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Año: 13 Número 303
e da mucho gusto presentarles a la familia López, propietarios del Supermercado Cerro Grande, en Ottumwa. Ahora pasen conmigo a la sección taquería. Allí nos sentaremos con Ramón Y María a conversar. Primero véanlos sonreír. Luego, entre una y otra sonrisa, escuchen a Ramón decir: -Nosotros somos originarios de Magdalena de Araceo, Guanajuato. En aquellas tierras mexicanas nací, crecí, me enamoré y me casé. Vengo de una familia de 12 hijos. Tiburcio López y Anita Carrillo fueron mis padres; y su mayor herencia fue habernos enseñado a trabajar. José, el hijo mayor, está sentado en silencio en la mesa vecina. A mí me da por decirle: -José, tienes buenos padres. ¿No es así? -Sí, así es. Gracias a ellos nunca nos ha faltado un taco-, me responde. Al escuchar la expresión “faltar un taco” me río. En mi caso, un guatemalteco de hueso colorado, si por algún caso me faltara un taco, también me declararía en desgracia total. Confieso, al mencionar esa comida, veo pasar por mi mente la imagen de un taco Al Pastor chorreando salsa roja y limón. Ahora pasamos al tema del cruce de la frontera. Esto escucho de Ramón. -Yo la crucé cuando tenía catorce años. Lo hice por amor a mi mamá. Quería aliviarle un poco sus penas y eso solo lo podía hacer si me venía a trabajar aquí a este país. Allí, en Tijuana, se me acercó un pollero y ofreció pasarme. “Como eres muy chamaco te voy a mandar con este grupo de quince mujeres”, me dijo. Al escuchar eso a todos nos da por reír. De allí, todo es como una película. Ramón aparece trabajando
en la pisca de naranjas en los campos agrícolas de Ventura, California. Trabaja desde las 4 de la madrugada hasta las 9 de la noche y manda la mayor parte de su salario a su mamá. Cinco años después, el corazón le pide regresar a sus raíces. Dos deseos, viajan con Ramón. Abrazar a sus padres y buscarse una novia para casarse y ser feliz. María tenía 18 años y le gustaba bailar quebradita. A Ramón le gustaba lo mismo y por eso una noche la sacó a bailar. La fiesta estaba amenizada por el grupo Los Machos. Al día siguiente, Ramón se apresuró a hacer sus tareas y al terminar corrió al colegio donde estudiaba María. Los ojos los sentía pequeños buscando entre tantas muchachas a la joven blanca y
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bonita. -Fue amor a primera vista-, confiesa María. -Nos gustamos desde el primer momento y hasta la fecha aún sentimos igual. -Tres meses después de conocernos me la robé-, interrumpe Ramón. -A ver, ¿cómo está eso?-, pregunto. -Sí, así como lo oye. ¡Me la robé un domingo al anochecer! -¿Y usted estuvo de acuerdo?-, le pregunto a María. -Bueno, mire, mi papá era muy bravo, así como eran aquellos señores de antes y no le hubiera dado permiso a nadie, para entrar a la casa a enamorarme. La decisión de escaparme con Ramón la pasé pensando todo un fin de semana. Lo pensé el viernes, el sábado y el domingo a eso de las nueve de la noche
17 de abril 2013
estaba bien decidida. -Nadie la vio salir de su casa-, le pregunto. -No, fíjese. Nadie me vio salir. Eso sí, el ocho de mayo de 1994 nos casamos y aquí estamos riéndonos como nos reímos ese día cuando di el sí. La historia de Ramón y su familia está llena de aventuras, pero por falta de espacio nos quedaremos hasta aquí. En la última escena, Ramón ya es residente de los Estados Unidos y trae a su familia a vivir a esta tierra donde abunda el maíz. Esto debo decir para terminar. En el Supermercado Cerro Grande, vi a grandes y pequeños de la familia López sonreír y trabajar. Eso, digo yo, sí es de admirar. Por: Oscar Argueta