Luto en la minería, una vez más
Hay palabras malditas por el eco que dejan en algunas conciencias. La palabra mina repite al infinito los conceptos de accidente y muerte. Es inevitable. La extracción subterránea de distintos minerales ha propiciado esta infausta resonancia. Quienes nos hemos criado y vivido en una cuenca minera sabemos bastante de esta maldición con la que nos ha tocado convivir durante años y años y hemos alimentado una especial sensibilidad hacia esta realidad, tan cruda como lúgubre.
Me crie y pasé mi infancia y primera juventud en la cuenca minera asturiana del Nalón. Mi padre y muchos de mis familiares, amigos y vecinos fueron mineros. Yo mismo, aunque en otras responsabilidades que no me obligaban a bajar a la mina, trabajé también en una empresa minera y una de mis obligaciones era, cada vez que se producía un accidente mortal, presentarme en el pozo donde hubiera ocurrido ocurrido. Conozco, pues, de cerca el accidente minero y el dolor que conlleva.
Por ello, en el número anterior iba a publicar uno de mis relatos, titulado “El primer día” y en el que cuento la experiencia de un joven minero que el primer día de trabajo en la mina se encuentra con uno de estos accidentes. El mes pasado lo levanté, cuando ya lo tenía montado, porque me reencontré con el fantasma de Alicia Ramírez. Este mes acabo de levantarlo también como homenaje a los tres fallecidos en la mina de potasa de Cabanasses de Súria. Oscar, Daniel y Victoriano, tres jóvenes geólogos de 27, 28 y 31 años, fallecieron en dicha mina a 900 metros de profundidad cuando realizaban sus prácticas, recordándonos que la muerte no respeta edades ni profesiones y que esparce su dolor en cuanto toca. Ante la muerte en la mina solo cabe el silencio. Un silencio denso y pegajoso, que casi se mastica, y que cuando se comparte en la plaza de un pozo esperando el rescate de uno o varios cadáveres, tiene ese letal sabor de lo inevitable y produce esa rabia inmensa, que hace apretar los puños, mirando al cielo, y deseando que sea la última vez. Aunque siempre hay una vez más que tiñe de luto las cuencas mineras envueltas en ese denso silencio de la desesperanza y la solidaridad con las familias que lloran su pérdida. Descansen en paz Oscar, Daniel y Victoriano.
Fotografía de Portada: Osama Elolemy
PROMOTOR y DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA: José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECCIÓN, DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Francisco Trinidad DIRECTORA DE COMUNICACIÓN: Lola González
Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales.
En este número, como en la correspondiente página de “Moldeando la luz”, publicamos dos fotos como FOTO DEL MES. Ambas empatadas a votos en la red social
José Luis Cuendia, “Guendy” Acerca de “ Solo”, Corto cinematográfico
Muchos son los amigos que desde que se filmara SOLO, no han dejado de decirme y preguntarme por el corto, extrañados de que no se comentara nada en Luz y Tinta, lo mismo ha sucedido en Moldeando la luz.
Es cierto que no hemos publicitado nada, pensamos que cada cosa tiene sus tiempos. Hemos estado más pendientes de la promoción de “El Hogar”. Ahora que la película de Julio de la Fuente ya camina sola por las diferentes salas de cine de nuestro país. Después de su estreno en Oviedo y Madrid, retomaremos SOLO, pero antes…
“EL HOGAR”.
Ya lo comentamos en su momento, “El Hogar” es una película para cinéfilos, ya que la industria del cine actualmente está como está, ni que decir que la gran pantalla anda de capa caída en cuanto a las salas de proyección. Pero bueno, nada nuevo bajo el sol, pues desde que se inventara el cine no ha habido década en que las salas de cine no pasaran por malos tiempos. No se puede negar que la llegada de la televisión, el VHS, y la televisión por cable ha hecho mucho daño a las salas, pues son miles los cines que han ido cerrando a lo largo de la geografía española, europea y mundial. Pero las salas han sobrevivido, se han ido adaptando a los tiempos, y han aparecido los minicines adecuándose a las nuevas realidades. Luego llegaron las plataformas digitales, HBO, Netflix, Filmin, Amazon, etc., y, qué duda cabe, han revolucionado la forma de ver cine. Ya no hay que esperar a que llegue al videoclub la última película, pues éstos también han pasado a mejor vida.
Todo el mundo pensó que con la revolución digital las salas tendrían que cerrar definitivamente. Tampoco hay que olvidarse del efecto de la pandemia, el miedo al contagio; pero con esos pedazos de pantallas que se pueden comprar actualmente, y el confinamiento, las plataformas digitales que nos ofrecen streaming para disfrutar de cine y series originaron su irresistible ascensión. Evidentemente las suscripciones a las plataformas digitales superaron las expectativas de las compañías. Finalizado el confinamiento, con la vuelta a la normalidad, las plataformas digitales volvieron a los resultados de antes de la pandemia, y no se conforman, les gustaría que se siguieran consumiendo sus películas como durante aquel tiempo confinados. Así que ahora vienen las nuevas actualizaciones, los nuevos precios etc, etc. Mientras, las salas de cine poco a poco están volviendo a la normalidad de antes de la pandemia.
un momento del rodaje de “solo”
de reírse de capitalistas, policías, y, de añadido, de curas, políticos puteros (¿os suena?), periodistas sordos y manipuladores..., consciente de que, como sentenciara Aristófanes: "la comedia también conoce la justicia". Buenas fotografías, dirección, interpretación (incluida la infantil, ¡tan difícil! A más de un director le he oído decir que no trabaja con niños ni animales) y música con regusto chapliniano. Si Chaplin nos mostró al vagabundo de ciudad, Julio de la Fuente nos pone ante una familia vagabunda y okupa rural de los años veinte, que termina removiendo las conciencias de los dueños de la casa donde se atrincheran y de los espectadores. Lirismo, humor, melodrama, crítica social y confianza en el ser humano y en el cine en una cinta sin pretensiones y bien hecha, que demuestra que el cine independiente y con escasos recursos sigue vivo. Sin lugar a duda, la obra más redonda de Julio de la Fuente. De momento, la cinta ha sido galardonada con los premios a "Mejor Película en Blanco y Negro", "Mejor Comedia" y "Mejor Película Sin Diálogos", así como con la "Mención de Honor al Mejor Vestuario", en el Fox International Film Festival 2023, de Roma. Además, el premio AMAS a la banda sonora, de Isaac Turienzo. ¿Será, por fin, Julio de la Fuente profeta en su tierra?
SOLO
Como comentaba al principio son muchas las personas que nos preguntan por SOLO, a partir de ahora y hasta el día de su estreno en mayo, intentaremos informar sobre los entresijos de este proyecto que está a punto de materializarse.
El corto dura 29 minutos, está interpretado en los papeles principales por el actor asturiano Miguelo García, y el que seguro será una revelación, el niño Mateo Maylin. También se ha contado con la colaboración especial del actor y director de cine Julio de la Fuente, en el papel del maestro D. Julio. Otros actores secundarios principales, Tamara Nando, Aurora Braña, J. Á. Viesca (Kamarón), Mario Gómez (Mariolina), el campesino José de la Maza y el madreñeru Alejandro Rodríguez. Un grupo de niños extras hicieron el papel de alumnos de la Escuela Nacional de los años 50-60 en Cabranes.
buzos preparándose para las escenas submarinas
Sin lugar a dudas, partíamos con mucho a nuestro favor al contar con dos pesos pesados de la interpretación, Miguelo García, que cuenta con una dilatada carrera artística premiada en diferentes países y que pronto los lectores de Luz y Tinta podrán disfrutar de una interesante entrevista. El personaje del maestro interpretado por Julio de la Fuente, actor y director de cine premiado internacionalmente. Que se haya contado con personas como Julio y Miguelo, dice mucho de ellos y de su generosidad, por involucrarse en esta “ópera prima” poniendo su nombre y su tiempo en SOLO. Mateo Maylin, “Chusín” que debuta con el niño urbanita que descubre por primera vez el mundo rural, el trabajo en el campo y las labores con los animales, que descubre que la leche no nace en la nevera, su interpretación ha sido todo un portento. Tenía el cuento de Armando Palacio Valdés y la forma en que improvisaba más allá de lo que le exigía el guion sorprendió a propios y extraños durante el rodaje. Tener como plató Asturias y contar con el equipo tanto técnico como artístico de SOLO, es fácil dibujar un paisaje bucólico, una serenidad idealizada que termina… ¿Cómo termina? No haré un spoiler para los lectores de Luz y Tinta, nos vemos en el estreno.
El cámara y director de fotografía, Jesús Álvarez, conocido por el arte que tiene a la hora de fotografiar la naturaleza, pero para realizar este corto fueron necesarias más cámaras, Juan José Pascual “J”, Pepe Latas, en el dron Kike, y en la cámara submarina y autor de la mayoría de los recursos fotográficos el maestro Arturo Vigil. Colaborador especial en Luz y Tinta. Un verdadero lujo fotográfico el contar con su arte y experiencia, autor de las imágenes que más nos han impactado a todos. Como se podrá observar mucho Moldeandolaluz, AFAC, y Luz y Tinta. Jugábamos en casa evidentemente.
La banda sonora, corre a cargo del maestro Isaac Turienzo.
La dirección de producción fue realizada por Felipe Pereda “Pipe” que realizó un trabajo extraordinario, no sé qué sería de “SOLO” sin su cualificada labor, sobre todo
Arturo Vigil nos muestra un zueco con una plataforma de plomo, utilizada para sujetar la pierna del actor en el fondo del rio.
porque él fue el responsable de los trabajos y coordinación de los diferentes script : Jesús Carabanzo, José Luis Maylin y el propio Pipe; hago esta observación porque al trabajar con varias cámaras si los trabajos de script están mal, el montaje puede ser una verdadera quimera y Pipe no se ha perdido un apunte que facilitara el posterior montaje.
El montaje, etalonaje y dirección de la película ha corrido a mi cargo, ya tendréis tiempo de criticarme cuando se estrene. Pero ser benévolos, después de mi corta experiencia como director de fotografía en cortos anteriores, la dirección de un documental y la producción ejecutiva de “El Hogar”, es mi bautismo como director de cine. Como dice el refrán asturiano: De mozu, moceru; de vieyu, gaiteru.
SOLO es un corto de la adaptación del cuento de Armando Palacio Valdés del mismo título. El guion es una adaptación del cuento y ha sido realizado por Francisco Trinidad y mis pequeñas aportaciones.
Cuando se termine la creación de la banda sonora, pondremos fecha al estreno, que en principio esperamos que sea en el mes de mayo en Avilés, con la inestimable colaboración de la Asociación de Amigos de Palacio Valdés.
Agradecemos de igual forma la colaboración del Guarda Mayor del Sella, la Consejería de Administración Autonómica, Medio Ambiente y Cambio Climático, al Ayuntamiento de Caso, al Ayuntamiento de Cabranes, Protección Civil Asturias, a la Asociación de Amigos de Palacio Valdés, y un largo ecétera que enumeraremos en los créditos finales de la película, porque ahora seguro que me quedo corto si intento especificar a todos.
Partiendo de los conceptos básicos, de seguro que en la próxima todos tendremos más claro ¿qué es una escena? ¿qué es una secuencia? ¿Cómo lograr el clímax en un acto? ¿Cómo lograr el clímax en una película?
Nos vemos en el estreno.
Equipo técnico y niños con el “maestro” en el rodaje de la escuela
Francisco Trinidad
Una gaviota en Madrid
Los lectores de Luz y Tin Ta están al tanto de mi amistad, que he cacareado varias veces, como debe ser, con Claudio Serrano y también de su enfado por hacerle protagonista de una de mis ficciones. En fin, ya él aclaró algunos pormenores del tema y yo apuré mi cuarto a espadas sobre el asunto. Pelillos a la mar, habíamos convenido, para no ahondar en una desavenencia que a los dos nos incomodaba y que nada añadía de nuestra relación de años; relación amistosa y fructífera.
Todas mis disculpas y mis aclaraciones las había hecho por teléfono y por correo electrónico. Pero nos habíamos prometido mirarnos cara a cara, con una botella de buen vino delante, y aclarar lo que hubiera de aclararse. Por eso, en cuanto fijé mi viaje a Madrid para el pasado mes de enero, le mandé una nota por correo y después le llamé por teléfono para avisarle de mi vista a Madrid y de mi interés por verle, lógicamente. Quedamos en vernos en la presentación de mi libro en el Centro Asturiano de Madrid y en fijar en ese momento un momento para vernos, y si fuera posible comer, al día siguiente, en cualquiera de los buenos sitios de Madrid que mi amigo conoce.
Él no pudo asistir a la presentación. Momentos antes de que empezara me mandó un wasap disculpándose y citándome para el día siguiente a la hora del aperitivo en una cervecería de la Plaza de Santa Ana que habíamos frecuentado en nuestros años jóvenes y que nos sirve ahora de referencia cada vez que nos vemos en Madrid.
Llegue antes que él, tras haber pasado la mañana en la Biblioteca Nacional, y me senté en una mesa, al lado de un ventanal, viendo el movimiento de la plaza que, aunque el día era frío, no perdía su movimiento. Dos minutos después vi cómo una pareja se levantaba de una mesa de la terraza y se alejaba plaza adelante, cogidos de la mano. Aunque lo que me llamó la atención fue que, nada más levantarse ellos, una gaviota se acercó aleteando a la mesa que dejaban libre y comenzó a picotear el bol de patatas fritas que había acompañado su consumición. Ante la llegada del camarero que iba a recoger la mesa, la gaviota retomó el vuelo y se situó en uno de los bancos de la plaza, esperando nuevas oportunidades, supongo.
En ese momento llegó Claudio Serrano. Nos abrazamos en silencio. Nos miramos a los ojos, dubitativos ambos. No supe si iniciar mi retahíla de disculpas, que llevaba bien ensayadas, o esperar a las de él. No hizo falta, sus ojos claros lo decían todo. Pedimos
unos vinos —el mío era ya el segundo—, nos sentamos y eché mano a la bolsa que llevaba conmigo y le entregué una caja de bombones de Pañalba —una institución en Oviedo— para Sofía, su esposa, y un ejemplar de mi libro Onofre, la gran olvidada con una expresiva dedicatoria: “Para mi amigo de toda la vida Claudio Serrano en desagravio de otras ingratitudes”. Cuando la leyó, me miró de nuevo a los ojos y me dijo convencido: “Déjate de mariconadas de escritor alambicado. Lo pasado, pasado”.
Él me traía también un libro.
—Mira —me dijo—, estuve este otoño en Lisboa y se me ocurrió comprarte este librito que seguramente te gustará, si no has perdido el gusto por el rey don Sebastián.
Se trataba del libro Felipe II y el rey Don Sebastián de Portugal, de Alfonso Danvila, una edición de Espasa Calpe de 1954, que yo había manejado en tiempos en los fondos de la Fundación Universitaria Española. Era un ejemplar bien conservado, con algunas manchas de óxido, que acreditaban su antigüedad, y con todo el interés que en mi despiertan los libros viejos y más si versan sobre uno de mis temas de estudio.
Le di las gracias efusivamente, mientras lo hojeaba, le dije que engrosaría mi biblioteca de temas sebastianistas y pensé, para mis adentros, aunque no se lo dije, porque no era el momento, que seguramente serviría para despertar alguno de los fantasmas de Alicia Ramírez que el pastelero de Madrigal, el rey don Sebastián y Madrigal de las Altas Torres habían contribuido a despertar. Pero el caso iba de celebraciones, así que le hicimos los honores al vino y luego nos fuimos caminando hasta un restaurante cercano a la Plaza Mayor en el que noera la primera vez que estábamos.
Delante de una excelente ración de jamón ibérico, que acompañábamos con un denso vino de la Ribera del Duero, me contó los últimos avatares de su vida, sus estudios, sus muchos estudios sobre arte, y los últimos hallazgos de libros y revistas de la generación del 27 que le ocupan desde hace años y que tiñen sus canas de escarcha y nostalgia.
Por mi parte, le pormenoricé lo que había ocurrido el día anterior durante la presentación de mi libro y, cuando llegué al momento en que se nos acercó la supuesta Alicia Ramírez, me cortó de plano:
—Esa mujer —y su mano hacía un gesto muy significativo—, o lo que te estás imaginando de ella, acabará por volverte loco.
Quise protestar:
—Si no lo estás ya —concluyó.
En ese momento se posó en el alfeizar de la ventana que teníamos a nuestra izquierda, una gaviota como la que había visto en la plaza de Santa Ana mientras lo esperaba. Se la señalé a Claudio, pero cuando él quiso mirar la gaviota ya había emprendido su vuelo errante. Le conté cómo la había visto en la plaza de Santa Ana y me miró con todas las dudas del mundo.
—Paco, estás loco definitivamente. A quién se le ocurre, una gaviota en Madrid —volvió a hacer aquel gesto con su mano derecha—. ¿No será una reencarnación de tu inolvidable Alicia Ramírez?
Ni contesté. Apuré un trago de vino, suspiré y musité aquello que le había escuchado, tantos años ya, a Caco Senante: “una gaviota sin mar es un perro sin ladrar”.
Gloria Soriano
No más milagros
La Madre y su deforme hija se pasan las mañanas en el huerto removiendo la tierra con la azada. Que si las malas hierbas, que si el riego, que si la cosecha. Entre las lombardas descubren una con forma de corazón. La madre la va entresacando con cuidado. Una vez desenterrada la eleva a la altura de los ojos y grita: milagro, milagro. La hija, hasta ese momento muda, también dice: milagro. Es un prodigio que pueda hablar. Regresan al pueblo dando gritos de júbilo. La madre sostiene en alto el corazón morado y las vecinas, al verlo, se unen en procesión. Milagro, milagro, corea la multitud. No dejan calle sin recorrer. Al llegar a la casa donde viven las elegidas, debajo de un olivo montan un altar con cuatro velas alrededor de la peana. Establecen turnos de vigilancia para evitar el picoteo de los pájaros y otras faltas de respeto, pero a pesar de las precauciones el corazón aparecido en el huerto se va marchitando, la salud de la madre se vuelve cada vez más precaria, y la hija se expresa en un lenguaje incomprensible. Pasa de ser la muda a ser la loca. Estando la col mustia y la madre muerta todos opinan que no era un milagro, que era una maldición. La muchacha se entrega al cuidado de las hortalizas y conversa con las plantas. Tiene palabras que quitan la sed, abonan el terreno, terminan con las babosas. Cuando otros labradores escupen juramentos al ver el desastre que ha causado la helada, ella tararea cálidas melodías. Nadie entiende lo que dice. Los niños la insultan, los adultos la evitan, los pájaros la observan. Está inclinada en el surco, la cabeza escondida entre los brazos con las manos hundidas en la tierra, la espalda encorvada apuntando al cielo. Un águila al acecho de ese bulto de mujer, la ve erguirse abrazada a un hombre que está brotando de la tierra. Ella lo carga en la carretilla debajo de las lechugas. De camino a casa va pensando en hacer conservas. Tendrá comida para mucho tiempo
Laudelino Vázquez
El pueblo del lago
Gözlutek se dio cuenta de que había quedado en primera línea, e instintivamente se colocó detrás del grupito de hombres y mujeres que formaba su kalkis grubu, el grupo que tendría que salir en busca de otro poblado que los acogiera o en su defecto, intentar formar un nuevo asentamiento en tierra lo bastante lejanas del Kasabagol, el Pueblo del Lago.
El poderoso chamán Güclü Saman había desplegado sus manos ante ellos y cerrado y abierto los dedos quince veces, para informarles de que habían llegado al número fatídico de ciento cincuenta pobladores, la cifra que obligaba a expulsar a los treinta hombres y mujeres en edad fértil menos valiosos para la tribu, porque la capacidad del Kasabasi, El Lago, para alimentarles con sus frutos y las piezas de su territorio de caza, no alcanzaban para todos, y no querían recordar los terribles tiempos en que hubo que recurrir a la caza de los pobladores de otros asentamientos (que a su vez, también cazaban a los habitantes de Kasabsagol) para sacrificarlo en las grandes ofrendas a los antepasados, con la esperanza de sobrevivir y que las Doganin Gücleri, las terribles Fuerzas de la Naturaleza, les fueran favorables.
Güclü Saman les contaba la historia del Pueblo del Lago, a los cuatro aterrorizados grupos de adolescentes que formaban los kalkis grubu, que tendrían que partir al amanecer uno en cada dirección del mundo, con la esperanza de que los pobladores de las cuatro esquinas del lago, tuvieran necesidad de hombres o mujeres y los acogieran con ellos, y si no, buscar un lugar más allá del Dunya Blinen o mundo conocido, porque nadie ha atravesado nunca el límite que marca Buyukdag la Gran Montaña, nadie sabe que podría haber, pero las leyendas advertían de mundos habitados por monstruos horribles que utilizaban a los hombre como alimento y distracción para sus juegos, los gigantescos Korkunç Develer.
Gözlutek, cuyo nombre le viene de la falta del ojo derecho, perdido en uno de los juegos de infancia en el que también se rompió una pierna que ha soldado mal y le obliga a cojear desde hace ya tanto que no se recuerda de otra manera, escucha embelesado la forma de hablar del chamán, su seguridad, la autoridad que emana que incluso en ocasiones está por encima del jefe Sayin Savasi (que se ganó el nombre de Señor de la Guerra por su valor en las luchas con los poblados vecinos del tiempo del hambre, pero cuando siente que algo va mal en sus entrañas, corre a la cabaña de Güclü Saman y se postra ante él como cualquier anciano moribundo). Después de contarles las leyendas del principio del mundo cuando la Gran Piedra Büyüktas cayó del cielo esparciendo el semen original sobre la tierra, del que nacieron los primeros antepasados Adam y Kadin, narraba ahora los días del Sel Basmak, la terrible inundación, cuando el Kasabasi se desbordó y obligó a huir hacia Buyukdag, en cuya ladera hubieron de refugiarse casi una luna, hasta que las aguas volvieron a su cauce. La hambruna que vino luego y las enfermedades, mermaron todas las poblaciones del Dunya Blinen hasta dejarlas en cifras nunca vistas. Menos de cuarenta habitantes llegaron a quedar en Kasabsagol.
—A pesar de ser tan pocos, la tierra tardó dos años en ofrecer las bayas, los animales huyeron lejos y también tardaron en volver, y los Tanri Baligi del lago enterraron a los peces entre el lodo, impidiéndoles salir durante más de diez lunas —contaba el chamán—, así que sin nada que dar a los supervivientes, nos vimos obligados a expulsar hacia más allá de Buyukdag a los menos fuertes para que la Tribu pudiera sobrevivir. Y desde
entonces, así ha sido cada vez que llegamos al Aclik numarasi, la cifra insalvable, la que atraería otra vez a las fauces del hambre. Y si coincide que en los otros pueblos del Dunya Blinen, necesitan hombres o mujeres, os acogerán como acogemos nosotros a los expulsados de otras tribus cuando es necesario, si no es así, si vierais que, entre los árboles, hay colgadas uyari kafalar, las terribles cabezas de aviso, no intentéis acercaros al poblado porque la vuestra servirá para avisar a los siguientes.
—¿Sabemos si alguno de los nuestros formó alguna tribu nueva, Güclü Saman?
El chamán poco acostumbrado a que nadie osara interrumpirle, se dirigió a Gözlutek, autor de la pregunta, con gesto crispado para que nadie osara interrumpirle de nuevo.
—No lo sabemos, Adam y Kadin ya advirtieron que no atravesáramos más allá de Buyukdag.
Gözlutek bajó rápidamente la cabeza para no incurrir en la ira del chamán, porque en su mente había empezado a generarse un plan y no quería correr riesgos.
Tal y como Gözlutek sospechaba, no era un año bueno para nadie, así que apenas adentrados en el bosque en las primeras horas de la mañana, se encontraron con las temidas uyari kafalar, y con los limitados víveres que llevaban, apenas para sobrevivir unos días, su voz cascada, pronto encontró eco favorable.
—No tendremos más remedio que atravesar la Buyukdag —dijo intentando imitar la entonación del chamán—; ayer me hablaron los Atalar en sueños y me dijeron que nosotros, todos nosotros, los de los cuatro kalkis grubu, los treinta (escenificó el número con el movimiento de brazos que había observado en el chamán y todos quedaron impresionados de su sabiduría, a pesar de que no tenía ni idea de qué cifra estaba representando) formaríamos la más poderosa de las tribus, que un día volvería para conquistar todas las tierras del Kasabasi.
Sin ninguna opción en la que elegir, los expulsados iniciaron la marcha hacia la montaña. Tardaron casi una semana en alcanzar la cima, y al llegar allí se detuvieron aterrorizados.
—Aquí me dijeron los Atalar que debería quedarme para que en sueños me dieran las instrucciones, mientras vosotros vais abriendo camino y ocupando aquella llanura junto al río. Me dijeron que no hay peligro y que lo más importante me lo transmitirían aquí en la cima de la montaña cuando vosotros hayáis llegado.
Su figura desgarbada no se correspondía con el mensaje, pero el temor a los antepasados sagrados, los Atalar, y el hambre que empezaba a ser insoportable, les empujó a seguir las instrucciones.
Llegaron a la llanura y de inmediato, se pusieron a construir refugios, alguno con sus rudimentarias lanzas salió a buscar alimento al río, y mal que bien la vida comenzó a prosperar de nuevo. Con el tiempo llegó a ser una tribu en el Dagin Otesinde, el Territorio Más Allá de la Montaña, gracias a su esfuerzo, a la suerte que les proveyó de caza y pesca en los primeros y duros tiempos iniciales y a la férrea dirección de Gözlutek, que dos lunas después de instalarse, cuando ya empezaban a olvidarlo, apareció un día con una piedra de diorita, que según él le habían dado los Atalar. En ella, a base de fuerza y tenacidad, habían grabados unos extraños símbolos.
—Son las leyes de los Atalar —les dijo Gözlutek—, por ellas tendremos que regirnos.
—¿Y qué dicen? —preguntó un ingenuo.
—Lo primero obedeceréis en todo nuestra voluntad, transmitida a través del nuevo Saman, Gözlutek, y el que ose oponerse a esta ley universal, será ejecutado de forma horrible por los servidores nocturnos de los Atalar…
Algunos dudaron, pero entonces, Kaynak, el más grande de los hombres, se acercó a Gözlutek y le preguntó
—¿Dice algo de mi?
—Que conmigo dirigirás la tribu y lo harás durante muchas, muchas lunas.
La sonrisa de Kaynak, elegido Sayin en una ceremonia ante la luna esa misma noche, y su hacha de piedra enorme, convenció a todos de que mejor era seguir las leyes.
Y así fue durante los siguientes años, en los que Gözlutek, además de Saman, fue mano derecha del Sayin y dedicó sus días a contar la historia de la tribu para que en el futuro nadie olvidara la verdad. Ya anciano, con más de cuarenta años, todavía tenía lucidez para recordar con detalle cómo habían ocurrido las cosas.
Para ello, eligió al que le pareció más espabilado de su acólitos y comenzó a relatarle desde el principio del mundo al momento de la Sel Basmak, la Gran Inundación, en la que Los Grandes Atalares, hartos de que los hombres no cumplieran sus leyes, decidieron mandar una lluvia que inundara el mundo conocido, y así fue como desapareció el Dunia Blinen, y murieron todos los hombres, excepto uno que oyó la voz de los Atalar y siguiendo su consejo construyó una gran barca de cañas, la Kamis Tekne, y en ella se subió Hayatin Nefesi el justo, con toda su familia. De él descendería el gran Dagdan Indi, Kanunla, el que Descendió de la Montaña con la Ley, cuyo nombre anterior, era Gözlutek.
Cuando el joven acólito le miró con sorpresa (después de todo había oído montones de veces la historia de la Bel Basmak y no se parecía en nada a esto), Gözlutek le miró implacable mientras le hablaba:
—¿Dudas de mi palabra? ¿Quieres ser el siguiente Saman?
Ante la respuesta afirmativa del otro, continuó.
—Pues recuerda bien, que llovió durante cuarenta día y cuarenta noches, y que la Kamis Tekne, se quedó varada en la cima de aquella montaña, la misma en la que los Atalar me transmitieron Las Leyes, y mi antepasado descubrió que había parado de llover y tenían que buscar un nuevo hogar, gracias a una paloma que…¿entendido?
—Claro, Saman, así lo contaré a los que me sigan.
Ante el gesto de aprobación de Gözlutek, y antes de que retomara la historia, todavía le hizo una pregunta más.
—No sé si será cierto, pero algo oí de que en la Kamis Tekne, tu antepasado también subió una pareja de animales de los que habitaban el mundo….
—Este es mi chico —musitó con una sonrisa de placer el chamán—, claro que sí, muchacho, claro que sí, precisamente te iba a contar ahora como subieron los animales…
Rosario de Acuña
Durante 2023, en que se cumple el centenario del fallecimiento de la escritora, el Ayuntamiento de Gijón ha programado una serie de actos en recuerdo de Rosario de Acuña.. Aqui puede verse el programa:
https://www.gijon.es/sites/default/files/inline-files/PROGRAMA%20DEL%20 CENTENARIO.pdf
El primer día de libertad
(Memorias de un canario)
Viajero que pasas, si te detienes junto a esas piedras que bordean el camino, recoge estos apuntes que te dejo entre las finísimas hebras de mis plumas; párate y escucha las últimas frases de mi agonía, escritas entre los píos de mis postrimeros gorjeos; ¡ojalá que medites al terminar lo que leyeres!, ¡ojalá que busques entre el terroso polvo que pisas, algún tenue hueso de aquel que fue mi cuerpo!; y ¡ojalá que, al tender tu mirada en el espacio de los cielos, no envidies el poder de las alas que allá en tu fantasía, quisieras tener para cruzar, como el pájaro, la región infinita sin fijar tu planta sobre la áspera tierra…! ¡Escucha…!
Yo nací en jaula de oro; entre las suspendidas pajas de un nido hecho de filigrana, abrí mis ojos a los rayos del sol de mayo; todo era luz en torno mío; un tibio invernadero daba vigor a exóticas plantas abrigando con sus delicados efluvios la tenue vida que en mí nacía ante el suave calor de mis enamorados padres; volteadores compañeros mandaban a las vibradoras ondas del aire su confuso tropel de trinos y gorjeos, y sobre las arqueadas ramas de un simulado sauce de plata, piaban a porfía mis hermanos de otra nidada, aprendices del canto de nuestros mayores que, en tonos destemplados, intentaban formar armónicas escalas y desprendidas notas. Mi pluma fue de oro como mi jaula; cuando pude tenerme sobre el argentino árbol, me fije vanidoso en las ondas del cristalino arroyuelo que por la pajarera cruzaba, y con el orgullo de mi belleza, alisé mis plumas en orden minucioso con todo el primor del que ama la hermosura, y en sí mismo la ve. Aprendí a cantar; mis trinos dominaban con su agudo poder, las voces de mis asombrados compañeros, y cuando al ponerse el sol le despedía desde las más altas ramas del sauce, todos los pájaros que conmigo vivían, escuchaban con religioso silencio, el inspirado himno de mi amor. Un día mi hermosura y mi canto llamaron la atención de una mujer que me contemplaba absorta; cambié de jaula, me despedía de mi infancia, y abandoné aquel recinto donde las palmeras enanas mezclaban sus largas hojas con el brillante plátano y el aterciopelado naranjo; mi jaula fue de plata, y en vez de árbol una argolla de sonrosado coral me brindaba, suspendida por tenue alambre de oro, el suave vaivén de columpiadota rama; estaba solo, solo en el santuario de una mujer hermosa; vivía entre el amor, la molicie, el lujo y, ¡quién sabe!, ¡acaso la falsedad!; desde mi jaula contemplaba a mis pies todo un mundo de pequeñeces, al parecer grandezas entre los hombres; anchos divanes de rameado raso dejaban escapar de sus bordes cascadas de seda y deshilachado hilo de oro; jardinera de bronce y afiligranado barro, sostenían plantas compañeras de aqeuellas otras que vi al conocer la vida, pero que solo eran iguales en la forma, pues mucho más reducidas o empobrecidas vegetaban buscaban un rayo de luz, y entreabriendo sus pálidas flores ante los minuciosos y artificiales cuidados de mi dueño; grandes lámparas de bronce y de china pendían, como mi jaula, de aquel nido de la tierra, y sobre mesas, muebles, estantes y veladores, un mundo de barro, metal, marfil, nácar, pórfido y alabastro, se mostraba a la vista bajo las múltiples formas que la naturaleza ofrece en sus infinitas y admirables transformaciones. Aquel gabinete era como una miniatura, hecha por tosca mano, de las grandiosas obras de la creación; en detalles admirable, en conjunto mísero; de mi reino no había más ejemplar que yo; a mi ama no le gustaban las aves, y solo por lo excepcional de mi belleza y mi mérito, pude entrar en aquel mundo sin creador.
Era feliz; cuidadosamente atendido, jamás me faltaba el agua cristalina en mi taza de cristal de roca, ni la fresca yerbecilla enganchada en los primorosos alambres; como de noche cambié de jaula, no conocía más cielo que un jirón azul o ceniciento, según las nubes que lo surcaban, que por entre las corridas cortinas aparecía como punto brillante de un más allá ignorado y desconocido; mi ambición era mi canto; separado muy joven de mis entendidos maestros, apenas si recordaba alguna que otra escala, y como en aquel recinto no vibraba otra armonía que la de mi garganta, yo luchaba con valentía por recordar el canto de mi infancia, creando en mis largas horas de soledad variaciones para mí desconocidas, y que brotaban entre mis trinos, bajo el soplo divino de una inspiración
ardiente y avasalladora. La gloria de mis triunfos era escucharme; tenía la conciencia de mi mérito; sabía que valía mucho, y la satisfacción de conocer mi valor, creaba en torno mío un mundo de felicidades; además, sabía que me atendían; veía a mi dueña medio recostada en suntuosa otomana, suspender el caprichos trabajo que entre sus dedos tejía, fijando en mi entreabierto pico, la mirada de sus ojos grandes y melancólicos, y le oía decir con encantadora sonrisa: «¡Qué pájaro!, ¡parece mentira cómo canta! ¡Con él mi cuarto es un paraíso!» ¡Oh! ¡por qué ambicioné hacer de aquel rincón de la tierra un facsimil del alcázar del cielo…!
Un día se fue mi ama encargando que me cuidasen con delicada solicitud y que, para que no sintiera su ausencia, sacasen mi jaula al balcón de su cuarto; así se hizo, y aquel día vi por primera vez el cielo, me hallé de frente por la primera vez de mi vida con el pájaro libre, con el audaz compañero que vagaba cruzando con sus olas las ondas del aire, y llenando de armónicos sonidos las galas de la naturaleza; del balcón donde me pusieron, dominé un extenso jardín; al final de él se abarcaba un horizonte inmenso; el campo con sus altas lomas cubiertas de doradas mieses, sus solitarios y torcidos árboles; las enmarañadas viñas y los cenicientos olivares, y allá, muy lejos, las altas crestas de quebradas montañas medio vestidas de nieve; ¡el campo con su majestuosa belleza, con la diáfana luz de sus dilatados horizontes, con el purísimo ambiente de los aromáticos efluvios de plantas y de flores! ¡Oh!, ¡aquello era la vida de lo desconocido que se mostraba ante mis ojos en toda la extensión de su grandeza! ¿Qué paso por mí? ¡Lo ignoro!, ¡sé que mis plumas se ciñeron en derredor de mi cuerpo como frío sudario; sé que mis alas, trémulas y vacilantes, hicieron con brusco movimiento ademán de extenderse, y que al tropezar con el frío metal que me envolvía en círculo entretejido, se abatieron cayendo sin fuerza ni calor en derredor de mí; sé que mi pico entreabierto para modular un gorjeo, dejó escapar el eco ronco de un agudo grito, y sé que mi cabeza extendida, jadeante, ávida de penetrar en aquel horizonte que ante mi vista se extendía quedose inmóvil y fija, absorta en la contemplación de aquel nuevo mundo…! ¡Pobre preso!, pasó diciendo un pájaro ceniciento, feo en comparación a mí, pero hermoso en medio de aquel cuadro de pardos matices donde el batir de sus alas era la representación de la vida en acción. ¡Pobre preso!, gritó alejándose y perdiéndose como punto invisible en el océano de luz que lo envolvía…
¡Con que estoy preso!, murmuré mientras mis alas se recogían lentamente en torno de mi cuerpo, y mientras mi cabeza ciñéndose al cuello, dejaba huecas las plumas de mi pechuga.
¡Preso!, ¡preso!, y ellos ¡libres!, ¡libres! ¡Pobre de mí…! Aquel día no canté; pasaron muchos y mi voz se anudaba en mi garganta cuando quería modularla: ¡cantar estando preso!, ¡si estuviera libre! Por fín, llegó un día en que vencí la pena que embargaba mi voz y canté, pero, ¡ay de mí!, mi canto no era el trino melodioso, juguetón, alegre y agudo de los pasados tiempos; cantaba, sí, pero llorando; los gorjeos que de mí salían llevaban en sus notas gritos de angustia, sollozos de desesperación, quejidos
de amargura, y dominando tan estrafalario concierto, sobresalía siempre, como la esperanza sobresales en los movimientos del dolor, una nota aguda y estridente que repetía sin cesar: «¡Libertad!» «¡Libertad!»
A fuerza de repetirlo llegué a amarla, y enamorado ya de aquel mito que, en medio de mi dolor, brotó como rayo de luz en densas tinieblas, sólo por ella llegué a comprender el por qué las plumas de mis alas se extendían en delicado círculo; desde entonces viví para la libertad; esperándola sufría tranquilamente la ausencia de aquel cielo que vi una vez no más; esperándola, volteaba en mi argolla de coral, como si en ella viese la rama que más tarde habría de sostener mi nido; y esperándola, ensayé nuevos cantos, creyendo que cuando para siempre la gozase, debía saludarla con el himno más hermoso de cuantos me inspirase el cielo…
Por fin un día le canté, con todo el entusiasmo de mi juventud, sobre las altas ramas de un ciprés…estaba libre, ¡libre!, y mi canto resonaba en el árbol, emblema de la muerte… Desde mi jaula, por un descuido abierta, volé a aquel árbol, que dominaba a todos; aunque corto el trayecto, la fatiga me rindió y allí posé mi planta y canté a la libertad; el cielo era mío, no tenía más que tender las alas y mecerme en sus etéreas gasas; el horizonte era mío; batiendo el aire con mis plumas, cruzaría lomas, vegas, olivares y montes; el más allá para mí no existía; la tierra era mi mundo, el cielo mi techo, la creación mi jaula. ¡Hermosa libertad…! Tendí mis alas, un dolor agudísimo me obligó a recogerlas, ¿cómo es esto?, ¿con alas no he de poder volar? ¡Ay de mí!, ¡no podía, el hecho era bien cierto…! ¡Cómo volar con ellas, si las cien generaciones de mis antepasados y yo con ellos nunca hicieron uso de aquellos miembros que para volar nos dio el cielo…! ¡Fatalidad! ¿Tendré que volverme a ese mundo en caricatura donde pasé mi vida? ¿Será posible que siendo pájaro, tenga que ir a encerrarme en el estrecho recinto de un antro informe…? ¡No!, dije con un arranque de indomable valor, mi sitio es éste; si logro acostumbrarme a este mundo en que jamás viví, mis hijos serán libres; probemos; no yendo lejos, tal vez pueda volar… Tendí las alas; el poderoso esfuerzo de mi voluntad a quien la libertad aguijoneaba, me dio fuerzas y volé; un árbol grande al borde de un camino fue mi parada; el sol se alzaba majestuoso en medio del cenit y su fuego, cayendo en abrasadores rayos, tornaba el ramaje del árbol en ardiente recinto; mi pico se entreabría de calor y cansancio, tenía hambre también. ¿Dónde comer…? Busqué con la mirada, y nada; sin embargo, yo veía algunos pájaros más pequeños que yo, que desde larga distancia, venían a recoger algo que yo no veía sino cuando ellos lo levantaba; me fijé bien y comprendí mi desgracia, no veía como ellos…; es decir, ¡que no solo mis alas eran miembros inútiles, sino que mis ojos también!
¡Pobre preso!, en la media luz de invernaderos y gabinetes, tus pupilas perdieron la potencia que les dio el cielo, y hoy no sabes recoger el mísero grano que para ti destinó la naturaleza; lloré cantando; solo cantar sabía y mi esperanza me llevó a creer que, al escuchar mi voz, acudiría algún ave que cariñosa me serviría de guía y de sostén en la ruda prueba que me esperaba; canté las más dulces endechas de mi infancia, aquellas que atraían
en otros tiempos la atención de todos mis compañeros; al poco rato, un pájaro se posó junto a mí, luego otro y otro; todos eran pardos, del color de la tierra; sus recias alas y sus agudos picos demostraban bien claro lo acostumbrados que estaban a los rudos trabajos de la vida… ¡Ay!, ¡eran libres! Mirándolos seguí mi canción. De pronto un confuso clamoreo me advirtió que se hablaban; «que feo es», exclamaba uno. «Miren el remilgado y qué primores se sabe», murmuraba el otro. «Más valía que en vez de cantar se tiñese con tierra esas plumas chillonas y descoloridas». Callé trémulo de amargura… Yo, que me suponía belleza superior, era objeto de escarnio para aquellos reyes del aire; en esto llegase al grupo otra ave, me vio, lanzó un agudo grito y diciendo: «Está junto a mi nido», se lanzó sobre mí con el pico abierto y las alas extendidas; todos le siguieron, y antes de darme cuenta de mi nueva desventura, caía al pie del árbol a fuerza de picotazos y empujones. Hasta allí me siguió la saña del me creyó su rival, y magullado, con cien plumas de menos, herido y triste, pude en fuerza de temor, volar hasta un escueto olivo donde al fin me di cuenta de mi situación; la noche avanzaba, el hambre y la sed me acosaban con insufrible necesidad, el frío sucediendo al calor comenzaba a entumecer mi cuerpo, y con las tinieblas se acercaba para mí un mundo de terrores y de congojas; ¿dónde acogerme…?, ¡a mi jaula no!, ¡antes la muerte! ¡Sin libertad, para qué vivir!, ¡si al menos tuviese hijos! ¡Ellos sí que serían libres!, pero nada, estoy solo, y la noche llega con sus sombras y sus rumores: los gritos de las nocturnas aves, la fría escarcha de sus nieblas, lo espantoso de su soledad… Ahuequé mi plumaje, me recogí debajo de una rugosa corteza, y temblando de frío, de hambre y de sed, cerré mis ojos, mientras un pío quejumbroso y doliente se escapaba de mi desgarrado corazón; ¡qué noche!, solamente la esperanza de no pasar otra me anima a describirla. El cielo con sus astros, suspendidos sobre mi cabeza, parecíame inmenso capuz que dejaba al descubierto mil ojos, ávidos de buscarme para herirme; la tierra parda y fría, perdiéndose en la sombra, ante la escasa fuerza de mi mirada; y yo, aterido de frío, temblando de terror, sin más apoyo que la frágil rama que más de una vez osciló ante el vuelo del búho, que, con sus ojos rebuscadores y brillantes, intentaba hacer presa sorprendiendo la adormida república de las aves, contando con espanto los eternos instantes de aquella noche en la cual sufrí mucho más que la más temerosa fantasía pudiera figurarse.
Nada hay en mí de ayer; no vuelvo a mi dorada prisión, porque, enamorado de una vez para siempre de lo que en mí despertó el dolor y el placer, quiero ser mártir de mi pasión y abrazado al áspero tronco donde hallé mi martirio y mi felicidad, quiero morir por la libertad, puesto que por ella viví; y al sucumbir a los rigores de un mundo que no es mío y de una naturaleza que me rechaza como espurio, siendo su hijo, quiero exhalar mi último canto en loor de ella y por ella, para que si alguna vez se creyese indignidad el exceso de mi amor, en fuerza de su misma intensidad, y de mi prolongado martirio, se haga sublime su causa y me redima de mi pasión al morir por ella…
Antes de salir el sol, próximo a perder para siempre este don de la vida que no ha sido bastante a darme la felicidad en la tierra, dejo caer al pie del árbol donde voy a morir, las plumas en que lego a la posteridad las memorias de mi existencia, y ¡ojalá!, viajero, que al pasar las recojas diciendo al leerlas: ¡he aquí lo que cuesta el primer día de libertad!
Rosa R io de acuña y Villanue Va (Madrid, 1850-Gijón, 5 de mayo de 1923) fue una escritora, pensadora y periodista española. Considerada ya en su época como una de las más avanzadas vanguardistas en el proceso español de igualdad social de la mujer y el hombre —y los derechos de los más débiles en general. Nacida en una familia emparentada con la aristocracia,a se mostró desde muy pronto como una mujer íntegra, creativa e indomable. Su talante librepensador de ideología republicana y su corta pero valiente y provocadora producción teatral, la convirtieron en una figura polémica y en objetivo de las iras de los sectores más conservadores de la España de la segunda mitad del siglo xix y primer cuarto del siglo XX
Fuente: Wikipedia
Ildefonso Robledo
Flamenco: escenas de un sentimiento
Decía Paco de Lucía: “El flamenco es la cultura más importante que tenemos en España y me atrevo a decir que en Europa. Es una música, tiene una gran fuerza emotiva y un ritmo y una emoción que muy pocos folclores europeos poseen.”
En relación con estas palabras solo podríamos añadir que el flamenco, en sus entrañas, tiene esa capacidad intensa de transmitir los sentimientos humanos, ya sean de dolor, alegría, soledad, duelo, frustración… En el flamenco se combinan diversos elementos que lo hacen un género único, que lo caracterizan y lo distinguen de otros estilos musicales.
El flamenco es un cante peculiar del sur de España en el que vendrían a converger las culturas árabes, africanas y judías, claramente influenciadas por el pueblo gitano, que llegó a España en el siglo XV, y arropadas todas ellas por el ambiente que se vivía en Andalucía. El flamenco se constituyó como el grito del pueblo. Los gritos y los quejidos de las personas marginadas, entre ellas los campesinos andaluces. Las sevillanas, por su parte, que se consideran hoy un palo del flamenco, habrían surgido como una evolución de las seguidillas castellanas.
En el flamenco apreciamos recursos como las palmas, el taconeo, las castañuelas o el cajón, y a ellos se suman la palabra (cante), el movimiento (baile) y la música (guitarra), de cuya unión brota un estilo que hoy es reconocido en todo el mundo.
El flamenco, en suma, es en sí una expresión artística en la que se aúna poesía, compás, baile, música, pasión y sentimiento. Es, a modo de síntesis final, un claro estilo de vida para quienes lo aman y cultivan.
Arturo Vigil
Fondos marinos
Arturo Vigil, una vez más se sumerge en busca de los corales y peces para mostrarnos imágenes increíbles. Nos encontramos ante uno de los mejores fotógrafos submarinos de nuestro país. Su galería de fotos sobre los diferentes fondos marinos que viene realizando en los últimos años, no solo es una muestra de la belleza que se encuentra en esas profundidades, sirve también para concienciar sobre lo que aún nos queda bajo el mar, y la necesidad de proteger esos maravillosos tesoros submarinos.
Con sus fotos, mostrando la belleza que existe en esos espacios marinos que aún quedan vírgenes, nos da un toque de atención, para que veamos lo que nos podemos perder si por quien corresponda no se toman medidas, que ya tienen que ser urgentes. Arturo nos muestra la belleza, pero seguro que nos puede mostrar la otra cara, imágenes llenas de basura y el estado lamentable de cómo se encuentran nuestros océanos. Prefiere mostrarnos sin embargo la belleza y alertarnos de que esas maravillas se pueden perder, es urgente la protección de la diversidad marina. La microfauna marina es la que más sufre, y personas como Arturo que llevan años sumergiéndose en las profundidades observan como van desapareciendo a pasos agigantados.
Fabeha Monir
La crisis de los rohingya
En los últimos meses la crisis de los rohingya ha ido creciendo y hemos visto cómo miles de personas cruzan la frontera entre Myanmar y Bangladesh a una velocidad que no se producía desde el genocidio de Ruanda.
Los rohingya son una población de casi 1 millón de personas que se concentraba mayoritariamente en el norte del estado de Rakhine en Myammar. Su situación era ya de por sí complicada como minoría musulmana dentro de un estado budista que no los reconoce como ciudadanos.
Aunque ya en el pasado el pueblo rohingya había sufrido persecuciones, en agosto de 2017 el estallido de una nueva oleada de violencia en la zona causada por repetidos ataques militares obligaba a una huida masiva de la población que trataba de refugiarse en la vecina Bangladesh.
Mike Reifman
Naufragios y dunas interminables
Dos océanos de la costa de los esqueletos
Desde la Costa de los Esqueletos en el norte hasta el río Orange en el sur, Namibia tiene casi mil millas de costa. Durante gran parte de esa distancia, las dunas arrastradas por el viento del desierto de Namib llegan directamente a las fuertes olas del océano Atlántico, creando un paisaje austero pero hermoso. Formada por los vientos y en gran parte despoblada, la zona costera de Namibia alberga solo un puñado de pueblos y aldeas. Los naufragios yacen en su lugar durante décadas o incluso siglos, desintegrados lentamente por el mar y el desierto. En algunos lugares, los lobos marinos del Cabo se reúnen en grandes cantidades, en su mayoría libres de acoso. Las densas nieblas oceánicas se originan en alta mar por la colisión de la corriente fría de Benguela y el aire cálido del desierto de Namibia y, a menudo, cubren las dunas con la niebla fría. En esta colección, puede echarse un vistazo a las pintorescas costas y dunas de Namibia y su fauna costera.
Ali Sahebi
Retratos
Osama Elolemy
Osama Elolemy (Egipto, 1979), también conocido como Gennie-in-a-Click, nos dice: no sé cómo el Universo ha conspirado para que yo sea fotógrafo, pero me encanta. Ha habido tantas sincronicidades que me llevaron al camino que he tomado. Lento pero seguro, descubrí mi nicho y descubrí que me encanta ser un fotógrafo de bellas artes.
Amo a la gente y, a través de mi arte, me gusta descubrir y capturar diferentes retratos y facetas de la naturaleza humana.
Siempre me ha fascinado la profunda conexión entre los humanos y la naturaleza. Como humanos asociamos imágenes, gusto, olor, sonido con nuestras emociones.
Como artista, asocio mi arte con mis emociones en el momento en que tomé la fotografía. Con solo mirar una fotografía que he creado, vuelvo al momento en el que se tomó. Puedo sentir el olor, puedo sentir la luz, puedo sentir las emociones que tuve en ese momento, puedo sentir el viento, puedo escuchar los sonidos a mi alrededor. Es asombroso ser transbordado en un segundo. Espero que al brindar antecedentes al espectador sobre la forma en que se tomaron las fotografías, lo ayude a sentir las emociones asociadas con cada obra de arte.
Declaración:
La felicidad se encuentra a nuestro alrededor, la felicidad son todas las pequeñas cosas que ignoramos a diario, la felicidad es una conexión profunda con Gaia.
Helmut Newton (1920-2oo4) fue un fotógrafo germano-australiano. El New York Times lo describió como un "fotógrafo de moda prolífico y ampliamente imitado cuyas fotos en blanco y negro provocativas y cargadas de erotismo fueron un pilar de Vogue y otras publicaciones". Newton nació en Berlín, hijo de Klara "Claire" (née Marquis) y Max Neustädter, propietario de una fábrica de botones. Newton asistió al Heinrich-von-Treitschke-Realgymnasium y al American School de Berlín. Interesado en la fotografía desde los 12 años cuando compró su primera cámara, trabajó para la fotógrafa alemana Yva (Elsie Neuländer Simon) desde 1936.
Las restricciones cada vez más opresivas impuestas a los judíos por las leyes de Nuremberg hicieron que su padre perdiera el control de la fábrica en la que fabricaba botones y hebillas; fue internado brevemente en un campo de concentración en la Kristallnacht del 9 de noviembre de 1938, lo que finalmente obligó a la familia a abandonar Alemania. Los padres de Newton huyeron a Argentina. Se le emitió un pasaporte justo después de cumplir 18 años y salió de Alemania el 5 de diciembre de 1938. En Trieste, abordó el Conte Rosso (junto con otros 200 que escapaban de los nazis), con la intención de viajar a China. Después de llegar a Singapur, descubrió que podía permanecer allí, primero brevemente como fotógrafo del Straits Times y luego como fotógrafo de retratos.
Newton fue internado por las autoridades británicas mientras estaba en Singapur y fue enviado a Australia a bordo del Queen Mary, llegando a Sydney el 27 de septiembre de 1940. Los internos viajaron al campamento en Tatura, Victoria en tren bajo vigilancia armada. Fue liberado del internamiento en 1942 y trabajó brevemente como recolector de frutas en el norte de Victoria. En agosto de 1942, se alistó en el ejército australiano y trabajó como camionero. Después de la guerra en 1945, se convirtió en súbdito británico y cambió su nombre a Newton en 1946.
En 1948, se casó con la actriz June Browne, que actuó bajo el nombre artístico de June Brunell . Más tarde se convirtió en una fotógrafa de éxito bajo el irónico seudónimo de Alice Springs (en honor a Alice Springs, la ciudad de Australia Central).
Cualquier fotógrafo que diga que no es un voyeur es un estúpido o un mentiroso.
En 1946, Newton instaló un estudio en el elegante Flinders Lane de Melbourne y trabajó en fotografía industrial, teatral y de moda en los prósperos años de la posguerra. Compartió su primera exposición conjunta en mayo de 1953 con Wolfgang Sievers , un refugiado alemán como él, que también había trabajado en la misma empresa. La exposición de Nuevas visiones en la fotografía se exhibió en el Hotel Federal en Collins Street y probablemente fue el primer vistazo a la fotografía de la Nueva Objetividad en Australia. Newton se asoció con Henry Talbot , un compañero judío alemán que también había hecho una pasantía en Tatura, y su asociación con el estudio continuó incluso después de 1957, cuando se fue de Australia a Londres. El estudio fue renombradoHelmut Newton y Henry Talbot .
La creciente reputación de Newton como fotógrafo de moda se vio recompensada cuando consiguió un encargo para ilustrar modas en un suplemento australiano especial de la revista Vogue , publicado en enero de 1956. Ganó un contrato de 12 meses con Vogue británica y se fue a Londres en febrero de 1957, dejando Talbot para administrar el negocio. Newton dejó la revista antes de finalizar su contrato y se fue a París, donde trabajó para revistas francesas y alemanas. Regresó a Melbourne en marzo de 1959 con un contrato para Australian Vogue.
Newton y su esposa finalmente se establecieron en París en 1961 y continuaron trabajando como fotógrafos de moda. Sus imágenes aparecieron en revistas como la edición francesa de Vogue yEl bazar de Harper .
Estableció un estilo particular marcado por escenas eróticas y estilizadas, a menudo con subtextos sadomasoquistas y fetichistas. Un ataque al corazón en 1970 redujo la producción de Newton, sin embargo, el estímulo de su esposa llevó a que su perfil continuara expandiéndose, especialmente con un gran éxito, la serie Big Nudes de 1980 con destino al estudio . Le siguió su carpeta Naked and Dressed y, en 1992, Domestic Nudes , que marcó el pináculo de su estilo erótico-urbano, todas estas series apuntaladas con la destreza de sus habilidades técnicas. Newton también trabajó en retratos y estudios más fantásticos.
Newton filmó una serie de reportajes para Playboy , incluidos reportajes deNastassja Kinski y Kristine DeBell . Impresiones originales de las fotografías de su sesión de agosto de 1976 de DeBell, "200 moteles, o cómo pasé mis vacaciones de verano" fueron vendidas en subastas de los archivos de Playboy por Bonhams en 2002.
En 2009, June Browne Newton conceptualizó una exposición en homenaje a Newton, basada en tres fotógrafos que se hicieron amigos de Newton en Los Ángeles en 1980: Mark Arbeit , Just Loomis y George Holz . Los tres habían sido estudiantes de fotografía en The Art Center College of Design en Pasadena, California. Los tres se hicieron
amigos de Helmut y June Newton y, en diversos grados, ayudaron a Helmut Newton. Cada uno pasó a carreras independientes. La exhibición se estrenó en la Fundación Helmut Newton en Berlín y combinó el trabajo de los tres con instantáneas personales, hojas de contacto y cartas de su tiempo con Newton.
Desde la década de 1970, Newton usó regularmente cámaras y películas Polaroid para la visualización instantánea de composiciones y situaciones de iluminación, especialmente para su fotografía de moda. Por su propia admisión, para el rodaje de la serie Naked and Dressed que comenzó en 1981 para Vogue italiana y francesa, utilizó película Polaroid "por caja" . Estas polaroids también servían como cuaderno de bocetos, donde garabateaba notas sobre el modelo, el cliente o la ubicación y la fecha. En 1992 Newton publicó Pola Woman , un libro compuesto únicamente por sus Polaroids. Más de 300 obras basadas en las Polaroid originales se mostraron en la exposición Helmut Newton Polaroids de 2011 en el Museum für Fotografie de Berlín.
En su vida posterior, Newton vivió tanto en Montecarlo como en Los Ángeles, California, donde pasaba los inviernos en el Chateau Marmont, lo que había hecho todos los años desde 1957. El 23 de enero de 2004, sufrió un grave ataque al corazón mientras conducía su automóvil. Marmont Lane desde Chateau Marmont hasta Sunset Boulevard. Fue llevado al Centro Médico Cedars-Sinai; los médicos no pudieron salvarlo y fue declarado muerto. Sus cenizas están enterradas en el Städtischer Friedhof III de Berlín.
Fuente: Wikipedia
Fotos cortesía de la Fundación Helmut Newton para Luz y Tinta
HelmutNewton
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David du Chemin
¿Quieres resultados diferentes? Pruebe cosas diferentes. Al aterrizar en Nairobi el mes pasado, mis temores habituales se estaban volviendo locos. ¿Llegaría mi equipaje conmigo? ¿Tendría problemas en la aduana? ¿Sería capaz el cantinero del primer campamento de hacerme un Old Fashioned decente, que necesitaba desesperadamente? Ya sabes los. Pero lo más pesado de todo, lo que me agobiaba después de tantos safaris que ya perdí la cuenta, era esto: ¿sería bueno el trabajo, las fotografías?
¿O simplemente haría lo que he hecho antes, incapaz de encontrar un nuevo ángulo o deshacerme de las viejas formas? ¿Terminaría cortando el mismo trozo de césped una y otra vez, lo cual es un riesgo real en cualquier actividad en la que uno comienza a encontrar cierto nivel de comodidad o éxito?
No fui a Kenia para hacer versiones más grandes y nítidas de las fotografías que había hecho antes. Fui a hacer fotografías que eran, bueno, mira, ese es el problema; no tenía ni idea. He crecido en el último año, y creativamente estoy casi irreconocible desde que hice mi primer safari en 2009. Quería fotografías que fueran más, no sé… viscerales.
Fotografías que evocaban más, aunque a nadie más que a mí. En el fondo de mi cabeza, escuché el eco de algo que Jay Maisel dijo una vez: si quieres fotos más interesantes, sé una persona más interesante.
Mi versión ligeramente ajustada dice así: si quieres fotografías más interesantes, ten experiencias más interesantes. Intenta algo nuevo.
Afortunadamente para mí, había planeado un itinerario que me dio algunas opciones en lo que respecta a experiencias nuevas e interesantes. Por un lado, había planeado pasar tres noches en una reserva de rinocerontes en el norte, un lugar que me sugirió mi guía en Nairobi el año anterior porque me permitiría acercar mis cámaras al rinoceronte como nunca antes. También planeé pasar cuatro noches en Amboseli, conocido por sus grandes colmillos que caminan todos los días por el lecho del lago frente al monte Kilimanjaro, y luego dos noches en el sur, donde reservé algo de tiempo en helicóptero para superar el refresco. lagos conocidos por coloridos remolinos de floraciones de algas y bandadas de flamencos rosados brillantes.
Me lo pasé genial. Ha sido lo más divertido que he tenido con cámaras en la mano en mucho tiempo. Pero también fue (y aquí estoy llegando a mi punto) muy difícil. Estaba tan fuera de mi zona de confort que sentí que estaba empezando de nuevo. El helicóptero especialmente tenía una forma de volverme estúpido, como si nunca antes hubiera tenido una cámara en la mano. Pero todo era diferente. Caminar con un elefante salvaje y luego (algo en contra de la intuición) acostarme frente a él mientras se acercaba no es una habilidad que ya haya aprendido. No hay un libro electrónico para eso; Solo hazlo. Lo averiguas (principalmente, lo que averiguas es cómo mantener la cámara quieta y no ensuciarte los pantalones mientras sigues componiendo la toma).
Los rinocerontes eran diferentes. Uno no (según me han dicho) se acuesta frente a los rinocerontes. Pero en Nairobi, un amigo me había dado una jaula de metal que era lo suficientemente grande como para poner mi cámara, un artilugio diseñado exactamente para este propósito, y me sugirió que le diera una vuelta. “Tus guías te ayudarán a llevarlo donde lo necesites”, dijo, y luego corrí a descargar una aplicación remota para conectar mi Sony A1 a mi iPhone, riéndome como un niño pequeño ante la idea de tener mis cámaras tan cerca. a algo tan grande.
Un par de semanas más tarde, estaba trabajando con dos guías cuya habilidad solo era igualada por su paciencia mientras trabajábamos para poner la jaula en el camino de los rinocerontes blancos del sur mientras luchábamos contra el software remoto con muchos errores y al mismo tiempo intentábamos prestar atención. a la composición y el momento y cruzo los dedos para que en algún momento todo se una. La mayoría de las veces, no lo hizo. La conexión entre la cámara y el iPhone se interrumpía, los rinocerontes se iban hacia el otro lado o pasaban junto a él y lo volcaban. Pero no necesitaba que funcionara todo el tiempo; las veces que todo sale mal no importan (aunque enseñan buenas lecciones), solo necesitaba que funcionara algunas veces, y funcionó. Brillantemente.
Tuve tres noches para acertar con los rinocerontes. Eso significaba concentrarse. Significaba decir no cuando la radio estaba zumbando con noticias de un leopardo o una manada de leones. Significaba salir cada mañana antes del amanecer y regresar después de la puesta del sol, y saltarse el cóctel tradicional cuando se ponía el sol. Significaba que la respuesta siempre era sí cuando uno de mis maravillosos guías me sonrió y dijo: "¿Deberíamos intentarlo solo una vez más?" (sabiendo que lo estaría diciendo una y otra vez hasta que la luz se hubiera ido).
Hay un costo de oportunidad involucrado en estar enfocado. ¿Y si el avistamiento de leones o leopardos fuera increíble? Se necesita algo de disciplina para apegarse a la tarea, especialmente cuando los rinocerontes (y el software remoto) tienen una mente propia fuerte y la tarea no parece prometedora. Esto estaba fuera de mi zona de confort, y cuando las cosas no funcionaban, significaba que me faltaban dos oportunidades: en la que estaba trabajando (es decir, la cagué) y en la que estaba diciendo que no en otro
lugar: la que tenía el leopardo de tres patas haciendo malabarismos con cinco jabalíes en perfecta luz.
La fotografía aérea fue alucinante. El lago Magadi es un lago de soda en el sur de Kenia, ubicado a un par de kilómetros de la frontera con Tanzania. El pH en el lago lo hace propenso a la increíble proliferación de algas, y los resultados son remolinos de colores brillantes y cambiantes. Estuve allí para fotografiar estos patrones con flamencos (dedos cruzados) volando sobre ellos para darles escala y vida. ¿Qué tan difícil podría ser? Bueno, resulta que hay una gran curva de aprendizaje. La hora del día importa. La luz importa. Mantener la compostura el tiempo suficiente para considerar la composición mientras el helicóptero se inclina lo suficiente como para hacerte reconsiderar tus elecciones de almuerzo también es importante. Simplemente no es fácil. Se me pasó por la cabeza varias veces que podría estar haciendo fotografías más seguras (y ciertamente un poco más fáciles) en tierra.
Las mejores fotografías que he hecho en los últimos 37 años han incluido un elemento de riesgo. A veces ese riesgo era físico, pero la mayoría de las veces era creativo o psicológico. A menudo, el riesgo es que la persona a la que quiero fotografiar diga que no, o que las fotografías sean una mierda. El riesgo es que tomarse el tiempo para probar un nuevo enfoque signifique que perderá la oportunidad de hacer las cosas que sí funcionan. El probado y verdadero. Claro, te estarás repitiendo, pero es mejor irse a casa con alguna versión de lo que has hecho antes que nada en absoluto, ¿verdad? No me parece. Supongo que hay un argumento que se debe hacer para obtener sus vacunas de seguridad, pero ¿es "seguro" lo mejor que podemos hacer? ¿El objetivo de todo esto es la creación de una fotografía que sea solo ligeramente diferente a la que hiciste antes? Quiero decir, si te gustó el último, te gustará el próximo, ¿verdad? Tal vez. Pero descubrí que hay una ley de rendimientos decrecientes en el trabajo, y generalmente estoy menos satisfecho con las mismas cosas de siempre, incluso si la imagen es técnicamente mejor. Simplemente no me emociona. Más importante aún, descubrí que los riesgos que me asustan son los que más me garantizan que me enseñarán algo nuevo, una nueva habilidad, o incluso me darán la prueba de que realmente puedo hacer esto. Son las oportunidades para un nuevo desafío, y el desafío, ¡el riesgo!, es necesario para el flujo creativo. Es donde hacemos nuestro mejor trabajo.
Tu riesgo no es mi riesgo. Algunos de ustedes nunca sentirán la necesidad de acostarse frente a un elefante (en compañía de guías y observadores que sabían lo que estaban haciendo). Algunos de ustedes no tienen interés en los helicópteros o en aprender a usar un iPhone para controlar su cámara. Ni siquiera estaba seguro de querer molestarme con lo del disparador remoto. Demasiado quisquilloso, pensé. Demasiado impredecible. Los resultados fueron demasiado inciertos. ¡Por supuesto que no estaban seguros! ¡Todo es incierto! Y ahí es donde aprendemos, crecemos y nos encontramos cara a cara con lo inesperado. Ahí es donde nos encontramos fuera de la rutina en la que hemos estado, y es donde encontramos, inesperadamente, un nuevo ritmo. Esas son las experiencias que busco.
La ciencia refuta la idea de que no se pueden enseñar nuevos trucos a un perro viejo. Los perros viejos (algunos mayores que otros) somos, de hecho, mucho más educables. Hemos aprendido a aprender. Tenemos menos que perder. Pero, oh, somos tímidos a veces.
Simplemente es más fácil hacer lo que hemos hecho y lo que sabemos que funciona para nosotros. Pero sigue funcionando? ¿El mismo viejo, el mismo viejo? ¿Te sigue desafiando? ¿Te trae las mismas recompensas o alegrías? ¿O podría ser lo mismo de siempre una base sobre la cual construir algo nuevo? ¿Un punto de partida para nuevas experiencias?
Mi propia versión de lo mismo de siempre es lo que me dio la memoria muscular para hacer lo que tenía que hacer con la cámara cuando estaba distraído por el enorme colmillo frente a mí. Me dio la memoria y el instinto para hacer lo que tenía que hacer en el helicóptero sin pensar para poder concentrarme más en la dirección de arte que en no caerme o tratar de recordar cómo cambiar mi configuración.
Para volver a mi punto, la magia está fuera de la zona de confort. A veces nos vemos obligados a hacerlo, pero la mayoría de las veces tenemos que elegirlo . Nuevas experiencias, nueva tecnología, nuevos desafíos creativos y nuevas ideas: nuevos trucos para perros viejos. Tal vez para ti, es fotografiar personas. ¡Ay! ¿Estás bromeando? ¡Es aterrador! Exactamente.
Tal vez sea tan simple como cambiar la hora del día durante la cual fotografías. ¿Qué? ¿Fotografiar de noche? ¡Pero no sé cómo! Precisamente. Tal vez sea hora de aprender a usar luces estroboscópicas, crear exposiciones múltiples o explorar ICM. Pero, ¿y si fallo? Sí. Pero, ¿y si no lo haces? ¿Y qué es "fracaso", de todos modos? ¿No querrás decir, “Pero y si aprendo ?”
Una buena fotografía es el producto de muchas cosas. La luz y nuestras elecciones al respecto. Uso del espacio y el tiempo. Lo que hacemos con el color y la perspectiva. Nuestra elección de óptica. Sí, a veces también es el equipo. Una buena fotografía sucede en la intersección de tantas cosas, a las que quiero agregar una más: el riesgo. Juega con la luz, el equipo, tu punto de vista y la elección del momento. Juega con todo, porque cuando jugamos aprendemos. Pero no vayas a lo seguro.
Este no es Craig, el gran colmillo que describí, pero es una de mis imágenes favoritas de encuentros con elefantes en Amboselli. Estaba en el suelo justo debajo del parachoques delantero de mi Land Cruiser. Disparo a 24 mm. sony a1. 1/1000 a f/11, ISO 400.
Grandes flamencos sobre el lago Magadi. Disparo a 105 mm. 1/2000 para acomodar la velocidad del picador y las vibraciones, la Compensación EV se establece en alrededor de -2,0 para evitar que el sol sobre las aves las apague. Sony a1, 1/2000 a f/6.3, ISO 4000
Dos rinocerontes blancos del sur que vienen a echar un vistazo. Tomada en 24 mm, la cámara en una jaula de acero y operada de forma remota desde unos 20 pies de distancia con mi iPhone y una aplicación llamada Shutter. Sony a1, 1/1000 a f/13, ISO 5000
Liu Zheng
Liu Zheng nació en 1969 en la provincia de Hebei, China. Durante años, sus fotografías en tonos grises han enmarcado crudamente, en situaciones políticas y provocativas, a sus sujetos humanos. Cuando trabaja en color, los tonos están inundados de sepia o una saturación manipulada que comenta la naturaleza nostálgica de sus temas; su serie de la Ópera de Pekín en particular refleja esto.
Los antecedentes de Liu no tienen sus raíces en las artes. Después de especializarse en ingeniería óptica en el Instituto de Tecnología de Beijing, se unió a un periódico local como reportero gráfico, donde cubrió la industria minera del carbón. Esto sentó las bases de su interés por la vida de los compatriotas que trabajan sin descanso; una de sus primeras series como practicante artístico exploró la vida de las minorías étnicas y nuestra percepción de ellas. Continúa trabajando a duras penas en las historias e historias de sus sujetos y temas en fotografía, y ha publicado varios volúmenes de su serie.
El trabajo de Liu Zheng se ha exhibido en exposiciones individuales que incluyen Dream Shock , Three Shadows Photography Art Center , Beijing, China (2013); Choque de sueños , Galería de fotos Zen, Tokio, Japón (2009); Liu Zheng: The Chinese , Museo de Arte del Williams College , Williamstown, MA (2008); Liu Zheng: Survians , SOHO New Town , Beijing, China (2005); Liu Zheng: The Chinese , Yossi Milo Gallery , Nueva York, NY (2005); Liu Zheng , Encuentros Internacionales de la Fotografía , Arles, Francia (2003); The Chinese , Museo de la Academia Central de Bellas Artes , Beijing, China (2001); y Three Realms and The Chinese , Taipei Photo Gallery , Taipei, Taiwán (1998).
Sus obras también han aparecido en exposiciones colectivas, incluida laMuseo de Arte Minsheng en Shanghai, China; Museo de Arte Inteligente en Chicago, IL; El Museo J. Paul Getty , Los Ángeles, LA; Museo de Arte Moderno de San Francisco , San Francisco, CA; Museo de Arte Mori , Tokio, Japón; Sociedad y Museo de Asia , Nueva York, NY; el Museo Victoria and Albert , Londres, Inglaterra; y Chambers Fine Art , Beijing, China.
También ha participado en la 50 Biennale di Venezia en Venecia, Italia y en elInternational Center of Photography Triennale, Nueva York. Su obra se encuentra en las colecciones de la Fundación Guy y Miriam Ullens, Ginebra, Suiza; el Museo Metropolitano de Arte, Nueva York, NY; Colección Uli Sigg, Mauensee, Suiza; y el Museo de Arte Contemporáneo , Los Ángeles, CA.
Actualmente vive y trabaja en Beijing, China.
convictos buscando agua, baoding, provincia de hebei, 1995
dos niños sin hogar, beijing, 1998
monjas, pekín, 1996
os mineros en baños públicos, datong, provincia de shanxi, 1996
un niño rural con uniforme escolar, fengxiang, provincia de shaanxi, 2000
un sacerdote taoísta sosteniendo un abanico, beijing, 1994
un viejo actor de la ópera de pekín interpretando un papel femenino pekín, 1995.jpg
Consuelo Bautista
Licenciada en Publicidad por la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, en 1987 se instaló definitivamente en Barcelona para dedicarse por completo a la fotografía. sus inicios fueron como fotógrafa independiente para la desaparecida revista El Mon. Cómoda con la libertad que le permite ejercer de manera free lance, actualmente continúa combinando los trabajos por encargo para prensa con la realización de proyectos perso- nales. En 2003, fundo, junto a Laura Terre, David Airob, Cristina Gallego, Sandra Balsells, Joan Tomas y otros profesionales de la imagen, el Centre de Fotografia Documental de Barcelona —la Foto BCN. Además, ha impartido clases en la Universitat Autònoma de Barcelona, en la Universitat Politècnica de Catalunya y en la Universidad de Los Andes (Bogotá), entre otros centros.
Especializada en fotografía documental, ha realizado reportajes en escenarios tan diversos como Israel, Cuba, Colombia, Montenegro, Senegal, Barcelona o Marruecos. Durante cuatro años, fotografió el patrimonio cultural y natural de Colombia, Argentina, Brasil y México para la Compañía Gas Natural. Entre 2001 y 2008, recorrió este último país para fotografiar la fiesta de los muertos, imágenes que darían lugar al proyecto fotográfico en blanco y negro Muertitos. Por encargo del Arxiu Fotogràfic de Barcelona, en 2008-09 realizo la serie Raval, un reportaje en el que, a modo de microrrelatos, su cámara analógica registro momentos únicos, alejados de las típicas imágenes del emblemático barrio barcelonés.
Ha colaborado con La Vanguardia, El Periodico, El Pais y la Agencia Cover. en 2012 expuso en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona su serie Raval, y en la Galeria H2o de Barcelona, una selección de Muertitos. Ha recibido tres premios FotoPres: dos por Instantáneas, en 1991, y uno por sus fotografías sobre Skin Heads en 1993, un encargo de El Pais. En 2007 recibió el Premio Ciutat de Barcelona de Artes Plásticas por el proyecto “A los invisibles.”
Publicaciones seleccionadas
Cuba, Cuba i Cuba, Palma de Mallorca, Sa Nostra Obra Social i Cultural, 1998; A los invisibles, Barcelona, autor-editor, 2007; A las invisibles, Barcelona, autor-editor, 2009; Raval, Arxiu Fotogràfic de Barcelona e Institut de Cultura de Barcelona, 2012; Muertitos, Barcelona, autor-editor, 2012.
del 1 al 31 de enero de 2023
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