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Nº 71 - Julio-Agosto 2017

Especial Puertas de Cabrales, cien años después


Año VII.- Núm. 71 - Julio-Agosto 2017 PROMOTOR José Luis Cuendia, “Guendy” DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González “Completu”, Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano. DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad

Fotógrafo del mes de Junio: Roman Filippov Francisco Trinidad.......................................................

7 Fotógrafo del mes de Agosto: Abraham Janovski F T ................................................ 10 ..................... 12 El círculo rojo F.T................................................................................ 41 Mujer de Mar G S ......................................................... 45 ¿Qué es la fotografía para ti? J J P .................................................... 49 Sin estudio fotográfico R G “C ” .......................... 55 El último supermercado M C .......................................................... 63 János Eifert I G ................................................................ 67 Pase de modelos K ......................................................................... 81 Barco de papel C S ...................................................... 89 Historias del Baztán. I. Amaiur J D ........................................................... 97 Yang Yi................................................................. 105 Fotografías que despertaron conciencias..... 114 rancisco

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Nuestra foto de portada: José Luis García

Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society

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En recuadro, retrospectiva de Rojo Borbolla


Presentación

Hace seis años, por estas fechas, inmerso en un vaivén de ilusión e incertidumbre, estaba dándole las últimas vueltas al número 0 de esta revista, una apuesta en la que nos embarcábamos con todas las precauciones de una quimera. Sin embargo, las cosas no salieron demasiado mal, se cubrieron expectativas y etapas, y aquí estamos, con más de setenta números a la espalda y con ilusiones renovadas. Este número 71, con los colaboradores habituales y las secciones más o menos fijas de entregas anteriores, incluye un especial sobre Puertas de Cabrales, un pequeño pueblo del occidente asturiano, de solo 53 habitantes, que sin embargo, merced al entusiasmo de algunos naturales que viven fuera y regresan los fines de semana y vacaciones organiza un festival de cine durante el mes de agosto que lleva ya cuatro ediciones y que acrecienta su prestigio en cada una de ellas. Conscientes de esta dimensión, los organizadores del festival contactaron con el promotor de Moldeando la luz, Guendy, a fin de que algunos fotógrafos de nuestra red social hicieran una serie de fotografías emulando las que, a principios del siglo XX, hiciera el fotógrafo Miguel Rojo Borbolla. El primer contacto del grupo con el pueblo —previamente se había estudiado el libro Miguel RojoBorbolla. Fotografías de la vida campesina. Puertas de Cabrales 1904-1913— fue en el mes de enero; luego se sucedieron los viajes en diversas ocasiones, con la colaboración entusiasta de todos los habitantes de Puertas, y se consiguió una exposición fotográfica y un cortometraje de los que se hacen oportuno eco las páginas del Especial de este número. Especial que no será el único de este año, pues para números posteriores de Luz y Tinta se están preparando otros dos: uno sobre la defensa de los animales y otro sobre la técnica fotográfica de fantasía mediante polvos y pinturas holy. Se informará oportunamente. Nuestras cosas, nuestro mundo fotográfico, sin embargo, no pueden hacernos cerrar los ojos al exterior, por eso esta presentación se encabeza con un lazo negro en señal de luto por las víctimas del atentado yihadista de Barcelona el pasado 17 de agosto. La respuesta ciudadana ha sido ejemplar y se ha cerrado a las amenazas terroristas con un lema de fuerza social innegable: “No tenemos miedo”. Aunque en realidad, sí que tenemos miedo, mucho miedo. Tenemos miedo de la intransigencia religiosa, de las guerras que solo defienden imponer las ideas propias a quienes no tienen por qué compartirlas, de los locos que sin embargo son capaces de empuñar armas o vehículos mortales, de quienes no comprenden que el mundo y sus habitantes pueden regirse por leyes y opiniones que, aun siendo diferentes, pueden coexistir sin estridencias. Tenemos miedo, sobre todo, de la locura que se convierte en símbolo y de la sinrazón de quienes solo defienden su capacidad de hacer daño a los demás. Claro que este miedo no nos impedirá salir a la calle a pecho descubierto y gritarles sin tapujos: “No tenemos miedo”. Claro que no. Antes o después la victoria será de la razón.

Francisco Trinidad

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Fotógrafo del mes de Junio

Roman Filippov Reconocido por cuantos se acercan a la fotografía es que el retrato es una de las disciplinas más difíciles pues se trata de aislar, y por tanto destacar, algún rasgo de la personalidad del retratado a través de la toma fotográfica. Se trata, por tanto, de mantener un tenue equilibrio entre fotografía y psicología: un equilibrio que puede romperse ante cualquier vacilación del fotógrafo o ante cualquier falsa interpretación del modelo. En este sentido, nuestro fotógrafo del mes, Roman Filippov es un consumado maestro en la técnica del retrato fotográfico. Leyendo lo que nos dice de sí mismo podemos entender lo que nos muestra en sus fotografías, que en la muestra que recoge en Moldeando la luz son únicamente retratos, aunque retratos tocados de su impronta personal. Filippov ensaya todas las posibilidades, técnicas y planos del retrato: plano americano, plano corto, plano medio, plano de detalle… y en las fotografías que hemos elegido para este post pueden verse diversas muestras de ello. Conoce y practica todas las variaciones de la técnica del retrato, aunque lo que sorprende es lo que nos dice de su elección en este campo. “Y luego, cuando me siento a seleccionar las mejores imágenes, yo no miro las poses y composiciones correctas, elijo los marcos que no son como los demás. Look casual, un movimiento sutil de las yemas de los dedos, todo lo que los modelos en si no serán capaces de repetir a propósito. La singularidad de la estructura se ha vuelto más importante para mí y persigo la más correcta.” Ello explica su tendencia al retrato de espaldas. Se supone que el retrato trata de descubrir la personalidad a través del rostro. Sin embargo, Filippov acude muchas veces a este retrato de espaldas, ahora sabemos que porque ha encontrado el marco adecuado o un vuelo del gesto que se aprisiona en la fotografía y nunca más volverá en la realidad. Por eso también, en los suyos no hay retratos casuales, captados al azar, ni robados callejeros. Son todos retratos preparados, bien en estudio, bien en un escenario estudiado de antemano en el que se cumpla su mayor aspiración fotográfica, el hermanamiento de pintura y fotografía, es decir, la traslación a la toma fotográ-

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fica de la meticulosidad de la pintura. Hay dos fotos en este sentido que me fascinan: se titulan “Fashion” y “Alone” y fueron subidas a Moldeando respectivamente el 10 y el 23 de octubre de 2015: en un marco pizarroso, a orillas de un río, capta a una modelo vestida de negro que se refleja en las quietas aguas. Es un plano general, muy amplio, en el que apenas se ve el rostro de la chica, pero la quietud de las aguas, con su reflejo perfecto, nos da una doble dimensión de la toma, cerrando quizás su idea del hermanamiento pintura/fotografía. Para terminar, y buscando redondear de alguna forma este acercamiento al mundo de los retratos de Roman Filippov, quisiera señalar que no suele recurrir al retrato grupal —son muy escasas las veces que retrata a más de una modelo, y nunca más de dos— y que sus modelos preferidos son mujeres. En muy escasas ocasiones toma a hombres como modelo, buscando quizás esa fascinación que desde siempre el rostro y la figura femenina ha producido en los artistas de todos los tiempos, sean fotógrafos, como es el caso; o pintores, como es la aspiración fotográfica de Roman Filippov.

Francisco Trinidad

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Fotรณgrafo del mes de Agosto

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Abraham Janovski Abraham Janovski, uruguayo de origen e israelita de destino familiar, es un fotógrafo realmente prolífico y proteico. En los pocos más de tres años que lleva publicando fotos en Moldeando la luz son más de trescientas cincuenta las entregas que llevas hechas, con regularidad y constancia, participando además en algunos de los concursos convocados por nuestra red social, como el del color rojo, al que presentó una bonita serie de fotos —la mayoría flores— que dan la dimensión de un fotógrafo completo. Su abanico temático es realmente proteico, como decía. Él mismo nos apunta sus preferencias: “Mis ambientes preferidos para Moldear la Luz son los paisajes, macros de flores, animales en general y pájaros especialmente.” Aunque no solamente se queda aquí, pues habría que añadir un capítulo dedicado a las gentes, en espacios urbanos o rurales, y a las fotos urbanas de ciudades y pueblos que visita. Los paisajes son una constante en su fotografía, sí; paisajes de todo tipo, con especial atención a la naturaleza, y sobre todo paisajes urbanos de sus muchos viajes: un simple vistazo a su carrusel de fotos nos muestra fotos de, entre otros lugares no identificados, Suecia, Pennsylvania, África, Estados Unidos, Estocolmo y, cómo no, sus lugares cotidianos: Jerusalén, Nazaret, Jezreel, Tel Aviv…, con una mirada a España: Santander, San Vicente de la Barquera… y unas cuantas tomas de toros, ese espectáculo multicolor al que tan difícil resulta renunciar para un fotógrafo. En cuanto a la naturaleza, se adivina un fotógrafo inquieto, que busca y rebusca territorios y momentos, con una especial predilección por lo que pudiéramos llamar paisajes del agua: ríos, bahías, lagos, cascadas, marinas…, y con una particular inclinación a los claroscuros del atardecer en los que el fotógrafo da lo mejor de sí mismo. Aunque quizás lo mejor de sí lo deja para los macros de flores. Flores de todas las especies y tamaños, flores de todos los colores y texturas. Flores. Janovski ha publicado en Moldeando la luz varias decenas de flores, a cual más bella. Si sumamos a ellas las muchas flores de pájaros, que denotan también curiosidad y paciencia, así como conocimiento de algunas técnicas fotográficas que facilitan su captura, tenemos un perfecto resumen de la fotografía de Abraham Janovski.

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Ahora bien, si se me pidiera una síntesis de la fotografía de Janovski —una especie de salto en el vacío tan fácil de imaginar como difícil de realizar— tendría que hablar de un concepto tan realmente fotográfico como la nitidez, aspiración máxima de cada toma. Y Abraham lo consigue. Sus fotos aparecen bien contrastadas, sus enfoques y encuadres, perfectamente definidos, permiten resaltar la composición y la edición a la que las somete es tan invisible y tan imperceptible como visible y perceptible es el resultado final: unas fotos en las que la nitidez se hace protagonista y permite una visión muy agradable, como una inmersión en un lago de aguas quietas al atardecer o un paseo, bien abrigados, en un paisaje de arbolado de otoño. Con esa tranquilidad que solo se consigue aliándose con las posibilidades del tiempo y, en el caso de la fotografía, con la conjunción de la tecnología, el gusto personal y el objeto fotográfico elegido, que en el caso de Abraham Janovski, como venimos viendo, es realmente cambiante y versátil —proteico, decíamos al principio, recordando a Proteo, el dios griego de las mil formas— como versátil y cambiante cabe suponer que es el mundo de los sueños cuando se empeña en acomodarse a la realidad.

Francisco Trinidad

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Miguel Rojo Borbolla (Madrid,1874 - Puertas de Cabrales, 1930) Era hijo de Ramón Rojo Alles, comerciante de vinos emigrado a Madrid y que llegó a ser diputado provincial de Madrid por el partido republicano. Miguel Rojo ha dejado dos testimonios fotográficos diferentes y muy valiosos de su época. Por un lado, la vida urbana y burguesa de Santander, y por otro, la vida rural y campesina de Puertas y otros pueblos de los concejos de Cabrales y Ribadedeva. Rojo Borbolla comenzó su afición a la fotografía en Santander en 1904, ciudad en la que permaneció trabajando durante varios años y de la que existe en su archivo, un gran número de imágenes. Durante sus estudios universitarios, tuvo profesores vinculados a Institución Libre de Enseñanza que debieron inculcar le su interés por la antropología y el estudio del folclore y de ahí la serie fotográfica que realizará entre 1905 y 1920 en su pueblo de Puertas, donde retratará a todos los vecinos delante de sus casas, así como las labores, fiestas y personajes más comunes y representativos de ese mundo rural. Su archivo está integrado por mil ochocientos cincuenta y cuatro negativos (394 en placas de cristal y el resto en celuloide). Rojo BorbollaEl Muséu del Pueblu d’Asturies realizó un catálogo de la exposición que dedicó a este fotógrafo con el título Miguel RojoBorbolla. Fotografías de la vida campesina. Puertas de Cabrales 1904-1913. Fuente: Museo del Pueblo de Asturias, https://museos.gijon.es/page/9911-archivo-de-miguel-rojo-borbolla-1874-1930

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Puertas Film Fest y Moldeando la luz Entre el 11 y el 15 de agosto se celebró la cuarta edición del Puertas Film Fest, festival de cine que, como todos los años, se organiza en Puertas de Cabrales (Asturias). La programación de este año, que se proyecta en una carpa instalada al efecto, incluyó películas del indio Chaitanya Tamhane, el finlandés Aki Kaurismäki y el franco-gallego Oliver Laxe, así como del húngaro ligado a España Ladislao Vadja, fallecido en 1965, y cinco largometrajes españoles, además de un ciclo de cortos dirigidos por mujeres y sendas intervenciones de los artistas contemporáneos Benjamín Menéndez (Avilés) y Carmen Madreña (León). Durante este festival se proyectó también en dos ocasiones el corto realizado por Moldeando la luz y del que se da cuenta en las páginas siguientes. Para una mayor información sobre este festival, http://puertasfilmfest.wixsite. com/puertasfilmfest/home.

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Puertas de Cabrales, cien años después Para acompañar el desarrollo del Puertas Film Fest 2017, sus organizadores ofrecieron a un grupo de fotógrafos de Moldeando la luz la posibilidad de que hicieran –más de cien años después– una serie de fotos paralelas a las realizadas por Miguel Rojo Borbolla, situándose en los mismos escenarios y trasladando a ellos a los habitantes de hoy, muchos de ellos descendientes directos de los que hubieran participado en su día en las fotos de Rojo Borbolla. Se realizaron una serie de fotografías que fueron expuestas durante la celebración del festival de cine y se llevó a efecto un cortometraje que trazaba el paralelismo entre las fotos de antaño y las actuales, con algunas imágenes animadas que situaran al espectador en el contexto actual. El corto ha contado con la música de Mario Viñuela, textos de Francisco Trinidad, imágenes en movimiento de José Luis García, fotos de los moldeadores de la luz Ricardo Completu, José Luis Maylin, Juan José Pascual, José Luis García, Alberto Zapico y José Luis Cuendia. Dirigido y producido por Guendy, fue visionado dos veces durante el festival como inicio y cierre del mismo. Durante el pase de la película “Esa sensación”, con nueve candidaturas a los premios Goya 2017, José Luis Cuendia, invitado a dirigirse a los asistentes al film, agradeció a los organizadores del festival y en especial a las gentes de Puertas de Cabrales el trato que habían recibido tanto él como todo el colectivo de Moldeando la luz que aportó sus fotos a la película y posteriormente a la exposición de fotos al aire libre en las calles del pueblo. Como agradecimiento por su labor la organización le regalo el libro de fotos de Miguel Rojo Borbolla, motivo principal de esta película, “Más de cien años después”, en la se se trazó un paralelismo entre los trabajos realizados entre los años 1912-1915 por Miguel Rojo Borbolla y las realizadas por los moldeadores de la luz en 2017, y en las que muchos de los descendientes de las personas retratadas por Miguel Rojo Borbolla lo volvieron a hacer en los mismos escenarios, casas, caminos, hórreos, etc. No podemos dejar pasar la ocasión para felicitar al moldeador y también uno de los administradores de nuestra red social Eugenio Rodríguez Meco, que como si se tratara del león de la “Metro Goldwyn Mayer”, realizó una animación en la que se fusionaban los logotipos de Moldeando la luz y del festival de cine Puertas Film Fest 2017, y que sirvió de introducción a nuestra película y los organizadores del festival decidieron que fuera también la introducción de todas las películas del festival. Debemos, además, agradecer a los organizadores de este Festival, nuestros ya amigos en Puertas de Cabrales —Francisco Alonso Llano, Griselda Coro Niembro, Carmen Cardín Nieto, Amparo Martínez Díaz y Miguel Lorenzo— el que hayan contado con nosotros y sobre todo sus esfuerzos por sacar adelante esta apuesta por el cine de calidad.

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Fotos de Miguel Rojo Borbolla

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Texto base del corto conmemorativo de los 100 años del reportaje de Rojo Borbolla Pero lo nuestro es pasar… Todo pasa y todo queda, nos dijo el poeta desde el arrebol de la nostalgia y buscando las raíces de la tierra. Pasan los ríos impidiendo bañarnos dos veces en las mismas aguas, pasan los hombres y las mujeres envueltos en la niebla del olvido, pasa el viento que suspira entre las ramas del castaño, pasan el fuego y la pasión y las nubes volanderas en un cielo sosegado… Pero queda la tierra, queda la arquitectura, queda el paisaje y queda, sobre todo, el recuerdo plasmado en fotografía. Viejas fotografías descoloridas por el paso del tiempo, viejas fotografías arrugadas, perdidas en baúles y gavetas… y rescatadas por una mano y una mirada curiosa. En este sentido, Puertas de Cabrales ha sido un pueblo privilegiado. *** Gracias a Miguel Rojo Borbolla, hoy podemos recordar todo lo que queda y mucho de lo que pasó en estos más de cien años que nos separan de su obra. Miguel Rojo Borbolla, fotógrafo ligado a la Institución Libre de enseñanza y como tal implicado en el conocimiento etnológico y etnográfico de los pueblos y sus gentes realizó entre 1904 y 1913 una serie fotográfica en el pueblo de Puertas de Cabrales, retratando a todos los vecinos delante de sus casas, y deteniéndose además en sus labores y sus fiestas, y dándonos a conocer los personajes más comunes y representativos de ese mundo rural. *** Son fotos que rescatan la vestimenta de la época, los adornos, lo que hoy llamaríamos mobiliario urbano, pero sobre todo la arquitectura rural que se mantiene hasta hoy: Aquellas casas de antaño, que ocuparon el foco de Rojo Borbolla —recias casas levantadas sobre recios muros, con fuertes vigas que las sustentan—, han sobrevivido al paso de este último siglo y hoy sus vecinos, que las han cuidado, que las han mimado, las disfrutan en plenitud, conscientes de la reciedumbre que las mantiene en pie. ***

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Fotos de Miguel Rojo Borbolla

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En 2017, más de cien años después, y a iniciativa de un grupo de entusiastas de Puertas de Cabrales, siete fotógrafos de la red social Moldeando la luz han tomado sus cámaras y han recorrido Puertas de Cabrales, fotografiando, con la colaboración de todos los vecinos, los mismos escenarios, las mismas casas que en su día retratara Rojo Borbolla y colocando a gentes de hoy, incluso descendientes directos de los originales, en los mismos lugares en que Rojo retratara a sus contemporáneos. A través del contraste de ambos conjuntos de fotos, se ve la evolución secular del pueblo y de sus gentes. Basta poner en contraste aquellos niños con chambras y mandilones con estos niños con chándal y vaqueros que a veces, por las fiestas, visten el traje tradicional, como un tributo a recuerdos que no tienen; o los animales de carga —burros y mulos y parejas de bueyes— con los modernos automóviles y todoterrenos; o el mortecino blanco y negro de las viejas fotografías con el vivaz colorido de las modernas. *** Asomándonos a las fotos de Rojo Borbolla y en contraste con las de los fotógrafos de Moldeando la luz asistimos a la evolución de un siglo. Lo que fueron y lo que somos. Del trabajo en el campo al trabajo en la ciudad que vuelve al pueblo los fines de semana, fiestas y vacaciones, buscando descanso; y de las romerías de antaño a las modernas romerías donde la gaita que entonces sonaba con ambición festera deviene hogaño pura nostalgia. *** Pero esta colección fotográfica al trasluz las fotos de hoy y las de hace un siglo nos descubre también rostros que en las imágenes de Rojo Borbolla eran anónimos y que los fotógrafos de Moldeando la luz también se han pretendido anónimos para destacar el pueblo, el paisaje en el que se insertan esas casas, esas calles que han resistido el paso del tiempo y que hoy apuntan al futuro. Un futuro en el que la fotografía, el cine y el color tienen un puesto asegurado, junto al magnífico trabajo de Rojo Borbolla que nos permite recordar, que nos permite ahondar en las raíces de Puertas de Cabrales más de cien años después y que nos invitan a buscar trazar la perspectiva del salto de los años adelante. *** Como esos niños que corren despreocupadamente, como en un juego más, buscando fundirse con el futuro, ajenos a que quizás dentro de otros ciento y pico de años su imagen, como éstas que hemos visto de Rojo Borbolla, servirán como marcapáginas del tiempo, como señal de prohibido circular por los recuerdos sin antes haber abrazado la posibilidad de buscarle una vez más las raíces a la tierra.

Francisco Trinidad

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Fotos: Juanjo Pascual

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Foto: Guendy

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Foto: Monchu Calvo

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Foto: José Luis García

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Foto: Guendy

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Foto: José Luis Maylín


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Foto: José Luis García

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Foto: Juanjo Pascual


Foto: José Luis García

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Fotos: Maylín

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Fotos: Monchu Calvo

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El círculo rojo F.T Confieso que mis relaciones con el modisto americano Phil Williams nunca fueron buenas y que además nunca me esforcé porque lo fueran. Hasta que se cruzó en nuestras vidas aquel círculo rojo que cambió nuestras vidas y nuestra relación. Phil es bastante pedante y pagado de sí mismo. Y digo bastante, entiéndaseme bien, para no ahondar en las heridas que ya de por sí fueron bastante hondas. Pero, además de pedante, tiene un punto cursi que, junto a su nivel de exigencia y a su insufrible acento yanqui después de tantos años en España, hay muchas veces que lo convierten en un ser exasperante. Hasta, ya digo, lo del círculo rojo. Me había llamado ya en un par de ocasiones anteriores para que le montara sendas exposiciones de sus últimos diseños. Sé que le gusta mi estilo, que ha ponderado ante otros colegas sin disimulos, pero trabajar con él es echar un pulso a la paciencia de cualquiera. Desde la primera idea hasta la última lo discute todo. Se preocupa de colores y de formas y polemiza sobre todo con las ubicaciones. Nada parece a su gusto, nada se ajusta a lo que había imaginado. Así que, cuando me encargó aquella tercera exposición, me armé de paciencia, suspiré hondo y les dije a mis colaboradores que trabajaran sin estrés ni preocupaciones, porque hiciéramos lo que hiciéramos, al final Phil Williams lo iba a trastocar todo. Empezamos, pues, a trabajar sin tensión. Teníamos que montar siete de sus modelos de primavera en una sala bastante exigua, totalmente plana, sin ninguna posibilidad: cuatro paredes, dos puertas, una de entrada y otra de salida, y dos tomas de luz solamente en el techo. Lo ideal para volverse loco. Pero después de dos horas de reunión de todo el equipo teníamos una idea bastante ajustada de lo que podía hacerse: montaríamos los modelos sobre maniquíes en tarimas de distintas alturas, marcando las diagonales de la sala, y en el centro, sobre una tarima un poco más alta, el modelo que pensábamos mejor definía la colección, un vestido de tirantes, estampado, con mucho vuelo, combinado con un bolso y unas zapatillas de esparto, con un atrevido escote trasero que llegaba prácticamente a la cintura. Lo fuimos montando poco a poco. Luis, el electricista, ideó un sencillo montaje de focos que iluminaban individual y oblicuamente cada uno de los modelos, y dejó un foco grande, de luz blanca, en el centro, para iluminar tenuemente el vestido de tirantes. A media tarde, las sastras habían terminado de colocar y dar aire a todos los modelos y solo nos quedaba montar el vestido central. Cuando llegó Phil Williams.

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Yo estaba junto a la tarima central, mirando el maniquí desnudo y pensando cómo colocar finalmente aquel vestido. “Me gusta, me gusta”, iba ronroneando Williams por la sala, mientras yo temblaba esperando sus previsibles objeciones. Finalmente, tras dar otra vuelta a la sala y analizar uno por uno todos los modelos, vino a situarse junto a mí para mirar al maniquí desnudo, que casualmente tenía un círculo rojo pintado en medio de la espalda, con un diámetro no mayor que una moneda de dos euros y que posiblemente había servido en otra ocasión para indicar algo durante el montaje. A mí no me importaba el circulito rojo sino cómo colocar el vestido para que fuera realmente el centro de la exposición. Pero a Phil parecían ocuparle otros pensamientos. En cuanto estuvo a mi lado, comenzó a hacer signos de aprobación, a dar vueltas al maniquí y saltitos a mi alrededor, hasta que pidió a una de las sastras que le colocaran el vestido al maniquí. El círculo rojo quedaba justo en medio del escote de la espalda. —Genial —dijo—. Nunca se me hubiera ocurrido—. Y en ese momento me abrazó, me besó en la frente, me besó en los labios y me alzó en sus brazos dando vueltas de alegría—. Magnífica idea. Por algo te confié esta exposición. La verdad es que tampoco a mí se me hubiera ocurrido tamaña gilipollez. Pero Phil es mucho Williams y aquel casual encuentro con el círculo rojo de la espalda de un maniquí manoseado por otros proyectos le resultó fascinante. Mandé que lacaran el maniquí en blanco, que pintaran con todo mimo el círculo rojo en el lugar en que estaba y que cambiaran la luz blanca del foco central por otra más cálida, entre el naranja y el ocre para resaltar el estampado del vestido. Cuando Phil lo vio terminado aquella misma tarde, volvió a besarme en la frente (y en los labios) y me invitó a cenar. Durante la cena insistió una y otra vez, machaconamente, en las cualidades y posibilidades del círculo rojo en la exposición; volvió a besarme, más en la boca que en la frente; y me propuso que me asociara con él, lo que dudé los minutos suficientes para que volviera a besarme. Yo no sabía si resistirme o dejarme arrastrar por aquel efluvio que tenía al círculo rojo como protagonista, hasta que, en uno de sus besos, ya camino de mi casa, me enredé en su lengua, dejé que su mano cabalgara mis senos y amanecimos ambos en mi cama. Desde entonces unimos nuestros esfuerzos vitales y profesionales —nuestra empresa se llama lógicamente “El círculo rojo”— y sonreímos cada mañana como si el mundo se iniciara en ese instante. Lo que nunca le he confesado, ni le confesaré a Phil es que aquel primer círculo rojo estaba en la espalda del maniquí por casualidad, olvidado en un proyecto anterior y quizás aguardando una mano maestra, como la de Phil Williams, que convirtiera en genio todopoderoso la adormecida posibilidad de la lámpara maravillosa.

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Mujer de Mar Gloria Soriano Annie: ¡Ah! ¿Vas al psicoanalista? Alvy: Sólo hace quince años. Annie: ¿Quince años? Alvy: Si… le concederé un año más y luego me iré a Lourdes. (Woody Allen, Annie Hall)

Aunque el río no estaba lejos, Marta fue en bicicleta a comprobar si había pasto para los animales. Cuánto menos tardase, mejor. En una granja siempre hay mucho que hacer. El cuervo la seguía. Tan pronto iba en el trasportín trasero fijándose en las roderas, como en el manillar contemplando el camino. Su especialidad era transferir miradas del pasado al presente y viceversa. Encima de una plataforma de hormigón que sobresalía en el agua, la granjera vio una tortuga leprosa (esa era su raza) con el vientre al sol, que clamaba desesperada con sus patitas al cielo. Cuando aparcó la bicicleta junto a un chopo, el cuervo voló hasta una de sus ramas. Marta se descalzó y se metió en el agua para ayudar al quelonio a darse la vuelta. Tan pronto el animal tuvo los pies en el suelo se escondió en el caparazón avergonzado de haber sido sorprendido en tan indecorosa postura. De haber sido tan torpe. No se explicaba cómo había resbalado para caer así. También tenía miedo. Marta sabía muy poco de las tortugas. Ni era ganado de granja, ni habituales de la zona, ni había estado en contacto con ellas. Sin embargo tenía un sentido especial para comunicarse con los animales. Se olvidó de las prisas de la mañana y se sentó a su lado. Metió los pies en el agua y chapoteó sin dejar de observarla. Era una ensaladera marrón con escudos en relieve y vetas anaranjadas en los costales. La tortuga desconfiaba a pesar de la ayuda. Se mantenía aún replegada cuando expulsó un gas capaz de espantar a cualquier depredador. Marta se tapó la nariz y permaneció allí esperando a que se tranquilizase y asomara la cabeza. Por fin lo hizo. Primero la miró con sus ojos achinados y saltones, y después, apuntando con su boca desdentada al frente, dijo: —¡Ay, si yo fuera mujer de mar! Marta se quedó sin palabras y con tanta curiosidad que abrió aún más los oídos. Escuchó el rumor del agua y de las hojas, el toc toc de un pájaro carpintero y el silencio de la tortuga. —¿Decías algo? — le preguntó. Lo que había dicho no era nada comparado con lo que a continuación contó. Tenía ganas de hablar. Lo suyo no era vivir en familia, pero le gustaba echar una parrafada de vez en cuando. Nunca conoció a sus padres. Nació de uno de los huevos abandonados junto a las marismas. A sus hermanos les perdió la pista muy pronto. Uno se atragantó con un plástico que confundió con una medusa. Los de-

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más no llegaron a nacer. Unos moros se los llevaron para medicinas contra el mal de estómago, sin darles tiempo a romper la cáscara. — La posición que yo ocupaba en el nido me salvó—explicó la tortuga—. Cuando removieron la tierra rodé y pude camuflarme, pero me quedé desarropado y pasé tanto frio el resto de tiempo de incubación, que nací varón a pesar de que ya tenía un desarrollo destacable como hembra. La tortuga se miró las uñas. Después comenzó a limárselas contra la piedra. Antes de que Marta le preguntara, ella se adelantó a contestar. —Las mujeres las llevamos cortas. —Llegar de las marismas a estas tierras del interior fue un largo recorrido— continuó la tortuga—. Oculta en un camión cisterna que creía se dirigía al mar, terminé en una gravera donde volcaron el agua. El encargado me rescató para convertirme en la mascota de su hijo. Durante aquel tiempo nadaba en un estanque sin sitio donde tomar el sol. También he sobrevivido en zanjas y acequias para llegar a este río que espero me lleve hasta el océano. El río era un afluente que desembocaba en otro que acababa en un pantano con unas compuertas de donde ni era fácil salir, ni había donde tomar el sol. Marta le disuadió de que lo siguiera intentando por esa ruta y se quedó callada, pensando cómo ayudarla en su propósito. —¡Ay, si yo fuera mujer de mar!—suspiró de nuevo la tortuga. Aquello modificó el hilo de pensamiento de Marta, que se puso a buscar una explicación satisfactoria para tal deseo. Entendía que se sintiera hembra en el cuerpo de un macho, o que por haber nacido en las Marismas tuviera nostalgia del mar, pero ser mujer de mar tenía que ser otra cosa. Así que se lo preguntó. Entonces la tortuga habló como si ya fuera una tortuga verde de los mares tropicales que recorre los océanos, toma el sol en playas vírgenes, y se aparea con varios machos. Para poder disfrutar de esa vida solo necesitaba ser diez veces más grande, tener aletas en vez de garras, y dejar de esconder la cabeza. Estaba convencida de que esa transformación sucedería en cuanto llegara al mar. Marta frunció los labios con preocupación. Ella sabía que el estrés que rasca en el hormigón, no ayuda a que los deseos se cumplan. Mientras la tortuga soñaba con ser mujer de mar, había estado arañando en el cemento hasta desgastarlo. Tenía las garras sin uñas. En carne viva. Marta le dijo que le gustaba que tuviera sueños y los persiguiera. Parecía una empresa difícil y le recomendó hacer un poco de terapia antes de partir. Conocerse mejor ayuda a tener éxito, le dijo. Con este mismo fin otros hacen meditación, respiraciones o yoga, pero en aquella zona no había maestros en tales conocimientos. Sin embargo, ella tenía un amigo cuervo experto en técnicas de refuerzo y autoestima. Un profesional brillante. Sabía poner en valor lo que para otros solo eran despojos. Si estaba de acuerdo hablaría con él. La tortuga se miró los dedos descarnados de las manos que no eran aletas, y dijo que sí. El pájaro que seguía en la rama del árbol reflexionando sobre el Ello, el Yo y el Superyo, acudió veloz a la llamada. Marta hizo las presentaciones y se fue. No podía entretenerse más. Ellos acordaron reunirse cada mañana sobre la plataforma de hormigón, excepto los domingos. Ese mismo día tuvieron la primera sesión. El cuervo dijo que debería tumbarse sobre el caparazón. El tratamiento es más eficaz cuando el paciente no está a la defensiva, tuvo que explicar a la tortuga que se oponía a dicha norma. El pájaro era un psicólogo de palabras escasas, pero convincentes. Interrumpieron la terapia en invierno. La crecida del rio inundó el despacho y la tortuga entró en hibernación. Retomaron las sesiones en primavera. Otra vez llegó el invierno y la primavera. La mujer de mar seguía allí, junto a la granja, enganchada al psicoanálisis.

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¿Qué es la fotografía para ti? Juan José Pascual Llevo la friolera de 25 años practicando la fotografía, aunque no es del todo cierto, debería decir que mi primer contacto con la misma fue hace 25 años. Mis primeros pasos en la fotografía fueron de la mano de un fotógrafo de mi pueblo que me introdujo en los principios básicos y se convirtió en un gran amigo. Acompañándole en varios trabajos como asistente y aprendiz. Recuerdo mi primera cámara, un EOS 1000F de película de 35 mm. También como tras realizar las fotografías, tenías que esperar a veces una semana para ver los resultados, tras que fuesen procesadas en el laboratorio, así como el uso de filtros creativos Cokin combinándolos con la función de multiexposición, que de aquella era una novedad dentro de las cámaras de esa gama. Ahora con los medios digitales prácticamente toda esta creatividad se puede realizar en la edición, aunque también es un reto utilizar estos filtros, con la ventaja de que ahora vemos el resultado al instante. También recuerdo aquellos primeros ensayos de fotografías a baja velocidad, sacadas en el “pedrero” (una de las playas de Candás, villa marinera que me vio nacer), llevando conmigo una pequeña libreta donde iba haciendo anotaciones de la zona donde hacía la fotografía, los valores de velocidad y de diafragma (esto hoy en día queda todo grabado en nuestro negativo digital, aunque realmente es un positivo). Otro recuerdo de aquella época son mis pruebas de diapositivas, las cuales guardo con cariño. Tampoco olvido el gran “desastre” digital, cuando por un problema con el ordenador perdí de forma irrecuperable las fotografías que saqué con la primera cámara digital que tuve, una HP 750 con sus flamantes dos megapíxeles de resolución (ya que de aquella las cámaras réflex digitales tenían un precio prohibitivo para mi economía). Tras ese trágico accidente, las copias de seguridad regulares pasaron a formar parte de mi rutina de trabajo. Tras el periodo de uso de mi Hp, pasé unos años de inactividad y cuando las réflex se me hicieron más asequibles decidí adquirir una. La decisión de la marca no fue muy difícil, CANON debido a que podía usar con ella los objetivos que tenía de la réflex de película. Con ella empecé a ser más constante en la fotografía, tome mi primer contacto con el Festival Aéreo de Gijón y saqué dos fotografías (ambas en el 2008) que para mí tienen un significado muy especial, las cuales fueron unas de las publicasdas en el libro conmemorativo del décimo aniversario del mismo. Una de ellas es del Candair CL-215r del Ejercito del Aire (avión anfibio de extinción de incendios cariñosamente apodado “botijo”), tomada desde la terraza del

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Hotel Príncipe de Asturias; en la cual si se amplía un poco se ve al piloto saludando con la mano hacia todos los espectadores, pero con el ángulo que la tomé parecía que me saludase a mí. La otra es de un miembro de la Patrulla de Paracaidismo del Ejército del Aire (PAPEA), en su aproximación para tomar tierra en la zona designada, portando nuestra bandera nacional. A partir de este momento fue creciendo mi actividad fotográfica, entré a formar parte de moldeandolauz y el empezar a escribir artículos en nuestra revista me motivó más todavía; adquirí la cámara NIKON D300Sx con la que hago las fotografías actualmente. Tras todos estos años en los que fotografía ha ido formando parte de mi vida me ha hecho plantearme esa pregunta que da título al artículo. ¿Qué es la fotografía para mí? Para mi es muchas cosas a la vez, en momentos son todas ellas juntas y en otros predomina más una que otra. Es una herramienta que me sirve para relajarme, aunque genera cierta tensión cuando estás preparando la fotografía, buscando el encuadre ideal, el momento justo (si es que tienes tiempo para calcular todo ello, ya que a veces los movimientos caóticos son impredecibles y toca dejarse guiar por los instintos y el entrenamiento para esa situación). Desde que tengo sobrinos, aunque ya hacia las fotografías en nuestros eventos familiares, ellos me han regalado momentos impresionantes con su espontaneidad, ocurrencias y gracias. Desde que tenían apenas días, han visto a su tío con la cámara de fotos, se han ido acostumbrando y hasta posan a veces. Aunque pillarles en algunos momentos por sorpresa saca esos momentos singulares y naturales, lo cual es lo más gratificante, sobre todo cuando les enseñas la fotografía y se ríen a carcajadas contigo. La fotografía es también para mí una gran herramienta social. Con ella he conocido a grandes fotógrafos, compartido experiencias, trucos, puntos de vista, sesiones tras las cuales veíamos la forma de trabajar cada uno; así como discusiones sanas sobre distintos pareceres y pensamientos. Gracias a la fotografía he conocido profesionales de diversos ramos y he aprendido muchas coas que desconocía, haciéndonos preguntas mutuamente y compartiendo nuestros conocimientos en disciplinas aparentemente tan diferenciadas. El trabajo con maquilladoras me ha descubierto ese mundo tan desconocido para mí hasta ese momento y me ha ayudado para marcar pautas en ciertas sesiones. Las modelos compartiendo conmigo sus vivencias dentro del mundo de la pasarela y en sus sesiones, me han orientado tras ver con sus ojos ese mundo tan complejo. No puedo olvidarme de los Cosplayers a los que he dedicado varios artículos para dar a conocer ese mundo, pero tras ellos, está el mundo de los eventos; en cuya organización no es oro todo lo que reluce y hay todo un mundo de vanidades encubierto. Como en la vida misma. Y no podría dejar sin mencionar a todas aquellas personas que ha formado parte del equipo de organización y trabajo del Festival Aéreo de Gijón, el Círculo Aeronautico Fernandez Duro y al ejército del aire, con especial cariño a la patrulla PAPEA con quienes espero reencontrarme en el Festival Aéreo de este año. Para mí la fotografía es parte inseparable de mi vida y una luz en la niebla, como tantas luces son aquellas personas que he conocido gracias a ella, unas brillan con mayor o menor intensidad, otras han sido estrellas fugaces y otras son como la estrella del Norte. Pero todas estas luces están ahí presentes y lo estarán mientras viva y tenga conciencia de mí mismo.. Si cada fotógrafo se realizase esta misma pregunta habría tantas respuestas como estrellas en el firmamento o casi. Luz y Tinta inseparables como siempre.

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Sin estudio fotográfico Ricardo González “Completu” Todos los que tenemos cámara, y hacemos fotos, deseamos tener un espacio personalizado y estudio fotográfico para nuestras experiencias de luz. Solo unos pocos pueden, pensaríamos todos. Sin embargo, no es tan difícil. En verano, en la playa, todo turista levanta el teléfono móvil y hace fotos sin ton ni son pero, cuando se lleva una réflex, hay que tener cuidado con quien fotografiar, porque ya de por si, los ocupantes de la arena, se pueden preocupar de a dónde van esas fotos. Yo no veo la diferencia, porque van seguramente al mismo sitio que las de móvil. Si hay un evento público y muy relevante en nuestra ciudad, sobre una persona o hecho popular, donde hay restricciones de paso, y queremos hacer ese reportaje, entonces no podemos ir con el móvil a hacer fotos, hay que ir con la “súper cámara” y el “súper objetivo”, aunque una vez dentro del entorno lo quitemos y pongamos el que de verdad nos hace falta. Ahora que con 200 € de cámara y objetivo 150-600 (que parece un bazoca militar), esto si que marca y sorprende a cualquier acomodador de eventos. Bueno, y si

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además se lleva un chaleco con la marca Google y gorra de la marca de la cámara, para qué mas, se consigue un sitio preferente. En un evento escolar, el abuelo de una de las participantes (y no era yo) sacó su réflex y se puso a hacer fotos. Enseguida desde la Asociación de Padres le invitaron a que no siguiera haciendo fotos. El resto de los padres e incluso algunos de la misma Asociación, teléfono en mano, hicieron las fotos que creyeron convenientes, sin ninguna restricción y, por supuesto que las fotos fueron colocadas en redes sociales, les gustara o no al padre, madre , abuelos o al perrito que llevaban. Un escenario fotográfico es cualquier sitio en el que solo hay que colocar el trípode (bajo previo permiso de sus dueños, si los hubiera) y empezar a recrear escenas y amoldados de los Exif de la cámara. A mi me gustan los retos y siempre espero que salgan bien. En los museos de la ciudad me han puesto todas las pegas habidas y por haber y eso que les dije que el reportaje no se expondría en lugar de pago y que no era con ánimo de lucro, pero lo más sobresaliente es que las pegas me las daba la cobradora del ticket de entrada, no la dirección o la alcaldía, que podrían tener parte en ello. Es lo que dije siempre: “al tonto le pones una gorra y por ahí no pasa ni el mismo dueño sin autorización”. Y lo peor es que cuando se jubilan, se piensan que el que lo suplanta le ha robado todo por lo que el peleó toda la vida, con gorra en la cabeza. Pero esto es otro asunto en el que no quiero entrar más y me dejo de litigios y discusiones. En otras revistas anteriores, ya había comentado que de forma ocasional, y durante una reunión de amigos, acabábamos pidiendo permiso al dueño de una

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cafetería y hacíamos un poco de reportaje fotográfico “in situ”, descubriendo los poses y formas, en el mismo momento, sin pensar y solo con los que nos rodea. Seguro que no soy yo solo, cuando vamos a tomar unas cervezas con algún amigo y vemos esas luces y entorno mobiliario y nos parece que podría ser un buen estudio fotográfico, donde llevarnos a nuestras/os modelos y hacer de las nuestras con cámara en mano. Pues esa es la idea que quiero compartir con los lectores. Nos juntamos unos amigos, para hacer unas fotos por la ciudad y nos tomamos unas cañas en una cervecería típica donde el mobiliario es de madera, los reservados son con asiento de respaldos altos y con una lámpara que deja una luz tenue en acabado envejecido a tostados y los suelos en madera vieja. Para una secuencia de autorretrato y como ya soy conocido de algunos días, le comento al jefe de barra si puedo hacer una fotos con uso de trípode y me dice que sin problemas y que, si hay que mover alguna mesa, que se lo comentemos. En cierto modo, tenemos entrada para seguir haciendo fotografía en este local y ellos encantados de que hiciéramos propaganda. En una conversación, mi amigo Julián Castarroyo, que ya estuvo colaborando en mi trabajo de la Revista de Luz y Tinta 68, me habla de una barbería regentada por mujeres y con atención a personal masculino y, claro, que lo más demandado son el arreglo de las barbas. Hace las presentaciones y veo paredes con murales ambientados en los años 50 o anteriores, en colores sepias y de aquellos hombres barberos con sus navajas de afeitar en mano. Hay sillones de cuero, espejos, suelos de madera envejecida y una cristalera que da a la calle y buenas luces de interior: el sueño de todo fotógrafo

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que quiere el estudio fotográfico ya montado y sin gastos y además sus empleadas que son dos bellezas de chicas que quieren posar para mí.Yo no acarreo gastos y ellas tampoco, las dos partes podemos ganar publicidad sin coste alguno. Por mi parte les regalo el Book íntegro y doy autorizació para hacer ampliaciones, revistas, libros, publicaciones en redes sociales (pero por supuesto que con mis firmas de autor) etc. y ellas me dejan hacer mi publicidad en su negocio y ni siquiera pago a las modelos, los trajes, los maquillajes y otras cuestiones y además, si quiero hacer otros reportajes, con otros modelos, me dejarían el sitio los sábados por la tarde, que es cuando ellas descansan. Para mi es el Disneyland París de todo fotógrafo. Y además al alcance de la mano de cualquiera. Colaboradores: –Noelia, regidora de la Barbería “ Noe´s Barber Shop.” –Ana, empleada de la misma Barbería. –Julián Castarroyo, entrenador deportivo.

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Un escenario fotográfico es cualquier sitio en el que solo hay que colocar el trípode (bajo previo permiso de sus dueños, si los hubiera) y empezar a recrear escenas y amoldados de los Exif de la cámara.

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El último supermercado Monchu Calvo Hace pocos días se nos fue Mariano. Un hombretón sencillo, que durante muchos años regentó junto con Carmen, su mujer, el bar-tienda El Casino, de Campo de Caso. Y sentimos mucha pena, primero porque era una buena y querida persona, y segundo porque se nos desvanece un lugar que formó parte de nuestras primeras incursiones en el mundo comercial. Allí gastamos nuestras primeras pesetas, en alguna golosina, que de aquella no se llamaban chuches, allí nos invitaban nuestros abuelos a los exquisitos refrescos teñidos de naranja, que bebíamos con placer. Quizás probamos los primeros helados, y nuestros ojos recorrían extasiados las estanterías llenas de cajas, que suponíamos llenas de cosas que posiblemente nunca hubiésemos visto. Había un gran mostrador de desgastada madera, y sobre él una maquina que soltaba aceite al darle a una manivela. Un poco mas allá un gigantesco cuchillo sobre una base y un eje, cortaba bacalao, que nuestras manos aprovechaban para coger los recortes y meterlos en la boca. Y en el techo, muchos calderos de cinc y de porcelana. Guadañas y rastrillos para el manejo de la yerba, y botas de goma y madreñas. El suelo era de madera formada por listones. Todo ello denotaba viejo, pero a la vez repleto de vida, porque eran cosas que se utilizaban en casa y nuestros ojos le resultaban familiares. Redes para gallineros y trampas para ratones. Un lugar que nos asombraba. Tras la señora del mostrador, latas de sardinas, cajas de jabón para lavadoras, barras de pan y todo tipo de ultramarinos se agolpan a la espera de algún cliente. Y varios jamones, cuelgan junto a riestras de chorizos de una viga cercana al mostrador. Apoyados en la barra siempre había parroquianos que en animada tertulia y con un vino por delante departían en acalorada tertulia, de temas ganaderos, generalmente. Esos lugares eran verdaderos centros sociales y casi parlamentos. Un bar-tienda era un negocio familiar que tenía las características de un bar y de tienda de ultramarinos. Que te apetecía un vino, pues lo tomabas, que querías patatas, las tenias, que querías una maceta, pues la tenias también. Aun siguen existiendo mas de 300 bares- tiendas por Asturias, aunque muchos, debido a la alta

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edad de sus propietarios, están cerrando y es una pena. Otros como es este caso, mucho nos tememos que no vuelva a abrir sus puertas, pues no parece que sus familiares opten por continuar algo que se hacía por vocación, pues las costumbres y los hábitos de consumo han cambiado radicalmente. Ya no es necesaria esa tienda donde había de todo, porque ahora es fácil desplazarse a una gran superficie y encontrarlo, posiblemente más barato, pero hay algo que seguro que no se verá nunca en esos lugares, y es la sonrisa franca de Mariano buscando en el último rincón ese tornillo que hace falta, o los polvos que mezclados con agua curaban las ubres de las vacas con una fórmula que ningún veterinario sabia. A finales de los setenta las costumbres de los habitantes de los pueblos comenzaron a cambiar. Los supermercados sustituían a las tiendas de ultramarinos, el coche se popularizó, el teléfono y el televisor entraron en todas las casas, las comunicaciones mejoraron y la juventud se marchaba a la ciudad. ‘Bajar’ a Laviana

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era más cómodo, y allí había más variedad. Fue el inicio de la decadencia de los bares-tienda, que iban cerrando según llegaba la jubilación de sus propietarios. Aún nos emociona la vieja libreta donde apuntaban a crédito, y leemos nombres que nos suenan familiares, con una raya por encima, señal de que habían liquidado su deuda. No quedo ningún “pufo” nos comentaba en una ocasión Mariano. Hoy, aquella antigua puerta verde, testigo del trasiego de tantos vecinos, permanece cerrada. En su frente luce una esquela con el nombre de su dueño, mientras el tañido de las campanas acompaña el coche fúnebre, tras el cual marchan en silencio los que queremos despedir a alguien irrepetible, como Mariano, el dueño de la tienda del Casino. Que la tierra te acoja, amigo.

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Fotógrafos húngaros contemporáneos, X.

János Eifert Ilona Gogh “La creación comienza donde uno se convierte en artista. El artista prosigue donde la creación será perpétua...” János Eifert ¿Cómo iniciar la presentación de mi entrevistado, János Eifert, siendo él una figura ilustre de la fotografía húngara contemporánea, al que sigo y admiro ya hace un tiempo, y sobre el cual existe un sinnúmero de información accesible en internet para todos los que deseen conocer más su persona y su obra de amplio espectro y de largo recorrido...? Decidí hacerlo acercándome más a la persona que al tan conocido y tantas veces premiado Fotógrafo Artístico.., y al conocerlo, no me equivoqué. János Eifert nació el 8 de mayo de 1943 en un pueblo del sur de Hungría, rodeado de naturaleza, donde creció impregnándose de esa savia natural que lleva en la sangre, y que salta por sus poros incluso cuando aprieta el botón de exposición de su cámara con el fin de inmortalizar un momento o un movimiento... Ahí van impresos sus sentimientos y sus pensamientos. János, primero, como miembro del conjunto de danza folklórica Honvéd Együttes, antes que fotógrafo (1960-1977), pudo conocer bien al cuerpo humano, sus movimientos y expresiones, estrechamente vinculados con la naturaleza que le

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daba vida. A partir del 1968 comienza con la fotografía, aún bailando en su conjunto y recorriendo el mundo, pero al retirarse ya no se separa más de su cámara hasta hoy. De ahí que su obra la suelen enmarcar en tres categorías: Naturaleza, Baile, Cuerpo. Fiel a su naturaleza, no presume de aparatosos equipos, opina que aquellos solo son medios... “Mis fotos no son resultados del arte del momento –decía–, sino también del arte del pensamiento . El problema empieza cuando no haya nada más que decir”–termina. János Eifert, bailador folklórico, fotógrafo, fotógrafo artístico, fotorreportero, fotógrafo de desnudo artístico, no cesa su actividad creadora, siempre buscando nuevas vías y enseñando a la vez. Obtiene muchos éxitos igualmente con la presentación de sus Digiramas (Digiporamas), invitado a varias exposiciones y salones artísticos internacionales, como la del Europa´77 en Reus. Reune unas 150 exposiciones individuales y unas 650 colectivas nacionales e internacionales. János, a sus 74 años, es una persona muy activa, con varias obras editadas nacional e internacionalmente con sus fotografías y Digiramas a su espalda, dice que que aún tiene mucho que hacer, está pleno de planes y de ideas aún... En ese último viaje mío a Budapest tuve la oportunidad de contactar con él en una exposición de fotos donde fue invitado para inaugurar la misma, y pude constatar su vitalidad y que su modestia no tiene límites. Al presentarnos aceptó con agrado mi solicitud de entrevista, proponiendo incluso coordinar la misma en

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su modesta vivienda, donde luego en compañía del Presidente del ABFA, Károly György Tamás, nos recibió tan amablemente con un exquicito té aromático preparado por él mismo. Y volviendo a sus orígenes, naturalidad, sencillez y cordialidad resume a esa gran persona, quien con su habla pausada nos ha hecho pasar un par de horas tan agradables, que guardaré en mi memoria para siempre...

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P.S.- Entre los temas de conversación le hablé también de Moldeando la Luz, y de su Revista Luz y Tinta, de cómo y cuándo nació, enseñándoselo también en su pantalla del ordenador, y a mi pregunta si le gustaría venir a España para montar una exposición suya, y/o si desea impartir un taller de desnudo artístico corto en Oviedo, la respuesta fue un SÏ redondo... Esa noticia ya llegó al principal destinatario, con su aprobación, ahora es cuestión de organizar y coordinar todo...

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Pase de modelos Kezzin

Con su habitual calidad e imaginación, Kezzin nos ofrece en este reportaje una suerte de pase de modelos en el que juega con la luz, con el gesto y con algunas sugerencias externas –resulta intrigante esa serpiente que parece acunar una de las modelos– que dotan al conjunto de una fuerza casi de aguafuerte que, a medias entre el surrealismo y hiperrealismo, nos lleva a mundos en los que prima el contraste de la realidad con sus representaciones.

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Fotos de Nadima

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Barco de papel Claudio Serrano El bosque es siempre antesala del misterio y muchas veces del temor. Ya lo escribió en su día Rosalía de Castro: Cuando recuerdo del ancho bosque el mar dorado de hojas marchitas que en el otoño agita el viento con soplo blando, tan honda angustia nubla mi alma, turba mi pecho, que me pregunto: “¿Por qué tan terca, tan fiel memoria me ha dado el cielo?” Y es que el bosque nos trae memoria de cuentos infantiles en los que niños inocentes son víctima de animales siniestros y de monstruos imperdonables. Sin embargo, en estas fotos de Nadima, a pesar de los árboles con las ramas desnudas, de la nieve que lo rodea, de la soledad y del frío que lo envuelve, la sonrisa de los niños que lo cruzan ahuyentan todos los temores. Sonríen a la cámara del fotógrafo, se cogen de la mano para repeler la soledad y sobre todo se entretienen jugando con ese barquito de papel que se pierde en el arroyo, alejándose bosque adentro, y abriendo de par en par la sonrisa de esos niños confiados que saben que el bosque no encierra más peligro que el de la soledad y el frío. Pero ellos van juntos y envueltos en fuertes abrigos y gorros de piel que se enfrentan a las bajas temperaturas sin ningún tipo de problema. El camión de juguete que llevan consigo, aunque el barco de papel se pierda aguas abajo, es una especie de contraseña que les abre las puertas de la fantasía, a pesar de los malos augurios de un bosque al que no temen quizás porque son viejos conocidos y compañeros de juegos.

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Entrada a la villa de Amaiur

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Historias del Baztán. I. Amaiur Juan Depunto “…en lo que toca al reyno de Navarra, haya de mirar y con diligencia examinar y averiguar sinceramente, si de justicia y razón seré obligado a restituir el dicho reyno o en otra manera satisfacer o compensar a persona alguna. Y lo que fuese hallado, determinado y declarado por justicia, se cumpla por efecto, por manera que mi ánima y conciencia sea descargada.” Testamento de Carlos I, 1530 Este precioso valle de la Navarra profunda, fronterizo con Francia, lamentablemente se hizo famoso internacionalmente al salir de la Edad Media con los procesos inquisitoriales a sus brujas, especialmente el desarrollado en Logroño que llevó a la hoguera a una multitud de ellas. Más recientemente lo ha difundido, en un tono de humor muy distinto, la película del director Emilio Martínez-Lázaro “Ocho apellidos vascos”. Sin embargo, el Baztán contiene muchas más historias, además de las relacionadas con sus cuevas de Zugarramurdi, Urdax y tantas otras. Y de algunas de estas historias es de lo que en éste y en próximos números de Luz y Tinta voy a hablarles. La primera de ellas es estrictamente histórica y explica algunas de las situaciones actuales que muchos de nuestros conciudadanos no conocen, por lo que no le encuentran explicación a algunas de las situaciones de hoy en día y de ello se generan posturas de rechazo. Me estoy refiriendo a Maya-Amaiur.

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A la izquierda, dibujo del castillo de Amaiur. A la derecha, valle del Baztán desde el monte Gaztelu

Amaiur (Maya en castellano) es una localidad de cerca de 300 habitantes, que está en Navarra, en el valle del Baztán, a 65 km al norte de Pamplona. Su nombre figura tal cual desde el siglo XII. Se sitúa en la base del monte Gaztelu, en cuya cima se encontraba el famoso castillo que protagonizó las batallas inicial y final de la conquista de Navarra, comenzada por Fernando El Católico en 1512 y concluida por Carlos I en 1522. Realmente, la conquista de Navarra empezó mucho antes por parte de Castilla y Aragón. En el siglo XII comenzaron con la anexión de diversos enclaves navarros (La Rioja, el Duranguesado, etc.) y los principales señoríos vascongados: Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, hasta entonces pertenecientes a Navarra desde la reconquista de los territorios a los musulmanes. Para fomentar la repoblación de los territorios reconquistados a los moros, se incentivaba a sus nuevos habitantes con fueros (leyes) que incluían privilegios, y se repartían estos territorios entre reyes, nobles y señores, haciéndoles administradores de los mismos. Con la expansión imperialista de los Reyes Católicos y sus descendientes, se fueron anexionando

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para la corona imperial unificada los diversos territorios reconquistados y el último en incorporarse fue el de Navarra. Guipúzcoa en particular fue durante largo tiempo la salida al mar de Navarra, de la que le quedó un pequeño enclave a través de la cuenca del Bidasoa. Posteriormente la anexión de la Alta Navarra al reino de Castilla y Aragón fue ya completa en el siglo XVI con lo expresado en el párrafo anterior y en el S. XVII con la incorporación de la Baja Navarra a la corona francesa. La ocupación de territorios fue progresiva, con conquistas y retrocesos continuos y cambios frecuentes de lealtades entre los protagonistas de la nobleza, incluidos en alguna ocasión los musulmanes de los alrededores. Fernando el Católico inicialmente se comprometía a conservar fueros, privilegios, usos y costumbres del Reino, pero posteriormente estas promesas se iban olvidando y tergiversando, como en Granada (ver los artículos sobre los judíos y moriscos de Granada publicados en Luz y Tinta nos. 44 y 56). En su primer ataque de 1512, a cuyo mando puso al segundo duque de Alba, llegó a incorporar la Baja Navarra, ocupando su capital, San Juan Pie de Puerto; fue de especial e intensa virulencia, arrasando y saqueando los territorios a su paso (en opinión de los cronistas castellanos). Tras la conquista del castillo de Maya se nombró un virrey castellano que se instaló en el palacio de los reyes de Navarra en Pamplona (hoy Archivo General de Navarra); los reyes legítimos fueron excomulgados por el Papa Julio II y exiliados a Francia. El hostigamiento a los invasores era continuo y esto hizo que se reforzaran las defensas de la capital, Pamplona, construyéndose un gran castillo, el “Fuerte de Santiago”, que fue la fortaleza más importante de todo el imperio español durante siglos y aún hoy se puede observar su magnitud en sus restos. Por otro lado, se demolían los castillos de acceso, para evitar rebeliones internas haciéndose fuertes en los mismos, como finalmente le ocurrió al castillo de Amaiur. Simultáneamente Fernando El Católico estableció la Inquisición con tribunal en Pamplona dependiente de la jurisdicción de Zaragoza (donde mandaba un hijo suyo, el arzobispo Alonso de Aragón). También se establecieron fuertes restricciones al comercio. Cuando subió al trono de Francia Francisco I, dada su rivalidad por intereses encontrados con la monarquía española, apoyó a los reyes navarros exiliados y se preparó un contraataque en 1516, recién fallecido el rey Fernando II. Organizaron un ejército en tres columnas: la primera atacó S. Juan Pie de Puerto, la segunda Roncesvalles y la tercera los valles de Salazar y El Roncal (es decir, los alrededores de la Selva de Irati). Simultáneamente se alzaron varias villas (Sangüesa, Olite, etc.). Pero poco duraron estos intentos, siendo sofocados todos ellos por las tropas imperiales españolas.

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Vista de Amaiur desde el monte Gaztelu

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Monumento a los defensore Amaiur

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es del castillo de

En 1521, estando Castilla enfrascada en la guerra contra los Comuneros (que se alzaron por no respetarse sus fueros), Francisco I aprovecha la ocasión y una vez más apoya al rey de Navarra, Enrique II, organizando un ejército para reconquistar Navarra. Los imperiales, que acababan de vencer en la batalla de Villalar a los Comuneros, reclutaron un gran ejército de 30.000 soldados con el que hicieron frente a las fuerzas franconavarras, acabando por vencer en la terrible batalla de Noáin, donde cayeron más de 5.000 combatientes, casi todos franconavarros. Tras esta derrota los navarros se replegaron hacia la Baja Navarra y Francia, pero luego hicieron una incursión por el valle del Baztán tomando el castillo de Amaiur, donde se hicieron fuertes. Tres meses después cayó este castillo de Maya, con 200 hombres frente a un ejército de 10.000 soldados que lo cercaron. Tras él fueron cayendo los demás focos de resistencia. En el castillo combatían dos hermanos de S. Francisco Javier, Miguel y Juan de Jaso, cuyo padre era Juan de Jaso, presidente del Consejo Real de Navarra (su residencia era el hoy conocido como Castillo de Javier). Tras su rendición se realizó una importante represión, con ajusticiamientos abundantes y demolición total del castillo de Amaiur. Tras esta victoria ya no hubo más alzamientos formalmente organizados, limitándose la resistencia a realizar guerra de guerrillas con acciones puntuales. Considerando Carlos I las dificultades para mantener la capital de la Baja Navarra, S. Juan Pie de Puerto, e interesándole firmar la paz con Francia, terminó por abandonar su defensa en 1529 y con él a la Baja Navarra. Por todo lo explicado, el castillo de Maya-Amaiur constituye un lugar de especial referencia histórica, sobre todo para los defensores de la independencia de Navarra. Ello llevó al reconocimiento de los hechos, empezando por las dudas expresadas por Carlos I en su testamento (verlas al inicio en cursiva) y ya en el siglo XX con la elevación de un monolito que se colocó en el lugar que ocupaba la torre del homenaje en 1922, con los nombres de sus más destacados defensores, entre ellos los de Miguel y Juan de Jaso. Este monolito fue volado en un atentado terrorista en julio de 1931 mientras se debatía el “Estatuto de Estella”, que apoyaba la unión de Navarra con Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Se reconstruyó en 1982. En 2007 en la base del monte Gaztelu (el del castillo) se levantó otro monolito en homenaje al “Resistente desconocido”, tallado en piedra rojiza del Baztán. En las elecciones generales de 2011 se presentó una nueva formación política que se denominó “Amaiur” constituida por tres partidos independentistas de la izquierda abertzale: Eusko Alkartasuna, Alternatiba y Aralar. En la actualidad, se está reconstruyendo el castillo por parte de la población de Amaiur y la Sociedad de Ciencias de Aranzadi. Referencias documentales: Tuñon de Lara, M. Historia de España. Tomo 4, 3ª Ed. 1982, Labor, Barcelona.

https://es.wikipedia.org/wiki/Conquista_de_Navarra https://es.wikipedia.org/wiki/Castillo_de_Maya https://es.wikipedia.org/wiki/Amaiur http://vascon.galeon.com/agotes.html

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Seguimos con la secciรณn de Paisajes Singulares realizados por fotรณgrafos no menos singulares por su inteligencia y cultivada sensibilidad; en definitiva, nos encontramos ante fotรณgrafos extraordinarios.

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Yang Yi La colosal presa de las Tres Gargantas de la provincia china de Hubei fue, durante muchos años, la obra de construcción más grande del mundo. El proyecto de construcción desplazó a unos 1,2 millones de personas y destruyó once ciudades. Para este artista chino, la destrucción que creó la la presa se convirtió en un asunto muy personal. Yang Yu vio cómo su antigua ciudad era desmantelada por la construcción de la presa. Nació y creció en Kaixian, pero, al igual que sus otros habitantes, le obligaron a trasladarse a una nueva ciudad, hecha expresamente para la reubicación, en el año 2007. Capturó la ciudad con su cámara justo en el momento del abandono y creó la serie de imágenes “Uprooted” (Desarraigado), que muestra una ciudad fantasma sumergida bajo el agua, en la que los pocos habitantes que quedan intentan adaptarse como mejor pueden con máscaras y tubos de buceo. Las fotos reflejan tres fases en la vida de la ciudad: el presente queda representado por las escenas cotidianas; el pasado en tono sepia y el futuro con la omnipresencia del agua. La ciudad real fue inundada en 2009. Para Yang Yi, las imágenes preservan algo muy personal: “No pretendo hacer hincapié en el significado que hay que encontrar en mis fotografías”, dice, “para mí, lo más importante es que vengo de esa ciudad. Tratan sobre todo lo que tenemos en común allí: nuestro acento, nuestro cilantro picante, cómo nos miramos los unos a los otros asistiendo, un gesto para saludarnos cuando nos cruzamos en la calle”.

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Manda tus preguntas a: moldeandolaluz@gmail.com


P:

Me gustó mucho en una ocasión leer tu respuesta a una persona anónima que te preguntó por la lujuria del equipo. Me he rendido ante la publicidad y las chorradas y me he autoimpuesto el complejo de inferioridad durante algo más de un año, he evitado completamente mi cámara para propósitos artísticos. Después de leer tu respuesta, me tomé diez minutos para salir a la calle y tomar fotos. Simplemente tomar fotos y divertirme. Me sentí realmente muy, pero que muy bien.

R: Me alegro de haberte sido útil

Necesitamos recordar lo extraordinaria que era nuestra cámara cuando fue anunciada. Necesitamos recordar lo entusiasmados que estábamos cuando finalmente la compramos. Leímos todo lo que pudimos sobre la cámara. Examinamos cada imagen de muestra que venía con los primeros modelos. Contamos nuestros euros hasta que finalmente pudimos tener ese estupendo equipo que tanto deseábamos. Después, se hizo vieja, Después, se hizo anticuada. Había algo más nuevo. Y más llamativo y más avanzado. El canto de sirena de mejores fotógrafos nos llevó a investigar una cámara más reciente. Miramos todas las imágenes de muestra. Nos puso de nuevo a contar euros otra vez tratando de llegar al final del arco iris para encontrar la nueva olla de oro. La maravillosa cámara que teníamos parecía despreciable e inútil. Es como un ancla que hunde y frena nuestros sueños. Si solo hiciera lo que la nueva cámara puede hacer, entonces tendríamos éxito. Entonces estudiamos a los viejos maestros. ¿Cuántos puntos de autofocus tenía Avedon? ¿Cuántas imágenes por segundo disparaba Bresson? ¿Qué encontraron los de DXO Labs en la cámara que Annie usaba cuando disparó su primer encargo de los Rolling Stones? Tenemos ahora mucha tecnología y demasiadas opciones al alcance de la mano. Incluso la más simple de las cámaras funciona muy bien cuando se usa correctamente. Esa cámara con la que estabas tan ilusionado hace tres años hoy es tan buena como lo fue entonces.

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Si, hay momentos para actualizarse. Si, hay momentos cuando el equipo es lo que importa. Si, hay algunas ventajas con estar al día con ciertas tecnologías. Si, hay ocasiones para retirar una pieza de nuestro equipo y reemplazarla por otra nueva. Como profesional verás equipos que llegan y equipos que se van, pero todavía estoy por conseguir una cámara que haga las mejores fotos o que me haga ver el mundo de manera diferente. La pieza del equipo que me ha llevado más cerca de algo nuevo y diferente fue mi Fuji X100, porque de repente yo tenía una cámara para todas las ocasiones. Empecé a disparar a cosas a las que no hubiera disparado antes porque llevaba una cámara decente en esos momentos. Disfruta de lo que tienes. Haz con ello todo lo posible. Recuerda que hay gente en el mundo con un equipo más viejo y tomando mejores fotos que las que tú obtienes. Si ellos tuvieran tu equipo lo verían como una bendición cuando, a veces, el equipo lo vemos como una maldición. Obtén más de esos paseos.

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FotografĂ­as que desp

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pertaron conciencias

El primer vuelo 17 de diciembre de 1903 – Kitty Hawk, Carolina del Norte, Estados Unidos. El 17 de diciembre de 1903, los hermanos Wright, dos vendedores de bicicletas de Dayton, Ohio, volaron desde una playa de Carolina del Norte a los libros de historia. Su experimento consistía en lanzar al aire el primer avión con motor pilotado. Esta fotografía, que actualmente se conserva en el National Air and Space Museum de la Smithsonian Institution, es un valioso testimonio de aquel acontecimiento, la captó John T. Daniels, uno de los hombres de la estación de salvamento de Estados Unidos en Kill Devil Hills que fueron convocados para promocionar primeros auxilios en caso de accidente. . Daniels nunca había utilizado una cámara antes de aquella mañana. Pero fue Orville Wright quien hábilmente decidió la composición de la fotografía. Antes de postrarse sobre los controles del Flyer, Wright colocó la cámara en un punto donde podía captar el biplano, desde detrás del ala derecha, y la pista de despegue. Dejó suficientemente espacio en la imagen para mostrar la aeronave cuando estuviera volando. La avioneta se colocó sobre raíles y se sujetó con un ancla . Entonces se puso en marcha el motor de combustión interna y, una vez que alcanzó el nivel adecuado de revoluciones, se liberó el cable: la avioneta se elevó a una altura de 3,3 metros y permaneció en el aire 12 segundos, durante los cuales recorrió unos 40 metros de distancia antes de aterrizar. El viento en contra era muy fuerte. Por esa razón, Wilbur Wright, el hombre que está de pie a la derecha, no tuvo dificultad para seguir el vuelo. Ese día el Flyer despegó tres veces más antes de estropearse. Desde finales del siglo XIX, científicos, técnicos e inventores se habían centrado en la investigación aeronáutica. Esperaban crear un vehículo volador motorizado. En un clima de euforia todo el mundo buscaba el record. Pero fueron dos hermanos que ni siquiera habían ido a la universidad quienes lo consiguieron. Cumplieron así uno de los sueños más antiguos de la humanidad. Fue el primer paso hacia el cielo.

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116 FOTO: Josep Mª Manyosa Serra


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FOTO: Albert Navas


www.moldeandolaluz.com 118


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