Nº 109 - Febrero de 2021
Laura Vignatti Actriz. Cantante Protagonista de “Un año después”
Un año para meditar Hace un año por estas fechas, mes de febrero, al que siempre, apoyándose en el refrán, se ha calificado de “loco”, vivíamos sin embargo ajenos a la locura que se comenzaría a vivir días más tarde. Luz y Tinta proseguía su camino y llevaba a la portada una foto de Chema Madoz, uno de cuyos homenajes se recogía en páginas interiores. Fotografía pura. En esta presentación hablaba yo del vértigo que nos acuciaba, con un número 100 en puertas que lógicamente nos ponía nerviosos por el reto que teníamos delante. Más fotografía. Los periódicos de aquel mes de febrero llevaban a sus páginas el brexit, o sea, la huida hacia adelante del Reino Unido, dejando a la Unión Europea ante su propio vértigo. En España, además, hablábamos de la pejiguera catalana, para no perder la costumbre. Y del mundo mundial nos llegaban ecos intrigantes cuya dimensión ignorábamos: se hablaba del coronavirus en China, tan lejos, y en Italia y en otros lugares del mundo, y mirábamos con curiosidad y desconfianza lo que pasaba allende nuestras fronteras, sin sospechar tan siquiera que muy pocos días después las campanas de nuestros pueblos tocarían a rebato, haciéndonos conscientes de que lo que considerábamos una alarma ajena era en realidad un problema propio. Luego, ya se sabe, vino el confinamiento como cortafuegos; y la rabia y el crujir de dientes y los temores y los aplausos a las ocho de la tarde y todo ese aluvión de sensaciones que, como si de un chapuzón se tratara, hemos vivido en solo un año y a la trágala. Hemos visto los ojos a la muerte y le hemos hablado de tú a tú, poniendo nombre y apellidos, y voz y gesto a quienes se iban. Hemos declinado coronavirus en todos sus casos y le hemos buscado todas las acepciones y todos los sinónimos. Y por supuesto, hemos criticado con razón o sin ella a nuestros políticos y representantes. Maldito virus de las narices: aunque me apetece más otro órgano de mi cuerpo para señalar el hartazgo con que miro todos los días la evolución de esta pandemia que nos ha sacudido como ningún terremoto, ni físico, ni moral, había conseguido hasta ahora. Los agoreros de turno —siempre que hay que enfrentarse a un problema aparece un arúspice— nos avisan ya de que, a partir de esta pandemia, nada será como antes. Y tendrán razón. En fin, un año entregados al análisis y gestión de un problema médico difícil de controlar y al que de momento estamos haciendo frente, psicológicamente, con la esperanza en las vacunas y la desesperanza de ver cómo el virus muta por su propio impulso y las compuertas con que hasta ahora le habíamos controlado se ven desbordadas. Desde estas páginas, lógicamente, poco o nada podemos hacer, salvo recordar que toda precaución es poca, que hay que tomar nota de lo pasado para que el futuro no nos resulte tan incierto y preocupante como hasta ahora nos aparece y que, entre todas las voces interesadas en orientar nuestro camino, es preciso distinguir las de aquellos que realmente quieren ayudar; y señalar con un tachón rojo a quienes solo pretender pescar en río revuelto. Y mientras tanto, ha nevado en Madrid y, durante algunos días, pareció como si se acabara el mundo. Durante aquellos tristes días, en que los políticos madrileños se vieron totalmente superados por un fenómeno tan natural como una nevada en invierno, yo no dejaba de pensar —permítaseme la hilaridad— en aquella surrealista canción de Sabina que asevera que “más raro fue aquel verano que no paró de nevar”. En fin, un año para meditar. Porque el año que nos aguarda, curados ya de espantos, puede ser peor que el pasado si la sensatez y las vacunas no lo remedian.
Francisco Trinidad 2
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Foto del Mes. Daniel
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Entrevista a Laura Vignatti
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José Luis Cuendia. Bellezas prestadas, 2
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Francisco Trinidad. Y una vida por delante
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Gloria Soriano. Giros de pelota
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Juan Depunto. Entrevista a Manolo Castaño
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Gustavo Adolfo Bécquer. El Monte de las Ánimas
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Manuela Fernández Cacao. Microrrelatos
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Laudelino Vázquez. El camino de plata
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Juanjo Arrojo. Hórreos asturianos, I
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Monchu Calvo. Adventum
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Fotos seleccionadas. Enero 2021
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Nadima / Claudio Serrano
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Irina Dzhul / Segundo Korda
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Pepe Latas. Pequeños detalles
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David du Chemin. ¿Jorge el curioso?
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Andrey Zharov. Retratos
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Denis Dailleux
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Patricia Allende
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Elena Fernández-Pello. La bañera de Hitler y...
PROMOTOR y DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA: José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECCIÓN, DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Francisco Trinidad DIRECTORA DE COMUNICACIÓN: Lola González
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Número Febrero de 2021
Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com moldeandolaluz.com
Foto del Mes Enero de 2021
Unknown, de Daniel
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Entrevista con
Laura Vignatti
¿ Quién es Laura Vignatti? Cuando el talento y la belleza se dan la mano, surgen actrices como la argentina Laura Vignatti. Tras formarse en dos de los centros más prestigiosos de España, La Escuela de interpretación Cristina Rota, y El Estudio actoral Corazza, decide trasladarse a México para convertirse en la gran estrella de la televisión que a día de hoy es. Con más de medio millón de seguidores en Instagram, y una legión incontable de fans en las distintas redes sociales, que sin lugar a dudas la adoran, Laura sigue manteniendo los pies en la tierra, trabajando duro y sorprendiéndonos con cada nuevo personaje que interpreta.
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Debutó en el 2012 con la telenovela “Qué bonito amor”. De ahí pasó a ser la mala más mala, y más bella, en “Sueño de amor”. Al año siguiente, de nuevo sorprendería a toda la audiencia con un nuevo cambio radical para interpretar el papel de Daniela Córcega en la telenovela “Mi marido tiene familia”, y en la temporada posterior “Mi marido tiene más familia”. Personaje que llevaría al teatro con el musical “Aristemo”, e incluso llevaría dicho personaje a la serie “Juntos, el corazón no se equivoca”. Y siguiendo con los musicales, Laura se unirá al elenco del laureado musical “Aventurera”, representado durante más de 20 años por todo México y por los Estados Unidos. Más adelante cambiaria de registro con el personaje protagonista de Alicia en “Sin miedo a la verdad”. Y a este le seguiría otro protagónico más, el de Ileana Barrios para la telenovela “Soltero con hijas”. Recientemente se ha estrenado la gran apuesta de la temporada en Televisa, “La Mexicana y el Güero”, donde interpreta a Sofía, el personaje antagonista de la novela. Según recogen los medios de comunicación mexicanos la serie está teniendo un éxito sin precedentes. Pasa a la página 12►
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Soy una persona trabajadora e independiente desde chica y siempre con ganas de hacer o aprender
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Laura Vignatti, como ya hemos comentado en el nÂş105 de Luz y Tinta, participa en el corto “Un aĂąo despuĂŠsâ€? dirigido y interpretado por Eduardo CastejĂłn, con los veteranos del cine espaĂąol Maria Luisa Merlo y Pepe RuĂz, y las colaboraciones especiales de Antonio Albella, Andrea RMS, JosĂŠ Santa Clara y Gala Bichir entre otros, y donde tengo el honor de dirigir la fotografĂa y realizar el etalonaje del corto, que espera estrenarse por primera vez en el Festival de Cine de MĂĄlaga de este aĂąo 2021. (El Festival de MĂĄlaga es una muestra cinematogrĂĄfica anual celebrada en MĂĄlaga, EspaĂąa, que proyecta los estrenos mĂĄs relevantes del aĂąo del cine espaĂąol, incluyendo documentales y cortometrajes). Las escenas en las que aparece Laura Vignatti ha sido rodadas para el corto por Televisa (MĂŠxico). Hemos tenido la gran oportunidad de entrevistar a Laura con motivo de la portada de este nĂşmero, y no la hemos dejado escapar, a pesar de estar muy liada en multitud de actividades y tener una agenda muy apretada, ha buscado tiempo para dedicarlo a los lectores de Luz y Tinta. —Al principio hemos comentado quiĂŠn es Laura Vignatti. Ahora queremos que sea la propia Laura quien nos diga quiĂŠn es. —Laura es una soĂąadora, muy luchadora, siempre mirando para delante, soy una persona trabajadora e independiente desde chica y siempre con ganas de hacer o aprender mĂĄs. Exigente conmigo misma, sincera y directa con los demĂĄs. Tengo carĂĄcter, que es algo que agradezco mucho porque me ha hecho fuerte, pues soy una persona muy sensible tambiĂŠn y enamoradiza. Soy pasional en todo lo que hago, mĂĄs en mi trabajo. Soy divertida y me encanta hacer bromas o molestar, pero no que me lo hagan, jajaja. Me encanta viajar y conocer diferentes culturas, lugares, gente‌ Amo a mi familia y para mi es lo mĂĄs importante. —¿Es oro todo lo que reluce, ya que tu ĂŠxito internacional es innegable, o tambiĂŠn ha habido momentos malos, como por ejemplo tener tan lejos a tu familia?. — Han sido muchos los momentos difĂciles y nostĂĄlgicos en los que he necesitado a mi familia. Tanto en las cosas buenas como malas. En las malas porque no tienes esa protecciĂłn, consejo, ese abrazo que tanto necesitas. Y en las buenas porque no los tienes para poder compartirlo con ellos. —¿CuĂĄl es el secreto del ĂŠxito?. —Siempre doy lo mejor de mĂ para crecer cada dĂa y ser mejor como persona y en mi profesiĂłn para que reconozcan mi trabajo, lo disfruten y llegue a muchas personas. —¿Tus prĂłximos proyectos?. —Tengo un proyecto de teatro en puerta. TambiĂŠn uno personal con respecto a la mĂşsica, y tengo muchas ganas de hacer cine, asĂ que estoy viendo esa posibilidad. —Volviendo sobre los momentos malos, Âżel balance final ha merecido la pena?. — Han sido muchos.. creo que mi vida ha sido de constantes cambios, pruebas, obstĂĄculos... pero siempre me he levantado y he salido adelante. P/Tu momento de paz. R/Mi cabeza nunca deja de dar vueltas, me cuesta mucho desconectarme. Pero cuando estoy en silencio y rodeada de naturaleza intento reflexionar. P/Si no fueras actriz y cantante, a quĂŠ te dedicarĂas. —DiseĂąadora, arquitecta, mĂşsico, pintora, escultora, deportista, me gustan muchas cosas đ&#x;˜‚. —Amor platĂłnico. —Johnny Deep. —La Ăşltima mentira que hayas dicho. —Te cuelgo, luego hablamos que se me quema la comida. —Alguna serie que sigas. —The 100. —Caricatura favorita de la infancia. —DragĂłn ball Z y Sailor Moon, los Simpsons. —ManĂa. —Por el orden.
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Tengo un proyecto de teatro en puerta. TambiĂŠn uno personal con respecto a la mĂşsica, y tengo muchas ganas de hacer cine, asĂ que estoy viendo esa posibilidad. —Lo primero en que te fijas en un hombre. —Inteligencia. —Coleccionas algo. —No. —QuĂŠ te encanta que te regalen. —DĂas en la playa. —Placer culposo. —Los dulces. —Poder (de superhĂŠroe) que te gustarĂa tener. —Volar. —Trabajo del que te sientes mĂĄs orgullosa. —Me siento orgullosa de todo lo que hice. Cada proyecto lo hago con mucho amor y dedicaciĂłn. —¿QuĂŠ te ha impulsado a comenzar una carrera musical? —Siempre me ha gustado la mĂşsica. Desde chiquita. Toda mi familia toca instrumentos. Y siempre quise sacar algo mĂo pero no me animaba. Y con todo lo de la pandemia, que tuve un poco mĂĄs de tiempo para mi, decidĂ hacer mis proyectos personales y hoy en dĂa ya tengo cuatro temas. —De todas tus canciones, cuĂĄl es la favorita. —Todas me gustan. Todas estĂĄn hechas desde el corazĂłn y con un fin en especial. —Y cuĂĄl es tu canciĂłn favorita que no sea tuya. —La mĂşsica me gusta toda. En general. No tengo una favorita. Dependiendo del momento en mi vida en el que estĂŠ me gusta una u otra đ&#x;˜‚. —Pasemos al cine ... pelĂcula favorita. —Al igual que las pelĂculas, series, etc., no tengo algo favorito. Siento que depende mucho de cĂłmo vayas madurando y cambiando y en el momento que estĂŠs viviendo. —Con quĂŠ actor te gustarĂa trabajar. —Dwayne Johnson, The Rock đ&#x;˜‚. —Con quĂŠ actriz. —Jennifer Aniston, Meryl Streep. —Si te dieran presupuesto ilimitado para crear un largometraje, ÂżquĂŠ historia te gustarĂa contar? —SerĂa de acciĂłn. —Con quĂŠ Director. —Llevo bastante tiempo pensando quĂŠ contestar y no me decido. Creo que hay varios directores muy buenos con los que me gustarĂa. Todos tienen algo especial y peculiar. Muchas gracias Laura, ha sido un placer, te deseamos te siga acompaĂąando la suerte en tu carrera de actriz y cantante. Yo, que ya he tenido la suerte de ver el corto de “Un aĂąo despuĂŠsâ€? por razones obvias, tengo que decir que me ha encantado tu interpretaciĂłn y espero que triunfe en los festivales a los que acuda, despuĂŠs de todo ese es el recorrido de las pelĂculas cortas. Gracias a vosotros. Encantada.
JosĂŠ Luis Cuendia “Guendyâ€?
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José Luis Cuendia “Guendy”
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Bellezas prestadas, 2 Sigo con el tema que inicié en el número anterior. La situación actual que está motivando el Covid-19 hace que, ante la imposibilidad de viajar y hacer vida normal, la fotografía también se vea afectada por la baja intensidad de nuestras acciones, salidas fotográficas, quedadas y como no, los “shooting” en estudio. El coronavirus, no es la primera epidemia a la que se ha enfrentado la humanidad. Muchos artistas han plasmado en sus obras los efectos de las epidemias que han afectado a la humanidad a lo largo de la historia, pero en esta ocasión la imposibilidad de moverse libremente, y por qué no decirlo, la falta de imaginación (hablo por mi), porque seguro que algo se podría hacer mas allá de fotografiar gente con mascarillas. Así que mientras la situación no cambie seguiré aportando trabajos como los de “bellezas prestadas” que también podría llamarse “fotos en el tiempo antes de la pandemia” para ver durante la… Muchos de los enfoques y técnicas de las imágenes que aparecen en este trabajo implican una tecnología innovadora y nuevos puntos de vista sobre el tema del glamour, como siempre bebiendo de la fuente de las inspiración de los grandes maestros de estos temas, humildemente haciendo alusión a referencias clásicas y tradicionales de la pose del “desnudo” que proceden en cierta medida y muy directamente de la pintura clásica, el estilo del movimiento impresionista, conjugándolas con instantáneas de aspecto más moderno. Al menos eso es lo que yo tenía en la cabeza y lo que intentaba plasmar, otra cosa es que a los ojos de los demás lo haya conseguido o me haya aproximado al beneplácito del observador. Antes, ahora y después, con estos temas, modestamente intentaré la confluencia de estos dos movimientos, el tradicional y el vanguardista. Y como siempre intentando beber de las mejores fuentes, de los grandes fotógrafos a los que he admirado y sigo admirando, de la misma manera, a los que con el paso del tiempo voy descubriendo, y Moldeando la luz en ese aspecto es un germen que día a día fructifica cada vez más, una alhacena donde todo lo que se guarda es de incalculable valor, al menos para los que amamos la fotografía de excelencia.
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Francisco Trinidad
Iglesia de San Miguel, de Ă greda
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Y una vida por delante Conocí a Felisindo Bermúdez en un viaje que hice a Ágreda cuando estaba redactando mi tesis doctoral. Me interesaba todo lo relacionado con sor María de Jesús, la venerable abadesa del convento de clausura de las Madres Concepcionistas de Ágreda, que desde la soledad de su celda había dado consejos al inefable Felipe IV, que a día de hoy imagino dubitativo entre los delirios del Conde Duque de Olivares y los reposados consejos de la monja que le escribió más de seiscientas cartas durante más de veintidós años. Felisindo, en cambio, buscaba aristas a la Inquisición y estaba interesado en el proceso de sor María para incorporarlo a una novela histórica. Coincidimos delante del convento concepcionista. Yo tomaba fotos con mi vieja Zenit, un armatoste ruso que me sirvió en su momento para adentrarme en los secretos de la fotografía, mientras él apuraba notas con una letra menuda en una Moleskine muy manoseada. Nada nos dijimos, aunque nos miramos con interés, extraños y extrañados ambos en aquel pueblo al que llegábamos con curiosidad. Luego volvimos a coincidir en un figón de la Plaza Mayor, donde acudimos ambos para almorzar. Fue en ese momento cuando él se acercó a mi e iniciamos una conversación que nos puso al día de nuestros intereses mientras compartíamos unas pochas con torreznos y una jarra de vino áspero y sabroso. Bermúdez estaba realizando un viaje en solitario para estrenar un renqueante Seat 600 de segunda mano que le serviría sin embargo para recorrer media España antes de que dos años después quedara definitivamente despatarrado cerca del lago de Sanabria. Desde Ágreda, a donde había llegado desde Santo Domingo de la Calzada, pensaba proseguir aquella misma tarde hasta Medinaceli y Sigüenza, en busca de escenarios para una novela histórica, me dijo, su primera novela, en la que llevaba unos meses trabajando con muchas dudas y sin haberle cogido el ritmo definitivo. Yo, en cambio, había llegado a Ágreda desde Oviedo, en una larga peripecia de trenes y autobuses, y pretendía quedarme unos días, indagando en el archivo municipal y en el del convento que en su día acogiera a sor María. Éramos más o menos de la misma edad y participábamos de idéntico desconcierto. Felisindo Bermúdez tenía claro que quería escribir novelas, aunque necesitaba un empleo para poder subsistir. Yo quería ser profesor universitario y andaba dando los primeros pasos con la tesis para empezar a subir escalones. Así que aquella comida, la primera de las muchas que disfrutamos en nuestra fértil amistad, fue un continuo vaivén de proyectos y aspiraciones personales. Tengo un recuerdo agridulce de aquel viaje a Ágreda. Por una parte, el inútil acopio de material para una tesis que nunca llevé a cabo: orientado por un catedrático que me conoció bien desde el primer día y en un quiebro bastante oportuno, según lo veo ahora, acabé redactando mi tesis doctoral sobre Vélez de Guevara y la leyenda de la Serrana de la Vera. Por otra parte, el conocimiento de Felisindo Bermúdez que aprobó unas oposiciones de funcionario de la Seguridad Social y aprovechó las tardes para escribir una veintena de novelas históricas reconocidas por el público y la crítica y por un amplio rosario de premios de todas las tendencias. Siempre me alegré de sus triunfos desde la apatía de mi posición como profesor ayudante, entregado
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Siempre había supuesto que Felisindo era un solterón irredento, sin vueltas ni matices. Nunca supe que se hubiera casado... a muchas lecturas y a una agostada pasión por la fotografía que todavía hoy, cuando ya no hay horizontes con los que soñar, me impulsa a coger la cámara y perderme en los aledaños de algún monte, buscando una luz propicia, un atardecer de colores sorprendentes, una sombra en el escorzo de la tarde o un ángulo inédito de caminos de huida y vuelta, como dijo el poeta, sabedor de que el romanticismo está hecho para los que tienen el corazón roto. Al año más o menos de aquel viaje, cuando ya casi había asumido mi derrota, me escribió Felisindo, alborozado, anunciándome que había terminado su novela y pidiéndome permiso para utilizar en la portada de su inminente edición una de las fotos que en su día le había mandado como recuerdo de nuestro encuentro en Ágreda. Fue nuestra primera colaboración. A lo largo de estos treinta años de amistad, más de una foto mía ilustró sus portadas, certificando la buena salud de nuestra amistad, que se fue consolidando cada vez que él venía por Oviedo a presentar un libro o cada vez que iba yo a Madrid a alguno de los trámites universitarios. Fueron muchas horas de charla, generalmente apoyados en la euforia generosa del vino o del whisky, en las que nos poníamos al día de la evolución de nuestras vidas. Él me hablaba de sus novelas y yo le contaba cosas y cosillas de mis hijas y últimamente, desde mi viudedad, de mis dos nietos, que me han puesto frente a un espejo sin perspectiva. En los últimos tiempos, jubilados ambos de nuestros trabajos lucrativos y enfrascado él en proyectos literarios que subrayan sus éxitos y perdido yo en la maraña de ensueños nunca bien definidos, hemos mantenido el contacto, acrecentado tal vez por la facilidad del correo electrónico y del WhatsApp, con esa sensación de cercanía que proporcionan los modernos aparatos. Hasta el día en que vi su necrológica en El País. Era un texto de circunstancias, sin firmar, poniendo el énfasis en el tópico de su lucha con una larga enfermedad que finalmente lo había vencido y en el éxito de sus novelas, señalando media docena de títulos que avalan y justifican una carrera de novelista. Se cerraba la necrológica con el aviso de que, tras el funeral que se celebraría en la Iglesia de los Jerónimos, sus restos serían trasladados al cementerio de Paredes de Nava, su lugar de nacimiento. Fueron pasando los días, en que noté su ausencia como un estigma. Saber que nunca más
recibiría uno de sus correos ni un WhatsApp con su última ocurrencia y que nunca más oiría su voz al otro lado del teléfono…, saber, en fin, que había muerto me ponía frente al espejo y me dejaba el sinsabor de no haber tenido la despedida que quizás nos merecíamos. Que podía haber sido en Ágreda, como empezó todo, o que quizás tendríamos que haber buscado cualquiera de los restaurantes en que podíamos haber cenado cualquier noche, compartiendo una botella de vino de profundo sabor y apurando el insaciable regusto de una conversación inagotable y absorbente. Como todas las que habíamos tenido en nuestra larga relación, tan amistosa, tan intensa, tan desinteresada. Por eso, a los dos meses de su muerte, con el corazón zarandeado más que por el dolor por la sensación de agobio que me producía su ausencia, una mañana en que ya no aguantaba más el vértigo de la nostalgia, cogí el coche a primera hora de la mañana y, poco después de tres horas, aparqué delante del cementerio de Paredes de Nava. Busqué y rebusqué, entre tumbas y nichos sin encontrar la que buscaba, hasta que, cuando ya desesperaba y sin nadie a quien preguntar, hallé un nicho, sin lápida, con su nombre rotulado en una esquina con un grueso rotulador sobre el cemento mismo que revocaba el frente del nicho. Apreté los puños, maldije en silencio al viento oscuro de los hados que nos separan de la felicidad y salí de aquel inhóspito cementerio sin haber realizado la foto que venía buscando. Me perdí por las calles del pueblo y, cuando ya estaba cansado de caminar sin rumbo, me metí en una oscura taberna en la que me sirvieron vino peleón y queso de orza, con cierto regusto desabrido que no me importó, porque pregunté por una marmolería y, cuando esperaba que me dijeran que no había en el pueblo, me indicaron, dos cuadras más allá de donde nos encontrábamos, un artesano que podría satisfacer mis deseos. En efecto, no era un marmolista al uso, pero sí un paisano muy franco que trabajaba el mármol, la piedra y el barro, con más oficio que técnica, y que se ofreció a hacer y colocar la placa de mármol que necesitaba el nicho de mi amigo. Ajustamos el precio y los detalles de cómo podría ser la lápida y, cuando le di el nombre y las fechas, levantó la vista del papel en que estaba apuntando todo y me miró con cara de desconcierto: “Esa lápida me la encargaron hace un par de semanas y ya la tengo ahí preparada para instalar mañana
https://turismoenpalencia.com/blog/ubicacion/paredes-de-nava/
iglesia de santa eulalia, paredes de nava mismo”. Y me señaló un rincón donde me sobrecogió la leyenda: “Felisindo Bermúdez, 1953-2009. Su apenada esposa, in memoriam”. Siempre había supuesto que Felisindo era un solterón irredento, sin vueltas ni matices. Nunca supe que se hubiera casado y eso que estaba seguro de conocer todos los detalles de su vida. Jamás me había hablado de su matrimonio y juraría que en nuestras muchas conversaciones siempre se desprendía su soledad. Incluso más de una vez estuve en su casa en Madrid y nunca advertí la huella de una mujer en aquel apartamento lleno de libros, de grabados antiguos enmarcados como al desgaire y de gatos, no sabría decir si dos o doce, que maullaban como diablos. Le pedí al marmolista el teléfono de quien se lo había encargado y minutos más tarde, sentado en la barra de un oscuro mesón, llamé a aquella mujer que dijo llamarse Aurora y que me confirmó que se habían casado al poco de publicar Felisindo su primera novela, que se habían separado dos años más tarde, incapaces de orientar su convivencia, y que habían seguido viéndose, como buenos amigos, durante toda su vida. Nunca se habían divorciado, por eso encargaba la lápida como esposa, y nunca se habían olvidado: “Yo intenté volver en más de una ocasión”, me dijo, “pero Felisindo era muy suyo”. Luego se explayó sobre otros detalles de su relación, mientras yo pensaba en ir a verla y atar todos los cabos que ya veía me faltaban. Accedió gustosa y al día siguiente nos vimos por primera vez en Madrid, en una cervecería céntrica, donde me dio los primeros datos para esta biografía que imaginé en aquellos momentos y que llevo escribiendo desde hace seis meses, como en una penitencia que solo tiene el consuelo de la compañía de Aurora que se ha instalado en mi casa de Oviedo, donde escribo sobre la vida que llevó con Felisindo y donde estamos poniendo la primera piedra de la vida que pensamos vivir juntos.
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Gloria Soriano
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Foto de Mario Gustavo Fiorucci
Giros de pelota Después de mirar el contador mi madre apagó la bombilla y encendió las velas. A la mañana siguiente regateó con el inspector de la luz la lectura de los kilovatios. Las cenas en candilejas y su porfiar hicieron posible que nos mantuviéramos en la factura mínima. Entonces no existían vulnerables, ni bono social. Había ricos y pobres, y nosotros éramos, como casi todo el pueblo, niños acostumbrados a no pedir, a no desear. El dinero se iba en los garbanzos diarios y las lentejas de los domingos. Nadie se preocupaba del intestino. Si dolor de barriga, té de San Claudio, hasta que la fuente que lo regaba se secó y dejó de crecer, entonces supimos que el té era hierbabuena. La flatulencia estaba bien vista y a base de legumbre nos hicimos mayores. El frío del invierno no se medía en grados. Las heladas eran negras, blancas y de aquí te espero con carámbanos que duraban días. Los sabañones también. Tener cabritillas en las piernas y tufo del brasero, de lo más común. El calentamiento global no existía. Los pies calientes, la espalda encogida, el pasillo una nevera, la teja en la cama, las sábanas frías. El color del cielo, las nubes y los huesos avisaban de la llegada de la lluvia. Los que sufrían dolencias opinaban que el tiempo iba a remudar, aunque el aire siguiera quieto. En encuentros y despedidas, un cuídate y deseos de salud, expresiones que setenta años después, mientras escribo, a las veintiuna horas del día veintiuno, del año veintiuno, del siglo veintiuno, vuelven a estar en boca. La salud era importante. La dentadura, si no eras caballo que se vende en la feria, menos. Los dientes y las muelas se sacaban con facilidad. Los médicos tendían a cortar por lo sano. Mi madre no, ella repasaba los rotos, todo tenía arreglo o un nuevo uso, nunca se desechaba nada. La vida hecha de escasez e intensidad. Las ventanas de la escuela no ajustaban, el aire se filtraba en el aula con furia. Los abrigos puestos, los virus asustados, nadie tosía. En los colegios de ahora, ventanas de vidrio aislante abiertas de par en par, corrientes de aire, los gorros en la cabeza, el virus persistente, el miedo a la tos. En febrero regresaban las cigüeñas, marzo ventoso, agua en abril, el sol madrugador, el calor de la siesta, botijo para la sed. Hasta los días cortos eran largos. Con el paso lento de las estaciones crecíamos deprisa, demasiado deprisa para mi madre. Después todo se precipitó. Las cigüeñas del campanario se han quedado a anidar en las torretas de la luz con otras que vienen del norte, como los jubilados. Enero parece octubre, los continentes se mueven. África se sube a Europa donde el sur es para las cigüeñas un Sahel abundante en vertederos. La comida basura. Las aves sedentarias. Los africanos migrantes abren rutas al lugar donde habitan quienes los han abandonado, voladores de patas largas, cigüeñas del bálsamo bebé, las que traían la vida en el pico, la que no vi llegar, pero si alejarse, después de dejar a mi hermano en el alféizar embolsado en un pañal, útero prestado, vientre de alquiler. Vueltas que da la vida. 39
Juan Depunto
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Entrevista a
Manolo Castaño, pintor, escultor, grabador y joyero artístico Estamos en el estudio de Manolo Castaño en la Ciudad Expo de Sevilla. —Manolo, buenos días y muchas gracias por tu tiempo para esta entrevista. El crítico y catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla Fernando Martín Martín, en “Diálogos con la Naturaleza” dice de ti que “Manuel Castaño es un artista versátil que a lo largo de su trayectoria ha demostrado en todo momento su inquietud por la indagación, tanto en la búsqueda de nuevos puntos de vista argumentales, como en el uso de materiales. Su pintura se distingue siempre por su sabiduría en la manipulación formal de elementos puestos al servicio de unos temas que tienen como objetivo primordial interpretar la realidad, percibida o recordada. Posee como instrumentos, el conocimiento de las vanguardias histó-
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ricas que se ofrecen como medios eficaces para constituirse en impulso de un estilo personal. Tiene en la naturaleza una de sus señas de identidad más significativas, estimulándolo a transformaciones que van de la estructura geométrica a la desestructuración. Su fértil y reconocida faceta como grabador, ha demostrado, en especial con el aguafuerte, la misma creatividad y voluntad de experimentación que le es propia. En su disciplina escultórica vuelve a remitirnos a la naturaleza, al árbol, en donde cada uno de sus elementos consiguen armoniosos equilibrios. Del mármol blanco extrae imágenes de singular belleza. Consigue juegos de volúmenes de diferentes texturas y superficies, que se descubren según nos posicionemos. Su exquisita sensibilidad también la plasma en formas a modo de joyas, propias del virtuoso trabajo de un orfebre, un grupo de pequeñas esculturas que resumen bien su gramática aplicada a la figuración o a formas, inspiradas una vez más en la naturaleza, o a elementos constructivistas. —¿Nos comentas todo esto un poco? —Bueno, Fernando es un gran historiador y ve mi obra quizás acertadamente. No concibo mi obra sin la búsqueda, me da un poco de rubor la repetición. Aunque no quiera siempre estoy buscando algo nuevo. Esto no quiere decir que de saltos, la concepción de la obra tiene que ser continua y bueno pues ahí está, en las facetas que yo hago, tanto en la pintura como la escultura o el grabado y las joyas que son pequeñas esculturas que después se vacían en plata o se dejan en el material original, sea plomo o escayola u otra infinidad de materiales. El material para mí no es dificultoso, me gusta, me gusta meter las manos en la magma de la tierra así que no es una controversia sino todo lo contrario, es algo que me impulsa a la creación. —¿Cómo surgió tu vocación por las Bellas Artes (BB.AA.) en general y tu actividad artística en particular? —Desde niño me gustaba dibujar. Recuerdo que a aquellos tebeos, los tebeos del Capitán Trueno, le copiaba las viñetas, me gustaba más dibujarlas que leerlas. Siempre he dibujado. Después hay una faceta en mi vida en la que paso de mi pueblo original a Sevilla. Voy indagando porque las cosquillas del dibujo me quieren llevar a más; le hago comprar telas a mi madre y voy emborronando cosas y voy enterándome de lo que son las Bellas Artes, en este caso la pintura. Alguien me dice que existen
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escuelas de artes aplicadas donde podría ir a aprender y así me incorporo a una escuela donde inicio aquel dibujo amanerado de copia de escayolas. Después surge un MAESTRO, lo digo con todas las letras, Pérez Aguilera, que es el que me da rienda suelta y me enseña a ser pintor. Después ingreso en BB.AA., obtengo una beca con la que me voy a Barcelona y de ahí en adelante sigo. —Y ¿cuál es tu pueblo? —Mi pueblo original es Villanueva del Ariscal, en la provincia de Sevilla, un pueblo pequeñito que se dedica sobre todo al viñedo; hay muchas bodegas, mi padre era bodeguero. Como mis hermanos quieren estudiar nos venimos todos a Sevilla capital. —Fuiste uno de los jóvenes artistas que estuviste en un taller con Paco Cortijo. Cómo lo recuerdas y cuál de todas tus vivencias profesionales te ha impactado más? —En el taller estábamos varios artistas, entre ellos Paco Cortijo. Él, que era un poco más mayor y pastor de ovejas, hizo que nos reuniésemos una serie de artistas muy jovencitos, casi recién salidos de la facultad y montásemos un taller que se llamó “Calcografía sevillana”, estaba en la calle Sor Ángela de la Cruz. Allí todos aprendíamos unos de otros y Paco, aunque era muy interventor, no conseguía imponer su criterio. Aquello no fue una escuela porque cada uno de nosotros tenía su criterio. —¿Quienes eran los otros artistas? —Allí estuvo Paco Reina, Félix de Cárdenas (un gran grabador), Margarita Sierra y Maruja Manrique. —Te iniciaste en la pintura profesional en la década de los setenta. Saramago nos contó en una ocasión que “se profesionalizó” cuando empezó a ganar dinero, para poder vivir de la literatura, con su libro “Levantado del suelo”. Cuál fue tu obra iniciática profesional? —Yo tengo una cultura inicial de la pintura abstracta. A mí me gustó mucho esa inquietud por Manolo Millares y tuve una exposición inicial en el club Gorca y en la galería Damas de Sevilla, donde expuse una pieza, una pintura y unos dibujos con textos a modo de grafismo. Tuvo éxito, pero no me conformaba con lo que a los galeristas le gusta mucho, repetir y repetir una misma fórmula. Pasé a exponer dibujos más realistas de tipo experimental, y otras en las que intervenían ya las formas, el color y el grafismo.
—El Emperador Adriano, en la pluma de Margarita Yourcenar, dijo “Soy como nuestros escultores: lo humano me satisface, pues allí encuentro todo, hasta lo eterno. Sin embargo el arte del retrato me interesa poco. Nuestros retratos romanos sólo tienen valor de crónica”. ¿Lo compartes? —Plenamente. Creo que esa gran escultura donde se depura la forma, lo virtuoso, es lo fundamental y el retrato como tal no lo tiene. Soy más del pensamiento de Brancusi, donde el interior y la forma en si tienen mucho más valor que el retrato por el retrato. —Tu obra es renacentista —pintura, escultura, grabado, diseño y fabricación de joyas, etc.—, pero me llama poderosamente la atención tu faceta de retratista contemporáneo y de pintor de la naturaleza. ¿Con cuál de tus facetas te quedas? —Retratista no soy. Yo hago una especie de retrato que no es tal, hago sobre todo figuras de mujer, interviniendo en el rostro para quitarle toda expresión que vaya al mimetismo del retrato. Trato de darle más una expresión como figura fundamental de la naturaleza. —Lo cual está en línea con lo que acabas de comentar antes sobre el emperador Adriano, de que no te interesa el retrato en sí mismo. —¿Cuál ha sido tu obra inacabada y por qué? —Inacabada está toda. No porque uno firme una obra está acabada. Se deja para darle salida a otras obras que están en el pensamiento. Hay muchos cuadros que hay que aparcarlos, porque para mí el cuadro, la obra en sí, establece un diálogo, te está hablando continuamente desde que empiezas a manchar la pintura o empiezas a darle forma al material de la escultura. La obra tiene su propia expresión y hay muchas veces en que te dice por aquí no y tú eres muy cabezón y dices por aquí sí, y en esa tesitura hay momentos en que hay que aparcar la obra. Hay muchas obras que se han parado y al cabo del tiempo vuelves a retomarlas y les das nueva vida. La obra tiene que tener vida. —Muy curioso esto de que tu propia obra te pare… —Sí, sí, la obra para, la obra habla, pero con mucha intensidad; tú estás delante de ella y habla, no propiamente con palabras pero te dice cosas en un diálogo sordo pero con mucha intensidad. —Has enseñado varias materias artísticas. ¿Se puede enseñar arte más allá de la técnica? ¿Nos cuentas tu experiencia docente?
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—Es complicado. A mí mi maestro, Pérez Aguilera, me enseñó, y era su discurso constante, que antes que dibujar había que aprender a ser artista. No se puede dibujar por dibujar. En el momento en el que tú a ese dibujo le das una intención estás creando algo. La creación es la vertiente que cualquier artista debe tener. Enseñar a ser artista es a lo que en las facultades de Bellas Artes deberían aspirar. Esto es casi más importante que enseñarle la técnica. —Un artista dijo “El estilo propio surge de los errores cometidos copiando a otros para formarse”. Otra artista dijo “El estilo surge de los aciertos cuando ya no se necesita copiar” ¿Con cuál te quedas? —Eso es muy esquemático. El estilo va innato con el artista y se va haciendo con la obra. En el darse a sí mismo es donde nace el estilo, no en la repetición de lo que otro ha hecho, sino en su propia creación, en su propio yo. —¿Cómo ves a las BB.AA. en nuestra sociedad pre y poscovid? —Las BB.AA. están sufriendo como cualquier hijo de vecino, pero los artistas plásticos tenemos un regalo con el tiempo, que es fundamental. Desde que hemos estado confinados yo he creado mucho más que antes, en que las distracciones, viajes, etc. te quitaban tiempo de creación. A otros tipos de artistas como los cineastas, teatreros, etc., que necesitan público, les ha perjudicado más. —En este sentido te ha favorecido el confinamiento. —Uno tiene también ganas de ver cosas en la calle, de ir al campo, de inundarte la mente con nuevas formas, nuevos colores, pero yo en este caso, como pinto canas y tengo ya un remanente, me ha venido, entre comillas, bien. —Eres aficionado a la fotografía y esta entrevista se va a publicar en la radio y revista de una web de fotografía. ¿Cómo la relacionas con la pintura y escultura? —A mí me gusta ver la fotografía. Hacerla me pone un poco de los nervios. Yo que soy paciente (con el grabado hay que ser paciente) la máquina en las manos me pone un poquito nervioso, no sé porqué. Pero soy consumidor de fotografía como espectador. Me parece que los tiempos modernos han dado con un hallazgo, la fotografía. Pero la fotografía para mí nunca puede estar interviniendo en el terreno de las artes plásticas, es otro modo de expresión artística distinto. El cine nace como la consecuencia de una técnica y del teatro, pero hoy día cada una de estas artes son independientes. La fotografía tiene que tener su propio mundo, su camino.
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—En fotografía el equipo es una discusión permanente y más desde que tenemos teléfonos móviles con buenas cámaras. ¿Qué piensas del equipo artístico (estudio, materiales, pinturas, etc.)? —A mí me gusta tener un buen equipo. No quiero tener el freno de no disponer de un material a mano. Siempre tengo exceso de material, aunque no lo utilice y cuando no lo tengo lo invento. Sobre todo en la escultura pues hay momentos en que los materiales que hay en el mercado no son suficientes. Yo me fabrico con frecuencia mi propio material, y me gusta, me gusta tocarlo, me gusta esa historia de la herramienta. —Me interesa el arte contemporáneo y tú practicas esta línea y muy a mi gusto, pero tengo muchas dudas sobre esta faceta en general. Hace ya algún tiempo oí a un crítico por la radio diciendo algo así como que el 85% de la obra de Picasso era una porquería. ¿Qué opinas de todo esto? —Ni mucho menos. La obra de Picasso estará durante muchos siglos. Para mí Picasso es lo que es: un genio al que nadie lo para. Lo toca todo y lo toca de manera esencial para el arte, de manera genial. Cosa que toca la convierte en expresión, en arte. De Picasso bebemos mucho, está ahí incluso fuera de la obra plástica o artística. Sin Picasso yo no concebiría este mundo, ni sin Braque, ni Brancusi, sin Cézzane, etc. Toda esta vertiente de artistas es la que nos pone en la vía en la que hoy estamos. —¿Quieres añadir algo más? —Estos de los que te hablaba quizás sean contemporáneos clásicos. Los actuales son una diversidad de artistas que en su mayoría son muy buenos, me interesan mucho, pero está todo muy mediatizado por el mundo de la galería, del dinero, y esto me interesa poco. Hay mucha mentira en esta historia, igual que lo hubo en otros tiempos, como en el realismo. La mentira siempre ha estado al servicio del dinero y aquí también lo está. Pero esto no quiere decir que en este complejo mundo del arte contemporáneo no existan grandes pensadores y grandes autores de obra magnífica.
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Gustavo Adolfo Bécquer
Gustavo A dolfo Bécquer (1836-1870) fue un poeta y narrador español perteneciente al movimiento del Romanticismo. Por ser un romántico tardío, ha sido asociado igualmente con el movimiento posromántico. Aunque en vida ya alcanzó cierta fama, solo después de su muerte y tras la publicación del conjunto de sus escritos obtuvo el prestigio que hoy se le reconoce. Su obra más célebre es Rimas y Leyendas, un conjunto de poemas dispersos y relatos, reunidos en uno de los libros más populares de la literatura hispana Fuente: Wikipedia
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El Monte de las Ánimas La noche de difuntos me despertó, a no sé qué hora, el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria. Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca, y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como, en efecto, lo hice. Yo no la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza, con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche. Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.
I —Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas. —¡Tan pronto! —A ser otro día no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte. —¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme? —No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua; yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré la historia. Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia. Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia: «Ese monte que hoy llaman de las Ánimas pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla, que así hubieran sabido solos defenderla como solos la conquistaron. »Entre los caballeros de la nueva y poderosa orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades
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Imagen de Stefan Keller en Pixabay.jpg y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos. »Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres; los lobos, a quienes se quiso exterminar, tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey; el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte, y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse. »Desde entonces dicen que, cuando llega la noche de Difuntos, se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche». La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporársele los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.
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Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, iluminando algunos grupos
de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón. Sólo dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso. Beatriz seguía con los ojos, absortos en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz. Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio. Las dueñas referían, a propósito de la noche de Difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel, y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste. —Hermosa prima —exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban—: pronto vamos a separarnos, tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío. Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo su carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios. —Tal vez por la pompa de la corte francesa, donde hasta aquí has vivido —se apresuró a añadir el joven—. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada: mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres? —No sé en el tuyo —contestó la hermosa—, pero en mi país, una prenda recibida compromete la voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de ma-
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cuando llega la noche de Difuntos, se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales.
nos de un deudo..., que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías. El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza: —Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo entre todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío? Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra. Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste y monótono doblar de las campanas. Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo: —Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? —dijo él, clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico. —¿Por qué no? —exclamó ésta, llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió: —¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma? —Sí. —Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo. —¡Se ha perdido! ¿Y dónde? —preguntó Alonso, incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza. —No sé...; en el monte acaso. —¡En el Monte de las Ánimas! —murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial—, ¡en el Monte de las Ánimas! Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda: —Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendientes, he llevado a esta diversión imagen de la guerra todos los bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir el peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; esta noche..., esta noche, ¿a qué ocultar-
lo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas...; ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento, sin que se sepa adónde. Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó, con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña arrojando chispas de mil colores: —¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de Difuntos, y cuajado el camino de lobos! Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía; movido como por un resorte, se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza, y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego: —¡Adiós Beatriz, adiós! Hasta... pronto. —¡Alonso, Alonso! —dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso, o aparentó querer, detenerle, el joven había desaparecido. A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho, que coloreó sus mejillas, prestó
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Asegura que vio a los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla, levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible... atento oído a aquel rumor, que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último. Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.
III
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Había pasado una hora, dos, tres; la media roche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho. —¡Habrá tenido miedo! —exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de Difuntos a los que ya no existen. Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso. Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído, a par de ellas, pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz apagada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana. —Será el viento —dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo prolongado y estridente. Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden; éstas con un ruido sordo y suave; aquéllas con un lamento largo y crispador. Después, silencio; un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi no se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota, no obstante, en la oscuridad. Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar; nada, silencio. Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando, dilatándose, las fijaba en un punto, nada; oscuridad, las sombras impenetrables.
—¡Bah! —exclamó, yendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada, de raso azul, del lecho—. ¿Soy yo tan miedosa como estas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos? Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría escondió la cabeza y contuvo el aliento. El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblaban tristemente por las ánimas de los difuntos. Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora; vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal decoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto, sangrienta y desgarrada, la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso. Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros: muerta, ¡muerta de horror!
IV Dicen que después de acaecido este suceso un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla, levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y caballeros sobre osamentas de corceles perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.
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Manuela Fernรกndez Cacao
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La parca Una noche más cubría guardia en la residencia. Tenía que estar muy pendiente, hacía mucho que no fallecía ningún anciano. Avanzando por el pasillo sentí que un poco más atrás alguien caminaba. Debía de ser ella. Temerosa no quise girarme hasta llegar al control de enfermería. Allí estaba como de costumbre, ataviada de negro, con la cara oculta. Esta vez decidí observar en silencio en qué habitación entraba. Dejó atrás la 403, la 404, la 405…, hasta llegar frente a mí. Me miró a los ojos, por primera vez le vi la cara. Con resignación solté todo lo que llevaba y le di la mano.
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Jesús de Oklahoma Desde que me licencié en periodismo soñaba con obtener el premio Pulitzer. Para conseguirlo decidí escribir un reportaje sobre liderazgos y qué mejor que ponerme en la piel de Jesús de Nazaret. Fui al Misisipi y un pescador me echó agua por la cabeza, fue mi bautizo. Prediqué por todo el Estado. Me hice famoso, los niños me seguían y los padres me escuchaban. Lo de los milagros me resultaba más difícil, pero al final conseguía engañarles, era gente humilde. Me colé en las bodas llevando escondidos litros de vino, saqué la cara por los débiles, por las prostitutas. Un día todos parecieron volverse locos, me redujeron y me llevaron ante el gobernador. Yo, que me las veía venir, gritaba: «Dejadme, todo es una farsa». El gobernador se lavó las manos y yo fui despojado de mis ropas y coronado de espinas. Ahora, desde este madero, solo espero que entre tanto gentío haya un reportero para, al menos, salir en las noticias de las diez.
De su libro “Exprimiendo historias”
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Laudelino Vázquez ¿Dónde estás, Miguel Miralles?, III Miguel Miralles ha sido transportado por El Sumiciu, un ser mitológico, a un lugar desconocido. Después de escapar, se encontró con una Xana en un local en el que el Sumiciu le ha localizado.
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El camino de plata —¡Críspulo, cráspulo! La rubia quiere salvarle el culo al pipiolo –exclamó Sumi a la vez que de un salto prodigioso de espalda, conseguía subir su metro escaso sobre el mostrador, y con un gesto amenazador, atenazaba la mandíbula de Aidin y la acercaba a la suya– ¿Crees que vas a poder seguir yendo siempre a tu aire? ¿eh? ¿Acaso crees que Su Grandísima va a permitirte siempre salir de rositas? Aidin le apartó de un empellón que a punto estuvo de hacerle perder el equilibrio y siguió limpiando vasos como si no escuchara la voz estropajosa. —No creas que la Señora Luna va a protegerte de todos tus desmanes. Cuando Su Grandísima quiera… Calló un momento, contemplando la figura de una enorme rata que levantándose a dos patas, y con mucho cuidado para no tocar el rayo de luna que entraba en diagonal sobre la puerta de «La Cueva la Xana», parecía dirigir a un numeroso grupo de ratas para tomar posiciones. —Ahí está la Rata Inmensa, cuando su Grandísima la manda, es que tiene mucho interés en algo o en alguien –añadió mirando hacia Miguel Miralles que temblaba en una esquina, intentando abrir un boquete en la pared para escapar de la visión de las ratas–. Y se ve que le has interesado, chaval; primero me permite por primera vez traer un adulto a este lado, y ahora, ahora, envía a su mejor soldado a por ti… Tan ensimismado se encontraba Sumi en el discurso, que no prestó atención a la maniobra de Aidin, cuando de manera natural, después de acabar con los vasos, continuó limpiando la superficie del mostrador. No apreció el momento en que, saliendo hacia la parte de afuera de la barra, le indicó a Miralles la entrada del servicio de caballeros, señalada con el cartel de un bebé orinando mientras su madre le cambiaba el pañal. —Esta vez no dudes, susurró, cuando veas la luz de la luna sobre la ventana, salta y corre sin salirte nunca del haz de luz. Corre hacia el bosque, y no salgas del camino de plata ocurra lo que ocurra… Habló tan bajo que, por un momento, Miguel dudó si se dirigía a él, pero la figura de Sumi saltando con un nuevo ¡Críspulo, cráspulo! desde lo alto del mostrador, le convenció de que no había muchas más oportunidades, así que se introdujo en interior del servicio y cerró la puerta con el pasador. La Luna aún no iluminaba de lleno la pequeña ventana, tan pequeña, que lo primero que pensó fue que no iba a coger por allí, pero intentó abrirla de todos modos porque la sola presencia del Sumiciu le producía pánico, y qué decir del ejército que le esperaba a la puerta del local.
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Para su sorpresa, la ventana no solo no cedió, sino que ni siquiera fue capaz de mover la manilla. Lo que no supuso ninguna sorpresa, fueron los golpes que empezaron a sonar al otro lado de la puerta. —Abre, bonito –repetía burlón el Sumiciu–, abre que papi te va a llevar de paseo con unos amigos, y si eres bueno, conocerás a alguien sumamente interesante. Las risas al otro lado no contribuyeron a tranquilizarle, así que siguió insistiendo sin suerte, hasta que, inesperadamente, la Luna pareció alinearse con la ventana, y un amplio haz de luz golpeó contra el cristal translúcido. En ese momento la ventana cedió y Miguel, empleando el resto de fuerzas que le quedaban, consiguió izarse e introducir la cabeza por el ventanuco. Frente a él distinguió la silueta de un río agonizante, ancho y plateado, que caminaba cansino hacia el mar. Forzando un poco la vista, creía distinguir, tras las siluetas de lo que parecía un polígono industrial, habitado por esqueletos herrumbrosos, la línea de la costa sobre la que destacaba la silueta de algo que no conseguía identificar tras un letrero de neón parcialmente tapado por los primeros árboles de un bosque que corría paralelo al río, separado de éste por las construcciones industriales (si eso es lo que eran, porque sus formas retorcidas sugerían cualquier idea loca que pudiera imaginarse). Pero lo que llamó poderosamente su atención y le dio fuerzas para empujar e intentar liberarse de la prisión que el marco del ventanuco ejercía sobre sus hombros, fue la visión del bosque iluminado por lo que parecía un poderoso foco que salía desde la Luna y dibujaba una línea recta que, incluso desde aquí, le permitía entrever el camino entre los árboles. También ayudó al impulso final la voz ronca de Sumi con uno de sus ¡Críspulo, cráspulo! con el que celebró que, por fin, la puerta había cedido. Lleno de rasguños, dolorido del golpe en el hombro sobre el que aterrizó y aterrorizado por la cantidad de ratas que parecían aguardarlo al borde del camino de luz, se puso en pie, y se dirigió hacia el bosque. En ese momento, sólo sabía que la luz de la luna detenía a aquellos seres, incluido el Sumiciu, que había rodeado «La Cueva la Xana» para perseguirle y al que también afectaba el poder de la Luna, puesto que se limitaba a seguirle encabezando uno de los ejércitos de ratas por su lado derecho. Al otro lado del camino de luz, la Rata Inmensa encabezaba un grupo similar: si prestaba un poco de atención, Miralles podía distinguir el extraño brillo de sus pupilas, aunque se obligaba a intentar mirar solo al frente y se repetía como un mantra «por el camino de luz, no salgas del camino de luz» no podía evitar echar un vistazo fugaz de vez en vez. El miedo, pensaba, puede alertarme y evitar que haga una estupidez. Pero el tiempo pasaba, y el cansancio se apoderaba de él, tanto que algunas veces se descubría caminando en zigzag, a punto de pisar el borde de la luz. Sospechaba que solo el ansia de sus seguidores que, cada vez que estaba a punto de salirse, no podían evitar la algarabía de la presa atrapada, había evitado la catástarofe, así que no paraba de pensar en algo que le pudiera ayudar a entretenerse ya que el camino del bosque parecía aún muy largo y los seres de los márgenes no iban a abandonar. —El móvil. El ruido que no era capaz a identificar entre el arrastrar de miles de pies de roedores, era el del móvil. Un móvil que milagrosamente aún se encontraba en el bolsillo del pantalón, y que inexplicablemente, en el momento de entrar en el camino, había empezado a cargarse. Lo sacó sorprendido, sospechando que entre las cosas extrañas que le estaban ocurriendo, no descartaba que los que tanto interés tenían en atraparlo, podrían inducirle pensamientos o ideas de lo más estrafalarias. Y esta lo era, pero al coger el aparato entre las manos, se dio cuenta de que efectivamente estaba cargando. Quiso creer que la luz de la Luna, transmitía algún tipo de energía
a la batería y que esa era la forma en que podía ayudarle. Así que miró la pantalla y comprobó que las aplicaciones funcionaban. —Puedo llamar a Natalia –se dijo. Marcó el número y para su sorpresa, sonó la señal de llamada. Esperó unos segundos y de repente, creyó desmayarse cuando al otro lado del aparato oyó una voz que supuso la de Natalia. —Dime, mi amor. —¿Natalia? ¿Natalia? —Dime, mi amor. —Tienes la voz muy rara… —Estoy preocupada, mi amor. —Natalia, tú nunca me llamas mi amor. Dices que eso son tonterías. —Y lo son, mi amor. Lo son. —¿Entonces? La voz al otro lado, cuyo timbre estaba cambiando rápidamente, rompió en una carcajada sonora que se mezcló con los aplausos y silbidos de la procesión que le seguía. — No soy Natalia –dijo–, ya tendrás el gusto de conocerme, ahora que por gilipollas te olvidaste de la Xana y sus consejos, y mientras hablabas por teléfono, no te diste cuenta de que estabas saliendo del camino de luz. Una risa sorda acompañó la última frase. Miguel Miralles, sintió que el frío corría por su columna: de repente la luz se había apagado, se encontraba en medio de una oscuridad absoluta y en su imaginación las ratas se abalanzaban sobre él. Un instinto que no sabía de dónde surgió, le empujó a correr desesperadamente entre los árboles, con sus siseantes perseguidores a los talones. En un gesto de desesperación lanzó el móvil contra la rata gigante que encabezaba la marcha y se tapó los oídos para no oír la voz rasposa del Sumiciu repitiendo como una salmodia ¡Críspulo, cráspulo, Miguelito. Ven!
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Juanjo Arrojo
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arganza, tineo
Hórreos asturianos, I Para ser exactos, debiera titularse este artículo “Hórreos, paneras y cabazos asturianos”, aunque al hablar de hórreos se identifica sin dificultad el objeto al que se refieren. De siempre ha llamado la atención de propios y extraños la figura del hórreo, construcción rural que tiene en la actualidad a Asturias y Galicia como máximos representantes de estos graneros tan peculiares, elevados sobre el suelo por pilastras —llamadas “pegollos”— que los aíslan de la humedad, en tierras tan propicias a ella, y de los roedores, a los que se les impide el paso mediante piedras horizontales que separan las pilastras del cuerpo central. Claro que los hórreos no son privativos de Asturias y Galicia, aunque sean las regiones que más ejemplares conservan en la actualidad. Navarra y Cantabria, con una escasa veintena de ejemplares en cada caso, tuvieron en su día al hórreo como protagonista de ciertos espacios rurales, cada uno con su tipología. Igual que el País Vasco, donde en la actualidad son tan escasos que se consideran una auténtica reliquia. León conserva varios en torno a los trescientos cincuenta ejemplares. En todos los casos han sido víctimas del cambio económico y social, de la mecanización y la logística del mundo rural. Aún así, se calcula que en Asturias hay alrededor de 10.000 ejemplares y en Galicia unos 30.000, muchos de ellos en avanzado estado de deterioro a pesar de algunas leyes tímidamente protectoras.
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bermiego, quirós
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Partiendo del archivo del fotógrafo asturiano Juanjo Arrojo mostraremos en este ejemplar de LUZ Y TINTA y en los dos números siguientes diversas fotografías de hórreos, paneras y cabazos asturianos, en tomas generales y en detalles que nos permitirán conocer en profundidad estas construcciones tan características del mundo rural asturiano. En realidad, como queda dicho, un hórreo —las paneras y cabazos son variantes del mismo— es un granero, exento del resto de la quintana, y construido de modo que cumple a la perfección el destino que se le asigna en la economía familiar. La literatura asturiana se ha hecho eco de su presencia en el paisaje de los pueblos. Para no abundar en los ejejmplos, Palacio Valdés, en su novela de 1903 La aldea perdida lo describe de la siguiente manera: “Caseta cuadrada de madera, apoyada sobre cuatro columnas de piedra, que la aíslan del suelo, y sirve ordinariamente de granero. Cuando es cuadrilonga y tiene seis u ocho columnas se llama panera.” Y en La novela de un novelista, de 1921, vuelve a describirlo: “Casetas cuadradas de madera destinadas a graneros, sostenidas y aisladas del suelo por columnas de piedras.” Clarín, por su parte, en su novela inolvidable La Regenta, se ve en la necesidad de aclarar el significado de esta construcción: “Según costumbre de la tierra, iba el de artillería a hablar con Paula a media noche, no por la reja, que no las hay en Matalerejo, sino en el corredor de la panera, una casa de tablas sostenida por anchos pilares a dos o tres varas del suelo.” (Cap. XV) Y, más adelante, insiste: “La escena representaba una panera, casa de madera sostenida por cuatro pies de piedra, como las habitaciones palúdicas sustentadas por troncos, y las de algunos pueblos salvajes.” (Cap. XX) Recapitulemos. Frente a la descripción de Clarín, que confunde hórreo con panera, el hórreo es cuadrado, tiene cuatro pilastras o “pegollos” y, por lo general cubierta de teja árabe a cuatro aguas. En los casos en que el tejado es a dos aguas, generalmente en el concejo de Ponga, se les llama “beyuscos”. La panera, por su parte, tiene seis u ocho patas o “pegollos” y es rectangular. Hemos dicho que la cubierta suele ser de teja árabe, aunque en los concejos occidentales de Asturias suele usarse la pizarra y la cubierta vegetal, esta cada vez más
en desuso por la dificultad que supone el tener que cambiar la cubierta cada cierto tiempo, cuando su deterioro por las condiciones climáticas lo aconseja. Vimos que Clarín identificaba los “cuatro pies de piedra, como las habitaciones palúdicas sustentadas por troncos”. Y no andaba lejos el novelista. Todos los tratadistas que se han acercado al hórreo defienden el origen palafítico del hórreo. Sin ir más lejos el etnógrafo polaco Frankowski, en su conocida obra Hórreos y Palafitos de la Península Ibérica (1918) avala esta teoría que nos pone en contacto con su todavía no detectada antigüedad: “Los hórreos de Asturias, Galicia, Provincias Vascongadas y Portugal, deben de ser considerados como reliquias de tiempos muy lejanos, cuando en estas tierras reinaba la construcción palafítica de madera”. En el próximo número de LUZ Y TINTA, y en el siguiente, entraremos en detalles sobre la construcción del hórreo, sobre sus distintos elementos y sobre la decoración y los adornos que en ocasiones enriquecen estos magníficos graneros. Sirva esta primera aproximación, a través de las fotografías de Juanjo Arrojo como una inmersión a pleno pulmón en este elemento de la etnografía tradicional asturiana que nunca deja indiferente. Para comodidad del lector se han ordenado siguiendo la siguiente pauta: hórreos, paneras, hórreos beyuscos (con cubierta a dos aguas), hórreos con cubierta de pizarra o vegetal (paja de centeno o escoba, según zonas) y cabazos. Del texto: F.T.
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arrojo, quirรณs 66
bermiego, quirรณs
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bandujo, proaza
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bayones, breceĂąa, villaviciosa,
bueño 69
brieves
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argaĂąoso, sardeu, ribeseya
argaĂąoso, sardeu, ribeseya
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poreĂąo-villaviciosa
barcia-luarca
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campiellos-sobrescobio
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colunga
cuyences, oviedo,
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la casona, somao, pravia,
lorĂo, laviana,
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pernus, villaviciosa,
horreos en villamorey, sobrescobio,
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soto de agues, sobrescobio
soto de cangues, c. de onis,
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villaviciosa
la riera y rĂo reynazo, cangas de onĂs,
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panera aeropuerto, castrillon,
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panera en santirso-candamo
la mortera, candamo
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panera en la riera
el carcabón, agüera, les regueres,
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piedeloro-carreño
panera en solis, corvera,
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panera en valdebois, ibias, copia
pen, amieva, 84
el carcabĂłn, agĂźera, les regueres,
rincon de argame-morcin
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santaolaya, amieva,
s. salvador de valledor-allande
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villar de huergo, piloĂąa,
beyuscu en casielles, ponga
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beyuscu en casielles, ponga
horreo beyusco, bivoli, ponga
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villaqmorey, sobrescobio
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041-horreos en soutelo- s. martin de oscos
caserĂa en busto, valdĂŠs
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cuantas, ibias,
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cuantas, ibias
vis, amieva
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villamarin, grado,
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soto de cangas, c. de onis,
villacondide, coaĂąa
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vega del horreo, c. del narcea,
horreos en cuantas, ibias
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pasaron-villanueva de oscos
039-horreo de paja en los oscos
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040-pasaron-villanueva de oscos
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cabazo en merou, boal,
cabazo en los esquĂos, taramundi,
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cabazo en cartavio, coaĂąa,
cabazo en pardiĂąas, taramundi,
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cabazo en villacondide, coaĂąa,
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Monchu Calvo
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Adventum, un documental sobre Laviana Durante el pasado diciembre, la productora gaditana Trafalgar Cinema, vino a los parajes de Laviana a rodar un documental que mostrara las singularidades de esta tierra que poco a poco me va enamorando. El proyecto fue promovido por el Grupo de Investigación Histórica, Los Bribones de Laviana, con sede en esta villa, aunque su campo de actuación abarca toda la cuenca del Alto Nalon, desde Laviana hasta Tarna. En este trabajo, se echó mano de grandes especialistas en actividades extremas, con el fin de que esas escenas aúnen deportes de riesgo, a la vez que tomas de gran belleza paisajística. Iniciamos nuestro documental en el pueblo de Soto de Lorio, donde debidamente aparejados a la antigua usanza, dos burros fueron cargados con todo el material necesario para descender a una cueva colgada de un inaccesible lugar, y donde sabíamos que había indicios de unas pinturas posiblemente de origen neolítico, que después de un concienzudo reconocimiento de su interior, la arqueóloga Esperanza Martin, a la que hubo que descender de una cuerda sujeta a una polea, dio con la pintura en una de sus paredes, algo que parece ser, a falta de un estudio mas a fondo, la efigie de un guerrero con una especie de penacho de plumas en su cabeza. La imagen de la comitiva avanzando por aquellas pendientes, con los animales encabezando, cual patrulla de guerreros astures en sus guerras con los romanos, era ciertamente de gran impacto visual. Debo decir que, aunque miembro de ese grupo, mi aportación se aleja de cualquier actividad de riesgo, limitándose puramente a la documentación fotográfica, lo cual hago con evidente placer. A pesar de intervalos de algo de lluvia, el ambiente invernal y con las brumas propias de nuestra tierra, contribuyeron a capturar muy buenas fotos, y con excelente luz. Nuestros amigos gaditanos, acostumbrados a paisajes tan diferentes, estaban disfrutando como nunca con su trabajo. Al día siguiente, con una jornada de excelente sol, y atmósfera límpida, tocó rodar en uno de los parajes más hermosos del concejo de Laviana. La Campa Fresneo nos recibió con esas vistas inigualables que regala aquel mágico lugar. Peña Mea, y todo el valle de Villoria y sus pueblos. La imponente foz del Raigosu, con sus prados y cabañas acostados en sus laderas, y luego a nuestras espaldas las calizas de Peña Mayor, con la cicatriz pétrea por donde transcurre la traída de agua de Caso a Gijon, y en el valle los pueblos tan hermosos y queridos para algunos de nuestros moldeadores, como La Ferrera, La Xerra, Boroñes y El Condado. En ese entorno maravilloso por la armonía y belleza de aquellos lugares, nos dirigimos por un paraje de gran belleza al bosque de la Mata de los Llanos . Allí, en una expedición anterior habíamos descubierto unas ancestrales y desconocidas trampas para cazar lobos. Son estas unos pozos de varios metros de profundidad, donde los pastores conducían a estos animales por unas veredas de las que no tenían escapatoria, a provocar su caída dentro del pozo, donde les daban muerte con una especie de chuzos alargados. Un documento etnográfico de gran valor, pues hasta nuestro descubrimiento no estaban documentadas esas trampas, que además se limpiaron
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Puente del molin de la Caya
de maleza y esperemos que por parte del ayuntamiento hagan valer su importancia etnográfica y turística, en una zona de las más hermosas de Laviana. Posteriormente se visitó otro enclave de gran espectacularidad, y complicado acceso. La cueva del Nozalín es un monumento natural que impresiona por el tamaño y las formaciones geológicas de la gran caverna, situada en las paredes calizas de Peña Mayor. Por la tarde quedaba la que para mí fue la más bonita, a pesar de ser un paisaje mas domesticado, pero cargado de gran belleza. En las cercanías del pueblo de La Rebollá, sale un camino que desemboca en un viejo molino al que llaman molín de la Caya. Allí, nuevamente echamos mano de los burros con sus albardas, y debidamente cargados, simulamos una caravana de arrieros que atravesábamos parajes de exultante naturaleza, donde el verde de los líquenes envolvía los arboles con sus ropajes vegetales. Un viejo puente, quizás de factura medieval, sustentaba el paso de los viajeros por su arco, mientras el arroyo que luego hubo que vadear confería a la escena ese toque cinematográfico que nuestros operadores estaban prestos a recoger. No faltó un vadeo al rio Nalón, en la cercanía de Comillera, y una rápida visita a la cueva del Barrillon. Debo decir que igual Jesús Sotomayor que Juanma Roa, productores del documental, estaban realmente asombrados de la hermosura de nuestra tierra, así como el atrezzo en forma de animales, y las espectaculares actuaciones de nuestros especialistas, con nuestro director Arcadio Noriega en la cabeza. Pero faltaba la guinda de rodar en un paisaje con nieve, con lo que el documental resultaría mucho mas completo, y advertidos de que entraba un frente frio, que iba a envolver de blanco lo que hacía pocos días lucia con un verde espectacular y un sol radiante, rápidamente, con pocos días de margen, emprendieron el regreso a Laviana desde Cádiz. El acierto fue pleno, porque antes de que las cosas se pusieran peligrosas por el temporal que tantas incomodidades y peligros ocasionó, les dio tiempo a captar unas imágenes de gran belleza por la zona de Campa Fresneo, en las inmediaciones de Peña Mayor, vestidas de un blanco impoluto, donde como pequeñas perlas asomaban las modestas cabañas, confiriendo al paisaje una gran belleza. También visitamos un pueblo de los montes de la Collaona, donde tapada por la maleza, y en una construcción abandonada, apareció una cabeza esculpida, que los arqueólogos sospechan pueda provenir del destruido palacio de Camposagrado, de Villoria. Faltaban las tomas más espectaculares, y volvimos al paisaje bellísimo del molín de la Caya, donde el rio San Xulian, alimentado por las recientes lluvias, mostraba un caudal bastante amenazador. Nuestros especialistas, con la ayuda de cuerdas y arneses hicieron un descenso que propició escenas de gran impacto visual, que es de lo que se trataba. Algunas tomas con dron, y viendo el cariz que tomaban las previsiones meteorológicas, rápidamente de vuelta para Cádiz, que no les resulto fácil en algunos tramos del viaje, pero contentos porque llevaban imágenes que estamos seguros serán impactantes por su belleza y espectacularidad. A mí me cupo el honor de recogerlo en imágenes, algunas de las cuales van en esta entrega Anticipo https://youtu.be/4MxA9NRHJqY
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Primera jornada
ayuda tĂŠcnica
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camino cueva lorio
campa fresneo
descendiedo a la cueva
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cueva nozalin 1
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cueva nozalin
vadeando la riega san xulian
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traida aguas comillera
transporte tradicional
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vadeando el nalon
Segunda jornada
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Fotos seleccionadas ж Enero de 2021
Como se ha podido advertir en Moldeando la luz, se ha cambiado el criterio temporal para elegir las fotos seleccionadas, lo que afecta a Luz y Tinta de la siguiente manera: Con referencia a las fotos que se suben a la revista Luz y Tinta, se seguirán necesitando 20 votos como mínimo. Y [...] se subirán a la revista las fotos de dos meses, que irán del periodo de 15 al 15 de cada mes. Por ello, en la próxima revista solo saldrán las que hayan adquirido los 20 votos en la primera quincena del mes, en meses sucesivos serán fotos del mes de Enero-Febrero (15 días de cada mes) y próximamente Febrero-Marzo, Marzo-Abril, y así sucesivamente. De esta manera siempre habrá 15 días de por medio, de no ser así ocurre lo mismo que con la foto del mes, pues las fotos que se ponen a final del mes tienen pocas posibilidades de adquirir esos votos, y hasta ahora este apartado en la revista estaba abierto hasta las últimas horas del día 9 para darles más posibilidades, ya que como es costumbre la revista se sube todos los días 10 de cada mes. Esto nos obligaba a trabajar contra reloj los días previos a la publicación.
happy new year, por ionut caras
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Fotos Seleccionadas
a race or a means of transport ..., por vadim trunov
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ao ba ba vietnam, por duong dinh
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Fotos Seleccionadas
bodegรณn con leche., por eleonor
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bodegรณn con leche., por eleonor
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Fotos Seleccionadas
bodegรณn, por aitar 128
buscando la salida, por oscar rubén suárez
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Fotos Seleccionadas
castilla profunda, por ildefonso robledo
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catching waves, por milen
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Fotos Seleccionadas
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cleopatra, por eric
colors of last fall, por georgy
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Fotos Seleccionadas
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dama en abrigo, por gen
dust you are ..., por milen
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Fotos Seleccionadas
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efĂmera, por susana gudiĂąo
el camino de la felicidad, por saravut whan
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Fotos Seleccionadas
envase al vacĂo, por oleg
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family portraits, por igor
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Fotos Seleccionadas
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family portraits, por igor
family portraits, por igor
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Fotos Seleccionadas
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faro busto, por julia
fishing day, por kinsuk lin
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Fotos Seleccionadas
fontanka, por edward gordee
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glamour, por roman 145
Fotos Seleccionadas
glamour, por roman 146
happy new year to all shapersfeliz aĂąo nuevo a todos los moldeadores, por dimitriv
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Fotos Seleccionadas
i love you, por irina
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infinite dreams, por jesús álvarez rodríguez
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Fotos Seleccionadas
jaszczurowka chapel, por karol poland
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kakaotalk, por kinsuk lin
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Fotos Seleccionadas
light serpent, por loco matarov
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manto blanco sobre el pico yordas., por kamarรณn viesca
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Fotos Seleccionadas
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maris, por zachar
mirror, por vadim trunov
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Fotos Seleccionadas
mountain hut, por karol poland
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myanmar,, por yuri gagari
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Fotos Seleccionadas
mĂnimal nevado, por pepe latas
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naked, por arkadiy
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Fotos Seleccionadas
olas..., por kristof browk
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otra forma de ver las cosas., por edward gordeev 161
Fotos Seleccionadas
pescadores al amanecer, por saravut whan
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portraits of women, por makapeh
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Fotos Seleccionadas
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portraits of women, por makapeh
preparing a photo shoot, por lenin kaspov
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Fotos Seleccionadas
quirĂłs, campanario de la iglesia de sta. marĂa, siglos ix-xv, por j.l.maylin
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sencillo, barato y riquĂsimo, por el marmitĂłn
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Fotos Seleccionadas
sinfonĂa en rojo., por semy
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sunrises, por fran marat
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Fotos Seleccionadas
temporal en asturias, por guendy
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the bride and the photographer, por yi wan
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Fotos Seleccionadas
the power of winter, por karol poland
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tiempo de cafĂŠ, por j.l.maylin
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Fotos Seleccionadas
timeless face, por nadima (shibina nadegda)
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tormenta en rioseco, por monchu calvo
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Fotos Seleccionadas
zorros de iturup., por a. grachev
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before the music plays, por nadima (shibina nadegda)
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Fotos Seleccionadas
dĂas de niebla, por pepe latas
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elena, por andreeva
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Fotos Seleccionadas
entre las flores, por oleg
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fashion, por m.dasha
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Fotos Seleccionadas
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fashion, por m.dasha
gato dormilรณn no pilla ratรณn., por kamarรณn viesca
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Fotos Seleccionadas
hace frĂo de carayu, por k i k e
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mirada con historia, por oleg
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Fotos Seleccionadas
myanmar,, por yuri gagari
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nevada en madrid 04, por antonio martinez rodriguez
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Fotos Seleccionadas
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no free time, por jesús álvarez rodríguez
nude, por alejandro
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Fotos Seleccionadas
nude, por lenin kaspov
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pain, por irina
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Fotos Seleccionadas
phare de mean ruz ..., por kristof browk
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piloto, por e.horobets
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Fotos Seleccionadas
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portrait, por voytsek
portrait, por voytsekhov
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Fotos Seleccionadas
refrescarse en el lago., por alejandro
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remembranza, por roberto jorge escudero
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Fotos Seleccionadas
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rogue, por nadima (shibina nadegda)
sol de medianoche, por e.horobets
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Fotos Seleccionadas
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the art of the nude, por eric
the cold of dawn, por loco matarov
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Fotos Seleccionadas
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the end of the year orange, por david d
the old rockers never die, por ignachenco
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Fotos Seleccionadas
the trips of my friends, por anna. sstudy
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the trips of my friends, por anna. sstudy
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Fotos Seleccionadas
the trips of my friends, por anna. sstudy
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via sistina, por oscar rubĂŠn suĂĄrez
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Fotos Seleccionadas
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viccolo delle vacche, por oscar rubĂŠn suĂĄrez
victoria, por raul viciano alberich
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Fotos Seleccionadas
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granjero, por
saravut whan
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Nadima Shibina Nadegda
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La playa en invierno Escribo en este Madrid tomado por la nieve, con las calles y aceras impracticables y con algunas decenas —¿o son centenares?, ¿o miles?— de locos saltando encima de la nieve, jugando a tirarse bolas, poniendo en juego su integridad y ajenos a las dificultades de la vida en una ciudad no preparada para estas nevadas y con unos responsables políticos que esperan que otros les saquen las castañas del fuego mientras ellos se lamentan abrigados en buenos plumíferos y con la calefacción de sus casa a todo gas, y nunca mejor dicho. Yo miro por la ventana, aislado del mundo madrileño y recuerdo las nevadas de verdad —esto de Madrid en este mes de enero es solo imprevisión municipal— en la Asturias rural de mi infancia, cuando caía un metro de nieve con el que había que convivir y al que había que combatir con las palas a nuestro alcance para que la vida siguiera. No es, pues, de extrañar que en este ambiente nevado las fotos de esta serie de Nadima me resulten contradictorias: mientras mi pensamiento principal está ocupado en la melancolía de la infancia, estas fotos me remiten a otra realidad. La playa en invierno. Cuando el frío se apodera del ambiente y apetece más quedarse cabe la chimenea o el radiador, las playas solitarias, palmeadas por el viento, parecen esperar su oportunidad primaveral, las aglomeraciones típicas del verano, con la toalla y el bronceador como fieles acompañantes. Estas fotos, en que una mujer y una hiña —¿madre e hija?— disfrutan de un paseo por los arenales solitarios, me recuerda unos versos de Felipe Benítez Reyes en un hermoso poema, titulado “El equipaje abierto”, en el que nos habla del recuerdo de los días felices del pasado: “soledad de centinela/ que parecen tener las playas en invierno”, playas habitadas únicamente por gaviotas que ensayan su vuelo raso por encima de la arena y por jóvenes golondrinas que juegan y gritan recordándonos que el paso de las estaciones es un vaivén. Mientras yo sigo asomado a mi ventana y pienso en la nieve de verdad de mi infancia allá en Asturias; nieve que impide el tránsito por los caminos, que no permite la vida ordinaria; y sin embargo, hay que hacerle frente para seguir viviendo, sin lamentos municipales, sin los desplantes disglósicos de la inefable Ayuso y sin la locura de madrileños ociosos que están haciendo de la nieve un peligroso juguete. En cambio, en cualquiera de las playas que conozco y a las que ahora me llevan la imaginación y estas fotos de Nadima la añoranza de paseantes solitarios, bien abrigados, es un canto de vida y esperanza, como diría Rubén Darío: “y si hay algo que iguale la alegría del cielo, /es el gozo que enciende las entrañas del mundo.”
Claudio Serrano 213
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Irina Dzhul
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Por esos mundos mágicos Irina Dzhul no tiene días malos: en cuanto se coloca tras la lente, surge la magia. A veces a borbotones, a veces, la deja mezclarse con una realidad siempre vestida de esperanza. Pero hay días en que simplemente deja que todos los paisajes se inunden de esa fuerza interior que la lleva a convertir en realidad a la Dama del Lago, flotando sobre las aguas verdes como una Xana, o una princesa que va a entregar la espada mágica al Caballero Lancelot. A veces, viaja en el tren del pasado, en esos vagones llenos de lujo, que transportaban al país de los sueños a las mujeres que se atrevían a tomarlos. A veces, parece reconstruir un colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, y de entre sus paredes o patios, surgen magas elegantes, cotidianas, magas que habitan los bosques con el color morado del futuro. Cae la tarde en el bosque de Irina, mientras lee los últimos conjuros ante la luz del sol declinante, se sienta a unirse con el agua en su rincón de pensar preferido, o enfoca el catalejo con los pies Descalzos, buscando la luz del faro para poder atravesar el bosque más oscuro. Nunca del todo, porque también los árboles quieren unirse a la fiesta y se retuercen en un baile con la cámara porque también ellos, como todo lo que rodea a Irina vive, crece y se convierte en magia, En magia pura y verdadera.
Segundo Korda
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Pepe Latas
PequeĂąos detalles Mundos perdidos ajenos a las miradas olvidando el paso del tiempo, luces distantes que reflejan la maĂąana, colores uniformes ocultos en las sombras alejados del ruido como fantasmas, aguas atrapadas en instantes perecederos escondidas en los rincones.
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Š Bret Kavanaugh
David du Chemin
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© Jaroslav Devia
¿Jorge el curioso? El cerebro de Einstein fue robado y posteriormente estudiado. ¿Qué reveló sobre su genio y creatividad? No mucho. Ciertamente, no tanto como lo hizo el propio Einstein cuando dijo: “No tengo un talento especial, solo soy apasionadamente curioso”. ¿Qué tiene que ver la curiosidad con tu creatividad y cómo se puede perfeccionar o cultivar? Hablemos de eso. Entre los muchos, muchos momentos en los que miro hacia atrás en mi infancia con asombro (sobre todo me pregunto cómo no fui arrojado a los lobos por los adultos en mi vida), recuerdo un incidente en la clase de matemáticas de décimo grado. No era exactamente un estudiante estrella. Y, para ser justos con un yo más joven, tampoco mi maestro fue un maestro estrella. Su nombre era Sr. Gold. George Gold. Olía vagamente a yogur de cabra caducado. Se estaba acercando a la jubilación y creo que su paciencia con los niños de mi edad se había agotado por muchos años, y siempre me estaba engañando acerca de mi actitud, que como pueden imaginar, no hizo nada por mi actitud, excepto alentarla en una dirección oscura. Finalmente, el señor Gold y yo llegamos a un punto muerto y él prometió no reprobarme las matemáticas si, por mi parte, reconocía la escritura muy clara en la pared en cuanto a mi delincuencia matemática y prometo no tomar nunca matemáticas avanzadas y, por lo tanto, una de sus clases, nunca más. Fue un trato que acepté con mucho gusto. Su voluntad de liberarme, creo, tuvo algo que ver con un episodio a principios de ese año en el que me preguntó por qué había hecho algo, y tan exasperado por el constante interrogatorio, simplemente respondí: “¿Por qué? ¿Curioso, George?” Guau. No está bien, DuChemin. Te dije que deberían haberme arrojado a los lobos. Entonces, ¿qué tiene esto que ver contigo y tu vida creativa? Probablemente nada en absoluto, pero he estado tratando de encontrar una manera de hablar sobre
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© Hüseyin Topcu
la importancia de la curiosidad en el proceso creativo y cómo cultivar esa curiosidad, y todavía no puedo escuchar la palabra ‘curioso’ sin pensar en George, ya sea el profesor de matemáticas o el mono, y si no hago que este artículo comience de alguna manera, nunca sucederá. Cuando Albert Einstein murió de un aneurisma aórtico abdominal el 18 de abril de 1955, su cuerpo, según sus deseos, estaba destinado a ser incinerado y sus cenizas esparcidas en secreto. Thomas Harvey, el patólogo del Hospital de Princeton, tenía otros planes, y en lugar de dejar que la asombrosa mente de Einstein descansara en una paz bien merecida, se abrió la cabeza y le robó el cerebro. También se dice que tomó los ojos, que ahora se rumorea que están en una caja de seguridad en algún lugar de la ciudad de Nueva York. Pero no son sus ojos por los que se celebra a Einstein, tal vez si hubiera sido un fotógrafo famoso nos habríamos interesado más y les habríamos seguido mejor. ¡Pero su cerebro! Esa asombrosa fuente de algunas de las ideas más importantes del siglo XX, fue cortada en unas 240 piezas y almacenada en 2 frascos en el sótano de Thomas Harvey, que ahora estaba en Filadelfia después de que Harvey fuera comprensiblemente despedido del Hospital de Princeton y tuvo que ir a otra parte en busca de trabajo. Finalmente, Harvey termina en Wichita, Kansas, y Einstein se fue con él, guardado ignominiosamente en una caja de sidra escondida debajo de un enfriador de cerveza en un armario. Esas son las partes buenas de la historia. Finalmente, se estudian partes del cerebro de Einstein y, dependiendo de lo que leas, todo parece llegar a un final bastante anticlimático: resulta que el cerebro de Einstein realmente no era tan especial. Había algunas peculiaridades, y admito que me volví un poco bizco leyendo la ciencia sobre este tema, pero los estudios no fueron exactamente sistemáticos, como cabría esperar de un patólogo en fuga que guardaba sus muestras bajo una hielera de cerveza. y ninguno de ellos parece concluir con ningún momento eureka real sobre por qué Einstein fue un genio. Creo que el propio Einstein nos dio las respuestas en la vida mejor de lo que parece haberlo hecho su cerebro en la muerte, cuando dijo: “No tengo ningún talento especial, sólo soy apasionadamente curioso”. Pero busque citas de Einstein sobre la curiosidad y encontrará otras, entre ellas la advertencia de “no perder nunca una santa curiosidad” y la insistencia en que la curiosidad, o en algunas versiones de la cita, la imaginación, es más importante que el conocimiento. “Lo importante”, dijo Einstein, “es no dejar de cuestionar. La curiosidad tiene su propia razón de existir.” En otras palabras, podría no haber sido la estructura de su cerebro lo que importaba y lo convertía en la fuerza creativa e innovadora que éramos, sino más bien la estructura de sus pensamientos. Fue lo que hizo con ese cerebro lo que lo hizo especial. Einstein le dio crédito a la curiosidad por llevarlo a sus ideas y descubrimientos, y nos rogó que nunca dejáramos de cuestionarnos. Entonces, ¿qué es la curiosidad, qué aporta a nuestra creatividad y cómo la nutrimos, especialmente como adultos cuando puede haber pasado mucho tiempo desde que, cuando era niño, los adultos en su vida le dijeron que dejara de hacer tantas preguntas? Dependiendo de a quién le pregunte, la curiosidad es una cualidad, un instinto, una emoción, un hábito o una habilidad aprendida. Me siento cómodo con todas estas cosas. Lo que es común en todas las definiciones que leo es que surge de las lagunas en lo que sabemos y el deseo de explicar por qué las cosas son diferentes, incongruentes o no se comprenden. Es el por qué detrás de hacer preguntas como “¿por qué?” y ‘¿y si?’ y el impulso de encontrar respuestas. Cuando somos niños somos muy curiosos, no solo porque hay muchas cosas que no sabemos, sino porque somos muy conscientes de la in-
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© Colton Sturgeon 252
formación que falta. ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué murió mi pez dorado? ¿De dónde vienen los bebés? ¿Por qué llueve? Un sinfín de por qué y cómo y cuándo y dónde. Pero creo que a medida que envejecemos, damos más importancia a las respuestas a estas preguntas que a las preguntas en sí. Nos enseñan que saber es mejor que no saber y la horrible ironía de esto es que el no saber en el que se basa la curiosidad se convierte en fuente de vergüenza. Aprendemos a guardar silencio sobre lo que no sabemos. Aprendemos a no admitirlo por miedo a parecer tontos. Tan pronto como podamos, abandonamos la mente del principiante a favor o en apariencia inteligente. Comenzamos a hacer suposiciones que no se cuestionan, y sospecho que a medida que envejecemos, estas suposiciones no cuestionadas, porque han funcionado hasta ahora y no se han cambiado, se solidifican, plantean menos preguntas y pronto estamos cada vez menos consciente de las lagunas en nuestra información. La curiosidad busca los huecos. Cuando comencé este relato, fue la curiosidad acerca de la curiosidad misma lo que me llevó a buscar artículos sobre la curiosidad. ¿Qué decían otras personas al respecto, qué prioridad le estaban dando las empresas, cómo se fomentó en los niños, a qué innovaciones condujo? Fue esto lo que me llevó a las citas de Einstein, lo que me llevó a hacerle a Google algunas preguntas sobre su cerebro, lo que me llevó a la fascinante historia sobre su muerte y las inesperadas aventuras post-mortem de su cerebro. Si la creatividad es la conexión de puntos previamente desconectados, entonces la curiosidad es el hábito o el impulso para recolectar esos puntos. es la costumbre de cuestionarlo todo. Es el regreso a la mente de un principiante y la reanudación de aquello en lo que éramos tan buenos cuando éramos niños, la pregunta inconsciente de por qué, cómo, dónde, cuándo y qué. La curiosidad, especialmente entre los adultos en quienes este apetito a menudo se suprime en la educación formal, es el hambre de más puntos. Por qué esto importa es porque esos puntos son la materia prima. Más ideas. Más piezas de información aparentemente no relacionada, más habilidades, más experiencias. Cuanto más curiosos somos, más los buscamos y
© jiangxulei buscamos las conexiones entre ellos. Y, hombre, ¡qué momento para estar vivo y curioso! Solo esta mañana ya le he hecho a Google más de 20 preguntas. Google, a su vez, me ha llevado a Harvard Business Review, National Geographic, un sitio sobre el origen de las palabras, una revista médica que detalla los aneurismas aórticos abdominales, Wikipedia, YouTube, Nova, Discovery Magazine y varios sitios especializados en psicología infantil. He caído en madrigueras que nunca imaginé y encontré conexiones inesperadas y casi ninguna idea o historia que se haya convertido en parte de este episodio fue algo que supe hace una semana porque hasta ese momento simplemente no lo sabía. Tengo las materias primas. Lo que tenía eran preguntas. No sé de dónde sacamos realmente la expresión “la curiosidad mató al gato”, aunque no piense ni por un minuto que no pasé 30 minutos o más buscando en Internet respuestas sobre eso. Tenía la esperanza de encontrar una gran anécdota o alguna fuente realmente clara en torno a la cual girar. No lo hice. Pero creo que es hora de que lo dejemos, no solo por el bien de los gatos en todas partes, sino por el bien de nuestras vidas creativas. Necesitamos curiosidad y esfuerzos para sofocarlo, arriesgarse a extinguir chispas importantes. Destellos de innovación y nuevas ideas en tecnología, artes y otros campos también. Me viene a la mente la virología. Y como sociedad, necesitamos que la gente haga más preguntas, no menos. Tenemos que dejar de asumir que todo lo que leemos es cierto y volvernos lo suficientemente curiosos como para buscar respuestas y explorar fuentes si, por ejemplo, tendremos las herramientas para combatir la desinformación en la que nos estamos ahogando. No puedo contar los correos electrónicos que me
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Dependiendo de a quién le pregunte, la curiosidad es una cualidad, un instinto, una emoción, un hábito o una habilidad aprendida.
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han reenviado que podrían haber sido verificados en origen y desacreditados mucho antes de que me llegaran, si los remitentes hubieran sido un poco más curiosos y hubieran preguntado “¿es esto cierto?” o “¿de dónde vino esto?” Es cierto que la curiosidad no es la única habilidad necesaria, es importante que aprendamos a ser pensadores críticos, pero hacer más preguntas y estar menos dispuestos a aceptar las primeras respuestas que se nos presenten sería un mejor comienzo que simplemente ser pacificados por la información que confirma nuestros sesgos. Hablando creativamente, la curiosidad lleva a la expansión de la caja de pinturas. En el último episodio de A Beautiful Anarchy, llamado Adapting to the Paintbox, los animé a considerar la poderosa noción de restricciones y trabajar con lo que tenemos. Pero también es cierto que podemos, metafóricamente, agrandar nuestras cajas de pinturas y darnos, con el tiempo, más para trabajar. La curiosidad es el hambre de nuevas ideas, nuevas experiencias y nuevas habilidades. Es lo que nos obliga a buscar incansablemente nuevas materias primas y ampliar las herramientas disponibles para trabajar nuestros materiales de nuevas formas, sin importar cuál sea su oficio. Entonces, ¿cómo alimentamos una santa curiosidad? ¿Cómo convertirlo en un hábito? Creo que comienza con sentirnos más cómodos con las lagunas en nuestro conocimiento y no solo admitir que podrían estar allí, sino buscarlas. Al igual que la Reina de Alicia en el país de las maravillas, que practicó creer en seis cosas imposibles antes del desayuno, creo que es posible practicar decir «No sé» durante todo el día y ver en eso no una declaración de alguna deficiencia, sino una oportunidad para descubrir, averiguar, ser curioso. La mente que no siempre está tratando de ser la más inteligente en la sala es la que está más abierta al aprendizaje. Por supuesto, se necesita más que la conciencia de lo que no sabemos para alimentar y perfeccionar nuestra curiosidad. Sakichi Toyoda, el rey de los inventores japoneses y abuelo de Toyota Motor Corporation, tenía una forma de perseguir su curiosidad que ha sido consagrada como los 5 porqués. Para cualquier problema que enfrentaba, preguntaba ‘¿Por qué?’ cinco veces. Cada vez que obtuviera una respuesta, profundizaría más y las preguntas ayudarían a aclarar el problema y sugerir soluciones. Adopté mi propia versión de los 5 porqués que permite otras preguntas, como el cómo, pero el principio es valioso: hacer más preguntas y preguntas más profundas nos ayuda a superar lo obvio e identificar nuestras suposiciones. Debido a que ocurre tan a menudo que no sabemos lo que no sabemos, generalmente se necesitan más de una o dos preguntas para llegar allí. ¿Quiere perfeccionar su curiosidad? Haga preguntas más profundas y más. Los hábitos de los curiosos van más allá de la voluntad de hacer un sinfín de preguntas. La gente curiosa se expone a ideas nuevas y divergentes. Leen amplia y profundamente. Pero no todo el mundo es lector, y aunque no pretendo entender cómo puedes vivir una vida sin estar rodeado de libros, es posible que te interesen más los podcasts, documentales y videos de YouTube. Las personas curiosas se abren a una gran cantidad de inf luencias y aportaciones. Como puedes imaginar, esto lleva tiempo. Creo que tienes que hacer tiempo para la curiosidad. Nuevas ideas, nuevas habilidades y nuevas experiencias, para ser significativas para aquellos de nosotros con límites en nuestro tiempo, probablemente tengan que desplazar otras actividades. Uno de los beneficios de dejar las redes sociales hace unos meses es la disponibilidad repentina de bloques de tiempo más grandes para leer y aprender. Estoy seguro de que algunas personas nacen con más curiosidad natural que otras. Algunos probablemente también nacen de otra manera curiosa.
© Kajsa Gilenstam Pero también estoy seguro de que la curiosidad puede fomentarse y perfeccionarse, o puede desalentarse y apagarse. Probablemente no estés solo si piensas que no eres tan curioso, pero hacer más preguntas no es un talento, es un hábito y cualquiera puede ser más consciente de las suposiciones que hacen sin cuestionarlos. Cualquiera puede preguntar por qué y cómo y poner en marcha Google en busca de piezas faltantes que puedan encajar en los huecos de lo que creíamos saber. Cualquiera puede abrazar el desafío necesario para rechazar las voces que una vez nos dijeron que dejáramos de hacer tantas preguntas y recuperar el asombro de ser un niño en busca de respuestas a todas las cosas que no entendemos. Quiero terminar volviendo a una cita más de Einstein y luego dejar que el gran Stephen Hawking pronuncie la bendición. Einstein dijo: “La experiencia más hermosa que podemos tener es la misteriosa. Es la emoción fundamental que se encuentra en la cuna del verdadero arte y la verdadera ciencia. Quien no lo sabe y ya no puede maravillarse, ya no se maravilla, está casi muerto y sus ojos están nublados”. Años después, como un eco, aquí está Hawking: “Recuerda mirar hacia las estrellas y no hacia tus pies. Trate de darle sentido a lo que ve y pregúntese acerca de qué hace que exista el universo. Sea curioso. Y por difícil que parezca la vida, siempre hay algo que puedes hacer y lograr. Importa que no te rindas”. Einstein y Hawking, dos de los pensadores más creativos de nuestra vida, parecía darle un gran valor a lo que no sabemos. Curioso, ¿no?
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Andrey Zharov
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Los retratos poderosos, casi invencibles, aunque bastante sensibles e introspectivos de Andrey Zharov Andrey Zharov no es mundialmente conocido. Tampoco disfruta del dulce regusto de la fama. Es un fotógrafo residente en San Petersburgo que probablemente ni siquiera se preocupa mucho por las revistas brillantes y los editoriales de alto nivel. Pero él es el ejemplo perfecto absoluto de cuán poderosa puede ser una sola imagen, cuán atemporal de hecho, si en su forma más pura, el retrato de un humano, no necesariamente sonriendo, simplemente mirando al lente por un solo momento en el tiempo. Y cada arruga capturada, cada boca sellada parece un grito a lo largo de la eternidad, un grito que, sin embargo, cuenta la preciosa historia de un completo extraño al que uno nunca llegará a conocer. ¿Cuán inspirador e invaluable es eso? Su inspiración son naturalmente las personas que conoce en el camino, todos los días. A Zharov, participa en Moldeando la luz casi desde sus inicios hace más de 10 años, al igual que otros muchos moldeadores, es de esos grandes fotógrafos que parece que hace esfuerzos por pasar desapercibido, deja siempre que sus fotos hablen por si solas. Él, por supuesto, define su figura en el proceso creativo como un vínculo entre lo que ve y lo que percibe el espectador, por lo que su preocupación es la verdad que saca de las personas a las que dispara, dejando que las emociones pasen por su propia creencia personal. . “ No me interesan solo las ciudades y cosas sin la presencia de personas. Estos retratos muestran a desconocidos de la calle. Solo pasajeros, solo personas. La masa gris no existe, cualquiera podría estar atravesando la multitud, pero es suficiente para sacarlo de esa multitud, para mirarlo a los ojos: se abre el secreto del alma humana, un mundo hermoso e inimitable. A veces no entiendo el dicho local que solo hablan los ojos, pero en realidad son el espejo del alma ”, dice Andrey Zharov. Su forma de disparar implica hacer zoom en las características de sus sujetos, para que el espectador realmente pueda tener una idea de a quién está mirando. Sí, sus cautivadoras imágenes son casi impresos latidos del alma humana. O lo más cercano que hay, al menos. Pulgares arriba, amigo, donde sea que estés. Sigue inspirándonos, con cada clic, un poco más. https://moldeandolaluz.com/members/AZharov
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Denis Dailleux
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El francés Denis Dailleux, (B. 95 , Angers) vive en París cuando no está en India, Egipto o Ghana. Reprendida por Agency VU , Camera Obscura Gallery (París), Galerie 7 (Marrakech), Galerie Peter Sellem (Francfort) y Box Galerie (Bruselas), su obra ha sido exhibida y distinguida en todo el mundo. Es el autor aclamado de varios libros sobre Egipto: Habibi Cairo, Le Caire mon amour (Filigranes, 1997), Le Caire (Le Chêne, 2001 ), Impressions d Egypte (La Martinière, 2011), Egypte, Les Martyrs de la révolution (Le Bec en lair, 2014), Mères et fils (Le Bec en lair, 2014), Ghana (Le Bec en lair, 2016) y Persan-Beaumont (Le Bec en lair, 2018). Imbuido de su distintiva delicadeza, el trabajo fotográfico de Denis Dailleux parece tranquilo en la superficie, pero es increíblemente exigente, atravesado por una corriente subterránea de constantes dudas sobre sí mismo e impulsado por el vínculo personal esencial que desarrolla con aquellos (y aquello con lo que) enmarca su cámara. Su pasión por las personas lo ha llevado naturalmente a desarrollar el retrato como su medio preferido para representar a aquellos cuyo verdadero yo siente la necesidad de acercarse. Lo que tiene, tanto con la actriz Catherine Deneuve como con innumerables sujetos anónimos de los barrios marginales de El Cairo, trabajando con la misma discreción, esperando obtener de sus sujetos lo que espera que le ofrezcan, sin pedirlo nunca, simplemente esperando que sucederá. Así ha construido pacientemente un retrato único de su amado Cairo para crear, con blancos y negros de clasicismo ejemplar y colores de rara sutileza, la alternativa definitiva a los montones de clichés culturales y turísticos que atiborran nuestras mentes. Estos últimos años, sin dejar de fotografiar Egipto, Denis Dailleux ha viajado regularmente a Ghana donde explora nuevas relaciones con respecto al cuerpo y el espacio, la vida y la muerte, la comunidad, el mar, lo que abre nuevos horizontes a su investigación fotográfica. Denis Dailleux, regularmente exhibido y publicado en la prensa nacional e internacional, es también ganador de prestigiosos premios, entre ellos el World Press Photo - Category Staged Portraits por su serie “Mother and Son” en 2014, y en 2019 el Premio Roger Pic otorgado por Scam por su serie “En Ghana - Nos volveremos a encontrar”.
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Repertorio de Fotógrafos Españoles
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Patricia fotografiando a su hermana Ouka Leele
Patricia Allende Se inició en 1984, especializándose en fotografía de naturaleza. Ha impartido cursos en la escuela EFTI (Centro Internacional de Fotografía y Cine ) de Madrid y en la universidad de Cádiz, entre otros centros educativos. También ha comisariado exposiciones, combinando esta labor con el desarrollo de sus proyectos artísticos. Sus comienzos fotográficos se enmarcan en el paisajismo, pero con los años ha ido evolucionando a un tipo de fotografía más personal, centrada en explorar la relación entre la naturaleza, el arte y la vida; de donde nace la idea creativa. busca la abstracción de la realidad, fragmentándola, llegando a lo subjetivo, al pensamiento final de la imagen. En su serie Grafías del agua, la autora juega con la refracción y la reflexión de la luz en el agua, subrayando el hecho de que el agua modifica constantemente el medio que la acoge, creando formas a su paso. El agua y los demás elementos de la naturaleza vuelven a estar presentes en Sobre el caos sensible, un estudio que trata de detener el movimiento perpetuo del agua en la naturaleza y en el entorno humano. Aunque parta de la naturaleza, lo que quiere transmitir con sus imágenes son sus sentimientos pasiones y obsesiones. Su obra estuvo presente en PhotoEspaña 1999, formando parte de la colectiva Propuesta’99. los años siguientes vendrían exposiciones individuales como Espacios y sombras (Ayuntamiento de Madrid, 2002) y Sobre el caos sensible (Diputación Foral de Álava, 2003); y más recientemente su participación la IV Bienal de Arte Contempo-
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ráneo de la Fundación ONCE de Madrid y en la exposición Se regarder soi-même, colectiva expuesta durante la I Biennale Internationale de Casablanca (ambas, en 2012). Su obra se encuentra en las colecciones del Museo Internacional de Arte Contemporáneo de Lanzarote, Artium, la Diputación Foral de Álava, la Fundación ONCE y la Comunidad de Madrid, entre otras. Es hermana de la artista Ouka Leele (Bárbara Allende).
Publicaciones seleccionadas Espacios y sombras, Madrid, Ayuntamiento de Madrid y Junta Municipal de Moncloa-Aravaca, 2002; Sobre el caos sensible, Álava, Diputación Foral de Álava y Departamento de Cultura, 2003; Grafías del Agua, Segovia, claustro Galería de arte, 2006. www.patriciaallende.com
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Elena Fernรกndez-Pello
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La bañera de Hitler y el asalto al Capitolio El pasado miércoles Richard Barnett irrumpió en el despacho de la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi. Se sentó en su sillón, puso los pies sobre el escritorio, revolvió entre sus cosas y le dejó una nota “desagradable”, según él mismo contó luego. También se llevó un sobre y le dejó unas monedas a cuenta, y se hizo fotografiar, dejando para la historia una imagen que da pena y vergüenza. El tipo en cuestión es un ciudadano de Arkansas, de 60 años, que, a través de Facebook, defiende e incita al uso de las armas. El día del asalto al Capitolio, según publicó después “The Washington Post”, tuvo un tierno recuerdo para su madre: “Vine a este mundo pateando y gritando, cubierto con la sangre de otra persona, y no tengo miedo de salir por el mismo camino”. Ante la estampa bravucona de Barnett, sobrada de lo que quizás él toma por virilidad y que, con ánimo ecuánime, no va más allá de un lamentable y peligroso descerebre, por alguna misteriosa conexión cerebral asciende a la consciencia otra imagen, también de la ocupación de un espacio. Es la de la fotógrafa y corresponsal de guerra Lee Miller, enjabonándose en la bañera de Hitler, en el piso que el Führer tenía en Munich. La imagen fue tomada por su compañero David E. Scherman, él trabaja para la revista “Life” y ella cubría la guerra en Europa para “Vogue”. Fue tomada el día en que el dictador alemán se suicidó, el 30 de abril de 1945. Cuando entraron en el apartamento, Miller y Scherman llevaban encima toda la inmundicia del campo de exterminio de Dachau. En alguna ocasión ella dijo que creía que nunca conseguiría quitarse de encima todo el hedor de Dachau. En el campo de concentración Miller capturó algunas de las imágenes más sobrecogedoras 327
R ichard Barnett sentado en la oficina de Nancy Pelosi, tras el asalto al Capitolio. Foto EFE
de la Segunda Guerra Mundial, prisioneros famélicos y cadáveres abandonados. Son tan terribles que nadie quiso publicarlas en Europa, donde las heridas estaban en sangre viva. Sí lo hicieron en Estados Unidos, desde donde se difundieron por todo el mundo. Lee Miller es una de las personalidades más apasionantes del siglo XX, protagonista de una oscura historia de abuso sexual infantil, modelo y ocasionalmente actriz, musa y fotógrafa surrealista, amiga íntima de Man Ray, Cocteau y Picasso, intrépida y aventurera, y bellísima en el sentido más amplio de la palabra. Su historia merece capítulo aparte. La famosa foto de la bañera de Miller no es improvisada, por mucho que ella y su compañero contaran que habían entrado en el apartamento de Hitler buscando un lugar donde descansar y por casualidad. Los dos reporteros colocaron en una esquina de la bañera un retrato del Führer, obligado simbólicamente a contemplar a Miller en pleno rito de purificación tras haber tenido que sumergirse en el horror que él había provocado. Las botas embarradas, sucias de caminar por Dachau y por las ruinas de Munich, reposan sobre la alfombrilla. Hay fotos de ella y también de Scherman, tomadas por separado. Es una invasión en toda regla, un último golpe a la mística sobre la que el tirano había construido su imperio. Una provocación, como la de Barnett en el despacho de Pelosi, pero muy distinta, cargada de inteligencia y de legitimidad. [La Nueva España, 11 de enero de 2021] 328
Lee Miller, en la baĂąera de Hitler. | David E. Scherman / Lee Miller Archives
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Fotografías que despertaron conciencias
La coronación de Isabel II 22 de Junio de 1953- Londres, Reino Unido. La joven reina está sentada en el trono y mira hacia el espectador. Viste los símbolos del poder de la realeza británica: la corona de san Eduardo, el cetro, el globo terráqueo y la toga de armiño, que tiene más de cinco metros de longitud. En el fondo se puede ver la bóveda de estilo gótico y los vitrales de la abadía de Westminster, donde acaba de celebrarse la ceremonia de coronación. Es el retrato oficial. Cecil Beaton, que también era un extraordinario escenógrafo, organizó la pose y la composición a partir de fotografías de celebraciones monárquicas del pasado. Pero estamos en 1953, en tiempos modernos, y la mirada decisiva de la mujer de veintisiete años que ha ascendido al trono será conocida en todo el mundo, a lo largo de los sesenta años de su reinado, a través de los medios de comunicación. Isabel II, en realidad ya se había convertido en reina del Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Ceilán y Pakistán en 1952, después de la muerte de su padre, Jorge VI. La coronación se celebró al año siguiente para respetar el año de duelo por la muerte del anterior monarca. La ceremonia requirió más de dieciséis meses de preparación, y el coste global fue de cuatro millones de dólares. Según los rumores, Isabel había pasado varios días llevando la corona en casa para acostumbrarse a su peso. Este fue uno de los primeros acontecimientos mediáticos después de la Segunda Guerra Mundial. Por primera vez, una ceremonia de este tipo fue transmitida en directo por televisión, como dispuso la propia reina. De hecho, Isabel decidió ir contra la opinión de Churchill y el gobierno, que consideraban la presencia de las cámaras de televisión un riesgo para la seguridad. La ceremonia fue seguida por millones de personas, lo que sugirió inmediatamente que el reinado de Isabel II tendería un puente entre la antigua tradición monárquica y la vida moderna.
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