15 Año: 15 Número 361
c
on Edgar Franco nos hemos sentado bajo la sombra de una pequeña carpa, justo al lado de su taquería móvil: Tacos El Asadero. Hasta aquí casi no llega el incesante ruido ocasionado por los motores de los vehículos, corriendo veloces por la muy transitada 14 calle de Des Moines. La mañana se antoja tranquila, sopla una brisa amigable y al rumor de sus alas, Edgar y su servidor iniciamos a gusto una muy amena conversación. Ahora, querido lector, en caso de sentir hambre y de antojar en este momento unos tacos de tripa o de
chicharrón, permítame darle una ubicación más exacta de esta muy popular taquería sobre ruedas. Vean, Tacos El Asadero está ubicado al este de la ciudad, justo atrás del muy conocido El Salvador del Mundo Autobody Parts. Elmer de León, salvadoreño y propietario de esta venta de partes de auto, le ha cedido a la familia Franco esta esquina del muy amplio y limpio estacionamiento. Aclaro, estoy tratando de concentrarme en tomar notas, pero de vez en cuando al sentir el olor a carne asada y a tortillas calientes y suavecitas, pierdo un tanto la concentración. Así le respondo a las insinuaciones
24 Páginas
y quejas de mi estómago: “No señor, no se me adelante, aun no es hora de comer”. Y así entre olores y sabores de tacos mexicanos, Edgar me invita a viajar veinte años atrás en el tiempo. De la mano de muchos y grandes recuerdos arribamos juntos a Ciudad de México, Distrito Federal. La puerta de la carpintería Los Tres Hermanos, está abierta y por eso no hay necesidad de tocar para entrar. —Mire, aquel niño de ocho años soy yo. Ahora vea allá, por aquel montón de tablas. Ese señor, serrucho en mano, es don Nico, mi papá y aquellos señores levantando aquellas
26 de Agosto de 2015
vigas son, mi tío Mario y mi tío Salvador. Como puede ver, a esa edad yo ya trabajaba y me ganaba mis pesos. A veces me ponían a barrer el taller y otras, a lijar y pulir las patas de una silla. Desde entonces se me hizo bonito trabajar y ganarme con mi sudor, mi propio dinero. También, desde entonces se me hizo feo alargar la mano y solo pedir. No, eso no podría ser, ni en aquel tiempo, ni ahora, ni después.
PASA A Pag. 21 Por: Oscar Argueta