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OBRAS CENTENARIAS / MANICOMIO GENERAL LA CASTAÑEDA

Manicomio General La Castañeda

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El Manicomio General La Castañeda fue construido en el antiguo pueblo de Mixcoac, en terrenos que pertenecían a la hacienda llamada, precisamente, La Castañeda, importante propiedad productora de pulque que perteneció a Ignacio Torres Adalid.

Durante la época colonial, los locos, ancianos y algunos menesterosos eran aislados en instituciones subsidiadas por la iglesia católica y la Beneficencia Pública. En la década de 1880, algunos miembros de la élite porfiriana se mostraron interesados en la construcción de un manicomio moderno que fuese radicalmente diferente de los hospitales para dementes que funcionaban desde tiempos coloniales: el Hospital del Divino Salvador para mujeres (1687) y el Hospital San Hipólito para hombres (1567), en sintonía con Europa y Estados Unidos, donde se erigieron los más grandes manicomios del mundo a lo largo del siglo XIX. La idea del nuevo hospital para enfermos mentales pretendía ofrecer a estos pacientes una calidad de vida que no existía hasta entonces en México.

El proyecto del Manicomio General contó con el apoyo del gobierno porfirista y se consideró debía contar con todos los adelantos arquitectónicos y la más moderna tecnología médica.

Se concibieron dos proyectos paralelamente: la creación del Hospital General de México y la del Manicomio General. En 1878 se giraron instrucciones para la realización del proyecto del manicomio, a la cabeza del cual, como responsable médico, estuvo el doctor Eduardo Liceaga, miembro del Consejo Superior de Salubridad.

Un concurso para seleccionar el mejor proyecto se inició en el año de 1881, y como principal exigencia se solicitó incluir una reforma del caduco sistema de salud mental, que permitiera alojar en forma digna una gran cantidad de enfermos, mujeres y varones, en edificios separados pero dentro de un solo hospital. El gobierno centró su atención primero en la construcción del Hospital General, y el proyecto del manicomio no arrancó hasta principios del siglo XX.

El proyecto del manicomio

El diseño del Manicomio General siguió el modelo francés, país que dictaba buena parte de los avances científicos y al que el porfiriato seguía en diversos ámbitos. El terreno de La Castañeda fue obtenido por la Beneficencia Pública el 2 de diciembre de 1893. Esta hacienda contaba con los siguientes límites: al norte, la Loma del Olivar y el pueblo de Nonoalco; al sur, la Hacienda de Guadalupe y los ranchos de Tarango y San José; al oriente, este mismo rancho y el pueblo de Mixcoac, y al poniente el rancho de Santa Lucía. Los terrenos altos comprendían el rancho Becerra, que era una accesoria de la propiedad y que tenía los siguientes límites: al norte, el camino México-Toluca; al oriente, Santa Fe; al poniente, los caminos de Tacubaya, Nonoalco y Mixcoac, y al sur, Barranca del Muerto. La extensión total era de 228.28 ha, y una casa en ruinas.

En 1901, el ingeniero Luis León de la Barra informó al secretario de Gobernación de los elementos necesarios para concluir el proyecto de construcción del manicomio, que incluían un levantamiento topográfico del terreno, a fin de localizar los movimientos de terracería, nivelar las pendientes y determinar la manera más conveniente de que el molino y la caja repartidora de agua proporcionaran agua a alta presión a todos los edificios proyectados. Además, sugirió hacer el proyecto gráficamente, con planos a escala, para poder calcular el costo aproximado de las obras, la resistencia y la profundidad, y el método que se adoptaría para la construcción.

El 14 de abril de 1905 se envió a las secretarías de Hacienda y Gobernación la memoria y los planos de construcción del Manicomio General. El diseño original estuvo a cargo del ingeniero Salvador Echegaray, y se ejecutó con proyecto final de Ignacio de la Barra y Carlos Noriega; la edificación estuvo a cargo del teniente coronel Porfirio Díaz Ortega, hijo del presidente de la República

Figura 1. Construcción del muro que rodeaba el complejo hospitalario.

Figura 2. Plano del Manicomio General.

y jefe de la Compañía Mexicana de Construcciones e Ingeniería, bajo la supervisión del ingeniero Ignacio León de la Barra.

Echegaray se graduó como ingeniero militar y estuvo al frente de importantes edificios públicos y residenciales. Porfirio Díaz Ortega se había hecho también de una sólida reputación como ingeniero constructor; entre sus obras se cuenta la modificación al Palacio del Marqués del Apartado –obra de Manuel Tolsá–, edificio que se convertiría en la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública, así como la construcción de la Escuela Normal de Maestros en Popotla –Tacuba–, edificio que por años se conoció como Colegio Militar.

Construcción

La construcción del complejo se localizó en la parte noreste del terreno, que tenía una pendiente de suroeste a noroeste; así, la huerta quedaba integrada al asilo. La entrada principal se proyectó al norte, con un puente de un ancho calculado para dar paso a dos carruajes para cruzar el río Mixcoac, con banquetas a los lados para los peatones. Esta entrada se ubicó a una mínima distancia de la vía del ferrocarril que llegaba a la estación Mixcoac, y a 400 m de la vía pública. Había otra entrada exclusiva para el pabellón de distinguidos, que se ubicó al final de una de las calles de la colonia Carrera.

La superficie del asilo llenaría los requisitos propuestos por los arquitectos de la Comisión de Asilos del Sena, de 1860: una hectárea de construcción y tres hectáreas de cultivo por cada 100 pacientes. El plano general adoptó el sistema fragmentario, conocido como “de pabellones”, que además dividía el área de los servicios de administración respecto de la de los enfermos.

El conjunto tenía capacidad para 1,200 enfermos, repartidos en 15 edificios y un pabellón de servicios sobre un área total de 141,662 m2; incluía además albergue para médicos y casas para los administradores y director, servicios sanitarios de avanzada, enfermería, talleres, establos, sitio para enfermos infecciosos y morgue.

Los establos y la morgue se encontraban en la parte trasera del conjunto, con entrada independiente para permitir el libre acceso a los practicantes de medicina, todo rodeado de una gran extensión de bosque, jardines y amplias vistas hacia el oriente y Valle de México.

Alrededor del manicomio se construyó un muro de 3 m de altura y 30 cm de espesor, de tepetate ligado con cadenas y tabique con un rodapié de piedra de 1 m de altura (véase figura 1).

La distribución de espacios

En teoría, la división por pabellones independientes permitiría clasificar a los pacientes según sus diagnósticos, lo cual posibilitaría ofrecer tratamientos de manera más eficiente, además de fomentar la investigación. El complejo consistía en tres hileras de pabellones autónomos: los centrales eran administrativos, mientras que una hilera lateral era para hombres y otra para mujeres. Los pabellones eran: tranquilos “a” y tranquilas “a”; tranquilos “b” y tranquilas “b”; distinguidos, distinguidas, epilépticos, epilépticas, alcohólicos, alcohólicos peligrosos e imbéciles. La diferencia entre los tranquilos “a” y “b” era que a los segundos se les ofrecían algunas comodidades, como una mejor dieta, mientras que los “indigentes” estaban en los pabellones “a”. Así pues, los pabellones sirvieron para diferenciar entre pobres y ricos, y, en el terreno de lo clínico, separar tranquilos de agitados: la marcada diferencia de clases que definió el porfiriato se reprodujo en La Castañeda (véanse figuras 2 y 3).

Figura 3. Desde la azotea del edificio de Servicios Generales; a la izquierda, los edificios para pacientes tranquilas y epilépticas.

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