Fotógrafa del mes: Nadima Los niños del Perú Las cuatro fotografías Félix González Muñiz
Contenido
Año VI.- Núm. 54- Enero 2016 PROMOTOR José Luis Cuendia, “Guendy” DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González “Completu”, Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano. DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad www.moldeandolaluz.com Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico
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Fotógrafa del mes de Diciembre: Nadima Claudio Serrano
Los niños del Perú
José Luis Cuendia, “Guendy”
Ha nacido una modelo
Eugenio R. Meco
Las cuatro fotografías
F.T
Cuento de Navidad
José M. Gonzalo
La silla vacía
Monchu Calvo
Imago
Nicolás Gonzalo
Babas del Diablo, 2 Nos renovamos
Gloria Soriano Ricardo González “Completu”
Los cuatro elementos (2) El agua
Juan José Pascual
Monasterio de Nuestra Señora de los Caballeros Félix González Muñiz
info@moldeandolaluz.com
Nuestra portada:
Luz y Tinta
JohnAavistsland
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Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society
Juan Depunto
Presentación Corría septiembre de 2011 cuando apareció Luz y Tinta con su número “0”. Parece que fue ayer y ya comenzamos el sexto año, publicación tras publicación, los cumplidos y deseos de larga vida a Luz y Tinta se van cumpliendo año tras año. Sinceramente todas las personas que hacemos la revista nos sentimos tremendamente orgullosos de participar en este proyecto editorial. Al empezar un nuevo año aunque sea reiterativo, año tras año, todos nos hacemos buenos propósitos y mejores deseos, nos deseamos paz y felicidad, con independencia de que estos deseos se cumplan o no. No vamos a ser menos, y no porque esté de moda decirlo o por meros convencionalismos, sinceramente a nosotros nos sale del alma; así pues, desde Luz y Tinta os deseamos a todos un feliz año nuevo y los mejores deseos para todos, al equipo de la revista y a los miles de lectores que acogen nuestra publicación todos los meses con cariño. Seguro que este nuevo año nos deparará gratas sorpresas a todos y en todos los campos de la fotografía, seguro que muchos iniciarán nuevos viajes exóticos, o rumbo a ciudades por descubrir, vale también las infinidad de pueblos cercanos que nos quedan por descubrir y que seguro nos ofrecen infinidad de oportunidades fotográficas. Las técnicas, el software seguirán evolucionando de una manera irresistible, como lo vienen haciendo los últimos años. La batalla por el trono de las réflex digitales de aficionados y profesionales seguirá en pie, no puede estar en ralentí esta industria, y así asistiremos a nuevos modelos, nuevos objetivos; más de lo mismo, pues salvo sorpresas inesperadas son pocas las cosas que diferencian a unas de otras. Si bien hay algunos aspectos que reclamarán nuestra atención, los potentes sistemas de enfoque, los nuevos sensores CMOS, la grabación en formato 4K y los megapíxeles de los formatos FX. Evidentemente seguiremos muy pendientes de la evolución de los ISO, el record lo tenía hasta ahora la Sony A7S II que se queda en 409.600 ISO, frente a lo que anuncia la nueva Nikon, pues el nuevo CMOS de la D5, se atreve a recolectar la escena a 12 imágenes por segundo, 14 con el espejo levantado y se anuncia un ISO de 3.280.00. Es evidente que Canon, Sony o Pentax tendrán que mover ficha. Les tenemos que dar la enhorabuena a estas marcas y a otras en su afán de actualizar sus productos en bien del buen consumidor, pero no perdamos el norte, amigos. Quienes puedan económicamente actualizar su equipo es entendible y respetado, pero del mismo modo también es evidente que está todo un poco desorbitado con ese insistente interés por las firmas de que tenemos que estar en la carrera continua de la renovación; después de todo nunca seremos capaces de sacarle todo el rendimiento que nos ofrecen machaconamente. Pues no se logra la mejor foto a base de tener la tecnología más avanzada, la historia de la fotografía está llena de ejemplos de lo que estoy diciendo. Si nos dejamos llevar por todo lo que ofrezcan este nuevo año, pues según ellos mañana el próximo año estará obsoleto, al igual que lo que dejamos atrás, si nos lo creemos todo aunque podamos permitirnos el lujo de adquirirlo, nuestros bolsillos servirán de sustentación a muchas de las pretensiones económicas que nos está imponiendo esta sociedad de consumo desorbitada, y es que lo que compremos hoy mañana nos dirán que está viejo, pues se encargaran de meternos por los ojos lo mismo con otro nombre a través de sus inteligentes campañas publicitarias. Lo sensato sería que aprendiéramos de nuestras propias experiencias y que éstas nos vayan indicando que es lo que necesitamos y que es lo que no. La tecnología evidentemente está muy bien, pero no perdamos la perspectiva de quienes la necesitan porque viven de ella y los que hacen fotos por puro arte o pasión. ¿Cómo vamos a disfrutar de lo que tenemos si ya nos están diciendo que lo mejor es lo último que ha salido? ¿Cómo se arreglaban los grandes autores que nos han dado infinidad de obras de arte con cámaras que se renovaban por décadas, como era el caso de Canon y Nikon? ¿Es necesario tener que hacerlo ahora todos los años? La batalla se libra en los puntos de enfoque, en los disparos por segundo, todos nos ofrecen sus personales características, pero la mayoría no sabemos para qué, pero en cambio algo tan importante como el rengo dinámico ni nos lo mencionan en sus descripciones, tema este en el que todavía les falta mucho por recorrer a las réflex, en otra ocasión hablaremos del formato medio, pero esa ya es otra historia. No quisiera terminar sin decir una vez más y en esta ocasión con motivo del comienzo del año, que necesitamos más fotos (luz) y más textos (tinta) si verdaderamente queremos que la línea de vuestra revista siga el camino ascendente que inició en septiembre del 2011. No siempre se puede hacer el “viaje gratis”. ¿En que consiste esta teoría del viaje gratis? El concepto de “viaje gratis” consiste en que recibes todos los beneficios de un bien público como es Luz y Tinta y que a nadie de los beneficiarios de la revista les cuesta un euro, es decir el viaje sale gratis. Y no es que pretendamos cobrar nada por ella, mientras tengamos quien nos financie, pero no olvidemos que esta sale gracias al altruismo de sus autores y editores que no cobran nada por sus trabajos, técnicos, artísticos o literarios. De lo que se trata es de que haya más manos que tiren de este carro, que aporten sus talentos a la revista, que colaboren con los incondicionales que desde el día de su creación siguen ahí, firmes frente del cañón, en primera línea de fuego. Lo que sea Luz y Tinta en el futuro, dependerá de nosotros, de todos, de aquellos que tengan algo interesante que aportar aunque sea de forma ocasional. Suerte, Salud, “Luz y Tinta” para todos en este año que comienza.
José Luis Cuendia, “Guendy”
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Y un año más…
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Fot贸grafa del mes de Diciembre
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Nadima
Moldeando la luz es una página llena de grandes fotografías y de grandes fotógrafos. De todos los estilos, de todos los países. Es un centón inagotable de propuestas fotográficas que a quienes amamos el arte nos colma de satisfacciones y de sugerencias. Difícil elegir en este gran bosque fotográfico, aunque, por razones que a nadie se le escapan, Nadima tiene para mí un significado y un carisma especial. Cuando se me hizo la propuesta de colaborar en Luz y Tinta comentando series fotográficas de Nadima, me sumergí en su galería y, en el primer contacto, me di cuenta de que entraba en un mundo muy particular en el que la fotografía era el vehículo o la excusa para trasladar un universo artístico en el que tiene especial presencia el trasfondo literario, un hálito literario que subyace a todas sus propuestas fotográficas y que se traduce en la recreación de un espacio mágico en el que conviven la realidad y el ensueño. Por eso quizás, para entroncar con este sustrato literario, en la mayoría de mis comentarios me apoyo en poemas que subrayan este aliento lírico. Son poemas de la tradición poética española, pero no conozco suficientemente la poesía rusa para buscar en sus raíces su dimensión actual en la fotografía de Nadima, aunque, como ella dice, la fotografía es un lenguaje universal; y por qué no, también la poesía. Trazar esta breve semblanza de Nadezhda Shibina, conocida como Nadima, y siguiendo las sencillas indicaciones del maestro Paco Trinidad, que todos los meses nos ofrece la del fotógrafo del mes y este mes me cede el sitio amablemente; trazar esta semblanza, digo, supone entrar en la visión de las fotografías, aunque para ello tengamos que olvidarnos de que son fotos ideadas por Nadima, pero resueltas con la ayuda de un competente equipo. Siempre me ha resultado fascinante
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(Nadezhda Shibina)
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Claudio Serrano
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el papel del director de orquesta que sabe en cada momento los instrumentos que deben intervenir, la melodía que les toca interpretar y el ritmo general que debe imprimir a la interpretación de la sinfonía o motivo que acometen en conjunto aunque su batuta sea el esencial punto de referencia. Otro tanto hace Nadima. Dispone de un completo equipo de diseñadores, estilistas, modistos, técnicos de iluminación…, pero ella lleva la batuta, imagina una escena final y hace a todo el equipo trabajar en la misma dirección para que el resultado final se adapte a sus previsiones. Magia pura, pues, como la de la orquesta sonando al unísono bajo el ritmo de una misma batuta. Aunque Nadima no tiene batuta sino una varita mágica. “Mi varita mágica es la cámara”, nos dice; y con ella alumbra un mundo personal fascinante. Ella nos dice que es un mundo que tiene como referencia los cuentos de hadas. Pero no solo. Ya dije al principio que su galería fotográfica se apoya en un sustrato literario en el que no solo vuelan y sueñan los personajes de los cuentos de hadas, sino, creo yo, personajes y fantasías, espejismos y ficciones de un mundo literario en el que tienen cabida principalmente Dickens y Tolstoi y todas las sugerencias que el cine nos ha trasladado de sus obras, de Ana Karenina a David Copperfield. Aunque Nadima, que prefiere la vida de glamour de los salones al temblor angustiado de los suburbios, nos muestra modelos que en su mayoría, sobre todo cuando se trata de niños, tienen una mirada evocadora. Como si añoraran todo lo bello que han dejado atrás o como si soñaran con todas las posibilidades del futuro. Para ello crea y recrea un escenario en el que todos los elementos están estudiados al detalle para que no disuenen en el conjunto, para que se adapten a las pretensiones de la varita mágica que les ha dado vida. Debo terminar, cuando aún me quedan en el tintero muchas ideas sueltas que debieran engarzarse en este mundo poético que nos traslada Nadima a través de sus fotografías y que a mi personalmente, y espero que a todos los miembros de Moldeando la luz que se adentren en su galería, me hacen dudar de si realmente estamos ante fotografías o ante pinturas, ante lienzos pinctóricos o ante revelados fotográficos muy próximos a la cinematografía. Da igual. Me declaro enamorado del arte en general y de la fotografía en particular y espero, pues, que el tiempo nos dé ocasión y motivo para seguir disfrutando de las propuestas fotográficas de Nadima.
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Los niños del Perú Hace tiempo, leyendo a Luis Carandell, recuerdo que decía que “Perú no es solamente un lugar para ir; es un lugar para volver”. Y en lo que a mi atañe tenía razón el veterano maestro de crónicas viajeras y parlamentarias, nunca viajé al Perú expresamente, siempre he regresado con algún pretexto, y lo he hecho en varias ocasiones, he viajado a las tierras del dios Inti por múltiples motivos, lo hice con Amnistía Internacional en los estremecidos tiempos de la dictadura de Fujimori, lo hice en los terroristas y convulsivos tiempos del Sendero Luminoso, cuando asesinaba sin distinción, así conocí a María Elena Moyano la mujer que luchaba contra la pobreza y por la defensa de los derechos humanos en Villa El Salvador (Lima) , poco antes de que fuera asesinada por un comando del Sendero Luminoso. Volví al Perú después de que fuera asesinada esta mujer conocida en su país como “Madre Coraje”, y lo hice en esta ocasión con Médicos Sin Fronteras. Mi última visita al lugar de la Pachamama fue de vacaciones con unos amigos en Septiembre de 2001, nunca se me olvidará este viaje, coincidió con los aviones que en un acto terrorista impactaron contra las Torres Gemelas en Nueva York. Desde entonces siempre he pensado en volver al país del Cóndor andino, un país que conocí cuando como su ave emblemática se hallaba como especie amenazada. Tengo muchas ganas del volver. De aquellos viajes seleccione algunas de mis viejas diapositivas y fotos analógicas, aún no trabajaba la foto digital, y estas dieron para alguna exposición en ciudades de Asturias, luego viajaron por varias ciudades españolas, portuguesas y suizas bajo el nombre de “Perú cerca del cielo, lejos del paraíso”. Hoy he rescatado alguna de ellas para Luz y Tinta, son sobre lo que más me impresionó en aquel entonces del Perú, los niños.
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por José Luis Cuendia, “Guendy”
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Para esos ojos campiranos, de pueril atardecer andino. Para esos ojos; ojos de hierba excelsa, niñas en polvo inefable, gloria en finca, iris en sombras, aire del dios inca; ¡Niño andino!
Híbridos matices adornan sus mejillas, pastoril de ternura, corazón que engría, aura abierto de dulzura; ¡Niño andino! Para esos ojos campesinos, del gran pueril amanecer andino, a esos ojos yo le canto, sobre las mejillas sin quebranto; ¡Gloria, gloria inmune al niño andino!
Sdontleo
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Pupilas llanas, muy labradas entre el oro de su fortaleza, sangre emponchada entre colinas, gotas de sangre; testaferro de ayeres de grandeza. Con sus ojos, con sus ojos es testigo de la rebelión su sonrisa, sangre caliente entre edenes de frío, más que un sol que agoniza; ¡Niño andino!
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¡Niño hermoso! ¿Quién te dijo Que no puedes soñar? ¿Ni alcanzar tus estrellas con tu mirar? ¿Ni volar sobre el mar? ¿Ni abrazar la luna? ¿Y al sol no poder besar?
¡Oh niño dulce y bello! Mira niño bueno Vuela que el horizonte te está esperando.
¡Camina niño! ¡Corre niño! ¡Vuela niño! ¡Sueña niño…!
¡Niño hermoso! mira oye y escucha bien. Que tu lenguaje suena bien. Y nos hace a todos un bien. No dejes nunca de hablarlo bien. Ni de leerlo bien Ni de escribirlo bien Sino de amarlo mas bien.
Sueña bonito niño Como tu bien lo sabes hacer. Y veras que fácil es Tocar las estrellas con tu mirar Y abrazar la luna con tu querer Y tocar el cielo con tu saber Y volar sobre el mar con tu poder. ¡Niño! Mira, oye y escucha bien. Niño moreno, niño blanco, Niño negro Niño mulato, niño mestizo, Niño criollo Niño indio: maya, inca, azteca. Niño bueno
Al niño americano Niño hispanoamericano Niño chicano Niño brasero Niño balsero Niño México-Americano ¡Oh niño dulce! Mira, oye y escucha bien. Bien, bien, bien Niño hermoso, Niño dulce, Niño suave Con olor al bien.
Jacqueline Y Wright Urrutia
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…Que el alba llega. Que la mañana despierta. Que la tarde brilla Que la esperanza vive.
Niño, mira oye y escucha bien Que tu color es precioso Como la plata y el oro Oro blanco, oro negro.
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Yo vi a un niño descalzo, víctima de esos viciosos malvados. A un niño indefenso luchando. Luchando guerrero fue nombrado. Yo vi a un niño sin sonrisa. Anochecer en un mundo oscuro de miedo, dañado. Pero con el valor de decir la vida te sonríe si la miras sonriendo. Yo vi a un niño vencedor. Yo vi a un niño soñador que duerme para olvidar, sin pensar en lo que va a pasar. Yo vi a un niño triunfador amanecer con valentía y vivir en ese mundo despiadado.
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Diallo Habibatou.
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Ha nacido una modelo En este nuevo número, el primero del 2016, y como no podía ser de otra forma, se inicia un nuevo año y todos renovamos nuestros propósitos e intenciones para el nuevo período que recién comienza, ilusiones, proyectos, salud, etc… Este nuevo año que acaba de nacer, con sus pocos días consumidos aún es menor de edad, al igual que la bella modelo que inaugura mis trabajos para el 2016 en Luz y Tinta. En esta ocasión se trata de Vanesa, con solo 14 añitos, pero que ya apunta maneras y con radiante hermosura pide paso con poderío a las modelos mayores. En otros tiempos, cuando se presentaba a una adolescente en el mundo del arte, fundamentalmente de los espectáculos, se decía: “Ha nacido una estrella”. No sé si estaremos ante el nacimiento de una estrella de la moda, de las pasarelas… el tiempo lo dirá, por falta de belleza no es. Desde mi perspectiva decir que tener a una chica tan joven también te enriquece profesionalmente, pues también descubres una parte de ti que no conocías, y de la que cada vez sacas más provecho con las nuevas situaciones que se te van presentando, además, si partimos del hecho de que mi fotografía, la que más me atrae es la de las personas, los rostros… por lo cual siempre soy más abierto a la gente, con los que siempre me propongo nuevos retos y objetivos, y en este campo no hay edad que delimite la belleza, desde la infancia, la adolescencia, la madurez de la edad adulta, o la vejez. Otra cosa son los escenarios, y la cosa necesita de cierta imaginación para que no resulten cansinos los mismos lugares, pues normalmente me muevo en los mismos marcos; por ejemplo, el parque de los patos donde yo jugaba de niño, donde se celebraba la Feria del Carmen y de la Sal ahora cambiada de ubicación, hoy el lugar está sembrado de hermosos jardines. Todos hemos cambiado, pero seguimos siendo nosotros mismos en el mismo lugar, y hoy mi juego es otro, son mis cámaras con las que intento moldear la luz con las personas que requieren de mis servicios. Otro de mis lugares preferidos es la “Casería de Ossio”, una pequeña playa que pertenece al barrio que lleva su mismo nombre aquí en la isla. Desde aquí se presencian los atardeceres que son una auténtica belleza, solo comparables con la beldad de la mujer, sin lugar a dudas los más lindos de mi Cádiz del alma. Los marcos que se pueden componer en este lugar son singulares y muy fotogénicos, las viejas chabolas construidas por los pescadores, las chapas de hierro utilizadas en su edificación lucen los marrones y ocres de sus óxidos regalando a los ojos del fotógrafo un magnifico cromatismo, y como fondo natural algo imposi-
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por Eugenio R. Meco
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ble de encontrar en los estudios cerrados a la luz natural, las barquitas balanceándose o varadas y amarradas al muerto (boya). Al trabajar en estas localizaciones abiertas, suelo tener alguna idea previa para encontrar el lugar apropiado y transmitir mi visión: intento buscar lugares pintorescos pero que les falte algo, y allí coloco el elemento humano –la modelo- en ese vacío. A veces, cuando encuentro un lugar que me gusta, me imagino qué clase de sesión realizaré y con que idea y ropa sacaría lo mejor de esa localización. Y así, entre sesión y sesión en estos escenarios privilegiados desde el punto de vista fotográfico, sigo aprendiendo. Personalmente pienso que nunca dejamos de aprender nuevas maneras de hacer las mismas cosas. Supongo que eso se aplica absolutamente a todo lo que hacemos, da igual que sea fotografía o cualquier otra cosa. Así es como avanzamos en la vida. Si nos dejamos vencer por las limitaciones, nos volvemos vagos. Si estamos sedientos de conocimientos, seguro que destacaremos y para ello no necesitamos de los lugares más paradisíacos del planeta, ni de las mujeres mas hermosas del mundo. Estos lugares valen igual que aquellos, y si de la belleza femenina se trata solo hay que saber observar para darse cuenta de que vale igual la belleza de una gran modelo profesional que la hermosura de Vanesa que ahora se inicia, la única diferencia será que aquellas han tenido más suerte y oportunidades, que en nuestro caso, que es el de Vanesa, como he dicho al principio todo se andará, tablas para ser de las grandes las tiene, y lo más importante, toda una juventud por delante y con las puertas abiertas de par en par. La sesión fue como casi siempre, cordial, amable, colaborativa y paciente, así se pueden conseguir imágenes como las que ahora muestro. No se trata de un musical, no se trata de una comedia o de una película; Vanesa es su joven protagonista y se trata de una sesión de fotos, pero de igual manera diré que: “Ha nacido una gran modelo” El tiempo dará y quitará razones.
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Las cuatro fotografías Mi novela narraba una oscura historia de amor y desamor en un pueblo anónimo, perdido en la estepa castellana, donde yo había estado el verano anterior, un par de meses antes de ponerme a escribir. Noté, mientras redactaba, que mis recuerdos se reavivaban y podía describir piedras y rincones como si los estuviera viendo, pero consciente de que se estaba operando en mí una suerte de metempsícosis o algo similar, pues era capaz de describir recodos de cuya visión no había sido consciente durante mi visita y podía transmitir sensaciones que no recordaba haber experimentado en el momento y de referir estados de ánimo que sentía como nuevos, aunque en el fondo tenía la constante sensación del dèja vu. Cuando terminé la primera redacción fui consciente de que, más que crear una historia en un espacio, eran el espacio y la historia los que habían nacido por una suerte de generación espontánea que se adueñaba de mis recuerdos y los transformaba en expresiones literarias. Una vez terminada la novela, la dejé madurar durante un par de meses en el disco duro de mi portátil al cabo de los cuales la imprimí y me entregué a una corrección minuciosa, párrafo por párrafo, palabra por palabra, casi se diría que letra por letra. Durante todo el proceso de corrección tuve la misma sensación que me había dominado durante su escritura: tanto la historia como los escenarios en que transcurría se me habían ido imponiendo por su propio peso, quizás por la fuerza del destino, el de los personajes de la novela y el mío propio, que confluían de manera absorbente en aquel paisaje que había descrito como en una especie de duermevela. Quizás por eso le puse precisamente el título de La duermevela, aunque luego lo justificara —trucos de perro viejo— con algunas ensoñaciones del personaje central que venían a servir de contrapunto a sus frustraciones. A los pocos días de enviada al editor recibí un correo electrónico, lacónico como todos los suyos: “Soberbia”. Y al día siguiente se puso en contacto conmigo el diseñador para sondearme sobre la portada y otros pormenores de la edición. Le sugerí una foto en la portada de mi viejo amigo Jacinto Carrera, fotógrafo que había ilustrado ya algunos de mis libros y con el que me unía una química muy especial: siempre entendía lo que quería transmitir y sobre todo se leía el libro previamente y aportaba su propia visión, con propuestas gráficas que denotaban que había entendido el sentido de lo que el libro pretendía transmitir. Y eso que
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reconozco que mis novelas no son fáciles de entender a bote pronto y que desentrañarlas supone sumergirse en una caligrafía literaria a veces pedregosa. Aunque, en este caso, lo que me inclinó por Jacinto Carrera quizás fueran recuerdos e intuiciones sumergidos en el subconsciente que desde el mismo momento en que me puse a escribir iban aflorando por todos los poros de aquella historia. Se la mandé por correo electrónico y a los quince días me contestó que ya la había leído, que le gustaba el encargo y que necesitaba un plazo largo, dos meses acaso, incluso más, pues necesitaba hacer un viaje para solventar otro compromiso previo. No había prisa. La editorial había previsto su edición para el otoño y quedaban aún los meses suficientes para ir perfilando todos aquellos detalles que fueron estando más o menos listos a medida que iba hablando con el diseñador: haríamos una primera edición en tapa dura para, una vez visto el comportamiento del mercado —y todo hacía presagiar una buena aceptación, como en ocasiones anteriores—, proceder a una edición en rústica, más barata, y acaso a su difusión vía Internet en formato ebook. Jacinto Carrera podría hacer por tanto cuatro fotografías: una para la portada, otra para la contraportada y otras dos, que bien pudiera ser una sola, para las guardas. Así se lo transmití al fotógrafo, que me contestó inmediatamente que contara con ellas —eso suponía, entendí, que ya tenía una idea muy clara— y ade-
lantó una fecha para su entrega: y en esto mi amigo era buen cumplidor, así que si comprometía un plazo era porque ya había madurado bien el proyecto. Cuando, en la fecha prevista, me llegó su correo certificado con las cuatro fotos en papel y un cedé con su respaldo digital, ya casi me había olvidado de La duermevela, enfrascado como estaba en otra novela Sus fotos no eran precisamente magníficas —he visto trabajos suyos bastante mejores—, pero tenían la fuerza que yo esperaba: cuatro tomas de cuatro rincones diferentes de un pueblo en las que la piedra destacaba sobre cielos azules cubiertos de nubes blancas. Una de ellas, vertical, se ajustaba como un guante a las posibilidades de la portada. Aunque el conjunto, más que satisfacerme, me inquietaba y me sacaba de mis preocupaciones cotidianas para llevarme a un rincón del subconsciente en el que cristalizaban frustración y culpa por igual y que aquellas cuatro fotografías reavivaban de manera definitiva. Era algo que quizás había sentido sin querer reconocerlo y que las fotos de mi amigo Jacinto, que seguramente había entendido todo lo que yo había escondido en las entrelíneas de la novela, venían a despertar para devolverme al insomnio que nunca me abandona. Las cuatro fotografías recogían otros tantos lugares distintos de un pueblo que jamás olvidaremos y que posiblemente mi subconsciente tenía presente al redactar
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El destino de Alicia, que nos acompañaba en aquella moto loca con la que sellamos el definitivo pacto con el diablo, quedó enterrado en aquel esquinazo que reproducía otra de las fotos, digitalmente manipulada para que diera sensación de agobio y de tristeza.
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La duermevela, aunque yo me negara a reconocerlo. En una de ellas se recogía la torre de la iglesia y en otra la silueta del castillo que identificaban inexorablemente ese pueblo en el que una noche de borrachera juvenil se torcieron nuestros destinos. El destino de Alicia, que nos acompañaba en aquella moto loca con la que sellamos el definitivo pacto con el diablo, quedó enterrado en aquel esquinazo que reproducía otra de las fotos, digitalmente manipulada para que diera sensación de agobio y de tristeza. La cuarta de las fotos enfocaba una calle larga empedrada que acababa confluyendo en la esquina fatídica. La foto actual de Jacinto mostraba sin embargo en su centro una de las hoy habituales terrazas de bares y cafeterías, poniendo un punto desenfadado en esa calle que solo me trae recuerdos aciagos: la loca carrera de los tres, borrachos y olvidados de todo lo que no fuera nuestra propia risa, a bordo de una moto renqueante y en pos de una fatalidad que nos trajo la muerte de Alicia, las múltiples fracturas de las que acabó recuperándose Jacinto a lo largo de los años, aunque ya veo por estas fotos que su recuerdo sigue acosándole, y mis propias secuelas: una enorme cicatriz en la cabeza, una dolencia insuperable de hígado, una increíble tendencia a la melancolía y esta triste frustración de ser escritor, habiendo deseado ser fotógrafo, porque vivo crucificado en esta silla de ruedas que me ha condenado de por vida ante este ordenador en el que recojo historias como puños que lo saben todo del dolor que día a día acumulo, más como abatimiento que como rencor, y que mi amigo Jacinto Carrera —quién si no él— ha sabido recoger en estas cuatro fotografías que resumen la amargura de una vida y la duermevela de una culpa.
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Fotos: José Luis García
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Cuento de Navidad No podíamos dar un paso. La gente abarrotaba la calle y nos impedía avanzar. Estábamos tan cerca que ya se oía el estribillo. Mi hijo saltaba de alegría: -¡Papá! ¡Vamos! ¡Ya ha empezado! - Con mucho esfuerzo logramos llegar a las inmediaciones del centro comercial en cuya fachada se mostraba, como todas las navidades, el espectáculo animado que fascinaba a todos los niños que se agolpaban en la plaza. Se había convertido en una tradición a la que no faltábamos, año tras año. Durante los quince minutos que duraba el show me entretuve en observar a la gente que nos rodeaba. Vendedores de globos y artículos voladores, padres y madres de mirada inquieta intentando evitar que la marea humana devorara a sus retoños, adolescentes nerviosos atrapados por el tumulto atendiendo sin tregua a los incesantes mensajes del whatsapp, compradores compulsivos cargados de bolsas con motivos navideños que salían de las tiendas y se unían a la fiesta… Tras unos interminables minutos, la música por fin cesó y los espectadores se fueron dispersando. Pronto quedaron en la plaza solo los transeúntes ocasionales, aunque la tranquilidad no duraría mucho pues, una hora más tarde, todo comenzaría de nuevo. Antes de abandonar el lugar, una imagen llamó mi atención. En una esquina, muy cerca de la fachada del centro comercial, una persona se protegía del intenso frío entre una maraña de cartones que alguna vez debieron ser algo parecido a un improvisado refugio. No fue su ubicación la que me sorprendió, a pesar de que se encontraba a pocos metros del lugar que había sido el centro de cientos de miradas, pasando inadvertido a todas ellas. Fueron sus ojos. Cuando pasamos a su lado, con cuidado de no pisar los envases vacíos que le rodeaban, levantó su cabeza y sus ojos me miraron fijamente. Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras mi hijo, instintivamente, me agarró con fuerza y apretó el paso para salir de allí cuanto antes. Volví la vista atrás y comprobé que no dejaba de mirarme mientras me alejaba. El pequeño, aterrorizado, tiraba de mi mano como si de ello dependiera su vida y no aflojó su presión hasta que entramos en la boca de la estación del metro. Al acceder al vagón encontré un asiento libre en el que me acomodé mientras el chico, acurrucado sobre mí, me abrazaba tembloroso. Cuando el tren llegó a la siguiente parada se encontraba dulcemente dormido.
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por José M. Gonzalo
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La noche transcurría con extrema lentitud. Llevaba horas dando vueltas en la cama sin lograr conciliar el sueño. No podía olvidar su mirada. Sus ojos taladraban la oscuridad. Me encontraba inquieto porque estaba seguro de que conocía esa mirada. No era la primera vez que la veía. Los minutos pasaban y mi memoria no acertaba a encontrar a quién pertenecía. El sueño estaba a punto de vencerme cuando un rostro sonriente irrumpió en mis pensamientos. Miguel. ¿Cómo no había sido capaz de verlo antes? Pero… ¿Es posible? ¿Miguel? ¿El tipo más alegre que había conocido? ¿El que llenaba de energía la lóbrega oficina en cuanto traspasaba la puerta? No podía creerlo. Habíamos trabajado juntos durante años y nunca me dio la impresión de que pudiera acabar así. Aunque, tal vez hubo algo… Poco antes de abandonar la oficina y tomar posesión de mi nuevo puesto en el lujoso despacho que ahora ocupaba, organicé una despedida en la cafetería donde desayunábamos a diario. Me sorprendió no haber visto a Miguel en la celebración. Alguien me dijo que ese día había llamado por teléfono alegando sentirse indispuesto y no acudió a trabajar. Lamenté no poder despedirme de él y siempre me quedó la duda de si llegaría a enterarse de cómo conseguí el ascenso, a pesar de que él era el candidato mejor posicionado por sus méritos y antigüedad. La ilusión que tenía por su inminente salida de aquel agujero era desbordante. Debido a su edad, quizá fuera la última oportunidad que se le iba a presentar. Era cuestión de días que le llegara la noticia del nombramiento. Y el nombramiento llegó. Pero no fue él el elegido. El argumento para justificarlo se basó en mi juventud, en mi mayor proyección futura a la hora de asumir un puesto de responsabilidad y cosas así. Pero yo sabía perfectamente cuáles habían sido los motivos reales. Lo que esperaba es que Miguel nunca llegara a conocerlos. Durante una hora más se prolongó mi vigilia, mientras buscaba la manera de aliviar mi conciencia, sin resultado alguno. Al límite de mi resistencia, opté por
una decisión: mañana iría a mi antigua oficina e intentaría averiguar algo sobre él. No podía seguir ni un día más con esa incertidumbre. Solo faltaban unas horas para que amaneciera. Tomé un relajante para poder dormir sin sobresaltos el poco tiempo que me quedaba y unos minutos más tarde me sumergí en un profundo sueño. Mis pasos se encaminaban, ligeros, hacia la vieja oficina. Juré no volver a pisarla cuando salí de allí. No deseaba recordar esos años de existencia plomiza, las horas interminables que pasaba en ella atrapado entre montañas de expedientes y con los chistes de Miguel como única vía de escape. Pero no tenía otro remedio. Las circunstancias habían cambiado. Di un rodeo para evitar pasar por el lugar donde malvivía aquel hombre cuya mirada me interrogó. Aún tenía la esperanza de que no fuera él, de que todo hubiera sido una mala pasada de mi imaginación, provocada por la falta de sueño de la noche anterior. Subí las escaleras rápidamente. Quería acabar con esto cuanto antes. Al llegar al último tramo me di cuenta que lo había hecho de un tirón, sin pausas. Hacía mucho tiempo que no lo conseguía. Tras la operación de menisco a que me sometí no podía doblar la rodilla como antes y tenía que subir las escaleras despacio, para no sobrecargar la articulación. Será por efecto de la adrenalina, pensé. Y entré en la oficina. Fue como si el cielo se iluminara de pronto. En el centro de la sala, rodeado de gente que le escuchaba entre carcajadas y expresiones sonrientes, se encontraba Miguel.
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El zumbido del despertador amenazaba con destrozarme los tímpanos. Con un gran esfuerzo, me incorporé y logré apagarlo antes de que acabara conmigo. Los vapores del alcohol aún no habían desaparecido y un terrible dolor de cabeza
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se había instalado en mis sienes, impidiéndome pensar con claridad. Entre brumas, fui recordando momentos del reencuentro con mis antiguos compañeros. Había sido increíble. Nunca hubiera imaginado un recibimiento como ese. Sobre todo, el de Miguel. Tan alegre como siempre y sin guardarme ningún rencor pese a haber seguido allí mientras yo ocupaba el puesto que él tanto había deseado. Afortunadamente, los “procedimientos” no del todo limpios por los que conseguí el ascenso no habían trascendido, y eso se notaba en el ambiente. Tuve que utilizar altas dosis de cinismo para no derrumbarme tras la efusiva demostración de afecto. Miguel propuso bajar al bar de siempre, donde pasamos buena parte de la mañana, comiendo y bebiendo sin parar, recordando anécdotas y descubriendo que había dejado atrás a unos compañeros a los que, tras tantos años de convivencia, quizá nunca llegué realmente a conocer.
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El reloj marcaba las diez de la mañana. La jaqueca había remitido y ya me sentía mucho mejor. Un par de cafés bien cargados y una aspirina habían obrado el milagro. Miré por el enorme ventanal situado tras mi mesa. El bullicio del tráfico llegaba hasta mis oídos a pesar de la distancia. Debido a las fechas en que nos encontrábamos había poco movimiento de trabajo. Muchos clientes estaban de vacaciones y el día presagiaba ser bastante tranquilo. Llamé a mi secretaria. Mientras me ponía el abrigo, le dije: - Voy a ausentarme durante un par de horas. Estaré de vuelta antes de mediodía - Y me dirigí de nuevo hacia mi antigua oficina. Me habían pedido que les hiciera una nueva visita y yo estaba deseando recuperar el tiempo perdido. De camino, pasaría por el lugar donde encontré al hombre cuya mirada me confundió. Le llevaba una cesta de Navidad que me habían regalado hace unos días. Estaba seguro de que iba a disfrutarla mucho más que yo. Al llegar, vi que varias policías municipales y personal del SAMUR se arremolinaban a su alrededor. Se encontraba tendido en una camilla mientras los sanitarios realizaban esfuerzos por reanimarle. A pesar de que no lo conocía, sentí lástima por él. No podía olvidar la forma en que me miró, como intentando transmitirme algo que, quizá, no supe interpretar. Me quedaba el consuelo de que, al menos, no se trataba
de mi antiguo compañero, pero no creo que eso le sirviera de gran ayuda en estos momentos. Subí las escaleras con más esfuerzo que ayer. El dolor de la articulación había vuelto y diría que incluso había aumentado. Tras descansar durante un momento abrí la puerta de la oficina. Pasó un largo rato hasta que mis sentidos pudieron asimilar el escenario que me encontré. La alegría del día anterior había desparecido. El ambiente era tan lóbrego como siempre. A pesar de la avanzada hora de la mañana, las pequeñas ventanas dejaban pasar un halo de luz que no alcanzaba a iluminar la estancia. Los viejos tubos fluorescentes que colgaban del techo proyectaban alargadas sombras sobre las mesas de trabajo donde unos rostros serios me miraban fijamente, con una profunda aversión. No entendía nada. Con la voz entrecortada me atreví a preguntar: - ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Miguel? - Las miradas sobre mí se acentuaron y un oscuro silencio cargado de odio se adueñó del ambiente. Laura, la telefonista, se levantó despacio y se dirigió hacia mí. Con voz glaciar me dijo: - ¿Y tienes la poca vergüenza de preguntarlo? ¿Es que aún no te has enterado? No me extraña. Desde que te fuiste no has llamado ni una sola vez. Debes de estar muy ocupado en tu nuevo trabajo, rodeado de altos cargos que no dejarán ni un minuto libre. Con un hilo de voz, balbuceé: - Pe...Pero si estuve aquí ayer. ¿No os acordáis? Nos bajamos todos al bar, estuvimos comiendo y bebiendo, y Miguel… Sus miradas desprendían fuego. Laura me espetó de nuevo: - ¿Te has vuelto loco o has venido a reírte de nosotros? Hace ya casi un año que Miguel se fue. Cuando se enteró de cómo le robaste el puesto no pudo soportarlo y cayó en una profunda depresión de la que nunca se recuperó. Dejó el trabajo, le abandonó su mujer, perdió su casa y lo último que supimos de él era que vivía entre cartones muy cerca de aquí. Vete a hacerle una visita. A lo mejor se alegra de verte…
- ¿No crees que nos hemos pasado un poco? – preguntó Laura a Miguel, mientras observaban la escena desde la acera de enfrente. - Se lo merecía – respondió uno de sus compañeros que se hallaba tras de él –La próxima vez se lo pensará dos veces. - En el fondo le hemos hecho un gran favor. Seguro que nunca más se volverá a levantar con dolor de cabeza, ja, ja… Para eso estamos los amigos ¿no? – concluyó entre carcajadas un sonriente Miguel mientras, todos juntos, volvieron sobre sus pasos de regreso hacia la vieja oficina.
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Las palabras de Laura aún resonaban en mis oídos mientras corría atropelladamente, atravesando las calles y sorteando a los peatones. Al llegar al lugar, un sudor frío cubrió mi cuerpo. Miguel ya no estaba. Unos operarios del Ayuntamiento estaban limpiando con una gran manguera lo que fue su último refugio mientras el sonido de una ambulancia que se alejaba me hería los oídos. Lo último que escuché antes de que mi cuerpo se desvaneciera en el asfalto fue una música pegadiza y unas voces de niños que exclamaban: - ¡Vamos, papá, que ya empieza…!
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La silla vacía
Mientras el inusual buen tiempo de este otoño sigue regalándonos cielos llenos de azul, y las prendas de abrigo se aburren en los armarios (cuando escribo estas letras), rememoro las veces que a través de estas crónicas abro una ventana a lo que acontece en mi tierra, algunas veces mostrando la vida de sus personajes, y en otras convertidas en fotografías que muestran la belleza de los paisajes que tengo el gusto de disfrutar, en ocasiones acompañado de la amistad de algunos amigos moldeadores. Hemos saboreado comidas en paraísos perdidos en estas montañas; también, reído y cantado. En otras realizamos cientos de fotografías, y no precisamente al entorno ubérrimo que teníamos delante de nuestros ojos, aunque hacíamos lo posible porque se complementasen usando todas nuestras armas fotográficas. Fue un año el que pasó que firmaría, porque el que iniciamos sea siquiera parecido, a pesar de que muchas cosas han perturbado la normalidad en nuestras vidas, en el apartado social y político, aspecto este último en el que tendremos una situación nueva, con caras diferentes, y políticas que esperamos sean mejores para los ciudadanos. Sin embargo también he perdido la compañía de muchos seres a los que quería. Y me duele enormemente el corazón. En un medio rural, donde tengo el gusto de pasar gran parte de mi tiempo, las cosas son sustancialmente distintas a las ciudades. Allí la amistad es un don que se cultiva a diario. El tiempo transcurre con otros parámetros, y no suele existir la prisa. Las amigables charlas en el bar, con un vaso de vino por delante, nos llevan de las majadas con sus vacas pastando licenciosas por los inacabables pastos y quebradas, a los territorios donde cazan jabalíes y venados en fríos amaneceres, donde las botas quiebran las telas de araña impregnadas de gotas de rocío. Hace poco fui testigo de un despliegue humano de catorce avezados ganaderos, incapaces de conducir a dos vacas montaraces de los altos pastos, a los establos donde pasar el invierno. Una y otra vez burlaban el cerco a que eran sometidas, y
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por Monchu Calvo
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al final cansados y humillados tuvieron que desistir de su captura. A los pocos días bajaron cuando les apeteció a los corrales donde mansamente entraron sin mayor problema. Me dijeron: no cuentes esto, Monchu, porque seremos el hazmerreír de Asturias. Me tomo esta licencia, porque al final, volvieron, y nadie sale con su nombre. Os explico el episodio para que veáis como funcionan las cosas en los pueblos y como son nuestros paisanos. Algunos de ellos ya nos dejaron para siempre. Cerradas quedaron para siempre sus casas. Solo algún familiar sube a veces y las abre. Visitas rápidas, que ni siquiera propician el humo en las chimeneas. Y poco a poco, como un reloj de arena del que vemos de forma inexorable pasar las finas partículas por el estrecho cristal, así se van desangrando nuestros pueblos, desapareciendo con sus gentes, la sabiduría que guardaban sus cabezas. Aquellos largos ratos en que me sentaba junto a hombres y mujeres, solamente por el placer de escucharlos narrar vivencias e historias, de cuando vivir era una actividad de riesgo, sin el colchón de pensiones ni de pagas subvencionadas. Expuestos a penurias, con casas paupérrimas e insalubres, llenas de voces infantiles y mugidos de ganado en las cuadras que lindaban con sus alcobas. Me atrevo a decir que quizás felices, porque no conocían nada distinto que supusiera otro tipo de felicidad más que la cosecha abundante y los animales prósperos y sanos. Y me contaron muchas cosas, que a veces narro en estas páginas, espero que para el disfrute de mis lectores, como lo supuso para mi. Va este articulo en homenaje a Sindo Posada, el último amigo y narrador que perdí. Me decía que con noventa y siete años la vida se le hacia aburrida, que ya no tenia aliciente, que los días eran todos iguales. Fue criado. Era esta una figura ya desaparecida en nuestros pueblos. El hombre todoterreno, que vivía en casa de sus dueños, como uno
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mas de la familia, generalmente sin sueldo, solo por el techo y la comida, y algo que sacaba de los animales que tenía en propiedad, junto a los de su amo. Se fueron muriendo sus dueños, y se fue quedando solo en aquella casa tan grande donde hasta el aire tardaba en recorrerla. A última hora, le cuidaba una mujer gruñona con la que tenía alguna discusión porque no le gustaba su cocina, y lo obligaba a cambiarse de ropa con frecuencia. Los días soleados salía y pasaba largos ratos sentado en un sillón de playa desvencijado, dejando pasar las horas, y saludando con la mano a los que íbamos o veníamos al pueblo. Una raída visera que unos familiares americanos habrían traído en alguna de sus visitas a España, formaba parte intocable de su atuendo. Construcciones Suárez-Panamá, ponía el anagrama. Las dos señas con que lo recuerdo, aparte de las largas tertulias que manteníamos. El sillón y la visera americana, ya forman parte del paisaje sentimental de las ausencias. “Ya no canta el martillo sobre la yunca sacándole filo a la guadaña, ni se siente la algarabía de niños jugando al escondite, no se escuchan voces de pastores hacia la peña llamando a voces sus cabras… No hay sobre el endrinal secándose blancos paños, ni cantan las madreñas sobre el empedrado de la corralada”, me escribía un querido amigo de Ponga. También ese paisaje ya desaparecido formó parte de la vida de Sindo, y de la mía.
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oco, como un reloj de arena del que vemos de forma inexorable pasar las finas partículas por ristal, así se van desangrando nuestros pueblos, desapareciendo con sus gentes, la sabiduría ban sus cabezas.
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Imago por Nicolás Gonzalo
Cada mañana me despierto a las seis en punto. Me levanto silenciosamente, como si mis pies estuvieran hechos de un suave plumón. Cojo el saco de tela de esparto donde guardo el pienso para perros con el que les alimento y les relleno los cuencos de plástico. Junto a ellos les sirvo otro cuenco donde les vierto lo que más les gusta beber con sus pequeñas bocas dentudas: zumo de naranja, al que le suelo añadir un chorrito de coñac con el que amenizo mis tardes viéndoles corretear, tambaleándose en el suelo de ese pequeño rincón de la casa que utilizo como jaula para contenerles. A esta hora de la mañana aún duermen, así es que aparto el tendedero que actúa como freno a sus ataques de locura, les pongo los cuencos y cierro bien la puerta de casa para dirigirme a la oficina. Todo comenzó hace cinco meses. Podría ser cosa del destino o simple casualidad, pero a los pocos días de dejar a Matilda, mientras caminaba por la calle, los encontré al doblar una esquina, metidos en una vieja caja de cartón. Emitían un pequeño aunque estridente sonido. Me acerqué a ver quién producía aquel curioso ruido. No daba crédito. Nunca había visto unas criaturas iguales; no podía saber su sexo, ni su especie, parecían no tener patas, ni siquiera una cabeza definida. Se podrían describir como peludos balones azulados. Al cabo de un rato debieron notar mi presencia, ya que abrieron sus grandes ojos almendrados. En ese instante, sentí que una especie de atracción empezó a florecer entre las criaturas y yo. Como nadie parecía percibir su existencia, cogí la caja con ambas manos y la llevé a mi piso. A partir de ese momento comencé a cuidarles, criarles. En estos meses han ido ocupando un pequeño lugar en mis quehaceres diarios, un espacio en mi mente. Durante toda la mañana rondan por mi cabeza. Miro la pantalla y allí están, jugando con los iconos del ordenador. Mis compañeros comienzan a inquietarse. El martes, mi jefe me llamó a su despacho y estuve muy cerca de que me despidiera. No sé qué me pasa. Ya casi no hablo con nadie. Antes, a las diez y media, me acercaba a la segunda planta, donde trabaja Luis, un gran compañero y amigo. Pero últimamente, ya no me dirige la palabra. Discutimos acerca de mi paranoia (que es como lo llama él) y de que pronto acabaría conmigo. Ésta fue la última conversación que mantuvimos. Se podría decir que vivo por y para ellos. Poco a poco se han hecho mayores. Ya han alcanzado el tamaño de un Yorkshire adulto. Cuando vuelvo del trabajo ya es mediodía. Nada más entrar en casa se pueden apreciar sus gemidos y escuchar
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Y la noche volvió de nuevo. Allí estaban, agazapados, alerta, escondidos entre las sombras, acechando, esperando el momento de atacarme, de transformar mi vida en este martirio que, extrañamente, se me ha hecho habitual.
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cómo arañan el suelo pidiendo salir de su habitáculo. En cuanto retiro el alambre que une ambos lados del tendedero con los ganchos metálicos incrustados en la pared, corren velozmente al exterior, buscando el rayo de luz que entra desde la ventana de mi terraza. Les abro la puerta de cristal esmerilado y empiezan a dar vueltas en los tres metros cuadrados desde donde se puede observar una panorámica perfecta de los tejados de la ciudad, con sus grandes rascacielos y el cartel luminiscente de una conocida marca de refrescos. Allí pasan todas las tardes de verano y los días cálidos de otoño, saltando y correteando entre las macetas de los Ficus, Potos y otras plantas de interior. A veces juegan con una pequeña pelota de cuero viejo a la que tienen mucho cariño, o con una cuerda muy gruesa que muerden e intentan desatar sus nudos con sus pequeñas zarpas. A los dos meses empecé a sentir los síntomas de una extraña enfermedad. Un cansancio soporífero me abatía en las horas más cercanas a las seis de la tarde. Solía tumbarme en una hamaca que guardaba en el desván. Pero cuando cerraba los ojos, un sonido retumbaba en mi cabeza. Un chirrido persistente similar al de unas garras arañando las baldosas… Cuando la luna va ascendiendo en el cielo les cepillo, desenredándoles las marañas azules y dejando un pelaje liso que refleja la luz acerada de la noche. Es asombroso lo rápido que les crece el pelo. Una vez al mes les pongo la bañera, tapo el desagüe y les corto el pelo con unas tijeras de peluquería. El proceso es rápido, suelen estar muy quietos. En los meses de verano les rapo al cero, dejándoles con un aspecto más bien ridículo, parecidos a esquiladas ovejas de piel amarillenta. Tres veces por semana les saco de paseo. Observo que, a pesar de su tamaño, hasta los perros más grandes les temen y corren a esconderse detrás de sus amos. Andan por la calle como si fueran los reyes de la ciudad. Es gracioso ver como caminan con aire ufano, prepotentes, retando fieramente a cualquiera que se atreva a mirarlos. Cada vez me siento peor. Hace tres días que no duermo. A las doce de la noche, cuando no se escucha ningún ruido salvo el rugir de mis tripas debido a la digestión o algún que otro molesto vecino, ahí está. Como el zumbido de un mosquito, empiezo a escuchar chillidos y aullidos, garras arañando el metal. Veo tres sombras en la oscuridad, tres fantasmas que corren por el pasillo al verme. Caigo en un letargo en el que no descanso. Me levanto bañado en sudor. Compruebo si son ellos los causantes de los ruidos, pero cuando me acerco a la habitación les encuentro enroscados, plácidamente dormidos. Como un zombi, vuelvo, golpeándome con las paredes, a mi cama, donde me desplomo incapaz de conciliar el sueño. Pasadas dos semanas fui al médico. Le expliqué los síntomas. Me examinó a fondo y me sugirió ir a un psiquiatra. Tras varias horas de consulta, las cuales me costaron un riñón, me informó de mi enfermedad: INSOMMIO FAMILIAR FATAL. Al oír esas tres palabras supe que me quedaban unos meses de vida. Hubo algo que le extrañó: yo era el primero de mi familia en contraer la enfermedad, pero los síntomas no dejaban lugar a dudas. Al día siguiente fui a la oficina y les conté el problema. Decidí cogerme una baja e irme a una pequeña casa en las afueras. Allí escaparía de los ruidos y la contaminación y ellos tendrían más espacio donde corretear. Pero los problemas no tardaron en llegar. Al poco tiempo de estar allí, ellos enfermaron misteriosamente. Se movían y comían poco, y los ojos comenzaron a adquirir una tonalidad amarillenta. Cuando hablé con el veterinario, él me preguntó qué eran. Al explicárselo me dijo: “¡Usted lo que tiene son mancuspias!” y con una risotada colgó. Al buscar el término en Internet supe que no me tomaba en serio. Mi estado de salud tampoco mejoró. Poco a poco los síntomas se agravaron. Al principio dejé de hablar. Así, sin más. Mi lengua no me respondía. Mi familia y mis amigos me dieron de lado, pensando que estaba fingiendo. Pero no era así. Pronto me quedé solo. Únicamente acompañado de mis amigos azules. Nadie se acercaba a mi casa. Me tomaban por un loco. Por las noches les escuchaba gemir. Ellos también estaban enfermos. Ya no comían nada. Estaban flacos, famélicos, como si fueran peluches vacíos. El zumo de naranja se les escurría de sus fauces y su orina empezaba a tener un tono muy oscuro. Varias veces al día les daban arcadas y vomitaban bolas de pelo que ellos
Todo come Podría ser ple casuali días de dej caminaba tré al dobla en una viej tían un peq sonido.
El tiempo ha pasado demasiado deprisa. He pensado mucho en ellos en estos últimos meses. Cuando los encontré en esa cajita de cartón creí que llenarían el espacio que dejó Matilda. Hasta ahora no he logrado comprender que realmente nunca existieron. Solo eran un imago, una ilusión, un producto de mis temores y mis recuerdos, una insoportable nostalgia materializada en unas pequeñas criaturitas que han terminado conmigo, aun sabiendo que con ello también estaban escribiendo su propio final.
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enzó hace cinco meses. r cosa del destino o simidad, pero a los pocos jar a Matilda, mientras por la calle, los enconar una esquina, metidos ja caja de cartón. Emiqueño aunque estridente
mismos se arrancaban. Durante la noche, sus aullidos y gemidos resonaban en mi cabeza. Mi salud se complicaba cada vez más. Perdí por completo el equilibrio y estaba extremadamente débil. Descubrí que no podía moverme. Mis famélicos compañeros, más muertos que vivos, se acercaban a mi lecho y me hacían compañía hasta que no pudieron más. Ya no sabía distinguir ente paranoia y realidad. Era mi propia locura la que me acechaba por las noches. Toda la casa se concentró en mi habitación donde permanecíamos durante todo el tiempo. Un día vi, más bien oí, cómo alguien derribaba la puerta y me llevaba en volandas al hospital. Pero ya todo daba igual, mi cerebro se había desprendido de mi cuerpo. Al parecer, habían llamado de la casa de al lado, alertados por el fuerte olor que provenía de la mía. Lo último que creí ver, antes de salir de casa, fueron tres cadáveres verdosos con mechones azules en un rincón de la habitación y pensé, con tristeza, que ellos debían ser la causa del mal olor. Aún después de su muerte, seguí oyendo sus gemidos y aullidos en mi cama del hospital, hasta convertirse en mi infierno particular.
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Babas del Diablo, 2 El relato de este mes lo escribió Julio Cortazar, Las Babas del Diablo. Tal vez podáis leerlo en el enlace “ www.literatura.us/cortazar/babas.html”. En esta ocasión me limitaré a ilustrarlo. Se trata de un ejercicio propuesto en un taller de fotografía narrativa. Tuve que leer y releer. Intenté visualizarlo, imaginar. Cada lectura era diferente de la anterior. Me fijaba en aspectos literarios, como si estos pudieran plasmarse en una fotografía. Tal vez los grandes maestros moldeadores sí que pueden. Del texto me fascinaba: la transgresión de los límites, los desdoblamientos, la ambigüedad del miedo, ese “corriendo inmóvil con el tiempo”... De estos pensamientos fluían imágenes, pero mis notas se desperdigaban inconexas. En el relato la misma escena se contempla con diferentes miradas y surgen historias distintas, como lo son las que cada lector encuentra en un mismo libro. Se dice que es al leer cuando se escribe. Yo intentaba reescribir con imágenes el cuento de Cortázar. Salí a la calle, cámara en mano, con la esperanza de que la gente a la que acechaba me diera juego. Las fotos robadas al azar y con timidez, tenía que engarzarlas para que contaran lo que yo quería contar. La cosa no funcionaba. De Photoshop sé que existe y poco más. Lo que un día aprendí, por no practicarlo lo olvidé sin llegar a dominarlo. Para obtener de esta herramienta alguna utilidad tendría que dedicarle mucho tiempo. Un engorro. En estas ocasiones me acuerdo con envidia de Ricardo “Completu”. ¡Para él parece tan fácil! Por otro lado, por mi barrio ni pasa el Sena, ni parejas ambiguas a la orilla del Manzanares, al menos el día que salí en su busca. Todos eran lo que parecían. Una novia de blanco: una feliz recién casada. Una pareja empujando un cochecito de bebé: unos padres novatos. En toda la mañana el único beso que sorprendí fue el de dos discapacitados, y no tenía nada de ficción. Volví a casa sin reportaje. ¿Utilizar modelos? Impensable. Entonces llegó la sugerencia (gracias, Miguel): utiliza muñequitos. Y así lo hice. Abrí el tarro donde guardo las sorpresas del Roscón de Reyes. Las figuras estaban allí esperando que alguien diera vida a su expresión congelada. Esto fue lo que pasó. NOTA
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por Gloria Soriano
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Días después supe de fotógrafos que trabajan con miniaturas. Dejo esta reseña para quien tenga curiosidad por conocer sus obras. “El diseñador tailandés Poy, ha realizado una serie de fotografías protagonizadas por figuras de personas en miniatura que interactúan y cohabitan entre objetos cotidianos. Gente minúscula tiene que lidiar, al más puro estilo liliputiense, con objetos tales como un cepillo de dientes, una espumadera, una grapadora, piezas de fruta, un ordenador portátil… Según cuenta Poy, lo que le llevó a realizar este tipo de fotografías fue la película japonesa Arriety del Studio Ghibli, donde gente en miniatura convive con humanos pero sin que ellos lo sepan. Y precisamente el hecho de ver a gente diminuta desenvolviéndose en escenarios de dimensiones desproporcionadas en relación a su tamaño fue lo que despertó en el diseñador la idea de realizar esta serie de fotografías. «No soy fotógrafo; soy un diseñador con una cámara. La fotografía es mi pasión y llevo fotografiando desde hace algunos años» Aunque Poy no es el primero que emplea este recurso, sus curiosas y divertidas fotografías encajan a la perfección entre la serie de fotografías de fotógrafos como Roy Tyson, Slinkachu o Jean-Joseph Renucci, quienes también fotografían a gente diminuta en espacios y contextos de tamaños más propios de los seres humanos. → peeowhyhymoaad (enlace a la cuenta de Poy en Facebook)
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1.- Un paisaje cualquiera, de esos que miras sin fijarte.
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2.- Un chico y su abuela.
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3- ยกOh, no! No es su abuela. Es una bruja. ยกPobre chico!
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4- El fot贸grafo dispara. Rompe la escena.
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5- El chico escapa.
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6- El hombre del paisaje, un Dr谩cula a quien la bruja sirve, tambi茅n increpa al fot贸grafo.
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7- El fot贸grafo huye con la imagen robada.
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8.- Cuelga la foto en la pared. Mira y mira. ¿Quién observa a quién?
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9.- ¡Oh! La casa tiembla. La imagen está viva.
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10- El fotógrafo prisionero. Ellos libres de la lente rígida. Y el chico… ¡Pobre víctima!
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11- ¡Sorpresa! Otra vez el muchacho se salva. Todo se borra
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12- S贸lo queda el fot贸grafo. El cielo limpio. De vez en cuando una nube.
Nos renovamos Voy a comentar algo que, al fin y al cabo deberían de comentar otros más acreditados que yo, o mejor dicho, otros con más experiencia en el mundo de los reportajes pre-firmados. Hace unos días he visitado una Feria de “Etiqueta”, aunque a mi me pareció más personalizado hacia las bodas, donde en esta ocasión no buscaba clientes, pero si aprender de quienes hacen o exponen sus artículos.
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por Ricardo González “Completu”
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La exposición constaba en mostrar las novedades e ideas para que las parejas e invitados tuvieran lo mejor en un día señalado.Para eso, las distintas empresas ofrecían Viajes, carpas, animaciones, espectáculos, peluquería, sonido e iluminación, bailes de salón, degustaciones de menús, vehículos nuevos y clásicos, etc. y algunas ideas innovadoras que me llamaron mucho la atención como máquinas recreativas de las llamadas comecocos, futbolines, billar o el fotomatón, o alquiler de equipo fotográfico de alto rango, por ejemplo. Son mensajes de que esto está cambiando y que al fotógrafo lo están desviando hacia otros lugares y que o renueva o se termina esta profesión en los eventos de bodas, salvo casos muy excepcionales. Recuerdo que hace años, mientras trabajaba para una empresa de eventos, donde había un DJ, dos animadores y un fotógrafo, que teníamos vestimentas de ambiente como caretas, gorros de todos los estilos, pelucas, pinturas, etc, para poner
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Dent pode dade pero cer u que fotog pued mues gund
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a los invitados en un ambiente de risa mientras bailaban y se hacia un acogedor momento. Era algo poco visto, por aquel tiempo. Ahora la juventud tira más por los juegos y ya los divierten sentándolos delante de un fotomatón y colocándoles un bigote y un gorro, se ríen un montón y además les dan una pequeña tira de cuatro fotografías que pueden llevar a casa. Para la visita al evento que antes comentaba, quise más observar y ver las reacciones que hay en el ambiente que intervenir directamente. Creo que se aprende más desde la distancia. En la entrada antes del control, ya había una persona ofreciendo hojas informativas de “fotógrafo de bodas”, con la calle, teléfono y e-mail impreso. Al entrar en el recinto, ya se aprecian los distintos stand, con todo tipo de muestras, catálogos y degustaciones.
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tro de una sola fotografía emos mezclar varias activies, clases, modos y maneras, claro está que, hay que haun montaje fotográfico. Lo quiero hacer en una sola grafía es que quien la vea, da saber todo de una idea o stra en una fracción de sedo,
Algo de lo que llama la atención para captar clientes esta en coger música, fotógrafo, video y te regalamos el alquiler de vehiculo limosina. Otros varían la oferta con fotografía, video, fotomatón, DJ y te regalamos el alquiler de la fuente de chocolate y fresas. Todos incluyen el video y el fotógrafo como imprescindible para estos contratos. Entonces ¿qué ocurre con este sector? Desde los perímetros internos del recinto ya se pueden divisar al “Fotógrafo Tortuga Ninja” con una mochila enorme a la espalda y en la mano una supercámara y un objetivo estirado al máximo con el parasol suplementado, llamando la atención y captando clientes, fuera del stand. Desviamos un poco la vista y tenemos que, en medio del pasillo y que hay que rodear al “fotógrafo Señor de los Anillos”, con una cámara que le tapa el pecho y un mono pié grueso, cromado y reluciente y que en su parte baja de apoyo se expanden tres patitas para estabilizar. El que mas gracia me hizo fue el “Fotógrafo Pitufo saltarín” ja,ja,ja…. ¡ Que gracioso el tío! Se ponía al final del pasillo atiborrado de gente hacia su dirección y saltaba con la mano levantada y disparando con el flash, para que se hiciera notar que también era profesional del sector. En uno de los mostradores, se acercaron dos chicas, preguntado por una oferta que parecía interesante de precio y calidad, de que querían una limusina y otro vehículo clásico, para un enlace matrimonial. La comercial le dice, que claro que si, que es una idea muy buena, y que podría ir el chico en el vehículo alargado y la novia en el clásico, a lo que las supuestas clientes le dijeron que no, que era un enlace de lesbianas. La comercial les comenta que eso lleva un incremento de 150 €. Las dos jóvenes marcharon, sin más, mientras la comercial iba detrás de ellas comentando que todos en la feria hacían lo mismo y que era un suplemento generalizado. España, siglo XXI, gobierna la derecha, Retrocesión a la Democracia y la igualdad medieval… ¡Aquí estos ya me han cerrado la boca y sin mas comentarios!. Fotógrafos dentro y fotógrafos fuera, mas los arrimados o, como en la anterior Luz y Tinta había comentado, otros tipos de “Picolistos”, a los que tendremos que tener mucho cuidado. Como vemos y, no es porque lo diga yo, porque lo estamos viendo todos, que la fotografía y su precursor, el fotógrafo, tienen que dar un paso hacia otras formas, sin variar en el concepto. Los fabricantes cambian las máquinas y el software y detrás pegados van los fabricantes de telefonía móvil y sus cámaras cada vez más sofisticadas y parecidas a una cámara réflex profesional. Ahora nos toca dar un paso humano más adelante y discurrir cómo nos vamos a diferenciar de los picolistos. Ahora ya podemos hablar claro entre quienes queremos mejorar la calidad de nuestras oportunidades. ¿Por qué lo comento? Pues porque sé de seguro que aquel que va de listo y tiene pico de pájaro, ya no va a seguir leyendo esto que comentaré a continuación, ya que quedó claro con tantas veces nombrándole por su alias, y estará ofendido, con tanto picolisto, picolisto, de las narices. Si nos fijamos bien en los comentarios anteriores, las empresas muestran, los fotógrafos se hacen de ver, las empresas enseñan muestrarios de sus artículos, los fotógrafos se hacen volver a notar entre los visitantes y las empresas sacan sus comerciales a captar posibles clientes. Empresas, empresas, empresas... ¿y a estos, quiéen o como los podemos promocionar con nuestro saber hacer y quitándonos algunas competencias? Hace años, los fotógrafos se ponían detrás de un mostrador y les llegaban los clientes a su sitio, por orden y pasaban a una lista de espera. Ahora se han inverti-
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dos los casos. El fotógrafo sale a por los clientes y los clientes los ponen en orden de predilección. Hoy día, el empresario tiene que ser un comercial de su trabajo pero, hay que hacer algo para dejar claro nuestra posición, dando muestras de lo que hacemos. Imposible quién no está interesado, siga leyendo mas, así que vamos al grano. ¿Cual es la base principal de una empresa? Dar la mayor publicidad posible y con eso la mayor clientela ¿Qué quiere una empresa? Estar en todos los sitios posibles ofreciendo sus productos ¿Como puede una empresa conseguir estar en todos los sitios? Con la fotografía. Toda empresa debe de mostrar quiénes somos, qué hacemos y dónde estamos. ¿Una empresa lo puede mostrar todo en una sola fotografía? Sí, y lo vamos a demostrar en nuestra revista de Luz y Tinta 54. ¿Eres fotógrafo purista o supuesto purista? ¡Malo, colega, mal empiezas! Ahora desclasificados unos pocos más, vamos a las figuras que nos vale todo, para hacer posibles clientes y seguir ganado dinero con lo nuestro. Dentro de una sola fotografía podemos mezclar varias actividades, clases, modos y maneras, pero claro está que, hay que hacer un montaje fotográfico. Lo que quiero hacer en una sola fotografía es que quien la vea, pueda saber todo de una idea o muestra en una fracción de segundo, o hablando en nuestros términos, pueda identificar lo que queremos mostrar en 1/1000 de segundo y que se pare o se vaya con nuestra idea, pensando e identificando lo que nosotros le queremos decir, con una sola imagen. Cuando paseamos por una ciudad, vemos una tirada de furgonetas de distintas clases que van rotuladas por el lateral y la parte trasera, diciéndonos una especificación de propaganda particular. Eso es lo mismo que queremos hacer con una sola fotografia. Las furgonetas en marcha y rotuladas pasan a nuestro lado, y sabemos a primera vista algo, pero no sabemos el qué; pero al fijarnos una vez pasada, vemos en su trasera que pone toda la identificación de lo que te quiere vender. ¡Vale!, eso vamos a vender, así, según está, sin más. Una fotografía que donde quiera que se ponga se aprecie en un milisegundo toda la información necesaria para que pueda mostrar el interés de las personas que la vean y los interesados ponerse en contacto o visitar nuestra cliente-empresa. La muestra que vamos hacer, debe de mostrar TRES COSAS: Quiénes somos, qué hacemos y dónde estamos; por este orden y lo mas llamativo posible. Mientras estoy escribiendo esto, no tengo ni idea de lo que podría hacer, o quéempresa podría tomar como referencia, para no molestar o inculcar ideas que no sean propias de uno, como autor. Desde este apartado, voy a intentar vender imagen de algo, de lo más difícil que me puedo encontrar, aunque me sería muy fácil poner alguno de los trabajos ya hechos, pero son reales y son ya empresas conocidas y que no voy a nombrar en nuestro sitio. Imaginemos que queremos vender o, que se quiera que se visite mas una revista como Luz y Tinta y que pueda estar en cualquier escaparate, galería, pared o por qué no, en el salón de nuestra casa o empresa. Como dije, no tengo ni idea por dónde empezar, ya que mis trabajos son de empresas consolidadas y veo físicamente y hago fotos de lo que tienen. Después ya es mi imaginación quien lo tiene más fácil. En este caso necesito la pantalla que identifica la Revista y como a simple vista no me deja, lo que hago es capturar la pantalla clicando en las teclas de nuestro teclado con ALT + BLOQ DESPL (para bloquear la pantalla) y después para copiar
cada uno tiene su mundo, mientos para hacer sus tra
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, su empresa y sus conociabajos.
lo que vemos en la pantalla con ALT + IMP . PORT . y a continuación vamos a nuestro PhotoShop y Archivo /nuevo/Pegar. A partir de aquí, cada uno tiene su mundo, su empresa y sus conocimientos para hacer sus trabajos. Por cierto, que todo empresario de cualquier sector, quisiera tener una muestra de toda su empresa en una sola foto y mostrarla en la sala de espera, detrás del mostrador e incluso en su salón de casa. Lo anterior solo es un ejemplo pero parte de mis trabajos están formados por reciclados y desguaces, tiendas de ropa, mecánicos y talleres, grupos musicales, gimnasios, etc, etc. Podemos abarcar cualquier sector. Suerte con la nueva experiencia.
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Los cuatro elementos (2) El Agua El elemento tierra, junto con el fuego, el agua y el aire, es uno de los cuatro elementos de las cosmogonías tradicionales en Occidente (narraciones míticas que pretenden dar respuesta al origen del Universo y de la humanidad) y está presente en todas las religiones y sus rituales, en la filosofía esotérica, en la alquimia y en la astrología. Se considera pasivo y femenino. En Occidente, el elemento tierra fue definido por primera vez como primer elemento o elemento principal por Jenófanes. Según él, todo se destruye periódicamente volviendo al barro primitivo, a partir del cual vuelven a salir nuevas formas indefinidamente. Más tarde, en la descripción de los cuatro humores corporales por Hipócrates, “la tierra es la bilis negra o melancolía”. Tomando algunos aspectos iconográficos de la Cábala, el cristianismo identifica el elemento tierra con el arcángel Uriel y el evangelista San Lucas (con su animal simbólico de tierra: el toro). En la cultura japonesa es el Chi (a veces ji) o tsuchi, significando “El mundo terrestre”, representa los objetos duros y sólidos de la tierra. El ejemplo más básico de Chi es una piedra. Las piedras son altamente resistentes al movimiento y al cambio, como cualquier cosa fuertemente influenciada por “chi”. En la gente, los huesos, músculos y tejidos son representados por “chi”. Emocionalmente el Chi está asociado con la persistencia, la terquedad, lo colectivo, la estabilidad, lo físico, y la gravedad. Es un deseo de permanecer como se es; una resistencia al cambio. En la mente, es la confianza. Teniendo en cuenta todo esto, el abanico de posibilidades fotográficas es inmenso. Tomando la tierra individualmente podemos encontrarla con infinidad de texturas, colores y formas. En la playa en forma de arena multicolor, ese pergamino en el que dibujar mensajes efímeros que son arrebatados por otro de los elementos cuando rompen las olas en la orilla. Herramienta de fantasía en los juegos de niños y padres, constructores de castillos y fortalezas donde la imaginación de los pequeños recrea escenas épicas y heroicas. Esa cama blanda donde reposa nuestra modelo, que se adapta a sus curvas formando parte inseparable del glamour de la toma o tomas que realizaremos.
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por Juan José Pascual
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En el campo la tendremos con múltiples relieves, figuras geométricas capricho de la naturaleza o fruto de manipulaciones por parte de la mano del labrador y sus herramientas. También descubrimos su lado salvaje, en estado puro, en bosques frondosos y de difícil acceso. En estos ambientes desarrollan su trabajo los grandes fotógrafos de naturaleza, quienes arriesgan su vida y a veces la pierden, por lograr esa instantánea única que les inmortalizará. En el lado urbano, podemos encontrarnos un peculiar ejemplo en el que los edificios emergen de la tierra, en este caso de la montaña, en la ciudad española de Cuenca. Son las Casas Colgantes o Colgadas de Cuenca (también conocidas como casas voladoras o casa del Rey), situadas en el lado antiguo de la ciudad. Dan la sensación de estar a punto de saltar al vacío; casas de origen incierto, se tiene constancia de su existencia desde el siglo XV. Parques y jardines también son esos pequeños tesoros que nos pueden aportar ese particular escenario para un momento muy especial. Ya dentro de lo más urbano esa “tierra” transformada de la cual nacen las obras arquitectónicas que nos rodean. Desde edificios clásicos e históricos, hasta las nuevas interpretaciones de la arquitectura. La tierra se va difuminando, mezclándose con otros materiales, cristales, metales, los reflejos, que a veces son nuestros grandes enemigos, se pueden convertir en grandes aliados, en un pulso titánico para dominar estos elementos mutados. Pero también la tierra es un elemento cosmético. Las tribus africanas como los Xhosa (grupo étnico que habita el sur de África, teniendo sus asentamientos importantes en Sudafrica y en algunos países vecinos como Botswana y Lesoto) usan la tierra como parte importante de su maquillaje. La tribu Xhosa obtiene la pintura que utilizan en su rostro en un área llamda Hogsback. Llaman a este sitio Qabimbola, que significa arcilla roja en la cara. Algunos usan la pintura como protección contra la luz solar. Las mujeres pintan sus rostros de blanco como símbolo de belleza. El maquillaje en tonos tierra, al ser un color neutro, combina con cualquier tipo de ropa, también tenemos los maquillajes tribales que reflejan esa unión y armonía con la madre naturaleza.
En Occidente, el elemento tierra fue definido por primera vez como primer elemento o elemento principal por Jenófanes. Según él, todo se destruye periódicamente volviendo al barro primitivo, a partir del cual vuelven a salir nuevas formas indefinidamente.
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El barro, la arcilla, la cerámica, el vidrio, todos ellos son expresiones de este elemento que se usan de diversas formas artísticas. Los jarrones de porcelana (loza fina que fue inventada en China entre los siglos VII y VIII) han estado presentes en toda la historia de China y el secreto de su fabricación fue guardado con gran celo. La estética de la porcelana china es tan apreciada y transgresora que muchos diseñadores han optado por incluirla en sus diseños. Estampados poco comunes caracterizados por entramados florales y otras series de combinaciones. Si nos fijamos, en muchas fotografías que vemos y hacemos la tierra está presente. Puede ser el elemento principal de nuestra imagen, puede formar parte de ella de una forma muy sublime, prácticamente inapreciable. Y al igual que el agua, también puede desatar su ira provocando catástrofes, terremotos, volcanes, corrimientos de tierra, este es el lado más tenebroso y dantesco de la tierra; pero no podemos olvidarnos de él. Y debe ser así porque todo forma un equilibrio el Ying y el Yang (figura del taoísmo), el bien y el mal (figura del cristianismo y otras muchas religiones). A fin de cuentas, podríamos decir que la tierra ni se crea ni se destruye, solo se transforma. En nuestras manos está ser parte activa de esa transformación jugando con maestría con las luces, exposiciones, encuadres, profundidades de campo, usando muestras herramientas de moldeadores de la luz. La tierra, la naturaleza, nuestras ciudades y entornos, nuestros modelos, son la realidad; pero nuestra imaginación es la mejor herramienta de la que disponemos y nuestra creatividad la mano que guiará el pincel que es nuestra cámara. La Tierra, nuestro planeta azul.
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Monasterio de Nuestra Señora de los Caballeros por Juan Depunto
Ha sido necesario, preciso e imprescindible que me pusiera a elaborar esta crónica para dar fe de uno, el primero, de los muchos milagros que se esperan de Nuestra Señora (la de los Caballeros del título, se entiende). Corría el tercer Milenio de Nuestro Señor, allá por su primer año, es decir al principio. Nada presagiaba el día de Año Nuevo que fueran a producirse semejantes nuevas y menos encarnadas en tales protagonistas. Brindamos como habitualmente lo hacemos y nos deseamos todos los parabienes corrientes y esporádicos que cada cual pudiera beneficiarse. Pero nunca pensamos que la dicha pudiera ser tanta. Y sucedió, vaya si ocurrió. Cualquiera de nosotros hubiera dado gracias al cielo porque alguno de nosotros cambiara de son, aún siguiendo con su música. Cualquiera lo hubiera hecho porque nadie volviera a sufrir con los papeles, o con las oposiciones de los interinos, o con inauguraciones en las que siempre falta algo por terminar o con las oposiciones de otros o con las propias a los más altos niveles o con nuevos encargos de funciones de mayores rangos o con viajes por autopistas de peaje o con tripas a reparar. Pero nadie sospechó que pudiera surgir entre nosotros, entre nuestros pares, un Cofundador de Monasterio, y menos siendo ateo. Porque siempre nos pareció imposible pensando como lo hacemos, salvo el Ungido; pero no se trataba de él. Ya lo veis, ante los inescrutables designios del Altísimo cualquiera de nosotros puede formar parte de sus planes; aunque no lo sospeche. Llegó la Semana Santa y seguía sin pasar nada. No hubo especiales seguimientos a cofradías, ni especial expectación, ni excesivo recogimiento. Hasta no hubo, porque se fue. Pero, y aquí está la clave, ¿a dónde se fue? Cerca de Ella. Lo estaba ya llamando. Luego Ella se valió de la técnica. Hay que fijarse que hasta el Cielo, ese que escribe con renglones torcidos, también sabe usar la más alta tecnología... Y le
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cambiaron el aparato con el que trabajaba nuestro protagonista. Los Reyes Magos, sin duda, fueron los encargados de traerle semejante juguete envenenado. Envenenado de parabienes divinos de la más alta pureza. Esto hizo que volviese por el norte, para aprender en la fábrica su funcionamiento. Y ya que estaba por allá arriba, se escapó un día a Potes. Ya por entonces corría bien a sus anchas la Prima Vera, por parte de Ella. Allí se topó con Don Desiderio, el cura rojo de Potes. No por casualidad fue amigo de Juanín, el último maqui de la zona y de España. Porque a él no le podía llegar cualquiera. Tenía que ser alguien con su sensibilidad y en el fondo, alguien con sus creencias, o mejor dicho, con su falta de las mismas. Porque de un cura así lo de menos es que sea cura. Y Ella lo había ungido (a Don Desiderio) para que se acercara a nuestro glosado Cofundador, que entonces aún no lo era ni lo sospechaba. Le contó su historia, la del Monasterio que andaba en descubrir por esos parajes donde crecen las hayas y consideró que debía aportar algo a tan hermoso fin. Y aportó, nada menos que ¡a nuestra Señora! Un Monasterio sin piedras no es nada y con piedras y altar le queda la parte más importante: Ella. Por eso los que La aportan alcanzan, como mínimo, la categoría, el marchamo, la distinción, en suma, de Cofundador. Tras exhaustivo y detenido estudio de los códices de la época, el frater Bedoya llegó a la sabia e indiscutible conclusión de que en el libro del Beato de Liébana estaba recogida la imagen de nuestra Señora de los Caballeros, como bien explica en su magnífica aunque incompleta crónica; incompleta porque no explica quien es el autor de semejantes hallazgos, que no es mas que quien la realiza sin firmar siquiera, dada su natural modestia. Pero yo, que soy su testigo y más modesto colaborador, quiero desde estas líneas proclamar a los cuatro vientos cardinales ese descubrimiento, esa aportación fundamental. Y fue también el frater Bedoya quien tuvo la ocurrencia de plasmarla en azulejos, para que perdurara a perpetuidad, como no podía ser menos. Y la encargó en Triana, suelo de alfareros y de vírgenes a cuál más pura: la de San Gonzalo, la de la O, la Esperanza, la del Cachorro y la de las Cigarreras (porque los Remedios son un arrabal de Triana, como lo es el Tardón o el barrio León). Cerámica fabricada por Rocío, que en la foto pueden ver con nuestro Cofundador.
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Los detalles los explica el investigator Bedoyensis en su crónica sobre el Monasterio. Quiero ampliar algunos otros no mencionados, como el de que la gran piedra, soporte de la imagen, de más de tres mil kilos, inicialmente se la encargó a constructor de la zona que la barrenó al efecto en cantera cercana mediante siete barrenos. Siete, número mágico, número de los brazos del candelabro judío que vienen a representar a las siete tribus más importantes de David, de una de las cuales procede Nuestra Señora. Esta piedra gigantesca parece ser que luego fue portada por ángeles seráficos que sin mayor esfuerzo la depositaron (desde la cantera de nuestro constructor-benefactor) en el lugar donde puede contemplarse. Este podría ser, según algunos observan, el segundo milagro de Nuestra Señora. Ya con esto hay, como pueden deducir, méritos más que suficientes para tener derecho a gozar allí de sepultura sagrada en ese santo territorio monacal en la posteridad (que sea lo más tardía posible, así que pasen cien años), frente al altar mayor, mirando a Nuestra Señora y rodeado del maravilloso paisaje de hayas y otras especies arbóreas. Hay algunos datos que me gustaría contribuir a aclarar, no sin ocultar que mi última intención es, a cambio, la de gozar también en ese futuro de derecho a sepultura ecca en el santo lugar (tras que igualmente pasen muchos otoños), si bien me conformo con la parte de las caballerizas. Cuando se planteó a qué caballeros podría referirse Nuestra Señora, se hicieron toda clase de conjeturas. En la Liébana y a unos 600-700 metros sobre el nivel del mar, están una serie de núcleos poblados, sin duda herencia de los primitivos castros, que probablemente tuvieran un origen defensivo. En esa cota se encuentran las ruinas de la Academia de Caballería de Colio, que duró hasta hace dos siglos y que en fechas más recientes pasó a ser propiedad del Señor de Luriezo, nuestro querido frater Paco Palacios, que en paz descansa. También en esa zona aparecen otras ruinas de Monasterio, en Porcieda, más antiguas, atribuidas a templarios. Bien pudieran ser bastiones defensivos guardados por caballeros en la Media Edad Media. Pero ¿a qué caballeros se les encomendó nuestro Monasterio? Si nos remitimos a la Crónica Bedoyensis sobre el asunto podemos recoger que la portada
del Monasterio original, de 1301, románica, se trasladó a la iglesia de Frama. En ella figura en su lateral derecho la cruz que pueden observar; es una cruz griega variante de la cruz de Jerusalén, sin las cuatro cruces acompañantes que habitualmente la rodean, las llamadas crucetas, situadas en cada uno de los cuadrantes delimitados por sus brazos. Pero es una cruz potenzada, es decir, tiene los extremos de la cruz con forma de T mayúscula o, más exactamente, de potenzas. Y en medio de cada brazo de la cruz un travesaño, es decir, una cruz recrucetada, que vienen a ser como cuatro cruces pequeñas que conforman la mayor. En cualquier caso, es un ejemplar harto singular. La Cruz de Jerusalén, original y completa con sus cuatro cruces acompañantes, fue conocida como la “Cruz de las Cruzadas”, y fue una enseña entregada a los cruzados por el papa Urbano II en la Primera Cruzada. Se adoptó como símbolo del Reino de Jerusalén. A las pequeñas cruces acompañantes se les atribuyeron diversos simbolismos que van desde los cuatro evangelistas, a los cuatro puntos cardinales por los que se difundió su mensaje o, si se cuentan las cinco cruces totales, representarían para otros las cinco heridas de Cristo al ser crucificado. Estas cruces se pueden observar en multitud de sitios emblemáticos, como el frontispicio de la Casa palacio de Pilatos de Sevilla o en los escudos de algunas cofradías de la Semana Santa de la misma ciudad o de tantas otras de nuestra geografía, incluido el norte. Y hasta aquí el comienzo de una devoción que, estén seguros, llegará a más, eclipsando sin duda a la del Monasterio de Santo Toribio, pues nunca un servidor de Ella, como lo fue el santo obispo, puede ser más venerado que Ella, como ya lo viene siendo en Lebeña, también cercana. Habrá peregrinaciones en busca de más milagros (convendría hacer brotar en los alrededores alguna fuente para abluciones) y se dispondrá de un nuevo Año Santo Lebaniego. Y como siempre, ad maiorem Dei gloriam. Laudate Beatísima Sancta María Mater et Virgo virginem concepcione concepta
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Nota: Texto y fotos del autor, que ha consultado entre otras fuentes la Wikipedia
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En nuestro primer número del año traemos a nuestras páginas al fotógrafo asturiano Félix González Muñiz con motivo de la publicación de su cuarto libro “Asturias Costa Atlántica” Asturias es una de las regiones más hermosa a visitar en España, entre las muchas cosas que se pueden destacar de la región bañada por el mar Cantábrico son sus paisajes, su cultura y sus gentes. Por ello, Asturias es sin duda un buen escenario para que grandes fotógrafos puedan dar rienda suelta a su profesión, así que si uno es asturiano ya tiene un plus en ese aspecto, pues no tiene que moverse de la región que en España se conoce como “Asturias Paraíso Natural”. Pero en esta tierra abierta, libre y hospitalaria, han sido numerosos los grandes profesionales de la fotografía los que han inmortalizado sus imágenes, fotógrafos locales, nacionales e internacionales se han dedicado a escribir con la luz que registran sus cámaras esto que conocemos como el Principado de Asturias, todos han registrado desde las fotografías más cotidianas, hasta los detalles más ínfimos, se puede decir que los fotógrafos en estos escenarios naturales han desnudado foto a foto a la que los asturianos cantan como “Asturias Patria querida…” Félix es un fotógrafo profesional que la ha fotografiado por todos sus poros, que tiene a sus hombros una dilatada trayectoria, colabora con numerosas revistas y agencias de fotografía de ámbito nacional. Así mismo, es colaborador habitual de organismos y entidades, tanto públicos como privados. Si bien se ha consolidado como fotógrafo especializado en actividades náuticas, cubriendo los eventos más relevantes del panorama nacional e internacional.
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Then take me disappearing Through the smoke rings of my mind Down the foggy ruins of time Far past the frozen leaves The haunted, frightened trees, out to the windy beach Far from the twisted reach of crazy sorrow Yes, to dance beneath the diamond sky With one hand waving free Silhouetted by the sea, circled by the circus sands With all memory and fate Driven deep beneath the waves Let me forget about today until tomorrow Mister Tambourine Man.
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Viento, playa, cielo, mar, arena, olas… palabras contenidas en esta estrofa del hombre de pandereta que resume bien la atracción que la costa y el mar ejercen sobre nosotros, las costa, ese territorio mítico de la frontera entre lo sólido y lo líquido, como las cimas de las montañas que a la vez dividen y unen el cielo y la tierra, provoca sin duda un poderoso efecto llamada sobre la mayoría de la gente. Una playa es el mejor escenario posible para perderse y escapar de la retorcida tristeza: Llévame a la playa azotada por el viento, a bailar perfilado contra el mar, rodeado por las arenas del circo, con todos los recuerdos y los hados sepultados bien profundos bajo las olas, déjame olvidarme del presente hasta mañana… cantaba Bob Dylan, ese eterno candidato al Nobel de literatura, que seguramente se morirá sin conseguirlo, y que en tantas de sus canciones nos habló también del mar y de los barcos. Pero la costa es algo más que playas urbanas de verano, hay ensenadas, acantilados, faros, pedreros, rías, islas, arrecifes, rompeolas, puertos, bahías… y aunque el litoral asturiano es inabarcable si se bucea en la fotos de Félix González se encontrará una cumplida muestra de él en sus magnificas imágenes, pues ordenadamente las ha ido registrando de Oeste a Este, en el mismo sentido en el que fluyen
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las corrientes y se desplazan los frentes y las borrascas, que nos permitirá desde el confort de nuestros hogares viajar por el escenario en el que el mar y la tierra libran su eterna batalla y asomarnos a unas ventanas abiertas para nosotros, un instante y para siempre, por el talento del paciente fotógrafo, que dispara su cámara buscando el cielo, la luz y el momento o encuadre precisos para deslumbrarnos con el dramatismo y la sobriedad de unas escenas irrepetibles, potenciadas por el uso del blanco y el negro en vez del color y por el indudable talento del artista, que como buen pescador de imágenes ha navegado muchas millas a la captura de veleros, gaviotas, nubes y paisajes, seguramente tantas como kilómetros recorridos por las playas y acantilados en busca del momento y el lugar precisos.1
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Félix González Muñiz, ha recibido numerosos galardones por su trabajo como fotógrafo. Entre ellos destacan el Premio Color, en el IX Salón Internacional de Fotografía Caja España (1999); el Primer Premio en el Concurso de Fotografía “Raíces de Asturias”, de El Corte Inglés (2001); el Primer Premio del Concurso de la Autoridad Portuaria de Avilés (2003), y el Segundo Premio del III Concurso Nacional de Fotografía Digital ATTEC de Madrid (1999). En 1998 había sido fotógrafo oficial de la Vuelta Ciclista a Asturias, y en 2010 del Campeonato Mundial de Vela Clase 40. Ha realizado varias exposiciones individuales y colectivas y sus fotografías forman parte de colecciones públicas y privadas.
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