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Año: 13 Número 307
os Miranda, de Guayaquil, Ecuador, son personas agradables y cultas. Con ellos sostuve, la noche del sábado pasado, una conversación de oro. En esas horas de tertulia en su hogar, aquí en Mount Pleasant, Iowa, nos nacieron alas y volamos por el reino de la poesía, de los buenos libros, de la música y otras artes; y temas de no poca luz y color. Nos dijimos versos, refranes y suspiramos añoranzas por nuestras tierras, sus paisajes y su folclor. Entre uno y otro intercambio de cariños y risas me regalaron su vida, en un ramillete de grandes y excelentes logros. Lean algunos de ellos. Marcos Freddy Miranda y Rosario Jordán nacieron en cunas bordadas con letras. Los padres de ambos, dedicaron sus vidas a sembrar letras, en vez de semillas. Las sembraron en su trabajo como docentes y en el corazón de sus hijos, en el seno de su hogar. Además de bregar como sembradores del saber, Don Félix Miranda también se desempeñó como corrector del periódico El Universo, el medio de comunicación impreso más importante de Ecuador. Doña Noemí Vallejo recién cumplió 96 años y sirvió como directora de la escuela Guayaquil. Por su lado, Don Miguel Jordán y doña Maclovia Rodríguez fueron pioneros de la fotografía y crearon el prestigioso estudio fotográfico: Foto Jordán. También mis padres fueron periodistas y fueron propietarios de un periódico similar al suyo, me explica Rosario. Con esa raíz humedecida con letras y con el espíritu emprendedor de sus padres, Freddy y Rosario han dado sus propios frutos y recogido su propia cosecha. Freddy obtuvo de la Universidad de Guayaquil el título de Ingeniero Agrónomo. En cambio, Rosario se graduó de Licenciada en Filosofía. Durante esos días de estudiantes, entre suspiros y libros, nació el amor. En
seguida, me dedico a contar cómo cupido les flechó el corazón. Freddy vio pasar por su casa a dos señoritas. Una de las dos le encendió un fuego en su pecho. Emocionado la siguió con la mirada y no pudo evitar fijarse en dos cosas. La chica de pelo largo y negro tenía una cintura para soñar y mucha gracia al sonreír. Las dos amigas habían ido al cine a ver la película: “El Último Cuplé”, con Sarita Montiel. “Pero, mire cómo son las cosas”, rememora Rosario. “Como llegamos tarde a la función, decidimos no entrar y por eso nos dedicamos a caminar las cuadras alrededor del vecindario del teatro. De pronto, decidimos comprar mangos. Al acercarnos al puesto fruta se nos acercó un joven muy solicito y cordial…” “¡Ese joven era yo!”, dice,
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tocándose el pecho, mi amigo guayaquileño. En seguida, agrega: “Caminando a su lado esa tarde por aquel vecindario caí rendido de admiración y, desde entonces, solo pude pensar y desear estar con ella.” Al oler el perfume de esas palabras, Rosario sonríe. En cambio yo, observaba en ese instante, un flechazo de amor. El noviazgo duró seis años. Eso sí, cada paso y gesto de los enamorados está supervisado por el ojo vigilante y protector de los muy estrictos papás de la novia. Al cine iban, pero acompañados de una tía. Al apagarse las luces la chaperona siempre decía: “Disculpen, pero me voy a sentar más adelante, así podré escuchar y ver mejor.” “Ese pretexto para dejarnos solos me gustaba”, relata Freddy. Al escucharlo, a todos nos da por reír. Ahora
12 de junio 2013
Rosario se dirige a mí. “Al año de la graduación de Freddy, nos casamos y tuvimos la dicha de viajar a Acapulco, a pasar allá nuestra luna de miel.” Freddy viajó por razones de trabajo a Venezuela y a Guatemala. Por esparcimiento Rosario y Freddy han viajado por Europa y por Latinoamérica. Mi amigo guayaquileño ha sido también hombre de empresa. Las Haciendas Betzabé y Rosario, situadas en Santo Domingo de los Tsáchilas, perteneció a los Miranda. Sus cuatro hijos: Freddy Antonio, Boris Iván, David Gabriel y Betzabé se han graduado de universidades de Norteamérica, Canadá e Inglaterra. Los Miranda son una familia excepcional, me queda por decir. Por: Oscar Argueta