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ace quince años la idea de publicar el Heraldo Hispano encendió un fuego violento en mi corazón. Antes de ese brutal impulso yo ya había vivido cuarenta y cinco años; casi sin descanso, cada uno de esos mis dichosos días los había pasado admirando al “Caballero de la Triste Figura”, también conocido como don Quijote de la Mancha, benefactor de viudas y huérfanos, reparador de agravios y entuertos, doctor en bondad y restaurador de amores imposibles. Ese día, entre cantos de gallos y cielos pintados de tiernas y rosadas auroras, me gradué de la escuela de este ilustre, noble y muy osado paladín. El mismo, amable y solicito, me abrió la puerta de su utópico

mundo y me invitó a entrar y a establecerme en una casita de techo rojo, construida sobre un amplio y bien cultivado solar. En ese reino donde todo es posible nació El Heraldo Hispano. Yo tenía cuarenta y cinco años y recién había recibido del cielo a Micayla, la cume (menor), de la familia. A nuestra mesa nos sentábamos once personas: mi esposa, mis nueve hijos y yo. No teníamos televisión. En las horas libres, cuando el sol cerraba las puertas de su reino y nos dejaba a oscuras, encendíamos un fuego imaginario y en su derredor nos dedicábamos a aprender poesías; a cantar y a dramatizar cuentos de aquellos donde el bien siempre triunfaba sobre el mal. Mi hijo Alexander todavía usa los versos del poema “Los Motivos

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del Lobo” como santo y seña, cuando siente nostalgia por aquellos días cuando éramos vecinos del castillo, propiedad del “Caballero de la Mancha” y de la muy ilustrísima doña Dulcinea del Toboso. —El lobo tendió la pata al hermano Asís —me dice. —Y Francisco a su vez le alargó la mano — respondo yo. Ahora somos ciudadanos de otra tierra y, para nuestro desmayo, de aquel bucólico vecindario, solo nos queda una vieja y desgastada tarjeta, donde consta nuestra residencia en aquel quimérico país. Mi hijo Alex y yo, con pasos dudosos, pasamos bajo el umbral de un pórtico cibernético y un tanto a tientas y a ciegas, nos adentramos hacia el mundo de las computadoras. Sin experiencia

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previa, pero poseídos de un espíritu insistente y determinado, recibimos en nuestros brazos al recién nacido Heraldo. Constaba de cuatro páginas pintadas de blanco y negro. En ese momento, al escucharlo pegar de gritos, despertamos a una desatinada realidad. Con las manos un tanto temblorosas y la frente mojada de ansiedad, no sabíamos cómo vestirlo o alimentarlo. Dominados por una correntada de emoción y atrevimiento, habíamos pasado por alto comprarle al recién nacido lo esencial.

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Por: Oscar Argueta


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Goyita! Éramos pobres de todo, incluyendo pobres de noticias. Sabíamos poco de la guerra fría entre las potencias mundiales del momento, del Apartheid en Por: Oscar Sudáfrica y aun de la extraordinaria Argueta lucha por los derechos civiles del (coca43@ hotmail.com) muy magnánimo héroe, el doctor Guatemalteco. Martir Luther King. La tierra del Escribe desde quetzal andaba volando bajo en cuestiones políticas y la United Mount Pleasant, IA Fruit Company y otros intereses norteamericanos parecían ser los amos y señores del destino oña Goyita usted me de la bienaventurada Guatemala conoció cuando yo estaba inmortal. Pocos sabíamos leer y por cumplir 12 años. En escribir y por lo tanto no había ese momento usted y yo éramos razón para comprar el diario vecinos porteños y en nuestras El Imparcial. El poco dinero casas no teníamos agua potable, guardado en nuestros bolsillos lo luz eléctrica y contar con una línea reservábamos para comprar maíz telefónica estaba a una distancia y frijol. Así decía mi tío Miguel: “Si de cien años luz. El mar atlántico tenemos nuestro maíz y nuestro bañaba nuestras costas y en sus frijol lo tenemos todo; y si algo aguas aceitosas y fétidas nadie se podía bañar. Si, así eran las aguas falta, Dios lo dará. Imagínese doña Goyita donde se asentaba el muelle de cómo eran aquellos tiempos. aquel nuestro puerto, conocido con Uno trabajaba y luego comía y el rutilante nombre de La Tierra si alguien no trabajaba tampoco de Dios. Usted vivía en una casita podía comer. Eso hasta en la tipo palafito sobre la 12 avenida Biblia está escrito, predicaba mi tío y, desde la ventana de la sala, se Efraín. “No comprábamos -decían divisaba el mar. nuestros mayores-, ropa hecha en ¡Ah, aquellos tiempos, doña fábrica porque luego se descose y

EDITORIAL

ALAS ROTAS

La noche de nuestro adiós: la luna su pesar escondía, y el viento triste soplaba. Un suspiro mío, un gemido, luego, una queja del mar.

De estatua, tu mirada fría; era espada filosa, ardiente y a mi pecho lento partía. De congoja me puse llorar la noche de nuestro adiós. De pique, con las alas rotas y con mi orgullo mal herido, como pesada piedra caía en el abismo de tu desdén, la noche de nuestro adiós. Un nudo de oscuras nubes apretaba el cristal del cielo, la noche de nuestro adiós; y en mi garganta, un ladrillo torpe rompía: cuello y piel. El muro era alto y fuerte, tan fuerte como mi dolor; y en vez de brotes y rosas quedaba marchito el jardín, la noche de nuestro adiós. La noche de nuestro adiós ¡Ay!, la ligera barca partió y yo me quedé en el puerto, escribiendo estos versos, con el alma hecha un jirón. Por Oscar Argueta

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al lavarla se encoje y los tiempos no están para desperdiciar”. Con desdeño agregaban: “Esa es ropa de partida y se termina en un dos por tres. Es pan para hoy y hambre para mañana”. Por eso usted doña Goyita no me dejará mentir cuando digo: Así eran esos tiempos y así era aquella gente, para ellos era tan importante el mañana como el hoy. Bueno, pero a dónde deseo ir con esta conversación. Pues verá, tengo días de estar pensando en usted. Y todo porque usted un día me vio llorar. Eran los días cuando yo vivía bajo la disciplina de hierro de mi abuelita Virgilia. La azarosa escena iba así: A eso de las 3 de la tarde yo pasaba por su vecindario llevando una olla de tamales sobre mi cabeza. Mi ruego era: Doña Goyita si me va a comprar tamales, cómpremelos rápido. “¿Y por qué tanta urgencia en terminar la venta?”, era su pregunta. Pues mire, si no vendo todos estos tamales no podré ir a la escuela mañana. “¿Y eso por qué?” Un nudo en mi garganta me permitió responderle con un suspiro, luego, con mucho esfuerzo me salieron estas palabras. Esta tarde, con la

Página 3 olla de tamales sobre mi cabeza listo para salir a vender, la abuela me miró a los ojos y con mucha firmeza pronunció: “Oscar, si en verdad deseas ir mañana a la escuela debes vender estos cien tamales, antes de la puesta del sol”. ¿Y si no los termino de vender, abuelita? “Entonces te levantas de madrugada y sales de nuevo a vender. Y si para las siete de la mañana no los has vendido, entonces olvídate de ir a estudiar. Recuerda, el tiempo perdido hasta los santos lo lloran”. Esto último la hacía reír a usted. ¿Se acuerda? Pues así fue doña Goyita aquella mi primera tarde en aquel puerto de Dios. Y así pasaron años y así continué yo sufriendo como como un cristo, no con una cruz al hombro, sino con una olla de tamales para vender. Y, así tarde con tarde usted me compraba tamales y también me veía llorar. Esos eran tiempos duros doña Goyita. Yo estaba en cuarto grado de primaria, era alto, flaquito como un termómetro y me gustaba mucho estudiar. Y disculpe, pero ya va a llover y debo de apurarme a vender, pues si no vendo la abuelita me va a castigar.


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El Heraldo Hispano se encuentra en estos establecimientos comerciales:

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IOWA AMES Hy-Vee 640 Lincoln Way / 515-232-1961 West Hy-Vee 3800 Lincoln Way / 515-292-5543 BETTENDORF Azteca III 2400 Spruce Hill Dr. 563-344-2121 BURLINGTON Casa Fiesta, 2570 Mt Pleasant St. 319-758-1111 Lindo México, 622 Jefferson St. 319-753-9952 Trailways, 906 Broadway St 319- 752-5453 SCC Burlington 1500 West Agency Rd Biblioteca Pública, 210 Court St. Burlington (319) 753-1647 Mi Pueblo Real, 3110 Division 3197528458 CEDAR RAPIDS Adelitas Mexican Grill, 2833 Blairs Ferry Rd NE 319-378-0034 La Guanajuato, 3915 Center Point Rd NE 319-743-0081 La Camelia, 475 Northland Ave 319-377-2755 El Mercadito, 700 1st Av. NW 319-365-9733 El Paisano Restaurant, 700 1st Ave NW Cedar Rapids, IA 319-826-3692 Panadería Lupita, 3300 Johnson Av. NW 319-366-1181 Tienda Don Miguel 2a127 Wiley Blvd SW 319-396-2588 El Rancho Mexican Restaurant 2747 16th Av. SW 319-298-8844 Fiesta Del Sol Restaurant 4801 1st Avenue Southeast, Cedar Rapids, IA 319-373-2477‎ Los Compadres 2825 6th Street Southwest 319826-1870 COLUMBUS JUNCTION Dollar Store, 219 Main St. 319-728-8020 La Perla de México, 225 Main 319-728-8182 Antojitos Carmen, 207 Main St. Columbus Jct, IA 319-728-9055 Taquería La Hacienda,120 North Main 319-728-8099 CORALVILLE Tienda Lupita, 108 2nd. Ave. 319-338-1282 El Cactus Original 104 First Ave. 319-354-0444 Casa Azul Restaurante, 708 1st Ave 319-338-2641 5th Avenue 899 -22nd Avenue 319-351-3850 CLIVE La Preferida - Mexican Market, 1800 NW 86th St. (515) 278-5806 Elegante Salon, 1800 NW 86th St. (515) 727-6058 Lara’s Bakery, 1800 NW 86th St, Ste 19 (515) 276-5589 DAVENPORT Azteca I Restaurant (Walnut Center)4811 N. Brady St. 563-386-6689 Azteca 2, 2843 E. 53 RD St. Azteca 4, 3566 N. Brady 563-445-1315 Los Agaves Mexican Grill 328 N. Brady Stree 563-386-5949 Aborrotes Carrillo, 903 W. 3td. St. 563-323-5977 Tienda La Finca 916 W 2nd Street, 563-322-0041 DES MOINES La Tapatia 2, 4007 SE 13th St. 515- 256-3283 Pasteleria La Michoacana 1552 E. Grand Ave. Space B 515-265-0696 La Cruz Mexican Market, 3900 E 14th St. 515-264-9441 La Favorita, 1700 E. Grand Ave 515-262-5489 La Tapatía Market, 1440 Des Moines St 515-262-8097 Mundo Latino Insurance Agency 1541 East Grand Ave. 515-287-0055 Tienda La Mexicana 1524 E. Grand Ave 515-265-8614 La Preferida Mexican Market 1800 N 86th St Clive 515-278-5806 La Michoacana Mexican Groseries 433 5th St. West Des Moines 515-255-5329 El Salvador del Mundo Rest. Salvadoreño, 2901 6th Ave. 515-244-5224 Tienda El Palomino, 3116 E. 14th St. 515-265-4410 Pasteleria Raquel, 1521E. Grand Ave. 515-263-9233 515-771-1825. Foto Fiesta 1521 E. Grand Ave 515-264-1999 Paleteria La Michoacana 1552 Grand Ave. Suite B 515-265-0696 El Zapatito, 2102 E. 14th St. 515-745-8360 FAIRFIELD La Hacienda, 2803 W Burlington Ave, 641-472-1036 Arandas Mexican Restaurant 203 W Broadway Ave 641-472-4328 IOWA CITY 4 Season, 1022 Gilbert Ct. Iowa City, IA 319-541-5228 Adriana Salon 5 Sturgis Corner Dr Ste. 3600 319-548-1227 Taqueria La Michoacana 438 Hwy 1 W 319-358-2333 Hair Desing, 1930 South Gilbert St. 319-358-5710 Tax Mex 1930 S Gilbert Street 319-339-4200 Los Portales, 1402 S. Gilbert St. y Hwy 6 319-358-1308 Tienda El Paso, 609 Hollywood Blvd. 319-338-3703 Acapulco 2, 1937 Keokuk 319-338-1122 319-358-8182 Potentially Yours 1705 S. 1st. Avenue, 319-512-7593 MARION Villa’s Patio Resturante 433 7th Ave Marion, IA (319) 447-1101 El Perico 835 7th Avenue, Marion, IA (319) 373-8144‎ MARSHALLTOWN Los Tucanes, 15 S. 7St. Marshalltown 641-753-0508 Pan. Arcoiris, 28N 1st. Av.641-752-0714 Abarrotes Villachuato, 31 N, 1st. Ave. 641-752-2240 Carnicería y tienda La Salud, 17 N. 1st. St. 641752-1741 Angel’s Store, 20 E. Main St. 641-844-9900 Grocerys Tortillería Gaytán, 505 N. 3 Ave. 641-753-0845 Hy-Vee 802 S. Center St. 641-752-4525 Lara’s Bakery, 707 North 3rd Ave. 641-752-0152 Zamora Fresh Market, 4E. Main St. 641-753-8522 Estrella Grocery Store, 101 W Main St. 641-753-4911 Palm Beach Grill and Niight Club, 1010 W Lincoln Way. 641-328-1043 Ay Caramba Burrito Shop, 12 N. 1st St. 641-753-4188 MOUNT PLEASANT Heidelberg Motel 2005 E Washington St, (319)3858968 Loads of Fun Laundry 901 E Washington St. Mount Pleasant,IA 52641

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UNO DE MIS FAMILIARES HA SIDO DETENIDO

¿QUÉ PUEDO HACER?

La detención de un familiar es un acontecimiento inquietante. Espero que usted pueda utilizar la siguiente información para saber qué hacer en caso de que uno de sus familiares sea detenido. La mayoría de las detenciones de mis clientes, por parte de inmigración, comienza cuando una agencia local los detiene (la Policía, Sheriff, etc.). Si la parada resulta en un arresto, la agencia local va a poner su propia fianza. Si la persona no tiene sus documentos legales en regla, la agencia local se comunica con inmigración. De inmediato, inmigración interpone un recurso legal, llamado “ICE hold”. Esto obliga a la agencia local a mantener detenida a la persona por 48 horas, después de que la persona haya pagado su fianza o se haya terminado el caso criminal contra ella. En estas 48 horas, no se incluyen los fines de semana y los días festivos. Si se cumplen las 48 horas, sin que se efectivice la detención por parte de inmigración, la agencia local tiene que dejar libre a la persona detenida. A veces, las agencias locales dicen que van a mantener detenida a la persona hasta que inmigración llegue por ella, sin importar el plazo, pero esto es contra la ley; y un abogado puede ayudarle sacar la persona si se vence el “ICE hold”. En caso de que inmigración detenga a su familiar dentro de las 48 horas, agentes de esa agencia van a entrevistar a su familiar y ellos le van a fijar su propia fianza. Un abogado puede comunicarse con inmigración, durante la entrevista y solicitar que inmigración fije una fianza específica o que inmigración libere a la persona sin que tenga que pagar fianza alguna. No estoy diciendo que el abogado tiene control sobre las decisiones de inmigración. Pero un abogado puede solicitar a inmigración e intentar convencer a inmigración para que fijen

alguna finanza. A veces he tenido éxito al convencer al oficial de inmigración de no fijar fianza alguna, a pesar de que al principio estaba pensando en fijar una. Ciertas personas no son elegibles para una beneficiarse de una fianza, pero la elegibilidad de una persona no es el tema central de este artículo. Debe consultar a un abogado si tiene este tipo de preguntas. Si la persona resulta ser elegible para una fianza e inmigración le fija una fianza, los familiares del detenido tienen dos opciones: Puede pagar la fianza completa o puede solicitar una audiencia con la corte, para que el juez reconsidere el monto fijado como fianza.

esté detenido. La ventaja de pagar la fianza es que el proceso con la corte para una persona no-detenida puede durar años (así la persona puede quedar aquí, a veces con un permiso, esperando la reforma) pero el proceso de una persona detenida se resuelve mucho más rápido. No puede pagar la fianza el mismo día en que se lleve a cabo la corte de la persona detenida. Tiene que esperar al día siguiente y entonces, debe acudir un residente o ciudadano con el Número A (numero de caso con inmigración) del detenido, un money order del correo o un cheque certificado por el banco con la cantidad de la fianza, y su identificación para pagar la fianza. Cada oficina de inmigración tiene sus propios horarios de atención al público. Asegúrese de llegar temprano, porque a veces no puede pagar la fianza si llega tarde. Si tiene corte con una agencia local (como la corte de un condado) mientras esta detenida con inmigración, es importante que un abogado se comunicar con la corte para informar a la corte local que la persona no puede asistir porque se encuentra detenida por inmigración. Su abogado puede solicitar una extensión para que no pierda la fianza que pago a la agencia local. Soy Trey Sucher. Soy abogado en West Liberty, IA. Yo trabajo en todos tipos de casos, incluso inmigración. Yo estudié leyes y recibí mi título en la Universidad de Iowa en Iowa City. Estoy feliz de ofrecerle esta información para su conocimiento, pero la información contenida en este artículo no la ofrezco como consejo legal. Tampoco soy su abogado, por el solo hecho de haber leído mi artículo. Cuídense.

“La ventaja de pagar la fianza es que el proceso con la corte para una persona nodetenida puede durar años (así la persona puede quedar aquí, a veces con un permiso, esperando la reforma) pero el proceso de una persona detenida se resuelve mucho más rápido...” Normalmente, un abogado está cargo de realizar este proceso, a nombre del detenido, en coordinación con sus familiares. La corte que tiene a su cargo a las personas detenidas en Iowa, se encuentra ubicada en Omaha, Nebraska. La corte a cargo de las personas detenidas en Illinois, está en Chicago, Illinois. Normalmente, se fijará la audiencia en las siguientes una o dos semanas, después de solicitar la audiencia. El juez va a tomar su propia decisión sobre el monto de la fianza. Si usted está de acuerdo con la cantidad fijada por inmigración, puede pagar la fianza a inmigración y su familiar podrá salir. Si no paga la fianza, su familiar va a quedar detenido y va a tener sus cortes, mientras

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“chipi chipi”

Una tarde de invierno el “chipi chipi” (1) no permitía jugar pelota en la calle. Debí pues, quedarme en casa viendo a la abuela planchar el volcancito de ropa que había rociado (2) en la mañana. Durante varios minutos me entretuve viendo el cordón de la plancha eléctrica, cuyo alambre se balanceaba, como la cuerda con que las niñas saltan. Al preguntarle a la abuela para qué planchaba la ropa, me vio con una expresión como si dijera: — ¡Vaya pregunta! — Y sin embargo dijo que con el calor y lo húmedo de la ropa, las arrugas desaparecen. Después de largo suspiro dijo: —Ahora planchar es más fácil que cuando era niña, Carlitos, porque aun cuando ya había servicio de energía eléctrica, no habían inventado la plancha eléctrica que hace el planchado más fácil. — ¿Y cómo planchaban antes abuelita? Porque cuando usted era niña, no creo que hayan puesto a calentar una olla de barro para planchar con ella. La carcajada que soltó fue tan fuerte, que la mano con que sostenía la plancha se agitaba y tuvo que dejarla sobre el ladrillo en que la colocaba. — ¡Ay niño! Cómo se te ocurre semejante cosa, exclamó. —Pero abuelita, si cuando usted era niña no habían inventado las planchas eléctricas, respondí. —Tienes razón —dijo—, pero sí había planchas de hierro que se calentaban sobre las brasas de carbón, respondió. Me quedé pensando en su respuesta, pues no imaginaba cosa semejante. Al ver mi expresión me explicó: —Eran planchas pequeñas de hierro a las que se envolvían en el asa varios trapos para no quemarnos las manos. Luego de meditarlo le dije: — ¿Y si usaban leña para cocinar, las ponían sobre las llamas, abuelita? —No —fue su respuesta, para luego agregar: —Para ese menester, se colocaban sobre una olla de barro grande hasta tres planchitas o bien, en una tinaja rota, sobre la que se utilizaba una parte, en ella se prendía fuego con carbón, igual que lo hacemos en el poyo donde se cocina. — ¿Por qué usaban hasta tres planchitas, abuelita?, fue mi siguiente pregunta. —Carlitos —respondió pacientemente—, porque gradualmente se enfriaban y

no desarrugaban; de ahí, que era necesario tener varias para cambiarlas en forma sucesiva, y la que estábamos usando era colocada de nuevo sobre las brasas para calentarla. Como el agua que había puesto a calentar sobre las brasas del poyo hervía, le pregunté si podía echarle el café y me dijo que, sin quemarme por el vapor, echara en el agua hirviente tres cucharadas del café, y luego de unos segundos, sacara el batidor para servirlo en un su pocillo de peltre, utilizando para ello un colador, pues no le gustaba

“Al preguntarle a la abuela para qué planchaba la ropa, me vio con una expresión como si dijera: — ¡Vaya pregunta! — Y sin embargo dijo que con el calor y lo húmedo de la ropa, las arrugas desaparecen”. que quedaran granos del café utilizado. Siempre creí que la abuelita, aunque es bondadosa con todos, es un poco satánica pues no me explico cómo pudo tomar el café tan, tan caliente. Después de dar dos sorbos del café que estaba como para pelar pollo (3) dijo: — Aunque las planchitas de hierro fueron un gran invento, mucho más lo fue la plancha de vapor. — ¿De vapor? Creí que las planchas las hacen de hierro y no de agua, respondí. Sonriendo me dijo: — las de vapor también son de hierro. La diferencia es que eran un poco más grandes, altas y huecas como si fuera una olla y, en su interior, se echaba el carbón que calentaba su superficie y funcionaban igual que las pequeñitas. La diferencia —agregó—, fue que no era necesario pasar la plancha sobre un trapo, como se hacía con las pequeñas, para limpiarles la ceniza y así, no ensuciar la ropa, aunque eran mucho más pesadas.

— ¡Ala abuelita! Entonces las mujeres tenían gatos (4) como si fueran hombres, dije. De nuevo soltó tal carcajada, que debió sentarse. Yo la veía muy serio sin comprender qué le causaba tanta gracia, aunque no pareció darse cuenta de ello, pues agregó: — Sí Carlitos, esas planchas eran pesadas, pero no tanto como para tener músculos de hombre. Lo que era necesario para no ensuciar la ropa, era sacudirla pues la ceniza del carbón podría caer sobre la pieza que se planchaba. Suspiró largamente para luego agregar: —En ese tiempo el planchar era una tarea y por eso, las mujeres a pesar de no haberle conocido, agradecemos a quien inventó la plancha de vapor, pues hizo nuestro trabajo menos difícil; aunque más agradecimos al inventor de la plancha eléctrica, como la que me compró tu papá, porque se enchufa y calienta en un “tris tras” y si no la desenchufas podría quemar la ropa. Después de pensarlo brevemente le dije: —Ah… por eso es que usted se humedece el dedo medio con saliva y lo pasa en la plancha para saber si está muy caliente. Ahora ya sé por qué me pide que enchufe y desenchufe la plancha a cada rato. Lo malo abuelita — agregué—, es que mi hermana o yo debemos hacer esa labor. —Sí Carlitos —dijo—, porque me cuesta inclinarme para hacer lo que a ti te resulta fácil. Al terminar se sirvió otra taza de café y otra para mí, y comimos deliciosas champurradas de la panadería “La Robusta”, mientras el “chipi chipi” hacía que de las láminas cayeran las lágrimas del cielo. Como la mano se me cansó, te recuerdo que mi mamá espera que le mandés el Money Order y así, unos mis lenes. En la casa todos te mandan saludes. El Carlos (1) Lluvia muy ligera y pertinaz, que humedecía el ambiente varios días. (2) Sumergidos los dedos en agua, se sacudían sobre la ropa a planchar. (3) Sacrificada el ave, para desplumarla fácilmente, se le echa agua hirviendo. (4) Músculos bíceps.

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Personalidades

Distintas

Cuando Dios nos da la dicha de ser padres y envía a esos ángeles a nuestras vidas, lo primero que desearíamos es que vinieran con un manual de instrucciones incluido. Pero la realidad es que no existe una escuela para padres. Es la naturaleza misma la que en su infinita sabiduría, nos va proveyendo de los conocimientos necesarios para criar a los hijos, con el apoyo de familiares y amigos, quienes ocasionalmente nos comparten su invaluable experiencia parental. Indudablemente, nuestros progenitores también juegan un papel sumamente importante en este largo proceso. Como seres humanos imperfectos que somos, los errores en esta complicada tarea, se hacen inevitables. “Cuando tengás hijos te vas a acordar de mí”, decían nuestros padres, haciendo alusión a la indiferencia con que muchas veces actuamos en nuestro papel de hijos: ignorando recomendaciones básicas, desobedeciendo instrucciones puntuales o desatendiendo responsabilidades que, por sentido común, nos correspondían. Más allá de estos aspectos psicológicos, que cuando somos pequeños no comprendemos, considero que uno de los desafíos más complicados de ser padre, es el hecho de reconocer que cada uno de nuestros hijos tiene distinta personalidad. Insistimos constantemente en compararlos, esperamos que reaccionen de igual forma ante determinadas circunstancias, les exigimos que hablen y hasta se vistan de manera parecida o nos afanamos en que aprendan su lección de la escuela con los mismos métodos. Es precisamente en este último tema, el de la forma de aprendizaje, donde hoy quiero hacer énfasis, narrando una anécdota que hace algunos años sucedió en nuestro hogar. Nicol, mi hija mayor tiene un método de aprendizaje muy común: el de memorizar. Habilidad que ha desarrollado de forma asombrosa desde sus primeros años de estudio. Cuando Any, mi segunda hija inició su primaria, asumimos que lo normal era eso, sentarla a memorizar textos, historias y otros tantos documentos que el maestro deja de tarea. Era obvio que Any, a diferencia de Nicol, era una niña muy inquieta: desde pequeñita cantaba, bailaba y resultaba casi imposible man-

tenerla sentada por más de tres minutos. Pero en cierta ocasión advertí una habilidad muy especial en mi pequeña hija. Ocurrió que mi esposa daba clases de Inglés en el colegio donde estudiaba Any, de tal cuenta que en más de una

“Aprendimos que lo importante es respetar esas diferencias y apoyarlos de distintas maneras. Tratamos con cada circunstancia de sus vidas, adaptarnos a esas personalidades distintas”. ocasión fue su profesora. A diario mi esposa llevaba los cuadernos de todos los niños de pre kínder para calificarlos y tenían la característica que estaban forrados con un mismo color, pero las etiquetas con las que los decoraban, eran distintas. Aquella noche, la niña de unos cinco años de edad, se acercó a la mesa donde mi esposa calificaba las tareas de sus compañeritos; sin saber leer aun, empezó a nombrar acertadamente de quién era cada uno de los aproximadamente quince cuadernos, solo viendo los dibujos de cada etiqueta. Nos causó mucha risa y al mismo tiempo gran asombro, pero entendimos que su forma de aprendizaje era distinto al de nuestra hija mayor. Transcurrido el tiempo, cuando Any ya tenía siete años de edad y cursaba primer grado de primaria, la maestra les encomendó la tarea de leer un cuento y luego escribir un resumen del mismo. “El secuestro de la bibliotecaria” se titulaba el librito de cuarenta y ocho páginas. Any leyó aproximadamente tres veces el libro y cuando le pedimos que

hiciera el resumen, no recordaba absolutamente nada de lo leído. Mi esposa le pidió que lo leyera otro par de veces y el resultado fue exactamente el mismo. Al notar la desesperación de mi esposa, quien impacientemente insistía a nuestra hija que intentara redactar el resumen, sin resultados satisfactorios, recordé aquella ocasión en que sin ni siquiera saber leer identificó perfectamente al propietario de cada cuaderno. Pedí entonces, que me permitiera hacer un experimento y si no funcionaba, continuaríamos con el infructuoso método de memorización. Empecé a leerle a mi hija el cuento: “Un día Ernestina Laburnum, la bella bibliotecaria, fue raptada por unos malvados bandidos”. Continué leyendo, tratando de emular la voz de cada personaje. Conforme avanzaba en la lectura, notaba lo atenta y emocionada que mi pequeña hija se mostraba, hasta que llegué al final del cuento. “…Por supuesto, el antiguo Bandido –Jefe y ahora Primer Ayudante de la Biblioteca, Bienvenido Bienhechor, conocía estas secretas inclinaciones de su esposa, pero él no se lo dijo nunca a nadie”, concluía la historia. Acto seguido, solicitamos nuevamente a Any que intentara redactar el resumen. ¡Oh sorpresa! Luego de transcurridos unos quince minutos, teníamos un perfecto resumen, que describía a cabalidad la esencia del cuento en cuestión. Esa experiencia nos ha sido muy útil hasta la actualidad. Any ahora tiene casi trece años y precisamente en el momento que redactaba este artículo, me dijo que aún recuerda cada detalle del cuento. Muchas de las cosas que ha aprendido en el colegio, han sido a través de métodos audio-visuales. Entre tanto Nicol, de casi diecisiete, continúa memorizando largos textos, pero muy consciente que lo importante es comprender el contenido. De esta manera logramos entender con mi esposa que cada hijo es diferente; cada uno con distintas habilidades, destrezas, sueños, aspiraciones. Aprendimos que lo importante es respetar esas diferencias y apoyarlos de distintas maneras. Tratamos con cada circunstancia de sus vidas, adaptarnos a esas personalidades distintas.

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DESPEDIDAS El sabor de la despedida parecía haberse instalado en mi garganta mientras tomaba un taxi. El aeropuerto se hacía pequeño, mientras me alejaba por una avenida que me llevaría por diferentes barrios hasta un centro comercial y una terminal de ómnibus. El taxista me miró por el espejo retrovisor y me preguntó si me molestaba que escuchara la radio. Le contesté que no me molestaba. Él no estaba listo a terminar la conversación y por eso informó que a algunos pasajeros no le gustaba y por esa razón me preguntaba. Me contó dos historia recientes, las cuales supongo eran una especie de evidencia, porque insistía tanto sobre si me molestaba o no la radio. Le sonreí mientras mi corazón parecía estrujarse, al mismo tiempo que pensaba que esa despedida podía ser definitiva. “¿Usted no es de por acá, no?”, dijo sin que yo pudiera decidir si era una pregunta o una afirmación, antes de proseguir con su monólogo. “Yo voy al aeropuerto todos los días, pero nunca he viajado a ninguna parte”. Aunque no deseaba ser una persona muda en el asiento trasero, mi boca parecía haberse quedado seca de palabras. Busqué en mi bolsillo una libreta donde coleccionaba frases interesantes y anoté: “Todos los días va al aeropuerto, pero nunca ha viajado a ninguna parte”. Yo también tenía la sensación de no haber viajado a ninguna parte y menos de llegar a donde quería llegar. Extrañaba lo que antes ignoraba y vivía imaginando cómo sería el reencuentro, con lo que no estaba segura si algún día iba a encontrar. Después de media hora el taxi se detuvo en las puertas del centro comercial, mientras el locutor de la radio anunciaba que había un cuarenta por ciento de probabilidad de que lloviera esa noche. El hombre me señaló los números que marcaban cuánto le debía. Me deseó una buena estadía y me recomendó un lugar donde cambiar moneda

extranjera. Un enjambre de personas deambulaba en el centro comercial y otras estaban sentadas en las numerosas sillas de espera enfrente de las diferentes empresas de ómnibus. Aunque parecía tentador sentarme a descansar, necesitaba asegurarme de comprar un pasaje con destino a la ciudad que según mis cálculos me vería llegar a la madrugada. Los lugares de comida estaban abarrotados y mis ganas

“Yo creo que todos venimos de el mismo lugar —le respondí—, y somos viajeros buscando llegar a nuestro hogar”. de comer se habían quedado en alguna parte de mi viaje. Decidí hidratarme entretanto esperaba que mis ganas de comer volvieran; mientras tanto miraba las diferentes opciones. Un joven entretenía su hambre mirando el resto de las papas fritas que alguien había dejado. Sin perderlo de vista ordené una doble porción y le pregunté si podía sentarme con él. Él accedió un poco, pero debió preguntarse por qué el lugar estaba lleno. En un país donde se puede interpretar como un signo de mala educación el no convidar lo que uno está comiendo, a la persona que se sienta a tu mesa, me pareció muy natural invitarlo. Al principio negó con timidez mi oferta. pero después de un momento comenzó a comer. “Tú no eres de acá, ¿no?” me preguntó repitiendo las palabras del taxista, mientras sus ojos me miraron con agradecimiento. “Yo creo que todos venimos de el mismo

lugar —le respondí—, y somos viajeros buscando llegar a nuestro hogar”. El me regaló una enorme sonrisa. “Me gusta lo que dijo… todos somos viajeros”, y después continuó disfrutando de la comida. Finalmente llegó la hora de sentarme en el asiento de una moderna unidad doble piso y poder dormir un poco de mi cansancio. Abracé la mochila como si abrazara esas tantas ausencias y despedidas. El asiento a mi lado estaba vacío y tuve el deseo de que permaneciera así por las seis horas siguientes. Estiré las piernas, bostecé y estaba a punto de poner la mochila en el asiento para usarla de almohada, cuando alguien preguntó si estaba ocupado. Mis planes de ocupar los dos asientos se habían visto alterados. Me consoló el aspecto poco comunicativo que tenía la persona. Al menos no me hablaría y si roncaba no era un problema porque yo estaba agotada. Ante mi respuesta que estaba desocupado, se dio medio vuelta y siguió por el pasillo. “Raro”, me dije a mi misma mientras volví a estirar las piernas y acomodar la mochila para que el lado más suave fuera mi almohada. Un segundo después de cerrar los ojos, la persona volvió acompañada. Un niño de unos ocho años se sentó a mi lado y como modo de presentación me dijo que viajaba para ver a su abuela. Las seis horas de viaje que yo planificaba dormir fueron interrumpidas por un torbellino de ideas, palabras y preguntas. Al llegar a nuestro destino creo que habíamos cubierto todos los temas que un niño de ocho años puede hablar con un adulto. Nos despedimos con un abrazo después de intercambiar direcciones. “No me gustan las despedidas”, me dijo, mientras finalmente bostezaba su cansancio. “A mí tampoco”, le confesé yo, dándome cuentas de las muchas despedidas que había tenido ese día y las futuras bienvenidas que me esperaban.

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EL CAMPOSANTO DEL MAR MEDITERRÁNEO

Si para Espronceda su única patria era la mar, para más de dos mil migrantes que han perecido en el Mediterráneo este año, en un incomprensible cementerio de pobres, su único descanso han sido los embates, rompientes y crestas marinas, auténtica cruz de oleadas y aludes oceánicos. Indudablemente, estas gentes tenían sus proyectos y sus sueños en camino como cualquiera de nosotros, aparte de que sus vidas han quedado truncadas para siempre dormitando en las sepultadas aguas azules de nuestra indiferencia, puesto que este es un asunto que atañe a toda la ciudadanía europeísta. A veces pienso que nos falta corazón y nos sobra aislamiento. La necedad, que en el fondo es la madre de todos los males, todo lo confunde, y lo más deplorable radica en tantos parlanchines empeñados en demostrar que no se puede hacer otra cosa. Siempre se puede hacer más, y hay que hacer mucho más por salvar vidas humanas. Efectivamente, el intrépido mar Mediterráneo, la mar brava y salvaje, es hoy una necrópolis impuesta por la concepción de un mundo excluyente e insensible, que reduce toda la realidad exclusivamente a la materia. Tanto tienes, tanto vales. Lo cierto es que parece que nada nos importa, que nada nos incumbe, y yo creo que la humanidad debiera llorar, y esta es la hora del llanto, aunque solo sea por el hecho de haber convertido una masa de agua en camposanto. Y esto va a más para desgracia

de todos. Esa cifra, de los dos millares de personas, supera ampliamente a la registrada en el pasado año en los primeros siete meses y podrían rebasarse los 3.279 fallecimientos que se contabilizaron en todo 2014, según datos que difundió recientemente la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Es por ello, que necesitamos respuestas colectivas al flujo masivo de migrantes a Europa en condiciones verdaderamente muy arriesgadas.

Nuestras sociedades se han tornado cada vez más interdependientes, y todo el mundo, ante todo, pertenece a la humanidad, con lo que esto conlleva de compartir y luchar en comunidad, o si quieren en familia, por un mundo mejor para todos. Para empezar todos nos merecemos ser liberados de la pobreza, tener asegurado un trabajo estable y digno, poder acceder a servicios de salud y educación, fuera de cualquier opresión. Téngase en cuenta que las personas que cruzan el Mar Mediterráneo hacia Europa, huyen no sólo de guerras, conflictos y persecución, también de la miseria. En ocasiones, olvidamos que el mundo únicamente puede mejorarse si la ayuda se dirige primero al ser humano como tal, lo que nos exige ser más acogedores y avivar una cultura más auténtica de acompañamiento y auxilio. Desde luego, Europa, en este caso tiene una clara responsabilidad de socorrer a quienes buscan protección, negarles ese amparo es como

contradecir las bases del propio sistema humanitario que los genuinos europeístas lucharon por cimentar.

Personalmente, me niego a que el mar Mediterráneo sea un camposanto más. Salvaguardar personas debe ser lo prioritario de cualquier especie que se precie como humana. Dejemos al mar poder ser mar, para que el viento encandile poemas a la vida, puesto que su abecedario es tan profundo en la calma como en la tempestad, y tal vez, de este modo, podamos descubrir de que nadie es extranjero y, por consiguiente, todos merecemos apoyo y hospitalidad. Quizás debamos considerar medidas más efectivas contra los traficantes de personas, alternativas más seguras a esos peligrosos viajes, pero lo inmediato que debemos hacer es asistir y reubicar a esos semejantes que llaman a nuestra puerta. En cualquier caso, está visto que el cierre de fronteras incentiva el tráfico de migrantes. Tan importante como estar unidos es trabajar juntos por un mundo más equitativo, sin levantar tantas barreras infranqueables. Sin duda, una buena dosis de humanidad nos animará a todos, a ciudadanos y gobernantes, a afrontar los desequilibrios socioeconómicos y la globalización sin reglas, que están entre las causas de las migraciones, en las que los individuos no son tanto intérpretes como mártires.

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Elsignificado verdadero del éxito Preguntarse ¿qué es el éxito? siempre es importante e interesante. Podríamos decir que el éxito es lograr lo que usted quiere en la vida. No necesariamente es dinero, aunque podría serlo si es lo que usted más desea; pero también podrían ser otras cosas importantes como su familia, llevar una vida mística, alcanzar un puesto laboral al que aspira, poseer algo, etc. Lo importante sería que se preguntará qué quiere hacer con su vida. Tome en cuenta que el éxito o el fracaso vienen de una misma raíz, las dos son una consecuencia, ¿de qué? de las decisiones que usted toma en su vida. Si usted hizo algo bien y tiene resultados positivos, normalmente etiquetamos la experiencia como algo exitoso, pero si las cosas no suceden como se esperaba le colocamos la etiqueta de fracaso. Ambas situaciones son el resultado de nuestras decisiones. Dentro de esta reflexión y antes de llegar a una conclusión prematura de qué es el verdadero éxito, debería preguntarse qué desea en su vida, hacia dónde quiere llegar. Con la única persona que usted tendrá que vivir por el resto de su vida, cada minuto, cada día y cada situación, es con usted mismo; por eso es muy importante tener la visión de qué queremos en la vida, qué queremos lograr y cómo puede llegar a convertir sus sueños en realidad. Al tener claro el objetivo, se hará más claro el camino del éxito. John Maxwell escribe que el verdadero éxito consiste en conocer su propósito, crecer hasta alcanzar su máximo desarrollo y sembrar semillas para beneficiar a otros. La gente común no lo sabe. Se la pasa bregando —afanándose —, por llegar a un destino o adquirir más posesiones que sus vecinos. Fred Smith dijo: “Algunos tendemos a pensar: Yo podría haber triunfado, pero nunca tuve la oportunidad. No nací en la familia apropiada, o no tuve dinero para ir a la mejor escuela. Pero cuando medimos el éxito por el grado en que usamos lo que recibimos, esa frustración

se elimina”. Mucha gente vive atrapada teniendo una mentalidad de pobreza, es decir, fijarse en todo lo que no tiene, todo lo que les falta, principalmente las cosas materiales. Por el contrario, es necesario vivir con una mentalidad de riqueza; es decir, fijarse en todo lo que tenemos, todo lo bueno, lo pequeño, lo grande, incluso lo malo. Porque todo eso agrega valor a nuestra vida y nos forma. Este tipo de pensamiento nos hace agradecidos y nos hace apreciar todo lo que ha formado parte de nuestra vida; lo bueno y lo malo, teniendo en cuenta que todo eso nos ha impulsado hasta el día de hoy: nos ha hecho caminar. El camino para alcanzar el éxito es largo y lleva un esfuerzo

“Tome en cuenta que el éxito o el fracaso vienen de una misma raíz, las dos son una consecuencia, ¿de qué? de las decisiones que usted toma en su vida”. importante, pero no significa que no lo podremos disfrutar. Podemos tomar como ejemplo un viaje en tren: tenemos que pasar por varias estaciones para llegar a nuestro destino o nuestra meta. La primera estación de salida por la que tenemos que entrar para alcanzar el éxito es: tener claridad, hacia donde quiere ir. Existen demasiadas personas que mueren sin saber para qué vivieron; es decir, nunca supieron el propósito de su vida, nunca lo comprendieron; esto es verdaderamente triste. Por esa razón, es primordial clarificar qué

es lo que deseamos en la vida. Cuando tenemos claridad en un objetivo, el camino se muestra, sabemos cuál tren tomar y hacia dónde va. Como segunda estación por la que tenemos que pasar, está el compromiso; solo una persona total y absolutamente comprometida con lo que quiere, puede llegar a lograr su objetivo o sus sueños. Hay un principio fundamental que dice: “si usted cree que puede hacerlo tendrá razón, si cree que no puede hacerlo, seguramente también tendrá razón”. Si no creemos en nosotros mismos, cómo pretendemos que los demás crean en nosotros. Después de tener claro qué queremos, el compromiso nos ayudará a ponernos en marcha y ser constantes hasta llegar a nuestro destino final y cumplir nuestra meta. Pero el éxito o el fracaso empieza en nuestra mente, el principal saboteador de nuestros sueños solemos ser nosotros mismos; es necesario fortalecer nuestra mente, programarla con el mensaje de que podemos lograr nuestros anhelos. Recuerde que si tiene un gran sueño, tiene que estar dispuesto a un gran sacrificio, aunque le aseguro que no hay sacrificio cuando se trabaja por un sueño. Será una fiesta cada vez que logre un paso más para alcanzar su meta. Como tercera estación tenemos la preparación. Si no trabajamos por saber más y no nos esforzamos por abarcar todo lo que podamos del tema que nos interesa, difícilmente llegaremos a nuestro destino, para convertirse en lo que usted sueña ser; tiene que estar dispuesto al sacrificio que eso implica y gran parte del mismo es la preparación que tiene que realizar para llegar a alcanzar la meta deseada. En el fondo de su corazón seguramente descubrirá las respuestas a: ¿Cuál es mi sueño más grande? ¿Qué haré para realizar mi sueño? Y ¿Cómo me prepararé para alcanzarlo? ¡Estoy seguro que emprender este camino, le hará descubrir el verdadero significado del éxito!

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Doctor Corazón Estimado doctor Corazón: Hace unos días escuche a mi hijo de cinco años preguntarle algo a su hermana mayor: -Esmeralda, ¿te hago una pregunta? -¡Sí! Dime. -¿A ti nunca te han secuestrado? -¡No! Eso nunca me ha pasado a mí. Pero ¿por qué me preguntas eso si aquí en los Estados Unidos no secuestran a la gente? -Bueno, aquí no, pero en México sí. Yo observaba y me preguntaba: ¿A dónde irán mis hijos con esta conversación? Con la misma retrocedí un año atrás y me recordé de nuestra visita a nuestros parientes en Michoacán. Y sí, durante nuestra visita presenciamos un secuestro, pero este no es el momento para hablar de eso. Mejor sigamos con la conversación de mis dos hijos. -De todas maneras -continuó el niño-, si me secuestran aquí o en México no voy gritar. A este punto, mi hija se puso seria y trato de ponerle más atención al hermanito. -¿Y sabes por qué no voy a gritar? -No, no sé. -Mira, mi voz ahora parece de niña y al oír el grito chillón los secuestradores se van a burlar de mí. Cuando vi a mi hija reírse yo tampoco me pude contener. Corrí al baño y allí frente al espejo me reí hasta casi llorar. Cuando yo tenía 17 años vivía como enroscado en un caracol. En el aula del colegio me sentaba en el último escritorio, hasta donde ni compañeros, ni maestros, me preguntaran nada. Tenía miedo de hablar y sin querer hacerlo con una voz chillona. Al año siguiente en la clase de ciencias naturales el profesor

me hizo una pregunta sobre el sistema solar. Para mi sorpresa la respuesta me salió ronca. El profesor notó el cambio y comentó: “Este muchacho es muy callado, pero cuando habla revela una mente muy inteligente”. Desde entonces salí de las sombras y tuve el respeto y amistad de todos mis compañeros. Le comento todo esto porque mi hijo de 15 años está pasando por lo mismo. Desea servir en el ejército, pero se siente incómodo porque no tiene una voz ronca y fuerte. En las películas de guerra ha visto como hablan los militares y como él no habla con esa voz de león, se siente desanimado. Yo le cuento mi propia experiencia y también le doy otros consejos, pero todavía no se siente tan convencido de desempeñarse bien como un buen militar, sin tener una voz firme y fuerte. ¿Y usted tiene algún consejo para casos así? Preocupado. Estimado Preocupado: Primero, yo también me reí con la ocurrencia de tu hijo pequeño. Luego, ese tema de sentir miedo, de sentirnos vulnerables es un asunto universal. Empieza cuando nacemos y termina al dejar esta tierra. Por otra parte, las películas no son la mejor escuela para definir si somos capaces o incapaces de enfrentar el futuro. El hablar y vivir con la verdad nos define, nos da el poder de influenciar al mundo para bien. El valor de una persona no está en su voz ni en su estatura, está en cuan limpio y constante es su corazón. Por ejemplo, la voz y el encanto de un niño no asustan ni dan miedo. Al contrario, persuade, cura tristezas y dolor. Tu Doctor Corazón.

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Smartphones —“¡Salud!” —exclamé—. La persona sentada al lado mío en el autobús me miró. Había estado tan enfocado en su teléfono, que no se había dado cuenta de su propio estornudo. Sus ojos enfocaron en mi dirección, sin realmente mirarme y volvieron a la pantalla pequeña que llevaba en sus manos. Me quedé fascinada observando el entusiasmo con el que tocaba la pantalla, donde globitos explotaban en una simulación de haberlos pinchado. Con uno o dos dedos controlaba lo que sucedía. Un sonido diferente hizo que tocara cierto lugar en la pantalla y un mensaje de texto tomó su lugar en primer plano. En un cerrar y abrir de ojos, tocó unas letras que aparecieron en un teclado y con el pulgar presionó la tecla “send”. Otro movimiento con el dedo y el juego de globos, volvió a ser el centro de atención. Justo cuando iba a empezar, pasó el dedo por la pantalla y tocó un símbolo musical. Una lista de cantantes apareció y con el dedo índice, eligió una nueva melodía. Yo no sabía qué canción era, porque la persona llevaba auriculares, pero sí alcanzaba a escuchar el fuerte bajo. Me quedé pensando en cómo sería esta experiencia para alguien que estuviese visitando de otro mundo, el ver a todas las personas aquí mirando una pantalla en sus manos casi todo el día. Con el aparato correcto, uno puede comunicarse con sus familiares, amigos y compañeros de trabajo, a través de palabras escritas, audio, video o fotos. También cumplir todas las transacciones necesarias para cuidar asuntos financieros; leer las noticias, buscar respuestas a preguntas de toda clase, encontrarse en el mapa y buscar cómo llegar a cualquier destino; documentar casi todo aspecto de la vida con diferentes apps; averiguar cómo hacer lo que uno no sabe hacer; pedir reservaciones en hoteles, restaurantes, cines y teatros; arreglar viajes,hacer compras de todo tipo; completar asignaciones para la escuela y entregar las mismas; hacer y mandar saludos para ocasiones especiales; bajar

y disfrutar libros, películas, revistas, periódicos y música; conocer a diferentes personas por todo el mundo; jugar una variedad interminable de juegos y grabar tanto video, como audio. Y esta lista es solamente lo que vino a mi mente en ese momento. Todas las emociones humanas pueden ser provocadas por lo que aparece en esta pantalla. No requiere que otro ser humano esté presente. Felicidad, desilusión, enojo, impaciencia, amor, tristeza, impotencia,

“Me quedé pensando en cómo sería esta experiencia para alguien que estuviese visitando de otro mundo, el ver a todas las personas aquí mirando una pantalla en sus manos casi todo el día”. dudas, orgullo. Hasta hay un “app” con dibujos de caras y símbolos para expresarlas. Pareciera como si los asuntos de la vida se pudieran manipular, arreglar, o completar en una pantalla que se puede llevar en la mano. No pude evitar preguntarme: ¿es posible vivir la vida a través de una pantalla? Mirando por la ventana me dije, quizás es más fácil pensar en lo que NO puede hacer el famoso smartphone. Me tomó más tiempo pensar en esta lista. No puede dormir por uno, pero sí puede medir cómo uno duerme; no puede bañarse, comer, usar el baño, dar un abrazo personal, o hacer ejercicios. Se puede medir mucha información acerca de esas actividades, pero hay que utilizar el cuerpo mismo para tales asuntos. De tal forma, que por medio de la tecnología nosotros tenemos la habilidad de tener una existencia física con el cuerpo y una vida virtual manejada por imágenes,

letras y números con solo unos movimientos de los dedos de la mano. Y ahora nos estamos acostumbrando a que algunas tareas solo se debe hablar al teléfono y dar instrucciones de qué hacer. Aquí estaba en un autobús lleno de personas ocupadas en sus vidas virtuales, mientras sus cuerpos eran transportados de un punto a otro. Mis pensamientos fluían para hacer preguntas y observaciones acerca del tema. ¿Qué va a pasar con la siguiente generación, que crece con la costumbre de estar físicamente en un lugar, pero con la atención y el enfoque en otras cosas, personas, lugares o realidades? Que chistoso que este aparato se llama teléfono, pero en muchos casos la función de hablar es la que menos se utiliza. Ya parece más conveniente intercambiar veinte textos con una persona que llamarla ¿Por qué? Y viéndolo desde otro ángulo, si mandar un texto es tan fácil, ¿por qué a veces no encuentro el momento para hacerlo? Tantas cosas que se pueden hacer en el teléfono; de hecho hay muchos detalles en mi vida que se han vuelto más facilites de cuidar. ¿Cómo se podría hacer mejor uso de las capacidades que estos aparatos tienen? Que raro que un “rating” positivo en un “app” es lo que hace que sea adictiva. Algo tan pequeño que llevamos en la mano, es una herramienta poderosa tanto para el bien, como para el mal. Entre todos esos pensamientos vino uno muy claro, una cosa que el smartphone no puede hacer por nosotros: no puede tomar decisiones de cómo usarlo.

FE DE ERRATAS En la edición del 8 de julio, página 19, se consignó el artículo "El Tiempo Sin Tiempo", atribuyendo la autoría del mismo a Nancy DeVocht, siendo lo correcto que fue escrito por Eva Land. Ofrecemos disculpas a la escritora y a los lectores por el error cometido.

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ESTAMOS

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DE MANTELES LARGOS

Soy amigo incondicional de don Quijote de la Mancha. Nuestra amistad o hermandad ya lleva quince años y nos incomoda a morir, ver injusticias, sentir la oscuridad de la pobreza y escuchar como el ruido del egoísmo ha enfermado al mundo de sordera espiritual.

VIENE DE LA PORTADA

Nos tocamos los bolsillos y para nuestro asombro, no contábamos ni siquiera con un centavo para comprarle al recién nacido pañales, mantas, baberos o un humilde y simple biberón. O sea, El Heraldo nació de un rapto de locura mía. Nunca fuimos, en ese momento ni después, a tocar las puertas de un banco para solicitar un préstamo y pagar los gastos de impresión, distribución, etcétera. Con una boca más para alimentar, pude haberme desanimado y tirado la toalla por algún camino de la región manchega, pero mi maestro, el invencible Quijote, salió al paso y desde allí me consoló con versos y dichos de sus muchas lecturas de libros de caballería. En esencia, estaba metido en un calzón de once varas. Cómo es de comprender, la espectacular prenda no me quedaba bien, ni la tela tenía mi color favorito. Aquí no valía de mucho mi experiencia sartorial (conocimientos de sastrería). Por años había confeccionado cientos de prendas, pero esta parecía no tener compostura por ancho y descomunal. Aquí debo mencionar la ventaja o la inmerecida bendición de vivir en Iowa, tierra de cerdos y de maíz. Por allí algunos han dado en llamar esta región de eternas y suaves colinas, “el cielo en la tierra”. Y sí, para este su servidor Iowa ha sido como habitar en el cielo o en un reino de fantasía pendiente del pico de una estrella. Y como es sabido de todos, el cielo está poblado por legiones de ángeles. Y si así lo creemos, pues solo nos queda aceptar lo obvio. Y lo obvio es: Iowa siendo un pedacito de cielo, debe contar con sus propios ángeles, arcángeles y querubines. En lo personal, a mí me han ministrado cuatro ángeles iowanos. Esos personajes angélicos no hablan español, no comen alimentos picantes, pertenecen a una denominación cristiana diferente a la mía y tienen blanca la piel. Sin embargo tienen un corazón de oro y como alma, el pétalo de una flor. Tammy Shull, Eleanora Thomas, John Cook y Tom Lamm, son esos seres merecedores de tan benemérito título. Ninguno de estas criaturas puso dólares en mi bolsillo, ni me ofreció reinos con calles de oro. Pues verán, no era necesario, me bastaba con su palabra de

ánimo, de fortaleza; con sus miradas plenas de convicción y fe. —Voy a descontinuar la publicación de El Heraldo —mencioné una vez. Linda Albright, un querubín de ojos negros y tez color perla, me vio con una mirada intensa y su luz me penetró hasta lo más oscuro de mi interior. Iluminado con más crecido entusiasmo regresé al camino y avance un trecho más. Sin darme cuenta el Heraldo había crecido. De pronto ya no usaba pañales y se me antojaba un joven apuesto y campeón en amistad. En esta posición de tanta solidez y guapura estaba llegando a ser muy querido por miles de lectores. Así han pasado tres quinquenios y El Heraldo, como un buen hijo, solo me ha dado alegría y satisfacción. Eso sí, una cosa es verlo ahora compuesto de veinticuatro páginas en full color y otra, es regresar a aquellos días cuando me vi frente a una multitud de páginas en blanco y tan delgadas como tortillas, no de maíz, sino de ilusión. —Escribe tus nostalgias de aquella tu tierra del quetzal —me dijo Emery Styrone, Director del periódico en Inglés local. Gracias a esa sugerencia di la vuelta vi a mi pasado y allá, trabajando en su sembradío de malangas divisé a mi abuelita Virgilia. Ese día escribí y llené con esa historia la primera página. Desde entonces he escrito más de cuatrocientos capítulos de muy curiosas nostalgias y la misma cantidad de historias de emigrantes exitosos, han adornado la portada del muy querido y apreciado Heraldo Hispano. En mi tierra San Luis, ahora me llaman poeta y escritor, pero ese título me queda muy grande todavía. Es un título inmerecido. “El Periodista de Iowa”, me dice Xiomara Cerna. Ese título me queda aún más grande y mis pies no encajan en semejantes zapatos. Con humildad y la ayuda del cielo, me he aventurado a escribir dos novelas y un poemario. Algún día, entraré en esa gloria a donde pertenecen los verdaderos escritores; por ahora solo la he podido ver de lejos y sentir una inmensa y arrebatadora emoción. Siempre estaré agradecido al ramillete de escritores de El Heraldo, cuya fantasía los ha transformado en seres empecinados en escribir de su mejor inspiración, para las páginas de El Heraldo Hispano. Los mueve una pasión incontrolable por escribir y un

fuego metido en los huesos, difíciles de resistir. Escriben del tintero de su corazón y por eso no se cansan ni se aburren de dar a manos llenas de ese tesoro, de ese divino caudal. La fuerza financiera de El Heraldo me llevó hace seis años a mi pueblo San Luis, en el oriente de Guatemala. Allá he compartido con muchos de mis paisanos la mitad de esas ganancias. En verdad, esa mitad nunca me ha sobrado; no, no valdría la pena dar sobras. Al contrario, he partido mi pan y con gusto y alegría lo he dado a otros hijos de Dios. Los proyectos realizados son muchos. Hemos construido casas, remodelado y elevado en dignidad muchas viviendas. Sostenido importantes proyectos culturales y la mayor satisfacción es haber contribuido, hasta hoy, a la educación de cuarenta estudiantes sanluiseños. Al sentarme a contemplar semejante obra, me quedo mudo y casi no lo puedo creer. A falta de poder comprender la magnitud y consecuencias de semejante obra, solo me queda arrodillarme y ofrecer lo realizado en sacrificio a quien me ha dado todo: a Dios. En verdad no le he dado nada. Solo he devuelto lo recibido. Y eso sí, lo he devuelto en un sobre con esta nota: “por favor, devolver esta misiva al remitente”. Mi esposa, quien tiene un corazón de chocolate, un día me fijó una cuota. —Esto es para dar a otros —me dijo. Muchos dirán: “don Óscar vive en la opulencia”. Eso está lejos de la verdad. Les confieso, con mi esposa llevamos treinta y cinco años de casados y nunca hemos dormido en una cama nueva. La mesa de nuestro comedor está un poco desvencijada, pero nos da el mismo servicio como si fuera nueva. Ni ella, ni mis hijos, ni yo, nos vestimos con ropa nueva. Ese gasto superfluo e innecesario lo dedicamos a vestir y a calzar a otros y así esas finanzas cumplen con un objetivo mayor: el de hacer felices a quienes tienen pobres los bolsillos, pero millonario el corazón. Soy amigo incondicional de don Quijote de la Mancha. Nuestra amistad o hermandad ya lleva quince años y nos incomoda a morir, ver injusticias, sentir la oscuridad de la pobreza y escuchar como el ruido del egoísmo ha enfermado al mundo de sordera espiritual.

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12 de Agosto de 2015

EL Heraldo Hispano


El Heraldo Hispano

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SECCION NOSTALGIA

Página 23 por: Oscar Argueta

UN CERDO RECHONCHO Y NALGON (cap. 37)

D

on Justo Margarito se encaminó al patio, cargando en sus manos un pequeño cofre. -Aquí -dijo, golpeando el cofre con la punta de su dedo índice-, falta dinero y solo hay una persona responsable de habérselo robado. Esta vez, la pedrada del grito produjo un eco sonoro. La respuesta llegó de la cocina. Una respuesta inesperada. -¿Y esa persona, según usted, soy yo, María Ángel?. -Y al contestar así a la acusación, la acusada tomó instintivamente del fogón un leño encendido y robusto. -O podría ser alguno de tus amantes. -La palabra amantes iba lanzada con doble filo para partir en dos la dignidad y compostura de la acusada. -Amantes buscados y traídos a esta casa por usted. -Al escuchar esta audaz contestación, don Justo Margarito bajo los hombros e iba a callar y cesar la batalla, pero una voz lo contuvo. “Por lo visto estas ante una fiera, pero a ti -continuó- nadie te va a responder así, nadie, y menos una mujer. Descuelga el machete de allí donde lo tienes colgado, desenváinalo y, primero golpea con él la mesa del comedor, luego aséstale golpes por donde más le duela”. -¡Ah! es cierto, con eso si se va asustar y así mansita como una paloma, le voy a dar su merecido, - reaccionó. Para asombro de don Justo Margarito, la ovejita de su esposa no se asustó, ni cayó de rodillas pidiendo disculpas por tanto atrevimiento, por tanta falta de respeto a la cabeza de la casa. En los ojos, en cambio, tenía fuego y arrojo en el corazón. -Tiene ese machete en la mano para matarme o solo para asustarme. -Había toneladas de agresividad en tales palabras. -Si es para matarme, siga adelante. Si es para asustarme no lo ha logrado. Mire, no estoy asustada ni un tantito.

Un favor le pido (la mano derecha la tenía en el corazón) ensártemelo de un solo tajo aquí. ¡Vamos, no se detenga! Y tan pronto como usted lo haga, yo le voy a ensartar este leño encendido, allí en sus partes podridas. Al escuchar la frase “las partes podridas”, don Justo Margarito lanzó el machete al suelo, se adelantó furioso hacia su esposa le arrebató el leño encendido y blandiéndolo en su mano la azuzaba en dirección de sus partes femeninas. “Quémale sus partes, así no te volverá a engañar con nadie.” Al escuchar: “Recuerda cuando le quemaste las partes a aquella mujer adúltera. Has lo mismo ahora, hazlo y muestra así quién tiene puestos los pantalones aquí en tu casa...” Don Justo Margarito lanzó el leño encendido en dirección de la pila con agua, y en vez de cometer tal crimen, tomó la mata de pelo de su frágil esposa, se la enrolló en su mano derecha, y como si fuera una muñeca de trapo la doblegó hasta tirarla al suelo. De la cabeza de la vencida saltó un borbotón de sangre. La agitada respiración del vencedor le impedía hablar; y así, poseído de un espíritu violento, no pudo contestar a los fuertes e insistentes toquidos a la puerta principal del almacén. -¡Aquí está pasando algo grave...! -percibió Manuel Antonio, mientras tocaba a la puerta. Esta si es una visita inesperada, pensaría don Justo Margarito al reconocer la voz del joven Manuel Antonio Antonio. Para la joven golpeada y ensangrentada no era una visita accidental. La había presentido esa mañana cuando se había despertado y también había escuchado el canto raro de un pájaro negro, sobre las ramas del árbol de tamarindo. -¿Hay alguien aquí? Soy Manuel Antonio, hermano de María Ángel.

-No puede ser, no puede en este momento venir a visitarme alguien de la familia, dijo don Justo Margarito. Y al repetir, no puede ser, lanzó a la infeliz esposa a la cocina, así como si hubiera tirado en el suelo un manojo de leña, se sacudió la camisa, se arregló el pelo y una vez ganada compostura corrió a atender a la visita. -Algo malo está pasando aquí, volvió a decirse el joven alto y musculoso. No en balde tuve tan mal presentimiento al levantarme esta mañana. Sentía algo así como un pesar en mi corazón. -Te puedo servir en algo, muchacho -lo interrumpió la voz de don Justo Margarito. Al ver aparecer al señor de falsos modales humildes, apretó las manos y oyó: “Contrólate, Manuel Antonio... contrólate. No es el momento para cumplir el mandato de tu mamá, doña Valentina”. Por lo tanto el joven guapo y decidido, a pesar de sentir la sangre hirviendo de caliente y sin faltarle ganas no solo para aplastarle la cara al Amigo del Pueblo, sino también para quebrarle los dientes, sacó de su corazón toda la fuerza de voluntad y decidió continuar obedeciendo a la voz diciéndole, “contrólate y por ahora ten paciencia... paciencia”. -Vine a ver cómo está mi hermana. ¿Está bien ella, la puedo ver? -preguntó con firmeza. -Tu hermana está enferma, ahora está acostada con fiebre. Al escuchar la voz de su hermano mayor preguntando por ella, María Ángel, pensó: “mi hermano Manuel Antonio esta aquí.” -Si no estuviera como estoy, saldría a saludarlo, pero por ahora me conviene quedarme aquí escondida, callada y sin moverme. Además, golpeada y sangrando como estoy, puedo provocarle a mi hermano mucha tristeza y enojo suficiente para matar a don Justo Margarito de una sola

pescozada. Es muy joven mi hermano para irse a la cárcel. Al pensar en eso se acordó del pájaro cantando en las ramas del árbol de mango hacia unas pocas horas. -¿Esa visita, era mi hermano? -trató de sonreír. -Por favor, no le hable de mi visita. No vine a visitarla para preocuparla a ella. “Iba decir, vine para preocuparlo a usted”, pero se contuvo, y con pleno control de su ira se despidió del dueño de la casa y una vez en la calle se arregló el bigote, se puso el sombrero y limpió su garganta de flemas. Ahora, lejos como para no ser oído ni visto por don Justo Margarito, Manuel Antonio balbució: -A cada cerdo le acontece su sábado. Lo decía en referencia directa al esposo de su hermana recién casada. -Hablando de cerdos, reparó, mataremos a uno en la casa este sábado. Entonces se vio a sí mismo golpeando con el lomo de una hacha la frente del cerdo rechoncho y nalgón, se vio también aprovechando el atarantamiento de la víctima, para darle con un filoso verduguillo una estocada en el corazón. Viendo en su imaginación sus manos apretadas y todas manchadas de sangre, pensó, “voy a necesitar manos de hierro para matar a ese cerdo este sábado y para malmatar a otro, con cara de piedra, en una semana o dos”. Ese día no estaba muy lejos y los preparativos para obtener los resultados deseados iban viento en popa. Por su parte, don Justo Margarito también estaba esperando el sábado para comer chicharrones de lonja de cerdo. El antojo era comerlos con tortillas calientes para la cena a eso de las seis de la tarde y bajarse ese sancocho, con un octavo de aguardiente. -Voy a estar pendiente de ver hacia la puerta de la casa de doña Guillemina López, -se venía repitiendo desde ayer.

La casa donde destazaban cerdos se podía ver desde la puerta del almacén de don Justo Margarito, estaba situada hacia la izquierda en la esquina de la cuadra de enfrente. -Aquí en San Luis, -les contaba don Justo Margarito a sus parientes- acostumbran a poner en la parte alta de la puerta de la casa donde hay destace como si fuera un banderín una hoja de mata de banano, con esto anuncian la venta de carne de cerdo y de chicharrones. Es una costumbre simpática y les da resultado -agregaba. En este momento, don Justo Margarito, sintiendo la sangre revuelta y los dientes apretados, no tenía lugar o calma para pensar en su antojo del sábado. Apenas se estaba manteniendo de pie y reganando control de la recién acalorada pelea con su esposa de apenas días de casados. Por ahora, necesitaba gozar de compostura para atender a un buen número de clientes entrando y saliendo de comprar en el almacén Casa Grande. María Ángel la joven adolorida, tanto del alma como del cuerpo, iba comprendiendo, conforme las horas y los días pasaban, con quién estaba casada. Allí, arrinconada en la cocina, pujaba de dolor y de ira. -A mí el diablo me casó... a mí el diablo me casó -repetía. -Por las puertas de la iglesia entré al infierno. El diablo mismo disfrazado de sacerdote me unió en casamiento a uno de sus demonios y nuestro San Luis Rey de Francia, no hizo nada para librarme de caer en el infierno. Y diciendo esto, María Ángel empezó a reír y a reír y entre más reía menos dolor sentía. -Por ahora -dijo al dejar de reírse-, solo me queda ser fuerte y reírle a la vida. Y eso haré, le pese a quien le pese, el resto de las horas de este día y de los días venideros.


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12 de Agosto de 2015

EL Heraldo Hispano


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