NĂşm. 51 - Septiembre 2015
Contenido
Año V.- Núm. 51- Septiembre 2015 PROMOTOR José Luis Cuendia, “Guendy” DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González “Completu”, Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano.
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Toñi Dodero.......................................................................... Eugenio R. Meco El cuento de nunca acabar..................................................
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La mujer del banco............................................................... Gloria Soriano
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Cien días de soledad............................................................. Monchu Calvo
DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González
Mi caja de herramientas.................................................... Ricardo González “Completu”
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47 53 Festival Aéreo Gijón ........................................................... 57 Juan José Pascual
El majadal............................................................................... Juan Depunto Fotografía creativa en Laviana..........................................
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La gallina negra.................................................................... Claudio Serrano Alberto Schommer...............................................................
Nuestra foto de portada: S. Benz Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society
Núm. 51 - Septiembre 2015
Luz y Tinta
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La boda de los vaqueiros de alzada....................................... José Luis Cuendia, “Guendy”
DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia
DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad
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Fotógrafo del mes de Septiembre, Daniel...................................... Francisco Trinidad
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Presentación Un nuevo paso adelante Número 51 de Luz y Tinta. Y parece que fue ayer…, como decía “Guendy” en el número anterior. Sin embargo, han pasado tantas cosas: tanto en nuestra revista que durante más de cuatro años ha pretendido superarse número a número como en el mundo que nos rodea y que no podemos, ni debemos, olvidar, porque nos determina y si nos descuidamos nos engulle en una especie de dipsomanía colectiva de difícil arraigo. En lo que se refiere a Luz y Tinta todo han sido satisfacciones, si nos olvidamos de los disgustos periódicos que nos da la plataforma Yudu en que se aloja en su versión multimedia. El último de los disgustos ocurrió precisamente con el número 50. Una moldeadora señaló en el post de la revista que algunas de las fotos de Eugenio se veían con escasa calidad y, a partir de ese comentario, hubo apostillas y presunciones sobre la forma de comprimir las fotos en la revista, llegando a señalar con el dedo prácticas inadecuadas o caminos equivocados en la edición. “Guendy”, tan generoso como de costumbre, dio un par de explicaciones de compromiso, esperando que yo —que estaba de vacaciones— lo explicase en su momento. No contesté entonces, consciente, y espero no estar equivocado, de que lo importante de ese ejemplar es que habíamos llegado al número 50, que habíamos recorrido un largo camino y que aún nos quedaban fuerzas para seguir caminando. Cualquier otro comentario desvirtuaba un trabajo colectivo de más de cuatro años. Eso pensaba entonces, y pienso ahora, quizás equivocado. Pero como el revuelo fue tan grande, y no podía consultar mis propios archivos (ya digo, estaba de vacaciones, con un portátil en el que no viajaba Luz y Tinta) escribí a la moldeadora que había señalado la falta de calidad de esas fotos quien me confirmó que había visto la revista a través de la plataforma Yudu y que, vista en el PDF, se veía perfecta. Respiré entonces y resoplo ahora. El PDF a doble cara que publicamos todos los meses es original, no pasa por ninguna plataforma. El que publica Yudu es un PDF de mayor calidad —sí, de mucha mayor calidad: el de doble página de este número 50 ocupa 14.8 Mb y el multimedia, que se ve a través de Yudu, 113 Mb—, por lo que las carencias a la hora de ver las fotos de Eugenio, o cualesquiera otras, deben achacarse a esa plataforma y no a Luz y Tinta ni a mi forma de editarla. Si la mencionada moldeadora hubiera visto la revista en el PDF a doble página, nos hubiéramos ahorrado todos los comentarios y sobraban explicaciones. Aún así, ya que no me duelen prendas, al pie de esta página pongo sendos enlaces a los archivos originales de que hablo, tal cual los mandé a “Guendy”, sin filtros ajenos. En cuanto al mundo que nos rodea, una mirada atrás nos da cuenta cabal de lo que somos y de lo que hemos sido. Como en los viejos trenes, a través de la ventanilla vemos pasar árboles y casas como en volandas; en este caso, en las volandas del recuerdo, que en ningún caso impide una mirada al presente, aunque muchas veces sea un presente caótico y cruento del que, en estos años de crisis, hemos tenido una muestra exhaustiva de lo que puede ser el sufrimiento, especialmente en aquellos países y momentos en que la sinrazón se impone frente a cualquier otra posibilidad. Estos últimos días, sin ir más lejos, estamos sufriendo en carne viva el problema de los refugiados sirios, que huyen de una guerra sin destino que se está cebando en la población civil. Desde el lugar privilegiado que nos da vivir en un país en paz vemos con horror e impotencia las imágenes que día a día nos llegan de su desesperación frente a fronteras que se les cierran y posibilidades que les encierran en un círculo vicioso. A diario convivimos con esta crueldad y con la esperanza de que algún día cese esta inútil violencia y Siria pueda volver a respirar el aire de la libertad y la convivencia. https://dl.dropboxusercontent.com/u/87121474/LuzyTinta_50.pdf https://dl.dropboxusercontent.com/u/87121474/LuzyTinta_50_doble%20cara. pdf
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Francisco Trinidad
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Fotógrafo del mes de Septiembre,
Daniel Karzhonov
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por Francisco Trinidad
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Daniel Karzhonov —a quien en Moldeando la luz conocemos únicamente como Daniel— es un fotógrafo profesional, con varios premios de prestigio y varias publicaciones en su haber; moscovita, aunque sus objetivos se dedican a recorrer el mundo sin descanso, razón esta que ha impedido nombrarle Fotógrafo del mes hasta ahora, septiembre de 2015. Cuando, hace aproximadamente un año, Lola se puso en contacto con él para proponérselo, el propio Daniel pidió que lo dejáramos para unos meses más adelante porque se embarcaba en un viaje que le impedía contestar a nuestro cuestionario con la tranquilidad y el detenimiento que él pretendía. Un simple vistazo a su colección de fotos en Moldeando nos da la dimensión de sus viajes: Groenlandia, Crimea, Japón, París, los fiordos noruegos, la Toscana, la Provenca, Florencia… Sus cámaras viajan a distintos países y culturas, a escena-
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En todos los casos, busca siempre la foto más difícil, bien sea por el escenario elegido como por las condiciones de luz en que se realiza la fotografía. Para ello prefiere las montañas, como queda dicho, con nieves y glaciares que subrayan la presencia del invierno, dándonos esa sensación de frío que todo lo hace tan difícil,
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rios diferentes en los que se recrea en mostrarnos paisajes que muchas veces nos enfrentan a determinado exotismo, pero es la suya una mirada creativa y no nos devuelve el exotismo estático, de postal, que busca el turista, sino algo mucho más meditado: a través de sus personales encuadres nos muestra al hombre en medio de la naturaleza, subrayando la pequeñez y soledad humana frente a la grandeza, muchas veces absoluta, del medio natural, especialmente de la montaña, que se yergue en sus fotos, más que como una amenaza, como una suerte de límite o de meta. Otras veces, marcando sus diferencias con el turista, se nos revela como el profesional atento que tanto puede retratar una cascada como unas amapolas tachonando de rojo un campo verde o un glaciar o unos girasoles buscando el recorrido del sol en la Provenza. Y en otras ocasiones, sin embargo, se adentra en rincones de pueblos, con todos los matices de tipismo y colorido, rescatando así una forma de vida que no está presente en la naturaleza. En todos los casos, busca siempre la foto más difícil, bien sea por el escenario elegido como por las condiciones de luz en que se realiza la fotografía. Para ello prefiere las montañas, como queda dicho, con nieves y glaciares que subrayan la presencia del invierno, dándonos esa sensación de frío que todo lo hace tan difícil, desde caminar en busca de un escenario fotográfico hasta simplemente apretar el disparador; y sobre todo, prefiere los momentos de luz más escasa y más difícil de atrapar: reflejos y contraluces, atardeceres o amaneceres, incluso en alguna de sus fotos nos muestra una aurora boreal, con toda su luminosidad que parece artificial, dándonos a través de sus tenues tonos de verde y rosado un ejemplo de composición e iluminación que produce cierta sensación de vértigo, entre la realidad y el ensueño.
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Es de agradecer el que muchas veces coloque sus fotos en series, con varias tomas sobre un mismo tema, como, aparte de las señalados viajes, las de arquitectura siglo XXI o la de caballos salvajes que nos muestran la naturaleza en estado puro desde una óptica diferente a la del paisaje. Y es que Daniel, en lugar de la tranquilidad del estudio y de las composiciones meditadas, busca el riesgo del aventurero y prefiere los paisajes abiertos, donde la luz corresponde en cada ocasión al momento del día o a la estación del año en que se tome la fotografía, aunque esa luz sea luego matizada y tamizada con filtros informáticos para conseguir ese tono tan personal, siempre al borde de la niebla, siempre en el filo de la oscurecida, que viene a ser como una marca de la casa, un estilo bajo el cual subyace una percepción del mundo en la que el hombre deja muchas veces de ser protagonista para convertirse en mero espectador.
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La boda de los vaqueiros de alzada La boda de los vaqueiros, una costumbre nupcial entre los vaqueiros de alzada, es una tradición ancestral asturiana, cuyos orígenes son aún motivo de estudio. El último domingo del mes de Julio asistí en la braña de Ariestébano a una de estas bodas, y para ello me he intentado documentar con algunas de las publicaciones que sobre este acontecimiento escribió el ilustre asturiano don Gaspar Melchor de Jovellanos, y al catedrático de Historia de la Universidad de Oviedo y cronista de Asturias desde 1968 don Juan Uría Riu (1891-1979). Sin duda nuestro primer investigador. Conocía como nadie los arcanos de su vieja patria, la complejidad de sus tierras y de sus hombres, ya en 1924 escribió su primer trabajo sobre los vaqueiros de alzada. No quiero hacerle la competencia a mi querido amigo Monchu, que es quien nos deleite todos los meses sobre nuestra etnografía, fundamentalmente la que tiene sus raíces en los pueblos de Caso, hoy dentro del Parque Natural de Redes. Como decía anteriormente, el día 26 de julio me encontraba en la braña de Ariestébano para cumplir una de mis asignaturas pendientes, pues como asturiano no me podía permitir ver pasar la ceremonia todos los años por los noticieros de la televisión regional. Además la boda vaqueira está declarada de interés turístico y su celebración es en un enclave privilegiado en la sierra Silballana, desde ahí se puede divisar el valle de Paredes, lugar donde están concentradas las mayoría de casas donde habitan los actuales vaqueiros. La mañana aventuraba buen día, si bien corría el aire con cierta fuerza, como suele ser costumbres por estos parajes. En todas las culturas el matrimonio es uno de los acontecimientos más importantes, no lo iba a ser menos en esta Comarca Vaqueira, que forma parte de una de las diecinueve mancomunidades del Principado de Asturias, los integrantes de esta comunidad atienden a motivos históricos y culturales heredados de los vaqueiros de alzada. Tradicionalmente conforman grupos sociales diferentes: Maranuetos, en la zona costera, Xaldos, en los valles interiores y los Vaqueiros que se desplazan de una zona a otra. Los concejos asturianos que cuentan con comunidades de vaqueiros de alzada son las de Valdés, Tineo, Salas, Allande y Cudillero.
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por José Luis Cuendia, “Guendy”
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Entre los integrantes de estas comunidades no era normal el matrimonio mixto, entre vaqueiros y aldeanos; antiguamente se casaban entre ellos, como beneficio de las familias y de sus propios pueblos. En la actualidad esta practica ya no se hace, está caduca, pero la boda anual se sigue haciendo por el mismo rito vaqueiro y al menos uno de los cónyuges tiene que tener raíces vaqueiras. Para hacer acto de presencia a la boda que yo asistí me metí un buen madrugón, pues es importante llegar pronto si quieres formar parte de la cabalgata que llevará a los novios al altar, como suele ser costumbre en estos altos astures. Como todos los años a los nuevos consortes les acompañaba una comitiva nupcial multicolor, los invitados a la boda acudían ataviados con los trajes tradicionales mucos a lomos de sus caballos, otros caminando al son de la gaita y de las panderetas. La comitiva está encabezada por una pareja de bueyes que tiran de un carro del país donde llevan todo el ajuar de la novia: la cama nupcial como las de antes, con sus colchas y sabanas blancas de hilo, sacos de patatas, trigo, un baúl con los enseres domésticos, donde no faltan las cacerolas y la clásica bacinilla de noche debajo de la cama. La cesta de la madrina junto con otros regalos de los invitados donde no puede faltar el vino, el pan, los huevos, y los dulces caseros. Antiguamente antes de la boda, los padres de los novios, se reunían para negociar las dotes que aportarían cada uno a la boda con la ayuda de una tercera persona, conocida como “El Embustero”, cuya labor era agrandar la situación económica del novio. Los matrimonios de los vaqueiros, más que al bien de las familias, parecen dirigidos al de los mismos pueblos. Cuando se contraía algún matrimonio, todos los moradores concurrían alegres a la celebridad, acompañando a los novios a la iglesia, y de allí a casa, siempre en grandes cabalgatas, festejando el casorio con escopetazos al aire y gritos que enaltecen aquel acto de júbilo y solemnidad pública, como si el interés fuese común y dirigido a la prosperidad de una sola y gran familia.
En todas las culturas el matrimonio es uno de los acontecimientos más importantes, no lo iba a ser menos en esta Comarca Vaqueira, que forma parte de una de las diecinueve mancomunidades del Principado de Asturias
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Estas finas y sagaces observaciones en un hombre del siglo XVIII, cuentan entre las muchas que en éste y en otros escritos dejó Jovellanos, quien sin duda será considerado uno de los precursores españoles de la etnografía el día que se estudien mejor sus obras. Este arcaísmo sociológico muestra la lenta evolución de los grupos humanos en Asturias y en el podría verse como una supervivencia de rasgos sociales de las antiguas tribus, de manera parecida a lo que en el mismo aspecto ocurre en las montañas del noroeste de León, en donde aún existen lugares en que las palabras de Jovellanos sobre la cohesión de los miembros tiene efectiva realidad. A continuación de aquellas escribe el ilustre escritor: “Hay quien diga que en el convite general de este día se sirve un pan o bollo, que a manera de eulogia, se reparte en trozos a los convidados, y reservándose una parte muy señalada para la novia, se le hace comer en público, graduando de melindre las resistencias de la honestidad. Grosera e indecente costumbre, si la fama es cierta, que no supone grande aprecio de la modestia y el pudor, pero que por lo mismo dista mucho de la primitiva inocencia, y hace sospechar que a la sombra del regocijo pudo introducirla el descaro entre los brindis y risotadas del convite” Otro escritor, el asturiano Bernardo Acevedo y Huelves (Boal 1849-1920) que también fue abogado y que con tanto entusiasmo y relativo acierto para la época en que escribió, estudiaba las costumbres de los vaqueiros, dice, glosando estas palabras, que la noticia “no es exacta ni lo fue nunca, al decir de ancianos y prudentísimos vaqueiros, sin pararse a explicar lo que Jovellanos cubrió con su fácil y galana pluma en esta referencia.
Antiguamente antes de la boda, los padres de los novios, se reunían para negociar las dotes que aportarían cada uno a la boda con la ayuda de una tercera persona, conocida como “El Embustero”, cuya labor era agrandar la situación económica del novio.
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En sentido esotérico de las palabras de Jovellanos (que no sabemos si Acevedo llegó a penetrar, aunque pude que sea probable) aparece claro a nuestros ojos. En la boda y durante el convite, se repartía entre los invitados un pan o bollo, del que una parte, tenía forma fálica “una parte muy “señalada” , y debía de ser comida por la novia en público. A la natural vergüenza que la recién desposada habría de mostrar en muchos casos ante el hecho, variable según las circunstancias de su idiosincrasia y el carácter de las alusiones al acto por parte de los invitados, responden las palabras de Jovellanos “graduando de melindre las resistencias de la honestidad”. Emparentada con esta costumbre ha de estar la que existía en algunos lugares de Galicia, donde se la conoce como la “regueifa” o torta que se prepara en las bodas y que se reparte entre los invitados, llevaba en el centro dos huevos con cascara, que probablemente responde a la misma significación del korovai en Ukrania o en las bodas vaqueiras. El acto de comer ésta (Asturias), o ambos novios (Ukrania) la parte de faliforme del pan, no parece estar muy claro que Galicia se realizara, solo rebuscando en textos costumbristas de aquella región, podría llegar a descubrirnos aquel arcaico detalle conservado entre los vaqueiros en el siglo XVIII.
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En las montañas de León, lindante con los concejos asturianos de Teverga y Quirós, también existió la costumbre de correr “la regueifa” . También existen descripciones redactadas sobre noticias similares en Villasecino (Ayuntamiento de San Emiliano o Babia Baja, en la provincia de León, en ocasión de una boda, el día 5 de Junio de 1792, lo cual nos hace comprender que el área geográfica de esta costumbre sería relativamente extensa entonces, existiendo, sin duda, en otros lugares de Babia y Laciana, donde todavía se hablaba no hace muchos años de “correr la rosca”, con motivo de las costumbre relativas al matrimonio, lo mismo que en Teverga, Somiedo y otros concejos de Asturias, con alguna diferencia de forma en cuanto a la manera de disputarse este pan de la boda. No se si sería prematuro el reconstruir la morfogénesis de estos ritos con tan escasos datos, así que aventuraría que una de sus forma evolutivas fue la siguiente: El pan que se comía en público durante la boda tenía en una de sus partes forma fálica, y era destinada a ser comida por la novia. Con el tiempo el celo de los curas y el progreso moral de los pueblos asturianos de cultura más retrasada, habrán intervenido en la desaparición del hecho anterior. Aprovechando los juegos que acompañarían las diversas escenas de júbilo propias de todo rito nupcial, se intro-
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dujo la costumbre de “correr la rosca” yuxtaponiendo a uno de ellos el reparto del pan de boda, despojado de aquella primitiva característica. En cuanto al simbolismo del pan en forma de genitales masculinos, que comía la novia vaqueira, sin duda ha de estar relacionado con la idea de la generación, que juega importante papel en algunos ritos nupciales. Entre los hotentotes, una etnia nómada africana, con ocasión del matrimonio, se presenta a los novios una mazorca de maíz tostado, “símbolo de la fecundidad”, que éstos comen. No cabe sospechar con gran fundamento, después de estas comparaciones, que el “descaro” haya introducido “a la sombra del regocijo”, esta costumbre entre los vaqueiros. Hoy es evidente de que una de sus tradiciones se sigue manteniendo una vez al año, pero al margen de este evento festivo que nos recuerda los ancestros de los vaqueiros de alzada, estos tienen un pasado que se remonta a varios siglos atrás, el pueblo de los vaqueiros representaba una de las formas más primitivas y típicas de la explotación de la ganadería vacuna, cual era el de la trashumancia o seminomadismo de las familias con sus ganados, que, ocupado desde el otoño a la primavera los pastos bajos no muy alejados de la costa, en la parte norte de la provincia, remontaban al llegar a la primavera a las montañas altas del interior en las que permanecían – y aún permanecen aunque en contados casos- hasta el otoño. Según Bernardo Acevedo, “el vaqueiro de alzada ha sido considerado siempre como un ser vil y despreciable; como el individuo de una raza que llevara en la frente la marca infamante de los réprobos; él y su mujer y sus hijos devoraron en silencio este baldón, y sufrieron, siglos y siglos, esta injusticia con una calma estoica y con una paciencia más grande y poderosa que la persistente cuanto innoble terquedad de sus perseguidores”. Los vaqueiros fueron estigmatizados debido principalmente a su vida errabunda, que chocaba frontalmente con los usos del resto de sus vecinos sedentarios, los aldeanos o “xaldos” y los ribereños o “marnuetos”. El vaqueiro es considerado como tal por contraposición con el aldeano (xaldo), es decir, el habitante de los pueblos y aldeas, asentadas en la tierra llana. En cambio, el vaqueiro nace y vive en la braña. La forma realmente arcaica y primitiva de este género de vida, y las consideraciones relativas a las gentes que de esta manera la practicaban, dieron lugar a que se formasen, entre los demás aldeanos no trashumantes, explicaciones o elucubraciones sobre su origen. Los vaqueiros de alzada sigue siendo un tema apasionante de la etnografía y etnoarqueología asturiana. El apelativo “de alzada” hace referencia a su movilidad geográfica, es decir, a que estos pastores no tienen un asiento fijo, sino que practican la trashumancia en un área determinada de la montaña asturleonesa; si a esto unimos el aislamiento geográfico, la consecuencia es un grupo social apartado que practica una endogamia grupal casi por obligación, lo que hace que cada vez se estrecha más el vinculo entre sus miembros a la vez que se marginaban como grupo social, según estudios recientes que han visto la luz vemos como entre ellos aparecen siempre los mismos apellidos: Feito, Jaquete, Bueno, Gavilán, Gancedo, Parrondo, Berdasco, Mayo, Riesgo, etc. Todo ello ha dado lugar a una serie de pautas de conducta sociales y culturales propias que se han ido perpetuando desde el siglo XV hasta hace prácticamente 30 o 40 años en que la sociedad en general y la rural en particular comienza a transformarse, los vaqueiros abandonan la trashumancia a favor de la agricultura y se sedentarizan, perdiendo poco a poco su identidad como grupo. En la actualidad las comunicaciones y los avances técnicos van imponiendo poco a poco una uniformidad que propicia la desaparición de cualquier grupo étnico.
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A la natural vergüenza que la recién desposada habría de mostrar en muchos casos ante el hecho, variable según las circunstancias de su idiosincrasia y el carácter de las alusiones al acto por parte de los invitados, responden las palabras de Jovellanos “graduando de melindre las resistencias de la honestidad”.
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Toñi Dodero Dice un refrán que el que tiene un amigo tiene un tesoro, afortunadamente chicas para fotografiar no me faltan, y sobre todo cuando te llevas bien con los amigos colegas y te presentan a las modelos que han fotografiado, así que en más de una ocasión compartimos y hacemos trabajos, ese el caso de mi amigo Javier, propietario de la empresa “Yusra Modas”. Se trata de una tienda de ropa de San Fernando, son muchas las chicas que a él acuden para que les busque fotógrafo y de paso que les deje la ropa para el pose, él promociona su ropa y las chicas hacen sus book para promocionarse con la esperanza de triunfar en el mundo de las pasarelas. Javier me envía con frecuencia fotos de las chicas que pasan por su tienda y están interesadas en posar, me pregunta que si les doy el visto bueno, cuando es positivo nos ponemos en contacto, y de esta forma creamos un “tripartito” que tan de moda está la palabreja, no para hacer política, sino más bien para escribir con la luz y de esta manera unimos nuestros conocimientos, modelo, estilista y fotógrafo. Como casi siempre, la sesión fue de lo más divertido, pues de lo que se trata es de hacer lo que nos gusta sin ningún tipo de presión. Toñi, que es como se llama esta belleza, es una chica muy alegre y cordial, diría que muy campechana porque sabe a lo que va, y no es la primera vez, eso como ya comenté en otras ocasiones cuando se produce favorece mucho las cosas, todo lo contrario a cuando una modelo es primeriza. En este caso el entendimiento es perfecto, y la cosa va rodada ya que ella misma va improvisando los diferentes poses, es como una danza perfecta, donde no se sabe quien lleva a quien, lo que si percibes mientras disparas el obturador es que la sincronía es fastuosa A Toñi le salían del alma sus posados, no necesita ni del apoyo ni de la comprensión del fotógrafo, si acaso del estilista, cuando escucha sus consejos –si te queda mejor esta o aquella prenda–, pero inmediatamente cambia de look, se vuelve a entregar confiada y ocasionalmente sabedora de que se dispone a que inmortalice su cuerpo, entregando su alma a la cámara. La sensualidad, los gestos, la
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por Eugenio R. Meco
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mirada, el narcisismo que el mismo hecho de posar provoca en el ego inconsciente de la modelo, siendo consciente, que acepta el reto del a veces implacable ojo de la cámara, provocando entre el fotógrafo y la modelo una amistad fugaz, por otra parte necesaria, para que el fotógrafo pueda captar con su cámara toda esa aureola que se crea en la atmósfera. Toñi ha sido otro nuevo y agradable descubrimiento fotográfico, que estoy seguro se volverán a repetir nuestros encuentros en estos u otros escenarios bajo la inmejorable luz gaditana. Estoy convencido de ello, porque después de todo hemos quedado muy satisfechos con el resultado de la sesión, y lo más importante lo hemos pasado bien, disparo a disparo, foto a foto, sesión a sesión, y lo más importante para mi es que en cada golpe de sesión fotográfica al final seguimos haciendo nuevos amigos, que es lo más importante en la vida después de la familia, la amistad y si ella está envuelta en mi pasión por la fotografía, pues miel sobre hojuelas.
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La sensualidad, los gestos, la mirada, el narcisismo que el mismo hecho de posar provoca en el ego inconsciente de la modelo, siendo consciente, que acepta el reto del a veces implacable ojo de la cámara, provocando entre el fotógrafo y la modelo una amistad fugaz, por otra parte necesaria, para que el fotógrafo pueda captar con su cámara toda esa aureola que se crea en la atmósfera.
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El cuento de nunca acabar Tengo una libreta de notas Moleskine, con las tapas rojas, en la que voy anotando ideas sueltas que con el tiempo se convierten en esos cuentos que luego pasan a la revista Luz y Tinta. A veces son ideas sólidas, bien orquestadas, que por si solas sirven para configurar el relato; otras veces, sin embargo, son solo chispazos, ideas que pueden iluminar o no, según mi estado de ánimo o según la agilidad de mis dedos esa tarde. Y escribo bien, ‘tarde’, porque es por las tardes cuando suelo escribir. Y en concreto, en la tarde del día 10 de cada mes, para el día 15, que es cuando el resto de colaboradores entrega sus trabajos, tenerlo dispuesto. Podría escribirlo más tarde de esa fecha, ya que, como director, dispongo de todo el mes para incorporarlo. Pero soy un maniático de los plazos y, si el compromiso para los demás es el día 15, para mi también, y con mayor motivo. Así que en la tarde del día 10 saco mi Moleskine, elijo uno de los temas que previamente haya anotado y lo escribo, generalmente de un tirón, porque ya viene maduro. Luego, en días sucesivos, voy leyendo y reescribiendo, aguzando la sintaxis, dejando macerar el vocabulario, de modo que mi idea se transmita sin demasiados filtros. El día 15, cuando comienzan a llegar las colaboraciones de los demás, mi cuento ya está, terminado y a punto, en la carpeta correspondiente. Aunque no siempre es tan fácil como acabo de describirlo. Hay veces en que el cuento no sale del tirón y hay que ir forzando párrafo a párrafo. O la historia inicial se rebela y nace una diferente que hay que ir matizando. Y en ocasiones lo que parecía fácil se complica y los párrafos se enzarzan entre sí, hasta lograr un todo que me deje satisfecho. Lo peor es cuando no sale nada de nada y las ideas de la Moleskine se vuelven estériles y ni siquiera el oficio viene en mi auxilio. Es lo que me pasa este mes. A día de hoy, 14 de septiembre, aún no he conseguido armar dos párrafos que me dejen satisfecho. Tengo en mi libreta unas cuantas notas, pero ninguna de ellas con la entidad suficiente como para que salga ese cuento redondo y eso que llevo probando y probando desde la tarde del día 10, poniendo toda la carne en el asador y dejándome arrastrar por toda la sugerencia de mis notas. Probé primero con un cuento que podría titularse Desaparecida, en el que una abogada o una decoradora famosa visita un pueblo y… desaparece. Sin más. Veo el ambiente de un pueblo pequeño en el que todos se conocen y nadie desaparece. Y
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me imagino la angustia del marido buscándola desde Madrid, por ejemplo, con la ayuda del alcalde, y los distintos personajes: un taxista, una vendedora de cupón, el dueño de un bar… pero no sé qué hacer con la desaparición. Porque un rapto sería excesivo; y una abducción extraterrestre, la pera limonera. En cualquier caso, ambas soluciones alejadas de mi estilo. Habrá que esperar a mejor inspiración. Tengo varias notas muy sugerentes de un hombre que en un viaje conoce a una mujer que se hospeda en su mismo hotel y con la que coincide varias veces. Hotel, cena, cama…, una ligera historia de sexo desde el límite del tiempo. Pero… ¿y luego? ¿Qué se hace de ambos? Si vuelven a coincidir, hay que articular una historia quizás más larga que un cuento; y si no coincidieran, ¿cómo cerrar sin que chirríe la historia, sin que el sexo se desvanezca sin sentido y sin que aparezcan otros personajes —tal vez un marido despechado— que den cuerpo al desenlace? Sin embargo la que más me apetece es una historia de la que tengo varias notas sueltas que en realidad no dicen nada y que sin embargo pueden servir como cimiento para un verdadero edificio de interés. La primera nota dice: “El misterio de las braguitas verdes”. Luego, anoto “rojas”, “azules”… No me convence demasiado lo de las braguitas. Por eso, a renglón seguido, tengo escrito “El misterio de las medias rojas…, verdes…, azules...” Y luego unas líneas en las que anoto que pueden aparecer en la maleta de un ejecutivo o de un profesor tras un viaje y las descubre su mujer. Pero ¿...y luego? Habrá que dar salida a las medias, explicar si eran usadas o nuevas, y construir una narración lógicamente rubricada por ese ‘misterio’ que aparece desde la primera nota y que ahora mismo no encuentro por ninguna parte. Esta tarde, sin embargo, me ronda otra posibilidad. En mis notas se titula “Amor y gastronomía” e imagino un relato quizás a dos voces en el que se mezclan por igual el sexo y la cocina, escenas de cama y momentos de uno o los dos personajes en la cocina elaborando platos sofisticados, de nombres larguísimos —tengo anotado uno de los postres de la carta de mi restaurante favorito: “Cremoso de queso con galleta y mermelada de frutas del bosque perfumado con miel de romero”—, como preámbulo de largas sesiones de cama. Sexo y afrodisíacos. La propuesta, me fascina, pero ¿cómo lo desarrollo? O por decirlo de una manera directa, ¿cómo los saco de la cama? En fin, y en resumen, es día 14, el tiempo se me echa irremediablemente encima, mi libretita de marras echa chispas cada vez que vuelvo a abrirla y sigue sin ocurrírseme nada. No me va a quedar más remedio que cerrar el ordenador, irme a la cama y renunciar a colaborar en este número de Luz y Tinta. Quizás mi impotencia se vea recompensada por alguno de los lectores que me eche de menos y escriba un párrafo halagador en el post de la revista, menospreciando a quienes han tenido una idea, la han desarrollado felizmente y han llegado a tiempo de enviar su colaboración en el plazo previsto, no como yo, que me he quedado en el dique seco y vago ahora mismo por unos inaccesibles cerros de Úbeda.
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La mujer del banco Llegué al parque con la bici, tijeras, la funda de un portátil y cámara de fotos. Busqué un banco con intimidad y a la sombra. La de los árboles más frondosos estaba ocupada. Uno que parecía vacío tenía una camiseta colgada en el respaldo. Después me di cuenta de que también había un cuerpo tendido sobre el asiento. Pensé en un vagabundo. Al acercarme comprobé que era una mujer, y que no tenía aspecto de vivir en la calle. Vivirá cerca, me dije, y habrá pasado mala noche. Eran días de mucho calor. Al amanecer, habría salido a respirar y caería en la tentación de echar una cabezada. Y todo esto lo pensé como si fuera parte de la rutina de cualquier mujer. Imaginé su casa. Un infierno de cuarenta metros cuadrados sin ascensor, el último piso de uno de esos bloques de colonias construidas sin escrúpulos en los años sesenta, cuando el parque aún no existía, y los inmigrantes con el botijo en la puerta de la calle, daban bocanadas de pez antes de dormir. Eran de pueblos de Extremadura, de Guadalajara, de toda España. Cuarenta años más tarde, los emigrantes de aquellas casas procedían de América Latina, África o del este de Europa, como la mujer del banco. Sentada en la hierba a la sombra de los plátanos, descosí la cremallera negra de la carcomida funda (para algo serviría), y tomé unas fotos de la bici. Tenía idea de venderla. Antes de salir del parque, me paré un rato en un largo paseo de columnas unidas por dinteles de madera. Las enredaderas cubrían tan solo los puntos de ligazón. A través del techo rayado de la pérgola se filtraba el sol y las nubes. El paseo estaba rodeado de olivos, más allá de los olivos, plátanos, y cipreses, y álamos
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por Gloria Soriano
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Septiembre 2015
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Sentada en la hierba a la sombra de los plátanos, descosí la cremallera negra de la carcomida funda (para algo serviría), y tomé unas fotos de la bici. Tenía idea de venderla. Antes de salir del parque, me paré un rato en un largo paseo de columnas unidas por dinteles de madera.
que ocultaban los edificios de la ciudad. Sobre el apagado rumor de los coches, se imponía el de la fuente y los pájaros. El aire que faltaba en el asfalto, allí circulaba. Era como una isla mediterránea en una ciudad sin mar. Regresé a casa a la hora de comer, feliz, drogada de naturaleza. Pasé la tarde leyendo y haciendo traducciones. Un ventilador movía el aire caliente. Las gotas de sudor me entraban en los ojos y deseé volver al parque. Al día siguiente dediqué la mañana a traducir la revista Luz y Tinta para su edición en ruso. Comí temprano y hui al parque con la bici. En la mochila llevaba una toalla, un libro, papel y lápiz. El sol caía perpendicular. Me detuve en el mismo punto donde el día anterior había salvado de la basura a una cremallera. Aunque parecía que era la misma sombra de ayer, ésta venía de otros árboles, porque la tierra se mueve y se descoloca el sol. Será porque la tierra no deja de moverse, que todo me parece trastocado. Sujeté la bici en su pata de cabra, extendí la toalla en la hierba y me senté. Miré a mi alrededor. El mundo era brisa caliente, ruido de hojas secas, canto de cigarras. La mujer del parque que ayer vivía en un piso de cuarenta metros cuadrados, hoy había tendido la colada al sol. Desde el banco de enfrente vigilaba el tendal. De momento nadie más. De vez en cuando una aparición fugaz de otras vidas. Un hombre con botella de agua y perro, se sentó un instante y le dio a beber de la mano, la misma con la que después le regó el lomo, hasta agotar la botella. Sólo agua para el perro. Ese hombre iba a morir de deshidratación. Una escultura andante, de músculos marcados, pelo gris prematuro y polo de ir a la oficina, se perdió con sus zapatos de suela entre los olivos. Unos metros más allá, una mujer se sentó a comer de un táper que sacó del bolso. Sentí ganas de hacer lo mismo, no por hambre, sino por el placer de comer en esa isla, libre como una nube, en la paz de los olivos y los cipreses. El aire caliente de la siesta envolvía recuerdos de mi niñez, de aquellos días seguros en que mi padre descendía para mirarme y me daba la mano. Quedarme para siempre en ese parque, en esa casa abierta, paraíso sin culpa, en ese momento anterior al luto negro y al silencio de la muerte. La mujer sin casa doblaba la ropa seca. La guardó en un bolso grande de colgar al hombro, un modelo más común en las calles de la ciudad que en los parques, y se alejó digna, con un rumor de palabras. ¿Hablaba sola? ¿Era una radio? ¿Era un teléfono? Desde esa distancia, y con la brisa en contra, me ofusqué. Hablaba sola. El tercer día después de desayunar, aunque tenía trabajo pendiente, ni tan siquiera encendí el ordenador. Añadí en la mochila el portátil, un táper con comida y pedaleé rápido hasta llegar junto al banco en el que vivía la mujer. Me instalé mucho más cerca de ella que otras veces. Pasé de espiarla desde lejos y a hurtadillas, a mirarla en silencio, con fijeza. En ella habitaba Marie, una extranjera errante que se detuvo unos días en el pueblo de mi infancia. Cuando terminaba la clase, corríamos hasta la chopera donde, apoyada en el tronco de un árbol, llenaba cartulinas con dibujos de colores, en un estilo que después supe se llamaba naif. Para mi eran las mejores pinturas nunca vistas. Había en ella una tranquilidad y despreocupación tan distinta a la de mi madre, que me fascinaba tanto como los gitanos, con su arte de titiriteros o de recomponer latones, con su olor a humo y a caminos de libertad. Libres. Libres jugábamos en la calle sin temor al sol, ni al frio. La mujer del parque estaba inmóvil, sentada en su banco, con la mirada atenta al infinito. Miré donde ella miraba. El vuelo de una urraca se cruzó en el cielo y la seguí hasta llegar a las eras donde picoteaban el grano, que mi abuelo y yo trillábamos en círculo. Vuelta tras vuelta. ¿Hasta cuándo, abuelo? Hasta que el cielo se encienda. Y al crepúsculo, jubilosa, sentía el contacto de aquel horizonte de fuego, tan lejano. El ordenador ni tan siquiera lo saqué de la mochila. ¡Había tanto que mirar! Siguiendo a las mariposas, viajé de nuevo hasta los días del paraíso. En uno de mis regresos advertí que la mujer del parque ya no estaba. Desde su banco, mi banco, contemplo de noche las estrellas.
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Jose Maria Morales, productor de Wanda film
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Cien días de soledad Estos días hemos despedido temporalmente a un buen amigo, que se va a poner a prueba recluyéndose de forma voluntaria durante cien días en una cabaña en los montes de Caso. Alejado del contacto humano y con la sola compañía de su huerto, unas gallinas y un caballo que le ayudará en sus desplazamientos por aquellos parajes, transportando enseres y un equipo de filmación con el que pretende documentar la supervivencia en un entorno que, si ahora es aceptable, pronto vendrán los fríos y las nieves, nieblas y ventiscas, y soledad, sobre todo, soledad. Él, José Díaz, asturiano, de Oviedo, es un reputado fotógrafo, buen conocedor de aquellos montes, y autor de varios libros de fotografía que plasman con un gusto exquisito la naturaleza y los lugares de ese edén que es Redes. Allí tendrá que apañárselas sin teléfono, internet, luz eléctrica, y con su capacidad para alimentarse de lo que la naturaleza y su pequeña granja le pueda proporcionar. Periódicamente, dejará el material de filmación en un lugar convenido, donde uno de sus hijos lo recogerá y le proporcionará discos y baterías de recambio. Después vendrá el trabajo de seleccionar esas tomas y montar uno de los mejores documentales sobre el parque de Redes que se hayan hecho hasta ahora. Hay grandes profesionales para esa tarea que han recibido los parabienes de unas cuantas cadenas de televisión, dispuestas a colaborar con todos los medios en esa labor. No es un reality como estamos acostumbrados a ver en las televisiones, donde unos cuantos “famosos” se recluyen en lejanas islas a contar sus miserias. Aquí solo estará este hombre y la naturaleza, no siempre benévola. Corzos, rebecos y lobos serán sus vecinos de diario, y estamos seguros que las imágenes que llegaremos a ver nos harán apreciar la naturaleza salvaje en su forma más pura. El parque de Redes es el gran desconocido, y no precisamente porque no atesore una de las naturalezas más hermosas de cualquier parque nacional, sino por el poco apoyo que recibe de quienes tendrían que promocionar este espacio al sitio que se merece.
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por Monchu Calvo
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Jose Diaz, protagonista de la aventura.
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En mis colaboraciones mensuales intento trasmitir un poco de la belleza de este lugar, enseño parajes de especial belleza, hablo muchas veces de las personas que en ellos habitan. Unas cuantas veces amigos moldeadores hemos pasado jornadas inolvidables recorriendo sus caminos y parajes, compartiendo momentos que intentamos conservar en nuestra memoria, porque nada hay más placentero que disfrutar entre amigos de lo que nos gusta. Naturaleza y fotografía. Cien días dan para recoger las estaciones cambiantes, las luces de los amaneceres, los ocasos que nos emocionan, la mirada fugaz de un venado absorto en la conquista de la hembra. El tímido zorro que acostumbrado a nuestra presencia, se deja caer por si nuestra generosidad le ofrece un trozo de comida. Todo eso esperamos ver cuando el documental esté listo para su visión. No dudamos de la capacidad profesional de nuestro amigo José, para capturar esos instantes, porque ya nos lo ha ofrecido en los varios libros que ha publicado, y os puedo garantizar que sabe hacerlo muy bien. Quizás todos hemos tenido ese sueño que nos gustaría haber realizado en nuestra vida. La mayoría de las veces, lo vamos dejando porque nos asusta ese reto. Porque tenemos obligaciones laborales o circunstancias familiares que nos lo impiden, o porque soñar es fácil, pero la realidad es el mundo que a diario tenemos que vivir. En este caso, nuestro amigo ha dicho que es posible y que lo va a llevar a cabo, y con una sonrisa y con su mano levantada lo vimos alejarse por el camino a su cabaña, seguro que va a realizar un sueño, y que va a compartir con todos nosotros, cuando lo veamos regresar en el solsticio de invierno, allá para los últimos días de diciembre, donde los músicos de la orquesta sinfónica de Asturias, y todos los amigos que esperamos su vuelta, nos reuniremos en un paraje de Redes para escuchar a Mendelssohn y darle un abrazo de reencuentro. El sueño se habrá cumplido, y nosotros disfrutaremos viéndolo convertido en la belleza de sus imágenes.
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José Díaz, asturiano, de Oviedo, es un reputado fotógrafo, buen conocedor de aquellos montes, y autor de varios libros de fotografía que plasman con un gusto exquisito la naturaleza y los lugares de ese edén que es Redes. Allí tendrá que apañárselas sin teléfono, internet, luz eléctrica, y con su capacidad para alimentarse de lo que la naturaleza y su pequeña granja le pueda proporcionar.
Mi caja de herramientas Dicen que el programa PhotoShop aún no ha descubierto todo su contenido. Yo creo que este programa es como un montón de herramientas tiradas por el suelo y que luego cada individuo recoge una o varias, las sube a su mesa y compone su trabajo. Supongamos que este editor de imagen, se nos mostrara de forma física, fuera de pantalla y lo pudiéramos tocar y sentir con las manos. ¿Que ocurriría? De seguro que nos veríamos más identificados y nos despertaría las ideas de composición. Con la invención del ordenador, clasificábamos documentos y los guardábamos y, si queríamos algo, escribíamos letras y nos aparecía nuestro trabajo guardado. Sin dudas que nos acomodaron nuestras labores. Aparece Internet y con ello los buscadores en http//:, y nos vuelven a redireccionar nuestra vista hacia lo cómodo y es algo que nos parece estupendo. En fotografía nos sacan fábricas de composición de fotos, plugins y otros mercados de construcción, donde no tenemos que dar un paso para ser los mejores de
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por Ricardo González “Completu”
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la web y con ello ganar concursos y creernos superiores a quienes tenemos menos dinero para estos gastos. Volvamos, y en mi caso a unos cuarenta años atrás, para volver a entender lo que nos está ocurriendo y como sin un procesador de imagen nuestro profesores se las ideaban para que aprovecháramos nuestros estudios. Primer día de clase en un taller de iniciación para ajustadores mecánicos: Dentro de una nave industrial, el maestro industrial nos coloca en nuestro banco de trabajo y encima de éste hay una mordaza de apriete, una lima triangular entrefina de tres pulgadas, una sierra manual para corte de metales, un trazador de acero y un trozo de hierro plano y con los contornos deformes. Se coloca delante de nosotros y nos dice que hagamos con lo que tenemos delante una herramienta de escuadra a 90º justos, porque será la base de todas las construcciones que se harán durante el curso que empezamos. Los que habíamos estudiado por ciencias, pedíamos un transportador de ángulos y los de letras una plantilla en forma de “L”. Después de dos cigarros (porque de aquella se podía fumar en los talleres), y mirando aquello que teníamos encima de la mesa –y pensando “Este cabrón, se quiere reír de mi”–, el profesor nos dice levantando lo brazos y con las palmas de la mano hacia arriba: “Mirad vuestro entorno, todo lo que necesitáis está delante de vosotros”. Claro, claro que lo teníamos y no lo veíamos. Delante de nosotros había la unión de dos tabiques (perfecta línea vertical) y arriba con el techo y abajo con el suelo hacían otras líneas horizontales, que al unirse con la primera componían un ángulo de 90º. Ya sin contar con las ventanas, puertas, columnas, etc. etc. Ahora solo teníamos que poner el hierro, entre nuestra vista y las verticales y horizontales de los tabiques, y con la parte lisa de la hoja de sierra marcar con el trazador. Y así ya teníamos nuestra plantilla. Con la primera escuadra de 90º, podíamos hacer el resto de plantillas de cualquier medida angular ya que, cortando por la mitad, teníamos un ángulo de 45º, que si lo sumamos al anterior componíamos otro de 135º, y así sucesivamente.
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Bajo mi punto de vista, Photoshop nos ha soltado todas las herramientas conocidas y las descubiertas por ellos y nos las han tirado a la pantalla; eso sí, ordenadamente. La mayor parte de las composiciones fotográficas están basadas en un principio de herramienta llamado PINCEL y podemos hacer las formas que nosotros queramos y usarlo como primarios. Para crear un pincel: -Archivo/ crear nuevo -Hacer figuras, firmas, formas con contorno y sin contorno exterior, rayas, picos salientes, etc. / seleccionar con herramienta de selección (si usamos la varita mágica haremos Selección/ invertir selección). -Edición/ Definir valor de pincel (si no te aparece a simple vista, levanta los brazos con las palmas de las manos hacia arriba y clica en Edición/ mostrar todas las opciones del menú). Ahora sí que tenemos una potente herramienta con unos principios de todo lo que la vamos a encontrar en los tamaños y durezas al clicar en la barra de herramientas que tenemos por defecto en vertical, con brocha, clonar, borrador, dedo, enfoques, desenfoques, exponer, subexponer, etc. Para hacer cualquier tipo de trabajo, siempre duplicaremos la Capa, por si tenemos que bajar opacidad, borrar sobrantes o cualquier otra adversidad.
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La mayor parte de las composiciones fotogrรกficas estรกn basadas en u formas que nosotros queramos y usarlo como primarios.
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un principio de herramienta llamado PINCEL y podemos hacer las
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Si lo que queremos es dar un efecto de velocidad a nuestras fotos, haremos nuestro pincel con formas de picos o acabado en rayas y, con la opción Dedo, iremos estirando de los contornos deseados. Para arrastrar haciendo un efecto de brocha, en forma de paleta de cremas, pastel, óleo, crearemos nuestro pincel con formas redondas grandes y pequeñas sin perímetro general. Cuando queramos plasmar nuestro trabajo con líneas y dibujos vectoriales y cerrados usaremos la brocha de pintar con el color deseado. Esas filigranas que vemos con distintas formas de humos e incluso nuestra firma, también la podemos crear y usar como si fuera un Tampón de empresa. Para confeccionar nuestra creación en pincel, como todo en esta vida, también hay dimensiones y por tanto, al menos en mi programa no me deja hacerlos mayores de 2500 pixel. Ahora y sin ni siquiera arrimarme a los conocimientos de aquel profesor, también podemos decir que, todo está delante de nosotros, solo tenemos que verlo; y la verdad es que, si no queremos levantar los brazos, os aseguro que no hace falta, solo levantar la mirada al entorno.
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Vista general de la zona desde el Asperillo
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El majadal por Juan Depunto …Su olor medicinal dan a la sombra los eucaliptos: ese olor antiguo que, más allá del tiempo y del ambiguo lenguaje, el tiempo de las quintas nombra…
JL Borges
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La novela con su personaje y el escritor de la misma son reales. El autor de este reportaje ha sido autorizado por el escritor de la novela, al que le agradece su deferencia, para reencarnarse provisional y literariamente en su personaje Jeremías. La mayoría de los hechos que relata y lo que dice es cierto, pero a veces cobra vida propia, se escapa de todo control y habla por su cuenta. Para aclararse, el lector tiene solo dos opciones: leer la novela y visitar el poblado.
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Me llamo Jeremías1 y soy un personaje de una de las novelas de Juan Villa, concretamente de la que tituló Crónica de las arenas. Mi creador nació, como yo, en estos parajes de Almonte, aunque él lo hizo en la villa y yo en el campo; llegó a conseguir Cátedra de Literatura en su Instituto de Enseñanza Media y desarrolla su actividad como escritor, columnista de periódicos y crítico literario. Conoce bien estos territorios, mejor incluso que yo, que también soy de la tierra. Sus orígenes le llevaron a elaborar una tetralogía sobre estos entornos de su infancia, adolescencia y juventud, de su vida entera, de la que forma parte esta novela. En ella viene a contar la historia de estos poblados de repoblación forestal del extinto Patrimonio Forestal del Estado, que tras la guerra civil se encargó de su explotación. Los poblados son varios pero en aras de la sencillez los ha agrupado en uno de ellos al que ha bautizado como “El Majadal”. No busquen, pues, en su
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moderno Google Map este nombre, ya les digo que es ficticio y si acaso el que más se le parece sería el poblado de “Los Cabezudos”, sobre el que nos vamos a centrar y al que se refieren la fotografías realizadas por mi amigo Juan Depunto, transcriptor de mis palabras. Fui seminarista y por ello estuve ayudando al cura de El Majadal en sus funciones litúrgicas. Pero a la vez estudiaba porque quise llegar lejos y en la época acercarse a la iglesia era un camino de progreso. Les voy a contar algunas cosas de este poblado, empezando por cómo poder llegar a él. Saliendo por la avenida de Los Cabezudos de la villa de Almonte, la sede del municipio donde habita la Blanca Paloma, deberán seguir por la carretera A-484 con dirección suroeste y atravesarán la autovía que viene desde Sevilla y Huelva para ir hacia la playa de Matalascañas y Doñana. Tengan cuidado en no seguir hacia la aldea donde tiene su ermita la Virgen del Rocío, y mucho menos en épocas de devociones marianas, sobre todo en la principal, por Pentecostés, pues la “aldea” llega a albergar a más de un millón de seres humanos, más sus bestias animales y enseres, así que imagínense las aglomeraciones. Atravesada la autovía de cuatro carriles, referencia importante, el trayecto progresa por un camino de tierra y grava ahora rotulado como H-6248; está en bastante buen estado de conservación, salvo que haya habido lluvias torrenciales que a veces descargan con furia todo su agua. No se requieren permisos ni hay vigilancia alguna, y esa falta de regulación viene a facilitar cierta expoliación y destrucción injustificables. Cuando lleven unos kilómetros, casi quince desde que salieron, circulando en dirección siempre suroeste, aparecerá la señal de “Los Cabezudos”: han llegado a su destino, que se encuentra entre el arroyo de la Rocina y la algaida de la Osa. El entorno, durante todo el camino y en el poblado, es una inmensa extensión de pinos y eucaliptos que ha venido a sustituir al desértico panorama de arenas y dunas que a su vez era consecuencia de la tala de los bosques originales de encinas y alcornoques de siglos pasados. Había que mantener armadas imperiales con maderas para fabricar barcos y leña para alimentar los altos hornos donde se fabricaban los cañones que portaban… Es lógico pensar que los bosques deberían ser repoblados con su flora original y propia de la región, pero tras siglos de desertización, antes es necesario recuperar el suelo perdido acudiendo a matojos de monte bajo primero y a especies de crecimiento rápido después, para finalmente irlas sustituyendo por las especies arbóreas autóctonas, como el alcornoque, la encina y demás. Es lo que actualmente se debería estar haciendo.
Los vertidos a los ríos, especialmente al Riotinto y de ahí su nombre, también fueron un foco de destrucción de la vida natural de sus cauces.
El eucalipto en particular acumula mala fama. En este sentido, hace pocos días el periódico Huelva Información hablaba de ello y recordaba la intervención que en 1979 tuvo en el Congreso el diputado por Huelva y secretario general del PSOE, Carlos Navarrete, donde proclamó, un tanto exageradamente, ante el asombro de todos: “El eucaliptus es un árbol de derechas porque sólo produce beneficio al empresario. Es genocida porque afecta a la fauna y a la flora. Es anticristiano porque va contra lo que debe ser el idílico paraíso terrenal; y es además un vampiro vegetal, analfabeto e imperialista”. Sin embargo este monaguillo que suscribe considera que quienes transformaron estos arenales en bosques, aunque lo hicieran con pinos y eucaliptos, bien merecían una medalla, por mucho que sus mentalidades estuvieran muy lejos de la ideología que sustentaba el ingeniero jefe del poblado y muy otros los intereses que les movieron a ello. A los repobladores de la época no les movía una sensibilidad ecologista que sencillamente no conocía la sociedad española, a pesar de que fue también la provincia de Huelva de los primeros lugares donde comenzaron los movimientos más tarde llamados ecologistas. Este primer movimiento del que se tiene constancia tuvo también un carácter claramente anarquista. A finales del siglo XIX los ingleses explotaban las minas de la Sierra Norte de Huelva (Riotinto en particular). Una de las fases de la explotación minera dependía de las teleras, un sistema de calcinación del mineral (para
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El entorno, durante todo el camino y en el poblado, es una inmensa extensión de pinos y eucaliptos que ha venido a sustituir al desértico panorama de arenas y dunas que a su vez era consecuencia de la tala de los bosques originales de encinas y alcornoques de siglos pasados
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obtener el cobre) que produce grandes cantidades de humos con un contenido de productos químicos altamente tóxicos que envenenaban a los mineros y a sus familias en los cercanos poblados. Terminaron rebelándose y fueron fuertemente represaliados por nuestro propio ejército y guardia civil que, al servicio del gobierno de turno y no del pueblo, protegía los intereses de los ingleses para lo que no dudaron en disparar indiscriminadamente a los manifestantes, matando a mineros, mujeres y niños… Cito textualmente la ponencia del Curso de Doctorado en la Universidad de Huelva de M. Paz Díaz Domínguez: …Un ambiente de conflictividad que alcanza su mayor expresión el 4 de febrero de
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1888 cuando los trabajadores de la Cuenca Minera protagonizan una manifestación contra las condiciones laborales de la colonización inglesa. La protesta se centró en las calcinaciones de mineral al aire libre –llamadas teleras o ‘humos’-, porque a partir de 1880 la situación ambiental en los municipios del entorno de la mina se hizo insostenible al incrementarse la cantidad de cobre calcinado. Las calcinaciones de las teleras podían durar entre seis y doce meses (Ferrero Blanco, 1994: 14). Tras varios días, la huelga de 1888 finalizaba en Riotinto con una marcha en la que participaron 12.000 obreros. Este episodio pasó a ser conocido como ‘El Año de los Tiros’ por su trágico final: “El Ejército y la Guardia Civil vigilaban a los manifestantes. De pronto, sin que se dieran los toques de atención, hubo tres descargas, seguida de otra de bayoneta calada. La cifra oficial de muertos fue de 13, aunque la prensa habló de 48 y de más de 100 heridos” (Lacomba, 1996: 339). Eso sí, otras fuentes hablan de “20 muertos y 150 heridos entre los huelguistas” (Maurice y Serrano, 1977: 9). Es cierto que, como consecuencia de esta protesta, el Gobierno dicta un real decreto prohibiendo las calcinaciones, pero la compañía minera respondió con una
Mira, Platero, cómo han puesto el río entre las minas, el mal corazón y el padrastreo. Apenas si su agua roja recoge aquí y allá, esta tarde, entre el fango violeta y amarillo, el sol poniente; y por su cauce casi sólo pueden ir barcas de juguete. ¡ Qué pobreza ! Volviendo a nuestro poblado, les diré que el objetivo de la repoblación era abastecer de madera a la cercana papelera de San Juan del Puerto y otras del Estado. La primera impresión al entrar en el poblado es la de una mezcla entre un típico pueblo del oeste americano y la de un campo de concentración: un conjunto de edificaciones regularmente dispuestas y abiertas en el claro de un bosque de eucaliptos y pinos, barracones alineados a un lado para los llamados en la época productores, la iglesia y los edificios de las autoridades al otro, la cantina en medio, grupos de árboles, generalmente eucaliptos pero no solo ellos, entre los que destaca el grupo de los llamados Doce apóstoles, una docena de estos ejemplares que debieron plantarse los primeros, junto a la casa del ingeniero director del poblado y explotación, los más grandes del lugar.
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tremenda represión que acabó con el movimiento obrero en Riotinto. Tanto fue así que uno de los principales dirigentes sindicales de la comarca, Maximiliano Tornet, tuvo que abandonar la zona después de la huelga por su protagonismo en los hechos, a pesar de que permanecía en la Cuenca Minera desde 1883 (Ruiz Ballesteros, 1998). Los vertidos a los ríos, especialmente al Riotinto y de ahí su nombre, también fueron un foco de destrucción de la vida natural de sus cauces. Juan Ramón Jiménez lo explicaba así en su Platero y yo:
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Detrás de la iglesia se encuentra el hospital, un pequeño edificio en U, la casa del cura, alguna que otra más dedicada a almacenes y oficinas, y la única vivienda habitada, un chalet rosa-fucsia que hasta hace poco ocupaba un antiguo guarda del ICONA jubilado. El personaje es peculiar y sólo recibía a familiares. Esta macroexplotación forestal acabó tan impetuosamente como empezó, mientras languidecía el régimen franquista que la creó. En los años setenta empezaron a infiltrarse los primeros aires del ecologismo moderno; el llamado Patrimonio Forestal del Estado cambió de nombre y pasó a llamarse Instituto para la Conservación de la Naturaleza, el ICONA. Se consideró un error todo lo hasta entonces hecho en los últimos 40 años y se comenzó a desmontar la explotación, siendo la mayor parte de los documentos incinerados por orden de las autoridades de la época, para finalmente dejarla abandonada a su suerte. Es casi milagroso, si no fuera por lo apartado que queda, que todavía se conserven sus ruinas y su historia, aunque ésta última gracias fundamentalmente a las pesquisas de nuestro novelista y a su recopilación en este libro que podría militar en la llamada novela histórica. --------------------------------Referencias documentales:
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1. J. Villa. Crónica de las Arenas. Ed. Andalucía abierta (grupo JM Lara). Sevilla 2005. 2. M. Paz Díaz Domínguez. La revolución a través de la imprenta. Los comienzos de la prensa obrera de Huelva en el siglo XIX. Curso de Doctorado 2011. 3. Maximiliano Tornet. Wikipedia, 2015. 4. “Nuevas plantaciones de eucaliptos amenazan con desertizar Doñana”. Huelva Información, julio 2015. 5. Jiménez-Cáceres, E. y cols. Guía de la Faja Pirítica Ibérica. Historia y Naturaleza. Ed. Junta de Andalucía, 2006.
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Madrid, Cantabria, León, Burgos, Huesca, Pontevedra, Salamanca y, por supuesto, Asturias, son los lugares de procedencia de los sesenta fotógrafos que asistieron los días 20 y 21 de septiembre al curso sobre composición en fotografía que impartió en Pola de Laviana el profesional José Benito Ruiz. El seminario, organizado por la Asociación Fotográfica "Asturias a contraluz", trató de centrarse en una de las partes más importantes del arte fotográfico y que supone "el 90 por ciento" del impacto visual de la imagen. José Benito Ruiz destacó que la composición "es algo que al principio suena a chino porque no está divulgado como debería, pero es muy importante". El fotógrafo, que es la primera vez que colaboraba con "Asturias a contraluz" afirmó sentirse "encantado" con sus alumnos, porque "hay gente que tiene mucho nivel, además, están muy atentos y se ve que les interesa la composición". Tras esta primera experiencia, el profesional volverá a repetir seminario dentro de un año, aunque con una temática muy distinta. El secretario de "Asturias a contraluz", José María López Velasco, más conocido como "Chema Redasturcón", destacó que José Benito Ruiz "es el maestro de los maestros, de hecho no para quieto y la semana que viene se va a Italia, así que para contar con él hay que coger fechas con casi un año de antelación, por eso ya hemos cerrado el seminario para el año que viene". En cuanto al curso de composición, López Velasco destacó que "es una parte de la fotografía en la que más cojeamos, por eso era importante hacer hincapié en ella". El seminario es completamente teórico, aunque sus participantes no descartan hacer una salida una vez que hayan terminado las clases, aunque de forma particular. La composición tiene mucho que ver con la ubicación en la que se pretenden tomar las imágenes, "tiene que ver puntos, líneas, diagonales, círculos, rectángulos... un esquema de cómo vas a
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Fotografía creativa en Laviana
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componer la fotografía, ya que dependiendo de los elementos en el encuadre, será más o menos complicado hacer la composición", explicó. El seminario fue organizado en dos jornadas. La primera, se centró en conceptos como la sintaxis visual, los elementos de la composición, el punto, la línea, el color, la textura o la escala. También se visionaron vídeos con trabajos de composición. En la segunda jornada, los alumnos se centraron en la realización de análisis y evaluación de las imágenes, el modelo de comentario de imágenes, los concursos y los jurados y tuvo como colofón una salida práctica a la playa del Sablón, donde se pudieron poner en práctica los conceptos teóricos impartidos por José Benito Ruiz.
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[Fuente: La Nueva España]
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Festival Aéreo Gijón Diez Años de Historia
Este año se ha cumplido el décimo aniversario del Festival Aéreo de Gijón, que en sus orígenes se llamó “Memorial aeronauta Jesús Fernández Duro”, pasando a recibir el nombre de Festival Aéreo Gijón en su segunda edición. Gijón es una ciudad costera del Principado de Asturias; comunidad autónoma al norte de España. El festival se ha ido consolidando durante estos años como gran atracción turística veraniega. Se suele celebrar el domingo del último fin de semana de julio, durante la semana anterior se celebran múltiples actividades complementarias. Su vistosidad se ve incrementada por el entorno en el que se celebra, la Playa de San Lorenzo. Su paseo (conocido entre los habitantes y visitantes habituales como “el muro”) es, entre otros puntos de observación, el más codiciado. Todas las evoluciones de los participantes se hacen frente a la escalera número 12, que da acceso al arenal (coordenadas GPS de playa de San Lorenzo Gijón: N 43° 32’ 37’’, W 5° 40’ 18’’). El festival ha ido evolucionado en madurez, vistosidad y austeridad.Debido a la crisis económica se han ajustado los gastos sin mermar su vistosidad. Cada año se ha contado con la presencia fija de los equipos de salvamento marítimo, extinción de incendios de bomberos de Asturias y equipos de extinción de incendios de la Unidad de Emergencias del ejército (UME). Los festivales tienen una estructura similar buscando la variedad y sorprender a un público cada vez más exigente. Podemos ver aviación moderna y clásica tanto civil como militar, acrobacias, salvamento marítimo y extinción de incendios. También tiene participación el paracaidismo civil y el militar con la presencia de la PAPEA (Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejercito del Aire). Las actividades complementarias durante la semana anterior a su celebración son tan variadas como charlas relacionadas con la aeronáutica, simuladores de vuelo (puestos a disposición del público con instructores que les ayudaban a dar
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por Juan José Pascual
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El festival ha ido evolucionado en madurez, vistosidad y austeridad. Debido a la crisis econ贸mica se han ajustado los gastos sin mermar su vistosidad.
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sus primeros pasos dentro de los vuelos virtuales), exposiciones fotográficas, de maquetas, de equipamiento de aviones y de pilotos, así como firmas de posters por miembros de las patrullas participantes en los mismos. Las patrullas acrobáticas civiles y militares realizan unas series de ejercicios que aunque comunes en su forma, varían su ejecución según sea la aeronave. Alabeos (rotaciones del aparato sobre su eje longitudinal, eje imaginario que va desde el morro hasta al cola), cabeceos (movimientos sobre el eje transversal, eje imaginario que une las puntas de las alas), guiñadas (movimiento del avión sobre el eje vertical, eje imaginario que pasa por el centro de gravedad del avión y es cruzado por los ejes longitudinal y transversal), cruces, toneles, loops (también conocidos como rizos), vuelos en formación, maniobras de pérdidas de sustentación y barrenas. Las patrullas acrobáticas civiles fueron la checa Red Bull Flying Wolf Patrol y la italiana Pionner Team, sorprendiendo ésta en una edición con el lanzamiento se bengalas y en otra dibujando la bandera de España con su humos. Los pilotos acrobáticos civiles Ramón Alonso (participó en varias ediciones con arriesgados ejercicios), Castor Fantoba, Melissa Pemberton (USA) y Jorge Macias, llenaron de acrobacias la bahía gijonesa. La asociación de Ultraligeristas del Principado de Asturias, con su carrusel de ultraligeros; captó la atención de todos los presentes, en una edición en especial; con el Rutan Long EZ por su forma tan futurista. También el pequeño y maniobrable helicóptero Robinson R-44 Raven tuvo también su hueco. La presencia de patrullas militares corrió a cargo del Ejercito del Aire de Portugal con la patrulla ASAS (la proximidad con la que volaban sus dos integrantes, hizo en momentos que pareciesen un solo avión). Por parte del Ejército del Aire español la Patrulla Águila, superándose año tras año dio testimonio de por qué se la considera una de las mejores patrullas acrobáticas europeas. Regalándonos con los dibujos de sus humos el recuerdo de sus trayectorias a gran velocidad, un corazón atravesado por una flecha y la ya imprescindible bandera de España cruzando de la bahía.
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La patrulla ASPA del Ejército del Aire (helicópteros EC 120 Colibrí), demostró en varios festivales el poder de maniobrabilidad de estos aparatos, en las expertas manos de sus pilotos. Nota nostálgica pusieron los aviones Antonov AN-2, Aero L-39C, De Havilland Canada DHC-1 y Chipmunk, Hispano Aviación HA-220 Super, Beechcraft Barón, Nort American T6 Texan, Beech T-34 Mentor y el Beechcraft C-45H Expeditor, North American-Rockwell OV-10B Bronco y la Cessna O-1E Bird Dog (volando ambos en formación algo que nunca había sido visto), North American T-6 “Texan” y el Beechcraft 18, North American P-51 Mustang L4 y Bucker (realizaron una recreación de persecución aérea), la formación del DC 3 escoltado por los Mustang P 40 y P 51, una imagen para el recuerdo de todos los amantes de la aviación. La participación militar tuvo varias vertientes, al margen de las patrullas acrobáticas, aviones, helicópteros y tres ejercicios de simulación; uno de rescate marítimo, otro de despliegue y recogida de tropas y el tercero un ejercicio de rescate de rehenes, con figurantes haciendo las veces de terroristas y rehenes. Los helicópteros Super Puma (salvamento), Agusta Bell AB-212 (desembarco de tropas) y el Sikorsky SH-60B Seahawk, (helicóptero naval polivalente) llegaron a actuar muy cerca del público viendo nítidamente los saludos con la mano que hacían sus ocupantes al público. Los aviones militares fueron, Eurofigther “Typhon”, Mirage 2000, EF-18M Hornet, Dassault Rafale, F-16AM DEMO TEAM, McDonnell Douglas EAV-8B Harrier II Plus, Bell-Boeing V-22 Osprey (un convertiplano, aeronave de rotores basculantes que tiene capacidad de despegue y aterrizaje vertical); participante muy codiciado y que se consiguió al final. El paracaidismo civil fue representado de la mano de Álvaro Bultó, Santi Corella y Toni López. En el IX Festival se tuvo un emotivo recuerdo a título póstumo para Álvaro Bultó, quien falleció el 23 de agosto del 2013 haciendo wingfly (modalidad de paracaidismo extremo que él practicaba, llegando a alcanzar los 160 km/h). La patrulla PAPEA en todas sus intervenciones captó la atención del público con el relativo de campana en stack (tres paracaidistas bajando en vertical con los pies apoyados en los hombros del que tiene debajo), portando la bandera de España. Los paracaidistas arrancaron gritos de asombro cuando dos de ellos, cogidos de las manos, cual si de una hélice se tratase; descendieron dando giros con sus
paracaídas abiertos, soltándose muy próximos a la línea de tierra ante la mirada atónita del público. En cuanto a extinción de incendios y salvamento, el hidroavión Canadair CL-215T de la Unidad Militar de emergencias realizó giros de 360 º, recogió y descargó agua. Bomberos de Asturias sorprendió en uno de los festivales con una maniobra en la que implicó a dos helicópteros, uno de ellos equipado con el “bambi” (bolsa para recoger agua y lanzarla sobres los focos de incendios). El Helimer Cantrabico (Rescate marítimo), realizó simulaciones de rescate unas veces solo y otras simultáneamente con bomberos de Asturias en diferentes puntos de la bahía; en una de las ediciones con un ejercicio de localización y rescate combinado con el CASA CN-235-300. En estos años he conocido a grandes personas, grandes profesionales, nuevos amigos y cada año compartimos anécdotas, disfrutamos de la gastronomía local y seguimos en contacto gracias a la “Patrulla Ráfaga” (nuestro grupo de WhatsAap). Enlaces de interés:
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Maniobras acrobáticas aéreas: https://es.wikipedia.org/wiki/Maniobra_a%C3%A9rea_acrob%C3%A1tica Página del Festival Aereo Gijón: http://www.festivalaereogijon.com/
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Modelo: Ksenia Tikhonov (San Petersburgo) Fotógrafo diseñador: Nadezhda Shibin Sobre el cuento de La gallina negra de A. Pogorelsky Idea y recreación de Doll Nigella - Anna Fadeeva
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Esta idea llevaba madurando un año entero, que tal vez para muchos parecerá extraño, pero yo realmente quería transmitir los sentimientos y las emociones, que se abre para sus lectores de A. Pogorelsky. La idea surgió en un momento en que vi un pollo negro en vivo, hace casi un año, y tan sólo unos días antes de mi llegada a San Petersburgo, ya estaba decidido. Lo más interesante que sucedió, tanto la varita mágica como que todo fue muy estimulantepara nosotros. Al principio nos encontramos con nuestra gallina negra –¿un verdadero pollo vivo!– y a partir de ahí Anna, la creadora de la muñeca, hizo un verdadero milagro: durante dos días se llevó a cabo una creación única. Ksjushej nos ha cosido el traje para la filmación. Luz y Andrew eran nuestro apoyo y una ayuda en diferentes partes de nuestros encuestros. Presento esta serie para ustedes, mis queridos amigos. Quiero que nuestro cuento fotográfico en cierta medida ayude a hacer este mundo mejor, para Moldeando la luz.
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Nadezhda Shibin Nadima
La gallina negra En nuestro mundo actual estamos acostumbrados a la convivencia de niños y animales domésticos, por lo general perros y gatos. En la plataforma Youtube hay cientos de video que dan fe de esta convivencia de niños y animales, en escenas que van de la ternura a la hilaridad. Una gallina, sin embargo, excede de este ámbito, quizás porque nos hemos centrado en el mundo urbano y al campo vamos únicamente de excursión y con un espíritu de observación que en ningún momento se plantea ir más allá de mirar por encima del hombro, lo que en algunos casos propicia una recogida de fotos que por lo general solemos archivar en la carpeta de lo insólito. Sin embargo, cuando se escribió el cuento de La gallina negra –subtitulado “Vivir bajo tierra”– de Antony Pogorelsky, el mundo rural tenía mayor presencia que el urbano y la convivencia de hombres y animales era cotidiana y, si me apuran, necesaria para la supervivencia humana. Corría el año 1829 cuado Pogorelsky publicó el que viene siendo considerado el primer libro sobre la infancia en la literatura rusa. En él se contiene este cuento, La gallina negra, en el que se nos cuenta la triste historia de Alyosha, un niño de diez años que convive con esta gallina negra. Nadima, con ese aura especial que sabe darle a sus fotos, ha recreado esta historia y nos muestra esta pequeña galería en la que, a través de una hermosa modelo, se nos cuenta una historia sin palabras, en la que se adivinan dosis de ternura que traspasan la frialdad de la luz que envuelve las distintas escenas para que el espectador se quede prendado de la mirada de la niña modelo que, a diferencia de Alyosha, el protagonista de Pogorelsky, vive en lo que la decoración revela quizás como un palacio y en un ambiente placentero en el que la música y el arte son protagonistas en igual medida. La ternura de los delicados abrazos y de las miradas
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cálidas de la niña a la gallina, en un ambiente de cuento de hadas, se acentúa con el escenario y el atrezzo elegidos para enmarcar esta leyenda sin palabras que nos retrotrae a ese mundo de la infancia en el que solo cabe la propia fantasía. Nadima ha sabido darle cuerpo a esta utopía estética, que combina fotografía y literatura en una suerte de matrimonio mágico que se apoya en la belleza de la modelo y del ambiente e incluso en la naturalidad de esa gallina negra que, fuera de su hábitat natural, no desentona sin embargo merced a las escenas conseguidas. Hay momentos en que, ante un libro, ante un poema, ante el estribillo de una sinfonía o quizás ante la magnificiencia inasible de una cascada en plena montaña cabe preguntarse a qué huele un verso o qué color tiene el ritmo recurrente de las notas que saltan del pentagrama al violín y del violín a ese espacio desconocido en que confluyen sensibilidad y armonía. Cabe también indagar el sabor de la rima o el sonido del silencio. Ante estas escenas recreadas por Nadima con el trasfondo de un viejo cuento ruso como contrapunto, cabe también preguntarse de qué color es la fantasía o a qué huele la luz que nos desvela en la madrugada de los cuentos de hadas. Porque al igual que hay versos que huelen a espliego y primavera hay fotos que saben a menta y mejorana, con muchas dosis de fantasía recurrente, como un espasmo onírico. Y estas fotos de Nadima, esta secuencia de la gallina negra, son quizás el mejor ejemplo. Un verso que se enzarza en las enredaderas del alma y nos canta al oído una melodía de ensueños compartidos.
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© EL PAÍS
Alberto Schommer Antes de mi establecimiento definitivo en Asturias, en aquel Madrid gozoso de los primeros años tras el fallecimiento de Franco, cuando todo el mundo parecía por descubrir, conocí la obra de Alberto Schommer que, como la de otros profesionales —César Lucas, Oriol Maspons, Colita, Chema Madoz…—, cada uno en su estilo, cada uno desde su particular óptica, nos abrían el mundo como en una epifanía. Era yo entonces un aprendiz de profesor —“penenes” se nos llamaba en el argot de la época— con más ilusión y ganas que otra cosa y por eso, todo lo que me sonaba a nuevo o rupturista, todo lo que se salía de los moldes de un franquismo que nos había amordazado durante décadas resultaba objeto de atención y, en muchos casos, y con el tiempo, de culto. Es el caso de Alberto Schommer, cuyas primeras fotografías conocí en El País Semanal, en aquellos ‘retratos psicológicos’ de personajes de lo que hoy llamamos la Transición y en los que Schommer desarrollba un acercamiento psicológico a los sujetos reatratados a través de objetos simbólicos que, junto con la mirada, aportaban una visión penetrante del personaje. Sumados los distintos retratos, compuso una especie de retablo simbólico del momentos, en el que se saltaba lo políticamente correcto de la fotografía periodística para indagar en perfiles y visiones de personajes que hasta entonces solo conocíamos de la manera plana que las fotos al uso suelen devolver. Alberto Schommer, que había nacido en Vitoria en 1928, de padre alemán, falleció el pasado septiembre, a los 87 años, dejando tras de sí una completa carrera fotográfica cuyos comienzos se resumen en ese apretado curriculum que escribiera para la revista AFAL s los 29 años y cuyo final nos resume acertadamente Alberto Martín: “Desde sus primeros trabajos documentales, nunca demasiado ortodoxos, pasando por los trabajos de encargo, especialmente de arquitectura, su afán por la
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por Claudio Serrano
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© EL MUNDO
Autorretrato Tengo 29 años. Trabajo en la fotografía, fotografía de estudio… y de todo. Empecé casi a la fuerza en este negocio. Siempre me gustó la pintura. Los primeros pasos en la fotografía los di influenciado por la pintura. Cambio importante el año 52. En un viaje de tres meses por Alemania. Veo las nuevas formas tanto en pintura como en fotografía. Sigo pintando. Me admiten un cuadro en la II Bienal. Es simbolista. Demasiado literario. Entonces —es el último cuadro que pinté— me vuelco en la foto. La empiezo a gustar. Por fin, el 56, es cuando de verdad, el valor humano, la vida interior, la sugerencia, toma valor para mí. Desde entonces veo todo mucho más interesante. […]La verdad es que la técnica es importantísima, pero se debe olvidar muy a menudo. […]Lo importante es el resultado. Una fotografía con vida. Un retrato con alma… y nada más”.
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[En 1958, en el número 13 de revista AFAL]
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experimentación canalizada en los setenta en el contexto de la revista Nueva Lente, o su larga trayectoria en el ámbito de la fotografía editorial, siempre han estado presentes tanto su acentuada singularidad, como su aire permanente de clasicismo formal envuelto en oleadas de indagación e investigación sobre el medio, o su capacidad para la composición y el “milagro estético” Sus fotografías se han mostrado en varios libros y aunque ha trabajado preferentemente de encargo, también en algunas exposiciones. Lógicamente, su trayectoria —que le llevó a la Real Academia de San Fernando en 1996— se ha hecho acreedora de de los más importantes premios fotográficos, como el Nacional de Fotografía y la Medalla al Mérito de las Bellas Artes. Fue designado miembro de. En el año 2014, ya casi al final de su vida, entró por la puerta grande del Museo del Prado que expuso su serie Máscaras, en la que recoge una serie de retratos a intelectuales y artistas españoles de distintas generaciones y en la que vuelca todo su poder de sugerencia a través de imágenes en las, con la fuerza del blanco y negro, y con una iluminación muy estudiada, subrayaba la fuerza de rostros a los que la luz oscurecía los ojos, desviando toda la impronta del rostro hacia el gesto y las arrugas que adquirían un protagonismo distinto. Como ha señalado Manuel Vicent, que posó para una de estas fotos: “En realidad el rostro humano a este fotógrafo solo le interesaba como máscara, cada uno con la suya, unipersonal y unívoca.” Esta exposición en el Museo del Prado vino, pues, a redondear su pasión artística, ese diálogo con la pintura —su vocación de origen como él mismo ha señalado— y la escultura que está en la base de su fotografía.
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Luz y Tinta Foto: Agustín Muniain
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Foto: Voytsekhov
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