18 jul 2012 todo

Page 1

O

Año: 12 Número 285

bserve la foto de la portada. Uno de los voceadores, el de camisa anaranjada, se llama Marvin Orlando Moscoso Guerra, pero de apodo le dicen, “el Canche”. Este joven, originario de San Luis Rey de Francia nunca se ha permitido un minuto para lamentarse por la falta de oportunidades, en un pueblo donde hay cero fuentes de trabajo. En medio de esas circunstancias adversas, mi amigo, el Canche, ha creado sus propias oportunidades y alcanzado su propia gloria. Al Canche lo conocí en el lugar donde le tomé la foto de esta portada, a veinte pasos de la iglesia colonial y bajo la sombra de una ceiba de tronco y fronda colosal. En ese momento, el protagonista de esta historia tenía 16 años y poseía una actitud sencilla, humilde, ganadora. Estaba por empezar a estudiar la carrera de magisterio. No tenía ahorros en el banco, tampoco padres acomodados para costearle sus estudios, ni se había encontrado un tesoro en el fondo del mar. Eso sí, en sus ojos brillaba un sol de determinación y sobre sus piernas, un paquete de periódicos para ofrecer. A mi pregunta de cómo le iba voceando “Nuestro Diario”, me contestó: -Gano Q60.00 al día. Un campesino arando la tierra gana Q45.00 y por eso prefiero dedicarme a vender… La conversación quedó inconclusa, pues la misa había terminado y mis amigos voceadores habían salido corriendo a ofrecer la prensa a los felices feligreses de San Luis. Cuatro años después de esa conversación bajo la sombra de la ceiba de mi pueblo, mi amigo el Canche está a pocos meses de graduarse y viaja de su aldea al pueblo en una moto nueva de 10,000 quetzales, comprada con sus propios ahorros.

-¿Cómo lograste completar esa cantidad?-, le pregunté esta vez. -Primero, no me conformé con ofrecer el periódico aquí bajo esta ceiba. Salí a las calles y, sin vergüenza o temor, voceaba las noticias con todas mis fuerzas. Empecé a ganar clientes más estables y en un mes estaba ganando 100 quetzales al día. No solo eso, los sábados y domingos, después de vocear las noticias, lustraba (boleaba) zapatos en el parque central. También, durante el feriado de agosto, me pasada esos días de fiesta trabajando en las refresquerías. Era trabajo duro, pues me desvelaba mucho. Mi amigo el Canche, continúa. -Allí no termina todo. Un día, se me ocurrió buscar un nuevo trabajo. Empecé a vender helados. Empujaba mi carretilla

24 Páginas

de aldea en aldea hasta llegar a Ipala. -¡Caminabas como veinte kilómetros! -Don Oscar, no me importaba caminar ese trecho, pues me iba mejor. Trabaja más, pero también ganaba más. Vendiendo helados pude ahorrar un poco más y completar 6 mil quetzales. Mi tío Benedicto, párroco católico, me aconsejó no comprar una moto. “Un día de estos, por andar manejando, te vas a matar”, me dijo. Al ver mi cara de tristeza cedió. “Como eres un buen muchacho te voy a ayudar con los cuatro mil restantes”. -¿Cómo te va con el gasto de la gasolina?-, pregunto. -Mire, lo hago así. Todos los días saco de mis ahorros cinco quetzales. “Para mi merienda”, me digo. No quiero mentirle,

18 de Julio 2012

don Oscar, pero los uso para comprar gasolina. -¿Y, cuándo tienes tiempo para la novia? -¡No me pregunté eso don Oscar! Fíjese, un día fui a Ipala, conocí a una muchacha y fuimos novios por seis meses. Un domingo ella vino a San Luis, para visitar a un pariente. Cuando cruzó por el parque me vio lustrando calzado. “No quiero tener un novio lustrador de zapatos”, me dijo. No la volví a ver más. Frente a este joven héroe, me dije: “Bien dice la gente. Uno es pobre, solo si no hace nada al respecto.” Por eso, es de celebrar la valentía de Marvin, el Canche. ¿No le parece a usted querido lector? Por: Oscar Argueta


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.