así? Procuraremos ponernos siempre a su altura, evitando los planos picados. Si tenemos posibilidad, la situaremos de forma que seamos capaces de realizar algún contrapicado y obtendremos otros ángulos y encuadres diferentes. Situarla delante de un espejo, también nos podrá dar buenos resultados, siempre y cuando esto no moleste a nuestra mascota. No caigamos en la gran equivocación de someterla a alguna situación molesta e incómoda para ella por el mero hecho de intentar hacer una fotografía diferente. Nuestras mascotas tienen su personalidad e intentar que ésta quede reflejada en la fotografía debe de ser nuestra meta principal. El conjunto de todos estos detalles hará que nuestra fotografía sea un fiel reflejo de nuestra mascota y transmitirá también el espíritu de quien está detrás de la cámara y el amor que siente por ella. No es recomendable guiarse por clichés y fotos típicas, la mascota en su capazo, sentada en el sofá. Evitemos hacer una réplica de una foto ya muy vista, tenemos innumerables sitios donde poder lucir a nuestra modelo, lugares de la casa o su entorno, que marcaran una diferencia respecto a las fotos típicas. Si recurrimos a alguna de ellas, procuremos hacerla diferente. Hay otra situación que he dejado para el final, las mascotas que se ven a través de un cristal. Aquí procuraremos, por un lado, que no haya reflejos indeseados y por otro evitar las manchas en el cristal. La iluminación será un factor negativo, el uso de trípode casi obligatorio (o en su defecto trabajar con ISOS altas), sobre todo en el caso de acuarios ya que el movimiento de los peces será de los más caóticos que encontremos. Para evitar los reflejos tendremos que pegar el objetico al cristal o intentar usar un polarizador con la consiguiente pérdida de luminosidad. Todo es probar e intentar conseguir los mejores resultados. Siendo pacientes, tenaces y prestando gran atención a nuestra mascota, seremos capaces de inmortalizar esos momentos tan peculiares con los que nos regalará. Enlaces de mascotas en internet: Boo https://www.facebook.com/Boo/ Denver y su travesura https://www.youtube.com/watch?v=pIP_D-Y9mus Maru el gatito https://www.youtube.com/watch?v=kDolQlZWSmw

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Encajes y brocados Claudio Serrano Lo que más sorprende siempre de las fotos de Nadima es su ambientación: el decorado elegido, los elementos de atrezzo, el vestuario... Y siempre creí que era una percepción personal, una de mis fijaciones. Hasta que vi las fotos de este mes, en las que la propia fotógrafa, consciente de la belleza de los elementos decorativos de su vestuario, aparte del rostro de las modelos nos muestra los encajes y brocados de sus atuendos; brocados y encajes que destacan al lado de esos magníficos retratos que hoy nos brinda y en los que vuelve a refulgir la luz de los ojos y los rostros, a la vez que la cámara se recrea en esos arabescos de insólita hermosura con que han sido revestidas. Por eso, en lugar de extenderme como en ocasiones anteriores por las sugerencias que siempre encuentro en viejos poemas, esta vez los muestro en la página siguiente, versos de Vicoriano Crémer y de Ángel González que me eximen de cualquier recreación. Contemplar las fotos de Nadima y sumergirse en la poesía de Crémer y González puede ser la mejor recomendación que pueda hacerse. Sin más.

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Los encajes marchitan sus frescas azucenas entre olor de manzanas; y los oscuros cuencos que contendrĂĄn mis senos se esparcen como rosas quemadas en la espera. Victoriano CrĂŠmer

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Detrรกs de las cortinas, en el lujo en penumbra de los viejos salones que los brocados doran con resplandor oscuro, sus adiposidades brillan pรกlidamente un instante glorioso. ร ngel Gonzรกlez

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FotografĂ­as que desp

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pertaron conciencias

Ferrocarril transcontinental La ceremonia para la conducción de la Espiga de Oro en la cumbre del promontorio, Utah el 10 de mayo, 1869. El 10 de Mato de 1869, una gran multitud esperaba en la cima de Promontory, Utah el histórico encuentro entre las locomotoras Júpiter, de la Central Pacific, y la 119, de la Unión Pacific, que recorrían la primera vía férrea transcontinental americana (la única vía férrea transcontinental que existía era la Panama Railway, pero contaba solo con 77 kilómetros de longitud). Las dos locomotoras llegaron y se aproximaron hasta que los ingenieros hicieron que se tocaran; entonces se estrecharon las manos y cada uno rompió una botella de champán contra la locomotora del otro. Las vías quedaron simbólicamente soldadas con un clavo de oro que se introdujo a golpe de martillo. Debemos esta famosa imagen a Andrew J. Russell, un fotógrafo que había documentado la guerra civil de Estados Unidos y que llevaba años siguiendo el progreso del ferrocarril transcontinental. En una composición típica de la fotografía conmemorativa, vemos a los trabajadores enmarcando las dos locomotoras y el apretón de manos entre los presidentes de las dos compañías en el centro de la imagen. La construcción de la línea ferroviaria que comunicaba las costas del Atlántico y el Pacífico comenzó en 1862 con la Pacific Railroad Act (Acta de la línea de Ferrocarril del Pacífico), firmada por el Presidente Lincoln. Había sido encomendada a dos compañías, cada una de las cuales debía completar una parte de la ruta hasta encontrarse en el centro del país. Las obras se iniciaron al año siguiente y se desarrollaron rápidamente a pesar de las innumerables dificultades, sobre todo en la sección que iba a cruzar las montañas de Sierra Nevada. Para financiar la construcción las compañías recibieron ayuda económica y la propiedad de una franja de tierra a lo largo de la futura línea ferroviaria que no tardaría en adquirir un considerable valor, Central Pacific tenía muchos trabajadores alemanes, irlandeses e italianos, mientras que la mayor parte de la fuerza de trabajo de Unión Pacific era china. La ruta iba a cruzar las reservas de caza de los pueblos nativos. Al sentirse amenazados por la invasión de sus territorios, supervisaban el progreso de las obras y en varias ocasiones tendieron emboscadas y atacaron violentamente a los trabajadores. “¡Hecho!”, anunció brevemente un telegrama de Leland Stanford, uno de los financieros del Central Pacific, al Presidente Grant, que acababa de comenzar su primer mandato, para informarle del éxito de la empresa. La culminación de la línea del ferrocarril permitió que se pudiera completar en solo siete días un recorrido que hasta entonces había requerido semanas, e incluso meses, según se hiciera en coche de caballos o por mar. Además abrió los territorios del Oeste a su masiva colonización, lo que a su vez condujo al fin de la civilización nativa de Estados Unidos.

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El paisaje En números anterior hemos visto las creaciones de diferentes autores teniendo como referencia el cuerpo humano. A partir de este número y durante varios meses veremos el trabajo de otro creadores singulares en relación a los PAISAJES La fotografía puede conseguir que veamos nuestro alrededor de una manera muy distinta. Nos elimina del momento y el lugar y nos transporta a nuevos mundos, nuevos escenarios en los que, lejos de quedar relegados al fondo, el entorno se acerca y envuelve al espectador. La fotografía tradicional de paisajes siempre ha situado paisajes distantes frente a nuestros ojos, pero los profesionales de hoy están llevando los límites aún más allá, llevándonos a mundos en miniatura hechos de comida o a distintos que nos eran familiares, distorsionándolos o embelleciéndolos hasta el punto que nos resulten irreconocibles.

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Michel Hughes ¿Cuánta gente fotografía la Torre Eiffel cada día? ¿ O un humilde taxi de Nueva York? ¿O el Big Ben? Miles, sin ninguna duda. Sin embargo, parece que una persona (el fotógrafo británico Michel Hughes) ha decidido inmortalizar la escena añadiendo un souvenir barato. “Souvenirs” es una colección de ciento cincuenta fotografías. Cada una es un monumento, persona o escena famosos, escondidos o acompañados de alguna manera por una versión en miniatura de sí mismos, comprada por el mismo Michael en alguna tienda de recuerdos cercana. Para crear sus obras de arte, Michael ha utilizado imanes de nevera, piruletas y sacapuntas. Siempre están perfectamente alineados, con el objeto original para sustituirlo, ya sea la Sirenita de Copenhague o la Torre Eiffel. Con sus Souvenirs, Michael ha cambiado el Golden Gate, una esfinge, a los Beatles (cruzando Abbey Road), a don Quijote y a la estatua de Libertad, insertando esa versión más barata de cada uno de ellos en la fotografía. La presencia de la mano del fotógrafo en ñas imágenes, sujetando el souvenir, es una parte fundamental de éstas. Todo comenzó en 1999 como parte de un reportaje para un periódico de Finlandia, antes de que se convirtiera en un fenómeno de Internet unos años más tarde. Hasta le invitaron al show de Jay Leno en los Ángeles. Hoy con su permiso Luz y Tinta se complace en mostrar algunos de sus trabajos.

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Manda tus preguntas a: moldeandolaluz@gmail.com


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He oído que los filtros UV son basura, ¿es necesario usar filtros para proteger los objetivos?

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Los filtros UV y similares son buenos elementos de protección para los objetivos, pero también pueden ser problemáticos. Si tienes cualquier fuente de luz en tu composición, estas fuentes de luz pueden deslumbrara ese filtro y aparecer en tu imagen. He probado filtros UV caros y aun así he tenido este problema. Acabaría siempre poniéndolos y, después quitándolos. Una y otra vez. En algún momento me deshice por completo de todos y no he mirado atrás. Generalmente siempre llevo conmigo los parasoles de los objetivos. De hecho, algunos de ellos están sujetos con cinta adhesiva al cuerpo de los objetivos. Tener un parasol sobre ellos ayuda a protegerlos. Esto sorprende a ves a algunos colegas, yo no tengo tapas frontales en los objetivos. He comprado y he perdido tantas malditas tapas de objetivos en mi vida que renuncie a ellos hace mucho tiempo. Las únicas tapas que conservo para los cuerpos de las cámaras y los objetivos son las posteriores. ¿Tapas frontales para los objetivos? Ninguna en mi bolsa. No es broma. Me voy a comprar un nuevo objetivo y dejaré las tapas frontales en la caja. Es la única manera de no perderlos. Yo empaqueto mis objetivos en bolsas de microfibra cuando están en mi bolsa principal. Tomo algunas precauciones . No muchas. Con los filtros soy un poco de la vieja escuela, puede que sean manías mías, pero no entiendo porque tengo que pagar una cantidad escandalosa por un buen objetivo y luego privarle de sus buenas cualidades poniéndole gafas. ¿Y que pasa con objetivos como el 14-24mm que es imposible ponerles filtros dada su composición esférica?

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P R

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¿Estilo sobre esencia o esencia sobre estilo? ¿Qué es más importante para un fotógrafo?

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Esencia sobre estilo. Contenido sobre técnica. Si disparas por estilo y a lo que está de moda en la industria hoy en día, rápidamente encontrarás que tu trabajo parecerá pasado de moda y estarás saltando de un tren a otro. También ten en cuenta que si eres una veleta que se deja llevar por las tendencias y empiezas a disparar a lo que está “de actualidad” ahora mismo, ya estás un año atrasado con la moda. Tan pronto como tengas controlado el nuevo estilo, el mundo se habrá movido hacia una nueva ola a la que tú tratarás de llegar y a la que siempre llegarás atrasado. Contenido y esencia siempre ganan.

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70 FOTO: Daniel


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FOTO: Irina


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