Cooperación solidaria, marzo 1, 2021, Año I, No. 39
Semillero de Redes, Organizaciones y Colectivos de Resistencia y Rebeldía adheridos a la Sexta Nacional e Internacional
Más que una efeméride 25 aniversario de los Acuerdos de San Andrés
Colibrí rebelde
D
Política a lo zapatista
ice Magdalena Gómez, en el texto de portada y quien ha acompañado al EZLN desde 1994, que el aniversario de los Acuerdos de San Andrés es más que una efeméride; y tiene razón; pero, con lxs zapatistas, ninguna fecha es sólo un recuerdo que se apunte en el calendario para ser conmemorado sino una pieza de las muchas que forman parte del constructo del “discurso zapatista” en el que cada hecho, cada palabra, cada propuesta se integra en un todo congruente y que, por lo tanto, debe ser visto como parte de una historia que reivindica el pasado, se escribe en presente y crea futuro. El “discurso zapatista” desde su irrupción el 1 de enero de 1994, ha cambiado, pero siguió siendo el mismo; desde la propia “Declaración de Guerra” de la Declaración de la Seva Lacandona, el “Hoy decimos Basta”, propone y convoca; “Nosotros, hombres y mujeres íntegros y libres, estamos conscientes de que la guerra que declaramos es una medida última pero justa. Los dictadores están aplicando una guerra genocida no declarada contra nuestros pueblos desde hace muchos años, por lo que pedimos tu participación decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz”. Un “Plan” que se basa en preceptos constitucionales, es pacíficamente al artículo 39 que, a la letra, y lo citan, dice: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo el poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.” Antes de la Declaración de Guerra lo habían intentado todo; pero, en respuesta: “... se nos ha negado la preparación más elemental para así poder utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria sin importarles que estemos muriendo de hambre y enfermedades curables, sin inmortales que no tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno, ni tierra, ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin tener derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos. “ Anticipándose a lo que sabrían vendría en el discurso oficial, dicen: “Rechazamos de antemano cualquier intento de desvirtuar la justa causa de nuestra lucha acusándola de narcotráfico, narcoguerrilla, bandidaje u otro calificativo que puedan usar nuestros enemigos. Nuestra lucha se apega al derecho constitucional y es abanderada por la justicia y la igualdad”. Su interlocutor es el Pueblo de México, sus palabras van hacia el oído de las mujeres y hombres que de él forman parte y, en contraparte dicen: “Declaramos que no dejaremos de pelear hasta lograr el cumplimiento de estas demandas básicas de nuestro pueblo formando un gobierno de nuestro país libre y democrático.”, y, se mostraron dispuestos a escuchar, que de eso trata la conversa con el otro, con la otra; de, primero, saber escuchar. Fueron 11 días de combate, algunos de ellos muy intensos; los hechos de esos días mostraron que no estaban equivocados al considerar el ejército como un instrumento de muerte; Ocosingo fue la muestra, el ejército A la 2 federal no respetó la vida de lxs insurgentxs capturados.
por: Magdalena Gómez oy se cumplen 25 años de la firma de los que serían primeros acuerdos entre el gobierno federal y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el marco de la aún vigente Ley para el Diálogo, la Negociación y la Paz Digna en Chiapas, en cuya negociación el EZLN cedió la voz a representantes de los pueblos indígenas del país. Después de firmados, vino la crisis promovida por el gobierno, lo que motivó al zapatismo a declarar la suspensión del diálogo el 4 de septiembre de ese mismo 1996.
H
Hasta diciembre de 2000 el EZLN fijó condiciones para reanudarlo, una de las cuales fue que se aprobara la iniciativa que había elaborado la Comisión de Concordia y Pacificación. Conocemos el desenlace expresado en la contrarreforma indígena de 2001. Está muy claro que las distorsiones de la misma obedecieron a la continuidad de la visión de rechazar el derecho a la libre determinación y autonomía. En su exposición de motivos, los senadores señalaron su adhesión a la tesis de que el asunto de los pueblos indígenas se refiere ante todo a la pobreza, por ello agregaron el apartado B de continuidad de acciones del indigenismo: El dictamen es, ante todo, un instrumento para promover la justicia entre y para los mexicanos, partiendo del hecho de aceptar que un grupo amplio de la población del país ha quedado al margen del desarrollo y bienestar al que tienen derecho. También sabemos que el EZLN se replegó a la construcción de la autonomía en los hechos y 11 años después, bajo la evocación de que si en 1994 se cubrieron el rostro para ser vistos, el 21 de diciembre de 2012, para ser escuchados, realizó masivas
marchas silenciosas en Chiapas, destacando de nuevo la entrada a San Cristóbal de las Casas. En ello el mensaje simbólico fue la pregunta ¿Escucharon? Con tan impresionante demostración de organización, el EZLN reanudó la presencia pública y el diálogo ciertamente no con el Estado. Luego, el 30 de diciembre, en un comunicado denominado El EZLN anuncia sus pasos siguientes, se abordó el propósito de construir puentes con los movimientos sociales y se enfatizó: Reafirmaremos y consolidaremos nuestra pertenencia al Congreso Nacional Indígena, espacio de encuentro con los pueblos originarios de nuestro país. Se plasmó el desafío al Estado: Queda entonces al gobierno federal, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, decidir si reincide en la política contrainsurgente que sólo ha conseguido una endeble simulación torpemente sustentada en el manejo mediático, o reconoce y cumple sus compromisos elevando a rango constitucional los derechos y la cultura indígena, tal y como establecen los acuerdos de San Andrés,
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