Semillero de Redes, Organizaciones y Colectivos de Resistencia y Rebeldía adheridos a la Sexta Nacional e Internacional
Acteal, 23 años de impunidad
Cooperación solidaria, diciembre 20, 2020, Año I, No. 31
La muerte contada desde la vida de un niño
Manuelito, sobreviviente de Acteal, muerto por neglicencia médica, el 10 de noviembre de 2012 por Rogelio Rueda Segura / De Facto
M
anuel Vázquez Luna* se acercó a nosotros. Éramos un pequeño equipo de tres personas, Karla Garcés, Manuel Valdivia y yo, que visitábamos la comunidad indígena de Acteal, en Chiapas, para entrevistar a Zenaida Pérez Luna, –ella era entonces una niña de escasos tres años cuando hubo una masacre de indígenas en su pequeño pueblo y una bala le atravesó por un costado su cráneo y se desangró por más de cuatro horas pero logró sobrevivir–. Llegamos a la explanada central, nos reportamos ante las autoridades en turno y nos dijeron que debíamos esperar un rato para que la Mesa directiva de “Las Abejas” nos recibiera. Era el año 2005. La masacre en Acteal, el 22 de Nuestro equipo tenía la intención diciembre de 1997, fue un trágico acon- de hacer un documental acerca de la tecimiento que convulsionó al país por vida que llevaban quienes eran sobreel asesinato de 45 indígenas, -fueron vivientes de la masacre y a ocho años 21 mujeres, 15 menores en su mayoría de distancia, queríamos saber qué había niñas y 9 hombres, todos de la etnia pasado con ellos, quiénes eran y cómo tzotzil-, pero también puso de mani- vivían, si habían sanado o tenían secuefiesto no sólo las terribles condiciones las, si recibían alguna ayuda del estado y de vida empobrecida de los pueblos en en general, cuál era su situación. Nos encontrábamos esperando Chiapas, sino sobre todo, la situación de amenaza constante por la presencia el permiso para realizar nuestra labor de grupos armados conocidos como cuando lo vimos, apareció a la distancia, paramilitares, que rodeaban y acosaban bajaba de una loma con su traje tradia los pueblos que simpatizaban con las cional blanco; llamó nuestra atención demandas políticas del Ejército Zapa- precisamente por eso, comentamos que tista de Liberación Nacional (EZLN). era el primer joven que veíamos aún con Los paramilitares son grupos ar- su vestimenta tradicional, él llegó a la mados y con entrenamiento militar, pero explanada y en cuanto nos vio sentados no son soldados del ejército; son indivi- se dirigió a nosotros. Traía en el cuello duos contratados por líderes que actúan un collar con una estrella de metal y en apoyados y coordinados por personas o la mano muchas pulseras de colores, grupos con poder político o económico; pensamos que debía tener 15 años. estos paramilitares rodearon al pueblo Manuelito, como le llamaríamos de Acteal e iniciaron disparos contra posteriormente, hablaba pausado y los indígenas que se encontraban dentro reaccionaba un poco lento, pero se de su pequeña ermita, -un cuarto de presentó con nosotros muy atento y aproximadamente ocho metros de largo hasta divertido. Intercambiamos algupor cuatro de ancho y construido con nos comentarios sin importancia, y le tablas-, en ayuno y oración por la paz preguntamos por Zenaida, se ofreció a en la región y el rechazo a las acciones llevarnos a su casa. Sólo esperamos la de violencia entre hermanos indígenas. autorización de la mesa directiva.
Mientras hacíamos tiempo, nos sorprendió saludándonos en varios idiomas: francés, inglés, alemán, portugués, eslovaco, japonés y algunos más que se me escapan ahora; sonreíamos divertidos al escucharlo, hizo lo mismo con los números, al repetirlos de memoria en todos esos idiomas que le enseñaron diferentes amigos del mundo al visitar Acteal y conocerlo a él. Cuando nos preguntó por qué queríamos platicar con Zenaida, le comentamos que le haríamos una entrevista dado que ella era un ejemplo de vida al haber sobrevivido a la masacre tras la difícil situación que vivió; fue entonces que nos dijo que él mismo era sobreviviente también, que habían muerto en ese trágico día cinco de sus hermanas, su mamá y su padre, quien también era el diácono y a quien vio morir esa mañana cuando celebraba una misa por la paz. Su padre no quiso correr, llamó a la calma a los presentes y desde la puerta pidió a quienes disparaban que no lo hicieran, que ellos eran gente de paz y estaba en oración. Ahí fue asesinado. Mientras caminábamos hacia la casa de Zenaida y platicábamos con Manuelito, descubríamos que él era una fuente de información tan extraordinaria como triste y desoladora; poco a poco, palabra tras palabra, nos dábamos cuenta que estábamos frente a un joven que no sólo “estuvo ahí”, sino que era una persona que podía recordar cada momento de los increíbles sucesos que quitaron la vida a 45 personas, cuatro de las mujeres estaban embarazadas. Manuelito estuvo dispuesto a acompañarnos y apoyarnos en todo lo que se nos ofreciera, emocionado por responder nuestras preguntas.
No sólo lo entrevistamos, compartió con nosotros esa estancia por los días que trabajamos, comía con nosotros, llegaba a nuestro dormitorio muy temprano y entre canciones, adivinanzas y actos de magia con sus pulseras, pasaba las tardes platicando todo lo que pensaba de su comunidad, de él mismo, de cómo salvó su vida escondido entre los cuerpos de los alcanzados por las balas, de cómo alcanzo a ver a sus hermanas mayores correr y caer masacradas, de quiénes dispararon cruelmente aquel día, de los que reconoció… Y pedía porque también tuvieran paz en sus corazones. Así comenzó una historia que enriqueció nuestras vidas y en la que también casi sin darnos cuenta, se fueron involucrando nuestros familiares y amigos, porque Manuelito se convertiría en un lazo que uniría muy intensamente nuestra relación con su familia; lo trajimos muchas veces durante años a la ciudad de México para llevarlo al Instituto Nacional de Neurología y Neuropsiquiatría para un tratamiento que lo aquejaba, y su amistad y su confianza, nos permitió tender puentes con la comunidad y con los demás sobrevivientes en un proceso que sería parte central de nuestra vida en los siguientes siete años. Años después una reportera también lo entrevistaría y le llamaría El Guardián de la Memoria, porque para Manuelito el tiempo no pasó, se quedó ahí, el día de la masacre y podía recordar todo lo que sucedió y lo contaba a aquellos afortunados que visitaron Acteal y lo conocieron, platicaba con todo detalle por dónde llegaron los asesinos, lo que hizo su padre, al diácono Alonzo, cuando lo vio caer, para dónde vio correr a todos y él mismo. Pero sobre todo, nos habló de la resistencia de su gente, de la organización Sociedad Civil “Las Abejas”, y su lucha pacífica por alcanzar la justicia y la paz; nunca pidió venganza. Nuestro Manuelito murió el 10 de noviembre de 2012, no sabemos bien la causa de su muerte, una fuerte inflamación en su mano izquierda aparentemente por picadura de araña “violinista” acabó con su vida. Ya en agonía, nos dijo que entregaría su cuerpo, porque sólo era prestado, y que se reuniría con su padre, su mamá y sus hermanas y que estaría bien. Ahora, en el octavo año conmemorativo de su muerte, es para mí y para mis amigos una alegría recordarlo y un honor hablar de él, escribir de él y compartir con ustedes algo de sus palabras y su manera inocente y honesta de ver la vida, pero también lógica y coherente, orando por los muertos, pidiendo justicia y no venganza, regalando su palabra a todo aquel que quiso escucharla y relatando, momento a momento, lo que sus ojos de niño vieron aquel 22 de diciembre de 1997.