Luz t Tinta nº 90

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Núm. 90 - Mayo 2019

Berlín: ciudad de contrastes Michael Bosanko Béla Adler & Salvador Fresneda


Año IX.- Núm. 88 - Mayo 2019 PROMOTOR José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González «Completu», Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano, Mario Eduardo Blanco, Pepe Latas. DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad

Contenido Me cautiva La Habana (2) ¿Qué fue de mi almendrón?...................... José M aría Ruilópez / Guendy Un destornillador de estrella........................................................... F.T. Gelín, el “ferraor”............................................................................. Monchu Calvo Dos ‘cortos’ ....................................................................................... Gloria Soriano El tiempo pasa.................................................................................. Juan Depunto Berlín: ciudad de contrastes............................................................

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48 Abstract nature macro..................................................................... 77 Fotos seleccionadas abril 2019 .................................................

Pepe L atas Pinturas............................................................................................ Fotos de Irina Dzhul Fiesta en la Plaza Roja.................................................................... Texto: Claudio Serrano / Fotos: Nadima

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101 Repertorio de Fotógrafos Españoles.............................................112 Michael Bosanko...........................................................................

Béla A dler&Salvador Fresneda

Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com

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M ario Eduardo Blanco

www.moldeandolaluz.com

Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society

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Nuestra foto de Portada: Dmitry Zhamkov


Presentación Nunca llueve a gusto de todos. Con este refrán, rotundo donde los haya, suele expresar el pueblo llano el hecho de que, ante una misma situación, todos pensamos y reaccionamos de distinta manera. Sírvanos para enfocar las pasadas elecciones generales en España, celebradas el pasado 28 de abril y con un resultado que cada uno considera de manera distinta, según los intereses que tenga en juego. Se da sin embargo la curiosa paradoja de que se habla más del fracaso de la derecha que del incontestable triunfo de la izquierda. Me decía un amigo en la noche de las elecciones, cuando ya se conocía la debacle del PP, refiriéndose a su presidente: “Este Casado parece soltero”, aludiendo a la cara de desolación que ponían tanto él como sus compañeros de partido en una comparecencia ante los medios de comunicación. Y no era para menos: el resultado electoral arrojaba una pérdida de casi la mitad de los diputados que ha tenido en esta legislatura que ya termina y se veía prácticamente doblado por el PSOE. Era por tanto Pedro Sánchez, secretario general del Partido Socialista, quien lo tenía todo a favor para asumir el protagonismo de estas elecciones y sin embargo se lo ha arrebatado el PP de Casado, entre otras razones porque su fracaso, debido principalmente a la corrupción y a su última deriva ideológica hacia la derecha, propicia la entrada en la escena política, con las puertas abiertas de par en par, de una extrema derecha —ese fantasma que recorre Europa, como antaño señalara Carlos Marx del comunismo— que no es otra cosa que una suma de populismos desaforados sin otro discurso que la negación y si es posible el derribo de todo lo conseguido anteriormente y ello, vía paradoja, en nombre de una libertad y una democracia en la que nunca han creído y ahora predican sin rubor. Ahora bien, el resultado a favor de la ultraderecha no fue tan contundente como en otras partes de Europa y puede decirse que la movilización popular dio resultados en favor de la sensatez. Juan José Millás lo resumía así en uno de sus artículos días después de las elecciones: “España votó el domingo último con un grado de responsabilidad muy superior al que los líderes políticos mostraron durante la campaña”. Efectivamente. Y ello nos hace pensar que, a pesar de los pesares, a pesar de los discursos y los mítines y las descalificaciones y los insultos y las salidas de tono, los ciudadanos españoles han sabido mantener la calma, ejercer con dignidad su derecho a elegir y… la vida sigue en toda su plenitud. Cuando este número de LUZ Y TINTA salga al kiosko virtual estaremos inmersos nuevamente en otra campaña electoral, en este caso triple, con la misma feria de vanidades que ya conocemos de sobras sobre un escenario que pretende captar indecisos y desconcertados que afortunadamente son los menos, aunque en algunos casos sean decisivos. Pero el resto de la ciudadanía sabe perfectamente dónde está y a dónde quiere ir, por lo que el día 27 de mayo, con los resultados sobre la mesa, la política seguirá su curso, alejada felizmente y durante una esperemos que larga legislatura del púlpito de los oradores, del insulto de ida y vuelta, del chafarrinón de los carteles y de las promesas electorales sin destino, de modo que podamos decir que la vida sigue, que es primavera y que la floración y maduración de los frutos propicia vistosas fotografías y de paso poéticos textos que, a la larga, es lo que nos reúne en estas páginas y lo que muchas veces, urgidos por el vendaval político, esquinamos en estas presentaciones.

Francisco Trinidad 3


Write down ways por Nadima (Shibina Nadegda)

Shibina Nadezhda, a la que cariñosamente conocemos en Moldeando la luz como Nadima, nació en Moscú, Rusia. Reside en la actualidad en la misma ciudad, se graduó en la Academia de Finanzas (FA) de la Federación Rusa. Licenciada por la Facultad de Administración y Marketing de la Universidad: MSU, también por la Facultad de Artes de la misma Universidad: Fine Art Вконтакте Читать далее Si se busca en Internet no se encuentra nada sobre su vida, solo que tiene su estudio en Moscú, es una prestigiosa profesora de fotografía que imparte seminarios por diferentes ciudades del país, y que trabaja en conjunto con el fotógrafo Alexander Vishnyakov. Muchos de los alumnos que han pasado por sus clases exponen hoy en Moldeando la luz. Por ello, es un lujo para Luz y Tinta contar con sus trabajos a partir de este mes. La fotografía de Nadima está repleta de bellas modelos, como Zlata Popova, Maria Berseneva, Julia, entre otras muchas, los niños y niñas rusos comunes y corrientes que llegan a su estudio para tomas hermosas que causan verdadera admiración. En su amplio equipo de trabajo se encuentras maquilladoras famosas como Elena Osetrava y peluqueras como Anna Shlepnena, o estilistas como Marina Zakharova, fotógrafos-diseñadores como Nadia Sibina, especialistas en atrezzo, de la que ella también es una gran experta. Todo este gran equipo profesional hace desde Moscú, bajo la batuta de Nadima, unas fotografías dignas de admirar. Su fotografía de glamour se parece más a obras de arte, pinturas sobre lienzos. Con su fotografía crea historias de cuentos de hadas, imágenes de fantasía. Sus modelos, desde los niños a las personas de más edad forman parte de sus creaciones, y nadie queda decepcionado con su trabajo, retratos increíbles de mujeres, apacibles, inspiradores, vestidos magníficos y un ambiente fabuloso. Sin duda estamos ante una artista que a través de sus trabajos y motivos variados nos tocan el alma. Consigue detener el tiempo y convertir la realidad en un cuento de hadas. Al contemplar sus fotos toda persona sensible a las emociones del arte comprueba como su corazón aletea al ver su composiciones fotográficas, sus sombreros de copa, antiguos candelabros de plata, trajes, libros, escenas victorianas, plumas de pavo real, máscaras, medias, burlesque, feminismo, retro pin-ups, kitsch, fantasía, ciencia-ficción, y todo tipo de inadaptados y rarezas… Nadima fue Fotógrafa del Mes en Moldeando la luz en el mes de diciembre de 2016 y es colaboradora habitual de Luz y Tinta.

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Write down ways, por Nadima (Shibina Nadegda)

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Me cautiva La Habana (2) Aprovechando la circunstancia histórica de que estos años se cumplen los 500 de la fundación de La Habana, el escritor asturiano José María Ruilópez publicará una serie de artículos sobre Cuba en los que verterá todo su amor por un país que ha visitado en 16 ocasiones —y tiene previsto un nuevo viaje próximamente— y al que ha dedicado ya dos libros y piensa reunir luego estos artículos en un próximo libro. Los artículos de Ruilópez, tan jugosos como este primero, irán acompañados de fotografías de Guendy, que son el complemento perfecto a una serie doblemente gráfica.

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Fotos de José Luis Cuendia, “Guendy”

¿Qué fue de mi almendrón? José M aría Ruilópez Nadie da el justo valor a lo que tiene hasta que lo pierde. El almendrón, ese símbolo del tránsito viario en Cuba consistente en vehículos americanos de los años 40, 50 del siglo XX, forman parte del colorido urbano del país caribeño, lo mismo que lo forman las casas medio derruidas, la multicolor vestimenta de los ciudadanos o el gris perla mate de los uniformes de los “palestinos” (policías de calle procedentes casi todos ellos de Oriente de mediana estatura y lenguaje peculiar), como lo explica el poeta Raúl Rivero en su libro “Pruebas de contacto”: “Eta gente de Labana no dise paletino a nojotro porque nasimo en Oriente”. Mi almendrón me vuelve a la infancia de mis 5 o 6 años, y disfruto yendo en él como si girara en el tiovivo de las fiestas populares metido en un vehículo diminuto y estático en rodaje engañoso y circular. Ahora, con un amago de nuevo período especial que dicen puede llegar o ya ha llegado a Cuba, porque el combustible se ha encarecido, porque los venezolanos han cerrado el grifo, porque están ellos buenos para regalar; pues ahora, debido a eso, los taxistas que manejan esos carros llamados almendrones han subido el precio de las “carreras”, como decimos en España. Porque, claro, parece que nos les alcanza seguir cobrando lo mismo por un servicio que depende de un combustible encarecido. En esta economía rocambolesca caribeña, ni un premio Nobel del ramo sería capaz de resolver el asunto: Los taxistas se quejan de la subida del combustible, anda ahora a 1,20 dólares litro. Aunque, bien es cierto, que la mayoría, por lo que se dice, lo compran en el mercado negro a precios muy inferiores al estatal. Así y todo, se quejan, porque se supone que el mercado ilegal lo ha subido también en la misma proporción que el del Estado.

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Aquí todo el mundo se hace el loco y nadie quiere reconocer evidencias como que pagando un litro de carburante a l, 20 dólares y cobrando 10 pesos cubanos (menos de la mitad de un dólar) por una carrera Vedado al Parque Central no hay negocio que lo aguante. Y menos con estos carros que son verdaderas chupadoras de hidrocarburo, (andar por los 15 litros por 100 kilómetros). Un coche particular puede consumir 6 litros de gas oil por 100 kilómetros en España. Y el litro cuesta ahora 1,20 euros. En Cuba no hay sindicatos ni negociación fácil para llegar a acuerdos razonables. El Estado ha fijado unos precios concretos (topados) y arréglate como puedas. En estos momentos en que la ciudadanía ha tomado por su cuenta y riesgo (sobre todo riesgo), un poco de aire libertario, los taxistas se han echado a la calle, no para hacer un servicio, sino para llevar a cabo una protesta. Si después de la desaparición de los carretilleros (vendedores de fruta por la calle en grandes carretillas), otro bien estético del país (no entro en el aspecto humano ni económico), y ahora con los almendrones Cuba puede estar perdiendo la batalla del clasicismo, que en Madrid llamarían casticismo. Quiero dejar por un momento de lado lo mercantil y fijarme en ese servicio imprescindible, porque los almendrones son una alternativa muy útil al caótico transporte público cubano. Mientras en Eu-

ropa hay una guerra declarada contra el coche particular para que usemos los públicos, eficaces casi siempre, en Cuba, que apenas hay propiedad privada de carros, el público es muy deficiente. ¿Cómo quieren que se mueva la gente en una ciudad como La Habana de dos millones de habitantes con una extensión de más de 700 kilómetros cuadrados, superior a Madrid capital? En cualquier momento se puede paralizar un país si la gente no puede moverse. Y, finalmente, me permito citar la apariencia, como decía antes, de los almendrones en las ciudades cubanas. Ese empujón de entusiasmo que recibe el visitante cuando se enfrenta a la circulación tan variopinta y ancestral de los almendrones soltando humo abarrotados de gente variada y seria. Aunque las autoridades, y seguro que los cubanos tampoco, no se dan cuenta del valor que tienen esos viejos carros para la definición de la identidad geográfica de ese país. Desde la visión futurista, es necesario decir que hay protegerlos económicamente, organizar a sus conductores o subvencionar su mantenimiento. Es cuidar un bien, que debiera ser patrimonio de la humanidad. Y, que si llegan a desaparecer, entonces se sabrá verdaderamente lo que significan. Abogo por una sociedad (si no la hay) de “Amigos del almendrón”. Yo cuido, desde la ensoñación, mi almendrón literario rojo, blanco y verde.

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Un destornillador de estrella F.T.

Hará un par de meses que nos cambiaron la señora de la limpieza de la comunidad, la que se ocupa de limpiarnos las zonas comunes: la escalera, el ascensor, el garaje... La que llevaba ya más de quince años con nosotros, según supe después, se había jubilado y en su lugar la empresa nos envió a otra mujer, joven y dicharachera, que saludaba a todos los vecinos según se los encontraba y que daba la sensación de dominar el mundo. Al menos, esa impresión me dio a mí el primer día que cruzamos unas palabras más allá de los saludos protocolarios. Era media mañana cuando sonó el timbre y al abrir la puerta me la encontré sonriente. Se disculpó por el “asalto” —eso dijo— y me contó que tenía que cambiar una de las bombillas del garaje y que, para abrir la rejilla metálica que la protegía, necesitaba un destornillador de estrella. Como no sabía la medida, le di uno con un juego de puntas que me devolvió como al cuarto de hora, satisfecha de su labor. Aprovechó entonces para decirme que se llamaba Manuela —“Todo el mundo me llama Manolita”, apostilló—, para darme las gracias y para decirme que estaba muy contenta con nuestra comunidad, donde todo el mudo la trataba muy bien. Luego, muy en su papel de buena vecindad, me comentó que llevaba varios días fijándose en que pasaba todas las mañanas en casa y, ante sus preguntas curiosas, que no se recataba en disimular, hube de decirle que trabajaba en casa y darle algunos otros pormenores, como que vivía solo y que no había ninguna mujer en mi vida. Ella me contó que estaba separada desde hacía tres años: “los tres años más felices desde que le conocí”. Tras dos o tres chismes más, se dio cuenta de que quizás estaba abusando de mi tiempo, volvió a darme las gracias y desapareció escaleras abajo. No tardó ni quince días en volver a llamar a mi puerta para pedirme unos alicates. Como no sabía muy bien qué tenía que hacer y no quise

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preguntárselo para no darle ocasión de una larga charla, le dejé los alicates y una tenaza de pico de loro, que siempre viene bien. Subió a devolverme ambas herramientas media hora después y aprovechó para comentarme que las palomas habían anidado en uno de los aleros del tejado, que estaban dejando perdida la fachada y que era cuestión de que la comunidad tomara cartas en el asunto antes de que todo fuera a más. Le dije que sí, o que no, en realidad no recuerdo lo que le dije para quitármela de en medio, y con una sonrisa de circunstancias cerré la puerta y me volví a mi ordenador donde me estaba esperando un proyecto que no quería que se atascase. A la semana siguiente volvió a pedirme el destornillador de estrella y, cuando me lo devolvió, nos enredamos en una charla intrascendente sobre la antigüedad del edificio y el mantenimiento y el poco cuidado que tienen algunos vecinos y la suciedad que se genera y... sin darme cuenta, Manolita había entrado en mi casa y, sentada en mi sofá —previamente me había aceptado un café que le ofrecí por puro compromiso—, se interesó por mi trabajo. Le dije que era ingeniero de estructuras y que realizaba proyectos para algunas empresas con las que llevaba años trabajando y, sin darme cuenta, tan fluida era su conversación y tan dúctil su curiosidad, me encontré en mi estudio enseñándole lo que estaba haciendo entre el ordenador y una mesa de dibujo. Me confesó que era la primera vez que conocía a alguien que trabajara desde casa y pasó luego a relatarme todos los trabajos temporales que había tenido hasta llegar a esta empresa de limpieza en la que las condiciones no eran las mejores, pero mientras saliera otra cosa no le quedaba más remedio que darse por vencida.

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Imagen de Allan Washbrook en Pixabay

Se marchó antes de que yo comenzara a impacientarme. En realidad me agradaba su alegre cháchara, su desparpajo y aquella forma inocente y confiada de mirar el mundo, a pesar del sufrimiento que se apreciaba en las arrugas de su rostro y a pesar del dolor que se adivinaba en muchos de sus silencios. Por eso, cuando volvió días más tarde a preguntarme no sé qué nonada de un cuadro de luces que había en el portal, la invité a pasar, le ofrecí un café, que aceptó encantada, y nos sumergimos en una charla distendida, saltando de un tema a otro: ella preguntaba más que yo y era más pródiga en sus confidencias. La vez anterior me había insinuado que había sido desgraciada en su matrimonio y en esta ocasión me contó algunos detalles, sin rubor, ahondando en una intimidad que yo no quise estimular, consciente del dolor que le producían aquellos recuerdos. En un momento determinado, mientras me contaba cómo en cierta ocasión había sido menospreciada por su marido, noté que se mecían las dunas de su pecho movidas por una respiración que

comenzaba a agitarse y sentí una sensación de ternura mezclada con una pulsión sensual que quizás ella advirtió, porque se levantó en ese momento, alisándose la bata. —Huy, qué tarde se me hace. Y tú además tienes que trabajar... Volvió días más tarde a traerme un paquete que el cartero le había dejado porque no entraba bien en el buzón; y aprovechamos para charlar otro rato, de todo y de nada, hasta que ella me preguntó si cocinaba yo mismo y comía en casa o si salía fuera. Entonces la llevé a la cocina, le enseñé la despensa perfectamente surtida de cuanto necesitaba y le expliqué que cocinaba yo mismo, apasionado de la buena cocina. “Como estoy solo”, le dije, “suelo cocinar para dos días y congelo lo que sobra, con lo que muchos días no tengo que hacerlo.” —¿Y la cena? —preguntó ella. —Suelo prepararme algo ligero, una ensalada, una sopa, unas verduras a la plancha o unas lonchas de queso fresco con anchoas. Y si tengo mucha hambre, un revuelto de espárragos trigueros. Eso sí, nunca me falta mi copita de vino.

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La vez anterior me había insinuado que había sido desgraciada en su matrimonio y en esta ocasión me contó algunos detalles, sin rubor, ahondando en una intimidad que yo no quise estimular, consciente del dolor que le producían aquellos recuerdos.

Ella me miró como con nostalgia —“Qué apañado”, susurró entre dientes— y salió rumbo a sus tareas. Cuando me quise dar cuenta estaba mirándola de arriba a abajo, dejándome seducir por la armonía de su cuerpo y por el movimiento armonioso de sus caderas, hasta que me sorprendí a mí mismo: —El día que quieras te invito a comer. Cocinaré algo especial. —Ya veremos —susurró ella, tan sorprendida quizás como yo, que me había dejado llevar por un impulso. No había pasado ni una semana cuando volvimos a coincidir en el portal, donde ella trasegaba con la fregona, y reincidimos en enredarnos en su alegre locuacidad. En un momento determinado, mientras me contaba que el ascensor hacía un ruido extraño, cambió bruscamente de conversación, como si hubiera caído en la cuenta repentinamente y, bajando los ojos me dijo que el viernes salía una hora primero y que si seguía en pie la invitación. Me apresuré a decir que sí y ella alzó la mirada entonces, con una sonrisa. Creo que agradecida e ilusionada. El viernes pasé la mañana nervioso, distraído. Había pensado cocinar algo muy sofisticado, como una vichyssoise de espárragos blancos y arroz rojo japonés y una pintada en su jugo con setas de temporada; pero luego lo pensé mejor y me fui a algo más cotidiano, más casero y que para ella fuera reconocible. Así que opté por un arroz caldoso de vieiras y gambas y un conejo al horno con patatas panadera. De postre, me traje de la pastelería del barrio unos bocaditos de nata. Eso sí, escogí un albariño del Pazo de Serantellos de los que levantan el ánimo. Manolita llegó puntual, cuando ya el arroz borbollaba en sus últimos compases y el conejo

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cogía el último color en el horno. A diferencia de la ropa de trabajo con la que la había visto siempre, vestía en esta ocasión un blusón anaranjado sobre un pantalón vaquero que le daban cierto aire juvenil y, a pesar de sus evidentes ojeras, despreocupado. Traía, muy cumplida, unos bocaditos de nata de la misma pastelería en que yo los había comprado y se los agradecí como si jamás se me hubiera ocurrido algo similar. Mientras el arroz reposaba, y como la mesa ya estaba puesta, tomamos una copa de vino tinto en el salón, iniciando el vaivén de confidencias a las que ella eran tan dada. Comimos charlando sin parar. Manolita alabó mis dotes culinarias en más de una ocasión, pero sobre todo se centró en sus desgracias matrimoniales, como si quisiera abrir una puerta o ahuyentar los demonios que nublaban sus malos recuerdos. Yo le quitaba importancia a su mala suerte y procuraba reconducir la conversación hacia espacios más amables, pero ella volvía una y otra vez, dejándose absorber por la melancolía. Aunque ya al final de la comida, quizás por efecto del vino, quizás por el desahogo y la confianza que adquiría poco a poco, la niebla huidiza de su rostro se iba trastocando en una sonrisa tímida. Tomamos el café en el salón, sentada ella en el sofá y yo en mi butacón de costumbre, y le ofrecí una copa, dos dedos del Cardhu que yo me serví, mientras encendía la televisión para seguir las noticias. Durante dos, o como mucho tres minutos estuve pendiente de la noticia del día —un accidente de avión con decenas de muertos— y, cuando me volví hacia ella, había reclinado la cabeza en el respaldo del sofá y dormía plácidamente. Yo había imaginado un final muy distinto, pero me dejé embargar


por la ternura y la tapé con una mantita mientras yo seguía con mi whisky, pendiente de las noticias y de su sueño reposado. Pendiente de ella, debí de adormilarme yo igualmente, porque cuando ella despertó sobresaltada me sobresalté yo también. —Huy, qué vergüenza —dijo realmente abochornada—, es lo que tienen los madrugones. ¿Qué hora será? Miró su reloj y creo que hasta se ruborizó. —Lo siento, lo siento muchísimo, pero tengo que irme. A las 5 tengo que estar en el último portal de hoy. Le quité toda la importancia que pude a aquellas prisas, que entiendo lógicamente, y la acompañé a la puerta. “Ya nos veremos otro rato”, dije mientras ella me daba un beso breve —”Gracias, muchas gracias por todo”, agregó nerviosa mientras tiraba escaleras abajo, con aquel aire juvenil que le daba el blusón anaranjado. Yo me quedé mirándola, acaso embobado, dejándome envolver por la tenue estela perfumada, como de lavanda y espliego, que quedaba en el ambiente de mi salón, mientras en mi ánimo comenzaba a germinar de nuevo la esperanza. Recordé su media sonrisa, sus palabras tristes, sus manos desgastadas por la lejía y aquel beso breve, pero sincero, acaso prometedor, de su reciente despedida. Y recordé sobre todo el destornillador de estrella que había dado origen a todo aquel tropel de sentimientos atropellados. Así que, nostálgico, fui hasta mi caja de herramientas y comprobé que estaban allí el destornillador de estrella, las tenazas, los alicates, el martillo de uña... y, se me ocurrió en ese momento, agregué además un par de preservativos. Por si acaso.

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Gelín, el “ferraor” Monchu Calvo Golpea fuerte y con ganas la herradura que acaba de sacar de la fragua. A pesar de sus 83 años, Ángel parece no haber perdido un ápice de su maestría con el hierro. Sigue vistiendo el viejo mandilón azul, como los generales visten su uniforme, pero en este caso sin medallas, más que las que puede dar una larga vida desempeñando múltiples trabajos. Habíamos quedado con él en su casa del barrio de la Piniella, en Laviana, con el explicito nombre de Casa del ferraor. Efectivamente allí nos encontramos con una artesana industria del hierro, fragua incluida, donde yunques, martillos y cizallas convivían con toda clase de artilugios férricos, que las huesudas manos de aquel paisano de escasas carnes manipulaba con soltura. Queríamos que nos hablara un poco de la que adivinábamos penosa existencia, a lo largo de una extensa vida. Allí compartimos charla con un equipo de televisión, que enterados de la circunstancia, nos pidieron permiso para grabar sus vivencias. El hombre, locuaz y de carácter abierto y expresivo, nos fue narrando como si fuera pasando las hojas de un libro, la lejana niñez en el pueblo de Ribota, donde estuvo de “criado” hasta los diecisiete, sacando piedras con nueve años del cercano rio Nalón, que luego utilizaban para la construcción de las casas. Les exigían 100 cestas de arena y piedra diarias, por las que cobraban un jornal de siete pesetas, amén que después de esa dura faena, tenía que andar 26 km diarios, por los montes del Raigosu, paraa atender el ganado que tenían en los pastos altos, amén de trabajar en los basamentos del puente de la Chalana, que una riada en el 1949 había destruido. También nos cuenta la justa alimentación con que engañaban al hambre, que sin pasarla nunca de forma física, si era muy precaria en cuanto a sustento. Mucha castaña y leche, en forma de tortos, o combinados con leche y harina de maíz. El servicio militar en Zaragoza fue una etapa que afianzó su buen hacer con el trato de caballos y vacas, y los mandos llegaron a ofrecerle sueldo y trabajo si continuaba con el ejercito. Gelin añoraba su tierra y declinó el ofrecimiento, y volvió a los montes verdes bajo la sombra de Peña Mea, en su Laviana querida. Narra sus vaivenes en diversos oficios, y como acaba de mecánico en el Carbonero, empresa de autobuses, que nuestro director, Cuendia,

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conoce bien. Aquel trabajo lo compaginaba con el de “ferraor” pues con un sueldo solo no alcanzaba para los gastos de una casa. Nos habla de su trabajo también en la mina de Samuño, como caminero y de su record de herrar 26 caballos, 104 herraduras en una sola jornada. También de levantarse después de tres ó cuatro horas de sueño, y ver el portal lleno de animales esperando que aquel herrero les recompusiera las pezuñas. También encuentros en los altos con los “fugaos”, guerrilleros antifranquistas que deambulaban por los montes de Laviana y Caso. Algún encuentro fortuito, donde sintieron el cañón de los fusiles sobre sus cuerpos, con la amenaza de matarlos si mencionaban que los habían visto. La época de los mercados ganaderos en la plaza de la Pontona, significó el auge como pueblo de la villa de Laviana. Ángel, nos lo recuerda con aquel incesante ir y venir de hombres y ganados, donde los tratos se cerraban con un ceremonioso choque de manos, y los bares hervían de bullicio festivo todos los jueves del año. Eran otros tiempos, no sé si mejores o peores que los actuales, pero sin duda mas auténticos. Allí la palabra dada y sellada con un apretón de manos, valía lo que hoy certifica un notario, al que hay que pagar para que lo rubrique. Antes no hacía falta. Ciertamente aquella vida se nos hará increíble si la juzgamos con la mentalidad actual, pero como Gelín en aquellos duros años hubo muchos, personas acostumbradas a un trabajo durísimo y poco gratificado, pero que las circunstancias de la vida no dejaban mas opción, que eso, ó la indigencia. Menciona con admiración a su mujer, Amor, nunca el nombre hizo tanta justicia. A la que cita como infinitamente mas trabajada que él, que ya es decir. La mujer, en los medios rurales, representaba esa labor que se hace en la sombra, atendiendo casa e hijos, amén de huertos y tierras de labor, sin cuya cosecha se pasa necesidad, incluso hambre. Angelín, viudo hace años, habla con admiración de su compañera, sin cuyo apoyo nunca hubiera sido capaz de alcanzar ninguna meta, Amor, por partida doble. Quizás en su rudeza, y sin especiales muestras de cariño, pero se atreve a asegurar que sin la ayuda de la mujer, pocas cosas se hubieran logrado. Dio para mucho la charla, que queda ejemplarizada en la portada que el anterior número de Luz y Tinta dedica a este buen hombre. Un sencillo homenaje a tantos y tantas personas que fueron capaces de hacer lo que hoy nos parecería imposible, pero ahí queda su obra, ante la cual solo nos queda descubrirnos, y darle las gracias por contárnosla. Este es el enlace por si la quereis escuchar entera https://www.youtube.com/watch?v=PrLjaPu758M&t=1843s

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Dos ‘cortos’ de Gloria Soriano

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Hablando de familias —Créeme, cualquier cosa sirve para formar una familia. Yo he tenido varias. La primera con un perro viejo que no tardó en morirse. Después con la gallina, pobre, el hambre la mató. —¿No había en el pueblo calles o campo dónde pudiera picotear? —Por supuesto que sí, pero no fue su hambre, fue la mía. —¡Qué horror! ¿Te la comiste? —¡Oye, que no soy vegetariana! Y peores cosas hemos visto. ¿Te acuerdas de aquel cuadro de un dios devorando a su hijo? —Ya lo creo, tenía una pinta monstruosa. —Pues ya ves, yo ni soy dios, ni monstruo, ni la gallina era mi hija, así que no me vengas con remilgos. —No, no, si no digo nada, solo que… —Solo que me quedé viuda de gallina. Pero ella no tuvo mal final. Hubo un tiempo en que no nos faltaba de nada en la despensa, y yo la corría gritándole cariñosa, ¡ay, qué te como! Dejó este mundo sabiendo lo que es la verdadera pasión. —¿Y después? —Después llegó el loro. Lo conseguí al día siguiente. Sola no me gusta estar. Te aseguro que un loro habla y escucha más que algunas personas, y lo que aprende no lo olvida. Tengo muchas esperanzas puestas en él para la vejez… Bueno, ¿y a ti cómo te va? —Pues yo he conocido a un hombre… —¡Mira que eres complicada!

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El concurso de microrrelatos Convocaba a todos los hispanohablantes, más de medio billón. A punto estuve de no presentarme. Si nos hemos adaptado a vivir en cincuenta metros cuadrados, también podemos ceñirnos a cinco líneas, pensé. Nos apuntamos unos diez mil sin saber quiénes serían los miembros del jurado. Las bases decían: concurso limpio, objetivo, anónimo. Empecé el micro creando expectación con un “Porque” que animara al lector a buscar la pregunta o la consecuencia; terminé contundente con un agudo acentuado; en el medio, un vocablo jocoso para dar alegría (los de contenido sexual funcionan muy bien). Tuve mucho cuidado de no repetir ninguna palabra que no fuera artículo. Al cabo de una semana me comunicaron que el micro había sido seleccionado por un jurado digital. Gané el primer premio: Porque la casa tiene cincuenta metros, no creo lo que me dices, vamos a seguir por ese camino y me lo cuentas. Tomate, aceituna, pepino, lechuga. El hombre del pene grande va corriendo hacia un lugar sagrado. Cuando la mujer cierra la puerta, los niños dejan de dar golpes con la pelota en la pared, cornudo mira por la ventana. La pradera verde, las vacas rumian. Flores de primavera recién cortadas para la virgen del salón. Amén.

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El tiempo pasa Juan Depunto II. Toda una vida*

Toda una vida me estaría contigo no me importa en qué forma ni dónde ni cómo pero junto a ti… Los Panchos, 1944-1981

Primavera del dos Tras el tiempo de ausencia programada con Angélica, para evitar que los comentarios y conversaciones telefónicas influyeran negativamente en el proceso de separación de Inés, las cosas no eran ya las mismas. Además, aparecían por el horizonte nuevas y viejas perspectivas. Por un lado, tus intentos de reconducir la situación con Inés. Por otro lado, una bella mujer con la que compartías tus confidencias y que te entregó un libro de poemas cuya intención al principio no entendiste bien, pero en alguno de los cuales te veías reflejado, creyendo tú que era casual sin serlo: “Me diste una flor inocente como todas y la besé inocente como todas las que la besaron *. Se puede ver en el n.º 75 de Luz Y Tinta, página 46, la nota “Cambio de rumbo”

acerca de la estructura general de la obra “El tiempo pasa”, de la que forma parte este capítulo. Hoy comenzamos con los capítulos de su segunda parte, “Toda una vida”. Enlace: http://amantesdelafotografia3.ning.com/profiles/blogs/luz-y-tintano-75

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Me refugio en mi biblioteca, porque todavía lo es, tratando de agarrarme a las hojas de sus libros para no ser expulsado de este paraíso de letras que cuentan historias. Pero se desgarran estas hojas frágiles, como si fueran de papel. Y siento el vértigo del precipicio que no sé adónde va.

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después que el rayo calcinara los estanques y violentara la madera veterana de los olmos miro la flor solo su fulgurante belleza de papel ardiendo la redime” Después de la Semana Santa vino la feria. Te viste de nuevo con Angélica, pero cada vez con más frialdad. Acabada la feria y estando un día por Santa Cruz, buscando apartamento al que mudarte provisionalmente, tuviste un bajonazo emocional tremendo. Necesitaste de alguien cercano, no te quedaban amigos de tu lado (ella se había encargado eficazmente de ponértelos de frente) y llamaste a Angélica pidiéndole que te acompañara a tomar una copa, sin explicitar más. Te dijo que no le apetecía, que tenía que hacer sus rutinas domésticas... Le pusiste este mensaje: —“Si cuando te necesito no te tengo, te borro de mi móvil”. Te llamó de inmediato, pero no atendiste la llamada. Más tarde hablasteis por teléfono y te dijo no haber captado que tu mensaje de petición de compañía, con la excusa de una copa, era un SOS, que ella había tenido un mal día con el suicidio de un compañero de trabajo, etc. Demasiado tarde. Tú ya te habías terminado de configurar la idea de que iba a lo suyo y por tanto no merecía la pena. Diste por concluido totalmente el romance, que no había pasado de platónico. A partir de ese momento podría haber una amistad relativa, más bien conocimiento, pero nada más. Desconectaste.

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Días después, entrando en el recinto de la Feria, recibes un mensaje de Angélica preguntándote si te apetecía un poco de bullicio. Y aceptaste ir por su caseta, pero ya no era lo mismo por su lado y por el tuyo estaba empezando a crecer algo más serio. En esa Feria apareció tu cuñado al que te llevaste a pasear por el Real y te soltó esta exclamación: “¡Hay mi Martita...! “ Al poco también se separó de su mujer, pasando por todo aquello en lo que tú le llevabas una pírrica ventaja de medio año. Tu rubicón se presentó con la más dura de sus caras. El martes 23 de abril recibiste la respuesta del Juzgado a la denuncia que te había puesto: orden de bloqueo de tus cuentas bancarias. Te hizo sentir tratado como un delicuente. Y te dolió mucho. Era otra vez su venganza. Se seguía sintiendo humillada y tenías que pagarlo. Es lo que le venías a expresar a tu amigo en aquella carta del 5 de abril: “Seviusta, tarde de viernes nublada, lluviosa Querido amigo Torto: He archivado convenientemente a salvo tus correos que ya eran demasiados en mi carpeta de pendientes de contestar. Alguno hasta me

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ha parecido que estaba fechado en enero... ¡cómo ha pasado el tiempo! Sobre todo, este último tiempo de mis días pendientes del exilio. Me refugio en mi biblioteca, porque todavía lo es, tratando de agarrarme a las hojas de sus libros para no ser expulsado de este paraíso de letras que cuentan historias. Pero se desgarran estas hojas frágiles, como si fueran de papel. Y siento el vértigo del precipicio que no sé adónde va. Pienso que llevándome conmigo este entorno de estanterías que me envuelven podré recuperar de nuevo en mi destierro el jardín de las delicias que un día fue. Hoy me ha pedido Ramón que prepare una de las próximas tertulias sobre el tema que me parezca. Enseguida me ha venido el asunto de los celos. Otelo de Shakespeare,

La locura de amor y Un drama nuevo, de Tamayo y Baus, Juana la Loca del cine de ahora... Porque toda esta historia mía reciente tiene que ver con ese asunto que corroe como el ácido, haciendo imposible la convivencia. Me pregunto si se pueden controlar los celos. Si conviene controlarlos, en el caso de que sea posible hacerlo. Me pregunto por qué tenemos que amar poseyendo. Me pregunto si ama más quien más desea la posesión, quien más sufre los celos, o no hay una relación de causa-efecto. Me pregunto si los celos nacen por la inseguridad en el otro... o en uno mismo. Pero sobre todo me pregunto para qué sirven, si es que sirven para algo más que no sea el sufrimiento sin sentido. Porque qué sentido puede tener un sufrimiento cuando no sirve para avisar, como el dolor físico, acerca de un daño que se puede evitar. Los celos no nos hacen ser mejores, reformar en nosotros aquello que al otro le hace alejarse. Recomponer la figura. Los celos nos envuelven en una espiral de dolor de corazón que lleva a la venganza, al daño por el daño, a la destrucción de aquello que se suponía lo más querido. Se desea destruir para que no sea, para que no genere más dolor. Se llega a la anulación de uno mismo. A cercenar el crecimiento, cualquier crecimiento. Porque los celos tienen un enorme componente de limitación y de pérdida. Los celos tienen que ver con la envidia. Con la sensación de que tiene otra u otro lo que tú tenías. De que tú no puedes acceder ya a tenerlo, a disfrutarlo, a compartirlo. Y son destructores, como esos hongos que penetran la madera y la corroen. Pero dejemos ya este tema, que en su momento retomaremos y sobre el que se aceptan ideas y sugerencias.

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No he salido hoy con el grupo de amigos, que lo eran, al cine. En parte porque la película a la que iban ya la había visto y en ese cine no tenía nada más atractivo. Pero sobre todo porque me siento incomprendido por ellos. Me consuela que hayan tomado partido por la parte más débil, más sollozante, más generadora de lástima. Pero siento su pérdida, que se suma a mis otras pérdidas, empezando por la de ella. No sé hasta qué punto su progresía es de papel cuché y purpurina. Defender lo establecido por principio, aliarse con antiguas promesas inconscientes de cómo sería nuestra evolución futura, parapetarse en la seguridad del aquí no se mueve nadie y el que hable la paga, asumir que el que se va de Sevilla pierde su silla... ¿somos acaso los mismos de cuando teníamos veinte años? Por no hablar de la transmisión de confidencias, muchas veces, casi todas las veces, sacándolas y deformándolas del contexto en el que se dijeron. O del te lo dije. O del yo ya sabía que esto iba a terminar así. O del yo quiero ser neutral. ¿Es esto la neutralidad? ¿No se estará defendiendo la falsa seguridad de cada atalaya inamovible por el procedimiento de expulsar o prescindir del inquieto, del provocador? En fin, amigo, como verás, me hago muchas preguntas los días de lluvia. Un abrazo de quien te sigue necesitando en estos momentos y te agradece tus emailes. JotaDe”

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Los celos nos envuelven en una espiral de dolor de corazón que lleva a la venganza, al daño por el daño, a la destrucción de aquello que se suponía lo más querido. Se desea destruir para que no sea, para que no genere más dolor.

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Berlín: ciudad de contrastes M ario Eduardo Blanco Habíamos decidido este destino hacia el epicentro de la historia europea y mundial más convulsa de un pasado no demasiado lejano. Quizás buscábamos reencontrarnos con el vórtice mismo de un torbellino que produjo la sangría y el sufrimiento humano más dramáticos del pasado siglo. Berlín es sin duda la ciudad que mejor representa esa sinrazón que produjo la desolación y la muerte de tantos millones de habitantes de nuestro pequeño mundo; una ciudad símbolo de cultura universal que atesora en su misma entraña la experiencia del bien y del mal revueltos a un tiempo en un crisol de difícil comprensión para la razón y la templanza. Una ciudad que, a pesar de esa tremenda historia, desea mirar al futuro con esperanza y optimismo empujada por una legión de jóvenes trabajadores y entusiastas.

EL pasado P rimera

estampa

(El comienzo de la intolerancia)

“Esto es sólo el preludio, ahí donde se queman libros se terminan también quemando personas” (Esto es lo que escribía cien años antes del siguiente suceso el autor Christian Johann Heinrich Heine. Una premonición que tristemente se cumpliría). El diez de Mayo de 1933, en la Plaza de la Ópera y al lado mismo de la Universidad Humbolt, miembros del partido Nazi junto a asociaciones de estudiantes y profesores de idéntica ideología, procedían a la quema de libros “no deseados” Hoy en ese mismo lugar y como recordatorio de tan infausto suceso, una pequeña ventana de metacrilato bajo la que se encuentra un receptáculo que contiene estanterías vacías rememora la intolerancia de aquellos luctuosos sucesos.

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Segunda estampa (No es bueno olvidar del todo) Rosenthaler Straße 39 además de ser una calle acogedora de artistas de vanguardia visitamos el museo de las escobas descubriendo “in situ” la conmovedora historia de OttoWeidt; y el viajero confiesa sin rubor que más de una lágrima pujó por brotar al tiempo que un nudo en la garganta le impidió decir palabra durante un buen rato. Una razón para seguir creyendo de forma ferviente en el ser humano. “Otto Weidt llegó a Berlín en 1939. Instaló un taller de fabricación de cepillos y escobas en un barrio pobre de la ciudad. Empleaba a ciegos y sordos con el afán de que allí pudieran aprender oficios y valerse por si mismos. Una utopía en una sociedad que ya mostraba claros signos de discriminar a todo aquel que no siguiera los patrones "deseables". Ciegos, sordos, gitanos, gays, judíos. No entraban en dichos patrones. Cuando las cosas se pusieron más difíciles, Otto Weidt decidió usar el espacio de su taller para cobijar a ciegos y sordos que, además, fueran judíos. Entre 1941 y 1943, empleó a aproximadamente 30 judíos ciegos y sordomudos y a otros 8 judíos ilegales. Otro intento por enfrentarse a un gigante intolerante. Pero su fábrica era "importante" para las autoridades porque era proveedora del ejército. Y éste hecho paradójicamente, ayudó a salvar a muchos judíos. En los peores momentos de la persecución masiva, llegó a esconder a familias enteras en las instalaciones de su taller. Sobornaba a los funcionarios de la oficina de empleo y la Gestapo; conseguía documentación falsa y permisos de trabajo; vendía parte de su producción en el mercado negro para conseguir dinero extra para comprar más alimentos”. (texto de María Victoria Rodríguez)

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Tercera estampa (las placas de la ignominia) El viajero pudo contemplar, frente a los portales de muchas casas de la ciudad numerosas plaquitas metรกlicas insertadas en el suelo con los nombres de personas fechas y lugares, fallecidas durante aquellos tiempos revueltos en los distintos campos de concentraciรณn esparcidos por gran parte de Europa.

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Cuarta estampa (La división de Berlín) La noche del 13 de Agosto de 1961 se levanta el muro que habría de separar a ciudadanos de un mismo país y de una misma ciudad fruto de dos ideologías contrapuestas e irreconciliables que a punto estuvieron de protagonizar otra masacre de consecuencias incalculables. Y el viajero pudo contemplar algún viejo “Travant” símbolo rodante de RDA circulando sin complejos por Prenzlauerberg o los restos, con muchísima afluencia de turistas, del viejo muro y sus coloristas pintadas.

EL PRESENTE Quinta estampa (Mirando al futuro con esperanza) Y el viajero se topa en el mismo centro de la ciudad con Mildred y Christian, los dos adolescentes recién salidos del baño en el río Spree frente a la catedral berlinense. La sana inocencia de sus cuerpos desnudos parece indicarnos la necesidad de luchar por un mundo mejor.

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Sexta humor)

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(La tenacidad de los pescadores urbanos. Una nota de

Encontrarse muy cerca de Alexanderplatz con estos ingenuos pescadores que recurren, levantando la tapa de las alcantarillas, como si de esquimales buscando focas se tratara, a practicar su deporte preferido, nos produjo asombro, admiraciรณn e hilaridad a partes iguales.

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EL FUTURO Séptima estampa (La esencia de la Cultura) La universidad Humbolt, las numerosas y bien dotadas librerías y bibliotecas, la Isla de los Museos o la afluencia de artistas de toda índole que a menudo dejan su huella indeleble en un nutrido rosario de conciertos y exposiciones, muchas veces reflejados inclusive en las fachadas y portales de alguna viviendas deja entrever que la ciudad está viva y mira a un futuro más justo y esperanzador para la humanidad que todos deseamos.

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Fotos seleccionadas durante el mes de abril de 2019

Se muestran en esta secciรณn todas las fotos semanalmente destacadas en Moldeando la luz durante los meses de referencia.

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Dreams, por Irina

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Autumn rain, por Gen


Act of love, por A leksey

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El jefe del tejado..., por M arta

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El Sastre, por Yuri

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El รกrbol de la vida, por Paulina Stpetersburg

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Escenas de fĂştbol americano (I), por Fran Roso

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Inspecciรณn, por Lucas

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L a lagartija, por K i K e

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L anzamientos, por Daniel

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Niflheim, por Daniel

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Noche magicas, por Loco M atara

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61 Nude, por Talyuka


X iapu,China, por Saravut Whan

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Rays of light, por SSstudy

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Rio Gádata, por Jesús A lavrez

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Se congelo el lago, por A lbert Navas

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Tattoos, por K ezzin

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Taula per a dos ..., por Salvador Roig i Serรณ

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The embroidered white shirt, por Talyuka


The sea shell , por David D

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The trap, por SSstudy

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Toast to the sun, por Sla

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Warm Spring Night, por A lex

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White and red, por JohnA avitsland

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Otro amanecer en Lofoten, por Reyfman

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Abstract nature macro Pepe Latas Presento este mes una serie de fotografías personales, en las cuales posiblemente me sienta muy cómodo por su temática. No sé si es necesario explicar alguna vez las fotos que exponemos, creo que, si lo hacemos, no hemos captado lo que realmente queríamos; quizás en este caso más que explicar cada foto veo necesario transmitir lo que consciente e inconscientemente siento al hacerlas. Busco aislar elementos del entorno, hasta dejar de ser lo que son, espacios negativos, contrastes fuertes, movimientos sutiles, sombras dispuestas a cambiar lo que veo, las lineas, los ángulos, sacando todo fuera de contexto, hasta cambiar las reglas o ideas preconcebidas, volviéndola experimental, enigmática, descontextualizándola, para no ser reconocida de forma inmediata, hasta que tengan sentido en sí mismas, de forma independiente.

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Pinturas Fotos de Irina Dzhul

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Fiesta en la Plaza Roja Texto: Claudio Serrano Fotos: Nadima La Plaza Roja de Moscú es con toda seguridad la más famosa de la capital rusa; y este carrusel que aparece en las fotos de Nadiama, uno de los más populares. Si se abre una búsqueda en Google de ‘Plaza Roja Moscú carrusel’ aparecen cientos de fotos de este carrusel, de sus luces, de su magia infantil. La diferencia de estas fotos con las que Nadima nos ofrece en esta serie es que, como es habitual en ella, nuestra amiga cuenta una historia; una historia que, como también es habitual en ella, tiene como protagonista a un niño. A partir de la sonrisa de este niño puede adivinarse todo un mundo. Por supuesto, un mundo infantil, no en vano la serie está protagonizada por esta niña de ojos alegres, que además lleva en sus manos varios juguetes, junto con una trompeta, como si quisiera abrirse a posibilidades artísticas: la música del propio carrusel se entremezcla con los imaginados sonidos de esa trompeta que la niña abraza como un tesoro. Y como un tesoro abraza también ese caballo de madera, tan propio de la niñez y que ya hemos visto asomar en otras de estas series de Nadima. Todo ello envuelto en ese embrujo especial que conforman las luces de colores y las banderitas, como abrazándose y como abrazando a esa niña sonriente que, a pesar del frío del entorno, siente en su rostro el calor y el color, sonido, sabor y aroma de esta Plaza Roja de Moscú en permanente fiesta.

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¡Y desde nuestra ventana, la Plaza Roja es visible! Modelo: Polina @ polinavolkova08 Fotógrafo-diseñador de ropa: Nadezhda Shibina

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SUEÑOS Vamos camino de los tres años cuando en esta sección se inauguró con CUERPO, le siguieron PAISAJES y MIEDOS; finalizará con los trabajos fotográficos dedicados a SUEÑOS. La fotografía, como cualquier otro medio creativo, tiene la capacidad de hacernos salir de la realidad. Nos da una excusa para dejarnos llevar por fantasías infantiles, para vagar por mundos de ensueño en los que todo vale: La tecnología digital ha empujado los limites del escapismo mucho más allá de lo que se había hecho hasta ahora. Los trucos de postproducción pueden poner a personajes de videojuegos en el mundo real o hacer que los barcos floten en el aire sobre la superficie de mar. De igual forma, nos abre una puerta hacia mundos nunca vistos, permitiéndonos recrear antiguas civilizaciones o viajar al futuro, a un mundo postapocalítico en el que las plantas reclaman la Tierra para si mismas.

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Michael Bosanko Michael Bosanko describe su fotografía como grafitis luminosos. Garabatea sus diseños en el aire con una linterna, de forma muy parecida a como un pintor pintarrajea un lienzo, creando patrones fugaces y sobre naturales en el campo y la ciudad. Los primeros experimentos de Michael con luz aparecieron por sorpresa. Estaba en Grecia en 2004, fotografiando la luz de la luna , cuando descubrió que si quitaba la cámara del trípode y la movía, la luna se convertía en un pincel que podía utilizar para dibujar diseños de luz en el cielo nocturno. Este artista galés fue evolucionando hasta que empezó a realizar tomas estáticas en las que era la fuente de luz la que se movía, en vez de estar moviendo la cámara. Hoy en día viaja por el mundo, buscando lugares que le inspiren para jugar con linternas, bombillas, luces LED, fuego o cualquier otra cosa que emita luz. El tiempo de exposición varía desde unos pocos segundos hasta más de una hora. Las fotos se imprimen tal como han sido tomadas; no hay ningún tipo de retoque en el estudio. “Me parece muy gratificante crear una pieza de arte que solo existe en ese momento; la única evidencia de su existencia es lo que queda grabado para la cámara” dice Michael. “ El escenario (mi lienzo) es lo único que queda, exactamente igual que antes de que yo llegara”

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Con motivo de la publicación de las fotos de Valentín Vega, y ya con anterioridad descubriendo los trabajos de de Miguel Rojo Borbolla con motivo de un encargo efectuado a Luz y Tinta sobre su persona para presentar en el festival de cine de Puertas de Cabrales, y viendo el interés de nuestros lectores en estos fotógrafos, con motivo de las publicaciones de Valentín Vega anunciamos en aquel entonces que estábamos trabajando la posibilidad de hacer una guía de fotógrafos españoles. El pasado mes iniciamos esta muestra de los trabajos de los diferentes fotógrafos españoles y lo hicimos con Eulalia Abaitua; hoy con un estilo totalmente diferente traemos a nuestras páginas a Béla Adler&Salvador Fresneda. Estamos trabajando ya en el próximo trabajo que versará sobre AFAL, la agrupación fotográfica Almeriense, el colectivo de fotógrafos españoles creado en 1950 como una asociación para la difusión de la fotografía y la renovación del lenguaje fotográfico. Fueron fotógrafos destacados de AFAL Alberto Schommer, Ramón Masat, Francisco Ontañón, entre otros muchos.

Repertorio de Fotógrafos Españoles

Imagen de Rudy and Peter Skitterians en Pixabay

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Béla Adler&Salvador Fresneda Esta pareja de fotógrafos catalanes especializados en moda y publicidad trabaja en equipo desde los años 90. Adler estudio Historia y Bellas Artes en la Universidad de Barcelona y se graduó en Diseño Gráfico. Trabajo en el departamento gráfico del Internacional Center of Fhotography de Nueva York, donde completó su formación. Fresneda es autodidacta, aunque se formo en el diseño gráfico y la fotografía en Barcelona. Desde que se conocieron han trabajado juntos en todas sus producciones, que normalmente desarrollan entre Barcelona y Nueva York. Entre los clientes para los que trabajan figuran marcas como GAP, Elizabeth Arden, Nordstrom o Martha Stewart. Con especial habilidad para la iluminación y la construcción de los espacios, controlan totalmente el proceso creativo, ya que ambos dirigen el conjunto de la producción, desde las localizaciones hasta la posproducción. Trabajan en el campo editorial, de la moda, del retrato y la publicidad, siendo este último donde mejor se aprecia la potencia creativa y la capacidad de adaptación al encargo de la pareja. Si bien sus fotografías de moda poseen un estilo de puesta en escena característico, en sus imágenes publicitarias se aprecian soluciones técnicas y estéticas que combinan el trabajo con modelos, los códigos de la moda y las técnicas de producción y de posproducción fotográficas más elaboradas. Han trabajado para revistas como Vogue, Elle, Marie Claire, Yo Donna, Telva, Glamour, Matador, El País Semanal y GQ. Su trabajo publicitario ha sido premiado con destacados reconocimientos, como el otorgado por el European Desing Annual, por la campaña para Camper (1999), el Gran Premio del Festival de San Sebastián con la campaña de Kiwi (2003), el Premio de Plata del Festival de Gráficos Sol de San Sebastián por la campaña BMW z4 (2004) y el Premio LAUS de Oro por su campaña de lucha contra las drogas (2006).

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Todo lo que querĂ­as saber, pero temĂ­as preguntar...

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P:

Quiero dedicarme a la música en directo y a la fotografía de retratos,, pero no estoy seguro de cual es el mejor sitio para llevarlo a cabo. Estoy buscando asistir a fotógrafos de música y fotografiar para revistas, sitios web, periódicos. ¿Algún consejo acerca de en qué ciudades debiera concentrarme?

R:

Primero te diré una verdad universal: no hay negocio en la fotografía de música en directo. Esa es la verdad. Hay otras opciones pero es muy difícil entrar en ellas. Necesitas trabajar para agencias de noticias, especializadas en conciertos, si quieres ganar algo de dinero en la fotografía en directo. Para sobrevivir con esto, necesitas estar en cuantos más conciertos y show puedas y promocionar esas imágenes en tantos mercados como puedas. No quiero decir que no haya nada de dinero ahí, pero la realidad es que hay muy poco y es muy difícil de ganarse la vida así. Fotografiar conciertos es una buena oportunidad para relacionarte con diferentes grupos y bandas, relaciones públicas y marcas, esperando y rezando que alguno te pille en la puerta para realizar sus retratos de cara a la prensa, para promociones o trabajo de arte en un CD o DVD. Ahí es donde todavía hay presupuesto para la fotografía musical de nuestros días. En cuanto a ser asistente , a un fotógrafo de música en vivo le puede venir bien tener una acreditación para disparar en las primeras tres canciones de un conjunto. Raramente se consigue un segundo pase para llevar además al asistente o a un alumno en prácticas a la platea. Querrás asistir a un fotógrafo que trabaje otros temas fuera de la música en vivo, puesto que será difícil que puedas ayudarle en un show a menos que estuvieras asistiendo a alguien como Danny Clinch. Él está muy arriba en la cadena alimenticia y si él está fotografiando un show es porque es el tipo que tiene todos los pases para todos los accesos y para fotografiar desde el sitio que le venga en gana, porque, en fin de cuentas, él es Danny.

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Puedes encontrar encargos en las revistas. No muchos, Los trabajos para revistas medianas que realizado están en torno a 300-500 euros por encargo. Algunas veces consigo presupuesto para un asistente. Sólo algunas veces. La mitad de las veces, quizás. Nunca facturé más de 500 euros por un trabajo para una revista especializada y relacionada con la música. Mis trabajos de 1.000 a 2.000 euros están relacionados con los negocios o la industria. Tipos de corbata. Muy lejos de la “fotografía de música”. Me llaman regularmente con trabajos de 0 a 50 euros para fotografiar bandas o artistas para una revista. Conozco algunos periódicos que pagan 15 euros si publican alguna de tus imágenes. Estos son periódicos bastante importantes. 15 euros es un insulto. Pero así están las cosas. Nunca he conseguido que un sitio Web me pague por un concierto. Nunca. Nunca. He fotografiado para un cliente que me pagó y aquellas imágenes iban a ser enviadas a una Web de música, pero no pagaron ni un céntimo. Si quieres ganarte la vida con la fotografía musical tendrás que trabajar para artistas, gerentes, sellos discográficos, etc. Gente que contrata a fotógrafos para prensa, promociones, trabajo de arte CD y cosas similares. Si quieres ser asistente, mira entre los fotógrafos comerciales, de revista, aquellos que hacen algún trabajo en música tienen que hacer fotos en otros ámbitos para poder permitirse un ayudante, que que como decía en la música no pagan mucho; O tienen que estar ocupados haciendo trabajos para prensa en general, y cuando digo ocupados me refiero a ocupados, a dedicarse a ello semanalmente. No quiero matar tus sueños y decir que no se puede hacer. Se puede hacer. Sólo quiero hacerte saber que es realmente duro establecerse y vivir ahora mismo de la industria de la música. No quiero endulzártelo y ponerte en un camino incierto, para que luego descubras lo duro que es lograrlo. Solo te diré: adelante. Se puede hacer.

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FotografĂ­as que despertaron conciencias

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Churchill entre las ruinas del Parlamento 11 de mayo de 1941 - Londres, Reino Unido

“Le diré al Parlamento, como ya les dije a quienes se unieron a este gobierno, que no tengo nada que ofrecer excepto sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor. Ante nosotros tenemos una ordalía de las más graves. Nos esperan largos meses de lucha y sufrimiento” Estas palabras que Winston Churchill dirigió a la Cámara de los Comunes de en mayo de 1940. Un año más tarde, el 11 de mayo de 1941, Churchill se encontró a sí mismo caminando entre las ruinas de la estancia donde había pronunciado su conciso y profético discurso. La noche anterior el Parlamento había sido alcanzado por un bombardeo alemán. Las bombas incendiarias destruyeron parte de la Cámara de los Lores, pero no la Cámara de los Comunes. En la primera foto de espaldas junto al primer ministro se encuentra el periodista Brendan Bracken, su consejero y secretario de relaciones con los miembros del Parlamento. Bracken no tardaría en convertirse en ministro de información: siempre había sido uno de los más fieros oponentes a Hitler. En la imagen son dos hombres solitarios, solos entre las ruinas. Sus figuras se ven acentuadas por el intenso claroscuro. Pero, aún así mantienen la calma, inmaculadamente vestidos. El Reino Unido no se rinde ni pierde su aplomo. ¿En que está pensando Churchill? Por encima de todo, en la resistencia y la reconstrucción. No es accidental que el arco más destacado en la reconstrucción de la Cámara de los Comunes se conozca como Arco Churchill; está flanqueado por dos estatuas de bronce, una de sir Winston, de pie, orgullosos, sobre las manos sobre las caderas; la otra, de David Lloyd George, primer ministro durante la Primera Guerra Mundial. Quizás, mientras sobrevive a las ruinas, Churchill ya está pensando en como vengar el golpe que Hitler le ha infligido al corazón simbólico de la democracia británica. Es una atrocidad intolerable. Será despiadado durante el bombardeo de Berlín, y todavía más cuando ordene a la Royal Air Force que arrase Dresde en febrero de 1945. Pero esa es otra historia.

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