el Zemillero 40

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Cooperación solidaria, marzo 8, 2021, Año I, No. 40

Semillero de Redes, Organizaciones y Colectivos de Resistencia y Rebeldía adheridos a la Sexta Nacional e Internacional

El primer alzamiento zapatista En algún día de marzo de 1993

Las que no están

De las mujeres Zapatistas

Los pasos a la insurgencia

insurgentes. Es la primera mujer que el EZLN da a conocer públicamente en febrero de 1994 cuando inician las Jornadas por la Paz y la Reconciliación3, apenas a un mes de haberse realizado la toma de San Cristóbal.

por: Lourdes Consuelo Pacheco Ladrón de Guevara / Universidad Autónoma de Nayarit / Trayectorias Humanas Trascontinentales

A la 6

S

e renueva la esperanza cuando mujeres indígenas, campesinas, prácticamente analfabetas, transformaron el imaginario colectivo de ellas mismas, de las mujeres indígenas del país, cambiaron sus propias realidades y con ello, interpelaron los simbolismos de más mujeres indígenas y mestizas. Las insurgentas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en México (EZLN), la Comandanta Ramona, la Mayor Insurgente Ana María y la Comandanta Ester, lograron remover los suelos donde se encontraban arraigadas para mostrar otra forma de ser mujer indígena.

La Comandanta Ramona nació en la comunidad tzotzil de San Andrés Sacamch´en de los Pobres, Chiapas, al sur de México, en 1959; fue analfabeta hasta que encontró al EZLN donde empezó a aprender a leer y a hablar castilla. En su pueblo era bordadora como casi todas las mujeres indígenas y lo siguió siendo en todos los pasos que dio. Durante más de veinte años luchó como parte del Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI), órgano supremo de la organización zapatista. La comandanta Ramona participó en la toma de San Cristóbal de las

Casas1, el primero de enero de 1994, cuando el EZLN declaró la guerra al gobierno mexicano; fue protagonista de los Diálogos de la Catedral 2 y fue la voz de los insurgentes cuando salieron de la montaña, para dirigirse a la capital del país, en 1996. La imagen de la Comandanta Ramona, de 1.40 de estatura, falda negra de lana, huipil rojo, de San Andrés Larráinzar, su rostro cubierto por el pasamontañas, una escopeta recortada calibre 12 terciada a su espalda y la ternura de sus ojos, pronto se convirtió en un símbolo para las mujeres zapatistas y para todos los

Sus historias. Sus alegrias y sus tristezas. Sus dolores y sus rabias. Sus olvidos y sus memorias. Sus risas y sus lágrimas. Sus presencias y sus ausencias. Sus corazones. Sus esperanzas. Su dignidad. Sus calendarios. Los que cumplieron. Los que les quedaron y les quedamos a deber. Sus gritos. Sus silencios. Eso, sobre todo sus silencios. ¿Quién que es, no las escucha? ¿Quién no se reconoce en ellas? Mujeres que luchan. Sí, nosotras. Pero sobre todo, ellas. Las que no están Y sin embargo están con nosotras. Porque no olvidamos, Porque no perdonamos, Por ellas y con ellas, luchamos. Mujeres indígenas zapatistas. 8 de marzo del 2021.

Colibrí rebelde

Las mujeres ponen jaque L

a fecha no es precisa, la carta del finado Subcomandante insurgente Marcos del 24 de enero de 1994 dirigida al periodista Álvaro Zepeda Neri, no lo dice, sólo cuenta: “Susana, tzotzil, está enojada. Hace rato la burlaban porque, dicen los demás del CCRI, ella tuvo la culpa del primer alzamiento del EZLN, en marzo de 1993. ‘Estoy brava’, me dice. Yo, mientras averiguo de qué se trata, me protejo tras una roca. ‘Los compañeros dicen que por mi culpa se alzaron los zapatistas el año pasado’. Yo me empiezo a acercar cauteloso. Después de un rato descubro de qué se trata: en marzo de 1993 los compañeros discutían lo que después serían las ‘Leyes Revolucionarias’. A Susana le tocó recorrer decenas de comunidades para hablar con los grupos de mujeres y sacar así, de. su pensamiento, la ‘Ley de Mujeres’. Cuando se reunió el CCRI a votar las leyes, fueron pasando una a una las comisiones de justicia, ley agraria, impuestos de guerra, derechos y obligaciones de los pueblos en lucha, y la de mujeres. A Susana le tocó leer las propuestas que había juntado del pensamiento de miles de mujeres indígenas. Empezó a leer y, conforme avanzaba en la lectura, la asamblea del CCRI se notaba más y más inquieta.

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