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Alimentación emocional

En 1977, surge este concepto como una dimensión de la conducta alimentaria
  • MTRA. MARTA DEL CARMEN ALMIRÓN | Directora de la Facultad de Psicología, Universidad Xochicalco campus Mexicali

¿Qué sucede en nuestra vida cuando no nos alimentamos adecuadamente hablando de nuestro cuerpo? Lo que ocurre es que el cuerpo pasa la factura, y ¿por qué no pensar que esto también sucede en nuestro cerebro, el órgano encargado de regular nuestras emociones?

En 1977, surge el concepto de alimentación emocional como una dimensión de la conducta alimentaria y se define, de acuerdo con Faith, Allison y Gelie-

bter (1997), como: comer en respuesta a una serie de emociones negativas como la ansiedad, la depresión, la ira y la soledad para hacer frente al afecto negativo.

Esta es la razón por la cual muchas veces se requiere un psicólogo para atender el proceso de una dieta, porque no siempre son factores de malos hábitos o factores físicos, sino la manera en la cual enfrentamos nuestros problemas.

¿Qué sucede cuando una persona encuentra consuelo sólo en la comida, cuando lo único que puede

disfrutar es un plato de comida? ¿Qué pasa cuando su frustración sobre un tema la lleva a alimentarse con un cajón repleto de dulces o se castiga todo el día sin comer, pero en la noche sufre atracones nocturnos debido a la restricción de todo el día?

Lo cierto es que utilizamos la comida no sólo para alimentar el motor de nuestro cuerpo, sino también para castigarnos y premiarnos. ¿Por qué? Porque nos creemos merecedores de esa hamburguesa grasosa desbordante de todos sus ingredientes. Cada vez que comemos más fuera de casa, no sólo ingerimos unos tacos, sino también el smog y la contaminación de la calle.

¿Sabías que la obesidad y la depresión están vinculadas? Todo lo que ocurre en nuestro cuerpo está directa o indirectamente relacionado con la conducta, no solo lo que nos sucede, sino también cómo enfrentamos lo que nos sucede.

En cuanto a la relación entre la conducta alimentaria y las emociones, intervienen diversas categorías. Por ejemplo, algunas han sido identificadas a través de la investigación de Rojas y García Méndez sobre la Construcción de una Escala de Alimentación Emocional (2017). Estas categorías incluyen:

• Regulación emocional en la alimentación, entendida como el proceso de monitoreo, evaluación y modificación de las reacciones emocionales a través de la ingesta alimentaria.

• Impulsividad alimentaria, conductas alimentarias que realiza el individuo como resultado de la emoción y que lo llevan a la pérdida de control en la ingesta.

• Ingesta de alimentos en búsqueda de sensaciones placenteras inmediatas.

• Hedonismo alimentario, que es la ingesta de alimentos en búsqueda de sensaciones placenteras inmediatas.

• Distorsión cognitiva del comer, que son cogniciones que preceden a la motivación, racionalización y restricción de la ingesta de alimentos.

• Configuración cultural alimentaria, entendida como el conjunto de reglas y comportamientos socialmente aceptados en relación con qué,

cómo, cuándo, por qué, dónde y con quién comer.

• Finalmente, la variable del contexto ambiental, que tiene que ver con la actitud implícita hacia las características del alimento y el lugar donde se realiza la ingesta.

La realidad es que merecemos alimentarnos saludablemente, merecemos estar bien mentalmente, saliendo a correr por lo menos 30 minutos, golpeando una bolsa de boxeo o simplemente andando en bicicleta para cansarnos y liberar la presión del trabajo o de la casa. Necesitamos tiempo para meditar, enseñar a nuestros hijos a hacerlo y, por ende, disfrutar de un tiempo de desconexión.

Una de las tantas cosas que nos dejó la pandemia es la reflexión de que no estábamos listos para estar con nosotros mismos o con las personas que creíamos amar. Esto también ha llevado a muchos divorcios en esta época, ya que nos vimos obligados a convivir con personas con las que no siempre queríamos estar. Pero ¿qué pasó con aquellos que no se aceptaban a sí mismos? ¿Aprovechamos el tiempo para trabajar en nosotros mismos o nos atracamos con comida y compras innecesarias a través de plataformas tan conocidas?

El aprendizaje requiere cambio; si no hay cambio, no hemos aprendido nada, sólo hemos obtenido información. Y si no hacemos nada con esa información, insisto, no hemos aprendido. ¿Entonces, qué debíamos aprender? Debíamos aprender a querernos tal como somos, a respetar nuestro tiempo, a identificar nuestras emociones, a aceptarlas y, si nos queremos, respetar también el envase que sostiene nuestro ser.

Trabajar en uno mismo duele; hay resistencia y la primera reacción es darle la vuelta. Si estás leyendo esto hoy, deja de darle la vuelta y atrévete a cuidarte y quererte, no sólo externamente, sino también internamente. Alimenta tus emociones de forma positiva. No te garantizo que sea fácil, pero sí te garantizo que te sentirás mejor.

  • Referencias:

•Rojas, A. Garcia-Mendez, M. (2017) Construcción de una Escala de Alimentación Emocional •Texas Health and Human Services https://www.hhs.texas.gov/

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