Núm. 86 - Enero 2019
Año IX.- Núm. 86 - Enero 2019 PROMOTOR José Luis Cuendia, «Guendy»
Contenido
DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González «Completu», Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano, Mario Eduardo Blanco. DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia
Síntesis antológica Exposición fotográfica de José Luis Cuendia, “Guendy ” Mi café diario F.T. Robot, divino Robot Gloria Soriano La historia oculta Monchu Calvo III. Cantando bajo la lluvia 37 Juan Depunto La magia del vuelo Nadima / Claudio Serrano Caballos por Daniel Fotografiar setas. Un paseo por el bosque Hilary Pecis
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DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad www.moldeandolaluz.com Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com
Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic So-
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Nuestra portada.- Una recreación simbólica de los Reyes Magos en la que Melchor (Vidarte Laso), Gaspar (José Gómez Caballero, “Mariolina”) y Baltasar (Teresa ondó Bibang), todos ellos miembros la Asociación Fotográfica AFAC, nos muestran regalos y deseos. Foto: José Ángel Viesca, “Kamarón”; y postproducción de José Luis Cuendia, “Guendy”.
Presentación Cuentan los más viejos del lugar que a principios del siglo XX —y no sé si la costumbre se remitirá a periodos anteriores— las mujeres de Cimadevilla, el barrio marinero que dio origen a Gijón, el día de Nochevieja se reunían en una de las plazas del barrio, prendían una hoguera y quemaban en ella los calendarios. Supongo, mi informante no ha sabido precisármelo, que la ceremonia iría acompañada de cánticos y palmas. Resulta entrañable esta imagen de purificación por el fuego, tan unida a los festejos populares, como la noche de San Juan y otros ritos ancestrales que tienen al fuego como protagonista. En este caso, además, resulta más entrañable porque se supone que con la quema de los calendarios se ejemplificaba no solo el paso del tiempo sino, además, la ruptura con ideas y costumbres que quedaban atrás, como del año pasado, víctima del fuego purificador. Hoy nos resultaría difícil quemar nuestros calendarios, pues casi hemos perdido la costumbre de tenerlos en papel. Recuerdo que años atrás, siempre tenía sobre mi escritorio un calendario en papel que me enviaba Alcotán, la empresa que patrocina esta revista y Moldeando la luz. Ahora ha desaparecido, víctima de las nuevas tecnologías: tenemos calendarios virtuales en todas partes, en el coche, en el smartphone, en el smartwach, en la televisión... y por supuesto, en nuestros ordenadores, omnipresentes e irrenunciables desde hace décadas. De modo que no podríamos quemar, aunque quisiéramos, nuestros calendarios, so pena de quedar aislados del mundo. Pero sí podemos hacer una quema virtual del año que ha pasado, dejando tras la cortina de fuego el malestar y los sinsabores de doce meses que no han sido fáciles a nivel mundial —y no señalaré a Trump ni a Bolsonaro para no encontrarme con Marine Le Pen ni con Santiago Abascal— y quemando de paso la abulia y la indiferencia ante el mal de los demás. Sí, abulia e indiferencia. Instalados en el llamado estado de bienestar, como en una azotea, miramos al frente y vemos las terrazas de los áticos y si miramos hacia abajo no llegamos más abajo de los balcones del tercero. La acera nunca llegamos a verla. Resulta tan cómoda la calefacción de nuestras casas y tan agradable el ambiente que nos procuran los electrodomésticos de última generación que nos olvidamos de quienes no tienen acceso a ellos. Por supuesto, de sus problemas ni nos ocupamos ni nos enteramos. O al menos fingimos no enterarnos. Por eso nuestras calles solo acogen manifestaciones gremiales, salvo las de los pensionistas que defienden sus propios intereses convertidos hoy en intereses generales. Claro que estos pensionistas de hoy fueron —fuimos— aquellos jóvenes de mayo del 68 y, aunque ya ha llovido, recuerdan que los gobiernos nunca regalan nada y que todo lo que se les pueda arrancar necesita el paso previo de la presión. No quisiera ponerme nostálgico ni ejercer de abuelete Cebolleta, pero estoy convencido de que el fin de la minería del carbón que vivimos la semana pasada, si se hubiera dado en los años 70, incluso en los 80 o los 90, hubiera incendiado todas las cuencas mineras. Hoy sin embargo no se prenden hogueras ni para quemar los calendarios del año anterior. En fin, abandonando el tono apocalíptico, me gustaría expresar tres deseos para este año 2019 recién comenzado: que nos respete la salud, que el dinero no nos resulte tan esquivo y que Luz y Tinta siga su propio ritmo, como hasta ahora, once números al año —seguiremos descansando en agosto, que buena falta nos hace— llenos de ilusión y fantasía fotográfica.
Francisco Trinidad
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Irina De mi persona decir que soy una fotógrafa ucraniana, que he decidido este oficio por amor desde muy temprana edad en la ciudad de Kiev. Me licencié en la ciudad de Nalla(Naomi). Desde entonces busco, en mis series más conocidas, elaborar una reinterpretación de algunos de los cuentos de hadas más célebres. En otras, sin embargo, mi búsqueda consiste en crear una atmósfera cinematográfica para relatar una historia. Es así como, mediante retratos que pueden contarse como parte de una secuencia, muestran a los personajes viviendo un tórrido romance o una despedida de ésas que sólo se ven en la pantalla grande. Obviamente, la atmósfera juega un lugar importante, por eso intento añadir temporalidad a las imágenes mediante la selección de escenarios y atuendos vintage, que recuerdan la elegancia y el estilo de las mujeres de la primera mitad del siglo XX.En definitiva, intento que cada fotografía cuente una historia. He impartido multitud de talleres a lo largo y ancho de mi país, pero ahora, amigos, ¡ha llegado el momento de un cambio global del paisaje en las imágenes! Estamos a la espera de los misteriosos calles de la vieja arquitectura de París y Roma, la encantadora belleza de Venecia y Bruselas, la increíble naturaleza de Ámsterdam y Oslo Praga y de Tallin... Estamos comenzando una gira europea de talleres para las buenas fotografías, os paso el programa de fechas “Workshopo Dzhul Irina”. He llegado a Moldeando la luz a través de amigos comunes, alumnos y colegas de oficio, me parece una página de alojamiento seria, todo lo que decir de ella es muy bueno, solo aportar que al margen de las excelentes fotos que se exhiben tanto por aficionados, aficionados avanzados y profesionales echo en falta algo más opiniones. Personalmente me resulta difícil ya que el idioma es una frontera importante que salvar, aunque veo que todo el mundo se arregla con el inglés. Soy una apasionada de la revista que hacen el grupo de fotógrafos y escritores de esta red social. Quiero felicitar a todos los grandes fotógrafos que muestran sus fotos en Moldeando la luz. Deseo mucha suerte a todos los fotógrafos que se inician aquí, decirles que lo más importante desde mi punto de vista es no ser perezoso, apunta tus pensamientos con la luz de tu cámara todos los días que puedan. Inténtelo y verán cuanto más ligeros y felices serán vuestros días; os sentiréis geniales por ser vosotros mismos y por vivir esta vida maravillosa que nos aporta la fotografía. Se me olvidó, trabajo con Canon y Mac. [Palabras de la propia Irina Dzhul, en su nombramiento como fotógrafa del mes de febrero de 2017 en Moldeando la luz.] http://moldeandolaluz.com/profile/OtoSlavic?xg_source=profiles_memberList
A pproaching the artistic nude de Irina
Approaching the artistic nude, por Irina
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Foto: LyT José Luis Cuendia, “Guendy”, en una de las salas que acogen la exposición
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Síntesis antológica Exposición fotográfica de José Luis Cuendia, “Guendy” El pasado 20 de diciembre se inauguró en la Casa de la Cultura de Grado, Asturias, una exposición antológica de la obra fotográfica de José Luis Cuendia, “Guendy”, en la que se muestra una síntesis de lo más destacado de su labor fotográfica. Aprovechando tal circunstancia, y a la vez que damos noticia de la inauguración y del marco magnífico en que se exponen sus 81 fotografías de gran formato reproducidas sobre lienzo o metacrilato, hemos hecho una breve entrevista a “Guendy” en la que se recogen as líneas maestras de su concepción de la fotografía y del desarrollo de esta posición, que permanecerá abierta hasta el día 17 de enero en el mismo marco expositivo. —¿Cómo fueron tus comienzos en la fotografía? —Ya comenté algo al respecto en la presentación de esta nueva exposición fotográfica, creo que todo partió de un día, tenía yo unos 14 años y por casualidad entré en el laboratorio de un fotógrafo profesional amigo de mi padre, ya que los dos eran originarios de la capital del concejo de Cangas de Onís, y se habían trasladado a trabajar a la cuenca minera, en concreto a la villa de Laviana. El fotógrafo que me permitió entrar por primera vez en el cuarto oscuro se llamaba Cossio. Me pareció tan mágico ver aparecer la imagen en aquella cubeta, era una atmosfera ilusionista la que producía estar bajo una luz roja y ver asomar a la vida la imagen, creo que aquel día comprendí lo que significaba —captar el momento que nunca vuelve—, pero que queda ahí para siempre como testimonio. Aún recuerdo aquellas imágenes, y las conservo, se trataba del derrumbe de un puente minero (Puente del Sutu) al paso de la maquina de vapor cargada con vagones llenos de carbón. Un año después ya había instalado mi primario estudio fotográfico con lo más básico, a través de un curso a distancia de APHA. Recuerdo que incorporaba una sencilla ampliadora, tres cubetas, y tres litros de líquidos químicos, revelador, baño de paro y el fijador. Una vez terminados me compraba los componentes en polvo y me los hacía yo, el baño de paro era lo más económico, lo hacia mezclando agua con vinagre de sidra. Y todo ello en un pequeño cuarto de menos de cuatro metros cuadrados donde mi madre guardaba el carbón que usaba para atizar la cocina. Luego todo vino rodando, durante los primeros diez años mi afición era como el Guadiana, aparecía y desaparecía en función de mis recur-
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Foto: LyT
Foto: LyT
Un magnĂfico escenario
Foto: LyT
Foto: LyT sos económicos que eran escasos por no decir nulos. Puedo presumir de muy pocas cosas o de casi ninguna, excepto de mi biblioteca de libros de fotografía, pues vengo comprando libros de fotografía desde mis comienzos hasta el día de hoy, precisamente hoy me compré uno, “El espacio público de la fotografía” y siempre en función de mi situación económica, y como aquellos años de penuria pasaron (toco madera). Todos los libros recomendados en Moldeando la luz forman parte de mi biblioteca. Los únicos que no conservo son los 8 tomos que venían con aquel curso con el que me inicié, se los regalé al hijo de una de mis mejores amigos a Pablo Varela, cuando el tenía los mismos años que cuando yo los leí. Los devoró al igual que yo hice treinta años antes, hoy me siento muy orgulloso Pablo es un gran fotógrafo profesional especializado en fotografía deportiva de alto riesgo, ha tenido varios premios internacionales y trabaja a caballo entre Andorra y Suiza.
—¿Qué fotógrafos tienes como referencia y como maestros? —Podría quedar muy bien dándote una retahíla de grandes autores, pero no lo haré, porque es el día de hoy que sigo aprendiendo de infinidad de fotógrafos y algunos de ellos totalmente desconocidos, algunos están en Moldeando la luz con sus diferentes disciplinas. Pero en honor a la verdad creo que son tres los fotógrafos que tengo que mencionar porque me marcaron y me ayudaron; todo lo mucho o poco o sé de fotografía lo aprendí de ellos, Ansel Adams, creo que en la biblioteca de un fotógrafo no puede faltar su trilogía, La Cámara, El Negativo y La Copia. Henri Cartier Bresson figura mítica en la fotografía del siglo XX y padre del fotorreportaje . Desde mi iniciación y a lo largo de los años la fotografía que he venido haciendo y desarrollando es la fotografía social, por ello el tercero de los fotógrafos que me marcó no puede ser otro más que Sebastiao Salgado, al que he tenido el gusto de escuchar
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Foto: LyT en persona en alguna de las conferencias que dio en mi tierra con motivo de los Premios Príncipe de Asturias donde se le adjudico el de las Artes en 1998. Pero como he dicho anteriormente son muchos los fotógrafos de los que uno puede beber hoy día, algunos son desconocidos para la mayoría, otros no tanto. A veces los tenemos al lado nuestro y lo ignoramos. Por ejemplo, en Asturias tenemos a Jorge Alonso, y que poco aprovechamos sus conocimientos, vale más una tarde hablando de fotografía con él que la vida entera de muchos “Fotógrafos Sin Vergüenza”, de los que hoy abundan a patadas, esos que aprovechan la ignorancia fotográfica de muchos de los que ahora se inician, y da la impresión que son ellos los inventores de la fotografía, revelando en su puesta en marcha su modismo fotográfico, y es que en esta confusión y con el auge de la fotografía en la época actual, estos surgen de un modo paradójico. Concluyo, sin olvidarme de los consagrados y reconocidos, trato de que mis referentes
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sean más cercanos, me gustan los fotógrafos que no pretenden ser protagonistas de las historias, que mantienen un perfil bajo, y se mantienen apartados y dejan que sus fotos hablen por ellos. —¿Qué buscas durante tus viajes como motivo fotográfico? —A veces creo que busco lo que no he podido buscar como fotógrafo de oficio, estudié fotografía desde temprana edad y me hubiera gustado hacer fotoperiodismo a lo largo y ancho del mundo. La vida me deparó otras cosas, hoy estoy recién jubilado de una actividad relacionada casualmente con el mundo de la Economía Social en las Comunicaciones (Logística, Transportes de Viajeros y Mercancias, Agencias de viajes) donde presté mi personal trabajo. Lo primero no pudo ser, me hubiera gustado porque el fotoperiodismo es estar conectado con las historias y con lo que sucede. Como no pudo ser aprovechaba mis vacaciones y días de descanso sin disfrutar acomulados para viajar por el mundo en ocasiones con ONGs como Médicos Sin Fronteras, Médicos Mundi
Foto: LyT y Amnistía Internacional, era la forma de establecer una relación directa entre lo que soy, lo que quería y lo que realmente descubrí que me gusta. Hacer fotografía social sin sensacionalismos. Mi primera experiencia fue en el Perú de ahí salió el trabajo fotográfico “Perú cerca del cielo, lejos del paraíso” convivencia con los desplazados de la guerra, con la activista social Maria Elena Moyano que meses después fue asesinada por el Sendero Luminoso, las cárceles de mujeres, etc; todo ello en medio de la dictadura y estado policial de Alberto Fujimori. Estos trabajos fotográficos fueron expuestos en varias ciudades de España y en Europa, Lisboa y Ginebra) con la caída de Fujimori se pudo ver también en el Perú. —¿Cuál es tu punto de vista a la hora de seleccionar tus fotos entre todas las que hayas hecho durante el viaje? —Al regreso siempre las selecciono por carpetas y en todos los viajes hay una que se llama “Viva la Gente”, son las fotos que hago a las personas que me voy encon-
trando a través del viaje realizado. Si tuviera oportunidad de fotografiar a personajes famosos, pues como que no me gustan demasiado, pasaría de hacerlo, prefiero retratar a los desconocidos, gente que es anónima pero que tiene mucho que contar, gente humilde con historias maravillosas. La fotografía social, la fotografía de la gente en su medio, en su vida cotidiana siempre me atrajo, desde que la descubrí siempre me sentí atraído por ella de manera intima y personal, y lo quiero seguir haciendo aunque ahora lo compagine con otros tipo de fotografías, como la fotografía de estudio o conceptual, en esta última he descubierto un medio expresivo donde puedo desarrollar un discurso propio, y también me atrae mucho. —¿Qué criterio has seguido a la hora de elegir las fotos para esta exposición, Síntesis antológica? —He seleccionado las fotografías de este libro con la esperanza de que quien las vea, todo lo que descubra en ellas le anime a abrir los ojos y la mente para ver el mundo que nos rodea de una ma-
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nera nueva, desde las manos de alfarero asturiano y los curtidores de la piel en Marruecos al desnudo de una mujer a través de los rayos de luz, pasando por las miradas de niños de Birmania o Turquía, y las luces maravillosas, de América, Asia, África o Europa, para luego entrar en un mundo decadente, en un futuro robótico y apocalíptico, sin olvidarse de por medio de la belleza prestada, en esta ocasión por bellas modelos. Hacía años que no exponía, pensé en Miradas Sin Fronteras, fotografías de niños y de gente mayor de diferentes partes del mundo, pero como estoy pensando en publicar un libro sobre ese tema, pensé que era pisar la idea del libro con el tema solo de miradas. Como es tanto el trabajo acumulado y ya había tocado en otras exposiciones, otros temas como bodegones, detalles, rincones, sombras; así que pensé mejor en hacer una recopilación con un poco de cada tema de lo más actual, de ahí lo de “Síntesis antológica”. No fue fácil, porque se podrían hacer muchas exposiciones con cada uno de los temas seleccionados, por ello, la selección de fotos fue quizás movido por las historias personales que cada foto esconde al margen de lo que pueda contar. —¿Qué equipo fotográfico sueles emplear? —Me inicie con una Werlisa, luego me pasé a una Zenit. La década de los 70 trabajé con Canon FTb y a finales de esa década conseguí la Canon A1 con tres objetivos muy luminosos muy buenos, aún conservo esta ultima y los objetivos. En los años 80 me pasé a Nikon, y desde entonces he seguido trabajando con esta marca, aún conservo la F90, las F3, F4 y F5 y un montón de objetivos que no te sabría decir cuantos. Con la llegada de la fotografía digital comencé con Nikony Sony. En una Sony de
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2px sin tarjeta y fui evolucionando con la marca hasta las a77 y a99 con espejo translúcido pasando antes por la Sony DSC-F505: 2.11 megapíxeles y des F828. En Nikon con la D100 hasta hasta la D850, pasando por la D300, la D700 y la D800. También trabajé con una D4 unos tres meses, la eché a perder en bufones de Pria en Llanes, me tapó una ola de varios metros, aquel día volví a nacer yo y la D4 se murió. Así que desde que comenzó la era digital alterno los trabajos con Nikon y Sony. En un calentón encargue una sin espejo, luego me volví a atrás, si lo tuviera que hacer hoy me inclinaría por la primera idea, una Sony, pero démosle tiempo al tiempo…si Nikon o Sony. —¿Alguna anécdota en relación con las fotos expuestas? —Muchas, son tantas que terminaría cansando a nuestros lectores, después de todo muchas de ellas son cosas muy personales, forma parte de nuestra manera natural de ver las cosas, unas están llenas de humor, otras de misterio y sorpresas, y todas ellas muestran que en cualquier momento del día se puede activar la mente con un repentino destello de la percepción, eso si, muy personal, que gustará más o gustará menos, tampoco lo hago para agradar a nadie, al menos no pienso en ello cuando lo estoy haciendo, lo hago con la libertad de hacer lo que quiero y como quiero. —Si tuvieras que servir de guía en esta exposición, qué destacarías y en qué aspecto invitarías a que se fijara quien la visite? —No sabría decirte, el concepto que yo tengo de la fotografía es fotografiar todo aquello que me llama la atención, que no es más que el reflejo de cómo nos habla el mundo de forma personal a cada
uno de nosotros. Son tantas cosas tan diferentes y tan subjetivas. Con todas las personas que he hablado y que han visto la exposición cada una me ha dado una visión diferente, independientemente de que a unos les gusta más un tema que otro y ninguna ha coincidido en la foto que más les gusta. Y no es que se trate de un concurso, que no lo es, es lo que me dicen: La foto que colgaría en mi casa es… La que más me gusta es.. Les digo gracias, que más puedo decir. Al margen de que me lo paso bien haciendo fotos, si no te aseguro que no las haría, me conformo con que todas ellas consigan detener el tiempo en que fueron tomadas, que al leerlas nos digan
siempre lo que está sucediendo, lo que puede estar a punto de suceder y dónde se está produciendo, y que al detenerse en el tiempo conserve la belleza pasajera, de aquella belleza prestada, o la mirada de los niños, o de los trabajadores, que los glaciares sigan helados, que no se extingan las especies animales, que la industria deje de formar parte de la arqueología. Lo decía en otro trabajo, Las fotografías son lo que dejaré cuando me muera, las experiencias es lo que yo conservaré. Cuando dé el último respiro, no estoy seguro de lo que tendrá más valor para mi, mientras, solo pretendo elevarlas a algo con sentido, más allá del momento, a algo atemporal.
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Dos momentos de la inauguración.- Sobre estas líneas, José Luis Cuendia, “Guendy”, en un momento de su intervención, explicando el contenido de su exposición. En la página de la derecha, Mario Eduardo Blanco, José Luis Cuendia y Francisco Trinidad.
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Arriba, un compaĂąero de estudios de Guendy Debajo, el director de Luz y Tinta
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Una inauguraciรณn entre amigos. Abajo, con el director de cine Julio de la Fuente
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José Luis García, el musicólogo Xosé Ambás y Monchu Calvo
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Julio de la Fuente, Juanjo Pascual y Eva Esther
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: Foto
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Mi café diario F.T. Quien supiera que durante un tiempo hube conducir casi veinte kilómetros diarios para tomar un café me tacharía de loco. Y no es para menos. Pero es así. Todos los días, durante varios años, salí de mi casa temprano —nunca después de las 9— y conduje casi veinte kilómetros para venirme a esta casa rural en cuya terraza tomaba un café con leche que, por qué no decirlo, es de lo mejor que se toma en esta zona. Claro que dicho así suena a locura, por supuesto. Aunque no es toda la verdad. Vine aquí a diario durante más de cuatro años y tomé un buen café. Aunque si el café fuera malo seguiría viniendo, a pesar de los veinte kilómetros, porque aparte del contenido de la taza que Sonja me sirve diariamente, enfrente de esta terraza tengo un bosquecillo de inos y robles que es la mejor forma de asomarse al paso de los días: el color, el brillo y el rumor de sus hojas me indican claramente en qué estación del año estamos. Pero, además de este bosque y del paisaje inmenso que se abre en el valle que tengo enfrente, en esta terraza he escrito la mayor parte de mis últimos cuatro libros. Mis lectores recordarán Los dioses vagabundos, Las esquinas del tiempo y El péndulo balbuceante, que fueron escritos íntegramente en esta terraza, más los capítulos finales de esa amarga historia rural, Higueras en tierra de nadie, que fue con la que comenzó todo. Llevaba ya seis meses con aquellas “higueras”, escribiendo malhumorado porque todo me iba mal. El desarrollo de la historia no me gustaba, la sintaxis se me enredaba en circunloquios y las palabras se negaban a fluir como hubiera sido de desear. Así que cada día era un suplicio: yo estaba irascible, el libro se negaba a avanzar y mi mujer, en aquel ambiente de irritación que yo recreaba día a día, se cerraba de piernas cada noche contribuyendo a enrarecer un clima ya de suyo viciado. Pero una mañana subí hasta esta casa rural, “El balcón del indiano”, que según supe después habían montado a partir de una casona de uno de
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los muchos “indianos” que habían retornado de Cuba con algunos posibles. Un amigo, de tertulia en un bar, me había hablado de ella, del paisaje, por otra parte similar al de todos estos alrededores, de su cocina, que reunía sabores gallegos con toques exóticos, y de su dueña, Sonja, una danesa trasterrada, que había recalado aquí sabe Dios tras qué historias de amor frustrado y que poco a poco iba sacándole partido y rentabilidad a una cuantiosa inversión con la que había montado siete espaciosas habitaciones con sus baños, había explanado un prado aledaño para aparcamiento y había decorado con gusto asturiano todo el edificio, incluido el pequeño restaurante con solo siete mesas y una carta breve, sustanciosa y sincera que satisfacía los paladares más exigentes. En un recuadro bien visible explicaba que todos los pescados eran congelados, salvo los que incluyeran las sugerencias del día, en las que solían aparecer merluzas del pincho y lubinas salvajes, así como sardinas y bonito en temporada. Y doy fe de que merece la pena dejarse arrastrar por la gula y saborear aquellos pescados cocinados, al horno o a la plancha, con todo mimo y cuidado. Llegué aquella mañana dispuesto a conocer el sitio, di un vistazo en general y me instalé con mi café con leche en esta terraza cerrada y resguardada de todos los vientos incómodos. Enfrente, el bosque de castaños y robles me devolvía todos los colores del otoño. Mientras tomaba el café y dejaba la vista vagar por los alrededores se me ocurrió una idea que al principio quise rechazar pero que fue creciendo. Como llevaba el portátil en el coche, me acerqué a buscarlo y comencé a anotar aquella idea suelta, que fue creciendo y creciendo hasta convertirse en el motor de muchos cambios en
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mi narración: ello me obligaba a cambiar el protagonista, introducir dos o tres personajes más que en mi imaginación iban ganando protagonismo y en las notas acentuaban los perfiles de la trama y hacían cabalgar al trote una narración que durante meses había permanecido casi parada. Estuve tecleando no diré que con frenesí, pero sí poseído por la fiebre de las nuevas ideas, durante más de una hora. Entonces me levanté, pedí en el interior una copa de vino tinto y me senté en la terraza, de nuevo ante el ordenador, dando algún sorbo que otro al vino y tecleando ideas sueltas que iban engarzándose con toda naturalidad en el nuevo proyecto. Al día siguiente, surmergido aún en la magia de las ideas del día anterior, volví a esta terraza. Y al otro y al otro... y así durante tres o cuatro meses. Hasta que el libro estuvo concluido. Llegaba a primera hora y me quedaba hasta el aperitivo que, cuando llevaba un par de meses escribiendo, comencé a compartir con Sonja, la dueña de esta casa rural. Una mañana, cuando iba a ser la hora en que suelo dejar el portátil, se acercó a mi mesa, puso entre ambos dos copas y una botella de un raro vino tinto danés, de sabor indefinible; y, con su media lengua de trapo que se come algunas vocales y arrastra las sibilantes, me dijo: “El alcohol es quizá el peor enemigo del hombre, pero en la Biblia se dice que hay que amar a tu enemigo”. Cuando terminé aquel libro, estuve unos meses sin aparecer por este balcón del indiano, pero en cuanto me puse con el siguiente volví a sentir la pulsión de esta terraza y aquí me vine de nuevo a pasar las mañana tecleando alegremente en el portátil y tomando este café maravilloso y, de vez en cuando, compartiendo ese raro vino tinto danés, de sabor indefi-
nible, con Sonja que me envuelve cálidamente en su conversación y le da a la mañana una dimensión que va más allá de la propia creación literaria Mi mujer, que sabe de mis manías y conoce mis hábitos, subió un par de mañanas en su coche a visitarme en esta terraza. Alguna vez vino a última hora de la mañana y comimos aquí, bajo la atenta —y ahora entiendo que celosa— mirada de Sonja y nos dejamos envolver por este mundo de aromas y sensaciones distintas. Le gustó el sitio, lógicamente, y aunque estaba en contra de los 40 kilómetros diarios, como mis libros caminaban sin atascos y los derechos de autor goteaban infatigables en nuestra cuenta corriente, dejó que todo fluyera sin intromisiones ni comentarios. Únicamente de vez en cuando preguntaba cómo iba el libro, porque sabía que, una vez terminado, en los meses de producción editorial dejaría de ir por la terraza y haríamos uno de esos viajes que a ella le entusiasman y a mi únicamente me sirven para seguir reavivando las brasas del matrimonio y recuperar lecturas esquinadas. Sonja, por su parte, estaba atenta a mis evoluciones por la terraza. Sabía cuándo estaba atascado por mis paseos nerviosos y cuándo todo fluía sin complicaciones ni rémoras por el caminar nervioso de mis dedos sobre el teclado. Si me veía inactivo adelantaba la hora del aperitivo y compartíamos vino y risas; y si se daba cuenta de que estaba totalmente concentrado, me dejaba a mi aire y me despedía con una sonrisa cómplice. Uno de aquellos días en que todo se resistía y hasta el tiempo lluvioso y desapacible estaba en
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mi contra, me invitó a compartir su vino imposible y me dijo que tenía en el horno unos salmonetes que seguramente me gustarían. Me apeteció la idea, así que llamé a mi mujer y le dije que, como otras veces ya había hecho, me quedaba a comer cualquier cosa para terminar lo que tenía entre manos, que no me apetecía dejar para otro día no fuera a escaparse la inspiración. Los salmonetes, como todos los pescados que elaboraba Sonja, estaban deliciosos. Le pregunté si era una receta danesa y me dijo que no, que la había tomado de un programa de televisión que veía en momentos muertos en la barra: “salmonetes con cristales de escamas comestibles, risotto vegetal de hinojo, bombón líquido y aire de azafrán”, me recitó de corrido.
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“Lo hago muchas veces”, me dijo, “si quieres la receta...”; pero me pareció demasiado para mis dotes culinarias que no se arriesgan más allá de un arroz con tropiezos o algún guiso en la olla rápida. Así que seguí saboreándolos y alabando su mano para la cocina. Tras los salmonetes compartimos un queso azul que despertaba todos los sentidos y con el café me sirvió un licor, danés o noruego, no recuerdo, que dijo llamarse Akvavit: “proviene del latín aqua vitae, que significa agua de la vida”, me ilustró con una sonrisa pícara, “y sana todas las penas”. No sé si en realidad alivia todas las penas, pero alguna sí que me sacudió. Porque después de la primera copa, me serví otra, muy generosa, cuyos vapores etílicos, unidos a los del vino que había-
mos tomado con los salmonetes y el queso, me llevaron a un momento de euforia y bienestar que se tradujo en charla apasionada, primero, y en besos apasionados y voluptuosos más tarde, mientras nos desnudábamos con urgencia y hacíamos el amor por primera vez. Luego me quedé traspuesto y, cuando desperté, a las 6 de la tarde, di un beso apresurado a Sonja, recogí mis cosas y me dirigí a la rutina de mi hogar, donde mi mujer me esperaba con una sonrisa y la propuesta de salir a pasear —necesitaba comprarse un bolso y otro par de cosillas, me dijo—y a cenar en cualquiera de las sidrerías de nuestra zona. Le dije que sí, quizás para compensar la infidelidad de aquella tarde, que ella quizás no sospechaba y que yo, a pesar de que me conturbaba su recuerdo, no deploraba. Luego hubo otros días de comida compartida, vino imposible, Akvavit y siesta libidinosa. El libro seguía caminando, aunque a mi mujer posiblemente le pareciera que necesitaba muchas prórrogas para atrapar la inspiración, más huidiza que de costumbre. Así que, molesta quizás por mis constantes ausencias y acaso también sospechosa de algo más que la volatilidad de mi pulsión creadora, subió un día a verme después de la comida. Sonja y yo descansábamos en su habitación tras retozar un rato alegremente cuando oímos que un coche llegaba al aparcamiento en hora en que no acostumbra a subir nadie. Se asomó ella y me avisó de que estaba aparcando el utilitario de mi esposa. Me vestí apresuradamente, bajé con todo el sonrojo del mundo y llegué a la terraza justo cuando ella subía las escaleras. —Ya me iba —mentí, seguro de que ella no me creía, a pesar de su sonrisa—, pero ¿quieres tomar un café?
Sonja, desde la barra nos miraba indecisa. Mi mujer no solo tomó café, sino que pidió también una copa de orujo de miel, invitó a Sonja a que lo compartiera con nosotros y se enredó en una conversación intrascendente pero que, supongo, a través de nuestro azoramiento, le sirvió para atar los cabos sueltos de aquella situación. Tras apurar su orujo, se levantó, le dio dos besos excesivamente sonoros a Sonja y salimos en dirección a nuestra casa, donde nos rodeó el silencio durante todo lo que quedaba de tarde y toda la noche. A la mañana siguiente, mientras recogía el portátil y el bloc de notas, mi mujer me miró profundamente, como si quisiera encontrar en mi mirada la respuesta a los muchos interrogantes que la envolvían, y me preguntó abiertamente: —¿No te parece que podrías volver a escribir en casa? Le dije que sí, convencido, mientras salía rumbo a esta terraza. Lo que no le dije fue que llevaba tiempo pensando en venirme a vivir con Sonja y que en aquel momento ya había decidido hacerlo efectivo, en ese mismo instante, para seguir escribiendo todos los días en esta terraza, donde tan sensible es el paso de los estaciones, y para seguir compartiendo con Sonja placeres que tenía olvidados y miradas de complicidad que se deshojan como los árboles en otoño.
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Robot, divino Robot Gloria Soriano Entre los pucheros anda Dios Santa Teresa de Ávila
Para integrar lo divino y lo humano, Tori citó en su casa a varios amigos. Pensaba presentarles a su gurú en una reunión tipo Thermomix. Ocuparon el sofá, la silla plegable de madera, otra de lona, dos sillas tapizadas a juego con el sofá, la butaca grande y dos cojines en el suelo. Ya me habéis oído hablar de Lahamavi —dijo la anfitriona—, y de cómo él ha cambiado mi vida. Qué en este viaje se haya detenido en mi casa y hable para nosotros es un gran privilegio. Durante la presentación, Lahamavi escudriñaba en silencio. Estaba sentado en la butaca presidencial. A un lado el sofá, al otro las sillas cerrando en semicírculo. En el centro, donde debería estar la mesa, los cojines. Tori cedió la palabra al Maestro. Este enarboló aquella consigna que ya era tan suya: es hora de que la Libertad, la Justicia y el Amor, empiecen a regir el destino del Hombre. Con solo tres palabras había levantado un altar semejante al de un complejo robot de cocina bendecido ante la ignorancia. Para aprender a cocinar con alta tecnología hay un entrante infalible: de dos limones, agua y azúcar, se obtiene una limonada que a todos gusta. De igual modo, en los preliminares del discurso, los allí reunidos asentían con el orador cuando dijo, que un ser privado de libertad y justicia adolece de carencias que solo el amor puede mitigar. El discurso de Lahamavi reverberaba en el blanco de las paredes, pero al invitado de la silla de madera no le quedaba claro. Para sorpresa de Tori, preguntó que era el Amor, la Libertad y la Justicia. Las explicaciones del predicador convirtieron la respuesta en un tratado. El muele,
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tritura y amasa tenía su enjundia. A la anfitriona le dieron ganas de resaltar que no todo era tan simple como entender que la mariposa es un accesorio de la Thermomix, pero se mordió la lengua. Optó por espantar los pensamientos frívolos con un gesto, y concentrarse en las sabias palabras de Lahamavi. Le miraba con embeleso, transfigurándose. El hombre más próximo a Dios en la tierra, el receptor de sus pasiones, las proyectaba glorificadas sobre el jarrón con flores, el vaso de agua y todas las demás criaturas de este mundo, incluida ella. Pero el cojín de algodón y su ocupante estaban en la oscuridad de los no elegidos, solo alguien situado en ese lado tenebroso, se atrevería a cuestionar al Maestro. La anfitriona se escandalizó cuando oyó a su amiga que el amor universal era un engaño, y eso era tan sacrílego como decir que el robot de cocina no está al alcance de todos porque no se vende en las tiendas. Miró a Lahamavi deseando protegerle. Su calva sin límites, sudaba y emitía destellos. A punto de que la reunión se le fuera de las manos, el gurú intervino para esclarecer que la igualdad no es justicia. La audiencia escuchó su discurso hasta que el hombre del asiento de lona pidió la palabra. A Tori aquello la intranquilizó. No les había convocado para discutir los milagros del robot de cocina, sino para que los conocieran y se beneficiasen de sus ventajas. ¡Cómo se atreve a decir —pensaba ella—que la Palabra que a mí me salva a él no le sirve! Lahamavi se ofreció a rezar por él, y Tori imploró al auxilio divino que sellase la boca del incrédulo. Los que estaban sentados en el sofá solo hablaron para despedirse. Tori se sintió culpable por haber expuesto a su Maestro a esa pandilla. Le habían hablado de tú a tú, incluso por debajo del tú. La sensibilidad de sus amigos estaba petrificada, no como la suya. Ella fue capaz de sentir las vibraciones desde el primer instante. Había recibido la señal. Aunque a los congregados no les hubiese convecido la Thermomix, llevaría su luz hasta los rincones más oscuros.
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La historia oculta Monchu Calvo Era una hora temprana cuando fuimos llegando al escondido pueblo del Tozo, casi lindando con Piloña, pero por escasos metros perteneciente al concejo casín. En la plaza, unos madrugadores vecinos ya tenían casi descargado un gran camión de pacas de hierba, que iban llevándose en tractores. Había tres, así que dedujimos que lo habrían comprado entre varios ganaderos, práctica frecuente esta. El único bar existente estaba cerrado, pero una mujer desde la ventana nos advertía que bajaba enseguida. Así lo hizo, y enseguida el olor del café caliente llenó el espacio, todavía en penumbra, con una sola luz. Al café acompañó un generoso bizcocho, que, bien que nos ensalzó la dueña del bar, lo hacía con huevos de casa, de ahí el potente color amarillo, el sabor y la suavidad de su gusto. Nuestro encuentro tenía como finalidad el estudiar unos restos de construcciones neolíticas, así como tratar de encontrar alguna pieza de escorias, pues en aquella zona se habían explotado, posiblemente antes de Cristo, labores a cielo abierto de mineral de hierro, como indicaban las profundas cicatrices del terreno. El todoterreno iba ascendiendo poco a poco, atravesando pueblos y caserías, creemos que vacíos, pues no había señales de vida en ninguna casa. En El Moro, hicimos parada, pues quería enseñarles lo que quedaba de una antigua capilla, diminuta, y cubierta por la vegetación. De su pasado ya no había ni la cruz, que supongo tendría en algún tiempo. Estaba cerrada, y en el portal, encajada en la pared, todavía lucia orgullosa una campana de bronce, que nos recordaba pasados tiempos de esplendor, cuando llamaba a los vecinos a misa. Al colgar la foto en internet, una mujer de 92 años, llamada América, nos decía por boca de su hija, que viven en Laviana, que ella había echo
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...CaminĂĄbamos en direcciĂłn a las ruinas de otra capilla, lugar en su tiempo importante, pues todo el camino real estaba jalonado de ventas y capillas, donde los viajeros pedĂan a santos y dioses el buen fin de sus viajes
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la Primera Comunión en esa capilla, y que el día de San Antonio, a quien estaba dedicada, se congregaba mucha gente, incluso con sus animales, pues ese santo tenía fama de protector, y a él acudían con fe. Hace muchos años que no acude nadie, y la campana nos tememos que se haya olvidado de emitir sonido. Produce tristeza ver estas cosas, y saber que estamos asistiendo al fin de un ciclo en el devenir de nuestros pueblos, como atestigua la soledad y los postigos cerrados de puertas y ventanas de sus casas. Llegamos a lo alto de la sierra, y allí dejamos el todoterreno. Unas vacas indolentes levantaron sus cabezas observándonos, mientras caminábamos en dirección a las ruinas de otra capilla, lugar en su tiempo importante, pues todo el camino real estaba jalonado de ventas y capillas, donde los viajeros pedían a santos y dioses el buen fin de sus viajes. En muchos de sus tramos el camino estaba cubierto por grandes losas de piedra, así como contrafuertes y muros, que todavía hoy, con más de mil años de antigüedad, se mantienen en perfecto estado. Sentíamos que estábamos pisando el mismo suelo que miles de pasos nos antecedieron. Antes que nosotros, legiones romanas, ejércitos, peregrinos, monjes y cobradores de tributos reales estaban donde nosotros nos encontrábamos aho-
ra. La vista recorría un paisaje de valles y montañas salpicados de diminutos pueblos, que elevaban al aire el humo de alguna chimenea que nos señalaba la vida que existía en ellos. Nuestro guía nos condujo por senderos hacia la parte alta de la sierra. Allí, en un montículo, un circulo de piedras, indicaba que en tiempos muy remotos, aquello fue una rudimentaria cabaña, mas allá, unas piedras en su día, verticales, con una gran losa apoyada sobre ellas, parecía decirnos la existencia de un dolmen o monumento funerario. Uno de nuestros acompañantes, arqueólogo de afición, nos indicaba el gran expolio que sufrieron este tipo de yacimientos, que los lugareños excavaban con la pretensión de encontrar algún tesoro enterrado por los “moros”. Vimos más restos, y señalamos sus coordenadas para volver con profesionales, y ver si lo que ahora parecen simples piedras podemos hacer que nos cuenten un poco de su historia, y enseñar al que pueda estar interesado, la gran leyenda que guarda el Camino real de Caso, que se inicia en Tarna y acaba en la marina cantábrica. Esa es la historia olvidada de muchos de nuestros territorios, escrita y trabajada por los que nos precedieron. Que el año que iniciamos nos traiga paz, salud y buenas fotografías.
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III. Cantando bajo la lluvia* Juan Depunto Estoy cantando bajo la lluvia Solo canto bajo la lluvia Qué glorioso sentimiento Estoy feliz otra vez
I’m singing in the rain Just singing in the rain What a glorious feeling’ I’m happy again Gene K elly, 1952
6.1. Del verano del 97 al final del milenio En junio te apetecía salir al campo tras meses de no pisarlo. Fuiste en el coche de Conrado a la Sierra Norte y creíste que te ibas a desmontar entero con los pequeños baches de la carretera. Cuando se está sano son imperceptibles, pero cuando te han cortado el tórax y vuelto a reparar, la sensibilidad está a flor de piel y necesitas fuertes medicamentos, semejantes a la morfina, para controlar el dolor. A pesar de todo te sentó bien la escapada, el poder oler el campo de principios del verano, ver los verdes, los ocres y los sepias. Más adelante, entre julio y agosto fuisteis a vuestra querida Liébana; no estuviste muy seguro de poder volver a verla. Y seguiste buscando esa casa que querías tener por el norte. Quizás fue entonces cuando viste
* Ver en el n.º 75 de Luz Y Tinta, página 46, la nota “Cambio de rumbo” acerca de la estructura general de la obra “El tiempo pasa”, de la que forma parte este capítulo. Enlace: http://amantesdelafotografia3.ning.com/profiles/blogs/luz-ytinta-no-75
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construida la parcela que te recomendó Don José María y no te lo podías creer. Empezando septiembre llevabas diez meses de baja y sentías cierta inquietud por notarte diferente a los demás. Diferente a tu familia, a tus amigos, a tus compañeros; diferente a quien no te toca nada pero te lo cruzas en el ascensor, en la calle. No es que te aburrieses, tenías muchas cosas en las que entretenerte, pero aún no era el momento y ya te sentías bien, por lo que decidiste pedir el alta y aprovechar en reciclarte el mes que te tendrías que tomar legalmente de vacaciones. La vuelta a la normalidad implicaba que tenías otra vez que retomar tu entrenamiento en la profesión. Te has pasado buena parte de tu vida haciéndolo cada vez que cambiabas de destino y veías la posibilidad de volver a lo definitivamente tuyo, aunque esto de lo “tuyo” merece tratamiento aparte, porque es literal: te refieres a tu plaza en propiedad, los demás destinos han sido provisionales, como la vida. Pero igualmente profesionales todos.
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Tú decidiste ser cirujano y lo primero que hiciste fue formarte como residente durante 5 intensísimos años. Luego, cuando lo conseguiste y sacaste oposición con plaza en propiedad, te propusiste la tesis y cuando la leíste hiciste dos descubrimientos: Por un lado la Universidad, que es lo más importante para lo que sirve una tesis, te decepcionó. Por otro, se te murió un paciente con 27 años, con una enfermedad benigna de la que lo habías operado exitosamente y al que ibas ya a dar de alta, por falta de protocolos de calidad adecuados a la situación. Ambas cosas te enfocaron a aceptar el puesto directivo que se te ofreció al poco tiempo, para el que te tuviste que formar mientras lo ejercías, como en la residencia, pero sin programa de formación, a trompicones. Cuando lo conseguiste, tras siete años de estos quehaceres, te cesan los de un bando (por problemas que no vienen al caso) y te ofrecen el bando de tus mentores otros puestos en servicios centrales de la administración sanitaria: nuevo reciclaje en dos fases: gestión de personal primero y gestión de la docencia e investigación después. Cinco años de nuevos quehaceres. Nuevo cese cuando menos te lo piensas y crees manejar el nuevo negociado, te hartas de rebotes y vuelves a tu puesto de cirujano. Entonces se te presenta una nueva oportunidad de reciclaje: la recientemente aparecida cirugía laparoscópica. Pero este nuevo camino tiene precio: la curva de aprendizaje, con muertos previstos incluidos. Mientras estás en ello se te muere una joven paciente con cáncer terminal, operada por ti con cirugía convencional que es la que manejas bien. Y en el proceso judicial que se abre (y en el que terminas ejerciendo un papel de defensor tras haber empezado
de imputado) te das cuenta de algunas miserias humanas que te hacen mantenerte en un segundo plano en la cirugía laparoscópica, porque te dices: “Si en lo que manejo bien pasan estas cosas, en lo que estoy empezando a aprender, con 47 años ya, puedo terminar con esposas y sin nadie que me defienda”. Estando ya de lleno en tu trabajo de cirujano de nuevo te tentaron para un puesto interesante, quirúrgico, pero de libre designación. No estabas tu muy predispuesto para iniciar una nueva aventura de esta índole y no lo aceptaste. Pero no te pudiste negar a formar parte del Comité Ético de Investigación y de encabezar la Comisión para renovar la Biblioteca, lo que te llevó a visitar las de distintos hospitales del país. Y en el 99, la dirección del hospital te ofrece un nuevo reto: la Jefatura de Estudios. Eso que tú hiciste para empezar en tu profesión, cuando no era obligatorio y resultaba muchísimo más rentable
no hacerlo, la “Residencia o MIR”: pasaste de ganar 200.000 pesetas mensuales de los años setenta a… ¡8.500! Ni qué decir tiene que aceptaste el reto y fuiste en él feliz la década de años que duró. 6.2. Reflexiones Has estado reflexionando todo este tiempo, incluso en los momentos peores, o mejor dicho, sobre todo en los momentos peores. Y ahora lo haces de nuevo, a modo de epílogo de esta parte. Te preguntas hasta donde podías haber metido la pata en tus distracciones de quirófano, incluso con la música relajante, cuanto más con las conversaciones para pasar la rutina de actos repetitivos hechos una y mil veces. Porque las conversaciones distraen y pueden provocar errores, por no hablar de la posible contaminación, aunque se lleve mascarilla, cuando se habla demasiado. Os molesta a los cirujanos la anestesia local, entre otras cosas
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porque hay que cuidar y mucho lo que se dice, oyéndolo como lo oye el paciente. Hasta hace muy poco no se dejaba pasar a los padres a los paritorios, porque eran testigos incómodos. Te ha preocupado siempre la seguridad en general y la de los pacientes en particular. Siempre te has preguntado porqué para pilotar un avión de pasajeros hacen falta entrenamientos progresivos y por supuesto empezar siempre con simuladores, y para operar no. En cirugía no es así, al menos hasta ahora, salvo parcialmente en cirugía laparoscópica. El simulador es el paciente y uno empieza con su primera apendicitis sobre un paciente al que no ha visto nunca y ayudado muchas veces por alguien que no tiene mucha más experiencia que tú... Pero no solo es conveniente desarrollar muchísimo más los simuladores para aprender la técnica quirúrgica. Sería necesario instalar videograbaciones, una especie de cajas negras, esas
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que son naranjas, como las de los aviones, en los quirófanos. Para registrar todo lo que pase y poder reconstruirlo en caso necesario y sobre todo para aprender de lo que se hace bien o mal. Cambiando de tema, reconoces que todo inconveniente tiene sus ventajas. Lo sabes hace mucho tiempo, pero tras situaciones como esta te ratificas en ello. Es posible que tu neumonía se haya cebado en ti, de esa manera que casi te lleva a la tumba, por el mal sustrato que encontró en tus pulmones, unos pulmones destrozados por el tabaco o por la contaminación o por tu herencia genética o probablemente por todo junto, quién lo sabe. Pero es posible también que, en ese amasijo de tejidos necróticos, destrozados, se encontrara un cáncer que se ha ido con ellos a la basura sin poder ser descubierto a pesar de los exhaustivos análisis anatomopatológicos que te realizó personalmente el catedrático de la especialidad, antiguo profesor tuyo en la facultad cuando eras
alumno, librándote sin darte cuenta de algo mucho peor. Es posible. Del tabaco, principal responsable de tu deterioro pulmonar, no pretendes hacer ahora apología ni mucho menos, pero te facilitó el tránsito por esa segunda etapa de tu vida que fue la juventud. Te facilitó la concentración en el estudio, el tener el sensorio despejado. Antes de fumar estabas como adormilado, entontecido. Y la unión del tabaco y del café en grandes cantidades, siempre simultáneas, te espabilaron y facilitaron que se te grabaran esa enorme cantidad de datos necesarios para superar tu carrera. Y que te relacionaras en la vida, tú, que eras tan tímido y callado. Te proporcionó por un lado el estímulo necesario para conectar con los otros y por otro lado, la excusa para hacerlo, bien ofreciendo tabaco, bien aceptándolo, al igual que con el fuego para encenderlo. Y qué decir ya cuando, casi desde el principio, te pasaste a la pipa que
te regaló tu tío Rafael. Tu primera pipa y el principio de tu colección. Esto conllevaba además toda una liturgia que hacía interesarse a los otros por ello, nuevo motivo de conversación. Y además te daba un aire interesante, misterioso, a lo Sherlock Holmes. El enfisema a su vez te protegió de los excesos de la montaña, a la que tan aficionado eras, que no sabes cómo acabarían. Algo parecido a lo que le pasó a tu compañero de curso y piso de soltero, Jóse P. C., que con su pequeña cojera fruto de parálisis infantil, tan frecuente en la década de los cincuenta (cuando se comenzaba con las vacunas), le evitó esfuerzos que a su vez hubieran desencadenado la rotura precoz de ese aneurisma que finalmente se lo llevó a la tumba, pero ya al menos habiendo cumplido los cincuenta. Por otro lado, esa neumonía que te hizo ingresar en tu hospital, al que creías conocer, te lo mostró tal cual era, tal cual lo veían los
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enfermos a los que te debías y te hizo recapacitar desde entonces y tratarlos de otra manera menos protocolaria pero más humana. Finalmente tus ingresos hospitalarios te orientaron a que escribieras este relato con optimismo, a pesar de la que te caía encima, a pesar de esa lluvia persistente de esos días, cantando bajo ella, cantando bajo la lluvia.
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Y el relato ha terminado siéndolo no solo de esos ingresos, como planeaste en un principio, sino de toda una vida y de la vida de tus seres más queridos. De tu tiempo, que ya se está acabando porque el tiempo pasa y te quedan asuntos pendientes de vivir y resolver que has decidido concluir. 6.3. Acontecimientos de la época Mientras te debatías entre la vida y la muerte, en ese año natural que abarca meses del calendario del 96 y del 97, en el mundo
ocurrieron cosas que tú seguías virtualmente por las televisiones de tus habitaciones hospitalarias. Así, viste como pomposamente se declaraba por la ONU al año 96 como el de la “erradicación de la pobreza”, lo que obviamente se quedó en la utopía que lo anunció. La violencia continuaba y ETA secuestraba al funcionario Ortega Lara mientras seguía matando. Los talibanes pagados por USA tomaron Kabul, para arrepentirse El Imperio al poco de que llegaran al poder por Él mismo propiciada. Y los jemeres rojos siguieron matando a sus desgraciados compatriotas en Camboya; cayeron millones, fue un genocidio. La Princesa de cuento de hadas, Diana, se divorciaba el año 96 y moría en accidente al año siguiente. Mientras Teresa de Calcuta, que ingresó en un hospital de la India (también por pulmonía) unos días después que tú, se iba de alta para las Navidades, con la lógica envidia que te provocó, aunque lo entendiste por considerar que tenía más influencias que tú; pero a la pobre madre de los pobres la llamó su Dios pocos días después, entrando ya el año 97, y a ti todavía no. España entró en la estructura militar de la OTAN y Francia suprimió las pruebas nucleares. El antiguo terrorista Yaser Arafat fue elegido Presidente de la Autoridad Palestina, Aznar lo fue en tu país y Bill Clinton fue reelegido en USA. Muñoz Molina alcanzó un sillón con letra como académico de la Lengua, convirtiéndose en el más joven de tan docta institución. Y nació la oveja clónica Dolly, lo que junto con el primer implante de corazón artificial en España (una década larga después de que se hiciera en USA) fueron importantes logros para la ciencia.
Esos dos años de calendario fueron especialmente nocivos para la aeronáutica comercial, pues cayeron varios aviones con centenares de pasajeros en diversas partes del mundo, al parecer accidentalmente. Cuánto alarma la caída de un avión. Sin embargo no escandaliza que cada día (solo en USA y sólo contabilizando pacientes con seguros de vida) mueran por errores sanitarios más de 300 personas ¡CADA DÍA! Repito, más de trescientas personas aseguradas cada día solo en USA. No escandaliza porque no se conoce y lo hacen cada uno en su cama, calladamente, no de golpe en un solo lugar. En el lado positivo de las noticias, se creó el primer correo electrónico gratuito, por Hotmail (tú ya lo tenías oficial desde el año 91, cuando hicisteis el convenio con el Centro Informático). También se creó el fondo mundial para las víctimas del Holocausto. Se inauguró el Museo Guggenheim en Bilbao, así como el primer Congreso Internacional de la Lengua Española, con la presencia de Juan Carlos I, el presidente Ernesto Zedillo, y los tres premios Nobel de lengua castellana vivos en ese momento: Gabriel García Márquez, Camilo José Cela y Octavio Paz. Cuando cumpliste un año de tu nueva segunda vida se celebró en Lisboa la Exposición Internacional del 98; para los que vivisteis la Expo Universal del 92 y os quedó esa marca de nostalgia, la nueva Expo era una ocasión de oro para relamerse en vuestros recuerdos. A partir de aquí se desarrolló el gran boom del teléfono móvil, presentado en la anterior Exposición del 92 y en la cual pocos le dieron importancia a esos ladrillos de Motorola que fueron los del principio…
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La magia del vuelo Fotos: Nadima Texto: Claudio Serrano
No es la primera vez que Nadima nos muestra escenas de ballet en estas series que rescata para nuestra revista. Son fotos en las que resume todo la gracilidad de la danza: música, ritmo, vuelo, sueño y ensueño; la danza es un salto en el vacío que pretende llegar al cielo a base de poner los pies en la tierra, batiendo el aire en delicado vuelo, como dijo el poeta. Por eso, a poco que uno se aplique, entrecerrando los ojos y dejándose mecer por el viento suave de la imaginación, contemplando estas fotos parece escucharse la música que acompaña y acompasa los movimientos de las modelos, las piruetas de sus pies, el revoloteo de su figura... Es una música de fondo, suave y tenue como el aleteo de la poesía la inspira. En esta ocasión, Nadima nos muestra dos scenarios diferentes: un escenario al aire libre, y un escenario de estudios. En el primer caso, es la luz natural la que pespuntea el vuelo de la modelo, subrayndo sombras y marcando contraluces; en el segundo, es la iluminación artificial la que da color y ritmo a una escena en la que, al igual que a la fotografiada en el espacio natural, la modelo, con su movimiento, que se adivina grácil, que se aprecia sensible al ritmo de la música y del baile, parece
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n dos senta e cos e r p a l s fi izás no enográ r eso qu itamentos esc trascieno P . e t n , lo que a e los ad rcunda undo ci que, a pesar d presentación— omo una plum m l e d e r c o s o u d s r s P a e á r . a z n o s i r e qu nte dec ad abst s difere cabal sobried a, que se alza pues en este rsos de io r a n e na r in esc s ve mor, la baila precia u ia del a ible olvidar lo pregunta: —y se a ovimiento de to y tributar s o n p e m ertin es im ien de es el ómplice del v uelo y baile, uela” Y su po e y fugitivo? ” c v v , le e a ás v ma a, d irisad y danz “ Sólo quien a mo el pájaro m a ic s ú dez: de m sea co Hernán o / que Miguel ién ama tant qu “ Pero ¿
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El joven fotógrafo Daniil Korzhonov pasa casi todo el tiempo viajando por el mundo y hace fotos increíbles de paisajes. El trabajo de Daniel a menudo se puede encontrar en revistas extranjeras muy conocidas, es el ganador de concursos y premios, como "Lo mejor de Rusia" y otros. Las fotos de Daniel impresionaron a Apple, que compró la foto del pueblo noruego de Reine para la presentación del MacBook Pro. Entre los clientes de Daniel se encuentran también la empresa Gazprom y la cadena de cafeterías Caffeine. Daniil Korzhonov ha estado contando sus actividades profesionales desde 2012, aunque el término "fotografía profesional" no está cerca de él. Daniel cree que la definición de "aficionado" es más apropiada para un fotógrafo de paisajes, porque quien dispara a la naturaleza debe amarla primero. Daniel nació el 5 de febrero de 1989. Pasó su infancia en la ciudad de Shatura, uno de los lugares más hermosos de la región de Moscú. Desde los 6 años, Daniel participó en la escuela de arte, y su pasión por la naturaleza en combinación con su interés por la pintura se convirtió en fotografía. "Infectado por la fotografía" de amigos cuando él estaba en la escuela secundaria, Daniil admite. Los primeros experimentos fueron llevados a cabo por los muchachos con la "caja de jabón" de Nikon y la cámara soviética "Kiev" de tamaño mediano, que dominaron el método de creación de fotos utilizando una caja de cerillas y una pieza de película: la técnica de orificios. Nadie enseñó las fotos de Daniel: él perfeccionó sus habilidades de forma independiente, eliminando todo lo que pudo. Después de la escuela, Daniel ingresó al Instituto de Física y Tecnología de Moscú. Daniel recuerda que en ese momento prácticamente no había tiempo para la fotografía. Regresó solo en verano o en invierno gracias a la sección de montaña de MIPT. Esta sección lo ayudó
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Caballos por
Daniel
mucho: aquí tuvo la oportunidad de organizar y planear viajes, ya que ahora planea sus viajes fotográficos y de disparar mucho. Tras el instituto la síntesis de algo artístico, deportivo y técnico se convirtió en una fotografía. Pero al mismo tiempo llegó un período bastante difícil para el fotógrafo: tenía que decidir si trabajar o abandonar todo y dedicarse a la fotografía. Recuerda: “Fue una decisión muy difícil, casi una encrucijada, cuando intenté hacer ambas cosas, y la tercera y la décima. Estaba terriblemente agotado, y nada funcionó”. La decisión final de dedicarse a la fotografía le llegó a Daniel en 2013, cuando él y un amigo comenzaron a publicar la revista Continent Expedition. La revista no duró mucho, solo un año, pero para Daniel fue una oportunidad única para viajar continuamente y, además, ser libre para participar en el trabajo creativo. El trabajo periodístico fascinó tanto a Daniel que se lanzó de lleno y hoy colabora en disatintas publicaciones, como National Geographic Viajes o la revista Photoworld de China.
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Fotos seleccionadas durante el mes de diciembre de 2018
Se muestran en esta secciรณn todas las fotos semanalmente destacadas en Moldeando la luz durante el mes de referencia.
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A pproaching the artistic nude, por Irina
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Atardecer, por Loco M atara
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Beauty, sport and snow, por Sla
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El hombre necesita poco, por A. Polyakov
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Felices Fiestas a todos. Pasenlo bien amigos, por E.Horobets
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L a luz de la farola v. B18, por V. M ateo Hidalgo
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Merry Christmas, por Svetlava
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Myanmar, por Duong Dinh
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Hoy comemos, por A leksey
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Pastel de chocolate, por Daniel
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Rincones de A sturias, por Pepe L atas
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Sadness, por A. Zharov
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Taller de dasha, por Nodia
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The Scream, por Michel
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A merced de las olas, por JesĂs A lvarez
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Beauty under hat, por George
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Feliz A no Nuevo 2019, por Nadima (Shibina Nadegda)
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Feliz Navidad _ Merry Christmas, por Olga
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Felices Fiestas, por M arta
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Los días 19, 20 y 21 de octubre de 2018 Álex Alonso impartió un taller de fotografía micológica organizado por la Asociación Fotográfica AFAC, de Laviana. A continuación se recogen unas reflexiones del propio Álex Alonso sobre el tema, así como algunas fotos del desarrollo del taller y varias muestras del trabajo realizado por los asistentes.
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Fotografiar
Rod ando n r e F Foto:
z rígue
Un paseo por el bosque En un taller de fotografía micológica se dan todas las circunstancias para mezclar bien técnica y humanidades. En tres días repasamos las bases técnicas de esta disciplina, pero también una actitud sencilla que nos llevará con las setas hasta donde nos permitamos nosotros mismos. El arte es indisciplinado y algo caótico, no hay normas de peso. Buena parte de nuestro trabajo como fotógrafos está hecho de sensibilidad, interés, experiencia y aprendizaje., y eso poco tiene que ver con la cámara. Pero antes de nada vienen las presentaciones. Para ello nada mejor que” una charla de motivación”....es imprescindible para empezar a ver las setas con otros ojos. Hablamos de su variabilidad, sus formas y colores, de su emocionante entorno, de sus caprichos. También vimos cuales son las razones estéticas de mi trabajo con una buena carga emotiva y también descriptiva, a poco, la micología se vuelve apasionante. Ya en el monte todo el mundo está feliz, por unas horas dejaremos atrás nuestras cosas cotidianas y nos dedicaremos a ser receptivos con el entorno y cual mejor que el micológico. Nos tiramos al suelo y descubrimos un tema fotográfico infinitamente variado, fotogénico y creativo. Siempre sorprende y tranquiliza encontrar setas a la primera, pero ha sido imprescindible que, durante toda la semana, la organización haya rebuscado por el monte, para ellos el taller empezó días antes...y gracias a ello todo empieza a ser un éxito. Hay que elegir un primer ejemplar para hacer una demostración en vivo, es un momento tenso para mí, hay que acertar con el ejemplar para poder explicar el máximo de conceptos posibles y no encontrarte con di-
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Foto: Vidarte Laso (2) Foto: Vidarte Laso (3)
Dos momentos del desarrollo del Taller micolรณgico
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Foto: José Gómez Callero, Mariolina (2) ficultades restrictivas. Por suerte unos delicados coprinos nos facilitaron el trabajo. Ver en directo como se plantea una imagen tranquiliza, parece que la técnica es sencilla y asequible. Por fin los asistentes se ponen con sus cámaras, cada cual busca algún ejemplar que le sea propicio, en pocos minutos el suelo del bosque queda aterrizado de admiradores. Para el fotógrafo son momentos complicados, enfrentarte con o sin experiencia al escenario micológico causa respeto, todo son dudas e incomodidades, es cuando llegan los “parecía fácil” a lo que contesto “Juega a tu favor, no te compliques” Me alargaría en exceso si tuviera que hablar de comidas y cenas con el grupo, entre el jolgorio, el platarro y la sidra fui dando tumbos como buenamente pude. Convivir con un grupo tan organizado de amigos ha sido una rica experiencia. Las setas nos han reunido y la fotografía nos ha hecho felices de nuevo. Gracias.
Álex Alonso
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Fotos realizadas por los asistentes al Taller de fotografía micológica organizado por AFAC e impartido por Álex Alonso
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Foto: Vidarte Laso
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Foto: Vidarte Laso
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Foto: Santi Barandica
Foto: Santi Barandica
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Foto: Vidarte Laso
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Foto: Alejandro RamĂrez
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Foto: Alejandro RamĂrez
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Foto: Pablo Fernández García
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Foto: Jesús Álvarez
Foto: Jesús Álvarez
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Foto: Jesús Álvarez.
MIEDOS La fotografía siempre ha tenido la capacidad de conmocionar, de jugar con los miedos del público, tanto si la fuente de ese miedo es real o imaginaria. Hoy en día, en la era e Photoshop, lo que aparece en nuestras pesadillas es mucho más fácil de reproducir e imprimir. La manipulación digital puede conjurar monstruos de las profundidades o arrancar la carne a un cuerpo humano. Mientras algunos artistas emplean la fotografía para sacar a relucir los miedos colectivos acerca de los regímenes represivos o las catástrofes medioambientales, otros están más interesados en la basura, perturbando con el uso del sexo y la violencia.
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Hilary Pecis El collage fotográfico de la pintora y fotógrafa Hilary Pecis captura el infinito y apabullante bombardeo visual que nos lanza a través de internet, la televisión y otros medios. Esta artista con base en San Francisco recorta imágenes de revistas (desde cabras a helicópteros) y los reorganiza en unas panorámicas surrealistas y llenas de cosas. Comienza con un paisaje de fondo (montañas, icebergs o paisajes de nubes) y después va superponiendo los animales y objetos que van salpicando la escena, creando un contraste entre el antiguo y sereno fondo y los recortes contemporáneos y caóticos. La abundancia de imágenes , que se chocan unas con otras resulta alarmante. El uso de unos temas tan variopintos hace que consigas percibir o ignoremos las innumerables imágenes que revolotean a nuestro alrededor en revistas, anuncios de televisión o páginas web todos los días. Estos paisajes caóticos , a veces violentos, resultan un tanto postapocalípticos, aunque la artista dice que tienen sus raíces en el presente
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Todo lo que querĂas saber, pero temĂas preguntar...
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P.
¿Cuándo hace fotos a personas en la calle te comunicas con ellas verbalmente? ¿Intimidas con ellas?
R.
Bien te contaré una entre miles de experiencias similares. Algunos días no sé si he elegido ser un fotógrafo a causa de las fotografías que quiero hacer o simplemente porque la cámara simplemente me hace conocer gente y sitios, que de otra manera no hubiera conocido, visto y experimentado. Las fotografías son lo que dejaré cuando me muera, las experiencias es lo que yo conservaré. Cuando dé el último respiro, no estoy seguro de lo que tendrá más valor para mi. Los proyectos personales son grandes cosas a realizar de manera normal. Quizá puedas gastar toda una tarde fotografiando reflejos o fotografiar durante una semana solo el color azul. Muchos colegas fotógrafos y educadores comentan mucho sobre estos temas y ellos me han inspirado para hacer más temas personales. Durante un viaje a Nueva York me puse a mi mismo la tarea de fotografiar a varias personas, a veces incluso en el lugar en el que entro para tomar algo y tomarme un descanso. Cuando la foto me interesa mucho porque en mi cabeza ya está dando vueltas las luces que lo envuelven y las ideas para componer la escena, me suelo acercar disimuladamente y provocar una conversación más o menos como esta: “Hola, me llamo….vengo de España y estoy aquí de visita. Soy fotógrafo y tengo la tarea de fotografiar a (X) desconocidos en (X) horas. Me gusta tu sombrero, o tu bicicleta, o la luz que te está dando en estos momentos y que me parece la más bonita del día. ¿Le importaría que le hiciera un retrato? Empezamos a hablar. En Nueva York no se que tanto por ciento de personas hablan español, pero muchas, casi todas las que he fotografiado a través de esta formula hablaban español. Muchos se sienten interesados por el resultado final de la foto y me dan su dirección e-mail, y siempre les envío copia de las fotos que les he tomado, para mi eso es algo fundamental. Supongo que sabes por qué ¿verdad? Ser fotógrafo es un hobby/oficio/trabajo tan gratificante que si te metes en este mundo te pierde en él. Abramos algunas puertas. Nunca sabes lo que puede suceder. Puedes hacer que algo suceda a alguien que no ha sucedido en décadas. Es gratificante para ti y para aquellos que conoces.
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FotografĂas que despertaron conciencias
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Madre migrante Marzo de 1936- Nipomo, California, Estados Unidos. Esta fotografía fue captada por Dorothea Lange en Marzo de 1936 cerca de Nipomo, California. Rápidamente se convirtió en un símbolo de la Gran Depresión. La fotografía surgió de un encuentro fortuito entre Dorothea Lange y Florence Owens Thompson, de 32 años edad, cuyo rostro fue inmortalizado en la imagen. Florence estaba viajando con su marido y sus siete hijos en busca de mejor fortuna a través de unos Estados Unidos golpeados duramente por la crisis económica. Después de que se estropeara su automóvil, ella plantó una improvisada tienda de campaña cerca de un campo de guisantes mientras esperaban para poder volver a la carretera. Fue entonces cuando la fotógrafa se encontró con Florence, inmediatamente se sintió atraída por el rostro de la mujer, marcado por la lucha y al mismo tiempo digno. Su imagen mostraba todas las dificultades de un país que, a pesar de los tiempos difíciles , no se rendiría y seguiría luchando con orgullo. De las seis fotografías que tomó de la familia Thompsom, Madre migrante fue la que gozó de mayor fama. La composición es perfecta, con la mujer rodeada simétricamente por sus hijas Katherine y Ruby, y su bebé Norma en los brazos. El hecho de que la cámara no revelara las caras de las niñas incrementa la emoción de la imagen; ambas cabezas, reposando en los hombros de su madre, enfatizan la figura de la mujer. La fuerza expresiva de la fotografía reside en la simplicidad del sujeto, que queda realzado por los contrastes del blanco y negro. Dorothea Lange estaba interesada en la realidad social del país y quería documentar de forma directa y auténtica un suceso tan dramático. Aunque fue recopilando testimonios fotográficos por todo Estados Unidos, Madre migrante ha permanecido como su imagen más admirada. Es un icono de una época de tribulaciones sociales y de redención humana. Fotografía de Dorothea Lange
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