Luz y Tinta Nº83

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Núm. 83 - Octubre 2018


Año VIII.- Núm. 3 - Octubre 2018 PROMOTOR José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González «Completu», Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano, Mario Eduardo Blanco. DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad

Contenido La hípica.................................................................................. 7 José Luis Cuendia , «Guendy » Mi goma de borrar................................................................. 21 F.T.

Al cabo del tiempo................................................................. 25 Gloria Soriano III. Cantando bajo la lluvia.................................................. 29 Juan Depunto Adiós, verano......................................................................... 37 Monchu Calvo Homenaje a la gaita asturiana............................................. 41 Ricardo González , «Completu»

Especial Valentín Vega................................................. 46 Mari por K ezzin............................................................................. 99 El rostro de la bailarina.................................................... 133 Nadima / Claudio Serrano

Miedos................................................................................. 136 Anthony Hibbert

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Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic So-

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Nuestra foto del mes por Yuri


Presentación Pocas veces acabo satisfecho de los números que voy cerrando de Luz Tinta. Siempre hay algún “pero”, algún detalle que me deja preocupado y que solo veo al final, cuando la revista ya está subida a la red o cuando algún lector me lo señala en el post mensual. Hay veces que, aunque quede más o menos satisfecho, la plataforma a la que se sube da problemas —esos problemas inasibles que van a acabar con los nervios de Guendy— y tardamos tres días en poder disponer del número correspondiente. En esta ocasión, sin embargo, estoy satisfecho, creo que acabamos de cerrar un número redondo, tanto en la parte literaria como, y sobre todo, en la parte fotográfica. Y creo que no es autocomplacencia. Si así fuera, me duraría poco, porque los resultados son visibles, se trata solo de pasar página y adentrarse de lleno en un número que, creo, remedando el eslogan de Moldeando, no dejará indiferente a nadie. En el apartado fotográfico, que es el más directamente visible, contamos este mes con las colaboraciones habituales más dos platos fuertes: las fotos seleccionadas durante el mes de Septiembre, que vienen a ser una especie de resumen de lo mucho y bueno que se está publicando día a día en Moldeando la luz, y el Especial Valentín Vega. Lo de Vega es tan impresionante que invito a los lectores de Luz y Tinta a que miren detenidamente las fotos que publicamos y las que publicaremos el mes próximo, pero además que busquen en Internet donde encontrarán artículos de prensa que explican el proceso de cómo esos 78.000 negativos que hoy se conservan llegaron al Museo del Pueblo de Asturias y el trabajo impagable que con ellos está haciendo su director, Juaco López. Creo que este especial Valentín Vega justifica con creces la edición de este número y el trabajo extra que hemos tenido que tomarnos para conseguir las 148 páginas de que consta y espero que esta vez no se me haya escapado ninguna en blanco. Creo que son motivos suficientes para estar satisfecho y cruzo los dedos, yo que no creo en esas cosas, porque ni la plataforma Ning ni Issuu ni ninguno de los malos hados informáticos se cruce este mes en nuestro camino y nos lleve más allá del día 10. Sería un jarro de agua fría final cuando lo que realmente apetece es un buen vaso de vino para brindar por el futuro de Luz y Tinta y por el otoño que ya se adentra en nuestros campos nvitándonos a hacer muchas y muy coloridas fotos. Va por todo ello y especialmente por nuestros lectores. y

Francisco Trinidad

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Foto de Yury Pustovoy Fotógrafo ruso. Director de Fotografía Profesional. Miembro de la facultad de cámaras del Instituto Estatal de Cinematografía de Rusia. Ha viajado mucho en su infancia con la familia y ahora lo hace como fotógrafo profesional con su equipo. Durante estos últimos año ha trabajado en sus fotografías, ha visitado casi todas las antiguas repúblicas de URSS desde el Mar Báltico hasta Pamir. Siempre mantiene una afinidad natural con la fotografía allá donde vaya, bien en un viaje de negocios o en viajes turísticos. En la actualidad organiza y lleva a cabo recorridos fotográficos por todo el mundo. Forma parte de Moldeando la luz desde el 24de frebrero de 2015. Se pueden ver más fotos en su galería PINCHANDO AQUÍ.

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The other face of beauty, por Yuri

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José Luis Cuendia «Guendy»

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La hípica

¿Un deporte de ricos?

En el número anterior en colaboración con mi amigo Maylin presentábamos un trabajo fotográfico sobre La Rapa da Bestas, así como unas reflexiones personales sobre ese evento. En esta ocasión mi trabajo sigue en torno a la raza equina. Pero desde un prisma totalmente diferente, se trata del deporte ecuestre de la hípica. No recuerdo con certeza cuando fui la primera vez al hípico, creo que ya pasaron más de 25 años, la primera vez fue durante las Fiestas de San Mateo en Oviedo, y al igual que esta última vez, este verano en Gijón, los motivos han sido los mismos, hacer fotos a los jinetes a caballo en el Concurso Hípico de Gijón 2018. Con la hípica me pasa como con los toros, aunque evidentemente por motivos muy diferentes, en el caso de los toros sentí la necesidad de fotografiar las corridas a pesar de estar en contra de ellas, como lo estoy en contra de todo tipo de maltrato animal. Para poder hablar y discutir sobre ello, sentí la necesidad verlo, fotografiarlo y posteriormente denunciarlo, y sobre todo percibir la formación y llegar a comprender que no se pude llamar cultura a la tortura. En relación con la hípica, también me sentí atraído por captar los bellos momentos que te pueden regalar los caballos y sus jinetes, su plasticidad, su coordinación, sus movimientos… Pero, quizás debido a mi ignorancia nunca me

sentía atraído por ello, pues la equitación siempre me pareció un deporte caro y de pijos”. Le decía el otro día a mi amigo Paco Trinidad que la única referencia que tenía de la hípica era que me recordaba una vieja canción de Joan Manuel Serrat, “La muchacha típica”: Es esa muchacha típica cuya familia es la típica familia “bien” del país. Anda esa muchacha típica los domingos en la hípica y a las dos en “JOSÉ LUIS”. (Como su madre, es autárquica, como su padre, es monárquica, y cada catorce de abril se le resbalan dos lágrimas, vueltos los ojos y el ánima a las costas de Estoril.) Para la muchacha es básico ese veraneo clásico en una aldea de mar, típicamente cantábrica, alejada de esas fábricas que no dejan respirar. Son modas aristocráticas en cierto modo simpáticas que ejerce hasta la vejez. Mas te sientes en su tálamo como a la sombra de un álamo un verano en Aranjuez. Es esa muchacha típica cuya familia es la típica familia “bien” del país. Anda esa muchacha típica los domingos en la hípica y a las dos en “JOSÉ LUIS”.

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Se la tuve que cantar a mi amigo Paco y me extraño mucho que no la recordara, es más hasta se extraño, ¿Y esa canción es de Serrat?, me dijo. Hoy como ocurre con el Golf y por desgracia al no existir campos de gestión pública (creo que con la excepción de Santander que mantiene un campo público con tarifas económicas) estos son deportes que como dice Miguel responsable del Club Hípico Fierro de Cuenca, refiriéndose en este caso a esta practica: “la hípica es elitista, y el que quiera decir lo contrario miente”. La hípica como profesión no deja de ser un deporte caro, debido a que el equipo de un jinete es caro, y a ello debemos de sumar el precio del caballo. Para el director de Fierro, solamente hay dos formas de dedicarse profesionalmente a este deporte: como competidor, disponiendo de una gran cantidad de dinero que te respalde y puedas tenerlo como hobbie, o como trabajador de una finca donde te encargues de los caballos, sus cuidados, o como profesor. No obstante, en esta última

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vía “vas a tener el mismo sueldo que en cualquier otro trabajo”. Hoy existen muchos Ayuntamientos que la promocionan como es el caso del Patronato Deportivo Municipal de Gijón. Abogan porque se abandone la idea de que este es un deporte elitista y cerrado, a fin de eliminar los clichés y estereotipos que dificultan que la equitación se abra a un público mayor. Con motivo de este trabajo he estado documentándome sobre la implantación de la hípica en diferentes lugares de nuestro país, y la verdad es que por lo que he podido comprobar la hípica se mantuvo como un deporte muy minoritario y selecto hasta bien entrado el siglo XX. Diría más, en todos los casos, allá donde se creaba un club hípico, sus fundadores siempre eran aristócratas, militares y miembros de la burguesía. Existe un trabajo muy interesante que quiero compartir con todos, es de Rebeca Román, cuyo curriculum puede encontrarse en http://dxtbase.opennemas. com /opi n ion /rebe ca-roma n /


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equitacion-desmitificando-deporte/20140220012032001937.html. La

equitación: desmitificando un

deporte

Por desgracia, en nuestro país, la equitación sigue estando asociada al glamour, al dinero, a la élite y el clasismo. Totalmente lógico si tenemos en cuenta que algunos de los más conocidos jinetes españoles son mas conocidos por los artículos de las revistas del corazón que por sus logros deportivos. Así pues, no es de extrañar que esa sea la visión que en este país se ha difundido de este noble deporte .Pero si me permitís unas cuantas líneas más, me gustaría derribar ciertos mitos que la rodean,intentaré haceros ver la realidad de este deporte,, las entrañas de este microcosmos,que cual agujero negro, nos atrapa desde la primera vez que ponemos el pie en el estribo. El caballo se considera (con toda la razón) la mas noble con-

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quista del ser humano, no os voy a aburrir con la historia, aunque si permitidme que haga una pequeña reseña histórica a los griegos, cuyos tratados ya aconsejaban la practica de la equitación con el fin de mejorar el estado de animo. Desde el punto de vista de deporte, la equitación tiene una doble vertiente, una física y una psicológica . Físicamente: mejora el tono muscular, actúa sobre piernas, abdominales, glúteos y espalda principalmente, mejora la fuerza, coordinación, equilibrio vertical y horizontal,favorece la disociación de cintura pelvica y escapular,mejora el aparato digestivo, cardiovascular y respiratorio. Dependiendo del nivel de esfuerzo de la actividad se pueden llegar a quemar entre 360 y 600 Kcal /h. Psicológicamente : mejora la autoestima y confianza, aumenta la seguridad en uno mismo,ayuda a superar miedos, desarrolla la constancia y la voluntad, mejora la capacidad de atención, cooperación, adaptación y respon-


El caballo se considera (con toda la razón) la más noble para los mas de sabilidad, así como el del 42.255 federados, amor a los animales conquista y la naturaleza, por niños y adultos que ser humano pagan lo que es un deporte que una clase sepropicia la desconexión y relajación. Ahora que ya tenemos claro que es un deporte de verdad y que el jinete suda la camiseta de lo lindo, permitidme que os hable de otro mito muy común : la equitación es un deporte caro y de pijos. La imagen mas común que acude a la mente cuando le dices a alguien la palabra equitación,es la de jinetes y amazonas como Carlota Casiraghi. Si, ellos son parte de la hípica. Pero admitámoslo, seria injusto

manal de 12 euros, de nuestro país meterlos a todos en el mismo cajón, así como seria injusto decir que todos los que juegan al fútbol son millonarios, sin embargo, debido al desconocimiento, la equitación sigue con el San Benito colgado. Permitidme que os explique que es la equitación. Es, en primer lugar, un deporte que reúne dos entidades, el caballo y el jinete. Esta basado en la compenetración e interacción de hombre y caballo

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como binomio, en el conocimiento del otro, la confianza y un profundo amor y respeto. La equitación no es solo un deporte, es formar parte de un equipo, no de personas, sino uno especial, hombre y animal, lo que le confiere a esta actividad una dimensión muy particular. La equitación señores, es un deporte de currantes que se visten de caballeros para competir. La equitación es un deporte de responsabilidades, de lluvia y barro, de ir a la frutería y comprar dos bolsas de zanahorias cuando en casa solo necesitas una, de madrugones, de cuidados continuos a tu compañero de fatigas, de entrenamientos, de limpiar y barrer, de ternura, de competir con uno mismo, de traer y llevar, de paseos por el campo, de alegrías, de forjar carácter, de superar miedos propios y ajenos, de respeto y muchas horas de trabajo, de constancia, de adrenalina, de no tirar la toalla y después de caerte tres veces seguidas volverte a subir y volverlo a intentar, de continua superación, un deporte donde nunca es tarde para empezar y siempre es demasiado pronto para abandonar, de noches en vela al lado del veterinario, de disfrutar, de igualdad donde hombres y mujeres competimos juntos,de conocer gente porque el tema está servido, de niños llevado al poni a comer hierba, de pasión,de sacrificios porque tu compañero no entienden de festivos, de lecciones

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de vida, de sentimientos y de templanza. Lo tiene todo. Las fotos no se si son buenas, malas o regulares, pero lo que sí sé y tengo más claro es que ya conozco un poco más de algo que desconocía por completo, “La hípica”. La próxima vez que vuelva a tomar fotos sobre este tema de seguro que planearán por mi mente muchas más cosas que las velocidades y los diafragmas.


La equitaciĂłn seĂąores, es un deporte de currantes que se visten de caballeros para competir.

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Mi goma de borrar F.T.

No sé quién —y a estas alturas, ni me importa— dijo que el destino está escrito, pero que cada uno nace con una goma de borrar con la que va delineando y pespunteando su propio devenir. A estas alturas, insisto, mi goma de borrar ha sido profusamente utilizada y, a veces, esgrimida, de modo que puedo decir que el destino y yo hemos jugado una larga partida de ajedrez, unas veces con blancas y otras con negras, y tras victorias y derrotas alternativas, estamos a punto de firmar unas tablas que, si no generan la misma euforia e idéntica satisfacción que la victoria, al menos incomodan bastante menos que tener que renunciar al resto de la partida inclinando el rey sobre un tablero hostil. Hace tiempo que el destino y yo nos miramos a los ojos con profundidad, escudriñando posibilidades y teniendo como testigo esa goma de borrar virtual que tantas veces nos ha separado. La primera vez que fui consciente del poder incuestionable de mi goma de borrar fue cuando me enfrenté a mis padres, con diecisiete años cumplidos, y decidí estudiar lo que a mí me apetecía. Mi padre, con su golpe de autoridad, me ordenaba que estudiara Derecho, como él, y que hiciera luego oposiciones a notarías o a la judicatura. Mi madre, más flexible, me aconsejaba que hiciera Magistero o Medicina, carreras con buena salida, decía, y hasta con posibilidades económicas, si sabía administrarlas. Acabé sin embargo matriculándome en Filosofía y Letras para disgusto de todos.

Mi padre, que había previsto un notario o un juez en la familia, con el empaque que ello suponía, y mi madre, que había soñado con un maestro o un médico que fueran a la vez admiración y envidia, se declararon abochornados cuando terminé la carrera e hice oposiciones a Archivos y Bibliotecas, un destino oscuro y poco vistoso, alejado del rutilante mundo del éxito social. Elegí un destino en Burgos, lejos del agobio familiar, y empleé a fondo mi goma de borrar para cortar todas las posibilidades que mi padre iba abriendo para acercarme a casa. La segunda vez que fui consciente de ese poder de mi goma de borrar fue cuando me enamoré de Jacinta y decidí casarme con ella. Mi padre, cómo no, había acariciado la posibilidad de que me casara con mi prima Magdalena, que tenía frente a sí un apetecible futuro familiar —su padre era arquitecto y su madre una rica heredera con rentas sin cuento— y que se estaba preparando a fondo para no tener que usar su goma de borrar: estudiaba Económicas y ya tenía asegurado un puesto de dirección en una de las empresas con las que trabajaba su padre. Magdalena era un poco estirada, un tanto aburrida y bastante consciente de su ego. Físicamente, no estaba mal; pero mantener una conversación con ella no iba más allá de los caminos trillados del tiempo y el espacio estudiantil en que entonces nos movíamos. Por eso a mi no me decía mucho y debo confesar con oprobio que durante algunos encuentros familiares le

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Hace tiempo que el destino y yo nos miramos a los hice la corojos con profundidad, lugar a dute, no sé si escudriñando posibili- das.L u e g o desca radament e, dades y teniendo como tuve ocapero sin sión mutestigo esa goma de bo- chas disimulos. otras Una tarde rrar virtual que tan- veces de de verbehacer uso de tas veces nos ha ella na, bailando sin someacurrucaditos y terme a ninguna separado. acomodados en los efluvios de la sidra, llegué incluso a besarla. Era ya medianoche. Yo acerqué mis labios y ella abrió los suyos, pero allí nos quedamos, sin apurar la caricia, boca con boca, mientras sonaba un amargo bolero y las parejas de alrededor seguían girando y girando al son de una música que a nosotros nos resultaba indiferente. —¿No te gustó? —me preguntó ella tímidamente, creo que abochornada. —Sí —dije por cumplir—, pero tus labios saben a apocalipsis. No sé por qué dije aquello. Es más, no sé ni lo que quise decir, ni, lo que es peor, lo que significa. Pero ella me miró con desconcierto y un fondo de rabia y solo acertó a decír “Vámonos”. Y allí terminó todo entre nosotros salvo los inevitables encuentros que nuestras familias programaban de vez en cuando, quizás con la intención secreta de unirnos, aunque ya fueron viendo que nuestra distancia era cada vez mayor. Cuando conocí a Jacinta en Burgos y me enamoré perdidamente de ella; y cuando se la presenté a mis padres, y sobre todo cuando les anuncié que me casaba con ella, mi padre torció el gesto, intentó argumentarme los perfiles de mi error y enderezar mis pasos en el sentido correcto de la marcha del destino. Pero mi goma de borrar había actuado ya sin dejar

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duda: cuando murieron mis padres y mi hermana Amelia se empeñaba en que heredara yo la casa de Madrid, que era su destino natural, pero ella quería tenerme amarrado por la herencia y poder manipularme; cuando me propusieron más de una vez ascensos y cambios de destino que desestimé siempre, porque en Burgos he encontrado mi acomodo y, por qué no decirlo, mi destino; cuando mis hijos pretendieron hacerme su asistente y se encontraron con mi oposición férrea a hacer de su vida, la de ellos —y se lo recalcaba en cuanto había ocasión—, el destino de la mía. Nunca les conté mi pacto con la goma de borrar, pero les dejé bien claro que, si había renunciado a la tutela de mi padre, nada me haría caer en la tiranía de mis nietos. Hubo más veces en que enderecé las líneas torcidas de mi destino. Siempre se ha dicho que Dios escribe derecho con líneas torcidas y yo, que quizás no creo en Dios ni me preocupo de ello, estoy convencido de que esas líneas torcidas son las opciones que el destino le deja a la goma de borrar para que no todo esté escrito de antemano. Lo que ocurre es que, entre torcedura y torcedura, entre borrado y borrado, en muchas ocasiones el destino impone su propia ley y coloca todas las opciones, derechas o torcidas, al borde del abismo.


Es lo que me ocurre ahora. Me toca jugar con negras y ni la defensa siciliana ni el gambito de dama son recursos tácticos suficientes para combatir la marcha imparable del destino, que se está cebando en mis pulmones desde hace meses. Ni la defensa ni el gambito, ni por supuesto la quimioterapia, que me ha quemado por dentro todo lo

que el cáncer ha dejado intacto, y mira que se ha empleado a fondo. Mi oncólogo dice que la partida está a punto de finalizar, que ya me faltan las piezas clave (torres, caballos, alfiles...) y que los pocos peones que me quedan, aislados y atemorizados, son insuficientes para impedir la marcha arrolladora del rey enemigo, insensible a mi voluntad de continuar la partida e inmune a mi goma de borrar.

...Y hasta pronto.— Durante varios años he publicado uno de mis relatos en estas páginas. A partir del próximo número, me tomaré un descanso. Desde el número 84 retomaré, con mi amigo José Mª Ruilópez, una serie de artículos sobre los símbolos de Asturias y, mientras dure, para no recargar con mi firma esta revista, dejaré en la despensa estos relatos que reaparecerán pasado el número 100. F.T.

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El presente relato de Gloria Soriano ha sido galardonado con el 2ยบ Premio en el II Premio de Relato Fundaciรณn Fomento Hispania

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Al cabo del tiempo Gloria Soriano Mi madre era así de antigua. Se sentaba a mi lado a la puerta de casa cuando venía mi novio. Siempre vigilante. Que sus manos no rozaran ni el respaldo de la silla. Yo me atreví a bromear: no le hagas caso, que ella también estuvo ennoviada. Cuando él se fue me pegó tal guantazo que estuve tres días sin poder salir. Después nos casamos y nos fuimos a vivir al centro de la ciudad. Habíamos alquilado en una corrala una habitación sin cocina. Allí nacieron y crecieron mis tres hijos, dos niños y una niña. Mis hijos jugaban mucho en la placita del barrio y a veces regresaban con magulladuras. Nunca le pedí cuentas a nadie por esas heridas, ni quise escuchar las quejas de otras madres por los daños que sufrían sus chicos. Son muchachos, decía yo. Ya se arreglarán, no hay razón para que discutamos. Mi marido no se metía en estas cosas. Al salir de la fábrica, él se ocupaba de cantar y beber en Casa Paco. Yo, de preparar su comida del día siguiente, reforzarle el pantalón y regar las macetas de la galería que tanto alegraban con sus colores. Todas las mujeres de la corrala guisábamos en la misma hornilla y algunas, con el caldo de la vecina, preparaban una sopa aguada. Mientras los garbanzos hervían, yo lavaba la ropa junto al pozo del patio sin quitar ojo al puchero. A pesar de ello, a veces desaparecía el trozo de gallina, o mermaban las raciones. Sí, esas cosas sucedían, pero no por maldad. Cuando llegaba la noche, en la pila de restregar los monos de mi marido, me aseaba yo. Siempre iba a la cama con el pelo mojado. Todo me dolía. Me llevaba bien con la comunidad, pero no era amiga de cotilleos. Coincidía mucho con una mujer de aspecto reservado a quien no me hubiera importado confiarle secretos. Un día, mientras hablaba con ella de mis males, se presentó la Guardia Civil y la llevaron presa. Así fue como me enteré de que el hombre que yo conocía no era su marido. El adulterio le costó cinco años de cárcel. Nosotros continuamos indisolubles en la misma habitación durante veinticinco. Coincidiendo con la muerte del Caudillo, nos mudamos a un piso con baño y cocina donde se me pasaron todas las jaquecas. Para entonces, el hijo mayor trabajaba en un hotel de la costa, y la chica ya se había casado. Ahora teníamos teléfono. Mi esposo pagaba y puso las normas. Mis hijos y yo ni lo tocábamos. Así era él. Diez años más tarde mi marido se sintió mal. Un especialista privado le hizo una radiografía y sin más explicaciones lo mandó para casa. El médico sabrá lo que vio. Estuvo toda la noche y la mañana yendo cada poco al baño. Al mediodía salió al balcón. Con los codos apoyados en la barandilla y la cabeza entre las manos, se entretenía mirando la calle. Me

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asomé a la terraza para llamarle, pues desde el salón no me oía. Como continuaba sin responderme le zarandeé, y su cuerpo se venció hacia mi lado. Quise sujetarle, evitar que se golpeara la cabeza con el mueble de la esquina, y su peso muerto me dobló la muñeca. El dolor me duró casi un año. Vivir sola no era nada aburrido. Con mis sesenta años y mi desparpajo, sin necesidad de ascensor, subía y bajaba las tres alturas que me separaban de la acera. Me convertí en una alumna aplicada de los talleres en la Casa Cultural, y una abuela juguetona con los nietos. Recorría gustosa las calles para verlos un rato. Si de soltera nunca me faltaron pretendientes, de viuda tampoco. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Por supuesto que no me volví a casar y aunque ya eran otros tiempos, tampoco subí a ningún hombre a casa. Siempre lo digo, las mujeres tenemos más picardía, aunque tal vez esa no es la palabra. Una mañana mis piernas me llevaron con dificultad hasta la panadería. A la vuelta se sintieron incapaces de trepar tantos peldaños, y echaron en falta el

elevador que nunca tuve. Me negué a subir hasta la vivienda, pues si subía no volvería a bajar. El vecino del entresuelo me sacó una silla, y sentada a la entrada del portal, juré que no me movería salvo para ir a una residencia. No había salido de casa de mis padres para instalarme con noventa años en casa de mis hijos. Tuve suerte de que hubiera una plaza libre. Ingresé a tiempo para la comida. Mi hija se fue a recoger mis cosas y me las trajo en una maleta. También se encargó de vender en pocas semanas el piso. Aquí he conocido a un hombre que me habla de sus millones en el banco. Quiere que nos vayamos juntos, que disfrutemos tres años, o lo que sea, que él todavía puede. Cuando le recuerdo que está casado, me propone esperar a que fallezca su mujer. Ella se aloja en la planta de asistidos, no puede moverse y apenas si se entera de las cosas. Él, cuando me mira, ve en mí a su primera novia. Está convencido de que soy de un pueblo que no conozco. Unos minutos más tarde nos ha olvidado a las tres. Entonces escucho en el telediario que el gobierno se ha llenado de mujeres. Y eso me alegra.

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Juan Depunto

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III. Cantando bajo la lluvia¹ Juan Depunto

Estoy cantando bajo la lluvia Solo canto bajo la lluvia Qué glorioso sentimiento Estoy feliz otra vez

I’m singing in the rain Just singing in the rain What a glorious feeling’ I’m happy again Gene K elly, 1952

5. Primavera del 97 Hoy, lunes 7 de abril del siete, capicúa, ingresas en el otro hospital, donde trabaja el cirujano que has elegido. Tras hacer los trámites de admisión, sales un par de horas a la calle, solo, para despedirte de los rincones que más te gustan de esta Seviusta adoptada. Tienes el presentimiento de que no vas a salir de la operación, a pesar de tu promesa a la de La Salud. De nuevo la de negro ronda por tu cabeza y es que la intervención es muy arriesgada. El día programado surgió un imprevisto y no te pudieron

intervenir; se planificó para el siguiente. El 9 de abril te llevaron a quirófano después de despedirte de tus padres, suegros, hermana y amigos que te acompañaron en los que podían ser tus últimos momentos. Tu jefe entró contigo al quirófano y menos mal que lo hizo. Era tozudo como una mula y no se rendía fácilmente. La operación transcurrió bien en sus tres primeras horas, te pudieron quitar más de medio pulmón tremendamente dañado, y cuando ya quedaba poco más que cerrar, el cirujano tuvo el gesto que tenéis muchos cirujanos, por no decir todos, de quitar ese “pelle-

1.-. Ver en el n.º 75 de Luz Y Tinta, página 46, la nota “Cambio de rumbo” acerca de la estructura general de la obra “El tiempo pasa”, de la que forma parte este capítulo. Enlace: http://amantesdelafotografia3.ning.com/profiles/blogs/luz-ytinta-no-75

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jito” que ha quedado. El “pellejito”, con las deformaciones inflamatorias que había sufrido tu tórax, era ni más ni menos que la arteria subclavia izquierda, la que lleva toda la sangre al brazo izquierdo. Por eso decís en vuestra jerga que “lo mejor es enemigo de lo bueno”. Y tuviste una tremenda hemorragia que no se conseguía detener. Cuando te desangraste por esa herida tus médicos vieron como seguía latiendo tu corazón a pesar de hacerlo en vacío y ahí es cuando tu jefe, que estaba de espectador activo, se impuso animando a que siguieran con la reanimación, porque estaba empezando a fallarles la fe en tu recuperación después de ponerte más de nueve litros de sangre sin conseguir cortar la hemorragia… Sin duda la de La Salud influyó en el ánimo de tu cirujano, tu anestesista y tu jefe para que siguieran intentando sacarte de ese horror, lo que consiguieron dos horas más tarde. Todos lo pasaron muy mal, pero el que tiene la máxima responsabilidad, el cirujano que opera, es el que peor lo pasa y si además se trata de un compañero de la misma especialidad, ni te cuento. Se quedó en su despacho, haciéndote visitas periódicas a Reanimación, hasta bien pasadas las 12 de la noche en que tu amigo Bedo lo convenció para que se fuese a casa... En Reanimación estuviste con el coma inducido que se utiliza en situaciones así para proteger los órganos vitales, en particular el cerebro. Al siguiente día de la operación, de repente, tus constantes se vinieron abajo, sin responder si-

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quiera a la Dopamina*. Los médicos quisieron consultar la historia antigua, por si había algo que lo justificara. La pidieron a Archivo urgentemente. La archivera, Inés, tu mujer, al ver el nombre y el lugar de petición la subió personalmente. Les preguntó. Le dijeron, sin saber que era tu esposa, que no creían que hubiera ya nada que hacer, pero... Se identificó como tal y les pidió permiso para acercarse a ti. Había recordado vuestro pacto, el de comunicaros en situación extrema. Cogió tu mano y te habló bajo al oído. El monitor se disparó porque la tensión subió de repente. Los médicos no se lo creían. La siguiente vez que ocurrió (y ocurrió en varias ocasiones más en esos primeros días de incons* Sustancia estimulante del organismo que se inyecta en situaciones extremas.


Todos lo pasaron muy mal, pero el que tiene la máxima responsabilidad, el cirujano que opera, es el que peor lo pasa y si además se trata de un compañero de la misma especialidad, ni te cuento. ciencia) llamaban a Archivo, pero no para pedir ningún documento, sino para que subiera la archivera a hablarte al oído. Cada vez que ocurría el resultado era el mismo. Ya no usaron más la Dopamina, solo el teléfono interior… Tras tres días en coma, como el de los panes y los peces en su sepulcro, inconsciente e intubado, el día de tu cumpleaños, 11 de abril, entreabriste por fin los ojos. Y viste las dos primeras caras conocidas… Pero este día ya se había comentado al principio de esta tercera parte de tu vida que a poco deja de serlo… El sábado 12 de abril tu enfermera de noche, sensible, te pregun-

ta delicadamente si te han lavado en el turno anterior. Le dices que sí; para eso hiciste la mili y aprendiste que no se debe preguntar cómo se forma, si con machete o sin machete, porque la respuesta siempre es con machete, y éste pesa con el correaje, cartucheras de munición y demás adminículos. Los dos sabéis que si no lo han hecho –y no lo han hecho porque les dijiste que esperaran al siguiente turno– tendrá que hacerlo ella. Eso supone ponerte en pelotas y no os apetece a ninguno de los dos hacer a estas horas un striptease. A cambio se sienta a tu lado e iniciáis una larga conversación relativa a tu proyecto de contar esta historia, de dar a conocer cómo son los hospitales por dentro, que es como comenzó este libro que ahora se ha convertido en un “cuatro en uno”: por aquello de la asociación de ideas, fuiste añadiendo capítulos que terminaron cobrando vida propia e independizándose agrupados en las cuatro grandes etapas de tu vida. Al día siguiente, domingo 13 de abril, a las dos de la madrugada, la abuela de la cama de al lado estaba inquieta y no conseguía conciliar el sueño. Ingresó de urgencias tras una intervención. Empezaba a soñar en voz alta. Hablaba con su nieta y ella misma se respon-

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día, asumiendo el papel de nieta e incluso cambiando la voz a un tono más agudo. La conversación, aunque anodina, era perfectamente inteligible y no podías evitar seguirla. No paraba de hablar y no conseguías dormirte. Estabas agotado.

Llevabas demasiado tiempo con acontecimientos estresantes y necesitabas descansar. Avisaste a la enfermera, que no era la de anoche, para que le diera un somnífero a la abuela. Ella avisó al anestesista de guardia, que vino y valoró la situación. Al cabo de un rato, viste venir a la enfermera con una jeringa cargada. Por unos instantes te relajaste pensando que al final podrías dormir.

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En tu casa, ya relajado y confiado, te pusiste a ver fotografías de tu ciudadpara ir saboreándola de nuevo Pero enseguida observaste, con horror, que no se dirigía a la abuela, ¡venía directamente hacia ti! Le advertiste que era ella la que no paraba de hablar... Inútil. Con el estilo preciso y decidido de un banderillero, pinchó la aguja en la goma de tu gotero y, perplejo y asombrado, le repetiste que no eres tú al que debía ponerle la inyección, que no se había enterado bien. Pero sí que se había enterado. Te dijo: es cierto, pero… ¡ella no se deja! Ahora, drogado y derrotado, seguías sin poder conciliar tu sueño y continuabas oyendo a la abuela. Pero debido a la inyección tranquilizante y a tu agotamiento ya no tuviste fuerzas siquiera para pedir ayuda. Objetivo cumplido (para la enfermera), se acabaron las quejas. Desfallecido, al amanecer caíste dormido. El día siguiente, lunes 14 de abril, fue fecha premonitoria, como la llegada de la República, para comenzar a recuperar tu libertad. A pesar de tu falta de sueño, o precisamente por eso, te sentías lúcido y tomaste otra decisión: volver a marcharte de donde estabas. Siempre tomas la decisión de marcharte cuando no soportas más el lugar donde te encuentras. Siempre ha sido así desde la edad más temprana que recuerdas y lo seguirá siendo mientras tengas un pálpito de aliento. Te marchaste de casa de tus padres, de casa de tus tíos, del pueblo al que fuiste de médico a los 23 años, de tus sustituciones veraniegas, de tu primer hospital de residente, de tu servicio quirúrgico cuando las direcciones; te marchaste de tu segundo hospital, de los Servicios Centrales y de la Consejería, de tu hospital de paciente en Nochevieja. Y todavía no sabes (o no imaginas cómo serán) las marchas o huidas que todavía


te quedan, quizás las más importantes de tu vida… En aquella sala de Reanimación de la que también querías marcharte, te pusieron todo tipo de pegas para que no te fueras, pero convenciste a los médicos del lugar. Tras ello te quedaba por superar la última pega: la celadora que vino a por ti se excusó con que no había palo de suero portátil. Entonces arrancaste el botellón del suero de su soporte estático y lo levantaste todo lo alto que pudiste. Como cuando Juana de Arco alzó su bandera triunfante. Sabías lo importante que era no perder la vena una vez más. Le indicaste a la celadora que ya estaba solucionado lo del palo y le ordenaste que arrancara camino de tu libertad, aunque todavía limitada, hacia tu habitación. No era una libertad mucho mayor que la de reanimación, pero todo es relativo, incluidas las cotas de libertad. Ya no había excusa. Ante tu cara de ira,

no discutió y empujó la cama fuera de ese terrible lugar donde nunca oscurece ni se hace el silencio. Llegaste a tu habitación, esa celda que compartías con dos pacientes más y sus múltiples acompañantes. Tu libertad aquí estaba compartimentada en los escasos dos metros cuadrados de tu cama y su pequeño perímetro envolvente. Pero es más que la libertad de pensamiento que era lo único que tenías en la anterior custodia intensiva, siempre y cuando no te drogaran demasiado. Siempre es relativa la libertad, al contrario que la vida, que es absoluta. Ésta se tiene o no, lo demás no es vida. La libertad en cambio admite grados, cotas de variabilidad, de intermitencia. Aunque nunca es absoluta, a ese nivel no existe, es una utopía, incluso una falacia. Ese día de tu salida de Reanimación era también día de aniversario de otra libertad que duró poco. Hacía más de medio

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siglo que se proclamó la segunda república española. Un revolución, una decisión, que no se pudo o no se supo administrar mejor. Porque todo bien, y la libertad lo es, es limitado y conviene administrarlo. No se puede derrochar como si no se acabara nunca. Tendrás que ver como administras la tuya, ahora que sabes claramente que tiene fecha de caducidad, aunque no aciertes bien a verla. Estando ya en tu habitación y acariciando la esperanza de que te quitaran los tubos que te mantenían amarrado a la cama, una inoportuna fuga en la sutura bronquial de los lóbulos pulmonares que te extirparon, impedía que te retirasen esos drenajes de aspiración, lo que prolongó la estancia hospitalaria hasta el límite de tu

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paciencia y supongo que la de tu mujer, que cuando terminaba su jornada en el archivo del sótano subía a tu planta y se quedaba contigo hasta el día siguiente; pero ella no se quejaba ni manifestaba la misma desesperación que debía tener como tú. Finalmente se solucionó y te pudieron dar el alta hospitalaria, insistiendo, eso sí, en que continuaras yendo al hospital a diario para hacer la rehabilitación en su gimnasio. Pasado el fin de semana volviste a ir a diario al hospital para continuar allí con la rehabilitación que necesitaban tus maltrechos pulmones o lo que quedaba de ellos. Cuando acababas los ejercicios, te pasabas por el archivo para recoger a tu mujer e iros juntos a desayunar a un bar que había a las espaldas del hospital con nom-


bre rociero. ¡Qué bien te sentaban esas tostadas! Le estabas enormemente agradecido a la vida, a la de la Salud, a tu mujer y a tus médicos por haberte permitido seguir disfrutando de esta vida. Años más tarde, valoraste aún más tu prórroga vital cuando supiste que el anestesista que te salvó, diez años más joven que tú, murió unos pocos años después. Y al poco tiempo también se fue el de Reanimación, con diez años menos también y al que conocías desde estudiante. Paradojas de la vida, ambos aparentaban con su juventud estar sanos como correspondía a su edad… En tu casa, ya relajado y confiado, te pusiste a ver fotografías de tu ciudad, para ir saboreándola de nuevo otra vez pues había pesado mucho sobre ti la creencia de que

muy probablemente no te iban a quedar muchas ocasiones de poder volver a mirarla, aún no las tenías todas contigo, y te habías perdido la feria de abril de ese año por estar ingresado.

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Monchu Calvo

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Adiós, verano Todavía disfrutamos del sol cuando escribo estas líneas, a mediados de Septiembre. Todavía nos quedan algunas fiestas por los espacios de Redes, pero han desaparecido las voces y los juegos de los niños de los soportales del pueblo. La algarabía de carreras y actividades con que llenaban los largos tiempos del estío. Ya están las paradas de los autobuses escolares pobladas de ojos a los que se les adivina el sueño, y sus juegos se han trasladado a los patios de las escuelas. En algunos prados apuran los últimos trabajos de la recogida de la yerba, y perezosos tractores transitan cargados, camino de los pajares, como las cigarras acumulan para el invierno. Un tiempo donde confluyen los disfrutes de las benignas temperaturas, en las soleadas tardes, con el acopio de leña que nos calentará en los tiempos que se avecinan. En fin, ahora que estamos asistiendo al final del verano, cuando los meses se acumulan casi en horas que se derraman entre los dedos como el último hielo de la copa, he recordado cuando parecían una extensión casi inabarcable de horas de lectura, de tardes jugando con los amigos, de tiempo, de horizonte. Incluso en vacaciones, lo importante es la capacidad de disfrutarlas, y el tiempo, la materia con que fabricamos los sueños. Sueños que a veces y en el caso de muchos de los que leen estas líneas tratamos de atrapar con nuestras cá-

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Asado para compartir con los amigos

maras fotográficas, para recordar siquiera como fueron aquellas excursiones maravillosas que tanto disfrutamos. Aquellos encuentros con amigos que solían acabar tomando unas botellas de sidra, y compartiendo tapas y tertulias, aderezadas en ocasiones con canciones de nuestros años mozos. Pero ya son muchos veranos sobre mis espaldas. Aún tengo tiempo, y todavía capacidad de disfrutar de los días de sol y de lluvia; sorprenderme de un atardecer, y esperar pacientemente a que la luz esté justa, como yo quiero, para capturarla. El color ceniciento del cielo me muestra el final de otro verano que se aleja. Y ya son muchos… Tantos que parecen demasiados. Ese cielo, con tonos oscuros, a veces negruzcos, a veces rojizos, que anuncia la tormenta sobre el embalse de Rioseco, sale del pincel guardado en mi estado de ánimo, y yo con mi cámara, espero inocente reflejarlo en esa

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fotografía que a veces os muestro en estas páginas de Luz y Tinta. Quizás, que los años pesan, y algunas cosas nos están vetadas. No me encuentro para subir a las cumbres de muchas montañas de nuestros alrededores. Mis gastadas rodillas me lo desaconsejan, pero sí puedo acercarme en tranquilo paseo por los senderos que me aproximan a sus bases. Allí, solo tengo que levantar mis ojos para hollar su cumbre, y en el trayecto seguro que descubro rincones de tanta belleza en los valles, como los que besan las nubes en su cima. En los pueblos la vida va a otro ritmo, las conversaciones con los vecinos en los bares del pueblo, van desde las faenas propias del mundo rural donde vivimos, hasta otras más prosaicas, como el buen tipo de la enfermera que nos toma el Sintrom. Alguien aparece con unas bolsas de cebollas y patatas recién recogidas del huerto, me las regala, por que los hijos las compran peladas en el Carrefour, y el matrimonio que se esmeró en


Fiesta en Tarna cultivarlas, no sabe qué hacer con ellas. Reflejo de un mundo que se desmorona, mientras en las horas de crepúsculo, y en los amaneceres, el rito ancestral del cortejo, llena los montes con los bramidos de los venados reclamando a las hembras. Eso por lo menos sigue sin cambios. Desgraciadamente hubo tiempo para las pérdidas humanas. Amigos entrañables cogieron la maleta para emprender el postrer viaje, en algunos casos sin casi tiempo a darles el último abrazo. Y la vida no es la misma sin su presencia.

Había proyectos y viajes juntos, y ahora como que casi no te apetece hacerlos solo. Dicen que es así la vida, pero a mí no me consuela, y los echo mucho en falta. Pues no queda otra que seguir. Aquí nos encontraremos mes a mes contando cosas de la vida cotidiana, en este lugar del Parque de Redes que poco a poco empezará a desvestirse de verde, y ponerse unos de los trajes mas guapos que tiene. El otoño. Os espero pronto por estas tierras, que también son las vuestras.

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Ricardo González, «Completu»

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Homenaje a la gaita asturiana Hacemos Santo aquello de lo que por alguna circunstancia nos seguimos acordando cada vez que necesitamos de ayuda espiritual y consideramos que, por estar ahí, nos va a ayudar. Veamos un ejemplo. Rondaban los años 50 de España y por la zona de San Martín del Rey Aurelio (Asturias) rondaban las brigadas ejecutoras y eliminatorias de aquellos que tenían otras ideas contrarias al régimen del dictador. Encontraron a varios de los perdedores de la guerra y los sacaron a las afueras del pueblo para darles el final del plomo en la cabeza. Los iban ejecutando uno a uno hasta que le llegó el turno al gaitero de la zona y un ejecutor le dijo al otro: “A éste déjalo, que es el gaitero y sin él no podemos hacer la fiesta patronal”. Y así se salvó de una ejecución segura, gracias a la música de la gaita. El hecho es real y contado de la mano de su nieto. Como tenia ganas de hacer un reportaje sobre una banda de gaiteros asturianos y hacer las ofrendas merecidas a tan alto instrumento de la música folclórica de mi país, me puse en contacto con Santiago Iglesias Nieto, Santi. Esta elección no fue al azar sino

Como queríamos hacer un homenaje a la Gaita Asturiana, hubimos de ataviarnos para la ocasión y para ello nos vestimos con el traje típico asturiano, tocados con la montera picona y con una engorrosa faja que tiene que ser puesta con ayuda de otro miembro, para ajustarla a la cintura.

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En el Elogio del Horizonte, de Gijón que era nada más y nada menos que el nieto de aquella persona que se salvó por ser el gaitero del pueblo, pero que además es uno de los miembros históricos de aquella huelga de mineros en el año 1.962 en la localidad de Blimea (Asturias). Durante aquella huelga, mientras pegaban a los manifestantes, la madre de Santi hizo lo único que se podía hacer y era insultar a los atacantes, mientras su marido era golpeado, pero con lo que no se podría contar era que varios de aquellos represores subieran al piso con la idea de echar la puerta abajo y golpear a la mujer que ante el terror decidió tirarse por la venta a la calle quedando sin habla durante el resto de su vida. Nos gustaría que hubiera participado en este reportaje todo el equipo de músicos que lo componen, cinco miembros, pero por cuestiones varias solo pudieron estar Santi y su inseparable compañero Cardín, Rubén Cardin Sánchez, que es el propietario de

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una tienda de cristalería y tuvo que hacer lo imposible para estar con nosotros con nosotros . Como queríamos hacer un homenaje a la Gaita Asturiana, hubimos de ataviarnos para la ocasión y para ello nos vestimos con el traje típico asturiano, tocados con la montera picona y con una engorrosa faja que tiene que ser puesta con ayuda de otro miembro, para ajustarla a la cintura. Y comenzamos nuestro homenaje recorriendo diversos escenarios y motivos. Nos subimos a la proa de una escultura que simula una lancha de pesca y recordamos aquellos españoles que se iban a tierras lejanas y que algunos consiguieron llegar portando tan noble instrumento y que pasado el tiempo sin ver a las familias les hacían llorar cuando sonaba aquella amada y recordada música. Descubrimos a continuación el viejo dique, que en la actualidad está decorado por grandes artistas del Spray, grafiteros que con sus figuras nos hacer ver cuestiones varias, según


Queríamos recordar a nuestros hermanos de sangre que fueron a tierras americanas en busca de fortuna y con la que algunos tuvieron la suerte de poder volver y a los que llegaron con fuertes sumas de dinero y construyeron casas que, por su forma colonial, han pasado a denominarse “de indianos”.

el autor, donde entre otras nos descubren un barco desgastado por el tiempo y parece atracado en un arenal donde las líneas rojas nos recuerdan el dolor de la sangre derramada, por los mares. Pasamos y posamos ante las grandes anclas del puerto, que hacen de esculturas inertes y nos muestran el desgaste del tiempo que estuvieron activas. En nuestra ruta, queríamos recordar a nuestros hermanos de

sangre que fueron a tierras americanas en busca de fortuna y con la que algunos tuvieron la suerte de poder volver y a los que llegaron con fuertes sumas de dinero y construyeron casas que, por su forma colonial, han pasado a denominarse “de indianos”. Como no podía ser de otra manera, solicitamos los permisos necesarios a una empresa de hostelería, para seguir haciendo de las

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A la izquierda, o

Abajo, ante un g

nuestras, con nuestra Santa Gaita y recordamos en La Botica Indiana los muchos motivos colgados de sus paredes: fotos de fábricas, cuadros, inventos y demas enseres usados por aquellos indianos. Nuestra homenaje personal de Fiesta llegó también a uno de los monumentos, orgullo de la ciudad, como es el Elogio del Horizonte, escultura de Chillida que modula el aire, produciendo unos sonidos muy especiales, a modo de silbidos que nos recuerdan a las almas que quisieron regresar a nuestras costas y no pudieron. Como en toda fiesta que se precie debe de haber también alguna ofrenda ante elemento significativo, nosotros elegimos la estatua del rey Pelayo, que es un icono del poder y que lleva una bella ins-

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cripción a un lateral que dice : “El Infante Pelayo de sangre de reyes godos, restaurador de la libertad y la religión de España “. Alzamos las gaitas, en ofrenda, y rogamos a nuestro defensor que nos cuide de los mentirosos, de los envidiosos y de aquellos que nos quieren apartar de nuestra Santa Gaita y de nuestra fiesta pagana y le dedicamos nuestra música, a los fieles de la fabada, la sidra y el caminar con orgullo por la calles de Gijón, de Asturias, de España y desde aquí queremos recordar a nuestro compañeros de www.moldeandolaluz.com y Luz y Tinta fallecidos, al igual que aquellos que propagaron nuestra música de viento al son de los popurrís de “Gijón del alma” o la universal música del “ Asturias Patria querida”.


ofreciendo la gaita a Pelayo, símbolo de Gijón y de Asturias.

graffiti que hace recordar la emigración asturiana

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Valentín Vega (1912-1997) fue un fotógrafo de referencia en la cuenca minera del Nalón durante la posguerra franquista. Durante diez largos años, entre 1941 y 1951, se desplazaba diariamente desde Gijón hasta los distintos pueblos de la zona, generalmente en bicicleta y algunas veces en tren, para captar como fotógrafo ambulante todo lo que se vivía a su alrededor. Y he escrito “vivía” conscientemente, porque ante la Leica de Vega desfiló la vida de estos años, desde amigos que se juntaban en un día de fiesta hasta celebraciones familiares (bautizos, bodas, primeras comuniones...), pasando lógicamente por todo lo que acontecía en los pueblos: mercados, fiestas, procesiones, trabajos, establecimientos... La curiosidad de Valentín Vega era insaciable y sus negativos, insisto, recogieron la vida de estos pueblos en aquellos años de la posguerra, con una precisión y una perfección técnica que los convierte en testimonio de una época. Esos negativos fueron depositados a la muerte del fotógrafo en el Museo del Pueblo de Asturias, donde hicieron una gran exposición en 2001, con la edición de un libro, Valentín Vega, fotógrafo de calle, de más de 300 páginas, en que se recogen muchas de sus fotografías. Recientemente, el mismo Museo del Pueblo de Asturias ha editado un volumen más reducido, 100 páginas, con motivo de unas magna exposición en Madrid y con un texto de Asunción García Prendes, Valentín Vega, el fotógrafo de la bici, del que tomamos prestado el texto que sigue a esta nota y que viene a ser un apunte biográfico de Valentín y su trayectoria en esos diez años en que fue fotógrafo ambulante. Dado el interés y la calidad de estas fotos de Vega, en el próximo número de Luz y Tinta proseguiremos publicando fotos de su catálogo junto con un texto de Francisco Trinidad, que tuvo la suerte de ser alumno de Valentín Vega en el Instituto de El Entrego al final de los años 60.

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Nacido en una familia acomodada de la burguesía comercial avilesina, nadie hubiese imaginado que Valentín Vega Fernández se iba a convertir en fotógrafo ambulante en los años de posguerra, antes de abrir su propio estudio profesional en El Entrego. Durante una década, entre 1941 y 1951, Valentín Vega se dedicó a fotografiar a las gentes de los pueblos de la cuenca del Nalón, legándonos un panorama riquísimo de muy variados aspectos de la vida cotidiana en esas localidades. Su abuelo, Manuel Vega Fernández, había regresado de América con capital, lo que le permitió abrir cn Avilés el que habría de ser un importante y próspero almacén de mercería y paquetería al por mayor, que tenía un plantel de viajantes para la distribución de productos en toda la región. Sus hijos continuarían con el negocio familiar, entre ellos Valenín Vega Medina, de cuyo matrimonio con Efigenia Fernández Rodríguez nacería en enero de 1912, en Luanco, Valentín Vega Fernández. Su padrino de pila sería el fotógrafo Manuel García Alonso (1890-1955), conocido en Avilés como Duarte, que era en realidad el segundo apellido de su tío carnal, el también fotógrafo Ramón García Duarte. Desde 1903 Manuel García Alonso se había hecho cargo del estudio avilesino de su tío, al abrir éste un nuevo estudio en Oviedo, quedando el de Avilés como sucursal. La estrecha amistad de Valentín padre con Manuel García Alonso y la gran afición del primero por la fotografía, junto con los avatares de la historia, habrían de marcar la vida del joven Valentín y de los hermanos que irían llegando: José Luis (1913), Fernando (1918) y Gonzalo (1920). Los cuatro varones (hubo también una hermana, Elena) se dedicarían a la fotografía tras la guerra.

Como correspondía a los hijos de una familia acomodada, tuvieron una infancia confortable hasta que el bienestar familiar se vio alterado por la ruina del padre, a consecuencia de la quiebra en los años veinte de la Banca Maribona, uno de los establecimientos del mundo financiero local. Ello lleva a la familia, aunque no por mucho tiempo, a Valladolid, donde el joven Valentín inicia los estudios de Derecho, al tiempo que asiste, entre 1925 y 1930, a clases de dibujo y pintura; todo ello a la vez que tiene la oportunidad de conocer las inquietudes intelectuales que laten en la ciudad en esos años. Cuando la familia regrese en 1931 a Gijón para instalarse definitivamente, son ya los años de efervescencia política y cultural de la II República. Las inquietudes de Valentín le llevan a integrarse en las Juventudes Socialistas y en la UGT. Es en esos años cuando los hermanos Vega inician su formación en la fotografía, gracias a la actividad como fotógrafo aficionado de su padre, que llega a instalar un estudio y laboratorio fotográfico en la buhardilla de su casa. A ello contribuyó también en gran medida la amistad del padre con los fotógrafos García Alonso y su tío García Duarte, el cual ya había sido amigo de su abuelo. Las fotografías de García Alonso, a quien Valentín Vega siempre consideró un mago de la luz, ejercerían gran influencia sobre él, pues mantendrá prácticamente toda la vida una concepción artística de la fotografia en la que la técnica no era más que un vehículo de expresión de la belleza, lo cual en último término sería el sentido del arte. En 1934 Valentín se casa con la que será su compañera toda la vida, Olvido Álvarez Álvarez, de Mieres, y un año después nace su primer hijo, Tinín, quien llevará también el nombre de su padre.

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Otra hija, Noelia, nacería después. Durante la Guerra Civil asumirá cargos de responsabilidad en organizaciones políticas y sindicales (fue secretario de la UGT de Gijón) como consecuencia de los cuales, tras la caída de Gijón en manos franquistas en 1937, será procesado y condenado a seis años de prisión. Cumplirá casi tres en las cárceles de El Coto (Gijón) y Figueirido (Pontevedra), a los que se suma un destierro en Madrid. Al recobrar la libertad en 1941, con 19 años, está de nuevo en Gijón. Dados sus antecedentes políticos, no le será fácil insertarse en la vida laboral, por lo que se orientará hacia la fotografía ambulante. Sus tres hermanos, que necesitan como él ganarse la vida, se dedicarán también en sus inicios a la fotografía de calle en Gijón, pasando los cuatro a formar parte de la oleada de fotógrafos que estarán presentes con sus pequeñas cámaras Leica en las ciudades y pueblos de Asturias. El trabajo de los hermanos Vega se centraba sobre todo en la playa de Gijón en las temporadas de verano. Pero Valentín, aunque le gustaba definirse como “un fotógrafo callejero”, nunca quiso que se le viera haciendo fotografías en la playa, así que buscará otros espacios para su actividad. Tras unos años como fotógrafos ambulantes, los cuatro hermanos seguirán caminos diferentes, siempre en el campo de la fotografía: José Luis se trasladó a Lugo, donde trabajó como ambulante, dedicándose más tarde a los reportajes gráficos para el periódico El Progreso. Fernando, tras un periodo en Turón como ambulante, vuelve a Gijón, donde trabajará muchos años de reportero gráfico para El Comercio, firmando y siendo conocido como Vegafer. Gonzalo, a quien se conocía como Vega, permanece en Gijón dedicándose ala fotografía de reportaje y tendría

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un papel destacado en la defensa de los intereses profesionales, siendo presidente del Grupo Provincial de Fotógrafos. Por su parte, Valentín recorrerá, desplazándose desde Gijón en bicicleta o en tren, las cuencas del Caudal y, sobre todo, la del Nalón, donde realizará miles y miles de fotografías, que revelaba y positivaba en el laboratorio que su hermano Gonzalo tenía instalado en su casa de la calle Casimiro Velasco de Gijón. Solía hacer sus desplazamientos en función de los días de mercado: los lunes a Sama, los martes a Pola de Siero, los miércoles a Sotrondio, los jueves a Pola de Laviana, los viernes a Cabañaquinta y los sábados a El Entrego. Con un enorme don de gentes, acompañado por su bicicleta, en estas y otras localidades se convirtió en un personaje muy popular que despertaba gran simpatía. En 1951 se muda con su familia a El Entrego, donde abre su propio estudio fotográfico, Foto Vega, y vivirá hasta su muerte, en 1997. Pero allí será algo más que “el fotógrafo” por antonomasia, al convertirse en inesperado profesor de Educación Fisica en el entonces recién abierto Instituto de Enseñanza Media, donde necesitaban docentes. Esa actividad se acompañará de la de entrenador de atletismo para los jóvenes de localidad, en la que Vega suplirá la falta de medios con una gran generosidad y un entusiasmo inagotable, que supo transmitir a sus alumnos, llegando algunos jóvenes a ser campeones de España. Todo ello sin abandonar su intensa actividad como fotógrafo tanto dentro como fuera de su estudio, dejando constancia de toda clase de acontecimientos de la localidad.

Asunción García Prendes

Los fotografos Fe


ernando, Gonzalo y ValentĂ­n Vega

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50 Acto homenaje a la Divisiรณn Azul Sotrondio 1942


Baile en la calle (Pueblo de Laviana)

Curas y guardias civiles Laviana Junio de 1945

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Conjunto musical para una fiesta

Retrato de una chigrera con el fotรณgrafo reflejado en el espejo

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Ciclista al fondo el Cine Maxi de Pola de Laviana

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54 Ciclista sobre un petril Laviana


Desfile Sotrondio 1942

55 En una oficina de Sotrondio 1943


Equipo relevista El Entrego 1943

Escolar escuela de Cocañín

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Foto con fondo. Fotรณgrafo ambulante

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58 Fotografia de estudio 1948


Interior de un cafĂŠ en Pola de Laviana 1948

Hora de la comida en casa

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JosĂŠ Antonio GirĂłn Minisgtro de trabajo en Sotrondio 1943

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Guaje minero Sama de Langreo 1948

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Laviana 1944

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Mendigo, Pola de Laviana, 1948

Teatro ambulante, Sama de Langreo, 1945

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64 Maquinistas de ferrocarril de Poal de Laviana 1948


Lecheras. Laviana 1948

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66 Mendigos 1943. La Felguera


Militares Sama de Langreo 1946

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Mineros del Pozo Sotรณn 1946

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Monumento a los caĂ­dos durante la Guerra Civil . Paredes de la Iglesia de Pola de Laviana 1947

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Niña de primera comunión con abuelos en Sotrondio 1944

Niños recogiendo carbón 1945

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Niño de Primera Comunión. La Oscura 1950

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72 NiĂąo en bicicleta Sotrondio 1945


NiĂąos de Sotrondio 1948

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Pandilla de niĂąos Sotrondio 1942

NiĂąos en un campo de baloncesto, Sotrondio, 1944

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Pescaderas. Laviana

Peluqueria de sĂąoras Sama de Langreo 1946

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Retrato de niĂąo Sama de Langreo 1942

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Saludo brazo en alto al paso de una centuria del Frente de Juventudes. Sotrondio 1945

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Con el paraguas en la mano, Sotrondio, 1948

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Retrato delante de una pared con la pintada: “En la Falange no tienen sitio ni los cobardes ni los timoratos�, 1942

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Soldado de la “fuerza mora”, Pola de Laviana, 1942

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Retrato en el parque, Pola de Laviana, 1945

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Dos guajes, Sotrondio, 1946

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NiĂąas y moza trabajadora, 1948

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NiĂąos con una carretilla, Sama de Langreo, 1944

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NiĂąo montado en un burro, Sotrondio, 1946

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NiĂąo con una carabina, 1948

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1943

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1943

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Retrato de campesinos, 1949

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Retrato de familia, 1948


Hermanos de Primera Comuniรณn, Sotrondio, 1944

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Niños de Primera Comunión, Sotrondio, 1944

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Retrato de familia, Sotrondio, 1942

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Padres e hijo, 1954

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Dos amigos, Sama de Langreo, 1942

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Mari (BerlĂ­n, Alemania) por

Kezzin 99


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Fotos seleccionadas durante el mes de Septiembre de 2018

Se muestran en esta secciĂłn todas las fotos semanalmente destacadas en Moldeando la luz durante el mes de referencia.

Con un doble asterisco (**) hemos marcado cinco fotos del mes de agosto que en el nĂşmero anterior se nos quedaron fuera por inadvertencia.

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Caballo de batalla, por Pepe Latas

107


Smoking AĂąadido por Saravut Whan

108


Yakutia. En las orillas del Indigirka.3, por A. Grachev

109


** Adèu Praga !!, por Salvador Roig i Seró

110


**Arabesque, por E.Horobets

111


De camino a Sad Hill, por Jordane

112


ExtraĂąos en el aire, por Completu

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** Fiesta Popular, por Noly

114


Felicidad v. B17, por Jose V. Mateo Hidalgo

115


Fin de jornada por JosĂŠ Luis Maylin Pastor

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Fishing de Kim

117


**Heat afternoons, por David D

118


Knives, por Kezzin

119


Los susurros del Silencio por JesĂşs Alvarez RodrĂ­guez

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Manosdealfarero por Albert Navas

121


Paris por Daniel

122


Playa de Portizuelo por J.R. Torrealdea

123


** Portraits of a woman de

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Prisoner of glamor por Arkadiy

125


Queen of spades por SSstudy

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127 Retrato de la belleza por Catherine


Symmetry por Duong Dinh

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Wedding por Ionut Caras

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Fotos seleccionadas durante el mes de Septiembre de 2018

Se muestran en esta secciรณn todas las fotos semanalmente destacadas en Moldeando la luz durante el mes de referencia.

Wings por Irina

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El rostro de la bailarina fotos: Nadima texto: Claudio Serrano

En dos ocasiones, hemos comentado otras tantas series de fotos en las que Nadima recrea el mundo del ballet. Ello nos habla a las claras de una predilección temática de la autora muy en consonancia con la tradición rusa. En esta ocasión vuelve a traernos otra bailarina; y con ella, nos trae el silencio. Todo lo que se pudiera escribir sobre estas fotos y sobre las mil y una evocaciones poéticas de esa ventana a través de la cual se entrevé un paisaje nevado; todo lo que pudiera escribirse de la belleza de la modelo y de la perfección técnica con que nos muestra sus ojos en esta sencilla escena solo vendría, cual hojarasca, a desviar nuestra atención de una foto, la que ocupará una doble página tras este breve texto —así se lo he pedido a la dirección de la revista— y que reproduce el rostro de la bailarina en un retrato que me atrevo a calificar de perfecto: pocas veces se consigue transmitir ese mundo interior en el que resuena la música. En este caso Nadima lo consigue y merece la pena recibir su foto en silencio, sin palabras que distorsionen ni distraigan de la belleza de su fotografía. Una foto que por sí sola justificaría una edición de una revista. Y nosotros tenemos la fortuna de poder disfrutarla.

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Miedos La fotografía siempre ha tenido la capacidad de conmocionar, de jugar con los miedos del público, tanto si la fuente de ese miedo es real o imaginaria. Hoy en día, en la era e Photoshop, lo que aparece en nuestras pesadillas es mucho más fácil de reproducir e imprimir. La manipulación digital puede conjurar monstruos de las profundidades o arrancar la carne a un cuerpo humano. Mientras algunos artistas emplean la fotografía para sacar a relucir los miedos colectivos acerca de los regímenes represivos o las catástrofes medioambientales, otros están más interesados en la basura, perturbando con el uso del sexo y la violencia.

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Anthony Hibbert El paisaje de Nueva York se presta para hospedar a monstruos que dan miedo. Solamente un perfil tan grandioso e icónico como el de Manhattan podría soportar las atenciones de King Kong y compañía sin quedar empequeñecido o pisoteado. El ilustrador y diseñador inglés Anthony Hibbert ha sacado partido al aire cinematográfico de la ciudad para crear “Hollidaying Horrors” (Horrores vacacionales), una serie de fotografías desenfadadas en las que la Gran Manzana queda envuelta por unos tentáculos. Las tomas, en blanco y negro nos recuerdan a esas películas de desastres de la época dorada de Hollywood. Estos miembros serpenteantes se agarran a los monumentos más queridos de la ciudad, desde el Puente de Brooklyn al

edificio Chrysler o de Central Park a la estación de Grand Central. Anthony admite la influencia que ha tenido sobre él H.P. Lovecraft, el escritor americano de fantasía y horror de principios del siglo XX, que también ambientó parte de su obra en Nueva York. Sin embargo, Lovecraft quería desconcertar y Anthony parece que está más preocupado por pasar un buen rato. Según él, “las imágenes están pensadas como una broma, aunque yo sea el único que se vaya a reír”. También sugiere que los monstruos de esas películas antiguas no querían hacer daño a los edificios( de hecho, les gustaban bastante) sino que, al no ser conscientes de su propia fuerza, no podían evitar destrozarlos. Ajuntamos también algunas de sus ilustraciones más conocidas.

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Todo lo que querías saber, pero temías preguntar...

P:

Soy un fanático del fútbol. Quiero hacer fotos de los mejores jugadores, ya sea en el campo, en la calle, en el estudio, como hacen grandes fotógrafos deportivos. Messi en Barcelona, N´Golo Kanté en Londres, Luka Modric en Madrid, Kylian Mbappe en París. ¿Me sigues? ¿Cuánto tiempo me tomará? ¿Qué camino seguir? ¿A quien llamar?

R:

Empieza echando un vistazo a los fotógrafos que ahora mismo hacen el trabajo que tú quieres hacer. Apostaría a que hay muchos fotógrafos a tu alrededor haciendo este tipo de fotos. ¿Correcto? Encuentra a esos fotógrafos y estúdialos. ¿Cómo han llegado donde están? Investiga su trayectoria. Estoy seguro que encontrarás diferentes caminos, pero descubrirás algunas similitudes. ¿Dónde empezaron y cómo aparecen en tu vida en este momento? Tienes que encontrar la cadena alimenticia. Estás en la parte inferior de esa cadena para este tipo de trabajo. Hay un extremo superior que puedes rastrear hacia abajo hasta dónde estás. Encuentra a los que tomaron la decisión de contratar a estos fotógrafos. Desde editores de fotografía en las revistas a las agencias que trabajan con los patrocinadores, hasta los departamentos de marketing de los equipos de fútbol. Como has mencionado a Lionel Messi en tu pregunta, sigamos ese hilo… Él juega en el Barcelona (busca en Google quien se encarga del marketing y las relaciones públicas de ese club) Él es el capitán de la selección nacional de Argentina (de nuevo, busca en Google quien se encarga del marketing y las Relaciones Públicas allí) Él ha estado patrocinado por Adidas y Tukkish Airlines (busca quien se encarga de la publicidad para estas compañías. Con Adidas, puedes encontrar varias agencias que trabajan para esta marca. Una o dos pueden especializarse en publicidad del futbol). Mira su participación en eventos de caridad. Él ha creado su propia fundación que trata sobre la educación t salud para niños. ¿Quién se encarga del marketing y de las Relaciones Públicas de su fundación? Es un embajador de buena voluntad para UNICEF. ¿Quién se encarga de eso? (Google, Google, Google). También ha estado involucrado en video juegos. ¿Qué compañías trabajan con él? ¿Y su agencia de publicidad es…? (Más Google)

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¿Cuáles son las principales revistas y publicaciones que se dedican al fútbol? ¿Quiénes son los editores de fotografía de esas revistas? (Deberías de saber que hacer aquí y ahora) Esto es solo sobre Messi y lo que he encontrado en su página Web. No sé una mierda de fútbol. Pero al menos ahora conozco una serie de cosas sobre Lionell Messi. Esto te tiene que servir aunque empezáramos por lo más alto, para investigar a otros jugadores. A medida que haces esta investigación, confecciona una lista de agencias de marketing y de Relaciones Públicas, así como de organizaciones de beneficencia, patrocinadores empresariales y publicaciones que están relacionadas con estos jugadores. Aquí hay una cadena alimenticia que se puede construir. La construyes desde arriba hacia abajo y la trabajas desde abajo hacia arriba. Actualmente no tienes acceso a Messi pero necesitas un porfolio de trabajo que te pueda conducir hasta Messi u otro jugador. Ahora tienes que encontrar clubes de fútbol a los que puedas acceder, hay más mundo fuera del Barcelona CF o el Real Madrid. Ligas juveniles. Tipos locales que dan patadas al balón los fines de semana. Tal vez algunos equipos escolares. Encuentra grupos de jugadores cargados de personalidad que amen el deporte y empieza a construir tu porfolio con ellos. Y ten siempre presente una cosa: trata esos disparos como si estuvieras disparando al mismísimo Messi. Por último ¿Qué puedes aportar que sea diferente a lo que otros fotógrafos están haciendo? .Nunca

mires la foto de alguno y digas: “Yo sé como disparar así” ¿Y que pasa? Miles de personas saben como disparar así. Sin embargo miles de personas no están tomando esa foto. Se necesita un punto de vista especial. Necesitas una perspectiva única. Trae algo diferente a la mesa de los que toman estas decisiones. No sólo con tu book, sino también con lo que eres como persona. ¿Eres lo suficiente diferente como para conseguir ese trabajo? Porque ya hay gente que lo está haciendo. ¿Tendrás la capacidad de llamar la atención? No debes de olvidar que esto es un negocio muy duro. Es un trabajo condenadamente duro. Puedes escribir a fotógrafos que hacen este tipo de trabajos, los mejores puedes conectar con ellos a través de sus páginas Web. Tal vez te respondan. O tal vez no. Seguro que tienen mucho trabajo. Seguro que les gusta patear en su estudio y hacer mierda para divertirse. Repasas bien sus blogs. Conócelos. Llega a ellos, Quien sabe, quizás te respondan. Quizás alguno te pueda poner algún enlace a aquella cadena alimenticia. Merece la pena intentarlo. Probablemente ahora me vas a odiar. Pero por favor no les digas que te he dicho que les enviaras un correo electrónico. Y si no la haces, no pasa nada, creo que te he dado pistas suficientes para seas tú mismo en este tipo de fotografía. Foto de Kylian Mbappe. The Independent y el Confidencial Fotos de Messi y C Ronaldo. Goal.com Foto de Messi. Diario AS Foto de Luka Modric. SportBall

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FotografĂ­as que despertaron conciencias

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El desplome de Wall Street 24 de Octubre de 1929. Nueva York. Estados Unidos. Esta fotografía. Tomada en 24 de Octubre de 1929, apareció en la portada de London Herald al día siguientes: anunciaba a Europa el desplome del mercado de valores de Wall Street. Una multitud, formada, principalmente por hombres, atestaba los escalones del Edificio del Tesoro de Nueva York, rodeado de la estatua de George Washington. Dentro estaba el Departamento del Tesoro (actualmente se encuentra el Federal Hall National Memorial). Al otro lado estaba la Comisión de la Bolsa de Valores, y todos estos hombres esperaban noticias. La multitud estaba ansiosa, pero todavía guardaba la calma. La escena no tardaría en convertirse en caótica. Después de días de inestabilidad en el mercado de valores, el 24 de octubre comenzó oficialmente el Jueves Negro, la crisis económica más seria de la historia de Estados Unidos. El pánico se extendió por la mañana, y en solo unas horas trece millones de acciones se vendieron en un mercado en caída libre. Los inversores continuaban vendiendo mientras miles de ahorradores incrédulos y aterrorizados se amontonaban delante del Mercado de Valores o corrían hacia los bancos para retirar sus fondos. La policía recuperó el control de las calles, pero no pudo evitar una serie de suicidios de personas que, fuera en lujosas mansiones o en pequeños apartamentos de clase media, en pocas horas vieron desaparecer todos sus ahorros. En los días que siguieron el pánico disminuyó ligeramente, en parte a causa de las palabras tranquilizadoras de los medios de comunicación, pero el 29 de octubre, que ha pasado a la historia como el Martes Negro, el colapso económico fue definitivo: el desastre financiero tendría serias consecuencias para las economías de los países europeos. De esta manera acabó el rico y despreocupado período de los “felices años veinte” y comenzó una época mucho más triste, la conocida como la Gran Depresión.

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