Año IX.- Núm. 88 - Marzo 2019 PROMOTOR José Luis Cuendia, «Guendy»
Contenido
DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González «Completu», Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano, Mario Eduardo Blanco, Pepe Latas. DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González
Nuestra foto del mes, por Daniel Korzhonov.................................5 El limosneo de Cuba......................................................................7 José María Ruilópez, Foto: “Guendy”
El encargo más extraño.............................................................. 17 F.T.
Carrera profesional.....................................................................21 Gloria Soriano
Arcadio Calvo.............................................................................. 25 Monchu Calvo
El wolframio y sus minas de Fontao........................................29 Juan Depunto
Eulalia Abaitua............................................................................45 Anton Marrast..............................................................................65 Roberto Pato/ De la cultura minera y la fotografía...........123 Pedro Alberto Marcos
Novias de España....................................................................... 137 Fotos de Irina Dzhul
Sombras.......................................................................................153 Fotos: Pepe Latas
Una bicicleta, un bosque, unos niños.................................... 161 Nadima/ Claudio Serrano
DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad www.moldeandolaluz.com Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com
Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society
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Nuestra foto de Portada: Monchu Calvo
Presentación Las cuencas mineras se mueren La suerte está echada. Las cuencas mineras españolas, y en especial las asturianas, están condenadas desde hace tiempo: los plazos se han ido cumpliendo ineluctablemente y a día de hoy solo queda esperar el último estertor. Desde hace años se nos ha ido avisando —que viene el lobo, que viene el lobo...— y ahora ya no hay marcha atrás, las cuencas mineras están condenadas a emprender una travesía del desierto de incierto destino. Es cierto que el carbón no es rentable frente a otras energías más baratas y más limpias. Y es cierto también que, con la mecanización y los más modernos métodos de extracción, no es necesario el nivel de empleo de hace un siglo. Y es cierto, sobre todo, que en otros lugares (Sudáfrica o Polonia, por ejemplo) resulta la tonelada de carbón a un precio más ventajoso que el de nuestras cuencas. Todo esto nos lo han venido repitiendo, machaconamente, desde hace décadas y al final nos hemos convencido de ello. Aunque también sabemos que el chanchulleo de algunos empresarios y la poca vergüenza de algunos políticos han contribuido a arruinar el sector y a entorpecer las posibilidades de futuro de unas cuencas mal avenidas con un futuro ajeno al mineral que lleva extrayéndose casi dos siglos. Pero todo esto, aquí y ahora, no pasa de lamentos en un desierto industrial ajeno al futuro. Todas las medidas políticas y económicas que se han puesto en marcha en los últimos años han fracasado o han sido insuficientes. Los llamados “fondos mineros” —es decir, las partidas económicas que debieran haber delineado un futuro distinto— no tuvieron más eco que el de algunas empresas cazasubvenciones que trajeron más desánimo que otra cosa y el trazado o remozado de algunas infraestructuras que han mejorado las comunicaciones de unas cuencas que estaban muy cerradas en sí mismas por la condiciones orográficas. Pero un profesor universitario dijo en su día que las nuevas carreteras, pensadas para atraer nueva población a las cuencas, también servían para irse más cómodamente. Y así ha sido. Asturias hoy tiene menos de un millón de habitantes y las cuencas mineras sufren una sangría demográfica que las está llevando a la mínima expresión. Sin ir más lejos, el municipio de Mieres ha perdido uno de cada cuatro habitantes desde el año 2000. Y el resto, de manera similar, con lo cual las llamadas barriadas mineras son hoy un auténtico cementerio, con una población envejecida y sin ninguna posibilidad de futuro. Con los mencionados “fondos mineros” se habilitaron algunas partidas para lavarles la cara a las barriadas que en su día se construyeron para viviendas de mineros, pero aquello no pasó de una operación cosmética de muy escaso recorrido. Con lo cual el paisaje es desolador, sobre todo para los que ya no creemos en cantos de sirena: estos días, en plena campaña electoral, un político de tumescente discurso nos ha prometido que, cuando se cierren las térmicas, por cada empleo que se pierda creará dos. Dos por uno, no está mal, pero debiera el prometedor político recordar que esto no es un supermercado y que el mal que ya se ha hecho es difícil de reparar. Basta echar un vistazo al reportaje fotográfico de Roberto Pato que incluimos en este número para comprender que el futuro puede añadir más desolación y más crujir de dientes a unas cuencas que, efectivamente, se mueren sin que en el horizonte se atisben más expectativas que las de la abulia y la desesperanza.
Francisco Trinidad 3
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Donde habitan los dioses por
Daniel Korzhonov
El curriculum de Daniel, en el nĂşmero 86 de Luz y Tinta. Y su pĂĄgina personal: http://moldeandolaluz.com/profile/Daniel962
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Me cautiva La Habana (1) Aprovechando la circunstancia histórica de que estos años se cumplen los 500 de la fundación de La Habana, el escritor asturiano José María Ruilópez publicará una serie de artículos sobre Cuba en los que verterá todo su amor por un país que ha visitado en 16 ocasiones —y tiene previsto un nuevo viaje próximamente— y al que ha dedicado ya dos libros y piensa reunir luego estos artículos en un próximo libro. Los artículos de Ruilópez, tan jugosos como este primero, irán acompañados de fotografías de Guendy, que son el complemento perfecto a una serie doblemente gráfica.
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Fotos de José Luis Cuendia, “Guendy”
El limosneo de Cuba José M aría Ruilópez Cuba lleva años practicando el limosneo. Después de sesenta años de la implantación de la Revolución (enero de 1959), el País caribeño continúa su periplo pedigüeño allá donde va. En los primero años fue la U.R.S.S. (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) quien aportaba lo suficiente para que el Cuba saliera adelante. Quedó en las hemerotecas y filmotecas aquella escena en la que Fidel Castro anunciaba subido en una atalaya en el centro de La Habana cómo desmantelaba, nacionalizaba o expropiaba, llámese como se quiera, las grandes empresas americanas ubicadas en la isla desde hacía años. Fidel, que era inteligente, pero también fanático, algo difícilmente compatible, podía haber hecho lo mismo pero sin la chulería propia de su personalidad arrolladora, es decir, sin arrasar las industrias del llamado Imperio del Norte, sin convertirlas prácticamente en cenizas, aprovechando lo que tenían de bueno (algo tendrían cuando todavía sobreviven en muchos países), para usarlas en beneficio propio. Pero era mucho más revolucionario destruirlas para no dejar rastro de la “opresión”. En realidad, allí estaba la antigua U.R.S.S. para sacar las castañas del fuego, como apunta el dicho popular, y que Cuba saliera adelante y sirviera de avanzadilla del comunismo soviético en el continente americano. De esa intención viene el traslado de misiles de medio y largo alcance a tierras cubanas por aquel bruto que había empezado como trabajador metalúrgico, llamado Nikita Kruschev, que un día sacó el zapato para golpear sobre la mesa en la ONU y que había escalado palmo a palmo dentro del partido hasta la Presidencia de la Unión Soviética. Fue en 1962 cuando los americanos se percataron de que aquellos artefactos apuntaban directamente a la Casa Blanca. Estaba de presidente un joven (45 años) para aquel cargo llamado John F. Kennedy, perteneciente
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a una familia burguesa de refinados ademanes, que tuvo que enfrentarse al rudo Nikita (66 años) en lo que todos apuntaron como lo que pudo haber sido y no fue la tercera guerra mundial, que se saldó con unos cuantos días de tensión internacional, la retirada de los misiles y de las bases turcas de los americanos. En todo esto, Cuba metida en el asunto. Y con la intención de exportar la revolución, que eso es muy bien visto por el gentío, pues los gobiernos lo venden como si sirviera para aumentar el producto interior bruto y mejorar la vida de la gente. Fidel ya había visitado en abril de 1959 los EE. UU., donde lo recibió Nixon, que era Vicepresidente con el general Eisenhower de Presidente, y que lo hizo con cara de pocos amigos, al ver que se le ponía tan cerca geográficamente un revolucionario que rompía los esquemas políticos del imperio. Fidel dijo: “he venido aquí con un sentimiento sincero de amistad”. Pero allí nadie lo creyó, y en 1961 se rompieron las relaciones diplomáticas, y los americanos le impusieron un embargo comercial que todavía sigue. Y, que en cierto modo, le viene muy bien al gobierno cubano, porque es la disculpa más esgrimida desde entonces para justificar la pésima situación económica, que no acaba de llegar a ningún sitio, es decir, que no resuelve los problemas de los ciudadanos. Tenía cierta lógica el embargo, porque después de desmantelar todas las empresas americanas en Cuba, éstos no iba a recibir más ayudas del “enemigo del norte”. Si la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX Cuba fue un país receptor de emigrantes, entre ellos muchos españoles (hay que ver cómo estaba España en aquella época), a partir de la revolución se cambió el sentido, y se produjeron diferentes oleadas de cubanos hacia otros países, sobre todo a los EE. UU. donde formaron lo que llaman la “Pequeña Habana” en Miami, y donde residen algo más de un millón de cubanos, y ciento treinta mil en España. Una de las mayores aspiraciones del cubano es salir del país como sea. Sobre todo en la época en que cayó el muro de Berlín, 1989, y con
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ello la desmembración de U.R.S.S. y el final de las ayudas a Cuba. Un duro golpe económico que fue bautizado como “el período especial”, y tan especial, porque a una situación de crisis se sumó el desabastecimiento y la carestía de vida, más, si cabe. Fueron momentos muy duros para la Revolución y para la población. Pero el cubano aguanta todo lo que le echen, sobre todo si se le amenaza, se le vigila y se le persigue si protesta. Fueron varios años en la década de los noventa de larga agonía con la implantación del racionamiento y las restricciones de todo tipo, hasta la llegada de Hugo Chávez a Venezuela en 1999. La revolución bolivariana trajo aire fresco a la economía cubana en forma de petróleo barato. Un tiempo de desahogo, pero sin alharacas. Porque el país continuó sin despegar como quisieran los naturales. Hasta que la muerte de Chávez y la ascensión a la Jefatura del Estado venezolano de Maduro, que hundió literalmente al país, acabó con las ayudas a Cuba de nuevo.
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: F.T. Foto
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Sueños perdidos F.T. A mi amigo José Luis García Martín,
uno de cuyos textos inspiró esta fantasía “Yo no soy quien creo ser, sino un paria, un mendigo, alguien a quien de pronto han robado una vida que quizá no ha tenido nunca.” José Luis García M artín Creo que había visto a aquel hombre alguna que otra tarde en este parque en el que suelo refugiarme, cuando hace buen tiempo, para leer sin interrupciones de niños detrás de una pelota o de madres de esos mismos niños relatando a voz en cuello la actualidad de los famosos del día. Por otra parte, era inconfundible, vestido siempre con un chaquetón parduzco, con pinta de mugriento, y un sombrero que había conocido tiempos mejores y que le daba toda la apariencia de un mendigo, lo que posiblemente fuera. Se sentaba siempre solo en un banco cercano al que suelo ocupar yo y dejaba pasar el tiempo mirando las palomas revolotear o perdiendo su vista en un horizonte quizás de olvido. Pero la tarde que nos ocupa, en que yo leía una insufrible novela de más actualidad que interés, me fijé en que, poco después de sentarse, su cuerpo se inclinaba a la derecha, como buscando mejor postura, hasta que oí un ruido sordo —su cabeza golpeando contra el banco— y a continuación lo vi en el suelo, inmóvil, como fulminado. Corrí hasta su banco, intenté reanimarle, sin moverlo, como había leído en algún sitio, y a continuación llamé al 112 y expliqué lo que pasaba. La ambulancia, con dos activos jóvenes enfermeros, llegó en pocos minutos. Intentaron reanimarlo y finalmente lo subieron a una camilla. “Puede usted venir si quiere”, me dijo uno de los enfermeros, y sin pensarlo me subí a la ambulancia y comencé a sentir la angustia de viajar en un vehículo a toda velocidad, con la sirena desaforada, como anunciando el fin del mundo y dando las curvas como en una competición. En el hospital, me mandaron esperar en una sala de espera totalmente aséptica, en la que eché de menos el libro que estaba leyendo que, con todo aquel lío, se me había quedado en el banco del parque. Mejor hubiera sido la compañía de aquella novela, aunque fastidiosa, que las cuatro paredes blancas, la ventana que no daba a ninguna parte y los escasos asientos que llenaban la sala. Cuando llevaba allí más de tres horas, dudando tantas veces si irme a mi casa y olvidarme de todo o aguantar allí, estoica e interesadamente, hasta enterarme de lo que le pasaba a aquel hombre, llegó una joven médica —son inconfundibles con su fonendoscopio al cuello— y me preguntó si era familiar del mendigo que había acompañado horas antes. Le dije que sí, por decir algo, y me informó de que no le ocurría nada grave, solo tenía un fuerte golpe en la cabeza, aunque había sufrido una hipoglucemia que se le complicaba con hipertensión y no estaba segura, pero
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le parecía que también con falta de alimentación adecuada. Asentí, para seguir la corriente, y la médica me dijo que era conveniente que fuera a verle porque insistía en reclamar a su mujer y sus hijos, que al parecer no estaban informados de su percance. En la habitación estaba acompañado de otro médico, que hablaba con él y que en cuanto me vio se dirigió a mi como si me conociera de toda la vida. —Este buen señor dice que está casado, que tiene dos hijos y que vive aquí al lado, en la calle Marqués del Pinzón. Dice que el número de teléfono de su mujer está en un móvil que no aparece por ninguna parte, ¿sabe usted algo? —Si no aparece el móvil, prueben a llamar al fijo, 912... —y dictó de corrido un número de teléfono—. Mi mujer se llama Almudena Martínez Pire y mis hijos Gerardo y Ainhoa. Llamé desde mi móvil a aquel número y me respondió una mujer a la que, sin florituras ni preámbulos, informé de que su marido estaba en el hospital con un fuerte golpe en la cabeza. Cuando ella entró en la habitación, varios minutos después, estábamos solos el mendigo y yo. —¿Dónde está mi marido? — dijo, nerviosa, con la respiración entrecortada, y mirándonos a ambos con cierto desconcierto. —Almudena, por favor... —comenzó a decir el mendigo, cuando entraron en la habitación una pareja de jóvenes, que se abrazaron a la mujer y preguntaron por su padre. Después fue un lío monumental: llegó el doctor, llegó la médica y dos enfermeras y, entre todo el barullo, quise entender que ni la mujer ni los jóvenes le conocían de nada y que el marido de la señora y padre de los chavales aca-
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baba de responder al teléfono y se encontraba perfectamente, camino de su casa. Así que me escurrí como pude, bajé las escaleras y me vine a casa, presa del desconcierto. Como no tenía otra cosa que hacer que rumiar la escena que acababa de vivir, me vine andando, poco a poco, dejando que la tarde se fuera despidiendo sin prisa. Todavía tuve tiempo de pasar por el parque y comprobar que nadie se había llevado la novela de Pérez Reverte que había dejado con las prisas de socorrer a aquel pobre hombre sin identidad. A los pocos días sin embargo volví a verle. Yo leía como de costumbre cuando llegó él, despreocupado, y se sentó en el banco que solía ocupar, con la misma ropa con que lo había visto siempre y con ese aire ausente de quienes saben que lo han perdido todo. Al rato se levantó y se acercó a paso lento hasta el banco en que yo estaba. —Quiero darle las gracias porque me llevara al hospital, aunque le hubiera agradecido que me dejara morir aquí, en soledad y como un perro, tal como me han dejado mi mujer y mis hijos y como me ha dejado ese impostor que dice ser el marido de mi mujer, un pobre hombre que por fin sabe lo que es la sopa caliente y el calor de un hogar que me ha robado a golpe de mentiras. Me puse a decir algo, pero ya se había dado la vuelta y comenzó a caminar no sé si de nuevo hacia el banco que solía ocupar o hacia algún otro rincón de la calle, alguna esquina oculta de miradas indiscretas, donde me imagino que vive y duerme a resguardo de la verdad y cultivando sueños hace tiempo perdidos pero que aún alimenta, inventándose quizás la realidad y dejando que las aristas del tiempo hagan naufragar recuerdos y rostros y sobre todo sueños.
...a resguardo de la verdad y cultivando sueños hace tiempo perdidos pero que aún alimenta, inventándose quizás la realidad y dejando que las aristas del tiempo hagan naufragar recuerdos y rostros y sobre todo sueños.
Imagen de José Somovilla en Pixabay
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Modelo: Eva Serrano Gil
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Carrera profesional Gloria Soriano Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia porque de ellos es el Reino de los Cielos Hay días en los que ir a trabajar cuesta dinero. Para despedirnos del jefe de mi jefa, que también es jefe mío, le hemos hecho un homenaje a escote. Es la primera vez en mi vida laboral que un dirigente se va de la empresa antes que yo. Lo suyo ha sido por jubilación. Lo mío suele ser por fin de obra, fin de temporada, regulación de empleo… Tiene muchos nombres. Ahora estoy resistiendo (ya llevo cinco meses), y no me ha parecido oportuno negarme a participar, decir que a mí nunca me han hecho regalos. Siempre me he ido con las manos vacías, salvo de Construcciones Martínez: escondí en el bolso bolígrafos para toda una vida. El evento, bien: jamón en abundancia, de ese de pata negra. Hacía más de siete años que no lo probaba. Según mis cuentas (lo mío son las cuentas), considerando que no bebo, el coste del juego de petanca y el vale de un viaje para dos personas, con mi parte habría podido comprar una buena ración para comer en casa, sin estar expuesta al juicio de mis compañeros que van de “sobraos” y picotean comedidos. Desde la gran fiesta, quien fuera mi jefa inmediata se sienta en la silla vacante del jubilado. En la suya han colocado a un chico joven que mira con ambición hacia donde ella está. A él no lo veo yo organizando festejos para subir peldaños, es más de jugar al futbol con zancadillas. El que se fue ha enviado una postal desde Singapur y otra desde Los Ángeles. Me las enseñó la jefa, con quien mantengo un trato cordial. En la tarjeta desde Tokio leí: no me queda tiempo de jugar a la petanca. Yo de momento sigo sin moverme del sitio, y ya es bastante. Pasan los años. La empresa cumple a rajatabla lo que dice el contrato: categoría auxiliar, sueldo mínimo. Mis funciones no están detalladas y mi jefe, que tiene las miras muy altas, mientras diseña estrategias, me deja a mí el resto de los asuntos. No aguanto más. Se me han acabado los bolígrafos de Construcciones Martínez y me estoy muriendo.
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Ahora, en la multinacional, me han dado la bienvenida con un homenaje: café con bollería. Es más de lo que pone en mi contrato de Account Manager. También recibo mucha formación. Interiorizo el nuevo vocabulario, las palabras sagradas que están modernizando Las Tablas de la Ley. El amor al prójimo es la atención al cliente, y la comunicación comercial, nuestra esencia, enseñar al que no sabe. Somos la nueva Misericordia. Durante las clases las superhormigas nos aplicamos con la esperanza de un más allá. He renovado mi vestuario, el nivel de la décima planta lo requiere. Salgo de casa arreglada como para una boda, y reafirmo mi compromiso con el trabajo cada día. Son los votos profesionales. A veces, cuando me toca remover determinados asuntos, echo de menos un guardapolvo. Mi vida es una ceremonia permanente, no desconecto ni cuando me pongo el pijama. Aunque no acabo de acostumbrarme a los tacones, no pienso bajarme de ellos. Ya no corro por el jamón. Desde mi despacho se ven las puntas de los rascacielos asomando entre las nubes. Más abajo, la nada. En mi nuevo cargo dispongo de un equipo de asistentes que son ángeles. Me han ayudado mucho, sobre todo al principio, que había tanto trabajo urgente, tantos documentos que firmar. Seguí el consejo de los socios y delegué. He ascendido al club de los bienaventurados, y no sé cómo explicarle a Dios que de esas cuentas yo no soy responsable.
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Arcadio Calvo Retales de vida Monchu Calvo Arcadio siempre tiene la sonrisa en la cara. Amable y conversador, nos sorprendió verlo en el mercado de los jueves de Laviana. Acostumbrados a su omnipresente presencia en la antojana de su casa de Caleao, no acabábamos de situarlo en un lugar tan “urbano”. Nos dijo que su mujer, Lelia, había sufrido una caída, y que las casas de pueblo ya no reúnen condiciones para que dos ancianos las habiten, por lo menos en los meses de invierno. Así que como hacen las vacas llegando los primeros fríos, cambian las montañas y la libertad por el llano, y el calor de las cuadras a mesa puesta. Igual hacen nuestros amigos, bajar al piso de la ciudad, con vecinos y ascensor que hace la vida mas cómoda, aunque alejados de su Caleao y sus montañas. Llevaba tiempo con ganas de una larga conversación con este buen hombre, así que le propuse un café una próxima tarde, en el coqueto reservado de un precioso bar lavianés. Aceptó encantado, pues le gusta hablar, es coherente y goza de una memoria prodigiosa. Así que el día acordado allí nos encontramos en compañía de dos tocayos suyos, pues se llamaban igual que él, y deseosos de escuchar la charla. La propuesta era hablar de la vida de antaño, y un hombre de 92 años tiene mucho que contarte. Estas personas, que seguro que muchos de nuestros lectores habrán conocido alguno a lo largo de su vida, son verdaderas instituciones vivientes. Vecinos, amigos o familiares, que en amigable charla te van a narrar cosas que quizás nunca hayas oído, y que si las oíste, él ó ella, te las contarán de primera mano con todo lujo de detalles. Nos explicaba nuestro amigo que a poca gente le gusta escuchar estas cosas, salvo algún periodista o investigador, que quisiera averiguar algún dato o historia acaecida antaño. A los jóvenes les aburre, y sin embargo los que en aquella salita nos encontrábamos, escuchamos historias de guerra, de fugados por el monte, de pastores que pagaron con su vida el asalto de bandoleros, de la vida en las majadas con sus ganados, de convivencia vecinal, con las normas escritas en una especie de constitución, que refrendada por todos los vecinos a toque de campana, era de obligado cumplimiento. El detalle curioso de la elección del alcalde, siempre el más inteligente y capacitado. No pudimos por menos que
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Un mundo que se nos escapa, y que nuestro amigo Arcadio nos iba contando desde la cรกtedra de su experiencia vivida.
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sonreír, pensando en la similitud con los tiempos actuales. A través de la pausada charla fuimos descubriendo narraciones de vida campesina que aquel hombre sabio nos iba contando, como si una ventana se nos abriera a aquellas sociedades rurales que muchos de nosotros conocimos, y que ahora muestran el final de un sistema que se nos deshace entre las manos. Pequeñas aldeas diseminadas por el territorio, con una agricultura no monitorizada, extensiva, con una variadísima gama de cultivos en mosaico pensados y diseñados por cada aldea para tener un poco de todo y que no faltara de nada, con una cabaña ganadera diversificada y ajustada a la disponibilidad de los recursos pastables locales, y con un complejo sistema de microgobernanza basado en ordenanzas parroquiales. Las antiguas fotografías que llevábamos para acompañar la charla nos mostraban un territorio ocupado por infinidad de plantaciones de cereal, perfectamente ordenados, y que proveían el sustento de los cerca de mil
habitantes que llegó a tener la aldea hace una centuria, contra los poco más de un centenar que viven ahora. Cien años después no hay ni rastro de cultivo de cereal en el monte: los matorrales, más monótonos, colapsan el paisaje y los depredadores silvestres viven cada noche su particular matanza de Texas. Un mundo que se nos escapa, y que nuestro amigo Arcadio nos iba contando desde la cátedra de su experiencia vivida. Estas historias sería bueno que las enseñaran a nuestros escolares, porque, aunque no vienen en ningún libro, son la base de nuestra existencia actual. El soporte que forma nuestra vida, que sin ellas no la entenderíamos. Quedamos para reanudar la conversación cuando retorne a su aldea, y si acaso juntar a su lado a algún vecino más, de parecidos años, que hagamos una tertulia fluida donde unos y otros nos cuenten esos “retales” de recuerdos, que nosotros escuchábamos sabiendo que sería de las últimas veces que tendríamos la oportunidad de que un maestro de la vida nos hablara.
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El wolframio y sus minas de Fontao Juan Depunto El wolframio es un metal contradictorio. Ha servido para alumbrar los hogares de todo el mundo con los filamentos de las bombillas y al mismo tiempo ha sido imprescindible para el armamento militar: bienestar y destrucción. Pablo González, Redactor de la Voz de Galicia. Cuando el paseante buscaba el Balneario de Brea se topó de bruces con el poblado minero de Fontao. Este nombre deriva de “fuente”, una de las muchas fuentes que abundan en la zona y hacen que la comarca disponga de varios balnearios entre otras cosas. Al ver los pabellones mineros se le vinieron a su mente los barracones de los campos de concentración de la Alemania nazi a la que estas minas sirvieron. Pero el wolframio es mucho más que eso. Descubierto en el ilustrado siglo XVIII por dos españoles, los hermanos Elhúyar, una placa de piedra en la casa que habitaron en Logroño da fe de ello. El metal fue “intuido” previamente por otros investigadores, de donde derivan sus nombres: wolframio del alemán y tungsteno del sueco. Es un metal escaso, de color gris acero, el más duro y resistente a la fusión de todos los metales, necesitando más de 3.400 grados para licuarse. De estas propiedades vienen sus aplicaciones, que van desde su uso en herramientas industriales de corte (solo lo supera en dureza el diamante), a la industria militar (reforzamiento de cañones, proyectiles y acorazados), a ser usado como filamento de las bombillas incandescentes de luz, electrodos de soldaduras, bujías, resistencias de calentadores, puntas de bolígrafos, electrónica, teléfonos móviles, instrumental odontológico, etc. Incluso últimamente se está utilizando en la fabricación de joyas, brazaletes y relojes. Es un nutriente esencial para algunas bacterias. Su alternativa, en caso de escasez, es el molibdeno. Su disponibilidad es escasa en el mundo, siendo el mayor productor China, con un 75% del total. También se encuentra en Corea, Rusia, Bolivia, Perú y Estados Unidos, así como en Austria y en nuestra vecina Portugal. En España hay minas de wolframio en Galicia, León, Salamanca y Extremadura.
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Debido a su escasez y a sus aplicaciones militares, se ha tipificado de alto valor estratégico, dando lugar a crisis diplomáticas internacionales, como la causada por el franquismo vendiéndoselo a los nazis. Las transacciones se hacían en la muy novelesca y cinematográfica estación pirenaica de Canfranc, único lugar del territorio español ocupado por el ejército alemán de la época. En 1944, tras las presiones diplomáticas y el ocaso nazi, se dejó de vender a Alemania y se pasó a vendérselo a los aliados. El wolframio se cotiza en la Bolsa de Metales de Londres, oscilando su precio alrededor de los 20.000 euros la tonelada actualmente. Las minas de Fontao, situadas en el valle del río Deza del municipio de Vila de Cruces, se remontan al siglo XIX. Como buena parte de las minas de nuestro país en ese siglo nefasto, fueron gestionadas por compañías inglesas; luego, en el siglo XX, pasaron a manos francesas hasta su nacionalización. En general eran minas de galería con varios pozos (Angelita, Tiro, Sidón...), aunque hubo algún filón a cielo abierto. Al principio lo que extraían era estaño, siendo más secundaria la producción de wolframio. El primero se exportaba a Inglaterra y el segundo a Alemania. El agua del Deza proporcionaba al principio la energía hidráulica necesaria para mover toda la maquinaria a través de hasta dos centrales hidroeléctricas. Las minas se abren y cierran en función de las elevaciones del precio del wolframio, sobre todo
en los periodos de guerras y su posteriores caídas. Actualmente, desde la crisis del 2008, la Unión Europea, tratando de evitar la dependencia exterior de este metal, está induciendo a que se vayan reabriendo minas de sus minerales más importantes, la wolframita (óxido de hierro y manganeso) y la sheelita (óxido de calcio). Pero la industria minera choca con la protección medioambiental, haciendo muy difícil su compaginación y, según los intereses políticos del momento influidos más o menos por las presiones populares de uno u otro signo, la aplicación de la leyes medioambientales se magnifica o debilita. Y hay que tener mucho cuidado con las minas. Por ejemplo, en el proceso de extracción del wolframio de algunos de sus minerales se libera arsénico y si no se toman precauciones termina siendo absorbido por los mineros, lo que les lleva a una muerte lenta e insospechada, además de la repercusión que supone para el medio ambiente. El último minero de Fontao, Amable Brea, que después de extraer mineral fue el encargado del cine, contaba en una entrevista en 2009 la historia de las minas y que “allí murió mucha gente, casi siempre por caídas a los pozos”. En los años de mayor demanda de wolframio, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-45), en las minas de Fontao llegó a haber más de 3.000 mineros, incluidas mujeres (aunque éstas tenían prohibido el trabajo en las galerías). Se pasó de las 25.000 toneladas/año de mineral extraído antes de esa
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guerra a más del doble en mitad de la misma, de las que se llegaron a conseguir 270 toneladas de wolframio y 77 de estaño al año. La mano de obra procedía de la agricultura en principio, eran “mineros-agricultores”, que en la época de mayor demanda estacional agrícola dejaban desabastecido el campo. Como esto era insuficiente, se trajeron presos republicanos asturianos (que además tenían experiencia en minas) con sueldo y redención de 3 días de condena por cada 1 trabajado en la mina. El kilo estaba a 200 pesetas de 1943. Hubo que construir una segunda central eléctrica, un segundo lavadero y trasladar la extracción de mineral de Villagarcía de Arosa a esta zona, pues el transporte de grandes cantidades de mineral había que hacerlo en carros tirados por bueyes, hasta que se construyeron carreteras, la primera en los años 1940-44, financiada por la mina. El ferrocarril llegó en los años 60, disponiéndose de la estación de Bandeira, a 10 kilómetros de Fontao. El wolframio salía en camiones custodiados por la Guardia Civil hasta el puerto de Vigo, pues hasta llegó a constituirse una famosa partida de bandoleros, “la cuadrilla del gas”, asaltadores de caminos. También se dio el estraperlo, llegando a generar un nego-
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cio paralelo y semejante al legal (usaban bastones ahuecados para sacarlo de la instalación minera, había buscadoras en las orillas del Deza, etc.). El poblado minero (que comenzó con barracones de madera, hasta que a mediados de los años 50 se construyó el actual, ahora rehabilitado) disponía de un campo de fútbol con un equipo, el “Minas Futbol Club”, que llegó a jugar con equipos de 1ª división de la época (el Celta y el Pontevedra) en las festividades de Santa Bárbara. Se construyeron iglesia, escuelas (de niños y niñas) y junto a ellas la casa del maestro, inspiradas en Le Corbusier y arquitectos finlandeses; también se hizo un gran cine con 350 butacas de libre acceso y 2 más pequeños, varias tiendas de ultramarinos, textiles, ferretería, y un economato para regular precios (los comerciantes abusaban por los altos sueldos de los mineros) alrededor del cine principal, 2 salas de baile, unas 50 tabernas y no se sabe cuántos prostíbulos con las “profesionales” más caras del país. También estaba la casa del practicante, con botiquín de urgencias y 4 camas para pacientes. Las casas de los mineros disponían de 3 habitaciones en 66 metros cuadrados, las de los capataces eran de 4 habitaciones en 85 metros
cuadrados y las de los técnicos las mayores, con 127 metros cuadrados; todas con aseos, cocina, agua y luz, algo desconocido en la Galicia de los años 50. En 1963 se clausuraron las galerías y se inundaron por falta de achique, manteniéndose la explotación a cielo abierto hasta que en 1974 la bajada de precios del mercado la dejaron de ser rentable y un accidente mortal muy trágico hizo que se clausurara del todo el complejo minero sin haberse llegado a habitar todas las viviendas del poblado. Desde los años 80 quedó todo muy abandonado hasta que en los 2000 la Junta de Galicia adquirió el poblado minero y lo restauró, se abrió el Museo Minero (en la iglesia y escuelas reconvertidas) y se rehabilitaron las viviendas en régimen de alquiler social (a 104 euros con posibilidad de compra a un precio máximo de 45.000 euros), 69 viviendas para unas 220 personas, algunas descendientes de mineros de la época. Las minas siguen siendo de propiedad privada (hasta el 2060), de la familia Cort, alicantina, y no se visitan. En sus instalaciones permanece usándose de vez en cuando la casa de los propietarios, lo demás está abandonado y cercado. Hay un proyecto de la Junta para adquirirlas y adecuarlas con seguridad para ser visitadas en uso cultural y turístico, pero la familia y sus sociedades mercantiles se resisten a ello. Esperemos que pronto lleguen a un acuerdo y se pueda visitar al completo este interesante lugar.
Referencias Documentales: 1. Folletos, paneles informativos y explicaciones aportadas por el Museo Minero de Fontán. 2 . ht t p s: // yout u .b e / t a g yfH97M_A, éste y otros varios vídeos vistos en febrero 2019. 3. https://es.wikipedia.org/ wiki/Wolframio, consultada en febrero 2019. 4 http://www.asociacionbuxa.com/2009/09/minas-de-fontao/, consultada en febrero 2019. 5. https://elpais.com/especiales/2015/vuelta-a-la-mina/ la-nueva-guerra-del-wolframio/ 6. http://www.millandasairas.com/2016/07/minas-wolframio-vilanova/ 7. Rodríguez Galdo, M. X., Losada Álvarez, A. O poboado mineiro de Fontao. O volframio na historia empresarial e urbanística de Galicia, Instituto Galego da Vivenda e Solo, Santiago de Compostela, 2002. ISBN 84932413-1-8. 8. http://www.hicomstoriadeiberiavieja.com /secciones/ historia-contemporanea/wolframio-batalla-oculta-ii-guerra-mundial, consultada en febrero 2019. 9.https: //elpais.com / d ia r io/2 0 0 9 /01 /21 /ga l icia/1232536701_850215.html
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El moldeador Ino Afonso, aprovechando las recientes fechas de Carnaval, nos envía las siguientes fotos del Carnaval de Tenerife, uno de los más famosos del mundo, con el objetivo de llenar de colorido nuestras páginas y a la vez rendir un homenaje, mediante este modesto recuerdo, a nuestro desaparecido amigo y colaborador, Javier Madroñero, también natural de Tenerife y un enamorado de todas las cosas de su tierra, especialmente del Teide y de estas fiestas de Carnaval que, nos dice Ino, disfrutaba con entusiasmo. Vaya, pues, como recuerdo y homenaje a quien tanto quisimos. *** Enlace a la página personal de Ino Afonso en Moldeando la luz:
http://moldeandolaluz.com/profile/InoAfonso
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Con motivo de la publicación de las fotos de Valentín Vega, y ya con anterioridad, descubriendo los trabajos de de Miguel Rojo Borbolla con motivo de un encargo efectuado a Luz y Tinta sobre su persona para presentar en el festival de cine de Puertas de Cabrales, y viendo el interés de nuestros lectores en estos fotógrafos, con motivo de las publicaciones de Valentín Vega anunciamos en aquel entonces que estábamos trabajando la posibilidad de hacer una guía de fotógrafos españoles similares. Fruto de la investigación y del trabajo hoy iniciamos un nuevo apartado, el “Diccionario de fotógrafos españoles en Luz y Tinta. Iniciamos por orden alfabético la muestra de los trabajos de los diferentes fotógrafos españoles y lo hacemos con:
Repertorio de Fotógrafos Españoles
Imagen de Rudy and Peter Skitterians en Pixabay
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Eulalia Abaitua “Aquella época en que hacer fotografías requería de un artefacto incómodo y caro -el juguete de los ingeniosos, los ricos y los obsesos- parece, en efecto, muy remota a la de la era de las elegantes cámaras de bolsillo que induce a todos hacer fotos.” Susan Sontag. Es la primera fotógrafa de la que existen referencias en el País Vasco. Hija de una familia adinerada, estudió en el colegio del Sagrado Corazón de Jesús de Sarriá en Barcelona y con 18 años se trasladó junto a su familia a Liverpool, donde descubrió la fotografía. De regreso a Vizcaya, casada con el ingeniero civil Juan Narciso de Olano, el matrimonio se estableció en el Palacio del Pino, ubicado junto al santuario de la Virgen de Begoña, en Bilbao. En el sótano de esta mansión, instaló su laboratorio fotográfico. Su obra puede clasificarse en tres grandes temáticas: la vida privada, las imágenes costumbristas y los viajes. El primer bloque lo protagonizan sus familiares y amigos en el Palacio del Pino; el segundo se compone de instantáneas que registran el ambiente de su localidad y alrededores; el tercero son fotografías de viajes. La mayoría de sus fotos son en blanco y negro, aunque también tiene obra en color, los denominados autocromos. La colección completa resulta una muestra del paisaje urbano y rural de Vizcaya en el plano del siglo XIX al XX. De ahí que su trabajo fotográfico, llevado a cabo con un lenguaje directo, pueda hoy considerarse como una prueba rigurosa de la realidad de su tiempo. Según revela su archivo de más de 2.500 imágenes conservadas en el Museo Vasco de Bilbao, su material preferido fueron las placas estereoscópicas de vidrio, tanto positivas, como negativas, en formato 4,7 X 10,7 cm y emulsión de gelatinobromuro, aunque también trabajo con otros formatos. Entre 1991 y 2005, el Museo Vasco de Bilbao ha realizado cinco exposiciones de la colección con sus correspondientes catálogos. https://youtu.be/4tXnmejV7FY
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SUEÑOS Vamos camino de los tres años desde que esta sección se inauguró con CUERPO, le siguieron PAISAJES y MIEDOS; finalizará con los trabajos fotográficos dedicados a SUEÑOS. La fotografía, como cualquier otro medio creativo, tiene la capacidad de hacernos salir de la realidad. Nos da una excusa para dejarnos llevar por fantasías infantiles, para vagar por mundos de ensueño en los que todo vale: La tecnología digital ha empujado los limites del escapismo mucho más allá de lo que se había hecho hasta ahora. Los trucos de postproducción pueden poner a personajes de videojuegos en el mundo real o hacer que los barcos floten en el aire sobre la superficie de mar. De igual forma, nos abre una puerta hacia mundos nunca vistos, permitiéndonos recrear antiguas civilizaciones o viajar al futuro, a un mundo postapocalítico en el que las plantas reclaman la Tierra para si mismas.
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Anton Marrast Anton Marrast se describe como un “surrealismo psicodélico” Toma elementos imaginarios y de ficción y los sitúa en la realidad, creando unas escenas rarísimas e imposibles con cualidades inquietantes a la vez que visionarias. Anton, que tiene su base en Moscú, antes era un pintor muy conocido que utilizaba el seudónimo de Grape Frogg. En su obra fotográfica, los barcos se levantan del agua y quedan suspendidos en el cielo, sobre el océano, o los monstruos marinos se enredan en los edificios de un típico barrio moscovita de forma amenazadora. Describe su obra como absurda y los procesos que conducen a sus creaciones son igualmente excéntricos. Antón se concentra en una imagen durante varias horas, esperando que le llegue la inspiración. Al final, le llega una idea y, manipulándola gracias a su lápiz digital, emerge un espejismo borroso que está entre la fantasía y la realidad. La inspiración le sale de dentro, el dibujo de su estado de ánimo. Como explica: “Para bien o para mal, si sufro un shock emocional, estoy bastante seguro de que lo transformaré en una fotografía”.
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Algunos dibujos de Anton Marrast
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Fotos seleccionadas durante el mes de marzo de 2019
Se muestran en esta secciรณn todas las fotos semanalmente destacadas en Moldeando la luz durante el mes de referencia.
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A rgonautas y Symplegadas, por Reyfman
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A rtistic nude, por SSstudy
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Bricio en Teruel , por Raul Viciano A lberich
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Butterflies, por Tатьяна
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Carnicero, por Yuri
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De Musas y Cascadas, por JosĂŠ Luis M aylin Pastor
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Death zone, por JesĂşs A lvarez RodrĂguez
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Doble captura por Luis Miguel A ller Cuenca
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El parrillero, por Pablo Perez Dellepiane
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Eroticism, por M akapeh
Esos monos gibraltareĂąos, por Pepe L atas
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Glamor and city, por M argarita K
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Hintersee, por E.Horobets
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Inspired by the palette of great painters, por David D
L a Hada, por M argarita K
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Looks in red and blue, por K ezzin
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M ascota de mascota, por Svetlava
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Mirrors, por Loco M atara
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Mountains road, por JesĂşs A lvarez RodrĂguez
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Observation, por K ezzin
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Ojo en Piscis, por Mirta Steinberg
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Sin titulo, por M arta Mora
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Retro decoration, por Olga
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Serรก un viajero del tiempo..., por Glyn Griffiths
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The child navigator, por Ionut Caras
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The flight, por Vadim Trunov
The glow in the forest, por Irina
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The motherhood of the fairies, por Irina
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Tiempo para los recuerdos, por A.Polyakov
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Transportes, por Pepe L atas
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Zamzibar. Wood workers, porDeven O’Toole
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La cuenca duele
Exposiciรณn de Roberto Pato (Asturias, 2019)
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De la cultura minera y la fotografía Pedro Alberto M arcos Hubo un comienzo de la cultura minera allá por el siglo XIX con los chamizos y la posterior llegada de la Duro Felguera a la cuenca del Nalón, permitiendo el desarrollo de una industria basada en el arranque del carbón de las entrañas de la tierra. La mina Les Etelvines, en la Güeria de Carrocera, simboliza esos primeros momentos, mientras que el reciente cierre del pozo Carrio, en Laviana, marca el final de una historia de 150 años en la que la economía mixta, con la mina, la huerta y la vaca por el medio, permitieron asentar población y atraer mano de obra foránea, sobre todo desde el nordeste, el oeste y el sur ibérico, aunque también de la vecina provincia de León, con la que Asturias comparte no solo una parte de su historia sino también el subsuelo de árboles asesinados hechos luego carbón con el paso del tiempo.
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Foto: Fernando Rodríguez
Roberto Pato
Título de la exposición: “La Cuenca duele” (Asturias 2019). Roberto Pato, periodista y fotógrafo autodidacta. Participó en la fundación de la Asociación de fotografía “Contraluz” a mediados de los años 80. Hizo varias exposiciones individuales y colectivas con los miembros de la asociación. Desde 2006 administra el blog personal de fotografía “Fartucos de mirar sin ver”. Es autor de la fotografía de portada del libro “Despedida” de Pablo Antón Marín Estrada (Suburbia, 2011). También colaboró con Mind Revolution en la colectiva “Sinedie 8”: Mermaid es una obra de Mind Revolution para Sinedie 8. El dvd en edición limitada está formado por los temas Forest y Lake. El vídeo de la obra estuvo presente en la exposición que se celebrará en la Sala Lola Orato de Oviedo del 14 al 29 de diciembre de 2011. En tal ocasión el trabajo del grupo estuvo acompañado de la obra de Roberto Pato Tiempo 1, fotografía que acompañaba al disco Underground.
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Muchos somos hijos y nietos de esas migraciones provocadas por el hambre y las represiones de todo pasto. Mi abuelo paterno, Manuel Marcos, portugués del norte, llegó a trabajar al ferrocarril con el que se pretendía llevar el carbón desde la cuenca del Nalón, a través del valle de la Güeria, Bimenes y Lieres hasta el puerto de Gijón. Mi abuela materna, Julia Calzado, llegaría igualmente en los años cuarenta desde Extremadura con muchos de sus hijos, mi madre entre ellos, dejando atrás la miseria y el hambre. Soy por tanto como otros, hijo de la diáspora, de la migración y del mestizaje. En esa historia de siglo y medio de la cultura minera, algunos fotógrafos dejaron marcada su impronta, a veces buscando el realismo y la modernidad, pero también muchas otras la supervivencia. El más conocido hoy es Valentín Vega, a quien no supimos reconocer en vida ni su potente creatividad ni tampoco que era el fiel reflejo de una historia compartida y plagada de compromiso social; también a Mario Pascual, referente indiscutible de la intelectualidad artística que luchó contra la dictadura franquista; y a Eladio Begega, que retrató con extrema sencillez y belleza las diversas formas de trabajar del campesinado y sus costumbres más arraigadas; sin olvidar a otros como Ortega, más cercano al fotoperiodismo, o al gran Cavite, un todoterreno inclasificable pero de una dignidad y compromiso evidentes. Y ahora, cerrando ese ciclo, llega esta exposición de Roberto Pato con la que intenta hacer resumen de una historia plagada de colores: la negritud incontrolada, los rojos de ira, los verdes de llanto o los azules del cobalto. Los destellos que sobresalen en sus fotografías, a veces entre la neblina que baja rauda desde las montañas que dan forma a esta cuenca del Nalón, otras subsumidas entre los humos y el vapor, van recreando un mosaico de imágenes con puertas derruidas, castilletes de mina desvaídos, chimeneas con rayonazos que remiten a jeringas cargadas de ilusiones vanas, entre ellas el money money, ya fuese con escuelas de negocios imposibles o modas de ida y vuelta. Pero sobre todo graffitis de atraganto que nos muestran las luchas fracasadas mediante símbolos como Octubre de 1934, en el que los mineros asturianos salieron de las entrañas de la tierra para asaltar los cielos, como nos recordó el premio Nobel Albert Camus, o un desvaído Gernika de Pablo Picasso, mientras coches de alta gama ocultaban los gritos solidarios de los muros. Y como tótem el martillo del picador minero hecho escultura, el arma de arranque del carbón como símbolo épico y ético congelado. De alguna manera, Pato recupera la vieja forma de entender el oficio fotográfico a través de arquitecturas en las que está ausente una exhibición del individuo que pueda robarle a la imagen un buen pedazo del espíritu que busca y consigue aprehender. Muestra así el autor una derrota solemne, los restos de un naufragio, pero apoyándose en el concepto de esa “veracidad” de la fotografía que para Susan Sontag era la mejor forma de combatir la ignorancia y desenmascarar la hipocresía. Al fin y al cabo, viene a decirnos Pato, la cámara puede llegar a ser el alma ideal de la conciencia colectiva, puesto que al atrapar momentos y congelarlos, la fotografía, todas las fotografías, nos muestran la despiadada disolución del tiempo, registrando todo aquello que está desapareciendo, ya sea el París de Brassai, el New York de Winogrand o las inalterables huellas callejeras de Robert Frank. Y el final es Blade Runner. A través de una sola foto el autor simboliza toda la exposición remitiéndonos así a la película rodada en 1982 y en la que Ridley Scott cuenta una historia entonces futurista que transcurría en el año 2019, es decir, en el aquí y ahora de la cuenca del Nalón, pero trascendiendo más allá de lo aparente. Y precisamente en esa conjunción, esta muestra fotográfica y la ficción posmoderna del cine como hito visual, comienza el debate propuesto por Roberto Pato: La cuenca duele.
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Novias de España Fotos de Irina Dzhul En 2018 tuve el placer de viajar a España a fotografiar una colección de vestidos de novia. Me puse en contacto con Guendy que estaba fotografiando la Semana Santa esos días en el sur de España. Fue hermoso trabajar estas colecciónes de vestidos de novia @e_s_p_a_n_a. Diseñadora: Marina Alexandrova. Los vestidos son simplemente irreales; los modelos son tan inteligentes..., generalmente se ha reunido un gran equipo de personas talentosas. Foto: @irinadzhul Vestidos: @e_s_p_a_n_a Organización: @youandmeweddingagency peinados: @julia_ksenita, @annasmolyar_makeup Maquillaje: @muahfediv Corona: @zelenko_svetlana Tikki: @stylishbrideshoes Modelos: @where_my_photos, @ilonka_arsentieva #weddingdress #irinadzhul #espana
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Arriba, el equipo. Abajo, la artista trabajando
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Sombras Fotos: Pepe Latas
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Una bicicleta, un bosque, unos niños... Fotos: Nadima Texto: Claudio Serrano Recuerdo, cuando era niño, que la bicicleta era uno de los juguetes más deseados como regalo de los Reyes Magos. Salir el día 6 de enero a la calle con una bicicleta reluciente era una de las satisfacciones que solo el que ha sido niño sabe apreciar, porque la bicicleta, al menos a los niños y adolescentes de mi generación, nos proporcionaba una sensación de libertad y autonomía que solo volvimos a experimentar años después cuando pudimos conducir el primer coche. Aunque la sensación de la bicicleta infantil no es comparable, pues va asociada a ese aire de libertad, sí, pero también a la magia de los juegos infantiles. Podemos decir, sin caer en la cursilería, que la bicicleta servía para correr y para soñar. La bicicleta, en los niños, es un elemento mecánico pero que se alimenta con la capacidad imaginativa de cada uno. Eso es lo que nos transmiten las fotos de esta serie de Nadima: niños jugando con una bicicleta clásica, sin las sofisticaciones en diseño, frenos, manillares y cambios, por ejemplo, de las modernas bicicletas que más que para desplazarse sirven para dar envidia a los demás. Una bicicleta clásica, en niños de otra época, con esos sombreros que también sirven para jugar, y en un entorno que tiene su especial encanto y misterio: un bosque cuyas luces dan calidez a las fotos y proporcionan, sobre todo, un entorno como embrujado, acogedor. No es de extrañar que el gesto de los niños sea siempre de alegría, esas sonrisas que proporcionan los juegos infantiles entre los cuales la bicicleta es uno de los juguetes preferidos; un juguete que todos los niños desean y que a ningún adulto molesta, al contrario que esos modernos patinetes motorizados que han invadido nuestras aceras para desesperación de todos los peatones.
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FotografĂas que despertaron conciencias
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La explosión del dirigible Hindenburg 6 de M ayo de 1937- L akehurst, Nueva Jersey, Estados Unidos. Esta es la dramática imagen de la primera catástrofe documentada en directo en película y difundida simultáneamente a través de la radio. El fotógrafo capta el momento exacto de la explosión de esta enorme aeronave alemana: contenía cerca de 200 millones de litros de hidrógeno, un gas muy inflamable. (La producción de helio, que no es inflamable, era monopolio de los Estados Unidos.) En la construcción del Hindenburg se tuvo en cuenta la seguridad, pero era vulnerable a los sucesos fortuitos, como era habitual. La causa del accidente fue la electricidad estática con la que se había cargado la cobertura externa de la aeronave al atravesar una tormenta. Un cable de amarre contribuyó a la explosión: estaba conectado al suelo y provocó una chispa. En menos de 30 segundos la aeronave se precipitó hacia el suelo y ardió como una enorme antorcha. Son las 19:25 horas del 6 de Mayo de 1937. El lugar es la estación de aeronaves en Lakehurst, Nueva Jersey. El dirigible es el LZ 129 Hindenburg, el más grande de su clase jamás construido: 244 metros de longitud y 47 de diámetro. Cuenta con 16 tanques de hidrógeno y está propulsado por cuatro motores de vapor de 1.200 caballos de potencia. Puede alcanzar una velocidad máxima de 137 kilómetros por hora. Las iniciales del nombre, LZ, significan Luftschiffbau Zeppelin, una marca que se ha convertido en sinónimo de “dirigible”. Los zepelines habían volado millones de kilómetros y cruzado el océano Atlántico 500 veces, y nunca habían sufrido un accidente. Nunca. Eran el orgullo de la tecnología nazi alemana. El propio Hindenburg había cruzado el Atlántico poco después de su estreno, en 1936: lo hizo en tan solo seis días. En el accidente lograron sobrevivir 62 de las 97 personas que viajaban a bordo. Pero el trauma colectivo fue tan grande que cambió la historia de la aviación para siempre. Fotografías como esta, se publicaron inmediatamente en todo el mundo, acabaron con la competición entre aviones y dirigibles.
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Todo lo que querĂas saber, pero temĂas preguntar...
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: Ahora mismo estoy luchando para escribir una correcta declaración de artista. ¿Me pueden dar algún consejo de artista? ¿Me pueden dar algún consejo sobre como escribirlo y no parecer pretencioso? Estoy orgullosos de mi trabajo: Odio hablar de mi mismo.
R:
Las declaraciones de artista son, usualmente, la mayor cantidad de gilipolleces que uno puede leer. Van desde las que tienen enormes cantidades de pretenciosidad de mierda a cantidades graciosas de mierda. En el MOMA de Nueva York hay algunas que son particularmente ridículas. Recuerdo una que estaba colgada junto a un lienzo en blanco que hablaba de la inocencia de los árboles. Mantenlo en su punto, corto y dulce. No estarás reinventando el género. No estarás curando el cáncer. No estarás ofreciendo. No estarás ofreciendo reflexiones profundas y conmovedoras sobre la injusticia social. Porque, si se te ocurre hacer una de esas cosas con tu fotografía, las fotos serán la prueba de ello, y no tendrás que decir ni una palabra. Si yo hiciera una declaración de artista ante una de mis exposiciones sería esto: “Mi objetivo es hacer fotos que haga pararse a la gente y las mire un segundo de su tiempo y diga –Maldita sea. Eso es bueno- . Y si compran una y siguen su camino, pues estupendo, miel sobre hojuelas.
Posdata: La foto del chico mirando la declaración del artista [en la página izquierda] en una exposición donde colgaba tres cuadros totalmente en blanco.
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