Compás de transición
A estas alturas, a ningún lector de LUZ Y TINTA se le escapa que estamos en un compás de transición. Tras el cierre de Moldeando la luz —en el interior le dedicamos varias páginas a explicarlo— se nos imponen una serie de cambios que afectan principalmente a la ubicación digital de nuestra revista y al contacto con los lectores.
La ubicación de la revista seguirá en Issuu, y el acceso se comunicará mes a mes mediante correo electrónico a los antiguos miembros de Moldeando y a público en general a través de redes sociales.
Mientras tanto, estamos implementando un blog que permita además la interacción con los lectores, esos comentarios que mes a mes suponen una especie de toma del pulso de la aceptación de nuestra publicación y, en algunos casos, de nuestros errores que, como humanos que somos, nos da por tropezar más de una vez y más de dos en la misma piedra, por muy aparatosa que sea.
Pero, vuelvo al principio, estamos en un compás de transición. Este número será, como todos los años, la antesala de unas vacaciones bien merecidas, con la diferencia de que este mes no nos servirá expresamente para descansar sino para redoblar el trabajo con LUZ Y TINTA. Ya tenemos comprado el dominio luzytinta.com en el que alojaremos una web que haga más accesible la revista, pero que además puede servir para algunas cosas más, como ser el hosting de esa asociación cultural, Luz y tinta, que llevamos tiempo anunciando y que está próxima a materializarse.
El mes de julio y parte de agosto nos servirán para articular esa web, para poner en marcha la asociación y para aislarnos del calor ambiente con el que despidan nuestras pantallas de ordenador, esa herramienta alquímica que nos mantiene en contacto con nuestros lectores.
Así pues, felices vacaciones a los afortunados que puedan disfrutarlas y feliz varano para todos.
4
Los viejos moldeadores nunca mueren:
-Daniel Kordan
-Natalorion
-Edward Gordeev
56
Francisco Trinidad
Las sombras de mi pasillo
60 Gloria Soriano A través del espejo
Fotografía de Portada:
Arturo Vigil
64
Laudelino Vázquez
Una cena entre amigos 68 Rincón para el recuerdo:
Virginia woolf
70
Juan Depunto Entrevista a Adolfo de los Santos
78 David du Chemin ¿Un pie en la tumba?
80 Arturo Vigil
110 Mike Reifman
244
Taisuke Sato
268
Thadäus Biberauer
154 Alejandro Martínez Vélez
296
Raúl Belinchón
176 Benjamín Barakat
Número 136 Julio de 2023
PROMOTOR y DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA: José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECCIÓN, DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Francisco Trinidad DIRECTORA DE COMUNICACIÓN: Lola González
Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com moldeandolaluz.com
cerró su red social, conocida en sus diferentes etapas como “Escribir con la luz” o “Moldeando la luz”; un mes antes, en cientos de comentarios tanto en la red social como en los diferentes correos,los moldeadores expresaban su pesar y ese sentimiento agridulce de sus corazones ante la triste noticia pero comprensible por todos, su creador se despedía así de los moldeadores de la luz. Ante la difícil decisión de cerrar sus puertas, Guendy se despedía a través de la siguiente carta.
Hola, amigos moldeadores.
Supongo que esta es una de las cartas que más me costará escribir, y la que nunca pensé que escribiría, y me gustaría que nadie pensara que en mis palabras hay lamentos, ni que diera la impresión de que lo escribo apenado, y mucho menos enojado. Con sinceridad es una carta que hace muchos meses que sus contenidos revolotean por mi mente y creo que ha llegado la hora de poner negro sobre blanco, sin acritud hacia nada ni hacia nadie, se trata de una decisión personal no tomada a la ligera, pues son varios los meses que llevo meditando. Es cierto que lo he comentado en privado con las personas más cercanas y agradezco su apoyo y sus palabras, pues todos han sido muy respetuosos y comprensivos con mi resolución.
Cuando era un veinteañero estaba de moda una canción de Los Módulos, que todos estábamos esperando en los “guateques”, pues era el momento que se pasaba de la música con ritmo, bailar separados, a las lentas, como solíamos decir, era el momento de bailar bien agarrados, y la canción por excelencia desde su agudo bajo y lento para bailar era “Todo tiene su fin”.
Moldeando la Luz también pone punto final al menos a esta etapa, pues no se descarta que en otro momento vuelva, pero tendrá que ser totalmente renovado y con un equipo comprometido y dispuesto a trabajar en todas sus vertientes, hasta ahora esto no se ha conseguido y ya son más de dieciséis años. Creo que ha llegado el momento de decirlo, -es demasiada carga de tiempo para una sola persona- El tiempo, desde siempre he intentado gestionarlo con conocimiento de causa, priorizar y planificar su productividad manteniendo sobre todo calidad de vida. En cierta ocasión leí algo sobre el valor del tiempo: Aunque parezca una obviedad, el tiempo no se puede almacenar. Simplemente transcurre. Se dice que cuando nacemos somos ricos en tiempo, puesto que tenemos toda la vida por delante, pero nadie puede cuantificar esa riqueza, ya que nadie puede saber cuánto va a durar la vida de una persona. Habitualmente dedicamos el tiempo a lo que más nos motiva, y en mi caso, que siempre me han acusado de hiperactivo, son muchas las cosas que me motivan, y cada vez tengo menos tiempo para ellas, pues la hiperactividad no dura siempre y cada vez comprendo más y mejor aquello de “el tiempo es oro”. Me pregunto ¿Cuánto vale mi tiempo? Y también os pregunto ¿Cuánto vale vuestro tiempo? La vida tiene muchas experiencias distintas y el tiempo y sobre todo cuando cada vez nos queda menos, saber aprovecharlo solo depende de nosotros.
NING es la plataforma donde se ha alojado nuestra red social, desde aquel día en que un grupo de amigos decidimos irnos de la “Comunidad” del diario El País, debido al cainismo que campaba a sus anchas por aquella red social, máxime entre los comuneros que aportaban sus trabajos literarios, no era el caso de los fotógrafos, pero nos veíamos envueltos también en trifulcas que nos eran casi siempre ajenas a nuestra aportación que fundamentalmente se trataba de compartir fotografías, y desde NING lamentan nuestra despedida y conscientes del gran esfuerzo que nos ha supuesto crear una red social tan bien preparada en contenidos y herramientas, estaban dispuestos a renegociar el precio anual,
pero no se trata de cuestiones económicas que también, ya que los costos son muy elevados y soy yo la persona que los ha ido soportando personalmente en su mayoría durante todos estos años, pero sería algo secundario, comparado con la falta de tiempo, pues para mi es más importante esta insolvencia del tiempo, que las dificultades económicas, no se trata de un problema económico para afrontar su mantenimiento, al margen de mi aportación económica he tenido siempre un plan “B” para eventualidades con otros mecenas, es más algunas empresas del sector fotográfico se interesaron en incrustar su publicidad, y lo rehusamos.
Al crear Moldeando la luz en la plataforma NING, el cambio fue tremendo, en referencia a “La Comunidad”: más rapidez, más capacidad, mejor dinámica y presentación de sus circunspectos y lo más importante para su sostenibilidad, la ampliación de contenidos, siempre con la ilusión de que algún moldeador se fuera ofreciendo para el mantenimiento y funcionamiento de estos nuevos instrumentos, y no es porque NO lo haya sugerido lo he hecho a lo largo de los años con los más cercanos (Asturias) por razones obvias. Las nueva herramientas eran : WEB INDIVIDUAL DE CADA MOLDEADOR, FORO, LIBROS, SONDEOS, ENCUESTAS, TALLER DE FOTOGRAFÍA, EVENTOS en Moldeando la luz, OTROS EVENTOS, fuera de Moldeando la luz, BLOGS (Artículos, Se está hablando de…), GRUPOS, NUESTRO DIARIO (Después de 13 años, cerrado el día 20/04/2023 ) VIDEOS, MUSICA, RADIO MLL (podcasts en streaming).
Mi gozo en un pozo, los años van pasando y todas esas creaciones a excepción de la herramienta de subir fotos a las webs personales de cada moldeador, el resto se fueron apagando y algunas ni llegaron a materializarse por falta de participación en las mismas.
Vivimos o nos hacen vivir muy deprisa, las redes sociales donde se puede interactuar, debatir, pensar y compartir como Moldeando la luz no interesan. Facebook tiene a enero de 2023, 2.958 millones de usuarios; Instagram, 2.000 millones de usuarios y Twitter, 556 millones de usuarios.
Somos lo que leemos y cada día se leen menos libros, es decir cada día somos más nada, dicen que las redes sociales contribuyen a que cada día se lean menos libros, nos movemos a base de titulares y 280 caracteres en algunas de ellas, y entre tantos titulares un porcentaje muy alto se trata de “Fake News” (Noticias falsas).
Cada vez se generan más comportamientos y adicciones similares a las drogas en busca del “Me gusta” y “Seguidores”, una pérdida de control, alguien dijo y pienso que acertadamente que son adicciones sin sustancia, donde cada día se enganchan más personas. Todo es bueno o malo según la manera en que se utilice. Pues si no, “Comamos mierda, tantos millones de moscas no pueden estar equivocadas”. Quiero decir con esto, que si no te has labrado ya un nombre que ha destacado en algún arte, en estas redes sociales los trabajos son como tirar lentejas en los océanos, al final el reconocimiento será el de las personas de tu entorno, el resto es pérdida de tiempo por mantener una docena más de “Me gusta”. En cierta ocasión me dijo un fotógrafo famoso que expone sus fotos en Moldeando la luz, que para él un “Me gusta” de un moldeador vale más que el miles de personas en otras redes que no se si entienden mis fotografías” no obstante, hay que estar en ese tipo de redes porque si no es como que no existes, pero no hay que obsesionarse, y continuó diciendo; los fotógrafos consagrados o famosos que exponen en redes sociales, no las atienden ellos personalmente, no pierden el tiempo, pagan a personas para que las muevan e interactúen en la red por ellos.
En nuestro caso el proyecto que mejor ha funcionado y ha aumentado de forma progresiva tanto por sus colaboradores como por sus lectores, es el único que no he mencionado anteriormente, LUZ y TINTA. Evidentemente este no desaparecerá dado su seguimiento y éxito mensual, pues sus descargas nos demuestran el interés que tiene entre sus seguidores. El enlace a su lectura o descarga se publicitará en las redes sociales más populares, de igual modo recibirán el enlace los más de 2.000 moldeadores inscritos en Moldeando la luz, cuya dirección de correo sea la misma con la que se inscribieron.
Anteriormente comentaba la falta de tiempo para atender personalmente la red social Moldeando la luz, al margen del desencanto por el tiempo perdido en impulsar herramientas que antes de que se terminen oxidando es mejor cerrarlas. Mi dedicación personal ha sido plena, he intentado mantener vigente la máxima de nuestra red social: “Lo que yo sé, tú lo sabrás”, pero esto personalmente ha restado tiempo a otras aspiraciones personales mías como la propia fotografía, y siempre lo hice en base a proporcionar la mayor difusión posible de los trabajos fotográficos de otros, tanto de los fotógrafos profesionales, fotógrafos avanzados o a los recién iniciados. Desde la creación de Moldeando la luz al
día de hoy he intentado ser lo más reservado posible como fotógrafo, que también lo soy, pero he dado el mayor protagonismo y la difusión a los trabajos de los demás, ello me ha retraído a la hora de subir mis trabajos para que no diera la impresión a nadie de que esta red era para mi promoción personal, pues mis principales trabajos se encuentran en una web personal ajena a Moldeando la luz. Lo que ocurre ahora, y siempre por medio el factor determinante de gestionar mejor el tiempo, he tenido que decidir entre seguir mantenido Moldeando la luz, o dedicar el tiempo a enriquecer mi formación personal. Así pues, recientemente me he matriculado en un Máster que durará dos años, y que está asentado en la formación y especialización en “Inteligencia Artificial” (IA) en cine, las dos cosas unidas a Luz y Tinta y dedicarle algo de tiempo a la fotografía, pues como que el tiempo no da para todo ello.
El cierre de Moldeando la luz, se producirá el día 31 de mayo a las 24:00 horas, esto no tiene vuelta atrás; como comentaba al principio no se descarta que en un futuro próximo se vuelva con otros nuevos aires, de momento los futuros proyectos estarán más focalizados y centrados en la temática multimedia, está previsto abrir un canal en YouTube y Vimeo, que estará centrado en las entrevistas tanto de fotógrafos como de escritores y cineastas. Se potenciará la revista Luz y Tinta, que pasará a ser una asociación sin ánimo de lucro con un amplio abanico de objetos sociales en sus estatutos, como la producción cinematográfica.
Sé que esto para muchos será una sorpresa, pero siento que es la decisión correcta para mí. He disfrutado con vuestros trabajos durante todos estos años y agradezco toda vuestra ayuda y apoyo. No dudar en ponerse en contacto conmigo si hay algo más que pueda hacer para ayudarles, o si alguien necesita algo y piensa que yo le puedo ayudar, mi correo siempre estará abierto para todos cuendia@gmail.com
Durante estos años Moldeando la luz ha pasado por tres cambios, versión 0.1, 0.2, y la 0.3, la actual, por estas tres versiones han pasado más de dos mil fotógrafos, algunos nos dejaron para siempre, vaya desde aquí el recuerdo a los gratos momentos que compartimos, descansen en paz. También se han subido a las diferentes webs de los moldeadores más de 300.000 fotografías.
En infinidad de ocasiones se me ha preguntado ¿Y qué ganas tu con Moldeando la luz?, siempre he dicho lo mismo: he ganado mucho, todo el tiempo y dinero dedicado no ha sido en vano-. He aprendido mucho de todos durante el tiempo en que han estado activos, unas veces más y otras menos. Evidentemente les voy a extrañar mucho a todos, además de ser colegas con muchos se ha establecido una gran amistad que estoy seguro proseguirá en el tiempo. Tampoco se puede dudar de las grandes contribuciones que han hecho la mayoría de los moldeadores, pues han sido inmensas. No olvidaré nunca el apoyo y aliento recibido en los tiempos más complicados para nuestra red social, no os podéis imaginar lo que han significado para mi aquellos correos internos, vuestra afabilidad y el amor que compartimos por la fotografía. Tener como compañeros en la aventura fotográfica a personas como vosotros no se puede comparar con nada, ha sido y es un gran regalo, por ello, despedirse hoy me resulta tan difícil.
Quiero agradeceros por haber hecho de esta red social durante su existencia un excelente lugar para mostrar los trabajos fotográficos al mundo y por haber sido una parte tan importante de mi vida. Yo he tomado ya la decisión de administrar mi tiempo de otra manera y les deseo a todos lo mejor en sus proyectos futuros. Ha sido un placer trabajar con todos vosotros y sin duda extrañaré vuestras interacciones diarias.
No sé cómo será el futuro, si habrá más emoción artística, pero dudo mucho que se encuentren colegas tan increíbles como vosotros. Gracias también por vuestro tiempo, que seguro utilizareis para iniciar nuevos retos persiguiendo vuestros sueños. Siempre recordaré el tiempo que hemos pasado juntos en Moldeando la luz, y agradecer a todos los que con sus trabajos y orientación ayudaron a llevar a nuestra red social al lugar donde está hoy al momento de su cierre, como he dicho anteriormente y lo reitero, me gustaría saber de vuestros futuros proyectos pues me gustaría no perder el contacto después del cierre.
Nunca olvidaré la ayuda que me habéis brindado y quiero que sepáis que siempre tendréis un lugar en mi corazón amante de la fotografía.
Por los buenos recuerdos que compartimos juntos, GRACIAS.
José Luis Cuendia Palacios, “Guendy” Creador de “Moldeando la luz”
Las reacciones no se hicieron esperar por cientos de moldeadores de la luz, era natural que se sintiera tristeza y nostalgia al mismo tiempo, pues en Moldeando la luz se crearon recuerdos inolvidables, Moldeando… hizo posible que se conectaran amantes de la fotografía de todo el mundo a lo largo de sus casi diecisiete años, se había construido una comunidad de fotógrafos que durante todo este tiempo había sido un refugio virtual, desde el primer momento muchos fotógrafos crecieron juntos, rieron juntos, se han compartido historias personales al margen de las fotográficas que también, creando lazos de amistad que trascendieron las barreras de la distancia.
Es para sentirse orgullosos comprobando y recordando que, al igual que todos sus miembros, el creador de esta singular red de amantes de la fotografía que a su vez en su interior albergaba páginas web personales de los fotógrafos, blogs, videos e infinidad de herramientas para compartir, y que se reconociera que había trabajado arduamente durante todos estos años para mantenerla viva, y que había llegado la hora de tomar decisiones difíciles, y en este caso, el cierre de Moldeando la luz, era una de ellas.
Todos manifestaron y apreciaron profundamente todo el tiempo y esfuerzo que yo como creador he invertido para mantenerles conectados y por haber brindado un espacio seguro donde se han podido expresar todos libremente. A lo largo del tiempo todos de una u otra manera han agradecido cada mejora implantada, y por haber escuchado las sugerencia, en fin, por haber estado ahí, al lado de todos.
Aunque esta noticia nos entristece a todos, personalmente me ha alegrado mucho el saber que se ha entendido que existen razones detrás de esta difícil decisión. Se ha respetado y comprendido que como creador tengo derecho a enfrentarme a nuevos proyectos en los que deseo enfocar mi creatividad. Le deseamos sinceramente todo el éxito y la suerte en sus futuras aventuras. Cualquier proyecto en el que me embarque estará lleno de pasión y dedicación y de una u otra manera todos estaréis presentes en ello.
Quiero aprovechar la ocasión para reiterar una vez más que aunque la red social Moldeando la luz cierre sus puertas, los lazos que hemos construido no desaparecerán. Seguiremos siendo una comunidad unida, incluso si nos dispersamos por otras plataformas. La amistad y el cariño que nos hemos brindado no pueden ser contenidos por los límites de una red social.
Aprovecho también este momento para recordar los momentos maravillosos que hemos vivido, las risas que hemos compartido y las conexiones significativas que hemos establecido. Aunque el futuro pueda parecer incierto, siempre llevaremos con nosotros los momentos especiales y las relaciones que hemos cultivado en Moldeando la luz
Desde lo más profundo de mi corazón, agradecemos a todos y cada uno de ustedes por ser parte de esta increíble aventura. Nos despedimos con la esperanza de que cada uno de nosotros encuentre nuevas formas de conectarse y seguir creciendo en esta era digital.
¡Hasta siempre y que la suerte nos acompañe en nuestros nuevos caminos!
Con gratitud y cariño.
PD
Moldeando la luz no desaparece totalmente. Como los viejos rockeros, los buenos y viejos Moldeadores de la luz nunca mueren, así pues, nos complace anunciar que en L uz y Tin Ta se crea un nuevo espacio donde podremos seguir admirando todos los meses las obras más recientes de algunos de los mejores moldeadores de la luz. De forma alternativa irán pasando por nuestras páginas los trabajos de los diferentes moldeadores que marcaron su icónica impronta en Moldeando la luz, y desde Luz y Tin Ta podremos seguir sus nuevos trabajos, así pues nace:
Los buenos y viejos Moldeadores de la luz nunca mueren.
Daniel Kordan Puentes raíces vivas de Meghalaya
Serie sobre los puentes de raíz viva en Meghalaya, India. La gente khasi local solía crecer los puentes casi como árboles bonsái. Durante décadas los khasi estaban formando un puente que está realmente vivo y creciendo más. En persona se siente como si estuvieras en una película fantástica de Alien, cruzando la cuna de las raíces. Uno de los puentes, por ejemplo, empezó a crecer en 1840. Durante 180 años se convirtió en una verdadera obra maestra. Para llegar aquí viajamos bastante lejos a la India Nordeste, casi en la frontera con Bangladesh.
Durante las últimas tres semanas he estado viajando en zonas remotas de la India, empezando por Ladakh, luego Meghalaya, Nagaland y Bandhavgarh.
El objetivo principal era documentar la bella naturaleza de la India y en particular el proyecto sobre los puentes de Vida Root. los locales estaban creciendo este puente dirigiendo las raíces de varios árboles a ambos lados del río con palos de bambú. Es una interacción increíble entre los seres humanos y la naturaleza.
Imaginen el puente que está vivo y floreciente - por eso la gente los llama Raíz Viviente. Desde dentro del puente de la raíz viva se ve directamente desde un sketches de RH. Giger - como un capullo gigante hecho por los “Aliens”. Sin embargo, el lugar es muy hermoso con cascadas de cascadas y muy amistosos locales. Pero caminar allí es encantador - se siente como estar en una película, aterradora y mágica al mismo tiempo.
Nataliorion
Edward Gordeev
Los viejos moldeadores nunca mueren
Francisco Trinidad
Las sombras de mi pasillo
Llevo tres años viviendo en esta casa; tres largos años en que me familiarizado con su extraña estructura, sus altos techos, sus amplias habitaciones y este largo pasillo que, desde hace meses, me atormenta. Es un pasillo largo y algo angosto que divide la casa en dos y al que hay que acceder inevitablemente para pasar de una estancia a otra, pues todas dan a él, que lo tienen como columna vertebral. Es totalmente recto, salvo el trao final que se curva un poco y se abre finalmente en un salón luminoso que es quizás la razón última de que haya accedido a vivir aquí.
Heredé esta casa de mi abuelo Genaro que a su vez la había heredado del suyo y así, en una sucesión que se me escapa, las raíces de esta propiedad se pierden en la noche de los tiempos, como suele decirse. Au que a mí la noche y los tiempos me dejan más que indiferente. Cuan do mi abuelo falleció y me hice cargo de esta casa, en este pueblo inhóspito, ni se me ocurrió habitarla. Al contrario, durante años permaneció cerrada, al albur de la humedad, de las termitas que se cebaron en todos los muebles y marcos y especialmente del polvo y el abandono.
Pero hace tres años y pico tuve el accidente que me obligó a dejar Madrid y, para mayor comodidad ante mi reducción de movilidad, venirme a este pueblo, que tanto he detestado, y ocupar esta casa que tan olvidada tenía. Lógicamente, me precedió un batallón de pintores, carpinteros, escayolistas, fontaneros y albañiles que, siguiendo mis instrucciones y las de mi nieta Laura, que es decoradora y, lo admito, tiene gran ascendiente sobre mi, le dieron a la casa vuelta y media: tiraron tabiques, bajaron los techos, unificaron algunos niveles y convirtieron lo que era una ruina en un espacio habitanle. El pasillo, que era una de las obsesiones de mi nieta, lo decoraron con un papel pintado que de siempre me ha recordado el vetusto carácter de la vivienda, que más parece un tozo de un convento que una vivienda familiar, como había sido durante siglos. Y el salón en que desemboca este maldito pasillo lo convirtieron en la biblioteca a la que trasladaron todos mis libros de Madrid para poblar sus sólidas estanterías.
Los dos primeros años transcurrió todo con más o menos normalidad; en fin, esa normalidad que puede vivirse en un pueblo como éste, sin apenas vecinos, con un cura sordo y casi mudo —mejor que no hable— y con un alcalde que acude un día a la semana a un ayuntamiento en el que nunca hay nada que hacer y con un maestro para una escuela con solo siete alumnos. Pero, como a la fuerza ahorcan, me instalé aquí, tomé posesión de la casa, cuyo pasillo recorro diariamente varias veces en mi silla de ruedas y, mal que bien, comencé a vivir en soledad y alejado de todo lo que hasta entonces había sido mi vida. Por las mañana viene todos los días una vecina del pueblo a hacerme las cosas de casa, prepararme algo de comer y ocuparse del lavado y planchado de la ropa.
Como puede verse, todo más o menos normal, más o menos tópico. Hasta que una noche vi las primeras sombras en el pasillo.
Me levanté una noche hacia las tres de la madrugada, enfile pasillo adelante camino del baño y como a la mitad del pasillo vi como unas sombras que se movían. No creo en
fantasmas, lógicamente, ni me dejo mover por fantasías ni obnubilaciones paranormales, así que seguí pasillo adelante hasta llegar a la altura en que me había parecido ver las sombras. Lógicamente no había nada alarmante, había sido todo, por llamarlo de alguna manera, una ilusión óptica. Entré en el baño y al salir de nuevo vi, y en el mismo sitio, aquellas sombras. Lo achaqué al sueño y no corrí más detrás de aquello hasta el día siguiente en que, a media tarde, salí de la biblioteca y volví a ver las sombras, posiblemente en el mismo sitio en que las había visto de madrugada y con el mismo resultado: cuando llegaba a donde pensaba haberlas visto, todo desaparecía y solo veía el papel pintado que adornaba las paredes del pasillo.
Lo que pasa es que aquellas sombras reaparecían en algunos momentos, no en todos, y nunca pude establecer un patrón que las guiase: tomaban cuerpo siguiendo el camino de su propio destino, un rumbo desconocido: a veces las veía por la mañana, otras por la tarde o por la noche y siempre —eso sí, siempre— cuando debía levantarme de madrugada.
Supuse que era cosa del aburrimiento o del estrés que produce estar entre cuatro paredes todo el día y sentirse inútil o, como poco, desgraciado. Y supuse también, iluso de mi, que desaparecerían y que con tiempo me olvidaría de aquello que más se parecía a un fuego fatuo que a cualquier otra cosa. Pero me euivoqué. Me equivoqué para mi desgracia y la de mis nervios.
Las sombras no han desaparecido. Al contrario, fueron creciendo con los días, llenando todo el pasillo y a todas horas. Puede decirse que el pasillo se convirtió en una sombra que me encerraba en su oscuridad cada vez que tenía que acceder el pasillo, fuera la hora que fuera.
En un arranque de nervios, llamé a mi nieta Laura, le conté lo que me pasaba y le pedí que me cambiara el papel pintado del pasillo por cualquier otra cosa. Vino a verme el fin de semana, le conté lo que me pasaba y comprobó por ella misma que no había una sola sombra en el pasillo. Yo, en cambio, las veía. Sombras de una osuycridad siniestra, que solo presagiaban más sombras, las que poco a poco me enceraban en su círculo umbrío. “¿Has releído recientemente a Miguel Hernández?”, me preguntó mi nieta. Le dije que no y que a qué venía aquella referencia. “Umbrío por la pena, casi bruno/ porque la pena tizna cuando estalla”, me recitó con un guiño y una sonrisa irónica.
—Hace años que no releo a Miguel Hernández. Años. Y las sombras siguen ahí, por más que tú las niegues, como hace la estúpida esa que todas las mañanas me hace la limpieza y la comida.
Así que Laura se limitó a mandar que cambiaran el papel pintado por una tela color bismuto que nada solucionó. Las sombras seguían allí y no quise decirlo entonces para no parecer más loco de lo que estoy, las sombras se acrecentaron tras el cambio de papel pintado. A la mañana siguiente las encontré en el baño y a la tarde siguiente en el dormitorio, después de la siesta; y un día más tarde en la cocina y en el comedor…
Triste es decirlo, pero vivo rodeado de sombras. Sombras que nada me dicen, que nada me recuerdan, que solo son sombras, una grisalla lóbrega de la que vivo rodeado y que, para mi mal, solo desaparece en la biblioteca. Y sí, lo repito, para mi mal, porque en la biblioteca vivo rodeado de las sombras de mi pena, aquellas que evocaba mi nieta Laura y que Miguel Hernández me trae todos los días, ahora sí, porque lo releo a diario, sabiendo que he de morirme rodeado de sombras: “No podrá con la pena mi persona/ circundada de penas y de cardos./ Cuánto penar para morirse uno.”
...vivo rodeado de sombras. Sombras que nada me dicen, que nada me recuerdan, que solo son sombras, una grisalla lóbrega...
Gloria Soriano
A través del espejo
Nuestras miradas se cruzaron en el espejo retrovisor y Joan Louis desvió la suya. Iba sentado al volante, al lado de Fidel. En los asientos de atrás, Marga, Julia y yo charlábamos y mascábamos chicle de fresa sin azúcar. Marga nos lo había ofrecido a todos pero ellos no quisieron. Delante, a poca distancia de nosotros, iba otro 4x4 con otras tres personas del grupo, el guía Mamadou y un rastreador local. Estos dos ocupaban sin estrecheces el asiento del copiloto. Mamadou seguía siendo tan delgado como el niño que iba buscando patatas en los excrementos de los elefantes. Fue una de tantas historias que compartiría con nosotros más adelante.
Era el mes de agosto. Ibamos a Tombouctou, tardaríamos unos siete días incluyendo las visitas programadas. Aunque eramos los únicos viajeros, cruzar de Burkina Fasso a Mali fue un trámite que nos llevó varias horas. Llegamos al alojamiento a punto de ponerse el sol y empezar la tormenta. Durante la noche, por el tejado de los bungalós se filtraba la lluvia. A la mañana siguiente el campamento era una laguna. En pocas horas la tierra absorbió el agua. Dejamos las habitaciones y nos montamos en los todoterreno. Vimos árboles derribados y otros que se mantenían de pie partidos en dos. Hablábamos de eso, de las amenazas de la naturaleza y del empuje de la vida, cuando sentí por primera vez aquellos ojos aceitunados y huidizos espiándome a través del espejo.
El coche guía se detuvo y Jean Louis se acercó a ver lo qué pasaba. Él era el mecánico de la expedición. Desde la ventanilla le vi avanzar, el paso firme coordinado con el movimiento de sus brazos, fuerte y oscuro como un orangután con vaqueros y camisa azul. Nuestros compañeros también se habían apeado y nos hacían señas. Fuimos hasta allí. Los dos conductores, el rastreador y el guía miraban no sé qué de la transmisión o del embrague, cuando hablaban entre ellos no se les entendía nada. Medio ocultos por el capó, parecían hombres sin cabeza. De pronto asomó la de Jean Louis quien se alejó en busca de algún hierbajo. De la tierra seca donde aparentemente nada crecía, desenterró más de uno. Las trenzó y sujetó con ellas lo que se había aflojado. Mamadou, que sí hablaba español, nos dijo que aquel arreglo bastaría para llegar a un taller. Nos pusimos de nuevo en marcha. Fidel cerró el puño y levantó el pulgar mirando a Jean Louis, pero tío, que hábil, increíble, very good, very good, y Jean Louis entendió el inglés y respondió con una amplia sonrisa blanca. Yo le dejé otra en el retrovisor, los ojos brillantes.
En las paradas la tripulación no se mezclaba con los clientes. Mientras visitábamos el poblado o comíamos alrededor de una mesa, ellos, en un lugar apartado, bebían té, a veces también comían, revisaban motores, reponían los bidones de agua. Siempre había algo que hacer. Jean Louis iba y venía con aplomo, sin mirarme. Fuera del espejito se acababa el embrujo, yo no existía. Nuestros encuentros en el retrovisor eran mezcla de la casualidad y el capricho. Un oxígeno sin llama en medio de un desierto de días ardientes y noches centelleantes. Un juego sin contacto. La mañana que el camino amaneció
cortado por el lodo y los vehículos no podían pasar, lo cruzamos sobre su espalda. Fui el bulto número cuatro.
Después de tres semanas de viaje, estábamos de nuevo al punto de inicio, Ouagadougou. La última noche nos sentamos todos en torno a la misma mesa para la cena de despedida. Jean Louis llegó deslumbrando con un pantalón naranja y una camisa de cuadros disonantes. Mis compañeros comentaban divertidos el esmero con el que se había vestido para la ocasión. Era una mesa alargada. Yo estaba sentada en uno de los extremos con Marga y Fidel. Él, enfrente, en el otro extremo. A la hora del postre se puso de pie, me miró y dijo: Aglae mi mujer. Los demás aplaudieron. Yo no salía de mi asombro. ¡Qué bonito!, decía Marga. Tía, vete con él, me aconsejaba Fidel, éstas son oportunidades que si las dejas pasar te arrepientes.
Cuando llegamos al hotel, Marga, Julia y Fidel se bajaron del coche. Yo pasé al asiento delantero y seguimos camino. Se detuvo para abrir un portón por donde entramos a un gran patio. A la luz de la luna se veían puertas en las paredes. Abrió una de ellas y vi una habitación espaciosa y ordenada. Dentro me encontré en una choza con equipo de música, un perchero con ropa de safari y varios objetos de fábrica occidental. Son regalos de clientes, le entendí. Nos comunicábamos, aunque con cierta dificultad, en francés. En las otras puertas de aquel gran patio comunal dormían sus hijos, sus padres. Supuse que también su o sus mujeres. Él se ausentaba a menudo por trabajo. Puso música muy bajita, cambió las sábanas de la cama y buscó algo en un cajón. Yo permanecía de pie en medio de la estancia mirando las cosas, mirándole, y me di cuenta de que había encontrado los preservativos. Su mano áspera y negra agarró la mía invitándome a bailar. Su cuerpo me marcaba los pasos, él era ritmo, yo la asonancia que perdía el compás. Recuerdo la delicadeza con que colocó sobre mi hombro el tirante caído, y que luego volvió a bajar. Seguimos bailando con movimientos más lentos, los vientres pegados, la verga rígida. Mi recuerdo más nítido de aquella noche es el estupor de alguien que mira con extrañeza lo que está sucediendo.
Ya amanecía cuando me llevó al hotel. Antes de que se cerrara el portón del patio comunitario, vi a una mujer mayor asomarse por una de aquellas puertas. Cuatro horas después llegaron los chóferes para trasladarnos al aeropuerto. Jean Louis se presentó con el pantalón naranja, serio y sin mirarme, como si lo vivido durante la noche hubiera sucedido en el espejo retrovisor.
Recibí una carta suya escrita por Mamadou. Decía que se acordaba de mí, que iba a Kenia de safari, y que un amigo estaba planeando venir a España. De camino a la oficina pasaba por delante de un taller que levantaba el cierre a esa hora, y yo me imaginaba allí a Jean Louis de mecánico. Contesté a su carta casi a vuelta de correo, y durante algún tiempo abrí el buzón a diario esperando noticias suyas. Después llegó el otoño.
Laudelino Vázquez
Una cena entre amigos
—Porque eres mi amigo ¿o no?
—No sé si tanto. Nunca me llamaste en tu vida y ahora de repente me invitas a cenar…
—Sí, en eso tienes razón. Pero de los veinte que éramos en la banda del colegio, sólo tú seguiste con la cosa de la religión. Tumbaparte aguantó en el seminario un par de años, pero le tiraban demasiado las faldas, así que sólo me quedabas tú.
—Pero tú nunca fuiste creyente.
—No, ni lo soy. Y tampoco me gusta mucho el marisco, pero si un día te invitan como hoy, y sale más caro que una hamburguesa del King, pues aprovecho.
—No has cambiado nada. Eras el aprovechado del grupo…
—Bueno, bueno —le interrumpo con un gesto burlón—, de lo que más me aproveché fue de las mujeres de los amigos y tú en eso no tuviste parte alguna.
—Ya te olvidaste de los préstamos que nunca me devolviste… por ejemplo.
—La vida, chaval. No te veo cenar.
—No tengo ganas. Sabes de sobra que no son horas para mí… Espera, ¿no lo habrás hecho por eso?
—¿Llamarte para que me acompañes en este banquete nocturno, sabiendo que no aguantas la noche? No, hombre, no seas mal pensado. Solo se trata de una charla entre viejos amigos. Tú siempre supiste escuchar.
—Y tú hablar. Igual me quieres convencer de algo.
—No, hombre. ¿A estas alturas? No saques el quejica porque sea medianoche, que alguna vez habrás tenido que atender a un cliente más tarde.
—Mis «clientes», como tu los llamas, cuando me llaman a horas intempestivas es por algo muy serio.
—¿Cómo que se mueren?
—Como que se mueren.
—Una pena que yo disfrute de esta salud de hierro, ¿eh?
—A mí no me metas en tus artimañas. Estoy aquí por obligación, no por ti.
—Tienes miedo de que te hable de ¿cómo se llamaba la pelirroja aquella? La celta. La llamábamos la celta.
—Teresa.
—Se ve que aún te acuerdas.
—Tengo buena memoria. Y no me quieras liar, sólo éramos amigos.
—¿Seguro que no hubieras dejado el seminario si ella te lo pide? Bueno, no importa, yo sé lo que pasó con ella. De verdad.
Curilisto —que así le llamamos los amigos— se pone en pie, se aparta de la mesa y cruza los brazos a la espalda, sin mirarme. Sé que, aunque finja una indiferencia absoluta, desea desesperadamente que yo le hable de la mujer. No me importa no tener ni idea de lo que pasó con ella, esta fiesta es para disfrutarla y no voy a negarme ningún gusto. Sólo aguanta un poco, tal y como calculaba.
—¿Qué fue lo qué paso con ella? —pregunta por fin, mirándome como un perro esperando la salchicha.
—Que se fue con aquel viejo chocho que se paseaba por la calle en un descapotable de antes de la guerra.
—Mientes. Ella nunca haría algo así.
—Cree lo que quieras.
—Dame una prueba.
—¿No te basta mi palabra?
—Por supuesto que no.
—Venga, bah, toma una copa, que hay champán del regular.
—Sabes que no bebo.
—Si tomas la copa conmigo, te cuento la verdad.
Como era de esperar, se tomó la copa. Y como era de esperar, unos minutos después empezó a cabecear y se durmió profundamente. Curilisto seguía siendo el mismo.
—Despierta, despierta.
Lo moví con fuerza hasta que entreabrió los ojos, asustado.
—¿Qué?
—Que son las seis menos cuarto de la mañana. Has dormido como un bebé.
—¿Cómo? ¿No es posible? Pero…
—Bah, no te preocupes, —le dije, apoyando la mano sobre el hombro—. En realidad, sólo te llamé a ti para esto.
—¿Para qué?
—Para que sientas el sabor del fracaso el resto de tu vida. Te conozco lo bastante para saber que no te vas a perdonar nunca haberme dejado solo esta noche. Y encima, ni siquiera conseguiste un mínimo arrepentimiento por mi parte.
—No puedes estar hablando en serio.
—¿Qué no? Vas a dejar a alguien que al fin y al cabo fue amigo tuyo que se vaya al infierno, y en vez de luchar para evitarlo, te duermes como un oso cuando llega el invierno. Curilisto, Curilisto… siempre fuiste fachada. Ahora, un alma perdida sin remedio. Espero que tu Dios te pida cuentas por tu incompetencia.
—Son las seis menos ocho minutos, señor.
La voz del funcionario sonó profesional e indefinida, se notaba que ya llevaba en el trabajo unos cuantos años. Me invitó con un gesto de la mano y me dirigí hacia el cuarto en el que había una camilla, un médico y un enfermero que se aseguraban del buen funcionamiento de las tres inyecciones que, en ocho minutos, me iban a administrar para cumplir la pena por un asalto con mala suerte y un par de muertos.
Miré a Curilisto, mientras me tumbaba, vi su cara de desoncierto absoluto, y pensé que lo de tener la obligación de asistir hasta el último instante, y ver como su amigo —porque en ese momento me convertiría en su amigo del alma— moría sin el consuelo de la confesión, le iba a traumatizar de por vida. No todo el mundo puede tener la suerte de saborear tan plenamente el último instante.
Virginia Woolf
Virginia Woolf, fue una escritora británica, autora de novelas, cuentos, obras teatrales y demás obras literarias; considerada una de las más destacadas figuras del vanguardista modernismo anglosajón del siglo xx y del feminismo internacional. Sus obras más famosas incluyen las novelas La señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando: una biografía (1928), Las olas (1931), y su breve ensayo Una habitación propia (1929), con su famosa frase «Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción».
Wikipedia
Venga esta escueta mención como homenaje y reconocimiento a una autora que está siendo censurada en España por mantener una postura disacorde con los ultramontanos que pretenden gobernarnos.
La casa encantada
A cualquier hora que una se despertara, una puerta se estaba cerrando. De cuarto en cuarto iba, cogida de la mano, levantando aquí, abriendo allá, cerciorándose, una pareja de duendes.
«Lo dejamos aquí», decía ella. Y él añadía: «¡Sí, pero también aquí!» «Está arriba», murmuraba ella. «Y también en el jardín», musitaba él. «No hagamos ruido», decían, «o les despertaremos.»
Pero no era esto lo que nos despertaba. Oh, no. «Lo están buscando; están corriendo la cortina», podía decir una, para seguir leyendo una o dos páginas más. «Ahora lo han encontrado», sabía una de cierto, quedando con el lápiz quieto en el margen. Y, luego, cansada de leer, quizás una se levantara, y fuera a ver por sí misma, la casa toda ella vacía, las puertas quietas y abiertas, y sólo las palomas torcaces expresando con sonidos de burbuja su contentamiento, y el zumbido de la trilladora sonando allá, en la granja. «¿Por qué he venido aquí? ¿Qué quería encontrar?» Tenía las manos vacías. «¿Se encontrará acaso arriba?» Las manzanas se hallaban en la buhardilla. Y, en consecuencia, volvía a bajar, el jardín estaba quieto y en silencio como siempre, pero el libro se había caído al césped.
Pero lo habían encontrado en la sala de estar. Aun cuando no se les podía ver. Los vidrios de la ventana reflejaban manzanas, reflejaban rosas; todas las hojas eran verdes en el vidrio. Si ellos se movían en la sala de estar, las manzanas se limitaban a mostrar su cara amarilla. Sin embargo, en el instante siguiente, cuando la puerta se abría, esparcido en el suelo, colgando de las paredes, pendiente del techo… ¿qué? Yo tenía las manos vacías. La sombra de un tordo cruzó la alfombra; de los más profundos pozos de silencio la paloma torcaz extrajo su burbuja de sonido. «A salvo, a salvo, a salvo…», latía suavemente el pulso de la casa. «El tesoro está enterrado; el cuarto…», el pulso se detuvo bruscamente. Bueno, ¿era esto el tesoro enterrado?
Un momento después, la luz se había debilitado. ¿Afuera, en el jardín quizá? Pero los árboles tejían penumbras para un vagabundo rayo de sol. Tan hermoso, tan raro, frescamente hundido bajo la superficie el rayo que yo buscaba siempre ardía detrás del vidrio. Muerte era el vidrio; muerte mediaba entre nosotros; acercándose primero a la mujer, cientos de años atrás, abandonando la casa, sellando todas las ventanas; las estancias quedaron oscurecidas. Él lo dejó allí, él la dejó a ella, fue al norte, fue al este, vio las estrellas aparecer en el cielo del sur; buscó la casa, la encontró hundida bajo la loma. «A salvo, a salvo, a salvo», latía alegremente el pulso de la casa. «El tesoro es tuyo.»
El viento sube rugiendo por la avenida. Los árboles se inclinan y vencen hacia aquí y hacia allá. Rayos de luna chapotean y se derraman sin tasa en la lluvia. Rígida y quieta arde la vela. Vagando por la casa, abriendo ventanas, musitando para no despertarnos, la pareja de duendes busca su alegría.
«Aquí dormimos», dice ella. Y él añade: «Besos sin número.» «El despertar por la mañana…» «Plata entre los árboles…» «Arriba…» «En el jardín…» «Cuando llegó el verano…» «En la nieve invernal…» Las puertas siguen cerrándose a lo lejos, distantes, con suave sonido como el latido de un corazón.
Se acercan más; cesan en el pasillo. Cae el viento, resbala plateada la lluvia en el vidrio. Nuestros ojos se oscurecen; no oímos pasos a nuestro lado; no vemos a señora alguna extendiendo su manto fantasmal. Las manos del caballero forman pantalla ante la linterna. Con un suspiro, él dice: «Míralos, profundamente dormidos, con el amor en los labios.»
Inclinados, sosteniendo la linterna de plata sobre nosotros, nos miran larga y profundamente. Larga es su espera. Entra directo el viento; la llama se vence levemente. Locos rayos de luna cruzan suelo y muro, y, al encontrarse, manchan los rostros inclinados; los rostros que consideran; los rostros que examinan a los durmientes y buscan su dicha oculta.
«A salvo, a salvo, a salvo», late con orgullo el corazón de la casa. «Tantos años…», suspira él. «Me has vuelto a encontrar.» «Aquí», murmura ella, «dormida; en el jardín leyendo; riendo, dándoles la vuelta a las manzanas en la buhardilla. Aquí dejamos nuestro tesoro…» Al inclinarse, su luz levanta mis párpados. «¡A salvo! ¡A salvo! ¡A salvo!», late enloquecido el pulso de la casa. Me despierto y grito: «¿Es este el tesoro enterrado de ustedes? La luz en el corazón.»
Juan Depunto
Entrevista a Adolfo de los Santos, psiquiatra y fotógrafo
Quedamos en la que fue consulta de Adolfo de los Santos, en el centro de Sevilla, que ahora, una vez jubilado, dedica a labores fotográficas, desde reuniones a preparación de exposiciones, etc. Tras su jubilación en 2011 se ha dedicado en cuerpo y alma a la fotografía, en la que empezó hace ya muchos más años con la cámara de su padre, una Voigtlander traída por su progenitor desde Alemania en los años 60 para fotografiar eventos familiares, pero a la que él le daba un uso adicional un tanto clandestino... Para las fotos (además de las aportadas por él) decidimos trasladarnos a los cercanos jardines de Catalina de Rivera y a los de Murillo, junto a la muralla del Alcázar sevillano.
Mi entrevistado ganó en 1999 el primer premio del concurso fotográfico que organizaba habitualmente el Colegio de Médicos de Sevilla. Luego ingresó en la Sociedad sevillana de médicos escritores y artistas “Nicolás Monardes”, llevando la vocalía de fotografía en la que fue consolidando un numeroso grupo de participantes con tres niveles de operatividad: participantes virtuales (cerca de 140 en Facebook), participantes con asistencia asidua a los talleres (de 20 a 30) y lo que llamamos cariñosamente “El Sanedrín”, un grupo de cinco colaboradores más cercanos encargados de organizar las actividades periódicas.
Ha tenido buen cuidado en prepararse para esta su actual dedicación a la fotografía, por lo que ha realizado diversos cursos, ampliando los enfocados a la fotografía contemporánea y dentro de ella, al área conceptual. Busca en esta opción estética el intenso mensaje capaz de transmitir las ideas más abstractas de nuestro pensamiento.
También perteneció a “Moldeando la Luz” (clausurada en estos días de junio), en donde, con menos frecuencia de la que nos hubiera gustado, publicó algunas de sus fotografías y el proyecto fotográfico ”Godos”.
En 2019 fue seleccionada su obra ”Nunc, et in hora” en el XL Certamen Nacional de Arte Contemporáneo “Ciudad de Utrera”.
Ha expuesto sus obras en diversos espacios expositivos: “Tiempo, arena y la mar”, en la Exposición de la Asociación Monardes. “Otros rotos” en la Fundación Valentín Madariaga. “Miradas” en el Hospital Nisa. “El Retablo de la Luz” en la Casa del Limonero de Sevilla. “Laberintos del siglo XXI” en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. “Los gritos de la piedras” en salas de Sevilla, Morón, Isla Cristina y El Viso del Alcor. “Otoño, ocre y oro” en Barcelona. “Ego sumus” en Burdeos. “Llanto en la hoja seca” (junto al Equipo Trinacria) en el Alcázar de Sevilla, en Soria y en Gibraleón. “El Charlatán” en Exposición Virtual MundoArti. “La peonza” (con Trinacria) en Lebrija, Sevilla y El Cuervo. “La isla de los muertos” en El Viso del Alcor.
Ha editado los fotolibros “Creations”, “Visueños”, “Alastos”, “Lo imposible y lo cierto”, “Sicilia”, “El retablo de la Luz”, “Los gritos de las piedras”, “Ego Sumus”, “Los otros vuelos del búho”, “Una jaula prodigiosa”, “Nocturnos”, “Llanto en la hoja seca”, “Godos”, “Elio Antonio de Nebrija”. En este 2023 termina su último trabajo titulado “Episodios a pie de calle”; en él relaciona las calles de Sevilla con los Episodios Nacionales de Galdós.
—¿Quieres añadir algo a lo relatado sobre tu biografía?
—Creo que es suficiente en esta etapa de mi vida desde que me jubilé. Podría decirte que tras una dilatada vida profesional he tenido la suerte de tener otra vida que es la artística, que me ha supuesto grandes satisfacciones.
—Adolfo, creo que juegas con ventaja: Tu entrenamiento durante más de cuarenta años como psiquiatra te habrá ayudado a desarrollar la capacidad de observación y ésta a su vez te habrá servido como buen instrumento para la fotografía, ¿me equivoco?
—No es así del todo. Desde pequeño, y por los rasgos de mi personalidad tímida, he sido un gran observador. El ser de esta manera me ayudó mucho a la elección de la especialidad de psiquiatría y psicología médica. Como decía Picasso, “yo no veo cuando miro”. Antes de fotografiar, la cualidad de saber “ver” me ha ayudado a captar lo que quería fotografiar. Cuando camino con mi cámara, llega a mí sin darme cuenta, el tema y el encuadre, antes de disparar.
—¿Tienes otra relación con el arte, aparte de la fotografía?
—Por genética y por convivencia llevo en mí las Bellas Artes. Mi tío bisabuelo Salvador Sánchez-Barbudo fue un afamado pintor costumbrista del siglo XIX. Mi madre y un hermano mío dibujaban y pintaban. Mi padre era un gran lector y amante de la música clásica. Mi tío Adolfo fue propietario de un cine en Sevilla y por ser sobrino de él me dio la oportunidad de ver películas gratis desde los siete años. Toda esa herencia y el estímulo de la convivencia me ayudó a tener con facilidad tormentas de ideas, ser muy creativo, a dibujar, diseñar, crear fondos imaginados para los teatrillos infantiles… En fin, debo decirte, que he sido muy hábil en la creación de cualquier proyecto artístico.
—Volviendo a tus orígenes, como psiquiatra te habrás encontrado con múltiples emociones. Ahora, como fotógrafo, ¿las detectas mejor a través del objetivo?
—¡Imagínate! Sin tener un estímulo de por sí, yo ya captaba lo que veía y lo que me interesaba. Y eso no tenía nada que ver con la capacidad de otros de captarlo. He sido muy emocional y sensible desde dentro, y también captaba el sufrimiento y las ansiedades camufladas de los que me rodeaban. No sé si es una cualidad o un defecto. Cuando “veo” a una persona que “mira”, intercambiamos las miradas y le estrecho una mano, sin pretenderlo me viene mucha información. Y eso, me ocurre desde pequeño… Aún no he hallado la causa de por qué me ocurre. Volviendo a la pregunta en cuestión, detecto las emociones, antes de coger la cámara y enfocar.
—Remedios Dorado, compañera psiquiatra, me decía con frecuencia que la maldad existe. ¿Tú la has visto por tu objetivo?
—Tardé mucho en entender que el mal existía entre los seres humanos. He tenido la utopía de creer que las personas malas, eran así, porque tenían acertadas causas de serlo. Posteriormente creí, que la maldad habitaba en los seres perdedores, rencorosos, resentidos, en ciertos trastornos de personalidad… Pero hace escasas décadas llegué a la conclusión vital, de que existe un “mal gratuito” en ciertas personas. Hacer el mal, simplemente por hacerlo. Y por supuesto: el malo, la mala, no están incluidos en los circuitos de la enfermedad mental.
—¿Te has encontrado en alguna situación conflictiva fotografiando?
—Tengo defectos y cualidades. Una de éstas es la detectar el peligro antes de que suceda. Veo la cáscara del plátano a doscientos metros, y a unos metros antes de encontrádmela, cambio de acera. Esta cualidad me lleva a decirte que escojo temas que van conmigo, soy osado, pero organizo muy bien mis riesgos. Hay temas fotográficos que los evito, porque veo el riego antes.
— Cuando preparaste “Los gritos de las piedras”, fichaste una serie de personajes para, una vez investidos con los atributos correspondientes, representaran una serie de santos. ¿Qué viste en ellos para su correspondiente personaje y no otro?
—Esta pregunta supone contarte los procesos que conllevan un largo proyecto que duró casi dos años. Un buen día, tomando un buen café, podría narrártelo. Todo está estudiado para que cada modelo cumpliera lo que pretendía. Te voy a decir una frase,
achacada al discípulo Lucas, que dice: “Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos. Y Él respondió: “Os digo que si estos callan gritarán las piedras.”
—Tú también apareces en ese trabajo ¿por qué te atribuiste el papel de San Pedro?
—Al principio, no tenía pensado participar como modelo del proyecto, pero después de documentarme en la hagiografía de personas santas, al abordar el personaje de Pedro, quise darle a mi padre que se llamaba igual, un homenaje para que perdurara. Mi padre, buen cristiano y con mucha fe, desde pequeño me enseñó los valores y las enseñanzas de Jesús. Este proyecto, como te he dicho antes, tiene mucho que contar y creo que alargaría esta entrevista.
—¿Cuál es el hilo conductor de tu obra?
—Si ves la evolución de mi trabajo artístico, al principio la temática era variada hasta que llegué a “Los gritos de las piedras”. La vivencia que tuve con este trabajo transformó mi línea de creación. A partir de él, me ha interesado llevar temas que me importaban en la infancia y darle una lectura contemporánea e intentar plasmar cómo el transcurso del tiempo influía en aquellos conceptos que yo sabía. Al final me he dado cuenta, que tenía razón en cuanto a que los temas se mantienen con el tiempo. Que el ser humano puede cambiar, pero en lo importante y las características del funcionamiento del ser humano siguen manteniéndose.
— Cuando trabajábamos en analógico decíamos que si en un carrete de 36 fotos nos salían 3 buenas, era un éxito. Ahora con la digital es más fácil apretar el gatillo. ¿Borras muchas fotos?
—Estoy de acuerdo contigo. Podrías sentirte orgulloso si tenías una o dos fotografías correctas de treinta y seis. La verdad que con la era digital todo ha cambiado. Todo es más fácil. Las cámaras son robots que te ayudan mucho, pero la última palabra la tiene el artista. Soy de personalidad obsesiva y sufro con perder los segundos de mi vida empleados en disparar. Organizo por carpetas todo mi trabajo y solo borro aquellas que considero de su estética que es lamentable y mejor no ser visualizada.
—¿Cuál es tu foto preferida?
—Son muchas, porque integro mi biografía al momento en el que hice el disparo. Ellas me provocan emociones que cursan por paralelo con las emociones de cada etapa de mi vida. Es como una situación en espiral. “Fui y la fotografía de aquello fue”, como aporta Barthes.
—Y ¿cuál es la foto que aún no has hecho, pero te gustaría hacer?
—Voy traspasando puertas y me encuentro con cosas nuevas. Las sorpresas no esperadas me encantan y esto lo puedo encontrar en un paisaje que percibo en un viaje o visualizando obras de otros artistas ya sean fotógrafos, pintores o músicos. Conocer otros artistas te abre puertas a tu creatividad.
—Cuéntame sobre la docencia impartida en fotografía.
—Creo que es fundamental, y me refiero a la aportación de conocimientos por expertos en la técnica fotográfica como en otros conocimientos filosóficos, antropológicos, sociales y relacionados con las bellas artes para que conozcan cuáles son las tendencias contemporáneas. Ya no vale conocer al dedillo solo los conocimientos físicos y técnicos del uso de la cámara.
— ¿Crees que la Fotografía ocupa el lugar que le corresponde en la sociedad?
Creo que afortunadamente la fotografía en la actualidad ha ingresado con honor en el campo de las bellas artes como la pintura y la escultura. Y esto ha sido debido al esfuerzo que han tenido los investigadores en el área fotográfica desde principios del siglo XX.
¿Cómo relacionas el dibujo y la pintura con la fotografía? ¿Terminará ésta absorbiéndolo, como hizo lo digital con lo analógico?
—Son independientes pero necesarios los tres. En mi caso, a la hora de plantear un nuevo proyecto, me informo, adquiero conocimientos sobre el tema, hago mis bocetos, consulto obras de artistas, y cuando lo tengo todo hecho, comienzo a plantearme qué tipo de fotografías voy a realizar. Con el advenimiento de lo digital, quedó arrinconado durante algunas décadas lo analógico, pero ahora los estudiantes de bellas artes han vuelto a retomar esta técnica como una rebelión a lo “fácil” de lo digital. Y esta reacción habla muy bien de los jóvenes fotógrafos que prefieren lo espinoso para llegar a ser unos excelentes artistas. Lo tengo claro: Un excelente fotógrafo que realiza una insuperable foto, no tiene por qué ser un ímprobo artista. Sin embargo, una foto desenfocada y que no cumple muchas de las condiciones técnicas, si es artista, puede crear una gran fotografía.
¿Qué proporción hay del fotógrafo que nace y del que se hace?
—No me atrevería a decirlo, pero me arriesgo a darte mi opinión. En la actualidad se da mucho valor a la base artística del fotógrafo. Una excelente fotografía, cumpliendo todos los parámetros de la técnica fotográfica, no tiene por qué ser artística, como he dicho en la anterior pregunta. Este es un tema a discutir y puede producir fricción en la actualidad.
—Tú , que te has decantado por la fotografía conceptual , ¿qué opinas de la fotografía contemporánea en general?
—El arte tiene que tener sus etapas según el transcurso de la historia. La fotografía tiene una vida aproximada de unos ciento cincuenta años, y por tanto no se puede comparar con otras bellas artes. La fotografía conceptual, como otras disciplinas del arte contemporáneo, es una novedad para aquellas personas que tienden a dar más importancia a la idea y al concepto detrás de una pieza fotográfica. Esta forma de expresión artística intenta evitar el estímulo óptico a favor de los procesos intelectuales que el espectador es invitado a compartir con el artista.
¿Qué te interesa más en la fotografía?
—El conseguir en el espectador un impacto inicial y sugerirle un proceso de pensamiento y emociones que surjan de sus adentros. Yo no busco que me comenten “¡qué foto más bonita!”, sino que queden sorprendidos y les hagan encontrar caminos dentro de ellos mismos que les lleven a encontrar sus respuestas. Esas respuestas íntimas del espectador, enriquecen la obra a través de los años.
No puedo evitar esta pregunta convencional ¿Blanco y Negro o Color?
—Blanco y Negro, Color, en todas las gamas del círculo cromático, unidas a todas las fotos resultantes del juego de la temperatura de color… con el único fin de conseguir un impacto emocional en el espectador. Blanco y Negro o Color, todos me son útiles para crear una sublime pieza.
¿Haces muchas fotos? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿De qué? ¿Con qué equipo y qué piensas de los equipos?
—En mis cuarenta años de vida laboral hacía las que podía, pero desde que me jubilé en el 2011 me entregué por completo a la fotografía, al boceto y al collage. Comencé a hacer retratos durante un tiempo, buscando localizaciones apropiadas a los retratos. Mi familia al cumplir sesenta años me regaló una cámara Canon 50 D que ha sido mi referente hasta la actualidad. Con el paso de los años y la aparición de las cámaras en los móviles me he vuelto un poco vago y disparo a la vez que “veo” cosas y situaciones. He de decir que llevar al cuello casi dos kilos ya lo noto en mi cuello. No obstante trabajo a diario en la recopilación de conocimientos, visualización de fotografías y otras obras artísticas que enriquecen el proyecto fotográfico que tenga entre manos. Solo uso la Canon y un objetivo supletorio 20-70. El resto (Lúmix 90 y otras las uso en los viajes). Soy partidario de poco equipo, porque siempre he valorado la idea más que la imagen resultante.
¿Quieres añadir algo más?
—Creo que he hablado extensamente y lo que me queda lo dejamos para una cita, tomar café o algunas cervezas y te llevo los libros de artista y los foto-libros para comentarte las metas de los diferentes caminos. Para terminar, te doy las gracias por acordarte de mí, en esta edad que son escasos los recuerdos hacia los amigos.
David du Chemin
¿Un pie en la tumba?
Hace apenas una semana me amputaron el pie derecho y les dí esa noticia a muchos de ustedes de manera un tanto abrupta. Lo lamento. Como observé en ese momento, realmente no hay forma de entrar en una conversación así. Si te perdiste esto y te preguntas qué está pasando, puedes leer la historia completa aquí para ponerte al día Si recibió la noticia la primera vez, siga leyendo porque después de la increíble cantidad de apoyo que me brindó, se merece una actualización. Siento haber tardado tanto.
Tan feliz de estar en casa. Gracias a todos por la preocupación y el cariño.
Era temprano en la mañana para nosotros el lunes 5 de junio. Ni Cynthia ni yo dormimos muy bien en la habitación del hotel, y nos levantamos mucho antes de las 5. A las 5:45 estábamos en el hospital y a las 7:45 estaba en una camilla que me llevaban al quirófano. Una vía intravenosa, una conversación con mi cirujano (quien firmó el pie correcto y prometió esforzarse mucho para no tomar el bueno), y luego fue: "Cuenta regresiva desde 10, 9, 8..." y el resto consiguió borroso y, debido al milagro de la anestesia, no pasó ningún tiempo antes de que me despertara y el pie ya no estuviera, cortado a unas siete pulgadas por debajo de la rodilla.
La cirugía salió bien y el cirujano hizo un gran trabajo. Yo estaba de buen humor, y todo estaba bien en el mundo. Y luego me trasladaron a una habitación que solo puede describirse como un completo manicomio. Yo era el paciente final (y el más joven) en una habitación de cuatro: otros dos hombres y una mujer. Los hombres estaban completamente locos, aunque no de la manera clínica que sugeriría que elijo mis palabras con más cuidado. Cuerdo, pero loco, si sabes a lo que me refiero.
Aquí hay solo un intercambio en la interminable cabalgata que fue mi habitación compartida/casa de fraternidad:
Paciente uno (tomando un descanso de cantar himnos cristianos a todo pulmón) : "¡Jesús viene!"
Enfermera (Dios la bendiga) : "Jesús quiere que tomes tus medicamentos".
Paciente uno(rechaza los medicamentos pero vuelve a cantar, luego estalla) : "¡Jesús viene!"
Paciente dos (interviniendo no por primera vez) : "¡Cállate!"
Enfermera (siempre paciente, merecedora de la santidad) : "Intentemos ser un poco más amables".
Paciente dos : "Dile que se calle".
Paciente uno : "¡Jesús viene!"
Paciente dos : "¡No, no lo está! ¡Cállate!"
(La enfermera hace tapping, reconsidera su elección de carrera.)
Paciente dos : "¡Si no se calla, iré allí y lo callaré!" (ignorando por un momento su total falta de movilidad, estando —como está— en una sala de indiscutiblemente inmóvil) .
El paciente uno vuelve a cantar, lo que se convierte en él pidiéndole a Jesús que entre en su corazón, no una sino media docena de veces antes de que me ponga los auriculares y comience a pedirle a Jesús que, sea lo que sea en que esté ocupado, me lleve ahora.
La Paciente Tres, la dama callada que se mantiene apartada, yace en silencio detrás de la delgada cortina que nos separa, preguntándose, estoy seguro, qué hizo para merecer esto y sin duda agradecida de que estas personas no se levanten de sus camas.
Los pacientes uno y dos vuelven a bailar alrededor de sus versiones de la realidad que compiten entre sí. El paciente cuatro (yo) se pone los auriculares y deja que Pink Floyd se una a la fiesta.
Esa fue la primera noche, una de las más largas de mi vida, porque los arrebatos fueron al estilo Lionel Ritchie: toda la noche. Solo puedo elogiar a las enfermeras por su paciencia y compasión, y a los medicamentos por su eventual efecto sedante (en mí, pero claramente no en los demás).
Desde entonces, ha habido mucha más locura, incluido un cambio de habitación que solo empeoró las cosas, y luego conversaciones interminables con fisioterapeutas, muchos pinchazos y caminatas cortas con muletas que se convirtieron en caminatas más largas con muletas. Medicamentos para el dolor cada cuatro horas y verdaderos momentos de risa con la lista en constante rotación de enfermeras y especialistas en dolor. Ha estado ocupado; Traje dos libros y una pila de revistas para pasar el tiempo, pero todavía no he abierto ninguno.
Para lo que he tenido tiempo en los momentos de respiro del caos son los muchos, muchos comentarios tuyos. Mientras escribo esto, hay casi 600 notas de todos
ustedes en el blog, y la mayoría de ellas no son notas cortas de "mejórate pronto", sino mensajes más largos de compasión y amabilidad. Todos ellos me dicen que existe una conexión entre nosotros que no solo es fuerte sino duradera.
Muchos de ustedes han estado recorriendo este camino conmigo durante muchos años, y si bien esto es una actualización, también es un sincero agradecimiento. Me has hecho llorar de gratitud muchas veces esta semana con tus propias historias de vulnerabilidad, pérdida y resiliencia, y por insuficientes que sean estas palabras: gracias. Gracias por mostrarme en tus palabras y tus acciones. Las ventas de mis tres nuevas monografías me han humillado profundamente.Tu generosidad y amabilidad me inspiran.
No podré agradecerles a todos individualmente, pero esto es muy, muy personal: gracias. Desde el fondo de mi corazón.
Entonces, ¿cómo estoy? Yo soy así. Realmente. Muy dolorido, pero bien. Toda la semana he estado tan aliviado de que la cirugía haya terminado y de que, sí, hayan quitado el pie correcto. Muy agradecido de poder comenzar a planificar y soñar de nuevo. Y después de haber sido pospuesta dos veces, estoy encantado de que la cirugía no sea algo que se pueda volver a quitar. Estoy mentalmente más claro ahora de lo que he estado en meses, tal vez durante el último año. Incluso con los analgésicos, me siento sin distracciones, como si la niebla y la preocupación se hubieran disipado. Mis palabras son más fáciles de encontrar, mi sentido del humor se siente más agudo. Me doy cuenta del peso que he estado cargando ya que he adivinado mi elección por segundo, tercero o cuarto tantas veces desde el verano pasado. Ha sido agotador y estoy muy aliviado, muy feliz de salir de eso. Anoche dormí mejor que en meses.
También me sorprende lo surrealista que es mi experiencia diaria en este momento. El primer día sentí mi primera sensación fantasma, un picor persistente en la planta de un pie que ya no tengo. Pero ahí estaba, mi suela derecha me picaba y no había forma de rascarme. Frustrante, pero un poco fascinante. Levanto mi pierna, ahora aproximadamente cinco libras más ligera, y sale volando sin control. ¡Es divertido, si no particularmente elegante! Alcanzo los calcetines y tomo dos, olvidándome que solo necesitaré la mitad por un tiempo. Cruzo los tobillos o muevo las piernas para mover un pie sobre el otro y descubro que un pie, bueno, no lo está. La presencia de una ausencia.
Será una larga curva de aprendizaje y sé que a veces será doloroso y frustrante. Pero tengo tantas esperanzas de que también será mucho más que eso.
Me dieron de alta el viernes 9 de junio y ahora estoy acomodado en el sofá de mi casa, contando los diez días hasta que me salgan los puntos y mi protésico se haga cargo de mis cuidados para comenzar a darle forma a mi prótesis inicial y lograr que camine. Todo está sucediendo milagrosamente rápido.
Así que ahora tendré tiempo para descansar, curarme y escribir: además de mis misivas quincenales (que, mea culpa, he descuidado últimamente), también estoy trabajando en un nuevo libro. Y tendré tiempo para soñar y planificar y, eventualmente, para saltar con ambos pies de vuelta a los viajes, la aventura y la enseñanza.
Gracias por estar ahí para mi. Por tu amabilidad. Por tus palabras de aliento. He necesitado y encontrado consuelo en todos ellos. No todo ha sido fácil, aunque trato de restarle importancia a la lucha. Todos tenemos desafíos; a todos nos falta algo. Estas son las limitaciones con las que trabajamos en cualquier esfuerzo creativo, y la vida es ciertamente eso.
Arturo Vigil
Mike Reifman
Panorámicas seleccionadas (2)
Alejandro Martínez Vélez
Alejandro Martínez Vélez, es fotoperiodista freelance para la Agencia Anadolu y la Agencia Europa Press, actualmente con sede en Madrid, España. Comenzó su formación fotográfica en la Escuela de Artes Visuales de Lens, compaginándola con sus estudios universitarios en Ciencias Políticas (Universidad Complutense de Madrid). Su trabajo se centra especialmente en los conflictos sociales, los derechos humanos o los temas políticos. Actualmente está documentando el éxodo de cientos de miles de personas a Europa. Sus cuadros han sido expuestos en diferentes ciudades como Madrid, Barcelona, Estambul, Nueva York, Moscú, Shanghái, Ciudad de México, Beirut, Milán, Buenos Aires o Johannesburgo.
Desolación
La tensión cada vez mayor entre Rusia y Ucrania finalmente explotó a principios de la mañana del 24 de febrero de 2022, después de casi ocho años de guerra en la región de Donbas, con la entrada del Ejército Ruso en el territorio ucraniano.
Esta nueva etapa de conflicto ha provocado que millones de vidas se corten y que se devasten varias partes del país. Los bombardeos y el adelanto de la línea de frente han costado más de 6.800 muertos y 10.900 heridos verificados (Naciones Unidas, 27 de diciembre de 2022). Actualmente, no se puede estimar con precisión el número de víctimas militares que participan en ambas partes.
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), al menos 6,5 millones de personas han huido de Ucrania y el número de desplazados internos asciende a 8 millones.
Benjamín Barakat
Benjamin Barakat es un astrofotógrafo libanés/inglés nacido en Inglaterra en 1987.
Realiza seminarios, talleres y expediciones fotográficas a nivel internacional en todo el mundo para enseñar a otros sobre el cielo nocturno y cómo capturarlo.
Tiene su sede en Suiza, donde también es investigador en el observatorio más alto de Europa, el Observatorio Sphinx en la cima de Jungfraujoch a 3571 m sobre el nivel del mar.
Comenzó a fotografiar en 2018 y desde entonces ha ganado muchos premios y concursos en todo el mundo. ¡En 2021 y 2022 fue nombrado Fotógrafo de la Vía Láctea del año!
Su trabajo ha sido presentado por National Geographic, CNN, BBC, Forbes, Guardian, Vice y muchos más.
El enfoque principal de Benjamin ha estado en el Medio Oriente, aventurándose a lugares a los que otros no se atreven a ir. Quiere crear conciencia y compartir la belleza de los paisajes y cielos nocturnos del Medio Oriente.
Las fotos de Benjamin Barakat son ejemplos impresionantes de lo que se puede ver cuando se mira hacia arriba al cielo nocturno. El premiado fotógrafo capturó algunas de estas impresionantes imágenes en Jordania durante sus recientes viajes.
Otras corresponden a SOCOTRA: Gema oculta en el Mar Arábigo es un Paraíso de Fotógrafo. La pequeña isla de Socotra es un destino relativamente desconocido pero increíble para los buscadores de aventuras y fotógrafos de naturaleza.
“Encubierto en las profundidades del Mar Arábigo se encuentra un archipiélago a diferencia de cualquier otro – Socotra. Este grupo de islas pertenece a Yemen y está envuelto en un velo de misterio. Situado aproximadamente 240 kilómetros al este del Cuerno de África y 380 kilómetros al sur de la Península Arábiga, Socotra es el hogar de la isla más grande del archipiélago – Isla Socotra”, Sitio Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, Socotra es el hogar de diversas flora y fauna.
“Pero lo que hace que este archipiélago sea tan atractivo no es sólo su belleza natural, sino también los secretos que se esconden en su terreno duro”, dice Barakat.
“He estado haciendo esto por poco más de 4 años y ahora tengo la suerte de enseñar a otros y dirigir giras internacionalmente compartiendo el conocimiento e inspirando a otros para salir más y tomar el cielo nocturno. Siendo medio libanés, mi objetivo ha sido explorar más el Medio Oriente y compartir conciencia de los hermosos paisajes para animar a otros a visitar estos lugares”.
“Siempre me ha fascinado el cielo nocturno, y así es como me he metido en la fotografía para empezar”. Benjamin Barakat
Taisuke Sato
Taisuke nació en Nagoya, Japón, en 1969.
Después de graduarse del Departamento de Sociología de la Universidad Ritsumeikan, Kioto, Japón, trabajó en la venta y administración de viviendas para una importante empresa inmobiliaria japonesa. Cuando cumplió 50 años, eligió pasar su vida explorando las artes, la fotografía y su filosofía, y luego se convirtió en fotógrafo.
Toma fotografías al estilo de la fotografía callejera. Tienen algunos sentimientos, solitarios, surrealistas y humorísticos. También tiene una sensibilidad única a la distancia entre la sociedad y las personas, y la perspectiva desde la que los ve. Esto se debe a que cuando era niño, se mudaba cada tres años debido al traslado laboral de su padre.
Como resultado, aprendió a mezclarse rápidamente y llevarse bien con la comunidad existente al observar de cerca y comprender la distancia y la atmósfera entre las personas. Esto se debe a que en la sociedad colectivista y orientada a las relaciones de Japón, es difícil unirse a un grupo existente.
Además, el hecho de que él mismo sea una existencia que «aparece un día y desaparece al siguiente» le ha dado una perspectiva y un pensamiento subjetivo y objetivo, pero aun así, en la sociedad japonesa dominada por la exclusividad de la comunidad y «la Atmósfera del lugar», su identidad sin lugar de origen ni lazos geográficos es muy incierta e inestable.
Por eso, sus obras son fotografiadas con una sensibilidad única y su atmósfera refleja su visión del mundo.
Su tema principal es la relación entre él mismo, las personas y la sociedad. En su trabajo, presenta una metodología que toma una visión multifacética de la vida humana y la sociedad y la transforma en una «Aceptación de la impermanencia».
Y más, tiene una visión profunda de la psicología del comportamiento social, las ciencias sociales, la salud mental, la clase social, las filosofías organizativas japonesas, la vivienda y la familia, que se reflejan en gran medida en su trabajo.
Estilo de vida en la calle
«Una casa en no un hogar»
Esta es mi historia, que tengo una «casa» pero no «hogar», y ellos, que no tienen «casa» sino un «hogar», pidiendo algo.
Tomé una foto de un anciano sin hogar. Era un día frío a fines de noviembre y se estaba oscureciendo porque lo había estado escuchando durante mucho tiempo, pero su expresión era muy buena. No era miserable ni abominable, era normal. Sentí que su rostro se veía mejor que el de la mayoría de las personas. Había sido bastante introvertido y consciente de contemplar dentro de mí mismo, pero este fue el comienzo de mi conciencia de la percepción de los demás.
Durante los siguientes dos años, hablé, comí y bebí con muchas personas sin hogar. Sé que muchos fotógrafos han fotografiado a personas sin hogar en el pasado, pero quería retratar su humanidad y lo que hay detrás de sus emociones. Y al mismo tiempo, quería cambiar la forma en que lidiaba con mi soledad.
Esta es la historia de personas sin hogar que viven bajo la lluvia bajo la elevada línea Higashiyama de la autopista Nagoya Expressway No. 2 en el corazón de la ciudad de Nagoya. Viven sus vidas de una manera que conscientemente no se mezclan con el público en general. Quería asegurarme de cómo se quedaron sin hogar y por qué están atrapados o continúan sin hogar. ¿Qué los hace felices? ¿Que necesitan? Durante dos años visité sus «casas», sus tiendas y cuarteles, escuchando sus historias y compartiendo tiempo con ellos.
Con el tiempo, llegué a reconocerlos como personas que estaban de acuerdo con vivir en la calle y asumir ese estilo de vida. Por supuesto. no les gustó, pero pensé que al cambiar mi perspectiva de esa manera, podría comunicarme con ellos de una manera que respetara sus personalidades y humanidad.
Sin embargo, durante los últimos dos años, un hombre ha muerto, otro ha ido a la cárcel y un hombre ha dejado todo allí y se ha ido. Y están los recién llegados y los que se han ido. No sé lo que pasa en sus corazones, pero creo que es lo mismo para todos nosotros: la vida viene en oleadas, a veces sentimos que la vida no es fácil de vivir, pero después de que pasa, nuestro juego de pies se vuelve más ligero, nos conmueve el sol y las bendiciones de la naturaleza, y nos damos cuenta de que nuestras relaciones con los demás también son preciosas. Y finalmente, aprenderán a amarlo todo, incluso a sí mismos.
Finalmente, su debilidad y su fuerza, así como los atisbos de vanidad y deseo, también me recuerdan la esencia de la naturaleza humana. Pero los humanos no somos iguales, y la sociedad es absurda. Han caído entre las grietas de un sistema social que no les permite ejercer sus derechos.
Thaddäus Biberauer
Fotógrafo austriaco, nacido en 1992, con ideas propias que obtuvo su primera cámara en 2019 y comenzó a usarla regularmente en 2021.
Thaddäus Biberauer nos dice:
Capturo mi entorno con una sensación mayormente de ensueño. Trato de crear un sentimiento o estado de ánimo con mis fotos en lugar de documentar la realidad de cualquier situación.
Me gusta cuando las fotos o las pinturas te dan una cierta sensación o crean algún tipo de emoción, así que eso es lo que estoy tratando de lograr con mi fotografía ¡La fotografía
La Fotografía ¡es simplemente maravillosa! Me da la libertad de hacer lo que quiera sin que nadie interfiera.
Raúl Belinchón
Valencia 1975
Licenciado en 2004 en Historia del arte por la Universidad de Valencia, ciudad en la que vive y trabaja en la actualidad, ha publicado en medios como El Paí s Semanal, Citizen K, Der Spiegel y Repubblica delle Donne, entre otros.
Sus fotograf ías han ido evolucionando desde el reportaje intimista de series como Stripper o José y familia, hasta un documentalismo m á s puro, cen- trado en mostrar arquitecturas, espacios interiores o paisajes carentes de individuos, a través de los cuales reflexiona acerca de la condición humana. Huyendo de cualquier manipulación o composición temática y con la luz como principal herramienta de trabajo, destacan en esta línea proyectos como Patio de butacas, Ciudades subterráneas, Chait én, bajo las cenizas o Ké yah, recorrido a través de las entrañas de la tierra en Arizona (EE UU) en busca del vínculo existente entre hombre y naturaleza.
Presente en PHotoespa ñ a 1999 y en 2002 con José y familia , su trabajo ha sido expuesto en Paris Photo 2005 (Patio de butacas, Mus é e du Louvre); en la Fundació miró de Barcelona (2009) y en el Museu Nacional do conjunto cultural da republica de Brasilia (2010) (en ambas ocasiones Ké yah); en casa de América (Madrid, 2011) y en Valparaíso intervenciones (Chile, 2012) (en ambas ocasiones, Tierras en silencio/Altiro). Ha recibido la beca de artes Pl á sticas del Ministerio de Cultura (2002) y la de la Academia de España en Roma (2004), un tercer Premio World Press Photo en la categor ía de «Arte y Entretenimiento» y un Primer Premio Fuji euro Press Photo awards (ambos, 2004), así́ como una Mención Honor ífica en el IX Premio ABC de Fotografía (2008). ese mismo año fue finalista del Premio internacional de Fotograf ía Contemporá nea Pilar Citoler y en 2009 fue nominado para el Prix Pictet. Posee obra, entre otras, en las colecciones del museo Nacional Centro de Arte reina Sof ía de Madrid, el Instituto valenciano de arte moderno, el Injuve de Madrid, el Ministerio de Cultura y la Comunidad de Madrid.
Publicaciones seleccionadas
José y familia, Guadalajara, Agrupación Fotográfica de Guadalajara, 1999; Sensación de vivir, Valencia, Conselleria de Cultura i Educació, 2003.